¿ESTAN ENFERMOS NUESTROS POLÍTICOS?. Intentando huir una vez más del asombro, a pesar de la complicada imposibilidad con que lo rodean y esquivando a duras penas ese más difícil todavía que también forma parte de su camuflaje, me enfrasco en llegar hasta la comprensión del morbo que los afecta, ya que no dudo que nuestros representantes político y sociales están enfermos. Así lo pienso, incluso a sabiendas que el término enfermedad proviene del latín infirmitas, que significa falto de firmeza; expresión antitética a sus maneras de actuar mientras se enseñorean por el mundo que han creado para nosotros: pisan fuerte, accionan con petulancia, se pronuncian como el último Salomón en cualquier discordia, se definen como únicos guardianes de la verdad y hablan ex cátedra por creerse siempre iluminados por el exclusivo Espíritu Santo que los asiste. Y así lo creo, sobre todo cuando recuerdo que en su definición de Enfermedad, la OMS incluye alteraciones o desviaciones del estado fisiológico (equilibrado) del organismo afectado, en su totalidad o en alguna de sus partes; y no olvido que en el Cuerpo Vivo que es la Sociedad, sus Representantes constituyen uno de sus más importantes elementos. Imbuido por esta creencia, y estigmatizado por la vocación que me conduce hasta una verdadera sicosis profesional, me apresto a llegar hasta un diagnóstico; aunque atormentado por la duda de no tener a la mano los componentes terapéuticos que permitirían un eficaz tratamiento. Cuando me iniciaba en los estudios médicos, uno de los Profesores que guardé en mi memoria galénica con la categoría de Maestro, nos recomendó un libro que pronto se convertiría en Biblia inexcusable para el desarrollo de la Profesión. Era un Manual donde con la sencillez que preside la virtud, se nos facilitaban los conocimientos y datos prácticos que conducirían a la posterior interpretación correcta de la patología de cada paciente. Le llamábamos coloquialmente El Noguer y Molins gentilicio a sus autores, y era inexcusable segmento bibliográfico de la Propedéutica Clínica, materia importantísima, yo diría que vital, ya que enseñaba con orden y criterio los métodos y procedimientos que sirven al Clínico para observar signos y síntomas, así como a inspeccionar, reconocer y clasificar las manifestaciones relevantes del enfermo antes de formular un Juicio Clínico. De estos signos algunos son físicos y pueden observarse durante la exploración; los hay también complementarios, necesitando para su conocimientos algún tipo de prueba; y por último están los subjetivos, que son precisamente los que manifiesta el enfermo, necesitándose para llegar hasta ellos el interrogatorio que antecede a la exploración. Este silente Tutor, a la vez incansable parlanchín, aconsejaba iniciar la relación médico-paciente con un metafórico Ave María Purísima... como si se tratase de una confesión a la antigua usanza. Sencilla presentación tríptica constituida por tres 1 preguntas: ¿Qué le pasa...?; ¿Desde cuándo...?; y ¿A qué cree que se debe...?. Cuestiones que hoy, finalizada ya mi dilatada vida profesional, puedo reconocer que fueron potentes faros que me permitieron vislumbrar el inicio de los caminos que me llevarían hasta un deseado final. Y es por lo que ahora, cuando me enfrento a éste complejo y complicado reto, debo retroceder hasta la misma fuente donde nace el agua que regará los campos de la sabiduría médica, al intuir que los avanzados métodos diagnósticos del hoy, nada me dirían respecto a sus patologías, ya que los protocolos donde se encuadran están confeccionados por ellos mismos. Abro pues el virtual Consultorio creado por la imaginación, y tras sentarme en mi sillón de siempre, saco pecho y respiro hondo mientras me auto animo con el hipotético símil taurino !Que Dios reparta suerte...!, antes de invitar con mi voz más clara posible: ¡Que pase el primero...! Pero tengo que aguardar. Destempladas voces en el exterior de la Consulta me indican que algo o alguien ha roto o pretende desequilibrar la tranquilidad de la espera. Por lo que abandono mi Cueva de Quirón para acercarme hasta la génesis del bullicio y procurar calmar los destemplados ánimos que alborotan a la concurrencia. También para enterarme de la causa de los desmanes: supuestamente alguien ha errado en el reparto de los números que ordenarán las entradas hasta mi presencia, dándole prevalencia al género masculino respecto a su oponente sexual. Inexcusable acto discriminatorio que se ve acentuado por la galanura de quien sintiéndose caballero, ha cedido su turno a una dama, en execrable acto de exacerbado machismo. Procuro calmarlos aclarándoles que en la enfermedad, como en la inteligencia, no importa el sexo sino la intensidad con que se manifiestan. Mas sabiendo de ante mano que de nada servirán mis aclaraciones, tomo del brazo a quien ostenta la primacía para que me acompañe hasta el interior. - ¡Que le pasa a usted? - pregunto para iniciar la anamnesis. Me mira asombrado antes de responder, quizás sorprendido por lo que interpreta ignorancia de sus acciones. Aunque invitado por mi impasibilidad contesta: - Bueno, yo en su día prometí..., prometí..., prometí... Ofrecí una vida mejor, una sociedad más justa, unas riquezas más equilibradas. Prometí más Trabajo, menos Paro, mas igualdad. Lo interrumpo antes de que convierta en jerga publicitaria lo que solo pretendo que sea simple respuesta a una sencilla pregunta. -¿Desde cuándo le sucede...?. - Me empezó hace ya unos 4 año, aunque antes también solía utilizarlo como argumento habitual, cada vez que tenía que enfrentarme a las Masas, o, en el Congreso de los Diputados, plantarle cara al Grupo Opositor. Verá... Vuelvo a interrumpirlo, antes de formularle mi tercera pregunta, al presentir que de un momento a otro me ofrecerá lo que nunca había dado y jamás podría llegar a dar. - Estábamos en Campaña Electoral y en Política, ya sabe usted, como aconseja en su "Príncipe" Maquiavelo, todo está permitido... 2 Ahora lo dejo hablar libremente, para que se explaye con sus argumentos cargados de verdades imposibles, de realidades carentes de interés y de mentiras disfrazadas de oportunidad. Y los matices de su voz van escribiendo sobre el Pentagrama Nacional una Sinfonía donde alternan sin orden ni concierto notas de risas con llantos, de angustias y desazones, de decepciones y desesperanzas, de creencias futuras y de pasadas añoranzas; a veces formando allegros y variaciones en las escalas del odio; en otras ocasiones creando scherzos, mientras utilizan el populismo y la manipulación como claves; sin faltar rondós que celebran ocasos y angustiosas necesidades. El paciente ya no es el mismo. Ahora es otra persona carente de rostro y de sexo la que se sienta frente a mi; solo la identifica el gran rótulo donde, con letras de fuego, puede leerse Soy Político. Pero también habla incansable, explicándome aquello que lo ha hecho venir: - A veces miraba al infinito y lo encontraba tan cercano que no dudaba en ofrecerlo como regalo. Sabía de su imposibilidad; pero ¡es tan fácil regalar un sueño... sobre todo cuando un Pueblo necesita soñar...! En otras ocasiones algo me obligaba a mirar hacia el pasado para no tropezar con el presente: mi ética partidaria así me lo aconsejaba, y me hacía ver que era de justicia que ahora fuesen nuestras arcas las que se llenasen con dineros que correspondían a los demás. Mi memoria histórica me exigía borrar de sus archivos imágenes donde el servilismo, los temores y las miserias formaban parte de un elenco de actores, que, en su día interpretaron los tristes papeles jugados por mis padres y mis abuelos. - Si - parece contestarme a una pregunta que todavía no le he formulado -, ¡es tan fácil engañar a un Pueblo...! Solo se necesitan sonrisas en el rostro, promesas en la voz y un disfraz que cubra la piel de las verdaderas intenciones, hecho a su imagen y semejanza. Al fin me encuentro solo. Al menos así lo creo: ha cesado ese murmullo externo que antes me acompañara, manifestación palpable de la inquietud de quien espera. Y vuelvo a cerrar los ojos para concentrarme en lo que considero el momento más complicado y responsable de mi profesión: el ordenamiento de lo que he vivido en mis contactos con el paciente para encontrarle un sentido, darle un nombre y buscar la ruta que me conduzca hasta donde podría encontrarse la solución. Tarea harto difícil ya que son innumerables los signos que han tropezado con mis conocimientos, credulidades, asombros, estupores e incluso perplejidad. Hasta mi caleidoscopio hipocrático han llegado datos, que ahora pretenden formar imágenes que le den sentido a un determinado diagnóstico: actos de latrocinios justificados, cegueras luminosas aceptadas y compartidas, mentiras disfrazadas de verdades y veracidades difuminadas hasta su desaparición por el acoso de la abulia o el aburrimiento del transcurrir del tiempo; también amnesias de complejas etiologías y vigencias de discursos que jamás fueron pronunciados; sin olvidar, junto a ellos, hipócritas y desfachatadas interpretaciones de términos y conceptos cuyas verdaderas acepciones estaban avaladas por los máximos organismos de la Justicia, de las Ciencias o de las Letras. Pero tengo a la mano mi peculiar y querido Catecismo Médico, que con sus consejos me recuerda que todo está escrito y casi todo inventado. Solo tengo que escudriñar entre sus páginas, donde hallaré nombres con los que bautizar los signos 3 encontrados; los cuales, por ser abundantes, floridos, complejos y variados adornaran de seriedad y belleza los perfiles del futuro diagnóstico. Gritando con poderosas voces desde su lugar en la Historia Clínica, la Personalidad de algunos de los pacientes vistos llama mi atención, pretendiendo convencerme que sus maneras de pensar y de expresarse forman parte de la normalidad; pero algo me recuerda que en ocasiones son inflexibles y desadaptados, provocando malestar subjetivo o déficit funcional significativo a su alrededor. Índice evidente de su supuesta anormalidad, que se incrementa cuando tropiezo con la exagerada susceptibilidad manifestada por algunos y la híper valoración del Yo que muestran la mayoría, lo que unido a la desconfianza con que se exteriorizan me lleva hasta el convencimiento de que me encuentro frente a mas de una Personalidad Paranoica. Hallo también a otros aferrados a la creencia de que sus propios pensamientos, palabras o hechos podrían desafiar a la leyes normalmente aceptadas. Lo que me obligan a considerarlo marionetas de los Pensamientos Mágicos: sentir que pierde su normalidad cuando el niño, en su evolución, se transforma en adulto. También, en más de una ocasión, debatí determinados temas con algunos de ellos, para, casi al unísono, encontrar evidentes y claras contradicciones a los planteamientos que inicialmente me habían dado: lo que me inclina a considerar que la Personalidad Múltiple es otro de los trastornos que sobrevuela sobre nuestra Casta Política. Tropecé, además, con Políticos Inestables, con dificultades para encontrar la verdadera definición de ellos mismos, en los que pude observar los bruscos cambios que experimentaban tanto en sus opiniones, como en las aspiraciones profesionales, planes de futuro, escala de valores y otras sensaciones, que manifestaban bien desde una aplastante docilidad rayana en lo ridículo, ya como verdaderas reencarnaciones de los crueles Dioses que deben habitar el infierno. El latrocinio, en más de una de sus facetas, ha ocupado múltiples momentos en esta exhaustiva exploración. Pero debo de reconocer que siempre ha ido acompañado de la duda. ¿Qué o quién lo origina?. ¿Es el político corrupto una víctima de algún curioso y desconocido pluralismo mental, y por lo tanto fácilmente definible como Cleptómano, o, simplemente un ladrón según la definición que de Robar hace la RAE: Quitar o tomar para sí con violencia o fuerza lo ajeno o Tomar para sí lo ajeno, o hurtar de cualquier modo que sea. En cualquier caso encuentro algo preocupante, ya que si consideramos a la Clase Política como un Gran Todo, y por lo tanto integrada en un Pluralismo Mental, en el momento actual es la Personalidad Patológica la que domina, y ocupa todo el campo de la conciencia, anulando a los a los otros Yo (honradez, bondad, caridad, etc...) y permitiendo que la Mente Cleptómana asuma todo el papel. Mas hay algo que ha alterado poderosamente mi preocupación, ya que se independiza de los signos y síntomas hasta ahora descritos; aquellos que, con los votantes convertidos en Psiquiatras, podrían mejorar e incluso curarse, ya que en sus papeletas podrían indicar las Pautas a seguir por los Enfermos y escribir los Tratamientos a administrar. Me refiero a la mentira, que se repite con insistente machaconería tanto en los signos subjetivos que en el Interrogatorio me contaron, como en los síntomas objetivos que durante la Exploración pude detectar en ellos. Y seguro estoy que también la 4 encontraría, principal estrella de una nefasta constelación, si indicase alguna Prueba Complementaria en este intento de chequear a la Clase Política española. La mayoría de nuestros políticos se expresan con manifestaciones contrarias a lo que saben, creen o piensan con tanta facilidad, ligereza y desfachatez que convierten a la antítesis de la verdad en algo crónico. De ahí que desde la realidad hasta el diagnostico de Mentiroso Patológico solo dejen un pequeño espacio, fácilmente de cruzar. Lugar que se convierte en isla rodeada por el mar de mis temores, cuando de la mano de Jung accedo desde la Mentira Patológica a la Seudología Fantástica y me encuentro con seres idealistas, enamorados de sus ideas, capaces de presentar sus fantasías como logros fácilmente conseguibles, en parte ya logrados incluso antes de ser ofrecido a los demás, y creyente fanático de sus propias mentiras. Perfil frecuente en nuestra Clase Política, enriquecidos con la característica de creer fervientemente que actúan en beneficio de los demás. Y es ahora cuando mis temores se convierte en pavor, pues injertando este tipo de líder en una Sociedad descontenta y resentida, con sentimientos de mantenidos por el recuerdo de situaciones pasadas, con oleadas de odios clasistas, envidias y el sueño hecho promesa de alcanzar ser pueblo elegido, la Historia me ha llevado hasta el The Symbolic Life donde se recoge la respuesta del conocido psiquiatra suizo al ser preguntado cómo juzgaría a Hitler como paciente. Y termino mi análisis clínico plenamente convencido de que gran parte de nuestros Políticos están enfermos; sufren los tórpidos efectos de una epidemia de compleja calificación, mas de extremada facilidad para convertirse en pandemia. Aunque también existen Político Normales, Sanos, aunque ellos, tal vez como yo, desde el cenobio donde pretenden esconder sus normalidad, esperan pacientemente que los cielos nos regalen un milagro. 5