De la perestroika a la glasnost Marcelo D. Pafundi La nueva atmósfera se manifiesta más vívidamente, quizá, en la glasnost (transparencia informativa). Queremos más apertura en los asuntos públicos en cada esfera de la vida. La gente debe saber qué es bueno y también qué es malo, para poder multiplicar lo bueno y combatir lo malo. Así es como deben ser las cosas en el socialismo (…) La gente cada vez se convence más de que la glasnost es una forma efectiva de control público de las actividades de todos los cuerpos gubernamentales, sin excepción, una poderosa palanca para corregir equivocaciones. Mijaíl Gorbachov, 19871 I. Introducción En 1986, la perestroika había iniciado el rumbo de la modificación de los mecanismos que regían el modelo de control burocrático y centralizado de la economía, pero más tarde, con la apertura propiciada por la glasnost, fue haciéndose evidente que el gorvachovismo unía decididamente en su contra a aquellos estamentos de la burocracia que controlaban los engranajes clave de la economía y del Estado, posición desde la cual podían atenazar y frenar sin sobresaltos el proceso de reformas. Desde el principio, fue evidente que solo la intelligentsia apoyó orgánicamente el cambio iniciado por Gorbachov. Según Boris Kagarlitsky, A finales de los años ochenta la intelligentsia dio un viraje tan rápido, de la oposición a un entusiasta amor a los superiores, justamente porque, en realidad, el romance platónico con los superiores nunca se detuvo. La intelligentsia durante muchos años le dijo al poder: «Mírate, ¡cuán aborrecible eres!» Y de pronto, en los años de la perestroika, el poder se puso de acuerdo con ella. Mirándose en el espejo de la glasnost, se aterrorizaba e invitaba a la gente instruida a corregir su imagen. A quién dirigirse era sabido de antemano: montañas de publicaciones totalmente legales y toneladas de «notas cerradas» no fueron en vano para sus autores. El amor a sus superiores bajo Gorbachov, rápidamente se trasladó a Yeltsin.2 Comencemos por señalar, que la glasnost, promisoria apertura de la información, fue acompañada de un paulatino relajamiento de los controles represivos que condujo a un rápido desgaste de la autoridad del Partido, y a un proceso de disolución de sus estructuras ideológicas y territoriales. Esto ocurrió a contramarcha de las expectativas de los mandos soviéticos, que habían concebido a la glasnost como un elemento esencial en la «democratización» de los aspectos más oprobiosos del régimen buro- 75 laberinto nº 35 / 2012 76 crático estalinista. Inexorablemente, la glasnost se convirtió en un factor desbordante que vapulearía implacablemente la visión deformada de la realidad, 3 aquella que el Partido, desde los tiempos de Brezhnev, había sintetizado en la fórmula «socialismo realmente existente». Pero el sentido prospectivo y renovador de la glasnost, se había conjeturado en estas esperanzadas palabras de Gorbachov, Nuestra sociedad socialista, que resueltamente se ha embarcado en la ruta de la renovación democrática, tiene un interés vital en la activa participación de cada ciudadano -cada obrero, cada agricultor, cada científico y cada profesional- tanto en la discusión de nuestros planes, como en su ejecución. Y los medios de comunicación representan y siguen representando un tremendo papel en esto. Por supuesto, no son el único medio para expresar la voluntad del pueblo, para reflejar sus puntos de vista y disposición. Pero son la más representativa y masiva tribuna de la glasnost.4 Como estudiaremos en esta ponencia, hacia finales de la década de 1980 las líneas de fractura del sistema comunista5 estaban bien definidas. En primer lugar, el régimen soviético no soportaba la transparencia. En efecto, favorecida por la intelligentsia progresista, la glasnost desencadenó la ebullición de los medios de comunicación, publicaciones, debates escritos y televisados, poniendo en tela de juicio la verdad ideológica avalada por el Partido y protegida por los organismos de seguridad. En segundo lugar, las esperanzas de iniciar la «democratización» de las estructuras políticas del régimen comunista, esgrimida por el proyecto gorbachoviano de una «democracia parlamentaria y multipartidaria basada en el estado de derecho»,6 se transformó en el puntapié inicial de un proceso catastrófico de licuación del poder del Partido Comunista, que acabaría con el régimen de Partido único y con la mismísima Unión Soviética. II. Las fuerzas sociales y las reformas Los años 1988-1990, se preveían como decisivos para la transformación del viejo mecanismo económico.7 Sin embargo, a tres años del lanzamiento formal de la perestroika, la persistencia de las viejas prácticas en la gestión económica habían hecho casi nulas las aspiraciones de los reformistas de palpar cambios reales en el funcionamiento global de la economía. Por ejemplo, el encargo estatal (que debía limitar ostensiblemente los requerimientos del Estado hacia las empresas), siguió transcurriendo en la práctica (en la asignación de metas y recursos) de arriba hacia abajo, es decir, desde las directivas centrales del partido a los ministerios y de estos a las unidades de producción, eliminando, como era la norma, la iniciativa de las unidades fabriles.8 El principio de que las empresas rentables no sostendrían con sus recursos a las deficitarias cayó rápidamente en saco roto, cuando muchos ministerios de la producción siguieron trasvasando beneficios desde las unidades eficientes a las no rentables.9 La instauración de un sistema de dirección basado en métodos económicos modernos no había logrado implantarse todavía a esa altura, y continuaba rigiendo el viejo sistema de dirección administrativa. ¿Qué era lo que había paralizado el cambio? Como lo evaluaron algunos autores soviéticos en su momento, no puede atribuírsele a toda la burocracia política y administrativa el rol de adversaria monolítica de la reforma,10 y es por tanto más lógico proponer un corte sociológico no tan vertical, sino más bien horizontal, de partidarios y adversarios de las reformas de mercado en todos los estratos sociales y ocupacionales de la sociedad. Pero sin dudas, fue una vez más en los niveles de la díscola y poderosa burocracia administrativa del Estado, que doblegaba en los hechos a la burocracia del Partido,11 donde se hallaba una fuerza social eficacísima para hacer nulos los esfuerzos de cualquier cambio que osase enfrentar los intereses de esa capa, y producir transformaciones de envergadura dentro del sistema. Comenta al respecto la socióloga Tatiana Vorozheikina que …el cálculo económico (en las economías de mercado)12 presupone, en fin de cuentas, la plena responsabilidad de la empresa por todo el proceso de su funcionamiento y el resultado final. Esto hace innecesarios muchos eslabones no solo de la dirección económica (ministerios, etc.), sino también de la dirección político-administrativa, porque gran parte de esta última se ha concentrado en las tareas de gestión puramente económicas.13 De la perestroika a la glasnost Como señalaba David Mandel, de ensamblarse coherentemente la reforma, esta también afectaría a los nutridos niveles inferiores de la burocracia política y administrativa, claves en la articulación del sistema económico en los niveles locales y regionales, de mayor significación política es la previsible pérdida por parte del aparato del partido… en los niveles medios: secretarios de comités de república, de región o de ciudad y su personal adscrito de lo que ha sido durante casi sesenta años su principal función en el ámbito de la coordinación, la supervisión, el impulso y la organización económica territorial.14 Otro aspecto amenazante de las reformas impulsadas por Gorbachov, recaía en la posibilidad de que los trabajadores eligieran democráticamente la conducción de su empresa, con la reforma, los apparatchiky del partido y los administradores de alto nivel están en puertas de perder al menos una gran parte de su poder de designar gerentes y directores de empresas.15 Quedaba en claro que para los encumbrados capitostes del Partido, y la burocracia estatal, resignar esta facultad de nombramiento o nomenklatura,16 significaba ceder el tradicional mecanismo en la selección de cuadros políticos y administrativos, que pasarían a formar parte de una intrincada red clientelar y que constituían la base de acumulación de poder y privilegios. Era comprensible, además, que la burocracia de un Estado-partido que copta y unifica en los organismos estatales todas las funciones económicas, administrativas y políticas existentes, se rehusara a sustituir el nombramiento «desde arriba» por la elección «desde abajo», ya que esto, en última instancia, pondría en juego su reproducción como estrato social privilegiado. Esto detallaba, en principio, las contradicciones sobre las que cabalgaba el proyecto de los reformistas. Precisamente, un analista clave de la experiencia reformista húngara, atinaba a descubrir el «huevo de la serpiente»: La reforma es un movimiento desde «arriba», un cambio voluntario de comportamiento por parte de los controladores y no un levantamiento desde «abajo», por parte de quienes son controlados. Existe por tanto, una tenaz contradicción interna en todo el proceso de reforma: ¿Cómo esperar la participación activa precisamente de aquellas personas que perderán parte de su poder caso de que el proceso tenga éxito?17 La actitud de la burocracia, en todo este proceso, no difería de las prácticas y estrategias sutiles con que había resistido y bloqueado en el pasado, otros intentos de «saneamiento» o «autorreforma» del sistema soviético. Como ilustraba en este sentido la socióloga Vorozheikina, estos sectores …sin oponer resistencia abierta a la reforma económica, tratan de castrarla o de «ahogarla en abrazos. Y añadía, A principios de 1988 se puso de manifiesto que sin tocar los cimientos del poder político, el sistema burocrático-administrativo resiste con éxito, digiriendo algunos elementos de la reforma económica y rechazando otros, los que no puede digerir.18 Este curso perverso y desgastante de obstrucción a las reformas, que con mayores o menores cambios, siempre revalidaban el statu quo dominante en la URSS, traslucían las prácticas y vicios más paralizantes arraigados dentro del sistema y un lastre significativo para el futuro: sin innovaciones económicas y políticas estructurales, no habría posibilidades de descentralización, de autogestión, y lo más crucial, en definitiva, de democratización de la vida soviética. ¿Pero cómo sería posible sortear el obstáculo representado por las estructuras político-administrativas petrificadas y con intereses contrarios a los de la perestroika? Como veremos más adelante, 1988 fue un año decisivo en el proceso que describimos, ya que por primera vez Gorbachov vincularía intrínsecamente la transformación económica con la necesidad de una reforma política, alimentada por un objetivo específico: vencer la propia inercia del sistema, la cual, tenazmente, había detenido los proyectos de reestructuración más radicales, lo que hacía indispensable el acompañamiento activo de la sociedad. Según David Mandel, en aquel momento, Al vincular íntimamente reforma económica y democratización, Gorbachov parece haber concluido que si su régimen continúa apoyán- 77 laberinto nº 35 / 2012 dose en la burocracia como base principal del poder, la reforma está condenada. La transformación de la base social del Estado es el único sentido genuino de la democratización.19 Hacia 1988, el mensaje principal de Gorbachov está orientado esencialmente a que las masas deben tomar los destinos de la perestroika en sus propias manos, que solo su participación hará del proceso algo irreversible. En esa coyuntura Gorbachov afirmaba lo siguiente: Una de las principales metas políticas del esfuerzo de reestructuración, sino la más importante, es despertar y afianzar en el pueblo soviético un sentido de responsabilidad por el destino del país.20 78 Todo parece indicar que por ese entonces, Gorbachov decidió apostar al surgimiento de mecanismos de participación y de democratización, cuyos aspectos parciales fueron plasmados en la reforma política de 1988, a partir de la cual se creaba el Congreso de Diputados Populares de la URSS, cuyos nuevos miembros serían elegidos mediante elecciones abiertas. Esta reforma política involucraba vencer la inercia cultural de décadas, arraigada en la conducta cotidiana y en el modus vivendi de amplios sectores de la sociedad soviética; en pocas palabras, la reforma implicaba poner en movimiento a una sociedad despolitizada y desmovilizada, que desde hacía tiempo había sido acostumbrada por los gobernantes a no tener la más ínfima participación en la toma de decisiones políticas. Por supuesto que la marcada apatía y sensación de amenaza experimentados por los trabajadores y los encumbrados estratos de la burocracia administrativa, frente al cambio social y político, eran comprensibles en tanto que la psicología de la autogestión, de la democracia pluripartidista y del mercado, eran absolutamente incompatibles con la psicología del hombre tornillo21 de Stalin, que habían patrocinado el conservadurismo y el funcionalismo social más abyecto. Mientras que desde la época de Stalin, se había puesto el acento principal en la «sabiduría» de los de arriba 22 , las reformas hacían hincapié en la participación activa y decisiva de los de abajo, de sus intereses, experiencias e ideas. Gorbachov insistía en que una sociedad dónde las masas son apartadas de la participación directa y activa, y de la discusión y la solución de los problemas vitales, no era una sociedad socialista. De todos modos, pese a sus loables intenciones, la reestructuración y la democratización propuestas por Gorbachov, se topaban, como ya expresamos, con la desconfianza de los trabajadores y de otras capas sociales activas, desconfianza, no sin razón, azuzada por ciertos clichés de la ideología capitalista que parecían desprenderse de las argumentaciones retóricas de Gorbachov, e insinuaban poner en tela de juicio las garantías sociales que ofrecía el viejo sistema. En efecto, como argumenta David Mandel, Los directores de las empresas, sometidos a la presión de las fuerzas del mercado, se verían motivados a producir más eficientemente. Un medio fundamental para alcanzar este fin sería economizar costes laborales.23 Dicho crudamente, por primera vez en la sociedad soviética, aparecía inadvertida, pero concretamente bosquejada como una consecuencia posible de las reformas, la problemática del desempleo. Sin dudas, detrás de la campaña oficial a favor de una más elevada eficiencia, de la automatización y de una más elevada productividad, subyacía la amenaza, según podían interpretar los trabajadores24, de lo que era una realidad concreta del sistema capitalista: la competencia por los empleos y la creación de un excedente de fuerza de trabajo. De tal modo, uno de los más difíciles obstáculos ideológicos a los que debía confrontar la administración de Gorbachov, ya no solo para competir económicamente con Occidente, sino para salvar el sistema, se reducía a la siguiente pregunta: ¿cómo conciliar el requerimiento de mayor eficiencia productiva, sin tocar el millonario ejército de burócratas y trabajadores improductivos, y sin sacrificar un valor socialista como el derecho al trabajo y el pleno empleo?25 Simplemente citaré de pasada lo que algunos observadores internacionales señalaron como el factor crucial del cual dependía el «éxito» de la reestructuración económica. El informe en aquel entonces de Wilson y Bachkatov, corresponsales de la prensa occidental en Moscú, es por demás elocuente. Comentaban estos observadores que De la perestroika a la glasnost El economista Abel Aganbegyan calcula que no habrá problema de exceso de fuerza de trabajo antes de 1992. Pero otros economistas soviéticos piensan que el enfoque de Aganbegyan respecto a los enormes problemas del país es excesivamente gradual, y que, a menos que Gorbachov asuma atribuciones adicionales para acelerar el proceso a costa de algunos «valores socialistas», la perestroika entera se detendrá.26 Pues bien, ¿cuál era la magnitud del ajuste o la reducción que se estimaba necesaria con respecto a la fuerza de trabajo improductiva, para que la URSS se pusiera «a tono» con los estándares de competitividad internacionales?: En 1986 el profesor Vladimir Kostakov (…) calculó que el incremento de la productividad de la fuerza de trabajo exigiría reducir en un 13-15 por ciento el número de operarios en la industria, es decir, una disminución de 15 millones. El cambio comenzaría a sentirse en el duodécimo período quinquenal de 1991-1996 y afectaría principalmente a las mujeres.27 Como se advertirá, la cuestión de qué hacer con el destino laboral de millones de trabajadores, si se quería pasar a un sistema más eficiente y competitivo en la producción, era crucial y definitivo, y requeriría de soluciones audaces, y al límite de la flexibilidad ideológica de los postulados de la política soviética. Pero como era de suponerse, sería francamente difícil que los economistas de la reforma, aceptasen el paro moderado, siquiera como una herramienta necesaria y hasta forzosa en el proceso urgente y dramático de reestructuración, lo que sin dudas motivaba la pregunta, de si existía a esas alturas alguna salida tangible para la crisis del sistema, que no fuera abrazar el capitalismo a secas. Como apuntamos, los reformistas rechazaron el paro por razones evidentemente de carácter social, e ideológico, y porque no aseguraba según su punto de vista, la resolución de fondo de los problemas macroeconómicos.28 Sin dudas, el problema de base de las reformas, era introducir en el debate sobre las posibles soluciones a la crisis, un rasgo cíclico y constante de otro sistema socioeconómico, como era el paro forzoso en las economías de mercado, difícilmente aceptable en ese contexto, por lo menos para una parte sustantiva de las figuras dominantes dentro del Partido. Ahora bien, si como hemos observado, desde estándares de productividad occidentales la posibilidad de un final feliz para las reformas económicas, comprendía abandonar ciertos principios socialistas, tales como el pleno empleo; vale preguntarnos entonces, a la inversa de la conjetura anterior -la desconfianza de los trabajadores ante la insinuación de reformas procapitalistas-, ¿por qué, si al menos las reformas oficiales seguían como antaño, demonizando ideológicamente el desempleo, estas no concitaron un apoyo más decidido entre los trabajadores? Una respuesta plausible, es que la apatía a los cambios, no provino solo de la oposición consciente (aunque también pasiva) de los obreros, temiendo la aplicación de nuevas reglas de producción que pretendían instaurarse autoritariamente «desde arriba», sino que el marco de referencia al freno de las reformas gorvachovianas era más amplio y descubría, de acuerdo a ciertos especialistas soviéticos, la presencia de una «cultura del estancamiento» arraigada en pautas culturales, que estos caracterizaron como «parasitismo» y «conservadurismo social». Como indica la socióloga Vorozheikina, El sistema autoritario creó parásitos sociales en todas las capas de la sociedad soviéticaentre la clase obrera (especialmente entre los obreros de calificación baja o empleados en el sistema del servicio privilegiado); entre el campesinado, los intelectuales y profesionales- todos los cuales se acostumbraron a cobrar salario nada más por cumplir su horario de trabajo, sin hacer ningún esfuerzo y, a menudo, causando un daño explícito a la economía social.29 Otras actitudes, expresaban el conformismo con un sistema que garantizaba ciertos derechos sociales: Hay que reconocer que cantidades considerables de gente que se sentían socialmente protegidas (aunque a nivel y calidad muy bajos) por el sistema anterior están bien contentas y no necesitan ninguna democracia, porque la democracia significa no solo derecho de decidir sino también la responsabilidad propia de su bienestar. 30 79 laberinto nº 35 / 2012 Tal como señala Vorozheikina, dicho conformismo generaba una alianza promiscua, pero «natural» y recíproca, entre la burocracia y las capas bajas de la sociedad soviética, con significativas desigualdades en sus estilos y niveles de vida. Así, la burocracia tiene también su contraparte y aliados en los niveles bajos y medios de la sociedad.31 80 Indiscutiblemente, la historia de las reformas de Gorbachov, es que las mismas nunca llegaron a contar con el suficiente respaldo social como para transformar decisivamente los aspectos más anquilosados del régimen soviético. Sin un apoyo significativo entre los obreros, ni en sectores importantes de la burocracia, solo la intelligentsia fue la base socialmente acotada que acompañó el intento de cambio. Pero dentro de un sistema, como decía David Mandel, que traccionaba por la inercia de las decisiones de millones de funcionarios burocráticos: La intelligentsia en solitario tiene, sin duda, todas las de perder frente a la burocracia.32 III. Los cambios políticos y los esbozos de la transición En vistas a las circunstancias descritas, la XIXª Conferencia Extraordinaria del PCUS en 1988 intentará introducir algunas reformas en el sistema político, y resolver la crisis de legitimidad del sistema, ampliando las bases de sustentación del poder de Gorbachov y de sus reformas. Es a partir de esta reforma política (ciertamente limitada y tibia en sus comienzos) que surgirá el Congreso de Diputados Populares de la Unión Soviética, cuyos miembros fueron elegidos por primera vez el 26 de marzo de 1989.33 Se coincide por lo general, con que es a partir de esta transformación dónde empieza a gestarse una situación política e ideológicamente nueva, todo ello al compás de la profundización de la crisis económica. La polarización en torno a dos proyectos bien definidos, data de este momento. Una parte de las fuerzas políticas se irá abroquelando tras el liderazgo de Boris Yeltsin, Este bloque se va dotando de una orientación favorable al multipartidismo, la confederación de las repúblicas integrantes de la URSS y el rápido tránsito hacia una economía de mercado (fuertemente privatizada). Su fuerza se amplía considerablemente en la medida en que logra incorporar a los sindicatos mineros independientes, protagonistas del movimiento huelguístico desencadenado a lo largo de varias repúblicas en 1989.34 Este mismo artículo comenta que, A este reformismo radical cada vez más crítico del gradualismo gorbachoviano, se le opone un bloque conservador, integrado en torno a sectores ortodoxos de la nomenclatura que califican de contrarrevolucionario al repliegue internacional, a la apertura política y a la reestructuración económica; ellos se atrincheran en el aparato central estatal (fuerzas de seguridad, ejército, cuadros ministeriales, dirección de las grandes empresas). 35 No es mi intención narrar todas las vicisitudes del proceso político que llevó a la crisis final del liderazgo de Gorbachov y del régimen soviético. Me interesa más bien analizar sucintamente el papel de la glasnost como factor desencadenante de toda una situación no prevista, tanto por los actores opositores como partidarios de las reformas. Como lo adelantamos al comienzo, la glasnost se torna en un hito esencial a la hora de analizar los tramos finales de la desintegración de la URSS. En efecto, la glasnost cuestionó el papel dirigente del PCUS en la vida soviética, desnudó la corrupción imperante en sus estructuras, y desmitificó muchos de los aspectos de la historia oficial. Como comenta un autor: la historia oficial de la URSS que se enseñaba en la escuela tuvo que ser eliminada tras las importantes revelaciones de imprecisiones y falsedades que denunciaron los historiadores.36 Pero la pregunta que debemos encarar aquí, es ¿cómo se arribó a la disolución territorial del poder del Partido y a la ruptura de la estructura institucional e ideológica en el propio seno del PCUS? Sin dudas la punta del ovillo comienza con la glasnost, pero tiene raíces más profundas en un viraje sustancial y difícil de medir, en la propia cultura y valores políticos de una parte de la dirigencia soviética que encabezaba Gorbachov. El examen de sus discursos testimonia una radical disminución de su interés por los países socialistas y del tercer mundo y una creciente preferencia De la perestroika a la glasnost por las relaciones con las potencias de Occidente. De esta manera, de acuerdo con algunas interpretaciones, fue posible una «impregnación» en la dirigencia soviética de «valores democráticos occidentales». Este hecho, de ser plausible, contribuye a explicar satisfactoriamente desde una visión excesivamente «liberal» u occidental, que la perestroika derivase al fin y al cabo (no siendo su propósito inicial) hacia una reforma política estructural, y, en una palabra, hacia el principio del fin del monopolio político del Parido Comunista. Ciertamente, si existe algo imputable a Gorbachov y a la intelligentsia que lo rodeó, fue precisamente un exceso peligroso de «encantamiento» con Occidente, una actitud que fortaleció el impacto de la propaganda del sistema capitalista y sus pautas culturales. Como apunta Garrido Caballero, en 1988, la imagen del socialismo estaba muy desacreditada, mientras la ofrecida por el paraíso capitalista era mitificada, sobre todo, entre la juventud soviética. No obstante, la mayor parte de la población mostró una confianza ciega en la intelligentsia y la palabra impresa. Años después comentarios y estadísticas muestran frustraciones de la población, que prefieren un camino propio para avanzar y no meramente la emulación de los patrones occidentales.37 Quizás este comentario sirva de manera sobresaliente para retratar el papel jugado por Gorbachov y la intelligentsia, al imaginarnos como sus políticas y discursos calaron y fueron interpretadas por el grueso de la sociedad, y hasta que punto el paraíso socialdemócrata que Gorbachov y la intelligentsia pregonaban en pleno trance crítico de la URSS, fueron el tiro de gracia para desacreditar la poca confianza que la población aún depositaba en el socialismo realmente existente. Haciendo una necesaria recapitulación, la palabra glasnost, desde muy pronto considerada un complemento de la perestroika, significó desde el punto de vista político, algo así como una actitud de buena voluntad gubernamental para aceptar un debate crítico sobre determinadas materias, siempre que fuera constructivo. Su sentido, en el marco de una perestroika dirigida de forma fundamental al cambio económico, consistió originariamente en provocar un plan- teamiento realista de los problemas y en animar a los ciudadanos a involucrarse personalmente en la reforma.38 Ahora bien, a partir de 1988, de este propósito inicial, se pasó a una auténtica revolución en los medios intelectuales y periodísticos que desbordaron los proyectos iniciales de los gobernantes, tomaron la iniciativa y acabaron influyendo en los acontecimientos de un modo decisivo. Algunos observadores privilegiados de aquella coyuntura histórica, como Vorozheikina, han planteado la influencia de ciertos acontecimientos dramáticos en la aceleración de la glasnost, que impondrán una mayor liberalización de la cultura, la información y la política. Uno de ellos, fue el desastre nuclear de Chernobyl, Creo que Chernobyl, por la escala de la tragedia y la imposibilidad de ocultarlo, dio un impulso decisivo a la profundización de la glasnost. Chernobyl nos mostró el grado de pudrimiento, la mentira, la ineficacia y el peligro de la pasividad individual. Había que participar, que tomar la responsabilidad por la propia vida, por el país, por el futuro de los hijos.39 Según este juicio, Chernobyl aceleró la liberalización de los medios de comunicación y esto facilitó la confrontación política. Señalemos de pasada, que Gorbachov no dio libertad de prensa, sino que las diferentes publicaciones se la fueron tomando.40 Asimismo se debe recalcar la condescendencia de Gorbachov con una oposición intelectual, que quizás apenas estuviera formada por un par de millares de personas, pero que estaba destinada a jugar un papel decisivo en los medios intelectuales y periodísticos y en el despertar de la sociedad civil. Otro hecho significativo, fue la liberación de Sajarov,41 a fines de 1986, un gesto político dirigido hacia el exterior y un testimonio de flexibilidad interna, pero que además, le convirtió en un protagonista de la vida pública. Ahora bien, estos hechos significativos, ¿pueden pensarse como un proceso de transición política en marcha, a pesar de una voluntad no declarada? Es posible, sin lugar a dudas, que algunos de los elementos típicos de un proceso de transición estructural en el sistema político soviético, sean identificables al momento en que la política de Gorbachov empezó a ser desbordada por ciertos acontecimientos. Si fuera este el caso, la obra de 81 laberinto nº 35 / 2012 O´Donnell y Schmitter nos aporta elementos valiosos para dilucidar aspectos clave de una etapa transicional. Según los autores Las transiciones están delimitadas, de un lado, por el inicio del proceso de disolución del régimen autoritario, y del otro, por el establecimiento de alguna forma de democracia, el retorno a algún tipo de régimen autoritario o el surgimiento de una alternativa revolucionaria.42 Y agregan con mayor especificidad, La señal típica de que se ha iniciado una transición es que estos gobernantes autoritarios, por cualquier motivo, comienzan a modificar sus propias reglas con vistas a ofrecer mayores garantías para los derechos de los individuos y grupos.43 82 Sin pensar obviamente en que la transición es un proceso lineal, O´Donnell y Schmitter definen la marcha hacia la transición política, desde los comienzos de cierta liberalización como un proceso que vuelve efectivos ciertos derechos, que protegen a individuos y grupos sociales ante los actos arbitrarios o ilegales cometidos por el Estado o por terceros.44 Por lo tanto, Una vez que algunos actores se han atrevido a ejercer públicamente tales derechos y no han sido castigados por ello, como lo fueron en el apogeo del régimen autoritario, aumenta cada vez más la probabilidad de que otros se atrevan a hacer lo mismo.45 Afortunadamente, la voluntad de Gorbachov de no reprimir las primeras manifestaciones de disidencia, simbolizaría una actitud que la historia se encargaría de reivindicarle y una manifestación de que algo había cambiado en la Unión Soviética. Lo que puede discernirse por otra parte, es que la tímida política democrática de Gorbachov fue preparando internamente el terreno para la consolidación de liderazgos políticos disolventes y la manifestación de los primeros disturbios territoriales. Este proceso de disolución de las estructuras partidarias e ideológicas y de crisis territorial puede constatarse con el ascenso de figuras políticas como Boris Yeltsin. Yeltsin46 había hecho afirmaciones estridentes contra los anteriores responsables en la conducción del país, como la de «cavamos y cavamos y no llegamos nunca al fondo de la corrupción». Por estas y otras actitudes, Gorbachov lo había apartado en 1987 de sus responsabilidades, otorgándole un puesto menor, si bien de rango ministerial. De todas formas, esto no impediría que muy pronto lograse un apoyo popular excepcional para lo que era el rating habitual de la dirigencia del régimen. En 1988, enfrentado con Ligachov (representante del ala conservadora del PCUS), Yeltsin constituía ya una alternativa posible en una lucha interna del Partido, en la que Gorbachov ocupaba el centro. Pese a sus oropeles «democráticos», la trascendencia de Yeltsin se debió por fuerza propia, a haber sido uno de los principales artífices de la era pos-soviética. E indiscutiblemente, su transformación de «liberal-comunista» en «anticomunista-liberal»47 lo hicieron acreedor de aquellas precursoras palabras de Isaac Deutscher: No puede haber tragedia mayor que la de una gran revolución que sucumbe al puño que tenía que defenderla de sus enemigos. No puede haber espectáculo tan repugnante como el de una tiranía posrevolucionaria vestida con las banderas de la libertad (…) El ex comunista no defiende ya el socialismo de los abusos poco escrupulosos; lo que hace ahora es defender a la humanidad de la falacia del socialismo. Ya no trata de vaciar el agua sucia de la revolución rusa para proteger al niño: descubre que el niño es un monstruo al que hay que estrangular. El hereje se convierte así en renegado.48 Pero a estas alturas había hecho acto de presencia otro motivo de confrontación interna, difícil, en verdad, para haber sido imaginado desde el comienzo por el gorbachovismo y el Partido: tras las revoluciones de Europa centrooriental (1989), la efervescencia de las nacionalidades y las insinuaciones de un latente separatismo empezaron a carcomer la unidad del Estado multinacional, en que se basaba la Unión Soviética desde su creación. Dirá al respecto Gorbachov: La euforia del separatismo y del extremismo nacionalista se explica y entiende hasta cierto punto en una etapa en que las contradicciones de un estado totalitario unitarista, que se venían acumulando desde hacía mucho tiempo, han finalmente estallado.49 De la perestroika a la glasnost IV. De la perestroika a la glasnost: la agonía del sistema soviético A medida que la perestroika transcurría sin éxitos palpables, la glasnost empujó los acontecimientos por una dirección no prevista y galvanizó ciertos intereses de forma decisiva; en una palabra, la tarea de Gorbachov había trasladado su centro de gravedad de la economía a la política. A consecuencia de ello, el PCUS inició la senda de un cambio institucional, como ya habíamos adelantado. En junio de 1988, se celebraron unas elecciones que, sin ser del todo democráticas,50 revelaron que la liberalización llegaba a la política. De un total de 1.500 puestos electivos, para unos 400 solo hubo un candidato y en 350 apenas seis; otros 750 escaños fueron elegidos por las organizaciones sociales. Pero a pesar de que casi el 90% de los electos eran afiliados al Partido Comunista, una treintena de líderes importantes del partido no fue elegida. Más importante aún fue la presencia de una minoría de reformadores, unos trescientos. Entre ellos Yeltsin, que logró el 90% de los votos en Moscú. Hubo regiones en las que el reformismo logró una victoria significativa: los lituanos en su totalidad eran partidarios de una reforma total del viejo sistema político. El propio Sajarov, fue elegido como diputado de una organización científica. Lo más significativo, fue que después de la reunión del Congreso y de la elección de su presidente, desde el punto de vista político, la URSS empezó a convertirse en otro país. Agreguemos que solo a fines de 1990 existiría una verdadera y precisa división interna entre los diputados, fragmentados entre docena y media de grupos, de los que el más importante era el comunista (730 escaños) seguido del conservador Soyuz. Hay que recurrir a la mención de dos situaciones que verdaderamente prepararon el principio del fin de la URSS: la tercera reforma constitucional desde que se había lanzado la perestroika terminó con el monopolio del PCUS, al suprimirse el artículo sexto que le encomendaba el papel de dirigir la sociedad. Aunque se creaba la figura de presidente de la URSS y Gorbachov ocupaba el cargo, la oposición que debió enfrentar a su proyecto (ya sea para acelerarlo o para abandonarlo) se hizo cada vez más un obstáculo infranqueable. Comenta el siguiente autor que, desde 1989 la velocidad con que se fueron desmembrando la URSS y el Partido fue de vértigo. Las declaraciones de soberanía de los distintos Soviets Supremos y de los distintos Partidos venían a herir y a dividir profundamente las estructuras centrales. Desde finales de 1988 hasta julio de 1989 los Soviets Supremos de las repúblicas Bálticas, con el apoyo de sus respectivos Partidos, declararon su soberanía. Otro tanto ocurrió a lo largo de 1990 en Ucrania, Moldavia y Uzbekistán. En diciembre de 1989 el P.C. lituano había decidido separarse del PCUS.51 Ante una cada vez mayor licuación y fragmentación del poder político, Gorbachov nunca trató de aglutinar autoritariamente al Partido, y cuando se dijo inspirado en «valores humanos universales», -sin ser ello filosóficamente un rompimiento con los principios del marxismoleninismo-, abrió una brecha difícil de enmendar con la esencia misma del régimen soviético. Por otra parte, como se ha tratado de dejar en claro, si la glasnost logró desencadenar un amplio proceso de apertura y democratización, en donde comenzaron a prosperar la vida política y la expresión cultural abierta, la glasnost se tornó prontamente en un fenómeno que lejos de fortalecer las estructuras del Parido Comunista, y su liderazgo en la vida social, puso ante la vista de todos, sin excepción, sus aspectos más anacrónicos y repudiables como el despotismo, los privilegios escandalosos y la corrupción. De este modo, la gestión de Gorbachov sinceró el mal potencialmente más peligroso que aquejaría al socialismo real y que lo sumergió como un torbellino imparable en la etapa de su desintegración final, un indestructible malestar proveniente de fuerzas sociales incompatibles con las estructuras autoritarias y petrificadas del régimen52 y de rivalidades nacionales latentes, a lo largo y a lo ancho de toda su expresión geográfica y humana. Casi imprevistamente, las nacionalidades, virtualmente invisibles por haber sido aprisionadas dentro del chaleco de fuerza de la dominación rusa por décadas,53 encontraron su cauce de expresión en el proyecto de Mijaíl Gorbachov, que ambicionaba salvar el sistema mediante la remoción de sus estructuras más obsoletas. 83 laberinto nº 35 / 2012 84 Como sabemos hoy en día, perestroika y glasnost fueron los programas de acción decisivos del gobierno de Gorbachov, y a decir verdad, una arriesgada estrategia de ingeniería social y política dispuesta para aflojar las tensiones estructurales en el campo político y económico, pero que, en su desarrollo fáustico, sumergieron a la URSS en una crisis sin retorno. Probablemente el error clave de la intelligentsia, fue concebir que la democratización de la sociedad era una condición óptima y suficiente para despertar a la economía, sobre todo si se centraba en la esperanza de que cierta apertura o transparencia en el manejo del Estado Comunista provocaría la movilización espontánea y colectiva del espíritu nacional, a favor de quienes dirigían el proceso de cambio. Por el contrario, la tibia pero dinámica democratización de ciertas capas intelectuales y de sectores de la población afines a sus premisas críticas, como temían los conservadores duros del Partido, y no esperaban los cabecillas del reformismo, lejos de poner en marcha los espíritus y los recursos necesarios para restaurar una economía estancada por las premisas burocráticas y por pautas de desarrollo anacrónicas, se encaminó como una fuerza irresistible a demoler todo el edificio celosamente custodiado durante décadas por la nomenklatura. Era evidente además que los adalides de la reforma pretendieron recrear, sin conseguirlo, aquel espíritu nacional de la «gran guerra patriótica» (1939-1945) que había superado heroicamente el desafío de la destrucción de la Unión Soviética ante la envestida del nazismo invasor. De tal modo, al no haberse arribado a dicha situación, finalmente La perestroika acaba desbordándose a sí misma, no por incapacidad del liderazgo gorbachoviano, sino por la naturaleza terminal de la crisis del sistema soviético.54 Ya resignadamente Gorbachov reconocerá en el Artículo de Crimea, escrito pocos días antes de la asonada golpista55 que promueven sectores neoestalinistas del Partido, «temerosos» ante la posibilidad de un desborde social, que, Como resultado de la glasnost y de la revelación de la verdad, ha penetrado en la memoria social el miedo a los grandes cambios. Alimenta en la mente popular el deseo de detenerse, incluso de echarse un poco atrás con el fin de, aprovechando la pausa, pensar otra vez las cosas y quizás empezar de nuevo (…) Pero entre aquellos que incitan al pueblo a detenerse y reflexionar han aparecido también «izquierdistas» del credo neoestalinista. Estos apelan al pueblo para que exija un alto con objeto de restablecer el orden por medio de una dictadura que aboliría o, en el mejor de los casos, suspendería todos los derechos y libertades que hemos ganado en el curso de la perestroika (…) Podrían ser muchas las personas dispuestas a responder a este tipo de incitación. Este es el terreno donde el populismo prospera. Es afanosamente fertilizado por aspirantes a dictador y apologistas del estalinismo. Algunos medios informativos que trabajan en su beneficio alientan esta nostalgia de miras del período de estancamiento, cuando supuestamente había todo lo necesario para la vida cotidiana, no mucho ni lo mejor, pero allí estaba; y en cuanto a la libertad y democracia, ¿quién las quiere si nos amenazan la pobreza y el desempleo? Los elogios a Pinochet y a Franco se prodigan públicamente y en serio: unos pocos y breves años de dictadura auténtica, dicen, y a continuación vendrán el mercado libre y la democracia y la prosperidad y los estómagos llenos.56 Frente a la imagen lapidaria que nos brinda finalmente Gorbachov, ¿podría haberse salvado del hundimiento a la URSS?57 ¿Tiene sentido hablar de ello? Claro que sí, y lo es por una razón estrictamente metodológica: echar un haz de luz sobre lo que en realidad ocurrió. A tal efecto, citaré dos aportes que por sus coincidencias y paralelismos notables, nos ayudarán a iluminar hermenéuticamente el tópico de esta ponencia. Como escribió Lewin, Las reformas tecnológicas y económicas estaban inextricablemente ligadas a las reformas políticas. Había que despojar a la máquina del Partido de su poder último: el poder de impedir los cambios. Un levantamiento popular masivo lo habría logrado pero no estalló. La alternativa era la reforma desde dentro, dirigida en primera instancia contra el Partido. Tan solo una fuerza política revitalizada podía obligar a la burocracia a iniciar la transición a una economía mixta, presionándola para que respaldara tanto el cambio desde arriba como desde abajo, y amenazándola con una expropiación a gran escala. La creación De la perestroika a la glasnost de un sistema que asegurara la transición haría posible mantener unas condiciones de vida mínimas, evitar el desastre económico y mostrar el camino a la iniciativa económica individual y colectiva. La siguiente tarea consistiría en formar políticamente a la población.58 Por su parte, Hardt y Negri han remarcado en consonancia con muchos estudiosos del mundo soviético que, Lo que nos parece esencial no es tanto la falta de libertades individuales y formales de los trabajadores o los ataques contra ellas, sino más bien el despilfarro de la energía productiva de las multitudes que habían agotado el potencial de la modernidad y querían liberarse de la gestión socialista de la acumulación capitalista para poder manifestar un nivel más elevado de productividad. Esta represión y esta energía fueron las fuerzas que, desde extremos opuestos, provocaron que el mundo soviético se desmoronara como un castillo de naipes. La glasnost y la perestroika por cierto representaron una autocrítica del poder soviético y plantearon la necesidad de un paso democrático como condición indispensable para renovar la productividad del sistema, pero se recurrió a ellas demasiado tarde y demasiado tímidamente para evitar la crisis. Al no contar con el combustible que solo pueden crear las nuevas subjetividades productivas, la maquinaria soviética se replegó sobre sí misma y se detuvo con gran estruendo de frenos. Los sectores de la fuerza laboral e intelectual e inmaterial le retiraron el apoyo al régimen y su éxodo condenó al sistema a la muerte, a morir de la victoria socialista de la modernización, a morir de la incapacidad de emplear sus efectos y sus excedentes, a morir de una asfixia definitiva que sofocó las condiciones subjetivas que exigían un paso a la modernidad. 59 V. Conclusión La palabra glasnost, гласность, ( apertura, transparencia o franqueza ), desde muy pronto considerada un complemento de la perestroika, significó desde el punto de vista político, algo así como una actitud de buena voluntad gubernamental para aceptar un debate crítico sobre determinadas materias, siempre que fuera constructivo. Su sentido, en el marco de una perestroika dirigida de forma fundamental al cambio económico, consistió originariamente en provocar un planteamiento realista de los problemas y en animar a los ciudadanos a involucrarse personalmente en las reforma anunciadas por Gorbachov. Ahora bien, a partir de 1988, de este propósito inicial, se pasó a una auténtica revolución en los medios intelectuales y periodísticos que desbordaron los proyectos iniciales de los gobernantes, tomaron la iniciativa y acabaron influyendo en los acontecimientos de un modo decisivo. En efecto, la glasnost cuestionó el papel dirigente del Partido Comunista en la vida soviética, desnudando la corrupción imperante en sus estructuras, y desmitificando muchos de los aspectos de la historia oficial. Esta ponencia se dirigió fundamentalmente a posar la lente analítica sobre las dificultades que representaban determinadas fuerzas sociales y la estructura política reinante, para llevar a cabo cambios profundos en el socialismo realmente existente en materia de gestión económica, democratización, pluralismo cultural e informativo, y como además, la política de apertura de la glasnost se volvió en contra de Gorbachov al incrementarse los problemas económicos y sociales por efecto de sus mismas reformas. 85 laberinto nº 35 / 2012 Notas 86 1. Gorbachov, Mijaíl, Perestroika: nuevas ideas para nuestro país y el mundo; Ed. Emecé, 1987. op. cit. pp. 83,84. 2. Kagarlitsky, Boris, Los intelectuales y el estado soviético. De 1917 al presente; Ed. Prometeo, 2006, op. cit. pág. 400. 3. La manipulación de la realidad, una triste e incuestionable rúbrica del régimen de partido único, supo ser observada con agudeza desde la Alemania Oriental por el físico y químico Robert Havemann, resistente antinazi, y recluido domiciliariamente por decisión del Partido Comunista. Decía Havemann: «La realidad de la DDR no coincide con la imagen que el Partido se ha formado de ella. En esta imaginaria DDR que diariamente aparece en los periódicos y demás medios de comunicación de masas, descrita con los colores más sonrosados, vemos cómo la clase obrera, aliada a los campesinos y a las fuerzas de la cultura, consigue un triunfo tras otro en el desarrollo de la producción. Todos trabajan impulsados por la pasión de un ideal supremo, el socialismo, llenos de confianza en el Partido de la clase obrera y en toda su dirección, especialmente en el camarada primer secretario general. En las elecciones para la Cámara del pueblo, el 99% vota regularmente a favor de la lista unitaria del Frente Nacional. Cuando vienen a visitarnos dirigentes de países amigos, miles de personas se apretujan en las calles para recibirles. En las grandes fiestas nacionales, miles de personas se manifiestan ante las tribunas desde donde los jerarcas les contemplan y animan a nuevas victorias en la construcción del socialismo. Lo malo es que esta fantástica imagen no coincide en nada con la realidad de la DDR, tal y como es conocida por sus ciudadanos. En consecuencia, una imagen objetiva de la realidad se considera como una calumnia y una ofensa al Estado. Al partido le ocurre como a la zorra del cuento: decide que no vale la pena lo que no puede alcanzar» Havemann. Robert; La libertad como necesidad. Escritos berlineses; Ed. Laia, Barcelona, 1979; op. cit. pp. 183, 184. 4. Gorbachov; Perestroika: nuevas ideas para nuestro país y el mundo; op. cit. p. 85. 5. Desde mi perspectiva, debemos insistir con la siguiente pregunta: ¿se debe seguir caracterizando a la URSS como un sistema «socialista» o «comunista» al haber reivindicado los preceptos de Marx? Dice Caterine Samary al respecto, «La URSS y los países llamados socialistas -cualquiera sea el «nombre» con que se los califique- eran sociedades marcadas por relaciones sociales que las alejaban (y no las acercaban) al socialismo: no se comprende la fragilidad actual frente al proceso de restauración si no se pone en evidencia esa realidad. La alienación de los trabajadores por el plan burocrático o el «mercado socialista»; la ausencia de una democracia socialista que permitiera a los interesados(as) ser responsables de su trabajo y de sus resultados; la represión de toda forma de sindicato o de iniciativa política o social independiente, la represión de todo movimiento de defensa de los derechos nacionales en nombre de la «fraternidad entre los pueblos» o del «internacionalismo proletario»; y, en el caso yugoslavo, más rico, el ahogo de la autogestión por el monopolitismo político y por todo lo que limitaba el horizonte al localismo; en todas partes la cristalización de la burocracia en capa/casta social que defendía sus privilegios a través del monopolio del partido; el hipercrecimiento y la omnipresencia del Estado/partido… no solo todo esto se oponía a los movimientos de emancipación, sino que producía en las conciencias estragos que todos(as) hemos subestimado. Con el tiempo, el principal argumento anticomunista se convirtió en la realidad de esos países. En Praga el imperialismo tenía como instrumento no a la OTAN, sino al Pacto de Varsovia. La democracia a la que se aspiraba era al menos, la «democracia formal burguesa…»; Samary, Caterine, «¿La crisis de los países llamados socialistas es un fracaso del marxismo?», en, ¿Hay alternativa al capitalismo? Congreso Marx Internacional. Cien años de marxismo. Balance crítico y prospectivas. Actas del coloquio organizado por la revista Actuel Marx (PUF, CNRS). Paris X. Nanterre. 27-30 septiembre 1995. Edición argentina por Kohen & Asociados Internacional; op. cit. pp. 80,81. 6. Várnagy, Tomás; «Dubcek y Gorbachov: La Primavera de Praga como antecesora de la glasnost y la perestroika»; Ponencia presentada en las VIª Jornadas de Historia Moderna y Contemporánea. Luján, Argentina, 2008, op. cit. pág. 8. 7. Aganbegyan, La perestroika económica: una revolución en marcha; Ed. Grijalbo, 1989. op. cit. pág. 31. 8. Ídem; op. cit, pág. 32. 9. Ídem; op. cit, pág. 32. De la perestroika a la glasnost 10. Vorozheikina, Tatiana; «La perestroika del sistema político: problemas y soluciones»; en Nuevos rumbos en la relación Unión Soviética/América Latina, Roberto Russell (editor), FLACSO/GEL 1990, op. cit. pág. 33. 11. «A lo largo de todo su libro, Lewin insiste en la necesidad de distinguir cuidadosamente la burocracia del partido (un partido que no tiene de partido más que el nombre, reducido de hecho solo a su aparato) de la burocracia de Estado, cada vez más autónoma y celosa en la defensa de sus propios intereses. Se está a cien leguas de la idea tan profundamente arraigada de un «partido Estado» todopoderoso. De hecho, la burocracia del partido se mostró incapaz de controlar la burocracia del Estado, a pesar de sus intentos sucesivos, luego de la guerra o aún con Jruschov. Esta historia renovada de la burocracia muestra el fracaso del partido (de su aparato) frente a una burocracia de Estado todopoderosa que termina por absorber a la del partido»; Paillard, Denis, reseña al libro de Moshe Lewin, El Siglo Soviético. ¿Qué sucedió realmente en la Unión Soviética?, en Revista Herramienta Nº 24, revista@ herramienta.com.ar. 12. Lo acotado entre paréntesis como aclaración, es mío. 13. Vorozheikina, op. cit. pág. 33. 14. Mandel, David; «Reforma económica y democracia en la Unión Soviética», en Revista Debats, Nº 28, Junio, 1989, op. cit. pág. 28. 15. Ídem; op. cit. pág. 28. 16. Nomenklatura es, por definición, el derecho de fiscalización de que dispone el Partido sobre la atribución de un puesto que juzga importante. 17. Kornai, Janos; citado en Mandel, D; «Reforma económica y democracia en la Unión Soviética» op. cit. pág. 27. 18. Vorozheikina; «La perestroika del sistema político: problemas y soluciones», op. cit. pág. 34. 19. Mandel, op. cit. pág. 29. 20. Gorbachov; Perestroika: nuevas ideas para nuestro país y el mundo, op. cit. p. 116. 21. Stalin, en los años cuarenta, había comparado al ciudadano soviético con la función de un «tornillo», cuyo deber es «funcionar bien en el lugar que le corresponde». 22. Apoyando la dirección de las políticas de Gorbachov, decía con vehemencia el historiador soviético Kiva Maidanik, «El pueblo socialista, dueño de su país y de su destino, tiene el derecho a analizar y tener una opinión propia en todo lo que se refiere al presente y a todo lo que está ligado con su pasado. Basta ya de considerar al pueblo como un adolescente que jamás llega a estar maduro para conocer la cruda realidad», en Harnecker, Marta, Perestroika. La revolución de las esperanzas. Entrevista a Kiva Maidanik; Ed. Dialéctica, 1988; Bs. As., op. cit. pág. 78. 23. Mandel, D., op. cit. pág. 32. 24. La comprensible desconfianza de los trabajadores a las reformas, puede resumirse en el siguiente conjunto de factores adversos: aumento de la disciplina, intensificación del trabajo, reducción de ingresos y alza de los precios: «Hasta ahora, la experiencia mayoritaria con la reestructuración es solo una creciente presión para aumentar el esfuerzo laboral… El mercado de consumo sigue igual y, es más, en el último año la tasa de incremento de la producción de bienes de consumo fue inferior a las tasa correspondiente a 1985»; Mandel, D., «Reforma económica y democracia en la Unión Soviética», op. cit. pág. 32. 25. El artículo Nº 40 de la Constitución soviética de 1977, consagraba el derecho de todos los ciudadanos al trabajo. 26. Wilson, Andrew; Bachkatov; Nina; Los Jóvenes de la Perestroika, Ed. Vergara, 1989, op. cit. pág. 301. 27. Ídem; op. cit. pág. 301. 28. Aganbegyan había sido tajante en cuanto a los motivos que debían tomarse en cuenta para rechazar el paro. Analizando los argumentos a favor del desempleo, señalaba lo siguiente: «En la superficie de los fenómenos puede aparecer que el estímulo más importante para realizar un buen trabajo es la existencia de parados(…) Nadie quiere encontrarse en el desempleo, y por eso todos trabajan esforzadamente, esperando que la buena calidad de su tarea sirva de garantía para conservar el puesto(…) Personalmente, dudo mucho que la existencia de desempleo sea en verdad un poderoso estímulo de la mejor tradición. Los hechos que yo conozco en ningún caso confirman su influencia positiva sobre la calidad del trabajo. En Yugoslavia, por ejemplo, el desempleo es bastante alto, sobre todo entre la juventud. Sin embargo esta circunstancia no ha contribuido a la elevación del rendimiento del trabajo. En Suecia, al contrario, se puede decir que no existe el desempleo». Concluía sin rodeos que, «En el transcurso de la perestroika debemos afirmar las ventajas sociales que posee la economía socialista. Por esto, por principio, en ningún caso debemos permitir el desempleo», Aganbegyan, op. cit. pp. 109, 110. 29. Vorozheikina; op. cit. pág. 36. 87 laberinto nº 35 / 2012 88 30. Ídem; op. cit. pág. 36. 31. Ídem; op. cit. pág. 36. 32. Mandel; op. cit. pág., 34. 33. De Andrés, Jesús; «La transición rusa: Gorbachov, Yeltsin y Putin»; en Europa del este y la Unión Soviética en el Siglo XX. Del socialismo real al Poscomunismo, Gabriela Águila, Jorge Sgrazzutti (Coords.), Homo Sapiens, Ediciones, 2000, Rosario, op. cit. p. 200. 34. Dabat, Alejandro y Toledo, Alejandro; «El golpe de agosto de 1991 y el colapso de la URSS»; en Revista Iztapalapa, Nº 28, AÑO 12, Universidad Autónoma Metropolitana, México; op. cit. pág., 186. 35. Ídem; op. cit. pág., 187. 36. Vargas Lozano, Gabriel; «El derrumbe del socialismo real, la perestroika y el futuro del socialismo», en Revista Iztapalapa, Nº 28, AÑO 12, op. cit. pág., 173. 37. Garrido Caballero, María Magdalena; «La perestroika y la juventud soviética», Ponencia presentada en las VIª Jornadas Nacionales de Historia Moderna y Contemporánea, Universidad Nacional de Luján, 2008. La cita es un comentario de un artículo del autor Kara Murzá, S; «Perestroika sin la URSS ni PCUS», Nuestra bandera, 154 (1993), pp.96-103. La autora agrega además un dato importante sobre la opinión de los rusos a más de diez años del final de la URSS y su visión sobre la economía capitalista: «…los resultados de la encuesta realizada en el 2001 por el Russian Public Opinión Research Centre (WCIOM), basada en una muestra de dieciséis mil adultos procedentes de diferentes regiones, grupos económicos y sociales, evidenciaron que el 53 por ciento de los rusos preferían un vía propia de desarrollo, y entre estos, el 23 por ciento, pensaba que debía conducir a un estado con un régimen peculiar»; citado de; «Information: Results of surveys». Public Opinión Monitoring: Economic and social changes. WCIOM, March, 2001. http://www.wciom.ru/En DAVIDOV, V.: «Rusia: la trayectoria del cambio. Una visión desde dentro», en Colomer, A y Flores, C. (eds.): Rusia, en vísperas de su futuro. Valencia, PUV, 2002, p.28. 38. «El papel clave en el despertar político del pueblo lo jugó la glasnost. Creo que uno de los logros más importantes de la glasnost es que no solo socavó la fe en la omnipotencia y la sabiduría de las autoridades, sino también la convicción en la vanidad absoluta del esfuerzo personal de cada uno para cambiar algo en la sociedad», Vorozheikina, op. cit. pág., 34. 39. Ídem; op. cit. pág., 35. 40. Como lo describe el profesor Maidanik, la glasnost dio por tierra con todos los temas tabúes, «El aumento de la mortalidad infantil y los privilegios, la prostitución y las drogas, las catástrofes naturales y accidentes por irresponsabilidad, los sueldos de los dirigentes, la mentalidad real y no inventada de la juventud, los crímenes de los años 30, los estallidos nacionalistas actuales, y los actos de arbitrariedad de los poderes locales (…) Pero la glasnost no solo se traduce en transparencia informativa sino también en libertad de crítica. Desaparecieron los cotos cerrados. Se escribe acerca de errores y de abusos aun en los ministerios más protegidos, de los dirigentes del Partido de las repúblicas (…) Se desnudan las llagas más vergonzosas. Y todo esto, no ha desembocado, como algunos temían, en la desesperación del pueblo, sino en la rabia contra los males…·, en, Harnecker, Marta; Perestroika. La revolución de las esperanzas. Entrevista a Kiva Maidanik; op. cit. pp. 78, 79. 41. Sajarov, Andrei, (1921-1989). Eminente físico nuclear ruso y reconocido disidente del régimen soviético. 42. O´Donnell, Guillermo; Schmitter, Philippe C.; Transiciones desde un gobierno autoritario: conclusiones tentativas sobre las democracias inciertas / 4, Ed. Paidós. 1994, op. cit. págs. 19. 43. Ídem; op cit. pág., 20. 44. Ídem; op. cit. pág., 20. 45. Ídem; op. cit. pág., 21. 46. Yeltsin, Boris, (1932-2007). En 1985, es designado por Mijaíl Gorbachov como Secretariado Central del Partido Comunista en Moscú y miembro del Politburó Soviético. Sin embargo, para 1987 fue depuesto de todos sus cargos a causa de sus fuertes críticas contra las reformas llevadas a cabo por el gobierno. Fue designado en cambio, como Primer Diputado del Comité Estatal de Construcción. El motivo por el cual Yeltsin fue despojado de tan altos cargos fue realmente su forma de criticar a Gorbachov: no estaba permitida ninguna crítica fuerte durante las reuniones del Politburó, especificando que estas debían circular entre sus miembros antes de estar en sesión. Se especula que para ese entonces, Gorbachov y Yeltsin pasan a ser enemigos políticos. En 1989, Gorbachov crea el Congreso de Diputados del Pueblo, en un intento de reestructurar la Unión Soviética. La actitud de Yeltsin le convirtió en una figura sobresaliente del bando reformista, lo cual le llevó a entrar en marzo de 1989 en el Soviet Supremo, como diputado por Moscú, con el mayor De la perestroika a la glasnost número de votos de toda la Unión. Pero el paso lento con que se producían las reformas lo indujo a abandonar el Partido al año siguiente. Para mayo de 1990, es confirmado Presidente del Soviet Supremo de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia. Tras la caída del sistema comunista, Yeltsin aplicaría en Rusia los nefastos programas de reforma económica neoliberal. 47. Kagarlitsky, Boris, Los intelectuales y el estado soviético. De 1917 al presente; Ed. Prometeo, 2006, op.cit. pág, 401. 48. Deutscher, Isaac; «La conciencia de los ex comunistas»; en Revista de Economía Institucional v.7 n.13 Bogotá, dic. 2005; op. cit. pp. 4, 5. 49. Gorbachov, Mijaíl, El golpe de Agosto. Las causas y las consecuencias, Ed. Atlántida, Bs. As., 1991, op. cit. pág. 144. 50. Vorozheikina, describe los alcances y límites de aquellas reformas: «a) la ampliación de la participación popular en la gestión; b) la conversión del soviet supremo de órgano aprobador en el legislativo…; c) el límite de dos legislaturas para los elegidos y los funcionarios nombrados…; d) el número ilimitado de candidatos, que tienen el derecho garantizado de efectuar la campaña electoral a través de los medios; e) el derecho de promover los candidatos de las organizaciones sociales…» etc. Según la autora, una de las principales críticas que se le podían achacar a la reforma política, era el carácter indirecto de las elecciones. Señalaba que: «La elección del Presidente del Soviet Supremo tampoco es directa. Los ciudadanos eligen nada más que al colegio de electores -el Congreso-, quienes son libres de votar por cualquiera, no tienen obligación frente a sus electores respectivos. Lo que abre una posibilidad conocida por nosotros: una lucha escondida, un pleno inesperado del CC y la promoción de una candidatura no prevista por nadie»; op. cit. pág. 47. 51. De Andrés, Jesús; «La transición Rusa: Gorbachov, Yeltsin y Putin»; op. cit. pág., 200. 52. Reiterándolo una vez más; si fuese el caso, pese al colapso de la URSS, el «modelo totalitario» que se aplica a la descripción del sistema soviético desde sus orígenes, no podría dar cuenta con precisión de las transformaciones experimentadas por la sociedad, a la que se cree un juguete en manos del poder, y menos aún, explicar su cambio de actitud en los años 80, frente a un régimen político «totalitario» y petrificado. Así como señala Denis Paillard, «Esta sociedad que conoció transformaciones radicales es irreductible al poder instalado. Y se observa una distorsión cada vez más grande entre la sociedad, en que las diferentes capas sociales que la componen defienden sus intereses, y un poder, incapaz de reformarse, que perpetúa alrededor de la figura del «secretario general» un poder de otrora. Como señala Lewin: «mientras la sociedad explotaba, el poder estaba en vías de glaciación». Es esta contradicción lo que explica la implosión del sistema en los años ochenta». Paillard, Denis, reseña al libro de Moshe Lewin, El Siglo Soviético. ¿Qué sucedió realmente en la Unión Soviética? (2006), en, Revista Herramienta Nº 24, [email protected]. 53. Véase, Faraldo, José, M., «El renacer del nacionalismo ruso (1968-1991)», en Revista Papeles del Este. Transiciones pos-comunistas, Nº 3, 2002, http: // www. ucm. es/bucm/cee/papeles. 54. Dabat y Toledo; «El golpe de Agosto de 1991 y el colapso de la URSS»; op. cit. pág., 186. 55. La intentona golpista transcurrió entre los días del 19 al 21 de agosto de 1991, mientras Gorbachov se hallaba de vacaciones en Cabo Foros, Crimea. 56 Gorbachov, El golpe de Agosto. Las causas y las consecuencias…, op. cit. pp. 122, 123. 57. El 8 de diciembre de 1991, los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia firmaron el Tratado de Belovesh que declaró oficialmente la ya inevitable disolución de la Unión Soviética y se estableció la Comunidad de Estados Independientes (CEI), en su lugar. 58 Lewin, Moshe, El Siglo Soviético. ¿Qué sucedió realmente en la Unión Soviética?, Ed. Crítica, Barcelona, 2006, op. cit. pág. 462. 59. Hardt, Michael; Negri, Antonio, Imperio, 3ª edición, Ed Paidós, Bs. As. 2004, op. cit. pp. 246, 247. 89 laberinto nº 35 / 2012 Bibliografía 90 -AGANBEGYAN, Abel; La perestroika económica: Una revolución en marcha; Ed. 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En esta ocasión presentamos un resumen de un artículo de Marx, Rusia y China, y de dos de Engels, Las ganancias de Rusia en Extremo Oriente y La penetración rusa en Asia Central. En nuestra web pueden encontrarse los textos completos y material complementario. De especial interés es el compendio de noticias y análisis sobre distintos aspectos de la cuestión que hemos ido recogiendo de diversas fuentes. Consideramos estos artículos de vital importancia para comprender el funcionamiento de la cadena imperialista actual, sus reequilibrios y sus contradicciones irresolubles a largo plazo. La crisis de sobreproducción empuja a la guerra y todo indica que la próxima será declarada en Asia. La tensión es creciente en Siria y aumenta la presión a Irán; Irak y Afganistán distan mucho de ser pacíficas democracias, y no parece que vayan a serlo en el futuro próximo; Corea del Norte protagonizó el primer episodio caliente en el curso de la crisis, pero poco se puede decir de un país del que no sabemos a ciencia cierta ni siquiera las circunstancias de, y el horizonte político que abre, la muerte de Kim Jong Il. Lo que sí se sabe es que, gracias a los sicarios imperialistas, ser físico o ingeniero nuclear en Irán es una profesión de altísimo riesgo. Las consecuencias de una guerra en el contexto de crisis actual son imprevisibles. A nivel de la cadena imperialista, la más decisiva de todas es que obligará a Rusia y a China a intervenir de forma más activa y resuelta que en Libia. Al fin y al cabo, allí se dirimieron intereses imperialistas europeos: Sarkozy le ganó la partida a Berlusconi, con el beneplácito y el aplauso de Obama, Cameron, Merkel, ZP y, con él, de los grandes hosteleros. A nivel de formación social, quizás sea la oportunidad para que los movimientos de protesta por la guerra den un paso más allá en su explicación tipo: guerra de despojo de recursos. El materialismo histórico no es un economicismo. Prueba de ello son los artículos de Marx y de Engels, en los que el análisis incluye, junto al aspecto económico de las contradicciones entre potencias imperialistas, un pormenorizado estudio de los procesos diplomáticos, políticos y militares. Todo ello sucede en un mundo y momentos concretos, en el que la importancia de un lugar no depende sólo de cuestiones económicas. No es posible analizar aquí los vericuetos de las relaciones ruso-chinas de dos siglos, pero sí es imprescindible llamar la atención sobre el hecho de las continuas injerencias anglosajonas; primero británicas, luego estadounidenses. Por supuesto, una alianza firme Moscú-Pekín obligaría a los estadounidenses y a los británicos a despedirse de su influencia en Europa, Japón e India... o a luchar. La cuestión se resolverá, muy probablemente, en Siria, Irán y Corea. Si se piensa en las guerras emprendidas por Estados Unidos desde la caída de la URSS (Yugoslavia, Irak por dos veces, Afganistán, Somalia, Libia), lo sucedido hasta el momento en la primavera árabe y el control político por deudas al que es sometido el Sur de Europa, se verá la línea que va desde Berlín o desde el estrecho de Gibraltar a las fronteras de Rusia, India y China. Dos obstáculos restan al imperialismo otánico: Siria e Irán. Si la primera puede llegar a ser un problema sólo ruso, Irán no lo es. Papel análogo corresponde a Corea del Norte respecto a las posibilidades estadounidenses de usar Corea del Sur y Japón como bases de operaciones contra Rusia y China. ¿Qué sucederá? Nadie puede saberlo. El mundo está cambiando, pero las consecuencias de un recrudecimiento de las contradicciones interimperialistas serían las mismas de siempre más un plus. El principal problema no es si Irán tiene la bomba atómica o no. El episodio actual versa sobre la batalla por el puerto sirio de Tartus. Es el único a disposición rusa en el Mediterráneo. La relación entre lo que sucede en Siria y los planes de la OTAN para Irán tiene, como elemento decisivo, la posición de Siria como paso en las líneas terrestres de abastecimiento y de desplazamiento de tropas, desde Turquía e Israel, o como enclave enemigo en la retaguardia, desde Irak. Desde la perspectiva histórica que dan dos guerras mundiales, parece probable que la paz adquirirá mayor relevancia para los movimientos populares antes de finales de año. 91 laberinto nº 35 / 2012 RUSIA Y CHINA por Carlos Marx New York Daily Tribune 7 de abril de 1857 92 En lo que concierne al tráfico comercial con China, cuya expansión se han propuesto lord Palmerston y Luis Napoleón lograr por la fuerza, es evidente que se considera, no sin cierta envidia, la posición ocupada por Rusia. En efecto, es totalmente posible que Rusia —sin gastar un céntimo, ni comprometer la menor fuerza militar— termine por ganar mucho más que las naciones beligerantes. En general, las relaciones entre Rusia y el Celeste Imperio son de naturaleza muy particular. [...] Estando excluidos del comercio marítimo con el Celeste Imperio, los rusos no se encuentran implicados ni de cerca ni de lejos en los conflictos pasados o presentes sobre esa cuestión. También escapan a la antipatía que los chinos manifiestan desde tiempo inmemorial a todos los extranjeros que abordan su país por mar y que asimilan —no sin alguna razón— a piratas sedientos de aventura y riqueza, que parecen haber infestado las costas chinas desde siempre. Pero en contrapartida de esta exclusión del comercio marítimo, los rusos gozan de una forma muy particular de comercio interior y exterior, del que parece que son los únicos en gozar sin que nunca hayan de tener competidores. Esos intercambios, regulados por el Tratado concluido en 1787 bajo Catalina II, tienen su principal centro de operaciones —si no el único— en Kiatcha, en la frontera entre la Siberia Meridional y la Tartaria (mongola) china, en uno de los afluentes del lago Baikal, a unas cien millas al sur de la ciudad de Irkutsk. El comercio se produce como una especie de feria anual bajo el control de una docena de agentes —seis rusos y seis chinos— que se encuentran en Kiatcha para establecer las relaciones que servirán para el intercambio de los productos de ambas partes, dado que este tráfico se realiza solamente en forma de trueque. Los principales artículos vendidos son: el té, del lado chino, y los tejidos de lana y algodón, del lado ruso. Estos últimos años, este comercio parece que ha crecido sensiblemente. Las cajas de té vendidas por China en Kiatcha hace diez o doce años no excedían por término medio la cifra de cuarenta mil; en 1853, llegaron a ciento sesenta y cinco mil, cuya mayor parte era de calidad superior que conocían bien los consumidores del continente bajo el nombre de «té de caravana», para distinguirlo del artículo de calidad inferior importado por mar. [...] Es evidente que, si las hostilidades actuales provocan la suspensión del comercio marítimo, el aprovisionamiento del té de Europa se tendrá que hacer exclusivamente por esta vía. Se puede suponer que, incluso cuando el comercio por mar se restablezca, Rusia, una vez completada su red ferroviaria, venga a ser una competidora peligrosa de las naciones marítimas para el aprovisionamiento de los mercados europeos. [...] Sin embargo, podemos observar que los esfuerzos de Rusia no se limitan tan solo a la extensión del comercio por tierra. Hace ya algunos años, tomó posesión de las dos riberas del río Amur, patria de origen de la actual dinastía reinante en China. Aunque ciertamente los esfuerzos en esta dirección han sufrido un frenazo durante la última guerra, no hay duda de que serán reemprendidos y desarrollados con energía en el futuro. Rusia posee ya las islas Kuriles y la península de Kamchatka y mantiene una flota en estos mares. Se puede estar seguro de que aprovechará la primera oportunidad favorable para obtener al menos una participación en el comercio con China. 93 laberinto nº 35 / 2012 LAS GANANCIAS DE RUSIA EN EXTREMO ORIENTE por Federico Engels New York Tribune 18 de septiembre de 1858 94 Mientras que los ingleses se batían en Cantón con funcionarios chinos subalternos y discutían sobre el punto de saber si el comisario Yeh había o no obrado conforme a la voluntad del Emperador, los rusos ocupaban el territorio situado al norte del Amur así como la mayor parte de las costas manchúes situadas al sur del río. Allí instalaron posiciones fortificadas y se pusieron a elaborar planes para la construcción de ferrocarriles y la implantación de ciudades y puertos. Cuando finalmente Inglaterra se decide llevar el problema de la guerra a Pekín y que a ello se asocia Francia, Rusia alcanzó a representar la imagen cerca del débil chino de ser un protector desinteresado y a jugar casi el papel de árbitro con motivo de la conclusión de la paz, aunque venía justamente de despojar a China de un territorio tan grande como Francia y Alemania juntas y largo como el Danubio. Cuando comparamos los diferentes tratados concluidos en esta ocasión, no podemos dejar de comprobar que está claro para todo el mundo que la guerra no había sido provechosa para Francia e Inglaterra, sino para Rusia. Las ventajas concedidas a las potencias beligerantes y en las que Rusia también participa, como los Estados Unidos, tienen un carácter puramente comercial y —como hemos tenido la ocasión de probarlo en estas columnas— son del todo ilusorias. En las condiciones actuales, el comercio de China —excepción hecha del opio y de un poco de algodón, sacados de las Indias orientales— continuará reduciéndose en general, a la exportación de mercancías chinas (té y seda). Ese comercio de exportación depende más de la demanda extranjera que de las facilidades más o menos grandes, concedidas por el gobierno chino. Cualquier país del mundo podía comprar té o seda a China, incluso antes del Tratado de Nankin. [...] Si se hace abstracción de lo que participa en todas las ventajas tangibles —cualquiera que ellas sean—, concedidas a Francia y a Inglaterra, Rusia se ha asegurado todo el país sobre el Amur, del que se ha apoderado a la chita callando. No contenta con ese resultado, ha logrado crear una comisión ruso-china para la fijación de las fronteras. Por supuesto, ya sabe todo el mundo lo que representa una comisión así en manos de Rusia. La hemos visto operar en las fronteras asiáticas de Turquía, donde durante más de veinte años no ha dejado de despojar a este país una faja de terreno tras otra hasta la última guerra y después ha vuelto a comenzar lo mismo. [...] Se puede imaginar fácilmente las consecuencias que puede tener la instalación de embajadas permanentes en Pekín. Basta ver lo que ocurre en Constantinopla o en Teherán. Allí donde la diplomacia rusa se encuentra con la inglesa o la francesa, se muestra superior a ellas. Desde el momento en que el embajador ruso tiene la perspectiva de poseer al cabo de algunos años un ejército preparado para cualquier tarea en Kiatcha —alejado de Pekín un mes de marcha— así como el camino ya dispuesto en toda su longitud para tal campaña, ¿quién duda de que será todopoderoso en Pekín? Es un hecho que Rusia será pronto la primera potencia asiática y que también querrá eclipsar a Inglaterra en este continente. La conquista de Asia Central y la anexión de Manchuria han aumentado sus dominios con un territorio tan grande como Europa sin Rusia. Muy pronto los valles de los ríos de Asia Central y del Amur se hallarán poblados de colonos rusos. Estas posiciones estratégicas son tan importantes para Asia como Polonia lo es para Europa. La conquista de Turan amenaza a la India, como la de Manchuria amenaza a China. China y la India, con sus 450 millones de habitantes, son actualmente los países decisivos de Asia. LA PENETRACIÓN RUSA EN ASIA CENTRAL por Federico Engels New York Tribune 3 de noviembre de 1858 Hace algunas semanas, hemos dado cuenta de los inauditos progresos realizados por Rusia durante estos últimos años en Asia Oriental, en la costa occidental del Pacífico. Llamamos hoy la atención de nuestros lectores acerca de semejante progreso de la misma potencia en otra región del Asia Central. Desde que Inglaterra y Rusia han enviado simultáneamente tropas a Asia Central en 1838, se discute a menudo sobre la eventualidad de un choque entre estas dos grandes potencias —Rusia e Inglaterra— a mitad de camino entre Siberia y la India, de un conflicto que oponga cosacos y cipayos en las riberas del Oxus. [...] Cuando estalla la guerra que acaba de terminar, se plantea de nuevo la cuestión: ¿pueden los rusos emprender una marcha en dirección a la India? Pero la opinión pública no estaba entonces muy al corriente de los movimientos de las vanguardias rusas y no era capaz de reconocer con precisión su progreso. En la época, periódicos indios traían noticias sobre las conquistas rusas en Asia Central, pero no se les prestaba mucha atención. Finalmente, en el curso de la guerra anglo-afgana de 1856 es cuando se ha planteado toda la cuestión. Pero, entre tanto, la situación ha evolucionado considerablemente y en la actualidad adquiere un aspecto agudo. [...] Por mi parte, añadiré simplemente algunas consideraciones sobre el alcance militar de la penetración rusa en Asia Central por lo que concierne a la India. Cabría preguntarse por qué razón Alejandro II ha publicado documentos sobre las intrusiones rusas en Asia Septentrional y Central, cuando Nicolás tenía costumbre de ocultarlos ansiosamente a los ojos del mundo. Conviene responder primeramente que el zar Alejandro se halla en una situación que su padre nunca ocupó, posición que le autoriza a iniciar a Europa en los misterios de la «misión asiática» de Rusia, haciendo de Europa su colaboradora declarada en la realización de esta misión. En segundo lugar, esos documentos solamente son accesibles en realidad a los sabios alemanes que cantan sus alabanzas a Alejandro, porque se digna contribuir a la difusión de los conocimientos geográficos. En fin, el viejo partido moscovita era bastante ingenuo para lamentarse de una pretendida pérdida de prestigio de Rusia tras la guerra de Crimea. Alejandro les respondió publicando documentos, de los que se desprende claramente que no solo Rusia ha efectuado progresos materiales inauditos en el curso del siglo pasado, sino también que su simple publicación es ya una provocación que afirma el «prestigio» en un tono que el mismo Nicolás no se hubiera atrevido a usar. Cuando Napoleón rodeó Moscú con una línea en su mapa en 1812, a fin de hacer de ella la base de operaciones contra la India, no hacía sino seguir el ejemplo de Pedro el Grande. Desde 1717, este príncipe que veía lejos, determina con vistas a sus sucesores cuales eran todas las direcciones posibles para operar conquistas e hizo figurar en buen lugar la expedición contra Jiva que debía mantenerse naturalmente durante mucho tiempo sin resultado. Durante un largo período, Rusia fue incapaz de llegar a las estepas de Turan. Sin embargo, entre tanto, el territorio entre el Volga y el río Ural fue poblado por los cosacos que fijaron la línea a lo largo de este río. Pero más allá, la soberanía de Rusia sobre las tres hordas o pueblos kirguises era puramente nominal, y las caravanas rusas fueron saqueadas por ellos y por los jivaníes hasta que Rusia envía al general Vasili Perovski como comandante en jefe a Oremburg. [...] 95 laberinto nº 35 / 2012 96 Mientras que Europa dirigía toda su atención hacia las batallas libradas en el Danubio y Crimea en 1854, Perovski impulsa su avance contra Jiva, con un ejército de 17.000 hombres, saliendo de la base de operaciones del Syr-Daria. Sin embargo, el jan no esperó su llegada al Oxus. Envió un emisario al campo de los rusos que firmaron un tratado por el cual el jan de Jiva reconocía la soberanía de Rusia. [...] La importancia enorme de estas conquistas, desde el punto de vista militar, tienen que ver con el hecho de que constituyen el núcleo de una base de operaciones contra la India. De hecho, después de tal avance de los rusos en Asia Central, el plan de ataque de la India a partir del norte sale del reino de las especulaciones para tomar determinadas formas precisas. Las regiones tropicales de Asia están separadas de estos territorios pertenecientes a la zona templada por una amplia faja desértica que parte desde las proximidades del golfo Pérsico y atraviesa el continente hasta las fuentes del Amur. Haciendo aquí abstracción del territorio del Amur, esta faja desértica era hasta hoy prácticamente infranqueable por los ejércitos, siendo la única vía concebible la que conduce de Astraband hacia el mar Caspio por Herat hacia Kabul y el Indo. Pero, considerando que los rusos tienen el curso inferior del Jaxarte (Syr-Daria) y el Oxus (Amur Daria) y que con rutas militares y posiciones fortificadas se puede abastecer en agua y víveres un ejército en marcha, el desierto de Asia Central no constituye un obstáculo militar. En lugar de una ruta incómoda que vaya de Astraband por Herat hacia el Indo, Rusia dispone ahora de tres rutas diferentes que, en un futuro próximo, pueden estar enteramente dispuestas para la marcha de un ejército. En primer lugar, existe la vieja ruta que pasa por Herat que, en las condiciones actuales, no seguirá mucho tiempo cerrado a los rusos. Luego existe el valle del Oxus que va de Jiva hacia Balch y, finalmente, el valle del Jaxarte que va de Akmetchet hacia Cocande, desde donde una tropa puede avanzar transversalmente en un país bien provisto de agua y relativamente poblado en dirección a Samarcanda y Balch. Herat, Samarcanda y Balch constituirían entonces la base de operaciones contra la India. Balch se halla solamente a 500 millas de Peshawar, la vanguardia situada al noroeste del Imperio anglo-indio. Samarcanda y Balch pertenecen al jan de Bujara, que acaba de caer en poder de Rusia. Ahora bien, desde el momento en que Astraband (que los rusos ocupan ahora o pueden ocuparlo el día que quieran) y Balch se encuentren en manos de Rusia, Herat ya no puede sustraerse a su dominio, por poco que Rusia lo quiera. Cuando esta base de operaciones se halle efectivamente en las manos de Rusia, Inglaterra tendrá que combatir por su Imperio indio. Balch no se halla más lejos de Kabul que esta de Peshawar y este simple hecho pone en evidencia que el espacio neutro entre Siberia y la India se ha vuelto muy pequeño. [...] ANEXO HISTÓRICO Nicolás I (1825-55). Nikolai Pavlovich Romanov (1796-1855), hijo de Pablo I y de Sofía Dorotea de Wurtemberg (Maria Feodorovna), sucedió a su hermano mayor, Alejandro I (1801-25), que nunca se supo a ciencia cierta si murió o si estaba tomando cañas. En la sucesión más tragicómica disputó con su hermano Constantino a quién le correspondía por derecho la renuncia al trono. Superada la suya, por ¡falta de preparación!, por Constantino, matrimonio secreto y morganático, enfrentó a los liberales decembristas y emprendió la guerra de Crimea. Murió sin ver la caída de Sebastopol. Alejandro II (1855-81). Aleksandr Nikolaievich Romanov (1818-81), hijo de Nicolás I y de Carlota de Prusia (Alejandra Feodorovna), gran reaccionario, sufrió varios intentos de asesinato, no todos perpetrados por el grupo Narodnaya Volia (La Voluntad del Pueblo). El 13 de marzo de 1881, mientras acudía en San Petersburgo a pasar revista rutinaria a sus tropas, bombas populistas le hirieron gravemente. Trasladado al Palacio de Invierno, murió ese mismo domingo. En referencia a los métodos populistas publicamos en el número 14 el artículo de Trotsky La posición marxista acerca del terrorismo individual. A su vez, Lenin dedicó las primeras páginas de El desarrollo del capitalismo en Rusia a la crítica del programa económico populista. Napoleón III (1852-70). Carlos Luis Napoleón Bonaparte (1808-73), sobrino de Napoleón, fue el único presidente de la II República Francesa (1848-52) y segundo emperador hasta la derrota en la batalla de Sedán (1870), a manos de Prusia. Apresado por von Bismarck, el General Louis Jules Trochu y el político León Gambetta establecieron un Gobierno de Defensa Nacional contra la amenaza prusiana, que puso fin al Segundo Imperio y dio paso a la III República y a la Comuna de París. Marx escribió abundantemente sobre los procesos en los que tomó buena parte Napoleón III (El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, Las luchas de clases en Francia de 1848 a1850 y la serie de manifiestos contra la guerra franco-prusiana —1870-71— del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores, editados conjuntamente con el título La guerra civil en Francia). Lord Palmerston (1784-1865). Henry John Temple, tercer Vizconde de Palmerston. Adalid de la política colonial inglesa, fue uno de los grandes artífices del desarrollo de la guerra global que el Imperio Británico libró en el siglo XIX. Su principal proposición teórica pública se resume en la frase: «Inglaterra no tiene amigos permanentes ni enemigos permanentes. Inglaterra tiene intereses permanentes.» Inglaterra, por supuesto, era la burguesía con título nobiliario forjada en los siglos XVI y XVII. Pasa, por un gran patriota. Militante en el partido conservador (tory) hasta 1830, luego en el partido liberal (whig), fue primer ministro británico en dos ocasiones (1855-58 y 1859 hasta su muerte); desde 1807 fue miembro del gobierno de forma continuada, excepto un breve lapso entre 1834-35. Ocupó las carteras de Guerra e Interior y dirigió el Foreign Office. En 1834 participó en la creación de la Cuádruple Alianza (R. U., Fr., Por. y Esp.) contra las monarquías absolutistas (Austria, Prusia y Rusia), que influyó decisivamente en las problemáticas sucesiones de María II en Portugal y de Isabel II en España, consolidando diplomáticamente el protectorado que Wellington ganó por las armas a Napoleón. En 1841 promovió la Convención de los Estrechos (R. U., Fr., Au., Pr. y Ru.), que retrasó el derrumbe del Imperio Otomano, garantizó el acceso británico al Mediterráneo -privando de él a Rusia- y consolidó la influencia británica en Egipto, menoscabando la francesa. En 1842 participó en la firma del Tratado de Nankín. Concluyó la Guerra de Crimea (1853-56) contra Rusia, que puso fin público y notorio a la alianza entre las monarquías absolutistas. En nuestras palabras, dio sepultura definitiva a las aspiraciones reaccionarias de restaurar el feudalismo como modo de producción dominante a nivel mundial. Reprimió, con el mismo éxito mostrado en los conflictos entre potencias, el alzamiento de los cipayos de la India (1857-58). Primera Guerra Anglo-Afgana (1839-42). Frente a la expansión rusa en Asia Central, el gobernador general de la India británica presentó al emir de Afganistán, Dost Muhammad (1826-39 y 1843-63), un ultimátum para que expulsase al delegado ruso en Kabul. Ocupado Afganistán por las tropas británicas y preso el emir, uno de sus hijos dirigió un levantamiento que expulsó a los británicos, liberó a su padre y le restituyó en el trono. En 1855 ambas partes firmaron un acuerdo de paz que no impidió la segunda invasión británica en 1878. Tratado de Nankín. Tratado de paz firmado el 29 de agosto de 1842 entre los imperio británico y chino, que oficializó el fin de la Primera Guerra del Opio. Del contenido de dicho tratado puede deducirse fácilmente quién ganó la guerra: cesión a perpetuidad de Hong Kong, apertura de 5 puertos al comercio británico y, también, a su diplomacia, a través del derecho a establecer consulados. Los cónsules fueron usados para todo tipo de provocaciones a las autoridades locales chinas y al emperador, lo que dio lugar a la serie de Guerras del Opio y a lo que se conoce como Tratados Desiguales. Los británicos consiguieron destruir la manufactura y el descentralizado estado chino, recaudando, no hay que olvidarlo, mucho dinero. Solamente en el Tratado de Nankín fueron 21 millones de dólares, por varios conceptos: 6 millones por opio confiscado; 3 millones por deudas de comerciantes chinos en Cantón; y, 12 millones, como compensación por los costes de la guerra. Guerra de Crimea (1853-56). El Imperio Otomano era, en palabras de Marx, un «cadáver exánime», pero su desguace entrañaba el peligro de una gran guerra, evaluación confirmada por los hechos posteriores. La Guerra de Crimea, cuyos primeros contendientes fueron los imperios ruso y otomano, estuvo precedida de la memorable derrota rusa en un conflicto diplomático en la corte del sultán Abdülmecit I. Un tratado del siglo XVIII comprometía al sultán a defender la religión cristiana. Estaba en disputa si era la católica o la ortodoxa y quién sería el gendarme de los intereses cristianos en territorio turco, Francia o Rusia. En realidad, estaba en juego la posibilidad de la flota rusa de salir al Mediterráneo por los estrechos del Bósforo y de Dardanelos, controlados por los turcos. El sultán se decantó por Francia y Nicolás I envió sus tropas a Moldavia y Valaquia, para «proteger a los cristianos ortodoxos del Imperio Otomano. La guerra había comenzado. Los rusos destrozaron la flota turca en la batalla de Sinope (1853). Británicos, franceses y piamonteses fueron en ayuda de los turcos (1854). En 1855 cae Sebastopol, dando término la guerra con la firma del tratado de paz en 1856 en París. 97 laberinto nº 35 / 2012 Reseña Bibliográfica Claudio Katz, Bajo el imperio del capital, Buenos Aires, Luxemburg, diciembre 2011. 272 páginas. Leandro Morgenfeld (Docente UBA / ISEN. Investigador del CONICET. Contacto: [email protected]) 98 El debate sobre el imperialismo volvió al primer plano. Como advierte Katz ya en la introducción de su último y polémico libro, tanto la acción guerrera estadounidense (Irak, Afganistán, Libia) como el desplazamiento económico hacia Oriente invitan a revisitar viejas teorías, pensarlas y reinterpretarlas para el mundo actual. ¿Estamos viviendo el fin de la hegemonía estadounidense? ¿Vamos hacia un mundo multipolar? Katz revisa, teórica e históricamente, los estudios clásicos para luego, críticamente, analizar las transformaciones operadas a lo largo del siglo XX. Se opone a las visiones ortodoxas, que postulan la continuidad del esquema leninista, pero también a las tesis globalistas, que descartan por obsoleto cualquier análisis del imperialismo. Superando estas visiones simplistas, el objetivo del autor es destacar la singularidad y las contradicciones que presenta la opresión imperial en los albores del siglo XXI. El libro se divide en 15 capítulos. Luego de repasar aciertos y errores de los primeros teóricos del imperialismo, Katz analiza las mutaciones en la posguerra y en el período neoliberal. Define el papel de Estados Unidos como gendarme planetario y luego avanza sobre uno de los aspectos más interesantes y novedosos: la gestión colectiva y la asociación económica, lo que implica una coordinación (aunque acotada) de la tríada Estados Unidos-Europa-Japón. Esta nueva configuración, según Katz, no está exenta de tensiones y rupturas, sufre cooptaciones y fracturas. El papel de China y Rusia merece un análisis destacado y particular en el libro. Otro capítulo se ocupa del papel de las áreas estratégicas, central para entender la demolición de Irak, el conflicto palestino, la dominación de América Latina o los cambios en África. Desde el marxismo, su actualización del debate sobre el imperio del capital incluye la revisión de distintas corrientes, tanto apologéticas como críticas. Descarta las visiones fatalistas y deterministas extremas, y reivindica la primacía de la acción política. Discute (y relativiza) el declive estadounidense, y explica por qué las rivalidades, a diferencia del período clásico, se ven atenuadas, haciendo muy difícil el estallido de una nueva guerra mundial. ¿Pueden Europa, China o los BRICS terminar con la hegemonía estadounidense? ¿Es viable una expansión cooperativa? Para abordar estos interrogantes es preciso comprender la ausencia de guerras (inter)imperialistas, la creciente mundialización del capital y la gestión geopolítica conjunta, fenómenos que transforman completamente las características de la dominación capitalista global. Katz piensa y escribe con la perspectiva de superar el imperio del capital: le preocupan las resistencias. Por eso, concluye, es imprescindible entender la desigualdad que generan las conexiones centro-periferia. En esa línea, las viejas teorías son insuficientes. Es preciso problematizar sobre las semi-periferias, los BRICS entre ellas. Esa será la continuación de este libro, que es imprescindible para entender el conflictivo mundo actual. EL CORTE DE CARRETERA Braulio Moreno Muñiz. A Ezequiel no le gustaba que la huelga se preparara con tan poca antelación. Apenas faltaba una semana, y en ese tiempo era imposible que la ejecutiva de la Unión Provincial se reuniera con los responsables comarcales de toda la provincia en cuyo ámbito tenía él responsabilidad. Su cargo de responsable de Acción Sindical iba a pasar una dura prueba ante la huelga que se avecinaba, y con él, los demás miembros de la ejecutiva, pues después del Congreso donde habían sido elegidos, esta huelga era la primera acción que les tocaba llevar a cabo al frente del Sindicato; así que todos estaban muy atareados, andaban de un lado para otro del edificio que ocupaba la Ejecutiva, para ser más exactos, ocupaban la cuarta planta del céntrico edificio que anteriormente había sido regido por el sindicato del gobierno fascista que ya había desaparecido. Todos estaban muy ocupados; como siempre, casi ninguno estaba en su despacho, y el que estaba, hablaba por teléfono con los responsables comarcales, intentando organizar desde la distancia lo que no podían hacer en persona debido a la falta de tiempo; así que en esos momentos no estaban para nadie que no fueran aquellos que tenían que ver directamente con la organización de la huelga. Subían y bajaban de una planta a otra del edificio, intentando localizar a los distintos secretarios generales de rama, para que estos se implicaran en la tarea que se les había echado encima. Sin embargo, nadie estaba preocupado por temor a perder algo, los trabajadores, ya se sabe, tenemos poco que perder y mucho, todo, que ganar; y como en la ejecutiva de la Unión Provincial nacida del último Congreso, no había nadie que se aferrara al cargo por el puro placer del poder, nadie tenía miedo a perder ese compromiso, así que lo que los animaba a trabajar de esa manera era, simplemente, aquello que ganamos o perdemos todos los trabajadores con una huelga: nuestro propio respeto y dignidad, además de las mejoras laborales que se consigan con el ejercicio de este derecho, pero, sobre todo, Respeto y Dignidad. Alguna que otra frase de reproche le habían dedicado algunos a los dirigentes nacionales del sindicato por haber convocado la huelga con tan poca antelación, sin embargo, esto no era un obstáculo que hiciera pensar que la huelga iba a salir mal, al contrario, era un acicate para trabajar denodadamente en la labor de organizar la que seguramente iba a ser la mayor huelga de la historia de este país. Así que guiados por la fortaleza de ánimos de la que solo los trabajadores sabemos hacer derroche, se podía estar 99 laberinto nº 35 / 2012 100 seguro de que el paro estaría organizado para el día que era preciso que estuviera, eso sí, sin presencia física previa de los responsables de la Unión Provincial en todas las comarcas, como era la intención de Ezequiel. De manera que este hubo de conformarse con una cantidad enorme de conversaciones telefónicas con los responsables de las Uniones Locales, y la confianza de que aquellos de los que verdaderamente dependía la buena marcha de la acción, lo harían bien, pues, como más adelante confesó, estaba seguro de que no era él el único que se creía lo de la Causa Obrera. Los piquetes informativos ya estaban organizados, su distribución a lo largo y ancho de la geografía de la provincia estaba bajo la supervisión del Comité de Huelga. También estaban preparadas las distintas acciones de protesta que se desarrollarían durante la jornada del paro general. El momento esperado con ansiedad llegó acompañado de una fría noche de otoño. A las cero horas del día señalado empezó la huelga, todos sabían qué tenían que hacer, y, lo más importante, todos sabían qué era lo que tenían que dejar de hacer. A Ezequiel le tocó, a pesar suyo, quedarse en los locales del sindicato, formando parte de los responsables del Comité de Huelga que tenían encomendada por la Asamblea de afiliados la tarea de hacer el seguimiento de la huelga en los distintos territorios; sobre todo por si había alguna incidencia que exigiera la intervención de los responsables de la ejecutiva, o de los abogados del sindicato. De todas formas, él se pondría en contacto telefónico con todas las uniones locales, para que le fueran informando de cómo se desarrollaba la huelga allí donde no podían tener presencia física los responsables provinciales. Tenía su listín telefónico preparado, e iba llamando a todas las Uniones Locales que tenía en aquel. De la A a la Z, fue llamando uno por uno a los responsables de cada pueblo, porque, decía, de esta manera se sentía más cercano a los compañeros que estaban separados por una distancia que era insalvable en ese momento como no fuera a través del teléfono. Cuando llegó a la letra Z, justo el último número de teléfono que estaba anotado en el listín, se paró un momento para pensar si telefonear o no a esa Unión local, estuvo un rato dudando debido a que ese pueblo era el último que correspondía a esa provincia, y, además, tenía muy pocos habitantes, era un pueblo que estaba perdido entre las suaves cumbres de la sierra del sur, de muy difícil acceso por carretera, pues esta era sinuosa y estrecha. Razones estas que no eran suficientes para desistir de la obligación de hacer el seguimiento de la huelga; pero la verdadera razón por la que dudó unos instantes era que debido a los pocos habitantes que tenía esta aldea, lo más probable fuese que se hubieran puesto de acuerdo en no acudir ese día a trabajar, como buenos vecinos, y que si había alguno que pensara hacer el esquirol se iría al tajo como si tal cosa, todo en aras de la buena vecindad. Aunque dudó, se decidió por telefonear, pues no le parecía justo que estos compañeros fueran marginados debido a la poca relevancia que su pueblo tenía en la provincia, pues, al fin, se dijo, ellos no eran responsables de esa pequeña contingencia. Así que descolgó el teléfono y marcó el número que tenía anotado. Contestaron inmediatamente, y la voz que sonó al otro lado de la línea era la de un compañero que a esas horas de la noche denotaba una alegría y una viveza excepcionales; Ezequiel dio las buenas noches y se identificó, después preguntó por un responsable del Comité de Huelga, a lo que contestó su interlocutor que él mismo era el responsable de ese Comité, pero que Ezequiel se diera prisa por decir el motivo de su llamada porque estaba muy atareado con lo del paro general, Ezequiel dijo que el motivo de ponerse en contacto con él a través del teléfono, era saber si ya habían organizado la huelga en ese pueblo y si necesitaban algo de la unión provincial, que él con mucho gusto haría lo posible por proveer aquello que necesitasen. El otro dijo que por ahora no necesitaban nada, pero que le agradecía el gesto de haberse acordado de aquel pueblo perdido en las sierras del sur al que hacía mucho tiempo que no se acercaba nadie, pero tenían que dejar la conversación porque había quedado con otros compañeros del pueblo para cortar la carretera que los comunicaba con otras localidades de la sierra donde trabajaban muchos de los habitantes de aquella aldea, que la inmensa mayoría se había sumado a la huelga, pero ya sabes... siempre hay alguno que juega sucio y anda con mentiras y acaba de esquirol en cuanto vuelves El corte de carretera la espalda, y para evitar tentaciones hemos decidido cortar la carretera, Ezequiel se mostró satisfecho por la buena organización que habían demostrado tener los compañeros de tan lejana parte de la provincia, acto seguido le ofreció el número de su teléfono móvil, por si él tuviera que acudir a algún sitio llamado por sus obligaciones de responsable de acción sindical, el otro le contestó que ya tenía el número, pues lo conocía de cuando el congreso de la Unión Provincial, y que él había votado la lista en la que estaba Ezequiel. De todas formas este le dictó el número de su teléfono móvil y, acto seguido, se despidió reiterándole al lejano camarada que si tenían algún problema no dudaran en llamarlo. Después de haber colgado, al responsable provincial le quedó como una intranquilidad interior, pues sabía que había algo que o no se lo había contado el habitante de la sierra sur, o él no había sabido entender, como si hubieran dado por hecho que cada uno sabía lo que tenía que saber. Repasó interiormente la conversación que acababa de tener y no supo por qué le había quedado aquella intranquilidad, pues nada de lo que habían hablado era verdaderamente trascendente; luego pensó que lo mejor era pasar página y, después de haber hecho la ronda telefónica, dirigirse con sus compañeros del piquete informativo al lugar que la Asamblea les había asignado, pues ya eran casi las cuatro de la mañana y se acercaba la hora de que los esquiroles intentaran entrar en las empresas antes de que llegaran aquellos que tenían que informarlos para convencerlos de que si trabajaban estaban ocasionándose un daño irreparable a ellos mismos. Mientras se ponía el abrigo, pensaba que en los días de huelgas trabajaban más horas todos los huelguistas que un día de trabajo, pues mientras una jornada era de siete horas, la huelga los tenía al pie del tajo las veinticuatro horas, así que le hizo sonreír esta idea, y la que se le ocurrió inmediatamente, pues también, y derivada de la idea anterior, decidió que llamar huelga a lo que ellos hacían no era lo más correcto, pues, según parece esta palabra viene del verbo «holgar» que es no hacer nada. Ya en la calle, notó que el frío le helaba la espalda, y dudó si no tendría que haber hecho uso de una ropa más adecuada para aquella noche de finales de noviembre. Luego pensó que le vendría bien tomar café, y que si se daba prisa podría hacerlo en la puerta de la empresa a cuyo piquete iba a incorporarse, porque los camaradas que estaban ya allí, seguramente se habrían pertrechado para pasar la fría noche. El paro fue un éxito, habían secundado la huelga casi el total de trabajadores de que se tenía constancia, como también habían sido exitosas las manifestaciones que se habían convocado para exteriorizar la protesta por el descontento provocado por las últimas medidas antiobreras del gobierno y las patronales. Todo había salido bien, así que a los responsables del sindicato se les ocurrió felicitar a todos y cada uno de los que habían trabajado para que la protesta fuera un éxito, o sea, a la clase obrera del país. No obstante, y aunque corrieran vientos de calma tras las declaraciones del ministro de trabajo para anunciar que accedían a satisfacer todas las reivindicaciones de los trabajadores, Ezequiel se decidió por hacer otra ronda de llamadas telefónicas a todos los pueblos de la provincia para felicitarse por estar en un cargo donde tenía que representar a unos militantes tan concienciados y efectivos como eran todos aquellos que pertenecían a las uniones locales. Así que tomó el listín telefónico y se puso en la tarea. Cuando llegó al número que correspondía al pequeño pueblo de la sierra sur, no pudo contener una sonrisa de satisfacción, al pensar en la alegría de aquel compañero al saber el resultado positivo de la huelga. Marcó, y esta vez le contestó la voz de una mujer. En un primer momento Ezequiel se desconcertó, pero dijo su nombre y preguntó por el secretario de la unión local, ella le dijo que en ese momento no se encontraba allí porque estaba detenido por la guardia civil, Ezequiel se alarmó ante la noticia y preguntó qué cargos eran los que había contra el compañero, «pues por lo del corte de la carretera, lo han detenido a él y a cinco más», «y como es que no habéis avisado antes, eso hay que ponerlo rápidamente en conocimiento de la unión provincial para prestarles asistencia jurídica, y apoyo del sindicato». «Eso le dijimos a Ramón, el secretario general de la unión local, pero nos contestó que la cosa no era para tanto, porque al otro día los soltarían, porque no tenían pruebas contra ellos, y, además, lo que habían hecho no era ningún crimen». 101 laberinto nº 35 / 2012 Ezequiel decidió desplazarse hasta ese pequeño pueblo acompañado de uno de los mejores abogados del sindicato. Cuando estaban llegando, justo a la entrada de la aldea, tuvieron que frenar casi de golpe porque a todo lo ancho de la calzada había un socavón en forma de zanja que hacía peligrar la estructura del vehículo debido a su profundidad. Cuando llegaron a la sede, Ramón ya se encontraba allí. Después de saludarse, Ezequiel preguntó por qué los habían detenido, Ramón dijo que había sido por cortar la carretera. «Pero si se corta la carretera la policía os dispersa y asunto arreglado». «Pero es que a nosotros nos han acusado de destrucción de bienes públicos por lo de la zanja». «¿Qué zanja?». «Pues la que abrimos para cortar la carretera». Ezequiel no podía creérselo, habían abierto una zanja en el asfalto para cortarla. 102 «Pero así no se corta una calle». «¿Cómo que no? A base de pico y pala, eso sí, que no hubo un dios que pasara por allí, así que si alguno quiso ir a trabajar tuvo que hacerlo a pie y dando un rodeo». Cuando Ezequiel volvía a la ciudad acompañado por el abogado, tuvo que frenar de nuevo su coche para pasar el gran socavón que cruzaba la carretera, entonces no pudo reprimir una carcajada pensando en la bondad de estas personas de la sierra y en lo sincero de su carácter, porque cuando hacían algo, lo hacían sin tapujos y sin medias tintas. Definitivamente, estaba orgulloso de pertenecer a la misma clase que esta gente que era leal hasta para dar la batalla, leal a unos principios que acabarían imponiéndose igual que se había hecho el corte de carretera. FILOSOFÍA, POLÍTICA Y ECONOMÍA EN EL Laberinto Dirección postal: Apartado de Correos 892, 18080 Granada (España) BOLETÍN DE SUSCRIPCIÓN Datos personales: Nombre: Dirección: Población: Código Postal: Teléfono: Importe de la suscripción anual: VEINTE EUROS (España) Provincia: E-mail: a de de Firmado: 103 Suscripción por domiciliación bancaria (solo para España): Nombre del titular de la cuenta: Banco o Caja: Dirección: Código Postal: Población: Cuenta: Entidad Sucursal DC Agencia nº: Número de cuenta Ruego a ustedes tomen nota de que hasta nuevo aviso deberán adeudar en mi cuenta el recibo de 20 euros presentado anualmente por «Filosofía, Política y Economía en el Laberinto». a de de Firmado: Suscripción por transferencia o ingreso bancario (para España, la Unión Europea y el resto del mundo): Haga transferencia bancaria o ingreso directo en la cuenta 2031-0189-30-0115448600 de la Caja de Ahorros de Granada (La General) de 20 euros (España) por suscripción anual. 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