XI.- CONCLUSIONES ANTONIO LAMELA 1 El Geoísmo intenta que el territorio pase a ser un valor que adquiera más importancia en la política mundial, propugnando, por ejemplo, que se tengan en cuenta los parámetros territoriales de las políticas económicas de los organismos financieros mundiales. Así, entre otros objetivos, pretende que la liberalización de la agricultura, además de ser globalmente beneficiosa para las naciones en desarrollo, vaya acompañada de medidas que corrijan sus consiguientes impactos desfavorables, a nivel mundial, como los que se producirían, principalmente en las naciones en desarrollo, sobre los millones de agricultores empobrecidos que la modernización de la agricultura desplazaría a otros lugares, así como sobre los bosques que se roturarían, también sobre el descontrolado crecimiento de las ciudades que acogen a la población rural desplazada, etc., y, por supuesto, en las naciones más desarrolladas, sobre los agricultores cuyos campos deberían dejar de recibir sus gratuitas subvenciones y, por ello, pasarían a ser económicamente no rentables, por lo que, si no se busca una buena alternativa, los espacios rurales se vaciarían de la escasa población que aún permanece en ellos dedicada al sector primario. El Geoísmo pretende contribuir a dibujar una estrategia de futuro que sea ilusionante y deseable utilizar, en la que el enfoque territorial adquiera relevancia en la gestión de la resolución de los serios problemas a los que se enfrenta la Humanidad. Una importante muestra de los graves retos planteados se analizan en los distintos capítulos de este libro, que abarcan una gama muy amplia de temas, como: el peligro que representa el creciente envejecimiento de la población de muchas Sociedades; la 1 Antonio Lamela –[email protected]– es Dr. Arquitecto y Presidente Fundador de Estudio Lamela de Arquitectura y Urbanismo, Premio Rey Jaime I de “Urbanismo, Paisaje y Sostenibilidad”, Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, Premio Extraordinario a la Mejor Iniciativa Ambiental en la categoría de empresas, miembro de la Real Academia de Doctores de España y miembro de la Real Academia Española de la Mar. Página 816 de 826 conveniencia de una nueva revolución agrícola doblemente verde, que, además de incrementar la producción, sea respetuosa con el medio natural; la importancia de no descuidar los bosques secundarios sin dejar de conservar los primarios; la urgencia de adoptar medidas contra el calentamiento de la Tierra; la injusticia de que un 18% de la población del mundo no tenga todavía acceso a fuentes de agua mejorada –el 42% en África Subsahariana– (WORLD BANK, 2005, 116); la necesidad de desterrar los modos de pesca más dañinos; y un largo etcétera. El Geoísmo se podría institucionalizar mediante la creación de una Organización de Estrategia Territorial Mundial que dispusiese de un fondo económico para impulsar sus propuestas. Dicho fondo se podría nutrir, junto a más fuentes, de un Impuesto de Desarrollo Sostenible que, entre otras funciones, contribuya a potenciar en las naciones en vías de desarrollo un crecimiento económico respetuoso con el medio ambiente, y que se financiaría a cambio de su protección de la Naturaleza. La propuesta implica gravar principalmente los productos que sean responsables de una mayor contaminación y que sean más prescindibles, o los que, siendo imprescindibles, tengan alternativas econonómicamente viables que generen un menor impacto medioambiental desfavorable. Con esos recursos obtenidos se financiarían proyectos de desarrollo vinculados a la conservación de la Naturaleza, sin dejar de tener en cuenta que las naciones en desarrollo deben asumir “una clara posición de vanguardia en la formulación de sus propias políticas y en el diseño de sus propias instituciones” (BANCO MUNDIAL, 2005, 179). A corto plazo no parece muy fácil que esta propuesta sea aceptada por las naciones desarrolladas. A pesar de ello, se plantea en esta obra porque se considera que tiene un gran interés el comenzar a crear conciencia social mundial a favor de ideas que vayan en esta dirección y en ese sentido. Aunque no se apliquen más que en una pequeña medida, pueden resultar relevantes. Por ejemplo, si bien la inmensa mayoría de las naciones desarrolladas está aún muy lejos de dedicar el 0,7% de su Producto Interior Bruto a la ayuda oficial al desarrollo, el hecho de que la meta se haya planteado, clara y abiertamente, ha resultado favorable y supone un cierto impulso para que se cumpla en un mayor grado, así como de manera más consciente y responsable. El Geoísmo, además de analizar permanentemente la realidad mundial, elabora directrices sobre cada tema que aborda con el objetivo de contribuir a concretar sus propuestas. En este libro se han abordado algunos elementos clave de una estrategia territorial planetaria, sin pretender ser exhaustivos. Así, entre otros, se ha investigado el Página 817 de 826 fenómeno de la mundialización, los aspectos demográficos, la capacidad de proporcionar suficientes alimentos a la Humanidad, la conservación de los espacios forestales y vegetales, las consecuencias del cambio climático, y la gestión de los océanos. En todos estos capítulos se resalta lo complejas que son las cuestiones abordadas y la dificultad que entraña, incluso, el mero y simple análisis de lo que está sucediendo. Pero, ello no debe llevar a la inacción, sino por el contrario, a proponer, desde la prudencia, unas directrices de actuación que reflejen que la Tierra y la Humanidad deben y pueden mejorar conjunta y sabiamente, creando un ente y ámbito integrador de orden superior. A continuación se realiza la selección de algunas de las numerosas directrices que se exponen en la obra. Para una ordenación más favorable de la Tierra, entre otras medidas, habría que: • Subvencionar la protección de los espacios naturales valiosos de las naciones en desarrollo por parte de las naciones desarrolladas, ampliando las medidas actualmente existentes. Entre otros posibles mecanismos, se debería crear un Impuesto para el Desarrollo Sostenible que gravaría, particularmente, a los productos que sean más contaminantes y que sean relativamente más prescindibles. • Sería conveniente la creación de una Organización de Estrategia Territorial Mundial, dependiente de las Naciones Unidas, que tuviese una visión todo lo general e interrelacionada que sea posible de la mundialización, y que pudiese adoptar medidas, a ser posible, mediante consenso entre las partes. • Intensificar las ayudas a la salud reproductiva en aquellas naciones en las que el Índice Sintético de Fecundidad está por encima de la media de las regiones menos desarrolladas. • Utilizar las corrientes migratorias, que son efecto de los desequilibrios existentes, como factores de redistribución espacial de la población y de la riqueza. Han de centrar la atención de las estrategias de ordenación territorial, pero, siempre desde el principio general de que un buen orden territorial debería evitar que la población se tenga que ver forzada a emigrar. • Establecer un sistema no subvencionado de precios de los productos agrarios, que permitan la apertura real de los mercados agrícolas de las naciones Página 818 de 826 desarrolladas a los productos de las naciones en desarrollo, y que recojan la totalidad de los costes de producción. • Ordenar el territorio en las zonas de interés agrícola, asegurando la adscripción preferente de los suelos más fértiles a la producción de alimentos frente a otros usos –urbanización, infraestructuras de transporte,… –, y dotando a esas zonas de infraestructuras de apoyo –transporte, industrias de transformación– adecuadas, así como promocionando el desarrollo de variedades adaptadas a las condiciones locales que incorporen nuevos caracteres de interés como la resistencia a insectos u otras. • Mantener y conservar las comunidades vegetales mediante la protección de los bosques existentes, la recuperación de las superficies forestales degradadas, la creación de redes de áreas protegidas, y el aumento de la superficie forestal a través de plantaciones, siempre y cuando no degraden espacios de más valor. • Condonar parcial o totalmente la deuda pública, a cambio de la conservación de los bosques. • Ratificar el Protocolo de Kioto por parte de todas las naciones desarrolladas, así como su ampliación en nuevas ediciones mejoradas, que incluya tanto a naciones desarrolladas como a las que están en vías de desarrollo. Además de ratificarse, se deben cumplir en la práctica los objetivos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero para contribuir a estabilizar esas concentraciones. • Financiar de manera continuada proyectos de investigación sobre la captura, almacenamiento y reaprovechamiento del CO2, tanto en naciones desarrolladas como en las de en vías de desarrollo. • Establecer un precio del agua en el que este recurso quede valorado de manera apropiada, teniendo en cuenta todos sus auténticos costes, y estableciendo sistemas de ayuda para la población que carezca de capacidad de compra. Además, deben servir para financiar, en parte, la conservación de los bosques ubicados en su área de captación de aguas. • Evitar la sobreexplotación de los acuíferos y llevar un control mundial de este peligroso proceso, de forma que se pueda constatar su grado de gravedad, con rigurosidad y precisión. Hay que poder prever con tiempo la posible situación en que un número relevante de acuíferos de la Tierra se estén agotando de manera Página 819 de 826 simultánea, lo que podría implicar una grave caída en la disponibilidad de alimentos, con repercusiones globales. • Reducir el esfuerzo pesquero evitando la sobreexplotación y el exceso de capacidad de pesca, y aplicar medidas de ordenación con el fin de asegurar que sea proporcionado a la capacidad de producción de los recursos piscícolas y al aprovechamiento sostenible de los mismos. Hay que luchar contra la pesca ilegal, incontrolada y no regulada en la alta mar. • Impulsar como instrumento de ordenación el establecimiento de áreas marinas protegidas que incluyan y se extiendan sobre las grandes masas oceánicas y los grandes ecosistemas marinos. • Garantizar el cumplimento de los acuerdos alcanzados por la Asamblea General de la ONU sobre los principios básicos del Derecho Espacial, en especial los referidos a su uso pacífico, y en provecho de la Humanidad. • Optimizar la utilización de los artefactos lanzados al espacio, teniendo como objetivo su utilización conjunta por las naciones interesadas. Esto, además de reducir la cantidad de basura espacial generada, aceleraría las líneas de investigación y los usos más necesarios, algo especialmente importante en los satélites de comunicaciones, por la saturación orbital en la que se encuentran. Otro aspecto a destacar del Geoísmo es que propone cotejar la planificación supramunicipal respecto a unos objetivos e indicadores territoriales mundiales, de magnitud y categoría superior. Estos planes tendrían que hacer un pronóstico claro de las mejoras que sus propuestas representarían respecto a los objetivos mundiales, realizado, en la medida que sea posible, en función de unos indicadores que permitan hacer comparaciones fiables con realidades similares del Planeta y, cuando proceda, con el conjunto. De esta forma quedaría constancia de esa previsión y, con el tiempo, se podría evaluar el grado de cumplimiento y acierto del planeamiento. Inicialmente, se podría pensar que la idea de una estrategia territorial planetaria es algo utópica, aunque, posiblemente, muy útil; porque, como dicen H. CAPEL y L. URTEAGA (1994, 95), quizá, la posibilidad de poder imaginar proyectos utópicos para el futuro es donde radica la garantía de nuestra supervivencia. Esta afirmación puede ser discutible, pero no hace falta entrar en ello, porque la propuesta del Geoísmo tal vez no sea utópica, aunque sí idealista, ambiciosa y no fácil. Con ello se cuenta de antemano para no caer en el desánimo, permaneciendo la perseverancia. Página 820 de 826 Sería impensable si se plantease sobre la base de un gobierno planetario, con competencias sobre ordenación del territorio total, pero, de momento, no se propone nada tan ambicioso, si bien no deja de ser necesario el “reforzar, reestructurar o crear instituciones globales que sean democráticas para gestionar problemas políticos globales” (ROMERO, J., 2004, 21). Asimismo, sería impensable si pretendiese aprobar una planificación territorial formal, rígida e impositiva. Sin embargo, no tendría que ser inalcanzable cuando lo que se intenta es que un organismo vinculado a las Naciones Unidas promueva unas directrices flexibles, que tiendan a ser globales, pero que a su vez tengan en cuenta la diversidad de situaciones locales. No se debe olvidar que en las actuaciones humanas es bueno que haya una cierta carga de utopía y de idealismo para evitar caer en la miseria del puro pragmatismo, especialmente cuando es exagerado e improcedente. Es muy complicado avanzar hacia una estrategia territorial planetaria, pero, es un reto que merece la pena abordar, dados los grandes beneficios sociales y ecológicos que su éxito generaría a la Humanidad. La Tierra se nos está quedando suficientemente pequeña para no contemplarlo de esta manera. No se pretende ignorar que la consecución de un Geoísmo aplicado es muy problemática, entre otras razones por pretender funcionar mediante consenso en un Mundo con aproximadamente 200 naciones. Efectivamente, por estas y otras razones ya mencionadas a lo largo de esta obra, su logro no parece sencillo, pero, se pueden esgrimir diversos argumentos a favor de que no es imposible y de que, en cualquier caso, su planteamiento sería útil, aunque no tuviese un éxito total. Entre otras razones, merece destacar: • La mundialización, en cierta medida, fuerza a lograr el consenso, porque éste puede paliar, en parte, el proceso de pérdida creciente de las soberanías nacionales. Las naciones se ven obligadas a entenderse porque, si no alcanzan mínimos comunes denominadores, probablemente, tendrán un menor control sobre su propio destino. La colaboración mundial se hace cada vez más imprescindible. G. DURÁN (2005, 317) comenta que “la búsqueda de soluciones globales a los problemas ambientales o la adopción de medidas hacia el desarrollo sostenible, implica que estas políticas se armonicen, lo que necesariamente obliga a la cooperación internacional, a la transparencia y a la aplicación del principio de precaución”. • El que las empresas simultaneen la cooperación y la competencia se ha descrito como una estrategia altamente eficaz, incluso la mejor, según algunos autores. Página 821 de 826 B. J. NALEBUFF y A. M. BRANDENBUERGUER (1997, 259) han sido pioneros en teorizar sobre las ventajas que adquieren las empresas que saben combinar, por una parte, la creación de valor de manera cooperativa, incrementando el resultado a repartir mediante la ayuda mutua, con, por otra parte, su apropiación de manera individualizada y competitiva. Si eso fuese cierto para las sociedades mercantiles, se puede suponer que tanto más lo sería para las naciones. • Hay algunos precedentes de planes territoriales nacionales y supranacionales que tienen aspectos de gran interés, si bien, son de dimensiones difícilmente comparables a los de la Tierra. Hay alguna nación federal, cuyo gobierno central carece de competencias en ordenación del territorio, y que, sin embargo, ha realizado una planificación territorial del conjunto de la nación basada en acuerdos de carácter voluntario, como sucede en el caso de Austria. Asimismo, hay algunos ejemplos de planificación territorial supranacional, siendo de destacar la Estrategia Territorial Europea, a pesar de que la Unión Europea también carece de competencias en ordenación del territorio. • Una estrategia territorial planetaria sería una culminación del proceso histórico que empezó por los planes urbanos, luego los supramunicipales, más adelante, algunos nacionales, y, en la actualidad, una ordenación territorial supranacional que abarca a buena parte del continente europeo y, cabe esperar que, en un futuro no muy lejano, fuese posible una estrategia territorial planetaria que, entre otras funciones, coordine los aspectos con incidencia espacial de los numerosos tratados e iniciativas mundiales ya existentes. Es lógico que el ámbito de la ordenación se amplíe a medida que las distancias se reduzcan -consideradas en tiempo- por la revolución técnica, y a medida que lo global cobre cada vez más importancia, influyendo en mayor grado en lo local. Todo ello sin dejar de tener en cuenta que los territorios de la Tierra son muy diversos y que, a pesar de la creciente mundialización, mantienen su propia personalidad, compatible y afortunadamente. Ya se han producido algunas iniciativas de las Naciones Unidas muy relevantes que apuntan en la dirección de una estrategia territorial planetaria, como son los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y el Programa 21, si bien, desde el punto de vista espacial resultan incompletas. Aunque no sean más que avances parciales, tienen una gran importancia, como muestra, por ejemplo, el que los ODM “han puesto el tema del desarrollo y la Página 822 de 826 lucha contra la pobreza en la agenda de un modo que, un decenio atrás, habría sido inimaginable” (PNUD, 2005, 1). • Hay instituciones con una gran influencia mundial que, prácticamente, siempre han funcionado por consenso. Este es el caso de la Organización Mundial del Comercio, que en la actualidad integra a 148 naciones que representan casi la totalidad del comercio mundial (OMC, 2003). A esta organización le sería posible adoptar decisiones mayoritarias, pero, esta opción nunca la ha utilizado2. Sus decisiones se adoptan por consenso y se ratifican por el parlamento de todos los estados miembros, aplicándose por igual, tanto a las naciones ricas como a las pobres. Lógicamente, este procedimiento de toma de decisiones no significa que todas ellas hayan sido acertadas, particularmente cuando se han opuesto los intereses comerciales a los medioambientales. • El Geoísmo se podría aplicar parcialmente, al igual que los numerosos tratados mundiales que ya han sido aprobados, muchos de ellos referentes a elementos de gran incidencia territorial, como los medioambientales. Se pueden plantear nuevos convenios de las Naciones Unidas, incluso más integrales que los actuales, por ejemplo, que vinculen la conservación de los bosques tropicales con ayudas para la promoción del crecimiento endógeno, o que fomenten redes policéntricas de ciudades razonablemente densas, con abundantes espacios verdes, estructuradas por el transporte público, y con un diseño que incorpore los últimos avances que sean económicamente viables en Urbanismo y Arquitectura sostenibles. Lógicamente, esta alternativa de aplicación parcial del Geoísmo incrementa la posibilidad de que sea una propuesta factible, próxima y cierta. • Aunque finalmente se tarde en conseguir algún tipo de consenso sobre una estrategia territorial mundial, el debate que se produzca ya será por sí mismo de gran utilidad. Tal vez se retrase el formalizarla en un documento legal, o, incluso, no se logre nunca, pero, el proceso de intentarlo y las reflexiones a las que dará lugar ya tendrán un enorme valor. Algunos documentos de programación y planificación territorial han logrado ejercer una gran y favorable influencia, incluso, sin llegar a estar aprobados. Simplemente el hecho de que el Geoísmo someta a debate ideas innovadoras, como la creación de una Organización de Estrategia Territorial Mundial, o el establecimiento de un 2 Su antecesor, el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, o GATT, sí tomó decisiones por mayoría, aunque en muy raras ocasiones. Página 823 de 826 Impuesto de Desarrollo Sostenible, ya representa una cierta mejora. Como afirma D. MEADOWS et al. (2004, 421) “sólo los innovadores –que perciben la necesidad de nuevas informaciones, nuevas reglas y nuevos objetivos, que hablan y escriben de ello y experimentan con estas innovaciones– pueden introducir los cambios que transforman los sistemas”. El Geoísmo se complementa con el Cosmoísmo, que permite contemplar la Tierra tanto en su pequeñez, dentro de la inmensidad del Espacio, como en su grandiosidad por su extraordinaria singularidad y enorme interés para nosotros, los humanos. Es una perspectiva que incita a un mejor aprovechamiento del Cosmos, multiplicando los beneficios de la exploración espacial, arreglando los problemas de la basura espacial, repartiendo equitativamente la utilización de la órbita geoestacionaria, desarrollando nuevas generaciones de satélites que permitan ofrecer información medioambiental global de gran utilidad, intentando evitar el uso militar del Espacio, estableciendo las reglas para la explotación racional de los recursos del Espacio extratelúrico, creando sistemas de control y salvaguarda contra la colisión de posibles grandes meteoritos contra la Tierra, etcétera. Muestra que no son tan inabarcables las extensas y amplias ideas que plantea el Geoísmo, porque queda de manifiesto que se aplican a un pequeño Planeta. En definitiva: son grandes ideas para un pequeño mundo. Tanto el Geoísmo como el Cosmoísmo son formulaciones teóricas, pero pragmáticas, que intentan tener un interés real y verdadero. Hay que recalcar –para evitar decaer en nuestros ánimos– en que no es presumible que ambas estrategias puedan tener repentino éxito, pero, que, por el contrario, en cualquier caso parece recomendable insistir en intentarlo, porque si se lograse, aunque únicamente fuese parcialmente, representaría un gran beneficio para la Humanidad. Con esta obra se pretende provocar una generalizada reflexión y meditación, esperando que se produzcan nuevas y buenas aportaciones a la materia desarrollada en ella. Cuanto antes lleguen estas contribuciones o aportes, mejor, por el conducto que sea, vengan de dónde vengan, para el mayor beneficio de la Sociedad Humana, que debe entrar en un nuevo período de regeneración integral total. Página 824 de 826 BIBLIOGRAFÍA: BANCO MUNDIAL (2005): Equidad y desarrollo. Informe sobre el desarrollo mundial 2006. Bogotá, Mundi Prensa, 250 pp. CAPEL, H. y URTEAGA, L. (1994): Las nuevas geografías. Barcelona, Salvat Editores, 64 pp. DURÁN, G. (2005): “Recursos naturales, medio ambiente y desarrollo sostenible”, en GARCÍA, J. M. y DURÁN, G. (coord.): Sistema Económico Mundial. Madrid, Thomson. MEADOWS, D.; RANDERS, J. y MEADOWS, D. (2004): Los límites del crecimiento 30 años después. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 516 pp. NALEBUFF, B. J. y BRANDENBUERGUER, A. M. (1997): Co-opetition. Londres, Harper Collins, 304 pp. OMC (Organización Mundial del Comercio) (2003): Entender la OMC. 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