DE LA pEREsTROIkA A LA GLAsNOsT

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De la perestroika a la glasnost
Marcelo D. Pafundi
La nueva atmósfera se manifiesta más vívidamente, quizá, en la glasnost (transparencia informativa). Queremos más apertura en los asuntos públicos en cada esfera de la
vida. La gente debe saber qué es bueno y también qué es malo, para poder multiplicar lo
bueno y combatir lo malo. Así es como deben ser las cosas en el socialismo (…) La gente
cada vez se convence más de que la glasnost es una forma efectiva de control público
de las actividades de todos los cuerpos gubernamentales, sin excepción, una poderosa
palanca para corregir equivocaciones.
Mijaíl Gorbachov, 19871
I. Introducción
En 1986, la perestroika había iniciado el
rumbo de la modificación de los mecanismos
que regían el modelo de control burocrático y
centralizado de la economía, pero más tarde,
con la apertura propiciada por la glasnost, fue
haciéndose evidente que el gorvachovismo unía
decididamente en su contra a aquellos estamentos de la burocracia que controlaban los engranajes clave de la economía y del Estado, posición
desde la cual podían atenazar y frenar sin sobresaltos el proceso de reformas. Desde el principio,
fue evidente que solo la intelligentsia apoyó orgánicamente el cambio iniciado por Gorbachov.
Según Boris Kagarlitsky,
A finales de los años ochenta la intelligentsia dio un viraje tan rápido, de la oposición a
un entusiasta amor a los superiores, justamente porque, en realidad, el romance platónico
con los superiores nunca se detuvo. La intelligentsia durante muchos años le dijo al
poder: «Mírate, ¡cuán aborrecible eres!» Y de
pronto, en los años de la perestroika, el poder
se puso de acuerdo con ella. Mirándose en el
espejo de la glasnost, se aterrorizaba e invitaba
a la gente instruida a corregir su imagen.
A quién dirigirse era sabido de antemano:
montañas de publicaciones totalmente legales
y toneladas de «notas cerradas» no fueron en
vano para sus autores. El amor a sus superiores bajo Gorbachov, rápidamente se trasladó a
Yeltsin.2
Comencemos por señalar, que la glasnost,
promisoria apertura de la información, fue
acompañada de un paulatino relajamiento de
los controles represivos que condujo a un rápido
desgaste de la autoridad del Partido, y a un
proceso de disolución de sus estructuras ideológicas y territoriales. Esto ocurrió a contramarcha de las expectativas de los mandos soviéticos, que habían concebido a la glasnost como un
elemento esencial en la «democratización» de
los aspectos más oprobiosos del régimen buro-
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crático estalinista. Inexorablemente, la glasnost
se convirtió en un factor desbordante que vapulearía implacablemente la visión deformada
de la realidad, 3 aquella que el Partido, desde los
tiempos de Brezhnev, había sintetizado en la
fórmula «socialismo realmente existente».
Pero el sentido prospectivo y renovador de
la glasnost, se había conjeturado en estas esperanzadas palabras de Gorbachov,
Nuestra sociedad socialista, que resueltamente se ha embarcado en la ruta de la renovación democrática, tiene un interés vital
en la activa participación de cada ciudadano
-cada obrero, cada agricultor, cada científico
y cada profesional- tanto en la discusión de
nuestros planes, como en su ejecución. Y los
medios de comunicación representan y siguen
representando un tremendo papel en esto. Por
supuesto, no son el único medio para expresar
la voluntad del pueblo, para reflejar sus puntos
de vista y disposición. Pero son la más representativa y masiva tribuna de la glasnost.4
Como estudiaremos en esta ponencia,
hacia finales de la década de 1980 las líneas de
fractura del sistema comunista5 estaban bien
definidas. En primer lugar, el régimen soviético
no soportaba la transparencia. En efecto, favorecida por la intelligentsia progresista, la glasnost
desencadenó la ebullición de los medios de comunicación, publicaciones, debates escritos y
televisados, poniendo en tela de juicio la verdad
ideológica avalada por el Partido y protegida por
los organismos de seguridad. En segundo lugar,
las esperanzas de iniciar la «democratización» de
las estructuras políticas del régimen comunista,
esgrimida por el proyecto gorbachoviano de una
«democracia parlamentaria y multipartidaria
basada en el estado de derecho»,6 se transformó
en el puntapié inicial de un proceso catastrófico
de licuación del poder del Partido Comunista,
que acabaría con el régimen de Partido único y
con la mismísima Unión Soviética.
II. Las fuerzas sociales y las
reformas
Los años 1988-1990, se preveían como
decisivos para la transformación del viejo
mecanismo económico.7 Sin embargo, a tres
años del lanzamiento formal de la perestroika, la
persistencia de las viejas prácticas en la gestión
económica habían hecho casi nulas las aspiraciones de los reformistas de palpar cambios reales
en el funcionamiento global de la economía. Por
ejemplo, el encargo estatal (que debía limitar
ostensiblemente los requerimientos del Estado
hacia las empresas), siguió transcurriendo en la
práctica (en la asignación de metas y recursos) de
arriba hacia abajo, es decir, desde las directivas
centrales del partido a los ministerios y de estos
a las unidades de producción, eliminando, como
era la norma, la iniciativa de las unidades fabriles.8
El principio de que las empresas rentables no
sostendrían con sus recursos a las deficitarias
cayó rápidamente en saco roto, cuando muchos
ministerios de la producción siguieron trasvasando beneficios desde las unidades eficientes a
las no rentables.9 La instauración de un sistema
de dirección basado en métodos económicos
modernos no había logrado implantarse todavía
a esa altura, y continuaba rigiendo el viejo sistema
de dirección administrativa. ¿Qué era lo que
había paralizado el cambio? Como lo evaluaron
algunos autores soviéticos en su momento, no
puede atribuírsele a toda la burocracia política y
administrativa el rol de adversaria monolítica de
la reforma,10 y es por tanto más lógico proponer
un corte sociológico no tan vertical, sino más
bien horizontal, de partidarios y adversarios de
las reformas de mercado en todos los estratos
sociales y ocupacionales de la sociedad. Pero
sin dudas, fue una vez más en los niveles de la
díscola y poderosa burocracia administrativa del
Estado, que doblegaba en los hechos a la burocracia del Partido,11 donde se hallaba una fuerza
social eficacísima para hacer nulos los esfuerzos
de cualquier cambio que osase enfrentar los
intereses de esa capa, y producir transformaciones de envergadura dentro del sistema. Comenta
al respecto la socióloga Tatiana Vorozheikina
que
…el cálculo económico (en las economías
de mercado)12 presupone, en fin de cuentas, la
plena responsabilidad de la empresa por todo
el proceso de su funcionamiento y el resultado
final. Esto hace innecesarios muchos eslabones
no solo de la dirección económica (ministerios,
etc.), sino también de la dirección político-administrativa, porque gran parte de esta última
se ha concentrado en las tareas de gestión
puramente económicas.13
De la perestroika a la glasnost
Como señalaba David Mandel, de ensamblarse coherentemente la reforma, esta también
afectaría a los nutridos niveles inferiores de la
burocracia política y administrativa, claves en
la articulación del sistema económico en los
niveles locales y regionales,
de mayor significación política es la previsible pérdida por parte del aparato del partido…
en los niveles medios: secretarios de comités de
república, de región o de ciudad y su personal
adscrito de lo que ha sido durante casi sesenta
años su principal función en el ámbito de la
coordinación, la supervisión, el impulso y la
organización económica territorial.14
Otro aspecto amenazante de las reformas
impulsadas por Gorbachov, recaía en la posibilidad de que los trabajadores eligieran democráticamente la conducción de su empresa,
con la reforma, los apparatchiky del partido
y los administradores de alto nivel están en
puertas de perder al menos una gran parte de
su poder de designar gerentes y directores de
empresas.15
Quedaba en claro que para los encumbrados
capitostes del Partido, y la burocracia estatal,
resignar esta facultad de nombramiento o nomenklatura,16 significaba ceder el tradicional
mecanismo en la selección de cuadros políticos
y administrativos, que pasarían a formar parte
de una intrincada red clientelar y que constituían la base de acumulación de poder y privilegios. Era comprensible, además, que la burocracia de un Estado-partido que copta y unifica
en los organismos estatales todas las funciones
económicas, administrativas y políticas existentes, se rehusara a sustituir el nombramiento
«desde arriba» por la elección «desde abajo», ya
que esto, en última instancia, pondría en juego
su reproducción como estrato social privilegiado. Esto detallaba, en principio, las contradicciones sobre las que cabalgaba el proyecto de los
reformistas. Precisamente, un analista clave de
la experiencia reformista húngara, atinaba a
descubrir el «huevo de la serpiente»:
La reforma es un movimiento desde
«arriba», un cambio voluntario de comportamiento por parte de los controladores y no
un levantamiento desde «abajo», por parte de
quienes son controlados. Existe por tanto, una
tenaz contradicción interna en todo el proceso
de reforma: ¿Cómo esperar la participación
activa precisamente de aquellas personas que
perderán parte de su poder caso de que el
proceso tenga éxito?17
La actitud de la burocracia, en todo este
proceso, no difería de las prácticas y estrategias sutiles con que había resistido y bloqueado
en el pasado, otros intentos de «saneamiento»
o «autorreforma» del sistema soviético. Como
ilustraba en este sentido la socióloga Vorozheikina, estos sectores
…sin oponer resistencia abierta a la reforma
económica, tratan de castrarla o de «ahogarla
en abrazos.
Y añadía,
A principios de 1988 se puso de manifiesto
que sin tocar los cimientos del poder político,
el sistema burocrático-administrativo resiste
con éxito, digiriendo algunos elementos de la
reforma económica y rechazando otros, los
que no puede digerir.18
Este curso perverso y desgastante de obstrucción a las reformas, que con mayores o menores
cambios, siempre revalidaban el statu quo
dominante en la URSS, traslucían las prácticas
y vicios más paralizantes arraigados dentro del
sistema y un lastre significativo para el futuro:
sin innovaciones económicas y políticas estructurales, no habría posibilidades de descentralización, de autogestión, y lo más crucial, en definitiva, de democratización de la vida soviética.
¿Pero cómo sería posible sortear el obstáculo
representado por las estructuras político-administrativas petrificadas y con intereses contrarios a los de la perestroika? Como veremos
más adelante, 1988 fue un año decisivo en el
proceso que describimos, ya que por primera
vez Gorbachov vincularía intrínsecamente la
transformación económica con la necesidad
de una reforma política, alimentada por un
objetivo específico: vencer la propia inercia del
sistema, la cual, tenazmente, había detenido los
proyectos de reestructuración más radicales,
lo que hacía indispensable el acompañamiento
activo de la sociedad. Según David Mandel, en
aquel momento,
Al vincular íntimamente reforma económica
y democratización, Gorbachov parece haber
concluido que si su régimen continúa apoyán-
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dose en la burocracia como base principal del
poder, la reforma está condenada. La transformación de la base social del Estado es el único
sentido genuino de la democratización.19
Hacia 1988, el mensaje principal de
Gorbachov está orientado esencialmente a que
las masas deben tomar los destinos de la perestroika en sus propias manos, que solo su participación hará del proceso algo irreversible. En esa
coyuntura Gorbachov afirmaba lo siguiente:
Una de las principales metas políticas del
esfuerzo de reestructuración, sino la más importante, es despertar y afianzar en el pueblo
soviético un sentido de responsabilidad por el
destino del país.20
78
Todo parece indicar que por ese entonces,
Gorbachov decidió apostar al surgimiento
de mecanismos de participación y de democratización, cuyos aspectos parciales fueron
plasmados en la reforma política de 1988,
a partir de la cual se creaba el Congreso de
Diputados Populares de la URSS, cuyos nuevos
miembros serían elegidos mediante elecciones abiertas. Esta reforma política involucraba
vencer la inercia cultural de décadas, arraigada
en la conducta cotidiana y en el modus vivendi
de amplios sectores de la sociedad soviética; en
pocas palabras, la reforma implicaba poner en
movimiento a una sociedad despolitizada y desmovilizada, que desde hacía tiempo había sido
acostumbrada por los gobernantes a no tener
la más ínfima participación en la toma de decisiones políticas. Por supuesto que la marcada
apatía y sensación de amenaza experimentados
por los trabajadores y los encumbrados estratos
de la burocracia administrativa, frente al cambio
social y político, eran comprensibles en tanto
que la psicología de la autogestión, de la democracia pluripartidista y del mercado, eran absolutamente incompatibles con la psicología del
hombre tornillo21 de Stalin, que habían patrocinado el conservadurismo y el funcionalismo
social más abyecto. Mientras que desde la época
de Stalin, se había puesto el acento principal en
la «sabiduría» de los de arriba 22 , las reformas
hacían hincapié en la participación activa y
decisiva de los de abajo, de sus intereses, experiencias e ideas. Gorbachov insistía en que una
sociedad dónde las masas son apartadas de la
participación directa y activa, y de la discusión
y la solución de los problemas vitales, no era
una sociedad socialista.
De todos modos, pese a sus loables intenciones, la reestructuración y la democratización
propuestas por Gorbachov, se topaban, como ya
expresamos, con la desconfianza de los trabajadores y de otras capas sociales activas, desconfianza, no sin razón, azuzada por ciertos clichés
de la ideología capitalista que parecían desprenderse de las argumentaciones retóricas de
Gorbachov, e insinuaban poner en tela de juicio
las garantías sociales que ofrecía el viejo sistema.
En efecto, como argumenta David Mandel,
Los directores de las empresas, sometidos a
la presión de las fuerzas del mercado, se verían
motivados a producir más eficientemente. Un
medio fundamental para alcanzar este fin sería
economizar costes laborales.23
Dicho crudamente, por primera vez en la
sociedad soviética, aparecía inadvertida, pero
concretamente bosquejada como una consecuencia posible de las reformas, la problemática del desempleo. Sin dudas, detrás de la
campaña oficial a favor de una más elevada
eficiencia, de la automatización y de una más
elevada productividad, subyacía la amenaza,
según podían interpretar los trabajadores24, de
lo que era una realidad concreta del sistema capitalista: la competencia por los empleos y la
creación de un excedente de fuerza de trabajo.
De tal modo, uno de los más difíciles obstáculos ideológicos a los que debía confrontar la
administración de Gorbachov, ya no solo para
competir económicamente con Occidente, sino
para salvar el sistema, se reducía a la siguiente
pregunta: ¿cómo conciliar el requerimiento de
mayor eficiencia productiva, sin tocar el millonario ejército de burócratas y trabajadores improductivos, y sin sacrificar un valor socialista
como el derecho al trabajo y el pleno empleo?25
Simplemente citaré de pasada lo que algunos
observadores internacionales señalaron como
el factor crucial del cual dependía el «éxito» de
la reestructuración económica. El informe en
aquel entonces de Wilson y Bachkatov, corresponsales de la prensa occidental en Moscú, es
por demás elocuente. Comentaban estos observadores que
De la perestroika a la glasnost
El economista Abel Aganbegyan calcula
que no habrá problema de exceso de fuerza de
trabajo antes de 1992. Pero otros economistas
soviéticos piensan que el enfoque de Aganbegyan respecto a los enormes problemas del
país es excesivamente gradual, y que, a menos
que Gorbachov asuma atribuciones adicionales para acelerar el proceso a costa de algunos
«valores socialistas», la perestroika entera se
detendrá.26
Pues bien, ¿cuál era la magnitud del ajuste
o la reducción que se estimaba necesaria con
respecto a la fuerza de trabajo improductiva,
para que la URSS se pusiera «a tono» con los
estándares de competitividad internacionales?:
En 1986 el profesor Vladimir Kostakov (…)
calculó que el incremento de la productividad
de la fuerza de trabajo exigiría reducir en un
13-15 por ciento el número de operarios en
la industria, es decir, una disminución de 15
millones. El cambio comenzaría a sentirse en el
duodécimo período quinquenal de 1991-1996
y afectaría principalmente a las mujeres.27
Como se advertirá, la cuestión de qué hacer
con el destino laboral de millones de trabajadores, si se quería pasar a un sistema más eficiente
y competitivo en la producción, era crucial y
definitivo, y requeriría de soluciones audaces,
y al límite de la flexibilidad ideológica de los
postulados de la política soviética. Pero como
era de suponerse, sería francamente difícil
que los economistas de la reforma, aceptasen
el paro moderado, siquiera como una herramienta necesaria y hasta forzosa en el proceso
urgente y dramático de reestructuración, lo que
sin dudas motivaba la pregunta, de si existía a
esas alturas alguna salida tangible para la crisis
del sistema, que no fuera abrazar el capitalismo a secas. Como apuntamos, los reformistas
rechazaron el paro por razones evidentemente de carácter social, e ideológico, y porque no
aseguraba según su punto de vista, la resolución
de fondo de los problemas macroeconómicos.28
Sin dudas, el problema de base de las reformas,
era introducir en el debate sobre las posibles soluciones a la crisis, un rasgo cíclico y constante
de otro sistema socioeconómico, como era el
paro forzoso en las economías de mercado, difícilmente aceptable en ese contexto, por lo
menos para una parte sustantiva de las figuras
dominantes dentro del Partido.
Ahora bien, si como hemos observado, desde
estándares de productividad occidentales la posibilidad de un final feliz para las reformas económicas, comprendía abandonar ciertos principios socialistas, tales como el pleno empleo;
vale preguntarnos entonces, a la inversa de la
conjetura anterior -la desconfianza de los trabajadores ante la insinuación de reformas procapitalistas-, ¿por qué, si al menos las reformas
oficiales seguían como antaño, demonizando
ideológicamente el desempleo, estas no concitaron un apoyo más decidido entre los trabajadores? Una respuesta plausible, es que
la apatía a los cambios, no provino solo de la
oposición consciente (aunque también pasiva)
de los obreros, temiendo la aplicación de nuevas
reglas de producción que pretendían instaurarse autoritariamente «desde arriba», sino que
el marco de referencia al freno de las reformas
gorvachovianas era más amplio y descubría,
de acuerdo a ciertos especialistas soviéticos, la
presencia de una «cultura del estancamiento»
arraigada en pautas culturales, que estos caracterizaron como «parasitismo» y «conservadurismo social». Como indica la socióloga Vorozheikina,
El sistema autoritario creó parásitos sociales
en todas las capas de la sociedad soviéticaentre la clase obrera (especialmente entre
los obreros de calificación baja o empleados
en el sistema del servicio privilegiado); entre
el campesinado, los intelectuales y profesionales- todos los cuales se acostumbraron
a cobrar salario nada más por cumplir su
horario de trabajo, sin hacer ningún esfuerzo
y, a menudo, causando un daño explícito a la
economía social.29
Otras actitudes, expresaban el conformismo
con un sistema que garantizaba ciertos derechos
sociales:
Hay que reconocer que cantidades considerables de gente que se sentían socialmente
protegidas (aunque a nivel y calidad muy bajos)
por el sistema anterior están bien contentas
y no necesitan ninguna democracia, porque
la democracia significa no solo derecho de
decidir sino también la responsabilidad propia
de su bienestar. 30
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Tal como señala Vorozheikina, dicho conformismo generaba una alianza promiscua,
pero «natural» y recíproca, entre la burocracia y
las capas bajas de la sociedad soviética, con significativas desigualdades en sus estilos y niveles
de vida. Así,
la burocracia tiene también su contraparte
y aliados en los niveles bajos y medios de la
sociedad.31
80
Indiscutiblemente, la historia de las reformas
de Gorbachov, es que las mismas nunca llegaron
a contar con el suficiente respaldo social como
para transformar decisivamente los aspectos
más anquilosados del régimen soviético. Sin
un apoyo significativo entre los obreros, ni en
sectores importantes de la burocracia, solo la
intelligentsia fue la base socialmente acotada
que acompañó el intento de cambio. Pero dentro
de un sistema, como decía David Mandel, que
traccionaba por la inercia de las decisiones de
millones de funcionarios burocráticos:
La intelligentsia en solitario tiene, sin duda,
todas las de perder frente a la burocracia.32
III. Los cambios políticos y los
esbozos de la transición
En vistas a las circunstancias descritas, la
XIXª Conferencia Extraordinaria del PCUS en
1988 intentará introducir algunas reformas en el
sistema político, y resolver la crisis de legitimidad del sistema, ampliando las bases de sustentación del poder de Gorbachov y de sus reformas.
Es a partir de esta reforma política (ciertamente
limitada y tibia en sus comienzos) que surgirá el
Congreso de Diputados Populares de la Unión
Soviética, cuyos miembros fueron elegidos
por primera vez el 26 de marzo de 1989.33 Se
coincide por lo general, con que es a partir de
esta transformación dónde empieza a gestarse
una situación política e ideológicamente nueva,
todo ello al compás de la profundización de la
crisis económica. La polarización en torno a dos
proyectos bien definidos, data de este momento.
Una parte de las fuerzas políticas se irá abroquelando tras el liderazgo de Boris Yeltsin,
Este bloque se va dotando de una orientación favorable al multipartidismo, la confederación de las repúblicas integrantes de la URSS
y el rápido tránsito hacia una economía de
mercado (fuertemente privatizada). Su fuerza
se amplía considerablemente en la medida en
que logra incorporar a los sindicatos mineros
independientes, protagonistas del movimiento huelguístico desencadenado a lo largo de
varias repúblicas en 1989.34
Este mismo artículo comenta que,
A este reformismo radical cada vez más
crítico del gradualismo gorbachoviano, se le
opone un bloque conservador, integrado en
torno a sectores ortodoxos de la nomenclatura que califican de contrarrevolucionario al
repliegue internacional, a la apertura política y
a la reestructuración económica; ellos se atrincheran en el aparato central estatal (fuerzas
de seguridad, ejército, cuadros ministeriales,
dirección de las grandes empresas). 35
No es mi intención narrar todas las vicisitudes
del proceso político que llevó a la crisis final del
liderazgo de Gorbachov y del régimen soviético.
Me interesa más bien analizar sucintamente el
papel de la glasnost como factor desencadenante de toda una situación no prevista, tanto por
los actores opositores como partidarios de las
reformas. Como lo adelantamos al comienzo, la
glasnost se torna en un hito esencial a la hora
de analizar los tramos finales de la desintegración de la URSS. En efecto, la glasnost cuestionó
el papel dirigente del PCUS en la vida soviética,
desnudó la corrupción imperante en sus estructuras, y desmitificó muchos de los aspectos de la
historia oficial. Como comenta un autor:
la historia oficial de la URSS que se enseñaba
en la escuela tuvo que ser eliminada tras las
importantes revelaciones de imprecisiones y
falsedades que denunciaron los historiadores.36
Pero la pregunta que debemos encarar aquí,
es ¿cómo se arribó a la disolución territorial del
poder del Partido y a la ruptura de la estructura
institucional e ideológica en el propio seno del
PCUS? Sin dudas la punta del ovillo comienza con
la glasnost, pero tiene raíces más profundas en un
viraje sustancial y difícil de medir, en la propia
cultura y valores políticos de una parte de la dirigencia soviética que encabezaba Gorbachov. El
examen de sus discursos testimonia una radical
disminución de su interés por los países socialistas y del tercer mundo y una creciente preferencia
De la perestroika a la glasnost
por las relaciones con las potencias de Occidente.
De esta manera, de acuerdo con algunas interpretaciones, fue posible una «impregnación» en
la dirigencia soviética de «valores democráticos
occidentales». Este hecho, de ser plausible, contribuye a explicar satisfactoriamente desde una
visión excesivamente «liberal» u occidental,
que la perestroika derivase al fin y al cabo (no
siendo su propósito inicial) hacia una reforma
política estructural, y, en una palabra, hacia
el principio del fin del monopolio político del
Parido Comunista. Ciertamente, si existe algo
imputable a Gorbachov y a la intelligentsia que
lo rodeó, fue precisamente un exceso peligroso
de «encantamiento» con Occidente, una actitud
que fortaleció el impacto de la propaganda del
sistema capitalista y sus pautas culturales. Como
apunta Garrido Caballero,
en 1988, la imagen del socialismo estaba
muy desacreditada, mientras la ofrecida por
el paraíso capitalista era mitificada, sobre
todo, entre la juventud soviética. No obstante,
la mayor parte de la población mostró una
confianza ciega en la intelligentsia y la palabra
impresa. Años después comentarios y estadísticas muestran frustraciones de la población,
que prefieren un camino propio para avanzar
y no meramente la emulación de los patrones
occidentales.37
Quizás este comentario sirva de manera
sobresaliente para retratar el papel jugado por
Gorbachov y la intelligentsia, al imaginarnos
como sus políticas y discursos calaron y fueron
interpretadas por el grueso de la sociedad, y
hasta que punto el paraíso socialdemócrata que
Gorbachov y la intelligentsia pregonaban en
pleno trance crítico de la URSS, fueron el tiro
de gracia para desacreditar la poca confianza
que la población aún depositaba en el socialismo
realmente existente.
Haciendo una necesaria recapitulación, la
palabra glasnost, desde muy pronto considerada un complemento de la perestroika, significó
desde el punto de vista político, algo así como
una actitud de buena voluntad gubernamental
para aceptar un debate crítico sobre determinadas materias, siempre que fuera constructivo. Su
sentido, en el marco de una perestroika dirigida
de forma fundamental al cambio económico,
consistió originariamente en provocar un plan-
teamiento realista de los problemas y en animar
a los ciudadanos a involucrarse personalmente
en la reforma.38 Ahora bien, a partir de 1988, de
este propósito inicial, se pasó a una auténtica revolución en los medios intelectuales y periodísticos que desbordaron los proyectos iniciales de
los gobernantes, tomaron la iniciativa y acabaron
influyendo en los acontecimientos de un modo
decisivo. Algunos observadores privilegiados de
aquella coyuntura histórica, como Vorozheikina,
han planteado la influencia de ciertos acontecimientos dramáticos en la aceleración de la glasnost, que impondrán una mayor liberalización de
la cultura, la información y la política. Uno de
ellos, fue el desastre nuclear de Chernobyl,
Creo que Chernobyl, por la escala de la
tragedia y la imposibilidad de ocultarlo, dio
un impulso decisivo a la profundización de
la glasnost. Chernobyl nos mostró el grado
de pudrimiento, la mentira, la ineficacia y el
peligro de la pasividad individual. Había que
participar, que tomar la responsabilidad por
la propia vida, por el país, por el futuro de los
hijos.39
Según este juicio, Chernobyl aceleró la liberalización de los medios de comunicación y esto
facilitó la confrontación política. Señalemos
de pasada, que Gorbachov no dio libertad de
prensa, sino que las diferentes publicaciones
se la fueron tomando.40 Asimismo se debe
recalcar la condescendencia de Gorbachov con
una oposición intelectual, que quizás apenas
estuviera formada por un par de millares de
personas, pero que estaba destinada a jugar un
papel decisivo en los medios intelectuales y periodísticos y en el despertar de la sociedad civil.
Otro hecho significativo, fue la liberación
de Sajarov,41 a fines de 1986, un gesto político
dirigido hacia el exterior y un testimonio de flexibilidad interna, pero que además, le convirtió
en un protagonista de la vida pública. Ahora bien,
estos hechos significativos, ¿pueden pensarse
como un proceso de transición política en
marcha, a pesar de una voluntad no declarada?
Es posible, sin lugar a dudas, que algunos de los
elementos típicos de un proceso de transición
estructural en el sistema político soviético, sean
identificables al momento en que la política de
Gorbachov empezó a ser desbordada por ciertos
acontecimientos. Si fuera este el caso, la obra de
81
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O´Donnell y Schmitter nos aporta elementos
valiosos para dilucidar aspectos clave de una
etapa transicional. Según los autores
Las transiciones están delimitadas, de un
lado, por el inicio del proceso de disolución
del régimen autoritario, y del otro, por el establecimiento de alguna forma de democracia,
el retorno a algún tipo de régimen autoritario
o el surgimiento de una alternativa revolucionaria.42
Y agregan con mayor especificidad,
La señal típica de que se ha iniciado una transición es que estos gobernantes autoritarios,
por cualquier motivo, comienzan a modificar
sus propias reglas con vistas a ofrecer mayores
garantías para los derechos de los individuos y
grupos.43
82
Sin pensar obviamente en que la transición
es un proceso lineal, O´Donnell y Schmitter
definen la marcha hacia la transición política,
desde los comienzos de cierta liberalización
como un proceso que vuelve efectivos ciertos
derechos, que protegen a individuos y grupos
sociales ante los actos arbitrarios o ilegales
cometidos por el Estado o por terceros.44
Por lo tanto,
Una vez que algunos actores se han atrevido
a ejercer públicamente tales derechos y no han
sido castigados por ello, como lo fueron en el
apogeo del régimen autoritario, aumenta cada
vez más la probabilidad de que otros se atrevan
a hacer lo mismo.45
Afortunadamente, la voluntad de Gorbachov
de no reprimir las primeras manifestaciones
de disidencia, simbolizaría una actitud que la
historia se encargaría de reivindicarle y una
manifestación de que algo había cambiado en la
Unión Soviética. Lo que puede discernirse por
otra parte, es que la tímida política democrática de Gorbachov fue preparando internamente
el terreno para la consolidación de liderazgos
políticos disolventes y la manifestación de los
primeros disturbios territoriales. Este proceso
de disolución de las estructuras partidarias e
ideológicas y de crisis territorial puede constatarse con el ascenso de figuras políticas como
Boris Yeltsin. Yeltsin46 había hecho afirmaciones
estridentes contra los anteriores responsables
en la conducción del país, como la de «cavamos
y cavamos y no llegamos nunca al fondo de
la corrupción». Por estas y otras actitudes,
Gorbachov lo había apartado en 1987 de sus responsabilidades, otorgándole un puesto menor, si
bien de rango ministerial. De todas formas, esto
no impediría que muy pronto lograse un apoyo
popular excepcional para lo que era el rating
habitual de la dirigencia del régimen. En 1988,
enfrentado con Ligachov (representante del ala
conservadora del PCUS), Yeltsin constituía ya
una alternativa posible en una lucha interna del
Partido, en la que Gorbachov ocupaba el centro.
Pese a sus oropeles «democráticos», la trascendencia de Yeltsin se debió por fuerza propia, a
haber sido uno de los principales artífices de la era
pos-soviética. E indiscutiblemente, su transformación de «liberal-comunista» en «anticomunista-liberal»47 lo hicieron acreedor de aquellas
precursoras palabras de Isaac Deutscher:
No puede haber tragedia mayor que la de
una gran revolución que sucumbe al puño
que tenía que defenderla de sus enemigos.
No puede haber espectáculo tan repugnante como el de una tiranía posrevolucionaria
vestida con las banderas de la libertad (…) El
ex comunista no defiende ya el socialismo de
los abusos poco escrupulosos; lo que hace
ahora es defender a la humanidad de la falacia
del socialismo. Ya no trata de vaciar el agua
sucia de la revolución rusa para proteger al
niño: descubre que el niño es un monstruo al
que hay que estrangular. El hereje se convierte
así en renegado.48
Pero a estas alturas había hecho acto de
presencia otro motivo de confrontación interna,
difícil, en verdad, para haber sido imaginado
desde el comienzo por el gorbachovismo y el
Partido: tras las revoluciones de Europa centrooriental (1989), la efervescencia de las nacionalidades y las insinuaciones de un latente separatismo empezaron a carcomer la unidad del
Estado multinacional, en que se basaba la Unión
Soviética desde su creación. Dirá al respecto
Gorbachov:
La euforia del separatismo y del extremismo nacionalista se explica y entiende hasta
cierto punto en una etapa en que las contradicciones de un estado totalitario unitarista,
que se venían acumulando desde hacía mucho
tiempo, han finalmente estallado.49
De la perestroika a la glasnost
IV. De la perestroika a la glasnost: la
agonía del sistema soviético
A medida que la perestroika transcurría sin
éxitos palpables, la glasnost empujó los acontecimientos por una dirección no prevista y
galvanizó ciertos intereses de forma decisiva; en
una palabra, la tarea de Gorbachov había trasladado su centro de gravedad de la economía a la
política.
A consecuencia de ello, el PCUS inició la
senda de un cambio institucional, como ya
habíamos adelantado. En junio de 1988, se celebraron unas elecciones que, sin ser del todo
democráticas,50 revelaron que la liberalización
llegaba a la política. De un total de 1.500 puestos
electivos, para unos 400 solo hubo un candidato
y en 350 apenas seis; otros 750 escaños fueron
elegidos por las organizaciones sociales. Pero
a pesar de que casi el 90% de los electos eran
afiliados al Partido Comunista, una treintena de
líderes importantes del partido no fue elegida.
Más importante aún fue la presencia de una
minoría de reformadores, unos trescientos.
Entre ellos Yeltsin, que logró el 90% de los votos
en Moscú. Hubo regiones en las que el reformismo logró una victoria significativa: los lituanos
en su totalidad eran partidarios de una reforma
total del viejo sistema político. El propio Sajarov,
fue elegido como diputado de una organización
científica. Lo más significativo, fue que después
de la reunión del Congreso y de la elección de
su presidente, desde el punto de vista político, la
URSS empezó a convertirse en otro país. Agreguemos que solo a fines de 1990 existiría una
verdadera y precisa división interna entre los
diputados, fragmentados entre docena y media
de grupos, de los que el más importante era el
comunista (730 escaños) seguido del conservador Soyuz. Hay que recurrir a la mención de dos
situaciones que verdaderamente prepararon el
principio del fin de la URSS: la tercera reforma
constitucional desde que se había lanzado la
perestroika terminó con el monopolio del PCUS,
al suprimirse el artículo sexto que le encomendaba el papel de dirigir la sociedad. Aunque
se creaba la figura de presidente de la URSS y
Gorbachov ocupaba el cargo, la oposición que
debió enfrentar a su proyecto (ya sea para acelerarlo o para abandonarlo) se hizo cada vez
más un obstáculo infranqueable. Comenta el
siguiente autor que,
desde 1989 la velocidad con que se fueron
desmembrando la URSS y el Partido fue de
vértigo. Las declaraciones de soberanía de los
distintos Soviets Supremos y de los distintos
Partidos venían a herir y a dividir profundamente las estructuras centrales. Desde
finales de 1988 hasta julio de 1989 los Soviets
Supremos de las repúblicas Bálticas, con el
apoyo de sus respectivos Partidos, declararon
su soberanía. Otro tanto ocurrió a lo largo
de 1990 en Ucrania, Moldavia y Uzbekistán.
En diciembre de 1989 el P.C. lituano había
decidido separarse del PCUS.51
Ante una cada vez mayor licuación y fragmentación del poder político, Gorbachov nunca
trató de aglutinar autoritariamente al Partido, y
cuando se dijo inspirado en «valores humanos
universales», -sin ser ello filosóficamente un
rompimiento con los principios del marxismoleninismo-, abrió una brecha difícil de enmendar
con la esencia misma del régimen soviético. Por
otra parte, como se ha tratado de dejar en claro,
si la glasnost logró desencadenar un amplio
proceso de apertura y democratización, en
donde comenzaron a prosperar la vida política y
la expresión cultural abierta, la glasnost se tornó
prontamente en un fenómeno que lejos de fortalecer las estructuras del Parido Comunista, y
su liderazgo en la vida social, puso ante la vista
de todos, sin excepción, sus aspectos más anacrónicos y repudiables como el despotismo, los
privilegios escandalosos y la corrupción. De este
modo, la gestión de Gorbachov sinceró el mal
potencialmente más peligroso que aquejaría al
socialismo real y que lo sumergió como un torbellino imparable en la etapa de su desintegración
final, un indestructible malestar proveniente de
fuerzas sociales incompatibles con las estructuras autoritarias y petrificadas del régimen52 y de
rivalidades nacionales latentes, a lo largo y a lo
ancho de toda su expresión geográfica y humana.
Casi imprevistamente, las nacionalidades, virtualmente invisibles por haber sido aprisionadas
dentro del chaleco de fuerza de la dominación
rusa por décadas,53 encontraron su cauce de
expresión en el proyecto de Mijaíl Gorbachov,
que ambicionaba salvar el sistema mediante
la remoción de sus estructuras más obsoletas.
83
laberinto nº 35 / 2012
84
Como sabemos hoy en día, perestroika y glasnost
fueron los programas de acción decisivos del
gobierno de Gorbachov, y a decir verdad, una
arriesgada estrategia de ingeniería social y
política dispuesta para aflojar las tensiones estructurales en el campo político y económico,
pero que, en su desarrollo fáustico, sumergieron
a la URSS en una crisis sin retorno. Probablemente el error clave de la intelligentsia, fue concebir
que la democratización de la sociedad era una
condición óptima y suficiente para despertar
a la economía, sobre todo si se centraba en la
esperanza de que cierta apertura o transparencia en el manejo del Estado Comunista provocaría la movilización espontánea y colectiva del
espíritu nacional, a favor de quienes dirigían el
proceso de cambio. Por el contrario, la tibia pero
dinámica democratización de ciertas capas intelectuales y de sectores de la población afines
a sus premisas críticas, como temían los conservadores duros del Partido, y no esperaban
los cabecillas del reformismo, lejos de poner en
marcha los espíritus y los recursos necesarios
para restaurar una economía estancada por las
premisas burocráticas y por pautas de desarrollo
anacrónicas, se encaminó como una fuerza irresistible a demoler todo el edificio celosamente
custodiado durante décadas por la nomenklatura. Era evidente además que los adalides de la
reforma pretendieron recrear, sin conseguirlo,
aquel espíritu nacional de la «gran guerra patriótica» (1939-1945) que había superado heroicamente el desafío de la destrucción de la Unión
Soviética ante la envestida del nazismo invasor.
De tal modo, al no haberse arribado a dicha
situación, finalmente
La perestroika acaba desbordándose a sí
misma, no por incapacidad del liderazgo gorbachoviano, sino por la naturaleza terminal de
la crisis del sistema soviético.54
Ya resignadamente Gorbachov reconocerá
en el Artículo de Crimea, escrito pocos días antes
de la asonada golpista55 que promueven sectores
neoestalinistas del Partido, «temerosos» ante la
posibilidad de un desborde social, que,
Como resultado de la glasnost y de la revelación de la verdad, ha penetrado en la memoria
social el miedo a los grandes cambios. Alimenta
en la mente popular el deseo de detenerse,
incluso de echarse un poco atrás con el fin
de, aprovechando la pausa, pensar otra vez las
cosas y quizás empezar de nuevo (…) Pero entre
aquellos que incitan al pueblo a detenerse y reflexionar han aparecido también «izquierdistas» del credo neoestalinista. Estos apelan al
pueblo para que exija un alto con objeto de restablecer el orden por medio de una dictadura
que aboliría o, en el mejor de los casos, suspendería todos los derechos y libertades que
hemos ganado en el curso de la perestroika (…)
Podrían ser muchas las personas dispuestas a
responder a este tipo de incitación. Este es el
terreno donde el populismo prospera. Es afanosamente fertilizado por aspirantes a dictador
y apologistas del estalinismo. Algunos medios
informativos que trabajan en su beneficio
alientan esta nostalgia de miras del período de
estancamiento, cuando supuestamente había
todo lo necesario para la vida cotidiana, no
mucho ni lo mejor, pero allí estaba; y en cuanto
a la libertad y democracia, ¿quién las quiere si
nos amenazan la pobreza y el desempleo? Los
elogios a Pinochet y a Franco se prodigan públicamente y en serio: unos pocos y breves años
de dictadura auténtica, dicen, y a continuación
vendrán el mercado libre y la democracia y la
prosperidad y los estómagos llenos.56
Frente a la imagen lapidaria que nos brinda
finalmente Gorbachov, ¿podría haberse salvado
del hundimiento a la URSS?57 ¿Tiene sentido
hablar de ello? Claro que sí, y lo es por una razón
estrictamente metodológica: echar un haz de
luz sobre lo que en realidad ocurrió. A tal efecto,
citaré dos aportes que por sus coincidencias y
paralelismos notables, nos ayudarán a iluminar
hermenéuticamente el tópico de esta ponencia.
Como escribió Lewin,
Las reformas tecnológicas y económicas estaban inextricablemente ligadas a las
reformas políticas. Había que despojar a la
máquina del Partido de su poder último: el
poder de impedir los cambios. Un levantamiento popular masivo lo habría logrado pero
no estalló. La alternativa era la reforma desde
dentro, dirigida en primera instancia contra el
Partido. Tan solo una fuerza política revitalizada podía obligar a la burocracia a iniciar la
transición a una economía mixta, presionándola para que respaldara tanto el cambio desde
arriba como desde abajo, y amenazándola con
una expropiación a gran escala. La creación
De la perestroika a la glasnost
de un sistema que asegurara la transición
haría posible mantener unas condiciones de
vida mínimas, evitar el desastre económico y
mostrar el camino a la iniciativa económica individual y colectiva. La siguiente tarea consistiría en formar políticamente a la población.58
Por su parte, Hardt y Negri han remarcado
en consonancia con muchos estudiosos del
mundo soviético que,
Lo que nos parece esencial no es tanto la
falta de libertades individuales y formales de
los trabajadores o los ataques contra ellas,
sino más bien el despilfarro de la energía productiva de las multitudes que habían agotado
el potencial de la modernidad y querían
liberarse de la gestión socialista de la acumulación capitalista para poder manifestar
un nivel más elevado de productividad. Esta
represión y esta energía fueron las fuerzas que,
desde extremos opuestos, provocaron que el
mundo soviético se desmoronara como un
castillo de naipes. La glasnost y la perestroika
por cierto representaron una autocrítica del
poder soviético y plantearon la necesidad de
un paso democrático como condición indispensable para renovar la productividad del
sistema, pero se recurrió a ellas demasiado
tarde y demasiado tímidamente para evitar
la crisis. Al no contar con el combustible
que solo pueden crear las nuevas subjetividades productivas, la maquinaria soviética se
replegó sobre sí misma y se detuvo con gran
estruendo de frenos. Los sectores de la fuerza
laboral e intelectual e inmaterial le retiraron
el apoyo al régimen y su éxodo condenó al
sistema a la muerte, a morir de la victoria
socialista de la modernización, a morir de la
incapacidad de emplear sus efectos y sus excedentes, a morir de una asfixia definitiva que
sofocó las condiciones subjetivas que exigían
un paso a la modernidad. 59
V. Conclusión
La palabra glasnost, гласность, ( apertura,
transparencia o franqueza ), desde muy pronto
considerada un complemento de la perestroika,
significó desde el punto de vista político, algo
así como una actitud de buena voluntad gubernamental para aceptar un debate crítico sobre
determinadas materias, siempre que fuera
constructivo. Su sentido, en el marco de una
perestroika dirigida de forma fundamental al
cambio económico, consistió originariamente
en provocar un planteamiento realista de los
problemas y en animar a los ciudadanos a involucrarse personalmente en las reforma anunciadas por Gorbachov. Ahora bien, a partir de
1988, de este propósito inicial, se pasó a una
auténtica revolución en los medios intelectuales
y periodísticos que desbordaron los proyectos
iniciales de los gobernantes, tomaron la iniciativa y acabaron influyendo en los acontecimientos
de un modo decisivo.
En efecto, la glasnost cuestionó el papel
dirigente del Partido Comunista en la vida
soviética, desnudando la corrupción imperante
en sus estructuras, y desmitificando muchos de
los aspectos de la historia oficial.
Esta ponencia se dirigió fundamentalmente a posar la lente analítica sobre las dificultades que representaban determinadas fuerzas
sociales y la estructura política reinante, para
llevar a cabo cambios profundos en el socialismo realmente existente en materia de
gestión económica, democratización, pluralismo cultural e informativo, y como además,
la política de apertura de la glasnost se volvió
en contra de Gorbachov al incrementarse los
problemas económicos y sociales por efecto de
sus mismas reformas.
85
laberinto nº 35 / 2012
Notas
86
1. Gorbachov, Mijaíl, Perestroika: nuevas ideas
para nuestro país y el mundo; Ed. Emecé, 1987. op.
cit. pp. 83,84.
2. Kagarlitsky, Boris, Los intelectuales y el estado
soviético. De 1917 al presente; Ed. Prometeo, 2006,
op. cit. pág. 400.
3. La manipulación de la realidad, una triste e incuestionable rúbrica del régimen de partido único,
supo ser observada con agudeza desde la Alemania
Oriental por el físico y químico Robert Havemann,
resistente antinazi, y recluido domiciliariamente por
decisión del Partido Comunista. Decía Havemann:
«La realidad de la DDR no coincide con la imagen
que el Partido se ha formado de ella. En esta imaginaria DDR que diariamente aparece en los periódicos y
demás medios de comunicación de masas, descrita
con los colores más sonrosados, vemos cómo la clase
obrera, aliada a los campesinos y a las fuerzas de la
cultura, consigue un triunfo tras otro en el desarrollo de la producción. Todos trabajan impulsados por
la pasión de un ideal supremo, el socialismo, llenos
de confianza en el Partido de la clase obrera y en toda
su dirección, especialmente en el camarada primer
secretario general. En las elecciones para la Cámara
del pueblo, el 99% vota regularmente a favor de la
lista unitaria del Frente Nacional. Cuando vienen
a visitarnos dirigentes de países amigos, miles de
personas se apretujan en las calles para recibirles.
En las grandes fiestas nacionales, miles de personas
se manifiestan ante las tribunas desde donde los
jerarcas les contemplan y animan a nuevas victorias
en la construcción del socialismo. Lo malo es que
esta fantástica imagen no coincide en nada con la
realidad de la DDR, tal y como es conocida por sus
ciudadanos. En consecuencia, una imagen objetiva
de la realidad se considera como una calumnia y
una ofensa al Estado. Al partido le ocurre como a
la zorra del cuento: decide que no vale la pena lo
que no puede alcanzar» Havemann. Robert; La
libertad como necesidad. Escritos berlineses; Ed.
Laia, Barcelona, 1979; op. cit. pp. 183, 184.
4. Gorbachov; Perestroika: nuevas ideas para
nuestro país y el mundo; op. cit. p. 85.
5. Desde mi perspectiva, debemos insistir con
la siguiente pregunta: ¿se debe seguir caracterizando a la URSS como un sistema «socialista» o
«comunista» al haber reivindicado los preceptos de
Marx? Dice Caterine Samary al respecto, «La URSS
y los países llamados socialistas -cualquiera sea el
«nombre» con que se los califique- eran sociedades
marcadas por relaciones sociales que las alejaban (y
no las acercaban) al socialismo: no se comprende la
fragilidad actual frente al proceso de restauración
si no se pone en evidencia esa realidad. La alienación de los trabajadores por el plan burocrático o
el «mercado socialista»; la ausencia de una democracia socialista que permitiera a los interesados(as)
ser responsables de su trabajo y de sus resultados; la
represión de toda forma de sindicato o de iniciativa
política o social independiente, la represión de todo
movimiento de defensa de los derechos nacionales
en nombre de la «fraternidad entre los pueblos»
o del «internacionalismo proletario»; y, en el caso
yugoslavo, más rico, el ahogo de la autogestión por
el monopolitismo político y por todo lo que limitaba
el horizonte al localismo; en todas partes la cristalización de la burocracia en capa/casta social que
defendía sus privilegios a través del monopolio del
partido; el hipercrecimiento y la omnipresencia del
Estado/partido… no solo todo esto se oponía a los
movimientos de emancipación, sino que producía
en las conciencias estragos que todos(as) hemos
subestimado. Con el tiempo, el principal argumento
anticomunista se convirtió en la realidad de esos
países. En Praga el imperialismo tenía como instrumento no a la OTAN, sino al Pacto de Varsovia.
La democracia a la que se aspiraba era al menos, la
«democracia formal burguesa…»; Samary, Caterine,
«¿La crisis de los países llamados socialistas es un
fracaso del marxismo?», en, ¿Hay alternativa al capitalismo? Congreso Marx Internacional. Cien años
de marxismo. Balance crítico y prospectivas. Actas
del coloquio organizado por la revista Actuel Marx
(PUF, CNRS). Paris X. Nanterre. 27-30 septiembre
1995. Edición argentina por Kohen & Asociados Internacional; op. cit. pp. 80,81.
6. Várnagy, Tomás; «Dubcek y Gorbachov: La
Primavera de Praga como antecesora de la glasnost
y la perestroika»; Ponencia presentada en las VIª
Jornadas de Historia Moderna y Contemporánea.
Luján, Argentina, 2008, op. cit. pág. 8.
7. Aganbegyan, La perestroika económica: una revolución en marcha; Ed. Grijalbo, 1989. op. cit. pág.
31.
8. Ídem; op. cit, pág. 32.
9. Ídem; op. cit, pág. 32.
De la perestroika a la glasnost
10. Vorozheikina, Tatiana; «La perestroika del
sistema político: problemas y soluciones»; en Nuevos
rumbos en la relación Unión Soviética/América
Latina, Roberto Russell (editor), FLACSO/GEL
1990, op. cit. pág. 33.
11. «A lo largo de todo su libro, Lewin insiste
en la necesidad de distinguir cuidadosamente la
burocracia del partido (un partido que no tiene de
partido más que el nombre, reducido de hecho solo
a su aparato) de la burocracia de Estado, cada vez
más autónoma y celosa en la defensa de sus propios
intereses. Se está a cien leguas de la idea tan profundamente arraigada de un «partido Estado» todopoderoso. De hecho, la burocracia del partido
se mostró incapaz de controlar la burocracia del
Estado, a pesar de sus intentos sucesivos, luego de
la guerra o aún con Jruschov. Esta historia renovada
de la burocracia muestra el fracaso del partido (de
su aparato) frente a una burocracia de Estado todopoderosa que termina por absorber a la del partido»;
Paillard, Denis, reseña al libro de Moshe Lewin, El
Siglo Soviético. ¿Qué sucedió realmente en la Unión
Soviética?, en Revista Herramienta Nº 24, revista@
herramienta.com.ar.
12. Lo acotado entre paréntesis como aclaración,
es mío.
13. Vorozheikina, op. cit. pág. 33.
14. Mandel, David; «Reforma económica y democracia en la Unión Soviética», en Revista Debats, Nº
28, Junio, 1989, op. cit. pág. 28.
15. Ídem; op. cit. pág. 28.
16. Nomenklatura es, por definición, el derecho
de fiscalización de que dispone el Partido sobre la
atribución de un puesto que juzga importante.
17. Kornai, Janos; citado en Mandel, D; «Reforma
económica y democracia en la Unión Soviética» op.
cit. pág. 27.
18. Vorozheikina; «La perestroika del sistema
político: problemas y soluciones», op. cit. pág. 34.
19. Mandel, op. cit. pág. 29.
20. Gorbachov; Perestroika: nuevas ideas para
nuestro país y el mundo, op. cit. p. 116.
21. Stalin, en los años cuarenta, había comparado
al ciudadano soviético con la función de un
«tornillo», cuyo deber es «funcionar bien en el lugar
que le corresponde».
22. Apoyando la dirección de las políticas de
Gorbachov, decía con vehemencia el historiador
soviético Kiva Maidanik, «El pueblo socialista,
dueño de su país y de su destino, tiene el derecho a
analizar y tener una opinión propia en todo lo que
se refiere al presente y a todo lo que está ligado con
su pasado. Basta ya de considerar al pueblo como
un adolescente que jamás llega a estar maduro para
conocer la cruda realidad», en Harnecker, Marta,
Perestroika. La revolución de las esperanzas. Entrevista a Kiva Maidanik; Ed. Dialéctica, 1988; Bs. As.,
op. cit. pág. 78.
23. Mandel, D., op. cit. pág. 32.
24. La comprensible desconfianza de los trabajadores a las reformas, puede resumirse en el siguiente
conjunto de factores adversos: aumento de la disciplina, intensificación del trabajo, reducción de
ingresos y alza de los precios: «Hasta ahora, la experiencia mayoritaria con la reestructuración es solo
una creciente presión para aumentar el esfuerzo
laboral… El mercado de consumo sigue igual y, es
más, en el último año la tasa de incremento de la
producción de bienes de consumo fue inferior a las
tasa correspondiente a 1985»; Mandel, D., «Reforma
económica y democracia en la Unión Soviética», op.
cit. pág. 32.
25. El artículo Nº 40 de la Constitución soviética
de 1977, consagraba el derecho de todos los ciudadanos al trabajo.
26. Wilson, Andrew; Bachkatov; Nina; Los Jóvenes
de la Perestroika, Ed. Vergara, 1989, op. cit. pág.
301.
27. Ídem; op. cit. pág. 301.
28. Aganbegyan había sido tajante en cuanto
a los motivos que debían tomarse en cuenta para
rechazar el paro. Analizando los argumentos a favor
del desempleo, señalaba lo siguiente: «En la superficie de los fenómenos puede aparecer que el estímulo
más importante para realizar un buen trabajo es la
existencia de parados(…) Nadie quiere encontrarse en el desempleo, y por eso todos trabajan esforzadamente, esperando que la buena calidad de su
tarea sirva de garantía para conservar el puesto(…)
Personalmente, dudo mucho que la existencia de
desempleo sea en verdad un poderoso estímulo
de la mejor tradición. Los hechos que yo conozco
en ningún caso confirman su influencia positiva
sobre la calidad del trabajo. En Yugoslavia, por
ejemplo, el desempleo es bastante alto, sobre todo
entre la juventud. Sin embargo esta circunstancia
no ha contribuido a la elevación del rendimiento
del trabajo. En Suecia, al contrario, se puede decir
que no existe el desempleo». Concluía sin rodeos
que, «En el transcurso de la perestroika debemos
afirmar las ventajas sociales que posee la economía
socialista. Por esto, por principio, en ningún caso
debemos permitir el desempleo», Aganbegyan, op.
cit. pp. 109, 110.
29. Vorozheikina; op. cit. pág. 36.
87
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88
30. Ídem; op. cit. pág. 36.
31. Ídem; op. cit. pág. 36.
32. Mandel; op. cit. pág., 34.
33. De Andrés, Jesús; «La transición rusa:
Gorbachov, Yeltsin y Putin»; en Europa del este y la
Unión Soviética en el Siglo XX. Del socialismo real
al Poscomunismo, Gabriela Águila, Jorge Sgrazzutti
(Coords.), Homo Sapiens, Ediciones, 2000, Rosario,
op. cit. p. 200.
34. Dabat, Alejandro y Toledo, Alejandro; «El
golpe de agosto de 1991 y el colapso de la URSS»;
en Revista Iztapalapa, Nº 28, AÑO 12, Universidad Autónoma Metropolitana, México; op. cit. pág.,
186.
35. Ídem; op. cit. pág., 187.
36. Vargas Lozano, Gabriel; «El derrumbe del socialismo real, la perestroika y el futuro del socialismo», en Revista Iztapalapa, Nº 28, AÑO 12, op. cit.
pág., 173.
37. Garrido Caballero, María Magdalena; «La perestroika y la juventud soviética», Ponencia presentada
en las VIª Jornadas Nacionales de Historia Moderna
y Contemporánea, Universidad Nacional de Luján,
2008. La cita es un comentario de un artículo del
autor Kara Murzá, S; «Perestroika sin la URSS ni
PCUS», Nuestra bandera, 154 (1993), pp.96-103. La
autora agrega además un dato importante sobre la
opinión de los rusos a más de diez años del final de
la URSS y su visión sobre la economía capitalista:
«…los resultados de la encuesta realizada en el 2001
por el Russian Public Opinión Research Centre
(WCIOM), basada en una muestra de dieciséis mil
adultos procedentes de diferentes regiones, grupos
económicos y sociales, evidenciaron que el 53 por
ciento de los rusos preferían un vía propia de desarrollo, y entre estos, el 23 por ciento, pensaba que
debía conducir a un estado con un régimen peculiar»;
citado de; «Information: Results of surveys». Public
Opinión Monitoring: Economic and social changes.
WCIOM, March, 2001. http://www.wciom.ru/En
DAVIDOV, V.: «Rusia: la trayectoria del cambio.
Una visión desde dentro», en Colomer, A y Flores,
C. (eds.): Rusia, en vísperas de su futuro. Valencia,
PUV, 2002, p.28.
38. «El papel clave en el despertar político del
pueblo lo jugó la glasnost. Creo que uno de los
logros más importantes de la glasnost es que no
solo socavó la fe en la omnipotencia y la sabiduría
de las autoridades, sino también la convicción en la
vanidad absoluta del esfuerzo personal de cada uno
para cambiar algo en la sociedad», Vorozheikina, op.
cit. pág., 34.
39. Ídem; op. cit. pág., 35.
40. Como lo describe el profesor Maidanik, la
glasnost dio por tierra con todos los temas tabúes, «El
aumento de la mortalidad infantil y los privilegios,
la prostitución y las drogas, las catástrofes naturales
y accidentes por irresponsabilidad, los sueldos de los
dirigentes, la mentalidad real y no inventada de la
juventud, los crímenes de los años 30, los estallidos
nacionalistas actuales, y los actos de arbitrariedad
de los poderes locales (…) Pero la glasnost no solo se
traduce en transparencia informativa sino también
en libertad de crítica. Desaparecieron los cotos
cerrados. Se escribe acerca de errores y de abusos
aun en los ministerios más protegidos, de los dirigentes del Partido de las repúblicas (…) Se desnudan
las llagas más vergonzosas. Y todo esto, no ha desembocado, como algunos temían, en la desesperación del pueblo, sino en la rabia contra los males…·,
en, Harnecker, Marta; Perestroika. La revolución de
las esperanzas. Entrevista a Kiva Maidanik; op. cit.
pp. 78, 79.
41. Sajarov, Andrei, (1921-1989). Eminente físico
nuclear ruso y reconocido disidente del régimen
soviético.
42. O´Donnell, Guillermo; Schmitter, Philippe
C.; Transiciones desde un gobierno autoritario: conclusiones tentativas sobre las democracias inciertas
/ 4, Ed. Paidós. 1994, op. cit. págs. 19.
43. Ídem; op cit. pág., 20.
44. Ídem; op. cit. pág., 20.
45. Ídem; op. cit. pág., 21.
46. Yeltsin, Boris, (1932-2007). En 1985, es
designado por Mijaíl Gorbachov como Secretariado Central del Partido Comunista en Moscú y
miembro del Politburó Soviético. Sin embargo, para
1987 fue depuesto de todos sus cargos a causa de sus
fuertes críticas contra las reformas llevadas a cabo
por el gobierno. Fue designado en cambio, como
Primer Diputado del Comité Estatal de Construcción. El motivo por el cual Yeltsin fue despojado de
tan altos cargos fue realmente su forma de criticar
a Gorbachov: no estaba permitida ninguna crítica
fuerte durante las reuniones del Politburó, especificando que estas debían circular entre sus miembros
antes de estar en sesión. Se especula que para ese
entonces, Gorbachov y Yeltsin pasan a ser enemigos
políticos. En 1989, Gorbachov crea el Congreso de
Diputados del Pueblo, en un intento de reestructurar
la Unión Soviética. La actitud de Yeltsin le convirtió
en una figura sobresaliente del bando reformista, lo
cual le llevó a entrar en marzo de 1989 en el Soviet
Supremo, como diputado por Moscú, con el mayor
De la perestroika a la glasnost
número de votos de toda la Unión. Pero el paso
lento con que se producían las reformas lo indujo a
abandonar el Partido al año siguiente. Para mayo de
1990, es confirmado Presidente del Soviet Supremo
de la República Socialista Federativa Soviética de
Rusia. Tras la caída del sistema comunista, Yeltsin
aplicaría en Rusia los nefastos programas de reforma
económica neoliberal.
47. Kagarlitsky, Boris, Los intelectuales y el estado
soviético. De 1917 al presente; Ed. Prometeo, 2006,
op.cit. pág, 401.
48. Deutscher, Isaac; «La conciencia de los ex comunistas»; en Revista de Economía Institucional v.7
n.13 Bogotá, dic. 2005; op. cit. pp. 4, 5.
49. Gorbachov, Mijaíl, El golpe de Agosto. Las
causas y las consecuencias, Ed. Atlántida, Bs. As.,
1991, op. cit. pág. 144.
50. Vorozheikina, describe los alcances y límites de
aquellas reformas: «a) la ampliación de la participación popular en la gestión; b) la conversión del soviet
supremo de órgano aprobador en el legislativo…; c)
el límite de dos legislaturas para los elegidos y los
funcionarios nombrados…; d) el número ilimitado
de candidatos, que tienen el derecho garantizado de
efectuar la campaña electoral a través de los medios;
e) el derecho de promover los candidatos de las organizaciones sociales…» etc. Según la autora, una
de las principales críticas que se le podían achacar
a la reforma política, era el carácter indirecto de las
elecciones. Señalaba que: «La elección del Presidente del Soviet Supremo tampoco es directa. Los ciudadanos eligen nada más que al colegio de electores
-el Congreso-, quienes son libres de votar por cualquiera, no tienen obligación frente a sus electores
respectivos. Lo que abre una posibilidad conocida
por nosotros: una lucha escondida, un pleno inesperado del CC y la promoción de una candidatura no
prevista por nadie»; op. cit. pág. 47.
51. De Andrés, Jesús; «La transición Rusa:
Gorbachov, Yeltsin y Putin»; op. cit. pág., 200.
52. Reiterándolo una vez más; si fuese el caso, pese
al colapso de la URSS, el «modelo totalitario» que se
aplica a la descripción del sistema soviético desde sus
orígenes, no podría dar cuenta con precisión de las
transformaciones experimentadas por la sociedad,
a la que se cree un juguete en manos del poder, y
menos aún, explicar su cambio de actitud en los
años 80, frente a un régimen político «totalitario»
y petrificado. Así como señala Denis Paillard, «Esta
sociedad que conoció transformaciones radicales
es irreductible al poder instalado. Y se observa una
distorsión cada vez más grande entre la sociedad, en
que las diferentes capas sociales que la componen
defienden sus intereses, y un poder, incapaz de reformarse, que perpetúa alrededor de la figura del «secretario general» un poder de otrora. Como señala
Lewin: «mientras la sociedad explotaba, el poder
estaba en vías de glaciación». Es esta contradicción
lo que explica la implosión del sistema en los años
ochenta». Paillard, Denis, reseña al libro de Moshe
Lewin, El Siglo Soviético. ¿Qué sucedió realmente en
la Unión Soviética? (2006), en, Revista Herramienta
Nº 24, [email protected].
53. Véase, Faraldo, José, M., «El renacer del nacionalismo ruso (1968-1991)», en Revista Papeles del
Este. Transiciones pos-comunistas, Nº 3, 2002, http:
// www. ucm. es/bucm/cee/papeles.
54. Dabat y Toledo; «El golpe de Agosto de 1991 y
el colapso de la URSS»; op. cit. pág., 186.
55. La intentona golpista transcurrió entre los días
del 19 al 21 de agosto de 1991, mientras Gorbachov
se hallaba de vacaciones en Cabo Foros, Crimea.
56 Gorbachov, El golpe de Agosto. Las causas y
las consecuencias…, op. cit. pp. 122, 123.
57. El 8 de diciembre de 1991, los presidentes de
Rusia, Ucrania y Bielorrusia firmaron el Tratado de
Belovesh que declaró oficialmente la ya inevitable
disolución de la Unión Soviética y se estableció la
Comunidad de Estados Independientes (CEI), en su
lugar.
58 Lewin, Moshe, El Siglo Soviético. ¿Qué
sucedió realmente en la Unión Soviética?, Ed. Crítica,
Barcelona, 2006, op. cit. pág. 462.
59. Hardt, Michael; Negri, Antonio, Imperio, 3ª
edición, Ed Paidós, Bs. As. 2004, op. cit. pp. 246,
247.
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laberinto nº 35 / 2012
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De la perestroika a la glasnost
Marx y Engels escriben sobre Asia
Continuamos, y concluimos, la línea trazada en Nuestros Clásicos del Número 34. En esta ocasión presentamos un resumen de un artículo de Marx, Rusia y China, y de dos de Engels, Las ganancias de Rusia
en Extremo Oriente y La penetración rusa en Asia Central. En nuestra web pueden encontrarse los textos
completos y material complementario. De especial interés es el compendio de noticias y análisis sobre
distintos aspectos de la cuestión que hemos ido recogiendo de diversas fuentes.
Consideramos estos artículos de vital importancia para comprender el funcionamiento de la cadena
imperialista actual, sus reequilibrios y sus contradicciones irresolubles a largo plazo. La crisis de sobreproducción empuja a la guerra y todo indica que la próxima será declarada en Asia. La tensión es creciente en
Siria y aumenta la presión a Irán; Irak y Afganistán distan mucho de ser pacíficas democracias, y no parece
que vayan a serlo en el futuro próximo; Corea del Norte protagonizó el primer episodio caliente en el curso
de la crisis, pero poco se puede decir de un país del que no sabemos a ciencia cierta ni siquiera las circunstancias de, y el horizonte político que abre, la muerte de Kim Jong Il. Lo que sí se sabe es que, gracias a los
sicarios imperialistas, ser físico o ingeniero nuclear en Irán es una profesión de altísimo riesgo.
Las consecuencias de una guerra en el contexto de crisis actual son imprevisibles. A nivel de la cadena
imperialista, la más decisiva de todas es que obligará a Rusia y a China a intervenir de forma más activa y
resuelta que en Libia. Al fin y al cabo, allí se dirimieron intereses imperialistas europeos: Sarkozy le ganó
la partida a Berlusconi, con el beneplácito y el aplauso de Obama, Cameron, Merkel, ZP y, con él, de los
grandes hosteleros. A nivel de formación social, quizás sea la oportunidad para que los movimientos de
protesta por la guerra den un paso más allá en su explicación tipo: guerra de despojo de recursos.
El materialismo histórico no es un economicismo. Prueba de ello son los artículos de Marx y de Engels,
en los que el análisis incluye, junto al aspecto económico de las contradicciones entre potencias imperialistas, un pormenorizado estudio de los procesos diplomáticos, políticos y militares. Todo ello sucede en
un mundo y momentos concretos, en el que la importancia de un lugar no depende sólo de cuestiones
económicas.
No es posible analizar aquí los vericuetos de las relaciones ruso-chinas de dos siglos, pero sí es imprescindible llamar la atención sobre el hecho de las continuas injerencias anglosajonas; primero británicas,
luego estadounidenses. Por supuesto, una alianza firme Moscú-Pekín obligaría a los estadounidenses y a
los británicos a despedirse de su influencia en Europa, Japón e India... o a luchar. La cuestión se resolverá,
muy probablemente, en Siria, Irán y Corea.
Si se piensa en las guerras emprendidas por Estados Unidos desde la caída de la URSS (Yugoslavia,
Irak por dos veces, Afganistán, Somalia, Libia), lo sucedido hasta el momento en la primavera árabe y el
control político por deudas al que es sometido el Sur de Europa, se verá la línea que va desde Berlín o
desde el estrecho de Gibraltar a las fronteras de Rusia, India y China. Dos obstáculos restan al imperialismo
otánico: Siria e Irán. Si la primera puede llegar a ser un problema sólo ruso, Irán no lo es. Papel análogo
corresponde a Corea del Norte respecto a las posibilidades estadounidenses de usar Corea del Sur y Japón
como bases de operaciones contra Rusia y China.
¿Qué sucederá? Nadie puede saberlo. El mundo está cambiando, pero las consecuencias de un recrudecimiento de las contradicciones interimperialistas serían las mismas de siempre más un plus. El principal
problema no es si Irán tiene la bomba atómica o no.
El episodio actual versa sobre la batalla por el puerto sirio de Tartus. Es el único a disposición rusa en
el Mediterráneo. La relación entre lo que sucede en Siria y los planes de la OTAN para Irán tiene, como
elemento decisivo, la posición de Siria como paso en las líneas terrestres de abastecimiento y de desplazamiento de tropas, desde Turquía e Israel, o como enclave enemigo en la retaguardia, desde Irak.
Desde la perspectiva histórica que dan dos guerras mundiales, parece probable que la paz adquirirá
mayor relevancia para los movimientos populares antes de finales de año.
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laberinto nº 35 / 2012
RUSIA Y CHINA
por Carlos Marx
New York Daily Tribune
7 de abril de 1857
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En lo que concierne al tráfico comercial con China, cuya expansión se han propuesto lord
Palmerston y Luis Napoleón lograr por la fuerza, es evidente que se considera, no sin cierta
envidia, la posición ocupada por Rusia. En efecto, es totalmente posible que Rusia —sin gastar
un céntimo, ni comprometer la menor fuerza militar— termine por ganar mucho más que las
naciones beligerantes.
En general, las relaciones entre Rusia y el Celeste Imperio son de naturaleza muy particular. [...]
Estando excluidos del comercio marítimo con el Celeste Imperio, los rusos no se encuentran implicados ni de cerca ni de lejos en los conflictos pasados o presentes sobre esa cuestión.
También escapan a la antipatía que los chinos manifiestan desde tiempo inmemorial a todos
los extranjeros que abordan su país por mar y que asimilan —no sin alguna razón— a piratas
sedientos de aventura y riqueza, que parecen haber infestado las costas chinas desde siempre.
Pero en contrapartida de esta exclusión del comercio marítimo, los rusos gozan de una forma
muy particular de comercio interior y exterior, del que parece que son los únicos en gozar sin
que nunca hayan de tener competidores.
Esos intercambios, regulados por el Tratado concluido en 1787 bajo Catalina II, tienen su
principal centro de operaciones —si no el único— en Kiatcha, en la frontera entre la Siberia
Meridional y la Tartaria (mongola) china, en uno de los afluentes del lago Baikal, a unas cien
millas al sur de la ciudad de Irkutsk. El comercio se produce como una especie de feria anual
bajo el control de una docena de agentes —seis rusos y seis chinos— que se encuentran en
Kiatcha para establecer las relaciones que servirán para el intercambio de los productos de
ambas partes, dado que este tráfico se realiza solamente en forma de trueque.
Los principales artículos vendidos son: el té, del lado chino, y los tejidos de lana y algodón,
del lado ruso. Estos últimos años, este comercio parece que ha crecido sensiblemente. Las
cajas de té vendidas por China en Kiatcha hace diez o doce años no excedían por término
medio la cifra de cuarenta mil; en 1853, llegaron a ciento sesenta y cinco mil, cuya mayor parte
era de calidad superior que conocían bien los consumidores del continente bajo el nombre de
«té de caravana», para distinguirlo del artículo de calidad inferior importado por mar. [...]
Es evidente que, si las hostilidades actuales provocan la suspensión del comercio marítimo,
el aprovisionamiento del té de Europa se tendrá que hacer exclusivamente por esta vía. Se
puede suponer que, incluso cuando el comercio por mar se restablezca, Rusia, una vez completada su red ferroviaria, venga a ser una competidora peligrosa de las naciones marítimas
para el aprovisionamiento de los mercados europeos. [...]
Sin embargo, podemos observar que los esfuerzos de Rusia no se limitan tan solo a la
extensión del comercio por tierra. Hace ya algunos años, tomó posesión de las dos riberas
del río Amur, patria de origen de la actual dinastía reinante en China. Aunque ciertamente los
esfuerzos en esta dirección han sufrido un frenazo durante la última guerra, no hay duda de que
serán reemprendidos y desarrollados con energía en el futuro. Rusia posee ya las islas Kuriles
y la península de Kamchatka y mantiene una flota en estos mares. Se puede estar seguro de
que aprovechará la primera oportunidad favorable para obtener al menos una participación en
el comercio con China.
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laberinto nº 35 / 2012
LAS GANANCIAS DE RUSIA EN EXTREMO ORIENTE
por Federico Engels
New York Tribune
18 de septiembre de 1858
94
Mientras que los ingleses se batían en Cantón con funcionarios chinos subalternos y
discutían sobre el punto de saber si el comisario Yeh había o no obrado conforme a la voluntad
del Emperador, los rusos ocupaban el territorio situado al norte del Amur así como la mayor
parte de las costas manchúes situadas al sur del río. Allí instalaron posiciones fortificadas y se
pusieron a elaborar planes para la construcción de ferrocarriles y la implantación de ciudades
y puertos. Cuando finalmente Inglaterra se decide llevar el problema de la guerra a Pekín y que
a ello se asocia Francia, Rusia alcanzó a representar la imagen cerca del débil chino de ser
un protector desinteresado y a jugar casi el papel de árbitro con motivo de la conclusión de la
paz, aunque venía justamente de despojar a China de un territorio tan grande como Francia y
Alemania juntas y largo como el Danubio. Cuando comparamos los diferentes tratados concluidos en esta ocasión, no podemos dejar de comprobar que está claro para todo el mundo que
la guerra no había sido provechosa para Francia e Inglaterra, sino para Rusia.
Las ventajas concedidas a las potencias beligerantes y en las que Rusia también participa,
como los Estados Unidos, tienen un carácter puramente comercial y —como hemos tenido la
ocasión de probarlo en estas columnas— son del todo ilusorias. En las condiciones actuales,
el comercio de China —excepción hecha del opio y de un poco de algodón, sacados de las
Indias orientales— continuará reduciéndose en general, a la exportación de mercancías chinas
(té y seda). Ese comercio de exportación depende más de la demanda extranjera que de las
facilidades más o menos grandes, concedidas por el gobierno chino. Cualquier país del mundo
podía comprar té o seda a China, incluso antes del Tratado de Nankin. [...]
Si se hace abstracción de lo que participa en todas las ventajas tangibles —cualquiera que
ellas sean—, concedidas a Francia y a Inglaterra, Rusia se ha asegurado todo el país sobre el
Amur, del que se ha apoderado a la chita callando. No contenta con ese resultado, ha logrado
crear una comisión ruso-china para la fijación de las fronteras. Por supuesto, ya sabe todo el
mundo lo que representa una comisión así en manos de Rusia. La hemos visto operar en las
fronteras asiáticas de Turquía, donde durante más de veinte años no ha dejado de despojar a
este país una faja de terreno tras otra hasta la última guerra y después ha vuelto a comenzar
lo mismo. [...]
Se puede imaginar fácilmente las consecuencias que puede tener la instalación de
embajadas permanentes en Pekín. Basta ver lo que ocurre en Constantinopla o en Teherán.
Allí donde la diplomacia rusa se encuentra con la inglesa o la francesa, se muestra superior a
ellas. Desde el momento en que el embajador ruso tiene la perspectiva de poseer al cabo de
algunos años un ejército preparado para cualquier tarea en Kiatcha —alejado de Pekín un mes
de marcha— así como el camino ya dispuesto en toda su longitud para tal campaña, ¿quién
duda de que será todopoderoso en Pekín?
Es un hecho que Rusia será pronto la primera potencia asiática y que también querrá
eclipsar a Inglaterra en este continente. La conquista de Asia Central y la anexión de Manchuria
han aumentado sus dominios con un territorio tan grande como Europa sin Rusia. Muy pronto
los valles de los ríos de Asia Central y del Amur se hallarán poblados de colonos rusos.
Estas posiciones estratégicas son tan importantes para Asia como Polonia lo es para
Europa. La conquista de Turan amenaza a la India, como la de Manchuria amenaza a China.
China y la India, con sus 450 millones de habitantes, son actualmente los países decisivos de
Asia.
LA PENETRACIÓN RUSA EN ASIA CENTRAL
por Federico Engels
New York Tribune
3 de noviembre de 1858
Hace algunas semanas, hemos dado cuenta de los inauditos progresos realizados por Rusia
durante estos últimos años en Asia Oriental, en la costa occidental del Pacífico. Llamamos hoy
la atención de nuestros lectores acerca de semejante progreso de la misma potencia en otra
región del Asia Central.
Desde que Inglaterra y Rusia han enviado simultáneamente tropas a Asia Central en 1838,
se discute a menudo sobre la eventualidad de un choque entre estas dos grandes potencias
—Rusia e Inglaterra— a mitad de camino entre Siberia y la India, de un conflicto que oponga
cosacos y cipayos en las riberas del Oxus. [...]
Cuando estalla la guerra que acaba de terminar, se plantea de nuevo la cuestión: ¿pueden
los rusos emprender una marcha en dirección a la India? Pero la opinión pública no estaba
entonces muy al corriente de los movimientos de las vanguardias rusas y no era capaz de
reconocer con precisión su progreso. En la época, periódicos indios traían noticias sobre las
conquistas rusas en Asia Central, pero no se les prestaba mucha atención. Finalmente, en el
curso de la guerra anglo-afgana de 1856 es cuando se ha planteado toda la cuestión. Pero,
entre tanto, la situación ha evolucionado considerablemente y en la actualidad adquiere un
aspecto agudo. [...]
Por mi parte, añadiré simplemente algunas consideraciones sobre el alcance militar de la
penetración rusa en Asia Central por lo que concierne a la India.
Cabría preguntarse por qué razón Alejandro II ha publicado documentos sobre las intrusiones rusas en Asia Septentrional y Central, cuando Nicolás tenía costumbre de ocultarlos ansiosamente a los ojos del mundo. Conviene responder primeramente que el zar
Alejandro se halla en una situación que su padre nunca ocupó, posición que le autoriza a
iniciar a Europa en los misterios de la «misión asiática» de Rusia, haciendo de Europa su
colaboradora declarada en la realización de esta misión. En segundo lugar, esos documentos solamente son accesibles en realidad a los sabios alemanes que cantan sus alabanzas a
Alejandro, porque se digna contribuir a la difusión de los conocimientos geográficos. En fin, el
viejo partido moscovita era bastante ingenuo para lamentarse de una pretendida pérdida de
prestigio de Rusia tras la guerra de Crimea. Alejandro les respondió publicando documentos,
de los que se desprende claramente que no solo Rusia ha efectuado progresos materiales
inauditos en el curso del siglo pasado, sino también que su simple publicación es ya una provocación que afirma el «prestigio» en un tono que el mismo Nicolás no se hubiera atrevido
a usar.
Cuando Napoleón rodeó Moscú con una línea en su mapa en 1812, a fin de hacer de ella
la base de operaciones contra la India, no hacía sino seguir el ejemplo de Pedro el Grande.
Desde 1717, este príncipe que veía lejos, determina con vistas a sus sucesores cuales eran
todas las direcciones posibles para operar conquistas e hizo figurar en buen lugar la expedición
contra Jiva que debía mantenerse naturalmente durante mucho tiempo sin resultado. Durante
un largo período, Rusia fue incapaz de llegar a las estepas de Turan. Sin embargo, entre tanto,
el territorio entre el Volga y el río Ural fue poblado por los cosacos que fijaron la línea a lo largo
de este río. Pero más allá, la soberanía de Rusia sobre las tres hordas o pueblos kirguises era
puramente nominal, y las caravanas rusas fueron saqueadas por ellos y por los jivaníes hasta
que Rusia envía al general Vasili Perovski como comandante en jefe a Oremburg. [...]
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laberinto nº 35 / 2012
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Mientras que Europa dirigía toda su atención hacia las batallas libradas en el Danubio y
Crimea en 1854, Perovski impulsa su avance contra Jiva, con un ejército de 17.000 hombres,
saliendo de la base de operaciones del Syr-Daria. Sin embargo, el jan no esperó su llegada
al Oxus. Envió un emisario al campo de los rusos que firmaron un tratado por el cual el jan de
Jiva reconocía la soberanía de Rusia. [...]
La importancia enorme de estas conquistas, desde el punto de vista militar, tienen que
ver con el hecho de que constituyen el núcleo de una base de operaciones contra la India.
De hecho, después de tal avance de los rusos en Asia Central, el plan de ataque de la India a
partir del norte sale del reino de las especulaciones para tomar determinadas formas precisas.
Las regiones tropicales de Asia están separadas de estos territorios pertenecientes a la zona
templada por una amplia faja desértica que parte desde las proximidades del golfo Pérsico y
atraviesa el continente hasta las fuentes del Amur. Haciendo aquí abstracción del territorio del
Amur, esta faja desértica era hasta hoy prácticamente infranqueable por los ejércitos, siendo la
única vía concebible la que conduce de Astraband hacia el mar Caspio por Herat hacia Kabul
y el Indo. Pero, considerando que los rusos tienen el curso inferior del Jaxarte (Syr-Daria) y el
Oxus (Amur Daria) y que con rutas militares y posiciones fortificadas se puede abastecer en
agua y víveres un ejército en marcha, el desierto de Asia Central no constituye un obstáculo
militar. En lugar de una ruta incómoda que vaya de Astraband por Herat hacia el Indo, Rusia
dispone ahora de tres rutas diferentes que, en un futuro próximo, pueden estar enteramente
dispuestas para la marcha de un ejército.
En primer lugar, existe la vieja ruta que pasa por Herat que, en las condiciones actuales, no
seguirá mucho tiempo cerrado a los rusos. Luego existe el valle del Oxus que va de Jiva hacia
Balch y, finalmente, el valle del Jaxarte que va de Akmetchet hacia Cocande, desde donde
una tropa puede avanzar transversalmente en un país bien provisto de agua y relativamente
poblado en dirección a Samarcanda y Balch. Herat, Samarcanda y Balch constituirían entonces
la base de operaciones contra la India. Balch se halla solamente a 500 millas de Peshawar,
la vanguardia situada al noroeste del Imperio anglo-indio. Samarcanda y Balch pertenecen al
jan de Bujara, que acaba de caer en poder de Rusia. Ahora bien, desde el momento en que
Astraband (que los rusos ocupan ahora o pueden ocuparlo el día que quieran) y Balch se encuentren en manos de Rusia, Herat ya no puede sustraerse a su dominio, por poco que Rusia
lo quiera. Cuando esta base de operaciones se halle efectivamente en las manos de Rusia,
Inglaterra tendrá que combatir por su Imperio indio. Balch no se halla más lejos de Kabul que
esta de Peshawar y este simple hecho pone en evidencia que el espacio neutro entre Siberia y
la India se ha vuelto muy pequeño. [...]
ANEXO HISTÓRICO
Nicolás I (1825-55). Nikolai Pavlovich Romanov (1796-1855),
hijo de Pablo I y de Sofía Dorotea de Wurtemberg (Maria Feodorovna),
sucedió a su hermano mayor, Alejandro I (1801-25), que nunca se supo
a ciencia cierta si murió o si estaba tomando cañas. En la sucesión
más tragicómica disputó con su hermano Constantino a quién le correspondía por derecho la renuncia al trono. Superada la suya, por ¡falta
de preparación!, por Constantino, matrimonio secreto y morganático,
enfrentó a los liberales decembristas y emprendió la guerra de Crimea.
Murió sin ver la caída de Sebastopol.
Alejandro II (1855-81). Aleksandr Nikolaievich Romanov
(1818-81), hijo de Nicolás I y de Carlota de Prusia (Alejandra Feodorovna), gran reaccionario, sufrió varios intentos de asesinato, no todos
perpetrados por el grupo Narodnaya Volia (La Voluntad del Pueblo).
El 13 de marzo de 1881, mientras acudía en San Petersburgo a pasar
revista rutinaria a sus tropas, bombas populistas le hirieron gravemente.
Trasladado al Palacio de Invierno, murió ese mismo domingo.
En referencia a los métodos populistas publicamos en el número
14 el artículo de Trotsky La posición marxista acerca del terrorismo individual. A su vez, Lenin dedicó las primeras páginas de El
desarrollo del capitalismo en Rusia a la crítica del programa
económico populista.
Napoleón III (1852-70). Carlos Luis Napoleón Bonaparte
(1808-73), sobrino de Napoleón, fue el único presidente de la II
República Francesa (1848-52) y segundo emperador hasta la derrota
en la batalla de Sedán (1870), a manos de Prusia. Apresado por von
Bismarck, el General Louis Jules Trochu y el político León Gambetta
establecieron un Gobierno de Defensa Nacional contra la amenaza
prusiana, que puso fin al Segundo Imperio y dio paso a la III República
y a la Comuna de París.
Marx escribió abundantemente sobre los procesos
en los que tomó buena parte Napoleón III (El 18 de
Brumario de Luis Bonaparte, Las luchas de clases
en Francia de 1848 a1850 y la serie de manifiestos
contra la guerra franco-prusiana —1870-71— del
Consejo General de la Asociación Internacional de los
Trabajadores, editados conjuntamente con el título La
guerra civil en Francia).
Lord Palmerston (1784-1865). Henry John Temple, tercer
Vizconde de Palmerston. Adalid de la política colonial inglesa, fue uno
de los grandes artífices del desarrollo de la guerra global que el Imperio
Británico libró en el siglo XIX. Su principal proposición teórica pública
se resume en la frase: «Inglaterra no tiene amigos permanentes ni
enemigos permanentes. Inglaterra tiene intereses permanentes.» Inglaterra, por supuesto, era la burguesía con título nobiliario forjada en los
siglos XVI y XVII. Pasa, por un gran patriota.
Militante en el partido conservador (tory) hasta 1830, luego en el
partido liberal (whig), fue primer ministro británico en dos ocasiones
(1855-58 y 1859 hasta su muerte); desde 1807 fue miembro del gobierno
de forma continuada, excepto un breve lapso entre 1834-35. Ocupó las
carteras de Guerra e Interior y dirigió el Foreign Office.
En 1834 participó en la creación de la Cuádruple Alianza (R. U.,
Fr., Por. y Esp.) contra las monarquías absolutistas (Austria, Prusia y
Rusia), que influyó decisivamente en las problemáticas sucesiones de
María II en Portugal y de Isabel II en España, consolidando diplomáticamente el protectorado que Wellington ganó por las armas a Napoleón.
En 1841 promovió la Convención de los Estrechos (R. U., Fr., Au.,
Pr. y Ru.), que retrasó el derrumbe del Imperio Otomano, garantizó el
acceso británico al Mediterráneo -privando de él a Rusia- y consolidó
la influencia británica en Egipto, menoscabando la francesa. En 1842
participó en la firma del Tratado de Nankín. Concluyó la Guerra de
Crimea (1853-56) contra Rusia, que puso fin público y notorio a la
alianza entre las monarquías absolutistas. En nuestras palabras, dio
sepultura definitiva a las aspiraciones reaccionarias de restaurar el feudalismo como modo de producción dominante a nivel mundial.
Reprimió, con el mismo éxito mostrado en los conflictos entre
potencias, el alzamiento de los cipayos de la India (1857-58).
Primera Guerra Anglo-Afgana (1839-42). Frente a
la expansión rusa en Asia Central, el gobernador general de la India
británica presentó al emir de Afganistán, Dost Muhammad (1826-39 y
1843-63), un ultimátum para que expulsase al delegado ruso en Kabul.
Ocupado Afganistán por las tropas británicas y preso el emir, uno
de sus hijos dirigió un levantamiento que expulsó a los británicos, liberó
a su padre y le restituyó en el trono.
En 1855 ambas partes firmaron un acuerdo de paz que no impidió
la segunda invasión británica en 1878.
Tratado de Nankín. Tratado de paz firmado el 29 de agosto de
1842 entre los imperio británico y chino, que oficializó el fin de la Primera
Guerra del Opio. Del contenido de dicho tratado puede deducirse fácilmente quién ganó la guerra: cesión a perpetuidad de Hong Kong,
apertura de 5 puertos al comercio británico y, también, a su diplomacia,
a través del derecho a establecer consulados.
Los cónsules fueron usados para todo tipo de provocaciones a las
autoridades locales chinas y al emperador, lo que dio lugar a la serie de
Guerras del Opio y a lo que se conoce como Tratados Desiguales.
Los británicos consiguieron destruir la manufactura y el descentralizado estado chino, recaudando, no hay que olvidarlo, mucho dinero.
Solamente en el Tratado de Nankín fueron 21 millones de dólares, por
varios conceptos: 6 millones por opio confiscado; 3 millones por deudas
de comerciantes chinos en Cantón; y, 12 millones, como compensación
por los costes de la guerra.
Guerra de Crimea (1853-56). El Imperio Otomano era, en
palabras de Marx, un «cadáver exánime», pero su desguace entrañaba
el peligro de una gran guerra, evaluación confirmada por los hechos
posteriores.
La Guerra de Crimea, cuyos primeros contendientes fueron los
imperios ruso y otomano, estuvo precedida de la memorable derrota
rusa en un conflicto diplomático en la corte del sultán Abdülmecit I.
Un tratado del siglo XVIII comprometía al sultán a defender la
religión cristiana. Estaba en disputa si era la católica o la ortodoxa y
quién sería el gendarme de los intereses cristianos en territorio turco,
Francia o Rusia.
En realidad, estaba en juego la posibilidad de la flota rusa de salir
al Mediterráneo por los estrechos del Bósforo y de Dardanelos, controlados por los turcos.
El sultán se decantó por Francia y Nicolás I envió sus tropas a
Moldavia y Valaquia, para «proteger a los cristianos ortodoxos del Imperio
Otomano. La guerra había comenzado. Los rusos destrozaron la flota
turca en la batalla de Sinope (1853). Británicos, franceses y piamonteses
fueron en ayuda de los turcos (1854). En 1855 cae Sebastopol, dando
término la guerra con la firma del tratado de paz en 1856 en París.
97
laberinto nº 35 / 2012
Reseña
Bibliográfica
Claudio Katz, Bajo el imperio del capital,
Buenos Aires, Luxemburg, diciembre 2011. 272 páginas.
Leandro Morgenfeld
(Docente
UBA / ISEN. Investigador del CONICET.
Contacto: [email protected])
98
El debate sobre el imperialismo volvió al primer plano.
Como advierte Katz ya en la
introducción de su último y
polémico libro, tanto la acción
guerrera estadounidense (Irak,
Afganistán, Libia) como el desplazamiento económico hacia
Oriente invitan a revisitar
viejas teorías, pensarlas y reinterpretarlas para el mundo
actual. ¿Estamos viviendo el
fin de la hegemonía estadounidense? ¿Vamos hacia un
mundo multipolar?
Katz revisa, teórica e históricamente, los estudios
clásicos para luego, críticamente, analizar las transformaciones operadas a lo largo del siglo XX. Se
opone a las visiones ortodoxas, que postulan la
continuidad del esquema leninista, pero también
a las tesis globalistas, que descartan por obsoleto
cualquier análisis del imperialismo. Superando
estas visiones simplistas, el objetivo del autor es
destacar la singularidad y las contradicciones
que presenta la opresión imperial en los albores
del siglo XXI.
El libro se divide en 15 capítulos. Luego de
repasar aciertos y errores de los primeros teóricos
del imperialismo, Katz analiza las mutaciones en
la posguerra y en el período neoliberal. Define el
papel de Estados Unidos como gendarme planetario y luego avanza sobre uno de los aspectos
más interesantes y novedosos: la gestión colectiva
y la asociación económica, lo que implica una coordinación (aunque acotada) de la tríada Estados
Unidos-Europa-Japón. Esta nueva configuración, según Katz, no está exenta de tensiones y
rupturas, sufre cooptaciones y fracturas. El papel
de China y Rusia merece un análisis destacado
y particular en el libro. Otro
capítulo se ocupa del papel
de las áreas estratégicas,
central para entender la demolición de Irak, el conflicto
palestino, la dominación de
América Latina o los cambios
en África.
Desde el marxismo, su actualización del debate sobre
el imperio del capital incluye
la revisión de distintas corrientes, tanto apologéticas
como críticas. Descarta las
visiones fatalistas y deterministas extremas, y reivindica la primacía de la acción
política. Discute (y relativiza)
el declive estadounidense, y
explica por qué las rivalidades, a diferencia del
período clásico, se ven atenuadas, haciendo muy
difícil el estallido de una nueva guerra mundial.
¿Pueden Europa, China o los BRICS terminar
con la hegemonía estadounidense? ¿Es viable
una expansión cooperativa? Para abordar estos
interrogantes es preciso comprender la ausencia
de guerras (inter)imperialistas, la creciente mundialización del capital y la gestión geopolítica
conjunta, fenómenos que transforman completamente las características de la dominación capitalista global.
Katz piensa y escribe con la perspectiva de
superar el imperio del capital: le preocupan las
resistencias. Por eso, concluye, es imprescindible entender la desigualdad que generan las conexiones centro-periferia. En esa línea, las viejas
teorías son insuficientes. Es preciso problematizar sobre las semi-periferias, los BRICS entre
ellas. Esa será la continuación de este libro, que
es imprescindible para entender el conflictivo
mundo actual.
EL CORTE DE CARRETERA
Braulio Moreno Muñiz.
A Ezequiel no le gustaba que la huelga se
preparara con tan poca antelación. Apenas
faltaba una semana, y en ese tiempo era
imposible que la ejecutiva de la Unión Provincial se reuniera con los responsables comarcales de toda la provincia en cuyo ámbito tenía
él responsabilidad. Su cargo de responsable de
Acción Sindical iba a pasar una dura prueba
ante la huelga que se avecinaba, y con él, los
demás miembros de la ejecutiva, pues después
del Congreso donde habían sido elegidos, esta
huelga era la primera acción que les tocaba
llevar a cabo al frente del Sindicato; así que todos
estaban muy atareados, andaban de un lado para
otro del edificio que ocupaba la Ejecutiva, para
ser más exactos, ocupaban la cuarta planta del
céntrico edificio que anteriormente había sido
regido por el sindicato del gobierno fascista
que ya había desaparecido. Todos estaban muy
ocupados; como siempre, casi ninguno estaba
en su despacho, y el que estaba, hablaba por
teléfono con los responsables comarcales, intentando organizar desde la distancia lo que
no podían hacer en persona debido a la falta de
tiempo; así que en esos momentos no estaban
para nadie que no fueran aquellos que tenían
que ver directamente con la organización de la
huelga. Subían y bajaban de una planta a otra
del edificio, intentando localizar a los distintos
secretarios generales de rama, para que estos se
implicaran en la tarea que se les había echado
encima. Sin embargo, nadie estaba preocupado
por temor a perder algo, los trabajadores, ya se
sabe, tenemos poco que perder y mucho, todo,
que ganar; y como en la ejecutiva de la Unión
Provincial nacida del último Congreso, no había
nadie que se aferrara al cargo por el puro placer
del poder, nadie tenía miedo a perder ese compromiso, así que lo que los animaba a trabajar
de esa manera era, simplemente, aquello que
ganamos o perdemos todos los trabajadores con
una huelga: nuestro propio respeto y dignidad,
además de las mejoras laborales que se consigan
con el ejercicio de este derecho, pero, sobre todo,
Respeto y Dignidad.
Alguna que otra frase de reproche le habían
dedicado algunos a los dirigentes nacionales del
sindicato por haber convocado la huelga con
tan poca antelación, sin embargo, esto no era
un obstáculo que hiciera pensar que la huelga
iba a salir mal, al contrario, era un acicate para
trabajar denodadamente en la labor de organizar
la que seguramente iba a ser la mayor huelga de
la historia de este país. Así que guiados por la
fortaleza de ánimos de la que solo los trabajadores sabemos hacer derroche, se podía estar
99
laberinto nº 35 / 2012
100
seguro de que el paro estaría organizado para
el día que era preciso que estuviera, eso sí, sin
presencia física previa de los responsables de la
Unión Provincial en todas las comarcas, como
era la intención de Ezequiel. De manera que este
hubo de conformarse con una cantidad enorme
de conversaciones telefónicas con los responsables de las Uniones Locales, y la confianza de que
aquellos de los que verdaderamente dependía la
buena marcha de la acción, lo harían bien, pues,
como más adelante confesó, estaba seguro de
que no era él el único que se creía lo de la Causa
Obrera.
Los piquetes informativos ya estaban organizados, su distribución a lo largo y ancho de la
geografía de la provincia estaba bajo la supervisión del Comité de Huelga. También estaban
preparadas las distintas acciones de protesta
que se desarrollarían durante la jornada del
paro general.
El momento esperado con ansiedad llegó
acompañado de una fría noche de otoño. A las
cero horas del día señalado empezó la huelga,
todos sabían qué tenían que hacer, y, lo más importante, todos sabían qué era lo que tenían que
dejar de hacer. A Ezequiel le tocó, a pesar suyo,
quedarse en los locales del sindicato, formando
parte de los responsables del Comité de Huelga
que tenían encomendada por la Asamblea de
afiliados la tarea de hacer el seguimiento de la
huelga en los distintos territorios; sobre todo
por si había alguna incidencia que exigiera la intervención de los responsables de la ejecutiva, o
de los abogados del sindicato. De todas formas,
él se pondría en contacto telefónico con todas
las uniones locales, para que le fueran informando de cómo se desarrollaba la huelga allí
donde no podían tener presencia física los responsables provinciales. Tenía su listín telefónico
preparado, e iba llamando a todas las Uniones
Locales que tenía en aquel. De la A a la Z, fue
llamando uno por uno a los responsables de
cada pueblo, porque, decía, de esta manera
se sentía más cercano a los compañeros que
estaban separados por una distancia que era insalvable en ese momento como no fuera a través
del teléfono. Cuando llegó a la letra Z, justo el
último número de teléfono que estaba anotado
en el listín, se paró un momento para pensar si
telefonear o no a esa Unión local, estuvo un rato
dudando debido a que ese pueblo era el último
que correspondía a esa provincia, y, además, tenía
muy pocos habitantes, era un pueblo que estaba
perdido entre las suaves cumbres de la sierra del
sur, de muy difícil acceso por carretera, pues
esta era sinuosa y estrecha. Razones estas que
no eran suficientes para desistir de la obligación
de hacer el seguimiento de la huelga; pero la
verdadera razón por la que dudó unos instantes
era que debido a los pocos habitantes que tenía
esta aldea, lo más probable fuese que se hubieran
puesto de acuerdo en no acudir ese día a trabajar,
como buenos vecinos, y que si había alguno que
pensara hacer el esquirol se iría al tajo como
si tal cosa, todo en aras de la buena vecindad.
Aunque dudó, se decidió por telefonear, pues no
le parecía justo que estos compañeros fueran
marginados debido a la poca relevancia que su
pueblo tenía en la provincia, pues, al fin, se dijo,
ellos no eran responsables de esa pequeña contingencia. Así que descolgó el teléfono y marcó
el número que tenía anotado. Contestaron inmediatamente, y la voz que sonó al otro lado de
la línea era la de un compañero que a esas horas
de la noche denotaba una alegría y una viveza
excepcionales; Ezequiel dio las buenas noches y
se identificó, después preguntó por un responsable del Comité de Huelga, a lo que contestó
su interlocutor que él mismo era el responsable
de ese Comité, pero que Ezequiel se diera prisa
por decir el motivo de su llamada porque estaba
muy atareado con lo del paro general, Ezequiel
dijo que el motivo de ponerse en contacto con él
a través del teléfono, era saber si ya habían organizado la huelga en ese pueblo y si necesitaban
algo de la unión provincial, que él con mucho
gusto haría lo posible por proveer aquello que
necesitasen. El otro dijo que por ahora no necesitaban nada, pero que le agradecía el gesto de
haberse acordado de aquel pueblo perdido en las
sierras del sur al que hacía mucho tiempo que
no se acercaba nadie, pero tenían que dejar la
conversación porque había quedado con otros
compañeros del pueblo para cortar la carretera
que los comunicaba con otras localidades de
la sierra donde trabajaban muchos de los habitantes de aquella aldea, que la inmensa mayoría
se había sumado a la huelga, pero ya sabes...
siempre hay alguno que juega sucio y anda con
mentiras y acaba de esquirol en cuanto vuelves
El corte de carretera
la espalda, y para evitar tentaciones hemos
decidido cortar la carretera, Ezequiel se mostró
satisfecho por la buena organización que habían
demostrado tener los compañeros de tan lejana
parte de la provincia, acto seguido le ofreció el
número de su teléfono móvil, por si él tuviera
que acudir a algún sitio llamado por sus obligaciones de responsable de acción sindical, el
otro le contestó que ya tenía el número, pues lo
conocía de cuando el congreso de la Unión Provincial, y que él había votado la lista en la que
estaba Ezequiel. De todas formas este le dictó
el número de su teléfono móvil y, acto seguido,
se despidió reiterándole al lejano camarada
que si tenían algún problema no dudaran en
llamarlo. Después de haber colgado, al responsable provincial le quedó como una intranquilidad interior, pues sabía que había algo que o no
se lo había contado el habitante de la sierra sur,
o él no había sabido entender, como si hubieran
dado por hecho que cada uno sabía lo que tenía
que saber. Repasó interiormente la conversación que acababa de tener y no supo por qué
le había quedado aquella intranquilidad, pues
nada de lo que habían hablado era verdaderamente trascendente; luego pensó que lo mejor
era pasar página y, después de haber hecho la
ronda telefónica, dirigirse con sus compañeros
del piquete informativo al lugar que la Asamblea
les había asignado, pues ya eran casi las cuatro
de la mañana y se acercaba la hora de que los
esquiroles intentaran entrar en las empresas
antes de que llegaran aquellos que tenían que
informarlos para convencerlos de que si trabajaban estaban ocasionándose un daño irreparable a ellos mismos. Mientras se ponía el abrigo,
pensaba que en los días de huelgas trabajaban
más horas todos los huelguistas que un día de
trabajo, pues mientras una jornada era de siete
horas, la huelga los tenía al pie del tajo las veinticuatro horas, así que le hizo sonreír esta idea,
y la que se le ocurrió inmediatamente, pues
también, y derivada de la idea anterior, decidió
que llamar huelga a lo que ellos hacían no era lo
más correcto, pues, según parece esta palabra
viene del verbo «holgar» que es no hacer nada.
Ya en la calle, notó que el frío le helaba la
espalda, y dudó si no tendría que haber hecho
uso de una ropa más adecuada para aquella
noche de finales de noviembre. Luego pensó
que le vendría bien tomar café, y que si se daba
prisa podría hacerlo en la puerta de la empresa
a cuyo piquete iba a incorporarse, porque los
camaradas que estaban ya allí, seguramente se
habrían pertrechado para pasar la fría noche.
El paro fue un éxito, habían secundado la
huelga casi el total de trabajadores de que se tenía
constancia, como también habían sido exitosas
las manifestaciones que se habían convocado
para exteriorizar la protesta por el descontento
provocado por las últimas medidas antiobreras
del gobierno y las patronales. Todo había salido
bien, así que a los responsables del sindicato se
les ocurrió felicitar a todos y cada uno de los
que habían trabajado para que la protesta fuera
un éxito, o sea, a la clase obrera del país. No
obstante, y aunque corrieran vientos de calma
tras las declaraciones del ministro de trabajo
para anunciar que accedían a satisfacer todas las
reivindicaciones de los trabajadores, Ezequiel se
decidió por hacer otra ronda de llamadas telefónicas a todos los pueblos de la provincia para
felicitarse por estar en un cargo donde tenía que
representar a unos militantes tan concienciados
y efectivos como eran todos aquellos que pertenecían a las uniones locales. Así que tomó el
listín telefónico y se puso en la tarea. Cuando
llegó al número que correspondía al pequeño
pueblo de la sierra sur, no pudo contener una
sonrisa de satisfacción, al pensar en la alegría de
aquel compañero al saber el resultado positivo
de la huelga. Marcó, y esta vez le contestó la voz
de una mujer. En un primer momento Ezequiel
se desconcertó, pero dijo su nombre y preguntó
por el secretario de la unión local, ella le dijo que
en ese momento no se encontraba allí porque
estaba detenido por la guardia civil, Ezequiel
se alarmó ante la noticia y preguntó qué cargos
eran los que había contra el compañero, «pues
por lo del corte de la carretera, lo han detenido
a él y a cinco más», «y como es que no habéis
avisado antes, eso hay que ponerlo rápidamente en conocimiento de la unión provincial
para prestarles asistencia jurídica, y apoyo del
sindicato». «Eso le dijimos a Ramón, el secretario general de la unión local, pero nos contestó
que la cosa no era para tanto, porque al otro día
los soltarían, porque no tenían pruebas contra
ellos, y, además, lo que habían hecho no era
ningún crimen».
101
laberinto nº 35 / 2012
Ezequiel decidió desplazarse hasta ese
pequeño pueblo acompañado de uno de los
mejores abogados del sindicato. Cuando estaban
llegando, justo a la entrada de la aldea, tuvieron
que frenar casi de golpe porque a todo lo ancho
de la calzada había un socavón en forma de zanja
que hacía peligrar la estructura del vehículo
debido a su profundidad. Cuando llegaron a la
sede, Ramón ya se encontraba allí. Después de
saludarse, Ezequiel preguntó por qué los habían
detenido, Ramón dijo que había sido por cortar
la carretera. «Pero si se corta la carretera la
policía os dispersa y asunto arreglado». «Pero es
que a nosotros nos han acusado de destrucción
de bienes públicos por lo de la zanja». «¿Qué
zanja?». «Pues la que abrimos para cortar la
carretera». Ezequiel no podía creérselo, habían
abierto una zanja en el asfalto para cortarla.
102
«Pero así no se corta una calle». «¿Cómo que
no? A base de pico y pala, eso sí, que no hubo un
dios que pasara por allí, así que si alguno quiso
ir a trabajar tuvo que hacerlo a pie y dando un
rodeo».
Cuando Ezequiel volvía a la ciudad acompañado por el abogado, tuvo que frenar de
nuevo su coche para pasar el gran socavón que
cruzaba la carretera, entonces no pudo reprimir
una carcajada pensando en la bondad de estas
personas de la sierra y en lo sincero de su
carácter, porque cuando hacían algo, lo hacían
sin tapujos y sin medias tintas. Definitivamente, estaba orgulloso de pertenecer a la misma
clase que esta gente que era leal hasta para dar
la batalla, leal a unos principios que acabarían
imponiéndose igual que se había hecho el corte
de carretera.
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