[Los Dioses no están muertos Hector E.Osorio Vasquez 1 [Los Dioses no están muertos Hector E.Osorio Vasquez 2 [Los Dioses no están muertos Hector E.Osorio Vasquez 3 [Los Dioses no están muertos LOS DIOSES NO ESTAN MUERTOS Hector e. Osorio Vaquez Hector E.Osorio Vasquez 4 [Los Dioses no están muertos Primera parte Capitulo Primero LA LLEGADA DE LOS INVASORES El avaro pierde el sentido de la realidad Al acumular para tener mañana, Asi se va depreciando, se aleja de la realidad Se descuida. Hector E.Osorio Vasquez 5 [Los Dioses no están muertos Hector E.Osorio Vasquez 6 [Los Dioses no están muertos EL PUERTO Cuando apareció en la escalerilla del barco un viento suave cálido impregnado de olor a yerbabuena, a eucalipto, a jardín mañanero, se le pegó en la cara. La presencia de un mundo ya casi olvidado, selvático, extraño, se anuncia en el aire, en el alboroto del puerto, en las aguas quietas del Rio Grande de La Magdalena y en la resolana que se suelta como un hervor transparente y se le pega al cuerpo . Se le vinieron a la mente recuerdos lejanos de su vida pasada. Su cara quemada y requemada por el sol del trópico, su frente amplia, sus blanquísimos dientes relucientes le dan el aspecto de un moro de leyenda. Lleva la camisa de seda desabrochada y su pecho al aire quemado, velludo, brillante, asi se ve como un ser único que resalta al lado de los cargueros que lo siguen cargando su equipaje y de los hombres del puerto que lo miran cuando desciende, a su lado son como de mentiras y lo ven arrogante temido y se acobardan por la pistola que lleva colocada en la cintura en la pretina de sus pantalones. Peter Smith camina directo a la cantina del puerto para emborracharse con el fuerte ron que beben los marineros y lo negros, aquí en la cantina es donde se sucede todo ahí los hombres sin oficio enamoran a las mujeres y los marineros se emborrachan y pelean mientras descansan. Hector E.Osorio Vasquez 7 [Los Dioses no están muertos Su presencia cautiva a muchos pone en alerta a otros y silencia el ambiente. Los ladrones de siempre merodean esperando la hora de la caída cuando el licor haga sus efectos, el indio marrullero que aparece para vigilar envuelto en su ruana de colores se hace en el rincón más cercano, vigila. Enerieth “la francesa” dueña del negocio recostada en la barra para hacer presencia hace notar sus encantos y lo mira con deseos ocultos. Tragos, recuerdos, risas, puerto que recuerda otros puertos, Centro América, Belice, Colón, Panamá, lucha de cuerpos entre grandes negros, sudor parecido, olor común, puerto siempre puerto, selva verde que lo rodea, rio oscuro que lo deja atrás, gritos de se vende se compra los billetes puestos sobre las mesas de los comerciantes se evaporan y los bultos de quina, de tabaco, de maíz, de frijol, de plátano se amontonan. Las armas salen de los cajones de madera a las manos de los traficantes que las ofrecen libremente a hombres oscuros que las compran, mujeres casi desnudas esperando con un pié contra la pared fuman, el indio marrullero que lo escucha todo en el rincón de la cantina escuchando, negro comprado por el blanco que acecha, mulato traidor en espera de una oferta para hacer lo que sea, prostituta que les sirve a todos, calor, humedad que ahoga y afuera el cielo que se cae a pedazos en lluvia intensa que estremece al puerto. Peter Smith no duerme hace tiempo que dejó de hacerlo, los ladrones que esperan que caiga se cansan lo abandonan, el indio marrullero sigue en su sitio, las putas retozan con los marineros con los negros bien dotados con sus compañeras los pequeños quejidos de Hector E.Osorio Vasquez 8 [Los Dioses no están muertos placer se unen formando un murmullo musical que emociona. Smith no habla quieto en su mesa solo bebe mirando sin mirar sin molestarse por lo que pasa a su alrededor, llega la noche, y todo continúa como siempre con mayor alboroto en la cantina. Enerieth “la francesa” como todos la llaman acostumbrada a esta vida ahora mira por la ventana el correr del rio en el que se empiezan a reflejar largas tiras amarillas del sol que aparece en el horizonte anunciando el dia, se siente el gallo lejano que despierta a todos, el puerto vibra, el indio marrullero ya no está en su sitio, aparece la misma gente los comerciantes a comprar, los nativos a vender, se siente el mismo ruido el mismo calor y las gotas de sudor que se secaron renacen en los rostros de la gente como si estuvieran esperando el nuevo dia. De pronto un gran silencio, el silbato de un barco interrumpió la algarabía las palabras y los gritos se aquietaron en las gargantas, los ojos se dirigen hacia el meandro del rio allí aparece un luminoso barco con sus aspas pintadas de blanco formando un redondo abanico en su trasero maderaje, se acerca al puerto. No se ha visto nada igual desde aquel pintado de colores en que llegó el Obispo de Roma a una de las tantas peregrinaciones de Obispos para celebrar las fiestas patronales del puerto, la celebración del dia de “todos los santos”. Está iluminado como el cielo en las noches de verano y en su quietud el rio lo refleja como en un espejo para que se pose en sus cristalinas aguas. Los animales de la selva chillaron al unísono espantados por el pitazo estridente del barco, y una Hector E.Osorio Vasquez 9 [Los Dioses no están muertos catarata de sonidos se precipitó sobre el puerto, luego solo se oye el gorgoteo del aspa golpeando el agua. Peter Smith se levanta y al echar a andar se tambalea esta borracho, pero no se tambalea como cualquier borracho parece más bien un felino que aún perdiendo el equilibrio queda siempre de pié, como los gatos que caen siempre sobre sus patas. Camina se yergue y toma su habitual posición de hombre fuerte asi nadie se da cuenta que ha bebido, va al muelle y espera. Del vapor bajan pasajeros lívidos, magullados, mujeres descompuestas con sus largos vestidos arrugados que alisan con las manos con sombreros arreglados a la carrera y los afeites regados por el sudor, con ansiedad de puerto de tierra firme de baño para apagar el olor que las emborracha, bajan cuidadosamente los escalones con miedo de rodar, rodillas temblorosas, brazos pegados al lazo que sostiene la escalerilla todas hermosas en la flor de la vida, galanes que las acompañan; bajan representantes de gobiernos extranjeros un Alemán desterrado de su tierra aventurero y ambicioso que viaja a Santander a sembrar tabaco; comerciantes, el representante del gobierno de los Estados Unidos que viaja a la Capital a cobrar $400.000 dólares de indemnización por los gringos heridos en Panamá en la pequeña guerra de “la Sandía”, y por último baja Parker Davis el hombre por el que espera Smith es un pequeño hombre insignificante a la vista de las personas, calvo, con unos pequeños lentes redondos caídos sobre la nariz mira por encima de ellos con sus ojos azules intensos, vestido con pantalón saco y corbata y aferra sobre su pecho con las dos manos un maletín de color Hector E.Osorio Vasquez 10