La desgracia de un pueblo Autora: Marielena Bautista Motina En una parte del océano, había una manada de lobos muy numerosa, en esta manada había un lobo muy pequeño, que dependía de su anciana, enferma y sabía madre para sobrevivir. Este pequeño lobo era muy inteligente, era muy querido por todos por su ternura y cariño, le apodaban Toma. Un día el líder de la manada llegó con muy malas noticias, tenía una cara de preocupación que nunca había mostrado: -Atención, tengo que informarles que tendremos que trasladarnos de aquí- Dijo el líder acompañado de su mano derechapues la comida se ha agotado y necesitamos alimento para poder sobrevivir, iremos a un pequeño pueblo, hace unos años yo había estado ahí, era un lugar muy lindo, tenía unas aguas preciosas, y el alimento era abundante, no sé qué tal estará ahora. Tendremos que emprender el viaje lo más pronto posible, una vez ahí, no tendremos vuelta atrás sino al menos un mes, pues estamos en pleno invierno y el agua está muy helada para nadar. Al día siguiente, todos se prepararon para partir, estaban entusiasmados por llegar pues habían quedado impresionados con la bella descripción que había realizado el lobo líder, todos emprendieron el viaje, sin quedar atrás ninguno. Toma se apresuró a alcanzar a su madre. Una vez la alcanzó, la madre le tomó de las aletas, pues sabía que era muy despistado y podría perderse. Toma, se acercó más a su madre y le preguntó con una voz dulce e inocente: -Madre, ¿a dónde nos dirigimos? -A otro lugar- Dijo su madre mostrándole una pequeña sonrisa, debido a que se ha acabado el alimento. La manada nadó horas y horas, hasta que se encontró con un gran inconveniente De un momento a otro, todos se detuvieron, pues se encontraron con algo extraño que nunca habían visto antes. El líder los reunió a todos y les dirigió las palabras: -Tendremos que hacer una pausa, pues nos hemos topado con algo que no nos permite el paso, me dirigiré a ver qué ocurre, no se separen por nada del mundo, lo que menos quiero es que se pierda alguno de ustedes, especialmente los pequeños. Toma se preocupó y se lo hizo saber a su madre, la cual lo trató de tranquilizar un poco. El líder se había ido a inspeccionar hace unas buenas horas, y todos se empezaron a preocupar, puesto que sin él, no podrían emprender de nuevo el viaje y la poca comida que traían se empezaba a agotar. La mano derecha del líder decidió ir a revisar qué ocurría, pero cuando llegó, se encontró con una horrible y trágica escena: El agua estaba teñida de rojo carmín y se había encontrado con un barco en el cual estaba tendido su cuerpo ensangrentado y agonizante. El lobo se asustó y se fue rápido y nervioso al lugar, llamando la atención de los sujetos que se hallaban en él, atrayéndolos dándose cuenta solo cuando llegó al grupo. Los sujetos empezaron a tirar unas redes gigantescas. La madre de Toma se había desmayado y él no sabía qué hacer, empezó a huir de este monstruo, siendo el único en quedar vivo y escapando de éste. Toma hallándose solo y perdido, empezó a llorar desesperado; luego, se dio cuenta que llorando no conseguía nada, entonces siguió nadando en dirección del mapa que les habían dado a todos los lobos del grupo por si se llegaban a perder. Toma nadó y nadó, hasta que encontró una playa que tenía un cartel gigante que decía: “Bienvenidos a Mejillones”. El pequeño Toma por fin había llegado, pero se llevó una gran decepción y su rostro se tornó pálido cual nieve, se dio cuenta de que ese lugar ya no era tan maravilloso y hermoso como el fallecido líder había comentado, el pequeño, resignado a su nuevo destino, empezó a consumir unas cuantas algas que halló a una orilla, las cuales, por su olor y sabor, se notaba que estaban putrefactas e intoxicadas producto de las grandes empresas. El pequeño lobo sintió más náuseas; luego, espantado y a punto de desmayarse, vio cómo la misma máquina que antes había atrapado a su familia, se dirigía hacia él. El pequeño producto del temor y la intoxicación sufrida por aquellas algas, falleció, quedando el cuerpo de este flotando ya sin vida, de una forma que nunca imaginó; solo, triste, intoxicado, y lo peor, por causa de la intoxicación causada por el hombre, sin la compañía de su madre a la cual había asesinado fría y cruelmente sin expresar ningún sentimiento de remordimiento.