5. LAS ROTURACIONES FRAUDULENTAS 364

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disfrute de los terrenos que exploten en una extensión que no
exceda las ochocientas robadas ( imás de 70 hectáreas!)". Se aclaraba, eso sí, que "los hijos de los actuales poseedores al morir
éstos, continuaran en el disfrute de las tres cuartas partes del
terreno que cultivan sus padres, siempre que dicha superficie no
quede reducida a extensión menor de trescientas robadas (casi 25
hectáreas). No contentos con eso, los roturadores redujeron las
distancias mínimas permitidas para el cultivo en los bordes de
cañadas y corrales, reduciéndolas en el primer caso a 25 metros
(frente a los 50 estipulados en 1915) y en el segundo a 250 (frente
a los 300 de 1915). La consolidación de explotaciones agrícolas
medianas y grandes fue, por tanto, un hecho en el caso de las
Bardenas.
Así pues, recapitulando, las roturaciones arbitrarias sobre los
comunales implicaron uná distribución poco equitativa de los mismos, en la que los grupos con medios disponibles estuvieron en
condiciones de ampliar su superficie cultivable, en algunos casos, a
gran escala. Además, sobre la superficie puesta en cultivo siguiendo esta modalidad, se pudieron producir toda una serie de complejos entramados de transmisiones, cesiones y arrendamientos,
que produjeron formas de extracción del excedente similares a las
que se realizaban con la propiedad privada. En este contexto, la
funcionalidad social ajena a los mecanismos propios de una economía de mercado brilló por su ausencia, frente a la principal funcionalidad de este tipo de roturas: la acumulación ( mayor o merior,
dependiendo de casos) de los grupos con posibilidades para ello.
5. LAS ROTURACIONES FRAUDULENTAS
El análisis de las roturaciones que se realizaron en los comunales de forma ilegal plantea aún mayores dificultades que el de
las roturaciones arbitrarias, ya que no existe ninguna fuente que
aporte los datos necesarios como para realizar un estudio completo de las mismas. La única posibilidad es recurrir a las denuncias efectuadas al respecto por la Guardia Civil o por los funcionarios de la DPM. Sin embargo, en ambos casos los resultados
son desalentadores, habida cuenta del escaso número de denun-
364
cias tramitadas en Navarra, que hacen sospechar que el fenómeno tuvo unas dimensiones muy superiores a las consignadas en
las mismas.
Como muestra el cuadro 4.9, la DPM tramitó entre 1867 y
1935 un total de 528 denuncias por roturación, que se distribuyeron de forma desigual en el tiempo. Hasta finales del siglo
XIX, el volumen de infracciones detectadas es muy exiguo, lo
cual probablemente tuvo más que ver con las dificultades de
organización y control por parte de la administración, que con la
escasez real de roturaciones fraudulentas. Desde mediados de la
década de los 90, y probablemente por la aparición de nuevas
normas en lo que se refiere a la gestión de los montes públicos renegociación de la ley desamortizadora, aparición del concepto
de utilidad pública-, el volumen de denuncias creció. Sin embargo, las cifras que aparecen reflejadas no dan una muestra real de
lo ocurrido. En algunos casos, los celadores de la DPM se limitaban a denunciar roturaciones ilegales por parte del conjunto
de vecinos de un pueblo (de tal forma que se contabiliza una
sola denuncia, independientemente al número de infractores),
mientras que en otros procedían de forma más meticulosa,
señalando cuantas personas habían cometido los abusos (de tal
forma que se contabilizan varias denuncias en un mismo municipio). Esto hace que las cifras disponibles para realizar una contabilización global sean totalmente aleatorias y resulte imposible razonar con ellas.
365
CUADRO 4.9
DENUNCIAS DE ROTURACIONES EFECTUADAS POR LA DPM
NAVARRA,1866 -1935
PERIODO
1867-1870
1871-1875
1876-1880
1881-1885
1886-1890
1891-1895
1896-1900
1901-1905
1906-1910
1911-1915
1916-1920
1921-1925
1926-1930
1931-1935
TOTAL
1867-1870
1871-1875
1876-1880
1881-1885
1886-1890
1891-1895
1896-1900
1901-1905
1906-1910
1911-1915
1916-1920
1921-1925
1926-1930
1931-1935
TOTAL
MONTANA
2
1
1
3
1
9
49
40
48
28
10
62
46
38
338
% a
0,59
0,30
0,30
0,89
0,30
2,66
14,50
11,83
14,20
8,28
2,96
18,34
13,61
11,24
100
N.M.
0
0
1
]
1
4
8
12
12
17
8
31
IS
20
130
% a
0,00
0,00
0,77
0,77
0,77
3,08
6,15
9,23
9,23
13,08
6,15
23,85
11,54
15,38
100
RIBERA
0
0
1
0
0
1
0
2
47
1
0
0
0
8
60
% a
0,00
0,00
1,67
0,00
0,00
1,67
0,00
3,33
78,33
1,67
0,00
0,00
0,00
13,33
100
TOTAL
2
1
3
4
2
14
57
54
107
46
18
93
61
66
528
% a
0,38
0,19
0,57
0,76
0,38
2,65
10,80
10,23
20,27
8,71
3,41
]7,61
11,55
12,50
100
Fuente: Expedientes de montes. Denuncias. Elaboración propia
En el caso de las denuncias efectuadas por la Guardia Civiltzb,
los resultados son todavía más frustrantes. Entre 1877 y 1910 se
^^ Agradezco a los miembros del GEHR y en especial a Francisco Zambrana, que me posibilitaran la consulta de los datos sobre denuncias estatales realizadas por la Guardia civil, en Navarra.
366
realizaron 99 denuncias, 61 de las cuales se concentran entre 1877
y 1879. Esas cifras suponen un porcentaje de14% respecto al total
de denuncias efectuadas por la Benemérita en los montes de la
provincia, y un 0,3% del total de denuncias por roturaciones efectuadas en todo el país. Teniendo en cuenta las dimensiones del
proceso de rotura de comunales que hemos observado, resulta
difícil de creer que las infracciones se limitaran a las cifras consignadas.
Todo ello hace pensar que las denuncias que realmente se produjeron, estuvieron centradas en una porción mínima de las infracciones, probablemente en aquellas que se realizaban en los montes, en terrenos aislados y donde los cultivos eran fáciles de
detectar, dejando fuera el fenómeno de roturación fraudulenta
que pudo tener resultados más espectaculares, esto es, las apropiaciones de comunales realizadas a base de no respetar los linderos de las fincas privadas o de las parcelas roturadas legalmente en
los comunales.
Que este fenómeno no se consignara en las denuncias realizadas, no debe de sorprender. Era difícil que la administración provincial pudiera detectar ese tipo de infracciones, que salían a la luz,
solamente, en aquellos casos en los que uno o varios vecinos del
municipio en el que se realizaban daba la voz de alarma. Esto
podía dar lugar a una especie de reacción en cadena, que desenmascarara otras roturaciones fraudulentas. Así, por ejemplo en
1887, el Concejo de Lizoain denunciaba que Martín Azparren
había roturado ilegalmente un robada y media de terreno comunal. Frente a la acusación, el infractor acusaba a su vez a Tomás
Lasa, alcalde pedáneo del concejo y primer denunciante, de tener
roturadas mas de 30 robadas sobre superficie pública, añadiendo
que "no contento con eso, lo da a roturar a los vecinos de los pueblos inmediatos" tz'.
Una vez que la administración conocía las infracciones, la
forma de proceder frente a ellas tampoco resultaba sencilla. Lo
más habitual fue ordenar a los ayuntamientos que procedieran a la
incautación de los terrenos objeto de roturación. Pero las medidas
de fuerza que tanto la corporación provincial como las autoridades
^n A.A.N., Expedientes de Montes, n° 638, año, 1887.
367
locales podían ejercer en esos casos, era muy limitada. A partir de
1884t^, los ayuntamientos sólo estaban autorizados a realizar
incautaciones sobre terrenos que hubieran sido ocupados ilegalmente en un plazo inferior a un año. Si las roturaciones databan de
"más de año y día", el asunto había de ser llevado a los tribunales
para que estos dictaran sentencia al respecto.
Pero la vía del contencioso tampoco resultaba apropiada para
muchos pueblos de Navarra, debido a que la causa interpuesta
podía alertar al Ministerio de Hacienda sobre el uso ilegal de los
comunales, y éste podía proceder a sacar a la venta las superficies
en cuestión. Esto se deduce al menos del informe remitido por la
corporación al pueblo de Bigiiezal, referente a la roturación fraudulenta realizada por un vecino, en el que la Diputación advertía
"que este hecho debe corregirse administrativamente, sin que se
obligue a denunciarlo a los tribunales, en cuyo caso tendría conocimiento la Hacienda y lo vendería" 129. Así pues, hasta 1898, año
en el que las administraciones provincial y estatal renegociaron la
aplicación de la ley desamortizadora en Navarra, las posibilidades
de actuación eficaz frente a las roturaciones ilegales resultaban
escasas.
Después de esa fecha, la situación no mejoró sensiblemente, y
ya no tanto por las dificultades legales para llevar a cabo las incautaciones, como por la oposición que las mismas podían encontrar
en los propios roturadores. En 1898, el municipio de Arguedas,
frente a una disposición para incautarse de las superficies que
algunos vecinos habían roturado en exceso, señalaba las dificultades existentes para ello, aludiendo a"los inconvenientes y dificultades que al llevarla a la práctica (la incautación) han de sobrevenir y que han de ser originarios de serios disgustos entre los
administrados, pues que al proceder ahora a nueva medición del
terreno cuya partición tuvo lugar en el año 1869 y su adjudicación
a los vecinos en suertes o parcelas de una robada catorce almutadas, había de despojarse del terreno que durante veinte años viene
cultivandose por algunos vecinos, alterando lindes, regadíos y
demás mejoras que por el actual poseedor hanse llevado a cabo,
^^ R.O. 10 de mayo de 1884.
^^ A.A.N., Expedientes de Montes, n° 23, año, 1896.
368
recayendo estas en favor de un tercero y viceversa, cuyos cambios
sufridos con el aumento en menos y con la disminución de la
superficie en las más, surgirá el descontento y la alarma que esta
corporación trata de evitar."
Frente a las dificultades de este tipo, en muchas ocasiones los
ayuntamientos, apoyados por la Diputación, optaron por una
especie de solución de compromiso, permitiendo que los roturadores ilegales siguieran cultivando las parcelas pero introduciendo la obligación de que los mismos pagaran una cantidad al ayuntamiento como si de superficies roturadas legalmente se tratara.
En el Concejo de Indurain, se obligaba en 1904 a los vecinos que
habían roturado ilegalmente, a pagar "una cantidad igual a la
renta que producen las tierras de análoga clase en esa localidad,
más el valor de las yerbas o productos leñosos" 130. En Larraga, el
ayuntamiento pedía permiso para cobrar a los roturadores determinada cantidad "en equivalencia del beneficio que han tenido
con sembrar en terrenos del municipio" 13t o en Tafalla, en 1920, se
exigía un canon de tres pesetas por robada roturada de más, frente a las 0,90 pesetas que se cobraban por las parcelas distribuidas
legalmente 132. Frente al establecimiento de cuotas de este tipo,
pudo haber personas que, por imposibilidad de pagarlas, se vieran
obligadas a abandonar los terrenos roturados, pero en caso de
poder hacerlo, pagar el canon resultaba rentable ya que suponía
una especie de legitimación de derechos.
A partir de la década de 1910, el"problema de las roturaciones
fraudulentas se complica todavía más. Desde esas fechas y hasta
1935, fueron muchos los municipios en los que se produjeron peticiones por parte de los vecinos para que las tierras que habían
sido roturadas sin permiso volvieran a formar parte del patrimonio
comunal de los pueblos. De hecho, las disposiciones que dictaban
el deslinde y amojonamiento de los comunales, estuvieron a la
orden del día. Este fue, sin embargo, un problema que no coincide exactamente con el fenómeno de lo que aquí denominamos
roturaciones fraudulentas, ya que las peticiones de deslinde pre^^ A.A.N., Expedientes de Montes, n° 560, año, 1904.
^}^ A.A.N., Expedientes de Montes, n° 2356, año, 1912.
^^ A.A.N., Expedientes de Montes, n° 1185, año, 1420.
369
tendían abarcar, no sólo las superficies roturadas ilegalmente, sino
también muchas de las puestas en cultivo de forma arbitraria, e
incluso algunas de las privatizadas de forma poco ortodoxa durante la primera mitad del XIX. El problema de las reversiones al
común de superficies considerables en extensión se escapa por
tanto del planteamiento que ahora estamos realizando, y por ello
se analizará más adelante. Por el momento, nos vamos a limitar a
presentar un ejemplo de roturaciones fraudulentas que puede servir para acercarnos a las características concretas de ese proceso.
Se trata de lo ocurrido en el municipio de Olite a la altura de 19211922 133. La ventaja de este caso es que en él, las roturaciones fraudulentas se presentan aisladas de cualquier otro problema de implicaciones más profundas. Simplemente, el ayuntamiento detecta
que varios vecinos han sobrepasado los límites de sus parcelas y,
como consecuencia, procede a una medición y a la posterior incautación de la superficie roturada en exceso.
El cuadro 4.10 muestra los resultados de esa incautación, relacionando la superficie roturada de más, con la propiedad de los
implicados. A través de su análisis se puede llegar a varias conclusiones. Por una parte, el hecho en sí mismo de roturar al margen
de la legalidad era independiente del nivel de propiedad de los responsables. De hecho, hubo roturadores ilegales tanto entre los
agricultores con propiedades mínimas, como entre aquellos otros
que poseían superficies respetables. Sin embargo, el grado de participación de unos y otros fue diferente. Mientras que sólo un 29%
de los propietarios con parcelas inferiores a la media hectárea
sobrepasaron sus lindes, el porcentaje se elevaba conforme el nivel
de propiedad crecía: el 100% de los agricultores con más de 5 hectáreas estaban implicados en el fraude. Finalmente, la escala de
superficie roturada de más, presenta también un alto grado de
coincidencia con los niveles de propiedad. Si los propietarios ínfimos pusieron en cultivo únicamente un 0,67% del total de superficie roturada ilegalmente, en el otro extremo, los tres propietarios
con parcelas superiores a las 10 hectáreas, pese a representar tan
sólo un 2,7% de los infractores, acapararon casi un 24% de la
superficie en exceso.
i33 A.A.N., Expedientes de Montes, n° 460, año, 1921.
370
CUADRO 4.10.
INCAUTACIONES DE ROTURAS FRAUDULENTAS
OLTI'E,1921-1922.
TRAMO
PROPIEDAD
HAS.
0,01 - 0,49
0,5 - 0,99
1- 1,99
2- 4,99
5- 9,99
Más de 10
TOTAL
MEDIA
SUP. ROTU.
PROPIETARIOS ROTURADORES
II.EGALES
ILEGALMENTE
1V°
%a
HAS.
1V°
% b FIAS.
24
27
31
18
6
3
109
7
18
19
14
6
3
67
29,17
66,67
61,29
0,67
2,39
4,12
77,78
100
100
3,66
1,13
3,78
15,76
61,47
4,27
0,10
15,16
26,17
23,25
7,20
0,13
0,22
0,26
0,19
1,26
23,96
100
0,24
% a: porcentaje de roturadores ilegales respecto al total de propietarios de cada grupo.
% b: porcentaje de superficie roturada por cada grupo de propiedad.
Fuente: Expedientes de Montes, n° 460, año 1921.
Elaboración propia.
Se trata tan sólo de un ejemplo, pero muestra claramente cómo
las posibilidades de saltarse la legalidad podían estar directamente relacionadas con la disponibilidad de medios de producción
para aumentar la supérficie en explotación. Si bien en el caso de
Olite y en 1922, la incautación se produjo, en otros lugares -e incluso en el mismo municipio en otras fechas- la posibilidad de acumular tierra procedente del común a través de formas ilegales,
debió de resultar superior cuanto mayor fuera el patrimonio de los
infractores.
6. LAS ROTURACIONES REGLAMENTADAS
En el caso de las roturaciones controladas por la administración
provincial, los mecanismos en los que se basaron resultan más sencillos de rastrear, ya que las reglamentaciones sobre ellas, tanto a
nivel provincial como local, fueron abundantes. La dificultad en
este caso reside, sin embargo, en descubrir hasta qué punto las
normas dictadas se cumplieron en la realidad. Por ello, en este epígrafe vamos a realizar, en primer lugar, un planteamiento de la
evolución de las regulaciones, para entrar después a tratar de
medir su efectividad real.
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