Rev. sci. tech. Off. int. Epiz., 2004, 23 (2), 661-676 Zoonosis emergentes por patógenos parásitos: las leishmaniosis M. Gállego Unidad de Parasitología, Facultad de Farmacia, Universitat de Barcelona, Av. Joan XXIII, s/n, 08028 Barcelona, España Resumen Las leishmaniosis constituyen un grupo de enfermedades causadas por diferentes especies de protozoos tripanosomátidos del género Leishmania Ross, 1903, que afectan al hombre y a otros mamíferos, presentándose bajo distintas formas clínicas (tegumentarias y viscerales). El ciclo heteroxeno de las leishmanias incluye, además, la existencia de un hospedador invertebrado (dípteros de la familia Phlebotomidae denominados flebotomos). La enfermedad es cosmopolita, estando únicamente ausente de la Antártida. Diferentes factores ligados tanto a la actividad humana como a los cambios climáticos influyen en su distribución y hacen que se considere una enfermedad re-emergente. El perro es el principal reservorio para alguna de las especies de Leishmania, presentándose de forma simultánea los signos cutáneos y viscerales. Los signos más frecuentes son afecciones de la piel (dermatitis exfoliativa, úlceras, alopecia periorbital y onicogrifosis). Los signos oculares (queratoconjuntivitis y uveítis) y las linfoadenopatías son habituales. El diagnóstico clínico es difícil de establecer, debido a la gran variedad de signos clínicos presentes en las formas sintomáticas, y debe ser confirmado por métodos parasitológicos, serológicos y de biología molecular. Se han utilizado diferentes estrategias para controlar la enfermedad, entre las que se incluye el tratamiento de los animales infectados. Sin embargo, son habituales las recaídas y existe el riesgo de desarrollo de resistencia a los fármacos. Palabras clave Cambio global – Leishmania – Leishmaniosis – Salud pública – Zoonosis. Introducción Las leishmaniosis constituyen un conjunto de parasitosis del hombre y de los mamíferos, con afectación visceral y tegumentaria, de distribución cosmopolita (África, Asia, Europa, Norteamérica y Sudamérica) (94). Hasta la fecha, se consideraba únicamente ausente en Australia y la Antártida, pero recientemente se ha descrito un caso de parasitismo por Leishmania en canguros en Australia (113). vertebrado, denominada amastigota, y la extracelular en el hospedador invertebrado, la forma promastigota. El ciclo biológico de las leishmanias se desarrolla en el interior de células macrófagas del sistema fagocítico mononuclear de mamíferos. Además, se completa con el concurso de hospedadores invertebrados, flebotómidos, en cuyo tubo digestivo el parásito se multiplica. Este ciclo biológico comprende la intervención de dos formas evolutivas principales: la intracelular en el hospedador a) leishmaniosis cutánea en la que los parásitos quedan aislados en los macrófagos de la zona de la picadura, debido a la instauración de una fuerte respuesta inmune de tipo celular; Se conocen unas 30 especies de Leishmania de las que unas 20 pueden causar enfermedad en el hombre (13). En el hombre, las leishmaniosis se presentan bajo distintas formas clínicas: b) leishmaniosis mucocutánea, por diseminación de los parásitos hacia las mucosas, y 662 c) leishmaniosis visceral, en la que los parásitos se diseminan a órganos internos, bien sea por circulación linfática o sanguínea, dado que se produce un fallo de la respuesta de tipo celular. Un gran número de especies de animales, selváticos y domésticos, actúan como hospedadores principales y reservorios de las especies de Leishmania que afectan al hombre (13). Entre ellas destaca el reservorio canino cuya sintomatología es frecuentemente a la vez cutánea y visceral (31). Historia Las lesiones cutáneas producidas por Leishmania en el hombre son objeto de descripciones desde la Antigüedad (668-626 a.C.). En el Nuevo Mundo, las lesiones desfigurativas de la cara, aparecen en diversas obras esculturales precolombinas y las primeras descripciones clínicas, debidas a los Españoles, datan del siglo XVI (63). El primer trabajo en el que se detallan los agentes responsables de las leishmaniosis data del año 1885, en el que se describen unos cuerpos intracelulares que aparecían en las lesiones cutáneas de un paciente de Delhi (25). En el año 1891 se nominó por primera vez a estos cuerpos, dándoles el nombre de Sporozoa forunculosa (43) y, posteriormente, el de Helcosoma tropicum (130). En 1903, se observan unos cuerpos en la sangre de una rata infectada y se los relaciona con tripanosomátidos (75). Pocos meses más tarde, se señala la presencia de unas estructuras similares en las improntas de bazo de unos pacientes con fiebre prolongada (41). En 1903, se designó a dichos protozoos como Leishmania donovani en homenaje a Leishman y Donovan (114). En el año 1904, se relacionan los agentes responsables de la úlcera cutánea tropical con la leishmaniosis, al mismo tiempo que se consigue cultivar los protozoos responsables, observándose la existencia de formas libres que presentan flagelo (112). Finalmente, en 1906 se incluyen en el género Leishmania los agentes responsables de las afecciones cutáneas y se les da el nombre específico de Leishmania tropica (78). Los primeros estudios sobre la leishmaniosis canina se deben a Nicolle (88) quien reproduce la leishmaniosis canina experimental, mientras que el descubrimiento de los dípteros responsables de la vehiculación de estos protozoos, los flebotomos, no pudo realizarse hasta muchos años más tarde (118). A partir de este momento, aparecen continua y periódicamente trabajos publicados sobre las distintas vertientes de estudio de la leishmaniosis, que no han cesado hasta la fecha. Rev. sci. tech. Off. int. Epiz., 23 (2) Agente etiológico y clasificación Las especies del género Leishmania pertenecen al grupo de los protozoos kinetoplástidos tripanosomátidos. Dada la dificultad en establecer una taxonomía basándose en las características morfológicas, se han utilizado diferentes criterios para su clasificación. Entre ellos, cabe destacar la distribución geográfica, el cuadro clínico que ocasionan, el comportamiento del parásito en el vector y la electroforesis de isoenzimas (106). Con esta última técnica, se establecen los zimodemas como unidades taxonómicas. Con respecto al comportamiento del parásito en el vector, las leishmanias se dividieron en tres secciones (72): Suprapilariana (con multiplicación del parásito en el intestino medio y anterior del vector), Peripilariana (multiplicación en el intestino posterior, seguida de una migración anterior) e Hipopilariana (multiplicación en el intestino posterior). Una posterior clasificación, completa la anterior sobre la base de los caracteres del comportamiento en el vector, el poder patógeno en el hámster, el comportamiento en el cultivo y la distribución geográfica (73). Se eliminan las secciones y se reagrupan en dos géneros Leishmania y Sauroleishmania. El primero incluye a su vez dos subgéneros, Leishmania (en el Viejo y Nuevo Mundo) y Viannia (en el Nuevo Mundo), implicados en la etiología de las leishmaniosis humana. El género Sauroleishmania incluye especies parásitas de reptiles sauriomorfos no patógenas para el hombre ni para otros mamíferos. La aplicación de la electroforesis de isoenzimas al estudio de las leishmanias ha permitido efectuar diversas clasificaciones para el género Leishmania (111, 124, 125). El subgénero Leishmania incluye nueve complejos en el Viejo Mundo: L. donovani, L. infantum, L. tropica, L. killicki, L. aethiopica, L. major, L. turanica, L. gerbilli y L. arabica y cuatro en el Nuevo Mundo: L. mexicana, L. amazonensis, L. enrietti y L. hertigi. En el subgénero Viannia del Nuevo Mundo se incluyen cuatro complejos filogenéticos: L. braziliensis, L. guyanensis, L. naiffi y L. lainsoni. Importancia para la salud pública y la sanidad animal Las manifestaciones clínicas de la enfermedad pueden abarcar un amplio abanico de signos, que van desde las formas inaparentes en personas inmunocompetentes hasta las formas muy graves que pueden tener un curso fatal si no se tratan (94). Las leishmaniosis se presentan con un amplio espectro de manifestaciones clínicas en el hombre (57, 60, 94): 663 Rev. sci. tech. Off. int. Epiz., 23 (2) a) la leishmaniosis visceral humana, o kala azar, es la forma más grave. Se caracteriza por la presencia de fiebre, pérdida de peso, espleno- y hepatomegalia y anemia; d) es enfermedad de declaración obligatoria en sólo 40 países de los 88 afectados de leishmaniosis (14, 37). b) la leishmaniosis mucocutánea humana produce lesiones que pueden llevar a una destrucción masiva y desfigurativa de mucosas, fundamentalmente la nasal y bucal; Todo ello hace suponer que la incidencia real de la leishmaniosis sea muy superior a la declarada y, por tanto, a la de los datos de que se dispone oficialmente por parte de las organizaciones mencionadas. c) la leishmaniosis cutánea se manifiesta con la presencia de llagas o úlceras en las partes expuestas del cuerpo tales como cara, brazos y piernas. Las lesiones pueden curar de forma espontánea, pero la forma difusa no cura, y pueden presentarse recaídas después del tratamiento. Las leishmanias pertenecen al grupo de los parásitos oportunistas, detectándose un gran número de casos de coinfección leishmaniosis-virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) (94), fundamentalmente en los países del área mediterránea. En el perro, la leishmaniosis suele cursar a la vez con signos cutáneos y viscerales. Éstos son objeto de una descripción detallada en un apartado posterior. Distribución geográfica de la leishmaniosis e influencia del cambio global La distribución de las leishmaniosis humanas por países y territorios queda reflejada en distintas obras de organizaciones internacionales de la salud (92, 93, 95). La Organización Mundial de la Salud considera que son endémicas en 88 países de las regiones tropicales y subtropicales, 72 en desarrollo y 16 desarrollados. Se estima que, en el mundo, unos 350 millones de personas están expuestas a contraer la enfermedad y que unos 12 millones la padecen (94). Más del 90% de los casos de leishmaniosis visceral humana ocurren en Brasil, Bangladesh, India y Sudán, mientras que los casos de leishmaniosis cutánea ocurren principalmente en Brasil, Perú, Afganistán, Irán, Arabia Saudí, Sudán y Siria (37). Globalmente, la incidencia anual es de 1,5 a 2 millones de nuevos casos de leishmaniosis cutánea y 500.000 nuevos casos de leishmaniosis visceral (94). Sin embargo, existen diversos motivos por los que la subdeclaración de la enfermedad es importante: a) son enfermedades de transmisión rural, localizadas en zonas remotas, b) la distribución en las frecuentemente discontinua, zonas endémicas es c) muchos casos no son diagnosticados por falta de atención médica o por ser asintomáticos, y La Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) incluye a la leishmaniosis entre el grupo de las enfermedades transmisibles que se consideran importantes desde el punto de vista socioeconómico y/o sanitario y cuyas repercusiones en el comercio internacional de animales y productos de origen animal son considerables (Lista B). Estas enfermedades son por lo general objeto de un informe anual aunque en algunos casos, de acuerdo con lo dispuesto en los Artículos 1.1.2.2. y 1.1.2.3. del Código Sanitario para los Animales Terrestres, pueden ser objeto de informes más frecuentes (http:// www.oie.int/esp/maladies/es_classification.htm#ListeB) (90). A pesar de ello, los casos de leishmaniosis en animales, fundamentalmente en el perro, están aún más subdeclarados que los de las leishmaniosis humanas. La OIE ha recibido informes sobre la presencia de casos de leishmaniosis en perros de 42 países: 16 de Europa, 6 de África, 8 de Asia y 12 de América. Además existe la sospecha de la enfermedad en perros, sin confirmación, en 3 países de África (Fig. 1). Se dispone también de datos respecto a la leishmaniosis canina de otros 15 países (Fig. 1) (32, 35, 36, 39, 49, 56, 58, 77, 87, 97, 116, 120, 126). Sin embargo, algunos de estos países están considerados como no endémicos para la leishmaniosis y los casos detectados son el resultado del desplazamiento de los animales afectados a las zonas endémicas. En los últimos años, se viene considerando a la leishmaniosis como una enfermedad emergente y/o re-emergente junto con otras también transmitidas por artrópodos (13, 38, 55). Existen diversos factores, que están actualmente en discusión, dependientes tanto del comportamiento humano como de los cambios medioambientales, que pueden incidir en la presencia de casos de las enfermedades parasitarias donde hasta hace poco estaban ausentes. Entre los factores dependientes del comportamiento humano se puede citar la migración, la deforestación, la construcción de carreteras, la existencia de conflictos, los cambios económicos, el desarrollo comercial, la modificación del comportamiento humano, etc. Entre los cambios medioambientales, producidos en ocasiones como consecuencia de la actividad humana, destaca el cambio climático con un incremento de la temperatura. Otros factores medioambientales que pueden influir son la vegetación, la precipitación y la humedad, el tipo de suelo y su grado de absorción de agua, el tipo, cantidad y pH del agua, etc. (13, 38, 51, 69, 99, 101, 123). También la adopción de nuevos y secundarios reservorios 664 Rev. sci. tech. Off. int. Epiz., 23 (2) Albania, Andorra, Chipre, Croacia, República Checa, España, Finlandia, Francia, Grecia, Italia, Malta, Países Bajos, Portugal, Reino Unido, Suecia, Suiza Canadá, Estados Unidos Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca Corea, India, Jordania, Kuwait, Israel, Líbano, Omán, Pakistán Europa Asia Rep. Popular China, Irán, Siria, Turquía América Africa Argentina, Belice, Bolivia, Brasil, Guayana Francesa, Panamá, Paraguay, República Dominicana, Surinam, Venezuela Ecuador, Guatemala Angola, Argelia, Marruecos, Sudáfrica, Túnez, Togo Djibouti, Gabón, Malaui Egipto, Gambia, Kenia, Senegal, Sudán Oceanía Casos de leishmaniosis canina declarados a la OIE Casos sospechosos declarados a la OIE Casos declarados a otras fuentes Fig. 1 Distribución geográfica de la leishmaniosis canina (datos de la Organización Mundial de Sanidad Animal [OIE]) y de nuevas especies vectoras ha permitido la emergencia de la leishmaniosis (13). Todo ello ha llevado a la implementación de sistemas de control remoto y de información geográfica para predecir la variación geográfica de las enfermedades transmisibles, entre las que se encuentra la leishmaniosis (66, 70, 100). La mencionada migración de las poblaciones, incluyendo la urbanización, puede resultar en un incremento de la densidad de la población en un área geográfica determinada y, por consiguiente, en un incremento de la tasa de transmisión. Los desplazamientos de personas y animales a áreas endémicas en los periodos de actividad de los flebotomos vectores son una de las causas importantes de la detección de casos humanos y caninos en zonas y países considerados no endémicos. Los conflictos, que causan la migración en masa de la población afectada, conducen a una disminución de los servicios médicos. La guerra del Golfo es un claro exponente de la aparición de la leishmaniosis en áreas con nula o baja endemicidad; así, la detección de casos de leishmaniosis en soldados americanos una vez regresados a su país (96). En el sur de Sudán, los flebotomos transmiten las leishmanias entre la población de roedores. Cuando individuos de la población no inmune, como los trabajadores de la construcción o los refugiados, entran en el área, son picados por los vectores infestados y desarrollan lesiones usualmente más aparentes que las de la población autóctona (99). La deforestación llevada a cabo en algunas zonas de América Latina ha conducido a un incremento de la leishmaniosis. El bosque autóctono ha sido sustituido por áreas dedicadas a la agricultura, con la construcción de granjas y la llegada de habitantes. Se ha incrementado la población del zorro, reservorio de la leishmaniosis visceral en la zona, y las poblaciones de flebotomos se han vuelto peridomésticas (99). En la región del Amazonas, la migración humana, acompañada por sus perros infestados, ha conllevado también un incremento de la prevalencia de la leishmaniosis. La situación contraria, la urbanización o migración de la población de zona rural hacia la zona urbana, tal como ha sucedido en Brasil, Colombia y Venezuela, se ha traducido por la proliferación de suburbios pobres en los que pueden subsistir los flebotomos, donde hay abundantes perros, las condiciones sanitarias son pobres y prevalece la malnutrición. Todo ello ha comportado un incremento de la leishmaniosis visceral zoonótica (38). Los cambios económicos pueden influir en el descenso de los programas de control (101), así como en un estado de Rev. sci. tech. Off. int. Epiz., 23 (2) malnutrición de la población, responsable de los cambios de susceptibilidad del hospedador hacia las leishmanias (38). Los cambios en el comportamiento de la población humana, tales como la homosexualidad y la drogodependencia han influido decisivamente en la epidemiología del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) y, en consecuencia, en un notable incremento en los últimos años de la casuística de parásitos oportunistas como las leishmanias (9, 13, 94). Así, si bien la leishmaniosis en el área mediterránea fue controlada como consecuencia de la disminución de las poblaciones de flebotomos durante las campañas de desinsectación llevadas a cabo para el control de la malaria existente anteriormente en la zona (13), en la actualidad la leishmaniosis visceral se presenta en un 50% de los casos en individuos coinfectados con el VIH (55). No siempre la actividad humana tiene una incidencia negativa en la distribución de enfermedades. Así, el incremento de los conocimientos médicos y de los servicios sanitarios, el desarrollo de vacunas y la implementación de programas de vacunación y de control, la vigilancia epidemiológica, etc., tienen una acción neutralizadora de la expansión de las enfermedades (101). Otro factor que puede incidir en la modificación de la distribución geográfica de una enfermedad transmisible, como la leishmaniosis, es la aparición de nuevos genotipos de los parásitos o de sus vectores, debido a una modificación permanente de los mismos, dependientes de presiones selectivas. La existencia de resistencias, tanto por parte de los vectores de los agentes infecciosos como de éstos, puede llevar a un incremento de la tasa de transmisión, debido a un aumento del periodo de vida del agente infeccioso y del vector (101). El papel vectorial de las leishmanias está reservado a pocas especies de flebotomos (93), algunas de las cuales presentan especies crípticas o distintas poblaciones, diferenciables exclusivamente por métodos de caracterización bioquímica (79). Es posible que estas especies crípticas o las distintas poblaciones de una misma especie presenten diferente comportamiento vectorial. Se ha especulado en numerosas ocasiones en la influencia de los cambios medioambientales en la distribución geográfica de determinadas enfermedades. Uno de los principales exponentes es el aumento de la temperatura de la Tierra (51, 99). Sin embargo, no existe, en muchos casos, una clara demostración de este impacto (69) y las hipótesis al respecto son contradictorias. Dicha influencia podría incidir tanto a nivel de los agentes patógenos como de sus vectores y potencialmente, a lo largo del tiempo, también en las características genéticas de ambas poblaciones (69). 665 Una hipótesis propugna que, como consecuencia del calentamiento del globo, aumentará la densidad de la población de vectores y tendrá lugar una expansión de los mismos hacia el Norte (99). La otra hipótesis considera que, si bien es cierto el argumento anteriormente mencionado, éste pecaría de ser demasiado simplista, ya que un aumento de la temperatura no significa necesariamente un aumento de la densidad poblacional de los vectores, puesto que tal aumento puede resultar perjudicial para el vector o, al menos, para alguna especie en concreto y, además, los cambios en las condiciones de vida de las personas pueden alterar la posibilidad de contacto con el vector (59). Existen datos evidentes de que la leishmaniosis por L. infantum es prevalente únicamente en las zonas cuyas temperaturas oscilan entre 5°C-10ºC en enero y 20ºC-30ºC en julio. Ello sugiere que la temperatura es uno de los principales factores que previenen la expansión de la enfermedad hacia zonas del norte de Europa (70). En Italia, hay dos especies de flebotomos vectores de L. infantum, Phlebotomus perniciosus y P. perfiliewi, las dos con diferentes requerimientos ecológicos. La primera está presente en regiones con inviernos comparativamente cálidos y veranos suaves, mientras que la segunda se encuentra en áreas con inviernos relativamente fríos y no se ve afectada por temperaturas estivales elevadas. El incremento de la temperatura en modelos estadísticos permite observar una influencia positiva, con un incremento de P. perfiliewi en Italia, extendiéndose hacia el norte y sudeste de Europa, mientras que disminuye la abundancia de P. perniciosus en Italia, sin embargo, extendiéndose hacia Suiza (70). La presencia de una determinada flora y fauna, puede influir también en la distribución de distintas enfermedades como la leishmaniosis, haciendo que ésta incremente o disminuya en un área geográfica concreta (4, 27, 82, 84, 117). Diversas especies vegetales han sido citadas en Israel por ejercer un efecto nocivo sobre los flebotomos que se encuentran en su proximidad y se alimentan de sus jugos vegetales (117). El papel de diversos animales como fuente de alimentación de los flebotomos para que puedan desarrollar su ciclo gonotrófico ha sido también considerado como facilitador para el posterior desarrollo de las leishmanias en su tubo digestivo. También el carácter oportunista de los flebotomos, por ejemplo el de P. perniciosus en la Península Ibérica (27) puede influir en el bajo número de casos humanos de leishmaniosis en focos donde la seroprevalencia de la leishmaniosis canina es elevada. La presencia de una determinada especie animal ha sido también citada por diversos autores como posible regulador de la leishmaniosis en el hombre (4). 666 Rev. sci. tech. Off. int. Epiz., 23 (2) Biología, ecología y epidemiología en las que el hombre se ha introducido, más o menos accidentalmente, en su ciclo biológico. Se establecen tres tipos epidemiológicos en función del hospedador vertebrado (48): Las leishmanias son transmitidas por las hembras de insectos dípteros flebotómidos (Fig. 2) a través de su picadura. Debe tenerse presente, sin embargo, la posibilidad de otras vías de transmisión tales como la transfusión sanguínea (50), la transmisión congénita (80) y la transmisión sexual (108). a) ciclo enzoótico o primario, el más primitivo, en el que diversas especies de mamíferos salvajes actúan como hospedadores vertebrados del parásito, con la introducción accidental del hombre en el ciclo bio-ecológico; b) ciclo zooantroponótico o secundario, en el que la desaparición del reservorio salvaje del entorno humano permite la adopción, por parte del parásito, de animales domésticos susceptibles, entre ellos el perro, tal y como ocurre en las leishmaniosis por L. infantum; c) ciclo antroponótico o terciario, en el que el reservorio animal desaparece y el hombre es el único hospedador vertebrado del parásito. El reservorio de una enfermedad es aquel animal que garantiza la existencia y supervivencia del agente etiológico y es la fuente de infección del hombre en un área endémica (91). Para que un animal pueda ser considerado reservorio principal, debe reunir una serie de condiciones en mayor o menor grado (1, 64): Fig. 2 Hembra de flebotomo (Phlebotomus perniciosus) Los flebotomos incluyen seis géneros de los que sólo dos tienen importancia médica por ser transmisores de leishmanias: Phlebotomus en el Viejo Mundo y Lutzomyia en el Nuevo Mundo (93). Los flebotomos, concretamente las hembras, se infestan cuando pican para ingerir sangre de un hospedador parasitado. Ésta contiene macrófagos o monocitos infestados con las formas amastigotas de las leishmanias en el interior de las vacuolas lisosomales. En el intestino de los flebotomos, los parásitos desarrollan una compleja serie de transformaciones morfológicas y funcionales que comporta la diferenciación de los promastigotes procíclicos, que se multiplican. Éstos maduran a promastigotes metacíclicos o infectivos que, al ser incapaces de fijarse a la pared del intestino, se dirigen hacia las regiones bucales donde bloquean la faringe de los flebotomos y son regurgitados en el transcurso de una ingesta sanguínea subsiguiente. Los promastigotes que penetran por la lesión producida durante la picadura son fagocitados por los macrófagos en cuyo interior se transforman en amastigotes y se multiplican cerrando el ciclo (26). La multiplicación de los parásitos, tanto de los amastigotes como de los promastigotes es por división binaria, no habiéndose comprobado la existencia de estadios de reproducción sexual. Este ciclo biológico común presenta distintas modalidades epidemiológicas, dependiendo del tipo de hospedador vertebrado. Esencialmente, las leishmaniosis son zoonosis a) el animal debe estar representado en número suficiente en el nicho ecológico donde aparece la enfermedad y ser lo bastante longevo para asegurar que es fuente de alimentación para el insecto vector; b) el curso de la infección en el animal tiene que ser crónica para que los parásitos estén presentes en cantidad y tiempo suficientes para asegurar la infección de los flebotomos; c) se requiere que la enzootia sea lo suficientemente abundante para justificar los casos humanos. El contacto entre el flebotomo y el humano tiene que estar garantizado y su área de distribución debe coincidir con la de la leishmaniosis humana; d) los aislados de Leishmania obtenidos del reservorio, una vez caracterizados, deben ser los mismos que los del hombre y el vector en el mismo nicho ecológico. En los focos de leishmaniosis que existen en el mundo se han citado una gran variedad de animales, mamíferos, como reservorios de distintas especies de Leishmania en el Viejo Mundo (37 especies) y en el Nuevo Mundo (25 especies) (31). Éstos pertenecen a distintos grupos taxonómicos y son tanto silvestres como domésticos (12, 31, 93). Entre ellos, merece la pena destacar el perro, por su proximidad al entorno humano. Tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo, este animal ha sido hallado parasitado por distintas especies de Leishmania: L. infantum, principalmente en los países de la cuenca mediterránea y Oriente Medio, L. tropica y L. donovani en el Viejo Mundo, L. chagasi (actualmente considerada sinónimo de L. infantum), L. braziliensis, L. panamensis, 667 Rev. sci. tech. Off. int. Epiz., 23 (2) L. mexicana y L. peruviana, en el Nuevo Mundo (31, 33, 34, 58, 77). A pesar del aislamiento de estas especies de Leishmania del reservorio canino, este animal tan sólo tiene confirmada su importancia epidemiológica en la cadena de transmisión de L. infantum, principalmente, y de L. braziliensis y L. peruviana. Se desconoce el papel que pueda jugar en la transmisión al hombre de las otras especies de Leishmania por cuanto su hallazgo ha sido ocasional. El perro actúa como principal reservorio de la leishmaniosis humana por L. infantum, por lo menos para aquellos zimodemas que han sido aislados en ambos hospedadores (47). De los 38 zimodemas de esta especie descritos, tan sólo ha podido dilucidarse el ciclo completo de 5, habiéndose aislado e identificado 12 a partir del reservorio canino. Esto hace que muchos investigadores cuestionen la presencia de otros posibles reservorios de L. infantum o el posible carácter antroponótico de algunas de las cepas (9, 45, 47). La posibilidad de que otros animales actúen como reservorios domésticos o selváticos ha sido también señalada (45). Entre estos animales se ha citado al chacal, el lobo, el zorro, la rata, el gato y el caballo en el Viejo Mundo y el zorro cangrejero en el Nuevo Mundo (2, 16, 23, 24, 83, 98, 102, 109, 122). El papel epidemiológico de estos animales domésticos, próximos al entorno humano, no ha sido aclarado todavía; son escasísimos los estudios sobre la seroprevalencia de la leishmaniosis en los mismos así como los aislamientos y tipificaciones de las cepas aisladas (102, 105). El hecho de que frecuentemente se trate de casos cutáneos, con abundantes formas amastigotas en la piel y con pocos signos clínicos, hace sospechar la posibilidad de que se constituyan en un buen reservorio de la enfermedad (105). Las seroprevalencias de la leishmaniosis canina indicadoras de enzootia canina son elevadas, llegando a alcanzar un 30% (52), si bien difieren de un foco a otro y también dependen de la procedencia de la muestra estudiada (zona rural o urbana, consultas veterinarias, etc.) y del tipo de técnica empleada para efectuar el estudio de la prevalencia (distintas técnicas serológicas, cultivo, reacción en cadena de la polimerasa [PCR]) (18, 52, 104). Diversos autores mencionan que no todos los perros con serología positiva son infestantes para los flebotomos vectores y actúan, en consecuencia, como fuente de diseminación (3, 53, 110). Esta capacidad la presentarían aquellos animales que están en un estado avanzado de la enfermedad, con síntomas aparentes de una leishmaniosis. Sin embargo, posteriormente se ha observado que el porcentaje de flebotomos infestados a partir de animales seropositivos con distinta sintomatología (asintomáticos, oligosintomáticos y sintomáticos) es variable para cada uno de los grupos, sin existir diferencias significativas (81). Inmunología, patología y sintomatología de la leishmaniosis canina El establecimiento y la inmunología de la infección por Leishmania han sido ampliamente revisados por diferentes autores (6, 26). Los trabajos realizados al respecto en el modelo canino han permitido observar que en los casos de leishmaniosis canina se producen cambios en las subpoblaciones de linfocitos, con una disminución precoz de las células T CD4+, durante el periodo prepatente, un incremento de las células CD8+ y un incremento también de anticuerpos específicos frente a Leishmania (19, 85). Al contrario de lo observado en el modelo murino, en el modelo canino no se observa una clara dicotomía en la respuesta Th1/Th2, asociadas a la inmunidad protectora o a la progresión o susceptibilidad de la enfermedad, respectivamente. Los resultados han sido contradictorios cuando se ha intentado relacionar el nivel de las inmunoglobulinas G (IgG) con la evolución de la enfermedad. En general, en los perros infectados y sintomáticos se detecta un incremento en el nivel de IgG totales relacionado con el incremento de las IgG2, mientras que los resultados son dispares con respecto a la correlación entre las IgG totales y las IgG1; el nivel detectado de éstas últimas es muy variable (19, 30, 121), con valores altos asociados a la patología (62, 107). Existen varios factores que determinan el tipo de respuesta inmune y, por lo tanto, de las diferentes formas clínicas de la leishmaniosis, tales como el genotipo del parásito, el tamaño del inóculo, la zona de inoculación, el número de picaduras recibidas, la saliva del flebotomo, la respuesta inmune y ciertos factores genéticos ligados al hospedador, la existencia de infecciones concomitantes, etc. La leishmaniosis canina se caracteriza por presentarse bajo una gran diversidad de síntomas. A diferencia de la leishmaniosis humana, en la leishmaniosis canina suelen presentarse de forma concomitante la afectación cutánea y visceral (31). Sin embargo, la existencia de un número importante de animales seropositivos en zonas endémicas sin signos clínicos, ha sido puesta de manifiesto por varias encuestas epidemiológicas. Este número puede alcanzar cifras de hasta un 30% o incluso superiores (3, 44, 86) y puede ser el reflejo de la cronicidad con que se presenta esta afección, con un periodo asintomático prolongado. El parásito presenta dos tipos principales de mecanismos de patogenicidad (42): a) la producción de lesiones inflamatorias no supurativas, y b) la deposición de inmunocomplejos circulantes en el glomérulo renal, vasos sanguíneos y articulaciones. 668 La formación crónica de granulomas es responsable de las lesiones cutáneas, hepáticas, entéricas y óseas y, en parte, de las lesiones renales y oculares. Por otro lado, la deposición de inmunocomplejos es la causa de desarrollo de glomerulonefritis, de algunas de las lesiones oculares y de la vasculitis. Los signos clínicos más comunes en la leishmaniosis canina son lesiones cutáneas (alopecia, dermatitis, úlceras cutáneas, onicogrifosis), signos oculares (conjuntivitis, queratoconjuntivitis, blefaritis, uveítis), y de afectación visceral (fiebre, linfoadenopatía local o generalizada, pérdida de peso progresiva, débil o marcada pérdida del apetito, anemia, hepato-esplenomegalia, glomerulonefritis y fallo renal crónico) (10, 17, 21, 22, 29, 42, 67, 68, 76, 115, 119, 126). De acuerdo con la ausencia o presencia de uno o varios de los signos mencionados anteriormente, los animales pueden ser divididos en tres grupos: asintomáticos, oligosintomáticos (1-2 síntomas) y sintomáticos (> 2 síntomas) (3). La afección puede iniciarse con una lesión cutánea, localizada o múltiple, el chancro de inoculación, que suele presentarse a nivel de la cabeza (morro, hocico, borde externo y cara interna de las orejas) (128). La presencia y diseminación del parásito a nivel cutáneo puede manifestarse con la aparición de lesiones generalizadas, simétricas y no pruriginosas que se caracterizan por la presentación de descamaciones epidérmicas y alopecia difusa, especialmente a nivel de la cabeza. Son clásicas la despigmentación y depilación periorbital (signo de las gafas) que puden afectar también a otras regiones del cuerpo (borde de las orejas, trasero, cola, punto de apoyo a nivel de las patas) (10, 17, 21, 31, 42, 67). Son frecuentes otros signos cutáneos como la hiperqueratosis y la presencia de caspa, particularmente evidente cuando se acaricia al perro a contrapelo. También pueden aparecer lesiones ulcerativas a nivel del cráneo, del borde de las orejas, de los puntos de apoyo, de los cojinetes plantares y del morro, de los espacios interdigitales y zonas mucocutáneas, lesiones nodulares o dermatitis pustular. Otro de los signos frecuentes es la onicogrifosis, denominada en ocasiones como “uña de faquir” por los veterinarios (31). Ocasionalmente, se han descrito lesiones cutáneas de despigmentación nasal, hiperqueratosis nasal y plantar y placas eritematosas. Las formas nodulares de la leishmaniosis canina son mucho menos frecuentes. La general ausencia de signos sistémicos y la evolución positiva de la enfermedad sugieren que los perros que padecen lesiones nodulares desarrollan una inmunidad celular adecuada (17). Generalmente, y al cabo de pocos meses, se produce una visceralización de la infección, si bien, y de forma excepcional, ésta puede producirse al cabo de varios años. Rev. sci. tech. Off. int. Epiz., 23 (2) Las alteraciones oculares, relativamente frecuentes, pueden afectar al segmento anterior, los párpados (granulomas), la conjuntiva (hiperemia y conjuntivitis), la córnea (queratitis), el iris (uveítis), o al segmento posterior, produciéndose hemorragias de retina, corioretinitis y, en ocasiones, desprendimientos de retina. También pueden presentarse úlceras, queratoconjuntivitis, cataratas y glaucoma (21). La pérdida de apetito, con la consiguiente pérdida de peso, puede evolucionar a un cuadro de caquexia (Fig. 3) (20, 21, 28). Otra causa de la caquexia puede ser un incremento del factor de necrosis tumoral segregado por los macrófagos a nivel esplénico. En ocasiones, el adelgazamiento no es debido a la pérdida de apetito ya que éste se encuentra conservado o incluso aumentado (31). Como consecuencia del adelgazamiento, se produce un cuadro de astenia y de debilidad que puede presentarse también asociado a una depresión psicológica por abandono, a un estado de gestación previo o como consecuencia de una época de caza intensa. La amiotrofía es particularmente marcada a nivel de la cara, dando al animal un aspecto senil, atónico y triste (31). También se presenta hipertermia, manifestada por una polidipsia. Fig. 3 Perro con leishmaniosis (caquexia) Otros signos clínicos que pueden presentarse en el perro han sido ampliamente revisados por Blavier y col. (17). Entre ellos están los signos osteoarticulares (la poliartritis, usualmente no erosiva y acompañada de dolor y, ocasionalmente, de atrofia muscular) y las lesiones osteolíticas y osteoproliferativas a nivel óseo. Pueden presentarse también signos musculares que pueden dejar paso a una cojera del animal afectado o a una atrofia del músculo masticatorio. Se han descrito también lesiones cardiovasculares (pericarditis difusa fibrosa, vasculitis sistémica con hemorragias en múltiples órganos, tromboembolismo, hiperviscosidad sanguínea asociada a edema), digestivas (vómitos, colitis crónica, diarrea hemorrágica asociada a veces a una pancreatitis). Los Rev. sci. tech. Off. int. Epiz., 23 (2) signos respiratorios son raros, habiéndose descrito algún caso de rinitis y de neumonía. En perros infestados experimentalmente se han descrito desórdenes hemostáticos, con trombocitopenia y trombopatía (127). Estos desórdenes hemostáticos son responsables de la epistaxis, frecuente a nivel nasal, en perros naturalmente infestados (20). La leishmaniosis canina puede afectar también el sistema nervioso central, produciendo alteraciones del equilibrio (89). Se han descrito dos casos de afectación de las meninges por L. infantum en animales que presentaban signos neurológicos tales como letargia, paresis y rigidez cervical (129). Se ha podido comprobar la regresión espontánea de la enfermedad en animales seropositivos en los que la cepa se había podido aislar (45). Diagnóstico de laboratorio La analítica puede orientar al diagnóstico pero no es específica. Suele caracterizarse por una anemia normocítica, normocrómica y no regenerativa, leucopenia y trombopenia por afectación del sistema hematopoyético. Hay una elevación de la creatinina y urea por la deposición de inmunocomplejos en el glomérulo, lo que desemboca en una insuficiencia renal, con proteinuria e intoxicación urémica. La hiperproteinemia es también característica, con una inversión del cociente albúmina/globulinas, estando la hipoalbuminemia asociada a un incremento de las globulinas alpha-2, beta y gama. También se detecta proteinuria glomerular y azotemia, sintomática o asintomática (7, 17, 68). 669 la muestra utilizada para efectuar el diagnóstico (3). En aquellos casos en que la leishmaniosis canina se presenta también con manifestaciones a nivel de la piel, como pueden ser ulceraciones, puede procederse también, y de forma simultánea, a la obtención de muestras de dichas lesiones (42). Con cualquiera de los productos patológicos obtenidos puede procederse a la confección de improntas o frotis para la observación de las formas amastigotas tras la tinción con el colorante de Giemsa o análogos como el Diff-Quick (93, 103). La detección del parásito mediante técnicas inmunológicas, técnica de la inmunoperoxidasa, en diversos productos patológicos ha sido también utilizada para efectuar un diagnóstico directo de las leishmaniosis (42). La sensibilidad del examen directo puede incrementarse si se realiza el cultivo de la muestra en medios adecuados para ello, como el medio Novy-McNeal-Nicolle (NNN) y los medios líquidos para cultivos de células de insectos o mamíferos (Schneider, medio del Roswell Park Memorial Institute [RPMI], etc.), habitualmente enriquecidos con suero bovino fetal desactivado o bien efectuando la inoculación a animales de experimentación sensibles a las leishmanias presentes en la zona (103). El xenodiagnóstico es otra técnica que se ha utilizado para el diagnóstico de la leishmaniosis canina (8). La técnica precisa la utilización de colonias de laboratorio de especies de flebotomos susceptibles a la especie de Leishmania que se encuentra en la zona geográfica y consiste en dejar que los flebotomos piquen e ingieran sangre de un posible paciente. El diagnóstico de la leishmaniosis canina tampoco puede basarse exclusivamente en el diagnóstico clínico, dada la diversidad de signos con que puede presentarse la enfermedad en el perro, por lo que debe acompañarse del diagnóstico de laboratorio. Éste se basa, generalmente, en la aplicación conjunta de varios métodos de diagnóstico: parasitológicos, inmunológicos y de biología molecular. Actualmente, la puesta a punto de técnicas de biología molecular es una interesante alternativa en el diagnóstico de la leishmaniosis. Para detectar la presencia de ácido desoxirribonucleico (ADN) del parásito una de las técnicas más utilizadas es la amplificación del material genómico del parásito por PCR. Presenta la ventaja de incrementar la sensibilidad y permitir trabajar con muestras de sangre (46), sin embargo su sensibilidad varía en función de la preparación de la muestra (71). El diagnóstico parasitológico implica la visualización del agente patógeno, las leishmanias, por lo que se considera como el mejor método y el definitivo. Sin embargo, su sensibilidad varía en función de factores relacionados con las condiciones de la toma de muestras y en cómo se lleva a cabo el cultivo (3, 44). En la leishmaniosis canina, el producto patológico suele ser la médula ósea, obtenida por punción costillar tras colocar al animal en posición de decúbito lateral (21). Otro producto patológico puede ser el aspirado ganglionar, de fácil ejecución cuando existe linfoadenopatía, obtenido generalmente por punción del ganglio poplíteo. La sensibilidad de la técnica depende de Los tests serológicos son también de gran utilidad en el diagnóstico de la leishmaniosis. En general, presentan una mayor sensibilidad que el examen directo y son de más fácil realización que el cultivo (103). Éstos se utilizan de forma complementaria a los métodos parasitológicos. Existe una gran variación de técnicas, entre las que merece destactar la inmunofluorescencia indirecta (IFI), el método inmunoenzimático (ELISA: enzyme-linked immunosorbent assay), el Dot-ELISA, el test de aglutinación directa (DAT), el Western blot (WB) y la inmunocromatografía. La sensibilidad y especificidad de las técnicas serológicas varían en función del antígeno empleado, los laboratorios que las 670 aplican, las poblaciones estudiadas y el título de corte establecido (103, 104). La respuesta celular se detecta mediante la reacción de hipersensibilidad retardada o test de Montenegro, que implica la inoculación de promastigotes atenuados, y el test de linfoproliferación in vitro. Sin embargo, un resultado positivo en estas técnicas no implica estar frente a una infección aguda de la leishmaniosis canina (61). Profilaxis y tratamiento La ausencia, hasta la fecha, de vacunas efectivas frente a las leishmanias hace que se tengan que poner en práctica otras medidas destinadas al control de esta enfermedad transmisible. El tratamiento de los animales infectados ha sido considerado como un buen método de control de la enfermedad humana y canina (8, 53). Sin embargo, algunos estudios realizados no demuestran la utilidad de esta medida. En un estudio llevado a cabo en Italia, en el que se adoptó la estrategia de tratar a los perros asintomáticos y oligosintomáticos y suprimir a los perros sintomáticos, el control efectuado al cabo de dos años permitió observar que la prevalencia no variaba demasiado, pero el número de perros oligosintomáticos y sintomáticos disminuía considerablemente (54). La eliminación de los perros seropositivos también ha sido tenida en cuenta, aunque es de difícil implementación tanto por razones éticas como sociales (86). Esta medida profiláctica no parece dar buenos resultados. En un estudio llevado a cabo en Brasil, se observó que la eliminación de los perros seropositivos no se correlacionaba con una disminución de la prevalencia de la leishmaniosis humana (40). Entre los factores que pueden influir en este hecho está el que los perros sintomáticos y los asintomáticos son igualmente infectivos para los vectores (81), así como el posible potencial como reservorio del humano asintomático, siendo posible la transmisión humano-vector-humano. Rev. sci. tech. Off. int. Epiz., 23 (2) Killick-Kendrick y col. (65) proponen como método de control alternativo, el uso de collares impregnados de insecticida, especialmente en lugares donde se produce un aumento de la prevalencia de la enfermedad. Este método ha sido utilizado en diversos países con esperanzadores resultados. Otras medidas profilácticas están destinadas a la lucha contra las formas adultas de los flebotomos vectores (5). Entre ellas está el tratamiento residual de las paredes de las habitaciones humanas y de los habitáculos de los animales con insecticidas. Hay pocos trabajos en los que se haga una revisión sobre los fármacos utilizados en el tratamiento de la leishmaniosis canina y de la posología a utilizar. Entre los fármacos más utilizados, tanto en el tratamiento de la leishmaniosis humana como la canina, están los derivados antimoniales pentavalentes: el antimoniato de Nmetilglucamina y el estibogluconato sódico. El primero de ellos es más utilizado, en general, en Europa y el segundo en América. También se utilizan frecuentemente fármacos antifúngicos como la anfotericina B y el ketoconazol, diamidinas aromáticas (pentamidina), glicósidos (aminosidina) y un análogo de la hipoxantina (alopurinol). Además, se utilizan otros fármacos como coadyuvantes al actuar sobre el sistema inmunitario (levamisol, bacilo de Calmette y Guérin [BCG], interferón-gamma y las interleucinas 2 y 12) (11, 15, 74). En la actualidad, se están introduciendo otros fármacos como la miltefosina, de aplicación oral (57). Se han descrito resistencias al tratamiento para algunos de estos compuestos, principalmente de los derivados antimoniales que, además, adolecen de varios inconvenientes como la lentitud en actuar, su precio, y no permitir una curación parasitológica (13, 15, 86). 671 Rev. sci. tech. Off. int. Epiz., 23 (2) Emerging parasitic zoonoses: leishmaniosis M. Gállego Summary Leishmanioses are a group of parasitic diseases that affect man and other mammals. They are caused by different species of trypanosomatids of the genus Leishmania Ross, 1903 and have tegumentary and/or visceral manifestations. The distribution of this re-emerging disease, which is found throughout the world (except in Antarctica), is influenced by various factors linked to both human activity and climatic change. The heteroecious life cycle of the Leishmania includes an invertebrate host (sandflies of the Phlebotomidae family). The dog is the main reservoir for many of the Leishmania species, simultaneously presenting both cutaneous and visceral clinical signs. The most frequent signs are skin abnormalities (dry exfoliative dermatitis, ulcers, periorbital alopecia and onychogryphosis), but ocular signs (keratoconjunctivitis and uveitis) and lymphadenomegaly are also common. Clinical diagnosis is difficult because of the great variety of symptoms and should, therefore, be confirmed by parasitological, serological and molecular methods. Several strategies are used to control the disease, including the treatment of infected animals. However, treatment failure is common and there is a risk that drug resistance will develop. Keywords Global change – Leishmania – Leishmaniosis – Public health – Zoonosis. Zoonoses émergentes dues à des parasites : les leishmanioses M. Gállego Résumé Les leishmanioses constituent un groupe de maladies dues à différentes espèces de protozoaires trypanosomatides appartenant au genre Leishmania Ross, 1903, qui touchent l’homme et d’autres mammifères. Elles présentent diverses formes cliniques (tégumentaires et viscérales). Le cycle hétéroxène des Leishmania fait en outre intervenir un hôte invertébré (diptères de la famille des Phlebotomidae appelés phlébotomes). La maladie présente un caractère cosmopolite, seul l’Antarctique demeurant indemne. Différents facteurs, liés tant à l’activité humaine qu’aux changements climatiques, influent sur sa distribution géographique et expliquent qu’elle soit considérée comme une maladie réémergente. Le chien, qui présente simultanément les signes cutanés et viscéraux, constitue le principal réservoir de certaines espèces de Leishmania. Les signes les plus fréquents sont les affections cutanées (dermatite exfoliative, ulcères, alopécie péri-orbitale et onychogriffose). Les signes oculaires (kérato-conjonctivite et uvéite) ainsi que les lymphoadénopathies sont fréquents. Le diagnostic clinique reste difficile à établir en raison de la grande diversité des manifestations cliniques apparaissant dans les formes symptomatiques. Il doit être confirmé par des méthodes parasitologiques, sérologiques et faisant appel à la biologie moléculaire. Différentes stratégies de prophylaxie ont été mises en œuvre, parmi lesquelles le traitement des animaux infectés. Toutefois, les rechutes sont fréquentes et il existe un risque de voir se développer une résistance aux médicaments. Mots-clés Changement climatique – Leishmania – Leishmaniose – Santé publique – Zoonose. 672 Rev. sci. tech. Off. int. Epiz., 23 (2) Bibliografía 1. Abranches P. (1989). – Reservoirs of visceral leishmaniasis. In Leishmaniasis. The current status and new strategies for control (D.T. Hart, edit.). NATO ASI Series A: Life Sci., 163, 61-70. 16. Bettini S., Pozio E. & Gradoni L. 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