María y el nuevo nacimiento - Dejate

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María y el nuevo nacimiento
“Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, que era uno de los notables entre
los judíos. Fue de noche a ver a Jesús y le dijo: «Maestro, sabemos que tú has venido de
parte de Dios para enseñar, porque nadie puede realizar los signos que tú haces, si Dios
no está con él». Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede
ver el Reino de Dios.» Nicodemo le preguntó: «¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya
es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?».
Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar
en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace de Espíritu es
espíritu.”
(Jn 3, 1-6)
18-5-96
M. ¿No se sienten ustedes, como si fueran verdaderos hermanos? A pesar de las
diferencias económicas. Están paridos por el mismo vientre, Mi Vientre Purísimo, donde
he engendrado a todos. Ustedes comprenden pero otros no. No importa. ¡El Amor basta!
María ¿se encuentra al pie de la cruz solamente para acompañar a su Hijo en los últimos
momentos de su vida o además está allí por Voluntad de Dios para algo mucho más
importante?
María ¿es solamente la Madre amorosa, protectora que nos acompaña, intercede por
nosotros y nos consigue favores de Dios o es también una pieza clave, fundamental en el
plan salvador de Dios?
Jesús muere en la cruz y salva a todos los hombres, María en el más grande dolor y en el
más grande amor los recibe en su Vientre Espiritual donde permanecerán en gestación hasta
el día de Pentecostés donde nacerán los primeros, dando inicio a una sucesión
ininterrumpida de nacimientos cuando los apóstoles y sucesores, en todas las épocas, vayan
bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
El nuevo nacimiento, indispensable para entrar al Reino - es decir para ver a Dios y vivir en
Él -, sólo se realizará con la participación de María. Sin Ella, sin la Madre, no hay nuevo
nacimiento. En cada bautismo María da a luz a un nuevo hijo de Dios, por acción del
Espíritu Santo.
Jesús a través de su nacimiento nos muestra lo que será la nueva forma de nacer de los hijos
de Dios redimidos por su Sacrificio Salvador. Jesús nace de María por obra del Espíritu
Santo, los hombres redimidos nacerán a la Vida Divina, de María por obra del Espíritu
Santo. En el calvario ya estaba representada la Iglesia que comenzaría su actividad
santificadora con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. En el calvario estaba Jesús
-la cabeza-, estaban los redimidos - el pueblo en general y miembros de la Iglesia - y María,
la Madre de todos los miembros. Jesús desde la Cruz consagra a todos los redimidos
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primeramente a María para que con la llegada del Espíritu Santo los vaya dando a luz a la
Vida de la Gracia. Jesús desde la Cruz no los entrega a Pedro, quien sería la piedra
fundamental de la Iglesia pero que en esos momentos estaba escondido por temor, los
entrega a María. Pedro sería el apacentador del rebaño pero no el que los diera a luz. Era
María la que debía dar a luz a la Iglesia para luego ser llamada la Madre de la iglesia.
La Iglesia es una institución de origen Divino pero formada por personas humanas. Si Dios
hubiese querido dar a algún miembro de la Iglesia la capacidad de dar a luz, el poder para
hacer nacer a los nuevos hijos de Dios, habría entregado a los redimidos a Pedro y no a
María. Ni al Papa, ni a los Obispos, ni a los sacerdotes les fue dado el don de dar a luz a los
hijos redimidos por Jesús. Ese privilegio lo tiene María, la Madre. A la Iglesia le fue dado
el poder para hacer visible lo que en realidad es invisible, representar y ejecutar lo espiritual
con elementos materiales. La Iglesia a través del rito del bautismo (a través del aceite
consagrado y el agua bautismal) muestra un hecho sobrenatural oculto a los ojos humanos,
la Iglesia representa visiblemente la maternidad de María. Lo cierto es que, para que se
produzca el nuevo nacimiento, se deben ejecutar las dos realidades: la invisible y la visible.
Sin la Iglesia, expresión visible, el Espíritu Santo no realiza lo invisible. Este es el
maravilloso don dado a la Iglesia: nada de lo invisible se realiza a expensas de Ella.
Si los judíos no podían entender el nuevo nacimiento menos iban a aceptar que fuera a
realizarse por medio de María de Nazareth, la humilde viuda de un carpintero.
¿Será por eso que Dios decide nombrar al agua como el representante más fiel y exclusivo
de María, en el misterio de la maternidad de la Iglesia?
Mientras Jesús le decía a Nicodemo la necesidad de nacer de nuevo del agua y del espíritu
para entrar al Reino ¿no se transportaría su Corazón y sus pensamientos hasta su Madre
María - ya que no era el tiempo todavía de nombrarla -?
María estaría visiblemente con la Iglesia por poco tiempo, pronto sería llevada al Cielo ¿No
era conveniente designar un elemento natural que siempre esté y la represente?
¿No sería maravilloso que los cristianos, habituados a observar los gestos de la Iglesia en el
rito bautismal, también nos habituáramos a contemplar interiormente - al mismo tiempo - a
María dando a luz a un nuevo hijo de Dios para su Gloria?
Muchos redimidos ya han visto la Luz, han nacido a la vida del espíritu y la conservan.
Muchos faltan nacer, todavía no han visto la Luz, no fueron bautizados; muchos otros
deberán renacer porque después de haber visto la Luz han elegido la oscuridad, después de
haber recibido la Vida no supieron conservarla y optaron por la muerte.
¿Qué sucede con los hombres redimidos por Jesús que mueren sin haber sido bautizados?
¿Alcanza para ellos la redención de Cristo? ¿Son salvados? ¿Se los puede considerar hijos
de Dios? Todos los hombres redimidos por Jesús son hijos de Dios y de María. Dios no ve
sólo a los bautizados como sus hijos y a los no bautizados como bichos raros. Dios ve a los
no bautizados como hijos en gestación, en el vientre espiritual de María, esperando por
nacer. Los no bautizados fueron también recibidos y aceptados por María en el calvario.
Recordemos que María fue Madre de todos los redimidos antes de que estos fueran
bautizados
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Un hijo abortado - aunque no haya visto la luz - fue verdaderamente hijo biológico de esa
madre que lo llevaba en su vientre y del papá que colaboró en su concepción. De la misma
forma el hombre que muere sin ser bautizado, sin haber nacido a la vida de la Gracia, es
verdaderamente hijo de María e hijo de Dios solamente que, podríamos decir, su gestación
fue interrumpida, no pudo nacer, no pudo ser bautizado. Si ese hombre que no alcanzó a ver
la Luz en esta tierra llevó una vida de bien, verá la Luz en el Cielo, nacerá a la Vida Divina
directamente en el Cielo. De la misma manera que los niños abortados.
7-12-95
M. Los niños abortados son todos míos. Yo juego con ellos y les doy Mi amor. Ellos
no vieron la luz, pero acá en el cielo conocen la plenitud de la luz y son muy felices.
Con ellos formo un ejército de ángeles que interceden constantemente por los pecadores.
Son millones y millones y serán muchos más en estos últimos tiempos.
La sangre derramada por ellos será semilla de santidad para muchos. Ellos son
míos, Mis angelitos. Yo los amo y Dios los creó para Mí, la Madre de todos, la Madre de los
niños abortados
El hombre ya puede volver a ser hijo, debe nacer de nuevo. Para un nuevo nacimiento se
necesita de una nueva madre y de un nuevo padre, de María por obra del Espíritu Santo se
gestará y nacerá el nuevo ser espiritual, por eso Jesús - luego de pagar el precio en la Cruz entrega la humanidad a la Madre, en cuyo Vientre Purísimo se gestarán espiritualmente los
hijos de Dios y envía al Espíritu Santo para que los fecunde. En el momento del bautismo
es María la que, por obra del Espíritu Santo, da a luz a un nuevo hijo de Dios.
El deseo del Padre es volver a contemplar en sus hijos el rostro del Hijo, para ello los
hombres deben transformarse en otros cristos, así como Cristo nació de María por obra del
Espíritu Santo así también nacerán los corazones de los hombres: de María por obra del
Espíritu Santo. Jesús fue el primer consagrado a María, el primer pequeñísimo porque
estando en su vientre dependía de Ella hasta para respirar. Esta primera etapa de la vida de
Jesús (su estadía en el vientre, su primera infancia) María quiere revivir en cada hijito
bautizado, por medio de la consagración a su Inmaculado Corazón y para regocijo del
Padre. Sólo a través de la dependencia total a Ella podrá el hombre transformarse en otro
Cristo para alegría del Padre.
15-3-97
M. Críticas siempre habrá. Muchos abrazarán el Mensaje como único bálsamo
luego de tantas heridas.
F. ¿Y Jesús, el Sagrario, la Confesión, la Comunión? ¿No son el remedio?
M. ¿Pero cómo llegar a los Sacramentos sin una adecuada dosis de "AMOR" que
toda alma necesita para enamorarse de su Dios hecho Sacramento? Allí estará el Mensaje,
para derramar todo el Amor de Mi Corazón Inmaculado, el que es necesario a la miseria
humana, el que Dios depositó en Mí cuando puso en Mis manos a todos los hombres, desde
la Cruz.
YO SOY EL PUENTE, SOY EL SAGRARIO VIVIENTE.
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Aquel día, comprendí todo: "He ahí a tu hijo". Los pobres pecadores eran "un
regalo" del Corazón de Dios para Mí. ¡Cuánto Amor, cuánta Misericordia! Mi Hijo me
entregó la humanidad. Tantos cuidados tuve para con Él, desde que nació. Cuántos más
cuidados debía tener con estos hijos que se me entregaban con total confianza en una
Iglesia que estaba naciendo. ¡Cuánto respeto y delicadeza debía tener para con estos hijos
míos que se confiaban enteramente a Mis cuidados! ¡Con qué prudencia debía apuntalarlos
para que no se desanimen! Mi Hijo era Dios y lo conocía muy bien. Mis otros hijos tan
pequeños, eran Mis niños.
Así, hija, se repite, durante la historia de la humanidad. Están Mis hijos que se consagran
enteramente a Mí y viven el Evangelio, y están los otros errantes por el mundo
desperdiciando una vida entera de Gracia en el Amor de Dios.
¿Comprendes hija la importancia de la Consagración a Mi Corazón Inmaculado?
¿No llevaría Yo a cada hijo mío a vivir como Dios quiere?
¿Comprendes hija que desde la CRUZ me convertí en Madre de todos? En el más grande
dolor los engendré, y también en el más grande AMOR.
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