La representación de la Primera Guerra Mundial en El Quinto Libro

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Universidad de Costa Rica
Quintas Jornadas de Investigación: “Bifurcaciones de la Comunicación Social”
ECCC
La representación de la Primera Guerra Mundial en
El Quinto Libro de las Crónicas, de Enrique Gómez Carrillo
Dorde Cuvardic1
Resumen:
En el presente artículo se analizan tres crónicas de guerra de El quinto libro de las
crónicas, del escritor guatemalteco Enrique Gómez Carrillo. Frente a las crónicas de
bulevar, hasta ahora no habían recibido atención crítica las dedicadas a la Primera
Guerra Mundial, reunidas en varias recopilaciones. Son crónicas de la retaguardia.
Como corresponsal de guerra, Gómez Carrillo se dedica a describir la destrucción
de las ciudades belgas y de sus monumentos medievales. Para conseguir este
objetivo, Gómez Carrillo utiliza términos pertenecientes al discurso religioso.
Además, resemantiza el topos simbolista de la ciudad muerta, muy popular en la
estética fin de siglo.
Palabras Clave
Modernismo latinoamericano, crónicas, corresponsal de guerra, Primera Guerra
Mundial, topos de la ciudad muerta, discurso religioso.
Abstract:
This article analyzes three war chronicles from El Quinto Libro de las Cronicas by
the Guatemalan writer Enrique Gómez Carrillo will be analized. Opposite to his
boulevar chronicles, up to now his First World War chronicles, gathered in several
compilations, had not received critical attention. As a war correspondent, Gómez
Carrillo describes the destruction of Belgian cities and their Medieval monuments in
various rearguard chronicles. In order to achieve his goal, he uses terminology from
the religious discourse. He also resemanticizes the dead city symbolist mole, very
popular in the turn of the century aesthetics.
Key Words
Latin American Modernism, chronicles, war correspondent, First World War, dead
city moles, religious discourse 1
Docente e investigador en la Escuela de Ciencias de la Comunicación, Colectiva, en la
Escuela de Filología, Lingüística y Literatura, en la Maestría en Artes y en el Doctorado en
Estudios de la Sociedad y la Cultura. Es especialista en análisis del discurso, cultura visual,
teoría literatura, literatura española y comparatismo interartístico, áreas en las que ha publicado
numerosos artículos.
Introducción
La asociación entre conflictos
bélicos y comunicación de masas
(escritura periodística, documental)
siempre ha sido muy estrecha y
muchas
veces
ha
arrojado
resultados
significativos.
En
particular,
a
partir
de
las
corresponsalías bélicas se han
escrito
excelentes
reportajes,
reportajes novelados y novelasreportaje.
Son conocidos, por ejemplo, los
reportajes periodísticos sobre las
grandes revoluciones del siglo XX.
En la representación de estos
últimos procesos sociales se
pueden mencionar los dos grandes
reportajes de John Reed (18871920), México insurgente, 1914, y
Diez días que estremecieron al
mundo, 1919, este último sobre la
Revolución de Octubre en Rusia. Y
en el marco de los conflictos
bélicos, se puede mencionar un
ejemplo más actual, Territorio
Comanche,
de
Arturo
Pérez
Reverte, 1994, novela reportaje
donde el autor ficcionaliza su trabajo
como corresponsal durante la
guerra de Bosnia-Herzegovina a
inicios de la década de 1990.
Cabe destacar también el trabajo de
los reporteros gráficos. Han sido
producidos
excelentes
documentales que indagan su
cotidianeidad. Un caso es, en este
sentido, el documental suizo
Fotógrafo de guerra (2002), de
Christian
Frei,
sobre
las
problemáticas éticas que debe
enfrenta James Nachtwey durante
su desempeño en diversas guerras.
Centroamérica
ha
producido
periodistas destacados por sus
corresponsalías en guerras externas
al istmo. Podemos mencionar, por
ejemplo, Vietnam: Crónicas de
guerra, del costarricense Joaquín
Gutiérrez Mangel, cuya compilación
se publicó en 1988. También es
relevante, más allá del lenguaje
periodístico, el aporte de la poesía
centroamericana
en
la
representación de conflictos bélicos
que tienen lugar en otras parte del
mundo. Sin ir más lejos, el poeta
nicaragüense Salomón de la Selva,
quien participó en el ejército inglés
en la Primera Guerra Mundial,
ofrece las reflexiones de la guerra
de las trincheras en su más
conocido poemario, El soldado
desconocido, publicado en México
en 1922 con portada de Diego
Rivera.
Destaca
también
el
periodista guatemalteco Enrique
Gómez Carrillo, quien cuenta con
diversas compilaciones de crónicas
periodísticas sobre la Gran Guerra:
Campos de batalla y Campos de
Ruinas, 1915, En el corazón de la
tragedia, 1916, Gesta de la Legión
extranjera. Los hispanoamericanos
en la Guerra, 1921, En las
trincheras, 1921, y El quinto libro de
las crónicas, 1922.
Esta última
compilación centrará el análisis del
presente artículo.
La
representación
periodística
centroamericana de la Primera
Guerra Mundial, específicamente en
la prensa de la región, ha sido
investigada por Patricia Vega. En el
artículo
¿Especulación
desinformativa? La Primera Guerra
Mundial en los periódicos de Costa
Rica y El Salvador (2007), a partir
de la publicación de más de 1.700
noticias
publicadas
en
el
costarricense La Información y el
Diario de El Salvador, destaca el
esfuerzo de ambas empresas por
ampliar el espectro de las fuentes
informativas sobre la Gran Guerra,
en un intento por evitar que las
agencias de prensa tradicionales
acaparasen el encuadre desde el
que se comprendía el conflicto.
Vega también destaca, en ambos
periódicos, el uso de procedimientos
discursivos
para
evaluar
positivamente a uno de los bandos
beligerantes, el aliado, por más que
comunicaran a sus lectores el
propósito
de
ser
neutrales.
Asimismo, en el artículo Primicias
de la Primera Guerra Mundial en la
prensa costarricense (1914) (2009),
Vega analiza las condiciones
productivas y las noticias que
aparecieron publicadas durante los
primeros seis meses de conflicto
bélico en dos de los diarios más
importantes de Costa Rica La
información y La prensa libre. La
prensa costarricense emprendió una
serie de innovaciones y cambios
tecnológicos para asumir la gran
cantidad de cables y de otras
fuentes informativas internacionales
que llegaban todos los días al país.
En términos de contenido, además
de cuidar la dimensión gráfica del
conflicto,
ambos
periódicos
asumieron
explícitamente
una
posición de respaldo al bando
aliado, visible en las modificaciones
a los cables recibidos y en el
contenido de las noticias.
Otra vía para investigar la
representación periodística de la
Primera Guerra Mundial es a través
de
las
corresponsalías.
Analizaremos,
como
ya
mencionamos
previamente,
diversas crónicas de guerra del
guatemalteco
Enrique
Gómez
Carrillo (1873-1927), sobre las que
la crítica no ha prestado atención
hasta el momento, frente a las
crónicas de bulevar, ampliamente
investigadas2. Desde el inicio de la
Primera
Guerra
Mundial
se
desempeñó como corresponsal del
diario bonaerense La Nación (para
el que también escribieron, en su
momento, Martí y Darío). Nuestro
principal objetivo es identificar los
principales
procedimientos
discursivos que utiliza Gómez
Carrillo para representar sus
observaciones sobre el conflicto y
sus
consecuencias.
Nos
ocuparemos de las siguientes
crónicas de El quinto libro de las
crónicas: Iprès la muerta, Noyon, En
una ciudad belga y La capital del
ejército inglés, que describen la
retaguardia del frente de batalla
aliado en Bélgica. Dos de las
preguntas
que
pretendemos
responder son: ¿Qué función se
otorga a sí mismo Gómez Carrillo
como corresponsal de Guerra?
¿Qué centra su interés descriptivo?
Cabe destacar que otros famosos
corresponsales de guerra se
ocuparon previamente del frente
belga en la Primera Guerra mundial.
Es el caso del periodista británico
Philipp Gibbs, que Gómez Carrillo
menciona en la crónica Iprès la
muerta3. Al entrar en el pueblo de
Poperinghe, recuerda el trabajo
periodístico de Gibbs: “¿Qué
miserias, qué angustias vamos a ver
ahí?... A mi mente acude la página
en que Philipp Gibbs refiere su
llegada a este mismo sitio, una
tarde de invierno, hace algo más de
un año.”4 El campo de batalla belga
2
Es el caso de Cuvardic García (en
prensa), Hajjaj (1994), Hambrook (1991) y
Morán (2006).
3
En este artículo hemos decidido utiliza el
nombre francés de la ciudad, Iprès, tal
como lo utiliza el propio Gómez Carrillo.
4
pp. 143-144. A partir de este momento,
toda referencia a El quinto libro de crónicas
corresponde a la siguiente edición: Enrique
fue un importante frente en las
primeras fases de la I Guerra
Mundial y, como tal, ocupaba el
centro de atracción de los medios
periodísticos occidentales.
La ciudad arrasada por los
bombardeos: resemantización del
tópico simbolista de la ciudad
muerta
La crónica con la que se abre el
volumen es Iprès, la muerta. La
ciudad del mismo nombre, entre
otros motivos, es conocida porque
en la guerra de trincheras que tuvo
lugar en sus alrededores los
alemanes usaron por primera vez
gas venenoso.
Tópico principal de la literatura
belga simbolista de fin de siglo es la
ciudad muerta (Brujas, la ciudad
muerta,
1892,
de
Georges
Rodenbach, o gran parte de la
producción
poética
de
Émile
Verhaeren)5. Gran conocedor de la
literatura simbolista, Gómez Carrillo
adopta el tópico de la ciudad muerta
y lo resignifica o resemantiza para
describir las ciudades destruidas por
el conflicto bélico. De hecho, Iprès
es una ciudad muerta por partida
doble: es una urbe en decadencia y,
además, es una ciudad destruida.
Iprès es una de aquellas vetustas
ciudades que tuvieron un pasado de
esplendor económico y artístico en
la Edad Media y que, en la
modernidad
industrial,
se
encuentran
en
una
larga
decadencia.
Las
ciudades
Gómez Carrillo. El quinto libro de las
crónicas. Madrid: Mundo Latino, 1922.
5
Para realizar un acercamiento al topos de
la ciudad muerta se pueden consultar las
siguientes fuentes: Friedman (1990),
Gleber (1995) y Lozano (1995).
prototípicas en la estética fin de
siglo son Brujas (Bélgica), Venecia
(Italia) y Toledo (España). Gómez
Carrillo dedica parte de su crónica a
describir la atmósfera de Iprès como
ciudad muerta antes de su
destrucción en la I Guerra Mundial:
“Iprès, como Toledo, era una
noble población que dormía un
sueño de glorias pasadas al
abrigo de todas las ambiciones
y de todas las convulsiones
del
tiempo…
Iprès
no
acariciaba
quiméricas
esperanzas de poderío ni
esplendor… Iprès era una
bella del bosque durmiente
que ningún príncipe debía
sacar jamás de su lecho de
piedra…Vestida de encajes
góticos
esperaba
sin
impaciencia el paso de los
siglos, sin más ilusiones que
las de agonizar lentamente,
tranquilamente, rodeada del
respeto de los hombres y del
amor de los poetas. Sus
campanas
mismas
tenían
voces apagadas que parecían
marcar horas ancianas y
celebrar
ceremonias
desvanecidas. Su atmósfera
gris, tibia, húmeda, sugería
ideas de pereza meditativa y
de dulce escepticismo. […]
esa misa humildad, ese mismo
alejamiento de las fiebres
modernas,
parecían
una
garantía para su larga vejez
tranquila…” (p. 139).
Iprès queda revestida de los
clásicos atributos de la ciudad
muerta simbolista: la ensoñación, el
sosiego, la placidez, el letargo, el
reposo, el largo declive económico,
la omnipresencia de un poder
eclesiástico, igualmente agónico, en
las innumerables iglesias y en el
contante
repique
de
las
campanas…
Gómez Carrillo describe un
caso de ironía situacional. Llega la
guerra para rematar –literalmente-
una
ciudad
moribunda
–
metafóricamentedesde
hace
siglos. Iprès es una ciudad muerta
en ruinas, como consecuencia de
los bombardeos: “en todas partes es
la misma desolación, la misma
tristeza,
el
mismo
silencio
sepulcral.” (125).
Utiliza, a veces resemantizándolos,
los procedimientos decadentistas y
simbolistas de la ciudad muerta al
servicio de la representación de la
ciudad destruida. Las campanas,
símbolo
supremo
del
adormecimiento de la ciudad muerta
simbolista, son resignificadas por
Gómez Carrillo, como corresponsal
de guerra, para convertirlas en el
único símbolo de vida, que por lo
demás sirve para destacar todavía
más la desolación de la urbe: “Hoy
es el rumor de una campana lo
único que anima el espacio, un
rumor grave y suave que se
extiende en el aire claro con una
serenidad religiosa. ¿De qué
campanario salvado por milagro
viene? ¿Qué mensaje lleva en sus
alas hacia las aldeas vecinas?”
(143).
Un tópico que no sólo se encuentra
en las crónicas de guerra de Gómez
Carrillo,
sino
que
también,
potencialmente, se puede encontrar
en otros cronistas que representan
conflictos bélicos, es el tradicional
del ubi sunt, donde se problematiza
la vanidad del ser humano ante el
carácter perecedero de la vida y de
los imperios. El ejemplo más
famoso que se encuentra en la
literatura española es el de las
Coplas a la muerte de su padre, de
Jorge Manrique:
“¿Qué se hizo el rey don
Juan?/ […] Las justas y los
torneos,/
paramentos,
bordaduras/ y cimeras/¿fueron
sino devaneos? […];/¿Qué se
hizo aquel trobar,/ las músicas
acordadas que tañían? […]
Las dádivas desmedidas,/ los
hedificios reales /llenos de oro/
[…]
¿dónde
iremos
a
buscallos?;/¿qué fueron sino
rocíos / de los prados?”
(Manrique, 2000: 226-230).
En la crónica de Gómez Carrillo,
más bien la pregunta que se plantea
es: ¿Qué se hicieron aquellos
espléndidos
edificios
medievales…?; ¿Cómo es posible
que la magnificencia de los edificios
civiles y religiosos de la Edad Media
flamenca se encuentre reducida a
cenizas?
Las ruinas de Iprès que destacan en
sus crónicas no pertenecen a la
arquitectura religiosa, sino a la civil.
De hecho, después de describir la
catedral de Iprès, Gómez Carrillo
declara: “Para mí, sin embargo, la
pérdida de tan bello templo, que en
otra parte me habría emocionado,
aquí apenas me interesa.” (130). Se
trata del Mercado de los Paños, una
de las joyas de la arquitectura civil
de la Baja Edad Media: “En Iprès,
en efecto, la verdadera catedral era
el Mercado de los Paños, una
catedral de creencias cívicas y
municipales, un santuario de la fe
laboriosa que logra sobreponerse a
las tiranías de los príncipes.” (130).
La ciudad de Noyon, a la que dedica
la crónica del mismo nombre, es
otra ciudad medieval destruida por
las bombas. Gómez Carrillo se
imagina su esplendor pretérito a
medida que se acerca a la ciudad:
“Y del fondo de mi memoria surge la
imagen de la belle ville endormie
dans son passé [es decir, ciudad
dormida en su pasado]” (231). Esta
es un procedimiento discursivo
típico en las corresponsalías de
guerra del autor guatemalteco: el
contraste o antítesis. A partir de la
desolación actual, se describe el
esplendor
pretérito.
Así,
un
procedimiento
es
resucitar,
mediante la imaginación, la imagen
pública de la ciudad, antes de su
destrucción. Gómez Carrillo también
recuerda su pasada visita a Iprès y
utiliza el presente histórico para que
la imagen de esta visita sea lo más
vívida posible en la mente del lector.
Después de describir las ruinas,
detalla la ciudad antes de los
bombardeos: “Con la imaginación
contemplo el venerable café de la
Buena Voluntad […] Veo también la
plaza del Museo”. (p. 126).
Cabe destacar que, en el marco de
esta recuperación imaginaria del
pasado, Gómez Carrillo ya utiliza el
cine, que apenas tenía veinte años
de existencia, como metáfora de los
recuerdos, consolidada un siglo
después bajo el enunciado de ‘veo
pasar la película de mi vida’. En el
caso del cronista guatemalteco,
declara
que,
“como
en
un
cinematógrafo, pasan por mi
memoria las fachadas ilustres de la
rue de Lille…”(p. 126). De hecho,
los dispositivos ópticos, surgidos en
los siglos XVII, XVIII y XIX
rápidamente quedaron incorporados
como metáforas de la visión (tanto
en el ámbito de las imágenes
empíricas como de las mentales) en
el discurso filosófico, literario y
científico...
El lector implícito previsto por
Gómez Carrillo, como enunciador,
es el de la prensa periódica. Aunque
trabajaba para La Nación de
Buenos Aires, sus crónicas eran
enviadas posteriormente a otros
periódicos, tanto latinoamericanos
como españoles, y leídas por sus
respectivos públicos. En ocasiones,
Gómez
Carrillo
menciona
explícitamente su lector previsto,
como en Iprès la muerta: “¡Ah! Ya
sé que las palabras, en época de
horrores, pierden, con la distancia,
todo su valor trágico... Pero figuraos
lo que sería para vosotros, que me
leéis en España, el bombardeo de
Toledo, un bombardeo que no
dejara piedra sobre piedra, y, sobre
todo, un bombardeo inútil, un
bombardeo sin la menor utilidad
nacional o militar” (138). En este
caso,
el
cronista
interpela
explícitamente al lector (utiliza dos
veces ‘figuraos’), específicamente al
español,
para
que
‘visualice’
mediante una imagen mental,
gracias al recurso descriptivo de la
hipotiposis (es decir, detallar lo
descrito para que el lector haga
presente lo ausente), la destrucción
en la que se encuentra Iprès. Para
ello, recurre, como punto de
comparación, a un hipotético
bombardeo sobre Toledo. De esta
manera, el lector hispanohablante
‘visualizará’ mejor, de acuerdo con
sus propios encuadres culturales,
las ruinas de la ciudad belga6.
Enrique Gómez Carrillo, en muchas
de sus crónicas urbanas, está
acompañado de un guía o cicerone.
También ocurre en su visita a las
ciudades destruidas de la Primera
Guerra Mundial, como es el caso de
Iprès: “El oficial que me acompaña
parece dar a la destrucción de la
catedral una importancia mayor que
a la de los demás edificios de la
ciudad.” (129); “Por las calles
desiertas vamos, sin rumbo fijo,
siguiendo las huellas del asesinato
de la ciudad. Hay una gran
monotonía en el espectáculo que
contemplamos.” (135).
También
ocurre en el caso de Noyon: “Ante
6
Ironías del destino, la propia ciudad de Toledo
sería bombardeada parcialmente décadas
después durante la Guerra Civil española.
los escombros, mi cicerone me hace
leer un cartel de la komandatur
pegado aún en una tabla” (en
cursiva en el original) (237). El
efecto de realidad ante los lectores
latinoamericanos queda reforzado
cuando menciona su condición de
testigo ocular, mientras que la
veracidad de sus observaciones
queda en mayor medida legitimada
cuando afirma estar acompañado
de un nativo que conoce el terreno y
le enseña los sitios más relevantes
(tanto los campos de pasadas
batallas como los monumentos
destruidos).
Por otra parte, está ampliamente
demostrado que, en los medios de
comunicación de los países aliados
y de los países que los apoyaron, la
representación del ejército alemán
se estructuraba a partir de su
demonización, donde destacaba,
sobre todo, su comportamiento cruel
con la población civil7. Lo mismo
ocurre en la crónica Noyon, donde
su cicerone le relata a Gómez
Carrillo las medidas adoptadas por
las autoridades alemanas al invadir
la región.
Los santuarios del arte en las
descripciones de las ciudades
destruidas por los bombardeos
Los escritores modernistas que
viajan
a
Europa
como
corresponsales (también es el caso
de Rubén Darío) encuadraron sus
itinerarios
desde
el
discurso
religioso. Consideraban su visita a
las ciudades del Viejo Continente
como una especie de peregrinación.
7
Como ejemplo, Vega (2007: 297) demuestra la
presencia de una actitud anti-alemana en la
prensa costarricense, muy dependiente de los
cables de la agencia Associated Press (AP).
Para ellos, visitar Europa suponía
peregrinar
a
los
santuarios
culturales
de
la
civilización
occidental. Recordemos, en esta
línea, Peregrinaciones, 1915, de
Rubén Darío.
Asimismo, cuando estos escritores
recorrían estas
ciudades como
corresponsales de guerra, seguían
utilizando este encuadre religioso.
Son diversos los casos en la crónica
Ipres, la muerta. Cuando Gómez
Carrillo es acompañado por un
cicerone al recorrer esta última
ciudad,
destruida
por
los
bombardeos alemanes, declara: “Mi
guía me señala de vez en cuando
un montón de escombros, murmura
un nombre y se detiene para
dejarme el tiempo de llorar las
reliquias destruidas.” (137). Varias
páginas antes ya había definido a
esta ciudad como “relicario de los
grandes siglos flamencos.” (126).
Cuando menciona las reliquias se
refiere, evidentemente, a los
monumentos históricos de la ciudad.
Al presenciar la destrucción del
Mercado de Paños de Iprès, joya de
la arquitectura gótica, es evocado
tal como lo pudo observar años
antes, en una anterior visita, “una de
aquellas mañanas primaverales en
que los romeros del arte veníamos a
contemplar sus cien ventanas…”
(127). El sintagma clave, en este
último caso, es el sintagma romero
del arte, función que Gómez Carrillo
se atribuye a sí mismo. El siguiente
extracto
también
encuadra
metafóricamente el discurso de la
cultura desde el religioso: “Es toda
la ciudad, es todo un relicario de la
Edad Media, es uno de los
santuarios históricos de Europa y
del mundo, lo que lloramos en estas
calles desiertas, en estas plazas
lúgubres,
ante
estos
muros
calcinados.” (138). Las metáforas
religiosas empleadas en esta
ocasión son relicario y santuario
histórico para designar la ciudad. Y
ante la destrucción de la ciudad de
Iprès,
no
puede
dejar
de
preguntarse: “¿Dónde encontrar, en
efecto, salmos bastantes para tanto
horror y tanta angustia?” (la cursiva
es añadida) (125). Además, llama a
su cicerone belga “mi compañero de
peregrinaciones”
(127).
Como
excepción, el uso del encuadre
religioso se relaciona en la crónica
En una ciudad belga con la
capacidad de lucha del pueblo
belga: “la sola idea de que nos
encontramos en Bélgica y que
pisamos al fin el suelo santificado
por el sacrificio de un pueblo mártir,
basta para inspirarnos meditaciones
dolorosas.” (141).
En la crónica Noyon también se
utiliza el encuadre religioso. Al
recordar su primera visita a esta
ciudad, hacía tres años, se
autodefine
como
peregrino
apasionado (231). También se
utiliza al describir un callejeo
(flanerie) por las calles de Noyon:
“Sin prisa, como romeros que saben
gozar del día, de la hora, vamos
hacia la catedral por las viejas calles
noyonesas y nos detenemos a cada
paso para admirar algún detalle
pintoresco.” (la cursiva es añadida)
(235). Como vemos, la metáfora de
la peregrinación sirve, ante el lector,
para manifestar la actitud del
enunciador, reverencial, llena de
dolor, ante la realidad representada.
Enrique Gómez Carrillo, como
peregrino del arte, desarrolla una
preocupación obsesiva hacia el
estado de conservación de los
monumentos, en ruinas o intactos,
como ocurre en la crónica Noyon:
“En el barrio por el cual penetramos
en la cuna de Calvino se ven,
realmente, algunas ruinas. Pero,
¿qué importancia tiene eso, puesto
que el viejo centro de la ciudad ha
guardado
sus
viejas
tapias
conventuales, sus viejas iglesias,
sus viejos hoteles abaciales, sus
viejos torreones tapizados de
hiedra?...” (233).
Los seres humanos, las víctimas
civiles o militares, obtienen mucha
menos importancia. Gómez Carrillo
estetiza el sufrimiento. También
ocurre al escuchar el Dies irae en el
interior de la Catedral de Noyon,
cuyas notas le despiertan una
imagen mental de horror y
destrucción, descrita desde el topos
de la Danza de la Muerte:
“Todos los cuadros trágicos
que antes hemos visto en
nuestras excursiones de estos
días,
todos
los
huertos
talados, todas las aldeas
convertidas en campos de
escombros,
todos
los
cementerios profanados, todo
lo que es el horror y las
miserias de la guerra, aparece
de pronto amontonado en una
panorama de sangre, de
lágrimas y de fuego ante mis
ojos alucinados.” (243).
Se procede a una transfiguración
estética climática de la destrucción
del mundo material, de los objetos
(aldeas, huertos, escombros de
edificios, cementerios), no del
sufrimiento humano. Es conocido el
aprecio que los modernistas (y
todos
los
epígonos
del
Romanticismo) tuvieron a la música:
el poder evocativo, la capacidad de
producir imágenes mentales, se
encuentra en la esfera del sonido,
de la música.
Por otra parte, y como nueva
demostración del desinterés de
Gómez Carrillo hacia el sufrimiento
de la población civil o de los
soldados, en la crónica En una
ciudad belga, se ocupa más bien del
regreso a la cotidianeidad de la
población civil. Es más, en
búsqueda
del
pintoresquismo,
queda seducido, ante todo, en
palabras del narrador, por las
cuidadas
viviendas
de
los
lugareños: “Pero lo que más nos
seduce y más despierta nuestra
curiosidad, ávida siempre de color
local, son las casitas burguesas”
(145).
Una de las escasas excepciones a
esta focalización se presenta en la
crónica Noyon: “Hay en los rostros
de los habitantes una expresión
extraña, que hace pensar en los
convalecientes, en los escapados
de presidio, en los náufragos que se
salvan. Hay alegría y espanto en
esos ojos.” (233). Pero incluso en
este caso, se procede a una
estetización del sufrimiento: el nivel
retórico (la comparación) predomina
sobre el nivel referencial.
Conclusiones
Los textos que se han analizado en
este artículo son crónicas de la
retaguardia. Su intención, en
principio,
es
describir
la
cotidianeidad de la retaguardia del
ejército aliado, el estado de ánimo
de las tropas y de la población civil,
la convivencia humana en una
situación de excepción como es una
guerra. Sin
embargo, estas
crónicas se convierten, finalmente,
en una elegía ante la destrucción de
las más ‘refinadas’ muestras del
Arte universal, tanto civil como
religioso.
El tono de las crónicas de guerra de
Gómez Carrillo analizadas es
meditativo, elegíaco, tono utilizado
cuando se pretende destacar la
pérdida de alguna entidad (persona,
país, etc). La elegía, más que
dirigirse a la vanidad de los
intereses humanos o a la fugacidad
de la vida humana (con la guerra
como contrapartida, que siembra
destrucción y muerte), se erige en
lamento ante la destrucción de los
monumentos históricos flamencos.
En el modernista Gómez Carrillo no
puede sorprender el uso del topos
de la ciudad muerta cuando
recordamos que precisamente en
las manifestaciones artísticas y
literarias belgas es donde se
desarrolla, con mayor ímpetu que
en otros países europeos, a finales
del siglo XIX y comienzos del XX,
esta estética mortuoria. En su afán
estilístico, que predomina sobre la
intención referencial, Gómez Carrillo
resemantiza este topos y lo pone al
servicio de los procedimientos
discursivos
utilizados
en
la
elaboración de una crónica de la
retaguardia.
Por último, como propuesta de
investigación para el futuro, se
recomienda incentivar el estudio de
las corresponsalías extranjeras de
los periodistas centroamericanos
tanto en las guerras de la región
como fuera del istmo.
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