Ernesto Giménez Caballero y la relación entre Fascismo y Vanguardia Estudiante: Jesse Dolman Número de estudiante: 5823994 Estudio: MA Spaanse Taal & Cultuur Universidad: Universiteit van Amsterdam Profesor: Dr. P. Valdivia Martín Segundo Lector: Dr. A. Sánchez-Jiménez Año: 2011/2012 1 Índice 1. Introducción - 3 2. Trama teórica - 7 2.1. El nacionalismo en España - 8 2.2. El fascismo español - 12 2.3. El Vanguardismo - 15 3. Fondo biográfico - 16 3.1. Ernesto Giménez Caballero: la ruta hacia el Fascismo - 18 4. Las visiones artística y política de Giménez Caballero: el caso de Arte y Estado - 25 4.1 Arte y Estado: la estetización de la política y la resacralización de la sociedad - 25 5. Influencia y herencia de la obra de Giménez Caballero - 33 6. Conclusiones - 38 7. Obras consultadas - 42 2 1. Introducción La Segunda República Española y la subsiguiente Guerra Civil son quizás los temas más prevalentes en la moderna historiografía española. Sobre esta época, que empezó en 1931 con la fundación de la Segunda República y duró hasta 1939 con la victoria de las nacionales en la Guerra Civil, existe una vasta bibliografía que cubre una amplia diversidad de temas y puntos de vista. Esta tradición encuentra su origen no sólo en España, sino asimismo (o quizás particularmente) en el ámbito académico anglosajón. Temas relacionados con la Segunda República y la Guerra Civil ocupan una posición prominente en las obras de historiadores como Stanley G. Payne, más notablemente en su libro Fascism in Spain, y Antony Beevor con el superventa The Battle for Spain. Incluso en la literatura popular, ciertos autores renombrados se han preocupado con el tema, como George Orwell en Homage to Catalonia y Ernest Hemingway en For Whom the Bell Tolls. Sin embargo, incluso en temas que, a veces, parecen recibir una atención desmesurada desde el ámbito académico, siempre se pueden encontrar espacios de estudio que, por diversas razones, nunca fueron explorados exhaustivamente. Con respecto a la historiografía sobre la Segunda República Española, la figura de Ernesto Giménez Caballero consistuye uno de estos espacios que no han sido suficientemente estudiados o que han recibido una atención menor. En este sentido, no es que no existan publicaciones científicas sobre Giménez Caballero, sino más bien que el número de estudios sobre esta persona no se corresponde con la importancia que tuvo, por ejemplo, en la formación de los conceptos del Fascismo y la Vanguardia en España; una importancia que también se traduciría en la fundamental influencia que sus escritos tuvieron en el discurso del régimen franquista durante los primeros años de su existencia. De esta manera, justo al comienzo de nuestra investigación, debemos entender como punto de partida que no se puede clarificar el 'vacío' historiográfico que existe en torno a de Ernesto Giménez Caballero sin recurrir a un cierto grado de análisis sobre la naturaleza del 'Fascismo' y su influencia en España. Es verdad que toda la problemática generada en torno al Fascismo, que no se puede omitir en cualquier análisis de la obra de Giménez Caballero, ha convertido este término en un concepto delicado y controvertido, incluso en ámbitos académicos. Uno de los problemas principales que encuentra un investigador que quiera explorar el Fascismo de una manera científica, estriba en el hecho de que este concepto es uno de los términos más nebulosos de la politicología (que es un logro en sí, si se considera la ambigüedad de otros términos en este campo, como 'liberalismo', 'socialismo' y 'conservadurismo'). Por una parte, se puede atribuir esa ambigüedad al 3 uso extendido (y negativo) del término en el ámbito popular. George Orwell ya observó en 1946 que "The word Fascism has now no meaning except in so far as it signifies 'something not desirable'" (Orwell, 1946). No obstante, si se analiza la historia del Fascismo, incluso sus pioneros nunca fueron capaz de ofrecer una definición clara y coherente de esta corriente política. Por tanto, podemos afirmar que cada aproximación teórica al estudio del Fascismo debe tener siempre en cuenta dos factores tan importantes como lo son el contexto geográfico y el contexto temporal donde se sistematiza el término, ya que realmente hablar de 'un' Fascismo, sin atender a las características específicas y coyunturales del término nos conduce un estudio mucho más reduccionista y menos matizado que si asumimos como punto de partida la existencia de 'muchos' fascismos que presentan rasgos propios en cada país (o incluso región) y época al mismo tiempo que ofrecen características susceptibles de un enriquecedor estudio comparativo. Otro factor que ha podido contribuir a la relativa oscuridad existente sobre la figura de Giménez Caballero en lo que se refiere a los estudios realizados sobre la época durante la que nuestro autor tuvo un papel fundamental en la cultura española, gira en torno a la desarticulación de un discurso simplista de lo que fue el Fascismo. En el caso de España, debido a las trágicas consecuencias de la dictadura franquista, el estudio del Fascismo, en el ámbito académico, se ha convertido en un tema que prefiere evitarse. Muestra de que aún se trata de un tema delicado que no se ha cerrado ha sido toda la discusión existente en torno a la polémica Ley de la Memoria Histórica de España. Lo cual demuestra de que se trata de un tema especialmente sensible, y que todavía existen heridas abiertas relacionadas con los años de dictadura e incluso la Segunda República. Por todo ello, el Fascismo y el Nacionalismo en general son temas particularmente delicados en el ámbito hispánico. Desafortunadamente, el estudio de los mecanismos intelectuales que existieron detrás de estos conceptos todavía se suele identificar - con alarmante regularidad - con tener una simpatía personal hacia lo que supuso la puesta en práctica de estas ideas. No obstante, una investigación histórica académica rigurosa no puede sustentarse en una cuestión de 'simpatía', sino en una indagación responsable que ofrezca herramientas para una mejor comprensión de los mecanismos intelectuales sobre los que se sustentan y legitiman cierta prácticas. Esta posición académica, que hacemos propia en las páginas de nuestra investigación, tratarán distanciarse del conjunto de prejuicios de han oscurecido, tradicionalmente, un tema ya de por sí tan complejo como lo es el estudio del Fascismo en España. Si volvimos al caso de Ernesto Giménez Caballero, sus pensamientos y las publicaciones en que los 4 expresó, tuvieron una gran influencia sobre la formulación de una doctrina fascista en España, incluso, lo que es aún más importante, tuvieron un papel muy destacado en la configuración del discurso del régimen franquista en los primeros años de su existencia. Por esa razón, no cuesta mucho esfuerzo llegar a la conclusión de que este individuo ha influido en proporciones considerables la historia de España en el siglo XX; una relevancia, insistimos, que hasta ahora todavía no se ha reflejado en los estudios existentes sobre sus obras y sobre su figura. La relativa falta de estudios sobre Giménez Caballero hace que todavía nos enfrentemos a un espacio muy poco explorador. Incluso uno de los aspectos más peculiares de su pensamiento todavía requiere más clarificación, a saber la relación que intenta establecer entre el arte y la política, o, dicho de un modo más especifico, la relación entre los movimientos de Vanguardia y el Fascismo. Ambos fenómenos eran relativamente nuevos en la época en la que publicó Giménez Caballero la mayoría de sus obras claves (en los años veinte y treinta), y por eso sus esfuerzos para conectar estos conceptos tienen todavía un carácter bastante teórico y casi experimental. Y aunque su obra ha tenido, como ya hemos confirmado, innegables implicaciones prácticas, es cuestionable si verdaderamente contuvo esta intención pragmática desde el principio. Incluso sus publicaciones justo antes de la irrupción de la Guerra Civil, como también Arte y Estado, se caracterizaban por un tono filosófico y estetizante que no parece darse cuenta totalmente de su impacto potencial en el futuro inmediato del país Es exactamente la yuxtaposición entre el carácter filosófico de la obra de Giménez Caballero y su impacto en la realidad política contemporánea lo que hace interesante este tema y justifica un análisis más profundo, ya que hay factores que indican que el paralelismo entre Vanguardismo y Fascismo que propone Giménez Caballero es simplemente un instrumento para estetizar la política más bien que un intento de formular una doctrina política. Por eso, es muy relevante la pregunta de si fue en algún momento realmente la intención de las ideas de Giménez Caballero ser el manual de un régimen, o es más bien una casualidad histórica que fueron interpretadas así. Contestándola responder a estas preguntas, se podría concluir si había realmente una relación inherente entre los movimientos de Vanguardia y el Fascismo como sostiene Giménez Caballero, o si fue esta idea nada más que un medio para llegar a una comprensión determinada lo que significa gobernar un estado. Para determinar la índole de la obra y la filosofía de Ernesto Giménez Caballero, hay que tener en cuenta y analizar unos factores claves. Esto hace que, antes de poder contestar todas las preguntas 5 planteadas en el párrafo anterior, esta investigación tendrá que cubrir ciertos puntos que contribuirán a una mejor comprensión del tema central. En primer lugar, un análisis completo requiere que los conceptos teóricos más relevantes sean claramente definidos. Como ya se confirmó, el Fascismo en particular es un término tan poliédrico, que, en una investigación de un tema tan específico como los pensamientos de Ernesto Giménez Caballero, es necesario tomar como punto de partida, una realización concreta de 'un' fascismo más bien que 'el' Fascismo de forma general, al mismo tiempo que resulta relevante demarcar y definir bien el término creando así un concepto operativo en un sentido académico. Lamentablemente, el Fascismo no es el único concepto ambiguo que se encuentra en el centro de interés de este trabajo. 'La Vanguardia', o sea 'el Vanguardismo', tampoco es un término que se pueda contener dentro de un marco claro, un rasgo que es inherente a la naturaleza del mismo movimiento artístico: en su definición más general, solamente se refiere al carácter experimental y progresivo de un arte, mientras que no cubre las peculiaridades o los aspectos específicos que se podría encontrar en una obra vanguardista. Pero quizás el Nacionalismo, otro término clave para la investigación, es la corriente más difícil de definir. Este fenómeno nació en el siglo XIX (con raíces en los siglos anteriores), y ya en los años veinte y treinta, los años que forman el entramado cronológico de esta investigación, se refería a una multitud de corrientes, movimientos, organizaciones y partidos políticos de todos los rincones del espectro político contemporáneo. Visto que el éxito de esta investigación dependerá en gran parte en un empleo correcto de los términos descritos en los dos párrafos anteriores, empezaremos con un capítulo dedicado a su definición dentro de los parámetros de un marco histórico. Las definiciones estarán basadas, principalmente, en la obra de Giménez Caballero mismo, ya que él, como figura prominente en ambos movimientos, el Fascismo y el Vanguardismo, ha dedicado un esfuerzo intelectual considerable a intentar captar estos conceptos dentro de un marco por lo menos teórico (su obra no siempre ha tenido en cuenta la idea de una aplicación práctica inmediata). Asimismo utilizaré fuentes científicas que tratan de no solo las ideas de Giménez Caballero sobre los conceptos en cuestión, sino también de los fenómenos del Fascismo, el Nacionalismo y el Vanguardismo en general en la España de los años veinte y treinta. Esta última categoría de literatura - la de las fuentes históricas primarias - servirá para crear un panorama con el que se puede ascender a un mejor entendimiento del contexto histórico en el que Giménez Caballero desarrolló sus ideas políticas y artísticas. 6 Cuando esté establecido el fundamento teórico, antes de empezar con el análisis mismo, el enfoque residirá en la información contextual, a saber con una descripción de la vida y las ideas de Ernesto Giménez Caballero. Para el fondo, una cantidad básica de información biográfica será necesaria, y partiendo de este punto, el capítulo pondrá como objetivo resumir la carrera política y artística de Giménez Caballero, centrándose en los aspectos relevantes para la investigación. Haciendo eso, comprenderemos mejor de dónde vienen exactamente sus ideas, lo que ayudará en contextualizar su obra y determinar su carácter - si era sólo teórico u contenía asimismo un lado práctico. Luego, serán investigadas más profundamente las nociones de 'Nacionalismo', 'Fascismo' y 'Vanguardia' en el pensamiento y discurso literario de Giménez Caballero. Para esto, la obra de Giménez Caballero mismo será esencial por su definición peculiar de estos conceptos. Su manifiesto Arte y Estado de 1935 es un trabajo que en gran parte se dedica al definir y defender de la Vanguardia, el Fascismo, y la relación entre estos conceptos, razón de que este es su trabajo más importante para nuestra investigación. En esta fase del trabajo, el análisis será esencial, ya que estará contestada una de las preguntas más esenciales de investigación - ¿Cómo influye el carácter estético de la ideología de Giménez Caballero la interpretación de su obra? Desde este punto, ya estará más claro si hay una conexión inherente entre el Fascismo y el Vanguardismo, o si eso fuera más bien el ideal estético de Giménez Caballero que nunca se materializó. El último capítulo antes de la conclusión se concentrará en la recepción de la obra de Giménez Caballero, con Arte y Estado otra vez siendo la obra clave. Esta pregunta es relevante porque muestra la relación entre, a un lado, una idea estética sobre el estado y el arte formulada por Giménez Caballero, y al otro lado, sus implicaciones prácticas, que se empezaban a manifestarse justo después del estallido de la Guerra Civil española. La manera en que se utilizaron estas ideas por el régimen franquista ya nos ilustra bastante sobre la intención original de estas mismas ideas, y su utilidad en un campo práctico. Las conclusiones, luego, tendrán en cuenta las perspectivas generadas durante la investigación, es decir, el origen de las ideas de Giménez Caballero, la manera en que formulaba sus pensamientos y su obra, y el modo en que su obra fue recibida y utilizada. El conjunto de estas perspectivas conduce a una comprensión mejor de la intención original y el carácter inicial de la obra de Giménez Caballero. 2. Trama teórica 7 Como ya fue ilustrado en la introducción, una investigación que toque temas como el Fascismo, el Nacionalismo y la Vanguardia necesita una trama que demarque todos estos conceptos, produciendo así asas teóricas con las que se puede aproximar a los temas en cuestión sin dejar espacio a la ambigüedad. Por eso, este capítulo tiene como objetivo definir y contextualizar estos conceptos, para que sea claro su papel en este trabajo. Los términos 'Nacionalismo', 'Fascismo' y 'Vanguardia' son definidos en este orden, usando principalmente literatura secundaria. El enfoque de las definiciones está en el contexto ibérico, ya que un panorama más completo de la historia de estos conceptos sería tedioso y además inútil. En capítulos siguientes, el enfoque se especifica aún más al discurso literario de Ernesto Giménez Caballero. 2.1. El nacionalismo en España A pesar de la concepción popular del fenómeno, clasificar el Nacionalismo en sí como una ideología política resulta problemático. Es más bien un aspecto de varias ideologías políticas, posicionadas en diversos espacios del espectro político. El modo en que se manifiesta este nacionalismo dentro una ideología determinada asimismo puede variar mucho, hasta el punto de que algunas corrientes del Nacionalismo pueden ser completamente contradictorias. Como consecuencia, el Nacionalismo, como también el Fascismo, siempre se debe ver dentro de su contexto geográfico, cronológico y social. El caso del Nacionalismo, o sea, los nacionalismos de España es particularmente complicado porque algunas de las corrientes nacionalistas sobreviven hasta hoy día. Esto hace que la evolución del nacionalismo en España sea una historia particularmente larga que además tiene relaciones profundas con otros temas complejos como la cultura regional, la relación entre lengua y nación, y la autonomía potencial de regiones determinadas. Podemos pensar, por ejemplo, en la yuxtaposición entre el nacionalismo centralista y los nacionalismos regionales, un conflicto que todavía no ha desaparecido, pero que tuvo una presencia aún más prominente durante la Segunda República (e incluso la Guerra Civil). Mientras que, sobre todo en el lenguaje popular pero incluso en ámbitos académicos, se suele hablar sobre 'el' Nacionalismo, la sugerida uniformidad de este concepto se muestra insostenible cuando se considera el enfrentamiento entre dos nacionalismos, que frecuentemente partían de motivaciones totalmente diferentes hacia objetivos también distintos. Por un lado tenemos los nacionalistas centralistas, que se esforzaban por una España unida y, en muchas ocasiones (pero no siempre) 8 centralizada gubernamentalmente igual que culturalmente; en la concepción tradicional, no había lugar para manifestaciones culturales regionales dentro de esta doctrina, que se veía obligada a dejar su lugar a una cultura exclusivamente castellana. Sin embargo, los nacionalistas regionalistas abogaban por exactamente lo contrario: más autonomía o independencia completa para una o más de las regiones de España (el País Vasco, Cataluña, Galicia, etc.). Para comprender la yuxtaposición entre nacionalistas centralistas a un lado, y nacionalistas regionalistas al otro, hace falta darse cuenta de que, dentro del Nacionalismo, se puede distinguir entre dos corrientes importantes. La primera, y quizás la más (in)famosa, es el nacionalismo völkisch. La palabra 'völkisch' viene del alemán 'Volk' (esp. pueblo; nación), y es un adjetivo que originalmente se atribuyó un movimiento alemán de los finales del siglo XIX y el principio del siglo XX, que promocionaba un nacionalismo basado primeramente en lo étnico. Desde este movimiento surgieron conceptos como la pureza de la raza y el deseo de una correspondencia entre raza y territorio 1, conceptos que llegarían a su ruptura en los décadas subsiguientes, con el ascenso de la Alemania Nazi. No obstante, el nacionalismo völkisch no se limita al nacionalismo alemán y su manifestación más extrema, el nacionalsocialismo, sino también a todos aquellos nacionalismos que intentan definir el concepto 'nación' utilizando rasgos 'elementales' - 'elementales' en el sentido de estar, según esta visión, ligados con cercanía a la naturaleza del ser humano. Bajo esta categoría de aspectos elementales caen rasgos como lengua, tradiciones culturales, costumbres, fiestas tradicionales, y básicamente todos los elementos que dentro de esta corriente están percibidos como 'natural'. Muchos movimientos nacionalistas de este tipo además incluían, de varias maneras, el aspecto de etnicidad o raza en este listo de elementos que definirían la nacionalidad, así que la denominación 'nacionalismo étnico' sería un buen alternativo para el préstamo völkisch, más bien que, por ejemplo, el término 'nacionalismo cultural' que propone Clare Mar-Molinero en su libro Nationalism and the Nation in the Iberian Peninsula: Competing and Conflicting Identities (MarMolinero, 2000: 69). La otra corriente principal del Nacionalismo es el nacionalismo de estado (del holandés 1 Esta idea se materializó más prominentemente con la teoría de Blut und Boden (esp. sangre y suelo), que fue planteado por Oswald Spengler en su libro Untergang des Abendlandes (esp. La decadencia de Occidente), publicado en 1922. Esta idea dictaba que la estirpe de una persona corresponda con un territorio determinado. 9 'staatsnationalisme' o alemán 'Staatsnationalismus') o nacionalismo jurídico, una variación del nacionalismo en la que la nacionalidad no sea definida por rasgos elementales como etnicidad y lengua, sino por la relación jurídica entre el hombre y el estado. Dentro de esta perspectiva, individuos de diferentes fondos culturales podrían ser miembros de la misma nación; en esencia, la nacionalidad se convierte en algo cambiable. El ejemplo clásico de esta manera de interpretar la nacionalidad es la Francia pos-revolucionaria, que centralizó el gobierno e impuso un modelo cultural a sus habitantes. No obstante, incluso los Estados Unidos refleja influencias del nacionalismo de estado en la manera en que definen la nacionalidad, aunque parece quizás demasiado ambicioso calificarlos como país nacionalista. En general, la diferencia más elemental entre los nacionalismos étnico y jurídico es que, dentro de la doctrina völkisch, las fronteras de un estado deberían ser acostumbradas a la nación, mientras que en la variante jurídica, la gente dentro de un territorio determinado deberían conformarse al modelo cultural dictado por el estado. Sin embargo, la descripción formulada en este capítulo es el modelo teórico de unos conceptos demasiado complejos para captar dentro de una definición breve sin dejar espacio a objeciones. El caso de los nacionalismos ibéricos muestra perfectamente estos límites de la teoría del Nacionalismo, ya que hay movimientos nacionalistas que contienen rasgos del nacionalismo völkisch igual que el nacionalismo de estado. No obstante, es importante saber cómo se distinguen estos nacionalismos y cómo se puede aplicar la teoría ya descrita a ellos para ser capaz de entender el aspecto nacionalista en el discurso de Ernesto Giménez Caballero. Tradicionalmente, el nacionalismo völkisch en España fue representado por los nacionalismos regionalistas, como el movimiento catalanista, que surgió en a lo largo del siglo XIX, o el movimiento separatista vasco, que lentamente ganaba importancia durante los últimos años del siglo XIX y los primeros del siglo subsiguiente. Estos nacionalismos se pueden calificar, sin dificultades, bajo la categoría del nacionalismo étnico. Como predice la descripción de esta variante del nacionalismo en el párrafo anterior, estos nacionalismos aspiran a un estado que corresponda geográficamente con la distribución de su presumida nación. En otras palabras, aspiran a más autonomía de, o incluso independencia total de lo que según ellos son naciones distintas a la nación española/castellana. Para justificar la unicidad de sus naciones respectivas, referían, otra vez según el modelo, a rasgos elementales que las separen de la cultura dominante castellana, como una historia distinta, otra línea étnica, o otra lengua. La otra rama del nacionalismo en España, la de los centralistas, se oponía ruidosamente a las idea 10 del separatismo, la pluralidad cultural y la decentralización gubernamental. El centralismo encuentra sus raíces en los movimientos liberales de los siglos XVIII (las últimas décadas) y el siglo XIX. Su visión de España como nación correspondía con el modelo de Francia, abogando por una España en la que su percepción de la identidad castellana sea usada como un modelo cultural obligatorio para el resto de España, efectivamente resultando en la eliminación de las culturas regionales y muchas de sus aspectos (como sus lenguas, costumbres y fiestas). Mientras que, en los años treinta, el enfrentamiento entre las percepciones diferentes sobre la nacionalidad en su mayor parte encuentra su origen en la yuxtaposición entre centralización castellana y separatismo regionalista, este conflicto no cubre la discusión que había en aquella época en su totalidad. Asimismo había nacionalistas pro-españoles, pero que al mismo tiempo sí estaban en favor de mantener un cierto grado de pluralidad cultural. El mayor ejemplo de un movimiento que se encontraba en esta posición es la Falange Española de las JONS bajo el liderazgo de José Antonio Primo de Rivera. En su "Ensayo sobre el nacionalismo", publicado en la revista JONS en 1934, José Antonio se distanció de lo que denomina el 'nacionalismo romántico' (un término con el que refiere al nacionalismo völkisch) en favor de un nacionalismo de estado que en gran parte coincide con la definición dada en este capítulo (Primo de Rivera, 1934). Un nacionalismo, además, en el que había lugar para expresiones culturales regionales (como las lenguas, tradiciones y costumbres que se distinguen de la norma castellana propuesta por los centralistas) sin dejar el ideal de una España unida (así que la pluralidad solamente se reflejaba en aspectos culturales y no políticos). Aunque existían entonces diferencias innegables entre los nacionalismo centralista y falangista, también se puede identificar similitudes en su percepción de España como país unido. Ambas corrientes utilizaban (una versión romantizada de) el pasado imperial como modelo y ejemplo para la sociedad moderna, y además, en buena tradición nacionalista, como un vehículo con el que intentaban mostrar la decadencia de esa sociedad. Para el fascismo español, eso significó que su ideología política fue una combinación compleja (y a veces contradictoria) de elementos revolucionarios (la estructura del estado, la programa económica) e influencias tradicionalistas o incluso reaccionarios (imperialismo, conservadurismo social). El pionero del fascismo español fue Ernesto Giménez Caballero, que importó el concepto desde Italia y expresó su admiración para Benito Mussolini. Su visión de España coincidía en gran parte con la posición falangista, algo que no es casualidad visto que los fundadores falangistas fueron 11 influidos por el pensamiento de Giménez Caballero. Por tanto, el aspecto más interesante para este trabajo será el comparar de la visión de España de Giménez Caballero a la teoría sobre los nacionalismos descrita en este capítulo. Eso será particularmente importante por el hecho de que el discurso de Giménez Caballero ha ejercido una influencia considerable sobre ambos el falangismo y el franquismo, dos corrientes políticas que se contrastaron más que se suele sugerir en la interpretación corriente de la historia española de la primera mitad del siglo XX. Y esa es una de las razones de que el concepto 'fascismo' también requiere más clarificación. 2.2 El fascismo español Como el Nacionalismo, el carácter específico de 'un' fascismo asimismo depende de su contexto histórico y geográfico. Los aspectos básicos del fascismo italiano y su nostalgia romana imperial se distinguen del nacionalsocialismo alemán, que evolucionaba de los movimientos románticos y völkisch, ellos mismos productos de la sociedad alemana, en la que el lugar en la sociedad de un hombre fue determinado por su línea de sangre. Como implica esta comparación, también el fascismo español conoce sus peculiaridades. En su libro The Battle for Spain, el historiador Antony Beevor afirma que el falangismo, la corriente más grande del fascismo en España durante los años treinta, se distinga por su inclinación a identificarse con el Catolicismo (Beevor, 2007: 45-46). Mientras este no es el único aspecto con el que el falangismo se separa de los otros fascismos (como luego veremos), sí es verdad que el elemento católico desempeñaba un papel más considerable en el fascismo español que en los fascismos italiano y, sobre todo, alemán. Pioneros del fascismo español como Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma consideraban el Catolicismo la religión 'natural' del dominio español, y asimismo Ernesto Giménez Caballero sostuvo en Arte y Estado que el Catolicismo sería una parte inherente del Volksgeist 2 de España, afirmando incluso que el fascismo fuera una versión moderna del Catolicismo (Payne, 1987: 52). El tema del Fascismo es particularmente esencial para este trabajo porque empieza con exactamente la figura de Giménez Caballero. Ya en el medio de los años veinte, empezó construyendo una trama de ideas que, al fin y al cabo, formarían el fundamento del fascismo español en general y el movimiento falangista en particular. Con vistas al desarrollo de un fascismo español, quizás uno de los momentos más importantes en la vida de Giménez Caballero fue su actividad en la Universidad 2 Volksgeist, esp. 'espíritu de pueblo': un conjunto de costumbres, maneras de pensar y rasgos presuntamente naturales de un pueblo o una comunidad. 12 de Estrasburgo, donde generó una postura negativa hacia 'lo extranjero'; un sentimiento que, a su vez, dirigió al joven escritor y veterano hacia un patriotismo español fuertemente formulado. Otro factor que contribuyó al proceso de radicalización política de Giménez Caballero fue su casamiento con la hija de un cónsul italiano, en el año 1924. Este último suceso le puso en contacto con el mundo político italiano y, con eso, con Benito Mussolini y su fascismo italiano (Payne, 1999: 5153). Elementos de la obra de Giménez Caballero, por ejemplo su búsqueda del espíritu nacional español para resolver los problemas del país (conocido como el españolismo), se usaban los pioneros subsiguientes del fascismo, inicialmente representados sobre todo por Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo. El fascismo español encarnó en la forma de un movimiento organizado por la primera vez en 1931, cuando las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, de Onésimo Redondo, se unificaron con un grupo de estudiantes dirigido por Ramiro Ledesma, creando las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, o las JONS. Como antes Giménez Caballero, el movimiento encontró su principal fuente de inspiración en el fascismo italiano, así que su ideología política incluyó elementos como antidemocratismo, fatalismo, una retórica violenta y elementos del panmediterranismo, pero asimismo una programa económica con un carácter antiburgués, enfocada en la redistribución de riqueza y la nacionalización de servicios públicos primarios (como la banca), unas posiciones que recuerdan a la doctrina marxista 3. Inicialmente, las JONS fue un partido con un apoyo marginal entre la población española, incluso después de la fusión con la Falange de José Antonio (formando entonces la Falange Española de las JONS). No obstante, los ideas que planteaban individuos como Ramiro Ledesma y José Antonio con vistas a un fascismo español, en combinación con la obra de Giménez Caballero, determinaban en gran parte el carácter exacto de no sólo el fascismo en España, sino también la retórica que emplearía el régimen franquista en los años después de la victoria de los nacionales en la Guerra Civil Española. Aunque, después de la muerte de su fundador José Antonio, la Falange de las JONS fue usurpada por Francisco Franco y convertida en el partido único de la dictadura, había diferencias esenciales 3 Sin embargo, esa correspondencia de algunos conceptos claves no quiere decir similitud total; según José Antonio, la diferencia entre el Marxismo y el Fascismo es que el Marxismo se concentra en el campo de clases, mientras que el Fascismo propone más bien cooperación de clases (id est nacionalsindicalismo). 13 en la manera en la que los falangistas iniciales y los franquistas percibían el estado español. Ambas corrientes empleaban el Nacionalismo como elemento central de sus 'ideologías' 4, pero hemos visto que, mientras que el franquismo propagaba una visión del estado clásica centralista (proclamando su versión de la cultura castellana la única expresión verdadera del Volksgeist, la doctrina falangista abogaba por un modelo más pluriforme. En general, podría sostener que el falangismo era un movimiento con características revolucionarias (sobre todo con vistas a la economía), mientras el franquismo era más bien la última (y más extrema) entrega en una tradición conservadora, centralista y reaccionaria. Es importante tener en cuenta esa diferencia en el análisis del impacto de la obra de Giménez Caballero en un capítulo más adelante, ya que esas corrientes ideológicamente diferentes que son el falangismo y en franquismo ambas utilizaban el pensamiento de Giménez Caballero en su doctrina y retórica. Aquí se debe cuidar si Giménez Caballero verdaderamente ejercía influencia sobre la trama ideológica de esos movimientos, o si el escritor se usaba solamente de una manera simbólica 5. Veremos en los capítulos subsiguientes que, mientras las ideologías de las JONS y la Falange compartían muchos de sus elementos básicos con los pensamientos de Giménez Caballero, por lo menos no eran totalmente idénticas. Un contraste importante se encuentra en la recepción inicial del nacionalsocialismo, que fue mucho más positiva entre los jonsistas que en el caso de Giménez Caballero. Importante en eso fue la figura de Onésimo Redondo, que, en un momento dado, trabajó como profesor de español en la Universidad de Mannheim en Alemania, una posición que le puso en contacto con el nazismo, una ideología que le fascinaría durante el resto de su vida (Payne, 1999: 53). Esta fascinación compartió con Ramiro Ledesma, que analizó, ya en 1931, el programa político del partido nazi, publicándolo incluso en español en su revista La Conquista del Estado (Ledesma, 1931). Giménez Caballero recibió el movimiento nazi con menos entusiasmo, como inicialmente también su gran ejemplo, Benito Mussolini. No fue necesariamente la retórica violentamente antisemítica de los nazis que causó esta fricción entre los fascismos del norte y del sur 6, sino la 4 Se puede sostener que el franquismo era un sistema más bien que una ideología determinada. El régimen tuvo un carácter oportunista y sería difícil delimitar una línea ideológica clara y consistente de los 36 años de dictadura bajo Franco. 5 Símbólico en el sentido que usaba Giménez Caballero como justificación ideológica de una política esencialmente pragmática que al fin y al cabo compartía pocos rasgos ideológicos. 6 Aunque especialmente fuerte en Alemania, el antisemitismo en aquella época no era un sentimiento desconocido en Europa entero, así que, en algunos círculos, las ideas de los nazis sobre el pueblo judío no generaban tanta aversión como lo hacen hoy día. 14 yuxtaposición entre el Catolicismo mediterráneo y el "protestante" o incluso "pagano" hitlerismo que resultó ser un obstáculo insuperable para personas como Giménez Caballero. 2.3 El Vanguardismo Los términos 'Fascismo' y 'Nacionalismo' ya contienen tanta ambigüedad que cada intento de definirlos es problemático. Sin embargo, el Vanguardismo es quizás aún más complicado en este sentido, ya que refiere más a una cierta actitud o visión artística, más bien que a una doctrina con ideas determinadas y fijas. Pero de la misma manera que existen, en el discurso popular, 'el' Fascismo y 'el' Nacionalismo, también se menciona, por ejemplo en libros de estudio para institutos, 'el' Vanguardismo, como si fuera un concepto consistente y demarcado que se pueda clarificar completamente a través de las obras famosas de Dalí. Sin embargo, la realidad es, obviamente, más compleja. El significado literal de la palabra misma ya revela que el Vanguardismo es, en su esencia, no más que una denominación para movimientos artísticos que, de cualquier manera, rompen con las convenciones en su campo artístico. Estos movimientos no deben ser similares en cualquier otro aspecto que su carácter renovador. Esto subraya también Andrés Soria Olmedo en su libro Las vanguardias y la Generación del 27, cuando observa que las vanguardias estaban sujetas de una evolución constante, y que había competición e incluso animosidad entre ellas (Soria Olmedo, 2007: 20). Así que hablar de 'la' Vanguardia o 'el' Vanguardismo como tal no es posible en un contexto académico sin dejar espacio a la ambigüedad. No obstante, se puede y debe decir más sobre el fenómeno de las vanguardias que sólo el aspecto renovador. De hecho, Soria Olmedo avisa que no se pueda 'definir' el Vanguardismo refiriendo sólo a su naturaleza experimental, ya que este elemento fue presente antes en el Romanticismo y el decadentismo. Según él, el rasgo que distingue definitivamente al Vanguardismo de otras corrientes artísticas, es "que aspira a producir un cambio radical en el conjunto del arte como institución (Soria Olmedo, 2007: 19). Eso significa que vanguardistas solían aspirar hacia la reinvención del papel del arte en la sociedad, ya que afirmaban que la concepción contemporánea del arte se concentraba demasiado en los aspectos estéticos, convirtiéndolo en arte por el arte. Y fue exactamente este sentimiento de descontento sobre arte como institución (es decir, su auto-percepción) que hizo que las vanguardias no sólo generaban arte renovador, sino también producían un discurso nuevo para analizar y criticar el arte (Soria Olmedo, 2007: 20). 15 Otro rasgo peculiar del Vanguardismo es su relación con la vida urbana. Los núcleos de los movimientos vanguardistas en los diferentes países se encuentra en ciudades como París, Berlín, Moscú, Madrid y Nueva York. Soria Olmedo incluso sostiene que "no hay vanguardia sin metrópolis". (Soria Olmedo, 2000: 21). Esta conexión entre Vanguardia y ciudad no es sorprendente con vistas al carácter del arte muchas corrientes vanguardistas: la obsesión del futurismo con el progreso tecnológico, por ejemplo, inevitablemente lo sitúa en la gran ciudad: el núcleo de la modernidad en el siglo XX. Una afirmación interesante de Soria Olmedo es que el aumento de las doctrinas políticas autoritarias - las más prominentes de ellas el fascismo italiano, el nacionalsocialismo y el comunismo estalinista - habrían sido la causa del descenso de las vanguardias en sus respectivas países. Y es verdad que, en múltiples ocasiones, autoritarismos usurparon los movimientos vanguardistas locales (como fue el caso con el fascismo italiano y el futurismo) o los destruyeron literalmente (como en la Alemania Nazi) (Soria Olmedo, 2007: 21-22). Esta afirmación será muy relevante cuando, más adelante en esta investigación, analizamos la unificación entre el Vanguardismo y el Fascismo que intenta realizar Giménez Caballero. El hecho de que no se puede hablar de "el" Fascismo, "el" Nacionalismo o "el" Vanguardismo" complica cada trabajo académico que involucre este aspecto en su investigación. Hemos visto que incluso dentro de un contexto ibérico, términos como 'Fascismo' y 'Nacionalismo' se puede interpretar de múltiples maneras. Por eso, el capítulo que analiza la relación entre el Fascismo y el Vanguardismo solo empleará la definición de Giménez Caballero de estos términos. Luego, la parte de la investigación sobre el impacto de su obra en el espectro político español cubrirá diferentes corrientes políticas que utilizaron su pensamiento de una manera u otra y seguirá distinguiendo claramente entre ellas. 3. Fondo biográfico No se puede realizar un estudio sobre Ernesto Giménez Caballero sin prestar considerable atención a su evolución personal. Es cierto que eso vale para cada aproximación crítica a una figura histórica, pero en el caso de Giménez Caballero, este elemento es aún más esencial. La razón principal para expresar esta cautela es que Giménez Caballero, como también otros de los más prominentes 16 pioneros del fascismo como Mussolini y Hitler 7, han mostrado que su evolución como persona no ha sido conducida en una línea directa, sino más bien una serie de cambios radicales. Al igual que Mussolini inicialmente empezó su carrera política como socialista, el público que recibió con entusiasmo la primera publicación importante de Giménez Caballero (Notas marruecas de un soldado de 1923) fueron los liberales. Su 'conversión' gradual al fascismo es un proceso largo que se extendió durante los años siguientes, motivado en parte por experiencias personales. Por tanto, el objetivo de este capítulo será ofrecer un resumen de los datos biográficos más relevantes de Giménez Caballero para nuestra investigación. Esta información será útil para determinar el carácter exacto de los elementos del Fascismo y la Vanguardia en su pensamiento, y además la relación entre ellos. Eso es importante porque, según Miguel Corella Lacasa, la aproximación a la figura y el pensamiento de Giménez Caballero ha sido problemática para historiadores, ya que no están seguros cómo el escritor llegó a apoyar el Fascismo igual que el Vanguardismo, un rasgo que denomina como "una doble militancia". Algunos historiadores Corella Lacasa menciona el ejemplo de Manuel Vincent - incluso han intentado tratar Giménez Caballero como dos personas: el poeta "genial" y el político "loco" (Corella Lacasa, 2000: 1-2). Sin embargo, una aproximación crítica que se configure a través de una separación entre el poeta y el político es, según nuestra opinión, demasiado fácil y además poco académico, ya que ignora el hecho de que Giménez Caballero intentó, durante muchos años, establecer una relación intelectual entre lo que aquí vamos a llamar como su vertiente 'poética' (la Vanguardia) y su vertiente 'política' (el Fascismo). Mientras que se puede discutir sobre el éxito de esos intentos, la conexión entre los conceptos tiene una presencia innegable en las visiones artística y política de Giménez Caballero, y se puede justificar la omisión de esta conexión con el hecho de que, como persona, no puede empatizar tan sólo con uno de los dos componentes de esta conexión. Eso implica que la presencia de ambos elementos en la ideología de Giménez Caballero sea mera casualidad, lo que es una tosca simplificación difícil de aceptar desde una perspectiva historiográfica y académica. Una exploración más profunda de la anteriormente mencionada conexión entre el Fascismo y 7 Aquí es necesario señalar que, en el caso de Adolf Hitler en particular, el elemento de la experiencia personal también se puede exagerar en algunos de sus biografías (sobre todo en el campo de la historiografía popular) hasta el punto de que se elimina casi todos los factores políticos y sociales que contribuían a la creación del Tercer Reich en favor de crear una historia de un estilo fácil de leer pero incompleto, que es más fácil de comprender. Por eso, siempre se tiene que mantener un cierto equilibrio entre los factores históricos y lo biográfico. 17 Vanguardia en la obra y la ideología de Giménez Caballero requiere una combinación de, por un lado, conocimiento sobre los orígenes de sus ideas, sobre todo las políticas - ¿por qué fue atraído por el Fascismo? - y, por otro lado, un análisis profundo de los papeles respectivos de sus visiones artística y política en su ideología, como lo especificó, por ejemplo, en Arte y Estado. Por eso, el objetivo de este capítulo es cubrir de manera detallada la evolución personal de Giménez Caballero desde un punto de vista político igual que artístico. El fondo biográfico que resultará de este análisis será posteriormente utilizado como el fundamento del capítulo subsiguiente, en el que investigamos de un modo más profundo la visión de España de Giménez Caballero a través de algunas de sus publicaciones. 3.1 Ernesto Giménez Caballero: la ruta hacia el Fascismo Nacido el 2 de agosto de 1899, Ernesto Giménez Caballero vino de una familia acaudalada y recibió una educación liberal, que era la norma en su tiempo. Obtuvo una licenciatura en Filosofía, y entró en el servicio militar, que cumplió en Marruecos. Sobre sus experiencias militares, escribió su primera publicación famosa, Notas marruecas de un soldado, que apareció en 1923. La obra contenía contemplaciones sobre las luchas coloniales en Marruecos, y el autor criticaba a unos generales por su liderazgo de las operaciones militares. Su crítica al mando militar tuvo como consecuencia que Giménez Caballero fue encarcelado brevemente. Sin embargo, esa crítica asimismo hicieron que el libro disfrutara de un éxito considerable en círculos liberales. Sería demasiado ambicioso, no obstante, intentar clasificar la obra como exclusivamente liberal, ya que sus dudas sobre el papel de España en la escena mundial recordaban más a la melancolía conservadora sobre la gloría perdida del Imperio Español. Por otra parte, Stanley Payne menciona que la obra concluyó con "a whiff of trincerocrazia (Mussolini's term for the elitism of the trenches)" 8 (Payne, 1999: 51). Como ya implica el origen del término, este concepto es difícil de 8 La tendencia a glorificar las capas más bajas de la sociedad y usarlas para captar la esencia de la nación es algo bastante típico de los nacionalismos. Desde esa mentalidad viene, por ejemplo, la identificación de España con el flamenco y el tauromaquia, originalmente actividades reservadas para las clases bajas, pero convertidas a lo largo del siglo XIX en presuntos fundamentos de la cultura española; un estereotipo que sobrevive hasta hoy día. También en los fascismos podemos reconocer esta obsesión con 'lo normal': los nazis percibieron el obrero y el soldado como las columnas de su sociedad, mientras la Falange tenía esta misma obsesión propagandística con los obreros y los campesinos. La definición, por parte de Mussolini y, luego, Giménez Caballero, del soldado como el verdadero pilar de la nación se puede considerar una parte de la misma tendencia. 18 combinar con la doctrina liberal, que se enfoca en la burguesía. Aunque Notas marruecas de un soldado no era entonces una publicación fascista, los factores ya mencionados sí se puede percibir como precursores de la evolución política a lo que la figura de Ernesto Giménez Caballero sería sujeto en los años siguientes. Un suceso importante en esta evolución política fue su estancia en Estrasburgo, parte de Francia desde 1919, donde vino después de ser perdonado por el dictador Miguel Primo de Rivera mismo y puesto en libertad. Allí trabajó como profesor durante el año académico de 1923-1924. Esta estancia en otro país generó en Giménez Caballero una postura negativa hacia 'lo extranjero', y a través de este sentimiento empezó a desarrollar un interés profundo en el llamado españolismo, es decir, la búsqueda hacia un presunto espíritu nacional español, con el que se podría definir la esencia del pueblo español. No está totalmente clara la raíz de este desarrollo personal. Parece que un elemento que ha desempeñado un papel fue la Heimweh 9, el deseo nostálgico hacia el hogar natal. Podemos imaginar que tal sentimiento era aún más fuerte en una época en la que el patriotismo estaba mucho más presente que ahora. El sentimiento de Giménez Caballero además recuerda a otro concepto romántico, lo del deseo mismo, otra vez captada mejor en una palabra alemana: Sehnsucht. Este tipo de deseo es insaciable en su esencia, ya que parte desde un estado permanente de imperfección. Se puede sostener que la estancia de Giménez Caballero en Francia generaba un deseo hacia España, y que su retorno a España generó un deseo hacia una España diferente. Otro suceso importante en Estrasburgo fue su conocimiento de Edith Sironi, con la que luego se casó en el año 1925. Sironi era la hermana de un cónsul italiano, un hecho que a Giménez Caballero abrió la puerta a Roma y el mundo político italiano. Desde aquel entonces, desarrolló una fuerte admiración hacia Benito Mussolini, dictador de Italia, y su sistema, el fascismo. Es probable que la introducción al fascismo a través de una 'ruta' italiana supuso que Giménez Caballero percibiera siempre al fascismo italiano como el modelo al que debían aspirar los españoles. Esto contrastaba con, por ejemplo, Onésimo Redondo, que desarrolló su simpatía hacia el fascismo durante su trabajo como profesor en Mannheim, Alemania, a vísperas de la ascensión al poder definitivo de los nazis, y probablemente por eso siempre se sintió mucho más atraído por esta variante nacionalsocialista del fascismo. 9 Heimweh (esp. añoranza) se traduce literalmente como 'dolor de casa/hogar' y refiere a la nostalgia que se siente para su lugar de origen mientras permaneciendo en un lugar distante. Uso aquí la palabra alemana porque es el término más exacto para el sentimiento a lo que refiero, y tiene una connotación con el Romanticismo, que me parece relevante cuando se hable de este sentimiento en un contexto patriótico o nacionalista. 19 Sin embargo, el hecho de que Giménez Caballero eligió, como el ejemplo del fascismo español, el modelo italiano de Mussolini más bien que otras variantes (como el nacionalsocialismo) no es el mero resultado de su contacto frecuente con el mundo político italiano. También importante en eso fue el elemento religioso: el Catolicismo siempre ha sido un factor clave en el pensamiento de Giménez Caballero. Eso no vale solamente por su interpretación del fascismo, sino asimismo por sus teorías sobre el Vanguardismo y el arte en general, como veremos en el próximo capítulo. Con respecto al Fascismo, el aspecto católico se convirtió en el aspecto más destacado como un componente de la mitificación del pasado imperial de España. Los reyes que ocupaban el trono español durante este llamado Siglo de Oro 10 se identificaban, particularmente hacia afuera 11, explícitamente con el Catolicismo, hasta un grado de aparente obsesión. Así se construía, a través de la historia, una relación entre la 'gloria' del Siglo de Oro y el Catolicismo, yuxtapuesta por la identificación de la decadencia con la secularización. Por eso, para Giménez Caballero (y también otras figuras claves en el fascismo español) reinstalar la fe tradicional significaba recuperar la presunta gloria de un pasado mitificado, una mentalidad que resonaría fuertemente en la dictadura de Franco. La doctrina del fascismo italiano no se caracterizaba específicamente por un énfasis exorbitante en la recuperación de la gloria del pasado por medio de una re-activación de la conciencia religiosa de la gente, pero su estructura sí permitía más fácilmente la incorporación de la religión como elemento clave en un sistema modelado en imitación a esta variante del fascismo. Como hemos concluido en el capítulo sobre la definición del fascismo, el nacionalsocialismo alemán era la forma más extrema evolucionada desde los movimientos nacionalistas völkisch. Eso significa que el 10 El 'Siglo de Oro' es un término poco específico y además controvertido. El problema principal es que su definición depende en a lo que refiera. En un contexto español, con el Siglo de Oro político se suele referir al período entre (más o menos) el 1492 (con el descubrimiento del Nuevo Mundo, la anexión de Granada y la gramática de Antonio de Nebrija) hasta el 1648 (con la Paz de Münster). Pero el Siglo de Oro artístico se extiende hasta considerablemente más tarde; unas definiciones incluso incorporan el principio del siglo XVIII. El término en general además es discutible, ya que había indicaciones de decadencia del Imperio Español mucho antes de que se materializara con la Paz de Münster. 11 Desde un punto de vista científico, se debe percibir esa aparente obsesión con el Catolicismo con una cantidad de escepticismo; como hoy muchos países tienen la pretensión de entrar en guerra en nombre de la 'libertad y democracia', la religión se solía utilizar en aquellos tiempos para justificar las guerras hacia afuera, mientras que los mecanismos que verdaderamente conducen a los conflictos armados son considerablemente más complejos. 20 fascismo alemán estaba arraigado en una interpretación racial de la sociedad; una interpretación, además, que no dejó espacio a la religión como punto de partida del hacer 'revivir' a la nación. La cuestión de los judíos, por ejemplo, fue percibida como un asunto racial, y no religioso. Por eso, 'resolver' el 'problema' no era una mera cuestión de conversión, como lo fue con la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos, ya que el problema de los nazis ligado a factores determinados desde el nacimiento, y por eso no modificables. Giménez Caballero identificaba una crisis política en Europa de una manera similar a los nazis. La solución de este problema asimismo se basa en la misma mecánica - la purificación. Pero mientras los nazis intentaban realizar esta purificación, como sabemos todos, a través del extermino basado en lo racial, Giménez Caballero percibía la crisis de Europa más bien como un problema espiritual y, por tanto, aspiraba hacia la 'resacralización' de Europa a través de una nueva concepción de la política y el arte (un concepto que tocaremos más detalladamente en nuestro análisis de Arte y Estado en el capítulo siguiente). Esa diferencia en la interpretación conllevaba que, para Giménez Caballero, no era útil el nacionalsocialismo, exactamente por su intricado y inseparable enlace con el pensamiento racial. No obstante, el elemento del Catolicismo no puede haber sido el único factor en la preferencia de Giménez Caballero por fascismo italiano en vez del nacionalsocialismo. Onésimo Redondo, por ejemplo, asimismo defendía vigorosamente el Catolicismo, pero había adaptado al mismo tiempo la concepción del judaísmo como una raza en vez de 'sólo' como una religión (quizás debido a su tiempo de estancia en Alemania). Por tanto, era más bien la combinación de conexión personal de Giménez Caballero con Italia, el elemento católico y su interpretación de la nación que le habían dirigido a la influencia de Mussolini. Recordemos que hay una distinción entre los fascismos völkisch y de estado, y que el nazismo es un ejemplo clásico de la primera categoría, mientras que el fascismo italiano se puede clasificar, inicialmente, mejor en la última. Y un nacionalismo de estado que no intenta, como la variante völkisch, dividir una nación basándose en rasgos elementales como etnicidad y lengua, es más compatible con un la idea de una re-activación religiosa: las religiones abrahámicas parten desde la idea de una verdad universal que transcienda los límites étnicos, lingüísticos y culturales. Esta idea contrasta directamente con el nacionalismo völkisch, que aspira más bien a más división entre las naciones. Además, el nazismo, con su obsesión con el concepto del arianismo, en esencia se dedicaba al redescubrimiento de sus raíces culturales pre-cristianas, y desarrollaba, en su manera radical, la 21 tendencia intelectual relativamente nueva de impugnar la concepción de la civilización como el producto único de las culturas antiguas de Roma y Grecia (con los ancestros germanos siendo poco más que bárbaros). La fricción que se causaba con presentar el nacionalsocialismo como un movimiento explícitamente norte-europeo inicialmente generaba tensiones entre los fascismos italiano y alemán: en un discurso en Bari en 1934, Mussolini habló sobre un sentimiento de compasión para el país "más allá de los Alpes" (refiriendo a Alemania), sosteniendo que aquel pueblo ignoraba la escritura en una época en la que "Roma tenía a César, Virgilio y Augusto" 12. Relaciones entre los fascistas italianos y los nacionalsocialistas alemanes en general no eran particularmente amistosas hasta que los intereses políticos dictaron un cambio: Mussolini se había referido a los alemanes como 'bárbaros' en múltiples ocasiones, y había sentimientos mutuos de superioridad entre estos pueblos: latino y germano (Finaldi, 2008: 89). Por eso, no es sorprendente que una figura como Giménez Caballero, que abrigaba simpatía para un estado pan-mediterráneo bajo el liderazgo de 'Roma' y que repugnaba el interés alemán en sus raíces pre-cristianos, se sentía considerablemente más atraído por el fascismo italiano. Su compatibilidad con el fascismo italiano hacía que, a lo largo de la segunda mitad de los años veinte, Giménez Caballero empezaba a explorar y analizar el estado actual de España, ayudado por esta perspectiva nueva. Esta exploración filosófica combinó con su actividad en el movimiento vanguardista de España. Desde el año 1927 era el director de La Gaceta Literaria, una revista vanguardista contribuyó, notablemente, a que fuera reconocido como uno de los intelectuales más importantes del momento. Aunque, en este sentido, Giménez Caballero no utilizabó La Gaceta explícitamente como el vehículo de la propagación de un sistema político, sí es cierto que se pueden encontrar en ella huellas de una visión particular de España que se radicalizó durante la Segunda República. En la actividad pública de Giménez Caballero en general ya se empezaban a mezclar los aspectos artísticos y políticos a los finales de los años veinte. Aparte de su ocupación con La Gaceta, organizaba asimismo actividades culturales, como varias exposiciones sobre las literaturas alemana, argentina e incluso catalana. Este último ejemplo en particular muestra que Giménez Caballero, por lo menos en aquellos años, abogaba por un nacionalismo de carácter culturalmente pluralista, una posición que contrastaba fuertemente con la corriente de interpretación centralista de la nación que vivía sobre todo en círculos conservadores. Esta posición ya había sido formulada de una manera más explícita en 1923, al referirse a las regiones diferentes de España como los componentes de la misma 'haz'. La postura positiva hacia la región de Cataluña volvía en los años 12 Un vídeo de este discurso se puede ver en YouTube: http://www.youtube.com/watch?v=auCoZq13VL8 (fuente consultada el 6 de agosto, 2012) 22 subsiguientes, cuando expresó su admiración por el Modernismo catalán, y también por la ciudad de Barcelona, afirmando que tenía la potencia de convertirse en el Milan de España (Payne, 1999: 52) Esta idea se basa en su visión que Barcelona, por su tradición cultural y artística, y su desarrollo como la región más próspera y tecnológicamente avanzada del país, podría convertirse en una metrópolis moderna, y el capital artístico de España (recordemos la afirmación de que no hay Vanguardia sin metrópolis). La posición inicial de Giménez Caballero sobre la cultura catalana representaba una postura relativamente nueva en el nacionalismo español 13, ya que incluso varios años después, durante la Segunda República, José Antonio Primo de Rivera, que apoyaba la misma interpretación de la nación española, defendió una posición bastante ambigua cuando abogaba por aceptar la cultura catalana (y también las otras culturas regionales) como parte del patrimonio español sin desear su destrucción en el nombre de un monopolio cultural castellano. Esta observación no sólo confirma nuestra afirmación de que, en aquella época, los pensamientos de Giménez Caballero eran más compatibles con el nacionalismo de estado que con la variante völkisch, sino también que, con vistas a su elemento central de un nacionalismo fuerte, el (proto-)fascismo de Giménez Caballero se distingue de la tradición conservadora que propugnaba una España 'grande y unida'. Visto que, ideológicamente, el régimen franquista surgiría de un conservadurismo reaccionario más bien que de un fascismo revolucionario, esta información sobre el carácter inicial del nacionalismo de Giménez Caballero será esencial para un análisis de la influencia que tenía su obra sobre la retórica de la dictadura franquista. En los meses después de la introducción de La Gaceta, la popularidad de la revista aumentó con una rapidez impresionante. Ya el año después, Giménez Caballero, a través de su trabajo con La Gaceta, había atraído la atención de vanguardistas de otros países, lo que tuvo como resultado en una serie de visitas a varios países europeos. El último país en esta 'gira' fue Italia, donde su estancia en Roma para una conferencia le dejó con una impresión duradera. Encontró en el capital italiana una ciudad con la irradiación imperial que su propio Madrid, según él, nunca tendría. En Roma vio una ciudad que fue no sólo la cuna de la civilización, sino también el lugar de nacimiento del Catolicismo, convirtiéndolo, para él, en el centro del mundo mediterráneo (Payne, 1999: 52-53; Mainer, 2005: L). 13 'Nacionalismo español' en el sentido de aquellos nacionalismos que se enfoquen en preservar la unidad de España. Entonces, con eso no refiero a los nacionalismos regionalistas, que también propagaban un pluralismo cultural dentro de España, pero lo usaban más bien para intentar delegitimar la unidad del país. 23 Sin embargo, no era sólo el aspecto histórico de Roma que atraía a Giménez Caballero, sino particularmente la situación actual de la ciudad y el país: en su visión, la población italiana representaba un pueblo católico que había rechazado al materialismo y la vanidad para llegar a una llanura espiritual más alta. Percibió el Fascismo como la encarnación moderna del espíritu católico. En su visión, el movimiento era en realidad la última entrega en una tradición cristiana mediterránea, sino también un vehículo para la revitalización del pueblo mediterráneo mientras la modernización. Italia sería, en este sentido, un ejemplo para España, confirmando aún más que, para Giménez Caballero, sólo el fascismo italiano se podría adoptar como el modelo político para España en el futuro (Payne, 1999: 53). No se debe olvidar que, para Giménez Caballero, el Vanguardismo desempeñaba un papel similar al del Fascismo, hasta el punto de ser los componentes de una misma entidad. Aunque, por lo menos en los primeros dos años de su existencia, La Gaceta Literaria no se usó como una plataforma para una cierta ideología política, sí incorporó ya un elemento 'pedagógico', a saber la formación del hombre a través de una nueva estética artística, contribuyendo así a una re-activación cultural e identitaria de España (Payne, 1999: 53). No obstante, en la retórica de Giménez Caballero, esta reactivación viene desde la misma raíz que la modernización social y cultural que observó en la Italia fascista. La clave del carácter de esta modernización está en el prefijo 're-'. Se trata continuamente de 're-activación', 'revitalización' y 'recuperación'. El progreso que propone Giménez Caballero sirve, al fin y al cabo, para llegar a un estado anterior; un estado que gira en torno al elemento religioso. El objetivo final es la resacralización a través de medios nuevos (Corella Lacasa, 2000: 9). Cuando se considera la similitud entre sus respectivas percepciones del Fascismo y de la Vanguardia, fue poco sorprendente que, poco tiempo después de su visita a Roma, hiciera pública su 'conversión' (un término bastante adecuado con respecto a su interpretación de esta corriente política) al Fascismo en la edición de La Gaceta del 15 de febrero de 1929. Aunque sostenía que no usaba la revista para la propaganda política, este acto fue la razón de que una parte considerable del cuerpo editorial se marchó. A pesar de la promesa de Giménez Caballero, desde aquel punto, La Gaceta empezaba a prestar más atención al temas que tenían relación con el Fascismo, y menos a la diversidad cultural del mundo mediterráneo, que antes había obtenido siempre un espacio prominente en la revista (Payne, 1999: 53-54). Mientras Giménez Caballero se sentía atraído por el Vanguardismo y el Fascismo por razones similares, el cambio de foco de La Gaceta era la prueba de que, en los albores de la década de los treinta, Giménez Caballero confía más en la capacidad de la política que la del arte para realizar un cambio cultural y espiritual en España y Europa (Corella Lacasa, 2000: 11). En los años siguientes, ya durante la Segunda República, esta 'táctica' nueva se 24 materializó en la forma de publicaciones como Genio de España (1932), La nueva catolicidad (1934) y Arte y Estado (1935). La manera en que Giménez Caballero se aproximaba a la Vanguardia y el Fascismo durante la segunda mitad de los años veinte ya era tan peculiar que nos ofrece mucha información sobre su filosofía, su visión de España y sus motivaciones para unir los conceptos de arte y política. Por tanto, su interpretación de lo que supone Vanguardia y el Fascismo será un punto central en nuestro análisis de su obra, de la que el título más importante sigue siendo Arte y Estado. Asimismo, su particular visión de estos movimientos será una de las claves cuando nos cuestionamos si había verdaderamente una relación inherente entre la Vanguardia y el Fascismo, o si no se trataba más que de una idea estética de Giménez Caballero. 4. Las visiones artística y política de Giménez Caballero: el caso de Arte y Estado La publicación en la que Giménez Caballero concretó lo más detalladamente la presunta relación entre la Vanguardia y el Fascismo fue en Arte y Estado de 1935, y por tanto, este ensayo es su obra más importante para nuestra investigación. Este capítulo se dedica a analizar Arte y Estado desde la perspectiva proporcionada por el enfoque principal de nuestra investigación, y a obtener de este texto los puntos más importantes. Esto es realizado, principalmente, por medio de un análisis del texto mismo, identificando puntos en que coincidan el Fascismo y la Vanguardia (y la política y el arte en general) según las interpretaciones de Giménez Caballero de estos términos. Las similitudes entre estos conceptos pueden ser señaladas literalmente por Giménez Caballero, pero también por alusiones indirectas en el texto. Concretamente, el método consiste en localizar rasgos del Fascismo en sus teorías artísticas, y en identificar de otras peculiaridades en sus visiones política y artística. Después de haber identificado estos rasgos, nos dedicamos al analizar sus interpretaciones más profundamente, a través de textos científicos, para determinar si verdaderamente hay una relación inherente entre los conceptos, o si esta conexión sólo existe en las interpretaciones individuales de Giménez Caballero. 4.1 Arte y Estado: la estetízación de la política y la resacralización de la sociedad El análisis académico de una publicación histórica siempre requiere que el investigador se aproxime al texto no sólo a través de las palabras, sino asimismo enfocándose en el contexto del tiempo en el que el documento apareció, ya que este factor puede abrir nuevas perspectivas sobre los propósitos originales del texto. Esta línea directriz vale sobre todo para Arte y Estado. Publicado en 1935, ya en vísperas de la Guerra Civil Española, el documento teoriza sobre una fusión entre ideas artísticas 25 y políticas. Como consecuencia, la obra parece, en retrospecto, casi profética, en el sentido de que varios de los planteamientos que se presentaron en ella ya se intentaban convertir en realidad media década después. Y resulta discutible si el autor, en el momento de escribir este libro, se dio cuenta totalmente de esta potencia práctica de sus teorías, ya que la obra parece tener implicaciones filosóficas más bien de ser escrita como un manual práctico para políticos. No obstante, con poner énfasis en la índole filosófica y teórica de la obra, no queremos sugerir que no haya asimismo un claro aspecto práctico, o más bien una conexión innegable con la realidad política contemporánea. El tema del ensayo simplemente no permite la omisión de este elemento. Esta verdad se hace patente inmediatamente en las primeras páginas del texto, cuando se introduce el problema, que va a ser discutido a lo largo del ensayo. Su tesis consiste en que hay una crisis con una doble cara en Europa: una crisis artística y una crisis política. Mientras que estas presuntas crisis cubren respectivamente dos aspectos de la sociedad diferentes, la misma raíz, según Giménez Caballero, está en la base de ellas ambas. Y, por tanto, las dos crisis deberían ser resueltas de la misma manera. Al principio de su ensayo, Giménez Caballero describe en qué consiste exactamente lo que denomina la crisis artística. El medio artístico que, según su argumento, sufre más notablemente de esta crisis es la pintura. Una causa principal de este problema es lo que define nuestro autor como 'la máquina'. Con eso, refiere a la aparición reciente (en su tiempo) de nuevos medios artísticos que utilizan los desarrollos tecnológicos para llegar a una representación más fiel de la realidad. Los ejemplos más relevantes para el caso de la pintura son, naturalmente, la fotografía y el cinema. Las capacidades de estos medios de registrar imágenes reales causan que la pintura pierda su posición como el medio más exacto exacto para registrar la realidad. Por esa razón, sostiene Giménez Caballero, la pintura está obligada de buscar un objetivo nuevo - una nueva raison d'être. Con la observación de que la pintura tendría que volver a justificarse, Giménez Caballero refiere no sólo al hecho que la fotografía y la cinematografía son mejor que la pintura en el campo de 'copiar' la realidad, sino también a una idea artística más amplia: sostiene que el arte debería transcender el mero intento de captar la realidad dentro de una obra, una idea que formula como "imitación de esencialidades. Y no imitación de imitaciones" (Giménez Caballero, 1935: 195). Esta visión corresponde con la afirmación de Platón de que la realidad como nosotros la percibimos es, en sí mismo, una mera imitación de lo divino. Según esta lógica, cuando una obra de arte intenta imitar la realidad, sería esencialmente una imitación de una imitación. Por tanto, Giménez Caballero afirma 26 que la esencia del arte - o por lo menos no de la pintura - no se encuentra en la aspiración a una reflexión realista del mundo, sino en explorar los mecanismos que se encuentran detrás de esta realidad. Estos mecanismos pueden ser ideas filosóficas, esencias de emociones y sentimientos, o contemplaciones sobre la vida: imitación de esencialidades. Las otras dos causas principales de la crisis artística estarían presentes en el mundo artístico. Para comprender su argumento, es importante tener en cuenta su afirmación de que "todo arte se compone de tres factores esenciales: un artista, o productor; una obra, o producto, y un consumidor, o público" (Giménez Caballero, 1935: 192). En su razonamiento, el arte en el mundo moderno no logra cubrir todos estos elementos esenciales. De primero, la comunidad artística se mostraría reacia a aceptar no sólo las formas nuevas de arte en el ámbito artístico, sino también temas nuevos. Donde, tradicionalmente, el arte se preocupaba por conceptos tradicionales como el amor, la religión o las civilizaciones clásicas, Giménez Caballero implica aquí que un arte que quiera mantener su relevancia en tiempos modernos debería aceptar temas nuevos, que son relevantes para la sociedad y, por eso, permiten que el arte y la sociedad tengan una conexión mejor. El ejemplo más obvio de un arte así es el Futurismo (una manifestación que tenía conexiones políticas innegables con el Fascismo), que intentaba formular una estética poética alrededor de las últimas tecnologías (coches, aviones, trenes, máquinas). Giménez Caballero afirma que la postura reservada de la comunidad artística en dedicarse a incorporar nuevos temas en su retórica hace que se ha formado un hueco entre el arte y el público moderno, porque la falta de temas relevantes daña la conexión entre el arte y el mundo contemporáneo (Giménez Caballero, 1935: 192). Aunque la re-evaluación del papel del arte en la sociedad moderna es un tema recurrente en círculos vanguardistas, el énfasis en una clara responsabilidad moral y social del artista que, además, conlleva fuertes connotaciones políticas, parece menos obvio. En esta parte de su argumento, se puede identificar ya algunas ideas que son característicos de la filosofía de Giménez Caballero, más bien de pertenecer a una cierta doctrina política o artística. Ya en la introducción de su tesis, se puede identificar algunos de estos conceptos esenciales de las visiones artística y política de Giménez Caballero. Uno de los aspectos más importantes es su reconocimiento de la fotografía y la cinematografía como formas nuevas de arte, que además llevan con varias calidades que superan a las formas tradicionales de arte: sabemos ya que la fotografía es capaz de registrar/reflejar la realidad de manera más fiel que la pintura. Por tanto, Giménez Caballero argumenta que estas tecnologías nuevas se pueden usar para realizar unos objetivos tradicionales de la pintura y la escritura: no sólo el documentar de la realidad, sino también la utilización de imágenes para evocar 27 emociones e incluso volver a ser arte en su forma más elemental 14. Este concepto corresponde con la interpretación del Fascismo por parte de Giménez Caballero, que lo percibe como una 'tecnología' gubernamental nueva que puede recuperar varios conceptos ya antiguos, como la re-activación de una gloria pasada, o la resacralización del mundo (ya hemos observado que Giménez Caballero percibió el Fascismo como una manifestación moderna del antiguo espíritu católico). Esta unificación de conceptos nuevos y antiguos, que ocasionalmente parece paradójica, es un tema recurrente en la doctrina fascista, ya que transciende la yuxtaposición tradicional entre el progresismo y el conservadurismo. Se hace patente eso cuando nos damos cuenta de que el Fascismo mezcla políticas revolucionarias (particularmente con vistas a la economía) con pensamientos que se suelen identificar más bien con el conservadurismo (con vistas a, por ejemplo, la familia y la sociedad). La introducción de ideas nuevas deja de garantizar que los mecanismos intelectuales detrás de esta innovación tengan asimismo un carácter progresista. Gracias a la conexión clara entre los aspectos artístico y político en su argumento, no le cuesta mucho esfuerzo al autor establecer el enlace entre las dos crisis, como prometió al lector en la introducción del texto. Se puede sostener que la crisis artística que describe nuestro autor sirve principalmente como una alegoría de la situación política contemporánea. Este elemento está presente muy claramente en su retórica, por ejemplo. Cuando volvimos a la cita sobre los tres factores esenciales del arte, es peculiar sus comparaciones entre, respectivamente, el artista y el productor (id est 'obrero' en la retórica falangista), la obra y el producto, y el público del arte y el consumidor. Según esta retórica, el arte es un microcosmos dentro de la sociedad que funciona del mismo modo. Es compatible esta idea con la concepción del arte/artista que esté al servicio de la sociedad: una obra artística refleja, o debería reflejar, la situación de la sociedad en la que está realizada, y por tanto, una crisis artística tendría las mismas causas que una crisis social - ya que una forma parte de la otra - y debería ser resuelta de la misma manera. Es por esa razón que la denominación de Giménez Caballero del "artista en paro" parece lógica dentro de esta argumentación: en realidad, no percibe las crisis artística y política como dos problemas, sino como dos manifestaciones o formas del mismo problema - de una crisis espiritual de Europa. Algo que sí es peculiar, incluso dentro de este razonamiento, es que Giménez Caballero ha optado 14 En una entrevista con Giménez Caballero en la revista Popular film, expresa su amor por la cinema norteamericana por su uso de conceptos básicos/estereotipos y su relativa libertad de intereses políticos, que garantizan, según él, una película más elemental (Corella Lacasa, 2000: 7). 28 por atribuir valores obreros al artista, en vez de aplicar un cierto valor estético al obrero, lo que fue común sobre todo en la Alemania Nazi. Con esta aproximación, Giménez Caballero pone énfasis en la responsabilidad del artista en la sociedad moderna, más bien en un intento de definir la sociedad a través de las capas bajas de la sociedad. En este sentido, parte de la tendencia que nació en la España del siglo XIX, de buscar el Volksgeist en la cultura gitana y la tauromaquia. No obstante, asimismo hay similitudes entre estas aproximaciones, ya que una comparación entre el artista y el obrero sí sugiere una importancia similar para la sociedad. También comparten estas ideas la fascinación con la unidad de lo físico y lo artístico o espiritual. Entonces, a pesar de la aproximación diferente de la presunta similitud entre el artista y el obrero, sí comparten una visión igualmente politizada del arte - una visión que es, además, típico dentro ambos el Nacionalismo y el Fascismo. Y esta última observación es la que resulta relevante para nuestra investigación sobre el enlace que Giménez Caballero sugiere entre el Fascismo y la Vanguardia, ya que nos cuenta que la definición de la Vanguardia de Giménez Caballero por lo menos se distingue de la norma. El paralelo entre la política y el arte que quiere establecer Giménez Caballero, se manifiesta aún más claro en la similitud entre la organización de los artistas y de los obreros que prevé en Arte y Estado. Aspira a un colectivismo artístico que es muy similar a lo que dicta la doctrina falangista/fascista sobre el sector laboral. Según los fascistas, la presunta tensión entre las clases que está al centro de la ideología marxista, existe. Pero en vez de resolverlo a medidas de una lucha de clases, los fascistas encuentran la solución más bien en una co-operación de clases, un sistema que, en un contexto ibérico, se llama el nacionalsindicalismo. De la misma manera en la que se unirían los representantes de las clases diferentes del sector laboral en sindicatos gubernamentales, así deberían unirse, sostiene Giménez Caballero, asimismo los representantes de artes diferentes en comunidades artísticas que utilicen este genio colectivo para llegar a un plano más alto. Además, ambos los sindicatos y los colectivos artísticos deberían co-operar con el estado 15. El énfasis en el Estado como el centro y el nexo de la sociedad es, asimismo, un tema que vuelve en la teoría fascista (Giménez Caballero, 1935: 219). Aún más que la similitud que percibe Giménez Caballero en las llamadas crisis artística y política, su propósito para establecer colectivos artísticos revela un claro intento de aplicar un ideal político suyo (que viene del Fascismo) a su visión 15 El 'Estado' en la retórica de Giménez Caballero cubre un territorio más amplio que la concepción moderna del término. Aparte del cuerpo gubernamental central, también refiere a un concepto que es comparable con el 'espíritu nacional' o Volksgeist. (Giménez Caballero, 1935: 232). 29 artística. Con eso, estamos en un punto en el que es difícil de hablar de un rasgo inherentemente compartido por el Fascismo y el Vanguardismo. Es más bien el resultado de Giménez Caballero que utiliza estos conceptos y los desarrolla hasta un punto en el que es, sobre todo, una filosofía propia e individual. En Arte y Estado, la filosofía que desarrolla Giménez Caballero se acerca al concepto del 'equilibrio'. Según él, para que funcione una nación, debería coincidir el carácter del gobierno con el espíritu nacional. Como ejemplo menciona Inglaterra, que tiene el "liberalismo occidental" porque eso es lo que más coincide con el espíritu y el 'carácter' de sus habitantes, y también la Unión Soviética, que se ha encontrado, como sostiene Giménez Caballero, su 'equilibrio', o 'genio nacional' (como lo denomina también) en el 'colectivismo oriental'. El genio español, sostiene, estaría situado en el medio de estos dos extremos (Giménez Caballero, 1935: 231-232, 236). Con esta afirmación, refiere al hecho de que el Fascismo que apoya combine elementos del Conservadurismo y el Marxismo y, por eso, tiene la tendencia de intentar profilarse como el alternativo de estas dos doctrinas, un concepto que se llama la "Tercera Posición". Sin embargo, con el llamado 'equilibrio', también - o más bien, sobre todo - refiere al presunto elemento unificador del Catolicismo. Formula esta pretensión universal de la fe católica en la siguiente cita: "La ecuación catolicista, universa, entre Oriente y Occidente, entre libertad y autoridad, entre racismo germánico e igualitarismo semita: cristiandad Escorial: supremo Estado de la cristiandad." (Giménez Caballero, 1935: 236) La alegación de que un país florezca lo mejor cuando aspira a su genio nacional significa que, según Giménez Caballero, una nación que no haga esto puede generar la crisis política. Y, de la misma manera, el problema del arte sería que los artistas también han dejado de preocuparse sobre el genio nacional. De hecho, toma una obra de arquitectura - El Escorial - como la personificación de este genio nacional, o 'Estado'. La solución a ambas crisis se encontraría entonces en la re-instalación de esta búsqueda al espíritu nacional como el foco primario de los políticos igual que los artistas. Y según Giménez Caballero, una reinstalación así sería realizada lo mejor por el Fascismo (en un campo político) y el Vanguardismo (en un campo artístico). Basándonos en la información sacada de Arte y Estado, por lo menos parece difícil sostener que la pregunta de que si hay una relación inherente entre las 'doctrinas' fascista y vanguardista pueda ser contestada con un rotundo 'sí'. Giménez Caballero establece, en esta obra, una filosofía amplia, en el sentido de que incorpora elementos del arte, la historia, la política y la vida en general. El hecho de 30 que denomina el Fascismo el sistema político mejor, mientras que opta por el Vanguardismo en un campo artístico, significa que, según él, estos ambos conceptos son los más compatibles con el 'genio', o el Volksgeist de España. Es este hecho el que le obliga a establecer una relación entre los dos conceptos, ya que deberían formar parte de la misma filosofía. Esta obligación produce la necesidad de una re-definición del Vanguardismo, lo que le conduce a una interpretación que es claramente influida por elementos políticos y religiosos. Si se debiera definir lo que caracteriza la interpretación de Giménez Caballero del Vanguardismo, son exactamente los mecanismos políticos y religiosos los que desempeñan un papel en el fondo, y los que revelan unas intenciones que superan a una mera visión estética suya sobre el arte. Teniendo en cuenta el hecho de que estos factores esencialmente dirigen la visión artística de Giménez Caballero, en vez de al revés, asimismo se puede afirmar que está visión artística no es vanguardista, sino meramente coincide con ello en términos de forma. Corella Lacasa menciona al vanguardista Carlos Losilla como un seguidor ejemplar de esta interpretación, ya que, en la visión de Losilla, los elementos vanguardistas en la obra de Giménez Caballero (refiriéndose específicamente a su cinematografía) no son más que "instrumentos" que usa para una misión política, y no "fines en si mismos" (Corella Lacasa, 2000: 4). Sin embargo, la afirmación de que la presunta índole política de la visión artística de Giménez Caballero deslegitima el aspecto vanguardista resulta problemática por varias razones. Principalmente, no es cierto que tengamos la obligación de definir una obra a través de las intenciones de su creador. No debemos seguir necesariamente la alegación controvertida de Roland Barthes que el autor (o más bien el artista) sea irrelevante en la interpretación su arte, pero sí hay un núcleo de verdad en la percepción de una obra artística o un texto como una entidad en sí mismo que se debería interpretar y juzgar basándose en sus propios méritos. Y el intento de denunciar Giménez Caballero como vanguardista parece aquí concentrándose demasiado en un deseo de establecer una distancia entre el ideal vanguardista y las prioridades políticas de Giménez Caballero. Es verdad que resultaría difícil separar en su totalidad el vanguardismo de Giménez Caballero de sus implicaciones políticas, pero otra dificultad con la tesis de Losilla se encuentra en el hecho de que implica que el Vanguardismo, en toda su complejidad, tenga un objetivo demarcado. Según Losilla, los vanguardistas intentan realizar una "revolución cultural", mientras que Giménez Caballero aspira a "otra revolución, política, mucho más concreta" (Corella Lacasa, 2000: 4; 31 Losilla, 1994: 21), pero no parece convincente la noción de que una revolución en uno de estos campos (cultural o político) no pueda, o más bien, no deba ir cogida de la mano con cambios en el otro campo. La alegación de que un arte sólo se puede calificar como 'vanguardista' si el elemento vanguardista es 'un fin en sí mismo' resulta ingenua, porque sugiere que la cultura y la política sean totalmente separadas. Por eso, mientras la manera en la que define y politiza Giménez Caballero al Vanguardismo es, de todas formas, extrema, la idea misma de combinar una visión artística vanguardista con ciertas implicaciones políticas no necesariamente descalifica el aspecto vanguardista. Además, si nos concentramos en Arte y Estado, lo que intenta realizar Giménez Caballero es tan bien una estetización de lo político como una politización de lo artístico. O sea, ambos elementos forman parte de una filosofía aún más amplia, algo que desacredita por lo menos la noción que sugiere Losilla, de una revolución política concreta. En esencia, Giménez Caballero aspira a una resacralización del mundo; un retorno al espíritu católico, pero a través de técnicas nuevas. Por tanto, Corella Lacasa observa que "el tránsito de la Vanguardia al Fascismo se hace posible porque en ambos casos se parte de una misma comprensión del efecto que en la sociedad moderna produce la aparición de los nuevos medios de reproducción técnica" (Corella Lacasa, 2000: 6). Por tanto, una crítica a la visión artística de Giménez Caballero se debería concentrar más en el hecho de que su interés en la Vanguardia parece limitarse principalmente a un interés en sus efectos más bien que sus principios básicos como una filosofía artística. La índole católica de la filosofía de Giménez Caballero se manifiesta continuamente en sus ideas y su retórica. Según él, la industria es "el nuevo Templo de la Vida", y percibe el cine como "catedral profana" (Corella Lacasa, 2000: 7). Afirma que, porque el Vanguardismo permite la estetización de objetos normales, acciones diarias y manifestaciones de arte dirigidas a las masas (como el cine), se puede atribuir así un "valor cultual" a lo "cotidiano", realizando así la "resacralización" de la vida diaria (Corella Lacasa, 2000: 7, 9). Utiliza el Fascismo de la misma manera: su estetización de lo cotidiano, que se manifiesta, por ejemplo, mientras la glorificación de la clase obrera o de costumbres rurales, le permite percibir la vida diaria como algo estéticamente elevado; como algo sagrado. Esta interpretación revela que, más bien de ser un seguidor ferviente del Vanguardismo y el Fascismo, Giménez Caballero elige elementos de ambas doctrinas, y los emplea para construir una filosofía aún más profunda, que, al fin y al cabo, aspira a metas distintas a los objetivos principales de las ideologías en que está basada. Por esa razón, es difícil mantener la noción de que las similitudes ente el Fascismo y el Vanguardismo - e incluso entre la política y el arte - que 32 percibe Giménez Caballero sean el resultado de una semejanza natural entre estos conceptos - y que no haya por lo menos un cierto grado de oportunismo en sus intentos de conectarlos. No obstante, tampoco se puede negar con total certitud la posibilidad de una conexión entre el Vanguardismo y el Fascismo. Como admite también Corella Lacasa, aunque la politización de la estética vanguardista por lo menos no es convencional, tampoco se puede "fundamentar esta opción política en una supuesta contradicción conceptual entre Vanguardia y Fascismo" (Corella Lacasa, 2000: 3). Por una gran parte, este problema encuentra su origen en la flexibilidad de los términos en cuestión. Visto que no hay una definición clara y demarcada (sino varias) de ambos conceptos, la compatibilidad de ellos depende, parcialmente, en cómo elegimos definirlos. Esto lo hace difícil confirmar o negar con total certeza la conexión entre el Fascismo y la Vanguardia que intenta establecer Giménez Caballero. Por tanto, una respuesta completa siempre requiere que se preste atención a este problema, y las motivaciones de Giménez Caballero para apoyar estas ideas no cambio esta obligación. 5. Influencia y herencia de la obra de Giménez Caballero A pesar de la índole filosófica y teórica más bien que pragmática de la mayoría de la obra de Giménez Caballero de los años veinte y treinta, su pensamiento había tenido un impacto enorme sobre el campo de la política después de la victoria de los nacionales en la Guerra Civil Española. Parte de su retórica fue adoptado por la máquina de propaganda franquista, mientras que Giménez Caballero obtuvo una posición de influencia en el nuevo sistema político, algo que se materializó con, por ejemplo, su trabajo como embajador de Paraguay. Esta influencia considerable que tuvo Giménez Caballero sobre el régimen - por lo menos con vistas a su forma y su apariencia - parece, a primera vista, extraño cuando se considera la retórica conceptual de su obra, sobre todo Arte y Estado. Sin embargo, es compatible la utilización de las ideas de Giménez Caballero con una tendencia más amplia del régimen franquista durante la primera década de su larga existencia. Durante estos años, el régimen intentó perfilarse como fascista y, para realizar esto, adoptó una cantidad considerable de los símbolos y la retórica que se habían inventado los falangistas a lo largo de la década de los treinta, como el eslogan "¡Arriba España!" y el símbolo del yugo y las flechas, ambos acuñados por el ensayista y político nacionalsindicalista Ramiro Ledesma. Aunque el sistema político franquista se distinguía claramente del fascismo clásico en varios campos (su programa económico era 33 considerablemente más conservador, y había un énfasis aún más grande en el aspecto religioso/católico), Franco adoptaba una gran parte de su retórica y simbología con el objetivo de no sólo perfilarse y legitimarse ideológicamente, sino también neutralizar los fascistas/falangistas radicales; las llamadas 'camisas viejas'. Franco usurpó la Falange Española ya durante la Guerra Civil (justo después de la muerte de su fundador, José Antonio Primo de Rivera, a los finales de 1936) y convirtió al partido - que ostentaba claros elementos revolucionarios - en una entidad más bien conservadora; el partido títere del futuro régimen. Mientras la absorción de la retórica de Giménez Caballero por parte de Franco entonces no es sorprendente con vistas al modo en que el dictador manejaba a los elementos fascistas en su país, sí es extraordinaria la influencia que pudo tener una obra como Arte y Estado, ya que este trabajo no parece tener una directa implicación práctica. Además, hemos concluido en el capítulo anterior que el elemento político en Arte y Estado no era el punto de interés principal, sino más bien en el establecer de un caldo de cultivo para una revitalización del Catolicismo en España (y el resto del mundo) a través de dos instrumentos: el Fascismo y el Vanguardismo. Por tanto, este capítulo tiene como objetivo el investigar del carácter exacto de la influencia de Giménez Caballero sobre el régimen y, sobre todo, la sociedad franquista, y compararlo con la fuente de la inspiración: el pensamiento de Giménez Caballero, que se formuló más claramente en Arte y Estado. Haciendo eso, obtendremos una perspectiva más completa de la índole de los aspectos del Fascismo y la Vanguardia en la obra: si había verdaderamente un elemento de politización intencional del arte para ser utilizado por políticos, o si el intento original de la obra sólo fue la formulación de una filosofía sobre la resacralización del mundo, y la influencia sobre el régimen franquista fue el resultado de no más que oportunismo posterior por parte de Franco. En un artículo publicado en El País en 1985 titulado "La posmodernidad cumple 50 años en España", el poeta español Dionisio Cañas denomina a Arte y Estado el "manual de estética de la cultura oficial del franquismo" (Cañas, 1985; Wahnón, 1998: 17). Esta afirmación parece recia, ya que atribuye a la obra un papel fundador en la formación estética de una dictadura que existió durante casi cuatro décadas, pero es un hecho que varios aspectos de la visión artística que introdujo Giménez Caballero en Arte y Estado luego se usaban en la justificación ideológica del régimen de Franco después de la Guerra Civil Española. Para entender la necesidad de la construcción de una trama ideológica alrededor de la dictadura, hay que tener en cuenta que, inicialmente, la revuelta de los nacionales no tenía un carácter político claro. La tendencia hacia el Nacionalismo fue un proceso que tuvo lugar a lo largo de las primeras semanas de la Guerra Civil, en las que fue instrumental generar suficiente solidaridad con la rebelión entre la población española. De un modo similar, la absorción de la Falange Española y 34 otras organizaciones con potencia paramilitar (como los requetés; milicias carlistas de Navarra) estuvo motivada no por factores ideológicos (hemos confirmado ya que había muchas diferencias entre el falangismo clásico y el franquismo), sino por la presunta necesidad de neutralizar/controlar rivales políticos y crear unidad entre los diferentes facciones rebeldes 16. Después de la victoria de los nacionales en la Guerra Civil, Franco inmediatamente comenzó con el formular de un 'perfil' ideológico del nuevo régimen. Atribuyó mucha importancia a este aspecto, ya que creía que la falta de una justificación ideológica había sido una de las causas principales del caer de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, casi una década antes. Los rasgos más importantes de esta nueva retórica franquista se puede encontrar en el eslogan de la dictadura: 'Una, Grande y Libre'. Aquí, 'Una' se refiere al ideal de la indivisibilidad del país, negando su pluralidad cultural y la descentralización del poder gubernamental. Sin embargo, este ideal de unidad se manifestó asimismo en el campo de la religión. La religión oficial del estado era el Catolicismo, y esta entidad tenía una influencia considerable sobre no sólo la retórica del régimen, sino también la vida pública durante todos los años de dictadura en España. 'Grande', a su vez, corresponde con la aspiración imperial, una idea que era común entre círculos nacionalistas y fascistas, y que también tenía una connotación religiosa: tradicionalmente, se identifica el imperialismo con no sólo la expansión territorial, sino también con el objetivo de 'civilizar los pueblos salvajes', o, más específicamente, con la distribución de la religión cristiana; en este caso, la variante católica. Finalmente, 'Libre' es una alusión a la libertad de influencias extranjeras, particularmente de presuntas conspiraciones masónicas y judías, conceptos populares en la típica retórica fascista y, hasta cierto grado, entre círculos nacionalistas y conservadores en general. De esta interpretación de 'libertad' viene, por ejemplo, el ideal de auto-sostenibilidad que prevalía en la España de los años cuarenta. La influencia de Arte y Estado se puede notar sobre todo en los conceptos de 'Una' y 'Grande'. Como hemos visto en el capítulo anterior, los componentes diferentes de la filosofía de Giménez Caballero estaban pensados para la realización de una resacralización de España y del mundo. El objetivo de su filosofía era entonces establecer una nueva manera de vivir; era casi 're-inventar' el pueblo español, para que sirvieran la causa común del Catolicismo. Creía que esta revitalización popular católica ya se había realizado en la Italia de Mussolini, gracias a su sistema fascista. Aspiraba a que pasara lo mismo en España, lo que necesitaba un grado alto de unidad entre el pueblo español. La cualificación 'Grande' luego se manifestaba a través de la pretensión universal del Catolicismo: recordemos que Giménez Caballero no sólo aspiraba a la resacralización de España, su propio país, 16 Esta unidad desempeñaba un papel importante en la victoria de los nacionales, ya que les permitió capitalizar de la división interna de los republicanos. 35 sino del mundo entero. Es una posibilidad que esta aspiración era la motivación principal de su apoyo para el ideal de una unión pan-mediterránea bajo el liderazgo de Italia - un pueblo que, como había sostenido antes, se estaba en un estado más avanzado del re-abrazar de la manera de vivir y el espíritu católicos. La presencia prominente de estos conceptos de sobre todo 'Una' y 'Grande' en la retórica del régimen franquista, entonces ya indica por lo menos una correspondencia entre ella y la filosofía de Giménez Caballero. No obstante, la conexión entre estas dos entidades va aún más profundo. Dionisio Cañas sostiene que, aparte de ser una guía para la auto-justificación del régimen, asimismo había abierto la puerta a la creación de un clima artístico que produjo el posmodernismo español. Fue en Arte y Estado donde, por primera vez en España, se distanció de la concepción de la evolución humana 17 como un proceso de incremento constante; era, en este sentido, el rechazo de estas interpretaciones de la 'modernidad' y el 'progresismo' mismos, ya que Giménez Caballero abogaba por una modernidad que también podía volver al pasado para recuperar ciertas ideas perdidas (como el 'espíritu católico'). Esta aproximación tradicionalista se puede encontrar en el fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán, pero el énfasis en la religión hizo que el franquismo ocupara, dentro de este contexto, su propio espacio estético. Cañas habla de un 'nacionalcatolicismo', impuesto por el régimen franquista sobre la sociedad española, que "promulgaba precisamente lo que había rechazado la modernidad, esto es, la unidad, el orden, la jerarquía, la autoridad; rechazaba aquella modernidad el totalitarismo de la institución" (Cañas, 1985). Además, Cañas sostiene que el arte de antes de 1935 había abrazado, hasta cierto punto, al idea de la creación individual en vez de un arte común o institucionalizado, generando un arte con un aire de 'hermetismo', es decir, que parte de la idea romántico del artista como individuo independiente y genio solitario. En Arte y Estado, Giménez Caballero se opone directamente a esta idea, con su propuesta de una co-operación entre los artistas y el estado, y entre los artistas entre sí mismos. Hemos observado ya en el capítulo anterior la correlación de este concepto con la teoría económica del nacionalsindicalismo (que era, a su vez, una idea ligada al modelo corporatista del fascismo italiano). No obstante, su oposición a este individualismo artístico asimismo incorpora una estética más amplia, a saber un énfasis más grande en la función pública y social del arte. Más concretamente, Giménez Caballero se daba cuenta de la potencia propagandística enorme del arte, una observación que es difícil de negar cuando se tiene en cuenta el uso extensivo de imágenes en la propaganda del Tercer Reich (como las películas de Leni Riefenstahl). Sin embargo, Giménez 17 Evolución en un sentido histórico y cultural; no biológico. 36 Caballero formula esta potencia propagandística del arte aún más explícitamente, sosteniendo incluso que el arte es propaganda (Wahnón, 1998: 22). Aquí podemos observar, de nuevo, la tendencia de Giménez Caballero de utilizar el arte como un medio para un objetivo más alto (la mencionada resacralización del mundo) en vez de un meta en sí, rechazando así también la noción del 'arte por el arte', una idea que identifica con la estética artística liberal (Wahnón, 1998: 22). Ya que percibe el arte como un fenómeno con una gran potencia propagandística que podía contribuir a una re-estructuralización de la sociedad, Giménez Caballero incorpora en su estética artística el deseo para hacer el arte más accesible. Esto se contrastaba con el ideal del arte como algo individual o hermético, y por eso, el modelo estético de Giménez Caballero asimismo incorporaba la introducción de una retórica poética nueva, que intenta formular una estética alrededor de tecnologías nuevas (como hace explícitamente el futurismo), para que el arte vuelva a ser relevante en la sociedad moderna. Este ideal en sí es compatible con el Vanguardismo, que aspira asimismo a una ruptura con el modelo clásico de una limitación de temas que se aceptaban como apropiados en el arte y la retórica poética (como el amor, la religión, et cetera), como mostraba Marcel Duchamp con su "Fountain" en 1917. Mientras que la meta de Giménez Caballero se distingue de la de la Vanguardia, sí hay entonces similitudes en la manera en la que intentan realizar sus objetivos respectivos, id est un cambio en la relación entre el arte y la sociedad: ambos Giménez Caballero y la Vanguardia en general parten de la idea de que el arte ha perdido su relevancia en la sociedad moderna, y por tanto, tiene la obligación de recuperarla. Para describir el ideal de convertir el arte en un objeto popular, Cañas usa la palabra "rehumanizador", un término con el que se refiere al deseo de acabar con el arte como algo reservado para la élite y 'devolverlo' al pueblo. Esta palabra parece inoportuna con vistas al comportamiento del régimen franquista en un campo humanitario, pero sí es una aproximación correcta si tenemos en cuenta sólo la creación de un arte popular en sí, y no las implicaciones del objetivo que servían. Y es exactamente este aspecto que, según Cañas, el que había ejercido tanta influencia sobre la mentalidad artística de España durante las décadas siguientes. Argumenta que "la producción artística que vio la luz bajo el Gobierno de Franco, y aun después de su muerte, en sus tres vertientes - la oficial, la disidente y la neovanguardista -, se puede considerar como producto de una sola corriente de la estética: la de la posmodernidad". Con esta afirmación, se refiere al hecho de que el arte de la posguerra, de una manera u otra (no hace distinción entre las artes del régimen o de la oposición en este sentido), eran consciente de su propia potencia como un medio importante en influir o reflejar la mentalidad pública (Cañas, 1985). 37 Las observaciones sobre la influencia considerable que había ejercido la obra Arte y Estado y la filosofía estética y artística de Giménez Caballero en general son interesante para nuestra investigación, ya que muestra de manera concreta las implicaciones verdaderas de esta figura. Mientras que su aproximación mostraba diálogos con la estética vanguardista hasta un grado alto (como la renovación de la retórica poética, y la posición del arte en la sociedad), la meta de Giménez Caballero era muy diferente a la de la Vanguardia. Donde los vanguardistas percibían esta revolución artística y cultural como un objetivo en sí, eran para Giménez Caballero más bien medios con los que intentaba instalar un cierto control sobre el pueblo, algo que era necesario para lograr su deseada resacralización. En este sentido, la aseveración de Andrés Soría Olmedo de que los sistemas autoritarios, como el de España, pero también los de Italia, Alemania y la Unión Soviética, neutralizaron al Vanguardismo exactamente a medidas de usurpar su forma y retórica y utilizarlos para redefinir este concepto para que sirviera sus propios objetivos (Soría Olmedo, 2007: 21-22), parece corresponder con la índole de las intenciones verdaderas de Giménez Caballero; intenciones que habían estado presentes ya en la retórica filosófica de Arte y Estado. 6. Conclusiones Como hemos confirmado a través de los capítulos de esta investigación, no se puede sostener algo sobre la relación entre la Vanguardia y el Fascismo sin una matización exhaustiva. Por tanto, simplemente negar o confirmar la presunta conexión entre ellos, como la percibe Giménez Caballero, sería difícil de justificar desde un punto de vista académico. Sin embargo, a lo largo de la investigación sí hemos desvelado algunos aspectos del intento por parte de Giménez Caballero de juntar estos conceptos, aspectos que nos pueden ayudar, además, en determinar si este ideal fue basado en una correlación inherente entre los dos conceptos, o si era más bien una idea experimental que era, sobre todo, el producto de algunas interpretaciones no convencionales del Fascismo y la Vanguardia de Giménez Caballero. Un elemento ineludible de los intentos de Giménez Caballero de unir estos conceptos es la filosofía de resacralización que desempeña un papel importante en su obra. No es casualidad que el poeta Dionisio Cañas, que escribió en 1985 que Arte y Estado había sido el punto de partida del posmodernismo español, emplee la palabra 'nacionalcatolicismo' para caracterizar la filosofía de Giménez Caballero, y la manera en que elementos de esta filosofía se adoptaban en la retórica y el fondo ideológico del régimen franquista. Se debe tener en cuenta la importancia del aspecto religioso - o espiritual -, ya que algunos autores, como el crítico de cine Carlos Losilla, han intentado negar la deseada relación entre el Fascismo en la Vanguardia basándose en la afirmación de que, en la retórica de Giménez Caballero, el 38 vanguardismo sólo está presente para servir una meta política. Esta observación no está correcta, ya que el elemento político aquí - lo del Fascismo - asimismo sirve como un medio que se usa para aspirar a un objetivo diferente. No obstante, la noción de que el apoyo por la Vanguardia por parte de Giménez Caballero no se manifiesta como 'arte por el arte' queda correcta, aunque se tendría que añadir a esta afirmación que su apoyo por el Fascismo tampoco es un asunto aislado, ya que también forma parte de una filosofía más amplia. En este sentido, el arte y la política tienen entonces una posición similar dentro de esta filosofía. Si aceptamos entonces la afirmación de que el elemento vanguardista, o el arte en general, desempeña un papel pragmático dentro de la filosofía de Giménez Caballero - un papel, además, que se opone al ideal del 'arte por el arte' -, queda todavía la pregunta de si se puede negar que Giménez Caballero fuera realmente un vanguardista basado en esta información, como ha sostenido también Losilla. Su argumentación se basa en la alegación de que "la vanguardia es un fin en sí misma o, en todo caso, una herramienta de revolución cultural, pero nunca una arma para el combate político" (Corella Lacasa, 2000: 4). Sin embargo, este argumento queda problemático en varios respectos. Principalmente, el hecho de que muchos de los vanguardistas se afiliaban con el republicanismo (Cañas, 1985) - aunque eso no significa necesariamente que intentaban mezclar sus actividades artísticas y políticas como Giménez Caballero lo hizo - muestra que no se puede negar totalmente toda correlación política del Vanguardismo. Además, los conceptos de política y cultura en sí mismos son difíciles de separar, así que un término como 'revolución cultural' ya está cargado de connotaciones políticos. Por tanto, referir a la importancia de este ideal como la prueba de que el Vanguardismo no tiene ninguna relación inherente con el mundo político resulta ingenuo. Corella Lacasa, mientras que define las actividades de Giménez Caballero como un "delirio" y por tanto tiene una postura negativa hacia sus intentos de unir sus visiones política y artística, asimismo admite que "podemos reclamar que la estética vanguardista no se convierta en modelo de acción política, pero no podemos fundamentar esta opción política en una supuesta contradicción conceptual entre vanguardia y fascismo" (Corella Lacasa, 3). Parte de este problema es la dificultad de captar un fenómeno como 'Vanguardia' dentro de una definición demarcada, algo que sería necesaria para ser capaz de excluir un elemento como la política - o el Fascismo en particular - de la estética vanguardista. La afirmación de qua 'la vanguardia es un fin en sí misma' a su vez se basa en el malentendido de que un arte sólo es un arte de verdad cuando el arte mismo es el objetivo. Esta mentalidad corresponde con la concepción romántica del artista como un 'genio' solitario que vive solamente para su arte; una noción anticuada que no corresponde con la realidad. Pocos negarían el estatus de artístico de Crimen y castigo de Fiódor Dostoievski basado en el hecho de que escribió 39 esta novela por razones económicas (y no era entonces una obra de 'arte por el arte'). De manera similar, resulta problemático negar que Giménez Caballero era un vanguardista basado en sus motivaciones políticas/personales, ya que, como ha observado Corella Lacasa, la definición amplia del concepto del Vanguardismo simplemente no permite eso. Incluso Losilla menciona como el único elemento central del Vanguardismo la 'revolución cultural', también un concepto que se puede interpretar de muchas maneras diferentes, e incluso aplicar al deseo de Giménez Caballero de revitalizar un llamado 'espíritu católico'. No obstante, aunque resulta una imposibilidad negar la relación entre la Vanguardia y la política desde un punto de vista ideológico, sí se puede observar que la conexión entre Fascismo y Vanguardismo que intenta mostrar Giménez Caballero es una idea que, en principio, sólo parece lógico dentro de sus definiciones peculiares de ambos conceptos. Por tanto, no queda mucha prueba por una relación inherente entre los dos conceptos. A través de la retórica de Giménez Caballero, resulta muy obvio que el Vanguardismo igual que el Fascismo son meros medios en una filosofía que intenta lograr un objetivo aún más alto: la resacralización del mundo, es decir, la (re)instalación del presunto espíritu católico como el núcleo de la sociedad moderna. Por esa razón, toma de ambos conceptos aquellos elementos que sirven, según él, lo mejor esta causa. En la Vanguardia busca el elemento de la revolución cultural y el poder del arte, o sea, la creencia de que el arte puede contribuir a un cambio en la mentalidad de la población. El Fascismo es, a su vez, un fenómeno político que puede realizar a corto plazo grandes cambios sociales, y que busca su inspiración en un pasado glorificado, mientras que tampoco niega la modernidad, en el sentido de que reconoce las posibilidades de los medios nuevos. De hecho, sí se podría mostrar una similitud inherente entre los dos conceptos, es que reconocen y utilizan los medios nuevos, como el cine y la fotografía, para realizar sus objetivos respectivos. Sin embargo, esta similitud no es por nada exclusiva a estos conceptos, ya que se encuentra un mecanismo similar en, por ejemplo, el Comunismo. Una razón importante de que Giménez Caballero no opta por el Fascismo en vez del Comunismo, es que el Fascismo, en contraste con el Comunismo, no rechaza al Catolicismo, o la religión en general. Pero este último elemento ya viene de la visión personal de Giménez Caballero: la estética o ideología artística en sí de la Vanguardia no tienen ninguna conexión inherente con el Catolicismo. Giménez Caballero más bien toma ciertos elementos de esta estética, y los interpreta de una manera que le permite utilizarlos en su filosofía. Recordemos que aplica el mismo método al Fascismo: mientras que los fascismos habían mantenido, en general, una actitud relativamente tolerante hacia el Cristianismo (principalmente por razones pragmáticas), tampoco hay una relación inherente entre los conceptos. El nacionalsocialismo mostraba esta flexibilidad a través de la 40 variedad religiosa dentro del Tercer Reich: mientras que Adolf Hitler era cristiano, Heinrich Himmler, cabeza del Schutzstaffel, experimentaba con el Ocultismo. Sin embargo, eso no quiere decir que Giménez Caballero no fuera fascista, ya que, como asimismo es el caso con la Vanguardia, no hay ningún elemento en la doctrina del Fascismo que no permita la interpretación del concepto desde un punto de vista religioso. No obstante, sí podemos confirmar que la relación entre los dos conceptos que intenta establecer Giménez Caballero se basa en sus interpretaciones pragmáticas, y no en una conexión inherente entre estas respectivas ideologías artística y política. La obra en la que se manifiesta más claramente que, al fin y al cabo, ambos la Vanguardia y el Fascismo se utiliza como medios pragmáticos en una filosofía más amplia, es Arte y Estado. A través de sus visiones artística y política, Giménez Caballero intenta construir una ideología más bien religiosa. Por tanto, la pregunta de si Arte y Estado se trata de la politización del arte o de la estetización de la política no está completa, ya que, en esencia, se trata más bien de una catolización del arte y la política. La índole católica se hace patente a través de la importancia de la religión en la retórica franquista, que era considerablemente más grande que en los fascismos italiano y alemán. Este carácter coincide con la retórica en Arte y Estado, que tenía una influencia enorme sobre la estética y la retórica de la dictadura (Cañas, 1985), en el sentido de que se utiliza de manera pragmática (o más bien oportunista, particularmente en el caso de Franco) ciertos elementos del Fascismo - como su retórica - para soportar una visión religiosa. El término que usa Cañas, 'nacionalcatolicismo', es entonces muy adecuado. Sin embargo, se puede sostener que, para el régimen franquista, el objetivo último tampoco era la religión, y que esta 'resacralización' era, a su vez, un medio para controlar el pueblo y mantener el poder. Es importante darse cuenta del poder que puede tener - en un sentido positivo o negativo - una determinada visión artística o estética sobre una población o un ámbito político. Por ello, el caso de Giménez Caballero muestra que el arte no es algo distante o intocable por la sociedad, sino una parte inherente de ella. Una visión artística, o incluso simplemente una obra o una palabra determinada pueden realizar cambios en cómo un gobierno se justifica ante de su población, y cómo una sociedad percibe a sí misma. Estos cambios se pueden manifestar en varias maneras diferentes buenas y malas - y, por tanto, siempre debe darse cuenta de que el arte, ni todos sus aspectos (como sus imágenes, su lengua, sus implicaciones intelectuales) no son gratuitos. Por esa razón, la historiografía de cualquier país y época debería consistir en más que solamente las historias política o militar: la historia de la literatura, y del arte en general, puede desempeñar un papel igualmente fundamental en el intento de comprender la historia humana. 41 7. Obras consultadas Beevor, Antony. The Battle For Spain. 1a ed. Londres: Phoenix, 2007. Cañas, Dionisio. "La posmodernidad cumple 50 años en España". 1985. El País, Abril 25. Web; <http://elpais.com/diario/1985/04/28/opinion/483487214_850215.html> Corella Lacasa, Miguel. "Ernesto Giménez Caballero, o la estetización de la política". Olivar 1 (2000): pp. 129-141. Finaldi, Giuseppe. Mussolini and Italian Fascism. Amsterdam, 2008: Pearson Education. Giménez Caballero, Ernesto. Arte y Estado. Madrid, 1935; 2005. Giménez Caballero, Ernesto. Visitas Literarias de España (1925-1928). 1a ed. Valencia, 1995: PreTextos. Ledesma Ramos, Ramiro. "El nacionalsocialismo alemán". 1931. La conquista del estado 2. Web. 6 de agosto, 2012; <http://www.filosofia.org/hem/193/lce/lce025a.htm> Mainer, José-Carlos. "Ernesto Giménez Caballero o la inoportunidad." Casticismo, nacionalismo y vanguardia por Ernesto Giménez Caballero. Madrid, 2005: Fundación Santander Central Hispano. pp. IX-LXVIII Mar-Molinero, Clare. The Politics of Language in the Spanish-Speaking World - From Colonisation to Globalisation. London: Routledge, 2000. Orwell, George. "Politics and the English Language". 1946. Web. 6 de agosto, 2012; <https://www.mtholyoke.edu/acad/intrel/orwell46.htm> Payne, Stanley. Fascism in Spain. 1a ed. Madison: The University of Winsconsin Press, 1999. Payne, Stanley. The Franco Regime. 1a ed. Madison: The University of Winsconsin Press, 1987. 42 Primo de Rivera, José Antonio. "Ensayo sobre el nacionalismo". 1934. Revista JONS 16. Web. 6 de agosto, 2012; <http://www.rumbos.net/ocja/jaoc0045.html> Soria Olmedo, Andrés. Las vanguardias y la generación del 27. Madrid, 2007: Visor Libros. Thomas, Hugh. The Spanish Civil War. 3a ed. rev. Middlesex: Penguin Books Ltd., 1961; 1986. Wahnón, Sultana. La Estética literaria de la posguerra: Del fascismo a la vanguardia. Amsterdam: Rodopi, 1998. Fuente de la imagen de la portada: Literaturas.com. Web. 6 de agosto, 2012. <http://www.literaturas.com/v010/sec0512/memoria/memoria.htm> 43