BIENAVENTURADOS Un día del siglo XXI estaba un “Hombre Bueno” analizando con sus admiradores los dispersos y variopintos resultados de una encuesta a los jóvenes a nivel nacional, cuando uno de ellos reparó que en ninguna pregunta se les interrogaba sobre su felicidad. - La felicidad de los jóvenes es relativa – agregó uno de los presentes- porque hoy día, no tienen modelos con quienes identificarse: viven “sin Norte”, como “ovejas sin pastor”. La mayoría de los padres de este siglo están demasiados ocupados trabajando ambos para que a sus familias no les falte de nada, y el poco tiempo que comparten con sus hijos no van a dedicarlo a corregir conductas: ¡Eso no mola! - Las instituciones religiosas – manifestó otro - están tan ocupadas en defender sus verdades, que han abierto un abismo entre lo que predican y lo que viven: ¡No convencen! - Si buscamos – se atrevió a decir otro - a un político verdaderamente entregado a la causa del pueblo, ¡lo llevamos crudo! - Y de la escuela, mejor no hablar –añadió otro -: ¡Convertida en guardería y criticada por todos! - Maestro - balbuceó tímidamente uno de los presentes - ¿Por qué no les explica a los jóvenes cómo conseguir la felicidad? Reticente, porque no le gusta hablar demasiado, dijo el “Hombre Bueno”: - La felicidad debe buscarla cada uno en su interior. Yo sólo puedo decir cómo la he encontrado y cómo la vivo - y siguió diciendo -: Bienaventurados sois, vosotros, jóvenes, porque tenéis las herramientas suficientes para ser felices y hacer felices a otros. Bienaventurados los que saben dialogar y escuchar a los demás. Bienaventurados los que asumen sus diferencias con los otros y ponen en sus vidas el RESPETO como norma básica. Bienaventurados los que llenan su corazón con actitudes comprensivas. Bienaventurados los que entienden el poder como servicio a sus semejantes. Bienaventurados los que comprenden que sus cualidades son dones de Dios y patrimonio de los demás. Bienaventurados los que siendo fuertes, están al lado de los débiles. Bienaventurados vosotros, que sois honrados en vuestro trabajo y os ganáis el pan de cada día con el esfuerzo diario. Bienaventurados los que tienen y comparten, y más bienaventurados lo que teniendo poco, comparten lo poco que tienen. Bienaventurados los que tienen actitudes solidarias con el triste, el desvalido, con el rechazado del grupo, con los que viven en soledad, con el marginado por cualquier causa. Bienaventurados los que aman y defienden la vida. Bienaventurados los que comprenden que la suerte de la naturaleza va íntimamente ligada al ser humano y mantienen actitudes cotidianas de respeto al medio ambiente. Bienaventurados los que aman la libertad y ponen como límite de su libertad, la libertad del que está a su lado. Bienaventurados los que ante las ofensas, anteponen el perdón, los que perdonan siempre, los que tienen un corazón inundado de perdón y misericordia. Bienaventurados los que luchan contra las injusticias y dedican sus vidas a que otros vivan con dignidad. Bienaventurados los que ante actos de violencia responden con el arma de la paz Bienaventurados, Dichosos, todos vosotros porque tenéis a vuestro lado personas que os quieren, os cuidan y os ayudan a crecer como personas humanas. Dichosos y Bienaventurados, todos vosotros porque Dios os ama y os ha elegido en esta tierra para que seáis sus manos, sus ojos, su corazón. Bienaventurados los que trabajan por construir aquí, en la tierra, un espacio de paz, dignidad, justicia, fraternidad y solidaridad y saben que de esta forma están adelantando el Reino de Dios. Cuando terminó de hablar, hubo comentarios para todos los gustos: -“¡cosa difícil!” – “¡vas contracorriente!”... Incluso alguno dio media vuelta y se alejó. El más joven de los presentes esbozó una leve sonrisa - ¿De que ríes?- preguntó el “Hombre Bueno” - Gracias, Maestro, porque, posiblemente, he encontrado el camino para ser feliz. José Plata Asensio Triana, marzo 2006