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El largo brazo de Erdogan en Alemania
Crece el temor a que la influencia del presidente turco en la diáspora desestabilice el país germano
ENRIQUE MÜLLER
Berlín - 7 AGO 2016 - 19:37 CEST
Ciudadanos turcos, en una marcha pro-Erdogan en Colonia, el pasado 31 de julio. /HENNING KAISER (EFE)
Alemania, el país que abrió las puertas a casi un millón de ciudadanos turcos que
comenzaron a llegar al país, a partir de octubre de 1961, en calidad de
gastarbeiter (trabajadores huéspedes) y que hoy alberga a la mayor diáspora
turca en el mundo, pasó a convertirse, según la prensa oficialista turca, en uno de
los peores enemigos de Ankara, a causa de una decisión adoptada por el Tribunal
Constitucional alemán. La más alta instancia jurídica del país prohibió la difusión
de un mensaje en directo del presidente Recep Tayyip Erdogan a sus
compatriotas, que se reunieron el domingo pasado en Colonia para expresar su
condena al intento de golpe de Estado y su solidaridad al mandatario turco.
La prohibición llevó al ministro de Asuntos Exteriores turco,
Mevlut Cavusoglu, a llamar a consultas al encargado de
negocios alemán para expresarle el disgusto y la protesta
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Excesos de Erdogan
por la prohibición, que calificó como una “vergüenza para
Alemania” La prensa turca aliada del régimen, por su parte, recibió órdenes de
insultar a la canciller Angela Merkel a quien caricaturizó como una copia
femenina de Hitler y acusó a Alemania de ser el “peor enemigo” de Turquia.
Ante los ataques, el Gobierno alemán optó por la cautela, la canciller por el
silencio y el ministerio de Asuntos exteriores alemán por la diplomacia. Pero
nadie en el Ejecutivo alemán ha querido admitir públicamente una inquietud que
comenzó a surgir a partir de la asonada militar fallida contra Erdogan, a causa del
curso autoritario que ha tomado el gobierno turco y la poca disimulada influencia
que está ejerciendo entre la comunidad turca en Alemania, una diáspora de tres
millones de personas, la mitad de las cuales aún conserva su pasaporte turco y
puede participar en las elecciones de su país natal.
Líderes de la comunidad turca, expertos alemanes y algunos políticos de la
oposición han expresado un temor que está basado en una realidad que parecía
no existir. “No tenemos que permitir que el largo brazo de Erdogan influya en la
política interna de Alemania”, alertó el diputado de los Verdes, Çem Ozdemir, un
político que recibió amenazas de muerte después de votar a favor de una
resolución aprobada en el Bundestag casi por unanimidad y que reconoció como
“genocidio”, la masacre llevada a cabo por el ejército otomano contra la
población armenia a comienzos del siglo XX.
Las advertencias de Ozdemir, que también detenta el cargo de copresidente del
partido Los Verdes, no fueron gratuitas por una razón que parecía haber pasado
inadvertida en el país, pero que cobró una peligrosa vigencia después de la
asonada golpista en Turquía. A través de organizaciones políticas y religiosas
financiadas por el partido AKP y el Gobierno turco, el presidente Erdogan ha
comenzado a envenenar la convivencia entre la comunidad turca y, al mismo
tiempo, intenta ejercer una interesada influencia en la sociedad alemana.
Antes y después de la asonada golpista, algunas escuelas que patrocina en
Alemania el movimiento Hizmet fundado por Fethullah Gülen, han sido atacadas
y se han distribuido listas de restaurantes y locales de simpatizantes del clérigo,
a quien el régimen turco ha denunciado como responsable intelectual del intento
de golpe.
“Todas las personas que se expresan en forma crítica de lo que está pasando en
Turquía son acusados de traidores o enemigos del país”, dice Kazim Erdogan, un
conocido líder de la comunidad turca de Berlín y que fue condecorado por el
presidente de Alemania, Joachim Gauck, en premio a su trabajo de toda la vida
en la capital alemana: favorecer la integración de sus compatriotas. “La gente,
turcos y alemanes, tiene miedo y el presidente Erdogan tiene muchos medios y
simpatizantes en Alemania y con ellos puede desestabilizar a Alemania”.
El temor de Kazim Erdogan también es compartido por Susanne Schröter,
directora del Centro de Investigación de Islamismo Global de la Universidad de
Fráncfort. La investigadora dijo a El País que el presidente turco está intentando
influir políticamente en Alemania a través de dos organismos cercanos al
régimen, la organización Unión de Demócratas Turcos Europeos (UETB) y DETIB,
la mayor organización de mezquitas en Alemania y cuyos imanes son financiados
por el gobierno turco.
“Muchos ciudadanos turcos tienen miedo, porque el régimen de Erdogan califica
a toda la oposición a su gobierno como terroristas”, señala la investigadora. “Hay
muchas amenazas contra la oposición turca en Alemania y esto representa un
gran problema para la seguridad interna de Alemania. El presidente Erdogan está
ejerciendo una importante influencia política en Alemania y espero que nuestros
organismos de seguridad estén alertas y protejan a la gente que se siente
amenazada”.
El presidente de la Comunidad Turca de Alemania, Gökay Sofuoglu, añade otra
idea sobre la influencia del presidente Erdogan en Alemania. El líder de la
comunidad turca afirma que las relaciones germano-turcas atraviesan una
dinámica peligrosa y que el presidente Erdogan está chantajeando a Berlín a
causa del pacto de refugiados que negoció la Unión Europea con Ankara. “El éxito
de ese pacto depende de la buena voluntad del Gobierno turco y Erdogan está
utilizando esa situación a su favor y por eso también su influencia es tan grande”,
dice Sofuoglu.
Los intentos de chantaje del presidente turco han provocado un silencio de
cementerio en la cancillería alemana. Merkel no ha querido responder a los
ataques que ha recibido desde Turquía y tampoco ha reaccionado a los intentos
de Ankara de acabar con la convivencia pacífica que existía en la comunidad
turca.
“La canciller Merkel cometió un error al negociar el pacto de refugiados con
Turquía. Es cierto que la llegada de refugiados disminuyó drásticamente, pero
Merkel evita criticar en voz alta lo que está pasando en Turquía, porque se siente
dependiente de lo que pueda hacer el presidente Erdogan. Ella quedó atrapada
con ese pacto”, dice Sussane Schröter.
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