3. La Península Ibérica en la Edad Media. Al-Ándalus. Versión A. Incluye cinco epígrafes 3.1. La Península Ibérica en la Edad Media: conquista, Emirato y el Califato de Córdoba. A mediados del s. VII los musulmanes inician su expansión territorial, llegando en 707 a la fachada atlántica africana. El gobernador del norte de África, Musa, concibe entonces un plan para conquistar la península aprovechando las disputas entre witizanos y partidarios del último rey visigodo Don Rodrigo, quien será derrotado en 711 por la expedición de Tariq en la batalla de Guadalete. Comienza entonces la rápida conquista peninsular que se produjo entre 711 y 715 gracias a que apenas encontraron resistencia, ya que las élites visigodas pactaron capitulaciones para que se respetara su religión y sus propiedades a cambio de sumisión política y pago de tributos. De este modo la península se convirtió en un Emirato Dependiente de Damasco (711-756), llamado Al-Ándalus con capital en Córdoba. La expansión musulmana se vio frenada por dos derrotas: la batalla de Covadonga (722) frente a los astures, y la de Poitiers (732) frente a los francos, que frenó su expansión por Europa Occidental. Los invasores musulmanes pertenecían a dos etnias distintas: los árabes, minoría dominante que dirigía el ejército, se quedaron con las mejores tierras y se asentaron fundamentalmente en el valle del Guadalquivir; y los bereberes, población islámica norteafricana, mayoritaria aunque sometida a los anteriores y desplazados a las peores tierras. Estos últimos se rebelaron contra los primeros en 739, el califa de Damasco envió a los sirios que acabaron rivalizando con los árabes por las mejores tierras. Tras la conquista musulmana la península se convierte en un Emirato Dependiente de Damasco (711-756). Fueron años muy inestables con enfrentamientos internos entre los musulmanes, como la Rebelión Bereber (739-741). Además, la expansión islámica fue frenada por dos derrotas: la de Covadonga (722), que dio origen al reino cristiano astur; y la de Poitiers (732) frente a los francos, que situó la frontera en los Pirineos. En 750 la sublevación de los abbasíes en Oriente Medio puso fin a la dinastía de los Omeyas y trasladó la capital del imperio islámico a Bagdad. Un superviviente Omeya, Abd-alRahmán I, se hizo con el poder en la península en 756 dando comienzo el Emirato Independiente (756-929). En esta etapa Al-Ándalus tenía autonomía política, pero no religiosa. Fue una etapa de consolidación y reorganización del poder musulmán, aunque hubo tensiones, algunas de carácter social como la revuelta del Arrabal (s. IX); otras fueron pugnas entre el poder central y los dirigentes de las marcas fronterizas; y otras fueron tensiones que llegaron hasta la misma Córdoba, como la liderada por los muladíes y con la participación de los mozárabes a finales del s. IX (Umar ibn Hafsun). El emir Abd-al-Rahmán III sofocó las rebeliones internas, contuvo las incursiones cristianas, frenó el avance de los fatimíes norteafricanos y se autoproclamó califa, obtenido de esta forma también la independencia religiosa. Comenzaba el Califato de Córdoba (929-1031), época de máximo esplendor político, cultural y religioso de Al-Ándalus en especial bajo el reinado de Al-Hakam II. Por último, cabe destacar la figura del político y militar Al-Mansur o Almanzor, quien asumió el poder efectivo (976-1002) en tiempos del califa Hisham II, convirtiendo el califato en una dictadura militar. Realizó numerosas aceifas o razias (expediciones de saqueo) contra los reinos cristianos (Barcelona en 985 y Santiago en 997). A su muerte comenzó la desintegración del Califato consumada en 1031. 3.2.- La crisis del siglo XI. Reinos de Taifas e Imperios norteafricanos Tras la muerte de Almanzor en 1002, el califato comenzó una etapa de crisis y luchas internas, hasta que en 1031 una rebelión en Córdoba depuso al último Califa y Al-Ándalus se fragmentó en múltiples reinos de taifas (término árabe que significa facción o bandería.) En esta etapa que se extendió hasta el 1090 fueron frecuentes las disputas entre taifas, pues los más fuertes querían adueñarse de los más débiles, quedando reducido su gran número inicial. El Reino de Sevilla, por ejemplo, se anexionó una decena de taifas y junto a él destacaron otros como los de Toledo, Badajoz y Zaragoza dirigidos por árabes y muladíes, o el de Granada en manos de bereberes. La superioridad militar de los cristianos, que tomaron Toledo en 1085, obligó a muchos taifas a pagarles tributos (parias) para poder sobrevivir. Esta debilidad política y militar contrastaba con el esplendor cultural, artístico y económico que mantuvieron. Ante el avance cristiano los reyes de taifas se pusieron de acuerdo y solicitaron la ayuda de los estados del norte de África, que invadieron y reunificaron los taifas. en dos ocasiones: los almolos almorávides en 1090, cuando estos cayeron se formaron los segundos taifas en 1145. Una nueva invasión, la de los almohades, reunificó de nuevo estos taifas alcanzando su época de máximo esplendor a finales del siglo XII, pero tras su derrota en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, comenzó su declive y desintegración en los terceros taifas, que serían absorbidas por los reinos cristianos a lo largo del s. XIII, sobreviviendo tan solo el reino de Granada hasta 1492. 3.3.- Al-Ándalus: la organización económica y social Como el resto del Islam, Al-Ándalus fue una sociedad urbana basada en una agricultura de regadío de alto rendimiento que posibilitó una intensa actividad artesanal y comercial. El regadío vino acompañado de una tecnología para su uso (norias, acequias, pozos), de la introducción de nuevos cultivos (caña de azúcar, algodón, arroz, alcachofa, naranja…), del aumento del olivar y la ganadería ovina, del retroceso del trigo y del mantenimiento de la vid. Este aumento de la productividad agraria convirtió la zona levantina y los valles del Guadalquivir y del Ebro en zonas densamente pobladas. La ganadería lanar fue desarrollada especialmente por la población berberisca en las zonas montañosas de Andalucía y la meseta. Las razas caballares de origen árabe perduran aún en España. Los musulmanes prosiguieron la explotación minera que ya era antigua en la península: mercurio en Almadén, además de hierro, cobre, plomo, plata y oro. Al- Ándalus desempeñó también una función importante como centro intermediario entre las áreas económicas del Oriente, África, Mediterráneo y los reinos cristianos. Este comercio requirió de un sistema monetario basado en el dinar (oro) y dirhem (plata). Los artesanos andalusíes destacaron en la elaboración de tejidos de seda, el cristal, la cerámica, el cuero repujado o la calderería de cobre. El crecimiento agrario, la artesanía y el comercio causaron el crecimiento urbano con ciudades destacadas como: Córdoba (que llegó a superar los 100.000 habitantes a finales del siglo X), Sevilla, Toledo, Zaragoza. Las ciudades, un laberinto de casas apiñadas en calles tortuosas y angostas, contaban con: la medina, núcleo administrativo y religioso, con la mezquita principal, los zocos, los baños y el alcázar; los arrabales, con sus propias mezquitas y zocos; y con barrios agrupados por oficios o por motivos religiosos (aljamas y mozarabías). Lo más destacable de la sociedad andalusí era su gran diversidad étnica y religiosa. Estaba dominada religiosamente por los musulmanes: árabes, que ocupaban cargos corporativos; bereberes, que componían el ejército y la mano de obra; y los musulmanes nuevos o muladíes, cristianos convertidos al islam, Coexistían pacíficamente con otras religiones: cristianos (mozárabes) y judíos, que podían practicar libremente su religión pagando impuestos. No obstante, eran ciudadanos de segunda y no tenían acceso a cargos públicos ni a muchos derechos, aunque los judíos estaban mejor valorados. 3.4.- Al-Ándalus: El legado cultural. El desarrollo artístico e intelectual de Al-Ándalus se inspiró en los modelos árabes de Oriente, aunque estaba también fuertemente influido por las culturas persa y grecorromana. Compartió con el Oriente islámico la gran labor de recepción, asimilación y difusión del saber helénico de la Antigüedad enriquecido con sus propias aportaciones, y desempeñó una función única transmitiéndolo a la cultura europea. Muchas de las obras científicas hispanomusulmanas fueron traducidas del árabe al latín en la Escuela de Traductores de Toledo en los s. XII y XIII, incorporando aquel saber a la Europa cristiana. Además, debemos a los árabes la introducción del sistema de numeración que seguimos utilizando y que sustituyó al romano, y que llegaran a Europa inventos como la noria, el molino de viento, la pólvora o el papel. El periodo de mayor esplendor cultural fue durante los reinos de taifas, cuando los numerosos reyezuelos compitieron por el mecenazgo de la cultura. No obstante, las invasiones norteafricanas primero, y la cristiana después, llevaron al exilio a numerosos intelectuales andalusíes. En el siglo XII la gran figura es la del médico y filósofo cordobés Averroes, comentarista y difusor de la cultura aristotélica a la filosofía occidental. Destaca también Maimónides , intelectual judío andalusí que tuvo que huir a Egipto debido a la intransigencia de los almohades. Otros autores destacables fueron Ibn Hazm, con su tratado sobre el amor “El collar de la paloma”, posiblemente la mejor creación de la lírica hispanoárabe. 3.5.- Palacios y mezquitas en el arte hispano-musulmán El género dominante del arte islámico es la arquitectura, pues la pintura y, especialmente la escultura podían ser interpretadas como una irreverente competencia con Dios. La principal edificación fue la mezquita con pocas exigencias arquitectónicas, ya que se trata de un lugar libre de impurezas para realizar la oración. Los materiales son ligeros, añadiéndose a la piedra el yeso, la madera y la cerámica vidriada. La decoración, de tendencia antinaturalista es profusa y policrómica y se centra en motivos geométricos (lacería), vegetales (ataurique) y epigráficos. En la arquitectura hispano musulmana podemos distinguir tres etapas: a) El arte cordobés o califal (siglos VIII-XI) en el que se adoptan materiales y formas visigodas existentes como el arco de herradura. La obra cumbre es la Mezquita de Córdoba y el palacio de Medina-Azahra construido por Abd-al -rahman III en las cercanías de Córdoba y hoy en ruinas. b) La de los reinos de taifas (entre los siglos XI y XIII) menos grandiosa y realizada con materiales ligeros y profusa decoración . Como ejemplos, la Aljafería de Zaragoza o la mezquita (hoy ermita del Cristo de la Luz) de Toledo.. Con los almorávides y almohades y su puritanismo religioso, se volvió a formas sencillas, aunque se utilizaron mucho los arcos apuntado y lobulado. Solamente queda el Alcázar de Sevilla, el minarete (La Giralda) y la Torre del Oro. C) El arte nazarí granadino entre el siglo XIII y XV representará la culminación del arte hispano musulmán con una plena conjunción entre el arte, la naturaleza y la decoración como se refleja en la Alhambra de Granada. Por último, indicar que la síntesis de lo musulmán y cristiano se refleja en las construcciones mudéjares de Toledo (Iglesia del Arrabal) o Teruel (Torres de San Martín y de San Salvador) 3. La Península Ibérica en la Edad Media. Al-Ándalus. Versión B. Incluye tres epígrafes 3.1.- Evolución política. Conquista, Emirato y califato de Córdoba El Imperio islámico se había extendido desde Arabia con gran rapidez tanto hacia el este como hacia el oeste, ocupando todo el norte de África. En el año 711 un contingente de cerca de 10.000 hombres cruzaron el estrecho al mando de Táriq, la mayor parte de ellos eran bereberes, al año siguiente llegó el propio gobernador del norte de África, Musa, con otro ejército, esta vez de árabes, las razones de esta invasión pueden ser, por un lado, la debilidad del reino visigodo que mantenía una monarquía electiva, lo que provocaba conflictos internos frecuentemente, el rey en estos momentos era Rodrigo, y por otro, y seguramente más importante, la propia continuación de la expansión musulmana. El control de la Península fue realmente rápido, después de la derrota de D. Rodrigo en la batalla de Guadalete en el 711, en el año 714 ya hay nombrado un gobernador para este territorio que recibirá el nombre de Al-Ándalus. Según parece la mayor parte de la población permaneció en el territorio y los grandes señores pactaron con el ejército invasor, que solía ser bastante benevolente y que no presionaba a la conversión, los no musulmanes pagaban un impuesto especial únicamente. Tan sólo algunas ciudades, como Zaragoza y Sevilla, presentaron dificultades y fueron castigadas con dureza. Una parte pequeña de la nobleza visigoda huyó y sus tierras fueron confiscadas por el Estado. Las ciudades acrecentaron su importancia al integrarse el territorio en un marco más amplio, el imperio musulmán. La expansión se frenó en el Sistema Cantábrico con la batalla de Covadonga en el 722 y más allá de los Pirineos en el 732 con la batalla de Poitiers en Francia. La población de Al-Ándalus quedó constituida por una mayoría de gente, la que estaba ya en el territorio, que podemos dividir entre los muladíes o conversos, cuyo número fue aumentando al producirse una arabización y una islamización, los mozárabes que continuaban siendo cristianos y los judíos, que estaban en la Península desde el Imperio romano. Por otro lado estaba la minoría de gente llegada de fuera, árabes, que constituían la élite dominante, los bereberes que fueron establecidos en las tierras frías de las mesetas y que protagonizaron importantes revueltas a principios de la década del 740, después de la cual la Meseta norte fue abandonada, y otra gente llegada de cualquier parte del mundo musulmán, el grupo más numeroso e importante fueron los sirios, que llegaron enviados desde Damasco para controlar la revuelta bereber. Desde el 714 Al-Ándalus fue gobernada por walíes enviados desde Damasco, capital del Imperio musulmán, donde residían los califas de la dinastía omeya. Pero esta dinastía fue expulsada del poder, en el año 750, por una rebelión encabezada por otra familia, los abbasíes, los omeyas fueron acusados de impiedad y la mayor parte de ellos murieron asesinados. El príncipe Abd al-Rahman consiguió sobrevivir y se refugió en el norte de África, desde donde pasó a Al-Ándalus aprovechando la desunión existente entre las élites dirigentes, que se dividían según su origen, y de estas con los bereberes que siempre se sentían postergados. Expulsó de Córdoba al gobernador que había sido enviado desde Bagdad, la nueva capital del Imperio, y se autoproclamó emir, lo que suponía rechazar el poder de los abbasíes y declararse independiente, aunque mantuvo la unión para asuntos religiosos (no se proclamó califa). Desde el 756 hasta el 929 Al-Ándalus se constituyó en emirato independiente. Los Omeyas cordobeses tuvieron que organizar y cohesionar el Estado, aspectos de gran importancia si tenemos en cuenta que la población tenía grandes diferencias en cuanto a su origen y situación y los emires debieron someter bajo su poder a diferentes grupos y clanes. La consolidación fue obra fundamental de Abd-alRahmán I y Abd-al-Rahmán II. A partir de mediados del siglo IX las crisis internas volvieron a aparecer, en este momento se produjo “el martirio voluntario” dentro de la población mozárabe y rebeliones de importantes señores muladíes (Banu Qasi, Ibn Marwan, Ben Hafsún). La llegada al poder en el 912 de Abd-al- Rahmán III significó el fin de la etapa de desgobierno por lo cual se proclamó califa en el 929. El Califato durará hasta el 1031. Es el periodo de máximo esplendor de Al-Ándalus, tanto militar como económico, sin embargo la muerte de Almanzor en 1002 (hachib del califa Hixam II) desencadenó nuevamente luchas internas y el descrédito del poder del califa. Los gobernadores de las coras o provincias terminaron por declararse independientes y así surgieron los reinos Taifas. 3.2.- La crisis del siglo XI: Los reinos Taifas y los Imperios norteafricanos En 1031 con la deposición del último califa los gobernadores de las provincias (coras) se declaran independientes, apareciendo los reinos Taifas. Estos reinos se caracterizan por su esplendor cultural y por su debilidad militar (pagan parias a los reinos cristianos). Este periodo podemos dividirlo en tres momentos. En la primera etapa (primeros reinos Taifas) se producen guerras entre ellos por problemas de fronteras y algunos desaparecen. La conquista de Toledo en 1085 por el rey de Castilla Alfonso VI fue un duro golpe y empujó al rey de Sevilla a pedir ayuda a los almorávides (imperio formado en el norte de África). La llegada de estos a la Península en 1090, convirtiendo al territorio de Al-Ándalus en una provincia de su imperio supuso el fin del avance cristiano. Los almorávides sufrieron en el norte de África el ataque de un nuevo grupo, los almohades, de manera que abandonaron el poder en Al- Ándalus (1110) y este volvió a dividirse. Aparecieron los segundos reinos Taifas, cuyas características son similares a las del principio. La situación sufrió un nuevo giro cuando en 1147 los almohades incluyen el territorio en su imperio (en este momento la capital se encontrará en Sevilla). En 1212 una coalición de todos los reinos cristianos peninsulares y caballeros llegados de toda Europa derrotará al ejército almohade en la batalla de las Navas de Tolosa provocando el fin del poderío almohade y la aparición de los terceros reinos Taifas. Los reinos cristianos iniciarán un siglo de continuo avance hacia el sur hasta que Al-Ándalus quede reducido al reino nazarí de Granada que sobrevivirá hasta 1492. 3.3.- Al-Andalus: la Organización económica y social. Al-Andalus tuvo una situación muy superior a lo que había sido el mundo visigordo peninsular, con una economía diversificada, relaciones comerciales con todo el Mediterráneo, una moneda fuerte (dinar de oro y dirham de plata) y unas ciudades de gran importancia. La economía siguió basada en la agricultura, pero se extendió el regadío y se aplicaron métodos traídos de oriente como acequias y norias, se introdujeron nuevos cultivos (arroz y hortalizas). Las huertas se concentraban en torno a las ciudades a las que proveían de productos. Las ciudades de Al-Andalus eran mucho mayores que cualquiera de otra parte de Europa, algunas como Córdoba eran verdaderos focos de atracción cultural, estaban comunicadas a través de las antiguas calzadas romanas y existían puertos de gran actividad como Almería o Sevilla La ciudad se organizaba a partir de barrios, la zona central era la medina donde se encontraban la mezquita mayor y el zoco o mercado. La ciudad cumplía con tres funciones: la política, pues en ella residía el gobernador, la administrativa y la judicial. En Al-Andalus existía una gran diversidad étnica y religiosa aunque esta última fue disminuyendo progresivamente. Dentro de los musulmanes, que constituían el grupo dominante la situación era bastante desigual. Estaban los árabes que constituían una verdadera élite y que se habían repartido las tierras más fértiles en el valle del Guadalquivir. Los bereberes formaban el ejército, pero recibieron tierras en zonas menos productivas y protagonizaron disturbios a mediados del siglo VII muy importantes, había sirios y de otras partes del imperio islámico y, por último, estaban los muladíes o conversos, de entre estos también algunos pertenecientes a antiguas familias muy poderosas protagonizaron revueltas a fines del Emirato. Entre los grupos no musulmanes están los mozárabes o cristianos, un grupo poco relevante porque su número se redujo continuamente, bien por su asimilación al Islam, bien por su emigración a los reinos cristianos del norte, especialmente en los siglos X y XI. Los judíos, por su parte, se integraron bien en la vida cultural y económica de Al-Andalus, aunque durante la dominación de almorávides y almohades fueron perseguidos y algunos también emigraron al norte.