TRADUCCIÓN ENTREVISTA A BERNARD PIVOT CW: Nos

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TRADUCCIÓN ENTREVISTA A BERNARD PIVOT
CW:
Nos encontramos en Brie sur Marne, cerca de Paris, y haremos una excepción en Una
Belleza Nueva. Hemos hecho entrevistas a poetas, filósofos y científicos. Y ahora vamos
a entrevistar a un lector, a un gran lector.
Charles Baudelaire, en la introducción a "Les fleurs du Mal", en el poema “Al lector”, lo
interpela al final del poema y le dice:
“Hipócrita lector, mi semejante, mi hermano.”
Siempre me gustó esta expresión de presentar al lector como un hipócrita, semejante, y
hermano.
Y hay un periodista que captó muy bien esta idea de Baudelaire y transformó a todos los
espectadores en lectores y en semejantes, en hermanos. Para hacer esto se requiere un
don. No es fácil. En general, los intelectuales están encerrados en sus círculos, en sus
academias y se distancian del lector. Pero durante más de 20 años, en un programa que
fue una leyenda, "Apostrophes", él logró – en el sentido de Baudelaire– transformar al
lector en semejante. (Se muestran imágenes del programa “Apostrophes”).
Con nosotros aquí en Paris, Bernard Pivot. Gracias por estar en este programa.
BP:
Gracias a Ud.
CW:
¿Qué siente usted cuando ve ésas imágenes?
BP:
Algo de nostalgia y también placer; es un programa literario que realicé por casi 28 años.
Es mucho, quizás demasiado.
Al mirar estas imágenes, antes que nada me veo envejecer; mi cabello poco a poco se
encanece.
También veo envejecer a los escritores que entrevisté. Es toda una historia que se
desarrolla ahí, acerca de la literatura, de los libros, de las editoriales, de la televisión.
CW:
Pero es como el vino, envejece bien.
BP:
No siempre. No todos los vinos envejecen bien. No todos los programas envejecieron
bien. Pero algunos aguantaron el paso de los años
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CW:
¿Qué programas envejecieron bien?
BP:
En primer lugar las entrevistas individuales. Y luego los escritores cuyo pensamiento en
un determinado momento no era rígido, al contrario, era dinámico, y se vio reforzado por
el futuro. Aquellos que van más allá del momento, que no sólo van en "búsqueda del
tiempo perdido" sino también en búsqueda del tiempo venidero, esos se mantuvieron
vigentes.
CW:
Qué piensa de este verso de Baudelaire:” hipócrita lector, mi semejante, mi hermano.”
Para usted el lector siempre era un semejante…
BP:
Sí, en esto usted tiene toda la razón. Para mí el televidente era “yo, el primero”. Yo
hablaba en nombre del televidente, preguntaba en su lugar. Y si yo no comprendía la
respuesta de un escritor, le pedía precisiones, porque me decía: “Si yo, que he leído el
libro, no comprendo lo que dice, menos lo va a comprender el televidente.” Me ponía
siempre en el lugar del televidente. Yo era intermediario entre ambos, pero estaba más
cercano del televidente que del escritor.
CW:
Usted se llamó a sí mismo como un "correo”, un “promotor”…
BP:
Sí, un correo; hago eso que usted hace actualmente, es decir soy un poco el
“entrevistador entrevistado”. Sí, efectivamente, el correo es el que trae información, los
comentarios; es el que recorre la ciudad; en este caso yo no me movía, porque los recibía
en el estudio, pero no era un crítico, era un correo.
CW:
Hermes…
BP:
Sí, un poco Hermes. A veces también el soldado de Maratón.
CW:
Hermes, pero no hermético.
BP:
No, de ningún modo. Se trataba de ser claro. A veces hubo programas difíciles con
algunos intelectuales, y yo sufría mucho al leer obras algunas veces un poco esotéricas;
pero parece que tenía, no un don, pero sí esa cualidad, de poder hacer captar a las
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personas cosas de las más complejas, de difíciles, sin por ello llevarlos a un nivel de
vulgaridad; vulgarizar sin ser vulgar.
CW:
Usted estuvo en “Apostrophes”, que duró 15 años, y luego en “Bouillon de Culture” que
duró diez años, ¿Fue un milagro sostener un programa sobre los libros, la literatura, las
ideas? Es realmente un lujo. Si lo vemos desde hoy, casi un imposible.
BP:
Sí, este programa correspondió a un momento de la televisión. Hoy en día no podríamos
hacer un programa como el que hice, porque lo pasarían en horarios muy tardíos; porque
estaría sometido a la ley imperiosa, un poco facistoide del rating, porque los tiempos han
cambiado y que los televidentes no tienen la paciencia para escuchar a escritores
expresarse durante una hora; y estoy muy sorprendido, y también admirado, de ver que
la televisión chilena hoy le da cabida a programas de entrevistas como las que usted
realiza en Francia. Estoy admirado. Desgraciadamente hoy en Francia se ha abandonado
un poco esa exigencia, esa voluntad de profundizar las cosas, de darle el micrófono
holgadamente a la gente. Hoy la televisión es una víctima de la publicidad. No hablo sólo
de la audiencia, sino de ritmo de la publicidad. La publicidad tiene que ir rápido, va
recortando.
CW:
Es el vértigo…
BP:
Es el vértigo. La publicidad ha influido en el cine, entre otros el cine de los jóvenes. Y ha
influido en los programas de televisión, en los que una imagen no puede permanecer más
de quince segundos sobre una cara, una expresión.
CW:
Es el zapping mental
BP:
Sí, hay que hacer zapping, hay que ir muy rápido. En realidad, hoy los realizadores y las
personas como usted, o sea los animadores, hacen su propio zapping, para que los
televidentes no hagan el suyo. Es desconcertante.
CW:
Si, es terrible, es duro. ¿Qué ha cambiado en Francia desde 2001 hasta ahora? ¿Hubo
una decadencia cultural? ¿Se puede hablar de una decadencia?
BP:
¿Usted se refiere a la televisión?
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CW:
A la televisión y a la cultura en general.
BP:
Sigue habiendo mucha cultura en la televisión francesa. Existe la cadena ARTE con
Alemania, hay muchos programas culturales, pero desgraciadamente los transmiten en
horarios tardíos, después de las 23 horas, y eso sucede en muchos países del mundo.
No conozco la televisión chilena, pero pasa en todos lados: en la BBC, en la televisión
alemana, la española, y a menudo, es peor aún que en Francia. Hay una voluntad de
cultura en Francia, pero desgraciadamente no está dirigida a un público amplio y el éxito
del programa “Apostrophes” es que se transmitía a las 21:30, en un horario en que había
muchos televidentes disponibles frente al televisor. Y por momentos se fascinaban con
las palabras de un escritor y al día siguiente compraban el libro de este escritor, que los
había interesado.
CW:
¿Quién era el protagonista de “Apostrophes”? Era el televidente, el libro, el escritor,
¿Quién?
BP:
Todos. No puede haber uno solo; se requiere escritores, libros, un animador, una cadena
de televisión, televidentes, lectores. Si no, no funciona. Un programa literario que no
estimula a ir al televidente a las librerías al día siguiente, a comprar un libro con las ganas
de leerlo, no sirve de nada.
CW:
¿Es usted un bulímico de la lectura?
BP:
Lo fui. Yo leía entre 10 y 14 horas diarias.
CW:
¿Diez horas por día?
BP:
Por supuesto. Ese era el precio a pagar para hacer este programa
CW:
¡Usted era un verdadero monje de la literatura!
BP:
Sí, era un verdadero monje. De hecho, mi vida familiar se vio muy perturbada por mi
compromiso. No podía hacerlo de otra forma. Lo interesante era tomar los libros y hacer
lo que usted hizo, anotar preguntas, no leerlo rápidamente, estar atento.
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CW:
¿Ve este detalle?
BP:
Sí, es lo que yo también hacía.
CW:
¿Este es el color que usted usaba?
BP:
Sí, sí. Me gusta eso.
CW:
¿Cómo trabajaba, cuál era su método? ¡Diez horas…!
BP:
Sí, a veces 14 horas. No tenía métodos. Tomaba el libro, lo leía, anotaba cosas, lo
subrayaba, y el viernes, el día del programa que siempre era en directo, para mí era
importante que fuera en directo, tomaba los libros cuyo autor había invitado, y creaba una
dramaturgia, es decir –si había una temática, saber lo que tal autor decía sobre tal tema,
según lo que iba diciendo–. Trataba de hacer un programa que a veces escapaba de mis
manos –porque no se puede controlar todo– y que correspondía a lo que había
imaginado. Pero era un placer hacer un programa cada viernes, distinto al programa
anterior, y que sería distinto a su vez al programa siguiente.
CW:
¿Lo más importante en su oficio era la preparación, el instinto?
BP:
Sí, la preparación era importante. Trabajar, leer, leer, referirse a lo que los autores habían
escrito. De hecho, yo tenía una ventaja sobre ellos. Los autores escriben una obra, la
terminan, entregan el manuscrito a su editor, la imprimen, y todo esto toma su tiempo, y
en muchos casos empezaron otro libro. Mientras que yo recién había leído su libro, y
sucedía que habían olvidado parte de lo que habían escrito.
CW:
¡Se habían olvidado! ¡Usted sabía más que el autor!
BP:
Sí, se habían olvidado, y yo les decía: “Mire lo que escribió”. Y me respondían: “Lo había
olvidado un poco.” Y es ese el interés.
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6
CW:
Le gusta leer. ¿De donde le surge el amor, esa pasión por la lectura?
BP:
Se dice en francés que se aprende a caminar, caminando. Pero yo aprendí a querer la
lectura, leyendo. No estaba destinado especialmente a hacer periodismo literario. Fue el
azar que me llevó a esto.
CW:
El azar…
BP:
El azar. Me contrataron por casualidad para una revista literaria, el “Figaro Littéraire”,
pero podría haber sido otra cosa.
Allí tomé conciencia de la suerte que había tenido de escribir sobre los libros; no sabía
que iba a hacer programas.
Pero escribir sobre los libros me pareció ser un destino favorable, envidiable. Y me dije:
“¡Bernard, aprovecha la oportunidad! ¡Es fantástico!” Es una suerte poder estar en una
oficina leyendo libros, y luego escribir algo, entrevistar personas, ¡es maravilloso! Sólo 15
años más tarde, me propusieron hacer un programa sobre literatura. Pero fue el azar. Y
mientras más leía, más gusto tenía por la lectura.
CW:
¿Cuál es su escuela desde el punto de vista periodístico? ¿Adonde aprendió el oficio, el
arte de entrevistar...?
BP:
Fui a una escuela de periodismo profesional, pero esto se aprende en terreno. No se
entrevista a todas las personas del mismo modo. No se entrevista a un escritor secreto
del modo que se hace con un autor de best–seller; no se entrevista a un académico,
como se hace con un joven escritor lleno de insolencia…
CW:
Cada entrevistado tiene un ritmo…
BP:
Sí, hay un ritmo, una forma, un tono, una música.
CW:
Usted tiene un tono, un ritmo, que es sólo de Pivot, que es imposible imitar. ¿Usted
siempre fue tan dinámico, tan hiperquinético?
BP:
Siempre fui así. No sé, es mi temperamento. Toda la gente me decía que yo era el mismo
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en la vida y en la televisión. Era para mí el mejor de los elogios. De hecho, no era actor ni
alguien que aparentaba ser, que asumía una actitud; era tal cual era todos los días.
CW:
¿Se puede mentir en la televisión, jugar una comedia, inventar y ser otro?
BP:
No, eso es imposible. Salvo si se es un gran actor. La mayoría de los escritores invitados,
inclusive yo mismo, no podemos mantener un rol por tanto tiempo; en cierto momento
vuelve “lo natural al galope,” vuelve a aparecer, y la máscara se fisura.
CW:
La televisión es implacable.
BP:
Implacable. Los escritores que han querido jugar, fingir un rol en la televisión, que han
querido engañar al televidente, al cabo de un rato – y eso se ve, se hacen pedazos –; ya
no son lo que debieran haber sido. No, eso es imposible.
CW:
Habrá escritores que son buenos escritores, pero que al llegar a la televisión, no
funcionan ¿Hay personas que son más mediáticas y otras menos?
BP:
Por supuesto. Es una gran injusticia de la vida. Hay escritores que escriben muy bien y
que llegan a la televisión y se sienten despavoridos, torpes, y otros –al revés– que no
escriben libros buenos, pero llegan a la televisión y son brillantes, fantásticos. Pero ahí
está la función del animador que es la de ayudar a aquellos que tienen dificultades, cuya
palabra es insegura y –por el contrario– calmar a los que invaden todo el estudio. Ese es
el rol del animador.
CW:
El rol es muy importante, se cree generalmente que un periodista debe interactuar. Pero
es más bien el que ayuda a dar a luz…
BP:
Sí, es un partero.
Hay escritores que yo aprecio mucho, pero a quienes les costaba expresarse en la
televisión, y mi función era de ser partero, de hacerlos sentirse cómodos, y a menudo me
agradecían diciéndome: “Es verdad que después de un tiempo me olvidé que estaba en
la televisión y empecé a hablar sin tanto temor”.
Pero es una gran injusticia de la vida. Hay personas que no hablan bien, que escriben
bien; hay personas que están cómodas frente a una cámara, otras no.
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CW:
De alguna forma, lo que usted hizo fue llevar la vitalidad de la literatura al campo oral. Es
distinto hacer un libro escrito que llevarlo al campo oral. ¿Cuál es la diferencia?
BP:
La diferencia es que, cuando se escribe, uno se encuentra solo en su ámbito. Aunque
usted haya entrevistado a un escritor, usted es el único dueño de lo que ha escrito. En
cambio, cuando usted ésta en la televisión, en directo además, de repente es una
“comedia del arte”.
CW:
Una comedia del arte…Pero es bueno eso de estar en directo…
BP:
Es magnífico. Sólo me ha gustado estar en directo en la televisión. El escritor toma
riesgos, pero uno también. El televidente también toma riesgos, no sabe lo que va a ver.
Nadie sabe dónde lo llevará el programa, cuál es la dramaturgia. A veces yo la conocía,
tal como se lo expliqué hace un rato, pero a veces me encontraba envuelto en un
programa en directo que escapaba de mis manos, y trataba de retenerlo, de controlarlo.
CW:
Eso sucedió con Charles Bukowski. Cuéntenos un poco…
BP:
Charles Bukowski, que era un buen escritor, de hecho en sus cartas habló de ese
programa, en que quiso provocar. Se tomó dos botellas de vino blanco, y cuando lo
entrevisté, había otros escritores también en el estudio.
CW:
También había mujeres…
BP:
También había una mujer. Bueno, se tomó dos botellas a sorbos, y entonces empezó a
transpirar, puso su mano sobre la pierna de la mujer, y la cosa se convirtió en un
escándalo espantoso.
CW:
¿Qué decía?
BP:
Decía…, digamos que eructaba, hacía gorgoritos, impedía que los otros hablaran; al final
el mismo quiso irse del estudio, quería ir al baño, ya no daba más, así que se fue, y eso
fue un pequeño escándalo para la televisión de ésa época. Hemos visto otros escándalos
desde entonces. El dijo que fue al programa con la intención de hacer un escándalo en la
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televisión francesa y agregó que estaba algo arrepentido.
CW:
¿Y Woody Allen?
BP:
A Woody Allen lo recibí varias veces. La primera vez que lo recibí había hecho un
programa especial sobre él, fue en “Bouillon de Culture”, y me dijo: "A usted lo conozco".
Le dije que no, que era la primera vez que nos veíamos.
Me dice: "Sí, lo conozco”. Y se recuerda y me dice: “Sí, lo reconozco, porque lo veo
desde Nueva York, por una televisión de cable, veo su programa, veo a los intelectuales,
los escritores americanos."
Eso le dio seguridad, porque es muy temeroso, es pusilánime…
CW:
Tiene un sentido del humor exquisito.
BP:
Una vez que se tranquilizó, estuvo fantástico; es, al contrario, un hombre con una gran
urbanidad, y con su humor habitual.
CW:
El humor es muy importante. Y la alegría de hablar acerca de los libros...
En general, la imagen de un intelectual, es la de un hombre serio, que no se ríe mucho;
debe ser difícil entonces con ciertos intelectuales que se toman muy en serio.
BP:
Sí, había intelectuales, además en un programa como “Apostrophes" se abordaban
temas muy serios, lo que no significa ser siniestro, pero sí, hice programas sobre
ideologías mortíferas como el comunismo, el nazismo, sobre los campos de
concentración; eran por lo tanto programas muy serios. Pero, en general he tratado de
darle a mis programas un tono agradable, no por el hecho de escribir libros o porque se
van a leer libros, que hay que sumergirse en un tono grave, solemne.
Siempre digo que para mí, ser serio es tomar al televidente en serio; es considerar al
escritor en serio, pero no es tomarse en serio a sí mismo.
CW:
La liviandad es un gran valor. Calvino dijo que la liviandad era importante.
BP:
La liviandad, el humor, una suerte de fineza. En realidad, la alegría que siempre tuve por
la lectura ¿por qué no podía ser la alegría de hacer un programa sobre los libros, la
alegría de entrevistar a autores? Creo que era coherente conmigo mismo; había gusto
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por la lectura, había gusto por entrevistar a escritores, y mañana, damas y caballeros,
¡ustedes tendrán el gusto de leer sus libros!
CW:
George Steiner, al que usted entrevistó, escribió un libro muy hermoso que se llama "El
silencio de los libros". En el dice: “Tendemos a olvidarnos que los libros pueden ser
suprimidos o destruidos. Ellos tienen su historia como toda producción humana”.
Quisiera hablar de la calidad del libro. En esta era del Internet, cada vez menos gente lee.
Hay una decadencia, usted lo sabe. ¿Con qué cuenta el libro que no tengan los otros
medios, como por ejemplo Internet o la televisión?
BP:
¿Usted pregunta si acaso es un objeto amenazado?
CW:
Sí.
BP:
No creo. No sé lo que será la humanidad en dos siglos más. En el corto o en el mediano
plazo, no creo que los libros estén amenazados. No veo a las personas leer novelas en
sus laptop, en sus relojes, o en la pantalla de su computadora. Realmente no lo creo.
Se pueden leer hoy compendios técnicos, o informes en la computadora, pero el placer
de leer una novela, el placer de leer poesía, el placer de leer filosofía ahí ¡es imposible!
CW:
¿Qué es ese placer, para alguien que no lo tiene?
BP:
Es el placer de la sensualidad. Mire lo que es un libro…
En una computadora usted hace... toc, toc, toc.
CW:
A mí me gusta el olor.
BP:
¡Eso! Nunca dejé que nadie abriera los paquetes de mis libros, nunca. Siempre fui yo
quien los abría. Es un placer abrirlos y tomarlos en la mano, leer la carátula, así…mirar la
dedicatoria, romperlo y empezar a leerlo. Usted capta bien…es la sensualidad que no se
tiene con los demás medios modernos de comunicación. Para mí también está la
sensualidad de escribir, tomar un lápiz, y tener ese contacto; todo esto es carnal.
CW:
Es físico, no es virtual.
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BP:
Es más que físico, es carnal. La sensualidad.
CW:
Aquí tiene a Mallarmé, que dijo:
“La carne está triste ¡ay! y he leído todos los libros.”
¿Qué piensa de esto?
BP:
Creo que la carne es más bien alegre cuando se es joven, y nunca se leen todos los
libros.
CW:
¿Cómo es su biblioteca? ¿Podríamos hacer un pequeño viaje al interior de su biblioteca?
BP:
No. Porque tengo dos bibliotecas: una en mi casa de campo; la otra, en París. Y me he
cambiado de casa muchas veces, así es que perdí muchos libros. En realidad tengo dos
bibliotecas: una personal, con los libros que me gustan; y otra que es utilitaria, con los
libros que necesito para mi actividad de periodista: ahí están los diccionarios, los libros
sobre las palabras, las memorias, los compendios técnicos. Son mis dos yo. Es decir, que
hay un yo que se identifica con los libros que me gustaron, y otro yo –el periodista– que
necesita referencias.
CW:
¿Se pueden separar estos dos yo?
BP:
Sí, están mezclados, pero se los puede separar.
A veces tengo que hacer un artículo que es puramente técnico, a veces hago artículos
por puro placer.
CW:
¿Quiénes son los autores, o la literatura que más le gusta?
BP:
En eso también he cambiado. Durante mucho tiempo sólo me gustaban las novelas y la
poesía; no me gustaban mucho las novelas policíacas, el comics y la ciencia ficción.
Después, con la edad, me siguen gustando las novelas, sigo leyendo un poco de poesía,
pero no voy al descubrimiento de la poesía.
Me gustan los diarios íntimos, las biografías, la historia.
Por ejemplo, me dejaron de gustar las novelas históricas. Leí muchas…
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CW:
¿Por qué?
BP:
Porque encuentro que son pesadas, es una pérdida de tiempo, prefiero las obras de
historia. En la época de “Apostrophes,” yo leía novelas históricas, e historia, pero era
bulímico: una suerte de ogro que me tragaba todo.
Hoy con mi edad, tengo que tener cuidado –no puedo leer 12 horas diarias– tengo que
seleccionar más, y prefiero ir a cosas auténticas, como los diarios de vida.
Me encanta leer hoy el diario de Gide, o leer, a alguien que usted a lo mejor no conoce,
como los panfletos de Paul–Louis Courier. Me gusta mucho leer….
CW:
¿Quién es Paul–Louis Courier?
BP:
Era un escritor del siglo 18, un oficial que sirvió bajo Napoleón; fue un gran traductor del
griego y que al final fue asesinado por su guardabosque. Escribió panfletos
extraordinarios, de una escritura de calidad inusitada, y cuando me quiero dar un gusto,
tomo un panfleto de Paul–Louis Courier o una de las Cartas de Voltaire; así, durante 5
minutos....
CW:
¿Le gustan los panfletos?
BP:
Sí, me gustan mucho.
CW:
Hay una tradición literaria en Francia, hay muy buenos panfletos. Hablemos de ese
género literario.
BP:
El panfleto –en cierto modo– comienza con Rabelais.
Él es no sólo un gran novelista, también es un panfletista. La Fontaine y Molière también
lo son.
Si toma las obras de Molière, o las fábulas de La Fontaine, no son muy amables con los
poderosos de la época; van contra la Religión, contra el Estado....
CW:
Hasta Víctor Hugo ha escrito panfletos, contra “Napoleón, el pequeño.”
BP:
Claro. Hay una tradición. Voltaire escribió panfletos y así ha seguido siendo hasta hoy.
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Esta tradición del panfleto siempre me ha apasionado. Si enumeráramos todos los
escritores de este género, no terminaríamos nunca.
CW:
Y un panfleto contemporáneo, por ejemplo…
BP:
Están los panfletos de Jean François Revel, que murió recientemente, “El estilo del
General” y muchos otros panfletos contra Descartes, contra el comunismo, contra los
intelectuales. Existe esta tradición del panfleto que me gusta mucho. Quizás es menos
vigorosa hoy en día; quizás estamos en un período de consensos, pero creo que el
panfleto es parte del talento francés.
CW:
¿Blaise Cendrars? Es un poeta…
BP:
¡Es un gran poeta!
CW:
Dijo: “Escribir es renunciar a la vida”.
¿Podríamos decir que leer es renunciar a la vida?
BP:
¡No, de ninguna manera puedo estar de acuerdo con eso! Hay un tiempo para todo. Hay
un tiempo para leer, para hacer deporte, para hacer el amor, comer, beber, viajar, para
hacer tonterías. Hay un tiempo para todo. ¡Leer, es todo lo contrario! Si usted anda algo
triste, y toma un libro, de golpe puede sacarlo de su entorpecimiento, de su
romanticismo…
CW:
De su “spleen”.
BP:
De su “spleen”.
Al contrario, la lectura es otra oportunidad de vivir, vivir en forma distinta; lo mismo que
cuando uno va al cine, o al teatro, es otra forma de vida.
No es vivirlo uno mismo, es vivirlo con otros; es vivir a través de las palabras, de un autor.
¡Pero es vivir!
A veces se lee un libro con mucha pasión y cuando se acaba el libro y se lo cierra, uno
está exaltado, se siente con más vida, se siente bien. Y quizás aún más vivo, sin duda.
No, no estoy de acuerdo con esa afirmación.
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14
CW:
Vi en la librería una obra del escritor Pierre Bayard, un libro llamado "Cómo hablar de los
libros que no se han leído". ¿Qué piensa de esta idea?
El dice acá: “Las distintas formas de no leer un libro y, en una situación delicada, poder
hablar de él, y los medios para poder salir de su encierro, etcétera.”
BP:
Es un libro con mucho humor sobre un tema que es muy serio. ¿Cómo hablar de los
libros que no se han leído? Quisiera decirle: “No lo he leído, por lo tanto voy a hablarle de
él”.
Lo he leído, y también podría decirle: “Lo he leído y por lo mismo, no quiero hablar de él.”
No, en verdad es muy divertido, y es verdad que veces se habla superficialmente de
escritores que apenas hemos abordado. Son recetas un poco esnobs, algo superficiales,
para decir: ¡"Ah sí, Proust; todos los días leo a Proust”!
CW:
O Heidegger…
BP:
O “Ulyses” de Joyce.
Claro, claro. Efectivamente puede opinar de un libro, a través de lo que le han dicho de él
pero creo que hay en él hay más humor que verdad.
CW:
Es una broma.
BP:
Una broma seria. Es una verdadera broma, pero es una broma seria.
CW:
En el medio intelectual, hay muchos esnobs, hay muchos con un gran ego; usted que ha
entrevistado a muchos autores, ¿qué ha podido constatar, cuál es el balance, desde el
punto de vista humano de los escritores?
BP:
Es poco frecuente encontrarse con un escritor que no tenga ego. Hay algunos que tienen
un ego enorme, hay que contar con eso. Pero sucede con todos los creativos, no sólo
con los escritores, los cineastas… Encuentro que el ego en los cineastas es aún más
fuerte que en los escritores. Creo que los escritores son de más fácil acceso. Es más fácil
hablar con ellos que con los actores…
CW:
¿Por qué?
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BP:
Porque los escritores al fin de cuentas son artesanos. Están solos delante de su
manuscrito, y su computadora, y es todo. Con los cineastas, con los actores, siempre hay
mucha gente alrededores.
El cine es una industria; con los arquitectos es mucho dinero, es mucha gente.
Dentro de todo, un escritor está solo consigo mismo. Aunque tenga una buena opinión de
sí mismo, una alta autoestima, siempre es asequible. Y siempre preferí trabajar –o ser
periodista– del lado de la literatura y no del cine, o del teatro, o...
CW:
¿Del fútbol?, le gusta mucho el fútbol.
BP:
Sí, es una diversión más. Sé que a los chilenos les gusta el fútbol. Pero se trata de un
placer, porque cuando joven jugaba mucho fútbol. Y me quedó el gusto. En los tiempos
de “Apostrophes”, había intelectuales franceses que encontraban que era anormal que
me gustara a la vez el fútbol y la literatura.
CW:
Eran fundamentalistas…
BP:
En efecto, eran fundamentalistas. Decían: “¡Cómo se puede amar la lectura y el fútbol!”
CW:
Es absurdo, ya que en los tiempos de los griegos, había un poeta, Píndaro, que cantaba
a los atletas…
BP:
¡Pero es con ese deporte! ¡Los mismos intelectuales hablan muy bien del tenis, del rugby,
del golf!
CW:
Es verdad, es el fútbol.
BP:
Es el fútbol, porque es popular, las reglas son fáciles, es demasiado fácil, ruidoso.
Entonces muchos intelectuales odiaban el fútbol… eso fue antes de la victoria del equipo
de Francia. Desde entonces, han cambiado. Desde entonces el fútbol se transformó, a
pesar de sus excesos, en un....
CW
Tiene su propia poesía
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BP:
Por supuesto. Hay escritores, como Camus, Nabokov, Montherlant, que jugaron fútbol
cuando eran jóvenes y hablaron muy bien de él. Pero había en ciertos intelectuales, no
en todos, esta desconfianza frente a un deporte demasiado popular, demasiado vulgar.
Entonces decían: “¿Cómo Pivot entrevista a Yourcenar, Jouhandeau, y le gusta el fútbol?
Eso no encaja, es imposible.”
CW:
Creo que es importante el sentido del espectáculo; en un programa, aún cultural; es un
espectáculo.
BP:
Sí, pero ya se lo dije: no se puede hacer un programa, sin tener el sentido de resonancia
en el público, el sentido de la palabra. Hay que tener presente lo que el público espera
del programa, lo que espera de mí, y sobre todo que espera del escritor que tengo el
placer de entrevistar.
CW:
Espectador hipócrita, mi semejante, mi hermano.
BP:
Yo diría: espectador hipócrita, mi semejante, mi hermano, pero también mi acreedor.
Al televidente, no le puedo hacer perder su tiempo. Si va a tomar una hora de su vida
para ver el programa, tiene que sentirse recompensado
CW:
Sí, al servicio del televidente.
BP:
Sí, se es servidor. Como se decía antes en Francia. Durante la monarquía, se decía
“servidor”
CW:
Hasta Shakespeare tenía el sentido del espectáculo.
BP:
Claro. Si no se tiene el sentido del espectáculo... Pero tampoco hay que caer en el puro
espectáculo. Es lo que los programas llamados culturales hacen hoy en día, organizan
competencias, conflictos, pero nada se sabe sobre el estilo del escritor.
CW:
¡Es un show!
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BP:
Se hace una suerte de show. Un show a expensas del espíritu del libro, del verbo. Si un
programa sólo está hecho de personas que se lanzan reproches, de anatemas, creo que
entonces no estamos sirviendo ni a la literatura, ni al libro, ni al escritor.
CW:
Vamos a ir ahora en la “búsqueda de Apostrophes perdido”. ¿Cuál ha sido su programa
más emocionante?
BP:
¿El más emocionante? Una entrevista que tuve de con un escritor que no debe haber
sido traducido al castellano, pero que usted conoce, se llama Marcel Jouhandeau.
CW:
¡Ah, Marcel Jouhandeau! ¡A mi madre le gusta! ¡Es un gran escritor! “Señor Godeau
íntimo”.
BP:
¿Ah, sí?, felicítela de parte mía.
CW:
Va a estar muy emocionada cuando vea la entrevista.
BP:
La hice un año antes de su muerte.
CW:
Hábleme de Jouhandeau, por favor.
BP:
Es un escritor francés, muy refinado, homosexual.
CW:
Católico
BP:
Sí, católico, homosexual y casado al mismo tiempo.
CW:
Y hablaba mal de su mujer.
BP:
Sí, siempre se peleaban. Era una leyenda. Pero al mismo tiempo ambos sacaban
provecho de esta situación. Pero él tenía un estilo. Es probablemente uno de los estilistas
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más grandes del siglo veinte. Un estilo de una perfección increíble. El sólo sabía hablar
de sí mismo de su juventud, de sus tormentos, porque era cristiano y homosexual.
CW:
Estaba desgarrado.
BP:
Sólo sabía hablar de eso, y llevaba un diario que tenía 20 a 30 tomos, y se dirigía a una
élite de lectores. Nunca fue un escritor muy popular, por cierto. Tuve el placer de hacer
este programa con él, un año antes de su muerte. Era muy emocionante, porque estaba
casi ciego y él sentía que estaba cerca de su fin, y al final del programa, elevó una
oración a Dios, destinada al día de su muerte, y era muy impresionante, fue un programa
muy emocionante.
CW:
Igual que con Francois Mitterand, cuando estaba enfermo, antes de…
BP:
Sí, en “Bouillon de Culture”, era un programa especial sobre las “grandes obras” de los 14
años del gobierno de Mitterand. Es un programa que no fue emocionante en sí; fue
emocionante antes y después.
El último programa con François Mitterand, no sé porqué me eligió, no era un amigo
suyo.
Llegó a la televisión, había tenido una crisis de su cáncer en la mañana y le pusieron
inyecciones; el médico había dicho que sólo soportaría 15 minutos, y el programa duraba
una hora y cuarto.
Y como siempre sucedía con François Mitterand, el placer de hablar lo re–estimulaba
energéticamente. Como una batería, cuando usted hace funcionar el motor, se recarga la
batería. Cuanto más hablaba, más se recargaba.
CW:
François Mitterand es un mito, como Napoleón, guardando las proporciones, es un gran
mito francés. Como lo es De Gaulle. Es difícil pasar por alto el mito y tocar al hombre.
¿Qué puede decirnos del Mitterand más íntimo?
BP:
Yo no lo conocía, sólo lo conocí en la televisión. No lo conocí en su intimidad. Era un
hombre que tenía mucho gusto por la literatura y conocía a muchos escritores.
Hice dos programas con él, sobre la literatura, sobre los autores que le gustaban.
Se insertaba en una gran tradición francesa, es decir, el hombre político, que escribe y
que tiene gusto por la lectura.
Esta tradición se remonta a Luis XlV, quien era un protector de los escritores. También
Napoleón escribía, y Charles de Gaulle ha dejado memorias de gran calidad literaria;
también George Pompidou, que amaba la poesía, y que hizo una Antología de la poesía.
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Y Mitterand estaba dentro de esta tradición del hombre político, fino y letrado, que adora
escribir, que tiene un estilo, y que sabe leer y hablar de los escritores.
Desgraciadamente esto se va a perder hoy en día, y esta tradición del hombre político
fino y letrado es una característica francesa, que muchos países nos envidiaban.
CW:
¿Y Soljenitzin?
BP:
He entrevistado cuatro veces a Soljenitzin
CW:
¿Cuatro? ¡Qué lujo!
BP:
Sí, hice cuatro entrevistas. Y puedo decir que acompañe a Soljenitzin durante su vida, es
decir cuando fue expulsado de la Unión Soviética, vino a uno de mis primeros programas,
vino a mi estudio.
Tuve el privilegio de entrevistarlo en Estados Unidos, en su casa en medio de los
bosques; luego, cuando volvió a Rusia, pasó nuevamente a París, y tuvimos una tercera
entrevista.
Y cuando ya estaba instalado en Moscú, fui a entrevistarlo a su dacha, su casa de los
alrededores…
CW:
¿Qué recuerdo guarda de Soljenitzin?
BP:
Ahí tuve un gran momento emocionante. Cuando fui a entrevistarlo a Estados Unidos y le
pregunté al final si acaso tenía la esperanza de volver un día a Rusia. En ese momento
nadie sabía que iba a caerse el muro de Berlín. Dijo: “Tengo la íntima convicción que un
día volveré a mi país.”
CW:
¡Pero él es un profeta!
BP:
No era posible creerle. La Unión Soviética era un país muy fuerte, y me dije que él se
tomaba sus deseos, sus convicciones íntimas como realidad, y pensé que estaba
equivocado. ¡Y fue él quien tuvo razón! Eso fue extraordinario.
Después le mostré de nuevo la cinta, pero él nunca dudó: estaba convencido que volvería
a su país y que sería enterrado ahí, y la historia le dio la razón.
Soljenitzin es un hombre excepcional, y debo decir que me sentía muy incómodo, o sea
estaba emocionado, pero también muy impresionado. Sobrevivió a la guerra, la Segunda
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Guerra mundial; tuvo cáncer, y por último sobrevivió al Gulag. Este hombre, que hoy está
cerca de los noventa años escapó a las tres grandes plagas del siglo XX. No sólo es un
gran escritor, nos olvidamos de decir que ha escrito obras de una calidad excepcional.
CW:
Es el Dostoiewski del siglo veinte.
BP:
¡Y haberle hecho cuatro entrevistas, lo que es algo excepcional!
CW:
Pero usted ha entrevistado a Margueritte Yourcenar, Margueritte Duras…¡Son mitos
literarios!
BP:
Ellas son más asequibles. Es más fácil acercarse a Margueritte Yourcenar, a George
Simenon, o a Marcel Jouhandeau, o…
CW:
Para nosotros son mitos.
A mi madre le gustaba Jouhandeau, a mi padre que murió, le gustaba Simenon. En mi
casa había libros de Simenon.
Decía: “Prefiero ser criticado, hasta odiado por lo que soy realmente, antes que ser
amado o admirado por lo que no soy.” ¿Qué piensa de esto?
BP:
Usted me preguntó cuál fue el programa más emocionante, y le comenté que el de
Jouhandeau. Pero podría haberle dicho Simenon. Le voy a explicar por qué.
Publicó un libro, cuando había jurado que no escribiría porque su hija, María José, se
había suicidado un año antes. Y cuando menos me lo esperaba, presionó un botón en la
grabadora y de repente se escuchó la voz de su hija y fue terrible, terrible. De repente
escuchar a su hija, sabiendo que había escrito ese libro para finalmente.
CW:
El le abrió a usted su intimidad.
BP:
Sí, y de golpe hacerme escuchar la voz de su hija...Tenía la cara demacrada por la
emoción, y yo que no podía contenerme, fue realmente emocionante. Y Simenon siempre
fue así. Era un hombre que siempre fue indiferente al "qué dirán". Poco le importaba lo
que la gente podía pensar de él. Escribía, llevaba la vida que quería, a veces fue una vida
algo complicada con las mujeres –no iremos al detalle– pero él siempre fue así. Decía:
“Yo tengo una verdad y voy a decirla”. Quizás no la expresaba completamente.
Pero no es un hombre –como decimos en Francia– “con lengua de madera”…
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CW:
Tenía una libertad interior.
BP:
Tenía una libertad interior, pero sobre todo una libertad de expresión que encontramos en
sus libros y también en sus memorias.
CW:
¡Es un gran escritor!
BP:
Siempre lo consideré como un gran escritor.
Muchos intelectuales actuaron contra Simenon, como con el fútbol; lo veían demasiado
popular, demasiado best seller, por lo tanto...
CW:
Es en los años 70 – 80 que hubo una moda con intelectuales teóricos que hablan con
palabras que no se entendían. Esa peste intelectual que terminó con el periodismo.
BP:
Sí, los años 50, con el “nouveau roman”.
CW:
El estructuralismo. ¿Qué piensa de todo esto?
BP:
Son modas. No se olvide que el escritor francés es a menudo más un intelectual que un
escritor, en el sentido tradicional del término.
Hay que ir a los filósofos del siglo XVlll, cuyos escritos gestaron la revolución.
Hay un siglo importante para la novela, es el siglo XlX; pero el siglo XX, excepto Proust,
es un siglo de intelectuales, con Sartre, Camus, o Gide....
CW:
¿Qué prefiere, a los escritores o a los intelectuales?
BP:
A mí me gusta el escritor intelectual, me gusta mucho Malraux. Porque es a la vez un
escritor, un gran novelista pero también un gran intelectual y un hombre de acción.
Me gusta mucho Gide, porque es un intelectual comprometido, que se atreve a denunciar
el capitalismo, el comunismo, en una época en que había que callarse. Me gustan mucho
ese tipo de escritores.
CW:
¿Y Camus?
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BP:
Camus también.
Me gusta un hombre como Jorge Semprún, es un español que escribe en francés.
Escritor comprometido que escribió novelas que encuentro fantásticas, alimentadas por
su experiencia como intelectual. Él es muy francés, porque es escritor e intelectual.
Desgraciadamente en la época de la que usted habla, el poder lo habían tomado los
intelectuales, en desmedro de los escritores puros.
Para ir más rápido, y exagerando un poco, en esa época se despreciaban a los
escritores. Había que ser sumamente inteligente, sólo había cabida para las ideologías,
las formas de pensar, lo que rigidizaba la verdadera literatura. Esa época ya terminó.
La literatura es como la moda. Antes sólo había una moda, y las mujeres se vestían de
cierta forma.
Hoy hay cinco, diez, veinte modas, uno puede vestirse como quiere. Hoy en la literatura
sucede lo mismo. Se puede escribir como se quiere, clásico, moderno; se puede escribir
al estilo de Céline o de Proust, o inventar un nuevo lenguaje. ¡Viva la libertad!
CW:
¿Cuáles son los escritores que hubiera querido entrevistar estando vivos, pero que no se
podían entrevistar? Hay intelectuales que no son mediáticos, que no van a la televisión.
¿René Char es uno?
BP:
Casi entrevisté a René Char. Lo canceló 15 días antes. No hay nada de él, no tenemos
nada.
CW:
Es una pena, es un poeta fabuloso, es un gigante.
BP:
Y Beckett… hubiera querido entrevistarlo, pero no hubiera dicho nada; hubiera mantenido
los labios cerrados. Son escritores cuyas obras han precedido la televisión.
René Char era conocido antes de la televisión, Beckett también; Hay otros Cifran…
CW:
¿No fue posible entrevistarlo?
BP:
No quiso.
Pero lo que más lamento, es no haber podido entrevistar a Voltaire, eso sí lo lamento.
CW:
¿Y Montaigne?
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23
BP:
Montaigne es otro. También lamento no haber podido entrevistar a Paul–Louis Courier,
que mencioné hace un rato. ¿Y Víctor Hugo, se imagina?
CW:
¿Cuál hubiera sido la primera pregunta?
BP:
Hubiera ido a verlo a su exilio en Guernesay.
Y le hubiera dicho: “Explíqueme esto. ¡Y ese Napoleón, que usted no puede ver!”
¡Imagínese, hubiera sido fantástico!
CW:
¿Y Rimbaud?
BP:
Rimbaud… ¿hubiera hablado? No sé. Para la época era complicado. Y para mí, Balzac…
CW:
¿Qué pregunta le haría a Balzac?
BP:
No sé, no es una pregunta, son muchas. Yo no comprendo a Balzac, no entiendo a este
hombre que murió a los 50 años, y que ha podido escribir tantos libros.
Le hubiera dicho: “Explíqueme su vida. ¿A qué horas se acuesta? ¿A qué hora toma
desayuno?”
Un día de Balzac… hubiera tratado de comprenderlo. Hay muchos biógrafos que han
escrito sobre él, pero hay un misterio. ¿Cómo hizo tanto? Era un hombre de mundo,
viajador, escribía piezas de teatro, novelas, se arruinó con increíbles aventuras
industriales.
CW:
Hay personajes maravillosos suyos, como Vautrin, por ejemplo.
BP:
¿Cómo inventó a Vautrin? No basta un solo programa, sino varios.
CW:
¿Cómo explica usted esto? ¿Es un don, es genio?
BP:
Es genio. Flaubert es un genio; Zola, Víctor Hugo, Proust son genio. Aquí estamos con
los grandes escritores.
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24
CW:
¿Y qué hay ahora? ¿Hay otros Victor Hugo, otros Balzac?
BP:
No, o quizás no logro verlos. Hay muy buenos escritores en Francia, como Le Clèzio,
Michel Tournier, Julien Gracq, pero de la dimensión de estos otros escritores....
¡Rousseau, hubiera sido fantástico tener a Rousseau en la televisión! “Usted hace
tratados sobre la educación y abandona a sus propios hijos, ¡por favor explíqueme esto!”
¡Hubiera sido fantástico! Es lamentable que la televisión no haya sido inventada mucho
antes. Tendríamos documentos increíbles. Las personas antes daban explicaciones, les
gustaba dar explicaciones.
Vea los prólogos en las obras de Corneille, de Racine, de Molière: siempre hay una
introducción en que el escritor explica por qué ha tomado ese tema, esa leyenda.
CW:
Muchos eran periodistas. Baudelaire escribía en un diario; Gerardo de Cerval era
periodista. El periodismo y la literatura estaban más relacionados, tenían más vínculos.
BP:
Zola, en "Yo acuso", ¡es periodismo!
Lamento eso, bueno, son construcciones de la mente, pero soñé, me recuerdo una vez
haber soñado con Voltaire.
CW
¡Ah, sí!
BP
Sí, eso me despertó.
CW:
¿Admira mucho a Voltaire, por qué?
BP:
Sí mucho, es panfletista también. Y su estilo, maravilloso. La correspondencia de
Voltaire, las Cartas que escribió son trece volúmenes de La Pleiade. Es inédito; ¿Cómo
tuvo el tiempo para escribir todo eso?
CW:
¿Representa el espíritu francés más profundo?
BP:
No, porque Molière es otra cosa; Victor Hugo, otra. Proust, otra; Céline es otra, no lo
evoqué. Son facetas diferentes del genio de la literatura francesa.
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25
CW:
¿Cuál es el espíritu francés más profundo? ¿Qué es? ¿Acaso es mediterráneo, es celta?
¿Cuál es esa mezcla, esa alquimia francesa?
BP:
Es una pregunta muy interesante, le diré por qué: Porque creo que el genio francés está
compuesta por la influencia mediterránea, Francia es un país mediterráneo, así como
Italia y España, tiene el lado "comedia del arte". Y luego está la influencia del norte, de
los países flamencos, de Alemania, de Suiza, que son países protestantes. Francia es
una mezcla de dos influencias.
Y cuando me preguntan: ¿Por qué tuvieron éxito sus programas?
Yo les decía: “Porque los escritores franceses son a la vez mediterráneos y anglosajones.
No son tan parlanchines como los italianos, ni tan serios y graves como los
anglosajones”. De ahí esta mezcla, esta alquimia entre lo serio de unos y la petulancia de
otros. Y también vemos esto en la literatura. Está lo serio, un hombre como Flaubert, que
está más cerca de lo anglosajón, pero me encanta alguien como Pagnol, que es
completamente mediterráneo. Es una alquimia.
CW:
Usted hizo una entrevista a alguien que yo admiro mucho, es Julien Green.
Me hubiera gustado hacerle una entrevista a Julien Green. Cuando vine hace diez años a
Paris, era el primero en mi lista. El murió justo antes. Usted lo pudo entrevistar; ví esa
entrevista, y usted le hizo esta pregunta maravillosa. Veamos…
Bernard Pivot:
¿Piensa usted que Dios es sensible al estilo de los escritores?
Julien Green:
Dios es sensible a toda belleza, porque Dios es el autor de toda belleza.
Sí, ciertamente, lo creo. Lo que Dios quiere es belleza, que la obra sea bella.
Bernard Pivot:
Cuando usted comparezca ante Dios, ¿que quisiera que él le diga?
Julien Green:
Sí.... que simplemente diga..., o que yo simplemente escuche esto: “Soy el gran
Perdonador”.
CW:
Y usted, si estuviera ante Dios, ¿qué quisiera que le dijera?
BP:
Creo que.... Bueno, esta escena fue extraordinaria, magnífica. Cuando baja sus ojos…
CW:
Es lo más hermoso que he visto en televisión...
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BP:
Mire ese recogimiento. Me acuerdo que yo estaba inmovilizado…”El Gran Perdonador”.
Él es cristiano, no se olvide, y sabe que va a comparecer ante Dios.
No duda un instante. Y son muchas las cosas por las que tiene que ser perdonado. Es
maravilloso. Le agradezco haber escogido este momento.
CW:
Soy yo quien le agradezco por el trabajo que realizó.
BP:
Yo no tengo una respuesta tan seria.
CW:
Pero su respuesta profunda…
BP:
Si Dios existiera, ¿qué quisiera escucharle decir? Quisiera que me diga: “Querido Pivot,
explíqueme la regla del participio pasado de los verbos pronominales, sobre los que yo,
Dios, nunca entendí nada”.
CW:
Esta sería la oportunidad de hacerle una entrevista. ¿Cuál sería la pregunta que usted
haría a Dios? Usted siendo el entrevistador.
BP:
La primera pregunta: “Explíqueme, ¿por qué creo en Usted?
CW:
Señor Pivot, le agradezco mucho esta conversación, le agradecemos su trabajo, su arte,
lo maravilloso que fue abrir este espacio. En Chile se lo conoce, aunque no todos hayan
visto su programa. ¡Es una leyenda viva! Le traje un pequeño regalo. Usted escribió un
hermoso libro sobre el vino, el “Diccionario amoroso del vino”, y le traje un Carmenère,
una cepa que ha desaparecido, pero en Chile hay carmenère.
BP:
Tengo mucho aprecio por el vino chileno. Chile ha hecho mucho progreso en el arte de
fabricar vino.
CW:
El carmenère es una buena metáfora para mí, es una cepa francesa que pudo
desarrollarse en suelo chileno, en el terroir chileno. La cultura francesa es nuestra cepa,
su trabajo también. Muchas gracias.
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BP:
Los tomaré, brindando por su salud, por los escritores chilenos que tuve el placer de
recibir, y por el pueblo chileno.
BP:
Gracias, Señor Pívot.
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