la palabra hablada y fortunata y jacinta

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LA PALABRA HABLADA
Y FORTUNATA
Y JACINTA
Finge leyendo m i l artes y modos,
pregunta y responde por boca de todos,
llorando y riyendo en tiempo y sazón.
A L O N S O DE PROAZA
C u a n d o Valle-Inclán (Luces de Bohemia, iv) llamó a Pérez G a l dós " d o n B e n i t o el G a r b a n c e r o " , quiso expresar, al menos implícitamente, u n a crítica de su estilo en cuanto hombre y en cuanto escritor. Valle-Inclán se refería al decoro, y pensaba en l a esencial
vulgaridad que a él y a otros miembros de su generación les resultaba tan inaguantable en las novelas de Galdós. P o r los mismos años,
Ortega y Gasset hizo u n a crítica distinta: Galdós, a semejanza de
Dickens, de Sorolla y de otros artistas d e l siglo x i x , n o tenía en real i d a d estilo alguno. C o m o las de esos artistas, las virtudes de Galdós
se l i m i t a b a n al "carácter", es decir, a u n contenido significativo y
real. Si los artistas de l a generación de Ortega estaban " d e s h u m a n i zados", lo cual equivalía, para Ortega, a 'altamente estilizados', G a l dós tipificaba a todos aquellos que se habían apartado d e l " c a m i n o
real del arte", o sea d e l camino d e l estilo . N o es m i intento, aquí,
tratar de c o n c i l i a r esas dos opiniones (Ortega y V a l l e dicen en el
fondo la m i s m a cosa, sólo que l a enfocan de manera distinta), sino
más b i e n recordar a los devotos de Galdós que u n o de los factores
que más h a n i m p e d i d o que se cuente a d o n B e n i t o entre los "grandes" escritores de España y d e l m u n d o es precisamente su estilo.
D u r a n t e décadas enteras, las palabras escogidas por Galdós y su manera de asociarlas h a n parecido descuidadas, vulgares, poco artísticas.
Y , como acabamos de ver, no sólo los académicos y tradicionalistas
—los partidarios de V a l e r a o Pereda —han pensado así, sino también
los hombres de más fina sensibilidad literaria y lingüística que ha
p r o d u c i d o España. Es éste u n hecho que hay que encarar y comprender, en vez de negarlo o pasarlo por a l t o .
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La deshumanización
del arte, en Obras completas, t. 3, p. 368: " E l realis-
mo. . ., invitando al artista a seguir dócilmente la forma de las cosas, le
a no tener estilo. Por eso, el entusiasta de Zurbarán, no sabiendo qué
dice que sus cuadros tienen «carácter», como tienen carácter, y no estilo,
o Sorolla, Dickens o Galdós".
E l mismo Galdós parecía compartir esta opinión, cuando criticaba
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invita
decir,
Lucas
—y lo
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LA PALABRA EN "FORTUNATA Y JACINTA"
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E n los últimos años se ha empezado a revalorar a Galdós, aunque n o puede hablarse propiamente de u n resurgimiento. Se trata
más b i e n de u n a serie de repentinos descubrimientos que determinados lectores —Madariaga, A m a d o A l o n s o , Federico de Onís, C a salduero, María Zambrano y muchos otros— h a n hecho de l a prof u n d a i m p o r t a n c i a h u m a n a de Galdós y de l a complejidad artística
de sus grandes novelas. U n o tras otro, al p e r c i b i r l a trascendencia de
a q u e l l o que Galdós tiene que decir a nuestro tiempo, los críticos
h a n t e n d i d o a considerarse a sí mismos como descubridores y a mostrarse maravillados ante ese m u n d o n u e v o que de pronto se les
revelaba. D e ahí su tendencia a saltar impacientemente sobre las barreras estilísticas que a otros les habían i m p e d i d o l a entrada . Q u e
yo sepa, sólo J o a q u í n G i m e n o Casalduero se ha detenido en el n i vel d e l estilo para considerar de cerca l o que allí puede mirarse —y
oírse —y para reflexionar sobre e l l o . E n su artículo " E l tópico en l a
obra de Galdós", G i m e n o e x a m i n a con notable finura el uso de
tópicos orales como fuente importante de l a materia p r i m a lingüística. H a intentado ver, p o r u n a parte, si se trata de u n a f o r m a de
realismo oral —de mera transcripción— y, por otra, si contribuye a
revelar l a radical vaciedad de l a v i d a social y política española a
fines d e l siglo x i x . Nacidas de l a oratoria parlamentaria (que G a l dós aborrecía m u y especialmente), de los pseudo-intelectualismos de
los periódicos (a m e n u d o m a l traducidos d e l francés o del inglés), o
b i e n d e l habla vulgar , esas fórmulas fijas deleitan a los pobladores
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hacía a menudo— lo que doña E m i l i a Pardo Bazán llamaba "el estilo oficialmente castizo y elegante", sobre todo el estilo oratorio. A l describir su propio
arte (por ejemplo en el prólogo a Misericordia, en la ed. Nelson), insiste en su
interés por la reproducción naturalista de personajes y ambientes. Pero, aun
aceptando esto, nos damos cuenta de que tanto Galdós como sus críticos tienen
u n concepto limitado y equívoco del estilo: el estilo precisamente como "estilización".
A u n q u e estas revelaciones individuales comienzan ahora a gozar de general
aceptación, todavía en 1956 podía observar T O R R E N T E B A L L E S T E R , en su increí3
ble Panorama de la literatura española contemporánea,
que Galdós "no es tam-
poco u n gran escritor, aunque no sea tan malo como suele decirse".
Primero en su tesis sobre Galdós y el naturalismo (Murcia, 1955), y después en el artículo citado a continuación, que publicó en el casi inasequible
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Boletín informativo del Seminario de Derecho Político de la Universidad de
Salamanca, enero-abril de 1956.
Gimeno cita en su tesis estas reveladoras observaciones de M . B A Q U E R O
(que dirigió su investigación): "cabría decir que la novela naturalista
se nutre de temas tópicos, abunda en ideas tópicas y se expresa también a través de fórmulas topiquizadas.. . Podríamos ver en el naturalismo u n revalorizador del tópico, incluso —paradójicamente— u n destopiquizador de la existencia" (La novela naturalista española: Emilia Pardo Bazán, Murcia, 1955).
Otras fuentes que propone Gimeno son los documentos oficiales y los sermones y libros religiosos. L a lectura de Fortunata y Jacinta parece mostrar que
el lenguaje infantil es también muy fértil. E n cierto modo, es lástima que la
propaganda comercial estuviera tan poco desarrollada en esa época.
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GOYANES
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d e l m u n d o galdosiano —y a l a vez los p o n e n en evidencia. Ofrecen
u n refugio, tan reconfortante como frágil, para l a conciencia nacion a l : "Galdós observa cómo l a sociedad del x i x vive por entero d e l
tópico; mediante él siente, piensa y h a b l a " (art. cit., p . 4 5 ) . N a d a
tiene de raro, pues, que los miembros de l a generación subsiguiente,
c o n toda su sensibilidad estilística y su v o l u n t a d de renovar y v i v i ficar el lenguaje, se hayan sentido desconcertados por esas novelas.
L a mera reproducción de tópicos de l a época n o es en sí m i s m a
u n estilo. ¿Qué hizo Galdós c o n esa materia prima? G i m e n o propone dos respuestas, q u e se complementan u n a a otra: 7 ) l a mayor
parte de los tópicos sirve de vehículo a l a ironía, dentro de l a tradición permanente de l a n o v e l a ; pero al mismo tiempo, 2) ciertas clases sociales (concretamente, las " n o ociosas") suministran fórmulas
"llenas de jugosidad, de v i d a y de gracia", q u e Galdós emplea para
sazonar su estilo. N o m e convencen las conclusiones de t i p o sociológico. Después de todo, los m i e m b r o s de l a "burguesía trabajadora
y e m p r e n d e d o r a " —que, según G i m e n o , es l a más apta para revitalizar l a l e n g u a — pueden, en determinadas circunstancias, usar cualq u i e r a de las dos clases de tópicos. E l lenguaje de doña L u p e (en
Fortunata y Jacinta) mezcla, típicamente, frases inertes —"en toda
l a extensión de l a p a l a b r a " , etc.— con chispeantes metáforas populares . S i n embargo, es i m p o s i b l e negar esa d u a l i d a d de carácter y de
actitud, claramente demostrada por G i m e n o . L a inercia lingüística
y l a vivacidad lingüística, l a ironía y l a aceptación gozosa, son f u n damentales en l a transcripción q u e Galdós hace de los tópicos de
su t i e m p o . C u a n d o T o r q u e m a d a comienza u n a frase c o n e l giro
" P a r t i e n d o del p r i n c i p i o . . . " , y cuando l a tía R o m a le dice: " D o n
Francisco, usted está m a l o de l a j i c a r a " , l a experiencia directa del
texto nos está confirmando las dos respuestas de G i m e n o ; éste nos
ha mostrado, en su artículo, l a a m p l i t u d d e l ámbito estilístico de
Galdós.
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E n cierta medida, l a novela galdosiana cala más hondo que l a sátira de
la "afectación" estilística propuesta por Henry Fielding. Porque en vez de ser
una perversión superficial y cómica del estilo aceptable, el lenguaje tópico llega
a las raíces de l a existencia histórica. Desde luego, el tratamiento irónico de
los tópicos está presente a cada paso. J . P É R E Z V I D A L (Galdós en Canarias, Las
Palmas, 1952) hace notar que en sus trabajos estudiantiles el joven Galdós criticó a menudo los lugares comunes estilísticos que le obligaban a aprender. L o
que yo trato de insinuar es que el uso galdosiano del lenguaje tópico no se
l i m i t a a l a tradicional ironía novelística (la practicada por u n Fielding o u n
Dickens), sino que l a trasciende.
Dice Gimeno que este aspecto de su teoría procede de u n artículo de E .
T I E R N O G A L V A N , " E l tópico, fenómeno sociológico", REP, 45 (1952), 111-131.
Así, en su primer diálogo con M a x i comienza por decir: "Tengo que hablarte detenidamente", y concluye: "Sosiégate; tú eres así, o l a apatía andando
o l a pura p ó l v o r a . . . Eso es ahora, que antes, para mover u n pie le pedías l i cencia a l otro" (p. 181). C i t o por las Obras completas, ed. Aguilar, tomo 5.
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D e n t r o de tan vastas fronteras se i m p l a n t a l a riqueza idiomática
casi inverosímil de Galdós, riqueza que llega a superar l a del mismo
L o p e . R i c a r d o Gullón cita l a espléndida descripción de U n a m u n o
(cuya ambivalente actitud ante Galdós está p o r estudiarse): " l a lengua de Galdós —que es su obra de arte suprema— fluye pausada,
maciza, vasta, compacta, sin cataratas n i rompientes, sin remolinos,
sin remanso. . . " (De esto y aquello, I, p. 357). ¿Qué aguas corren
por este río épico? Doña E m i l i a Pardo Bazán, en u n a reseña de
Ángel Guerra, las describe de esta manera: " E n los libros de Galdós
hay u n tesoro, u n caudal léxico de giros, palabras, idiotismos corrientes, formas ya canallescas, ya amaneradas, l o oratórico de la
plebe, l a jerga parlamentaria o política, l o pasajero y lo estratificado
del i d i o m a " . Es decir, que cada novela de Galdós constituye u n a
summa
d e l español del siglo x i x , u n a summa que n o sólo registra
cuanto hay de registrable, sino que también revitaliza la lengua,
puesto que entrega ese tesoro al o r d e n v i v o d e l fluir temporal. Y
n o podía menos de ser así. P o r q u e , como ha insinuado Gullón (Introducción a Miau, M a d r i d , 1957, p. 237), l a imagen fluvial de U n a m u n o viene a ser, quizá sin quererlo él, u n a derivación de l a expresión "lenguaje corriente":
" E l i d i o m a de Galdós es el lenguaje
corriente, sencillo; lenguaje impregnado de las inflexiones, el tono y
las resonancias de l a palabra hablada; a l tiempo de leerlo sentimos
l a impresión de estar escuchándolo, de oírlo con el acento y hasta el
v o l u m e n que cada palabra tendría si estuvieran diciéndola a nuestro
l a d o " . Galdós fue, pues, u n maestro de l a lengua española tal como
se habla. Más aún, fue u n maestro en el empleo d e l lenguaje lleno
de significación, l o cual equivale a decir que fue u n magistral estilista en su lengua. N o debe sorprendernos que sus palabras no sean
literarias, n i artificiales, n i conscientemente pintorescas; que sean,
n i más n i menos, las palabras que se decían en el M a d r i d de su
tiempo, las palabras y frases de u n "garbancero", en l o bueno y en
lo m a l o . Ésa ha sido, después de todo, l a gran tradición del estilo
castellano, desde sus orígenes épicos y el Libro de buen amor y la
Celestina hasta el día de h o y .
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Nuevo teatro crítico, núm.
8, 1891, pp. 57-58 (cit. en la tesis de Gimeno).
Sobre la novela como summa, véase el penetrante examen de La guerra y
la paz que hace T H I B A U D E T en sus Reflexions sur le román, París, 1938.
E n su maravilloso Gustave Flaubert (Paris, 1935), A L B E R T T H I B A U D E T estudia la manera como Flaubert renovó el estilo de la novela recurriendo a las
posibilidades expresivas del habla popular (entre otras, el pretérito imperfecto,
vivificador y sentimental). Para su propio estilo, Flaubert seleccionó cuidadosamente aquellos aspectos del francés hablado que mejor podían enriquecer y
vitalizar l a narración. Relegó los tópicos —que, naturalmente, aborrecía— al
diálogo de u n Homais o al de Bouvard y Pécuchet. ¡Qué distancia entre esta
escrupulosa discriminación y el aprovechamiento que Galdós hace de todos los
aspectos del lenguaje hablado a su alrededor! Si Flaubert condena los tópicos
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D e ahí que el empleo de tópicos p o r parte de Galdós deba comprenderse a la l u z de esa cualidad oral de su estilo. N o basta catalogar, comparar y clasificar l a m u l t i t u d de frases hechas que l l e n a n
sus novelas. Porque las palabras habladas se resisten, aún más que
las escritas, a quedar violentamente arrancadas de su contexto. Son
palabras que dice u n a persona a otra persona, siempre dentro de
u n a situación concreta, y de acuerdo con ella. Para juzgarlas certeramente tenemos que saber dónde y cuándo, por quién y a quién
se d i c e n . V a n directas de l a boca a l oído, y aunque no las veamos
volar, tienen alas. A pesar de su vulgaridad, su tradición no es sólo
castellana, sino también homérica. O quizá sería mejor decir que
en el M a d r i d galdosiano del x i x , los e i r e a TrrcpóevTa
de H o m e r o se convierten en
TTTepóevres,
tan alados y tan certeros como sus antepasados griegos, a pesar de su total falta de singularidad heroica. P o r
eso debemos examinar cada tópico de acuerdo con la novela, el capítulo y el párrafo en que vive.
Es éste el único punto en que n o estoy de acuerdo con las opiniones expuestas por G i m e n o en su revelador artículo. C u a n d o en
Fortunata y Jacinta doña Isabel C o r d e r o saca a pasear a sus siete
hijas casaderas, hermosas pero sin dote (una de ellas es, por supuesto, Jacinta), y describe la operación mediante l a jerga profesional
de su m a r i d o —"concurriendo con su g é n e r o ' d e b e m o s hacernos
cargo de que la reproducción naturalista, el b u e n h u m o r irónico y
u n a v i t a l renovación lingüística se h a n f u n d i d o en u n a sola u n i d a d
de estilo. Pensar que el lenguaje hablado, esto es, el lenguaje h u m a namente situado y d i r i g i d o , expresa actitudes, valores y sentidos
únicos, es cerrar los ojos a la realidad. L o n o r m a l en él son l a m u l tivalencia y l a ambigüedad, l a existencia de sentidos que se f u n d e n
pero n o se mezclan, que son complejos pero no contradictorios. N o
nos encontramos, pues, con dos clases de tópicos, los unos manidos
y los otros frescos. Para leer a Galdós como hay que leerlo, debemos darnos cuenta de que c u a l q u i e r tópico, por m u c h o que l o haya
desgastado el uso mostrenco, puede renovarse en ciertas circunstancias. Sus prostitutas lingüísticas, como sus prostitutas humanas, tien e n siempre abierto el c a m i n o de l a r e d e n c i ó n . Casi en cada frase
TOTTOL
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a u n l i m b o oral, Galdós, como veremos, acepta su contribución a la compleja
orquestación de estilos orales.
H e aquí u n ejemplo cómico: la frase que don León Pintado dirige solemnemente a su público de prisioneras Filomenas y Josefinas: "Tronó, como
siempre, contra los librepensadores, a quienes llamó apóstoles del error una y
m i l quinientas veces" (p. 251). Esta mohosa frase arrojará más tarde súbitos
destellos: cuando Mauricia sale expulsada del convento, y los niños barrenderos se b u r l a n de la borracha, " . . . e l l a se les puso delante en actitud arrogantísima, alzó el b r a z o . . . y les dijo: «¡Apóstoles del error!»" (p. 260). A l final
de este ensayo tendremos ocasión de ver u n ejemplo fundamental y profundamente serio de l a misma metamorfosis.
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