La relación laboral

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UNIVERSIDAD DEL VALLE DE MEXICO
LEGISLACIÓN LABORAL
LA RELACIÓN LABORAL
CONSIDERACIONES GENERALES
Uno de los temas más bellos del Derecho del trabajo lo constituye el de la relación laboral. De
una parte se asocia a la problemática de la técnica jurídica, cuando se intenta encuadrar los
orígenes y las características de la relación de trabajo, en el lugar que pueda corresponderle en
la clasificación de las diferentes categorías jurídicas. De la otra se vincula a problemas sociales y
especialmente a nuestra experiencia constitucional, cuando se advierte que la relación de trabajo
nace sin estar vinculada a otras figuras análogas, particularmente del campo del Derecho civil,
con una virtualidad propia, desde el momento en que el constituyente de 1916-1917 otorga a los
derechos de los trabajadores el rango de norma suprema.
El problema de determinar cómo nace, se integra, se desarrolla y se extingue la relación laboral
es, por ello, un tema apasionante. Su estudio nos obligará a examinar, previamente, el concepto
mismo de relación jurídica, ya que toda relación laboral es, por fuerza, una relación jurídica.
Después analizaremos la tesis contractual, de limitada vigencia en la etapa actual de desarrollo,
asociándola a las explicaciones privatísticas que se han dado del contrato de trabajo. Enseguida
habremos de tocar el punto central: la teoría de la relación laboral que en Mario de la Cueva
encuentra su principal defensor y la que vincularemos a nuestras consideraciones anteriores a
propósito de la clasificación de los actos jurídicos en el Derecho del trabajo.
En una segunda parte de este desarrollo, que habrá de ser, por fuerza, esquemático,
intentaremos descubrir los elementos estructurales de la relación laboral para, a lo último, y
desde el punto de vista de una teoría general, exponer sus vicisitudes: suspensión, modificación,
terminación y rescisión.
EL CONCEPTO DE "RELACIÓN JURÍDICA"
"El elemento básico de todos los contenidos jurídicos no es el Derecho subjetivo, sino la relación
jurídica", ha dicho Demófilo de Buen. Compartimos su opinión porque es en la relación jurídica
donde se advierte lo dinámico del Derecho. El mundo de las normas es el mundo de lo abstracto.
El mundo de las relaciones representa lo concreto. Y si el Derecho existe en la medida en que
debe hacer posible la vida social: dinamismo puro, la mayor importancia de la relación sobre la
norma —y aún más allá de la norma, si ésta es injusta— será evidente.
A pesar de ello, el estudio de la relación jurídica no ha despertado demasiadas inquietudes saibó
en el terreno de la filosofía jurídica y suele ser dejado de lado cuando se trata de analizar las
disciplinas no especulativas.
Los antecedentes de la preocupación acerca de la relación jurídica cabría localizarlos en el
pensamiento de Aristóteles, según pone de relieve Juan Carlos Smith a quien seguimos.
"Cuando Aristóteles sentó la premisa especulativa de que el hombre es un ser sociable por
naturaleza, introdujo ya en el ámbito de las ciencias humanas, la idea de relación", nos dice
Smith. En Ulpiano se pone de manifiesto la misma preocupación en su definición de la justicia
como "constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho", destacando con ello "la
función relacional de la justicia (que) llevaba implícito el reconocimiento del poder que tenía un
individuo facultado para exigir al sujeto obligado el cumplimiento de su obligación". Estas ideas
se repiten en el concepto romano de obligación entendida "como vínculo jurídico que nos impone
la necesidad de pagar algo a otro, según el Derecho de nuestra ciudad", definición a la que ha
quedado acoplado el concepto de relación jurídica por mucho tiempo.
La Escolástica consideró también a la relación jurídica como un medio de promoción de la
igualdad a través de la justicia, para lograr lo que es debido como propio, según Tomás de
Aquino, concepción que los filósofos cristianos actuales han querido vincular al concepto de
derecho subjetivo.
En realidad corresponde a Savigny, en el Derecho moderno, exponer el concepto de relación
jurídica que ha tenido mayor arraigo aún cuando, desde nuestro particular punto de vista, haya
sido definitivamente superado. Para Savigny relación jurídica es "una vinculación entre dos o
más personas determinada por una norma jurídica" y al analizar sus elementos descubre en ella
"en primer lugar, una materia, es decir, aquella relación en sí misma; y en segundo lugar, la
determinación jurídica de esta materia. El primer elemento puede ser designado como el
elemento material de la relación jurídica; el segundo, como el elemento formal, es decir, aquello
por lo que la relación jurídica de hecho toma el carácter de forma jurídica".
La concepción de Savigny, suscrita por sus seguidores, entre ellos Puchta, Punstchart y Plosz,
ha sido recogida en el Derecho moderno, y ha determinado el arraigo de la tesis personalista que
ve en toda relación jurídica una relación entre personas que se desdobla en derechos y obligaciones. Las aportaciones de la Escuela de Marburgo, cuyos exponentes serían principalmente
Cohén y Stamler; el pensamiento de Del Vecchio y la teoría pura del derecho de Kelsen, además
de las importantes consideraciones sobre el mismo tema de Carlos Cossío y Eduardo García
Máynez no han alterado sustancialmente esas premisas, aún cuando, en otros aspectos, sus
concepciones sean diferentes.
Sin embargo, corrientes modernas del pensamiento jurídico a las que adherimos, han modificado
sustancialmente estas concepciones personalistas y por ende voluntaristas, salvo en Kelsen,
donde tienen un acento normativo, advirtiendo la necesidad de contemplar la relación jurídica en
forma separada del concepto de obligación.
De acuerdo con estas nuevas ideas, expuestas por De Buen en la obra citada, ni toda relación
jurídica implica dos sujetos y, por ende, derechos y obligaciones: crítica al pensamiento de
Savigny y de sus seguidores; ni toda norma jurídica es creadora de relaciones jurídicas: crítica al
pensamiento de Kelsen.
En realidad la relación jurídica se halla, pues, en forma hipotética en la norma... lo cual no quiere
decir que, de modo forzoso, haya de estar antes en la norma que en la vida. Hay relaciones
vitales que llevan dentro de sí mismas el germen de una norma todavía no declarada —dice De
Buen—, y que se extrae, en definitiva, de la realidad misma: rebus et factis. La propiedad, las
relaciones familiares, el vínculo obligatorio existieron antes de que ninguna norma las
estableciera. Aún en nuestros días se han dado hechos sociales —por ejemplo, los derivados de
las relaciones colectivas de trabajo— que han ejercido una eficacia normativa por razón de su
propia virtualidad.
A mi juicio —agrega De Buen—, toda relación prevista en una norma tiene, en cuanto se le
contempla desde ella, el carácter de una relación jurídica. Una relación no es jurídica por sí: lo es
por su aptitud para ser apreciada jurídicamente, es decir, en vista de una razón o fundamento de
Derecho; por ejemplo, de una norma. Basta, sin embargo, que la norma le dé esa significación,
aunque no una a ella deberes o derechos especiales. Cuando una norma dice que el comprador
debe el precio al vendedor, establece una relación jurídica (relación entre personas con derechos
y deberes); también al declarar que el propietario puede usar y disfrutar de las cosas de su
pertenencia (relación entre una persona y una cosa); la instituye asimismo si ordena una
conexión entre dos cosas o entre dos derechos (relación entre cosas).
Las consecuencias de lo expuesto son fundamentales. En el Derecho civil podemos encontrar
relaciones jurídicas que no se traducen, por sí mismas, en obligaciones y derechos, v. gr., las de
parentesco o de vecindad; relaciones jurídicas, entre una persona y una cosa, v. gr.: los derechos
reales y especialmente el de propiedad (olvidándonos de ese monstruo inútil del sujeto pasivo
universal) y relaciones jurídicas sólo entre cosas: servidumbres; derechos de propiedad
pertenecientes a un patrimonio sin sujeto (v. gr.: herencia yacente, ciertas formas de fideicomiso,
las fundaciones, etc.). En el Derecho laboral esta tesis encaja esencialmente y da un sólido
fundamento a la concepción de la empresa que expusimos en un capítulo anterior. Por otra parte,
y refiriéndonos especialmente a la relación individual, la concepción no voluntarista de la relación
nos permitirá apoyar, con más énfasis, la exclusión del contrato como presupuesto necesario
para el nacimiento de la relación de trabajo.
LA EXPLICACIÓN CONTRACTUAL CIVILISTA
La relevancia social que alcanzó la relación de trabajo como consecuencia del desarrollo
industrial y de la toma de conciencia del proletariado, que pusimos de relieve en nuestra síntesis
histórica, llevaron a los juristas a contemplar con inquietud esa relación que, desde el punto de
vista de las escasas normas que la regulaban, incluidas en los códigos civiles, eran consideradas
como formas especiales del arrendamiento de servicios. En realidad detrás de esa preocupación
sistemática, se escondía la tesis de que la relación de trabajo no tenía valor por sí misma y que
era necesario caracterizarla bajo cualquiera de las formas clásicas, norminadas, de los contratos
civiles. Se trataba, pues, de precisar su naturaleza jurídica, pero al hacerlo no se advertía que se
estaba en presencia de un fenómeno que requería de formas propias y no prestadas.
Correspondió a Mario de la Cueva el honor de haber sido quien, en 1938, puso de relieve la
necesidad de considerar a la relación laboral en sí misma, olvidándose de compararla con otras
relaciones. Como el propio de la Cueva señala, su tesis tenía precedentes en el pensamiento de
Georges Scelle y de Erich Monitor, si bien la exposición sistemática de la tesis habrá de ser
atribuida al maestro mexicano.
Pese a haber sido ya superadas las tesis que equiparaban el contrato de trabajo a un contrato
civil, su estudio resulta necesario para poder entender mejor la tesis de la relación de trabajo. Se
trata de cuatro teorías que intentan equiparar al contrato laboral con el arrendamiento, la
compra-venta, la sociedad y el mandato.
Teoría del arrendamiento. Tiene su origen en el Derecho romano. Fue recogida en el Código
Napoleón (arts. 1780 y 1781 relativos al "arrendamiento de domésticos y obreros") y expuesta
doctrinalmente por Planiol. Después de definir al "arrendamiento de trabajo" como un contrato
por virtud del cual una persona se compromete a trabajar durante un tiempo para otra, mediando
un proceso proporcional al tiempo, denominado salario", Planiol afirma: "Es frecuente perderse a
propósito del nombre que debe aplicarse a este contrato. Los economistas se conforman, casi
todos, con denominaciones inútiles o falsas, desde el punto de vista jurídico. Es así que están
acostumbrados a denominar al arrendamiento de trabajo "contrato de trabajo". Esta expresión
tiene, sin duda, una virtud escondida, ya que es de la que se sirven con mayor agrado en el
mundo parlamentario.en derecho, no tiene mayor razón de ser que la expresión simétrica
"contrato de cosa", si se refiere al arrendamiento de cosas. Pudiendo el trabajo ser objeto de
varios contratos (arrendamiento, empresa, sociedad, prestación gratuita), el mínimo sentido
común exigiría que se tomara la molestia de decir de cuál se habla. Sólo hay una expresión que
tenga valor científico: "es la de arrendamiento de trabajo".
Más adelante el propio Planiol precisa la razón de su punto de vista. Al referirse al problema de la
naturaleza jurídica argumenta que
Este contrato es positivamente de arrendamiento, como lo demuestra un análisis rápido. La cosa
alquilada es la fuerza de trabajo, que se encuentra en cada persona, y que puede ser utilizada
por otro, como la de una máquina o de un caballo. Esta fuerza puede ser alquilada, que es
precisamente lo que ocurre en este contrato en el cual la remuneración del trabajo por medio del
salario es proporcional al tiempo, como en el arrendamiento de cosas; la suma debida se obtiene
multiplicando la unidad de precio convenida por el número de días u horas que ha durado el
trabajo.
La crítica fundamental a esta tesis la hizo Lotear, aún cuando sólo desde el punto de vista del
contrato de arrendamiento, al sostener que el trabajo no puede separarse de quien lo presta,
mientras que en el arrendamiento, la cosa arrendada pasa a poder del arrendatario y, además "la
prestación del arrendador o vendedor es siempre una parte de su patrimonio, en tanto en el
contrato de trabajo no se promete sino fuerza personal, esto es, nada que pertenezca al
patrimonio". A su vez De la Cueva agrega que la energía de trabajo no está en el patrimonio de
las personas y, por lo tanto, no puede ser objeto del contrato. Por otra parte, es de la esencia del
contrato la obligación de devolver la cosa arrendada, y esto es imposible en el contrato de trabajo
ya que la energía se consume.
Teoría de la compra-venta. Se debe a Francesco Carnelutti, quien para establecerla comparó el
contrato de trabajo con el de ministración de energía eléctrica (Studi sulle Energie come Oggeto
di Energie Elettrica).
Para Carnelutti debe distinguirse la energía de su fuente. "El objeto del contrato no es la fuente
de energía, sino la energía misma, y ésta no puede ser objeto de arrendamiento, pues en el
contrato de arrendamiento debe devolverse la cosa recibida, lo que no puede ocurrir con la
energía eléctrica recibida. La energía eléctrica, en consecuencia, solamente puede ser objeto de
un contrato de compra-venta".
Para Carnelutti la analogía del contrato de ministración de energía eléctrica con el contrato de
trabajo, es evidente. Sin embargo, admite que hay, entre ellas, algunas diferencias:
La diversidad de campos, la antítesis entre las dos fuentes de energía, el hombre y las cosas,
ameritará, sin duda, una diferente disciplina, pero la diferencia entre las dos especies no puede
impedir, lógicamente, la comprobación de la unidad del género. Este será, pues, el punto de
llegada, solamente que la aproximación entre ellos invita a una conclusión audaz, a saber, que
también la energía humana, en cuanto es objeto de contrato, es una cosa. Para aceptar esta
consecuencia, no debe perderse de vista que la energía humana sólo puede ser objeto de
contrato en cuanto se objetiviza exteriorizándose al salir del cuerpo humano. Y no se diga que,
por su origen humano, no puede ser vista como una cosa, porque cosa son los cabellos que se
venden a un peluquero o los esqueletos que se colocan en un museo.
Para De la Cueva, la tesis de Carnelutti es el esfuerzo máximo y el mejor realizado por los
civilistas para reducir la relación de trabajo a una de las figuras tradicionales del Derecho civil.
Tiene, en cambio, el grave defecto de descansar en una concepción audaz: que la energía
humana es una cosa, susceptible de convertirse en el objeto de un contrato. Para De la Cueva
—y nosotros compartimos su preocupación—, ello significa la degradación del trabajo. Detrás de
esta crítica de De la Cueva está, sin duda, la razón de ser del vigente art. 3o.
Teoría del contrato de sociedad. Menciona De la Cueva a Chatelain (De la nature du Contrat
entre Ouvrier et Entrepreneur) y a Valverde (Derecho civil español), como los principales
expositores de esta tesis.
La teoría del contrato de sociedad parte de la tesis de que el contrato de trabajo existe,
fundamentalmente, en la gran industria y se refiere, por lo tanto, al trabajo en la empresa. En él
se produce la aportación común: por parte del patrón, consiste en el espíritu de iniciativa, el
conocimiento de la clientela, su talento organizador, su actividad intelectual y su capital; por parte
del trabajador, su fuerza, su habilidad profesional, su trabajo y su industria. Además ambos
participan en los resultados y éstos pueden quedar condicionados a las contingencias de la
empresa. Así el salario del trabajador sufrirá los impactos de una etapa de crisis o podrá,
eventualmente, recibir beneficios además de su salario.
Mario de la Cueva apunta, a propósito de esta tesis, las siguientes críticas:
a) Constituye, solamente, una explicación económica del fenómeno de la producción.
b) Entre el contrato de trabajo y el de sociedad, existen importantes diferencias: "en el primero
hay un cambio de prestaciones y un trabajo subordinado, en tanto en el segundo, hay un trabajo
en común".
c) El contrato de trabajo supone una relación de acreedor a deudor entre el patrono y los
trabajadores, mientras que en el contrato de sociedad, las relaciones existen entre la sociedad y
cada uno de sus socios.
A la tesis de Châtelain y Valverde son, además, aplicables las observaciones hechas a las otras
tesis.
Nosotros podríamos agregar una consideración complementaria: el acto constitutivo de la
sociedad tampoco es un contrato. Se trata, simplemente, de un acto colectivo.
Teoría del mandato. De la Cueva no precisa quienes la exponen. Simplemente refiere que se
encuentra hoy definitivamente descartada "toda vez que, a diferencia de lo que ocurría en Roma,
el mandato, dada la definición que del mismo proporciona el art. 2546 del Código civil, solamente
existe para la ejecución de actos jurídicos". Participamos, desde luego, de ese punto de vista.
EL CONTRATO DE TRABAJO COMO FIGURA AUTÓNOMA
Al exponer en el capítulo Vigésimo noveno lo que denominamos "El acto jurídico laboral"
señalamos que, eventualmente, la relación de trabajo puede derivar de un contrato e hicimos
referencia (ver núm. S-f) a las relaciones laborales de alto nivel. Es cierto que ello no implica que
le sean aplicables las reglas civiles de los contratos pero, en lo esencial, hay un acuerdo
espontáneo de voluntades, que persiguen fines distintos, adecuado a la ley y a las buenas
costumbres, generalmente consensual y excepcionalmente formal, para la creación y
transmisión inmediata diferida o condicionada, temporal y permanente, de derechos y
obligaciones de contenido patrimonial, tal como definimos al contrato en otro lugar. En todo caso,
la propia ley vigente admite que una relación de trabajo pueda tener un origen contractual
(artículo 20, segundo párrafo.
Es evidente que, en ese caso, debe de entenderse que la relación de trabajo que, de acuerdo con
Monitor es la prestación efectiva del trabajo, resulta una consecuencia del contrato y, por lo tanto,
puede diferenciarse de éste, ya que el contrato sólo será el acuerdo previo para la prestación de
un trabajo futuro.
En realidad la tesis de la relación de trabajo no debe entenderse como excluyente, por sí misma,
de la idea contractual. Significa, solamente, que la relación puede derivar de un acto jurídico
distinto pero no que no derive, en ningún caso, de un negocio jurídico.
LA TEORÍA DE LA RELACIÓN DE TRABAJO DE MARIO DE LA CUEVA
Parte esta tesis del supuesto de que, a la relación de trabajo no le resultan aplicables las tesis
civilistas del contrato ni aún la teoría de que puede derivar de un contrato sui-generis. Mario de la
Cueva, su principal exponente afirma que no puede nacer la relación laboral de un contrato
porque ello "estaría en contradicción insalvable con la idea del derecho del trabajo, que no
protege los acuerdos de voluntades sino el trabajo mismo, pues su misión... no es regular un
intercambio de prestaciones sino... asegurar la salud y la vida del hombre y proporcionar al
trabajador una existencia decorosa".
Con base en esos principios, De la Cueva describe a la relación de trabajo como la situación
jurídica objetiva que se crea entre un trabajador y un patrono por L¿ prestación de un trabajo
subordinado, cualquiera que sea el acto o la causa que le dio origen, en virtud del cual se aplica
al trabajador un estatuto objetiva, integrado por los principios, instituciones y normas de la
Declaración de derechos sociales, de la Ley del trabajo, de los convenios internacionales, de lo»
contratos colectivos y contratos-ley y de sus normas supletorias.
De la descripción anterior se derivan los siguientes puntos fundamentales:
a) El hecho constitutivo de la relación es la prestación de un trabajo subordinado.
b) La prestación de trabajo, por el hecho de su iniciación, se desprende del acto o causa que le
dio origen y provoca, por sí misma, la realización de los efectos que derivan de las normas de
trabajo, esto es, deviene una fuerza productora de beneficios para el trabajador;
c) La prestación del trabajo determina inevitablemente la aplicación del derecho del trabajo,
porque se trata de un estatuto imperativo cuya vigencia y efectividad no dependen de la voluntad
del trabajador y del patrono, sino, exclusivamente, de la prestación del trabajo;
d ) La prestación del trabajo crea una situación jurídica objetiva que no existe con anterioridad, a
la que se da el nombre de relación de trabajo...
e) La prestación del trabajo proviene inmediatamente de un acto de voluntad del trabajador, pero
los efectos que se producen provienen, fundamentalmente, de la ley y de los contratos
colectivos...
De la Cueva agrega a las anteriores, las siguientes consideraciones:
f) El acuerdo de voluntades no es un requisito inevitable para la formación de la relación;
g ) El acuerdo de voluntades no podrá ser rector de la vida de la relación, porque esa función la
cumplen "un estatuto, la Ley y los contratos colectivos, entre otros ordenamientos", lo que
significa que la relación adquiere una vida propia que se transforma por principios que le son
propios.
h) En los casos de los trabajadores de confianza, los domésticos y los de la pequeña industria,
suele darse un acuerdo previo, pero nada impide que posteriormente la relación modifique el
contenido de ese acuerdo originario.
i) No es cierto que para dar nacimiento a la relación de trabajo deba existir una voluntad
empresarial. Esta "es más aparente que real y... ahí donde los sindicatos obreros son fuertes y
aguerridos, no solamente no desempeña ningún papel, sino que la relación de trabajo se forma
en oposición a ella". Ello ocurre cuando está en vigor la cláusula de exclusión de ingreso a que se
refiere el art. 395 de la Ley.
j) Eventualmente y tal como se señala en la Exposición de Motivos de la Nueva Ley, la relación
laboral puede nacer de un contrato. "Pero el empleo del término contrato no ha de hacer pensar
en un retorno a la concepción contractualista del derecho civil, ni siquiera a una aceptación
parcial para el caso en que efectivamente exista el acuerdo previo... pues su única significación...
estriba en que el trabajador adquiere la obligación de poner su energía de trabajo a disposición
del patrono a partir de la fecha estipulada y en que el empresario obtiene el derecho de utilizarla
y asume la obligación de pagar el salario".
k ) El convenio celebrado, cualquiera que sea la naturaleza de la relación pactada, "no es óbice
para que el trabajador sostenga que la realidad de su prestación configura un trabajo
subordinado, por lo que, si originariamente se quiso, aceptando que hubo buena fe, formar una
prestación de servicios libres dependiente del Código civil, si la realidad es otra, debe ésta
imponerse, porque el derecho del trabajo... no protege los acuerdos de voluntades como tales,
sino la energía de trabajo del hombre".
I) El contrato es estático, mientras que "la teoría de la relación de trabajo crea una relación
jurídica dinámica". Esto se refleja en el derecho del trabajador a exigir que se modifiquen las
condiciones de trabajo, como lo señala el art. 57, "cuando el salario no sea remunerador o sea
excesiva la jornada de trabajo o concurran circunstancias económicas que las justifiquen".
OBSERVACIONES A LA TESIS DE MARIO DE LA CUEVA
La tesis de Mario de la Cueva nos parece aceptable en lo general, pero sin duda alguna se le
pueden hacer algunas observaciones que pondrán en evidencia, creemos, una contradicción
importante y algún error de apreciación derivado de una consideración equivocada a propósito
de lo que el maestro denomina "el contrato de derecho civil".
¿En qué estamos de acuerdo con la teoría de Mario de la Cueva? Desde luego en el hecho de
que pone de manifiesto que la relación de trabajo puede tener un origen no contractual y que, en
ocasiones, no existe, en rigor, una voluntad patronal para establecerla. Asimismo, en el hecho de
que la relación laboral se transforma por imperativo de la ley, de los contratos colectivos y de
otros ordenamientos y en su afirmación de que independientemente del nombre que se le haya
dado a un determinado convenio, si implica una relación subordinada de prestación de servicios,
en todo caso se tratará de una relación laboral.
Por el contrario es obviamente contradictoria su afirmación inicial en el sentido de que no puede
calificarse de contrato al acto generador de la relación laboral, con su admisión, vertida inclusive
en la ley (art. 20), de que algunas relaciones laborales pueden nacer de un contrato, v. gr.: las de
los altos empleados, los domésticos y los trabajadores en industria familiar. En nuestro concepto,
como ya lo hemos expuesto, la relación laboral sí puede nacer de un contrato. No debe olvidarse
que en el Derecho civil existen múltiples contratos que se estructuran, básicamente, sobre
obligaciones de hacer ( v . gr.: la prestación de servicios profesionales), sin que con ello se atente
"a la idea de la dignidad del trabajo humano" y al principio de que "únicamente las cosas que
están en el comercio pueden ser objeto de contratación".
Exagera sin duda alguna el maestro al afirmar que "solamente aquellos que o no se han dado
cuenta de la oposición, o desconocen la historia de las declaraciones de derechos sociales... o
añoran la subordinación del derecho del trabajo al civil, pueden sostener la compatibilidad entre
el trabajo del hombre y el derecho de las obligaciones y de los contratos". Nada hay en contra de
la dignidad humana cuando se pacta prestar un servicio a cambio de una remuneración. Es
indigno que el pago sea inferior a lo justo, o la jornada excesiva o que el esfuerzo que se requiera
sea superior a la capacidad de quien deba prestar el servicio. Pero convenir, en términos,
inclusive, del Derecho de las obligaciones, la prestación de un servicio personal, no es, por sí,
algo indebido.
Ello no significa, por supuesto, que seamos partidarios de que el Derecho del trabajo sea visto a
la imagen y semejanza del Derecho civil. Una cosa no lleva a la otra.
Algunas de las demás conclusiones del maestro nos parecen discutibles, o que, por lo menos,
merecen ser aclaradas. Vale la pena observar el mismo orden en que fueron expuestas, al hacer
los comentarios pertinentes.
a ) El hecho constitutivo de la relación de trabajo sí consiste en la prestación de un servicio
subordinado pero siempre, como antecedente, existirá un acto jurídico, entendido como
categoría genérica y con diferencias específicas ya anotadas (acto jurídico, acto jurídico en
sentido estricto, acto debido, acto necesario o negocio jurídico). Por otra parte, tal como lo
dispone la ley y De la Cueva admite, celebrado el pacto, y aún antes del nacimiento de la relación
laboral, el trabajador podrá ejercer las mismas acciones que pudieran derivar de un despido
injustificado, si el patrón se niega a proporcionarle trabajo.
b ) La relación de trabajo, pese a lo afirmado por De la Cueva, no nace siempre de un acto de
voluntad. Por regla general, nace de un estado de necesidad. Claro está que ello no atenta en
contra del art. 5o. constitucional que dispone que "a nadie se podrá obligar a prestar trabajos
personales sin su consentimiento", porque el estado de necesidad determinante del nacimiento
de la relación no puede confundirse con una obligación.
c ) No es exacto que los contratos civiles sean estáticos. El Código civil italiano de 1942, en sus
arts. 1467, 1468 y 1469 consagra la teoría de la imprevisión, en aplicación de la fórmula rebus sic
stantibus, lo que significa que, en los casos de excesiva onerosidad superveniente, se podrán
modificar las obligaciones en lo necesario, para mantener el equilibrio prudente.
En el CC vigente en el Distrito Federal el art. 2455, relativo al arrendamiento de fincas rústicas,
admite la rebaja de rentas en los casos en que sobrevenga una situación extraordinaria. El CC
del Estado de Jalisco, a su vez, en sus arts. 1771 y 1772 establece una fórmula parecida.
En realidad, admitiendo lo sustancial de la teoría de la relación de trabajo, nos parece que le falta
una explicación acerca de la naturaleza jurídica del acto antecedente y que, por otra parte, en el
afán del maestro De la Cueva de romper con todos los vínculos civilistas, llega a hacer
afirmaciones a propósito del Derecho civil, que no se ajustan a la verdad.
LO ESENCIAL DE LA RELACIÓN DE TRABAJO
La determinación de la esencia de la relación de trabajo constituye uno de los problemas básicos
de la disciplina. Debe entenderse, por supuesto, que sólo nos referimos a la relación que se
establece entre patrón y trabajador porque existen, junto a ella, otras relaciones laborales, v. gr.:
entre patrón y sindicatos, entre los miembros de un sindicato, entre sindicatos y, eventualmente,
entre los mismos patrones, que tienen un contenido esencial distinto.
A la doctrina le ha preocupado desde siempre este problema. En realidad, la adecuada fijación
de la esencia de la relación de trabajo, ha permitido eludir las fórmulas patronales de simulación,
ya que ciertos criterios restrictivos aceptados en otras épocas, apoyaban la intención patronal de
sustraerse a las mayores responsabilidades que en la prestación de servicios personales derivan
de las normas de trabajo.
En nuestro país el problema surgió a propósito de la letra del artículo 17 de la ley de 1931. Este
señalaba que "contrato individual de trabajo es aquel por virtud del cual una persona se obliga a
prestar a otra, bajo su dirección y dependencia, un servicio personal mediante una retribución
convenida". De una interpretación indebida de esa disposición resultó la idea de que sólo existía
contrato de trabajo cuando el trabajador "dependiera" económicamente del patrón, si además
estaba sometido a las instrucciones técnicas de éste.
La primera idea llevó a apoyar la tesis de que cuando un trabajador — empleamos la expresión
"trabajador" en el sentido profesional— prestara sus servicios a dos o más patrones, no podía
aceptarse que en alguno de los casos existiera relación laboral, por no haber una dependencia
económica exclusiva.
La segunda idea permitió sustentar la tesis, que hoy calificamos de peregrina, de que si los
conocimientos técnicos del supuesto trabajador eran superiores a los del patrón, ello excluía la
posibilidad de que hubiera "dirección" y por lo tanto, permitía negar la naturaleza laboral de la
relación.
A partir del año de 1944, la jurisprudencia mexicana, cambió, afortunadamente, de criterio. En la
ejecutoria de 20 de octubre de aquel año, dictada en el Amparo directo 1690/43/2o., Ignacio
Reynoso, la Corte sostuvo lo siguiente:
La disposición del art. 17, relativa a que para que exista relación de trabajo se necesita que el
trabajo sea prestado bajo la dirección y dependencia del patrono, no debe entenderse en el
sentido de que sólo tiene el carácter de trabajador quien dependía económicamente de la parte
patronal, pues si así fuera, bastaría con que un trabajador prestara servicios a dos personas
distintas para que no pudiera ejercitar ninguna acción de trabajo. La interpretación correcta del
mencionado art. 17 es la de que, para que haya contrato de trabajo, se necesita que quien presta
los servicios no lo haga con independencia absoluta y de acuerdo con su leal saber y entender,
sino por orden y bajo la dependencia de la parte patronal.
Sin embargo, no era suficiente con esa interpretación. El día 24 de noviembre del mismo año, en
el amparo directo 5527/44/1o., Antonio Góngora Pardenilla, la Corte empezó a utilizar el término
"subordinación" al precisar que "la ley no establece como uno de los requisitos esenciales del
contrato de trabajo, la dependencia económica, sino que se refiere a la dependencia,
subordinación, que en el caso sí la había".
A partir de entonces la "subordinación" fue contemplada como la cualidad esencial de la relación
de trabajo, de tal manera que en aquellos casos en que la prestación remunerada de un servicio
no implicara el poder de mando y el deber de obediencia, dentro de los trámites legales y contractuales, se podía considerar que no había relación laboral. Claro está que toda relación de servicio
personal hacía presumir, salvo prueba en contrario, la existencia del contrato de trabajo, según
se disponía en el art. 18 de la Ley de 1931, lo que imputaba al patrón la difícil carga de la prueba.
La Ley de 1970 vino a confirmar lo que ya había arraigado en la doctrina y en la jurisprudencia y
en el art. 20 destacó a la subordinación como nota esencial de la relación laboral.
La cuestión no ha quedado, a pesar de todo, resuelta de manera definitiva. Existen aún otras
relaciones, ajenas al Derecho laboral, en las que también se produce el fenómeno de la
subordinación. El artículo 2562 del CC establece que "el mandatario, en el desempeño de su
encargo, se sujetará a las instrucciones recibidas del mandante y en ningún caso podrá proceder
contra disposiciones expresas". Disposición semejante contiene el art. 286 del C de C, que
refiere al contrato de comisión mercantil. Esto lleva al problema de definir los llamados "casos de
frontera", en los que la determinación de la naturaleza laboral, civil o mercantil de la prestación
resulta terriblemente difícil.
En otro lugar hemos dicho, al tratar del fenómeno de la expansión del Derecho laboral que lo
importante es, de una vez por todas, reconocer que debe corresponder al Derecho laboral, en
forma exclusiva, la regulación de toda conducta humana que suponga una prestación de
servicios remunerada (La expansión del derecho laboral) e inclusive hablamos de la crisis de la
subordinación como elemento diferencial, pero creemos que aún está lejos de aceptarse ese
punto de vista que colocaría en la esfera de nuestra disciplina, a la prestación de servicios
profesionales.
Debe entenderse la subordinación en su auténtica dimensión. El poder de mando y el deber de
obediencia que la constituyen no operan de manera permanente e ilimitada. Existen sólo durante
el tiempo de duración de la relación laboral, se entiende, durante la jornada de trabajo y
exclusivamente respecto de lo que suele llamarse "el trabajo contratado". Así se concluye a
contrario sensu de lo dispuesto en el art. 47, fracción XI que al establecer las causas de rescisión
de la relación de trabajo, sin responsabilidad para el patrón, menciona la desobediencia del
trabajar "al patrón o a sus representantes, sin causa justificada, siempre que se trate de trabajo
contratado".
Se habla, ahora, de otro criterio de distinción al que nos referimos antes (Cap. XXV relativo a "los
sujetos de la relación laboral: los trabajadores", inciso núm. 155 "La condición social del
trabajador") y que se hace consistir en el criterio de pertenencia a la clase trabajadora. La idea
que De la Cueva califica de altamente sugestiva y teóricamente correcta, nos parece poco funcional y, además, peligrosa. La relación de trabajo quedaría sujeta a ciertas limitaciones que sólo
servirían para perjudicar y no para beneficiar a los trabajadores. Hay trabajadores, los llamados
en otras épocas "de cuello blanco", como los funcionarios de alto nivel; los artistas, toreros,
deportistas profesionales, pilotos aviadores, ciertos profesionales empleados en las empresas en
los que la condición económica puede ser muy favorable al grado de que, sin lugar a dudas,
pueda ubicárseles en la clase burguesa. Pero ello no puede ni debe excluirlos de la protección de
las leyes del trabajo.
La inquietud por la insuficiencia de la "subordinación" para identificar a la relación de trabajo ha
llevado a algunos autores a buscar otros criterios complementarios. Ramírez Gronda, v. gr.,
señala que también puede invocarse la nota de "continuidad", además de la de "profesionalidad".
Por el contrario desecha como dato complementario, el de la "exclusividad". Desde luego
rechazamos el criterio de "continuidad del vínculo" que para Ramírez Gronda "es la nota decisiva
que marca y señala el tránsito de la locación de servicios al contrato de trabajo y,
consecuentemente, se le debe incluir, necesariamente, cuando se estudia la tipicidad de esta
última", en virtud de que puede haber relaciones de trabajo, por obra determinada, en las que se
esfuma esa "continuidad".
Es interesante la versión de Manuel Alonso Olea para quien lo característico del contrato de
trabajo es la amenidad:
El ajeno adquirente debe ser extraño al trabajador; si es parte de su comunidad familiar, estamos
aún en el seno del trabajo por cuenta propia; ... Queda por decir que la expresión amenidad se
utiliza en sentido jurídico estricto próximo al de enajenación; si no se ha usado de éste es porque
enajenación refiere en Derecho a adquisiciones derivativas, y aquí nos hallamos ante
adquisiciones originarias..
El problema parece difícil resolverlo en una etapa de la evolución del Derecho del trabajo en que
aún escapan de sus normas ciertas relaciones de prestación de servicios. Nosotros
consideramos esta etapa como transitoria. Llegará el día, como ya lo anunciamos en otro ensayo
(La expansión del derecho laboral) en que el único dato importante lo constituya, precisamente,
la prestación personal de un servicio. Ésta será entonces, la nota característica de la relación
laboral.
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