Archivo. - Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
Facultad de Arquitectura Diseño y Estudios Urbanos
El río Mapocho y sus riberas: Espacio público e
intervención urbana en Santiago de Chile (1885 – 1918)
Simón Castillo Fernández
Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos
Profesor Guía: Francisco Liemur
Profesor co-tutor: Dr. Fernando Pérez
Comisión de tesis:
Dr. Arturo Almandoz
Dra. Alejandra Araya
Dra. Cristina Felsenhardt
Dr. José Rosas
Santiago de Chile | Enero del 2012
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
2
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Índice
Reconocimientos
5
Introducción
7
1. Capítulo 1. El río Mapocho y la ciudad: el lugar, las personas y las
Instituciones
1.1. Situación geográfica, emplazamiento urbano, antecedentes históricos.
49
1.2. Nuevos saberes: de Vicuña Mackenna al Ministerio de Industria y Obras Públicas
57
2. Capítulo 2. Contener y rectificar: inundaciones, marginalidad, proyectos
y construcciones
2.1. Proyectos y canalización del torrente: la destrucción del puente de Cal y Canto y el
encajonamiento del río (1873 – 1895)
74
2.2. Figuraciones historiográficas de la ciudad: Justo Abel Rosales
92
2.3. De la canalización a la organización de los bordes. El “proyecto de transformación” de 1895.
100
2.4. Canalización e “ingeniería sanitaria”: el alcantarillado
107
2.5. La contención del río: obras públicas, usos privados
120
3. Capítulo 3. Entre desinfectorios y mercados: la ribera norte como problema
público
3.1. La Chimba: urbanización y crecimiento demográfico en el 1900
150
3.2. Proyectos y construcciones: calles y edificios públicos al otro lado del río
164
3.3. La formación de un mercado urbano: la Vega, el Mercado Central y los ambulantes
175
4. Capítulo 4. La transformación de la ribera sur: el avance de la “ciudad propia”
4.1. Civilizando Mapocho: ¿proceso local o general?
201
4.2. El verde en la máquina: ¿hacia un corredor de parques públicos?
221
4.3. El Centenario y sus obras: museo, estación y monumentos
259
4.4. La persistencia del suburbio: el espacio público en disputa
292
5. Capítulo 5. Superando el límite del río: la expansión urbana hacia el
Nororiente
5.1. Contexto post-centenario: expansión urbana y crecimiento demográfico
319
5.2. La Avenida Santa María y la posesión del cerro San Cristóbal.
335
3
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
4
Conclusiones
367
Créditos de Imagen
377
Bibliografía
384
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Reconocimientos
Esta tesis no hubiera sido posible sin la ayuda y amistad de muchas personas
e instituciones. En primer lugar, agradezco al Programa de Doctorado en
Arquitectura y Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad Católica, por
su apoyo desde mi ingreso en marzo de 2006. La beca Mecesup del
Ministerio de Educación permitió el financiamiento de mis estudios durante
tres años; en este sentido, reconozco el inmenso aporte de las políticas de
financiamiento estatal a los estudiantes de postgrado en Chile y el
extranjero. En tanto, la Vicerrectoría Adjunta de Investigación y Doctorado
de la UC permitió la conclusión de mi tesis, otorgándome una beca entre los
años 2009 y 2010. Agradezco también a mi Programa de Doctorado el
financiamiento de una pasantía en el Hemispheric Institute on the Americas
de la Universidad de California, Davis, en 2009. Allí tuve la cálida recepción
de su director, el historiador Chuck Walker, y sobre todo la amistad,
hospitalidad y conversación de mi amigo Cristian Castro y su señora,
Daniela Torres-Torreti. Una parte de mi tesis fue leída y comentada en un
coloquio en dicha instituto, siendo de gran utilidad para el resultado final.
Es justo también un reconocimiento al doctorado por financiar mis
permanentes viajes a Buenos Aires, Argentina, tanto para el Congreso
Internacional Ciudades Latinoamericanas en la Facultad de Filosofía y
Humanidades de la UBA, en noviembre de 2009, como especialmente para
reunirme con mi profesor guía, Pancho Liernur. Le agradezco a él, en
particular, plantear siempre nuevas preguntas, nuevas conexiones y nuevos
ejemplos. Creo que ha sido una enorme experiencia de aprendizaje,
mediante pocas pero buenas conversaciones en la Universidad Torcuato di
Tella. Del mismo modo, agradezco a mi profesor guía en Chile, Fernando
Pérez, quien siempre tuvo ideas buenas para mis intrincadas y no siempre
certeras explicaciones, así como una disposición a toda prueba. También
fueron un gran aporte los integrantes de mi comité de tesis, doctores
Cristina Felsenhardt, Arturo Almandoz y José Rosas. A Pepe agradezco su
gentileza al facilitarme el invaluable material del Catastro de Santiago de
1910, que forma parte de su Proyecto Fondecyt. Fructífero fue además el
seminario “Diseminaciones” de mi Programa, donde pude interactuar con
profesores y estudiantes. Agradezco también a Jacqueline Bigorra, por su
cordialidad y sus permanentes ayudas en los temas administrativos. Por otra
parte, fue inestimable a ayuda de mis ayudantes de investigación, los
estudiantes de historia de la U. de Chile, Vania González, Bastián Muñoz y
Sofía Ocampo, al igual que el diseño de Loreto Urzúa. La referencia hecha
casi al paso a Buenos Aires es también una oportunidad para agradecer a mi
familia en Lanús, en el Conurbano del sur: los Tapia Ravello (Ceci, Elena y
5
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Marcelo), siempre me recibieron con un afecto que hoy se extraña. Acá en
Santiago, el apoyo de mi madre, Ana María, y de mi pareja, Daniela, fueron
inmensos. Sólo ellas saben cuánto se los agradezco. Mi reconocimiento
también para mi padre, Mario, quien desde la arquitectura aportó mucho en
este camino. Y también para mis abuelos, ellos saben. Aprovecho de
agradecer a mis amigos y compañeros del Doctorado, historiadores Waldo
Vila y Marcelo Mardones, quienes –muchas veces sin saberlo- aportaron con
sus conversaciones no sólo a esta tesis, sino a una visión de la realidad.
Participé con ellos en el proyecto Fondart 2011 “Historia visual del
transporte público en Santiago (1857-2007)”, que aportó mucho a mi
comprensión de la ciudad y su espacio público. Esa experiencia de
investigación se encuentra con la docencia: agradezco por ello al
Departamento de Historia de la Universidad Alberto Hurtado, donde fue
especialmente útil la co-docencia con Pedro Milos del curso “Historia y
políticas sociales de vivienda en Chile”, del Magíster en Historia de esa
institución. En el Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de
Chile, finalmente, he tenido la grata compañía de mis colegas Azun Candina,
Alejandra Araya e Isabel Jara, y en el contexto del taller “Grimorio” de los
profesores de esa Departamento, leí una versión inicial de una parte de la
tesis, en 2009, recibiendo interesantes comentarios. A todas y todos,
muchas gracias.
6
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Introducción
El río y las riberas: el por qué del objeto de estudio
Esta tesis tiene como objeto de estudio al río Mapocho y sus riberas entre
1885 y 1919 y se pregunta por la transformación urbana vivida por ese
espacio
público.
Si
su
actual
extensión
urbana
oeste-este
va
aproximadamente entre Lo Barnechea y Pudahuel, se pretende indagarlos
en aquel sector que ha estado por mayor tiempo vinculado a la ciudad: el
tramo entre Providencia por el oriente hasta Matucana por el poniente. Se
trata de dos sitios que ya desde el siglo XIX se comprendieron como
extremos urbanos. En la actual Plaza Italia estaban las coloniales Cajitas de
Agua que recibían las corrientes provenientes de la zona oriente y desde
donde era distribuida mediante canales a parte importante del radio urbano.
Era además lugar de intensa movilidad, ya que por allí pasaba el antiguo
Camino de Cintura oriente, hoy avenida Vicuña Mackenna y calle Pío Nono.
En tanto, la avenida Manuel Rodríguez, naciente en la ribera sur, fue junto
con la calle Hornillas –hoy Vivaceta- el extremo norponiente de la ciudad
hasta mediados del siglo XIX, siendo habitada preferentemente por sectores
populares. Más hacia el poniente la urbanización comenzó a llegar, en el
último tercio del siglo antepasado, a Bulnes y después hasta Matucana.
Hasta entonces, el Mapocho podía alcanzar un cauce de cuatrocientos
metros de ancho, aunque gran parte del año no era más que un riachuelo.
Esta investigación estudia la época de la canalización y transformación del
río y sus riberas efectuada entre Bellavista y Manuel Rodríguez, en un
Mapocho que hoy nos parecería inmensamente ancho y pedregoso. Además
de transformar el torrente en un canal, sobre esas franjas de terreno se
construyeron a partir de 1887 y paralelamente a un extenso debate, una serie
de edificios públicos: la Cárcel Pública (demolida), los puentes metálicos
(ocho), el Desinfectorio Público, el Instituto de Higiene, la estación de
ferrocarriles del Mercado y luego la Mapocho, los Galpones de la Vega
(demolidos) y la Protectora de la Infancia (demolida). Se levantaron también
los parques Forestal y Centenario (hoy de los Reyes), así como el parque
Domingo Gómez Rojas y los jardines de Recoleta. Se destruyó también otro
edificio público -el monumental puente de Calicanto- mientras otros ya
construidos, como el Mercado Central, también sufrieron cambios
importantes. Hacia 1918, finalmente, la nueva conectividad permitió anexar
el cerro San Cristóbal y gestionarlo como espacio público. En cuarenta años,
aproximadamente, 2,5 kilómetros de la ciudad cambiaron bastante su
imagen.
Esa
transformación
permitió
a
sus
elites
-al
menos
7
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
discursivamente- elevarla a la condición de ciudad moderna. Esta tesis
sostiene que todas estas intervenciones buscaban ordenar el paso del río por
el área urbana (tanto en la geografía como en la marginalidad social) así
como integrar la Chimba –el barrio al norte del río- a la ciudad y
materializar una conectividad regular entre ambos sectores.
Ya desde el siglo veinte, el Mapocho ha estado presente en la experiencia
urbana sobre todo por la existencia de un pequeño sistema de parques
públicos en sus bordes: a la colonial plaza Artesanos, se sumaron el Forestal
y el Gómez Rojas, en 1900; después el Centenario, al poniente de la estación
Mapocho, en la década de 1910; el Providencia, que data de 1930, el de los
Reyes –reemplazante del Centenario- en 1992 y finalmente el Bicentenario,
en Vitacura, de 2007. Actualmente están en construcción el parque La
Hondonada, en Pudahuel, y el Renato Poblete, entre Santiago y Quinta
Normal, en la ribera sur. La idea del río como soporte para la instalación de
espacios públicos, esbozada en el paseo de los tajamares de los siglos XVIII y
XIX, se reconfiguró ya no a través de las construcciones monumentales, sino
mediante la idea de área verde. Los bordes del río, antes una cuenca barrosa
y extensa, basural o lugar de asentamientos precarios, comenzaron a ser
entendidos como escenario de diseño paisajístico y placer estético: la
integración de naturaleza y ciudad en una época de modernización. 1
Pese a la existencia de una continuidad de parques públicos a lo largo del
río, esta es limitada. Por ello, cuestionar el rol de los espacios públicos
ribereños no es algo nuevo: el arquitecto Mario Pérez de Arce se preguntaba
hace casi quince años respecto a los conflictos de propiedad ribereños y a la
incapacidad de crear un sistema de parques continuo por el sector. Señalaba
entonces el Premio Nacional de Arquitectura que “es incomprensible que las
municipalidades ribereñas, sobre todo en el sector oriente, no hayan tomado
posesión de la franja pública a lo largo del cauce, ni la hayan definido
claramente, permitiendo que se generen conflictos de dominio al aumentar
el valor de los terrenos vecinos”. 2
La referencia a los litigios de propiedad es recogida activamente por esta
tesis. Sin embargo, actualmente han surgido “conflictos de dominio” en lo
1 Conceptos como “modernización”, “modernidad” y “modernismo” son considerados aquí siguiendo el clásico de Berman, M (1992). Todo lo sólido se
desvanece en el aire. Barcelona, España: Siglo XXI, p. XI-XII. En esta perspectiva, modernización es entendido como un proceso socioeconómico que
tiene un correlato en un horizonte cultural como la modernidad.
2 Pérez de Arce, M. (1996). “La ciudad y el río”, ARQ nº 34. Santiago, Chile: Universidad Católica de Chile.
8
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
que legalmente son espacios públicos consolidados, gestionados por el poder
estatal hace más de un siglo. Baste un ejemplo: el debate desatado en 2009
sobre la instalación de un monumento de 13 metros de alto del ex pontífice
Juan Pablo II, en el pequeño parque Gómez Rojas (en rigor un bandejón
central) suscitó una extensa discusión sobre los usos del espacio público,
volviendo más vigente que nunca la interrogante de Pérez de Arce. Y si hubo
algún aspecto en común en las posturas expuestas en aquella cuestión, es
que urbanística e históricamente, el parque no podía ser pensado sin el río.
Esos terrenos (así como todas las riberas urbanas) le fueron ganados al
Mapocho y hoy están en el imaginario de muchos santiaguinos como un
punto de encuentro y referencia. En consecuencia, el debate público sobre el
Gómez Rojas evidenció que no se trataba de un espacio público como
espacio residual –una visión bastante común en los estudios urbanos
contemporáneos- sino un espacio residual que se consolidó como espacio
público gracias al diseño urbano y a las prácticas sociales desarrolladas en
él.3
Por este motivo, esta tesis se enmarca en una discusión plenamente vigente
sobre la infraestructura y la propiedad ribereña. En este sentido, otro
aspecto crucial en el debate sobre el río, corresponde al proyecto “Mapocho
urbano navegable”. Este pretende convertir al torrente en un Sena criollo,
mediante esclusas o depósitos inflables que formarían 19 diques y lagunas
artificiales, intentando así no sólo dominar la condición natural del curso de
agua, sino reconvertirlo en un apacible meandro a los pies de la segunda
cordillera más alta del mundo. Esto ha originado estudios contrarios a la
propuesta, en primer lugar por la irregularidad pluviométrica, que impediría
el funcionamiento de las esclusas tanto por eventuales sequías como
superávit de lluvias. Una segunda razón que esgrimen los opositores al
proyecto está en los sedimentos que arrastra el torrente, con la consecuente
turbiedad de aguas e incluso la posible destrucción de diques. Pero este
proyecto de la Fundación Futuro, a cargo del arquitecto Cristián Boza y
reflotado en el actual gobierno de Sebastián Piñera, incluye también una
transformación de sus riberas en toda su extensión urbana. Pese a las
buenas intenciones de modernización, el proyecto en la práctica consolidaría
la segregación urbana: clubes deportivos de lujo serían inaugurados en los
bordes de la zona oriente del cauce; cafés y espacios comerciales de buena
3 La idea del espacio público como espacio residual ha ido en paralelo a las interpretaciones que hablan de la „muerte‟ o „clausura‟ del espacio público.
Fundamental es el texto de Sennett, R. (2002). El declive del hombre público, Barcelona, España: Península. Desde el urbanismo catalán, Jordi Borja ha
sido uno de los principales críticos de aquella perspectiva.
9
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
calidad en el tramo central; y “restaurantes populares” y establecimientos de
difusa definición, en el área poniente, históricamente la más pobre y con
menores inversiones por parte del estado. Por otra parte, muchos de estos
espacios serían entregados en concesión a privados, sin que se tenga
constancia de que las condiciones de accesibilidad se mantengan para el
público.
Junto con la reciente confrontación de opiniones acerca del uso de los
espacios públicos mapochinos, ha surgido otro tema vinculado a la
dimensión ambiental del río. Como es sabido, en 2008 la compañía
distribuidora de agua potable -Aguas Andinas- comenzó una operación
ingenieril sobre el torrente: el proyecto “Mapocho urbano limpio”.
Contempló el cierre de las 21 descargas que vierten sus aguas servidas en el
tramo urbano del Mapocho y, para conseguirlo, se construyó un interceptor
subterráneo que va desde Las Condes hasta Pudahuel, esto es, 28,5
kilómetros en dirección oriente-poniente corriendo en paralelo al torrente.
El día de la inauguración de los trabajos, estuvieron presentes la presidenta
de la República, dra. Michelle Bachelet, junto a sus ministros de Obras
Públicas y de Medio Ambiente. La mandataria señaló entonces que “No cabe
la menor duda de la importancia de esta iniciativa. Yo como epidemióloga
creo que este es un paso que demuestra que este país avanza en garantizar
las mejores políticas de salud pública para Chile”. 4 Tal como en las
preocupaciones higienistas de finales del XIX, el Mapocho de hoy es un
símbolo de la contaminación urbana y una de las preocupaciones de la salud
pública, aunque centrado más bien en la idea de “medio ambiente”. De esta
manera, el proyecto “Mapocho urbano limpio” plantea finalmente un avance
concreto en la calidad de vida de comunas como Cerro Navia y Pudahuel,
esta última olvidada por décadas por la clase política, aún presentando los
índices más elevados de contaminación de la Región Metropolitana debido
al amoníaco emanado por el río.
Sin duda, los avances logrados por el proyecto de limpieza estimularán el
surgimiento de nuevos desafíos. Quedará, por ejemplo, el tema ya nombrado
de las riberas del río e incluso el del uso de su cauce. Este hecho lleva a
preguntarse cuál espacio público nacerá a partir de la transformación hecha
por Aguas Andinas -y de la eventual concreción del Mapocho Navegable- y
4 Véase “Presidenta Bachelet inauguró proyecto Mapocho Urbano Limpio”, edición digital de Radio Cooperativa, 1 de Septiembre de 2008.
www.cooperativa.cl.
10
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
cuáles serán los modos de gestionarlos por parte del aparato público. Esta
tesis no entrega soluciones al respecto, pero ofrece un cuadro histórico sobre
una intervención urbana que, pese a sus diferencias con la actual, suscitó
también interrogantes y soluciones sobre los manejos del espacio público del
Mapocho por más de cuarenta años. En consecuencia, la tesis que aquí se
presenta, tiene por objeto demostrar que la operación de infraestructura
sobre el torrente significó algo más que una transformación técnica, ya que
allí se produjo, como en ningún otro sector de la ciudad de Santiago, un
cambio en el espacio público y en lo que se entendía como urbe moderna.
Aquí
se
pretende
entregar
una
historia
sociocultural
de
dichas
transformaciones, que coadyuve a una discusión más densa sobre el espacio
público en Santiago de Chile.
Estado del arte sobre el río Mapocho
Dentro de nuestra investigación, encontramos al menos tres formas en que
la historiografía que ha investigado al río Mapocho: como campo de
intervención desde la arquitectura y específicamente del paisajismo; como
parte de las obras públicas vinculadas a la ingeniería, y como historia de la
gestión pública o edilicia sobre ese espacio. Pero estos enfoques rara vez se
presentan de manera independiente, ya que la mayoría de las veces lo hacen
relacionados, siendo difícil distinguir una de otra perspectiva. En ese
sentido, el río Mapocho ha sido objeto de numerosas descripciones, pero
muy pocas han indagado en su transformación de entresiglos. De todos
modos, sobre la historiografía sobre el torrente puede decirse que existe un
gran grupo: aquel que, a partir de Benjamín Vicuña Mackenna y durante
todo el siglo XX, trabajó en torno a la conformación de una historia urbana
en Chile. Vicuña Mackenna, con su monumental Historia crítica y social de
la ciudad de Santiago (1868)5, anterior a su nombramiento como
intendente capitalino (1872), fue el primer historiador „general‟ del Santiago
colonial. En este sentido, si bien Vicuña Mackenna fue el primer gran
modelador del pasado en torno al río, lo hizo en un relato que mezclaba
crónica y anécdotas como ejercicio de memoria, con un trabajo plenamente
historiográfico. De esta manera, el río Mapocho fue analizado como parte de
las relaciones entre la sociedad urbana y la naturaleza indomable e infausta;
5 Vicuña Mackenna, B. (1869). Historia crítica y social de la ciudad de Santiago. Desde su fundación hasta nuestros días (1541-1868), Valparaíso, Chile:
Imprenta del Mercurio de Recaredo S. Tornero, dos tomos. Al parecer, Vicuña Mackenna dejó su obra incompleta, ya que su segundo tomo sólo llega
hasta el final de la Colonia y no “hasta nuestros días” (1868).
11
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
de ahí el énfasis de Vicuña Mackenna en desastres como la gran avenida de
1783 y obras públicas como los tajamares. En este sentido, el relato del
futuro intendente es novedoso en al menos dos dimensiones: primero, como
parte de la validación de su relato histórico utiliza documentos científicos
como las obras de Pissis y Gay. Por otra parte, por primera vez contamos con
una interpretación histórica que no sólo discurre sobre el torrente, sino
sobre la red de aguas a las que pertenece, por ejemplo a intervenciones como
la unión del río Maipo con el Mapocho y a la creación del canal San Carlos, al
cual Vicuña Mackenna otorga el final de su segundo tomo. En este sentido,
junto con indagar en las aguas de Santiago, el historiador repasó la
inauguración de los paseos de los tajamares, como una forma de aunar
protección y goce del paisaje.6
El legado de Vicuña Mackenna a través de esa y otras obras vinculadas a
Santiago, se desarrolló desde el siglo veinte a partir de tres enfoques,
aludidos al inicio de esta sección y que indagan en la historia del río: por una
parte, historias de la técnica, como el libro de Ernesto Greve, Historia de la
ingeniería en Chile (1938) y los de Gonzalo Piwonka, Las aguas de Santiago
de Chile. 1541-1741 y 100 años de las aguas de Santiago (1999 y 2005).7 El
primero de ellos, aunque no aborda los factores geográficos como temática
prioritaria, sí refiere sobre los protagonistas
institucionales, como el
Ministerio de Industria y Obras Públicas y los técnicos que lo dirigieron y
que, más puntualmente, encararon la transformación del río a finales de
siglo XIX, sobre todo el ingeniero Valentín Martínez. A su vez, el libro de
Piwonka que aborda el período colonial estudia al principal curso de agua
santiaguino como el gran abastecedor de la ciudad durante buena parte de
los siglos XVI y XVII, siendo reemplazado en esa función por la quebrada de
Ramón hacia 1650. El torrente aparece en este trabajo como un abastecedor
pero también como un estímulo para obras de infraestructura como puentes
y tajamares que impidieran sus desoladores desbordes y salidas por toda la
6 La comprensión del „paisaje urbano‟ puede tener al menos dos grandes áreas para su análisis: por una parte, el paisajismo. Por otra, desde las ciencias
sociales y las humanidades, como lo hace esta tesis. Al respecto, no pasa por alto para nosotros que la noción de „paisaje urbano‟ no era usada por los
técnicos y políticos chilenos de la época. Sin embargo, son al menos dos las ideas de paisaje que comenzaban a cimentarse por entonces: primero, como
„vista de ciudades‟, dimensión creada por los holandeses en los siglos XVI-XVII y que cimentó las bases de la cartografía moderna. Segundo, la idea de
paisaje como sensibilidad surgida en la Inglaterra del siglo XVIII y desde donde emergieron conceptos como pintoresco y sublime. En ambos casos, y
considerando específicamente la noción de „paisaje urbano‟, se trata de un nexo entre naturaleza y contemplación humana. Sobre el tema, véase entre
otros a Maderuero, J. (2005). El paisaje: génesis de un concepto. Madrid, España: Abada.
7 Greve, E. (1938). Historia de la ingeniería en Chile. Tomo II. Santiago, Chile: Universitaria; Piwonka, G. (1999). Las aguas de Santiago de Chile. 15411741. Tomo 1. Santiago, Chile: Universitaria, del mismo autor (2005). 100 años de las aguas de Santiago: 1742-1841. Santiago, Chile: Dirección General
de Aguas. Y del mismo autor (2008). “Las aguas del Mapocho”, en Matte, D. (ed.), Mapocho torrente urbano. Santiago, Chile: Matte.
12
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
ciudad. Piwonka además discute lo que llama el mito de los dos brazos del
Mapocho, ya que a su juicio éste nunca tuvo un paso por la Cañada, hoy
Alameda. También se abordan aspectos que tienen una larga duración en la
historia del río y en mayor escala, en la de las acequias capitalinas: los
litigios de propiedad y los usos económicos de sus aguas. Respecto a lo
último, este historiador expresa la importancia de los molinos y de la iglesia
católica como propietaria del suelo, como era el caso entre otros, del molino
de los mercedarios en la ribera sur. En lo referido a los conflictos de aguas,
señala la división inequitativa de estas entre los barrios altos o centrales situados entre la plaza de Armas y el río- y los barrios bajos de la ciudad
colonial, manifestando que esto produjo un “conflicto social urbano por las
aguas”.8 Pese a que este libro investiga sobre las aguas en la época colonial,
el autor hace una referencia a la transformación del Mapocho urbano de
entresiglos, al indicar que el principal desafío que tuvieron Dubois y Renner
en la construcción del parque Forestal fue un desnivel de siete metros
producido porque ahí se producían las principales embestidas del Mapocho.
Según Piwonka, el relleno de esa hondonada fue solucionado con la
desaparecida laguna del parque Forestal. Su siguiente libro, que toma el
inicio de la república, deja constancia de la finalización del canal San Carlos
(1821), la feroz inundación del río en 1827 y el término del canal de Ramón,
entre otros aspectos.9
Esta reflexión en torno a las aguas y la técnica se aprecia también en libros
de Gabriel Guarda, como el que dedica al ingeniero y arquitecto español
Joaquín Toesca, así como en su monumental historia urbana colonial de
Chile.10 Este arquitecto enfatiza en algo que ya se ha señalado: que desde la
época colonial hubo intervenciones en la cuenca que buscaron paliar la furia
del río. Ese fue el objetivo de los tajamares, obras defensivas instaladas
desde inicios del siglo XVII y dirigidas por ingenieros militares, entre los que
destacó Toesca. Según Guarda, “con el desagüe de la laguna de México, los
tajamares de Santiago son probablemente la obra pública de tipo ingenieril
más importante realizada en las ciudades de América”. 11 Si bien los siglos
XVII y XVIII no corresponden a nuestro período de estudio, sí es destacable
que el río Mapocho ha sido objeto de obras públicas continuamente a lo
8 G. Piwonka, Las aguas de Santiago…, op. Cit., p. 315. Referencias al río como abastecedor en León Echaíz, R. (1972). Ñuñohué. Buenos Aires,
Argentina: Francisco de Aguirre.
9 G. Piwonka, 100 años de las aguas de Santiago, citado.
10 Guarda, G. (1978). Historia urbana del reino de Chile. Santiago, Chile: Andrés Bello, y del mismo autor (1997). El arquitecto de la Moneda, Joaquín
Toesca, 1752-1799: una imagen del imperio español en América, Santiago, Chile: Universidad Católica de Chile.
11 Cfr. Historia urbana del reino de Chile…, citado, p. 154.
13
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
largo de su historia. Esto también repercutió en un diseño paisajístico para
ese sector de la ciudad, como los ya nombrados paseos de los tajamares. Al
respecto, Guarda destaca los motivos estéticos que también persiguieron los
ingenieros militares españoles al intervenir la caja del río con puentes y
alamedas de sauces en su ribera sur. Este elemento, sin duda, se convierte en
un fenómeno de larga duración que es incluido por esta tesis. Los tajamares
coloniales, también desde una óptica histórica técnica, fueron investigados
por Sergio Villalobos en su Historia de la ingeniería en Chile (1990).12 En
una perspectiva más estética que técnica, los temas referidos al río Mapocho
como espacio de obras públicas para la contención de aguas y como paseo
ribereño, fueron enunciados con anterioridad por Eugenio Pereira Salas,
siempre desde un estudio de la época colonial.13
El río Mapocho desde una perspectiva técnica se aprecia también en las tesis
de Óscar Bórquez y Jorge von Bennewitz. La primera, es uno de los trabajos
más completos sobre el Mapocho, donde la canalización tiene un estudio
detallado. La tesis de von Bennewitz en tanto, indaga en una temática similar
al libro de Piwonka como es el agua potable, pero a esto agrega el desarrollo
del alcantarillado en la ciudad, especialmente su instalación a inicios del siglo
XX.14 El autor refiere latamente sobre la estructura de aguas de la ciudad,
incluyendo las acequias, cuestión que es trabajada también en los artículos de
Fernando Pérez; sobre todo en uno en coautoría con José Rosas y Luis
Valenzuela, titulado “Las aguas del centenario”.15 Estos arquitectos estudian el
sistema de aguas en relación al alcantarillado instalado en el 1900,
manifestando que sus consecuencias “van mucho más allá de la disponibilidad
de un sistema de evacuación de desechos y aguas lluvia que funciona
eficientemente hasta hoy mismo. Entre ellas, el refuerzo de la trama de
damero y el cambio en la estructura de frentes de la manzana tradicional”. 16
Siguiendo al mismo Fernando Pérez en un artículo individual, puede señalarse
12 Villalobos, S. (dir.) (1990). Historia de la ingeniería en Chile. Santiago, Chile: Hachete,.
13 Pereira Salas, E. (1965). Historia del arte en el Reino de Chile. Santiago, Chile: Ediciones de la Universidad de Chile.
14 von Bennewitz, J. (1959). Historia de los servicios de agua potable y alcantarillado en Santiago de Chile. Santiago, Chile: seminario de 6º año de
historia de la arquitectura, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile; Bórquez, O. Historia del río Mapocho y sus puentes.
Santiago, Chile: seminario de 6º año de historia de la arquitectura, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile.
15 Pérez, F., Rosas, J., Valenzuela, L. (2005). Las aguas del centenario, Arq Nº 60.
16 Idem. Dicen además que “La construcción del nuevo alcantarillado consagró el trazado vial colonial, e hizo muy difícil la introducción de trazados
alternativos –como aquellos que incluían diagonales– particularmente apreciados en los años del centenario. La primacía del trazado en zig-zag dejó en
igualdad de condiciones los cuatro frentes de manzana: todos ellos pudieron acceder de manera equivalente a los servicios de alcantarillado. La nueva
situación difería radicalmente de las condiciones previas, en que el acceso a las acequias que corrían por el centro de la manzana, favorecía a las
propiedades situadas en sentido norte - sur por sobre aquellas oriente – poniente”.
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DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
que en Santiago y siguiendo la pendiente natural del valle, los canales pasaban
por la medianería oriente-poniente de las manzanas, regando los huertos
domésticos y evacuando las aguas servidas, formando “una suerte de tejido
sobrepuesto al trazado urbano”, estructura que constituyó con el tiempo “la
operación fundamental de ordenación del territorio” no sólo en el valle
mapochino, sino en toda la zona central chilena. 17 De esta forma, el torrente se
constituyó, mediante sus acequias y canales, como un notable modelador de la
morfología urbana: como integrador de la trama y no solo como límite. Ahora
bien, en cuanto al diseño urbano de las riberas mapochinas en el centenario,
los autores nombrados indican que “el parque Forestal, y la operación
inmobiliaria en los terrenos aledaños, concreta, casi literalmente, las ideas que
Vicuña Mackenna había enunciado treinta años antes: la canalización del río
sería, a la vez, una operación de higienización y un negocio inmobiliario”. Si
bien “Las aguas del centenario” es un artículo extraordinariamente claro en
plantear la conexión entre aguas, alcantarillado y parque público, cabría
discrepar en cuanto a la “concreción casi literal” que significó el Forestal y su
barrio. Como se sostiene con detalle en la hipótesis, esa interpretación
minimiza los debates y el contexto socio-urbano de entresiglos, incluyendo la
guerra civil de 1891. 18
Si hemos referido hasta aquí sobre una historiografía del Mapocho más bien
inclinada hacia aspectos técnicos, cabe esbozar una segunda tendencia en los
estudios sobre el río. Se trata, a nuestro juicio, de una historia urbana que
expresando sus tensiones internas
osciló entre enfatizar elementos
arquitectónico-paisajísticos y factores de gestión pública de la ciudad.
Dentro de este tipo de trabajos, destaca en primer lugar el escritor Justo
Abel Rosales quien en su vasta producción publicó dos libros que atañen al
río: La Cañadilla de Santiago. Su historia y sus tradiciones 1541-1887
(1887) y El puente de Cal y Canto. Historia y tradiciones (1888).19 En ellos
ocupa documentos y testimonios que reconstruyen la historia y la memoria
en torno al Mapocho, en particular por la historia colonial y republicana del
puente de Cal y Canto, incluyendo su demolición durante la canalización. El
trabajo de Rosales dejó un legado importante –no siempre explicitado- en
17 Pérez, F. Santiago entre su origen y sus desafíos, en Bannen, P. (ed.) (1995). Santiago de Chile: quince escritos y cien imágenes. Santiago, Chile:
Universidad Católica, pp. 21-22. Véase también el artículo en coautoría con Rosas y Valenzuela, citado.
18 Una breve pero interesante reflexión sobre la destrucción del puente de Cal y Canto y su relación con el conflicto bélico y los anhelos de modernización
en una época de cambio, en Jocelyn-Holt, A. “La crisis de 1891: civilización moderna versus modernidad desenfrenada”, en Luis Ortega (ed.) (1991). La
Guerra Civil de 1891. 100 años hoy. Santiago, Chile: Usach, p. 23.
19 Rosales, J. A. (1887) La Cañadilla de Santiago: su historia i sus tradiciones: 1541-1887. Santiago, Chile: Estab. Tip. de "la Epoca", 1887; (1888).
Historia i tradiciones del Puente de Cal y Canto. Santiago, Chile: M.A. Mujica.
15
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
varios autores de la segunda mitad del siglo XX que estudiaron las
características del paisaje y la gestión del torrente. Ejemplo de ello son los
libros y artículos de Gabriel Guarda, Armando de Ramón, René León y
Patricio Gross, a quienes se considera como los iniciadores de la historia
urbana en Chile. Todos ellos, en mayor o menor medida, se refirieron al río
Mapocho, fundamentalmente a su pasado colonial.
En este sentido, fue de Ramón quien dio una mirada de mayor duración y
nos atreveríamos a decir más compleja, en su Santiago de Chile. (15411991). Historia de una Sociedad Urbana; único intento hasta hoy de dar una
mirada histórica desde el siglo XVI hasta finales del XX.20 En ese libro, el
autor aborda diversos aspectos del torrente, entre ellos su contaminación y
la existencia del botadero oficial de basuras en su ribera sur. Este se
encontraba entre calles Manuel Rodríguez y Cueto, es decir, más de diez
cuadras que servían a la „ciudad propia‟. De Ramón hace hincapié también
en la creación del parque Forestal y la pavimentación de las avenidas
ribereñas, donde refiere sobre la voluntad del intendente Enrique Cousiño –
es decir, una voluntad pública que será nuestro interés comprender- para la
concreción de tales obras. También refiere sobre los estudios para construir
“una estación junto al río Mapocho y frente a la calle del Puente, en terrenos
ganados a su cauce por la canalización del mismo. Tal fue la llamada
estación del Mercado, más tarde Mapocho, donde a la sazón había extensos
terrenos usados como paradero de carretas”. Así, en 1905 se iniciaron las
obras de construcción de esta estación y de la de Yungay, donde se unía con
la línea que venía por la avenida Matucana dentro de la antigua Estación
Central: “todas estas obras se inauguraron dentro del marco de los actos
conmemorativos del Centenario de la Independencia en 1910”. 21 Pero a
nuestro entender la sección del libro que más directamente involucra a esta
tesis es cuando expresa que hacia finales del siglo XIX Santiago comenzó a
tener “nuevos centros”: uno de ellos fueron “los diversos espacios públicos
junto al río Mapocho”. 22 Esto nos impulsa a pensar la transformación del
Mapocho urbano como parte de la gestación de un sub-centro o una
ampliación de la centralidad, cuestión importantísima a la que se volverá en
la hipótesis. Al respecto, de Ramón plantea que estos espacios públicos
mapochinos estuvieron en ambas riberas, y en los dos casos se trató de vegas
20 de Ramón, A. (2000). Santiago de Chile. (1541-1991). Historia de una Sociedad Urbana. Santiago, Chile: Sudamericana.
21 Idem, p. 168.
22 Idem, p. 183.
16
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
y plazas dedicados al comercio, con un intenso tráfico que provocaba
atochamientos y disputas por las ubicaciones entre pequeños comerciantes y
los del Mercado Central. Tan sugerente como esto es la vinculación que el
autor hace entre nuevos centros, “desorden urbano” y “concentración
popular”.23 Volviendo a la inserción de Armando de Ramón en la
historiografía urbana, puede decirse que aunque Guarda y León coinciden
en la importancia de los cambios en infraestructura pública, fue de Ramón
quien destacó con mayor fuerza el conflicto social asociado al río. Esto nos
concierne directamente, ya que como se indicó, uno de nuestros objetivos es
comprender la relación establecida en la ciudad entre el estado y la sociedad
civil. De esta forma, antes de su libro y en varios de sus artículos, Armando
de Ramón mostró la creciente tensión entre clases producida por el
asentamiento de sectores populares en el cauce mapochino. 24
En tanto, en el libro de Gross, de Ramón y Vial, Imagen ambiental de
Santiago 1880-1930 se le dedica una sección al Mapocho, desarrollándose
precisamente el tema de investigación de esta tesis. Al respecto, los autores
señalan que “Los terrenos ganados al cauce antiguo cambiaron radicalmente
el lecho anterior del río entre la plaza de La Serena (hoy Baquedano) y el
Camino de Hornillas (hoy Vivaceta), artificializando definitivamente un
lugar que había permanecido con toda la fuerza del hecho natural, no
obstante la existencia de los viejos Tajamares, los que sólo habían intentado
contener en sus propios límites la potencia destructiva del caudal sobre la
ciudad”.25 Pese a ello, el torrente tuvo numerosas salidas, como las de 1900 y
1912. Además, señalan otros efectos de esta intervención urbana: primero, la
construcción de nuevos puentes, aunque “los hechos derivados de la
revolución de 1891 impidieron que se llevaran a cabo las etapas
complementarias del proyecto de canalización del río, como eran la
construcción de la estación que llevaría los ferrocarriles hasta el centro de la
ciudad y de los jardines y avenidas que coronarían el plan de ornato”.26 Un
23 Idem.
24 Por ejemplo, en de Ramón, A. (1978). “Santiago de Chile (1850-1900). Límites urbanos y segregación social según estratos”, en Revista Paraguaya de
Sociología N° 42/43. Asunción, Paraguay; (1978). “Suburbios y arrabales en un área metropolitana: el caso de Santiago de Chile, 1872-1932”, en Hardoy
J. E. et al. (comps.) (1978). Ensayos histórico sociales sobre la urbanización en América Latina. Buenos Aires, Argentina: SIAP-CLACSO; (1985).
“Estudio de una periferia urbana. Santiago de Chile 1850-1900”, en Historia nº 20, Santiago, Chile, y (1990). “La población Informal. Poblamiento de la
periferia de Santiago de Chile 1830-1970”, en Eure (Vol. XVI N° 50), Santiago, Chile.
25 Gross, P., de Ramón, A., Vial, E. (1984). Imagen ambiental de Santiago 1880-1930. Santiago, Chile: Universidad Católica de Chile, p. 155 y ss. Una
breve descripción de aquella obra pública en el artículo de Méndez, R. (1988). “1888. El inicio de una canalización”, en Revista Universitaria nº 24.
Santiago, Chile.
26 Idem. Los autores indican que pese a esto, en 1895 comenzaron a plantarse las „alamedas‟ de plátanos orientales en el sector del actual parque
Forestal.
17
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
segundo resultado de la canalización del Mapocho, a juicio de los autores,
fue sus efectos sobre “las ventas al aire libre en que se comercializaban
productos alimenticios”, a ambas orillas del río, y que significaron disputas
entre los locatarios del Mercado Central y los informales que instalaban sus
carretas en las inmediaciones de edificio. Por otra parte, y no únicamente
como efecto de la transformación del río, los autores señalan que todo el
sector fue durante el período 1880-1930, “un centro de bullante actividad
comercial y lugar de encuentro de los sectores populares de la población
santiaguina”. Estos participaban en “loterías y juegos prohibidos por la ley,
lo que, además, provocaba grandes tumultos y desórdenes que eran
aprovechados por muchos rateros”. 27 Por otra parte, la canalización del río y
la construcción del parque Forestal ha sido vista por René León Echaíz,
quien entrega referencias generales sobre dichas obras públicas, tal como de
los canales que integraban la red de aguas, entre ellos el Zapata y el
Yungay.28
Paralelamente a esa orientación de la historia urbana, el Mapocho ha estado
presente en la historia social. Es el caso del libro de Luis Alberto Romero,
¿Qué hacer con los pobres? Elite y sectores populares en Santiago de Chile.
1840-189529, donde el torrente aparece como uno de los espacios populares
de la ciudad, mezcla de comercio y habitación insalubre. En un completo
capítulo titulado “La ciudad”, que en rigor es una historia social urbana
entre 1840 y 1895, expresa que “la canalización del Mapocho formaba parte
de un proyecto de remodelación más amplio. Iniciado por Vicuña Mackenna,
se interrumpió durante los años de la depresión, para reanudarse en la
década de 1880 y sobre todo en los eufóricos años de la presidencia de
Balmaceda”.30 Romero indica además que “ensanchar las calles y avenidas y
abrir las calles tapadas constituían uno de los principales aspectos de este
programa, que la falta de recursos y la resistencia de los propietarios
obligaron a realizar con lentitud”.31 Por ello, “el cambio fue lento: las tierras
ganadas al río, que debían convertirse en paseos públicos, fueron de
27 Ídem. Trabajos similares de estos autores e información general del Mapocho en Gross, P. y de Ramón, A. (comps.). (1985). Santiago de Chile:
características histórico-ambientales. 1891-1924. Londres. Inglaterra: Monografías de Nueva Historia, y Gross P. y de Ramón, A. (1983). Santiago en el
período 1891-1918: desarrollo urbano y medio ambiente (versión preliminar), 3 tomos. Santiago, Chile: Universidad Católica de Chile.
28 León Echaíz, R. (1975). Historia de Santiago, vol. 2, “La República”. Santiago, Chile: Impr. Neupert, especialmente p. 160 y ss.
29 Romero, L. A. (1997). ¿Qué hacer con los pobres? Elite y sectores populares en Santiago de Chile. 1840-1895. Buenos Aires, Argentina:
Sudamericana.
30 Idem, p. 37.
31 Idem, p. 38.
18
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
momento sólo basurales y depósitos de „inmundicias‟”. 32 Una inclusión
similar del río es la realizada por Gabriel Salazar, quien en varios artículos y
en su libro Labradores, peones y proletarios, comprende al Mapocho de la
primera mitad del siglo XIX como un espacio de residencia de los más
miserables de Santiago. En un libro posterior, Salazar indaga en el desalojo
de los rancheríos ribereños y el lucro existente detrás de la vivienda popular
en el Mapocho a lo largo de gran parte del siglo XIX.33 Aunque más
interesado en las relaciones entre el estado y la sociedad civil a partir del
tema de la vivienda, el libro de Vicente Espinoza, constituye otro ejemplo
donde el Mapocho aparece para la burguesía –y no sólo para ella- como
lugar céntrico y simultáneamente, indeseable.34 De todos modos, es
necesario considerar que, en todas estas obras, la transformación del río
efectuada entre finales del siglo XIX e inicios del veinte es sólo mencionada
y no analizada en profundidad.
En una dimensión analítica de una historia urbana centrada en los artefactos
urbanos y su vinculación con los procesos técnicos está el artículo de
Fernando Pérez y José Rosas, “Cities within the city: urban and architectural
transfers in Santiago de Chile, 1840-1940”. Estos arquitectos dividen el
lapso de nuestro interés en dos: “The Vicuña Mackenna Era, 1870-1900” y
“Contradictions and tensions: the centennial celebration 1900-1925”. Pese a
no tenerlo como objeto principal, incluyen el proyecto de la canalización del
río Mapocho
como una
de
las más importantes propuestas de
transformaciones urbanas de fin de siglo, junto con la planificación de líneas
ferroviarias. Esas y otras ideas no se concretaron durante la gestión de
Vicuña Mackenna y su arquitecto Ernesto Ansart, pero –indican los autoresquedarían en la agenda urbana de Santiago por varios años. Según Pérez y
Rosas, aún más relevante para el Mapocho, fue el centenario de la
República, en 1910. Se produjo la construcción de parques y edilicia en la
ribera sur, el parque Forestal, los monumentos de colonias extranjeras y el
Museo y Escuela de Bellas Artes. Sobre las esculturas públicas, los autores
indican que estas tuvieron una “disposición de procesión”, ya que se
iniciaban en la Estación Mapocho y concluía en la desaparecida Estación
Pirque, en la actual Plaza Italia.35 Pero aún más importante –a juicio de los
autores- fue la construcción de un sistema de alcantarillado, “el que podría
32 Idem, p. 37.
33 Salazar, G. (1985). Labradores, peones y proletarios, Santiago, Chile: Sur; (2009). Mercaderes, empresarios y capitalistas (Chile, siglo XIX).
Santiago, Chile: Sudamericana, capítulo 4, especialmente pp. 333-357.
34 Espinoza, V. (1987). Para una historia de los pobres de la ciudad, Sur, Santiago, 1987.
35 Los autores se refieren a un “processional arrangement” en la ubicación de los monumentos del centenario. Ídem, p. 127.
19
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
considerarse el mayor avance en la renovación urbana de aquellos años. El
ideal de embellecimiento de la ciudad, siendo más explícito que en la época
de Vicuña Mackenna, tuvo que ser negociado con las reivindicaciones
sociales producto de las pobres condiciones de salud y vivienda”.36 En este
sentido, el trabajo de Pérez y Rosas se vincula con la tesis de von Mellewitz,
mencionada más arriba y nos habla de la ligazón temática entre ingeniería y
paisaje que ha marcado los estudios de historia urbana sobre el río.
Las referencias anteriores corresponden a las alusiones hechas por la
historiografía hacia el río Mapocho, fundamentalmente en la transformación
de entresiglos. Pero existe también bibliografía que ha estudiado al torrente
no desde el curso de agua, sino –como lo hizo Armando de Ramón- a partir
de las construcciones hechas en sus riberas. Sin demasiada difusión, pero
con alta calidad en investigación, están algunos de los Seminarios de
Historia de la Arquitectura de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de
la Universidad de Chile. Estos tratan tanto construcciones coloniales como
de la época que aborda esta tesis, entre ellas el Museo de Bellas Artes y la
Estación Mapocho. 37 Sobre esta última es importante el libro de Marcela
Pizzi, María Paz Valenzuela y Juan Benavides, El patrimonio arquitectónico
industrial en torno al ex Ferrocarril de Circunvalación de Santiago. Allí se
sostiene, tal como lo hizo de Ramón, la relevancia de la estación Yungay y el
ramal hasta el Mercado Central; mientras se propone algo bastante más
discutible en relación al ferrocarril de circunvalación al decir que debido a
“la falta de actividad industrial pesada al norte del río Mapocho […] el
cinturón de hierro nunca se completó entre las estaciones Mapocho y
Providencia”.38 En esa senda de estudios sobre infraestructura, existe
también
producción
historiográfica
sobre
esos
artefactos
urbanos
especialmente vinculados a la conmemoración del centenario de la
independencia nacional, en 1910. Es el caso del libro de Patricio Basáez y
Ana María Amadori sobre la estación Mapocho, al igual que el de Soledad
Reyes, Chile en 1910. Una mirada cultural en su Centenario. Estudios más
puntuales respecto a la inserción de la arquitectura de estos edificios se
36 Ídem.
37 Entre los principales, todos publicados en Santiago de Chile, véase: Andrade, A. (1959). Iglesia y convento de la Recoleta Franciscana; Aribit R.,
Chávez, M. (1956). El Museo y la Escuela de Bellas Artes; Galleguillos, J. (1962). Mercado Central; Moltedo, M S., González, F. (1972). Desarrollo
histórico-urbano de un barrio de Santiago: „La Chimba‟, tomo 1; Moraga, P. (1957). Cárcel Pública de Santiago (Arquitectura carcelaria) y Schmidt, D.
(1978). La Estación Mapocho. A estos pueden agregarse los seminarios de Bórquez y von Mellewitz, citados más arriba.
38 Pizzi, M., Valenzuela, M P., Benavides, J. (2010). El patrimonio arquitectónico industrial en torno al ex Ferrocarril de Circunvalación de Santiago.
Santiago, Chile: Universitaria, p. 81. Esta interpretación es discutible debido a que minimiza el rol del parque Forestal, discusión planteada en nuestro
capítulo dedicado a la ribera sur.
20
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
encuentran en el libro de Montserrat Palmer así como en un artículo de
Fernando Pérez. Es el caso también del reseñado libro de Armando de
Ramón.39 Desde una perspectiva más vinculada a la historia del arte, los dos
tomos de la historia de la escultura pública en Santiago, de Liisa Voionmaa,
permiten adentrarse en la instalación de los monumentos del centenario en
la ribera sur del Mapocho. 40 Una aproximación más paisajística al río está en
el libro de Patricio Gross y otros, tal como con la investigación Fondecyt
dirigida por Cristina Felsenhardt y que apunta a la representación gráfica del
paisaje chileno. Aspectos similares son analizados en la tesis de maestría en
arquitectura de Constanza Piwonka, que aborda el trabajo de Prager en el
parque ribereño de Providencia en la década de 1930.41 La comuna de
Providencia, en tanto el río pasa parte importante de su tramo por allí, ha
sido investigada especialmente por Montserrat Palmer en La comuna de
Providencia y la Ciudad Jardín. Revisando las transformaciones en el uso
de la ribera sur del Mapocho, la autora muestra cómo a inicios del siglo XX
ésta se encontraba colmada por industrias, molinos y curtiembres, que
dieron paso en los años treinta a un parque público. 42 Finalmente, las
construcciones en los bordes del torrente para la época de entresiglos han
sido revisadas también por la arquitecto y urbanista María Isabel Pavez, en
su artículo sobre el parque Domingo Gómez Rojas, inaugurado como
“Jardines Pío IX” en la ribera norte durante la primera década del siglo
veinte.43
Sin tenerlo como protagonista, el torrente aparece como un actor crucial en
el libro de Anduaga, Duarte y Sahady, Patrimonio arquitectónico de la
39 Basáez, P., Amadori A M. (1995). Estación Central/Estación Mapocho: construcciones ferroviarias en Santiago, Santiago, Chile: Universidad de
Chile, Facultad de Arquitectura y Urbanismo; Reyes, S. (2004). Chile en 1910 Una mirada cultural en su Centenario. Santiago, Chile: Sudamericana;
Palmer, M. (1970). 50 años de arquitectura metálica en Chile. Santiago, Chile: FAU-Universidad de Chile; Pérez, F. (1994). “Santiago de Chile 1890. El
arribo de las Bellas Artes”, en Wren Strabucchi (ed.), Cien años de arquitectura en la Universidad Católica 1894-1994. Santiago, Chile: Arq.
40 Voionmaa, L. (2005). Escultura pública. Del monumento conmemorativo a la escultura urbana. Santiago 1792-2004, dos volúmenes. Santiago,
Chile: Ocho libros.
41 Gross, P., Pérez de Arce M., Viveros, M. Santiago, espacio urbano y paisaje. Santiago, Chile: Universidad Católica; Felsenhardt, C. (investigadora
responsable) (2000). La creación del paisaje chileno a través de la representación gráfica 1540-1970. Volumen I Santiago, Chile: Proyecto Fondecyt N°
1980589. Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos y Territoriales, Universidad Católica; Piwonka, C. (2000). Geografía y paisaje en la
arquitectura de Oscar Prager. Un estudio del Parque Providencia en la frontera norte de Santiago 1931-2000. Santiago, Chile: tesis de magíster en
arquitectura, Universidad Católica.
42 Palmer, M. (1984). La comuna de Providencia y la Ciudad Jardín. Un estudio de los inicios del modelo de crecimiento actual de la ciudad de
Santiago. Santiago, Chile: Facultad de Arquitectura y Bellas Artes de la Universidad Católica. Aspectos similares son tratados en P. Gross, A. de Ramón y
E. Vial, Imagen ambiental de Santiago…, citado.
43 Pavez, M. S. (2007). A 100 años del Parque José Domingo Gómez Rojas: su restauración o su muerte, en Revista de Urbanismo n° 16. Santiago, Chile:
Departamento de Urbanismo Universidad de Chile.
21
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
comuna de Independencia.44 Junto con comprobar la importancia del
Mapocho en la configuración de la Chimba, estos arquitectos destacan que la
canalización de río, pero especialmente la demolición del puente de Cal y
Canto, “simbolizó el inicio de una nueva etapa para el sector norte de la
ciudad, presagiando el avance creciente de la ciudad con su dinámica de
progreso y modo de vida urbano que, cruzando el río, comenzó ha alterar
[sic] definitivamente el carácter colonial y la apacible existencia que aún se
advertía en algunos sectores de la antigua Chimba”.45 Siguiendo esta
interpretación, se plantea que la canalización posibilitó “una relación más
fluida entre el área central de la ciudad y el sector norte mediante la
instalación de una serie de puentes metálicos”. En cuanto a su principal
efecto cultural, esa operación de infraestructura llevó a que el río, “perdió en
gran medida su carácter colonial de barrera divisoria natural de la urbe, la
cual conquistó para sí los nuevos terrenos ganados a raíz de la
canalización”.46 Ahora bien, aunque el interés de los autores está puesto en
la zona norte de Santiago, más allá de la ribera del Mapocho, hacen hincapié
en esta última al referir sobre cambios producidos en torno a 1900: el
cambio de nombre de Cañadilla a avenida Independencia, el término de la
avenida del Cementerio o La Paz –que une a río con el campo santo- así
como la edificación del Desinfectorio Público y el Instituto de Higiene.
Hasta aquí hemos referido sobre historiografía sobre el río Mapocho. Cabría
agregar, además, libros que están entre la historia y la crónica o que
definitivamente han optado por este último enfoque al discurrir sobre la
ciudad y en menor medida sobre el torrente. Es el caso de Carlos Lavín,
Carlos Peña, Sady Zañartu y Alfonso Calderón.47 Destacaremos el libro de
este último, Memorial de Santiago, ya que ha sido quien más recientemente
ha revisado el tema de nuestra tesis. En sus artículos “La aventura del río
Mapocho”, “De la Recova al Mercado Central” y “Parque Forestal: alborada
del gracioso”, aborda diferentes aspectos sobre el río y sus riberas en el
contexto urbano. Respecto a la canalización, Calderón manifiesta
escuetamente que “la gigantesca obra se debió al ingeniero José Luis Coo”,
que fue terminada en 1891 y que los puentes metálicos instalados fueron
44 Anduaga, M., Duarte, P., Sahady, A. (1996). Patrimonio arquitectónico de la comuna de Independencia. Santiago, Chile: Facultad de Arquitectura y
Urbanismo Universidad de Chile.
45 Anduaga, Duarte y Sahadi, Patrimonio arquitectónico…, citado, p. 29.
46 Ídem.
47 Calderón, A. (2004). Memorial de Santiago. Santiago, Chile: Ril; Peña Otaegui, C. (1944). Santiago de siglo en siglo. Santiago, Chile: Zig-Zag;
Zañartu, S. (1975). Santiago: calles viejas. Santiago, Chile: Nascimento; Lavín, C. (1947). La Chimba (Del viejo Santiago). Santiago, Chile: Zig Zag.
22
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
construidos en una usina europea y otra de Valparaíso. 48 Por otra parte, se
ganaron veinte manzanas entre el río y el Tajamar: “la codicia dejaba
imaginar su empleo en edificios públicos, aunque no era imposible temer
que, con o sin la protección fiscal, algún trapisondista los convirtiera en su
propio negocio”.49 Calderón destaca que en ese contexto, la construcción del
parque Forestal fue un auténtico milagro, impulsado por el aparato público y
privados. El autor entrega además abundante información sobre el número
de árboles, la ya disecada laguna, los monumentos donados por colonias
extranjeras para el centenario y otros elementos del nuevo paisaje urbano.
Una perspectiva similar, aunque más interesada en el cruce entre el paisaje y
el patrimonio está en el libro de Miguel Laborde sobre los parques de
Santiago, donde parques como el Forestal son vistos desde la crónica
histórica.50 Por último, pero no menos importante, está la autobiografía de
Alfredo Gómez Morel, cuya infancia es retratada en El Río. Pese a que
discurre sobre los años veinte y por ende no corresponde a la época de
nuestro análisis, es quizás el libro más importante desde la perspectiva de la
marginalidad social, tan cara al Mapocho. A través de sus recuerdos de
„pelusa‟, refiere sobre la configuración morfológica del torrente en su parte
no canalizada –con su famosa “Isla” algunos kilómetros al poniente de la
estación Mapocho- así como las características sociales de su entorno y la
estructura de la cultura delincuencial.51
Ahora bien, es innegable que este tipo de transformaciones urbanas no fue
exclusiva de Chile. Las intervenciones sobre ríos urbanos, como
modificaciones que apuntaban a su desnaturalización o artificialización,
fueron hechos comunes en distintas ciudades del mundo al menos entre
1850 y 1930. Dichas modificaciones fueron una dimensión importante
dentro de las modernizaciones urbanas, tal como la construcción de edilicia
pública, o la implementación de transporte público. Los ejemplos
paradigmáticos en torno a los ríos urbanos como objeto de trabajos de
infraestructura y modelación del espacio público, corresponden al Danubio
en Budapest y el Támesis en Londres. En el caso de este último, al ser
48 Ídem, p. 46. Al menos dos errores contiene esta afirmación, ya que Coo fue el continuador de la obra de Valentín Martínez, y las obras sólo estuvieron
listas en 1892, después de la guerra civil del año anterior.
49 Ídem, p. 243.
50 Laborde, M. (2006). Parques de Santiago: historia y patrimonio urbano. Santiago, Chile: Midia & Aguas Andinas.
51 Gómez Morel, A. (1997). El Río. Santiago, Chile: Sudamericana. “El Mapocho se dividía dos kilómetros y volvía a reunirse hasta llegar al mar. En esos
dos kilómetros estaba el refugio del hampa capitalina”, escribe Gómez Morel, indicando que “La Isla quedaba situada a tres kilómetros del último puente
que cruzaba la ciudad. Era espesa, llena de matorrales y con filudas rocas que hacían las veces de acantilados”. El autor incluso divide entre los “hijos del
río” y “la ciudad”, en su visión dos realidades absolutamente disímiles.
23
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
navegable integra una extensa red de canales donde desde hace siglos se
desarrolló un intenso tráfico comercial. Este río fue canalizado en la segunda
mitad del XIX, para convertir sus riberas en un dique.52 La construcción se
enmarcó en el contexto de modernización capitalista de la era victoriana y
pese a que los proyectos al respecto databan del siglo XVII, la emergencia
definitiva se produjo desde la crisis ambiental del Támesis causada por el
crecimiento demográfico de Londres, que además trajo numerosas
epidemias de cólera a partir de 1830. Al discurso higienista se sumó una
necesidad estrictamente económica, como era dinamizar al puerto: surgió
así el requerimiento de un sistema de desagüe, incluyendo un dique, la
limpieza del río y la intervención de las riberas. En definitiva, se trató de 22
hectáreas ganadas al río.
Un caso diferente es el del Danubio en su paso por Budapest, Hungría. Se
trata de un torrente de extensa longitud, que atraviesa varios países
europeos y cuyos principales problemas se refieren a su anchura,
profundidad y fuertes corrientes, con inundaciones desoladoras para la
ciudad. En ese contexto, desde antiguo y a la orilla del Danubio, Buda y Pest
conformaron dos patrones de asentamiento claramente opuestos: mientras
Buda fue emplazada en una alta y pedregosa colina, Pest estaba en terrenos
más llanos.53 La expresión arquitectónica que sintetizó esta división fueron
los edificios de los poderes estatales: en Pest fue ubicado el Parlamento, al
oeste el Palacio Real. Y mientras este último tuvo como vecinos a los
habitantes más acaudalados, Pest albergó las clases populares. La conexión
definitiva entre ambos asentamientos ocurrió en 1849, al levantarse el
puente Lánchid, impulsado por el líder patriota Stephen Széchenyi, quien
vio en aquel mecanismo de hierro un símbolo y un medio útil para la unidad
de la emergente nación. Entonces, en Londres transformar al río en un canal
se verificó sobre todo por razones higiénicas, económicas y de prestigio para
la capital del Imperio Británico. En Budapest en cambio, la intervención
sobre el Danubio implicó controlar los desbordes de un torrente para así
conseguir la efectiva unidad de la capital estatal o en otras palabras, la
52 Nunn, P. D. (1983). “The development of the river Thames in Central London during the Flandrian”, in Transactions of the Institute of British
Geographers, New Series, Vol. 8, Nº 2, Londres, Inglaterra; Oliver, S. (2000). The Thames enbankment and the disciplining of nature in modernity, en
The Geographical Journal, vol. 166, Nº 3; Porter, D. H. (1998). The Thames embankment: environment, technology and society in Victorian London.
Ohio, Estados Unidos: University of Akron Press. Hemos excluido por razones de accesibilidad bibliográfica, el caso del Sena en París. Algunas
indicaciones sobre este son entregadas en el capítulo dos.
53 Beynon, E. D. (1943). Budapest: an ecological study, Geographical Review, vol. 33, nº 2; Brody, J. (1998). The Széchenyi Chain Bridge at Budapest,
Technology and Culture, Vol. 29, Nº 1.
24
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
construcción de la ciudad-capital. Pese a sus diferencias, en ambos casos
pueden observarse semejanzas con los trabajos realizados en el Mapocho,
principalmente vinculados a otorgar o reafirmar a la ciudad su status de
capital, en una época de renovación tecnológica y científica al igual que de
modernización industrial.
Otro caso de estudio relevante es el río Charles de Boston. Este es un curso
de aguas que termina en una boca ancha y profunda; en rigor, un estuario,
inmerso en una extensa bahía con salida al océano Atlántico, por lo que
desde el siglo XVII, con la colonización anglosajona, fue navegado por
diferentes tipos de embarcaciones. Además de las transformaciones que se
implementaron sobre éste a finales del XIX, como su canalización, el Charles
tuvo otra condición destacada: la construcción de un sistema de parques en
sus riberas. Al menos cuatro fueron los criterios en la década de 1870 para
establecer parques y senderos en el Charles: accesibilidad, economía,
adaptabilidad y ventajas sanitarias. Estas orientaciones fueron sugeridas por
Frederick Law Olmstead, el creador del Central Park en New York. Es
sugerente que esta canalización [embankment] se produjera casi en paralelo
a Santiago de Chile, respondiendo a la idea de modernización urbana que
indicamos al inicio de este repaso. El Charles vivió ese proceso entre la
década de 1890 y 1936, con un hito intermedio como la construcción del
Dam [Represa o embanque], entre 1903 y 1910. Estas similitudes no son tan
claras en el caso de la labor fiscal en el espacio público del río. En Boston, la
relación entre poder estatal y mercado inmobiliario se expresó en la
preeminencia de la primera para la gestión de los bordes urbanos. En otras
palabras, el gobierno de la ciudad tomo para sí las tierras ribereñas,
adecuando su desarrollo a un plan urbanístico o si se prefiere, de
embellecimiento. Como en otros casos, “la transferencia de las riberas al
dominio público fue el primer y esencial paso. La represa estabilizó el nivel
del río y cubrió para siempre el fétido lodazal. La creación de la Explanada
amplió notablemente los bordes y estableció la idea primada de “water park”
con el que los bostonianos fantasearon alrededor de mediados del siglo XIX.
[….] La vista desde el río sugiere una aparente claridad y orden visual en la
ciudad, cuando ésta es apabullante por su geografía irregular”. 54 La
existencia de una voluntad pública manifestada en nociones de estética
permitió, en definitiva, la existencia de un tipo de paisaje urbano lineal, o
mejor, de una rectificación: el río y el espacio público fueron construidos
54 Haglund, K. (2003). Inventing the Charles River, Massachussets, Estados Unidos: MIT Press, p. xvi.
25
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
como ejes lineales que consiguen –al fin- superar los obstáculos de la
naturaleza y corregir a la sociedad toda.
Con todo, estos ejemplos nos hablan de transformaciones ocurridas en el
panorama europeo y norteamericano. Por ello es pertinente insertar la
canalización del río y la totalidad de la operación pública en el contexto
internacional y en particular latinoamericano. Dos al menos podrían ser los
fenómenos que emparentan estas modernizaciones. Por un lado, la
construcción socio-cultural de una urgencia por la transformación urbana
para evitar el estancamiento de las ciudades, como dice José Luis Romero;
por otra, las formas de transferencia urbanística, estudiada por Jorge
Enrique Hardoy.55 Siguiendo esa interpretación, y si profundizamos en la
idea de „transferencia‟, puede ésta desglosarse en tres grandes dimensiones:
los “mecanismos de difusión” de ideas urbanas, la extensión de las ideas y
prácticas y sus cambios al ser difundidas, y la causa fundamental de su
difusión.56 En este panorama de transformaciones urbanas de entresiglos en
una escala continental y hemisférica, son varios los casos que pueden
extraerse.57 Sin embargo, debido al objeto de estudio de esta tesis, hemos
elegido ejemplos que se vinculen al menos en parte a tres dimensiones: la
dominación de la naturaleza, la conectividad y la expansión urbana, y la
construcción física y cultural de la ciudad moderna. O en otras palabras, la
articulación de nuevas ideas sobre tránsito, centralidad y parque público. De
los casos latinoamericanos hemos escogido a Ciudad de México y Río de
Janeiro. Aunque pudiera pensarse que son ejemplos de metrópolis
incomparablemente más grandes en población y tamaño que Santiago de
Chile a finales del siglo XIX, debe considerarse que aún no se producía la
explosión demográfica que las llevaría a ser las enormes y populosas urbes
actuales.58 Aunque es cierto que ninguno de estos centros vivió la
canalización de su principal río, sí se produjeron remodelaciones que
afectaron los fenómenos antes señalados. Se trata, en términos generales, de
55 Romero, J. L. (1976). “Las ciudades burguesas”, en Latinoamérica, las ciudades y las ideas, Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI; Hardoy, J. E. (1988).
“Teorías y prácticas urbanísticas en Europa entre 1850 y 1930. Su traslado a América. Latina”, en Hardoy, Jorge E., Morse, R. (comps.) (1988).
Repensando la ciudad de América Latina, Buenos Aires, Argentina: IIED-GEL.
56 Almandoz, A. (2002). “Introduction”, en A. Almandoz, (ed.), Planning Latin America's capital cities 1850 – 1950. Londres y Nueva York: Routledge.
El autor extrae estas dimensiones del artículo de S.V. Ward, “The international diffusion of planning: a review and a Canadian case study”, International
Planning Studies, 4 (1), pp. 53-77.
57 Como indica José Luis Romero, “En pocos años, veinte o treinta ciudades latinoamericanas, en distinta medida, vieron transformarse sus sociedades y
arrinconar las formas de vida y de mentalidad de las clases tradicionales. En su lugar, las nuevas sociedades elaboraron lentamente los rudimentos de
otra cultura urbana…”. Latinoamérica…, citado, p. 274.
58 A inicios del siglo XX, Río de Janeiro tenía 800 mil habitantes, mientras que Ciudad de México estaba en torno al millón.
26
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
enormes operaciones de infraestructura que se desarrollaron a partir de
1880 y aproximadamente hasta la década de 1910, es decir, fueron
contemporáneas a la canalización del Mapocho.
En el caso de Río, la transformación urbana impulsada por la burguesía
carioca tuvo dos objetivos explícitos: la salud pública y el embellecimiento
urbano, lo que promovería un tercer efecto, la separación de los barrios de la
elite de las clases populares. De esta manera, la campaña contra la fiebre
amarilla iniciada en 1904 fue la oportunidad ideal para conseguir ese anhelo.
Bajo las órdenes del presidente Rodrígues Alves y el prefecto Francisco
Pereira Passos se destruyeron numerosos cortiços en los sectores más
degradados de Río, desplazando a sus habitantes a suburbios sin el
equipamiento mínimo para albergar a miles de personas y originando las
favelas cariocas. La destrucción de los cortiços implicó el derrumbe de
varios de los aterros o morros que circundaban la bahía carioca, como el
Morro do Castelo. En su reemplazo fue proyectada y construida a partir de
1903 la avenida Central, hoy Rio Branco, que albergó al nuevo edificio de la
Escuela de Bellas Artes, al Teatro Municipal, a la Biblioteca Nacional, al
Senado Federal y a la Caja de Amortización, entre otros edificios, varios en
solemne arquitectura neoclásica. Además, numerosas calles fueron
ensanchadas, mientras el puerto vivió importantes mejoras. Por otro lado, la
erradicación y la obligación y condiciones de la vacunación contra la fiebre
amarilla desembocaron en una serie de desórdenes, conocidos como la
„revuelta de la vacuna‟. Tal como en la remodelación del Mapocho
santiaguino, se perseguían objetivos de higiene y edilicia pública, plusvalía
del suelo urbano y creación de la ciudad moderna. Embellecimiento, higiene
y tráfico expedito fueron sus premisas. El motivo de dominación de la
sociedad urbana en su totalidad, pero en especial de sus sectores populares,
fue tal como en el río chileno, un factor crucial. En vista de ello, en Río se
entendió la reforma urbana como una “regeneración”, basada en espacios
amplios, controlados y elegantes que frenaran el horror de la burguesía a la
antigua ciudad. Esto significó un mejoramiento del centro como foco de
servicios y comercio, y de la zona sur como una expansión urbana entendida
como barrio residencial para los nuevos ricos. Pero, a diferencia del caso
santiaguino, el intendente Pereira Passos tuvo poderes totales sobre la
ciudad, promulgando decretos y regulaciones sobre diferentes temáticas –
27
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
circulación, higiene, estética- en pos de la reforma urbana, efectuada en
pocos años.59
Ahora bien, la referencia hecha más arriba a la conmemoración del
centenario chileno en 1910 y su impacto en la espacialidad pública tuvo un
correlato de mayor tamaño y costos económicos, pero similares
características, en el caso de Ciudad de México. 60 Como parte de las
celebraciones organizadas por el Porfiriato o gobierno de Porfirio Díaz, se
realizaron
numerosas inauguraciones de
obras públicas.
Estas
se
fundamentaron en tres ideales: primero, el de ciudad moderna, que contenía
las pruebas del progreso nacional basadas en grandeza económica, cultural,
sanitaria y estética. Un segundo ideal era mostrar una nación unificada, que
Mauricio Tenorio Trillo califica como “la ciudad capital entendida como un
libro de religión cívica; una ciudad de monumentos y espacios públicos y
privados bien definidos”. 61 Un tercer ideal era el de cosmopolitanismo, algo
no muy diferente al anhelo de la burguesía carioca o santiaguina. Un listado
incompleto informa de la inauguración de un moderno Hospital
Psiquiátrico; un nuevo edificio para el Ministerio de Defensa y la
Universidad Nacional, y nuevas Escuelas Normales para mujeres y varones.
A ello hay que sumar la realización de procesiones cívicas y congresos
pedagógicos. Gran parte de las nuevas construcciones públicas fueron
levantadas en torno al eje del Paseo de la Reforma, principal arteria urbana.
En este sentido, fue allí donde se desplegó con mayor fuerza la idea de una
ciudad ideal, que el autor considera como parte de un proceso de
urbanización iniciado en Ciudad de México a partir de 1890. Según Tenorio
Trillo, esta avenida se convirtió “en la vía del poder, la representación del
curso de la nación hacia el orden supremo y el progreso: desde la Plaza de la
Reforma –con la estatua de Carlos IV, El Caballito- hasta el monumento a
Colón, pasando por los monumentos a Cuauhtémoc y a la independencia,
arribando,
finalmente,
al
Castillo
de
Chapultepec
(la
residencia
59 Sevcenko, N. (1993). A revolta da vacina. Sao Paulo, Brasil: Scipione; Meade, T. (1989). “„Living worse and costing more‟: resistance and riot in Rio de
Janeiro, 1890-1917”, Journal of Latin American Studies (21:2), pp. 241-266; da Silva Pereira, M. (2002). “The time of the capitals: Rio de Janeiro and
Sao Paulo: words, actors and plans”, in A. Almandoz, Planning…, citado.
60 Tenorio Trillo, M. (1996). “1910 Mexico City: space and nation in the city of the Centenario”, Journal of Latin American Studies, 28, pp. 75 – 104;
Wakild, E. (2007). “Naturalizing modernity: urban parks, public gardens and drainage projects in Porfirian Mexico City”, Mexican Studies/Estudios
Mexicanos, 23, pp. 101 – 123. El artículo de Tenorio Trillo es hasta hoy el más completo sobre el tema.
61 Tenorio Trillo, M., “1910 Mexico City…”, op. Cit., p. 79. Tanto en el caso del Río como de Ciudad de México es evidente que surge el tema de la
construcción de la ciudad-capital, cuestión que ha tomado una línea de estudios propia al interior de la historia de la planificación urbana, y que esta tesis
no pretende establecer como dimensión analítica central.
28
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
presidencial)”.62 Este diseño se basaba en ideales de perspectivas extensas y
reforzamiento de los valores nacionales mediante el uso del espacio público
y más específicamente, de monumentos. Por otra parte, dentro del mismo
hito conmemorativo, fueron inaugurados nuevos edificios, pero ya que eran
servicios indeseables, como el Hospital Mental y la Penitenciaría, fueron
enviados fuera de la ciudad, siguiendo una tendencia presente también en
otras transformaciones de urbes latinoamericanas bajo el dominio de
burguesías.
El problema y los motivos de la investigación. ¿Por qué
el espacio público?
Aunque el Mapocho ha sido trabajado exhaustivamente desde diferentes
disciplinas, la principal modificación vivida por el río en los últimos 150
años –la canalización y la formación de un nuevo barrio- carece de estudios
sistemáticos. Es objetivo de esta tesis subsanar esa carencia, teniendo
presente también los estudios similares que se han realizado para otras
ciudades del continente. Es decir, la metodología será comprender las
relaciones entre naturaleza y sociedad urbana como horizonte proyectualdisciplinario donde intervienen elementos de la urbanística moderna y del
control social, ligados a procesos de modernización. Y como problema de la
sociedad urbana, lo técnico y la gestión son considerados como esferas
culturales cuyas dimensiones urbanísticas son tratables desde los discursos
del sistema de poder. En este sentido coincidimos con Beatriz Sarlo, quien
siguiendo a autores como Raymond Williams, señala que “lo simbólico se
hunde en un mundo de artefactos materiales que, a su vez, pueden ser leídos
culturalmente”.63
La referencia a Williams es útil para puntualizar qué entendemos por
„naturaleza‟ y „ciudad‟. En ambos casos, los comprendemos como
construcciones sociales; pero estas definiciones no sólo presentan la
dificultad de que cambian a través del tiempo, sino que en una misma época
pueden significar cosas diferentes. Con todo, si bien aceptamos que la idea
de naturaleza es socialmente construida, concordamos con algunos autores
62 Tenorio Trillo, M. op. Cit., p. 86.
63 Sarlo, B. (1993). “Raymond Wlliams: una relectura”, en Punto de Vista N° 45. Buenos Aires, Argentina, p. 15.
29
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
que no lo entienden desde una perspectiva posmoderna, como sólo una
construcción social, sino que lo veremos como un concepto que involucra
una variedad de elementos materiales, como inundaciones, vientos y
árboles.64 De este modo, el interés de este trabajo es abordar el cambio de un
elemento geográfico presente en la ciudad, como es el río Mapocho,
indagando
problemas,
actores
y
técnicas
que
refieran
sobre
la
transformación morfológica. La tesis se centra en el problema de la
intervención urbana, en su materialización en el espacio público y las
características principales de la operación de infraestructura comenzada en
la década de 1880. De este modo, se plantea como un estudio sobre las
intervenciones de infraestructura y el espacio público, a partir de una
historia de las representaciones de ciudad, tanto de los poderes públicos
como de la sociedad civil.
Hablar de espacio público permite incluir todo tipo de perspectivas: la
geografía social, el paisaje, el campo de disputa político, etcétera. Sin
embargo, pese a una aparente dispersión, es simultáneamente un concepto
acotado nos habla tanto de un espacio jurídico como del espacio común,
colectivo, aquel espacio que está en permanente conflicto y disputa. Este
espacio público es entendido en doble sentido de esfera pública y lugar
construido y practicado. Sin duda, es tributario de los registros de Hannah
Arendt y Jurgen Habermas, especialmente respecto a la discusión teórica de
la esfera pública. Por ello, y haciendo eco de la primera, comprendemos a
ese concepto –desde el enfoque de la historia de la ciudad- como lo contrario
del privarse: esto es, como un problema que afecta lo común entre hombres
y mujeres y que a la vez puede ser visto por todos, al tener la máxima
publicidad posible. Precisamente, esa máxima publicidad se produce en la
ciudad moderna o incluso, en la metrópolis, como lugar donde la
concentración social y productiva llega a sus más altos índices. Por otra
parte, siguiendo a la propia Arendt –quien lo pensaba sobre todo ligado al
ágora del mundo clásico- entendemos esa esfera pública como el “mundo en
común”, aquello que nos reúne “y no obstante impide que caigamos uno
sobre otro”. En otras palabras: la posibilidad de „estar juntos‟.65
64 Kelman, A. (2003). A river and its city. The nature of landscape in New Orleans. Berkeley & Los Angeles, Estados Unidos: University of California
Press, pp. 8-9.
65 Arendt, H. (1993). La condición humana. Barcelona, España: Paidós, pp. 59-93.
30
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Esta última referencia nos vincula a un tema fundamental en la definición de
espacio público, y es que uno de los pocos aspectos acerca del concepto de
esfera pública en que coinciden numerosos autores se liga a su origen: la
modernidad. En esta línea de trabajo, la principal noción de espacio público
se vincula a la acuñada por Jurgen Habermas, en su clásico estudio sobre
Alemania, Francia e Inglaterra. Para este autor, la esfera pública surgió en la
Europa del siglo 17, debido a la acción de la clase burguesa, que desarrolló
un área de discusión ubicada entre la faceta privada de los individuos y el
Estado moderno. Paulatinamente, ese espacio público moderno tuvo su
expresión física urbana en el surgimiento de nuevas instituciones y espacios;
primero a través de los circuitos de “autoilustración” representados por los
salones de lectura y luego por medio de los clubes y cafés, evolucionando
hasta la creación de la opinión pública.66 De esta manera, la propuesta
habermasiana resulta útil para comprender la relevancia de las diferentes
sociabilidades que dan forma a la vida urbana, y cómo ellas se expresan y
caracterizan el espacio público de la ciudad. Pero no buscamos utilizar aquí
un „modelo habermasiano‟ como si fuese un manual –cuestión que el autor
alemán no pretendía- sino, por el contrario, a partir de aquella reflexión
histórica incluir otros actores diferentes a la sociedad burguesa, dando
cuenta de la variedad de espacios y esferas públicas en construcción.67
Siguiendo esta interpretación, es necesario subrayar esa variedad y
heterogeneidad de lo público –que lo constituye como una noción aún en
construcción- y que es también una manera de distinguir ese concepto
respecto al de comunidad. Este último supone un grupo homogéneo y que
siempre tiene la connotación del consenso. “Público, por contraste” –ha
expresado Nancy Fraser- “enfatiza en la interacción discursiva ilimitada y
con final abierto, implicando una pluralidad de perspectivas”. 68
Por ello, se pretende aquí abordar las relaciones producidas entre el estado y
la sociedad civil, al igual que los vínculos de esos espacios públicos con el
mundo privado, en el marco de una inédita intervención urbana. Si
entendemos „lo público‟ como una diversidad de públicos (prensa, escuela,
poder estatal, edilicia, etcétera) y que a su vez van cambiando
66 Habermas, J. (1990). Historia y critica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública. México D.F: Gili.
67 Este elemento ha sido subrayado por François-Xavier Guerra y Annick Lempérière en la “Introducción” al texto en que compilan diversos artículos
sobre el tema: (1998). Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII y XIX. México D.F: Fondo de Cultura
Económica.
68 Fraser, N. (1992). “Rethinking the public sphere: a contribution to the critique of actually existing democracy”, en Calhoun, C. [ed.]. Habermas and
the public sphere. Cambridge, Mass.: MIT Press, p. 141.
31
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
continuamente, podemos adentrarnos en una historia que de cuenta de las
variedades de esa categoría, y no una noción estática. Al respecto, una
primera aproximación al espacio público de la ciudad es entenderlo como
un lugar “producto de una colisión, fugaz e inestable, entre forma y política
[…] es espacio público en tanto es atravesado por una experiencia social al
mismo tiempo que organiza esa experiencia y le da formas”.69 Esa
“fugacidad” del espacio público radica a nuestro juicio en su imposibilidad
de ser completo o total; en otras palabras, como ha dicho Ari Kelman, es
imposible pensarlo “como desregulado y abiertos a todos […] Esa visión
representa una idealización del espacio público”. 70 Al respecto, compartimos
con el mismo Gorelik la distinción entre un lugar político, que llamamos
espacio público y que permite una “integración incompleta”, y el lugar
antropológico en el sentido de Marc Augé, generador de una “integración
completa” fundamentalmente por medio del barrio. 71
Respecto a lo público y lo privado en la ciudad hacemos referencia
especialmente a la amplia gama de actores especializados que esas
relaciones producen. Recordando a Georges Teyssot y sus reflexiones sobre
el espacio privado, se trata de una época donde emerge una camada de
proyectadores de vivienda y de ciudad: “médicos, higienistas, criminólogos,
reformadores, ingenieros, arquitectos, decoradores, mueblistas, jueces,
asistentes sociales [...]. Toda una comparsa repleta de portadores de saberes
-y, por tanto, de poderes-”.72 Es en ese contexto donde la propia idea de
tecnología se transforma, convirtiéndose en una auténtica ciencia económica
a partir de los nuevos lenguajes y técnicas adquiridas por las ciencias de
administración
estatal
de
fines
del
siglo
XVIII.73
Siguiendo
esa
interpretación, Manfredo Tafuri enfatizó en la necesidad de desmontar ese
proceso histórico, indagando en el paso desde una multiplicidad de prácticas
de gestión y control “pero unificadas bajo el control de un saber
69 Gorelik, A. (1998). La grilla y el parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires 1887-1936. Buenos Aires: Argentina, U. Nacional de
Quilmes, p. 20.
70 Kelman, A. A river and its city, citado, p. 12.
71 Gorelik, A. (2008). “El romance del espacio público”, Alteridades 18 (36). México DF: Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa, pp. 33 – 45.
72 Teyssot, G. (1988). “Lo social contra lo doméstico. La cultura de la casa en los dos últimos siglos”, en A & V. Monografías de Arquitectura y Vivienda.
El espacio privado. Madrid, España, p. 11.
73 Desde la historia de la gubernamentalidad véase a Foucault, M. (2004). Seguridad, territorio, población. Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura
Económica.
32
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
enciclopédico”; a la configuración de un sistema unitario de nociones y de
prácticas, esto es, de “'tecnologías aplicadas'”. 74
En tal sentido, la conexión entre intervención urbana y espacio público no es
casual: permite centrar el trabajo en la operación de infraestructura, esto es,
en la intervención técnica. En el marco de un estudio sobre las formas de
gobierno estatal sobre la ciudad, esta tesis plantea la perspectiva de un
análisis del espacio público a partir del gobierno urbano y busca adentrarse
en la técnica de esa gestión. La investigación a partir de la base documental
del sistema de poder (Ejecutivo, Municipal y Legislativo) implica centrar la
atención en un factor político que representa la esfera pública como debate
político al interior de dicho sistema. La razón para esa perspectiva analítica
es entregar un panorama de los modos y técnicas de gestión de la ciudad,
enfatizando en los artefactos urbanos. De esta manera, buena parte de
nuestra aproximación se entronca con la dimensión abierta por Anthony
Sutcliffe, historiador instaurador de la planning history en Inglaterra: las
relaciones entre el managment público y los intereses particulares, las
instituciones, las legislaciones urbanísticas, entre otros aspectos. 75
Como se ha indicado, en el caso de Santiago y el Mapocho, la mayoría de
aquellos artefactos surge de una intervención del aparato público, e incluso
otras, de propiedad privada, son edificadas a partir de concesiones y
permisos entregados por el Estado. El foco de atención de la tesis busca
comprender cómo se gestan dichas operaciones técnicas en lo público y en
los umbrales con lo privado, a partir de un sistema de poder con diferentes
modos de funcionamiento. Dentro de ese sistema político que, en nuestro
caso de estudio, va articulando nuevas relaciones entre naturaleza,
arquitectura, ciudad y política, los actores del gobierno pueden ser un objeto
de estudio prolífico.
Convergencia de nuevas ideas de ciudad y población, multitud de lenguajes y
técnicas no necesariamente afines, esperanza desbordada en la ciencia y el
progreso: todo ello estará presente en los proyectos y en la realización de la
obra pública capital del período, la canalización del río Mapocho. Sobre esta
intervención se explicarán las que a juicio de esta investigación constituyen
74 Tafuri, M. (2007). Las 'máquinas imperfectas'. Ciudad y territorio en el siglo XIX, descargado de www.bazaramericano.com. Traducción de Adrián
Gorelik.
75 Sutcliffe, A. (1981). Towards the planned city: Germany, Britain, the United States, and France, 1780-1914. New York, Estados Unidos: St. Martin's
Press.
33
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
sus ejes fundamentales. En esta entrega sin embargo, interesará, más que
relatar cómo se desarrolló esa obra, confrontar las ideas sobre la misma que
tenían el Ministerio de Industria y Obras Públicas, la Municipalidad y el
Congreso Nacional. Si hablamos de esfera pública, ¿cuáles eran las
competencias de cada uno de estos organismos? ¿Cómo se desarrollaron, a
partir del diagnóstico común de la necesidad de cambios en aquel sector,
diferentes representaciones de ciudad? ¿Qué rol cumplió en ello el espacio
público existente y el que se anhelaba diseñar?
Una primera aproximación a estos problemas evidencia la tensa relación
entre el poder local y el presidencial. Arturo Valenzuela, por ejemplo, ha
manifestado la necesidad de mirar el desequilibrio entre el gobierno local y
el poder ejecutivo, como base de comprensión de la política chilena de
aquellos años. Tomando como quiebre la guerra civil de 1891, Valenzuela
sostuvo que ese hecho marcó el fin de una lucha política entre el centro y lo
local extendida a lo largo de casi todo el siglo XIX, abriendo una nueva fase
en el gobierno nacional. Esta nueva etapa –prolongada al menos hasta 1925tuvo como principal efecto que el centro de gravedad del sistema político
pasó del palacio presidencial al salón del gobierno local 76. Peter Cleaves, por
su parte, enfatizó en que esa disputa desplegada en todas las regiones del
país durante el XIX enfrentó proyectos políticos concretos, específicamente
la
dicotomía
centralización-descentralización,
específicos como fueron la intendencia y el
expresada
municipio77.
en
actores
Desde un plano más
cercano a nuestra perspectiva, Richard J. Walter estudió el desarrollo
urbano a partir de las prácticas de la municipalidad de Santiago. Según su
interpretación, el poder local, en evidente inferioridad frente al gobierno
nacional, resulta atractivo por tres grandes motivos: es el poder estatal que
tiene el contacto más directo con la sociedad, particularmente con los
informales urbanos, influyendo diariamente en sus vidas; en segundo lugar,
es el responsable primario de la provisión de infraestructura. Por último, es
el primer garante de la protección del mobiliario público, como edificios
fiscales, monumentos y parques78.
Pese a la importancia del gobierno urbano y la labor del Estado, quedan
pendientes aquí otros protagonistas en esta transformación urbana, como la
76 Valenzuela, A. (1977). Political brokers in Chile: local government in a centralized polity. Durham, N.C., Estados Unidos: Duke University Press, p.
192 y ss.
77 Cleaves, P. (1969). Developmental processes in Chilean local government. Berkeley, Estados Unidos: University of California.
78 Walter, R. J. (2004). Politics and urban growth in Santiago, Chile 1891-1941. Standford, Estados Unidos: Standford University Press.
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DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
iglesia católica. Esta tenía una participación considerable en la propiedad del
suelo del Mapocho; por ejemplo, en el templo y antiguos patios de la
Recoleta Franciscana y el Carmen Bajo. Sin desconocer este hecho, la tesis se
centra en actores de la gestión urbana y en especial –como se expresó más
arriba- en la gestión estatal y las diferentes e incluso contrapuestas
orientaciones que ésta tuvo en aquellas décadas. Esta idea se ve reforzada
por elementos legales: principalmente, que hablamos de tierras ganadas al
río –es decir, inexistentes o efímeras con anterioridad a 1888- las que fueron
reguladas por la ley de canalización del Mapocho, en enero de aquel año.
Con todo, es necesario explicitar que ese interés en el managment público y
la legislación no implica que se elabore aquí una historia política en el
sentido de una historia de las instituciones. Se trata de una historia
sociocultural de la ciudad que no tiene una mirada reduccionista de la
política, sino que la inserta como una expresión de la cultura. Por ello se
trabaja también respecto a los sectores populares del Mapocho, a las
opiniones de la prensa escrita y a las representaciones literarias e
historiográficas.
Si lo público, lo privado y los modos de gestión urbana son un primer
elemento de interés, un segundo aspecto -más acotado- trata sobre la idea de
“intervención”. En tal sentido Armando de Ramón y José Larraín plantean
que no existe 'un' tipo de intervención, sino que ésta puede ir desde el
cambio parcial de sectores de la ciudad hasta el conjunto urbano. Por ello
pueden distinguirse la habilitación (anexión de construcciones y espacios a
la estructura urbana existente); rehabilitación (optimización en su calidad y
en su uso), y remodelación (cambio de edilicia y transformación de espacios
en áreas deterioradas y posibles de mejorar por su uso funcional) 79. En el
caso de la intervención más ambiciosa, aquella que aspira al cambio global
urbano -y que se identifica con el proceso industrial- es útil mirar el caso de
Lima en la segunda mitad del XIX: Gabriel Ramón ha expresado que es el
tipo de urbanismo vinculado con el concepto de “regularización”, es decir,
una acción global que busca “organizar su 'desorden', descubrir el nuevo
orden en la forma de un plano puro y esquemático”. 80 En otras palabras, el
adecuamiento de la vieja urbe a las nuevas exigencias de conectividad del
capitalismo.
79 de Ramón, A., Larraín, J. (1980). “Urban renewal, rehabilitation and remodelling of Santiago de Chile”, en Borah, W., Hardoy J., Stelter, G.
Urbanization in the Americas. Ottawa, Canadá: National Museum of Man, pp. 97-104.
80 Ramón, G. (2004). La muralla y los callejones. Intervención urbana y proyecto político en Lima durante la segunda mitad del siglo XIX. Lima,
Perú: Sidea & Prom, pp. 22-23.
35
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Esta última reflexión sirve a su vez para discutir la idea respecto a la
existencia de una planificación urbana en el Santiago de Chile de finales del
siglo XIX. El motivo es que precisamente se pretende estudiar no sólo los
planes y proyectos estatales y su impacto en el espacio urbano, sino que las
visiones y representaciones de esa intervención, los que van más allá de un
estricto ordenamiento territorial. Un valor agregado de las representaciones
es que permite ampliar la mirada técnica, vinculándola a la construcción de
un sentido de lo urbano y, más ampliamente, a la formación de una cultura
urbana81. El área de interés de esta tesis apunta a indagar en los amplios
efectos de una rectificación urbana en una sociedad, más que a comprender
una planificación y lo que esta hizo y no logró hacer. A nuestro entender,
una de las principales características de ésta es que más que una
planificación, se trata de una serie de intervenciones, rectificaciones y
disposiciones del gobierno urbano que aún están distantes del „town
planning‟. Más ajustada parece ser la idea de „proyecto urbano‟ trabajada
recientemente, entre otros, por Alicia Novick. 82
Ahora bien, junto con un territorio o espacio urbano como intervención (o
„técnico‟), convive un territorio como imaginario. De esta forma, pueden
haber lugares con características muy diferentes que en el „mapa cognitivo‟
de una persona corresponden a un solo gran lugar. Por ejemplo, las riberas
del río. Con esto no intentamos decir que las diferencias en el paisaje urbano
sean irrelevantes, sino que la mirada unitaria de los bordes urbanos del
Mapocho es posible precisamente gracias a la existencia de representaciones
de ciudad que han considerado a ese lugar como „un‟ gran espacio con
innumerables subdivisiones o posibilidades de interpretación. Dicho de otro
modo: la intervención técnica que se indaga aquí es „global‟ –desde Pío IX
hasta Manuel Rodríguez- y simultáneamente unitaria, ya que busca crear
una cierta imagen de ciudad; pero dentro de esa globalidad se desarrollan
diversos paisajes urbanos que van desde un parque hasta nuevos puentes.
En suma, la conformación de ese espacio unitario es posible justamente
gracias a la reunión de espacios diferenciados tanto en lo paisajístico, la
accesibilidad y el diseño urbano.
81 Sobre la relación lenguaje-cultura-representación, Hall, S. (ed.). (1997). Representation. Cultural representations and signifying practices. Londres,
Inglaterra: Sage in association with the Open University.
82 Novick, A. (2003). “El urbanismo en las historias de la ciudad”, Registros. Revista de Investigación del Centro de Estudios Históricos ArquitectónicoUrbanos Nº 1. Mar del Plata, Argentina: FAU-UNMDP.
36
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
El período de estudio y las propuestas de la
investigación
Habitualmente, los estudios sobre la historia de Santiago han considerado
que entre la intendencia de Vicuña Mackenna (1870) y el arribo del
urbanista austriaco Karl Brunner (1930) sólo se implementaron obras
urbanas puntuales, insertas en un contexto físico más bien barrial o local y
lejanas a una escala de ciudad. Los edificios y esculturas públicas
inauguradas para el centenario de la independencia serían un paréntesis
relevante, pero pese a su pretensión monumentalista afectaron casi
exclusivamente al casco histórico. Es cierto que su impacto en el imaginario
sería a un rango urbano, pero espacialmente se incluyen en un ámbito
mucho más acotado. La idea de una „nueva‟ ciudad para el centenario parece
entonces exagerada y más bien corresponde a una construcción de la
memoria que extrapola las nuevas edificaciones céntricas al conjunto de la
capital.
La hipótesis de esta tesis es que la transformación de los bordes del
Mapocho urbano desarrollada al menos entre 1885 y 1918 fue una
intervención inédita debido a un
proceso de modernización urbana de
nuevas dimensiones. Se argumenta esto por dos motivos: primero, que
efectivamente aquella transformación ocupó una escala mayor a anteriores
operaciones, implementándose quizás por vez primera a un rango de ciudad.
Segundo, que esa modernización fue consecuencia tanto de nuevas técnicas
como de nuevas representaciones: desde operaciones de racionalización
burocrática en el aparato público hasta nuevas formas de comprender las
relaciones entre la naturaleza y la ciudad. En consecuencia, esta
modernización
es
entendida
como
una
rectificación
urbana
con
participación de diversas disciplinas y lenguajes técnicos, con objetivos y
métodos
disímiles
e
incluso
contrapuestos.
Sin
embargo,
fueron
coincidentes en la formación de una nueva idea de intervención técnica, que
actuando sobre el espacio público, podemos entender como los inicios de un
proyecto urbano para la creación de la ciudad moderna.83 La mención a la
83 Como se verá más adelante, tenía a la circulación y las vías de comunicación como ejes fundamentales de aquellos que comenzaron a a hablar de „town
planning‟ como Stübben, Buls y otros. Ver Collins, G. R., Collins, Ch. C. (1965). Camillo Sitte and the birth of modern city planning. New York, Estados
Unidos: Random House.
37
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
categoría de rectificación, es hecha porque efectivamente se trató de un ideal
de lo recto –el canal es la expresión más clara en tal sentido-, al entenderse
lo geométrico como equivalente de lo regular. Por tanto, regularizar o mejor,
rectificar, era la condición para corregir, en muchas ciudades, a una
sociedad urbana cada vez más compleja de entender. Por esto, la
rectificación constituyó también un afán por clasificar –la estadística y los
censos son el mejor ejemplo- comprendiendo las diferentes aristas de la
ciudad-problema que emergió definitivamente en el siglo XIX. De esta
forma, rectificación nos parece un concepto más abarcador e integrador que
otros
que
perfectamente
infraestructura,
como
podían
aplicarse
transformación
o
a
esta
operación
remodelación.84
Por
de
ello,
ocuparemos esa categoría a la par de „intervención‟, que también nos parece
adecuada para entender la complejidad de la operación de infraestructura.
Esta hipótesis general se vincula con una particular, ligada a la pregunta de
por qué el río Mapocho y no otro lugar de Santiago fue el escogido para
aquella operación. Esta hipótesis „particular‟ apunta a que los bordes del río,
en su doble cualidad de límite urbano y espacio público, fueron intervenidos
por dos grandes motivos: primero, desarrollar estrategias de dominio. Estas
se verificarán sobre una doble dimensión de la cultura: la naturaleza, por un
lado, con la dominación de accidentes geográficos como desbordes e
inundaciones. Es pertinente enfatizar en que durante siglos el Mapocho
constituyó un límite urbano: el margen norte de la ciudad. Desde un inicio
de la dominación española el río interviene drásticamente en la
estructuración urbana e instala la „naturaleza‟ como problema para los
afanes reguladores de la trama por parte de las autoridades, surgiendo
entonces un segundo elemento de interés: indagar en los bordes mapochinos
implica diferenciar entre dos espacios que, pese a integrar una misma
ciudad en términos administrativos, se desarrollaron por vías diversas para
el imaginario del santiaguino. Esta distinción entre la ribera sur y la norte
implica abordar un tercer problema -esbozado más arriba- cual es
comprender aquellas riberas como un límite, teniendo al Mapocho como la
causa y el actor principal de aquella condición limítrofe. Esta situación, en
líneas generales, perduró por siglos. 85
84 Estas ideas han sido inspiradas en el libro de Aliata, F. (2006). La ciudad regular: arquitectura, programas e instituciones en el Buenos Aires
posrevolucionario, 1821-1835. Buenos Aires, Argentina: Universidad Nacional de Quilmes.
85 Es útil recordar las palabras del escritor decimonónico Justo Abel Rosales: “En invierno, los amigos de uno y otro lado del río no se veían más que por
casualidad, y a las entradas de los primeros nublados se despedían para no saludarse hasta octubre a lo menos”. Rosales, J. A. (1887). La Cañadilla de
38
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Pero en esta lógica, el carácter novedoso de la intervención de entre siglos
carecería de sentido: se trataría sólo de una concreción de las propuestas
realizadas por Vicuña Mackenna ya en la década de 1870, expresadas
planimétricamente en los trabajos de Ernesto Ansart. 86 Aquí, en cambio, se
entiende a esa modernización urbana como un proceso que, si bien recibió el
legado del intendente decimonónico, se contextualizó en otro momento
histórico. Por ello, debió enfrentar una serie de desafíos que éste no vivió,
disponiendo por cierto de elementos técnicos que Vicuña tampoco dispuso.
Cruciales en este sentido fueron los lenguajes técnicos que se desplegaron en
la esfera pública y que paulatinamente comenzaron a integrar las
instituciones del Estado moderno, especialmente las herramientas de
diagnóstico y control del territorio, involucrando tecnologías de corrección
hidráulicas. Finalmente, las representaciones de ciudad con que se
rectificará el río y sus bandas entre 1885 y 1918 tampoco serán idénticas a
las que sostuvo el político-viajero, lo que nos vincula con la segunda fórmula
de dominio y rectificación que inspira a esta hipótesis particular: los
mecanismos de control del territorio. Estos pasaban por la anexión de los
barrios de ultra-Mapocho –que estéticamente tanto gustaban a Vicuña
Mackenna- pero también por el control social o disciplinamiento sobre los
sectores populares que históricamente se habían establecido en aquel sector,
pero que desde la década de 1880 se habían convertido en un obstáculo de
todo tipo. En otras palabras, un motivo de rectificación de la marginalidad
social hacia el horizonte de civilización del proyecto sarmientino.87
Si la primera justificación para esta tesis 'particular' propone la rectificación
en busca de la regularidad, una segunda base propuesta radica en la
expansión urbana. El proceso expansivo, pese a sus irregularidades, tiene de
todos modos un centro: se trata de un lugar portador de una centralidad que
requiere ser acentuada pero simultáneamente especializada y mejorada
Santiago. Su historia y sus tradiciones, citado y también Vicuña Mackennna, B. (1869). Historia crítica y social de la ciudad de Santiago, op. cit., tomo
II, p. 176 y ss. Sobre estos temas, ver el capítulo uno de esta tesis.
86 El control de esos desastres, junto con la anexión de la Chimba –y teniendo como impulso fundamental el negocio que haría el Fisco- fueron cruciales
para la propuesta del intendente en 1872. Sin embargo, también tomó como justificaciones del proyecto: la expansión de las calles, la creación de una
Alameda o parque ribereño, la formación de una laguna, el aseo y desinfección –a su juicio, el encajonamiento produciría automáticamente ese efecto en
el lecho del río-; y el establecimiento de un estación ferroviaria “frente a la nueva y espaciosa Plaza de Abastos”. Vicuña Mackenna, B. (1872).
Transformación de Santiago, citado, p. 13 y ss..
87 Como ha recordado Adrián Gorelik, el tema de la rigidez social en Santiago de Chile llamó fuertemente la atención de Sarmiento, quien encontraba en
los 'rotitos' uno de los principales representantes de las clases plebeyas. Más sugerente aún, destaca Gorelik, es que al publicar Facundo, Sarmiento no
conocía Buenos Aires, sino el interior argentino y la capital chilena. Cfr. Gorelik, A. (2004). Miradas sobre Buenos Aires. Historia cultural y crítica
urbana. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI, p. 75.
39
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
estéticamente. Para los grupos dirigentes santiaguinos, en particular, se
trata de un sector que junto con la transformación física requiere de una
rectificación en la imagen de ciudad. Con las diferencias del caso, esto nos
remite a ejemplos como los entregados por Solà-Morales para la Europa del
siglo XIX, cuando refiere que a diferencia del siglo XVIII y sus proyectos
puntuales, durante en el „ochocientos‟ se buscará ordenar un área urbana en
su totalidad.88
Una tercera justificación a la pregunta de por qué el río Mapocho y no otro
lugar de Santiago fue el escogido para aquella operación –junto al desarrollo
de estrategias de dominio y otro de rectificación social-, estaría en un
proyecto de que debía articular lógicas de alineación, regularización y
provisión de un nuevo sistema de agua potable y alcantarillado para toda la
ciudad, al tiempo que introducir una nueva avenida y lógicas económicas del
territorio adyacente, derivadas de su condición marginal y bajo coste. Este
proyecto –basado en el ideal de salubridad de la ciudad- estaría basado en el
aprendizaje de ingenieros chilenos en Europa, fundamentalmente en
Inglaterra.
A juicio de esta investigación, el objetivo de ello es otorgar a Santiago el
status de capital o incluso, de ciudad-capital: centro de lo público por sobre
Valparaíso tanto en obras edilicias como en concentración densa de
habitantes. Vale la pena recordar el análisis hecho por José Luis Romero, al
señalar que desde 1880 las ciudades latinoamericanas –dirigidas por una
emergente burguesía- debieron actuar de manera rápida para elegir entre
una “transformación o estancamiento”.89 Esa premisa conduce esta segunda
base de la hipótesis „particular‟, comprendiendo la intervención del Mapocho
en un contexto de numerosas obras públicas a lo largo de todo el territorio
nacional. Destacables son, entre otros, el Dique Seco de Talcahuano y las
líneas ferroviarias hacia el sur, con obras como el Viaducto del Malleco y
numerosos
puentes.
Por
contrapartida,
Valparaíso
presenta
un
estancamiento de la inversión fiscal: el nuevo muelle, por ejemplo, debe
esperar hasta la segunda década del siglo XX. 90 Podríamos especular, por
tanto, que la centralidad es la base la proyección y de la expansión urbana, y
88 de Solà-Morales, M. (1978). “Verso una definizione. Analisi delle espansioni urbane dell‟ 800”, en Lotus, Nº 19, Venezia, Italia, p. 29.
89 J. L. Romero, Latinoamérica: las ciudades y las ideas, citado.
90 Cfr. Greve, E. (1938). Historia de la Ingeniería en Chile. Tomo IV, citado. El caso paradigmático sobre la construcción de la ciudad-capital a partir de
la arquitectura pública es Buenos Aires. Sobre este caso véase a Shmidt, C. (2004). Palacios sin reyes: Edilicia pública para la “capital permanente”.
Buenos Aires 1880-1890. Buenos Aires, Argentina: tesis de doctorado, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
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DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
para el contexto santiaguino, merecedora de rectificación. Carencia de
dominio sobre la naturaleza, sobre el cuerpo social plebeyo y sobre la propia
imagen de ciudad: la dinámica de la expansión deberá ser entonces triple.
Como es sabido, hacia 1880 Santiago crecía especialmente hacia el sur y en
menor medida hacia el poniente, ya que durante siglos el torrente se había
constituido como un freno para la expansión urbana en dirección al norte.
Con la transformación del río en un canal en su área urbana, la capital
comenzó paulatinamente a crecer hacia el norte (la Chimba), aprovechando
suelos cercanos al centro histórico y relativamente bien conectados con éste
mediante caminos existentes desde la época prehispánica. A juicio de esta
investigación, esa expansión planteó un fenómeno urbano novedoso, ligado
al planteamiento expuesto en la hipótesis „general‟. En efecto, con
anterioridad el Estado había impulsado la ampliación del radio urbano
mediante la Quinta Normal de Agricultura en el poniente (1841) y –en
alianza con privados- el Parque Cousiño en el sur (1873), operaciones que
sirvieron de aliciente para la plusvalía y el loteo del suelo por parte de
particulares91. Con la transformación del Mapocho, en cambio, por primera
vez el aparato público pondrá en marcha una operación a gran escala que
incorpore un territorio de miles de hectáreas a la ciudad (ultra Mapocho).
Aunque a semejanza de los casos nombrados la división predial posterior fue
obra del sector privado, la variedad de artefactos urbanos instalados en los
bordes corresponde –a nuestro entender- a una nueva manera de orientar
decisivamente la expansión de la ciudad. Lógicamente, esa operación desde
el Estado no fue mecánica: se ha dicho más arriba que involucró una serie de
lenguajes y mecanismos contrapuestos. Pues bien, como problema de
espacio público, el punto estará en comprender cómo los diferentes poderes
públicos de finales del XIX intervienen en el espacio urbano y cómo se
relacionan con la sociedad civil. En la medida en que los acuerdos y disputas
representan una parte importante del gobierno de la ciudad, pero también
de las representaciones que emergen de la sociedad civil, con su análisis se
estará dando cuenta de la relación entre el río y la sociedad urbana mediante
las continuidades y transformaciones de su espacio público.
91 de Ramón, A. (1992). Santiago de Chile (1541-1991), citado.
41
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Estructura de la tesis
La tesis se rige por una estructura temática que no descarta un orden
cronológico, sino que lo ocupa como eje secundario de ordenamiento. En la
Introducción, se expone la formulación del problema, junto con los objetivos
e hipótesis de la tesis. Allí se muestra también un estado de la cuestión sobre
ríos urbanos. En el capítulo 1 se muestran los antecedentes geográficos del
Mapocho, junto con comprenderlo como parte de una estructura de aguas,
de
repasar
las
descripciones
físicas
e
historiográficas
realizadas
especialmente entre los siglos XVII y XIX, así como de estudiar el estado del
Mapocho y las aguas capitalinas hasta poco antes de la canalización.
Además, se ven allí los postulados de la nueva elite de conocimiento surgida
en torno al higienismo y la idea de higiene pública: los médicos y los
ingenieros. De esta forma se indaga en las regulaciones y ordenanzas para el
uso del borde-río desde una justificación de salubridad pública, así como la
conformación del Ministerio de Industria y Obras Públicas como entidad
estatal encargada de la modernización territorial y urbana. El capítulo 2
muestra los proyectos de canalización del torrente, considerando las
dificultades para su aplicación y las distintas fases de esta. Se estudia luego
las propuestas de encajonamiento de 1885 y 1888, así como las obras (que
incluyeron el derrumbe del puente de Cal y Canto) y el proyecto de
transformación de los barrios vecinos al Mapocho, de 1895. Este último es
significativo por su objetivo explícito de crear un nuevo barrio, basado en las
directrices del tráfico, el embellecimiento y la higiene, así como por la
referencia a centros urbanos intermedios, como la ciudad de La Plata,
Argentina. Como parte de esa modernización, pero desde una mirada crítica
–por ejemplo, a la destrucción del puente de Cal y Canto- se indaga en el
relato historiográfico del escritor Justo Abel Rosales sobre las riberas del
Mapocho al concluir el siglo XIX. Una siguiente sección muestra los aspectos
principales de la construcción del sistema de alcantarillado, que incluía al río
Mapocho como cloaca y que sólo fue puesto en marcha poco antes del
centenario. Para finalizar este capítulo, se atiende al sistema de acequias y
canales capitalino, al igual que a las disputas entre el poder público y los
privados por su control. En ello tiene especial relevancia la Sociedad del
Canal del Maipo. En el capítulo 3 se estudia la transformación de la ribera
norte, entendiéndola como parte de un barrio considerado lejano –ultraMapocho- el que también vivía un precario estado de salubridad e
infraestructura pública, especialmente cerca del torrente. De esta forma se
indaga en los nuevos edificios públicos, como el Desinfectorio Público y el
Instituto de Higiene, así como en la avenida del Cementerio y en el paso de
42
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
los Galpones de la Vega –en pleno borde-río- a la Vega Central, operación
realizada poco antes del centenario y que se caracterizó por los conflictos
legales sobre la ribera norte del Mapocho. Para finalizar, se abordan los
cambios en aquella banda durante la década del diez. El capítulo 4 investiga
la edilicia pública surgida en el período 1887-1915 en la ribera sur,
fundamentalmente edificios de servicios, plazas y parques, como la Cárcel
Pública, el Museo de Bellas Artes, la Estación Mapocho y el Parque Forestal.
Esto en enmarca en una nueva mirada hacia los sectores populares
ribereños, indagando en una elite hastiada de las formas de habitar la caja
del río y la ciudad por parte de aquellos. Se trabaja allí en torno a la idea de
un disciplinamiento del bajo pueblo mapochino, especialmente difícil de
someter –una visibilidad incómoda- en el sector de Mapocho. Se produce así
una „animalización‟ del río, que va en paralelo a „naturalización‟ de los
grupos plebeyos que viven en su entorno, fenómenos contextualizados en
décadas de agudos conflictos sociales. Fundamental en esta reflexión es el
estudio del centenario de la independencia de Chile. También se repasa la
puesta en marcha de un gran espacio público de transporte y conexión entre
el Forestal y la estación Mapocho, conocida como Plaza Venezuela, al igual
que la conexión entre el Forestal y la Alameda de las Delicias, y la
construcción de un nuevo barrio por los privados en torno al nuevo parque.
Se centra la atención en los debates municipales, parlamentarios y en las
propuestas del poder ejecutivo, al igual que en las concesiones otorgadas a
privados y en las representaciones sobre el río de los nacientes medios de
comunicación de masas. Se apreciarán allí también querellas internas
respecto al destino que debían tener las tierras ganadas al río. En el capítulo
5 se estudia la expansión urbana hacia el nororiente capitalino, y en especial
la anexión del cerro San Cristóbal como parque público, junto con la
construcción de la avenida Norte del Mapocho o avenida Santa María. Esta
expansión urbana como voluntad pública es comprendida como un proceso
donde participan activamente tanto el estado como la sociedad civil.
Ejemplo de esto último es la población León XIII de la beneficencia católica
edificada en el barrio Bellavista y, especialmente, las romerías del mundo
católico y las ascensiones de los boy-scouts, ambos a la cumbre del cerro San
Cristóbal, definitivamente adoptado como espacio público a fines de la
década del diez.
43
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Metodología
La manera de aprehender parte de la trayectoria de ese espacio público y esa
rectificación urbanística será mediante la noción de „representaciones de
ciudad‟. Esta noción es entendida aquí como una “imagen presente de un
objeto ausente”: es decir, como una imagen de ciudad que no
necesariamente se constituye como totalidad.92 Una representación, de este
modo, no es necesariamente una idea. Con esto se buscó también
espacializar el objeto de estudio, tomando las representaciones de ciudad
como material (cartográfico, literario, etc.) y como campo discursivo que
apuntan a la estructuración de lo que realmente nos interesaba ver: las
riberas y el río como problema cultural. Se trata así de comprender un
debate público que no opera sólo a través del discurso conscientemente
elaborado, sino de los imaginarios, las mentalidades y las prácticas. Para
ello, esta tesis utiliza un método planteado por Carl Schorske en un texto
clásico:
“el
historiador
busca
situar
e
interpretar
el
artefacto
temporalmente en un campo donde se cruzan dos líneas. Una es
vertical, o diacrónica, por la cual establece la relación de un texto o
un sistema de pensamiento con una expresión previa de la misma
rama de actividad cultural (pintura, política, etc.). La otra es
horizontal o sincrónica; por medio de ésta establece la relación del
contenido del objeto intelectual con lo que aparece en otras ramas o
aspectos de una cultura al mismo tiempo”.93
Con esto se buscó también espacializar el objeto de estudio, tomando las
representaciones de ciudad como material -cartográfico, literario, entre
otros- y como campo discursivo que apuntan a la estructuración del objeto
de estudio: las riberas y el río como problema cultural. En definitiva, esta
investigación considerará a los artefactos urbanos como productores de
sentido y construcción de la realidad, ya que las representaciones de esa
ciudad pueden entenderse como uno de sus vehículos más ricos para
indagar en la relación sociedad urbana-naturaleza. En suma, se trata de una
historia sociocultural de la ciudad centrada en los espacios públicos,
mediante un análisis de la relación entre las estructuras y los sujetos
92 Chartier, R. (1995). El mundo como representación. Barcelona, España: Gedisa.
93 Schorske, C. E. (2011). La Viena de Fin de siglo. Política y cultura. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI, pp. xxi-xxii.
44
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
comunes y corrientes. Por tanto, en los actores sociales y en las
representaciones.
Ahora
bien,
en
términos
operativos,
los
documentos
a
utilizar
corresponderán prioritariamente, como es de esperar, en el aparato público.
El uso de las actas municipales realizado por el ya mencionado Richard
Walter parece pertinente y novedoso: si concordamos en que las principales
historias de Santiago que se ocupan del paso del siglo XIX al veinte han sido
las de Armando de Ramón, René León Echaíz y Luis Alberto Romero, debe
destacarse que ninguna de ellas ocupó las actas del municipio santiaguino ni
de otro gobierno local de la capital. Para el estudio de la época colonial sí se
hizo mediante las actas del Cabildo, ocupadas por autores como Vicuña
Mackenna, José Toribio Medina y Miguel Luis Amunátegui en el siglo XIX y
Gabriel Guarda y los propios de Ramón y León Echaíz durante el siglo
pasado. Pero para la indagación en el paso del siglo XIX al XX, las actas de la
Municipalidad de Santiago, y en menor medida las de la Intendencia, han
sido escasamente utilizadas. De esta forma, tanto los registros emanados de
las instituciones políticas como sus intervenciones urbanas pueden ser
abordados como temas de interés. Como ha indicado Adrián Gorelik
parafraseando a Alicia Novick, se trata de uno de los grandes ejes de estudioproblema para la historia urbana: indagar en “el problema del Estado, las
instituciones y las capacidades y modos de formación y actuación de los
profesionales en la ciudad”94.
Tal como cuando se indicó más arriba que al priorizar el estudio del Estado
no se descuidaría la sociedad civil o los privados, debe advertirse aquí que al
seleccionarse las fuentes se han incluido representaciones emanadas de la
literatura, la crónica y los relatos de viajeros. Esto ha sido considerado para
evitar una excesiva concentración del material en las fuentes „políticas‟,
minimizando otras formas de construir el imaginario urbano, que a su vez
afectan las representaciones del sistema de poder. Junto con ello, se dedica
un interés especial en el uso de la imagen como documento histórico. En
todos estos casos, el trabajo ocupará un marco conceptual donde se
considerarán las diferencias entre los significados actuales y los de la
sociedad de la época. Dicho de otro modo: las nociones no serán utilizadas
en un sentido fijo, sino considerando su genealogía o, cuando menos, su
evolución en el lenguaje. Esta definición es útil para el trabajo metodológico
94 Gorelik, A. (2004). “Historia urbana”, en Liernur F., Aliata, F. (dirs.). (2004). Diccionario de arquitectura en la Argentina, t. E-H. Buenos Aires,
Argentina: Clarín.
45
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
con todo tipo de fuentes, ya sean archivísticas o iconográficas, y permite
comprender que el estudio de una puede iluminar sobre aspectos de otra en
apariencia completamente distinta. Desde luego, este proyecto busca seguir
los argumentos metodológicos expuestos por la historia cultural urbana, en
cuanto al uso del numeroso grupo de fuentes no oficiales o convencionales
disponibles. Como se expresó, las imágenes, en especial, constituirán una
fuente clave en la investigación y con ello se propone usar un determinado
tipo de fuente para indagar un particular tipo de representación. Sin duda, el
trabajo metodológico con imágenes implica un extenso campo de intereses,
por lo que esta propuesta de investigación se referirá sólo a aspectos de una
dimensión que abarca áreas tan vastas como el nexo entre imagen y
conocimiento, la historia del arte, la antropología visual y la sociología
visual, la propia historia de la imagen y los estudios de cultura visual95.
Coincidiendo con la propuesta de Schorske, Peter Burke ha enfatizado en las
cualidades y obstáculos de la imagen para profundizar en los elementos
presentes en el proceso cultural de un territorio. Sin ir más lejos, en relación
a la cotidianidad, la cultura material y la facilidad de comprensión de una
idea o sistema. Al respecto, esta propuesta de investigación seguirá la
distinción entre iconografía e iconología, donde la primera se refiere al
reconocimiento de los elementos convencionales presentes en la imagen (un
árbol, una persona), mientras la segunda está ligada a los factores
simbólicos
que
ofrecen
aquellos
elementos,
requiriendo
de
una
interpretación más compleja. Siguiendo esta distinción, este proyecto
concuerda con el planteamiento del historiador británico en cuanto a la
necesidad de confrontar estas fuentes y no aceptarlas inmediatamente,
advirtiendo que en muchas ocasiones el “aparente realismo” de los edificios
es más una opción de los artistas: algunos asearon a su gusto la ciudad, otros
pintaron fantasías arquitectónicas. Lo mismo que los retratistas que
deseaban mostrar a sus modelos de la mejor forma posible: todos problemas
que pueden aplicarse a las fotografías. Como dice Burke, “Las primeras fotos
de ciudades a menudo muestran calles desiertas –circunstancia bastante
95 Becerra, U. (2003). “Fontes visuais, cultura visual, História visual. Balanço provisorio, propostas cautelares”, en Revista Brasileira de História, vol.
23, N° 45. Sao Paulo, Brasil. Sobre la necesidad de hablar de “historia visual” más que de “historia del arte” para el uso de las imágenes, véase Gaskell, I.
(2001). “Visual History”, en Burke, P. (ed.). New perspectives on historical writing. University Park: Pennsylvania State University Press, 2001, pp. 187217.
46
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
poco probable-, para evitar la confusión de imágenes provocada por el
ajetreo, o representan a personas tiesas como palo…”. 96
Desde una perspectiva diferente, pero también centrada en la fotografía, se
utilizará distinción elaborada por Roland Barthes entre el studium y el
punctum en la interpretación fotográfica. El primero, en conexión con el
gusto y el interés con que el observador se acerca a la imagen. El punctum
(“pinchazo”) con aquello “que sale de la escena como una flecha y viene a
punzarme”; algo que comúnmente es un detalle, un “objeto parcial”, pero
que se convierte en fuente principal para motivar las interpretaciones del
espectador.97 Para los objetivos de este proyecto de investigación, la visión
de Barthes posibilita interpretar la fotografía –y la imagen en general- en
una relación permanente con otros elementos de la cultura. El análisis de los
planos de Santiago también será considerado bajo el prisma de las ideas
anteriores. Tanto los planes de transformación como aquellos que
pretendían representar la urbe lo más fielmente posible tuvieron omisiones,
agregaciones y, en suma, particulares intereses y representaciones de
ciudad. Por cierto, también se analizarán y confrontarán fuentes
archivísticas y periodísticas, en una época de gran producción de opinión
pública. En un segundo momento se articulará el marco conceptual o
“artefacto” (Schorske) ya citado con la información recopilada. El análisis de
las propuestas y realizaciones de determinados actores y entidades
permitirán avanzar en la interpretación de las ideas acerca del espacio
público y las ideas urbanísticas que las sustentan. Del mismo modo, un
contraste de los discursos y sus construcciones simbólicas, más que simples
derivaciones del contexto económico-social.
96 Burke, P. (2001). “La cultura material a través de las imágenes”, en Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico. Barcelona,
España: Crítica, p. 107.
97 Barthes, R. (1990). La cámara lúcida. Notas sobre fotografía. Barcelona, España: Paidós.
47
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Capítulo 1. El río Mapocho y la ciudad: el
lugar, las personas y las instituciones
1.1. Situación geográfica, emplazamiento urbano,
antecedentes históricos.
El río Mapocho ocupa un lugar paradójico tanto en la historia urbana de
Santiago, como
en las crónicas y relatos que han ido formando las
representaciones de la ciudad. Por una parte, es reconocido como el
protagonista de fatídicas y continuas inundaciones y desbordes que desde
temprano asolaron a la ciudad. En esa dimensión, ha sido historiado como el
escenario de la lucha de una sociedad urbana por dominar a la naturaleza
durante siglos, mediante obras hidráulicas como los tajamares o puentes
como el de Cal y Canto. Se ha tratado, por ende, del factor geográfico que
simboliza la „historia infausta‟ de la ciudad y el empuje de una sociedad
fronteriza por superarla; un elemento adverso que marcó culturalmente a los
santiaguinos y su vínculo con la naturaleza. Como dijera a mediados del
siglo XVII el padre Alonso de Ovalle, uno de los primeros creadores de una
imagen de país y de ciudad desde la narrativa, el Mapocho era “un alegre y
apacible río, que lo es mientras no se enoja…”.98 Por otro lado, el torrente ha
sido entendido como el abastecedor de agua por excelencia: sin éste el valle
del Mapocho no habría sido elegido como el lugar de fundación ni habría
posibilitado la formación de una ciudad-capital. Aunque este factor no ha
sido subrayado con el mismo énfasis que su dimensión negativa, es
conveniente destacar que los discursos sobre el Mapocho lo han entendido
como un elemento geográfico proveedor y facilitador de la producción.
Durante gran parte del año el Mapocho era un río seco, fácilmente
transitable, “un riachuelo” -señaló el ingeniero militar francés Frezier en
1774- “a causa de que no hay lluvia durante ocho meses del año”. El mismo
autor expresó que “casi siempre es vadeable; como su corriente es muy
rápida, sus aguas son un poco turbias; pero los habitantes no tienen otra, la
hacen destilar en piedras especiales para esto, particularmente cuando se
98
de Ovalle, A. (1969). Relación del Reino de Chile. Santiago, Chile: Instituto de Literatura Chilena, pp.
73-78. La mención a la „historia infausta‟ y su relación con la construcción cultural de Santiago es tributaria del
artículo de Mellafe, R. (1986). “El acontecer infausto en el carácter chileno: una proposición de historia de las
mentalidades”, en su libro Historia social de Chile y América: sugerencias y aproximaciones. Santiago, Chile:
Universitaria.
48
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
derriten las nieves, porque entonces, si no se purifica, es dañina”. Frezier
indicó además que “para impedir que el río se desborde y cause
inundaciones han construido una muralla y un dique por medio del cual
corren en todo tiempo acequias para regar los jardines y refrescar cuando se
quiere las calles, comodidad inestimable que sólo se encuentra en pocas
ciudades de Europa, de un modo natural”. Su utilidad productiva, en tanto,
se confirmaba ya que “además de las acequias, se sacan anchos canales para
mover los molinos esparcidos en diferentes puntos de la ciudad, para la
comodidad de cada barrio”99. Un panorama similar observó el español José
Fernández Campino, quien en 1739 señaló que del Mapocho, “sale una gran
toma de agua; que repartida en todos sus solares, fertilizan sus jardines y
huertas”. Existía también, “un tajamar que la guarece por la cabecera y sigue
hasta cerca de su puente, que tiene como dos cuadras de largo, y da paso al
convento de Recoletos Descalzos y a un lugar o barrio que llaman de La
Chimba”.100 Ya en la época republicana, en la década de 1840, el científico
polaco Ignacio Domeyko refirió la misma utilidad del río expresada por
Frezier y Fernández. Con todo, a esas alturas se había agregado el canal San
Carlos, “procedente del río Maipo, el cual, conjuntamente con el Mapocho,
suministra tal abundancia de agua, que ésta basta no sólo para beber sino
también para regar en la época calurosa todas las calles y los jardines
municipales”.101
Si miramos las condiciones geomorfológicas del río Mapocho puede
indicarse en primer lugar que es, en rigor, un torrente. Es decir, un río
aluvional, que atraviesa Santiago en toda su extensión oriente-poniente,
trayendo consigo las aguas lluvias y las cordilleranas. Se trata de un río de
régimen nivo-pluvial, donde debido a su marcada pendiente y a la cantidad
de afluentes que lo alimentan, escurre torrencialmente por el valle de
Santiago. Estos afluentes son los esteros Leonera y Yerba Loca, que luego se
encuentran con el río San Francisco y el río Molina. Como indica Gonzalo
Piwonka, “Otro factor importante en la morfología del Mapocho es la
gradiente pronunciada de su talweg [camino del valle], que lo constituye en
un típico río „torrentoso‟, al estilo del Maipo, Rapel y Mataquito, todo lo
contrario de uno de „‟llanura‟ con amplios meandros, como el Valdivia, el
99
Frézier, A. (1902). Relación del viaje por el Mar del Sur a las costas de Chile y el Perú. Santiago,
Chile: Impr. Mejía, pp. 77-8.
100
Fernández Campino, J. (1981). Relación del Obispado de Santiago. Santiago, Chile: Universitaria, p.
67.
101
Domeyko, I. (1978). Mis viajes, tomo I, Santiago, Chile: Universidad de Chile, p. 491.
49
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Bueno, el Támesis o el Sena”.102 Esta rapidez del curso fluvial se ve
aumentada por la ausencia de meandros o curvas típicas de los ríos
sinuosos. Pero además, la condición torrentosa del Mapocho se debe a una
suma progresiva de escurrimientos o sedimentos, configurando un curso de
corrientes torrenciales y también de gran capacidad de transporte de
sedimentos, provocando efectos erosivos en el cauce.103 Sin embargo, la
corriente del Mapocho no es constante. Durante la época de los deshielos
cordilleranos, y no en el invierno, es cuando se producen los caudales más
potentes. Esto tiene su raíz en la irregularidad pluviométrica, que genera
cortos períodos de exceso o superávit y prolongados períodos de déficit o
sequía.
El Mapocho está ubicado en una cuenca andina. Su extensión, en torno a los
110 kilómetros, también posibilita una relación importante con los suburbios
del norponiente capitalino. Actualmente, el río atraviesa tres sectores bien
diferenciados: en su nacimiento en la convergencia de los ríos Molina y San
Francisco es un torrente que avanza por un cauce pedregoso en medio de
imponentes sierras, recibiendo los deshielos de macizos andinos con una
altura sobre los cinco y seis mil metros. Al entrar en la ciudad, recibe el flujo
del estero del Arrayán, del canal San Carlos, el estero de Lampa y
finalmente, el Zanjón de la Aguada. En ese tramo urbano se angosta debido
a la acción humana, hasta transformarse en un canal de cuarenta metros de
ancho que desaparece al pie del cerro Renca. Este segundo sector es donde
mayor cantidad de espacios públicos y patrimoniales pueden encontrarse.
Una tercera zona se encuentra en Pudahuel, actual periferia norponiente
santiaguina, donde el Mapocho reaparece para finalmente confluir con el río
Maipo, ya fuera de los límites urbanos.104
Por otra parte, el río contó siempre con un brazo, que se mantiene hasta hoy,
aunque con menores dimensiones en su cauce. Lo que habitualmente se
indica que era un segundo brazo del Mapocho no era más que un pequeño
arroyo que corría por la actual Alameda, y que fue bautizada como “la
Cañada” y que se extinguió en el siglo XVII. En rigor, se trató de un brazo de
inundación y no de un segundo curso del río. Así, el Mapocho tuvo desde
102
Piwonka, G., “Las aguas del Mapocho”, citado.
103
Ferrando, F. J. (2008). “Río Mapocho: características hidrológicas vs. proyecto Mapocho Navegable”,
en Revista de Urbanismo Nº 18, Santiago, Chile: Departamento de Urbanismo, Facultad de Arquitectura y
Urbanismo de la Universidad de Chile.
104
50
Borquez, O. Historia del río Mapocho y sus puentes, citado, pp. 4-9.
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
temprano una situación ambigua: pese a su centralidad y a la sequedad
referida por el padre Ovalle y el ingeniero Frezier, era un torrente
conformador de un límite „natural‟ que dejaba a ultra-Mapocho en una
situación totalmente autónoma al menos durante cuatro meses al año. Esto,
debido a la magnitud de las lluvias, que hacían crecer el caudal del río y de
las acequias de la ciudad; a la escasez de puentes –el de Cal y Canto data
recién de 1779 y los puentes de madera tenían breve duración- y al propio
tamaño de la caja del río, aproximadamente cuatro veces más ancho que en
la actualidad. De esta manera, constituyó un límite natural de la ciudad de
Santiago hacia el norte, así como lo hacía la cordillera de los Andes en el
oriente.
El Mapocho, por tanto, históricamente dividió al casco fundacional urbano
de la Chimba, es decir, el barrio ubicado de la otra orilla del río, en lengua
quechua. Armando de Ramón, al describir el sector ultra-Mapocho en el
siglo XVII, expresó que “era suburbano el legendario 'barrio' de La Chimba,
pese a un reducido grupo de casas levantadas en torno a la Recoleta
Franciscana, ya que estaba constituido principalmente, por pequeñas
propiedades agrícolas que se comunicaban con la Ciudad por el puente que
enfrentaba la calle de San Antonio”. La Chimba pertenecía entonces “a la
jurisdicción de la parroquia de Renca, comprendiendo dos núcleos
suburbanos, de pequeños propietarios agrícolas muy semejantes entre sí: el
de La Chimba frente a la Ciudad y el de Renca, establecido al pie del cerro de
Galaz o de Renca donde se encontraba la capilla que hacía las veces de
parroquia. Entre ambos núcleos suburbanos, se extendían hacia el norte
varias chacras de mayor extensión. Igual cosa ocurría al este de la Recoleta
Franciscana donde había también algunas chacras y tres molinos junto al
Río”.105 Suburbios, parroquias, molinos, chacras y pequeños propietarios
agrícolas son las palabras que condensarían a la zona norte en aquella época.
Y en ese contexto, por su extensión y características torrenciales, el río
fomentó la lenta extensión de a ciudad hacia el sur y la dificultó hacia el
norte. En definitiva, vivir en la Chimba fue visto por siglos por los
santiaguinos del casco histórico como residir en „otra‟ ciudad, por ello su
territorio fue entendido como distante y complejo de habitar, y sus
pobladores, como actores de una proeza o un maleficio. En aquel espacio,
más allá del aislamiento invernal y de los intercambios comerciales, en
105 de Ramón, A. (1975). La ciudad de Santiago entre 1650 y 1700. Ensayo de metodología para su estudio e
interpretación. Santiago, Chile: D.T. N° 77, CIDU.
51
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
muchos aspectos la vida cotidiana también era autónoma respecto del resto
de la capital.
Como se ve, el Mapocho tuvo usos económicos desde temprano. El más
habitual fue la instalación de molinos para la elaboración de productos
derivados del trigo. Estos se ubicaron en las riberas: algunos en el centro,
como el colonial Molino de San Pablo, perteneciente a los jesuitas y
vinculado al templo del mismo nombre. En tanto, en las faldas del cerro San
Cristóbal y por la ribera norte en general se levantaron numerosos molinos
desde el siglo XVI.106 Pero la existencia del torrente no garantizó un riego
fecundo para los campos circundantes. El valle del Mapocho tenía una
“condición semi-desértica”, donde las formas de instalación fueron
originando una “cultura de oasis”. 107 De esta manera, cada fuente de agua
debía ser aprovechada al máximo o, en otras palabras, debía ser trabajada
como obra de infraestructura. La llegada de los conquistadores y su decisión
de constituir a la naciente ciudad de Santiago como cabecera del Reino de
Chile en 1541 sólo intensificó esta manera de entender la distribución de las
aguas. Lo que interesa destacar aquí es la existencia de una red prehispánica
de canales que fue aumentada y optimizada con la dominación europea.
Ahora bien, esta no fue una situación producida únicamente en la urbe
chilena; por ello, el caso de las acequias y molinos capitalinos induce a la
comparación con otras ciudades cercanas, como Mendoza. A semejanza de
Santiago, un río principal y sus ramificaciones fueron y aún son un referente
principal en su forma urbana. Allí el asentamiento se produjo en el valle del
río Mendoza, antiguamente río de Cuyo, que baja de la cordillera de los
Andes en sentido oeste-este provocando durante siglos numerosas
inundaciones y desbordes. La red de acequias surgidas por la acción humana
tuvo un funcionamiento similar a la santiaguina, y si bien tuvieron
orientaciones geográficas disímiles, atravesaban en zigzag la cuadrícula
fundacional, configurando simultáneamente una red de irrigación agrícola y
de abastecimiento de agua potable. En Mendoza la provisión de esta última
se efectuaba mediante la „Acequia de la Ciudad‟ que iba en sentido sur-norte,
106 Sobre el tema, Lavín, C. (1947). La Chimba (Del viejo Santiago). Santiago, Chile: Zig Zag. También es útil
González, B. (2006). “Entre tradición y modernidad (1558-1928): las familias de notables y sus vínculos
patrimoniales en la Ciudad de Santiago de Chile”, en Horvitz, M. E. (dir.). Memoria del nombre y salvación
eterna. Los Notables y las Capellanías de Misas en Chile. Santiago, Chile: Depto. de Ciencias Históricas de la U. de
Chile.
107 Pérez, F. Santiago entre su origen y sus desafíos, cit. Como él mismo expresa, toma la idea de “cultura de oasis”
del también arquitecto Ricardo Astaburuaga.
52
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
mientras las acequias secundarias corrían en la misma dirección que el río,
esto es, oeste-este o incluso este-oeste.108
La comparación con Mendoza es útil también para comprender las
contenciones de las salidas de torrentes, y es que en el caso argentino y
chileno, se construyeron “tajamares”, estructuras alargadas y angostas que
también tenían bajadas para acceder al río. Sobre esos tajamares se
constituyó un paseo, conocido con ese nombre.109 Quizás ésa fue la primera
vez que se pensó la ribera del río como espacio público. Pero más que „una‟
sola gran obra pública, los tajamares del Mapocho fueron una serie de
construcciones desplegadas a lo largo de diferentes gobiernos. Estas obras
defensivas instaladas desde inicios del siglo XVII fueron malecones o diques
que contaron con bajadas o „escarpes‟, posibilitando el descenso de carretas
y animales al lecho del torrente, ya fuera para efectuar un trayecto entre la
Chimba y el casco histórico o para actividades laborales, de extracción de
agua o áridos o, simplemente, de descanso. Estos tajamares permitieron
también ir incorporando al lecho del río en el espacio urbano. Es decir, la
instalación de estas defensas se entendió como parte de un verdadero
sistema que integraba protección, conectividad, abastecimiento y valor
estético como sinónimo de belleza. La reconstrucción de los tajamares,
iniciada en 1790 bajo la dirección de Joaquín Toesca y concluida en 1808,
después de muerte, significó edificar un nuevo corredor en paralelo al viejo,
emplazado en dos sectores: el céntrico y una extensión hacia el oriente de la
actual plaza Baquedano, hasta calle Condell. Los tajamares de Toesca y el
nuevo Puente fueron comprendidos rápidamente tanto por los gobernantes
hispanos como por los viajeros y cartógrafos como parte de un sistema
defensivo entrelazado. Por ello, si es necesario configurar un hito en la
historia de estos malecones, fue precisamente en los tajamares del extremo
oriente, donde se construyó la primera escultura pública de la ciudad: el
obelisco conmemorativo de aquella obra hidráulica.110
108
Ponte, J. (2007). De los caciques del agua a la Mendoza de las acequias. Cinco siglos de historia de
acequias, zanjones y molinos. Mendoza, Argentina: Incihusa-Conicet. La influencia de esta estructura de aguas en
el tejido urbano no fue menor, ya que “si la entrada de la acequia proveedora de agua era por la margen oeste de
cada manzana, los lotes o sitios debían necesariamente subdividirse en hilera de oeste a este, de manera de poder
„hilvanarlas‟ a una acequia proveedora” (p. 297).
109
Piwonka, G. Las aguas de Santiago de Chile, citado, p. 32.
110 Obelisco que hoy se encuentra frente a calle Condell, en la comuna de Providencia. Piwonka, G., Las aguas de
Santiago de Chile, citado, p. 255 y ss.; Voionmaa, L., Escultura Pública…, op. Cit., pp. 28-44. “Hidráulica” se
entenderá aquí como la ingeniería de la conducción de las aguas.
53
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 1. Leandro de Badarán, Plano que manifiesta la dirección del Río Mapocho en Santiago
de Chile
Este plano de estudio para la edificación de tajamares –post inundación de 1783- permite
apreciar su edificación (franja delgada) en el sector centro y oriente de la ciudad. Está el brazo
natural de rebalse en la curva de la actual Plaza Italia, con la anchura máxima del torrente en la
planta urbana. Se distingue además la cuadrícula fundacional, su paulatina disolución en el
borde sur –a medida que se acercaba al río- y la existencia de hileras de árboles
inmediatamente al poniente del puente de Cal y Canto. Nótese también la minoritaria
presencia del damero en los barrios al norte del río y el desarrollo más bien de una trama
irregular, debido al uso agrícola de los terrenos.
Además, los tajamares tuvieron una utilidad basada en la conectividad: los
puentes. Un notable aporte en tal sentido fue el primer puente permanente
sobre el río, realizado en madera por los franciscanos de la Chimba a partir
de 1668. Mayor aún fue el aporte del majestuoso puente de Cal y Canto
(1779), que por vez primera posibilitó contar con una estructura resistente a
Cal y Canto (o Puente Nuevo, como se le llamó en un principio) constituyó
uno de los edificios más notables de la época: no sólo se creó para la
conexión con ultra-Mapocho, sino que décadas después sobre él se
levantaron numerosos baratillos, esto es, pequeñas tiendas comerciales
techadas. El citado Ignacio Domeyko indicó en 1841 que “al entrar en la
ciudad, llama la atención un sólido puente de obras con grandes arcadas
parecidos al de Dresde sobre el Elba y algo más pequeño que éste. Desde
este puente sobre el Mapocho se abre una espléndida y maravillosa vista a la
54
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
cordillera, las orillas del río están guarnecidas por un alto y ancho tajamar
que se extiende a lo largo de media milla”.111
Por otra parte, los tajamares fueron intervenidos por las autoridades con el
fin de que sirvieran como paseo público, desarrollándose así -pese a las
continuas inundaciones- una faceta más armónica en la relación entre
acción humana y espacio natural. Este paseo público, fue quizás el primero
en la historia de Santiago capaz de disputar la primacía de la Plaza de
Armas. El primer paseo de los tajamares fue ejecutado en la década de 1730.
Debido a la instalación del nombrado obelisco conmemorativo del que no
quedan registros gráficos, fue llamado 'paseo de la Pirámide'. 112 Hacia 1780,
se inauguró la “Alameda de Sauces del Tajamar”. Instalada entre calles
Teatinos, Puente, San Pablo y la posterior Calle del Ojo Seco –es decir, la
ribera sur del Mapocho- fue descrita como una “vistosa alameda de tres
calles de frondosos sauces que en todas las estaciones del año conservan su
verdor”. Con todo, fue destruida por un nuevo hecho aciago: la crecida del
río en 1783.113 Sólo a partir de la apertura de la Alameda de las Delicias en
1821, el “paseo del Tajamar” dejó paulatinamente de constituir uno de los
dos principales „corazones urbanos‟, junto con la Plaza de Armas o de la
Independencia. Sin embargo, siguió teniendo relevancia para el conjunto de
la ciudad como espacio público a lo menos hasta mediados de siglo. Algunos
extranjeros elogiaron el paisaje ribereño, elevándolo a una categoría de
Fig. 2. Plano de Santiago del Abate
Molina, 1776. Desde una descripción
cartográfica más apegada a los elementos
figurativos que a la exactitud de los
espacios, pueden verse los tajamares en
los bordes del Mapocho, inmediatamente
al oriente del Cal y Canto y el paseo
arbolado del Tajamar, espacio público
diseñado desde mediados del siglo XVIII y
que se extendía por más de diez cuadras.
Obsérvese también la disolución del
damero al norte de la Plaza de Armas,
particularmente de calle Santo Domingo.
placer estético a partir de la relación entre naturaleza y ciudad.114
Evidentemente, el tema común en todos ellos fue destacar que el paso del río
por la ciudad podía resultar en numerosas prácticas y actores: fue el mismo
suceso que llamó la atención del francés Charton de Treville en 1850 (Fig. 3),
al dibujar cómo el estrecho Puente de Palo se había convertido en un
concurrido espacio de trabajo (extracción de agua y áridos), tránsito e
incluso de esparcimiento.
111
Domeyko, I., op. Cit., p. 492.
112
Voionmaa, L., Escultura pública. Santiago 1792-2004, op. Cit., pp. 26-27.
113
Respecto a la “Alameda de Sauces del Tajamar”, Vicuña Mackenna menciona que también hubo otra
en lo que hoy son las calles San Pablo y General Mackenna. Cfr. Vicuña Mackenna, B., Una peregrinación…,
citado, p. 19. Esto coincide con el relato de Guarda, quien plantea que en 1783 Leandro Badarán proyectó una
nueva alameda. Según Carvallo Goyeneche, “el sector oriental del tajamar, [era] obra del Marqués de Obando […] y
la pobló de frondosos árboles”. Citado en Guarda, G., Historia urbana…, op. Cit., p. 127.
114
Por ejemplo, en 1823 Maria Graham expresó que
“Los Tajamares son un sólido parapeto de
albañilería construido para defender la ciudad de las creces del Mapocho, que, aunque de ordinario es un
inofensivo riachuelo que corre por un angosto canal en medio de un ancho lecho de piedras, se convierte dos veces
al año en un impetuoso torrente. […] La Alameda está dentro del recinto de los Tajamares; un paseo encantador,
con largas filas de sauces y una vista espléndida”. Graham, M. (19?). Diario de su residencia en Chile (1822) y de su
viaje al Brasil (1823). Madrid, España: Editorial América, p. 258.
55
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
a
Figura 3. Charton de Treville, “El Paseo del Puente de Palo”, c. 1850. Vista desde la banda
sur hacia La Chimba. Probablemente retratado en época estival, se advierte el uso laboral de
las aguas, especialmente de los „aguateros‟, así como el las caminatas sobre el puente. Este
era el nexo entre el casco histórico y la Recoleta Franciscana, cuyo templo se aprecia a la
izquierda de la imagen. Adviértase la fragilidad material del puente, fundamentalmente
para afrontar las estaciones lluviosas.
Junto con intentar infructuosamente socavar las salidas del río, los
tajamares y las alamedas edificadas a un lado de estos fueron levantados allí
“por la decoración y hermosura de la propia ciudad”, como señaló el
ingeniero Juan Garland en 1765.115 Esta elección se consideró apropiada
también para la especialización de ciertas prácticas de sociabilidad, como los
deportes. Por ello, el arquitecto Juan José de Goycolea, hacia 1800, proyectó
un conjunto de edificios para baños públicos y juego de pelotas, próximos al
paseo del Tajamar, en lo que hoy es la calle José Miguel de la Barra y el
parque Forestal, frente al Museo de Bellas Artes. Goycolea promovió el uso
de ciertos elementos decorativos que resaltarían en la obra, presentando “a
esta entrada principal de la ciudad un objeto que suministra a los viajantes
115
56
Citado en Pereira Salas, E., Historia del arte en el Reino de Chile, citado, p. 157.
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
una idea ventajosa de ella y los previniese favorablemente”.116 Es importante
puntualizar que ya en ese tiempo en los bordes se habían establecido otros
edificios públicos y privados de importancia, como la quinta del Corregidor
Luis Manuel de Zañartu –director de las obras del Cal y Canto- y el
monasterio del Carmen de San Rafael (1767) a la entrada de la Cañadilla.
Simultáneamente, se habían proyectado otros -luego levantados en sitios
diversos de la ciudad- como el Palacio de la Moneda, obra de Joaquín
Toesca.117
En definitiva, el inicio del período republicano encontró al río Mapocho en
una tensión: por una parte, era un paseo, gracias a los tajamares,
estableciéndose en sus alrededores árboles y alamedas. El torrente era
entendido así como parte de una estética urbana. Por otra parte, el Mapocho
ya era percibido como un obstáculo al desarrollo urbano, al irrumpir
constantemente con sus aumentos en el caudal de agua. Pero la solución a
esos problemas se producirá sólo hacia finales del siglo XIX, debido un
contexto social, cultural y económico que permitió la canalización y la
transformación de las riberas en su tramo urbano.
1.2. Nuevos saberes: de Vicuña Mackenna al Ministerio
de Industria y Obras Públicas
Como se indicó en la introducción, esta tesis pretende focalizar su atención
en al menos tres ejes: la articulación entre naturaleza y ciudad, naturaleza y
marginalidad y naturaleza en vínculo con la expansión urbana. Pero, ¿cómo
era el río Mapocho? ¿Cómo eran sus relaciones con la ciudad en la segunda
mitad del siglo XIX? Los bordes transformados por Martínez entre 1888 y
1892 ocupaban un territorio pequeño, con una extensión aproximada de 2,5
kilómetros. Como se expresó, el Mapocho era un inofensivo riachuelo
116
Cit. en Pereira Salas, E., Historia del arte…, p. 267; de Ramón, A., Santiago de Chile (1541-1991), op.
Cit., pp. 120-121. En paralelo a estas construcciones, se realizó una operación urbana vial pretendida por siglos,
como fue la construcción del camino Santiago-Valparaíso (calle San Pablo), en la banda sur del Mapocho. Con su
inicio en 1792, se implementaron una serie de obras públicas: la calle San Pablo fue empedrada -cosa nada común
en esos años- y se levantó un puente sobre la acequia grande de Negrete (actual Brasil), controlando nada menos
que el principal canal de la zona poniente. El afán conmemorativo demostrado antes con el obelisco de los
tajamares fue materializado esta vez mediante una pirámide en el lugar donde el camino a puerto se unía a San
Pablo, para entrar majestuosamente en la capital del reino. El 'obelisco trunco' se trasladó décadas después a su
actual ubicación, en Brasil con Santo Domingo.
117
Guarda, G., Historia urbana del Reino de Chile, citado, p. 256. Ese Palacio, originalmente estaría
emplazado en el Basural de Santo Domingo, luego Mercado Central.
57
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
durante la mayor parte del año, en medio de un ancho lecho pedregoso,
aunque al menos dos veces al año se transformaba en un impetuoso
torrente. Durante largos meses, la caja del río -que en varios puntos
alcanzaba los 400 metros- podía ocuparse para cruzar entre riberas e incluso
como terminal de transporte público.
Las intervenciones sobre el sistema de aguas de Santiago durante la segunda
mitad del siglo XIX, y hasta la canalización del Mapocho, tuvieron su
máxima expresión material en la nivelación de acequias ejecutada en los
barrios del centro entre 1869 y 1871. La motivación fue sanitaria: debido al
crecimiento de la población de Santiago –más de cien mil habitantes- las
acequias urbanas se habían convertido en auténticas cloacas, pese a que
servían para beber y limpiar. Dos desoladoras epidemias, en 1868 y 1872,
confirmaron la urgencia del problema. La nivelación consistió en dar a cada
acequia una pendiente constante entre su punto de salida y el de llegada, en
profundizar su lecho de dos a tres metros debajo de la superficie, y en
cubrirlas en casi todo el trayecto con bóvedas de mampostería de ladrillos.
Esto se efectuó en canales importantes, como la acequia de Negrete –en el
poniente- y otras de la zona sur. El error, según Ricardo Larraín Bravo, fue
“dar a las nuevas acequias la misma dirección de las antiguas, dejándoles
numerosas curvas o aun aumentando la que poseían; por esta razón se
produjo la disminución de la corriente”.118 Esa disminución ocasionó un
estancamiento de las aguas y el consecuente uso de ellas como cloacas,
dejando definitivamente atrás su utilización como regadores de jardines y
huertas. Simultáneamente, las acequias fueron asociándose cada vez más a
los „miasmas‟ y epidemias. Pese a que en 1864 se dispuso de un servicio de
agua potable traída de la quebrada de Ramón y de Vitacura, la mayoría de
los santiaguinos continuó abasteciéndose de pilas públicas, con agua del
Mapocho o del canal San Miguel (Acequia Grande, en la actual Diez de Julio,
inaugurado en 1822).119 En este sentido, sólo la gran epidemia de viruela de
1872 provocó que la sociedad urbana le diera al problema un carácter grave,
118 Larraín Bravo, R. (1909). La higiene aplicada a las construcciones (alcantarillado, agua potable,
saneamiento, calefacción, ventilación, etc.), primer volumen. Santiago, Chile: Impr. Cervantes, p. 862.
119 L. A. Romero, ¿Qué hacer con los pobres?, op. Cit., pp. 29-30. “A mediados del siglo XIX, 36.000 habitantes de
Santiago, sobre una población total de 115.000 personas, cuentan con suministro de agua potable. Hacia 1855 se
construye una red de distribución domiciliaria con 1.812 tubos de fierro traídos de Liverpool según proposición de
Guillermo Wheelwright y con dos cajitas de agua de 32.000 metros cuadrados en Plaza Baquedano. En 1859 la
Municipalidad de Santiago crea la Empresa de Agua Potable...y en 1865, los derechos sobre todas las aguas
provenientes de la hoya de Ramón son adquiridos por el Estado.” Ver Saavedra, M. (2000). “La infraestructura,
desde la fundación hasta fines de los años treinta”, en Santiago Poniente. Desarrollo Urbano y Patrimonio.
Santiago, Chile: D.O.M. de Santiago y Atelier Parisien d‟Urbanisme, p. 49.
58
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
llevando a que el intendente Vicuña Mackenna encarara una limpieza
general de la ciudad.120
En rigor, los barrios patricios fueron los únicos beneficiados por la
implementación de los nuevos servicios. Tanto así, que Recaredo Tornero
calculó que en 1872 sólo 32.080 personas habitantes de ese sector, de un
total urbano de 118.687, disfrutaban de ese servicio. 121 La falta de agua
potable y su calidad fue el centro de las denuncias a partir de estos años,
reclamos que fueron incrementándose con el aumento de población.
Evidentemente, esta escasez en la parte céntrica de la ciudad mostraba que
en sus zonas periféricas dicho servicio era inexistente, subrayando los
fuertes contrastes sociales que en ella se contenían. Esas consecuencias,
junto con mostrar la histórica precariedad de las condiciones de salubridad e
higiene, reafirmaban que la ciudad „propia‟ era una ínfima parte de una urbe
que aún conservaba muchos elementos rurales. Y es que la crisis ambiental
en el Santiago de la época había adoptado la forma de problemas de higiene
y salubridad: ninguna de sus calles, por ejemplo, había sido pavimentada, y
solo una ínfima minoría de casas contaba con agua potable.122 De esta forma
–y en conjunto con el discurso de Vicuña Mackenna- en la urbe aparecía
cada vez más una visión dual: por un lado, la oligarquía y por otro, el
Santiago de los pobres. A este difícil panorama nacional se sumó en 1876
una epidemia de viruela, que mató a 6.324 personas. De ellas, 5.170 vivían
en Santiago, desapareciendo así nada menos que el 4% de la población
capitalina.123
Los efectos de esta situación ambiental y sanitaria promovieron la difusión
del higienismo. Como es sabido, esta disciplina médico-social surgió en la
Europa del siglo XVIII como parte de nuevas políticas de salud orientadas a
solucionar los efectos de la urbanización y una paulatina industrialización.
Se trató de un nuevo proyecto que consistía no tanto en sanar los cuerpos de
los enfermos, sino sobre todo prevenir su infección.124 De esta forma, la
normativa sanitaria para paliar epidemias, junto con las normas regulatorias
internas de la ciudad, se convirtió en el origen del urbanismo moderno. En
120 L.A. Romero, op. cit., p. 129.
121 Citado por A. De Ramón, Santiago de Chile (1541 – 1991)…, op. cit., p. 172.
122 Peña, c., Santiago de siglo en siglo, citado, pp. 276 y 280.
123
Grez, S. (1997). De la “regeneración del pueblo” a la huelga general. Génesis y evolución histórica
del movimiento popular en Chile (1810-1890). Santiago, Chile: Dibam, p. 462.
124
Foucault, M. (1980). “The politics of health in the eighteenth century”, en Power Knowledge:
Selected interviews and writings 1972-1977. Nueva York, Estados Unidos: Pantheon Books, p. 170 y ss. Es evidente
que aquí se vuelve al tema indagado por Tafuri en Las „máquinas imperfectas‟: los inicios de la economía espacial.
59
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
palabras de Michel Foucault, para el caso europeo, “el ejercicio de esas tres
funciones –orden, enriquecimiento y salubridad- es asegurado menos por
un único aparato que por un ensamble de múltiples regulaciones e
instituciones, las que en el siglo XVIII toman el nombre genérico de
„política‟”.125 Con esta situación se dio una intersección de una nueva,
„analítica‟ economía de asistencia y la emergencia de una política general de
salud, sustentadora de la notable importancia adquirida por la medicina. En
otras palabras: un nuevo saber que intervino en la forma de la ciudad y en
las representaciones de ésta.
En Chile fue una tarea realizada prioritariamente por médicos. Aunque
políticos destacados fomentaron su propagación –como Vicuña Mackenna
durante su intendencia- fueron aquellos los promotores más decididos de
una ideología moralizadora y paternalista, que como se ha dicho pretendía la
precaución más que la curación de enfermedades. Aunque las epidemias
eran corrientes en el Chile anterior a 1870, su masificación y consecuencias
fueron tomando dimensiones catastróficas, coadyuvando a la difusión de
esta corriente. Hacia 1870 se estableció un decreto que hizo obligatoria la
enseñanza de la higiene en los colegios fiscales, y uno de los primeros textos
fomentadores de hábitos de limpieza y orientados a conectarlos con la
instrucción de valores republicanos fue el del doctor Adolfo Murillo: De la
educación física y de la enseñanza de la higiene en los liceos y escuelas de la
República, de 1872.126 El caso de Murillo es sugerente y quizás infrecuente,
pero expresa en buena medida las posibilidades de acción de aquellos
vinculados a esta nueva semántica: fue miembro de la Facultad de Medicina
de la Universidad de Chile, de la Sociedad Médico-Quirúrgica, de la
Sociedad de Farmacia de Santiago, del Consejo de Higiene y redactor de la
Revista Médica de Chile, entre otros cargos. Pero fue sólo con la epidemia de
cólera de 1887 que el higienismo y la noción de higiene pública pasaron a
ocupar una posición definitivamente central en el andamiaje de las políticas
estatales, precisamente a poco de haber asumido el poder un gobernante con
preferencia por las obras públicas como Balmaceda. 127
125
Idem.
126 Murillo, A. (1872). De la educación física y de la enseñanza de la higiene. Santiago, Chile: Oreste L. Tornero. Y
del mismo autor, en las décadas siguientes: (1883). Vacunación obligatoria: discurso pronunciado en la Cámara
de Diputados, Sesión del 6 de julio de 1883. Santiago, Chile: Impr. La República y (1896). La mortalidad urbana
en Chile: discurso leído en la apertura del Congreso Científico General Chileno celebrado en Concepción en 1896.
Santiago, Chile: Imprenta Roma.
127 Illanes, M. A. (1993). “En el nombre del pueblo, del estado y de la ciencia, (…)”. Historia social de la salud
pública en Chile 1880/1973. Santiago, Chile: Colectivo de atención primaria. El impacto de la epidemia de cólera
60
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Pero a finales de siglo quedó en evidencia que esa transformación era
insuficiente: en ese contexto, las críticas de los médicos e higienistas en
general se centraron en una novedosa tipología urbana, los conventillos. Es
necesario recordar que durante la segunda mitad del siglo XIX los ranchos
fueron reemplazados por los conventillos como la principal modalidad de
habitación barata, asentándose también como un excelente negocio para los
propietarios. En un principio, fueron levantados subdividiendo casas
coloniales, alquilándose las piezas en forma separada; luego empezaron a
edificarse especialmente, con dos hileras de habitaciones y un corredor entre
ambas. Muchas veces había un patio común por donde corría una acequia
con desperdicios.128 En ese contexto, destacaron en la propuesta higienista
Ricardo Dávila Boza y Federico Puga Borne, publicando estudios científicos
en plena epidemia de 1886. Otros se orientaron al tema de la salubridad
apremiada en el espacio público, como Octavio Maira. 129 Augusto Orrego
Luco, en tanto, introdujo el concepto “Cuestión Social” al debate económico
y de salubridad pública. Varios de ellos se percataron que para el caso
particular de Santiago y como lo haría el presidente Balmaceda por esos
años, las medidas higiénicas debían ir junto con un plan de racionalización
de la infraestructura de agua potable y alcantarillado.
Para los objetivos de esta tesis, esa preocupación será fundamental para
impulsar obras de alcantarillado y agua potable, tan caras al uso del río
Mapocho. Es de interés ver aquí esos cambios como parte de una relación
entre las aguas, la salubridad pública y las obras de infraestructura: en
Santiago, con la transformación del río en un canal en su tramo urbano, las
intervenciones se puntualizaron en el uso de las tierras ganadas al torrente,
así como en aspectos puntuales de abastecimiento de agua potable y
alcantarillado. Simultáneamente, el higienismo, que ya había ganado terreno
en las décadas de 1870 y 1880, pasó a ser un discurso central en la forma de
comprender la ciudad, vinculándola prioritariamente a la limpieza de los
cuerpos y los espacios públicos y privados. Un hito en la trayectoria de la
estructuración del programa higienista y sus relaciones de poder fue en
paralelo a la canalización del Mapocho y la desastrosa epidemia de cólera de
de 1886-7 fue también patente en ciudades vecinas, como Mendoza. Cfr. Ponte, J., De los caciques del agua, citado,
p. 328 y ss.
128 de Ramón, A., “La población informal. Poblamiento de la periferia de Santiago de Chile. 1920-1970”, citado,
pp. 8-9.
129 Dávila Boza, R. (1884). La higiene de la escuela. Santiago, Chile: Impr. Cervantes y Puga Borne, F. (1886).
Cómo se evita el cólera (estudio de higiene popular). Santiago, Chile: Impr. Nacional; Maira, O. (1887). La
reglamentación de la prostitución desde el punto de vista de la higiene pública. Santiago, Chile: Impr. Nacional.
61
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
1887: el Primer Congreso Médico Chileno (1889), cuya conclusión más
destacada “fue la necesidad de convertir en ley de la República la creación
del Consejo de Higiene Pública, como instrumento clave de la organización
definitiva de la salubridad pública”.130 En efecto, la aprobación de la ley para
crear el Consejo de Higiene Pública tuvo numerosos escollos en el
Parlamento y en la prensa conservadora, radicados principalmente en los
temores a la coacción de las libertades individuales, que ya habían demorado
la aprobación del proyecto de vacunación obligatoria en 1886.131
En rigor, y siguiendo a Luis Alberto Romero, desde mediados del siglo XIX
la ciudad comenzó a distinguirse cada vez más abiertamente entre los
barrios ricos y la periferia popular. El crecimiento urbano y la urbanización
se elevaron especialmente en la zona sur de la ciudad, superando la Alameda
de los Monos y originando conventillos y rancherías miserables. En el oeste
la avenida Matucana se constituyó como límite urbano, construyéndose el
Ferrocarril Urbano, mientras entre la calle San Pablo y el Mapocho se formó
un arrabal conocido como población Portales. En la Chimba el crecimiento
fue más lento y se verificó junto a la rampa del puente de Cal y Canto, donde
ya estaban los barrios del Arenal y el Campamento. En el centro de la
ciudad, nuevos edificios fueron inaugurados, como el Club de la Unión, el
Mercado Central y la remodelación del cerro Santa Lucía; mientras en la
Quinta Normal se estrenó el Palacio para la Exposición Internacional de
1875. El Mercado Central (1872) fue el primer edificio de hierro de
Santiago132 y, tanto por sus dimensiones como por su ubicación, se emplazó,
al igual que la Estación Central y el Matadero, como uno de los espacios de
mayor conglomeración de personas. Simultáneamente, el estado y la iglesia
130
Illanes, M. A. “En el nombre del pueblo…, citado, p. 84. Ver especialmente la primera parte, titulada
“Solidaridad, ciencia y caridad” (pp. 27-136). A propósito del oscuro panorama sanitario, aquel mismo año el
diputado dr. José Joaquín Aguirre, indicó en el Congreso Nacional que “Realmente es hasta cierto punto
vergonzoso que en un país civilizado como el nuestro no haya una corporación encargada de este importantísimo
servicio de higiene pública, pues es ésta la autoridad que, conforme a las prescripciones de la ciencia, debe decirnos
las condiciones en que han de encontrarse los artículos destinados a la bebida y comida”. Sesión de 30/11/1889, en
Cámara de Diputados. (1891).
Boletín de las Sesiones Extraordinarias en 1889. Santiago, Chile: Imprenta
Nacional, p. 285.
131
Sesión de 9/10/1891, en Cámara de Diputados. (1891). Boletín de las Sesiones Extraordinarias en
1891. Santiago, Chile: Impr. Nacional p. 28. Según Illanes, “Ambos proyectos eran promovidos por el mismo
patrocinante anterior y Ministro del Interior de Balmaceda, Ramón Barros Luco, luego revolucionario y Ministro
del Interior en 1892. Como presidente del Consejo Superior de Higiene Pública asumió José Joaquín Aguirre, y uno
de sus miembros más importantes fue el senador y médico Francisco Puga Borne. Como jefe del Instituto de
Higiene quedó Alejandro del Río, profesor de Higiene y Bacteriología”. Veáse “En el nombre del pueblo…, pp. 88-9.
Sólo en 1892 el proyecto del Consejo fue aprobado, fundándose asimismo el Instituto de Higiene.
132 Palmer, M. (1970). 50 Años de Arquitectura Metálica en Chile: 1863-1913. Santiago, Chile: FAU, Universidad
de Chile. Sin número de páginas.
62
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
católica comenzaron a estructurar una serie de inmuebles que propendían a
tener un carácter más íntimo y cerrado que las concurridas cercanías del
Mercado o la Estación. Tal fue el caso del Teatro Municipal (1853-1857), el
edificio del Congreso Nacional (1857-1876) y la Universidad (1863-1874). En
la década siguiente, se construyeron “los cuarteles de la Recoleta, la Moneda
y la Artillería, junto al predio urbano y algunos nuevos edificios de sanidad y
beneficencia”, a la par de “nuevos templos de la Recoleta, Capuchinos, el
Salvador y el Sagrario”. 133 De esta época son también otros dos espacios
destinados a satisfacer los requerimientos de la clase dirigente, como el Club
de la Unión (1864) y el Club Hípico (1870), representantes de las ideas de
sociabilidad que llegaban desde Europa, especialmente Francia. Cabe
destacar asimismo la llegada de arquitectos franceses, como Claude François
Brunet Debaines134 y Lucien Henault, quienes estuvieron a cargo de
numerosas obras, secundados por chilenos como Fermín Vivaceta. Entre
algunos de sus trabajos se cuentan la torre de la iglesia de San Francisco, la
más antigua de Santiago, y el ya señalado Mercado Central.
Entrando ya en la década de 1880, en Santiago aparecieron también otras
expresiones de la modernidad: un ferrocarril urbano, en 1882, y la
instalación de luz eléctrica en los sectores céntricos, en 1883. En vista de la
expansión territorial, en 1885 la Empresa del Ferrocarril Urbano abandonó
por primera vez el perímetro urbano definido por Vicuña Mackenna, al crear
la línea Providencia, que circulaba por la calle del mismo nombre. En 1885 el
servicio arribó también a la calle Bellavista, aunque con una frecuencia
precaria.135 Los terrenos colindantes con la ciudad, asimismo, quedaron
comunicados con ella por medio de coches de servicio público suburbano.
Otras iniciativas mostraban que el carácter de capital que ostentaba Santiago
no era un simple nombre: abundaban los hoteles, restaurants y cafés,
espectáculos públicos, clubs, y se habían adaptado inventos recientes como
el teléfono.
Sin embargo, el problema de la contaminación del sistema de aguas
capitalino continuó siendo, junto con los conventillos, el más propicio para
la propagación de epidemias. Hacia finales del siglo XIX, el agua comenzó a
ocupar un lugar aún más prioritario en el funcionamiento de la ciudad que el
que tenía en décadas anteriores. La expansión urbana y el crecimiento
133 Romero, L. A., op. cit., p. 28.
134 En el gobierno del presidente Bulnes se contrató al arquitecto mencionado, quien además tomó a su cargo la
enseñanza de la arquitectura, por medio de la primera escuela de arquitectura, fundada en 1849.
135 Cataldo, E., “Transporte”, en de Ramón A., Gross P. (comps.), Santiago de Chile…., op. cit., p. 52.
63
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
demográfico, sumados a los constantes brotes epidémicos, impulsaron la
idea del acceso al agua potable como un servicio urbano básico. Si se observa
el plano de Santiago de 1902 (fig. 4) se apreciará que a finales del siglo XIX e
inicios del XX, los canales más importantes, cuya construcción se remontaba
a la Colonia, estaban en torno al río e iban en dirección desde oriente a
poniente. Además del San Carlos, afluente del Mapocho y el San Miguel, en
la zona sur de la ciudad, estaba el de la Pólvora, que iba por avenida Recoleta
al que se unía el Santo Domingo, que bordeaba el cerro San Cristóbal. Frente
a la Cárcel Pública, el torrente entregaba agua para tres canales, dos
dirigidos hacia el norte y otro al surponiente: el Pinto Solar, el Canal de La
Punta y el Zapata, respectivamente. Este último corría a un costado de la
calle Mapocho, donde se desprendía el canal Yungay. Este último
continuaba hacia el sur-poniente, regando los campos aledaños a la Quinta
Normal de Agricultura. El Zapata, en tanto, seguía cercano por calle
Mapocho, penetrando en Carrascal. El Canal Pinto Solar, en tanto, seguía
por la Chimba y llegaba hasta Renca y El Perejil, cuestión parecida al
derrotero del Canal de La Punta.136 A finales del siglo XIX, estos canales
activaban el trabajo de varios molinos. En Providencia eran especialmente
importantes el Montolín, en la ribera sur y el Molino de San Pedro, en la
norte. También hay registros del Santa Margarita, del poderoso Horacio
Manríquez, ubicado en la calle Bellavista a la altura del puente del
Arzobispo. En Providencia estaban además los Molinos de San Pedro, del
Carmen, el Americano, el San Carlos y el Mapocho, sin que conozcamos su
emplazamiento exacto. Como se dijo, seguía funcionando el Molino de San
Pablo, antigua factoría jesuita. Por último, en las Hornillas, ribera norte al
poniente de la ciudad, estaba el Molino La Estampa.
El discurso del intendente Benjamín Vicuña Mackenna (1872-74) se
contextualizó en ese nuevo panorama de relaciones entre la naturaleza y lo
urbano. En Transformación de Santiago, propuso la canalización del
torrente como principal tarea del gobierno urbano, indicando que “este
proyecto no admite discusión. Es una necesidad pública antigua y, al mismo
tiempo, es un brillante negocio para el municipio”. 137 Por ello también
manifestó la urgencia del ensanchamiento de la red de agua potable y la
136
Gonzalo Piwonka destacó que, en esta red de aguas, “se rotularon los canales del Carmen, que riega
también el sector de El Salto, el de Santo Domingo, construido para […] la Recoleta Domínica y del cual se
desprendió el canal La Punta, que llevó agua hasta el pueblo de indios de Renca”. Las aguas de Santiago…, op. cit.,
p. 37.
137 Vicuña Mackenna, B., Transformación de Santiago, citado, p. 12.
64
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
a
Fig. 4. Selección del Plano de la parte de la zona central de Chile regada por los acueductos
de la Sociedad del Canal del Maipo, 1902. Aunque este plano es de principios del siglo XX,
resulta útil para comprender el sistema de aguas del valle del Mapocho en la segunda mitad
del siglo XIX. Al sur del río, desde la zona céntrica se desprenden el canal Zapata y el canal
Yungay, ambos visibles a la izquierda de la imagen. Al norte del Mapocho se aprecian el canal
de La Punta y el Pinto (ambos penetran la población Ovalle, la más importante urbanización
en la Chimba). A la izquierda, a un costado del cerro Blanco, el canal La Pólvora.
nivelación de acequias en orden a la higiene y salubridad.138 La mención a la
“necesidad pública” junto con el “brillante negocio” no son casuales. Con su
monumental Historia crítica y social de la ciudad de Santiago (1868),
anterior a su nombramiento como intendente capitalino, promovió un nuevo
enfoque sobre el Mapocho: la idea romántica de su rescate en pos de un
desarrollo capitalista de mayor productividad. Se trataba de una tarea
ambiciosa, especialmente en su dimensión urbana: el río había decaído en su
rol de paseo público frente al de Delicias: por ello también propuso “crear en
el centro de la ciudad un hermoso paseo tan espacioso como el de la
Alameda y aun más suntuoso, y de un orden enteramente diverso”. 139 Sabido
es que Vicuña Mackenna conoció Paris y Londres en plena fase de
transformaciones urbanas que, entre otras áreas, intervinieron sus
respectivos ríos: el Sena y el Támesis. Pero tan o más relevante fue su paso
por ciudades norteamericanas (Sacramento entre ellas, que data sólo de
1848, en plena fiebre del oro), emplazadas en valles con sendos ríos sin
canalizar:
138 Ídem.
139 Idem., p. 13.
65
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
“Puesto en tierra visité Sacramento, una gran ciudad en embrión,
dividida en tres grandes calles, desde el río hacia la Sierra Nevada,
cuyas cumbres se ven brillar en el extremo de la llanura. Las calles
que corren en esta dirección se denominan por las letras del
alfabeto A, B, etc., y las atravesadas por la numeración 1, 2, 3, etc.,
de modo que por este excelente sistema al designar a una casa se
conoce de un modo obvio, no sólo la calle sino la manzana en que
está, diciendo, por ejemplo: Calle C.3. Este laconismo es
verdaderamente yankee, infalible como la puntería de un rifle”140
Se trata de la idea de ciudad nueva, tan presente en un ciclo de cambios
urbanos visible en Latinoamérica y otros contextos entre 1850 y 1930. En
Transformación de Santiago, el intendente incluyó por primera vez una
constante mención a los bordes mapochinos como problema estético e
higiénico: el río como un elemento geográfico corrosivo en la ciudad. Por
ello, incluyó informes aciagos sobre las riberas; por ejemplo, que la
estructura de los guangualíes ubicados entre el río y San Pablo, un par de
kilómetros al este del puente Cal y Canto (aproximadamente la actual
avenida Brasil), era sumamente precaria, panorama que se repetía en el lado
norte santiaguino. Sin dudarlo, el inspector Miquel explicó al Intendente que
la “Zona de San Pablo”, era una “inmensa ranchería que más que suburbios
de una ciudad, parece una toldería de indios” y cuya anchura era “de 5
cuadras en parte y de 3 en otras”. Indicó además que “la mayor parte de las
murallas que dan a la calle son de quinchas o están en el suelo; otros son
ranchos que están abandonados, paredes desplomadas, pantanos de
inmundicia, cerros de basura, las acequias se derraman por esas callejuelas
tortuosas; en fin, es un cúmulo de insalubridad difícil de pintar”141.
Y sin embargo, Vicuña Mackenna, en el mismo proyecto, urgió por una
urgente necesidad de uso del río –canalizándolo- teniendo como motivación
principal “incorporar a la ciudad propia, formando un sólo cuerpo con ella, los
hermosos y hoy relegados barrios de ultra Mapocho”. Como es sabido, la
“ciudad propia” era aquella que quedaba al interior del Camino de Cintura que
proyectó el mismo intendente y estaría “sujeta a los cargos y beneficios del
municipio”. Esta pretendida integración de los barrios ultra-Mapocho es
140 Vicuña Mackenna, B. (1936). Páginas de mi diario durante tres años de viaje. Tomo I. Santiago, Chile:
Universidad de Chile, p. 37. Los años de viaje fueron entre 1853 y 1855. Un artículo ya clásico sobre el problema
general es el de Hardoy, J., “Teorías y prácticas urbanísticas en Europa entre 1850 y 1930”, citado.
141
66
Vicuña Mackenna, B., Transformación de Santiago, citado, p. 31 y ss.
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
crucial, ya que fueron los únicos sectores de la “ciudad bárbara” que se
intentaron incluir en la urbe “ilustrada, opulenta, cristiana”. Recuérdese que
incluso un lugar de la banda sur como la “Zona de San Pablo”, no disfrutaría
ese rango, al ser nada más que una “toldería de indios” 142.
La importancia del nuevo rol asignado al municipio resulta fundamental
desde el necesario análisis del gobierno urbano. Pero interesa aquí destacar
más bien la nueva representación que Vicuña Mackenna abre respecto al
Mapocho: el problema de „lo natural‟ podía ser reconvertido en conexión y
simultáneamente en nueva estética. Recuérdese que otra de las obras
emblemáticas del Intendente, la transformación arquitectónica y paisajística
del cerro Santa Lucía (1872), significó la construcción de senderos y paseos,
terrazas y pequeños torreones, entre otros elementos. A semejanza del
Mapocho, se pretendía integrar a Santiago un factor geográfico mirado con
recelo, carente de vegetación y refugio de vagos, pese a estar situado a
escasas cuadras del centro fundacional. De esta manera, este espacio
colectivo fue transformado, sobre la base de una nueva ordenación de la
naturaleza, en un área para la contemplación de „lo natural‟, como nueva
forma de uso destinada a una elite que priorizaba y valorizaba el encuentro
social y el descanso, pero también lo que entendía como educación y
progreso de la nación143. Esa combinación entre dominio y transformación
de los accidentes geográficos promovió incluso la publicación de una guía
del Santa Lucía por parte de Vicuña Mackenna, documento que Adrián
Gorelik ha visto como un temprano “manual de uso de una metrópoli
futura”144.
Podría señalarse que más allá del negocio que impulsó la propuesta de
canalización, están presentes al menos nuevas versiones de dos viejas ideas:
de ciudad y de imagen de ciudad. Porque al integrar aquellos “hermosos y
relegados barrios” del norte, se estaba anexando también un tipo de
arquitectura y urbanística particular. Podríamos decir que el problema de „lo
natural‟ era mejorable a partir de los aspectos positivos que había legado, esto
es, un paisaje pintoresco. Como dijera el ingeniero Marín, bajo las órdenes de
Vicuña Mackenna, se trataba
142
Ibíd, pp. 12-13. Véase la nota anterior. Como es sabido, la creación de caminos de cintura fue un
fenómeno común en varias capitales latinoamericanas. Cfr. Almandoz, A. (ed.), Planning Latin America's capital
cities, citado.
143
Peña Otaegui, C., Santiago de siglo en siglo, op. cit., p. 271.
144
Gorelik, A., La grilla y el parque, citado, p. 152. Énfasis en el original.
67
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
“en una palabra, de una gran parte de nuestra capital, hablo de los
barrios de la Chimba, Purísima, Recoleta, Cañadilla y Arenal, que
abrazan en su área además de buenos edificios, casitas, hermosas
quintas y jardines, multitud de establecimientos de educación, un
cuartel, no menos de doce molinos, y varias fábricas a más de los
hermosos templos. ¿Pueden razonablemente esos importantes
barrios, toda una población, con todos esos establecimientos públicos
y particulares, quedar fuera de lo que propiamente debe llamarse el
primer circuito de nuestra capital? ¿Pueden, acaso, esos barrios,
considerarse como suburbios de la ciudad?”145.
El discurso de Vicuña Mackenna, finalmente, abre una nueva categoría para
el río que, en la senda de lo pintoresco, no apunta a su carácter infausto, sino
a la historia de su poblamiento. Posiblemente por su romanticismo, Vicuña
es el impulsor de una representación que los pintores y litografistas
extranjeros habían retratado mucho antes, pero no habían consolidado: el
Mapocho como lugar del mundo popular. En otras palabras, a la formación
de una construcción del sentido de 'lo popular' a través y con el imaginario
de 'lo mapochino'. Esta idea, que volverá permanentemente a lo largo de esta
tesis, alude a una de las construcciones culturales de lo popular más
extendidas en Santiago y como se verá, una de las más recurridas durante el
lapso de estudio. Si la precariedad habitacional, la delincuencia y la
agitación política eran aspectos recurrentes en la comprensión del sector por
autoridades y viajeros, para la época del Intendente Vicuña Mackenna se
agregó un nuevo elemento: su carácter pintoresco. Si el objetivo del
funcionario era el saneamiento de la ciudad y la conectividad entre sus
diferentes barrios, el argumento estético-historicista también fue un tópico
destacado.
Vicuña Mackenna no desestimó el carácter inefable del río en el carácter
chileno, pero sí lo equiparó con aquel imaginario pintoresco: en su Historia
crítica y social… enfatizó en que en la Chimba vivían en una primera fase de
la ciudad sólo indios y mestizos dedicados a la pequeña agricultura y a la
artesanía. Articuló allí también la idea de la ciudad partida en dos y el
carácter pueblerino y rural de la parte más pequeña. Y específicamente
respecto al mundo de ambas riberas, dirá en un libro póstumo “que el
145“Memoria sobre la sección del norte del camino de Cintura por el presidente de la comisión don Ricardo Marín,
director del cuerpo de ingenieros civiles”, en Vicuña Mackenna, B., Transformación de Santiago, citado, p. 148.
68
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Mapocho, a fuer de temido por sus recios aluviones, fue siempre plebeyo y
de aquí su calle de Las Ramadas, con este nombre conocida a causa de las
enramadas que el movedizo pobrerío levantaba en el abierto pedregal de su
cauce”146.
Con estas miradas -a la par de otras desarrollándose en la economía, la
medicina, la ingeniería, la arquitectura- hubo un cambio tanto de lenguaje
como de representación que nos impulsan a plantear el paso a una nueva
etapa histórica en el imaginario sobre la ciudad. Se plantea esto básicamente
por lo sostenido como hipótesis, que indaga el problema a partir de la
unidad de análisis espacio público: desde la intendencia de Vicuña
Mackenna se definió un nuevo punto de vista sobre el río, trayendo consigo
representaciones literarias y plásticas en paralelo a un emergente „town
planning‟. Es decir, precisando las necesidades básicas de los bordes
(canalización y parque en pos de mejor conectividad-productividad y
plusvalía en el precio del suelo, respectivamente); y surgiendo obras de
infraestructura y servicio relacionadas con el agua potable, la nivelación de
las acequias urbanas y el alcantarillado.
Ahora bien, después de la intendencia de Vicuña Mackenna el nuevo
panorama urbano se visibilizó especialmente mediante el ferrocarril y la
arquitectura pública. Se trató de un disímil auge en la construcción urbana:
si hacia 1870 el mundo privado podía mostrar sus palacios neoclásicos
cercanos a la Plaza de Armas y la Alameda, y la iglesia católica sus
imponentes templos, el estado se encontraba sin grandes construcciones
para exponer su poder. Podía mostrar dos grandes parques públicos que
habían orientado al crecimiento de la ciudad, como la Quinta Normal de
Agricultura y el Parque Cousiño. También un agreste cerro del centro
forestado y convertido en parque, como el Santa Lucía, así como un terminal
ferroviario como la estación Central. Pero en cuanto a edificios, además del
moderno Mercado Central, sólo contaba con el Palacio de la Moneda, los
palacios públicos de la Plaza de Armas –todos de herencia colonial- y la
Universidad. Sólo a fines de la década de 1870 comenzaron los esfuerzos
para revertir esa situación entendida como „atraso‟, materializándola
paulatinamente en un plan de edificación por parte del Estado. Fue el caso
del nuevo edificio del Congreso Nacional y sus jardines, de 1876 y de la
Escuela Militar, iniciada en 1878. En ese panorama, los arquitectos,
146 Vicuña Mackenna, B., Una peregrinación a través de las calles de la ciudad de Santiago, op. cit. Como se
indicó más arriba, la calle de las Ramadas es hoy Esmeralda.
69
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
ingenieros y técnicos en general adquirieron una relevancia inusitada,
mayoritariamente vinculados al Ministerio de Industria y Obras Públicas
creado en 1887. Racionalizar y aumentar los trabajos fiscales había sido un
objetivo ambicionado desde los primeros tiempos republicanos.
El proceso de conformación de un grupo de especialistas vinculados a un
ministerio no estuvo exento de disputas y postergaciones. El senador e
ingeniero Manuel Valdés Vigil expresó en 1877 que “se necesita en Chile,
donde tantos millones se gastan en caminos, una sola dirección, un
ministerio de trabajos públicos […] El Ministerio del Interior y los demás
Ministros de Estado, aunque abogados muy distinguidos, no entienden
nada de eso, porque no es de su competencia. Ven un plano y no lo pueden
comprender, porque esa no es su especialidad”. 147 Durante los siguientes
años la propuesta de Valdés Vigil no se concretaría en cuanto a la formación
de un nuevo organismo fiscal, pero sí respecto al aumento de la
participación de los ingenieros en las decisiones técnicas y políticas del país.
Esta mutación afectó también, aunque en menor medida, a arquitectos y
geógrafos. Hasta finales de siglo fue común que esas profesiones se
asimilaran con la ingeniería –entendiéndolas como subsidiarias de ésta- por
lo que se hablaba de „ingeniero geógrafo‟ o „ingeniero arquitecto‟. No
obstante, la nueva estructuración estimuló una progresiva separación de las
esferas, donde la geografía fue orientada al estudio de la geodesia y los
territorios mineros, consolidando su establecimiento como disciplina con un
campo de trabajo delimitado.148 Los arquitectos tuvieron una trayectoria
similar. Hasta 1874 existía un profesional con título oficial de Arquitecto de
Gobierno, a cargo del levantamiento de los edificios públicos, pero
dependiente del Cuerpo de Ingenieros Civiles. Ese año se organizó la Oficina
de Arquitectura, dependiente del Ministerio de Justicia e Instrucción
Pública, que asumió la función del antiguo cargo, designándose para la
dirección general a un arquitecto, el prestigioso Manuel Aldunate.
Sólo la coyuntura resultante de un triunfo bélico permitió la concreción del
nuevo ministerio. En 1883, la guerra del Pacífico sostenida por Chile contra
147
Citado por Greve, E., Historia de la ingeniería en Chile, IV, op. cit., p. 109. El énfasis es nuestro.
148
Como ha sostenido el geógrafo Horacio Capel, en los países europeos “the essential factor that leads
to the institucionalization of geography and the appearence of the scientific community of geographers is the
presence of this science in primary and secondary education by the middle of the nineteenth century”. Capel, H.
(1981). “Institucionalization of geography and strategies of change”, en Stoddart, D.R. (ed.). Geography, ideology
& social concern. Oxford, Inglaterra: Basil Blackwell, p. 48.
70
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Perú y Bolivia por más de cuatro años llegó a su fin. En base a ello y a los
tratados posteriores, el Estado chileno accedió al dominio de una enorme
extensión territorial en el desierto de Atacama y a puertos como
Antofagasta, Iquique y Arica. Pese a la aridez de las tierras, éstas contenían
salitre, un poderoso abono requerido por la agricultura y agroindustria de
los países del Primer Mundo. A partir de entonces, la economía nacional
contaría con ingresos cuantiosos que posibilitarían llevar a cabo un
ambicioso plan de inversión en obras públicas, aumentando sustancialmente
la presencia estatal en la infraestructura. La cara más destacada de este
proceso de modernización fue el presidente José Manuel Balmaceda (18861891), quien inició su tarea con la creación del Ministerio de Industria y
Obras Públicas en 1887. El nuevo organismo reunió funciones nuevas y otras
traspasadas de una reorganización de las carteras de Interior, Justicia,
Hacienda y Guerra, encargándosele la “protección y desarrollo de las
industrias agrícolas, minera y fabril” y los trabajos de vialidad e
infraestructura pública. En cuanto a su disponibilidad financiera el nuevo
Ministerio tuvo un trato preferencial, ya que se le asignó más de un quinto
del presupuesto nacional.149
Aunque hasta ese momento existían numerosos ingenieros, arquitectos y
técnicos trabajando en obras públicas, la onerosa inversión de la
administración Balmaceda permitió sobre todo tres objetivos: racionalizar
las funciones, acelerar y aumentar los trabajos y contratar profesionales en
el extranjero. Para lo primero se fundó la Dirección General de Obras
Públicas, que respondería directamente ante el Ministro del ramo a través
del Consejo de Obras Públicas. Para lo segundo se siguió la idea anterior,
cerrando unidades como el Cuerpo de Ingenieros Civiles y la Oficina de
Arquitectos, reuniéndolas en otras nuevas adscritas a la nombrada
Dirección. Estas nuevas subdirecciones fueron cuatro: de ferrocarriles y
telégrafos, de puentes, caminos y construcciones hidráulicas, de arquitectura
y de minas, geografía y geodesia.150 En cuanto a la traída de técnicos
extranjeros, Ernesto Greve menciona que en menos de tres años -1888 a
1890- fueron contratados setenta ingenieros, arquitectos y conductores de
trabajos públicos, con mayoritario número de franceses (30) y belgas (28).151
149 Greve, E., Historia de la Ingeniería en Chile, citado; Bethel, L. (ed.).. (2000). Historia de América Latina. 10.
América del Sur, c. 1870-1930. Barcelona, España: Crítica, p. 169.
150 Ministerio de Obras Públicas (1888). Ley que crea la oficina de la Dirección de Obras Públicas. Enero 25 de
1888. Santiago, Chile: Impr. Nacional.
151 Greve, E., IV, op. Cit., p. 262.
71
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Con la creación del Ministerio de Industria y Obras Públicas, la estructura
burocrática se centralizó en la nombrada sección de Arquitectura, dirigida
por el arquitecto chileno Víctor H. de Villeneuve. Ya que la mayoría de los
profesionales extranjeros fueron contratados para el trazado ferroviario,
esta oficina tuvo en un principio, además de Villeneuve, sólo dos arquitectos.
Pese a ello, su orientación –como hubiera deseado Vicuña Mackenna- estuvo
en dos grandes tipos de edificios urbanos: escuelas y cárceles. 152 La tarea del
naciente Ministerio no se restringió a la capital, ya que por esos años
comenzó la construcción del muelle fiscal y del dique del puerto de
Talcahuano, aumentaron las líneas férreas en la Araucanía y se iniciaron los
estudios para modernizar la red de agua potable y alcantarillado en
Valparaíso y las ciudades del norte. Con todo, si bien el gran anexo territorial
de la época junto con el Norte Grande -la incorporación de la Araucaníahabía impulsado la labor de los ingenieros en el levantamiento de puentes
sobre los ríos sureños, esa intervención se implementó en áreas rurales y no
en ciudades. En definitiva, fue en los principales centros urbanos donde los
trabajos de infraestructura pública tuvieron mayor impacto.
Es posible que se haya tratado de una auténtica renovación profesional; pero
como en el caso de ingenieros y geógrafos, los arquitectos no conformaron
una racionalización disciplinaria extrapolada del conjunto social. Sabido es
que numerosos autores han dedicado su atención al momento en que, en
diferentes fases y tiempos, la urbe comienza a vista como un problema. O,
siguiendo a Paolo Sica, como una ciudad que se encuentra en una paulatina
ruptura con todas las formas del pasado, buscando rozar la pretendida
„modernidad‟153. Interesa destacar aquí que los nuevos lenguajes y
posibilidades de acción en el sistema de poder con que contaron ingenieros,
arquitectos y geógrafos convergieron con otra corriente de pensamiento
152 Dirección de Obras Públicas (1890). Revista de la Dirección de Obras Públicas. Memorias e informes sobre
construcciones civiles, ferrocarriles, arquitectura, minas, industria y geografía. Santiago, Chile:
Impr.
Gutenberg. Para esto la sección de Arquitectura inició una auténtica profesionalización de los métodos hasta
entonces empleados, por lo que en su memoria de 1890 indicó que “En las escuelas y cárceles en construcción hay
que hacer notar que pesar de que se formaron legajos de planos litografiados, que correspondían a los tipos
adoptados, sin embargo, de ello ha sido necesario muchas veces construir nuevos planos o hacer rectificaciones que
demandaban largo tiempo, por no haberse prestado el terreno disponible a las dimensiones generales que se
adoptaban para la construcción, o bien porque los trazados no se ciñeron a las cotas de los planos, produciendo
todo esto un recargo extraordinario en los trabajos de oficina, difícil de apreciar”. Precisamente uno de los
primeros recintos penitenciarios levantados por esta dependencia fue la Cárcel Pública de Santiago, obra iniciada
en el borde sur del Mapocho en 1887, dirigida por el propio Villeneuve hasta su fallecimiento poco después y de la
que se hablará más adelante.
153 La idea en Sica, P. (1977). La imagen de la ciudad. De Esparta a Las Vegas. Barcelona, España: Gili, p. 111.
72
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
urbano y de salubridad pública en boga por ese entonces, como es el ya
nombrado higienismo, liderado por médicos.
Sin embargo, insistimos en que la operación desarrollada en las décadas
siguientes no fue automática: involucró inéditas técnicas y operaciones que
fueron mucho más allá de lo propuesto por Vicuña Mackenna. La conclusión
del Mercado Central y la edificación de una plaza perimetral, la construcción
de una estación ferroviaria (la Mapocho), de numerosos edificios públicos y
de un barrio residencial, al igual que la erradicación de los grupos plebeyos,
fueron obras enunciadas por el intendente decimonónico, pero ejecutadas
con otras técnicas y en contextos diferentes (piénsese en la guerra civil de
1891 y el centenario), quince o más años después de su paso por el gobierno
provincial. Su mirada sobre las franjas ribereñas, sostenida desde el
romanticismo y la valoración-rentabilidad de lo pintoresco de la Chimba, no
fue la misma de los políticos municipales, parlamentarios y ministeriales
que inauguraron la intervención de fin de siglo. Por ello mencionamos que
entonces se acentúa una 'triple tensión': marginalidad, impureza, excreción,
donde lo infausto se encarna ya no tanto en la naturaleza adversa sino en el
cuerpo y la vivienda del pobre. La dominación cambió de base discursiva, de
escala espacial y de herramientas de gestión. Y sin embargo, fue Vicuña
Mackenna quien dejó la principal forma de pensamiento sobre el torrente:
siguiendo a Michel de Certeau, se trata de una práctica enmarcada en una
articulación entre naturaleza y cultura donde una sociedad (o partes de ella)
pueden modificar la relación con la naturaleza convirtiendo lo „natural‟ en
utilitario o en estética.154 El siguiente capítulo está destinado a comprender
cómo se produjo esa transformación, destacando las diferentes dimensiones
culturales de esta modernización urbana.
154
de Certeau, M. (1981). “La operación histórica”, en Le Goff, J., Nora, P. Hacer la historia. I. Nuevos
problemas. Barcelona, España: Grijalbo.
73
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Capítulo
2.
Contener
y
rectificar:
inundaciones, marginalidad, proyectos y
construcciones
2.1. Proyectos y canalización del torrente: la
destrucción del puente de Cal y Canto y el
encajonamiento del río (1873 – 1895)
“[…] la ciudad de Santiago necesita hacer desaparecer esa zona pestilente y
sucia que se llama la caja del río transformándola en arteria de salubridad y
en atractivo paseo”
Valentín Martínez, Canalización del río Mapocho, 1885.
Los proyectos y trabajos desarrollados durante el siglo XIX en torno al río
Mapocho y los cursos de agua en general, pueden ser divididos en dos
momentos históricos: el primero, desde la intendencia de Vicuña Mackenna,
mediante el proyecto presentado por Ernesto Ansart en 1873. Se trata de un
período que se extiende hasta la transformación del Mapocho en un canal,
en 1892, y previo a la construcción de edificios y la instalación del sistema de
alcantarillado. La segunda fase se inaugura a partir de los proyectos de
canalización posteriores a Ansart (ingeniero Valentín Martínez, 1885 y
1888). La modernización que significó el sistema de alcantarillado -y más
específicamente, la discusión sobre cómo implementarlo- inauguran una
segunda fase, ya que precisamente involucran un cambio en la noción de
espacio público y por ende, de relación entre naturaleza y ciudad. Allí, y pese
a la variedad de técnicos y propuestas, Valentín Martínez se consolidó como
el principal referente sobre el tema. Además, como integrante del Consejo
Superior de Higiene Pública, influyó en las decisiones sobre las ubicaciones
de los edificios a construir en las riberas mapochinas. Por ello, la figura de
Martínez aporta una dimensión fundamental para comprender el impacto de
la canalización y de un sistema de cloacas que incluía al río como curso de
desechos de aguas servidas: es una dimensión que tiene a la técnica como
base de razonamiento y acción. Por otra parte, esa modernización incluye a
una postura como la del escritor Justo Abel Rosales, quien con sus libros de
circulación masiva no sólo rescató y priorizó la Chimba y el colonial puente
de Calicanto por sobre otros lugares de la ciudad –en tiempos de grandes
cambios materiales- sino que, lo que quizás es más relevante, lo vinculó
estrechamente con el mundo urbano. Un ingeniero y un historiador. Sin
duda hubo posiciones intermedias, pero en ellos se encarna mejor la tensión
74
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
entre
la
nostalgia
colonial
y
la
modernidad
abrupta:
con
sus
representaciones del río, con sus participaciones en la esfera y el espacio
público, Martínez y Rosales nos servirán como los testimonios contrapuestos
de la compleja transformación de aquel en un canal, así como de las
operaciones posteriores.
Fig. 5. Emilio Garreaud, Puente de palo en el río Mapocho, c. 1870.
Durante la época republicana, nuevos tajamares fueron construidos,
coexistiendo con el colonial puente de Cal y Canto. Algunos de los viejos
tajamares fueron reconstruidos, pero nunca pudieron ofrecer garantía de
seguridad frente a los embates del río. Hasta 1880, la caja mapochina fue un
anchísimo pedregal que servía como terminal de transporte público, ya que
se encontraba a casi el mismo nivel que el resto de la ciudad. Los bordes del
Mapocho eran también el límite del damero fundacional (Fig. 4). En
consecuencia y a diferencia del cerro Santa Lucía, inaugurado por Vicuña
Mackenna en 1873, el obstáculo geográfico representado por el Mapocho no
75
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
fue intervenido hasta fin de siglo.155 Los cambios más profundos respecto a
las antiguas intervenciones coloniales sólo llegaron en el último tercio del
siglo XIX, cuando junto con contener, se ambicionó encajonar al río y
simultáneamente ganarle tierras. Entre 1872 y 1874, el intendente Benjamín
Vicuña Mackenna tuvo como principal prioridad la canalización del
Mapocho, tanto por la necesidad pública de salubridad como porque “es un
brillante negocio para el municipio”. El ingeniero Ernesto Ansart, autor del
plano de Santiago de 1875, elaboró un proyecto de canalización dos años
antes, donde proponía realizarlo en base a un desnivel al interior de la caja
del río, incluyendo dos nuevas calles, una en cada ribera, inundables en el
caso de crecidas. Estas tierras ganadas al río serían reconvertidas en función
residencial: “La zona así rescatada formará un magnífico barrio situado al
centro de la ciudad, perfectamente ventilado por el canal y las calles
adyacentes y perpendiculares, por lo tanto más sano que cualquiera otra
parte de la población, puesto que todas las casas tendrán grandes sótanos,
cuya excavación está hecha naturalmente, y que serán además susceptibles
de ser aprovechadas como bodegas”. 156 Ansart, con un permanente interés
en la compensación monetaria de las nuevas construcciones, limitó el
estudio desde la simbólica pirámide de los tajamares en Providencia, frente
al entonces nuevo hospital del Salvador, con límite poniente en el molino de
San Pablo, en calle Manuel Rodríguez. El trabajo del técnico francés se
caracterizó por sus rigurosas mediciones de niveles, resistencias y
pendientes. De esta manera, se midió la hoya del río, arrojando 6 metros de
profundidad, lo que comprendió como ideal para la edificación de
malecones: “Conociendo la pendiente y la profundidad, nos fue fácil
determinar la anchura que resultó ser de 60 metros, dando cabida a un
volumen próximamente igual al del Rhin en sus creces, y muy superior a
muchos ríos conocidos”. 157
En cuanto al trazado, proyectado para una extensión de 3.300 metros, debía
procurar “ejecutarse lo más recto posible y dejar la mayor superficie de
terreno del lado sur donde la propiedad tiene mayor valor”. Este
planteamiento de Ansart es relevante, ya que quince años después Martínez
ejecutaría la canalización en ese sentido y con similares argumentos. El
arquitecto francés propuso que en una de las dos avenidas costaneras
155
Piwonka, G., Las aguas de Santiago de Chile. 1541-1741. Tomo 1, citado.
156
Ansart, E. (1873). La canalización del Mapocho. Proyecto trabajado encargado por la Municipalidad de Santiago y don Luis Cousiño.
Santiago, Chile: Imp. de La República, pp. 5-6. Sobre el intendente, Vicuña Mackenna, B., Transformación de Santiago, cit.
157
76
Ansart, E., La canalización del Mapocho, op. Cit., p. 10.
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 6. Ernesto Ansart, “Plano del río Mapocho con indicación del canal y las manzanas
conquistadas”, 1873.
nuevas, la del norte, de 20 metros y paralela al río, comenzara sólo desde el
puente de la Purísima, “pero es de suponer que los dueños de los terrenos de
la parte oriente de la ribera norte continúen esta calle que no ha sido posible
trazar para no dar una curvatura demasiado pronunciada al canal”. En el
sur, en cambio, no habrían esos inconvenientes de propiedad: Ansart sugirió
dividir las tierras ganadas al río (y niveladas con el resto de la ciudad) en 20
manzanas. Del total del terreno, “dejamos para el público, además de la calle
del nuevo tajamar, todo el espacio comprendido entre el Mercado Central y
el tajamar, salvo el edificio reservado a la estación central de los ferrocarriles
chilenos”. Esta sugerencia respecto al espacio público también fue recogida
por Valentín Martínez en los ‟80, y apuntaba a ser el „round point‟ de una
serie de edificios públicos. Además, también fue relevante la opinión de
Ansart respecto a las calles que cortarían en norte-sur aquellas manzanas:
serían también de 20 metros de ancho y tendían continuidad con los nuevos
puentes propuestos.158
Los malecones, en tanto, debían superar posibles socavamientos de terreno,
algo que le había ocurrido a los tajamares coloniales. Esto no sucedió con los
tajamares 'nuevos', levantados a mediados del XIX, por lo que era necesario
hacer lo mismo con el Mapocho: “Dando menor cauce a las aguas, mayor
altura a los malecones, mayor profundidad al canal, era necesario
profundizar a lo menos hasta 6 metros para apoyarse en una zona
inaccesible a las aguas”. Cada malecón tendría 13 metros, apoyados en
“machones” o apoyos, “de 3 metros en cuadro, distantes entre sí 10 metros y
reunidos por arcos rebajados de 2 metros de flecha”. Los arcos estarían
hechos de ladrillo y base de piedra y mezcla; mientras que los machones
158
Ansart, E., op. Cit., p. 12.
77
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
penetrarían hasta 8 metros adentro del canal y podrían ser de tubos de fierro
o por sistemas de vapor. Todos estos factores evidencian la utilización de
nuevas tecnologías en el Chile de 1870, cuestión inaugurada con el Mercado
Central (1872), instalado en la ribera sur mapochina. Por otra parte, el
espacio público del proyecto está considerado a través de la edificación de
“cunetas-solera”, obteniendo así “una gran solidez y un aspecto más
agradable a la vista”. En cuanto a los puentes, Ansart consideró seis, todos
de fierro de celosía, así como la desaparición de los puentes existentes, “(con
especialidad el de Calicanto, cuya situación y poca anchura formando un
dique que detenía las aguas) ha causado los desastres en las avenidas”. 159
En tanto, el canal tendría 60 metros de ancho para albergar las aguas de las
avenidas; “pero como éstas no se presentan más que una vez en un siglo,
claro es que la mitad de la anchura del canal es suficiente”. Por eso Ansart
dividió el canal en dos: “el uno, el del norte, para cauce ordinario, y conservo
el otro a un nivel de dos metros más alto que el anterior, de manera que sólo
en las grandes avenidas, el agua se extenderá sobre su fondo”. Finalmente,
Ansart expuso brevemente un segundo proyecto: allí propuso desviar el
curso del río hacia el norte (por el faldeo del cerro San Cristóbal),
construyendo una nueva Alameda en la vacía caja del Mapocho. Aunque al
arquitecto le parecía la mejor alternativa, el proyecto no fue concretado, a
diferencia de otros planes de dominación de elementos geográficos
santiaguinos como el cerro Santa Lucia.
La apertura del segundo proyecto de canalización del río Mapocho,
elaborado por Valentín Martínez en 1885, fue un antecedente directo de la
importancia otorgada por el estado a las obras públicas. El ingeniero
Martínez, egresado de la Universidad de Chile, inició su labor profesional en
la década de 1870, precisamente cuando comenzaban los fenómenos de
epidemias masivas y graves carencias de salubridad pública. Martínez fue
becado por el Estado para estudiar en la Universidad de Gante, una de las
más antiguas de los Países Bajos. 160 Allí pudo visitar industrias y
laboratorios en Francia e Inglaterra, entre otros países. En este último se
contactó por primera vez con Robert Rawlinson, ingeniero especialista en
instalaciones sanitarias (desagües y agua potable), y en el tratamiento de los
78
159
Ibíd., p. 15.
160
Serrano, S. (1994). Universidad y nación. Chile en el siglo XIX. Santiago, Chile: Universitaria, p. 213.
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
ríos urbanos. Las palabras de Martínez en el proyecto de 1885 reflejan el
conocimiento de proyectos anteriores, como el de Ansart:
“La idea de la canalización del Mapocho no es de ayer. Los primeros
pobladores europeos que trazaron la planta de Santiago han debido
sentir la necesidad de construir defensas que, encerrando al río en
su lecho, fácilmente desbordable, protegiesen la nueva población
contra las grandes creces. […] Mas no era bastante garantir la
población; la ciudad de Santiago necesita hacer desaparecer esa
zona pestilente y sucia que se llama la caja del río transformándola
en arteria de salubridad y en atractivo paseo”161
Las palabras de Martínez condensan las nuevas preocupaciones de las clases
dirigentes en su visión sobre el río Mapocho. El primer desafío se refiere a
aspectos de infraestructura: el Puente de Cal y Canto, acusado desde Ansart
como un obstáculo a la circulación de las aguas, ya no constituía una
infraestructura apropiada. Tampoco los viejos tajamares eran garantía
suficiente de protección frente a las avenidas del torrente. El objetivo era
claro: canalizar y levantar nuevos tajamares y puentes. En todo el mundo,
estas intervenciones se caracterizaban por instaurar un nuevo tipo de
técnica, vinculada al uso del acero y a la superación de lo que sólo algunas
décadas antes eran obstáculos insalvables. Por esto se ha dicho que “hasta la
Revolución Industrial, la mayor parte de los puentes era de madera o de
arcos de piedra y se construían de acuerdo con reglas acumuladas
empíricamente. Así, por ejemplo, una regla establecía que el espesor de los
pilares sustentadores de los arcos de piedra debía medir la quinta parte del
ojo del arco. La fundación de la Escuela de Puentes y Caminos francesa y su
primer director, [Jean-Rodolphe] Perronet […] cambiaron por completo la
situación”162.
Una segunda tarea urgente para la clase dirigente santiaguina se vinculó con
el higienismo y las ideas sobre la propagación de epidemias y enfermedades.
Esta labor estuvo ligada a nuevas ideas de intervención en las ciudades,
específicamente el tratamiento de aguas y la canalización de los ríos. Como
ocurrió en Francia en los siglos XVIII y XIX, existió una relación entre los
procesos de instalación del discurso higienista, los cambios en las
161
Martínez, V. (1885). Canalización del río Mapocho. Proyecto presentado a la Municipalidad de Santiago. Santiago, Chile: Cervantes,
p. 3.
162
Forbes, R. J. (1958). Historia de la técnica. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, p. 253.
79
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
representaciones olfativas y las consecuentes transformaciones en el espacio
público y privado. Dentro de las representaciones de limpieza del espacio
público de París, surgieron al menos tres grandes ejes de actividad:
pavimentar las calles antaño polvorientas; drenar las inmundicias
provocadoras de los miasmas y sobre todo, ventilar los espacios, un
verdadero eje del higienismo, debido al terror al estancamiento y la fijeza.
En consecuencia, la tarea de purificar el espacio público, por lo que uno de
los anhelos más reiterados de los higienistas parisienses fue “oprimir al Sena
entre dos sólidas hileras de muelles, forzarlo de este modo a una
permanente agitación salvadora, impedir por ese medio el estancamiento
nauseabundo”. De esta forma, en aquel período, “la circulación de los soplos
aéreos engendrados por el lecho del río así canalizado, merece tanta
atención como la amplitud y la rapidez de las corrientes acuáticas”. 163 Ese
temor a los olores y los estancamientos también se vivió en Santiago. Como
se indicó, el objetivo central fue la creación de estructuras para contener los
desbordes del río -una especie de nuevos tajamares- pero con una visión
completamente diferente a la que tuvieron los ingenieros militares
coloniales que edificaron dichas obras. Para Martínez, el Mapocho era “una
zona pestilente y sucia que se llama la caja del río”.
De esa preocupación higiénica se desprende un tema que desbordaba la
salubridad pública e ingresaba en lo sociopolítico: los sectores populares y
sus usos del torrente. Es necesario aclarar que en caso alguno las
disposiciones legales sobre lo que debía hacerse con o en las riberas del río
eran algo nuevo. Ya en la época colonial, y a propósito del hermoseamiento
de los Tajamares, el Cabildo de Santiago notó que en la caja mapochina
existían asentamientos que afeaban el lugar, por lo que acordó que “los que
habitan dichos ranchos den razón con qué facultad se han situado en aquel
paraje y que si este fuere perteneciente a los propios de la Ciudad los mande
(el Corregidor) inmediatamente quitar”164.
En la fase de organización republicana, en tanto, las inundaciones de la
década de 1820 destruyeron la mayoría de los ranchos construidos en sus
riberas, determinando el traslado masivo de pobres hacia el sur y poniente
163
Corbin, A. (2005). El perfume o el miasma. El olfato y lo imaginario social. Siglos XVIII y XIX. México D.F.: Fondo de Cultura
Económica, p. 110-114.
164 Acuerdo del Cabildo de Santiago de 29/10/1771. Reproducido en de Ramón, A., “Santiago de Chile (1850-1900). Límites urbanos y segregación social
según estratos”, citado, p. 259.
80
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
de la ciudad165. Como complemento, un bando de 1830 dictaminó que “se
prohíbe bañarse de día desnudo en las orillas del río, frente a la ciudad, bajo
la multa de cuatro pesos u ocho días de presidio” 166. Veinte años después, lo
que se buscó no fue solamente el resguardo de la moral y el pudor, sino que
la propia salubridad de la población, en especial por la presencia de
animales en las riberas y la impureza de las aguas a ser bebidas por los
santiaguinos. Se indicó entonces que “habiéndose introducido el abuso de
mantener en la margen del Mapocho rebaños de cerdos que ensucian el agua
que se extrae de dicho río para surtir la población”, se decretaba que “no
podrá en la sucesivo mantenerse cerdos en el punto expresado, bajo la multa
de cuatro reales por cada uno de los animales, que pagará su dueño; sin
perjuicio de matársele los cerdos en caso de reincidencia”167. Esas
reglamentaciones se aprecia la paulatina construcción cultural del río como
cloaca: hacia 1880, sus aguas, antes orgullosamente utilizadas para la
bebida, comenzaron a ser cuestionadas como potables. Los grupos populares
que vivían en la caja del río, en tanto, empezaron a ser asimilados a esa
cloaca y a ser incluso observados como peligrosos por constituir una
potencial fuente de infección.
La labor del ingeniero Martínez estuvo imbricada con los cambios
fomentados por una incipiente industrialización y creciente urbanización en
Chile, manifestada entre otros aspectos en nuevos ordenamientos espaciales.
En buena manera, el trabajo Martínez resumió las urgencias señaladas más
arriba. Martínez vio en lo urbano y más específicamente, en el espacio
público, la herramienta de cambio en la sociedad santiaguina, mediante una
„razón técnica‟. La ciudad debía también asumir el aporte de la arquitectura
neoclásica y el arte. Es notable en este sentido la formulación de un proyecto
anexo al principal, donde afirmó la necesidad de contar con comunicación
ferroviaria, a través de un ramal y una estación central “que debe unir el
norte y sur de la República con el centro de la capital. Este ramal, que desde
el puente de cal y canto seguiría la orilla sur del río hasta empalmar con los
ferrocarriles del Estado, necesita obras de arte, y, sobre todo, un terraplén
enrocado del lado del río. La estación central y el ramal con sus obras de arte
165
Salazar, G., Labradores, peones y proletarios, cit., p. 63.
166
Bando de 28/6/1830, en Izquierdo F., Bianchi, E. (1894). Recopilación de leyes, ordenanzas, reglamentos y disposiciones
administrativas vigentes en el departamento de Santiago. Santiago, Chile: Imp. Roma, pp. 266.
167
Decreto de 27/3/1850, en Idem, p. 290.
81
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
forman el objeto de un estudio encargado a la dirección de los ferrocarriles
del Estado”168.
Por el poniente, los trabajos llegarían hasta el puente de Ovalle empalmando hacia el norte con Hornillas- con Teatinos como continuación
hacia el sur, donde también fue proyectada la Cárcel Pública. Con esto se
pretendía servir a la populosa población Ovalle, situada en la Chimba. En el
oriente, la obra empezaría en el Camino de Cintura, totalizando dos mil
metros de longitud. Se trazó también una nueva Estación Central de los
Ferrocarriles del Estado, en el sitio que después ocuparía la Estación
Mapocho. Más hacia el oriente, se observan al sur del río los grandes paños
de terreno que se ganarían por la canalización, distinguibles en el plano por
sus diferentes letras: desde la A en el oriente, terminando con la M en el
puente de Ovalle. Se trata del proyecto base a partir del cual discutió el
concejo municipal para aprobar uno definitivo en 1888.
Fig. 7. Plano del primer proyecto de canalización del río del ingeniero Valentín Martínez
(1885).
Se aprecia aquí la compleja construcción de un paisaje urbano por medio de
la intervención en el espacio público: en el Chile de finales del siglo XIX,
como en toda Latinoamérica, la noción de paisaje aún se basaba en una
concepción ilustrada. En efecto, un paisaje cargado de un sentido estético,
donde las distancias entre la técnica y el arte no eran en absoluto radicales.
Entendiendo paisaje como „vista de ciudades‟, dimensión creada por los
holandeses en los siglos XVI-XVII y que cimentó las bases de la cartografía
moderna. Segundo, la idea de paisaje como sensibilidad surgida en la
168
82
Martínez, V., Canalización del río Mapocho, op. Cit., p. 2.
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Inglaterra del siglo XVIII y desde donde emergieron conceptos como
pintoresco y sublime. En ambos casos, y considerando específicamente la
noción de „paisaje urbano‟, se trata de un nexo entre naturaleza y
contemplación humana, ya sea mirando, oliendo, recorriendo, leyendo.
Dicho de otro modo: aunque la noción de „paisaje urbano‟ no era usada por
los técnicos y políticos chilenos de la época, podemos hablar de una idea de
paisaje que no se había transformado –al menos cabalmente- en una idea de
ambiente, con toda la perspectiva científica que esta última contiene. Por
otra parte, hubo una apelación a la necesidad de intervenir el paisaje con
una nueva idea de lo estético: las ya nombradas obras de arte requeridas por
Martínez para la estación ferroviaria apuntan a ese vínculo.169
Pero si aún en su proyecto podían coexistir el Puente de Cal y Canto y la
línea férrea (al menos en la letra), esto no podía ocurrir con los viejos
puentes de madera que unían la Chimba con la ciudad. La propuesta de
Martínez fue el levantamiento de seis nuevos puentes carreteros de doble
vía, uniendo las avenidas de uno y otro lado –tal como Vicuña Mackenna
argumentó en 1872 y Ansart en 1875- y además un puente para el tráfico
peatonal. De oriente a poniente, estos estarían frente al Camino de Cintura,
a Purísima, a la Plaza de Bello (actual José Miguel de la Barra), a la calle San
Antonio y al puente de Cal y Canto, dejando un puente para “gente de a pie”
en el puente Ovalle, frente a la futura Cárcel. Esta referencia a puentes
mirando hacia el centro no es casual: nuevamente, como en el plan de
Ansart, allí se encuentra la idea básica de dejar al borde sur las tierras
ganadas por la canalización, ya que “el valor del terreno (es) mucho mayor
en la ribera sur que en la ribera norte”.170
En consecuencia, de los cerca de 157 mil metros cuadrados ganados al río, la
mayoría estaría ubicado al sur del Mapocho, al costo de demoler el puente
Mackenna, cuya construcción había significado una alta inversión de capital.
Y más todavía, el ingeniero Martínez reconocía que “extralimitando las
instrucciones que recibí, he extendido por el oriente la canalización, no sólo
hasta el puente Mackenna, sino hasta el Camino de Cintura, límite natural,
puede decirse, de ese notable desarrollo de la planta de nuestra población
urbana y en donde necesariamente, tarde o temprano, debe construirse un
puente”171. En general, esta autonomía del ingeniero no debiera considerarse
169
Silvestri, G., Aliata, F. (2001). “La revolución verde” en El paisaje como cifra de armonía. Buenos Aires, Argentina: Nueva Visión.
170
Martínez, V., Canalización del Mapocho, op. Cit., pp. 7-8.
171
Martínez, V., Canalización del Mapocho, op. Cit., p. 12.
83
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
extraña: la emergencia de estas figuras del aparato público, con decisiones
de gestión autónomas avaladas por la ciencia o la técnica, es típica en las
ciudades del siglo XIX.
La recepción del proyecto de Martínez, promovido por el intendente
Alejandro del Fierro, fue favorable: se aprobó prácticamente sin
cuestionamientos por parte de la Municipalidad, ya que el positivo informe
de la Comisión de Arbitrios y de Obras Públicas hizo innecesario cualquier
debate172. Los primeros cuestionamientos vinieron de un viejo conocido de
Martínez: su colega Ricardo Fernández Farías, el mismo con quien había
viajado a Europa como becario. En julio de 1886, Fernández señaló no
entender “las razones por qué el canal se proyecta sólo con un largo de 2.000
metros, o sea desde el Camino de Cintura, al oriente, hasta el Puente Ovalle,
al poniente”.
El ingeniero cuestionó la omisión que el proyecto hacía
respecto de los propietarios de las tierras a intervenir o expropiar, diciendo
además –como presagiando lo que ocurriría con el Puente de Cal y Cantoque “ni se indican las obras o establecimientos que pueden recibir perjuicio
con al alteración de niveles o del estado actual de cosas”. Por ello indicó que
“el largo del canal debe ser igual al de la población, porque no hay
razón para beneficiar sólo una parte, fundándose en el lucro o no
lucro, en terrenos valiosos o no valiosos, pues que, mirado el asunto
bajo el punto de vista de higiene, salubridad pública y de salvar de
todo peligro e incomodidades a los habitantes de la Capital, que es
por lo que debe trabajar la Ilustre Municipalidad, todas las
secciones de la ciudad son igualmente valiosas”173.
Las opiniones de su colega no fueron demasiado relevantes para el ingeniero
Martínez: después de la publicación de este folleto, escribió a su autor: “…y
debo confesarle que encuentro tantos errores de concepto que he acabado
por formarme una triste idea de sus conocimientos profesionales […] 174. En
tanto, aunque el proyecto de Valentín Martínez aprobado fue presentado por
una “comisión de estudio” municipal que publicó sus resultados en 1886, el
ingeniero en minas Manuel H. Concha, realizó sus propias Observaciones al
172
Sesión ordinaria, 3/5/1886. Archivo Nacional, Fondo Municipalidad de Santiago, volumen 323, fojas 29 y 30.
173
Fernández Frías, R. (1886). Canalización del Mapocho. Observaciones al proyecto aprobado por la Ilustre Municipalidad. Santiago,
Chile: Imprenta Victoria.
174
Y agregó: “Dispense que haya anotado sus errores en la primera página de su impreso sin haber continuado, porque aquello iba muy
largo y era perder lastimosamente mi tiempo”. Carta fechada en 26 de julio de 1886. En Fernández Frías, R., op. cit., p. 30.
84
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
proyecto de canalización. Concha, nacido en 1834 y egresado de la
Universidad de Chile, había trabajado durante tres años en el mineral de
plata de Caracoles, a inicios de los años setenta, y en 1876 fue nombrado a
cargo de la cátedra de Ingeniería Rural en el Instituto Agrícola. Al momento
de emitir sus comentarios, era Director de Obras Municipales en la
Municipalidad de Santiago175. Apelando a los riesgos constructivos de una
ciudad de aspecto colonial, indicó que
“La circunstancia de hallarse edificadas las tres cuartas partes de la
población, con adobes y en un suelo tan pendiente, hace temer que
un desborde del río, ocasionado por las malas condiciones de la
canalización, produzca resultados sumamente desastrosos. […]
Muchas de las ideas que propongo, como el trazado rectilíneo del
canal, la adopción de puentes de fierro, la abolición del empedrado
del fondo, y la de los acueductos que iban por el interior de los
tajamares y otros que han encontrado tan buena acogida en dicho
señor, que piensa formular un nuevo proyecto que las ponga en
práctica”176.
Efectivamente, estas críticas fueron incorporadas por el ingeniero Martínez
a su segundo proyecto (1886), dando cuenta de la estrecha relación entre la
Municipalidad –por medio de su Dirección de Obras- y el Poder Ejecutivo,
representado por el Ministerio de Industria y Obras Públicas. La principal
diferencia con el proyecto de 1885 es que la canalización se efectuaría ahora
en línea recta, tal como lo sugirió Concha. Con todo, al igual que en 1885, la
mayor parte de los terrenos ganados al río se ubicarían al sur de éste.
Además, se siguió considerando al Puente de Cal y Canto, en el extremo
oriente de la proyectada estación central ferroviaria. No obstante, hubo
diferencias relevantes respecto a los planos anteriores: hacia el poniente el
encajonamiento fue ampliado tres cuadras –sumando un nuevo puente- es
decir, más allá de la Cárcel. Por otra parte, se incorporó el trazado de las
nuevas avenidas a cada lado del Mapocho, así como el terraplén del
ferrocarril, precisamente en la nueva área sumada al proyecto.
En la Cámara de Diputados, el proyecto fue presentado en agosto de 1887,
teniendo como primera justificación que “el cauce del río, ubicado en el
175
Presentación de antecedentes profesionales del ingeniero Manuel H. Concha al Secretario de la Municipalidad de Santiago para optar
al cargo de Director de Obras Municipales. Santiago, 26/8/1884. ANFMS vol. 317, s/n° de foja.
176
Concha, M. (1886). Observaciones al proyecto de canalización del sr. ingeniero Valentín Martínez. Santiago, Chile: [s. n.].
85
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
centro de la ciudad, es el depósito de inmundicias que constituyen un foco
permanente de infecciones”. Y como parte de los beneficios, se explicó que el
Estado cedería a la Municipalidad los terrenos ganados al torrente, siempre
que estuvieran dentro de los límites urbanos y con la obligación municipal
de pavimentar y alumbrar las calles paralelas al canal. De esta manera,
“quedarían a favor del Estado terrenos valiosos, fuera de aquellos límites,
que reembolsarían la mayor parte de los gastos hechos en la canalización”.177
Según el ministro del Interior, Ramón Barros Luco, la obra tendría además
la ventaja de contar con la pronta inauguración del ramal que entonces se
construía hasta el puente de Cal y Canto y que ya había mencionado el
ingeniero Martínez. Para la discusión legislativa del proyecto –en diciembrese aprobaron los $500 mil requeridos, evidenciando la mirada urbanística
del gobierno de Balmaceda hacia el sector de Mapocho. 178 La posibilidad de
proyectar la ciudad moderna debía pasar por el ferrocarril –así lo entendía el
ministro Barros Luco- trastocando paralelamente la relación entre el río y la
cordillera: dos medios naturales con la posibilidad de ligarse, opción que el
ferrocarril concretaría. Esto también nos habla de los requerimientos de los
empresarios mineros para abastecer sus asentamientos, en especial el de La
Disputada de Las Condes.179 Al fin, las medidas fueron rápidas y no hubo
modificaciones al texto de Martínez: el 13 de enero de aquel año, fue
publicada en el Diario Oficial la ley que autorizaba la inversión de capitales
en la canalización del río Mapocho y que, en su artículo cuarto, declaró “de
utilidad pública los terrenos necesarios para la canalización del Mapocho, y
cien metros a uno y otro lado del canal en toda su extensión, y la
expropiación se hará con arreglo a las prescripciones de la ley de 18 de junio
de 1857”.180
Al mes siguiente, Martínez empezó a publicar su recién aprobada propuesta
en las páginas del Boletín del Ministerio de Industria y Obras Públicas,
creado también en enero de 1888. Ese año lanzó también la versión
definitiva, incorporando el trazado rectilíneo del río. En ese breve lapso, el
ingeniero pasó a ser el jefe de la sección de puentes, caminos y obras
177
Sesión de 2/8/1887, en Cámara de Diputados (1887). Sesiones ordinarias de la Cámara de Diputados en 1887. Santiago, Chile:
Imprenta Nacional, pp. 375-6.
178
Sesión de 27/12/1887, al discutirse y aprobarse el proyecto de ley de canalización del río Mapocho., en Cámara de Diputados (1887).
Sesiones extraordinarias de la Cámara de Diputados en 1887. Santiago, Chile: Imprenta Nacional, p. 612.
179
de Ramón, A., “Estudio de una periferia urbana. Santiago de Chile 1850-1900”, citado, p. 244.
180
Ministerio de Industria y Obras Públicas (1888). Boletín del Ministerio de Industria y Obras Públicas. Santiago, Chile: Impr. Nacional,
p. 59.
86
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 8. Plano del segundo y definitivo proyecto de canalización, 1888.
hidráulicas de la oficina de Obras Públicas. A partir de esa experiencia, su
proyecto de 1888 incluyó referencias al alcantarillado y servicios básicos que
debía proveer el Estado.181
Articulada en torno a los servicios públicos, al higienismo y una nueva idea
de imagen urbana, la propuesta de Martínez no estuvo exenta de
dificultades. Como se indicó más arriba, se inauguraba un período basado en
ideales de salubridad pública e higiene para contrarrestar la mortalidad
urbana. Al ser nuevos saberes, aún no estaban completamente definidas sus
áreas y procedimientos, pero sí lo estaba la idea de los servicios básicos
como base para la higiene y la transformación de ciudades. En este sentido
son útiles las palabras de Trevor Williams: “Un mejor conocimiento de la
naturaleza de las enfermedades y su transmisión, así como un nivel de vida
progresivamente creciente impusieron una carga suplementaria incluso para
los servicios básicos de agua y alcantarillados, y la mejora de éstos en las
zonas ya densamente pobladas fue de por sí una tarea de primera
magnitud”.182 Por este motivo, Martínez –cobijado en la ley de enero de
1888- no sólo trabajó sobre el canalizar, sino que en la formación de un
“nuevo barrio” acorde con la imagen de ciudad deseada:
“Por ley de 13 de enero de 1888 se manda expropiar en toda la
extensión del canal una zona de 100 metros a uno y otro lado, lo
que permite la formación de un nuevo barrio que por su situación y
por consultarse en él toda las medidas higiénicas estará a la altura
de los mejores barrios de París y Londres. El nuevo barrio estará
181 Martínez, V. (1888). Proyecto para la canalización del río Mapocho. Aprobado por la Ilustre Municipalidad de Santiago y mandado ejecutar por el
Ministerio de Industria y Obras Públicas. Santiago, Chile: Imprenta de “El Correo”,.
182
Williams, T. (1977). Historia de la tecnología. Desde 1900 hasta 1950, tomo II. México D.F.: Siglo XXI, p. 317.
87
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
dotado de una red completa de alcantarillas de desagüe para su
perfecto saneamiento”183.
El encajonamiento fue comenzado en junio de 1888 y tuvo como suceso
paradigmático el derrumbe del puente de Cal y Canto. Como se recordará, en
1873 Ansart lo vio como un dique ya viejo que estancaba el curso natural del
agua. Pero contradictoriamente, en 1883 se le realizó una prolija
remodelación. Martínez, como Ansart, no tuvo demasiada consideración con
la edificación colonial, que tenía 75 metros de largo. La destrucción del viejo
puente, la instalación de otros nuevos metálicos y el encajonamiento del río
fueron obras efectuadas entre agosto de 1888 y enero de 1892 (figs. 8 a 10),
primero bajo la dirección de Martínez y luego del ingeniero José Luis Coo.
Éste enumeró los trabajos realizados entre enero y octubre de 1888:
“Destrucción del galpón de zapateros
Construcción de las oficinas y bodegas
Construcción del cauce de desvío
Desvíos de las aguas del molino de la Purísima
Construcción de la prolongación del puente de „los Carros‟
Construcción del puente provisorio frente a la calle de San Antonio
Apertura de la cuneta del canal
Limpia del cauce de desvío
Rebaje del emplantillado del puente de Calicanto
Construcción del puente Ovalle
Destrucción de los puentes de Palo y Ovalle
Demolición del puente de Calicanto”.184
La demolición del Cal y Canto se efectuó en dos partes: las rampas de acceso
y luego los ojos del puente. Previa tasación de los baratillos y almacenes
privados y municipales, en 1891, se procedió a completar el desarme de la
estructura. En paralelo, se construyeron los nuevos puentes metálicos, nueve
en total: Pío Nono, Purísima, Mackenna (Loreto), Recoleta, 21 de Mayo o de
los Carros, Av. La Paz o de las Pirámides, Independencia, Ovalle y Manuel
Rodríguez. En tanto, las defensas de la canalización correspondieron a
183
“Canalización del Mapocho (Continuación del proyecto de ingeniero Valentín Martínez)”, en Ministerio de Obras Públicas (1888).
Boletín del Ministerio de Industria y Obras Públicas. Santiago, Chile, p. 402.
184 Dirección de Obras Públicas (1890). Revista de la Dirección de Obras Públicas. Memorias e informes sobre construcciones civiles, ferrocarriles,
arquitectura, minas, industria y geografía. Santiago, Chile: Impr. Gutenberg, p. 281.
88
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
mampostería en piedra y adoquines en el fondo. Según Cifuentes, la primera
conformada por muros empinados de hormigón que contenían piedras de
aproximadamente 30 x 20 x 5 cms., y simultáneamente con estrías cada 10
metros a lo largo del muro, denominadas despegadores de flujo, que
disminuyen la fuerza de impacto del torrente en las contenciones. 185 Como
se verá más adelante, la utilización de los adoquines de esas dimensiones fue
permanente durante los trabajos de contención desarrollados las siguientes
décadas. Otro aspecto es que la mampostería y el suelo adoquinado fueron
muy lisos. La utilización del adoquinado de mampostería fue el único
aspecto introducido por Coo al proyecto de Martínez, ya que éste contempló
un emplantillado.186
En cuanto a la gestión, las obras estaban a cargo de la “Dirección de los
Trabajos de la Canalización del Mapocho”, oficina perteneciente a la
Dirección General de Obras Públicas y que informaba de sus acciones y
solicitaba autorizaciones a la Intendencia y al Gobierno Local de Santiago.187
Los trabajos de encajonamiento del torrente contaron con una continuidad
casi sin interrupciones: de hecho, fueron la única obra pública que siguió en
funcionamiento durante la guerra civil de 1891. Los documentos respectivos,
además, muestran la participación laboral de unos treinta peones al
comienzo de los trabajos.188 Por otro lado, aunque era la mencionada
Dirección de los Trabajos de la Canalización del Mapocho la encargada de
encabezar los trabajos, hubo intervención de otros funcionarios de alto
rango. A partir de 1889, por ejemplo, se produjo también la inédita
contratación de numerosos albañiles catalanes por parte de Pedro Yuste,
cónsul chileno en Barcelona. Los contratos establecieron una duración de
dos años, con un seguro de salud en caso de enfermedad temporal o
terminal.189
185 Cifuentes, A. (1994). “El río Mapocho, su historia, actual comportamiento, su futuro”, en revista Ingenieros. Santiago, Chile: Colegio de Ingenieros.
Nos permitimos dudar de esta afirmación, ya que el hormigón comenzó a ser utilizado en Chile recién a finales del siglo XIX. Puede ser que el autor esté
confundiendo esto con piedras unidas por mortero, ya que el cemento sí estaba disponible como material de construcción al momento de formar el canal.
186 Bórquez, O., Historia del río Mapocho y sus puentes, op. Cit., p. 24.
187 “Destrucción de la rampla norte del Puente de Calicanto”, Sesión 1° extraordinaria, 2/12/1891, en Ilustre Municipalidad de Santiago (1892). Boletín
de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Tomo Primero. Santiago, Chile: Imprenta Barcelona, pp. 185-186.
188 Dirección General de Obras Públicas, 1888, varios volúmenes.
189 Dirección General de Obras Públicas, 1889, varios volúmenes.
89
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 9. El Puente Cal y Canto poco después de sufrir el derrumbe de algunos de sus arcos, en
agosto de 1888. Se ven los baratillos instalados en la superficie de la estructura. Se advierte
además la presencia de espectadores de chaqueta y sombrero junto con otros –en primer
plano- de poncho y chupalla, contemplando lo que para entonces se había convertido en un
espectáculo urbano.
Fig. 10. Canalización del río Mapocho a la altura de calle Lastarria. Adviértase el uso de
maquinaria pesada y vigas.
90
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 11. El borde sur del Mapocho desde la Chimba, según grabado de Melton Prior (1889).
Se distingue, hacia el centro y la derecha, el Mercado Central y las torres de los templos, al
igual que las obras de canalización y las carretas sobre el puente de madera provisorio.
También la numerosa presencia de peatones y vendedores ambulantes, mientras a la
izquierda de la imagen se aprecia el cerro Santa Lucía y las construcciones de uno y dos
pisos de calles Esmeralda y San Antonio.
En consecuencia, la canalización fue finalizada a mediados de 1892, con un
gasto mayor a los $500 mil aprobados inicialmente. Sólo a partir de esa
fecha se decidió paulatinamente el destino de las tierras ganadas al río. Es
indiscutible que hubo una gran lentitud en la transformación de aquellas, ya
que debían convertirse en paseos públicos, pero “fueron de momento sólo
basurales y depósitos de „inmundicias‟”. 190 En las discusiones y decisiones
opinaron fundamentalmente políticos, médicos e ingenieros. Entre los
abogados destacó el congresista Paulino Alfonso. Valentín Martínez, en
tanto, aparece junto a Alejandro Bertrand como uno de los ingenieros más
destacados, liderando tanto las obras en el río como la siguiente fase de
transformación de Santiago con sus proyectos sobre alcantarillado y sistema
de desagües.
190
Romero, L. A., ¿Qué hacer con los pobres? Elite y sectores populares en Santiago de Chile, citado, p. 47.
91
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
2.2. Figuraciones historiográficas de la ciudad: Justo
Abel Rosales
“El barrio de la Cañadilla, y en general todo el extenso y poblado
barrio ultra-Mapocho o de la Chimba, ha pasado casi
inadvertido para nuestros escritores, probablemente porque no
han encontrado antecedentes que les permitan fijar su
verdadera
importancia;
pero
yo,
en
mérito
de
mis
investigaciones, puedo declarar luego, que después del barrio
central, aquel es el de más interés histórico de Santiago”.
Justo Abel Rosales, La Cañadilla de Santiago. Su historia i sus
tradiciones 1541-1887, La Época, Santiago, 1887, pp. 2-4.
Por esos mismos años, otro actor, con intenciones diferentes a las del
Estado, también „descubre‟ nuevos temas vinculados con el Mapocho: se
trata de Justo Abel Rosales. Nacido en Valparaíso en 1855, fue soldado
durante la guerra del Pacífico y archivero de la Biblioteca Nacional, cargo del
que fue separado al caer derrocado Balmaceda. Desde su condición de
integrante de una incipiente clase media, fue un activo promotor de
sociedades mutuales y de socorros mutuos. Promovió, además, la discusión
sobre la ciudad en la esfera pública, publicando en apenas seis años -entre
1887 y 1893- decenas de escritos históricos sobre la capital y a lo menos
cuatro libros sobre la Chimba y las riberas del Mapocho: La Cañadilla de
Santiago. Su historia y sus tradiciones 1541-1887(1887); El puente de Cal y
Canto. Historia y tradiciones (1888); Historia y tradiciones del Cementerio
General de Santiago (1890); y, con un afán más político que urbano, en
medio de la post guerra civil de 1891, Historia de la Cárcel Pública de
Santiago (1893).191
La escritura de Rosales contribuyó a crear memoria sobre un lugar con una
dinámica urbana relevante, pero secundaria respecto a lugares como la
Alameda o la Plaza de Armas; tanto así, que hoy es una de las principales
fuentes disponibles para el estudio del sector. Su libro sobre la Cañadilla es
indudablemente una de las más miradas más profundas a la “otra banda” del
río, realizando un trabajo sistemático y de larga duración. Como se lee en el
epígrafe, expresó que era un barrio “que ha pasado inadvertido para
191 Trabajó también como periodista, y como veterano de guerra integró dos Sociedades Patrióticas: la Sociedad de Guerreros del Pacífico, institución
militar de socorros mutuos y la Asamblea Arturo Prat (1888) que tuvo como objetivo trasladar los restos del héroe de la guerra del Pacífico desde Iquique.
Además, junto a otros compañeros, fundó La Sociedad de Protección Mutua de los Empleados Públicos en 1889. Cfr. Lemus, J. (1984). “Prólogo” a
Rosales, J. A. Mi campaña al Perú 1879-1881. Concepción, Chile: U. de Concepción.
92
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
nuestros escritores”, pero Rosales no sólo escribió sobre este, sino que lo
equiparó en importancia al propio “barrio central”. Es sugerente, en este
sentido, su transcripción de los datos del Censo de 1885 para la Cañadilla:
sólo contando ambas aceras de dicha calle, entre el puente de Cal y Canto y
la calle La Unión o del Cementerio -poco más de diez cuadras- se totalizaban
213 casas, 12 casitas, 150 cuartos, 27 piezas, 21 conventillos y 13 ranchos.192
En este sentido, desde la perspectiva literaria y como se ve en la cita al inicio
del capítulo, Rosales también construye su propia representación de una
parte de la ciudad: se propone develar la trama de la Chimba, integrarla a lo
escrito, convertirla en fuente de sentido, quizás intuyendo que los cambios
que el sector experimentará durante los años siguientes serían profundos.
Precisamente porque aquello se estaba perdiendo, es porque Rosales escribe
sus crónicas urbanas, como parte de una historiografía de la ciudad,
realizadas a partir de una combinación de documentos archivísticos, historia
oral y los propios recorridos urbanos del autor.
En Historia y tradiciones del Puente Cal y Canto, el escritor realiza su
trabajo mezclando el archivo y el testimonio oral. Confiesa en su escrito que
gran parte de sus datos provenían de “muchas respetables y antiguas
personas de ambas márgenes del Mapocho”. 193 Resulta sugerente este último
aspecto: mientras por entonces primaba el enfoque propuesto por Leopold
von Ranke, acerca de la primacía del documento escrito, Rosales incorporó
numerosos testimonios orales. Es decir, mientras se configuraba la
historiografía positivista, el autor santiaguino mantenía una relación más
estrecha con la oralidad y sus posibilidades de estructurar un relato
histórico. Rosales, en la práctica, no era profesor de historia, sino que
escritor, periodista y mutualista. Su trabajo como editor no fue menor: a sus
escritos de Historia y tradiciones, agregó numerosas referencias de
periódicos y diarios capitalinos que opinaron sobre la destrucción del
puente, incluyendo a medios tan diferentes como El Estandarte Católico y
El Ferrocarril. Por último, también incluyó sesiones legislativas referentes a
la caída de la estructura colonial.
Ahora bien, ¿qué puede aportar Justo Abel Rosales en esa interpretación de
la ciudad? Precisamente comprender cómo puede aportarnos un indicio
para la apertura a nuevas temáticas del desarrollo urbano y el espacio
público. De esta manera, mientras se destruye el viejo puente colonial,
192 Rosales, J. A., La Cañadilla de Santiago..., citado, pp. 2-4.
193 Rosales, J. A., Historia y tradiciones del puente Cal y Canto. Santiago, Chile: Impr. Estrella de Chile.
93
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Rosales publica la historia de dicho artefacto. Más aún, lanza su libro con el
propósito de continuar “haciendo publicaciones históricas y baratas, al
alcance de todo aquel que desee leer”.194 Puede decirse que Rosales intenta
orientar un tipo de “práctica de lectura”, vinculando a las personas con los
lugares; la experiencia cotidiana con la idea de ciudad: pertenecer de las
bandas del Mapocho no es lo mismo que ser de Plaza de Armas o el barrio
Dieciocho. El libro es el artefacto escogido por Rosales para interpretar la
urbe.195 Tal como su referencia, en las entrevistas, a las “antiguas personas
de ambas márgenes del Mapocho”, se observa aquí que amplió notablemente
su registro e interpretación del sector respecto a sus estudios anteriores,
indagando en las dos orillas del torrente y visualizándolas como un territorio
común. En la configuración de esta red es relevante que el texto haya sido
impreso en los talleres de “La Estrella de Chile”, ubicada en calle del Puente
1-D, esto es, en el mismo puente. Más sorprendente es que un mes después
de caída la estructura, la imprenta era el “único establecimiento tipográfico y
comercial” que seguía funcionado en ella, pese al fuerte descenso de las
ventas.196
Como se indicó en la sección anterior, Valentín Martínez había considerado
al Cal y Canto en sus proyectos. Esto no debiera extrañar: pocos años antes,
en 1883 se le había realizado una prolija y costosa remodelación. Y, sin
embargo, según el relato de Rosales, el ingeniero Valentín Martínez había
mandado –durante junio y julio, es decir, al inicio de la canalización“socavar el emplantillado del puente, compuesto de sólidas piedras, y de esta
manera, dejó sin defensa los machones que sostenían los arcos del extremo
norte, en caso de un ataque de las aguas en día de temporal”. 197 Por esto, este
escritor autodidacta sostuvo que “la demolición del puente empezó así de
una manera disimulada, tal vez sin intención de concluir en tan corto tiempo
con una obra aun utilísima a los moradores de ambas márgenes del
Mapocho”.198 En definitiva, el derrumbe de la estructura produjo un hondo
impacto en la sociedad santiaguina: era uno de los espacios públicos más
utilizados de la ciudad. En su texto, Rosales seleccionó algunos párrafos
publicados por el diario El Ferrocarril al día siguiente del suceso:
194 Ibíd., p. 4
195 Chartier, R. (1999). Cultura escrita, literatura e historia. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
196 Rosales, J. A., Historia y tradiciones..., cit., p. 66.
197 Ibíd.
198 Ibid, pp. 66-7.
94
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
“A esa hora había en las inmediaciones del puente de Cal y Canto,
del puente de los Carros, y en los tajamares, una concurrencia
inmensa. A uno y otro lado del río se veía miles de personas que
contemplaban el imponente espectáculo que ofrecía el Mapocho
con su enorme caudal de agua de un amarillo negrusco.
Poco después de desprenderse la segunda pilastra, llegó S.E. el
Presidente de la República acompañado del señor Ministro de
Industria y Obras Públicas, del señor Ministro del Interior y de un
edecán, e inspeccionó los destrozos que a esa hora habían
ocasionado los destrozos. […] De repente una nube de polvo que
cubrió todo aquel espacio anunció que el puente de Cal y Canto
comenzaba a hundirse. Una exclamación de asombro y de terror se
escapó de muchos labios al ver que esa mole de granito, que
desafiara durante un siglo la corriente más impetuosa de las más
grandes avenidas, se hundía en las cenagosas aguas del Mapocho, a
las 5.15 de la tarde de 10 de agosto de 1888. El espacio
correspondiente a tres arcos había caído al lecho del río, formando
Fig.
12.
José
Miguel
Blanco,
“Demolición del Puente de Cal y
Canto”.
Se aprecia el Cal y Canto en ruinas, el
trabajo de los obreros y el puente
provisorio de madera emplazado hacia
el oriente.
como una esclusa que las aguas no tardaron en salvar y que al
principio se temió que ocasionaran un desborde. […] El
hundimiento del puente produjo una impresión extraordinaria en
todos los concurrentes. La gente corría en todas direcciones, ávidas
de presenciar de cerca aquel acontecimiento…”199
Las palabras de El Ferrocarril fueron complementadas por el mismo
Rosales, quien expresó que al momento del derrumbe de los arcos, “un grito
unánime de sentimiento por tan grande pérdida resonó en ambas márgenes
del Mapocho. La gente se estrechó para ver aquel espectáculo, y muchos
corrieron hacia el centro de la ciudad, creyendo que se salía el río”. En vista
de esta perplejidad y molestia fue “que muchas personas, especialmente
mujeres, no pudieron contener las lágrimas, al tiempo que lanzaban contra
el ingeniero Martínez las más terribles acusaciones que se haya oído jamás al
aire libre en nuestra mansa ciudad”.200 La presencia de las máximas
autoridades de la nación, incluyendo al presidente Balmaceda, sin duda debe
haber coadyuvado a crear un ambiente casi ceremonial.
Un apoyo constante de Rosales fue el escultor José Miguel Blanco. De origen
plebeyo -hijo de un carpintero y una esforzada madre- nació en 1839 y se
199 El Ferrocarril, 11/8/1888, citado por Rosales, J. A., Historia y tradiciones, op. cit., p 69.
200 Ibíd., p. 66.
95
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
convirtió en uno de los mejores escultores de su generación, junto con el
también proletario Nicanor Plaza. Luego de estudiar en Santiago, viajó a
Paris, en 1867 con una beca estatal, permaneciendo allí varios años. Su
actividad artística estaba basada en un “agudo nacionalismo americanista
que hizo presa de casi toda esta primera generación escultórica”. 201 De vuelta
en Chile, Blanco viajó hasta la Araucanía para contactarse con el mundo
mapuche, plasmando esas nuevas temáticas en sus obras expuestas en la
exposición del Cerro Santa Lucía (1877). Similar compromiso nacionalista
fundamentó su defensa de los intereses de la clase media en formación:
integró la Sociedad de Artesanos La Unión; fue amigo de Fermín Vivaceta,
líder del mutualismo obrero; cercano al Partido Demócrata fundado en 1888
e integrante de la masonería. Durante el gobierno de Balmaceda fue
nombrado secretario-tesorero del naciente Consejo de Bellas Artes. En su
dimensión periodística, su principal aporte fue la redacción de El Taller
Ilustrado, periódico de corte netamente artístico publicado entre 1885 y
1889: “Estaba ilustrada con grabados litográficos [...] sus páginas sirven de
valiosa cantera para el estudio de la historia del desarrollo del arte en el país,
tema que constituía otra de las preocupaciones del esforzado artista”. 202
Desde El Taller Ilustrado, las acusaciones contra los funcionarios estatales
también fueron lapidarias. José Miguel Blanco había sido uno de los
“cooperadores entusiastas” del libro sobre el puente, ya que ayudó a Rosales
con grabados que ilustraron la edición (fig. 11). Poco antes de la
desestabilización de la estructura y apelando a argumentos como la
preservación de los monumentos y su valor histórico-pedagógico, así como
al carácter público del Cal y Canto, señaló que
“Tres o cuatro arcos en pie de ese puente en medio de un barrio
populoso,
producirían
efecto
imponente
recordando
a
las
generaciones futuras el grado de civilización a que llegaron
nuestros padres, antes que el sol de la Independencia trasmontara
la cumbre de los Andes para despertar a la patria de su último
sueño de esclavitud a que la condenaba el poder español […] esas
ruinas no serán tan artísticas como las del Coliseo, el Foro o el
templo de la Paz, sin embargo, si estuvieran en Roma, aquel
Municipio se encargaría de conservarlas y nosotros, como los
201 Pereira Salas, E. (1992). Estudios sobre la historia del arte en el Chile republicano. Santiago, Chile: Universidad de Chile, p. 104.
202 Ibíd.
96
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
demás extranjeros, las contemplaríamos absortos, investigaríamos
su historia y les arrancaríamos algún pequeño fragmento como
recuerdo de nuestros viajes o como reliquia”. 203
La alusión al valor de la construcción, precisamente por su antigüedad, es
señal de un movimiento preservador del patrimonio que se haría patente en
el neocolonialismo de 1910-1950. Por otra parte, esos planteamientos tenían
una continuidad con el pensamiento de Vicuña Mackenna, quien en 1874
había realizado la Exposición del Coloniaje en el Mercado Central. En ese
contexto, a nombre del arte y la arqueología nacional, El Taller Ilustrado
también abogó “por la conservación de esas ruinas que encierran dos
períodos, tal vez los más interesantes de nuestra historia”. 204 Pocos meses
después de demolidos algunos de sus ojos y de iniciadas las obras de
estrechamiento del río, el mismo periódico se preguntaba:
“¿Adónde estamos: en la capital de la República o en el corazón de
la inculta araucanía? Si estamos en la primera no se moverá ni un
solo ladrillo del puente de Cal y canto, espléndido monumento del
coloniaje; y si en la segunda, de esa obra arquitectónica y
arqueológica que tiene más de un siglo de existencia, dentro de
algunas semanas no quedará piedra sobre piedra, pues será
destruida desde sus cimientos‟.
A esta pregunta no se ha hecho esperar la respuesta más categórica:
estamos en plena araucanía.
El Puente de Cal i Canto ofrece hoy a la ciudad de Santiago, el
aspecto que el Coliseo de Roma ofrece a los viajeros: una parte de
su hermosa y sólida arquitectura convertida en un montón de
ruinas, sobre las cuales, como alguien ha dicho muy bien, puede
grabarse esta inscripción: lo que los araucanos no hubieran hecho
lo hizo el ingeniero Martínez.
Se ha dicho desde un principio que el sr. Balmaceda ha condenado
el proyecto de la demolición del puente; en tal caso nada más fácil
para el Presidente de la República, que el ordenar su inmediata
reconstrucción”205
203 El Taller Ilustrado, 12/8/1888.
204 El Taller Ilustrado, 12/8/1888. Décadas más tarde, Teodor Adorno llamaría a esto “paisaje cultural”, para distinguirlo de lo natural como sinónimo
de belleza. Véase Adorno, T. (1971). Teoría estética. Madrid, España: Taurus.
205 El Taller Ilustrado nº 116, 30 /1/1889. Énfasis en el original.
97
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Es interesante comprender la dialéctica establecida por Blanco entre la
civilización del pasado colonial y patrimonial frente a la barbarie de lo
araucano y el gusto por la destrucción. Pero la sensación de pérdida no fue
exclusiva de los medios artísticos, sino que atravesó transversalmente a la
sociedad urbana. No intentamos decir que el pesar por el derrumbe del
puente fuera absoluto. Dicho de otro modo, la experiencia urbana de la caída
del puente no fue únicamente de lamento e indignación, ya que la
representación que se tenía de éste varió según los participantes en el debate
público sobre su destrucción. Por ejemplo, el escritor Daniel Riquelme
(Inocencio Conchalí), también habitante de la Chimba, que había sido
soldado durante la Guerra del Pacífico y que al momento del derrumbe era
un joven escritor de treinta años, autor de numerosas crónicas urbanas en la
prensa santiaguina, las que continuarían hasta el centenario. Riquelme
manifestó severa e irónicamente a poco del hecho, que “podríamos llorar en
el mismo pañuelo la desaparición de las calchonas de Vigoreaux, de las
farolas de aceite, de las acequias descubiertas, de los mojinetes de las casas,
de las procesiones a lo vivo, de la piedra esquina, del estrado colonial, de la
palmeta […] las viejas rondas que cantaban: ¡Las once han dado y
sereno!”.206 Riquelme criticó asimismo la apelación a la memoria urbana del
Puente, mostrándonos aspectos de este que no eran ni son habitualmente
explicitados por los diversos autores:
“Quedaría el lado de los recuerdos ¿pero quién en Santiago puede
tener gratas memorias de un sitio que no servía para nada ni fue
nunca paseo para nadie?
[…] [Era] nidal de venteros de mínima cuantía, posada de
caminantes fatigados, cancha de ladrones nocturnos, oficina de
mendigos repelentes que allí comían, se expulgaban [sic] y dormían
siesta?
No sé lo que digan los antiguos alumnos del colegio de Zapata ni los
perseguidores de las obras de la población de Ovalle; pero fuera de
éstos, no doy con otros que puedan tener ni la más frágil atadura de
algún recuerdo con aquel mastodonte de albañilería colonial.
Bien estarán todas nuestras lágrimas para cuando desaparezcan los
tajamares, si las necesidades de la canalización exigen este
206 Riquelme, D. (1931). “La canción del Puente”, en Cuentos de guerra y otras páginas. Santiago, Chile: Universitaria, p. 332. Publicado originalmente
en La Libertad Electoral, 1888.
98
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
sacrificio en aras de la obra más benéfica y grandiosa de edilidad
pública que se haya ejecutado en Santiago”.207
El tono irónico no debe distraernos de una lista de cambios que iban en
paralelo a la canalización del Mapocho en su tramo urbano y que interpelan
la visión más nostálgica de la ciudad colonial. Y por cierto, las palabras de
Riquelme expresan también el sentir de un espectador en las antípodas de
Rosales y El Taller Ilustrado. Al respecto, es interesante destacar que
Riquelme establece el requisito del “sacrificio” de botar el Puente –y
posiblemente los tajamares- si las “necesidades de la canalización” así lo
urgían. Es decir, desde una perspectiva literaria, una clara coincidencia con
el ingeniero Valentín Martínez en lo imperioso de la modernización urbana y
el desapego hacia una noción aún no solidificada de patrimonio intangible o
cultural.
Se trata de un problema urbano que afecta lo común entre hombres y
mujeres y que a la vez puede ser visto por todos, al tener la máxima
publicidad posible.208 La caída del puente marcó un quiebre en la manera de
entender la ciudad, en la representación de qué era la modernidad y cómo se
materializaba en lo urbano. Mirar de esta manera las representaciones del
puente desde Rosales y Riquelme implica también dejar de entenderlos
como precursores inspirados desde la exclusiva individualidad. Rosales era
más el escritor de una extensa red de autores populares. O si referimos a
Ángel Rama, a un entramado de sectores medios-bajos y populares capaces
de participar en el debate de la “ciudad letrada”.209 Y enfatizamos estos dos
últimos puntos: Rosales como parte de una red y esa red como parte de
ciudadanos capaces de pensar, mostrar y explicar. Y siempre, de debatir: en
el caso particular que aquí nos compete, discutir el presente y el futuro de un
lugar emblemático de la capital chilena. Personas capaces de debatir en un
contexto que José Luis Romero llamaría “la ciudad burguesa” y que, como
nos han mostrado diversos autores, es un campo literario, historiográfico y
artístico que tiene un correlato en la prensa.
Por otra parte, en términos de escritura de ciudad, surge la crónica urbana
efectuada por la prensa y sobre todo por la historiografía de Justo Abel
207 Idem. Y agregó: “…todos debemos persuadirnos de que si el famoso corregidor hubiera vuelto a la vida, habría sido el primero en reconocer que
había pasado la era de los puentes de cal y ladrillo y que ofensa hacíamos a su memoria…”. (p. 333)
208 Evidentemente estoy parafraseando a Arendt, H., La condición humana, citado.
209 Rama, A. (1984). La ciudad letrada. Hanover, Estados Unidos, Ediciones del Norte.
99
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Rosales y su equipo, que busca aferrarse a las “historias y tradiciones”. Se
trata de sujetos letrados, surgidos del mundo popular-mesocrático y
vinculados a entidades gremiales, como sociedades mutualistas. Desde esa
experiencia, Rosales publicará su texto para la sociedad santiaguina. Pero,
como se ha visto, si bien Daniel Riquelme era un orgulloso vecino de
Recoleta -es decir, de la Chimba- a diferencia de Rosales, despreciaba al
puente de Cal y Canto y a sus defensores. Me parece que tanto Riquelme
como el autor de “Historia y tradiciones del Puente de Cal y Canto” están
debatiendo desde lo que hoy nos parece tan común pero hace 130 años no lo
era, esto es, una esfera pública desde los sectores populares y del mundo
mesocrático en ciernes. ¿Podríamos incluso decir que al hablar de Rosales y
Riquelme estamos hablando de las bases de la llamada “cultura obrera
ilustrada del centenario”? Al menos, ciertos vectores comunicantes existen,
especialmente en la naciente esfera pública de los sectores populares, capaz
de rescatar una memoria urbana desde el archivo, desde la oralidad y
proclamar desde la prensa la construcción de un espacio urbano
diferenciado de la ciudad burguesa.
Rosales no sólo efectuó una marca territorial, no sólo se incluye pero
también se alejó de las tradicionales crónicas de ciudad, sino que resumió
como pocos (quizás sólo Vicuña Mackenna podría equiparársele), esa
fascinación y también ensoñación, por el viejo Santiago: el Santiago
Colonial. Rosales trabajó desde la historiografía y la literatura en pos de
reunir la Historia y la Tradición. Y para él, la Tradición es temáticamente
colonial, literariamente anecdótica y políticamente, defensora de la historia
local frente a la avasalladora y homogeneizante historia nacional o
patriótica. Rosales sintetizó bien ese gusto por lo colonial, tan caro, por
ejemplo, a Vicuña Mackenna, con una nueva corriente intelectual vinculada
a lo que hoy llamamos „patrimonio cultural‟. Porque, si él quiso catastrar y
recordar la vieja Chimba, para insertarla con honores en la urbe
modernizada, contradictoriamente, también quiso trazar la ciudad antigua y
separarla de la moderna. Conservarla y mantenerla incólume ante la
transformación de las riberas del Mapocho.
100
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
2.3. De la canalización a la organización de los bordes.
El “proyecto de transformación” de 1895
“…basándose en las disposiciones de ley vigente de 1888 y en el estudio
comparativo de los planes de transformación de diversas ciudades
modernas, donde se revela el propósito constante de mejorar las
condiciones de comunicación y de hacer desaparecer las obstrucciones que
entorpecían el tráfico de la planta de todo pueblo antiguo”.
Dirección General de Obras Públicas, Proyecto de Transformación de los
barrios vecinos al Canal del Mapocho. Presentado al Consejo de Obras
Públicas por el Director General del Ramo, 1895.
En este contexto, el higienismo, sus discursos y expresiones arquitectónicas
en el espacio público se entrelazan con un nuevo proyecto para modificar la
ciudad, aunque dedicado solamente para el Mapocho canalizado: el
Proyecto de Transformación de los barrios vecinos al Canal del Mapocho.
Presentado al Consejo de Obras Públicas por el Director General del Ramo
(1895). En este plan, con la finalidad de ser aprobado por dicho Consejo,
aparecieron nuevamente las tensiones entre el poder Ejecutivo y el
Municipio, aunque ya no se trató de la canalización del río, sino de
correcciones, expropiaciones y propuestas de transformación de un área
extensa. La propuesta de la Dirección General de Obras Públicas,
encabezada por el ingeniero Alejandro Bertrand, efectuó un minucioso
recuento de los proyectos para convertir al Mapocho en un canal, partiendo
desde el primer proyecto de Ernesto Ansart. La figura de Bertrand fue
crucial: ingeniero geógrafo, civil y de minas de la Universidad de Chile,
contaba con una larga experiencia en la Oficina Hidrográfica y a partir de
1890 en la demarcación de límites internacionales, especialmente con
Argentina. Había trabajado además dirigiendo la Oficina del Plano de
Santiago, de la Municipalidad, por lo que contaba con experiencias en
proyectos de transformación de ciudad.210
Quizás uno de los elementos más destacados de este informe sea la
permanente comparación con otros proyectos de transformación de
ciudades consideradas modernas. La apelación es doble: por un lado, a
núcleos urbanos de América y Europa; por otra, a la idea de ciudad moderna
en un contexto donde aún no se hablaba de „urbanismo‟ o „town planning‟.
210 Greve, E., Historia de la ingeniería en Chile, tomo IV, op. Cit., pp. 298-299.
101
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Aunque Vicuña había manifestado la necesidad de construir estaciones
ferroviarias en su plan de 1872, no había menciones a la movilidad urbana
como factor prioritario. Sí lo eran, primero, la higiene y segundo, la estética
urbana. Hacia fin de siglo, el tráfico urbano expedito se asentó como un
tercer argumento para la transformación de la ciudad. En este sentido, un
anexo al proyecto para el Mapocho inserto en el mismo documento –y
firmado por el mismo Bertrand- manifestó que los referentes eran grandes
capitales europeas (París, Hamburgo y Viena, curiosamente Londres no es
nombrado) así como “ciudades nuevas como Washington y más
recientemente La Plata”.211 Y como principio fundamental en todas ellas,
Bertrand apreció el tráfico y acceso expedito a los centros de atracción de
personas y transporte. La idea de regularidad surge entonces: ya no sólo la
apertura de calles tapadas, sino el alineamiento de las mismas; la definición
de veredas y calles, y la idea primaria de cierta equiparidad en el estilo y
tamaño de las edificaciones.
El interés del proyecto estuvo en un aspecto particular: que desde 1873 se
tuvo la convicción que “los terrenos arrebatados al cauce del río, debían ser
distribuidos en manzanas e incorporarse a la ciudad”. De esta forma, serían
transformados en “„un magnífico barrio situado al centro de la ciudad,
perfectamente ventilado por el canal y las calles adyacentes, por lo tanto más
sano que cualquiera otra parte de la población”.Esta primera idea de
“barrio” no es nueva: la creación del barrio Yungay a partir de 1841 había
sido la primera expansión urbana de Santiago, con dirección al poniente. Sin
embargo, esta operación técnica del Estado procuraba construir el “barrio” a
partir de un inédito re-diseño urbano o remodelación de un sector
comprendido como higiénicamente insalubre, estéticamente empobrecido y
con una accesibilidad limitada debido a sus estrechas calles. Es más, es
relevante puntualizar que no existen proyectos de escala similar para otras
zonas de Santiago durante aquellos años. En todo ello, el aparato público
tendría un rol prioritario. La idea de integración y de financiar la obra con
las ganancias obtenidas por la venta de los terrenos fueron por tanto
destacadas por el proyecto de 1895, mencionando también que esas fueron
las metas de “los legisladores de 1888 al dictar la ley de canalización.”. 212
211 Dirección General de Obras Públicas (1895). Proyecto de Transformación de los barrios vecinos al Canal del Mapocho. Presentado al Consejo de
Obras Públicas por el Director General del Ramo. Santiago, Chile: Impr. Cervantes.
212 Idem, p. 2. El énfasis es mío.
102
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
A partir de esta noción de “barrio”, hubo también críticas hacia los trabajos
anteriores respecto al Mapocho: según el proyecto de 1895, hasta 1891 los
planes de creación “de un barrio a ambos lados del río canalizado”, sólo
mostraron un ordenamiento de las manzanas, ignorando la situación de
vialidad urbana de aquel sector y, en consecuencia, el estudio comparativo
con ciudades modernas. Como se apreció más arriba, esto sí lo propugnaba
Bertrand y su equipo. Por esto la DOP reconocerá que sólo “en un proyecto
municipal de transformación de Santiago sometido a la deliberación del
Congreso en 1893, se formularon las verdaderas bases con arreglo a las
cuales debe racionalmente elaborarse un proyecto de esta clase”213. Otra
crítica del proyecto se dirigió hacia el problema de la planificación del
Mapocho urbano y su relación con el resto de Santiago. En general, este
cuestionamiento se ligó a la ya conocida condición de límite de aquel sector,
que llevaba a seguir analizándolo como un área autónoma o incluso un sitio
un tanto extraño para la ciudad letrada, pese a su proximidad física. Al
respecto, el proyecto indicó que “hasta ahora se ha incurrido, a juicio de esta
Dirección, en un error, cuando se ha pretendido determinar el
aprovechamiento
de
los
terrenos
del
Mapocho,
considerándoles
aisladamente. Estos terrenos ocupan en la capital una posición céntrica e
importante […] Cree por esto esta Dirección que el estudio del
aprovechamiento de estos terrenos tiene que basarse en el plano completo
de la ciudad”214.
En estrecho nexo con lo anterior, lo que surge como más destacado de este
informe proyectual es que no se habla de ultra-Mapocho ni de la ribera sur,
sino de “los terrenos del Mapocho”, integrándolos en una unidad
acomodable y comprensible para la ciudad oficial. El epígrafe de esta
sección, que habla de “hacer desaparecer las obstrucciones que entorpecían
el tráfico de la planta de todo pueblo antiguo”, puede interpretarse no sólo
como ensanche de calles y apertura a la movilidad, sino como en pos de un
objetivo mayor vinculado a la eliminación de la idea de dos ciudades. De esta
manera, Bertrand expresó que por medio de este proyecto se iniciaría la
transformación capitalina. En este contexto, el proyecto propuso destruir
para edificar sobre las ruinas el nuevo sector mapochino, ahora sí –como lo
pretendía Ansart- un auténtico barrio. Este estaría ubicado en el borde sur
del río, en el actual parque Forestal. Por ello Bertrand propugnó que el
nuevo conjunto residencial significaría reemplazar las angostas calles por
213 Idem. Ese proyecto fue elaborado por el propio Bertrand.
214 Dirección General de Obras Públicas, op. Cit., pp. 8-9.
103
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
otras nuevas. Pero quizás la tarea más importante estaría en la forma de las
manzanas: éstas serían cerradas, 29 en total, y tendrían una doble utilidad.
Una extensión hacia las tierras ganadas al río y una absorción de la vivienda
popular del sector:
“El fin de mejorar las condiciones de higiene urbana de nuestra
capital se logrará mucho mejor, formando a ambos lados del canal
un barrio nuevo y bien distribuido, cuyas expeditas vías de
comunicación sustituyan las defectuosas existentes y cuyas
manzanas bien proporcionadas, no sólo se extiendan sobre el
terreno vacante sino que absorban también las estrechas hileras de
cuartos, verdaderos focos de putrefacción física y moral, que
formarían la cintura del contemplado parque del mapocho, si éste
llegara a realizarse. El producto de la venta de los terrenos así
dispuestos
excederá
con
mucho
al
costo
de
las
nuevas
expropiaciones […]”215.
Este nuevo barrio, que se pretendía materializarse entre Bellavista y el
Mapocho, pero especialmente en el borde sur (calle de las Claras -Mac Iveral oriente) era el objetivo principal del Proyecto y su expresión física serían
grandes avenidas para una rápida circulación. En rigor, la mencionada
necesidad de generar una comunicación vial que reduzca las complicaciones
del acceso al centro comercial santiaguino, optimizando la velocidad de las
funciones. Un avance al respecto lo constituyó, ese mismo año, el traslado
del puente de Teatinos a calle Bandera, continuación natural del antiguo
camino del inca216. Por esto, otra idea central era la regularización “de las
manzanas comprendidas entre las calles de 21 de Mayo y Claras que dan
frente a la antigua calle de las Ramadas, hoy Esmeralda”, así como a Sama
entre Puente y Bandera, facilitando en ambos casos el acceso al Mercado.
Más hacia el oriente, se observan los extensos lotes que pretendían
convertirse en un nuevo barrio y que finalmente fueron destinados en buena
parte al Parque Forestal, así como el aislamiento del Santa Lucía por su
costado oriente, conectando la Alameda y el Mapocho. Es importante
también el proyecto de un espacio público en el camino de cintura oriente,
prefigurando la actual Plaza Italia.
215 Idem, p. 10. Las cursivas son mías.
216 Bórquez, O., Historia del río Mapocho y sus puentes, citado, p. 96.
104
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 13. Proyecto de Transformación de los barrios vecinos al Canal del Mapocho, 1895.
Destaca lo que para las autoridades político-técnicas de la época eran los “barrios vecinos”
al torrente, categoría donde se incluyó especialmente a la primera comuna -caso histórico
de la ciudad: Plaza de Armas, Alameda, cerro Santa Lucía- y en un grado menor a la
Chimba. Nótese también el traslado de la estación ferroviaria al oriente de la Cárcel: de
estar entre Amunátegui y Teatinos pasa a estar entre Teatinos y el final de Bandera,
avizorando la futura estación Mapocho. Más al oriente, se advierte el “parque del mapocho”,
en ese entonces un basural. Por último, se advierte la omisión de varios sectores de alta
pobreza: por ejemplo, se incluye Hornillas sólo en un breve segmento, el inicial.
Nuevamente lo aledaño al Mapocho corresponde a lo que se entendía como „lo urbano‟,
vinculado estrictamente al área céntrica, pese a que los sitios excluidos del Proyecto
distaban de ser rurales.
Fig. 14. “Plano demostrativo de las expropiaciones y rectificaciones por líneas que es
necesario realizar”.
105
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
En tanto, en la Chimba se aprecia la plaza proyectada en la
bifurcación de las avenidas Independencia y del Cementerio, con
fines de acceso expedito al sector céntrico y recoletano.
Tal como en otras visiones de sociedad, el higienismo, de discurso
minoritario e incomprendido para una gran mayoría, pasó a influir amplios
sectores sociales, incluyendo esta pre-planificación urbana. Bertrand incluyó
así en su plano de las “expropiaciones y rectificaciones por líneas” un detalle
del servicio de desagües que se aspiraba construir. Pero también el proyecto
de 1895 emplazó a aquellos que –a nombre del higienismo y otros interesespretendían construir un parque público en las orillas del río, como el caso
del diputado Paulino Alfonso o el regidor municipal Salas:
“No debe olvidarse tampoco lo inadecuado de los terrenos del
Mapocho para la formación de un parque. La ausencia de suelo
vegetal impondría la necesidad de traer tierra desde lejos con un
costo enorme, y el ripio grueso lavado que formaría la base de los
jardines desempeñaría el papel de una esponja que ningún riego
podría mantener húmeda […] Además, el Municipio no tiene […]
los recursos necesarios para formar, plantar y mantener nuevos
parques y jardines puramente suntuarios. […]
Lo más probable es que, a pesar del mandato legislativo, el paraje
destinado a parque continuaría siendo durante medio siglo o más
un depósito de basuras […] por lo menos una separación molesta
[…] entre las dos partes de la ciudad […] mientras que nuestro
proyecto de transformación vendrá a unirlos, como el paseo de las
Delicias unió los barrios al Norte y Sur de la antigua Cañada”217.
La idea de tráfico expedito, economía y regeneración del tejido urbano
estimularon la idea de un nuevo barrio. Es a nuestro juicio interesante
fijarse también en la visión que Bertrand tenía de los parques y de la propia
administración que realizaría el aparato público. Sobre lo primero, la
comparación con la Alameda (más que con el parque Cousiño), evidencia
una opción por la idea de bandejón central en vez de parque: es posible que
el ingeniero de la DOP lo vea a este último como un espacio preferible para
los suburbios. La prioridad otorgada por el Proyecto de 1895 a la movilidad
217 Idem, p. 11. Las cursivas son mías.
106
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
de las áreas céntricas es un argumento para ello. El segundo elemento, la
carencia de recursos municipales, lleva a Bertrand a asumir la existencia de
una cultura legalista que, en cuanto a parques y plazas, no pone en ejecución
lo manifestado por las leyes. La idea del pragmatismo aparece entonces más
fuerte que nunca. Lo interesante será ver, más adelante, cómo esa visión es
contrastada por una representación de ciudad también alarmada por la
pobreza urbana, pero que impondrá su idea de parque público.
2.4. Canalización e “ingeniería sanitaria”: el alcantarillado
“Los cuadros que el público de la capital ha observado en estos
trabajos son de gran interés, en unas partes los peones con su
pesada tarea de remover el suelo, los surcos enormes y hondos
con sus defensas de madera, las cañerías de agua potable
descubiertas como arterias disecadas. Toda esta actividad
extraordinaria llama la atención porque nunca habíamos
presenciado, después del canal del Mapocho, obra de igual
magnitud”.
“Alcantarillado de Santiago”, Zig-Zag nº 122, 23 de junio de
1907.
El 21 de mayo de 1888, pocos días antes del inicio de la transformación del
Mapocho en un canal, el presidente José Manuel Balmaceda leyó su segunda
cuenta anual ante el Congreso pleno, enunciando las tres directrices de
higiene pública urbana a poner en práctica durante el resto de su gestión:
“Viene imponiéndose a la consideración del Gobierno la solución de
una cuestión de la más grave trascendencia y que afecta la vida
misma de nuestros conciudadanos, y esta es la higiene pública. No
sería posible aplazarla sin que nos hiciéramos responsables de
imprevisión o incuria.
Hay tres medios que influirán directamente en el saneamiento de
nuestras poblaciones urbanas. La primera consiste en la dotación
de agua potable de todas las ciudades que no lo tienen; el segundo
sería la construcción de desagües, que sirvan convenientemente a
las necesidades de las poblaciones, tercero, la reglamentación de las
condiciones
higiénicas,
y
que
deben
cumplirse
en
las
construcciones urbanas y muy principalmente en las destinadas a
107
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
habitaciones de obreros, y la prohibición de la venta de alcoholes no
rectificados y la imposición de penas a la embriaguez” 218.
La preocupación del mandatario era justificada. En 1886 Santiago y otras
urbes chilenas habían sufrido una desoladora epidemia de cólera. La
tuberculosis y el tifus eran también peligros cotidianos en la población. En el
período 1890-93 la tasa de mortalidad alcanzaba a 50 por mil y bajaría a 37
por mil sólo a finales de siglo. Médicos contemporáneos calcularon que la
tasa de mortalidad infantil en Santiago alcanzaba, en 1890, a 69,8 por
ciento. Se trataba de una ciudad que en 1885 estaba en torno a los
doscientos mil habitantes –alcanzando 250 mil diez años después- y donde
buena parte vivía en la extrema miseria, especialmente en el río Mapocho y
en la periferia sur, más allá de la “Alameda de los Monos” o avenida
Matta.219 (fig. 14). En ese contexto, las tareas urgentes planteadas por
Balmaceda para las ciudades chilenas quedaron como un referente durante
las siguientes décadas.
En el Santiago post-Balmaceda el canal ya estaba finalizado, no así sus
accesos ni el destino de sus bordes. Además de las postergaciones a la
finalización del cambio urbano en el sector del Mapocho, este contenía
lugares en los que se acentuaban las falencias materiales e higiénicas, tanto
en la Chimba como en calles más céntricas como Puente, Bandera y San
Pablo. El aparato público procuró plasmar en el espacio urbano su
preocupación por el higienismo: el Desinfectorio Público (1896) y el
Instituto de Higiene (1902), vecino al anterior, ambos a cargo del Consejo
Superior de Higiene Pública, creado por el presidente Balmaceda en 1887.
Por otra parte, la higiene tuvo al agua –y con ello al río- como una de sus
preocupaciones fundamentales, tanto en el abastecimiento como en la
evacuación de aguas residuales. Por ello, junto con la creación de
instituciones y edilicia pública, se realizaron catastros y tasaciones que
tenían a las aguas como un tema capital.220
218 “Mensaje presidencial de 1888”, en Sagredo R., Devés, E. (1991). Discursos de José Manuel Balmaceda. Iconografía. Santiago, Chile: DIBAM &
Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, pp. 327-28.
219 Dávila, R. (1899). “Mortalidad de los niños en Santiago”, en Revista Chilena de Higiene Nº 5. Santiago, Chile. Para 1895, más de 25 mil personas
residían en esa condición socioeconómica. de Ramón, A., “Estudio de una periferia urbana”, op. cit, p. 285.
220 La más destacada de estas tasaciones fue la realizada por Concha, M. (1898). Tasación de las propiedades de la I. Municipalidad de Santiago:
practicada por la Dirección de Obras Municipales y por la Empresa de Agua Potable. Santiago, Chile: Establecimientos Roma. Sobre las construcciones
mencionadas, véase el capítulo tercero.
108
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
En ese contexto de reformas higienistas, la construcción del sistema de
desagües podría considerarse el mayor avance de renovación urbana de esos
años.221 Esta obra pública, sólo iniciada en 1905, se hizo cargo de una
extensa discusión anterior acerca del mejor sistema a implementar, así como
el rol de las acequias y canales santiaguinos para la eliminación de desechos.
El motivo: las acequias eran los basurales urbanos y una de las principales
causas de la mortalidad en la capital chilena. Siguiendo la pendiente natural
del valle, los canales pasaban por la medianería oriente-poniente de las
manzanas, regando los huertos domésticos y evacuando las aguas servidas,
formando “una suerte de tejido sobrepuesto al trazado urbano”, estructura
que constituyó con el tiempo “la operación fundamental de ordenación del
territorio” no sólo en el valle mapochino, sino en toda la zona central
chilena222. De esta forma, las aguas, mediante los canales, se constituyeron
como un notable modelador de la morfología urbana: un factor que
estructuró la trama de la ciudad. Esto era aún más notorio en lugares como
los bordes del río, desde donde surgían los canales que abastecían ultraMapocho.
Ahora bien, esa relación entre las aguas, la irrigación y evacuación y la
estructura urbana puede ser estudiada a través de la obra de Valentín
Martínez, el mismo ingeniero que proyectó y condujo la canalización del río.
Es necesario, en consecuencia, contextualizar brevemente ese accionar.
Según Roger Henri Guerrand, hacia 1871, al terminar la primera guerra
franco-germana, el técnico francés Durand Claye planteó el problema de los
rellenos sanitarios: “Las fosas fijas no podían ser mejoradas. Sus filtraciones
producían asentamientos del suelo e infectaban la tierra, exhalando
emanaciones pestíferas, a pesar del sistema de ventilación, cuando éste
existía. Sólo existía una manera racional e higiénica de solucionar tal
atolladero: la generalización del „todo-a-la-alcantarilla‟ o canalización
subterránea.223 Nuevamente contemplamos que el miedo era hacia el
estancamiento y la fijeza. Bajo esas ideas, Martínez viajó comisionado por el
Estado chileno a Europa, en 1889, donde recorrió las principales ciudades
del continente y seleccionó las que a su juicio tenían el sistema más idóneo
de desagüe bajo la idea de alcantarilla. A su regreso, publicó en diciembre de
1891 el primero de sus proyectos: El agua en sus relaciones con el
221 Pérez, F., Rosas, J., “Cities within the city: urban and architectural transfers in Santiago de Chile, 1840-1940”, citado, p. 121.
222 Pérez, F., “Santiago entre su origen y sus desafíos”, citado, pp. 21-22.
223 Guerrand, R.H., Las letrinas. Historia de la higiene urbana. Valencia: España, Alfons el Magnànim, p. 147.
109
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
a
Fig. 15. Plano de Santiago en la Geografía descriptiva de Enrique Espinoza, 1895.
Se advierte la expansión urbana, especialmente al sur de la Alameda de las Delicias. La
Chimba aún tiene extensos sectores sin poblar y la principal urbanización sigue siendo la
población Ovalle.
110
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
mejoramiento del estado sanitario de las poblaciones con aplicación a las
principales ciudades de Chile.
Para Martínez, las principales tareas a seguir eran: 1° El aprovisionamiento y
distribución del agua potable en las aglomeraciones urbanas; 2° El drenaje
de la habitación; 3° El alcantarillado de las cloacas; 4° La purificación del
sewage [aguas servidas], y 5° La aplicación del sistema a las principales
ciudades de
Chile. Para
cada
una
de
ellas estableció tareas y
recomendaciones. Por ejemplo, la primera debía “asegurar un rápido
escurrimiento hacia la cloaca pública de las materias que recibe; y no dejar
que penetren en la habitación las emanaciones, gérmenes o fermentos que se
desprenden de esas materias”. En este aspecto particular mostró su
preferencia por las intervenciones en Brooklyn, Nueva York, y especialmente
por la de Frankfurt, Alemania. Por ello indicó que el ideal de todo-a-laalcantarilla “es la canalización subterránea, conocida con el nombre de
cloacas alcantarilladas (égouts), que corriendo por el eje de las calles, forma
una red completa tan extensa como la ciudad servida […]”. Para la
realización de estas obras, el ingeniero Martínez destacó “el sistema
americano perfeccionado”, implementado en Chicago y New York, el que
consistía “en una cañería de fierro laminado de 6 metros de largo, de 10
centímetros de diámetro y acoplada a tornillo”.224
El ingeniero justificó estas aproximaciones con ejemplos de ciudadescapitales pero también en base a urbes intermedias, incluso menos pobladas
que Santiago, como Memphis. Esta última, a su juicio, era un exitoso caso de
freno a las epidemias y la mortalidad gracias a la instalación de un sistema
de drenaje. Además, Martínez citó obras recientes sobre el higienismo, como
las actas del Congreso de Higiene de París en 1889. Allí se había establecido,
como parte de la “higiene municipal”, que “todas las ciudades que quieran
mejorar [...] si tienen bastante agua y una regular pendiente, para conservar
la libre circulación e impedir toda estagnación de las inmundicias y de las
aguas, deberán adoptar el sistema de todo a la cloaca…”225. Pese a la solidez
de las propuestas, la opinión de Martínez sobre la recepción nacional a su
224 Martínez, V. (1891). El agua en sus relaciones con el mejoramiento del estado sanitario de las poblaciones con aplicación a las principales
ciudades de Chile. Santiago, Chile: [s.n], pp. 9-11.
225 Ibid., p. 32.
111
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
trabajo fue mala. No sólo los trámites parlamentarios, sino que la burocracia
interna retardaron la iniciativa.226
En sus proyectos para el municipio se observa un especial interés en incluir
el área del Mapocho en este nuevo sistema. La Comisión de Higiene y
Salubridad Pública de la Municipalidad de Santiago nombró a Valentín
Martínez como Consultor Técnico del gobierno local en 1892. A partir de ese
trabajo, Martínez publicó dos trabajos básicos para la construcción de
desagües en la capital. En 1893, su Proyecto de desagües para la zona
central de la ciudad de Santiago, un trabajo que profundizó algunos temas
vistos en El agua en sus relaciones, pero que también planteó nuevas
perspectivas. Su principal crítica al proyecto de desagües municipal
existente al tomar su cargo se refirió a la ventilación y el lavado imperfectos.
Tuvo además dos comentarios técnicos: el primero fue la necesidad de
distinguir entre aguas lluvias y aguas residuales o domésticas, enfatizando
que las primeras eran las que traían mayor volumen. Por tanto, las
domésticas podían escurrir por las aceras y calles. Su segunda propuesta
tuvo relación con un mayor equilibrio entre el sistema todo a la cloaca y el
separate system, de origen norteamericano. Aunque en El agua en sus
relaciones Martínez escribió a modo general sobre el segundo –
especialmente por Memphis, donde fue creado- en Proyecto de desagües fue
aún más lejos, planteando que debía tomarse lo mejor de cada uno de los
sistemas. El trabajo, firmado en 21 enero de 1893, se circunscribió a la “zona
central” de la ciudad, es decir, “entre el cerro Santa Lucía, río Mapocho,
Alameda de Matucana y de las Delicias”. Fue aprobado por el Consejo de
Obras Públicas y la Municipalidad de Santiago, pero nuevamente motivos
económicos aplazaron las obras.227 Para entonces la urgencia de los trabajos
226 Martínez, V., El agua en sus relaciones..., op. cit., p. 3. Contemporáneamente a los proyectos de Martínez, hubo otros ingenieros que escribieron
sobre el sistema de alcantarillados y desagües. Sin embargo, poco alcanzaron la figuración del técnico rancagüino. Véase del Fierro, M. (1892). Proyecto
de desagües. Santiago, Chile: Impr. Barcelona, 1892; de Sutter, F. (1897). Proyecto de desagües para la ciudad de Santiago. Santiago, Chile: Imp.
Cervantes; Roufosse, G. (1899). Proyecto de alcantarillado y ensanche del servicio de agua potable: informe presentado al supremo gobierno de Chile.
Santiago, Chile: Impr. Barcelona. Sólo la propuesta de Roufosse puede considerarse como de impacto equivalente a la de Martínez. Allí fue enfático en
apoyar el nuevo método de cloacas, basado en la importancia de la circulación del aire y el agua; es decir, el temor a los miasmas.
227 Martínez, V. (1893). Proyecto de desagües para la zona central de la ciudad de Santiago. Santiago, Chile: Imp. Gutenberg, p. 6. Este proyecto está
transcrito en las actas municipales, debido a su importancia: Ilustre Municipalidad de Santiago (1893). Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre
Municipalidad de Santiago. Tomo segundo. Santiago, Chile: Imprenta Barcelona, p. 436 y ss. Los motivos económicos para la postergación del proyecto
ocurrieron también con en los casos de Iquique y Talca, también de Martínez.
112
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
era tal, que la carencia de este bien para el “barrio ultra-Mapocho” llevó en
1892 a plantear encendidos debates municipales sobre su solución. 228
En 1896 la idea resurgió con fuerza, esta vez desde la Intendencia. Martínez
publicó entonces su Proyecto de desagües para la ciudad de Santiago,
donde a los planos y presupuestos de la zona central se le sumaron las zonas
ultra Mapocho y ultra Alameda. Nuevamente Martínez planteó la idea de los
canales subterráneos: “el drenaje de la habitación, o sea, la canalización
hermética […] es la condición sine qua non del saneamiento”229. Además
retomó la idea de escoger lo mejor de cada sistema para trazar el
alcantarillado, extendiéndose más latamente que en el proyecto de 1893 en
las bondades del separate system y del Warring. Su propuesta era
incorporar el tout à l‟ egout en los colectores, el separate system en las
cañerías y el Warring en algunos lugares puntuales. Al referirse a cañerías,
hablaba de los acueductos de las viviendas, mientras que colectores
correspondían a los receptores de las aguas traídas por las cañerías.
Para Martínez un factor fundamental era el escurrimiento y por ende, la
pendiente. Reconociendo las pendientes de la zona “Ultra Alameda” y “Ultra
Mapocho”, sugirió construir la red de colectores en dirección Norte-Sur y
Sur-Norte, respectivamente. Así buscó conseguir velocidades de arrastre
“siempre mayores a 0m. 60 y en las cañerías velocidades de arrastre
mayores que 1m. 10”. Todo esto, siguiendo las indicaciones de uno de sus
mentores: el británico Baldwin Lathan. Las zonas de vaciamiento postuladas
eran el colector emisario “Alameda”; el colector emisario Zanjón de la
Aguada para la “zona Ultra Alameda”, y el respectivo al norte del Molino de
la Estampa (calle Hornillas), en ultra Mapocho. El imperativo de la
pendiente y el escurrimiento fue en paralelo a la necesidad de cambiar el
diseño y la distribución internas de las viviendas. Por esto criticó:
“a los que desean que el confortable de nuestras habitaciones se
conserve tal cual es desde el tiempo de la Colonia, quiero decir, que
los aparatos sanitarios, como excusados, orinales, baños, etc,
queden donde hoy están: en el segundo o tercer patio. Y
consecuentes con este orden de ideas, dicen que las cañerías de
228 “Agua potable para el barrio ultra-Mapocho-Aniegos en la ciudad”. Sesión 3ª ordinaria, 9/8/1892, pp. 24-25, en Ilustre Municipalidad de Santiago,
citado.
229 Martínez, V. (1896). Proyecto de desagües para la ciudad de Santiago. Santiago, Chile: Imp. La Democracia, pp. 8-9. Este texto fue reeditado en
1904 con el mismo título, en medio de una discusión pública sobre el tema, aún entonces no concretado. Entonces, los ingenieros C. Chiesa y L. Pinchon
efectuaron un estudio de los proyectos de Martínez y de Gaspar Roufosse respecto al “saneamiento de Santiago”.
113
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
primer y segundo orden debieran ir por dentro de las manzanas,
aprovechando el curso de las acequias, en vez de ir por el eje de las
calles. […] su curso es tan caprichoso […] que la pendiente se hace
casi nula, razón por la cual no deberían llamarse acequias, sino
receptáculos de inmundicias”. 230
Simultáneamente, explicó que las cañerías de primer orden (esto es, sólo
domésticas) sí podrían ir por las acequias, ya que eran más útiles para
evacuar las aguas lluvias, que eran las más caudalosas. En ese sentido
geográfico -la pendiente- el Mapocho era entendido como parte de la ciudad
central:
“Las acequias siguen generalmente, sobre todo en la parte central
de la ciudad comprendida entre Alameda y Mapocho, la dirección
de la pendiente más pronunciada (Este a Oeste), pasando por el
interior de las manzanas y cortando perpendicularmente las calles
que van de Norte a Sur. Ahora bien, es muy fácil reemplazar las
acequias actuales, sólo dentro de las manzanas, por cañones o
acueductos especiales para cada casa particular, construidos de
material sólido e impermeable, pero aprovechando la pendiente
mayor de Santiago, a fin de que puedan fácilmente vaciarse en los
canales de mayor diámetro o colectores, que correrían únicamente
por las calles que van de Norte a Sur”. 231
Estos canales derivados del río Mapocho y en menor medida del canal San
Carlos eran los flujos principales de una extensa red de acequias que se
extendía por la mayoría de Santiago. Como destacó el pionero estudio del
arquitecto Jorge von Bennewitz, esa red fue crucial para la zonificación de la
vivienda y su relación con el desarrollo de los sistemas de hidráulica
sanitaria. Según este autor, “los accesos principales de las viviendas de la
Colonia […] dieron por lo general a las calles que corrían de Este a Oeste,
mientras que a las calles de sentido Norte-Sur daban normalmente los
accesos de servicio. Esto podemos comprobarlo en Rancagua, Serena, etc. Y
en general en todas aquellas ciudades en donde las acequias principales
corrían de Este a Oeste por el centro de las manzanas”.232 Pese a su
230 Martínez, V., Proyecto de desagües para la ciudad de Santiago, op. Cit., p. 16.
231 Idem.
232 von Bennewitz, J., Historia de los servicios de agua potable y alcantarillado en Santiago de Chile, citado.
114
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
a
Fig. 16. Plano desde el faldeo del cerro San Cristóbal (Antonia López de Bello) hacia el
sur (calles Mallinckrodt y Constitución). Se aprecia el canal de la Merced en el extremo
superior izquierdo, que bordeaba la ladera sur del cerro y del cual se extraía agua que
cruzaba las manzanas siguiendo la pendiente natural del valle, en sentido norte-sur.
insalubridad, podría especularse con una valorización material y simbólica
de la acequia cada vez más importante. Por ello este autor propone que “la
tendencia natural fue siempre mantener un frente colindante con la acequia,
a fin de poder hacer uso de ella”.233
En ese contexto geográfico, Martínez también negó la posibilidad de
construir un sistema de desagües en que dos costados de la manzana
pudieran evacuar sus aguas a través de las habitaciones de más abajo. Por
ello recordó al higienista inglés Robert Rawlinson, “con un principio con el
cual no se debe jamás transigir, sea la construcción de un palacio o un
cotaje, y es que ninguna cañería del desagüe se establezca debajo de una
233 Idem.
115
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
parte cualquiera de la habitación”234. De esta manera, Martínez buscó la
prevención de una mala ventilación, con los consecuentes malos olores,
miasmas y hedores que preocupaban a los higienistas. El proyecto de 1896
fue aprobado por la Municipalidad de Santiago en sus sesiones del 12 y 13 de
agosto de aquel año. Poco tiempo antes, en febrero, se había aprobado la ley
que autorizaba a los gobiernos locales de la República, cuya población
excediera los cinco mil habitantes, para establecer como obligatorio el
servicio de desagües. Es decir, la meta ambicionada por el ex presidente
Balmaceda en 1888. Pero el proyecto de ley para facultar al Presidente de la
nación para contratar los trabajos respectivos estuvo demorado durante
largo tiempo: la razón expuesta por algunos senadores fue el excesivo costo
de las obras públicas.235
Ahora bien, en este continum en la idea del saneamiento y la ingeniería
sanitaria, cabe reiterar los medios mencionados por el presidente Balmaceda
en 1888 para mejorar las condiciones higiénicas de las ciudades chilenas:
dotación de agua potable, construcción de desagües y reglamentación de las
condiciones higiénicas, específicamente las destinadas a habitaciones para
obreros, así como la prohibición de la venta de alcoholes en mal estado y la
penalización de la embriaguez. Sobre esa base de relación entre las aguas y
la ciudad –tan caras a Valentín Martínez- trabajará después el arquitecto
Ricardo Larraín Bravo, publicando La higiene aplicada a las construcciones
(1909-10).236 Como han planteado Pérez, Rosas y Valenzuela, los tres tomos
de aquel libro son “una compleja combinación de catastro e informe técnico,
texto educativo, recopilación de casos y manual práctico”. 237 Con el
horizonte del higienismo como objetivo, Larraín dio una importancia capital
al alcantarillado y el agua potable, como base para el saneamiento: “no
concebimos una ciudad moderna y de alguna importancia sin un sistema de
234 Ibíd.
235 La comisión integrada por el doctor Federico Puga Borne y los ingenieros Víctor Domingo Santa María y Alberto González Errázuriz aprobó el
proyecto convertido en ley nº 1624 en 1903. Al año siguiente la francesa Société de Construction des Batignolles se adjudicó el proyecto. En tanto,
Desagües de Santiago. Documentos oficiales y juicios críticos (1897), fue la última publicación de Valentín Martínez sobre el tema. En 1904, se lanzó un
texto compilatorio, incluyendo a nuevos autores y propuestas. Para entonces, el retirado ingeniero vivía en Europa, alejado de las discusiones más
candentes. Sin embargo, sus numerosos artículos y proyectos dejaron una sólida base de discusión. Inevitablemente, sobre ella trabajaron los encargados
de iniciar las obras en el centro de Santiago, en 1905. La reedición en 1904 de sus proyectos de 1893 y 1896, es una prueba de ello.
236 Su auto-presentación indicaba que era “Diplomado en la École Spéciale d‟ Architecture de Paris, profesor de arquitectura y de higiene aplicada en las
construcciones en la Universidad del Estado y de este último ramo en la Universidad Católica de Santiago”. Larraín Bravo, R. (1909). La higiene aplicada
a las construcciones (alcantarillado, agua potable, saneamiento, calefacción, ventilación, etc.), tres vols., primer volumen. Santiago de Chile: Impr.
Cervantes, Santiago.
237 Pérez F. y otros, “Las aguas del centenario”, citado.
116
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
distribución que lleve a todos los sitios el agua necesaria a cada uno de los
usos: a la alimentación, a los lavados y al saneamiento, o sin una red de
cloacas destinada a hacer cómoda, fácil y rápida la evacuación de las aguas
cargadas de materias orgánicas”. 238
Para ello, Larraín señaló la necesidad de una distribución de agua que
distinguiera entre “la llegada y distribución de las aguas útiles y la
evacuación y purificación de las aguas nocivas”, viendo en la evacuación de
las aguas usadas y de residuos, “el punto capital en la higiene de la
habitación”. En el método para lograrlo se aprecian diferencias con las
propuestas de Valentín Martínez en la década de 1890: si este proponía que
debía tomarse lo mejor de cada uno de los sistemas, Larraín insistió en todo
su texto en que la evacuación debía ser sacada de la casa y de la ciudad “con
la mayor rapidez posible y sin detenerse en parte alguna”. En consecuencia,
“los sistemas llamados separados, condenados por otra parte después de
largas discusiones en los Congresos de Viena, Buda-Pest y Madrid, necesitan
en cada caso dos canalizaciones para evacuar los líquidos: una para las aguas
usadas y la otra para las aguas meteóricas…”.239
Como lo han señalado los investigadores de esta obra de Larraín, este
efectuó una relación entre la trama de la ciudad y la orientación de la
pendiente general para la realización de las obras de alcantarillado. Hemos
visto que esa idea había sido planteada por Martínez, quien hablaba de
efectuar los trabajos “aprovechando la pendiente mayor de Santiago”,
instalando los colectores en las calles norte-sur. En cuanto a Larraín, lo
importante a destacar aquí es su gravitación para la selección y mejoras de la
propuesta B de la empresa Batignolles–Fould. Según Pérez, Rosas y
Valenzuela, “La articulación eficiente de la cuadricula fundacional, orientada
según los puntos cardinales, con la diagonal sur poniente en la que se
alcanzaba la pendiente máxima, dará como resultado la estructura en zig-zag
que caracteriza la versión final de la red”.240 Por ese motivo los nuevos
colectores fueron localizados preferentemente por las calles norte-sur, de
mayor pendiente, y los conductos de menor importancia por las vías oriente
poniente.
238 Larraín Bravo R., op. Cit., vol. 1, p. 334.
239 Idem, vol. 2, p. 751. Cursivas en el original.
240 F. Pérez y otros, op. Cit.
117
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Para Larraín, sin embargo, “no es el sentido de la pendiente lo único que
importa, ni es siempre lo que presenta mayor interés, sino más bien su
magnitud y regularidad”. Y según su percepción, Santiago presentaba
condiciones muy favorables, como una pendiente continua y la prolongación
de esa pendiente fuera de la ciudad. En cuanto a las condiciones adversas, el
arquitecto las consideró de mucho menor importancia, y eran solo dos, una
de trama urbana y otra geográfica: “la suma irregularidad y excesivas
dimensiones de muchas manzanas del barrio ultra-Mapocho y de algunas
del barrio al Sur de la Alameda; y el paralelismo, o casi paralelismo, de
algunas calles próximas al río con las líneas del nivel del terreno”. Por ello,
Larraín, reconociendo las enseñanzas de los autores de proyectos anteriores,
sostuvo que “deben llevarse de preferencia los conductos de menor
importancia –que acarrean menos agua- por las calles de Oriente a Poniente,
en el sentido de la mayor pendiente; y los de mayor importancia, o
colectores, en el sentido de la menor pendiente, por las calles de Norte a
Sur”.241 Por cierto, esto significaba elegir el sistema de „todo a la cañería‟ o
sistema unitario y para ello –como dijo Martínez años antes- había que dar
un arreglo especial a las viviendas, tener una distribución de agua muy
abundante en toda la ciudad y en todos los pisos de las habitaciones y un
“sistema de alcantarillas especiales, cuyas pendientes, dimensiones y
disposiciones permitan que las aguas salgan rápidamente”.242
Como han expresado los referidos Pérez, Rosas y Valenzuela, Larraín Bravo
se opuso a utilizar las antiguas acequias de la ciudad –que corrían desde la
Colonia por la medianería oriente-poniente de las manzanas– para el
trazado del alcantarillado, argumentando las numerosas dificultades que el
interior de las manzanas presentaba al trazado de la red. Estas se basaban
principalmente en sus sinuosidades que les restaban velocidad al arrastre de
las aguas; y por sus paredes con asperezas y salientes. Con ello, el arquitecto
se desmarcaba totalmente de las operaciones decimonónicas realizadas en
las acequias de Santiago, que consistieron en dar a cada acequia una
pendiente constante entre su punto de partida y el de llegada, en profundizar
su lecho de dos a tres metros, y en cubrirlas en casi todo su recorrido con
241 Larraín Bravo, R., op. cit., vol. 2, pp. 785-6. La existencia de una pendiente general […] lo es en diversos grados, según esa pendiente se presente bajo
la forma de un plano inclinado, como en México, la de una superficie cóncava, como en Stuttgart, o de una superficie convexa como en Santiago. En
términos generales la forma cóncava que se presenta cuando el curso de agua que atraviesa una ciudad corre por la depresión del valle, es más favorable
para una evacuación única que el caso excepcional de Santiago cuyo río corre por la parte más alta de la ciudad (Fig. 659)”. [Esta figura es un plano de
“Líneas de nivel sobre el mar. En metros”]
242 Larraín Bravo, R. op. cit., vol. 2, p. 783.
118
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
bóvedas de mampostería de ladrillos.243 En consecuencia, Larraín se apartó
de las pragmáticas recomendaciones del propio Senado de la República, en
el sentido de aprovechar las antiguas acequias. Propuso, como se indicó, que
las nuevas obras se efectuaran en la vía pública, de propiedad común,
privilegiando la disposición en zig-zag que se beneficia mejor la pendiente
del valle.
Además de las enseñanzas técnicas y pedagógicas del libro-manual de
Larraín, es necesario referir a su impacto como texto en el ambiente cultural
urbano de 1910. En las primeras páginas del segundo volumen de su obra el
autor insertó una serie de notas de felicitación por su libro; notas que nos
muestran el heterogéneo campo de influencia que este logró, mucho mayor
que, por ejemplo, las publicaciones de Valentín Martínez. De esta manera, el
rector de la Universidad de Chile, Valentín Letelier, pero también Jorge
Calvo Mackenna, Jefe de la Dirección e Inspección Fiscal de Alcantarillado,
alabaron su trabajo. Este último, junto con felicitarlo, manifestó que era de
esperar que “basados en tus lecciones se aprecie la importancia de tan
indispensables conocimientos y que se les lleve a la práctica en las
construcciones, lo que desgraciadamente hoy, por lo general, ni aún se
consulta en nuestra edificación”. La higiene aplicada a las construcciones
fue reseñada además en distintos periódicos de Santiago, promoviendo una
difusión poco usual para este tipo de obras.
En 1905 un contratista francés comenzó los trabajos de las primeras
instalaciones de cañerías, pero en 1914 sólo 7.800 edificios en Santiago
tenían instalaciones adecuadas.244 Esta obra, diseñada en armonía con la
planta de la ciudad, era un conjunto de alcantarillas subterráneas con vías
que –como sugirieron Martínez y Larraín- seguían el sistema reticulado de
zig-zag. Ello permitía controlar el rápido escurrimiento de aguas y el colapso
de los ductos por saturación. Entre 1908 y 1910 se efectuaron cuatro
entregas de alcantarillado, pero en 1915 sólo el 48% de las residencias
estaban en el sector donde la conexión era obligatoria, “zona que
representaba el 34% del espacio urbano total de la ciudad” 245. De hecho, el
perímetro del área beneficiada correspondía a las avenidas Matta y Blanco
Encalada por el sur; Matucana y Alameda hasta Pila del Ganso por el
243 Idem., pp. 862-870.
244 Anuario Estadístico, 1915, vol. 2, p. 136, citado por DeShazo, P. (2007). Trabajadores urbanos y sindicatos en Chile: 1902 – 1927. Santiago, Chile:
Dibam, p. 37.
245 Langdon, M.E., “Condiciones de higiene pública en Santiago de Chile hacia 1910”, en Gross, P., de Ramón, A., Santiago de Chile: características…,
op. cit., p. 66.
119
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
poniente; Dominica, Recoleta e Independencia por el norte y Vicuña
Mackenna por el oriente. Ahora bien, si las obras de alcantarillado
consiguieron ser concretadas al menos en parte, conformando una de las
obras más destacadas del período, y siendo una de las causas para la
rectificación del río y sus riberas, es pertinente ver ahora cómo se efectuó
otro tipo de obra pública vinculadas a las aguas: la contención del Mapocho
y el uso de sus riberas.
2.5. La contención del río: obras públicas, usos privados
Como se indicó en el primer capítulo, hacia finales del siglo XIX, el agua
comenzó a ocupar un lugar aún más prioritario en el funcionamiento de la
ciudad que el que tenía en décadas anteriores. Y muchos de los casos de
conflictos de propiedad, reclamos y litigios de la época donde el Mapocho
fue protagonista, estuvieron relacionados con el acceso al agua para uso
agrícola y urbano. Frecuentemente, los reclamos de los particulares
apuntaron a las obras ejecutadas por el estado, fuese la Intendencia
provincial u otra institución. Respecto a lo primero, es necesario puntualizar
que pese a lo que establecía la ley de canalización de 1888, era en la práctica
el intendente y no la Municipalidad el ente encargado de los bordes del río,
aunque esta última administraba basurales como los Hornos Crematorios.
En ese contexto geográfico, dos procesos (la necesidad de agua potable en la
discusión pública y el uso fabril del agua de riego) acompañaron al proceso
vivido por las obras de defensa realizadas principal pero no exclusivamente
por el estado. Es objetivo de esta sección apuntar a algunos de sus
problemas. La vía para hacerlo será trabajar en tono a casos que involucran
las riberas y las aguas del Mapocho, en lugares diferentes: Providencia,
Manuel Rodríguez y Hornillas. No se postula aquí que la disputa por las
tierras adyacentes a las aguas haya sido un fenómeno prioritario al inicio del
siglo veinte. Esto implicaría negar la existencia de acuerdos y pactos. Con
todo, estos casos nos muestran una tendencia recurrente y no despreciable,
así como al menos dos otros aspectos: modos de actuar del aparato público y
la propia inestabilidad del cauce del torrente.
Aunque los litigios por el lecho del río también ocurrieron en el tramo
urbano –como se verá en el capítulo cuarto- las obras de defensa que
originaron muchos de ellos se realizaron especialmente donde la
canalización finalizaba: Providencia y Manuel Rodríguez. El primero, un
sector suburbano y donde el Mapocho no estaba canalizado y existían los ya
citados molinos que aprovechaban las aguas. El segundo, lugar de basurales
120
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
y campos agrícolas. Ahora bien, en cuanto a la gestión de esos trabajos, la
figura del intendente Enrique Cousiño, que ocupó el cargo entre 1901 y 1906,
fue crucial. Intendente de Talca entre 1896-1900 –es decir, con experiencia
en el manejo de una ciudad intermedia- Cousiño ha sido recordado en su
gestión santiaguina sobre todo por la creación del parque Forestal y el
aislamiento del cerro Santa Lucía.246
Especialmente después de la inundación de agosto de 1900 -año de un
implacable desborde del río que inundó casi todo Santiago- se preocupó de
dirigir personalmente los trabajos de contención, que alcanzaron un impacto
aún mayor gracias a las primeras revistas y diarios con fotografías. El diario
El Chileno, por ejemplo, aunque no utilizó imágenes, fue claro en su
percepción negativa del río –una auténtica animalización y humanización- y
de la necesidad de encerrarlo:
“Se trata del Mapocho, de este río que se arrastra vergonzante y
raquítico en su parte no canalizada, y que después se desliza recto y
sucio buscando casi sin fuerzas la parte más cómoda del canal como
un enfermo busca el mejor piso de una calle.
Demasiado sabido es que este aprendiz de río se sale de madre en
el invierno, se transforma, se enfurece, se desconoce a sí mismo, sin
respeto a nada ni a nadie, abusando de sus entonces poderosos
elementos, trata de reconquistar los antiguos dominios que el
hombre le ha arrebatado.
Contra este enemigo [...] ha emprendido formal batalla el actual
intendente de Santiago, señor Enrique Cousiño” 247
Tan o más sugerente aún que la actuación contra ese “enemigo”, es que estas
obras de sólo -es decir, no una canalización- hayan tenido repercusión en
otras ciudades sudamericanas, como la entonces monumental Buenos Aires,
que a través de la revista Caras y Caretas informó a sus lectores de lo que
ocurría en el país trasandino (figs. 16 y 17). Inevitablemente, vuelven estos
problemas como parte de una representación de Chile y, sus técnicas de
transformación/contención de la naturaleza, un tema central.
246 Cousiño no fue abogado ni médico, sino agricultor y funcionario: además de los cargos mencionados, fue administrador de la Quinta Normal de
Agricultura entre 1907 y 1913, así como uno de los fundadores del Patronato de la Infancia –del cual fue su presidente por muchos años-, presidente del
Consejo de Habitaciones Obreras y socio del aristocrático Club de la Unión. de Ramón, A. (1999). Biografías de chilenos. 1876-1973, volumen 1. Santiago,
Chile: Pontificia Universidad Católica, p. 307.
247 “A orillas del Mapocho. La defensa de Santiago. El Parque Forestal. Un almuerzo en Vitacura”, El Chileno, 24/12/1901. El énfasis es nuestro.
121
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Como enunció El Chileno, desde 1900 el Intendente Cousiño solicitó fondos
al Ministerio de Industria y Obras Públicas para levantar protecciones. El
objetivo era defender la ribera sur del Mapocho (siempre más prioritaria
para las autoridades), pero también la norte. En 1901, Cousiño insistió sobre
la urgencia de obras para esta última, ya que “había de ejecutar trabajos de
carácter definitivo que pusieran al barrio de Vella-Vista [sic] a cubierto de
las inundaciones que casi seguramente lo anegarían en caso de una crece del
río, haciendo presente que las obras de defensa que se ejecutaban en el
borde sur, eran una causa más para acrecentar el peligro de los barrios de
ultra-Mapocho”. Sin obtener respuesta, el funcionario insistió nuevamente,
acompañando esta vez el petitorio “un presupuesto formado por la Dirección
de Obras Públicas y que ascendía a la suma de $41.460,74, valor calculado
de las obras de defensa que más urgentemente debían realizarse en la ribera
norte del Mapocho”. En el invierno de 1902, Cousiño recurría una vez más a
la oficina ministerial, en vista de “las grandes avenidas del río han puesto
más en evidencia la necesidad de llevar a cabo esos trabajos”. 248
Este documento y las fotografías expuestas muestran cómo en 1901 las obras
de defensa sí se hacían en Providencia, banda sur, y cómo esto no ocurría en
los barrios al norte del Mapocho. Hay evidencias también respecto a la
preocupación del Ministerio de Industria frente a las solicitudes del Primer
Alcalde de Providencia, e incluso el llamado al Ministerio del Interior para
afrontar el problema.249 Si seguimos a El Chileno, las obras de defensa de
Providencia se extendían desde la fábrica de Cerveza de Cousiño (actual
sector de Nueva Los Leones) hasta cerca del puente del Arzobispo.
Consistían “en una doble muralla de bloques de ripio y cemento duros,
resistentes y sólidos como el granito”; cada bloque pesaba 23 toneladas y
eran idénticos a los usados en la defensa del río Aconcagua.250
Evidentemente, sería muy mecánico pensar que la gran dedicación a
defender el margen sur del río en Providencia se debiera a una simple
actitud segregatoria por parte de las autoridades ministeriales. Hay indicios,
por ejemplo, de que la oficina de trabajos públicos realizaba estudios inge-
248 Intendente a Ministro de Industria, 20/6/1902. Intendencia de Santiago, volumen 226, marzo de 1902.
249 Ministerio de Industria y Obras Públicas al Intendente, 04/ 07/1899. Intendencia de Santiago, volumen 182, julio 1899.
250 “A orillas del Mapocho”, El Chileno, 24/12/1901.
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DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Figs. 17 y 18. Obras de defensa del Mapocho, 1901. Se aprecia el trabajo con gruesos bloques
de concreto en un sector suburbano, es decir sin canalizar, probablemente Providencia.
Nótese el aún amplio lecho del río y la existencia de numerosos árboles en sus riberas.
123
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
nieriles para labores de defensa en Renca, en 1899. 251 Sin embargo, sí puede
cuestionarse la calidad de esas contenciones, que obligaban a rearmarlas
una y otra vez, en especial en las partes más pobres de la ciudad. En 1903,
por ejemplo, los destrozos del año anterior en la misma Renca aún no
habían sido reparados, pese a que la fuerza de las aguas “causó considerables
deterioros a las defensas que hay en el río Mapocho para impedir
inundaciones y perjuicios en el pueblo de Renca, cuyo río, además, cambió
su curso tomando otro cauce que viene en dirección a la plaza del pueblo”.252
Para efectos de esta investigación, preferimos más bien trabajar sobre la
ausencia o irregularidad de respuestas por parte del Ministerio de Industria
y Obras Públicas, aunque esto puede hablarnos de falta de fondos más que
de un simple desinterés. Sin descartar la existencia de una „ciudad primada‟
que comenzaba a extenderse más hacia el oriente que hacia el insalubre
poniente, queremos ver aquí cómo los trabajos de defensa desataron
conflictos o litigios –de hecho o judiciales- entre el Estado y los privados,
contribuyendo a la definición de las riberas del Mapocho.
Un primer caso es el de Mauricio Allende y vincula los trabajos de
contención con el proyecto de una nueva avenida sur. 253 En su querella, este
autodenominado “agricultor, domiciliado en la calle de Pérez de Valenzuela
número setenta y ocho”, expuso los problemas que tuvo con los trabajos
realizados en 1903 por el intendente Cousiño. El predio de Allende
colindaba al norte con el río, al oriente con el camino de Lo Contador, al sur
con el mismo camino y la calle Pérez de Valenzuela y al poniente, con el
Mapocho. Según cuenta Allende:
“al ejecutarse las obras de defensa contra las inundaciones del río
Mapocho, el Intendente de Santiago don Enrique Cousiño
determinó dejar a continuación una faja de terreno para Avenida.
Esta proyectada avenida abrazaba terrenos de mi propiedad que
tenía cerrados y plantados con bosques de álamos y sauces y cuya
ocupación no podía permitir en manera alguna; pero el señor
Intendente se desentendió de mis derechos de dueño y ocupó el
terreno con fuerza de policía puesta a las órdenes del encargado del
trabajo”.254
251 Ministerio de Industria y Obras Públicas al Intendente, 16/06/1899. Intendencia de Santiago, volumen 181, junio 1899.
252 Propietarios y vecinos de Renca al Intendente, s/fecha. Intendencia de Santiago, volumen 231, marzo de 1903.
253 Mauricio Allende al Intendente, sin fecha. Intendencia de Santiago, volumen 233, mayo 1903. El plano adjunto de la querella está extraviado.
254 Idem.
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DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Allende explicó además que el Intendente, con la ayuda de la policía,
construyó una “línea del cierre de las obras de defensa”255, en el extremo
derecho de su propiedad, esto es, mirando hacia el camino de Lo Contador.
Poco después se expropió también una faja de terreno de diez metros de
ancho, y destinándose a comunicar las obras de defensa con el mismo
camino. En noviembre de aquel año, cuatro trabajadores acompañados de
dos soldados de la policía de Santiago salvaron la cerca de alambre que
cerraba la primera de las fajas mencionadas, y comenzaron a abrir hoyos
para colocar postes en la línea de cierre de las obras de defensa. Expulsados
por el dueño de la propiedad, las obras no se efectuaron. Allende, en tanto,
pidió dos guardianes a la policía municipal de Providencia, “pero al día
siguiente llegaron cuatro a seis guardianes de la policía de Santiago con
orden del señor Intendente para vencer cualquiera resistencia que se
opusiese. En presencia de esta actitud, los guardianes de Providencia se
retiraron y se continuó el trabajo del cerramiento. Desde entonces los
trabajos se prosiguieron bajo el amparo de la policía, que custodió a los
operarios de un modo permanente”.256
Similar ambiente de confrontación tuvo la apertura de la calle y avenida sur
del Mapocho en aquella parte de Providencia. En otras palabras, la
continuación de la avenida del Parque Forestal. A fines de noviembre –
testimonió Allende- un funcionario se presentó, junto de dos guardianes de
la policía, a abrir la calle por orden de la Intendencia. Ante la negativa del
agricultor, los guardias hicieron uso de la fuerza, destruyendo una cerca de
piedra que cerraba el terreno por el lado sur y convirtiendo así el sendero en
calle. La molestia de Allende radicó en dos hechos: primero, que la primera
porción de terreno –esto es, donde se hizo una línea de cierro de los trabajos
de contención- involucraba un lucrativo negocio: una vertiente con que se
surtía un establecimiento de baños y una serie de conventillos con 182
habitaciones en total.257 La expropiación de facto había significado el corte
de muchos sauces y una considerable merma en el agua de la vertiente. En
segundo lugar, el propietario protestó porque “la otra poción estaba ocupada
por un tupido bosque de álamos, que no tendría menos de mil árboles, de los
cuales no quedarán arriba de doscientos. Los demás han sido cortados
255 Idem. Subrayado en el original.
256 Idem.
257 Esto significaba que Allende era rentista de una no despreciable población de –al menos- seiscientas personas, siendo más probable que albergara
unas novecientas. Cálculos basados en bibliografía y fuentes sobre conventillos.
125
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
durante la ocupación”. Algunos de esos álamos pueden verse en las
fotografías 16 y 17, que datan de 1901. Pero además, señalaba Allende, “la
calle abierta establece en mi predio una solución de continuidad que jamás
ha existido y que me es sumamente gravosa y perjudicial”. 258 Esto llevó a
entablar una querella de restablecimiento contra el Intendente de Santiago
Enrique Cousiño.
Ahora bien, es evidente que la escandalizada visión de Allende se debió a que
sus tierras le fueron quitadas, con uso de la fuerza por parte de la policía;
pero debió sorprenderle aún más debido a lo infrecuente de estas situaciones
en las relaciones entre el aparato público y los dueños de propiedades
Fig. 19. E.F.E, “Terrenos que ocupa la Línea
en la propiedad del Sr. P. Lucio Cuadra”,
11/10/1888.
En rosado intenso, el rectángulo con los
terrenos ganados al río por la canalización,
junto con el ramal del Mapocho. Debajo de
este, las aguas y tierras reclamadas por
Cuadra.
ribereñas. La intendencia de Cousiño, sin ser una figura paradigmática como
la de Vicuña Mackenna o la de Pereira Passos en Río de Janeiro del 900, sí
resulta emblemática por un afán modernizador que se extendió durante
cuatro años. Significativamente, a lo largo de treinta años fueron escasas tan
intensas gestiones y acciones para habilitar la avenida sur del Mapocho en
Providencia. Esta labor de Cousiño resalta más porque hacia 1904 asumió la
Primera Alcaldía de la Municipalidad de Santiago el activo Eduardo
Edwards Salas, que se ocupó prioritariamente de formar la avenida del
Cementerio, desde el borde norte.259
Un caso parecido al de Mauricio Allende ocurrió entre 1888 y 1896, esta vez
entre Pedro Lucio Cuadra y la Empresa de los Ferrocarriles del Estado. 260
Cuadra -un importante geógrafo de la época- era dueño de tierras ubicadas
en el margen sur, al poniente de Manuel Rodríguez; específicamente, entre
las calles del Sauce (hoy Almirante Barroso) y Negrete (avenida Brasil). En
1888, el geógrafo, sumado a los herederos de otro propietario vecino,
entabló juicio al organismo fiscal por dos motivos: el uso de los terrenos por
parte del ramal del Mapocho y la depreciación del suelo aislado entre los
rieles y la caja del torrente. Cinco años después, los propietarios obtuvieron
una resolución favorable de la Corte Suprema, que obligó a la empresa fiscal
a pagar una indemnización.
258 Idem. Pese a estos hechos, el poder de Allende aumentó en los años siguientes: en 1906 trabajaba como Alcalde de Providencia y negociaba con la
Intendencia, a nombre del Gobierno Local, nada menos que la extracción de ripio del lecho del río. El objetivo: arreglar las principales avenidas
comunales. Mauricio Allende a Intendente, 8/6/1906. Intendencia de Santiago, volumen 280, mayo 1906.
259 Ver el capítulo tercero.
260 Dirección General de los Ferrocarriles a Intendente, 19/12/1896. Intendencia de Santiago, volumen 200, diciembre 1900.
126
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
El plano elaborado por la Empresa de Ferrocarriles del Estado muestra que
“la extensión de los terrenos ocupados [...] es de 250 m de largo por 35 de
ancho, 25 al norte del eje de la línea y 15 al sur del mismo eje”. 261
Gráficamente, el plano impacta por una detallada descripción de las líneas
de borde-río antes y después de la canalización. Al igual que sus vecinos, la
propiedad de Cuadra llegaba directamente a la caja, mientras se aprecia
construcción contínua en el sector que da hacia calle Mapocho, por donde
pasaba el “Canal de Zapata o Mapocho”. Se advierte por último que frente a
la propiedad de Cuadra estaba la de Matías Ovalle, principal dueño del suelo
en el extremo sur del barrio norte (Población Ovalle). Con todo, no tenemos
registro ni detalles acerca de las indemnizaciones o las medidas tomadas por
las autoridades políticas. Sí se constata la irregular topografía de los
márgenes del río, cuestión que se repite en otros casos. Es pertinente
enfatizar, en relación a las tierras quitadas a Cuadra, que éstas fueron
utilizadas para el ferrocarril de circunvalación; es decir, para el transporte
público que unía la estación del Mercado con la estación Yungay.
Un tercer caso escogido es un poco más tardío y técnicamente no
corresponde a un litigio; sin embargo, ha sido incluido porque se refiere a
peticiones de un particular, Augusto Bruna, a la Intendencia.262 Bruna era
dueño de la chacra Lo Sáez, propiedad ribereña de casi 55 mil metros
cuadrados emplazada al norte del río, casi frente a las tierras del antes
nombrado Pedro Lucio Cuadra. Hacia fines de 1912, Víctor Araya, cuñado de
Bruna, solicitó por segunda vez un estudio ingenieril de demarcación oficial
frente a los problemas suscitados por las inundaciones del Mapocho. Esto
cuestionaba la validez de un informe evacuado “por el ingeniero de provincia
señor Lazaeta, documento en cuya parte final se expresa que el deslinde
entre “Lo Saez” y el río es bien definido”. Por esto Araya solicitó la
integración de un ingeniero de la oficina de Hidráulica de la Dirección
General de Obras Públicas, “que por su especialidad en el ramo pueda ser un
colaborador eficaz del señor Lazaeta”.263 La Intendencia, en enero de 1913,
comunicó a la Dirección General de Obras Públicas la necesidad de una
respuesta a la nota de Araya. Esta última institución, por medio del mismo
Ricardo Lazaeta, Ingeniero Jefe, señaló entonces a la Intendencia que “la
línea de separación de la chacra Lo Saez con el Río Mapocho es la barranca
que ha formado el Río”, por lo que la petición de Bruna no correspondía.
261 Idem.
262 Víctor Araya a Intendente, sin fecha. Intendencia de Santiago, volumen 394, abril 1913.
263 Idem.
127
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Indicó además que si se requería una determinación legal, “estimo que el
llamado a resolverla, es el Consejo de Defensa Fiscal”. 264
Las demandas del dueño de Lo Sáez continuaron durante los meses
siguientes: en diciembre se produjo una nueva respuesta de la Dirección
General de Obras Públicas al Intendente a propósito del caso. El ingeniero
Lazaeta respondió allí que hacer obras dentro del lecho del río Mapocho para
volverlo a su cauce natural, no tenía justificación. Esto, porque a juicio de la
autoridad, “no es la autoridad administrativa la llamada a resolver este asunto,
pues el río Mapocho frente a Lo Sáez, presenta su ribera muy definida, y es
evidente que en las creces periódicas volverá el Río a ocupar el lecho que
abarcó en la última crece del mes de Junio. Por estas consideraciones creo que
no se debe accede a lo solicitado”. 265
Fig. 20. “Chacra „Lo Saez‟. De propiedad de don Augusto Bruna”, agosto de 1912.
264 Direccion General de Obras Públicas al Sr. Intendente de la Provincia de Santiago, “Limite sur chacra Lo Sáez”, 8/04/1913. Intendencia de Santiago,
volumen 394, abril 1913.
265 Dirección General de Obras Públicas al Sr. Intendente de la Provincia de Santiago, “Límite sur chacra „Lo Saez‟”, 2/12/1913. Intendencia de Santiago,
volumen 394, abril 1913.
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DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Poco después, el propio Augusto Bruna comunicó al Intendente la petición de
ejecutar los trabajos para volver al Mapocho a su cauce natural. El propietario
argumentó que esos terrenos habían sido suyos desde que compró la chacra y
los había explotado -seguramente mediante extracción de áridos- hasta que el
torrente penetró en su predio. Con un notorio conocimiento de la legislación,
Bruna expresó que “el aspecto legal de esta presentación es igualmente claro.
El artículo 654 del Código Civil establece:
“„Si un río varía de curso podrán los propietarios riberanos, con
permiso de autoridad competente, hacer las obras necesarias para
restituir las aguas a su acostumbrado cauce, y la parte de este que
permanentemente quedare en seco, accederá a las mismas como el
terreno en aluvión en el caso del artículo.
Concurriendo los riberanos de un lado con los del otro, una línea
longitudinal dividirá el nuevo terreno en dos partes iguales; y cada
una de estas accederá a las heredades contiguas, como en el caso del
mismo artículo‟
Ejercito, pues, el derecho que me concede la disposición legal que
queda transcrita, y ocurro a U.S. en demanda de la respectiva
autorización‟”266
No hubo respuesta de las autoridades, pero el plano que acompañó la solicitud
de Bruna es una buena descripción gráfica del Mapocho en su parte norte,
específicamente al poniente de Hornillas. Debido a su extensión el predio en
cuestión incluía varios espacios urbanizados: la población O‟Higgins (extremo
superior, al centro) y la calle Cancha de „Lo Sáez‟ (principal diagonal del
terreno), lugar de concurridas diversiones populares y carreras de caballos „a
la chilena‟. Tal como en el caso de la ribera sur, se ve que las propiedades
particulares llegaban hasta el mismo lecho del torrente, viendo complicados
sus límites por la acción del río: se aprecian los difusos límites de la caja,
señalados como “cauce antiguo” (extremo inferior del plano) y “barranca
antigua” (en zig-zag, arriba de la anterior). Se distingue además la “barranca
actual”, inmediatamente arriba de la antigua.
Estos problemas entre los usos privados y públicos del río tuvieron también
claras connotaciones sanitarias. Hacia 1916, los Hornos Crematorios habían
crecido a niveles alarmantes. El 31 de diciembre de 1915, la Dirección
General de Obras Públicas escribió al Ministro del ramo lo siguiente:
266 Augusto Bruna al Intendente, sin fecha. Intendencia de Santiago, volumen 394, abril 1913.
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EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
“en la ribera norte del río Mapocho como a 300 metros –más o
menos- al poniente del puente Manuel Rodríguez existe un
botadero de basuras, el cual, dado el avance que ha tomado en el
último tiempo, ocupa ya una parte del cauce, pues se ha internado
28 metros al sur de la línea definitiva que habrá de seguir la
prolongación de la canalización.
Dicho basural, cuya altura alcanza a más de cuatro metros, va
angostando en esa parte el lecho del río, por cuyo motivo es de
temer que en el próximo invierno las aguas se desvíen de su cauce
natural y vayan a estrellarse, en la ribera sur, contra las obras de
enrocado que esta Oficina ha construido con el objeto de defender
el Parque Centenario”.267
En vista de ello, la Dirección solicitó al Ministro permitir al Intendente de
Santiago la adopción de las medidas necesarias para impedir que
continuaran depositándose las basuras de la población en la caja del río. Ya
no tenemos aquí motivaciones tan sólo estéticas e higiénicas, sino que
relativas a la propia estabilidad del lecho del torrente. Las obras de defensa,
que tantos gastos habían significado, especialmente después de las
inundaciones de 1912, se veían afectadas por el basural del Mapocho, cuyos
materiales se habían expandido casi treinta metros al sur de la canalización
proyectada. Para el estado esto conllevaba un problema relevante, ya que
poco antes del Centenario se había licitado la primera extensión del Canal
del Mapocho hacia el poniente: tan sólo cien metros, pero que iban en
paralelo al abovedamiento del Canal Solar, con un costo de doscientos mil
pesos, un décimo de lo gastado en la edificación del Museo de Bellas
Artes.268
Aunque estos litigios y problemas en general muestran las relaciones entre
privados y el aparato público a propósito del uso de las riberas, se ha omitido
deliberadamente a la principal organización privada propietaria de aguas del
Mapocho: la Sociedad del Canal del Maipo. El propio libro de aquella
asociación ha indicado que durante la presidencia de Germán Riesco (190106), las relaciones con el estado fueron complejas, a causa del uso de las
267 Dirección General de Obras Públicas a Intendente, “Defensa de Santiago. Solicita medidas para evitar peligros ocasionados por botaderos de
basuras”, 31/12/1915. Intendencia de Santiago, vol. 435, marzo 1916.
268 Decreto Presidencial, en oficio de Ministerio de Industria y Obras Públicas a Intendente, 4/3/1910, Intendencia de Santiago, volumen 348, marzo
1910.
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DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
aguas del Maipo para el alcantarillado y el abastecimiento de agua potable
para Santiago. Como las aguas del Mapocho se hicieron insuficientes para el
servicio de la ciudad debido a la creciente expansión urbana, la Intendencia
decretó en 1910, la extracción de 3 m3 por segundo del río Maipo y su
conducción por el Canal San Carlos para el servicio del alcantarillado de
Santiago. Este hecho llevó a un juicio de la Sociedad en contra del Fisco,
argumentando que la medida implicaba una disminución de sus derechos de
agua equivalente a cien regadores. 269
El estado intentó llegar a un acuerdo con la Sociedad: nombró una comisión
que recomendó expropiar 200 regadores de agua del río Maipo para servicio
urbano, y que como compensación el Fisco construiría una o varias represas
en el Cajón del Maipo para regular el régimen del río. No obstante, en
paralelo a la discusión de la propuesta de la comisión, el gobierno presentó
un proyecto para contratar un crédito para la aducción de las aguas del
Manzanillo y de la Laguna Negra a Santiago, así como la construcción de un
estanque y otras obras menores. El proyecto fue aprobado en enero de 1913,
comenzándose las obras de inmediato. La Sociedad consideró la medida
como un atropello, ya que estimaban que las aguas del Manzanillo y la
Laguna Negra contribuían a formar el Canal del Maipo. La Asociación tenía
entonces un gran poder, y se expresaba, entre otros medios, a través de
detallados planos y proyectos hidráulicos. En 1902, por ejemplo, publicó su
detallado plano del valle del Mapocho, donde se muestran los diversos
canales de la ciudad y sus alrededores (Fig. 2o).270
Ya desde la década anterior el ente privado había manifestado su
disconformidad con la distribución de las aguas del torrente, debido a un
creciente uso de las mismas por los habitantes e industrias de la ciudad. Luis
Lagarrigue, ingeniero de la Sociedad, expresó entonces sus diferencias con el
juez de agua del río:
“La ciudad de Santiago tiene derecho preferente a las aguas del río
Mapocho y puede llenar sus boca-tomas con el caudal que crea
conveniente y sólo las aguas excedentes del río pueden repartirse en
dos porciones, una para las treinta y cuatro tomas de arriba y otra
para las treinta y cuatro tomas de abajo. Ahora bien, el Juez de agua
269 Asociación de Canalistas. (1997). Sociedad del Canal del Maipo 170 años. Santiago, Chile: [s. n], pp. 142-143. “Regadores” es la unidad de medida de
uso de aguas.
270 Su nombre completo es Plano de la parte de la zona central de Chile regada por los acueductos de la Sociedad del Canal del Maipo, 1902.
131
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
de dicho río permite que agoten la mayor parte del caudal de aguas
en las treinta y cuatro tomas de arriba y deja llegar a las
proximidades de la ciudad sólo las aguas suficientes para el Canal
de Santo Domingo y la primera toma de ciudad que salen un poco
hacia arriba de la fábrica de hielo de Gubler. Resulta pues que
frente a dicha fábrica, el río no tiene ningún caudal de agua y
quedan burlados los derechos preferentes de la ciudad en sus
demás bocas tomas más, en la acequia de la Merced, en la de la
Población de Ovalle, en los Canales de Yungay y Zapata y otros, y
quedan además burlados los derechos de más de treinta de las
tomas particulares de abajo”.271
Tal como en el caso de las obras de defensa del río en Providencia, en este
sector del mismo el aparato público enfrentó conflictos legales y de facto con
los propietarios ribereños. El interés es destacar aquí que esas disputas
involucraron en el caso del Mapocho urbano poniente, el desafío de estar
sumadas a las ya mencionadas obras de defensa, a la resolución de los
problemas estéticos e higiénicos de los basurales y, por si fuera poco, desde
1910 al mantenimiento del humilde parque ribereño, el Centenario. Sobre
los conflictos con los propietarios, un ejemplo de aquel mismo año puede ser
útil: en febrero de aquel año, el Director de Obras Públicas expresó al
Ministerio “que en la ribera norte del Mapocho desde la calle Matías Ovalle
al poniente algunos propietarios riberanos han procedido a terraplenar el
lecho del río entre su límite natural y un basural allí existente en pleno
lecho”. Aquel “trabajo de relleno, practicado según toda probabilidad con la
intención de apoderarse de terrenos fiscales, ha reducido en forma peligrosa
el cauce del río que en su primera crecida arrastrará los basurales”. Pocos
días después, el Ministro de Industria y Obras Públicas escribía al
Intendente explicando la situación.272 El 14 de marzo, el Comisario de la 16ª
Sección comunicó al Prefecto del ramo que efectivamente “los propietarios
riberanos se han apoderado de terrenos fiscales y los ocupan como dueños.
No hay ningún lote en situación de tomar posesión inmediata porque todos
están cerrados y sus dueños me han manifestado que no están dispuestos
bajo ningún concepto á hacer entrega de ellos”. Finalmente, el Comisario
pedía el uso de la fuerza pública para volver a la normalidad.273
271 Ingeniero de la Sociedad del Canal del Maipo a Intendente, s/fecha, Intendencia de Santiago, volumen 258, varios 1892-1893-1894.
272 Ministerio de Industria y Obras Públicas a Intendente, 4/3/1910. Intendencia de Santiago, vol. 348, marzo 1910.
273 Prefecto de Policía de Santiago a Intendente, 14/3/1910, Intendencia de Santiago, vol. 348, marzo 1910.
132
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 21. Plano de la parte de la zona central de Chile regada por los acueductos de la
Sociedad del Canal del Maipo, 1902.
133
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Pero, ¿cuáles eran esos “propietarios riberanos”? Los documentos son
evasivos en cuanto a su nominación. Sin embargo, una semana después del
informe del Prefecto, S. Huidobro, secretario de la Sociedad del Canal del
Maipo, invitó al Intendente –a nombre del Directorio de la Asociación- a
una visita al Mapocho, para “subsanar los inconvenientes que expresa el Sr
Director de Obras Públicas”. 274 No hay indicios que tal recorrido se haya
concretado, o bien que sea haya restituido al Fisco la propiedad de las tierras
de borde-río. No obstante, se puede constatar nuevamente el peso de la
Sociedad del Canal del Maipo, a través de sus accionistas, en la repartición
de las aguas y la apropiación ilegal de tierras.
Otro documento de la época nos confirma que había una repartición
inequitativa de las aguas del Mapocho, que podría calificarse como
transgresora de la legalidad de aguas. El problema se producía
reiteradamente al igual que en todo Chile, y llegó a tal grado que se dictó una
Ley de Aguas en 1896, que dictaminaba vigilar que no se aprovecharan
terceros de las aguas de la ciudad. La solicitud enviada al Intendente de la
época corresponde a numerosos accionistas de aguas mapochinas y canales
derivados “de la sección de abajo”, desde Providencia hasta Renca. El
siguiente cuadro los describe más claramente:
“Nómina general de accionistas a las aguas del Mapocho y sus derechos”
Accionistas de la sección de abajo
Nombres
Representantes
El Carrizal
Rosario Concha
Mercedes Guzmán
½
¼
Monjas
Manuel Solar
Fernando Vicuña
Pedro Montes
Francisco Silva(fisco) (??)
Ricardo Matte
Abelardo Nuñez
iliegible
J. L. Gandarillas
Pedro J. Fernández
Pedro Concha
Antonio Vergara
J. M. Balmaceda
Vicente Costa
Desiderio Novoa
Rafael Garfias
Javier L. Zañartu
Matías Ovalle
¼
½
Manantiales
La Providencia
Lo Ruiz
Lo Galindo
El Manto
Fábrica de Paño
Por la Pólvora
La Barranca
Lo Alcalde
El Seminario
La Palma por la Merced
El Carmen
Lo Bezanilla
Por la Punta
Lo Ruiz
Renca-Lo Sáez
Renca
Lo Ovalle-Quilicura
El Pino
El Bajo
El Olivo
entregado al Directorio de los canales
de Zapata y Yungay
Derechos
Tomas
1
1
2
¼
1
s/c
½
½
1
1
1
2
1
1
1
1
1
1
14 Cinco/8
34 Tres/8
274 S. Huidobro, secretario de la Sociedad del Canal del Maipo, a Intendente, 21/3/1910, Intendencia de Santiago, vol. 348, marzo 1910.
134
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
La lista incluye nombres conocidos, como Matías Ovalle, poderoso
propietario de la ribera norte del río (El Pino, población Ovalle); al igual que
J.M. (¿José Manuel?) Balmaceda, presidente de Chile entre 1886 y 1891 y
derrocado luego de una cruenta guerra civil (Canal La Punta). También otros
menos frecuentes: el directorio de los canales de Zapata y Yungay, que
atravesaban el barrio Yungay. Los accionistas protestaron porque “las aguas
de este río vienen en la actualidad tan escasas que no suministran sino una
mínima parte de las aguas que en época ordinaria se distribuyen”.
Expresaron además que era “un reparto irregular de las aguas” y que “el río
se someta a turno y su nombre el Juez de aguas encargado de reparto
proporcional de éstas entre los canalistas”. 275 La misiva era firmada también
por otros accionistas no incluidos en la tabla enviada al Intendente, como
Juan Ramón Nieto, “como representante de las tomas del Mapocho
denominadas El Olivo y Lo Ruiz y Victor M. Bruna, nombrado más arriba,
como delegado de la toma de Lo Sáez.
Indudablemente, las características torrenciales del Mapocho lo convertían en
un bien apetecido por la Sociedad del Canal del Maipo como por los molinos,
al igual que por otros establecimientos fabriles. En este sentido, la utilización
de sus aguas como fuerza motriz fue una cuestión de disputa que no sólo
involucró a la Sociedad ni a la de los canales de Yungay y Zapata. Véase el
siguiente caso. En 1909, el Alcalde Ignacio Marchant protestó ante el
Intendente Urzúa porque el Jefe de Policía, Santiago Melo, prohibió al
Inspector Municipal de aguas de la ciudad, “tener injerencia alguna en las
aguas del río Mapocho pertenecientes a los canales de Santo Domingo y
merced agregando que en cumplimiento de dicha orden deberá conducir a la
Comisaría al que, sin su autorización, hiciera algún reparto de agua”.276 La
cancelación era relevante, ya que el Santo Domingo abastecía a los barrios al
norte del río.
La justificación del Comisario Melo al Intendente, tres días después, se basó
en dos puntos. El primero era que el jefe policial había puesto especial
importancia en fiscalizar al río en el sector de las propiedades de Benjamín
Velasco (empresario del cemento) y E. Manier (agricultor), “ya que ellos
tienen establecidas sus industrias mediante la fuerza motriz del río Mapocho
[y] a fin de evitar las dificultades de que se han notado con su desavenencias”.
275 Accionistas de aguas del Mapocho a Intendente, s/fecha, Intendencia de Santiago, vol. 258, 1892-1893-1894.
276 Alcaldía Municipal de Santiago a Intendente, 31/07/1909, Intendencia de Santiago, volumen 331, Agosto 1909.
135
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Su segundo motivo para prohibir al Inspector Municipal de Aguas acceder al
torrente era precisamente la labor de este funcionario:
“Es público también de que Dn. Carlos Rivas Vicuña, desde que se
hizo cargo del empleo de Inspector Municipal encargado de la
distribución de las aguas de la ciudad, ha tratado de desempeñar sus
funciones acompañado siempre de Dn. E. Manier, a quien visita a
toda hora y aún se sirve de los caballos del señor Manier para
inspeccionar el río y es además la casa de este Caballero a donde con
más frecuencia ocurre el mayordomo Municipal Valenzuela a
consultarlo para el servicio; siendo pública esta actitud del Sr. Rivas,
como lo digo y sin dudar de su honorabilidad tengo motivos para
asegurar de que con las medidas que ha pretendido implantar se
perjudiquen los Señores Velasco y Gran y la parte norte de la ciudad
que se riega con el Canal de Santo Domingo”.277
Agregó Melo que antes de la designación de Rivas Vicuña, el prefecto de
Policía de Aseo Demetrio Vildósola, ordenó “que al anochecer, se disminuya
un poco de las aguas de los Canales que surten los lados Sur y Norte de la
ciudad, con el objeto de aumentar las que van a dar fuerza a la empresa de
Tranvías y Alumbrado Eléctrico, para evitar las graves consecuencias que
recibirá la ciudad con la paralización de ese servicio”. Sin embargo, Rivas
Vicuña tuvo como “una de sus primeras medidas suspender esa orden dada
por el Prefecto de Policía de Aseo”. Por último, el jefe policial declaraba que
“pongo en duda la autoridad de ese funcionario, en cuanto a las órdenes que él
imparte a sus subalternos para que las desempeñen en Comuna ajena a la de
Santiago, ya que el Inspector Municipal Sr. Rivas ha llevado sus atribuciones a
la de Providencia que es donde están situados los puntos del río Mapocho
materia de su reclamo”.278
Los argumentos de Melo inducen a concluir que si un Inspector Municipal no
tenía jurisdicción sobre el lugar del conflicto, evidencia la escasa claridad
sobre los límites comunales y el radio de acción de los repartidores de agua. O
bien, expresa lo valioso de las propiedades ribereñas con acceso a agua y la
consecuente facilidad de una relación corrupta entre empleados municipales y
privados. Por último, el uso de las aguas del Mapocho como fuerza motriz para
277 Santiago Melo al Intendente, 3/08/1909, Intendencia de Santiago, volumen 331, Agosto 1909.
278 Idem.
136
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
la empresa de tranvías y alumbrado eléctrico muestra los nuevos desafíos a los
que se enfrentaba la ciudad y la sociedad urbana. La electricidad y el tranvía,
nuevo medio de transporte –data de 1900 en Santiago- se habían convertido
en nuevas dimensiones urbanas para las cuales el río era extremadamente útil
y codiciado.
Ahora bien, además de las aguas, hubo litigios, acuerdos y regulaciones en
torno a otros elementos del río. Al igual que en otras ciudades
latinoamericanas, como Lima, los sedimentos arrastrados por el torrente
conformaban un auténtico pedregal: un amplio lecho donde para los meses
estivales el Mapocho no era más que un estrecho riachuelo en medio de un
panorama de rocas y piedras. La extracción de áridos, sin bien era un
negocio menos lucrativo que el de las aguas, permitió desde el período
colonial acceder al campo económico de la construcción de viviendas y
edilicia pública, así como el empedrado de calles y el ripio de los caminos.
Por ello, fue uno de los principales usos económicos del río Mapocho: la
arena, el ripio y las piedras constituyeron una fuente laboral tanto para
empresarios, como para cientos de personas de sectores populares,
especialmente varones. De esta manera, los extractores de áridos,
vulgarmente conocidos como „areneros‟, se establecieron desde temprano
como parte de la geografía humana de la caja, y quedaron en el imaginario
de la sociedad urbana como el sinónimo de marginalidad y trabajo precario.
Por otra parte, los areneros se constituyeron como un factor relevante en el
proceso de transformación de la caja mapochina: desvíos de canales, del
propio río y de los límites ribereños, fueron parte de los efectos que estos
trabajadores produjeron en el tramo urbano y peri-urbano del torrente. Los
areneros trabajaban con harneros, esto es, con una criba de malla metálica
para harnear arena, volverla mas fina y poder utilizarla en la mezcla para los
trabajos de albañilería. Hacia finales del siglo XIX, los documentos estatales
refieren a una presencia extensa y numerosa desde -al menos- el puente de
Renca hasta Lo Contador, en Providencia. Esto no significa que hacia los
extremos suburbanos no hubiesen areneros: tanto en Barrancas (Pudahuel)
como en Las Condes estuvieron presentes. Sin embargo, era en el área
urbana del río donde tenían mayor número y presencia, y fue desde
principios del siglo XX donde tal presencia se volvió contraria a los objetivos
estatales de contención del río.
El punto central entonces es la accesibilidad a los espacios de extracción y la
relación con el poder público que se estableció. Es sugerente que durante el
siglo XIX exista un cierto silencio de las fuentes respecto a la existencia de
137
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
los areneros: su presencia es omitida, quizás por una existencia que no era
regulada en demasía por el aparato público. Desde inicios del siglo veinte, en
cambio, los documentos de la Intendencia relativos al tema comienzan a
aparecer continuamente. En ese contexto, el primero de ellos no
corresponde a extractores de áridos de condición marginal, sino a Rafael
Grau, destacado industrial de Providencia y propietario de Baldosas Grau,
en la orilla sur del torrente, una concesión estatal al frente de las actuales
Torres de Tajamar.279 En 1906, el empresario solicitó al Intendente “extraer
ripio de la caja del río Mapocho en la parte comprendida entre el Puente del
Arzobispo y mi concesión con el objeto de rellenar los terrenos de la Avenida
Sur, cedidos por US. a la Alcaldía de Providencia con el objeto de formar una
plaza pública”. Además, Grau pidió autorización para “construir en el
terraplén de dicha línea, una bóveda, para hacer el traslado de dicho
material.”280 Un mes después, la Intendencia aprobó la solicitud del
industrial, “en la sección comprendida entre el embudo del canal, por el
poniente, y su propiedad denominada 'Molino del Carmen', por el oriente”.
Aprobó también la edificación de una bóveda “en el terraplén de la línea de
defensa de dicho río”, para poder realizar el traslado de dicho material
destinado a rellenar los terrenos de la Avenida sur, cedidos por la
Intendencia a la Municipalidad de Providencia para formar una plaza
pública.281
En rigor, esta confluencia de objetivos públicos y privados en pos de los usos
económicos y de contención no era extraña. En paralelo a la petición de
Grau, el alcalde Mauricio Allende –el mismo propietario que en 1903 se
enfrentó al Intendente Cousiño por la apertura de la avenida Sur del
Mapocho- manifestó a la Intendencia tres años después y ya como Alcalde,
la necesidad de continuar con la autorización para que la Municipalidad de
Providencia extrajera ripio “para arreglar las Avenidas que están a su cargo”.
Allende expresó entonces que “en la inteligencia de que los hoyos que
resulten por la extracción de ese ripio, serán llenados con arenas que esta
Alcaldía hará acumular de las mismas aguas del río”. El representante
municipal planteaba esto a la luz de los obstáculos interpuestos por el
“Inspector encargado por la Dirección de Obras Públicas para que vigile la
línea férrea y los terrenos cedidos por los propietarios de esta Comuna para
279
138
Gross, P., de Ramón, A., Vial. E., Imagen ambiental de Santiago 1880-1930, citado, p. 132.
280
Rafael Grau a Intendente, sin fecha, Intendencia de Santiago, volumen 280, mayo 1906.
281
Decreto de la Intendente, 23/6/1906, Intendencia de Santiago, vol. 291, oficios enviados, 1906.
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
la Avenida proyectada en la parte norte de Providencia”, quien se había
“opuesto a que esta Municipalidad continúe haciendo extraer ripio del lecho
del río”.282
De otro tenor fueron las solicitudes de los areneros del Mapocho,
evidentemente de una extracción más popular que los empresarios de borderío o el gobierno local. También en 1906, casi cuarenta areneros
(“ciudadanos chilenos, ocupados en beneficiar la arena que produce el río
Mapocho”) se dirigieron al Intendente explicando que “a veinte y cinco
metros al norte del puente del Arzobispo, tenemos nuestros pequeños
bancos de arena concedidos por vuestro digno antecesor, sr. Don Enrique
Cousiño, que durante toda su administración nos favoreció en toda
amplitud, tal vez tomando en cuenta nuestra condición de trabajadores y
que sólo nos dedicamos a ganarnos la vida por este medio”. En la misma
lógica de cooperación con el poder Ejecutivo que tenían otros actores, los
habitantes de la caja indicaron asimismo que
“estando próximo la terminación del terraplén de defensa en
formación, quedaremos completamente encerrados, no pudiendo
contar con el acceso de la entrada de los carretones que se ocupan
en cargar la arena de nuestra referencia, por lo que venimos en
solicitar de US. se digne concedernos autorización para formar una
rampla que facilite la extracción de este material tan indispensable
y que con su privación irrigaría muchos perjuicios a las
construcciones”
Como US. comprenderá esta rampla no perjudicará en lo que
menor a la obra de defensa, sino que al contrario, serviría de
terraplén y firmeza.
[…] Como un acto de justicia a nuestro trabajo honrado y de
muchos sacrificios, creemos que US. No trepidará en otorgarnos el
mismo permiso anterior y declarar a la vez que la entrada de los
carretones en referencia, se efectúe siempre por la calle de
Bellavista”.283
282
283
Mauricio Allende a Intendente, 8/6/1906, Intendencia de Santiago, volumen 280, mayo 1906.
Nota de los areneros de Providencia al Intendente, 22/9/1906, Intendencia de Santiago,
volumen 285, noviembre de 1906. Nuevamente se aprecia la participación del intendente Enrique
Cousiño, en ese entonces ya fuera del gobierno de la ciudad.
139
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Previa aprobación y recomendación de la Tercera Zona de la Dirección de
Obras Públicas, el Intendente Luis Larraín decretó que se concediera el
permiso a los 36 demandantes “para construir una rampa en la ribera norte
del Mapocho, que dé acceso a las carretas que conducen materiales a las
obras de defensa que se ejecutan en la indicada ribera”. Indicó además que
“la referida rampa deberá hacerse aguas arriba del puente del Arzobispo, y
tener cuatro metros de ancho en la parte superior y pendiente inferior a un
seis por ciento”. 284 Luego de algunos problemas en su instalación, debido a
la omisión de las instrucciones hechas por la Dirección, la rampa para el
tráfico de carretas comenzó a ser levantada “de acuerdo con las
instrucciones que imparta el Ingeniero encargado por la Inspección General
de Hidráulica de la supervigilancia de las obras de defensa citadas”. 285
Por otra parte, y como se expresó, las peticiones de empresarios y
propietarios ribereños respecto al uso de los áridos del cauce fue un suceso
recurrente en aquellos años. Sin embargo, en varias ocasiones la Intendencia
negó el permiso para tales actividades, bajo recomendación de otra entidad
estatal: la Dirección General de Obras Públicas. En noviembre de 1906,
ocurrió esto con el requerimiento del “sr. A. Bruce, para extraer arenas del
río Mapocho desde el puente del Ferrocarril hasta 200 metros al oriente”. La
Dirección mencionó entonces que “por tratarse de un sitio tan próximo al
puente, siendo peligroso remover el suelo, pues en la época de cree pueden
originarse remolinos y cambios del curso de las aguas que pueden perjudicar
esta obra”.286 Este rol de la Dirección se reiteró en otros casos ocurridos
aquel mismo año, los que evidenciaban las en ocasiones conflictivas
relaciones en la caja del río, entre los extractores de áridos y las obras de
defensa llevadas a cabo por aquella unidad administrativa. Fue el caso de
trabajos de contención de la ribera norte, cuando trabajadores por cuenta
propia construyeron “una rampa para el tráfico de carretas por encima de la
defensa en construcción”.
284
Dirección General de Obras Públicas Tercera Zona a Intendente, “Informe sobre una rampa en
el Mapocho”, 3/11/1906. Intendencia de Santiago volumen 285, noviembre de 1906; Decreto de la
Intendencia de Santiago, 8/11/1906, volumen 285, noviembre de 1906.
285
Dirección General de Obras Públicas a Ministro de Industria y Obras Públicas, 5/11/1906,
Intendencia de Santiago volumen 285, noviembre de 1906; Inspección General de Hidráulica a
Ministro de Industria y Obras Públicas, 14/11/1906, Intendencia de Santiago volumen 285,
noviembre de 1906.
286
Dirección General de Obras Públicas, Tercera Zona a Intendente, 23/11/1906. Intendencia de
Santiago volumen 285, noviembre de 1906.
140
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Sin embargo, como en el caso de las aguas, la extracción fue disputada por
diferentes actores, aunque en el caso de los áridos la diferencia es que
aquella se desenvolvió fundamentalmente entre los sectores populares y los
dueños de borde-río. Desde estas fechas, los areneros pero también los
empresarios, comenzaron a ser criticados por los efectos que según diversas
personas e instituciones, provocaban en el cauce: desvíos de canales,
carencia de agua, desestabilización de márgenes del río. En resumidas
cuentas, ese conflicto enfrentaba a las novedosas entidades técnicas con
oficios y usos realizados durante cientos de años. Lo relevante es que ese
problema se produjo precisamente en una coyuntura de construcción de
alcantarillado y de ampliación del abastecimiento de agua potable,
provocando, para la autoridad, incompatibilidad entre ambas. En febrero de
1907, la Dirección de Obras Públicas informó al Intendente “Sobre los
perjuicios que sufre el camino de las Hornillas, frente al Molino de La
Estampa”, indicando que
“La Ilustre Municipalidad de Renca ha dado permiso para extraer
arena de la desviación del canal Pinto Solar que corre por el
poniente del camino, pues por la falta de talud se producen
desmoronamientos
que
angostan
esa
importante
vía
de
comunicación. Esta extracción se hace en malas condiciones
perjudicando el camino, pues por la falta de talud se producen
desmoronamientos
que
angostan
esa
importante
vía
de
comunicación. Sería conveniente prohibir la extracción de ese
material ya que se trata de un camino público y no Municipal”. 287
La Sociedad del Canal del Maipo, en tanto, una activa y poderosa entidad
privada en el área del control de aguas, reclamó en enero del mismo año
respecto a “la extracción de arenas en la parte de la caja del Mapocho
comprendida entre la bocatoma del canal de la Pólvora y el puente de las
canteras de don Ramón Martínez”. La Sociedad, mediante su ingeniero jefe,
Luis Lagarrigue, señaló entonces que con ello se salvaguardarían “los
intereses de más de mil cuadras cuadradas de terrenos vecinos a Santiago
que se riegan con el canal de la Pólvora y que hoy carecen de la dotación de
agua que les corresponde a causa de las desviaciones continuas de las aguas,
287
Dirección General de Obras Públicas Tercera Zona a Intendente, 20/2/1907, Intendencia de
Santiago, volumen 297, febrero 1907. El oficio aprovechaba de mencionar que estaba finalizado “el
proyecto para reparar el puente sobre el Zanjón de la Aguada en San Diego”, lo que nos muestra
otro tipo y lugar de acción de la Dirección.
141
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
de las rupturas de pretiles y de las modificaciones del lecho del río que
producen los areneros establecidos en esa sección”. Junto con ello, el
ingeniero pidió que los areneros es establecieran “aguas abajo de la toma de
la Pólvora”. 288 La solicitud no era planteada por cualquier persona, sino por
un influyente y respetado técnico, quien era además ingeniero jefe de obras
hidráulicas de la Chilean Electric Trainway Company. 289
Un pensamiento similar expresó la Dirección de Obras Públicas, pocas
semanas después, a propósito de la interrupción que los extractores de
áridos hacían en las áreas de trabajos de contención del Mapocho, en la
ribera norte. El Ingeniero Inspector de las obras de defensa expresó que era
imperiosa la necesidad de “prohibir la extracción de ripio por particulares en
la parte que se esté construyendo la defensa”. Refirió que la fuerza pública se
había hecho presente en numerosas oportunidades, “pero siempre
infructuosamente”. La Dirección manifestó tajantemente que la extracción
era una “operación que se practica sin atender a observaciones de ninguna
especie y en los puntos que a ellos más les agrada, ruego a U.S. que, si lo
estime a bien, se sirva prohibir dicha extracción en la sección del río en que
se ejecutan las obras de defensa a que me refiero”. Por primera vez en el
registro de este tipo de documentación, hay referencias para que el
Intendente “se sirva impartir las órdenes del caso para que la fuerza pública
preste auxilio al Ingeniero Inspector de los trabajos cuando éste necesite
recurrir a ella, a fin de hacer cumplir las disposiciones anteriores”. 290
Es interesante constatar que la extracción de áridos competía cada vez con
mayor fuerza con otras actividades desarrolladas en la caja del río por parte
de
departamentos
estatales,
específicamente
obras
de
contención
implementadas en los “embudos de canalización”, esto es, donde el flujo de
las aguas retomaba su ritmo vigoroso, acorde con un régimen nivo-pluvial.
En 1913, Pedro Lira y Eduardo Vacarezza escribieron al Director de Obras
Públicas, buscando autorización para extraer arenas. 291 Pocas semanas
288
Ingeniero de la Sociedad del Canal del Maipo a Intendencia, 9/1/1907, Intendencia de
Santiago, volumen 296, enero de 1907.
289
Chilean Electric Trainway Company a Intendente, 23/2/1907, Intendencia de Santiago,
volumen 297, febrero 1907. Recuérdese que esta compañía era la concesionaria de los tranvías a
tracción eléctrica en Santiago de Chile.
290
Dirección General de Obras Públicas, Inspección General de Hidráulica a Intendente de
Santiago, 8/3/1907, Intendencia de Santiago, volumen 298, marzo 1907.
Pedro Lira y Eduardo Vacarezza al Director General de Obras Públicas, 27/02/1913, Intendencia
de Santiago, volumen 393, marzo 1913.
291
142
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
después, la Dirección General de Obras Públicas de Hidráulica respondió al
Ministro del ramo, basándose en la necesidad de efectuar obras de
reparación del torrente: “La reserva de materiales del río Mapocho solicitada
de la Intendencia […] se refiere a las arenas que habían en el embudo de la
canalización, las que se están empleando en las reparaciones que se efectúan
actualmente en el emplantillado de dicha obra”292.
Por otra parte, en el mismo documento, aparece una de las primeras listas
de requisitos al respecto, tanto por los aspectos técnicos, como por el gran
poder de decisión que el ya nombrado Ministerio de Obras Públicas tenía
sobre el río. En primer lugar, se establecía un depósito de garantía de mil
pesos ($1.000), cifra imposible de pagar para un arenero. Segundo, se
estableció que “la extracción de piedra y ripio no se podrá hacer a una
distancia menor de 20 mts. del eje de las defensas construidas en las
riberas”. En tercer lugar, que la extracción se haría desde el centro del río
hacia los márgenes, evitando la formación de montículos o grandes bancos
dentro de la zona de extracción: “Para ello el concesionario deberá retirar los
materiales a medida que sean extraídos”. Se señaló además que:
“4°) Las excavaciones no podrán profundizarse más de 1,50 mts.,
respecto del nivel medio del lecho.
5°) En caso de producirse daños en alguna obra existente a causa de
una infracción de las anteriores estipulaciones, serán indemnizados
por el concesionario según tasación practicada por la Dirección de
Obras Públicas.
6°) La concesión referida no constituirá privilegio y cualquiera otra
persona podrá extraer esos materiales en la misma parte del río, con
el correspondiente permiso.
7°) Si el concesionario no da cumplimiento a cualquiera de las
estipulaciones anteriores la concesión caducará de hecho.
8°) Caducará también la concesión si así lo ordena la Intendencia o si
así lo solicita la Dirección General de Obras Públicas y sin que para
ello haya necesidad de desahucio”293
292
Dirección General de Obras Públicas Inspección General de Hidráulica, al Ministro de Industria
y Obras Públicas, “Pedro Lira y Eduardo Vacarezza solicitan permiso extracción ripio y piedra
lecho río Mapocho”, 15/03/1913, Intendencia de Santiago, volumen 393, marzo 1913.
293
Idem.
143
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
En efecto, si a lo largo de esta tesis se ha mencionado el rol crucial que
tuvieron organismos públicos como la Municipalidad, la Intendencia y, en
menor medida, el Ministerio de Hacienda, conviene reforzar aquí las
actuaciones del Ministerio de Industria y Obras Públicas: es que mediante su
Dirección General se manifestó cada vez más claramente una voluntad de
control sobre el río Mapocho y sus riberas. La expresión fue el dominio
público, materializada en las obras de defensa del torrente, que a su vez
motivaban la entrada a una dimensión anteriormente poco regulada, como la
extracción de áridos. Es lo que se aprecia en la cita anterior, de 1913, cuando
se habla de distancias, profundidades y modos de extracción, así como de
aspectos económicos como garantías y caducación unilateral de contratos. De
esta forma, no es sorprendente que poco después de la concesión a Lira y
Vacarezza, la misma Dirección pidiera al Intendente “la prohibición de la
extracción de piedras en el lecho del río entre los puentes Manuel Rodríguez y
del Ferrocarril”. El motivo: aquella dependencia pública comenzaría “en el
curso de la presente semana de ejecución de obras de defensa de la ribera
norte del río Mapocho aguas abajo del puente Manuel Rodríguez, en los cuales
se utilizará la piedra que hay en el lecho del río”. 294
Algunos meses después, José Luis Bernal, “arenero domiciliado en el
Cementerio del Cólera”, como se autodefinía, solicitó permiso para similares
labores a las de Vacarezza y Lira. El modesto trabajador pidió entonces
“extraer arenas del lecho del rio Mapocho en la parte comprendida frente a
la Fábrica de Huesos”, pero la misiva fue rechazada, sin dar motivos. 295 En
general, a partir de la década del diez se aprecia un vigor mucho mayor por
mensurar, controlar y cuantificar a empresarios y areneros. En julio de 1914,
por ejemplo, la Sub-Comisaría de Providencia envió un oficio al Intendente,
informando del nombre, fecha de permiso y área de ubicación de estos en el
lecho del
torrente.296
El
documento, que
analiza
sólo el
tramo
correspondiente a Providencia, prueba que en su mayoría (37 de 52) se
establecían entre el Puente del Arzobispo y el sector canal San Carlos y
294
Dirección General de Obras Públicas, Inspección General de Hidráulica al Intendente,
16/4/1913. Intendencia de Santiago, volumen 394, abril 1913.
295
José Luis Bernal a Intendente, s/f, octubre de 1913, Intendencia de Santiago, volumen 400,
octubre 1913. El “Cementerio del Cólera” aludido por Bernal, era un cementerio construido en
Renca con ocasión de la epidemia de cólera que llegó a Chile en 1887. Está en las cercanías de la
actual población Bulnes. “El desconocido cementerio al norte del Mapocho”, La Tercera, Santiago,
19/3/2011.
296
Sub-Comisaría de Providencia al Intendente, 1/8/1914, Intendencia de Santiago, vol. 406, julio
1914.
144
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Vitacura, mientras el resto tenía el mismo límite oriente, pero arrancando
desde el puente Pío IX u otros lugares. Es necesario considerar, además, que
no se trataba sólo de esa cincuentena de areneros, sino de sus familias, por
lo que fácilmente llegaban a doscientas las personas que giraban en torno a
los márgenes del Mapocho peri-urbano oriente.297
Pese a esta tendencia a controlar a los extractores de áridos de diferente
condición económica, no fue extraña la aprobación de los permisos aún
avanzada la década del diez. En 1919, por ejemplo, José Luis Cea y Ramón
Luis Arriagada elevaron una solicitud a la Intendencia, para que se les
concediera por veinte años –plazo nada común- “permiso para extraer arena
y ripio del cauce del río Mapocho, en una extensión de 5 kms. al oriente y
poniente de la parte canalizada de dicho río”. El Intendente reconoció que
había sido “norma invariable” rechazar las peticiones que pudieran caer en
monopolio, “como sería esta por su largo plazo y tan extensa región”. Sin
embargo, el alto funcionario explicó que “podría otorgarse una concesión a
los Srs. Cea y Arriagada, hasta segunda orden y en una extensión reducida,
que no venga a constituir un monopolio y que deje en libertad de instalarse
en sus inmediaciones a los cientos de trabajadores que hoy se dedican a esas
labores”. Para elegir la ubicación de las faenas, delegó funciones en la
Dirección General de Obras Públicas. 298
En este contexto de trabajos públicos y privados sobre el Mapocho, si bien
las fuentes no explicitan un criterio segregatorio de corte clasista, lo cierto es
que hacia finales de la década del diez éste estalla con fuerza. Efectivamente,
hacia entonces, tal cual como el orden liberal que las sustentaba, las
ciudades latinoamericanas “parecieron escapar a todo control”. 299 En
Santiago de Chile, tras las „marchas del hambre‟ de 1918, el gobierno de Juan
Luis Sanfuentes lo demostró en 1919, al dictar el primer estado de sitio del
siglo XX.300 Una importante expresión de estos cambios se produjo en las
relaciones de los areneros más modestos con las autoridades. En un
297
En base a este cálculo, una cifra aproximada de areneros y sus familias en todo el tramo urbano
y peri-urbano del torrente, considerando el tramo poniente, estaba en torno a las quinientas
personas.
298
Intendencia de Santiago al Ministro del Interior, “Informe solicitud extracción arenas Cea y
Arriagada”, 29/9/1919, Intendencia de Santiago, volumen 489, oficios enviados, enero-diciembre
1919.
299
300
Romero, J.L., Latinoamérica…, cit., p. 316.
Loveman, B., Lira, E. (1999). Las suaves cenizas del olvido. Vía chilena de reconciliación
política (1811-1932). Santiago, Chile: LOM, p. 262.
145
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
contexto urbano de expansión sindical y huelguística, en 1920, numerosos
trabajadores mapochinos protestaron ante el Intendente Francisco
Subercaseaux, ya que se según ellos se les estaba persiguiendo ilegalmente.
Si se compara la solicitud con la efectuada por los areneros de 1906, se
aprecia un cambio importante en su modo de expresión, pero también se
advierte la preocupación por un control fiscal que quince años atrás hubiera
sido impensando:
“Consideramos que la orden a que se nos ha notificado de no
conceder permiso a los que tuvieran notas en el carnet, como ser
prisiones por ebriedad, nos viene a perjudicar en gran manera a los
que hemos trabajado varios años en el rio, sin haber antes tal
orden; por lo cual solicitamos de Ud. tenga a bien concedernos el
permiso como antes sin esta selección que viene en perjuicio de
todos nosotros.
Además al compañero Valentín Muñoz no se le ha querido conceder
el respectivo permiso a pesar de no tener notas en el carnet y
trabajar en el rio diez y ocho años. Por otra parte si esto ha sido por
pertenecer a esta Sociedad consideramos que es injusto por cuanto
en otra ocasión cuando se hizo un movimiento, el teniente a cargo
del rio nos prometió que teníamos amplia libertad de asociarnos y
que no perseguiría a ninguno por el hecho de ser asociado. En
resumen solicitamos el permiso para el compañero Valentín Muñoz
al igual al que antes tenía en el año que terminó. Para banco y
arnero [sic]. También hacemos presente que en esta petición nos
acompaña la Unión de Estucadores y Albañiles de Resistencia en
Chile, por lo cual en la presente nota se acordó estampar la firma
del secretario general y el timbre social de dicha Sociedad. […]
“OTRA: A ultima hora los compañeros de la parte del Puente
Manuel Rodríguez a Bulnes, ponen en conocimiento de Ud., que
han sido víctimas de atropellos de parte de la policía la que les ha
hecho pedazos los harneros por creérseles sean asociados.
Esperamos de Us. nos diga si esta orden ha sido suya”. 301
301
Unión de Areneros y Trabajadores a Jornal en Resistencia al Intendente de Santiago,
Intendencia de Santiago, volumen 493, enero de 1920. Mayúsculas en el original. Firman: Sixto
Lobos H. Secretario General de los Areneros; Leopoldo P. Meneses. Secretario General de los
Estucadores, Santiago, 13/1/1920. Timbres: “Unión de Areneros y Carretoneros a Jornal en
Resistencia. Fund. 14 Septiembre 1919. Santiago” y “Unión de Estucadores, Albañiles y Ayudantes
en Resistencia de Santiago, Valparaíso y Viña del Mar. Agradezco esta referencia a Waldo Vila.
146
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
El tono más confrontacional de los trabajadores, la apelación al
“compañero”, la conciencia de la “amplia libertad de asociarnos”, y desde
luego, a que “nos diga si esta orden ha sido suya”, se explica a partir del
modo de asociatividad planteada: en “resistencia”, esto es, anarquistas. El
Inspector Bernardo Hernández, encargado del Río Mapocho, explicó apenas
dos días después, en su respuesta al Intendente Subercaseaux, que era falsa
la acusación respecto a que “no se les concede permiso para extraer arena a
los que tengan en su carnet de identidad anotaciones por ebriedad”. Y
respecto “al arenero Valentín Muñoz, no se le ha dado permiso por que
durante el año ppdo. fue un elemento de discordia entre sus compañeros, en
repetidas ocasiones formo desordenes, por lo que huvo [sic] de llamarle la
atención, mas aun, el día que solicitó el permiso, se presentó en estado
inconveniente y falto al respeto al infrascrito”. En cuanto al “denuncio
relativo a que los arneros [sic] que estaban entre los puentes Manuel
Rodríguez y Bulnes han sido destrozados por la Policía, es otro cargo sin
fundamento. En dicho punto no hay areneros trabajando. Todos los
permisos otorgados son del puente de Bulnes aguas abajo”. Finalmente, y de
manera tajante, el Inspector Hernández deslegitimó al secretario de los
areneros como un interlocutor válido, ya que “Sixto Lobos que firma como
secretario de los areneros, no a trabajado jamás en el río, ni tiene permiso de
la autoridad administrativa para extraer arenas, por lo que creo no
pertenezca al gremio de areneros, sino que es un individuo que esta lucrando
con crearle dificultades a los trabajadores honrrados y traquilos [sic]”. 302
El informe del Inspector fue lapidario. Más aún frente a trabajadores
organizados cuya histórica humildad compartía ahora con un lenguaje más
directo y confrontacional con la autoridad. Era el momento de definir quién
mandaba en el río: el 18 de diciembre de 1919, casi terminando la década, el
Intendente Subercaseaux decretó que
“A contar desde el 1º de enero próximo suspéndanse todos los
permisos otorgados para extraer arena y ripio del río Mapocho.
Desde esa fecha toda persona que desee esta clase de permisos
deberá
obtener
la
correspondiente
autorización
de
esta
Intendencia.
302
Inspector Hernández a Intendente, 15/1/1920, Intendencia de Santiago, volumen 493, enero de
1920.
147
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Estas concesiones son personales e intransferibles y para obtenerlas
se deberá estar en posesión del carnet de identidad que expide la
Sección de Seguridad de esta Capital.
El Inspector encargado del río Mapocho don Bernardo Hernández
notificará el contenido del presente decreto a los interesados” 303
Con todo, interesa más acá la idea del control que el estado comienza a
desplegar desde principios del siglo veinte sobre los márgenes del Mapocho
y sobre sus areneros, y que hacia finales de la década del diez alcanza un
ímpetu mayor, como otra dimensión en los controles estatales sobre el río y
sus riberas. Como se dijo más arriba, entre 1919 y 1920, años en que las
ciudades latinoamericanas vivieron álgidas tensiones sociales, fue en el caso
de Santiago de Chile también el momento de nuevos marcos regulatorios en
la ciudad: la prohibición del juego de la chaya, de encuentros políticos en los
espacios públicos (que finalmente llevaron a implantar el estado de sitio), la
creación de ferias libres que regularan el comercio informal, fueron ejemplos
de ello. En el caso de los areneros y de los extractores de áridos en general,
se observa un paulatino crecimiento en el control de los usos del río por
parte del estado, vinculado especialmente a la necesidad de no afectar las
costosas y extensas obras de contención del Mapocho, así como a las obras
de abastecimiento de agua potable y los bienes de poderosas agrupaciones
como la Sociedad del Canal del Maipo. Y si bien en el caso de los areneros no
serían expulsados de la caja del río, serían progresivamente erradicados
hacia puntos más alejados de la ciudad, ya fuera del área canalizada.
***********************
En este capítulo se indagó en los proyectos y las obras de canalización del río
Mapocho y su inserción en una fase de modernización de diversos ámbitos de
la esfera pública: las instituciones, la literatura sobre la ciudad, la técnica y la
política fueron algunos de ellos. En ese sentido, esas condicionantes enmarcan
el proceso de lo que aquí llamamos contener y rectificar, intentando superar
las inundaciones pero también la marginalidad social que se hacía presente en
el cauce del torrente. La remodelación de las riberas del Mapocho en el
303
148
Decreto de la Intendencia de Santiago, volumen 493, enero de 1920.
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
período de entresiglos, tuvo algunos hitos reconocibles por su impacto en el
espacio público. Sin duda, la época del centenario con inauguración del Museo
y Escuela de Bellas Artes y de la Estación Mapocho en 1910 constituyó su
imagen más representativa. Y sin embargo, como se ha visto aquí, cuenta con
una extensa historia previa de intervenciones y regulaciones que respondían –
con muchos cambios- a un planteamiento inicial que era enunciado por los
propios interventores, aunque en rigor fuera modificado innumerables veces.
Ese planteamiento era el de Ernesto Ansart, con su proyecto de 1873 y, junto
con él, de Vicuña Mackenna. Este capítulo, comprende esa tensión de la
intervención urbana distinguiendo al menos dos momentos en el cambio
vivido por el Mapocho urbano: el primer impulso, de transformación del
paisaje mediante el encajonamiento del río y el levantamiento de puentes. El
segundo, el lentísimo cambio de sus riberas, con propuestas como la del
proyecto de la Dirección General de Obras Públicas y fundamentalmente la
postergada construcción del sistema de alcantarillado, que ocupa al ordenado
río como cloaca urbana. Por último, las obras de defensa del Mapocho en sus
zonas no canalizadas, evidencian acuerdos y litigios con usos y propietarios
particulares, tanto de poderosas asociaciones y dueño de suelo, como de
modestos extractores de áridos de la caja. De esta forma, el paisaje urbano de
las riberas del torrente comenzó a vivir profundos cambios, vinculados con un
aumento de su centralidad. Con todo, esta nueva situación no se expresó sólo
mediante el sistema de aguas de la ciudad, sino en las modificaciones sufridas
en la superficie, en las riberas. Éstas tuvieron diferencias entre la banda norte
y la sur: como se verá en los siguientes capítulos, fueron intervenciones que
gradualmente modificaron la imagen de ciudad y la propia representación del
río para la sociedad urbana.
En los siguientes capítulos se verá como, paradójicamente, ese río-cloaca es
transformado en sus bordes para generar parques y plazas, desencadenando
una tensión en el espacio público aún no resuelta del todo.
149
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Capítulo
3.
Entre
desinfectorios
y
mercados: la ribera norte como problema
público
3.1. La Chimba: urbanización y crecimiento
demográfico en el 1900.
Al iniciar el siglo veinte, Santiago se hallaba en un proceso de sostenido
crecimiento demográfico: según el Censo de 1895 tenía 250 mil habitantes,
superando los 320 mil en el de 1907. Este proceso se debió principalmente a
la recepción de un alto número de inmigrantes rurales, incentivados por
ofertas de trabajo relativamente estables y atractivas, como las obras
públicas, incluyendo la transformación del Mapocho urbano en un canal.304
Por cierto, aquel trabajo de infraestructura mejoró notablemente la
conectividad entre ambas márgenes del río, gracias a sus nuevos puentes.
Debe sumarse a este hecho el constante loteo de terrenos, generando
poblaciones que ampliaron el radio urbano. De esta manera, entre 1895 y
1907 el área urbana de Santiago aumentó de 2 mil a 3 mil hectáreas,
mientras que entre 1875 y 1895 había crecido sólo en quinientas
hectáreas.305 En ese contexto, los barrios al norte del torrente, pese a su
condición periférica, vivieron un aumento poblacional considerable a partir
de finales del siglo diecinueve. La subdelegación Mapocho, en particular,
pasó de tener 4.324 habitantes en 1895, a 9.189 en 1907, es decir, un 112%
de crecimiento intercensal. Otra subdelegación de la Chimba, la de El Salto más lejana del río- tuvo un aumento del 55%, mientras que la de Renca, en el
extremo urbano norponiente, creció un 42% entre las mismas mediciones.
Es altamente probable, sin embargo, que dichas cifras sean moderadas, ya
que el Censo de 1907 es uno de los menos confiables del Chile republicano.
De todos modos, es importante destacar que los crecimientos de población
de las subdelegaciones Mapocho y El Salto fueron los más explosivos en
aquel período, superando a cualquier otra subdelegación y posiblemente
también al centro y los barrios Brasil y Yungay. Si bien sumadas las que
pertenecían a la zona sur eran las más numerosas, el crecimiento intercensal
304 En 1889, en pleno boom de las obras públicas, indicaba El Ferrocarril: „La multitud de obras, muchas de ellas colosales, que por cuenta del gobierno
se están ejecutando en toda la extensión del territorio de la República […] ejercen sobre los trabajadores una atracción que en vano pretenderían resistir
los hacendados e industriales…”. El Ferrocarril, 15/2/1889. Citado por Luis Alberto Romero, ¿Qué hacer con los pobres?..., cit., p. 116, nota 32.
305 Chile, Anuario Estadístico de la República de Chile. Año 1915, Santiago, 1916.
150
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
1895-1907 llevó a que, por sí sola, la subdelegación Mapocho fuese la tercera
más poblada, luego de las de Providencia y de Parque Cousiño. 306
En cuanto a la morfología de este espacio urbano, una fuente diferente,
como el catastro municipal de 1910, nos muestra la existencia de una
retícula con manzanas de grandes superficies, y en la que aún había
numerosas calles „tapadas‟, esto es, sin continuidad. Efectivamente, las
306 A. de Ramón, “Estudio de una periferia urbana”, op. cit., p. 236, Cuadro Nº 4. La mención a las deficiencias del Censo de 1907 está basada en la
introducción al XII Censo General de Población y 1º de Vivienda, de 1952, realizado por Rolando Mellafe.
151
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
subdelegaciones 14 (El Arenal), 15 (Recoleta) y 16 (Independencia),
evidencian ciertas similitudes en su trama: el único sector con una traza
regular era la población Ovalle, en el Arenal. Según el mismo catastro la
urbanización aún era incipiente en el extremo oriente de la Chimba, donde
la sección de mayor tamaño de la población León XIII sería inaugurada sólo
en 1912. De esta manera, y pese a su crecimiento demográfico, en su trama el
barrio ultra-Mapocho aun podía ser considerado una periferia urbana. En
cuanto a los espacios públicos, se aprecia la existencia de los Jardines Pío IX
y la Plaza de la Recoleta, en la subdelegación del mismo nombre, así como la
inexistencia de „pulmones verdes‟ en la población Ovalle, la más numerosa
del barrio ultra-Mapocho (Figs. 22 a 26).
Fig. 22. Subdelegación 14. El Arenal. Catastro Municipal de 1910. Se advierte la urbanización
más densa de la población Ovalle entre la ribera del Mapocho –calle Borgoño- y Rivera. Nótese
los aún grandes paños al norte de esa última vía. La manzana de mayor tamaño corresponde al
Convento del Buen Pastor. Al poniente, Fermín Vivaceta (ex Hornillas) como límite e ingreso al
suburbio.
152
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 23. Subdelegación 15. Recoleta. A diferencia de la imagen anterior, no hay una
urbanización tan pesada. Las manzanas irregulares y de grandes tamaños se vinculan más bien
al comercio y a las quintas aún rurales.
Figs. 25 y 26. Manzanas 30 y 31 de la imagen anterior, correspondientes a la ribera mapochina.
Se aprecian en la primera, los Jardines Pío IX a la izquierda y los Almacenes del Agua Potable
al frente. Inmediatamente al oriente (manzana 31), loteos sin urbanización y la avenida Santa
María en construcción.
153
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 24. Subdelegación 16. Independencia. Catastro Municipal de 1910. Se aprecia un intento
de comparación con el parque Forestal, mediante los Jardines Pío IX, que se suman a los
Jardines de la Recoleta, a la izquierda de la imagen, y remodelados en la primera década del
siglo veinte.
Aunque el barrio ultra-Mapocho tenía numerosas quintas y campos
agrícolas –con la consecuente escasez de avenidas y la presencia de
numerosas calles „tapadas‟- la extensión de la trama fue progresiva y en
ocasiones, caótica. La principal urbanización hacia 1900 era la mencionada
Población Ovalle, popularmente conocida como El Arenal, por los
sedimentos que dejaba el río.307 Armando de Ramón, a su vez, expresó que
307 J. A. Rosales, La Cañadilla de Santiago. Su historia i sus tradiciones 1541-1887, cit., p. 290.
154
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
se trataba de dos poblaciones distintas, situadas entre la Cañadilla y
Hornillas, las que finalmente se conurbaron.308 La Población El Arenal o El
Carmen (1870) fue creada por la sociedad Ovalle Hermanos, integrada por
Matías y Pastor Ovalle Errázuriz, quienes arrendaron a las Monjas del
Carmen de San Rafael o del Carmen Bajo lo que antiguamente era la chacra
o Quinta El Carmen. Esta presencia de la iglesia se cimentó paralelamente
con la donación hecha por el Carmen Bajo a la Congregación de la Virgen
Santísima del Buen Pastor, permitiendo la inauguración de la Iglesia del
Buen Pastor, en calle Rivera, el año 1864. En esa misma década, a su vez,
llegó a la población Ovalle la Congregación de Santa Verónica. 309 Todas estas
nuevas edificaciones significaron entregar solidez a la urbanización de la
población Ovalle. En el proceso de construcción de esa población, resaltó sin
duda la figura de Matías Ovalle: intendente de Santiago, ministro de
Hacienda y diputado de la República; capaz, por tanto, de disponer los
poderes públicos para la especulación inmobiliaria. Funcionaba así la “renta
absoluta” o “retención especulativa”, es decir, el arriendo de sitios hasta que
el valor del mercado posibilitara la ganancia normal más la renta. Sitios que,
por cierto, presentaban condiciones desfavorables, fundamentalmente su
condición pantanosa y su lejanía del centro, aunque cercana a los bordes de
la ciudad.310
De esta manera, ya en 1875 se señalaba que “lo que se denomina el
Arenal son nueve cuadras cuadradas; a lo menos, cada cuadra tiene
aproximadamente unos ochenta sitios; cada arrendatario de sitios
ha edificado o edifica actualmente con adobes hechos en su
pertenencia”.311 Esta experiencia de autoconstrucción se amplió en
1885, cuando la Sociedad Ovalle compró la Quinta de Echazarreta,
adyacente al norte, y comenzó una nueva urbanización. El radio
construido llegó así paulatinamente al Camino de Cintura (luego
calle O‟Higgins y actual calle Gamero). Es necesario recordar que,
dada su importancia, hacia 1860 se levantó frente a la población
Ovalle un puente de madera, demolido durante las obras de
canalización para construir uno metálico. Además, por su ubicación
y número de población fue escogida como el límite poniente del
308 A. de Ramón, Santiago de Chile (1541-1991), op. Cit., p. 144. La calle Hornillas es la actual avenida Vivaceta, esto es, la continuación de Manuel
Rodríguez hacia el norte del río.
309 de Ramón, A. (1994). “La mecánica del crecimiento urbano y su control. Santiago de Chile (1840-1910)”, Siglo XIX, nueva época, nº 16, pp. 29-30.
310 Idem, pp. 144-5.
311 El Taller, 3/3/1875. Cit. Por L. A. Romero, ¿Qué hacer con los pobres?, citado, p. 124.
155
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
encajonamiento del río.312 El crecimiento de El Arenal fue tal que ya
a finales del siglo diecinueve fue designada como subdelegación,
teniendo en su jurisdicción el mayor número de ranchos de la
ciudad.313
En su libro La Cañadilla de Santiago, Justo Abel Rosales tuvo una opinión
contradictoria de la población Ovalle: por una parte alabó su rápido
progreso, ya que “a los ranchos de otros tiempos se han sucedido aseadas y
cómodas viviendas de adobe y teja, adonde acuden para habitarlas no sólo
los de escasa fortuna, sino todo el que quiera vivir con holgura”. Sin
embargo, expresó también que “los arriendos han ido subiendo en razón
directo con el aumento de pobladores”, lo que promovía un constante éxodo
de los más humildes. “En cambio” –dijo el escritor- “ya puede gozar de los
beneficios que le proporcionan algunos adelantos modernos, como son: las
plantaciones de árboles en casi todas sus calles, el gas y agua potable que
han llevado a todos lo hogares en una red de cañerías, y ahora el empedrado
de sus principales avenidas”. Pero el mismo autor señaló irónicamente que
“salvo los defectos que han podido notarse en la dirección y cuidado de esa
populosa ciudad, confiada por él [Matías Ovalle] a manos desconocidas y
nada caballerescas, es fuerza confesar que el señor Ovalle es una gran
palanca de progreso”. 314
Por la misma época que Rosales publicó su libro, se verificó el Censo de
Población de 1885, cuya realización no fue en absoluto fácil: el subdelegado
de la sección 14 urbana El Arenal señaló entonces que el empadronamiento
tuvo obstáculos “por el número tan crecido que hay de conventillos,
principalmente en el segundo distrito (Población Ovalle), como verá US en el
número de habitantes que ha resultado”.315 Otras fuentes confirman el hecho
que, a mediados de la década de 1890, El Arenal había acentuado sus
falencias materiales e higiénicas. En 1893, el regidor Landa llamó la atención
de los municipales sobre el “estado lamentable” en que se encontraba dicha
subdelegación, ya que “hay en ese barrio un foco antihigiénico que es una
amenaza muy seria para la salubridad de sus numerosos habitantes, y que
312 Véase capítulo dos.
313 Según el mismo de Ramón, la Subdelegación El Arenal tuvo la siguiente población: 11.056 en 1875, 15.018 en 1885, 13.284 en 1895 (disminución que
merece dudas respecto a la fiabilidad del Censo y al crecimiento demográfico urbano ya referido) y 17.090 en 1907. Cfr. “Estudio de una periferia
urbana…”, citado, p. 264.
314 Justo Abel Rosales, La Cañadilla de Santiago, op. Cit., p. 305.
315 Oficio de 30/11/1885, reproducido en A. de Ramón, “Estudio de una periferia urbana”, op. Cit., p. 264.
156
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
existen en estado endémico las epidemias de viruela, difteria y otras”. Esta
presencia epidémica no era el único factor de riesgo; o mejor, era
complementado –según el edil- por el tipo de urbanización que se
desarrollaba: “al mismo tiempo se construyen algunos edificios frente a la
calle de Hornillas, no sólo con materiales antihigiénicos, sino sobre un
terreno que ha sido depósito de guano y otras materias semejantes, lo que
será mortal para sus pobladores”. 316 Como complemento, y en el caso del
propio borde-río colindante con la población Ovalle, un informe policial
señalaba en 1895 que “en la ribera norte del canal del Mapocho entre el
puente de las Pirámides y el de Ovalle se encuentran casas deshabitadas y
hacinamiento de escombros que sirven de albergue a rateros y ladrones”. Tal
situación, continuaba el prefecto policial, había promovido varios
asesinatos.317
Es posible hallar visiones similares respecto a otros lugares del Santiago de
fin de siglo. Por ejemplo, en 1893 la Cámara de Diputados discutió
acaloradamente el mal estado higiénico de la ciudad, incluso en sectores
centrales como la Alameda, Ahumada y la entrada a los puentes que
cruzaban el Mapocho.318 De esta forma, en la capital -pero en especial en la
ciudad bárbara- la tasa de mortalidad adulta e infantil era una de las más
altas del mundo.319 Específicamente en lo relativo a las periferias de la
ciudad, el barrio ultra-Mapocho tenía semejanzas con otros espacios
urbanos, sobre todo en la mecánica de la expansión. El mismo Armando de
Ramón indicó que la presión de intereses sobre las autoridades obligó
muchas veces a los municipios y oficinas de obras públicas estatales a
colaborar
con
el
proceso
expansivo,
construyendo
trabajos
de
infraestructura aún antes de que los nuevos sectores urbanos fuesen
entregados formalmente. A esto se sumó la Ley de Comuna Autónoma de
1891, que aceleró todavía más el proceso. 320
316 “Barrio del Arenal”, sesión 49ª ordinaria, 4/12/1895. En Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Tomo séptimo.
Santiago de Chile: Impr. Barcelona, 1895, p. 544.
317 Prefecto de Policía de Santiago a Intendente, Intendencia de Santiago, vol. 125, febrero de 1894.
318 “Yo creo, señor Presidente, que vivimos en la peor de las ciudades, en la menos higiénica, en la más dejada de la mano de Dios!”, dijo incluso un
atribulado diputado Robinet. Cámara de Diputados (1893). Boletín de las Sesiones ordinarias de la Cámara de Diputados en 1893. Santiago de Chile:
Imprenta Nacional, p. 226.
319 Garcés, M. (1991). Crisis social y motines populares en el 1900. Santiago de Chile: Documentas & Eco, pp. 80-84. Ver también capítulo dos, sección
2.4.
320 A. de Ramón, “Estudio de una periferia urbana”, citado, p. 212.
157
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
En ese panorama, además de el Arenal y población Ovalle, en la Chimba
existían malas condiciones de salubridad pública en las comunas quinta y
sexta, Recoleta e Independencia.321 Aunque en la primera de ellas se produjo
tempranamente el arribo de la Recoleta Franciscana, que construyó su
templo a metros del antiguo borde-río, las fuentes refieren sobre un espacio
privado
materialmente
precario,
indisoluble
de
los
problemas
de
infraestructura en el espacio público. En una fecha muy temprana como
1857, la Municipalidad de Santiago envió un oficio al Intendente,
estableciendo “el mal estado de los ranchos que se encuentran situados en
los propios de la ciudad de calle de Artesanos, [que] me hace dirigirme a VS
para manifestarle cuan conveniente sería hiciere desaparecer esta clase
viviendas en los lugares públicos”. 322 Ya en nuestro período de estudio, dos
fuentes no estatales confirman esa condición material de la ribera norte y de
otras partes de la Chimba, y que nos hablan de una periferia urbana cada vez
más cercana a lo considerado como la ciudad, pero simultáneamente con
problemas largamente demorados en su solución. En 1887, el escritor Daniel
Riquelme, a quien hemos nombrado en el capítulo segundo como apologista
de la destrucción del Puente de Cal y Canto, redactó una crónica en la que
abordó cómo era vivir en Recoleta. En su particular estilo, expresó:
“¡Lindo negocio, por cierto, que yo que vivo al lado de la Viñita, le
esté pagando el farol y el paco [policía] de la esquina al vecino de la
última cuadra de la Alameda y el muy fresco no me paga los míos,
debiendo estos servicios eminentemente solidarios para que no
resulte lesión, estafa y alevosía! Y a propósito de policiales. Los
barrios de Yungay, Bascuñan Guerrero y hasta de San Isidro ¡atienda que barrios!- tienen cuartel de policía. Por excusadas no
hago comparaciones; pero tendré que decirle que nosotros hemos
suscrito la suma de 6,000 pesos para el objeto y que el local está
comprado, aunque tenga que callar que se han achatado con esa
plata y nos han hecho escandalosamente lesos […] que buscar un
321
Según Justo Abel Rosales, basándose en el Censo de 1885, la calle de la Cañadilla, desde el puente hasta la calle de la Unión, contenía
sólo en su acera poniente “109 casas, 12 casitas, 14 piezas, 9 cuartos, 13 conventillos y 13 ranchos. La acera oriente contenía 104 casas, 141 cuartos, 13
piezas y 8 conventillos”. Cfr. La Cañadilla de Santiago, op. Cit., p. 229.
322
Reproducido en Brito, A. (1995). Del rancho al conventillo: transformaciones en la identidad popular femenina, Santiago de Chile,
1850-1920, en Godoy, L. [ed.] Disciplina y desacato: construcción de identidad en Chile. Siglos XIX y XX. Santiago de Chile: SUR & CEDEM.
158
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
policial por estos mundos es lo mismo que buscar quien preste
quinientos pesos o sirva de padrino al hijo de un pobre”. 323
La ironía de Riquelme no debe impedirnos ver dos elementos fundamentales
de su análisis: primero, que poco antes de la canalización, la Chimba se
encontraba no sólo en un estado periférico a nivel de mentalidades, sino que
de servicios básicos como la policía, pero también el alumbrado, el
transporte público e incluso el agua potable. Y segundo que, pese a ello,
residentes recoletanos como Riquelme debían financiar a otros barrios de la
ciudad que consideraban tan o más periféricos que el barrio ultra-Mapocho.
Al respecto, es importante esta representación de centralidad al comparar a
Recoleta (“al lado de la Viñita”) con la periferia occidente santiaguina (“la
última cuadra de la Alameda”) e incluso con otros sectores como Yungay y
San Isidro (“¡atienda que barrios!”).
Una segunda fuente reafirma estos problemas materiales en el espacio
público y privado. En 1905, El Diario Ilustrado comenzó una serie de
recorridos urbanos por diferentes sectores de Santiago y, específicamente, a
sus conventillos. Recorridos secundados por el moderno recurso de la
fotografía, inexistente hasta entonces en la prensa nacional y que, a su vez,
eran respaldo prioritario para las campañas de denuncia social que este
medio efectuaba.324 Es notable, en este sentido, el rol que la prensa se
autoasigna en orden a la realización del ideal de ciudad higiénica que, en
otras palabras, era la ciudad moderna. En orden a ello el reportero explicaba
que “al indicar y describir los conventillos que hemos visitado, prestaremos
un servicio á los pobres y también á las autoridades, señalándoles aquellos
que necesitan una inmediata inspección”. El cronista continuó diciendo que
“elegimos el barrio ultra-Mapocho por ser uno de los más abandonados”; y
continuó:
“Penetrando por la calle de Salas y al llegar á la de Andrés Bello,
nos encontramos con una especie de bodegón desmantelado; es
este un conventillo en que se levantan unos cuantos ranchos sin
323
Riquelme, D. (1931). “En la Recoleta”, Cuentos de guerra y otras páginas. Santiago de Chile: [s.n], p. 340. Publicado originalmente en
La Libertad Electoral, 1887. Riquelme vivía a un costado de La Viñita, una iglesia católica fundada en el siglo dieciséis, y cercana al Cementerio General,
en el corazón del barrio Recoleta.
324 Campañas que, por cierto, eran preferentemente vinculadas a la ciudad, cuestión no destacada por el documentado estudio de Ossandón, C., Santa
Cruz, E. (2005). El estallido de las formas: Chile en los albores de la "cultura de masas". Santiago de Chile: LOM & Universidad ARCIS, p. 143-4. El
Diario Ilustrado fue creado en 1902 por Ricardo Salas Edwards, introduciendo el sistema de fotograbado.
159
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
ventilación y cuyo patio, por efecto de las aguas lluvias, se convierte
en un barrial difícil de salvar.
Otras de las piezas –démoles este nombre- dejan penetrar el aire
por los intersticios de las tablas que forman sus tabiques, y
numerosas goteras encharcan sus pisos. A primera vista parece
imposible que en esas rancherías pudiesen vivir seres humanos. En
los días de lluvia, la vida allí debe ser casi insoportable, y cuando el
calor descompone el barro y las aguas estancadas, la atmósfera
viciada eleva los gérmenes de las enfermedades infecciosas
causantes de la gran mortalidad de los niños pobres” 325
Finalmente, el reportero mencionaba el valor de autenticidad de las
fotografías de ese y otros conventillos visitados: “Ellas hablan mejor que la
más minuciosa de las descripciones, porque reproducen hasta en sus
menores detalles esas guaridas de desaseo, donde los pobres ven deslizarse
sus días, tristes y melancólicos, en el eterno invierno” (fig. 27). Por último, y
en referencia a la comisión del Gobierno Local recientemente creada para
fiscalizar conventillos, indicó que “ojala que las influencias é intereses
personales no vengan á frustrar la feliz iniciativa del Municipio”.326
Es muy probable que la percepción del periodista respecto al barrio ultraMapocho como “uno de los más abandonados” de la ciudad haya sido
compartida por otros integrantes de la sociedad civil. En 1907, Juan M.
Rodríguez y Carlos García, directivos de una agrupación ciudadana de
médicos, con fines de extirpación de epidemias y regeneración popular,
escribieron al Intendente contándole su trabajo en el sector de la población
Ovalle. Los filántropos explicaron que se habían organizado “a fin de ayudar
a la extirpación de la peste bubónica y toda enfermedad epidémica, ha
principado a ejercer sus funciones en el barrio de la 5a y 6a Comuna
visitando en este solo día noventa y cinco conventillos”. Esa enorme
cantidad de habitaciones populares estaban emplazadas en un estrecho
radio de calles como Maruri, Escanilla, Ibáñez y Picarte. Si seguimos
cálculos mesurados, esos 95 conventillos podían albergar al menos seis mil
personas, aunque lo más probable es que bordearan las diez mil (fig. 28).
325 “Una visita a los conventillos”. El Diario Ilustrado, 17/7/1905, portada. Agradezco esta referencia a Teresita Rodríguez. La calle Salas es
perpendicular a Independencia y se ubica a dos cuadras de la ribera norte.
326 Idem.
160
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
A
Fig. 27. Conventillo de la calle Salas esquina de Andrés Bello, 1905.
Puede verse la existencia de un sitio de tierra –lodazal en invierno- con habitaciones
construidas de material ligero: “bodegón desmantelado”, en palabras del periodista. Era esta la
cara privada de un espacio público de baja calidad en infraestructura.
Los médicos explicaron sus medidas: “en cada uno de estos conventillos
hemos hecho sacar todo papel sobre puesto en las paredes que solo servían
para acumular telas de arañas, polvos, etc.”. En segundo lugar, habían
efectuado “una limpieza general en las habitaciones y patios sacando toda
basura que hubiera a la calle, para que fuera recogida por carretones que hay
para el efecto”. Por último, los médicos expresaban que “hemos repartido a
los dueños o mayordomos de conventillos una cantidad de sulfato de hierro
y cobre, para que estos a su vez los repartieran a los arrendatarios para que
hicieran el riego de sus habitaciones”.327 Si la intervención de la empresa
editorial es vehiculizada en la esfera pública a través de la circulación
masiva, la cultura de la denuncia social y el recurso fotográfico, la tarea de
regeneración de la ribera norte y sus alrededores hecha por la agrupación de
médicos gira literalmente en torno a la intervención en el espacio privado, a
la luz que entra al cuarto “en eterno invierno”. Son dos ejemplos, por tanto,
de representaciones e intervenciones sobre la vieja Chimba, entonces en una
creciente urbanización; representaciones que hablaban de marginalidad,
327 Directivos de “Ambulancia Santiago” a Intendente, 21/1/1907, s/f, Intendencia de Santiago, volumen 296, enero de 1907. Para sorpresa de los
profesionales, sólo habían encontrado un caso de posible enfermo de peste bubónica correspondiente a un ciudadano turco y algunos enfermos de
tuberculosis.
161
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 28. Conventillos en población Ovalle, catastro de la “Ambulancia Santiago”, 1907.
impureza y excreción. Como se indicó en la introducción a esta tesis,
alrededor de esa triple tensión inédita se conforma una representación
mayor del río y sus riberas no sólo como suburbanización descontrolada,
sino como auténticas cloacas urbanas.
Ahora bien, ¿acaso esa triple tensión –y la representación de una cloaca
urbana- no se vivió en otras periferias, tan o más miserables que ultraMapocho, como el barrio Matadero o el entorno de la Estación Central? Si
volvemos a la idea de una mecánica de expansión urbana en Santiago
cimentada por la confluencia de intereses privados y públicos, conviene
detenerse en las semejanzas y diferencias del auge demográfico y material de
la Chimba con otras periferias santiaguinas. Comparten, como se ha dicho,
esa matriz de urbanización mediante poblaciones y loteos muchas veces
descontrolados, al igual que su baja calidad y cantidad en infraestructura y
162
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
servicios públicos. Comparten también –tanto en la legislación como en las
mentalidades de la época- su distancia respecto a la ciudad propia, ya que
todos esos lugares eran considerados suburbios.
Pero la figura de la cloaca urbana como imagen de la Chimba –y de la ribera
norte en particular- nos introduce en una primera y aparentemente obvia
diferencia: la presencia del río. En apariencia obvia porque, como se indicó
al inicio de esta tesis, el límite que significó la presencia del Mapocho fue un
factor crucial para la intervención urbana desplegada por el estado. Ese
límite, pese a la canalización, siguió estando presente debido a su lejanía y
bajo la forma del abandono por parte del estado: esa fue la razón esgrimida
por El Diario Ilustrado para iniciar sus visitas por aquel barrio, en 1905. Esa
lejanía permite visualizar otras dos diferencias de la zona norte respecto a
todas las otras periferias –especialmente el barrio Matadero- como son la
ausencia de grandes industrias y del ferrocarril de circunvalación. 328
Además, si seguimos la comparación entre ambos sectores, puede
desprenderse que, pese a toda la precariedad social de ultra-Mapocho, era
un barrio menos marginal y violento que Matadero. Así al menos lo
demuestran las estadísticas de heridos por cuchillo –donde aquel barrio
tenía casi un cuarto del total de la ciudad- así como los informes policiales y
las cartas de los propios residentes. Sobre estas últimas, la siguiente
solicitud elevada por vecinos a la Intendencia en 1909 es clara: “Personas
solas no pueden pasar por el puente del Zanjón ni la línea férrea una vez
entrado el sol, que no corran el riesgo de ser asaltadas”. A ellos agregaron
que “en la dicha calle de San Diego entre la calle de Placer y el Zanjón de la
Aguada, sobre todo en el cruce con la línea de circunvalación ha recrudecido
tanto el raterismo en estos últimos tiempos que llega a dificultarse el
comercio y el tráfico en dicha zona una vez entrado el sol”. 329
La presencia del Matadero Público y la fama de sus trabajadores –
cuchilleros, violentos y alcoholizados, muchas veces- daban a las calles de
ese importante sector de la periferia sur una representación de la peor cara
328
De hecho, para algunos autores, “la falta de actividad industrial pesada al norte del río Mapocho no se justificaba en ese tramo [sic] por
lo que el cinturón de hierro nunca se completó entre las estaciones Mapocho y Providencia”.Ver el capítulo cuatro de esta tesis que, sin descartar esa
razón, la causa principal de la ausencia de ese tramo fue la operación inmobiliaria del parque Forestal y su barrio aledaño. Cfr. Pizzi, M. et al., (2010). El
patrimonio arquitectónico industrial en torno al ex Ferrocarril de Circunvalación de Santiago. Santiago de Chile: Universitaria, p. 81. La única
industria de gran tamaño al norte del río –y ni siquiera de industria pesada- era la Cervecería Ebner, en Independencia.
329
Solicitud presentada al Prefecto de Policía por los vecinos de la calle San Diego en las cercanías del Zanjón de la Aguada, 2/8/1909.
Intendencia de Santiago, vol. 331, agosto 1909. Agradezco esta referencia a Waldo Vila. Las referencias sobre la estadística de heridos e informes
policiales en A. de Ramón, “Estudio de una periferia urbana”, citado, p. 229-230.
163
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
del suburbio. La presencia del Zanjón de la Aguada, contaminado canal que
atravesaba todo el límite sur de Santiago, y que recogía los desechos del
Matadero, de industrias y talleres, y de las acequias del barrio, era un
complemento destacado para esa desmejorada condición. En ese contexto, y
pese a todas las precariedades del barrio al norte del Mapocho, es
insoslayable el hecho que la presencia del torrente continuaba otorgando –
pese a la contaminación y a sus humildes habitantes- un elemento natural a
la Chimba. De esta manera, no es extraño que pese a su condición de cloaca
urbana ya aludida, la ribera norte fuese entendida como escenario propicio
para proyectos de vialidad, infraestructura e incluso, para edificios públicos
que tendrían como objetivo regenerar aquel persistente límite. En otras
palabras, se buscó así lograr una centralidad para el borde norte, intento ni
realizado en el caso de Matadero, Estación Central o incluso, Providencia.
3.2. Proyectos y construcciones: calles y edificios
públicos al otro lado del río
Pero ¿cuáles eran los medios o herramientas con las que contaba el estado
para cambiar el diseño de la ribera norte? Es necesario volver a una idea de
remodelación, pero que podríamos calificar como una rectificación. No sólo
en su sentido de mejorar, reformar o modificar las líneas de construcción y
los espacios en general, sino de rectificación sociocultural. Un primer
respaldo fueron las leyes vinculadas con regulaciones de ciudad, aquellas
que hablaban de rectificaciones y regularidad, y que fueron especialmente
dos: la de expropiación de terrenos para usos fiscales (1906) y la de
transformación de Santiago (conocida como “ley del serrucho”, 1909). La
idea de “transformación de Santiago” venía -al menos- desde la gestión
edilicia de Vicuña Mackenna, pero alcanzó el rango de objetivo político
transversal en la década de 1890, cuando se creó una oficina municipal
respectiva a cargo del ingeniero Alejandro Bertrand. En 1893 el “proyecto de
transformación de Santiago”, relacionado fundamentalmente al ancho de las
calles, fue aprobado por la Cámara de Diputados, aunque quedó estancado
en el Senado. El excesivo costo de la intervención (cerca de 200 millones de
pesos de la época) lo volvió una utopía. Comenzó entonces una serie de
estudios elaborados por Bertrand y respaldado por varios senadores. A
diferencia del proyecto de los diputados, este no buscaba ensanchar las
calles en sus dos costados por igual, sino la creación de diagonales
inspiradas en el modelo haussmanniano.
164
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
En febrero de 1906 –meses antes del terremoto que asoló a Valparaíso- se
declaró de utilidad pública varios terrenos de la ciudad de Santiago.
Prácticamente en su totalidad correspondieron a solicitudes del Municipio a
través de su Primer Alcalde, Eduardo Edwards Salas. Los objetivos eran
puntuales: en primer lugar, obtener los sitios requeridos para la apertura de
la Plaza Brasil. Un segundo punto incluyó “los terrenos que se necesitan
para la apertura de calles tapadas”. Para ello se distinguió –siguiendo una
distinción que nació en la década de 1890 (Martínez y Bertrand) entre los
barrios del centro, los ubicados al sur de la Alameda de las Delicias y el
barrio ultra-Mapocho. En el primero se consideraron entre otros, la calle
Villavicencio a Tajamar y la calle Santo Domingo a Tajamar. Al norte del río,
en tanto, se consideraron calles como Lastra (entre Independencia y Salas);
Santa Filomena (de Recoleta a Salas), y quizás la más relevante de los
sectores aledaños al Mapocho, como la Avenida Cementerio, desde los
Olivos (Cementerio) hasta el río.330
A propósito de aquella ley, el Primer Alcalde Eduardo Edwards Salas
manifestó su distancia del proyecto de 1893, debido a las desventajas
económicas y de extensión temporal que involucraba ensanchar las vías a
medida que se edificaba, más aún al hacerlo por ambos costados. Esto
significaba, en la práctica, reemplazar la visión de Bertrand, a esas alturas ya
no encargado de la Oficina del Plano de Santiago. Por ello expresó que
prefería la construcción de avenidas diagonales, expropiando y revendiendo
de treinta metros a cada lado. Esto permitiría al Gobierno Local contar con
un ingreso permanente y seguro. Edwards Salas expresó además con
indisimulado orgullo en la Memoria Municipal 1904-1906, que “desde hacía
32 años no se conseguía la declaración de utilidad pública para ninguna obra
de transformación de Santiago”.331 Señaló también que importantes
aperturas de calle habían sido Huérfanos hasta Bretón (hoy Santa Lucía) y la
de Grajales entre Ejército y Castro (esta última hoy desaparecida). Pero sin
duda a juicio de Edwards la más importante era la avenida del Cementerio,
proyectada hacía décadas, pero cuyo
“retardo en la ejecución dependía únicamente de las variaciones en
el trazado que atendiendo muchas veces a intereses particulares se
había querido introducir en ella. Entendiéndolo así y valiéndose de
330 Ley nº 1.832, de 14 de Febrero de 1906. En Anguita, R. (1913). Leyes promulgadas en Chile. Desde 1810 hasta el 1º de junio de 1913. Tomo cuarto
1902-1913, Santiago de Chile: Impr. Barcelona, pp. 119-120.
331 Edwards Salas, E. (1906). Memoria de la Alcaldía Municipal de Santiago. 1904-1905-1906. Santiago de Chile: Imp. Barcelona, p. 73.
165
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
concesiones de terrenos particulares que no gravaban a la
Municipalidad la Alcaldía emprendió la apertura en casi la
extensión de una cuadra fijando su dirección en conformidad al
proyecto menos gravoso elaborado por la Oficina del Plano de
Santiago”332
El mismo funcionario manifestó que su preferencia por las avenidas
diagonales se debía a que acortaban distancias y se encauzaba el tráfico y las
personas por ellas, mientras las calles secundarias quedaban con mayor
tranquilidad. Las diagonales debían servir así para unir los paseos públicos.
En razón a ello, Edwards Salas ordenó a la oficina del Plano de Santiago la
formulación de “un plano que con un costo diez veces menor que el
pendiente en el Senado une por medio de avenidas el Cementerio, los
Fig. 29. Ventura Piedrabuena, Plano de
transformación de Santiago que consulta
aperturas
y
ensanches
[…]
y
encomendado al que suscribe por el señor
Alcalde don Eduardo Edwards, 1906.
Parques del Mapocho, las Estaciones del Mercado y Central, el Parque
Cousiño, el Club Hípico y la Quinta Normal”.333 En otras palabras, el anillo
de circunvalación de Santiago. Ese plano (fig. 29) otorgó prioridad
especialmente a la avenida diagonal que comunicaría al barrio Brasil con la
estación Mapocho, así como la avenida del Cementerio que haría lo propio
entre ese terminal y el camposanto.
En rigor, la avenida del Cementerio era la única vía propuesta al norte del río
por parte del plano de la Oficina. Si bien Vicuña Mackenna había discurrido
extensamente sobre su necesidad, no fue sino hasta 1898 que el Primer
Alcalde de Santiago, Manuel Covarrubias, elaboró un proyecto detallado. El
autor, Ventura Piedrabuena, consideró estas indicaciones y realizó un
trazado no diagonal pero que cumplía con las necesidades prioritarias:
rectificar y abrir calles tapadas. Lo primero, especialmente en la cuadra
entre el Cementerio y calle Rosario (fig. 30). Lo segundo, en terrenos
aledaños a la Vega, como en calles Andrés Bello, Dávila y Echeverría. Con
sus treinta metros de ancho, hacia 1906 la nueva avenida ya penetraba
extensas manzanas donde se mezclaban viviendas urbanas con quintas
rurales típicas de la Chimba. Funcionalmente, la nueva avenida era
comprendida como un punto de descarga y conexión con la Estación del
Mercado, así como la continuación lógica del eje San Diego-Bandera hasta la
calle del Panteón.
332 E. Edwards Salas, op. Cit., pp. 73-74.
333 E. Edwards Salas, op. Cit., p. 87.
166
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 30. Proyecto de Avenida del Cementerio, 1906.
El carácter puntual de intervención de la avenida del Cementerio, no debe
desconocer su significativa entrada a los barrios al norte del Mapocho
mediante una regularidad presente en su ancho constante y la conformación
de alineamientos obligatorios de los nuevos edificios y viviendas a
construirse a sus costados. Es decir, una avenida que en rigor no
conformaba un „boulevard‟ (no era diagonal y tampoco pretendía acoger
tiendas comerciales), sino como una conexión directa con un hito como el
Cementerio General, que desde su fundación sólo tenía a la Cañadilla
(Independencia) como eje vial cercano.334
Como se indicó, además de la ley de expropiación de 1906, fue importante la
ley de transformación de Santiago llamada popularmente ley “del serrucho”
(1909), que estableció un ancho uniforme de quince metros a las calles
capitalinas. En líneas generales, esta ley era entendida por sus promotores
como la base para la tan ansiada y postergada “transformación de Santiago”.
Fijó “las disposiciones sobre las que debían basarse la construcción de
edificios, la apertura, la ampliación, la unión, la prolongación o la
334
Por último, pero no menos importante, es que la referida Memoria Municipal incluyó no sólo una trascripción de la ley de expropiación
de 1906, sino además dos legislaciones sudamericanas de “transformación de ciudad”: Lima (1903) y Buenos Aires (1884 y 1893, dedicadas a la apertura
de la Avenida de Mayo). Para el Primer Alcalde Edwards, eran referentes al haber realizado rápidamente tanto los cambios urbanos como la
compensación económica para el Municipio. Resulta sugerente hipotetizar con una circulación de ideas urbanísticas dentro de Sudamérica: mientras la
Municipalidad de Santiago miraba hacia Lima, esta última tenía como modelos a Buenos Aires y a Santiago de Chile. Para impulsar la ejecución del
proyecto de la Avenida 28 de Julio, el alcalde Federico Elguera aludía en su Memoria de 1906 a las experiencias concluidas en estas capitales. Se ha
llamado a estos referentes como “intermedios”, ya que sirvieron como ejemplo de la realización de proyectos de inspiración europea, como ocurrió con las
grandes avenidas. Ramón, G. (1999). La muralla y los callejones Intervención urbana y proyecto político en Lima durante la segunda mitad del siglo
XIX. Lima, Perú: Sidea-PromPerú, p. 279. La idea de una circulación de ideas a nivel continental o, al menos, sudamericano, es una de las bases para la
transformación iniciada en la capital chilena a comienzos del siglo veinte.
167
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
rectificación de línea, vialidad y plaza, así como la formación de nuevos
parques y jardines”, obras en concordancia con las líneas fijadas en el plano
aprobado por la Municipalidad.335 Sin embargo, los problemas fueron
crecientes: habían calles que no necesitaban tal ancho, mientras otras, que sí
lo requerían, prácticamente no tuvieron mejoras. Queda, eso sí, la
importancia otorgada a la rectificación de línea en una ciudad donde las
falencias de aquel tema habían aumentado con el crecimiento urbano y el
deterioro de algunas zonas. La década de los diez será el momento en que
estas dificultades estallen y traten de ser resueltas mediante nuevos
proyectos y leyes.
Ahora bien, si retornamos a la suburbanización del barrio ultra-Mapocho, es
necesario referir sobre las nuevas construcciones –especialmente públicasrealizadas en aquel sector. Como se verá más adelante, junto con las nuevas
avenidas y calles, contribuyó también al proceso de urbanización la
conformación de un mercado urbano en la ribera norte: tanto los Galpones
de la Vega Central –Bellavista entre Loreto y Purísima- como el Galpón de
las Zapateras, a un costado de avenida Independencia, constituyeron una de
las nuevas y más poderosas imágenes de aquel sector. Sus puestos de venta,
que recibían frutas y hortalizas de toda la zona norte de la ciudad,
aumentaron el número de habitantes y la construcción de viviendas y
bodegas. Como producto de esa incipiente masificación, aumentaron
también los problemas de salubridad vinculados a las basuras y su crónica
insuficiencia de extracción. Nuevas calles fueron abiertas en torno a ese gran
mercado y otras tuvieron proyectos y obras –la mencionada avenida del
Cementerio- que, aunque no finalizadas, coadyuvaron a la suburbanización
del sector. Por su parte, la nombrada población León XIII, completada
después del centenario, consolidó el área oriente del barrio Bellavista, más
allá del Camino de Cintura, mientras la población Goicolea se loteaba
inmediatamente al sur del mismo Camino.
Frente a los Galpones de la Vega, esto es, en Bellavista y Santa María entre
Loreto y Vásquez, fue levantado –por un arquitecto desconocido- el edificio
de la Protectora de la Infancia, inaugurado en 1901. Esta institución fiscal
fue creada por decreto del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública en
1895, y tenía como objetivo “atender a la conservación de la vida de los niños
335 Ley Nº 2203, (Título I, artículo 1º) en R. Anguita, Leyes promulgadas en Chile... citado, pp. 261-263.
168
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
desvalidos”.336 El terreno, signado con el número 9 en el plano
“Transformación de los barrios vecinos al Mapocho” (1895), fue cedido en
1898 por el Intendente Joaquín Fernández a Emiliana Subercaseaux de
Concha,
presidenta
de
la
Sociedad
Protectora
de
la
Infancia.
Sugerentemente, y pese a contar con un terreno importante –frente a él, en
la ribera sur, estaba el parque Forestal y luego el Museo de Bellas Artes- el
edificio pasó prácticamente desapercibido para la sociedad urbana de la
época. Pese a su finalidad filantrópica, que hacia 1918 lo llevaba a atender
setecientos cincuenta niños desvalidos 337, los comentarios sobre su
presencia en la ladera norte no fueron ni abundantes ni demasiado felices.
En 1912, por ejemplo, la Comisión de Vigilancia del Parque Forestal expresó
que “fue ya de lamentar, y ha sido lamentado […] por los mismos
distinguidos funcionarios que, con la mejor intención lo dispusieron, que en
la ribera derecha del río si bien considerablemente menos importante que la
izquierda, se ubicase, en virtud de consideraciones de secundaria economía,
tan vasto y poco agraciado edificio como el de la Sociedad Protectora de la
Infancia”. Para aquella Comisión, el edificio constituía “un tropiezo todavía
insalvable a la prolongación del Parque por ese lado”. 338
En ese contexto de intentos por crear parques en la ladera norte del torrente,
en 1906 surgió un espacio público al costado de Camino de Cintura Oriente:
los Jardines Pío IX, hoy parque José Domingo Gómez Rojas. Situado en la
ladera norte del río Mapocho, conformó un par con el Parque Forestal, si
bien este último era anterior en varios años. Este proyecto del arquitecto
Pedro E. Wieland, jefe de la Oficina del Plan de Santiago, tuvo su origen –al
decir de María Isabel Pavez- “en la propuesta del segundo plan de
ordenamiento y transformación de Santiago”.339 Hacia el centenario, este
espacio de la ladera norte estaba casi finalizado, y el catastro lo muestra
como una franja verde entre Pio IX y Purísima (fig. 24). A nuestro juicio, los
Jardines Pío IX buscaron jerarquizar –tal como lo hizo el Forestal en la
banda sur- a un sector y a una arteria principal, como el Camino de Cintura
336 Decreto publicado en el Diario Oficial el 15 de febrero de 1895. Reproducido en Archivo Histórico de la Protectora de la Infancia, Puente Alto, 2010.
337 36a Sesión en 2 de diciembre de 1918, Cámara de Diputados (1918). Boletín de las Sesiones Ordinarias en 1918. Santiago de Chile: Impr. Nacional,
p. 878.
338 Comisión de Vigilancia del Parque Forestal, “La ubicación de la Biblioteca Nacional. Su construcción en el Parque Forestal” (Nota de la comisión al
Intendente), en La Mañana, 6/7/1912.
339 Pavez, M.I. (2007). “A 100 años del Parque José Domingo Gómez Rojas: su restauración o su muerte”, en Revista de Urbanismo nº 16. Santiago de
Chile: Facultad de Arquitectura y Urbanismo, U. de Chile. Según Pavez, “corresponde su formulación a la iniciativa de Alejandro Bertrand (1900-1906)”,
cuestión que no hemos podido confirmar, ya que entonces Bertrand se encontraba trabajando como Ingeniero Jefe de la Comisión Internacional de en la
cuestión limítrofe con Argentina, y había dejado su trabajo sobre aspectos urbanos de Santiago. Cfr. E. Greve, Historia de la ingenieria en Chile…, citado,
pp. 298-300.
169
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Norte. Sin embargo, el obstinado silencio de las fuentes (prensa, Estado,
planimetría, etcétera), así como la ausencia de celebraciones o prácticas
sociales en el lugar, nos llevan a pensarlo como un espacio público
secundario –y limitado- en el pretendido sistema de parques ribereños,
finalmente nunca realizado.
A la par de esas transformaciones urbanas, el estado implementó dos
edificios en la ladera norte vinculados a la higiene y salud pública. Al
respecto, y considerando un contexto mayor, Alain Corbin ha estudiado
minuciosamente las relaciones producidas, en la Francia de los siglos XVIII
y XIX, entre los procesos de instalación del discurso higienista, los cambios
en las representaciones olfativas y las consecuentes transformaciones en el
espacio público y privado. Y dentro de las representaciones de limpieza del
espacio público, ha detectado el surgimiento de al menos tres grandes ejes
de actividad: pavimentar las calles antaño polvorientas; drenar las
inmundicias provocadoras de los miasmas y, sobre todo, ventilar los
espacios, un verdadero eje del higienismo, debido “al pavor del
estancamiento y de la fijeza”.340 Esto último, como hemos visto, fue el
objetivo de entidades privadas como la „Ambulancia Santiago‟, con sus
visitas a los conventillos de la población Ovalle.
En esa ladera norte comprendida como el territorio de la inmoralidad, de los
conventillos y del fango en las calles se construyó el edificio de una de las
instituciones
fundamentales
de
la
nueva
legislación
sanitaria:
el
Desinfectorio Público. Se ha apreciado que el Consejo Superior de Higiene
Pública –es decir, el estamento médico- fue el principal fomentador de la
nueva institucionalidad sanitaria, en un proceso que nuevamente presentó
disputas entre las entidades fiscales. Según recordara en 1911 el doctor
Carlos Altamirano, el Consejo, desde su creación, solicitó infructuosamente
fondos a la Municipalidad de Santiago para su funcionamiento. En 1892 fue
organizado el Desinfectorio Público, mientras que un año después “después
de una serie de dificultades” –indicó Altamirano- “el Ministerio del Interior
dictaminó que el Instituto de Higiene quedara como servicio fiscal”. En la
ocasión, el Consejo también solicitó “un terreno en la orilla norte del
Mapocho”341.
340 A. Corbin, El perfume o el miasma. El olfato y lo imaginario social, cit., p. 110.
341 Dr. Carlos Altamirano T. en Ferrer, P. L. (1911). Higiene y Asistencia Pública en Chile. Santiago de Chile: Impr. Barcelona, 1911, pp. 76-78.
170
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Este impulso del cuerpo médico posibilitó finalmente la aprobación de las
leyes para la creación del Instituto de Higiene, dividido en tres
departamentos: Higiene y Estadística, Química y Bacteriología, e instalado –
no es casual- en la estación agronómica de Santiago de la Quinta Normal.
Comenzaron a analizarse bebidas alcohólicas, alimentos y la propia
habitación insalubre, para obtener datos sobre fuentes infecciosas. Se
trataba del arribo triunfante al aparato público de otra institución de la
modernidad: el laboratorio. 342 Pero este nuevo ambiente „puertas adentro‟
no constituyó la única vertiente de acción del Consejo: en su preocupación
por el espacio público, pidió al Municipio que declarase gratuito el ingreso al
Parque Cousiño y al cerro Santa Lucía “para que el pueblo pueda concurrir a
estos paseos siempre que lo desee” 343. Aun más sugerente es que el Instituto
de Higiene fue trasladado poco tiempo después, del espacio público
científico, industrial y experimental de la ciudad –la Quinta Normal- hasta
un sector cercano al Mapocho, en calle Rosas entre Puente y Bandera 344.
El Consejo Superior de Higiene Pública pretendía “hacer del Instituto
también un centro de acción” y presionó para iniciar la desinfección pública,
cuya dirección y responsabilidad se disputaron el Municipio de Santiago y el
Instituto de Higiene, finalmente, se dirimió que este último asumiese el
Desinfectorio Público, comenzado a construir en 1895 en la ribera norte del
río Mapocho, frente a la insalubre población Ovalle.345 Este posicionamiento
del Ejecutivo en el tema no fue menor, ya que su apertura y la colocación de
la primera piedra del Instituto de Higiene –en diciembre de 1896 en calle
Borgoño- significó, por el lado ceremonial, la presencia de las más altas
autoridades: el presidente de la República, Federico Errázuriz, acompañado
de sus ministros y de los presidentes del Senado y la Cámara de Diputados,
entre otros políticos. En cuanto a la racionalización burocrática, conllevó el
cierre del Desinfectorio Municipal que funcionaba en el edificio del gobierno
342 Como ha dicho Lewis Mumford, este espacio gestaba “un nuevo tipo de ambiente, que combinaba los recursos de la celda, del estudio, de la librería y
del taller”. Mumford, L. (1945). Técnica y civilización. Tomo I. Buenos Aires, Argentina: Emecé, p. 259.
343 Sesión 19ª extraordinaria, 21/10/1892. En Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Tomo tercero. Segundo
semestre de 1892. Santiago de Chile: Impr. Barcelona, 1893, p. 107. Hacia mediados de la década de 1880, el costo de la entrada al Santa Lucía lo hacía
inaccesible para gran parte de la población, cuestión en absoluto menor, pues pone en duda los usos sociales aparentemente transversales del cerro.
Sobre esto, véase “Un paseo popular”, El Padre Padilla, N° 207, 31/10/1885. En cuanto a la nota, ésta mereció una petición de informe a la Comisión de
Arbitrios y Contribuciones, sin noticias de su resultado.
344 Ricardo Dávila Boza, “Instituto de Higiene”, en Higiene y Asistencia Pública en Chile, citado.
345 M. A. Illanes, „En el nombre…‟, citado, p. 91.
171
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
local, en Plaza de Armas y el consecuente traspaso de poder a una entidad
creada directamente por la Moneda (figs. 31 y 32).346
En definitiva, el poder central ejercía en el espacio su poder sobre la higiene
y salubridad de los cuerpos enfermos de los sectores subalternos. Por ello en
la ceremonia de apertura el doctor José Joaquín Aguirre se refirió a la
necesidad de ocuparse de “los que no pueden soportar los sacrificios de la
higiene privada”, poniendo en discusión una vez más qué debía ser
considerado lo público en una sociedad urbana. En tanto, manifestando la
aspiración de rectificar la banda norte, un diario expresó que “A orillas de un
río, aislado completamente de toda aglomeración humana, oreado siempre
por un aire puro agradable, [el Desinfectorio Público] se presta
Fig. 31. El Desinfectorio Público, desde calle Borgoño, c1910. En una escala mayor, la
instalación del edificio de estilo neorrománico se realizó en un sector históricamente poblado
por grupos populares. A la derecha la entrada al patio de maniobras de la institución, visible
desde el exterior.
346 “Memoria presentada a la Ilustre Municipalidad por el sr. Alcalde don Nicanor Moreno”. Santiago, 15 de abril de 1897. En Boletín de Actas y
Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Tomo noveno. Año 1897. Santiago de Chile: Impr. Barcelona, 1897, p. 1113.
172
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 32. El Instituto de Higiene diseñado por Emilio Jecquier, c1910. Se advierte la formación
de un auténtico conjunto de edificios públicos y la arborización de la calle Borgoño.
admirablemente […] para el objeto a que se le ha decidido”. 347 Se trató de
“un centro activo de vinculación permanente de la institucionalidad
sanitaria con la base social”, no vinculándose a principio de caridad
alguno.348 La ciencia en cierta manera se corporizaba en la figura del
desinfectador y en su espacio de desinfección gratuita en la ladera norte.
Es pertinente volver aquí a la pregunta que conduce esta investigación: el
por qué de la necesidad de la rectificación del Mapocho urbano –en este caso
de la ribera norte- y qué rol tuvo el espacio público en ello. Se ha sostenido
como hipótesis que esa fue una intervención inédita ya que ocupó una escala
mayor a anteriores operaciones, implementándose quizás por vez primera a
un rango de ciudad. Por otra parte, se expresó que el río Mapocho y no otro
lugar de Santiago fue el escogido para aquella operación, por la doble
cualidad de límite urbano y espacio público, que llevó a una intervención por
dos grandes motivos: primero, desarrollar estrategias de dominio
(naturaleza y sociedad), y segundo, una urgencia de expansión urbana. A
347 “El Desinfectorio Público. Su inauguración”, El Chileno, 9/12/1896. El organismo, pese a sus limitaciones, tuvo un evidente impacto en la salud de la
población, ya que de 498 desinfecciones en 1897 pasó a 2.261 en 1910. Cfr. P. Lautaro Ferrer, Higiene y Asistencia Pública en Chile, op. Cit.., pp. 83 y ss.
348 M. A. Illanes, op. Cit., p. 93. Según esta autora, “El concepto de higiene pública como desinfección, amparada sobre una institución médica ya
consolidada como poder estamental, permitió abrir el camino de la normatividad sanitaria general” (p. 93).
173
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
diferencia de la ladera sur, mucho más cercana al centro histórico, el sector
de la banda norte donde se establecieron el Desinfectorio Público y el
Instituto de Higiene constituían un lugar no sólo distante, sino insalubre. No
está de más recordar las precarias condiciones de espacio privado y público
de la población Ovalle referidas más arriba. Por ello, se pretendió formar allí
una suerte de „barrio de salud‟, en oposición al „barrio policial‟ levantado en
torno a la Cárcel Pública.
Como edificio público de fin de siglo, el Desinfectorio Público se caracterizó
por su estilo neorrománico y la simetría en dos niveles, bajo la dirección del
ingeniero-arquitecto Carlos Donoso Grille, integrante del Instituto de
Higiene. Este último organismo tuvo un edificio propio sólo algunos años
después –obra del chileno Emilio Jecquier- por lo que el Desinfectorio lo
albergó durante ese tiempo.349 Además, se formó una plazuela en el frontis
de aquella propiedad, aunque en este caso fue impulsada por el regidor
Jerónimo Plaza, instalándose una pila y algunas plantaciones en la acera sur
de Borgoño y bautizándosela como plaza Francisco Bilbao. Por la misma
fecha en que el Instituto de Higiene fue entregado a la ciudad, se
inauguraron baños públicos frente a éste, en la calle Borgoño, entre
Independencia y Picarte. De esta manera, se pretendía crear un auténtico
conjunto de salubridad en lo que antes era un terreno fangoso y basural. No
obstante, los cambios no subsanaron inmediatamente la condición periférica
de aquel lugar. Para el regidor Diego Escanilla, “por su ubicación eran un
peligro permanente para la seguridad de los transeúntes, pues al amparo de
la falta de vigilancia o de luz servían los malhechores que, en más de una
ocasión, asaltaron y robaron a pacíficos vecinos”. En cuanto a su salubridad,
según el mismo edil esta no podía ser más deficiente: “los alrededores de
esos baños se hallaban convertidos en letrinas al aire libre que constituían
una amenaza para la salubridad y la moralidad públicas”. Por ello, Escanilla
obtuvo de parte de la Alcaldía su traslado al costado poniente del
Desinfectorio Público, aumentándose también la dotación de agua.
Simultáneamente, la Plaza Francisco Bilbao, situada frente al Desinfectorio,
fue modificada por la ausencia de adoquinado e insalubridad al ser usada
como letrinas. Escanilla declaró que “no correspondía a las necesidades
higiénicas de la comuna y era algo chocante en la vecindad de edificios como
el que he mencionado y los ocupados por el Instituto de Higiene, esa
349 “Inauguración del Desinfectorio Publico”, en El Ferrocarril, 9/12/1896.
174
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
extensión eriaza, polvorienta en verano e inmundo lodazal en la estación de
lluvias”.350
Por otra parte, la autonomía del Consejo lleva a considerar también los
aportes de aquel organismo en las nuevas preocupaciones sobre el río y los
proyectos de transformación de ciudad. En apariencia, su impacto urbano
fue exitoso para el borde norte, con dos edificios públicos más una plaza y
baños públicos que convertirían aquel sector en un área consagrada a la
higiene. Pero, como se ha visto, ese „conjunto de salubridad‟ chocó con los
problemas
de
marginalidad
social
y
falta
de
recursos
estatales,
convirtiéndolo en una renovación urbana no del todo feliz. Con todo, la
consolidación de la salud pública como desinfección conllevó una nueva
articulación de las relaciones en el espacio público entre el estado y lo que
entonces se llamaba „pueblo‟. En ese proceso, nacieron nuevas formas
destinadas a diagnosticar el modo de vida urbano: laboratorios y
desinfectorios.351 Y en esa dinámica, ese pequeño sector del borde norte del
Mapocho comenzó a tener una representación totalmente opuesta a la caja
detestada por la prensa, las autoridades y la elite. De esta manera, puede
comprobarse que sí hubo un avance de la ciudad propia hacia la zona norte
y que también hubo un interés en mejorar al menos ese limitado sector de la
ladera mapochina. Como se verá a continuación, diferente fue la ocupación
del espacio público de borde-río más hacia el oriente, aunque las
problemáticas resultaran, finalmente, similares.
350 Memoria presentada por el regidor Diego Escanilla T. a sus electores de la 5a comuna de “Independencia” 1900-1903. Santiago de Chile: Impr.
Esmeralda, 1902.
351 La Municipalidad insistió con contar con una dependencia similar: en 1898 se creó el Laboratorio Químico Municipal, instalado en el último patio de
la Casa Consistorial. Luis Bañados Espinoza, “Memoria de la Inspección de Oficinas Municipales”, en Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre
Municipalidad de Santiago. Tomo undécimo. De 1° de enero al 31 de diciembre de 1899. Santiago de Chile: Imprenta Barcelona, 1899.
175
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
3.3. La formación de un mercado urbano: la Vega, el
Mercado Central y los informales
“¿Cómo ha llegado esta propiedad a manos del señor Gómez García? No lo sé.
¿Cómo aparece interviniendo el municipio en una propiedad fiscal? No lo sé”
Senador Walker Martínez, 1909.
Como se indicó más arriba, desde 1880 la Chimba se había poblando
masivamente, en especial al poniente del antiguo camino del Inca (El Arenal
y Población Ovalle) y en la “Vega del Mapocho”, emplazada en Plaza
Artesanos, al oriente de la misma vía.352 Corresponderá aquí centrarse en la
formación del mercado urbano de aquella Vega mediante dos líneas:
primero, su rol para el crecimiento demográfico y la suburbanización debido
al crecimiento en el número de habitaciones y de bodegas y, por otra parte,
su gestión como problema público que involucró a la ribera norte como un
espacio en tensión. En esto último nos fijaremos en dos tipos de
competencias: la que se vivió entre el Municipio, la Intendencia y los
privados por el control de aquella parte de la ribera; y segundo, en la
competencia „de abastos‟ desarrollada entre Mercado Central y los
informales y que significó el desplazamiento y erradicación de estos últimos
hacia el barrio ultra-Mapocho.
El Mercado Central fue inaugurado en 1872 por el intendente Vicuña
Mackenna y significó una renovación del sitio donde se ubicaba la antigua
Plaza de Abastos. Desde entonces, su administrador, el Municipio, lo
consideró como un edificio emblemático. Esta situación tenía un motivo
económico: hacia finales del siglo diecinueve, el arriendo de los almacenes
(exteriores) y de los puestos del interior del Mercado Central era la principal
fuente de ingresos municipales, con 140 mil pesos anuales; muy por encima
del arriendo del cerro Santa Lucía, con $5.120. 353 Además, en 1885 se le
añadió al Mercado una línea férrea circunvalatoria, mientras nueve años
después se le sumó un segundo anillo en torno al edificio original. Por ello,
los altos montos de arriendo tenían, para el municipio, una clara
explicación. Así, en 1896 el Mercado podía exhibir una diversidad de
servicios para los santiaguinos: Almacenes, Chocolaterías, Carnicerías,
Baratillos, Puestos de aves, Pescaderías y Zapaterías. En este sentido, la
352 A. de Ramón, Santiago de Chile (1541-1991)..., op. cit., p. 183.
353 “Presupuesto de ingresos y egresos”, en Sesión del 28/4/1897. En Boletín…op. cit, p. 327.
176
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
arquitectura del Mercado fue crucial en posibilitar el control y fiscalización
por parte de las autoridades, ya que éstas zonificaron según productos. Y es
que, a una escala mayor, era un lugar indispensable de controlar
cabalmente, ya que era el punto de encuentro de las vías que unían a
Santiago con el norte, centro y sur del país, con Argentina, con Paraguay,
con Perú y resto del mundo a través de Valparaíso. 354 En términos
intraurbanos, era un área vinculada a una incipiente zona de concentración
industrial y con llegada directa a Mapocho, como era la populosa calle San
Diego. En consecuencia, la separación entre el Mercado y los informales que
circulaban por sus alrededores no era en absoluto descabellada para los
regidores; se trataba de una persecución del comercio informal que se
remontaba a la era colonial.355 Por lo demás, conllevaba trasladar a los
ambulantes a esa parte de la ciudad un tanto ambigua –ni plenamente
„propia‟
ni
totalmente
„bárbara‟-
y,
paralelamente,
consolidar
las
características de ocupación del espacio público en la ribera chimbera,
asociadas a los “baratillos” esto es, a “mercados de las pulgas”. 356 Lo
sugerente es que hacia fin de siglo las históricas quejas de los locatarios del
Mercado Central contra los vendedores ambulantes que se instalaban en sus
cercanías, hayan promovido la intervención del gobierno local, apresurando
su distinción de los comerciantes establecidos:
“Tomando en cuenta los repetidos reclamos de los comerciantes del
Mercado Central por las ventas que sin pagar arrendamiento se
sitúan a inmediaciones del edificio, en la vía pública, la Alcaldía ha
concedido permiso a estos últimos para que se coloquen al lado
norte del Canal del Mapocho de modo que medie una cuadra a lo
menos entre los vendedores ambulantes y los del interior del
354 Galleguillos, J. (1962). Mercado Central. Santiago de Chile: seminario de historia de la arquitectura, FAU de la U. de Chile, pp. 27 y 37. En la
creación del ferrocarril que circundaba el recinto tuvo una activa participación el ingeniero Manuel H. Concha, Director de Obras Municipales.
355 En 1767 el Cabildo afirmó que “no han de ser comprehendidos por vendedores todos aquellos que callejean y pregonen sus efectos por las calles”,
mientras ya en la época republicana (1823) la misma institución indicó que “a solicitud de los tenderos de debajo de los portales, fueron quitados de allí
los caxoneros y mercachifles, y trasladados a la Plazuela de la Compañía, donde no pudieron situarse, unas veces por el sol, otras por el agua, y a veces
por el viento; adoptaron muchos el medio de destinarse a faltes, vendiendo por las calles”. Reproducido por G. Salazar, Labradores, peones y proletarios,
op. Cit., pp. 245-246.
356 G. Salazar, Labradores…, op. Cit., p. 371. De acuerdo con el mismo autor, “Cuan bien los baratillos retuvieron el carácter popular del pequeño
comercio lo revela el siguiente comentario, hecho por un funcionario del Censo de 1902: „los llamados baratillos son, de acuerdo con la clasificación
oficial, tiendas que venden mercaderías surtidas de ínfimo valor. Sin embargo, ellos son en realidad lugares donde se venden bebidas alcohólicas en
abundancia...‟ (p. 372). En el último cuarto de siglo, los baratillos se multiplicaron por el país: si en 1870 existían 2.026 baratillos formalmente
establecidos en todo el país, 948 correspondían a Santiago y 147 a Valparaíso. En 1905 el total ascendía a 6.615, con 1.123 en la capital.
177
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Mercado; pues una competencia tan ventajosa sería ruinosa para
estos últimos y perjudicial para los intereses municipales”357.
Un primer gran caso de erradicación en el siglo veinte fue la construcción del
“Galpón de las Zapateras”, surgido en la década de 1890 al aprovecharse la
lonja de terreno sobrante que quedaba en el lado sur entre el muro de la
canalización y los tajamares, cercana al puente de los Carros. Poco después
el Galpón fue trasladado frente al Mercado Central, por San Pablo y en 1902
a la ribera norte, a un costado de avenida Independencia.358 La primera de
estas
construcciones,
aunque
sencilla,
permitió
entregar
ciertas
comodidades a los vendedores. En 1898, el ingeniero Manuel Concha,
tasador de la Municipalidad, y autor de uno de los más completos catastros
de su propiedad en el cambio de siglo, la describió así:
“En la plazuela que existe entre las alas de la calle de San Pablo, hay
dos galpones de madera, ocupados por baratillos de zapaterías.
Cada uno de éstos tiene once metros diez por diecisiete diez en
dimensiones. Son de construcción muy sencilla y comprenden
catorce postes de pino de seis pulgadas de grueso, sentados sobre
basas de piedra, con cimientos de ladrillo. Estos postes están
amarrados entre sí por diagonales cruzadas que llegan a la mitad de
su altura y por una solera superior. Las amarras se hacen con
pernos. Frente a cada poste viene una armadura compuesta de una
viga, dos tijerales inclinados, un falso tirante y tres más de fierro,
encima de los cuales van siete corridas de costaneras. La cubierta
de fierro galvanizado sobrepasa en un metro la línea de los pilares,
provista de canales y botadores de agua, de fierro. En los lados
norte y sur, las partes correspondientes a los tijerales están
cerradas por tablas y algo ornamentadas por maderas dibujadas. El
piso es de asfalto sobre concreto, con solera de piedra canteada” 359
El traslado desde calle San Pablo al margen norte del Mapocho estuvo
directamente ligado a los reclamos de los comerciantes del edificio de hierro,
357 “Mataderos y mercados”, en “Memoria presentada a la Ilustre Municipalidad por el sr. Alcalde don Nicanor Moreno”. Santiago, 15/4/1897. En
Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Año 1897, cit., p. 1127.
358
Juan Rafael Carranza, “Crónicas históricas. La ribera sur del Mapocho”, en Boletín Municipal de la ciudad de Santiago, 3/7/1929.
Agradezco esta referencia a Tomás Errázuriz.
359 Concha, M. (1898). Tasación de las propiedades de la I. Municipalidad de Santiago: practicada por la Dirección de Obras Municipales y por la
Empresa de Agua Potable. Santiago, Chile: Establecimientos Roma, pp. 128 – 129.
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DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
quienes presionaron al municipio por la disminución de sus ventas, causada
según ellos por el mentado Galpón y los mercachifles „por cuenta propia‟ que
bullían en su entorno. Se trataba de una auténtica competencia entre
mercados de abastos. Así, debido a las presiones de la Alcaldía, fueron
trasladados “al Galpón que existe en la Avenida norte del Mapocho, entre los
puentes de los carros y de los Obeliscos, los baratillos de calzado que hasta
ahora estaban establecidos en la Plazuela del Mercado Central por el lado de
la calle de San Pablo”. El Municipio reconoció que también la lejanía del
nuevo asentamiento promovía eventuales problemas de seguridad.360 Sería
un análisis pobre decir que un mercado corresponde a la “ciudad propia” y el
otro a la “ciudad bárbara”. Sin embargo, la discusión tuvo por décadas un
motivo: los vendedores ambulantes no pagaban arriendo ni impuesto, y
competían con los comerciantes establecidos del Mercado. En apariencia, un
simple tema económico basado en aspectos de competitividad. No obstante,
acá son considerados como anclajes de una discusión sobre la ocupación del
espacio urbano y las diferencias en el habitar de una y otra banda
mapochina. La idea de los ambulantes como indeseables involucraba
también una asociación entre venta callejera y delincuencia que era
necesario desterrar. Tal como con los servicios indispensables llevados a la
Chimba en el siglo XIX (cementerios, hospitales) los „mercachifles‟ fueron
intentados desplazar, muchas veces sin éxito, a la ribera norte. Es lo que
algunos autores han llamado “la plebeyización de los centros urbanos”,
presente en la mayoría de los lugares de Santiago, pero evidente quizás con
mayor fuerza en el río, constituido como un límite.361
En tanto, la historia de la Vega Central o Plaza de la Vega se remonta –sin
ese nombre- a la Colonia, cuando en la ladera norte se instalaban
vendedores ambulantes y carretas provenientes de la zona norte de
Santiago, especialmente de Renca y El Salto, los que llegaban al río por el
camino del Inca o Cañadilla. Este mercado estaba constituido por áreas
suburbanas ubicadas dentro del perímetro denominado „demasías de
cabildo‟ (o „ejidos‟) y según Gabriel Salazar, “con una normativa
relativamente flexible, que denotaba un acuerdo paritario entre los
campesinos vendedores y el Cabildo local. Tales sitios, siguiendo la tradición
360 “Como en la nueva ubicación dichos baratillos quedarán un tanto aislados, ruego a US. que desde la semana próxima se coloquen dos guardianes de
punto fijo a inmediaciones del citado galpón con el objeto de reguardar la mercadería existente en los baratillos”. Alcalde de Santiago a Intendente,
9/5/1902, Intendencia de Santiago, vol. 215, marzo de 1902.
361 La referencia es a Salazar, G., Ferias libres, citado.
179
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
española, fueron llamados „cañadas‟”.362 Con el correr del siglo XIX el
comercio informal y el tráfico fueron aumentando: se emplazó un terminal
de tranvías de sangre en el lado norte del Mapocho, propiedad de la
Empresa de Ferrocarril Urbano, cuyo nuevo puente después de la
canalización fue llamado “puente de los carros”. Esa operación de
infraestructura otorgó una conexión expedita entre las bandas norte y sur
del torrente, facilitando la expansión urbana. Por ello, los proyectos de
Ansart y los de Valentín Martínez propugnaron la apertura de una avenida
norte del Mapocho, pero significativamente omitieron cualquier referencia a
la creación de un mercado de abastos en esa área. La relación entre la Vega
Central –llamada entonces Plaza de la Vega- y la masiva presencia de
informales en ambas riberas, fomentó la emergencia de un „sub-centro‟
comercial en la banda norte del Mapocho. En 1896, varios comerciantes de
la Plaza de la Vega solicitaron contribuir para la construcción de un galpón
en dicha plaza. El planteamiento encontró inmediato apoyo de algunos
regidores municipales que expresaron que “el galpón y el empedrado que se
piden son indispensables porque consultan la higiene y al mismo tiempo se
ejecutaría una obra de humanidad velando por la salud de los numerosos
pobres que tienen sus negocios en la Plaza de la Vega”. En vista de este
objetivo, y considerando que por la ley de canalización de 1888, las tierras
ganadas al Mapocho eran del gobierno local, entre 1896 y 1900 la Plaza de la
Vega fue propiedad municipal y se ubicó en la ribera norte, entre los puentes
de los carros y de los obeliscos (actual entrada a avenida La Paz). Sin
alcanzar la complejidad arquitectónica ni el peso económico del Mercado
Central, sus características fueron las de unos galpones de madera,
subdivididos con postes y con dos aleros en la cabecera del galpón,
“formados con planchas de hierro acanalado”.363 La relevancia que tuvo el
gobierno local en este espacio es visible también por los recorridos urbanos
que algunos municipales hicieron hacia la ribera norte y sirven para
entregarnos valiosas representaciones vinculadas a la insalubridad pública
del espacio público. En 1900, el regidor Novoa visitó la Plaza de la Vega,
señalando que “aquel sitio era un inmenso e inhumano lodazal, a
consecuencia de las lluvias y del enorme trafico de carretas, vendedores
ambulantes y de compradores”. Indicó además que “corre, a uno de los
costados de esa plaza una acequia a tajo abierto, en donde hay dos letrinas, y
362 G. Salazar, Ferias libres, op. Cit., p. 37.
363
“Galpón de la Plaza de la Vega” y “Tasaciones de las propiedades de la Ilustre Municipalidad”, en “Memoria presentada a la Alcaldía por
el Director de Obras Municipales, correspondiente al año 1897”. En Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago, cit.
180
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
con cuyas aguas lavaban los comerciantes del ramo las verduras”. Por ello,
“con las últimas lluvias, el barro alcanza ahí un altura de 50 centímetros”. El
alcalde explicó al regidor Novoa que “los terrenos eran fiscales […] debiendo
el arrendatario empedrar toda la plaza y vías adyacentes”. El problema era
que claramente el empresario no había efectuado tales obras. 364 La
referencia al enorme tráfico de la Plaza no era antojadiza: en 1902, una
fuente distinta, como El Diario Ilustrado, sostuvo que en invierno “el
término medio de gente que acude a diario a este establecimiento, es de doce
mil almas”, siendo de 18 mil el resto del año. Al lugar acudían, entre otros,
“comerciantes ambulantes, proveedores de establecimientos públicos y
dueños de puestos en todos los mercados de la ciudad”. 365 Debido a esta
incipiente masificación, así como al cambio en la noción de espacio público,
tempranamente se inició una relación tensa entre el aparato público y la
gestión privada sobre aquel sector. En otra dimensión, no menos
importante, la Plaza de la Vega era recorrida y descrita por la prensa de la
época como un verdadero rincón donde aún se vivía como el viejo Santiago,
cuestión básica para definir qué era la ciudad moderna, cómo se ocupaba el
espacio público y qué definía la división entre la cultura urbana y la cultura
rural, como asimismo, qué se entendía por cultura urbana popular. Para la
revista Instantáneas de Luz y Sombra, por ejemplo, se trataba de
“un espectáculo nacional eminentemente nacional; no parecido a
ningún otro; poco a poco irá desapareciendo la Vega y el espacio
que ocupa el popular mercado, lo cruzarán las líneas férreas de
circunvalación, las de tracción eléctrica, las de teléfonos […] Mirada
desde el Cerro [Santa Lucía] semeja un hormiguero: son filas
interminables de personas que estrechándose, dándose con los
codos; van de un lado a otro por entre un centenar de carretas,
llevando a cuestas o en los brazos sacos con legumbres o canastos
colmados de carne y verduras. Quien quiera llegar hasta ese
laberinto que ocupa dos cuadras de la ribera del Mapocho, atraviese
las frondosas nuevas avenidas, pase el puente de San Antonio, y
andando una media cuadra hacia Bella-Vista, se encontrará de
improviso en el foco de la ebullición”366
364
Sesión 5° ordinaria del 25/5/1900 en Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Año 1900. Santiago,
Chile: Impr. Barcelona, 1901, pp.431 y 432.
365 “La Vega”, El Diario Ilustrado, 23/4/1902.
366 “La Plaza de la Vega”, Instantáneas de Luz y Sombra Nº 2, 8/4/ 1900. Se trata de la segunda “instantánea de Santiago”, es decir, una serie de
crónicas urbanas. Es sugerente que la primera fue dedicada a la Alameda, la tercera, a la estación Central y la cuarta, a la calle Ahumada; indicando ya
cierta centralidad de la banda norte. Como se verá con detalle a lo largo de esta tesis, las revistas, diarios y magazines fueron un protagonista
181
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Figs. 33, 34 y 35. Tres imágenes de la Vega en 1905. Se aprecia el mercado en la avenida norte
del Mapocho, con el puente Loreto a la izquierda y el edificio de la Protectora de la Infancia a la
derecha, al igual que la numerosa presencia de carretas. Adviértase además la existencia de
una “cafetería”, que en rigor corresponde a una cantina. Tanto los desechos animales como
vegetales, así como las acequias contaminadas y la existencia de cantinas, llevaban a las
autoridades a entender este lugar de la ribera norte como insalubre y antihigiénico.
fundamental en la descripción, diagnóstico y propuestas de transformación de la ciudad. Instantáneas de Luz y Sombra, en particular, fue una revista
nacida en 1900, y donde uno de sus directivos fue Joaquín Díaz Garcés, figura destacada no sólo en el periodismo chileno, sino en la preocupación por
temas urbanos. Sobre esto, véase el capítulo quinto, sección 5.2.
182
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Ahora bien, en cuanto al control legal del espacio público, los litigios de
propiedad de los Galpones de la Vega refieren entre privados y el estado son
quizás el antecedente más claro sobre la compleja transformación de la
banda norte del río. Y más específicamente, para comprender la confusa
gestión de las tierras ganadas al Mapocho en aquel sector de la ciudad. En
1900, tal como en otros casos y aunque aquella ribera era de propiedad
municipal, el Ministerio de Industria y Obras Públicas determinó su
administración. Por decreto, concedió en arrendamiento a Alberto Aránguiz,
por el término de ocho años, una hectárea de terreno en la ribera norte del
río Mapocho entre los puentes de Mackenna (hoy Loreto) y Pio IX, con el
objeto de construir un Galpón de Abasto y Mercado. Ante la imposibilidad
de revertir la situación, la Alcaldía otorgó permiso a Aránguiz para dicha
edificación, pero con la condición que finalizados los ocho años de la
concesión, los edificios pasarían a ser propiedad municipal. 367 Los Galpones
de la Vega fueron inaugurados oficialmente en octubre de 1900, con una
ubicación que en rigor se restringía a Bellavista entre Loreto y Purísima.
Numerosos avisos publicitarios de la prensa realzaban su centralidad, algo
totalmente impensado apenas diez años antes.368
La ratificación de la ribera norte como un mercado urbano fue el momento
en que estalló el tema de su propiedad. Pese a que se creía que el fisco era el
responsable de los terrenos ribereños del norte, por aquellos mismos años
quedó en evidencia que tenían otro dueño, además del Gobierno Local: el
comerciante y político Agustín Gómez García. Según el senador Carlos
Walker Martínez, a propósito de un debate parlamentario sobre la propiedad
de los Galpones de la Vega en 1910:
“cuando el Fisco expropió, en virtud de la ley de 1888, los terrenos
de ambas márgenes del río Mapocho, no inscribió en el
Conservador de Bienes Raíces el título de adquisición, y que,
posteriormente, ha habido compradores de los títulos que tenían
las personas que fueron expropiadas, y que, con estos títulos, se ha
367
Ministerio de Hacienda al Intendente, 25/08/1909, transcribe nota del Consejo de Defensa Fiscal al Ministerio de Hacienda,
Intendencia de Santiago, volumen 331, Agosto 1909. Como se vió antes, la ley de canalización de 1888 estableció que una vez finalizadas las obras
emprendidas por el Ministerio de Industria y Obras Públicas, las tierras ganadas al torrente pasaran al gobierno local.
368
El Chileno, 9 de Octubre de 1900.
183
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
ido a hacer inscripciones a favor de la persona que hoy se hace
fuerte en estos terrenos”.369
En 1902, la justicia dictaminó que Agustín Gómez García, era dueño de los
Galpones de la Vega, señalándose que el empresario podría obtener del fisco
una hectárea de terreno para levantar los Galpones, “debiendo quedar
AVENIDAS para la colocación de las carretas” (fig. 36). 370 Lo confuso es que
el empresario Alberto Aránguiz continuó siendo el concesionario y
responsable de los Galpones, hasta 1908.371 En 1909, cumplido el plazo de
arriendo de ocho años con el original concesionario de los terrenos fiscales
(Aránguiz), el Municipio exigió el pago de la deuda y el retiro de los edificios
construidos durante su gestión. Nuevamente se esgrimieron motivos de
insalubridad pública: se mencionó que desde 1901 –es decir, casi una
década- este poder público había pedido al gobierno un desalojo, “en
nombre de la tranquilidad del populoso barrio de Bellavista y de la higiene
pública”. El Alcalde señaló además que “por falta de fondos se ha visto en la
necesidad de suprimir el servicio de aseo de los Galpones de la Vega y que,
no haciéndose servicio por el concesionario, como es su obligación, el estado
sanitario del barrio sufre considerablemente”. Y complementó que “el
hermoseamiento del barrio del Mapocho, donde se levantan ya hermosos
edificios y la necesidad de que el gobierno construya en el sitio ubicado por
los galpones la proyectada Escuela de Ingenieros nos debe mover para tratar
de resolver este asunto en conformidad al criterio que tiende al bien general
y no al mezquino que busca el éxito del interés particular”. Para finalizar, se
expresó que “el mercado de la Vega es un lunar en las Avenidas del
Mapocho”.372 Por último, indicó que los Galpones de la Vega irrogaban al
municipio una pérdida anual de cerca de doscientos mil pesos. Por tal
369
“Galpones de la Vega”, sesión extraordinaria de 4/1/1910, Boletín de las Sesiones Extraordinarias en 1909. Santiago, Chile: Impr.
Nacional, p. 820. Esta versión es confirmada por un texto posterior: de la Cuadra, J. F. (1936). Los derechos fiscales sobre los terrenos riberanos del Río
Mapocho. Santiago, Chile: Impr. Lagunas, Quevedo y Cía.
370
Primer Juzgado Civil de Santiago a Intendencia, 16/1/1902, Intendencia de Santiago, vol. 215, marzo de 1902 y Plano que acompaña al
plano mismo documento. Mayúsculas en el original.
371
Hacia 1904, los “Galpones de la Vega” aparecen en un Anuario comercial integrando el rubro de “Mercados particulares”, mientras que
como propietario aparecía Agustín Gómez García, quien había sido Primer Alcalde desde mediados de 1902. Anuario Prado Martínez: única guía general
de Chile: 1904-1905. Santiago, Chile: Centro Editorial de Alberto Prado Martínez, 1904, p. 265 y Memoria presentada a la Ilustre Municipalidad de
Santiago por el señor Primer Alcalde Don Agustín Gómez García. 15 de abril de 1903. Santiago, Chile: Impr. La República, 1903. Los documentos
muestran que no hubo conflictos entre Gómez García y Alberto Aránguiz, lo que induce a pensar que el primero instaló sus galpones en el sector
gestionado por el último.
372 “Galpones de la Vega, segunda discusión”, 26º sesión ordinaria, 10/12/1909, en Boletín de Actas y Documentos de la Municipalidad de Santiago.
Tomo vigésimo cuarto, op. cit., p.350-353.
184
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
motivo, solicitó al intendente que esos terrenos se pusieran a disposición de
la Inspección Primaria para construir allí una escuela. 373
Fig. 36. “Galpones de la Vega del Mapocho. Copia del Plano presentado al Ministerio de
Hacienda”,
2 de febrero de 1900. Plano que acompaña al plano resolutivo del Primer Juzgado Civil de
16/1/1902.
Se advierte un tipo de construcción de doble agua, entre Bellavista y el canal del Mapocho.
Algunas de ellas corresponden a las fotografías anteriores.
El antiguo anhelo del ingeniero Valentín Martínez y la burguesía
santiaguina, una ciudad ordenada y limpia de pestilencias y basuras, había
fracasado en esa parte de la ribera norte. La mencionada intervención del
senador Walker Martínez en enero de 1910 revela que, por el valor y
centralidad de esos terrenos, el impacto en otros poderes públicos era
importante. El congresista había sido uno de los impulsores del parque
Forestal y reclamó entonces por lo apresurado de un decreto del Ministerio
de Hacienda, publicado ese mismo día. Ese decreto ministerial indicaba que
la Dirección General de Obras Públicas (y no el Municipio) levantaría un
plano y tasaría las tierras ganadas al río entre “„los puentes de Vicuña
373 Ministerio de Hacienda al Intendente, 25/08/1909, transcribe nota del Consejo de Defensa Fiscal al Ministerio de Hacienda, Intendencia de
Santiago, volumen 331, Agosto 1909.
185
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Mackenna y Pío IX, debiendo dar término a este trabajo antes del 1º de
febrero de 1910‟”.374 La enajenación en subasta pública se haría desde el 15
de abril. Junto con criticar lo inestable de la presencia estatal en aquellas
franjas de terreno, el Senador siguió argumentando la necesidad de la
higiene y el embellecimiento, tal como quince años atrás.375
Ahora bien, si recapitulamos quedan algunas cuestiones importantes, todas
vinculadas a la gestión del espacio público de la ribera norte del Mapocho.
La primera es la existencia de una primera Plaza de la Vega (1896-1900) y
unos Galpones de la Vega que datan de 1900, entre los puentes de Loreto y
Pío IX, de propiedad municipal y bajo administración del particular Alberto
Aránguiz. Lo segundo es que Agustín Gómez García compró a un particular
el titulo de dominio de aquellas tierras del borde norte. Con ello, Gómez
García aseguró para sí la ribera entre Pío IX y Loreto y, probablemente,
acalló muchas críticas de las autoridades y la prensa gracias a su condición
de Primer Alcalde la Municipalidad de Santiago entre 1902 y 1903. Un tercer
aspecto que interesa remarcar es el insólito hecho que el estado no pudiera
ejercer su poder sobre las tierras ganadas por la canalización ya que no
inscribió esos terrenos en el Conservador. Esta situación radica no tanto en
un supuesto „olvido‟ de los funcionarios fiscales, sino que esos terrenos no
requerían tal inscripción, al ser bienes fiscales de uso público como lo fijó la
ley de 1888. En ese contexto puede comprenderse mejor la ignorancia del
Senador Walker citada en el epígrafe frente a los litigios de la Vega.
Lo cierto es que, en lo que fuera en algún momento un espacio público,
Gómez García comenzó a levantar un mercado de abastos privado que en
1908 ya no sólo vendía legumbres y chacarería, sino que contaba con un
moderno frigorífico. El proceso de refrigeración había tenido una extensa
fase de experimentos previos a su masificación: según Siegfried Giedion,
sólo a mediados de la década de 1880 las ciudades estadounidenses habían
ingresado al sistema de comercialización de reses de matadero. 376 En los
albores del centenario, Gómez García era el primer empresario que
gestionaba este tipo de congeladores artificiales en Santiago de Chile, aún
antes del Mercado Central.377. En cuanto a la ocupación y gestión del
374 Decreto del Ministerio de Hacienda, 4/1/1909, citado por Senador Walker Martínez, op. cit.
375 Idem.
376 Giedion, S. (1978). La mecanización toma el mando. Barcelona, España: Gili, p. 234.
186
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
espacio, la ganancia ya estaba concretada: la Vega Central era un espacio de
uso colectivo, pero de propiedad privada, y había promovido en gran medida
–al igual que los viejos Galpones de la Vega y de los Zapateros- la
consolidación de un mercado urbano en una parte céntrica del borde norte
del Mapocho.
Corresponde ahora retomar la reflexión sobre las complejidades de la
transformación urbana en aquella parte del Mapocho. Los Galpones de la
Vega fueron finalmente trasladados en 1910 a su actual ubicación, entre las
calles Salas y Andrés Bello. Es decir, ya no en tierras obtenidas gracias a la
canalización, sino aledañas a éstas y que habían sido del particular Nicanor
Marambio.378 El Mercurio consignó entonces que un médico municipal
había visitado las instalaciones, constatando que “los caminos interiores de
carretas están empedrados y el piso de los galpones es de concreto o ladrillo
mosaico”, conteniendo “un surtidor de agua para lavar las legumbres […] las
cocinerías (16) tienen ventilación y luz suficientes”. 379 El traslado desde la
ribera del Mapocho hacia aquella propiedad situada plenamente en la
Chimba fue rápido: en marzo de aquel mismo año, el Coronel Prefecto
explicó al Intendente que “desde el 20 de los corrientes han principiado á
trasladarse los comerciantes y vendedores de los Galpones de la Vega al
Mercado „Vega Central‟, situado en la calle de Salas” (figs. 37 a 39). En
consecuencia, solo quedaban tres o cuatro cocinerías y dos almacenes de
provisiones, y sus dueños estaban de acuerdo en abandonar sus locales en
pocos días. Las carretas, a su vez, ya no llegaban al lugar.380 Se completaba
así un despeje visual e higiénico que permitía una existencia mucho más
tranquila para la Protectora de la Infancia, situada a escasos metros de la
vieja Vega y, en general, para el cada vez más céntrico y residencial barrio
Bellavista.
377 En ocasiones, fue acusado por algunos medios de prensa de “destruir parte de las defensas del río Mapocho, en La Providencia, para tomar las aguas
y usarlas en su Frigorífico”. La defensa de otros periódicos –como el católico Diario Ilustrado- y empresarios privados –como la Sociedad del Canal del
Maipo- fue inmediata. Queda al menos presente la idea de que un Frigorífico como el de la Vega requería de la fuerza motriz entregada por el Mapocho.
Ver “La defensa del río. Trabajos de un canal”, El Diario Ilustrado, 22/9/1908.
378 Estatutos de la Sociedad Anónima “Vega Central”. Santiago, Chile: Impr. Universitaria, 1916, p. 4.
379 El Mercurio, 22/4/1910, reproducido en Gross, P., de Ramón, A., Vial, E., Imagen ambiental de Santiago 1880-1930, citado, p. 198.
380 Coronel Prefecto a Intendente, 22/3/1910, Intendencia de Santiago, volumen 348, marzo 1910.
187
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
188
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Figs. 37, 38 y 39. Tres imágenes de la Vega Central en torno a 1910, esto es, cuando se
encontraba recién inaugurada. Se visualizan las carretas tiradas por bueyes, las construcciones
de madera de los almacenes y el activo trabajo de mujeres y adolescentes en los exteriores. Una
especie de paisaje pintoresco y costumbrista. Se aprecia una mejor infraestructura respecto a
los antiguos Galpones de la Vega, visible por ejemplo en el empedrado de las vías y en las
construcciones de madera.
El traslado de la Vega Central posibilitó una serie de cambios urbanísticos,
estancados durante años. Primero, tener continuidad para la construcción
de una estrechísimo acera entre los pretiles del río y la avenida norte del
Mapocho (Santa María), que se proyectaba hacia el oriente; comenzando los
intentos por terminar con ese “lunar en las Avenidas del Mapocho”, como lo
entendió la Alcaldía en 1909. Indudablemente, el fisco buscó entregarles a
esos terrenos una condición de centralidad reforzada con un permanente
aumento de tráfico en la banda norte. Dicho de otro modo, el tema del
tráfico expedito surgió nuevamente como prioridad. En 1907, por ejemplo,
fue pavimentada la avenida Bellavista, mientras que en 1912 el gobierno
local pidió revertir la prohibición del tráfico de vehículos por las avenidas de
la ribera sur del Mapocho, decretada por la Intendencia con motivo del
Centenario. El Policía de Aseo subrayó que “la circulación de vehículos
189
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
propia del barrio de Bellavista es bastante considerable por si sólo para que
se le aumente con la de la ribera opuesta con mayor razón hoy día que no
existen las causas que en aquel entonces pudieron aconsejar esa medida”.
Por ello, solicitó la reapertura al tráfico por la ladera sur y simultáneamente
que se pusiera “un guardián que impida el tráfico por el terreno eriazo que
antes ocupaban los galpones de la Vega, barrio Bellavista y que no es calle,
tráfico que produce numerosas molestias al vecindario”. 381
Este imperativo de tráfico expedito en la ribera norte fue complementado
unos meses después, y permite entender tanto la intervención de los
departamentos de aseo y de higiene del municipio, como la nueva jerarquía
que se pretendía otorgar a aquel lugar de la ciudad. En junio de 1912, el
Prefecto de la Policía de Aseo comunicó al Intendente sobre “los trabajos que
se ejecutan en el barrio de Bellavista para hacer un jardín en el local que
ocupaba la antigua Vega”. El funcionario manifestó que debido a ello “hay
necesidad de modificar la salida de los puentes al indicado barrio dándoles
mayor elegancia y utilidad”. Este interés en los accesos a los puentes sobre el
río no era casual: desde la canalización, varios de estos estuvieron por años
en un estado sólo regular, o francamente deteriorado. El Prefecto, junto con
el Médico Higienista Municipal, Jorge Calvo Mackenna, promovió entonces
“la colocación de un bebedero con un gran foco de luz eléctrica de gran
altura en su centro en la conjunción de las calles de Bellavista con el puente
de Purísima” (fig. 40). Calvo Mackenna señaló además que “en ese sitio se
haría un gran óvalo con calle de diez metros por lado y en su centro puede
colocarse la fuente a que he hecho referencia”.382 Es pertinente destacar aquí
la labor conjunta del Prefecto de Aseo y del Médico Higienista Municipal en
estas iniciativas que aún podemos comprender como „transformación de
ciudad‟: tanto el ornato como la higiene eran, todavía, las motivaciones para
llevar adelante las labores de intervención en aquel sector de la ladera norte
mapochina. El caso de Calvo Mackenna es aún más sugerente, ya que hacia
1915 sería el Delegado fiscal o jefe máximo de la Dirección e Inspección
Fiscal del Alcantarillado; confirmando la idea de médicos y técnicos –como
Calvo y Ricardo Larraín Bravo- capaces de abordar diferentes ramas del
ordenamiento urbano.
381 Policía de Aseo a Intendente de Santiago, 21/3/1912, s/foja. Intendencia de Santiago, volumen 378, marzo 1912.
382 Policía de Aseo de Santiago a Intendente, 7/6/1912, Intendencia de Santiago, volumen 381, junio 1912.
190
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 40. Plano que acompaña a oficio Policía de Aseo de Santiago a Intendente, 7/6/1912. Este
plano, diseñado por el Médico Higienista Municipal Jorge Calvo Mackenna, permite entender
la mirada del Municipio respecto a esta parte del borde norte (Bellavista y Purísima), basada
en ideas de “utilidad y elegancia”. Nótese la intención de prolongación de los Jardines Pío IX
hacia el poniente y la formación de una plaza que rompía la cuadrícula típica de Santiago.
En rigor, la idea de parques públicos en los terrenos ribereños al norte del
Mapocho –y específicamente en el lugar que ocuparon los Galpones de la
Vega- era algo que se remontaba varios años atrás. Si bien el Proyecto de
Dirección General de Obras Públicas de 1895 no consideró tal idea, esta
situación cambió con el nuevo siglo, por el impulso que significó la creación
del parque Forestal. Cabe recordar, al respecto, la lenta formación de los
Jardines Pío IX, entre la calle del mismo nombre y Purísima. En 1907, el
regidor Marchant, refiriéndose a la construcción de un cuartel de policía que
se proyectaba construir en la Avenida norte del Mapocho, en el punto que
entonces ocupaban los Galpones de la Vega, manifestó “el grave daño que se
ocasionaría al vecindario con tal construcción, interrumpiendo la
continuidad de los jardines que existen a uno y otro lado de dicho espacio, y
191
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
ocupando un local que será de mucho tráfico y circulación una vez entregada
al servicio la Avenida del Cementerio, pues ahí convergerán varias calles y
avenidas”.383 Como se aprecia, la urgencia del tráfico expedito y la higiene
mediante los “jardines”, coexisten nuevamente como base para las
intervenciones en el margen norte del torrente.
Hacia 1915, la apertura al tráfico de la avenida norte del Mapocho (Santa
María) estaba resuelta, al menos en el tramo entre Independencia y
Purísima. Quedaba el tema del manejo de los terrenos fiscales que quedaban
entre Bellavista y Santa María. El Ministerio de Hacienda –tal como en el
caso de los Galpones de la Vega- decidió entonces entregar una parte de
aquel espacio en concesión de arriendo por nueve años y por la renta anual
anticipada de $600 a The International Sporting Club. Es de destacar que la
concesión de propiedades fiscales a privados no era algo extraño en espacios
públicos de Santiago: así, por ejemplo, varios terrenos del Parque Cousiño
habían estado en esta condición desde inicios del siglo veinte. Lo particular
en este caso es que se trataba de una concesión en una margen del río, no en
un parque emplazado en medio de la ciudad (fig. 41). Los terrenos fiscales en
cuestión ocupaban una superficie de 3.565 metros cuadrados, entre la
avenida norte del Mapocho y la avenida Bellavista, Purísima por el oriente y
Loreto por el poniente. Se estableció entonces que el club privado se hacía
cargo de ellos “con el objeto de establecer canchas de sport y los anexos
correspondientes”, incluyendo un chalet. La Intendencia sería la encargada
de fiscalizar el cumplimiento de las obligaciones establecidas en el
contrato.384 La concesión evidenció que, a diferencia de lo sucedido con la
banda sur, el estado no estaba dispuesto a construir un parque como el
Forestal o, incluso, como el modesto Centenario. El fisco sí se hizo cargo de
la pavimentación de las calles referidas, al igual que de la dotación de
algunos servicios como alumbrado público. Con todo, como lugar aun
imaginado „fuera‟ de la ciudad –y probablemente considerando las penurias
económicas municipales y en menor medida, intendenciales- la ribera norte
sólo pudo contar en este sector con la gestión privada del espacio público.
Esta creciente demanda no puede sino reafirmar el aumento de la
centralidad de este espacio urbano, gracias a la conectividad entregada por
la canalización y los nuevos accesos.
383 12ª sesión ordinaria, 9/9/1907, Boletín de Actas y Documentos de la Municipalidad de Santiago. Tomo vigésimo primero. Del 1° de enero al 31 de
diciembre de 1907. Santiago, Chile: Impr. Barcelona, 1909.
384 Ministerio de Hacienda a Intendencia, 16/10/1915, Intendencia de Santiago, vol. 429, noviembre 1915. El club ocupa hasta la actualidad aquel
espacio.
192
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 41. “Terreno concedido a „The International Sporting Club‟”. Ministerio de Hacienda a
Intendencia, 16/10/1915. Este espacio se ubicó en parte de los antiguos Galpones de la Vega y
tenía frente a su costado poniente al edificio de la Protectora de la Infancia. Adviértase que su
instalación respetó la regularidad de la avenida norte del Mapocho.
Situaciones como esta, así como notas de prensa, conducen a plantear que la
gestión estatal de los espacios públicos de la banda norte –al menos hasta
mediados de la década de los diez- fue ambivalente. En el lugar ocupado por
el Desinfectorio Público, el Instituto de Higiene y la Plaza Francisco Bilbao,
fue ambiciosa y de fuerte efecto en el espacio público. En otros casos –como
el acceso al puente Purísima- tardía, pero consistente. Pero hubo otros
donde, pese a su centralidad, fue sumamente precaria. Esto último puede
apreciarse en gran parte de la extensión urbana de la ribera norte, entre los
terrenos antaño ocupados por los Galpones de la Vega y la avenida
Independencia, lo que nos sirve también como una forma de ampliar el
análisis y concluir este capítulo. Véase los siguientes dos ejemplos, uno
vinculado a la ausencia de interés del estado por gestionarlos, y otro a la
persistencia y crecimiento de una cultura delincuencial en sus usos. En 1916,
193
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
el Consejo Superior de Higiene Pública –cuya trayectoria ha sido revisada
más arriba- por medio de su presidente, el doctor Ramón Corvalán, llamó la
atención del Intendente respecto a la necesidad “de transformar en un
parque o jardín el terreno baldío situado entre el río Mapocho por el sur y la
calle Artesanos por el norte, la calle de Salas por el oriente y la avenida
Independencia por el occidente”. El objetivo era la conexión entre el “Parque
de Recoleta” y los jardines del Instituto de Higiene, para así hermosear y
sanear “ese importante y valioso barrio de la ciudad”. Para el Consejo
Superior de Higiene Pública, las motivaciones eran “obvias”, ya que
“la tendencia dominante en los últimos tiempos, de hacer
concesiones para fines particulares de los terrenos fiscales y
municipales induce a esta corporación, además de las razones de
salubridad y de ornato, a pedir a US. se sirva hacer iniciar cuanto
antes, los trabajos mencionados. Y a este propósito, el Consejo cree
oportuno recordar a US., que años ha se proyectó realizar una
construcción en el sitio del que se trata. Por otra parte, ya el
Consejo señaló a US. insistentemente, en ocasiones anteriores, la
situación desventajosa en la cual se encuentra Santiago respecto a
otras ciudades, tanto europeas como americanas, en lo que
concierne al área destinada a espacios libres, ya sean plazas,
jardines o parques” 385
Finalmente, Corvalán criticó la propia rectificación del Mapocho en lo
concerniente a “espacios abiertos”, manifestando que la mayoría de las urbes
importantes de otros países dedicaban grandes sumas de dinero a crear
“espacios abiertos con plantaciones”, pero a su juicio en Santiago ocurría
todo lo contrario. Esto, ya que los terrenos que mejor se prestaban “para ser
convertidos en parques o jardines, se utilizan en hacer construcciones como
ha ocurrido con ambas riberas del río Mapocho y aun en paseos ya
entregados al uso público”. 386 Por una parte, se aprecia nuevamente el ideal
de las autoridades de formar una continuidad entre las plazas y parques del
385
Consejo Superior de Higiene Pública a Intendente, “Plantaciones entre el Parque de la Recoleta y el Instituto de Higiene”, 15/5/1916.
Intendencia de Santiago, vol. 436, mayo 1916. Respecto a aquella “situación desventajosa” de Santiago frente a otras ciudades, Corvalán entregó una serie
de cifras no sólo interesante como estadística, sino por el nivel de conocimiento que el Consejo Superior de Higiene Pública había adquirido en torno a las
áreas verdes: “La proporción existente en esta materia en la ciudad de Buenos Aires es, aproximadamente, de una hectárea libre por 19 edificadas; en
París, de 1 hectárea libre por 10 de construcciones; y en Londres, de 1 hectárea libre por cada 8 cubierta de edificios. La proporción para Santiago es 1
hectárea libre por cada 150 o 200 edificadas, es decir, 30 veces menos espacios libres que Londres, 20 que París y 10 que Buenos Aires”.
386 Idem.
194
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
margen norte del río. Por otro lado, la apelación a las concesiones a
privados, tal como en el caso de los Galpones de la Vega, remite a las
controversias en la gestión de los espacios públicos en la banda norte. En
este caso, el tema se refería a las constantes autorizaciones para la
instalación de circos, y específicamente, lo que las autoridades llamaban
“circos populares”. Las motivaciones tanto del municipio como del poder
central para estos establecimientos se basaron en dar entretenciones
gratuitas a los sectores populares, para así alejarlos de las cantinas y los
conventillos. Desde la década de 1890 la prensa y los municipales habían
sido permanentes activistas de ese tipo de espectáculos, aunque sólo en el
siglo veinte tales instalaciones fueron efectuadas en la banda norte. 387 Hacia
1913-14, y al menos durante el verano, las carpas ocupaban buena parte de
los terrenos mencionados por el doctor Corvalán, esto es, la ribera norte del
Mapocho entre Salas por el oriente y la avenida La Paz –o del Cementeriopor el poniente. Dos eran los circos que existían entonces: el Circo Bravo y el
Teatro Circo (fig. 42). Y en ambos casos, su existencia se fundaba en ofrecer
espectáculos gratuitos que siguieran los preceptos de abstinencia etílica de la
Liga contra el Alcoholismo, una organización de la sociedad civil que
promovía tales pautas.388
Ahora bien, si el doctor Corvalán enfatizó en la incompleta continuidad de
parques y en las concesiones a privados despreocupados por el ornato, un
segundo ejemplo muestra, con otras características, la precaria labor estatal
en los espacios públicos de la ladera norte del Mapocho. Pocos años después
del centenario, la prensa criticaba el uso de las plazas y parques realizado
por delincuentes. Si antaño éste se efectuaba en los pedregales dejados por
la canalización, hacia 1915 la estética urbana no había impedido tal
ocupación en los “jardines públicos”, en este caso los ubicados entre
Recoleta e Independencia (actual Piscina de la Universidad de Chile). La
opinión de la prensa era considerada por las autoridades, o al menos eso
387 “Desde luego, está a la vista que nuestro pueblo no tiene espectáculos apropiados para los días festivos. Fuera de los sobrios y honrados artesanos
que se van con los domingo sus con sus familias a la Quinta Normal a ver los monos y el Aquarium, o al Parque Cousiño, a tomar las onces en los prados
verdes, quedan solo los toros como única entretención con atractivos […] Debemos, pues pensar en el circo, como en el medio más apropiado para salvar
al pueblo de la vagancia absoluta de los domingos”. “Excelente idea. El Circo Popular”, El Mercurio, 10/5/1901. Ya en 1892 el municipio había
subvencionado un circo en la ribera sur, que en un mes congregó a aproximadamente cuarenta mil personas. “Circos populares”, en Sesión 44ª
permanente, de 30 y 31/1/1893, en Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Tomo tercero. Segundo semestre de 1892.
Impr. Barcelona, 1893, p. 293.
388 Luis Salas Cerda a Ministro de Industria y Obras Públicas, 24/7/1914, Intendencia de Santiago, vol. 406, julio de 1914; Augusto Escobar a
Intendente, 1/7/1913, Intendencia de Santiago, vol. 397, julio de 1913.
195
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
muestra la existencia de varios recortes de prensa en los archivos
intendenciales. Uno de ellos corresponde al diario La Unión:
A
Fig. 42. Plano que acompaña a “Concesión de terreno en la ribera del Mapocho”, 21/7/1914.
Estos sitios –actuales Plaza Artesanos y Mercado Tirso de Molina- estaban ubicados frente al
Mercado Central (en la ribera sur), al sur de la Vega. Nótese el acceso expedito por los puentes
de las Pirámides –izquierda- y de los carros (“21 de mayo” en el plano). Se aprecia además la
propiedad de la Recoleta Franciscana entre La Paz e Independencia, actual Pérgola de Flores.
“Continuamente estamos recibiendo en este diario denuncios
acerca del absoluto y criminal olvido a que la 9ª Comisaría tiene
relegados los jardines de la Recoleta, especialmente en la parte
situada entre las avenidas de la Independencia y La Paz. No hay
noche que allí no se cometa algún audaz golpe de mano. La propia
policía, a las 9 de la noche, ha sido asaltada allí y se ha visto en el
caso de tener que recurrir a sus armas de fuego, con grave peligro
para los numerosos transeúntes. […] hay allí en la misma esquina
196
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
de la Avenida de La Paz, un foco de rateros y criminales […] Jamás
se coloca allí un guardián”.389
Fig. 43. Ladera norte del río Mapocho, desde el Puente de las Pirámides hacia el oriente, frente
a los circos mostrados en la figura anterior, c1915. Resalta el contraste entre el canal y su
puente metálico, y el ebrio apoyado en el muro de canalización, casi junto a un policía que
permanece impávido frente a su presencia. Es una imagen paradigmática de la coexistencia
entre la modernización y las viejas pautas populares de uso de aquel espacio.
El paisaje del sector había sido transformado (“jardines de la Recoleta”),
pero la criminalidad del barrio no había cambiado mucho respecto a veinte
años atrás. En este sentido, se mantenía una larga duración en las tensiones
sociales de aquella ladera mapochina. Sin embargo, la edilicia pública –y en
también la privada- había promovido una incipiente centralidad para
aquella ribera antaño considerada fuera de la ciudad. Como se verá en el
capítulo siguiente, en 1917 la intendencia finalmente comenzó a encargarse
del “mantenimiento, conservación, alumbrado eléctrico y mejoramiento” no
sólo de los parques de la ribera sur, sino “del terreno ubicado entre la
389 Nota que transcribe el artículo “Los jardines del Mapocho y la 9ª Comisaría”, en La Unión, 5/3/1915. Intendencia de Santiago, volumen 424, marzo
1915.
197
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Avenida Paz y Avenida Independencia, al lado norte del Mapocho”. 390 Esto
podría sugerir un cierto cambio en la voluntad pública de gestión de esos
terrenos, lo que se cristalizaría recién hacia finales de la década de 1920 con
la Piscina de la Universidad de Chile. Para concluir, el siguiente cuadro
puede ser útil para comprender las nuevas edificaciones en el margen norte:
Cuadro 1
Principales edificaciones públicas en la ribera norte
(1887-1919)391
Desinfectorio Público
1896
Plaza de la Vega (municipal)
1896
Galpones de la Vega (concesión)
1900
Protectora de la Infancia (semi-público)
1901
Instituto de Higiene
1902
Galpones de Zapateros
1902
Plaza Francisco Bilbao
1902
Plaza de la Recoleta
1905
Jardines Pío IX
1911
**************
Este capítulo tuvo como objetivo comprender la ribera norte del Mapocho
como problema público. En esa dirección, se escogieron tres dimensiones de
aquella cuestión: la expansión demográfica y urbana como expresión del
ensanche de la idea de ciudad y de la propia mancha urbana; la gestión de
los espacios públicos y la coexistencia de dos culturas no excluyentes: una
letrada y otra más apegada a los aspectos informales, representadas por dos
tipos de comercio. Partiendo de la primera dimensión –esto es, la
expansión- y constatando las precarias condiciones de vida en el espacio
privado (por ejemplo, el Arenal), el desafío del capítulo fue establecer
relaciones entre esos problemas, materializados en espacios públicos como
390 Ministerio de Obras Públicas a Intendente, 29/5/1917, Intendencia de Santiago, vol. 449, junio 1917. Hay antecedentes similares –al menos- para
1918 y 1919.
391 Las fechas son de inauguración.
198
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
edificios (Desinfectorio Público e Instituto de Higiene) y galpones
comerciales (La Vega, primero callejera y luego edificio semi-público). Esto
se efectuó considerando primero, las representaciones de integrantes de la
esfera pública sobre aquel lugar, para luego pasar a las medidas del estado
hacia el barrio ultra-Mapocho, lo que nos entregó una señal de la
representación de aquel sector como poco higiénico, periférico y con urgente
necesidad de centralidad. En el caso de la salubridad de la ciudad, la labor y
propuestas del Consejo Superior de Higiene Pública fueron destacadas,
tanto como la labor desarrollada por el municipio y sus técnicos. Esto se
apreció en especial en el „conjunto de salubridad‟ de calle Borgoño y en el
avance de la avenida del Cementerio, respectivamente.
La manera de encarar la intervención urbana fue disímil: en no pocas
ocasiones se promovió la concesión a privados; en otras, como los edificios
de salud, el propio poder central fue el encargado de proyectar y dirigir las
operaciones. En ese contexto, la no inscripción de las propiedades en el
Conservador de Bienes Raíces posibilitó su manejo por parte de privados,
como ocurrió con la Plaza de la Vega, luego conocida como los Galpones de
la Vega. Fue allí, en la ribera norte, donde se desarrolló el principal mercado
informal de la ciudad, adquiriendo una importante centralidad y también un
rol como cristalización de lo popular en Santiago. En el caso de las
concesiones, se centró el análisis en aquellos Galpones y los conflictos entre
el estado y los privados, pero también en acuerdos que perduran hasta hoy,
como el International Lawn Tennis Club. De este modo, la ribera norte del
Mapocho como problema público significó un involucramiento disímil por
parte del estado. En efecto, aunque la representación de la Chimba entregó
un marco y una motivación común para la acción (la lejanía necesaria de
soslayar, la idea de integración, etcétera), la gestión misma de aquel espacio
estuvo entre la decidida intervención que apuntó a seguir rectificando desde
el estado –la apelación es literal en el sentido de la avenida La Paz- y en
entregar la gestión a privados por motivos económicos y posibles intereses
de poder. Como se verá, este modo de operar será bastante diferente al de la
ladera sur del Mapocho donde, con similares protagonistas, las relaciones y
representaciones de ciudad serán diferentes. En otras palabras: la banda
norte tuvo un carácter de problema público algunas veces más difuso que
evidente, con preocupaciones diferentes según sectores. La persistencia de la
delincuencia y el abandono en su tramo central, hasta bien avanzado el siglo
veinte, es una muestra de ello. En la ribera sur, en cambio, ese carácter
estará fuera de duda, e incluso se vinculará con el más arduo de los desafíos
para el aparato público: dominar los intereses privados para formar un
nuevo centro para la ciudad propia.
199
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
En definitiva, en este capítulo se ha podido apreciar que la construcción de
la conectividad urbana hacia el barrio ultra-Mapocho fue para conectar no
sólo con los fundos que proveían de chacarería a la ciudad, sino también
para vincular –y ordenar- la ribera norte. Esa idea de orden se estrecha con
el disciplinamiento social en el caso de las erradicaciones de vendedores
ambulantes desde el borde sur al norte, así como con el afán por generar
continuidad para la Avenida Norte del Mapocho. Sin embargo, y pese a lo
profuso de este tipo de acciones, las autoridades no pudieron despejar
enteramente el sector. Por otra parte, la conexión entre ambas márgenes –o
mejor, el avance de la ciudad propia sobre la Chimba- fue lenta y confusa. Al
respecto, el Desinfectorio Público, el Instituto de Higiene y la Plaza
Francisco Bilbao consiguieron mejorar el ambiente urbano en una limitada
parte de aquella ladera. Pero, en general, el estado de precaria
infraestructura pública se mantuvo inalterable, o con muy ligeras mejoras.
En tal sentido, no puede dejar de reconocerse que las disputas y
desequilibrios entre los poderes central y local afectaron el desarrollo de un
espacio público de cierta calidad. El caso de los Galpones de la Vega fue, por
más de diez años, una prueba de esa problemática. En ese sentido, la
referencia hecha en la introducción de esta tesis y que refería a la idea de
Solá Morales con un siglo dieciocho donde hubo „proyectos puntuales‟ y un
siglo XIX de intervenciones mayores, no se cumpliría exactamente en el caso
de la banda norte del Mapocho. De todos modos, sí se trató de un avance de
la ciudad propia hacia aquella periferia –articulado desde el espacio públicoy aunque fuera lentamente, inició el cambio de ésta.
200
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Capítulo 4. La transformación de la ribera
sur: el avance de la “ciudad propia”
4.1. Civilizando Mapocho: ¿proceso local o general?
“¡Quién ignora lo que era en Santiago la caja del río: vasto estercolero,
depósito inmenso de inmundicias de todo género, barbecho colosal de
gérmenes malsanos, fuente inexhausta de emanaciones mefíticas, dilatado
cáncer asqueroso en el propio cuerpo de la capital de la República,
vergüenza de nuestro país!”
Paulino Alfonso, Lo que debe hacerse con los terrenos del Mapocho, 1892.
La problemática histórica del disciplinamiento de los sectores populares
urbanos de Latinoamérica ha sido un campo estudiado constantemente
desde hace décadas, sobre todo por la historiografía norteamericana. La
noción central en estas investigaciones ha sido la de “civilizing” o
civilizamiento, con la consecuente idea de “resistence” por parte de la baja
sociedad civil. Ciudades como Rio de Janeiro y Buenos Aires, e incluso urbes
chinas, han sido estudiadas profusamente mediante la idea de civilización y
resistencia al ordenamiento impuesto por las elites. 392 En este capítulo se
pretende incorporar esa perspectiva, pero no convertirla en el único
horizonte de trabajo. Referir a los problemas sociales del Santiago del siglo
XX es una tarea que excede los objetivos de esta tesis: sabido es que
prácticamente todas las capitales latinoamericanas de aquella época vivieron
la llamada „cuestión social‟, con su seguidilla de huelgas, mitines callejeros y
marginalidad social. ¿Qué importancia podría tener el río Mapocho en
relación a una problemática sociopolítica tan amplia, más allá de ser uno
más de los lugares donde se manifestaron los grupos populares de Santiago?
La idea que se plantea aquí es que se produce una naturalización de la
sociedad completa, y en especial de los sectores populares. Si la hipótesis de
esta tesis es que la transformación de los bordes del Mapocho urbano
desarrollada al menos entre 1885 y 1918 fue una intervención inédita debido
392
Un registro que no pretende ser compl eto cuenta al men os los siguiente trabajos: Meade, T. (1997). "Civilizing" Rio:
reform and resistance in a Bra zilian city, 1889-1930. University Pa rk, Esta dos Unidos: Pennsyl vania State University Press; Parker,
D. S. (1998). “Civilizing the City of Kings: h ygiene an d housing in Lima Peru”, en Pin eo, R.,.Baer J. [eds.] . Cities oh hope. People,
protests, and progress in urbanizing Latin America, 1870 - 1930. Col orado, Estados Unidos: Westview; Holl oway, T. (1993). Policing
Rio de Janeiro: repression and resistan ce in a 19th - century city. Stan ford, California, Estados Unidos: Stan ford University Pr ess;
Sta pleton, K. E. (2000). Civilizing Chengdu: Chinese urban reform, 1895 -1937. Cambridge, Mass., Estados Unidos: Harvard
University Asia Center & Harvard University Press.
201
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
a un proceso de modernización urbana de nuevas dimensiones, debemos
subrayar
que
esa
rectificación
conllevó
nuevas
representaciones,
especialmente en las formas de comprender las relaciones entre la
naturaleza, la ciudad y la sociedad. Esto es, a esos sectores populares se les
asimila al río contaminado y degradado, como uno más de los factores que
influyen en esa putrefacción. Mirado a un rango global, a este tema se le ha
llamado el problema de la „naturalidad‟ de la especie humana dentro de un
medio artificial. Más allá de los sectores populares, la sociedad toda fue
comprendida en esa nueva calidad; es decir, que la población no es la sola
suma de individuos que viven en un territorio, sino que esas personas
dependen de una serie de variables, como el clima o el entorno material. En
consecuencia, “la población aparece entonces como un fenómeno de la
naturaleza”, y por ello esa población se consideró “permanentemente
accesible a agentes y técnicas de transformación, siempre que esos agentes y
técnicas sean a la vez ilustrados, meditados, analíticos, calculados y
calculadores”.393
De esta manera, en un plano local, el Mapocho y sus riberas emergen como
un escenario privilegiado para comprender no sólo la mirada que denosta un
río contaminado, sino que la propia existencia de grupos populares que
integraban el paisaje urbano y comienzan a ser vistos, junto con la basura,
como uno de los elementos que es necesario clasificar y luego desterrar: es el
“dilatado cáncer asqueroso en el propio cuerpo de la capital de la República”,
como indicaba Paulino Alfonso. El mecanismo para ello fue efectivamente
un disciplinamiento en pos de la inclusión en el proyecto civilizatorio liberal.
Sin duda, el proceso de control social y espacial no ocurrió sólo en las riberas
mapochinas. Mediante diversos mecanismos, el estado buscó ordenar la
periferia sur santiaguina que, como se vio antes, fue catalogado por Vicuña
Mackenna como un “potrero de la muerte”.394 La trasformación del río y sus
bordes fue por tanto, un proceso local inserto en otro general. Sin embargo,
en este espacio tuvo una gravitación mayor, caracterizada por su ubicación
más céntrica que la periferia sur. Por ello, se inicia el capítulo con una
revisión de las representaciones de la caja del río y sus habitantes,
informando de cómo el surgimiento de su asociación a éste como una lacra o
basura más que traen sus aguas, determina la percepción que sobre esos
habitantes tengan las clases más letradas. Esto servirá para comprender
393
Foucault, M. (2006) . Seguridad, territorio, población. Buen os Aires, Argent ina: Fondo de Cul tura Económica, p. 95.
394 Vicuña Mackenna, B., Transformación de Santiago, cit.
202
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
sobre los cambios de la ladera sur del Mapocho, en la que se forjó la
rectificación a partir de la canalización y del primer edificio público de la
intervención tardodecimonónica: la Cárcel.
Un repaso más o menos exhaustivo durante el siglo diecinueve da cuenta de
una mirada cada vez más contradictoria hacia el río y sus bordes, y existen
algunos hitos en esa trayectoria. El análisis de Vicuña Mackenna en 1872
entregó una visión asqueada y severa frente a su marginalidad urbana
existente por ejemplo, en el barrio en la ribera sur, entre San Pablo y el
Mapocho, fue objeto de fuertes críticas por parte del alto funcionario. Este
elemento es conocido y fue entendido por la historiografía como un indicio
respecto al quiebre de ciertas pautas de relación social urbanas, donde pese
a las marcadas diferencias entre „gente decente‟ y „rotos‟, había aún una
convivencia cotidiana en el espacio público. 395 Por otra parte, el área más
céntrica de la antigua ribera sur, previa a la canalización, tenía muchos
elementos que la hacían atractiva, antes que merecedora de una rectificación
morfológica y social. Las descripciones de cronistas y memorialistas
convergen en esa representación. Véanse dos ejemplos. El aristocrático
Ramón Subercaseaux recordaba que hacia 1860, es decir, cuando tenía unos
6 años, era común que uno de los empleados de la familia llevara a pasear a
él y sus hermanos por calle Puente –“el centro de las talabarterías de
Santiago […] La calle del Puente toda entera tenía un olor particular a
cuero”-, así como por los tajamares, el Puente de Calicanto y la antigua Plaza
de Abastos, después Mercado Central. Sobre esta última rememoró:
“En la parte del río que defendían los pretiles o tajamares, estaba la
Plaza de Abastos o Mercado, que consistía en un cuadrado de
edificios bajos construidos en la misma disposición sencilla que
todo el resto de los edificios viejos de Santiago. Allí se vendía carne,
legumbres, pescado y todos los artículos de alimentación. También
se cocinaban y expendían, en medio del humo y del olor penetrante
de la grasa derretida, los picarones, sopaipillas y empanadas fritas.
Los puestos de mote y huesillos, de empanadas caldeas y de tortillas
de rescoldo, alternaban con la venta de pajaritos vivos, jilgueros,
tordos, y de frutas frescas y secas, todo en grande, pintoresca y
sabrosa variedad”.396
395 Nos referimos especialmen te al texto de Luis Alberto Romero, ¿Qué hacer con los pobres?, citado, en pa rticular el capítul o “L a
ciudad”.
396 Subercaseaux , R. (1908). Memorias de 50 años. Santiago, Chile: Impren ta Barcel ona, 1908, p. 58.
203
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
El puente de Calicanto también contaba con un activo comercio: “Sobre cada
machón o estribo se levantaba una especie de glorieta de cal y ladrillo,
ocupando también por alguna venta del mismo género que las de la Plaza de
Abastos” (figs. 44, 45 y 46). 397 Una opinión similar tuvo el escritor Daniel
Barrios Grez, quien enfatizaba en dicha Plaza y sus alrededores (que
reiteramos, después fue ocupada por el Mercado Central) como lugar de
reunión de “bodegones de arpa y guitarra, chiritibiles de poncho y cuchillo,
corrales, caballerizas y posadas de carretas”.398 Todavía en 1906, el
magazine Zig-Zag –con un tiraje de miles de ejemplares- utilizaba como
portada una fotografía pintoresca sobre “las orillas del Mapocho”,
mostrando un herrero, un caballo, un sujeto popular y su dueño trabajando
en plena calle (Fig. 47).
Será objetivo de esta sección comprender los cambios en la representación
de esa parte de la ribera sur, viendo el rol cumplido por los artefactos
urbanos para la naturalización de ese lugar y de sus habitantes. Ahora bien,
es cierto que comprender el disciplinamiento social como único motivo para
esta intervención sería reduccionista. Ella debe incluirse –como se expresó
en la hipótesis de esta investigación- en un afán general de desarrollo de
estrategias de dominio, que incluye a la naturaleza. El intento de crear
centralidad se incluye en ese objetivo, y refuerza nuestra idea de que
también se buscó diferenciar entre las dos riberas mapochinas, anexando
primero la sur a la „ciudad propia‟. Así se comprende mejor una tercera
cuestión: la transformación de la ribera sur como un proyecto de largo
aliento que debía articular lógicas de alineación, regularización y provisión
de un nuevo sistema de agua potable y alcantarillado, aspectos que se han
tocado especialmente en el capítulo tercero. En ese contexto, debe
comprenderse la intervención en Mapocho tanto como una rectificación –
con todas sus connotaciones de alineamiento pero también socioculturalescomo una remodelación, es decir, como un cambio de edilicia y transforma-
397 Idem, p. 58.
398 Daniel Ba rros Grez, Pipiolos y pelucon es. Tra diciones de ahora cua renta años, I, 1876, citado por L.A. Romero, op. Cit., p. 2 2.
204
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig.44. “Tipos populares” (Vendedores de mote y „pelusas‟ a las orillas del Mapocho, con el
puente de Cal y Canto a sus espaldas)
205
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 45. “Carreta enquinchada frente al Puente de Cal y Canto, 1880”.
La representación del peón, con su carreta y su canasto, evidencian una interpretación idealizada del trabajo en el
Mapocho, con el peso simbólico del puente como trasfondo y el descanso en pleno río.
Fig. 46. “Carretas y coches en el lecho del Mapocho, 1880”.
Nótese la activa vida en la caja del río, incluyendo los „palomillas‟, pelusas o jóvenes
marginales, así como las tiendas y almacenes enquistados en el ingreso sur al puente: la calle
Puente se ha apropiado de la rampa de acceso. Se ven también las glorietas o puestos de venta
sobre el puente.
206
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 47. Orilla del Mapocho, 1906. Otra visión idealizada del trabajo, ligada al herrero y su
trabajo a escasos metros de la ribera del Mapocho. Adviértase la presencia del sujeto que
contempla la escena, que recuerda más el mundo rural que el urbano.
207
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
ción de espacios en áreas deterioradas y posibles de mejorar por su uso
funcional.399
Sin olvidar esas premisas, se destaca aquí el tema de la rectificación social en
conexión con la expansión urbana, ya que el primer edificio público
construido en la banda sur en el arco temporal que nos ocupa, fue la Cárcel
Pública. Esto podría parecer contradictorio, ya que si se procuró ordenar
aquel sector y dotarlo de centralidad, resulta extraño que se estableciera allí
un recinto punitivo y no, por ejemplo, otro de carácter educativo o artístico.
Lo cierto es que, siguiendo tendencias borbónicas, en aquella época los
servicios indeseables continuaban siendo trasladados a los suburbios. Que la
Cárcel fuese instalada allí es la mejor prueba de que el río aún era entendido
como un límite y que, probablemente, su ubicación no haya sido parte de un
objetivo de otorgar centralidad al sector, sino de poner en la periferia uno de
aquellos servicios públicos de connotación negativa.
De hecho, la edificación de la Cárcel empezó antes de la canalización: fue
durante la presidencia de Domingo Santa María (1881-86) que se decidió
construir un nuevo recinto carcelario. Siguiendo el tamaño del terreno y las
necesidades de una población penal considerada en esa época de cerca de
doscientos reos, se proyectó en 1884 la nueva Cárcel de Santiago con una
capacidad para 400 reclusos. Los estudios, planos y la dirección de los
trabajos fueron delegados en el arquitecto Ricardo Brown, quien tenía
experiencia en este tipo de edificaciones, ya que había estado a cargo de la
construcción de las cárceles de Curicó (1868) y Quillota (1872). 400 Su
edificación comenzó en 1887 –bajo la presidencia de Balmaceda- pero no
estuvo terminada hasta 1892, cuando entró en funcionamiento. Fue
entonces cuando se empezaron a trasladar allí los reos comunes que existían
en el antiguo Presidio situado al pie del cerro Santa Lucía, en la Alameda.401
Sintomáticamente, se alejaban los delincuentes de aquel aristocrático
parque público, para llevarlos a un sector más modesto y con un precio del
suelo bastante menor. La Cárcel Pública se ubicó en Sama 1333, frente al
Cuartel San Pablo, más exactamente a la “Sección de Detenidos” de dicho
399
La conceptualiza ción de „remodelación ‟ es tomada de de Ramón , A., La rraín , J. ( 1980). “Urban renewal,
rehabilitation and remodelling of Santiago de Chile”, en Borah, W., Hardoy, J., Stelter, G. Urbanization in the Americas. Ott awa,
Canadá: National Museum of Man, pp. 97 -104.
400 Salinas, I. (1981) . “Ricardo Brown”, en Auca N° 43, Santiago, Chile.
401 El Vizconde del Palacio ( pseud. de Justo Abel Rosales). (1893). Historia de la Cá rcel Política de Santiago (La Bastilla chile na).
Tomo I. Gobiern o de Balmaceda y de Baquedano. Santiago, Chile: I mprenta Rochefort.
208
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
establecimiento, emplazada en Sama 1334 y mirando hacia el sur. 402 En
cuanto a su planta, “La zona de los Juzgados, acceso a la Cárcel (guardia),
Administración y casa del Alcalde, se ubicó hacia la calle Sama (General
Mackenna), desarrollándose hacia el norte, en dirección al río, la zona de los
pabellones celulares y dependencias afines”.403
Fig. 48. Fachada principal de la Cárcel Pública, calle Sama, c1914.
Sin duda, el hecho de que la construcción haya tenido su frontis hacia Sama
–y que allí no hubiera reos, sino jueces- fue premeditado. Por una parte, el
torrente canalizado se identificó aquí más con una idea de frontera
turbulenta que con una de regeneración corporal, como el Desinfectorio
Público. Así, la nueva Cárcel se distinguía del viejo recinto punitivo del Santa
Lucía –instalado en un área céntrica más bien poblada por la clase dirigenteaunque se asemejaba a la Penitenciaría de la zona sur, cercana al
nauseabundo Zanjón de la Aguada y sus temidos moradores. Este último
402 Anuario de Prado y Ma rtínez, cita do, p. 272. Sama es la actual calle General Ma ckenna.
403 Moraga, P. (1957). Cárcel Pública de Santiago (Arquitectura ca rcela ria). Santiago, Chile: seminario de h istoria de la a rquite ctura,
FAU de la U. de Chile, s/nº pág.
209
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 49. Juzgados hacia calle Sama, c1957.
Fig. 50. Fachada posterior, c1957: la muralla de circunvalación, hacia la avenida Balmaceda
(construida en 1928). Antes de esa fecha, la Cárcel limitaba directamente con la ribera del río.
210
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 51. Fachada oriente, c1957: en primer plano, un torreón de guardia y al fondo el sector
posterior de los Juzgados. Compárese el tamaño entre el peatón de la izquierda y el muro, tres
veces superior en altura.
hecho refuerza la idea de que la ubicación de la Cárcel fue comprendida
como un espacio urbano periférico. Por su parte, en la misma calle Sama
estaban, desde antes de la apertura de aquel recinto, el Primer, Segundo,
Tercer y Cuarto Juzgados Criminales, esto es, todos los centros judiciales de
la ciudad que no albergaban causas civiles. 404 Esto ha llevado al autor citado
a plantear la posibilidad de que se buscó crear en este sector una “zona
policial”, que contó también con el aislamiento que entregaba la frontera
norte, esto es, el río. 405 Se fue conformando así un „barrio policial‟ en la
ribera sur, muy diferente –al menos en la mirada pública- al „conjunto de
salubridad‟ levantado en el borde norte, con el Desinfectorio Público, el
Instituto de Higiene, la Plaza Francisco Bilbao y los baños públicos.
En rigor, las características arquitectónicas de la Cárcel Pública se
vinculaban al llamado panóptico, propuesto por Jeremy Bentham a finales
404 Anuario de Prado y Ma rtínez, op. Cit., p. 271.
405 P. Moraga , op. Cit., s/n° pág. La avenida Balma ceda sól o fue abierta en 1928.
211
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
del siglo XVIII. Esto es, una forma arquitectónica cilíndrica, de varios pisos
y con una planta racional: separación celular y vigilancia permanente desde
un punto central. La inauguración de la Cárcel Pública se ligaba así a una
nueva forma de encierro y a nuevas motivaciones estatales, tal como lo
enunció Bentham: “reformar la moral, preservar la salud, revigorizar la
industria, difundir la instrucción, aliviar las cargas públicas, establecer la
economía como sobre una roca, desatar, en lugar de cortar, el nudo gordiano
de las leyes sobre los pobres, todo esto por una simple idea
arquitectónica”.406 Así fue posible aunar la eficiencia administrativoburocrática con la apremiante necesidad de disminuir el número de
infractores. Desde las formas de construcción del poder, Michel Foucault, en
una de sus más clásicas obras, sostuvo que efectivamente el panóptico era un
dispositivo, debido a su capacidad de automatizar y desindividualizar el
poder. Ya no se tratará de un poder expuesto en el espacio público, sino “en
cierta distribución concertada de los cuerpos, de las superficies, de las luces,
de las miradas […] Las ceremonias, los rituales, las marcas por las cuales el
exceso de poder se manifiesta en el soberano son inútiles. Hay una
maquinaria que garantiza la asimetría, el desequilibrio, la diferencia. Poco
importa, por consiguiente, quién ejerce el poder”. 407 En definitiva, de la
ceremonia de escarmiento público –incluyendo la figura del verdugo - se
pasó al edificio donde todo espacio y movimiento intenta estar estrictamente
estructurado.
Ahora bien, más arriba comentamos que con la Cárcel se buscó formar una
auténtica „zona policial‟. Esta última reflexión nos lleva a señalar una
segunda razón para aquel emplazamiento ribereño: la necesidad de crear un
sector vigilado y ordenado en medio de lo que las autoridades consideraban
cada vez más como un espacio delincuencial. Es decir, un artefacto urbano
que fuera capaz de irradiar un orden y disciplinar a sus moradores, no sólo
por la severa arquitectura, sino por la propia presencia policial. Siendo más
específicos, el territorio mapochino y la higiene como discurso y práctica
desatada en el fin de siglo santiaguino nos habla también de vínculos con el
discurso de regeneración corporal. La canalización, como mejora salubre e
higiénica, comenzó a adquirir no sólo relevancia por la necesidad de
prevención higienista, sino que también del resguardo de los grupos
406 J. Bentham, “Pan opticon versus N ew South Wales”, cit. por Foucault, M. (1995) . Vigila r y castigar. Nacimie nto de la prisión.
Ma drid, España: Sigl o XXI, p. 210.
407 Idem., p. 205.
212
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
populares. Sin duda, se trataba de esa caja del río vista progresivamente por
los miembros de la elite como una amenaza: es lo que el congresista Alfonso
llamó el “cáncer asqueroso”. En consecuencia, en la oligarquía se alzó una
nueva representación, basada en una corporización de esa inmundicia, y su
símbolo fueron las mujeres y hombres del bajo pueblo.
Para comprender el rol que tuvo la Cárcel Pública en ese cambio es necesario
ahondar en la forma urbana del sector, ya en este lapso se produce el
reacomodo de un espacio público de suma importancia: la calle. Paulino
Alfonso y Valentín Martínez, de formas distintas, lo sabían. Y es que debe
considerarse que en esta época el espacio público acogía al menos una doble
transformación: aquella 'callejera', de escala más amplia que en siglos
anteriores, pero también se estaba viviendo un proceso de aceptación global
de la dicotomía “civilización o barbarie”. 408 Para el caso europeo, se ha
apuntado que dicha civilización comprendió una “transformación del
comportamiento”, donde muchos de los actos y palabras, antaño públicos,
empiezan a desplazarse al espacio privado, exigiéndose además una
regulación creciente de las emociones.409 Si bien la mirada inquisitiva hacia
los grupos plebeyos que circulaban por el país no era algo nuevo, durante
estos años se intensificó la persecución legal y policial que desde el período
colonial vivían los llamados “ociosos, vagos y malentretenidos”.410 Con las
transformaciones desatadas en la estructura laboral y el crecimiento de las
ciudades hacia finales del XIX, se fueron conformando nuevos actores
sociales. En ese contexto, la problemática de la elite dirigente acerca de
cómo formar ciudadanos –y quiénes debían ser reconocidos como tales- el
fenómeno urbano de la aglomeración de los sectores subalternos y de sus
prácticas comenzó a ser visto como lo innecesario, lo accesorio y,
prontamente, lo peligroso y posible de ser extinguido. Dicho de otro modo:
una vez resuelto el problema de la organización del Estado, quedaba por
zanjar quién integraba la nación y, por ende, quiénes podían dialogar en el
espacio público. El temor al “estancamiento nauseabundo”411 de pantanos,
ríos y calles, comenzó a bifurcarse en una dirección nueva: el histórico
miedo de las clases dirigentes santiaguinas al bajo pueblo. En el caso
puntual de la banda sur, las viejas casas coloniales que albergaban a dicho
408 Se hace referencia al clásico texto de Sarmiento, D. F. (1938) . Facun do. Buenos Aires, Argentina: Sopena,. El libro fue publi cado
por primera vez en 1845.
409 Elias, N. (1994) . El proceso de la civiliza ción . México D.F.: Fon do de Cul tura Eeconómica. Desde otra perspectiva, el tema ha sido
estudiado por Richa rd Sennett, El declive del hombre público, citado.
410 Ara ya, A. (1999). Ociosos, vagos y malentretenidos en Chile col onial. Santiago , Chile: Dibam & Lom.
411 A. Corbin, El perfume o el miasma, citado.
213
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
grupo fueron vistas como el correlato material de ese pueblo peligroso. Un
punto de infección, de prácticas indeseables, de “cánceres” por extirpar, en
suma: un artefacto urbano que para la elite no era ni arte, ni patrimonio ni
tecnología, ni menos modernidad, sino una suerte de „anti-monumento‟.412
Si para el caso de la contaminación del río y sus riberas hablamos de la
marginalidad, la impureza y la excreción como bases de una triple tensión
inédita que conformó una representación de la caja del Mapocho como
cloaca urbana, en este caso operó una situación similar.
Por ello, la Cárcel se incluye en esa compleja articulación entre el río, los
sectores populares urbanos y el disciplinamiento que se aprecia en el
epígrafe citado de Paulino Alfonso y su propuesta de transformación de las
tierras ganadas al río. Allí los gérmenes y la basura son asociados
directamente a los miserables habitantes ribereños. Estos últimos –para
Alfonso- eran un elemento más de los residuos degradantes que traía el
torrente y precisamente él fue un protagonista primado en muchas de las
propuestas acerca del borde-río. En este punto, las diferencias entre la visión
de Vicuña Mackenna, en 1872, y de Alfonso en los ‟90 se refieren
fundamentalmente a un afán higienista in extremis, sumado a la crítica
radical a las formas de sociabilidad plebeyas; como se verá más adelante,
estas premisas alcanzaron su punto cúlmine hacia el centenario. En
consecuencia, la Cárcel provocaba un efecto inesperado en la emergente
ciudad de la edad industrial: concentraba y aislaba en ella a sus peores
habitantes, pero, simultáneamente, su forma arquitectónica –una manzana
completa rodeada por gruesas y altas paredes, torres de vigilancia con
guardias, y policías, jueces y reos deambulando por el sector- provocaba una
marca o estigma en toda el área aledaña que estimulaba el distanciamiento
del peatón con ese sector. A ello se sumaba la presencia del Cuartel Policial,
el primer centro de reclusión al que caían los detenidos del sector. Pasar por
la calle San Pablo, con su casa de encierro, el cuartel policial y los juzgados
412 Ver Espinoza, V. (1988) . Pa ra una historia de l os pobres de la ciudad. Santiago, Chile: Sur. En 1891, un residente del sector de las
calles Esmeralda, Ma pocho y San Antonio, en la ribera sur del Mapocho, expresaba que los desórdenes y escándalos callejeros eran
habituales ya que “existían n o men os de veinte ca fés chinos”. Estos eran h otel es parejeros ta mbién asociados al comercio sex u al y
regenta dos habitualmente por asiáticos, l o que el i ndignado vecino entendía como “un en cierro de corrupción y del más escandal oso
comercio con mujeres que, embrutecidas por el vicio y el licor, ofrecen al público el más grosero espectá cul o”. Otra n ota, es ta vez del
Comisa rio de la Policía de Aseo a la Al ca ldía , manifestaba que “más de trescientas mujeres” habitaban una veintena de casas en la
calle Mapocho situadas entre l os números 1 y 48, las que, “además de ser antigua s, se en cuentran habitada s por gente de vida alegre”.
El Comisario sugirió además la demolición de las viviendas. Góngora , A. (1994) . La prostitución en Santiago 1813 -1931. Visión de las
elites. Santiago, Chile: DIBAM, especialmente pp. 121 -124. Las cursivas son nuestras.
214
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
conllevaba acercarse a la cultura marginal y delincuencial y sus espacios de
sociabilidad (fig. 52).
Fig. 52. El área circundante a la Cárcel Pública, según proyecto de 1895. Incluye la ribera sur
entre Bandera y Manuel Rodríguez y, aunque en este plano de transformación la estación del
Mercado es trasladada levemente al oriente, el resto guarda fidelidad con el trazado existente,
con el Cuartel de Policía de San Pablo inmediatamente al sur de la casa de detenidos.
Los materiales disponibles para esta investigación referentes a la Cárcel no
son abundantes en comparación a otros artefactos de la banda sur. La
caricatura publicada en 1897 por la Revista Cómica sí nos ofrece una
representación de aquel lugar, y físicamente centra al sector en calle San
Pablo, entendiéndola como eje de un lugar de malentretenidos y de policía.
En pluma del dibujante Luis Fernando Rojas, la „casa‟ del ebrio, del „no
civilizado‟, del alguna vez orgulloso roto chileno entonces ya alcoholizado, es
el Cuartel de Policía de San Pablo: se instala así una imagen cotidiana en el
ojo del lector, coadyuvando a construir su sentido del lugar (Fig. 53). El
propio Rojas constituyó una especie de bisagra en la mirada hacia lo
plebeyo, ya que también fue dibujante de muchos pliegos de la lira
popular.413
413
Luis Fernando Rojas (1857 – 1942) fue un destacado il ustrador, litógra fo y ca rica turista . Sobre la representación
satírico-humorística del sujeto popula r, especialmente en el Santiago de finales del XIX, véase el a rtícul o de Cornejo, T. (2007).
“Represen taciones visuales de l o popula r a fines del sigl o XIX: imágenes, suj etos e identidades”, en Alejandra Araya et al. ( eds) , Del
215
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 53. “¡A casa! Es decir, a San Pablo!”, caricatura de 1897.
Por el fin de siglo empezaron también las referencias sobre las precarias
condiciones internas del recinto público: “falta de ventilación en los
calabozos […] estado de embriaguez de la mayor parte de los aprehendidos,
falta absoluta de letrinas […] hacen de estos calabozos verdaderos focos de
infección antihigiénicos e inmorales”. 414 El Intendente Fernández, en tanto,
planteaba que “el régimen celular que se tuvo en vista al construir el edificio,
nuevo al viejo mundo: mentalidades y representa ciones desde América. Santiago, Chile: Fon do de Publ ica ciones Americanistas &
Fa cultad de Filosofía y Humanida des U. de Chile. La lira popular fue una litera tura „de cordel‟, impresa en pliegos sueltos y vendida y
recitada por poetas y ambulantes populares, tuvo un gran éxito principalmente en el entorno de las estaciones ferroviarias
santiaguinas.
414
Ministerio de Justicia , Ramo de Cárcel es, 1898, doc. 4022, en Fernández, M. (2007). Prisión común, imagina rio social
e identidad: Chile, 1870-1920. Santiago, Chile: Dibam, p. 81. En ese momen to el recinto punitivo ya contaba con 650 reos, teniendo
una capacidad original de cuatrocientos.
216
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
se hace ilusorio, pues los reos tienen forzosamente que vivir en común”. 415 Si
la Cárcel era vista como un „foco‟ de putrefacción, no es aventurado señalar
que, a una escala mayor, esa irradiación de anti-valores llegara al pequeño
sector donde se ubicaba, abriendo paso a nuevos tipos de encierro en la
ciudad. En otras palabras, la Cárcel no logró el efecto disciplinador
anhelado, sino que, ante el crecimiento urbano, había pasó a integrar un
arrabal o mejor, se modernizó pero continuó siendo un límite social y
territorial.
Hay algunas alusiones que, sin apuntar directamente a la casa de los presos,
sí insinúan una mirada despreciativa –y no humorística, como la Revista
Cómica- hacia un área muy probablemente entendida como lugar de
delincuentes y policías. Por ejemplo, en 1898 se desató una extensa
discusión en el consejo del gobierno local a propósito de las caballerizas
poco higiénicas de la Empresa de Ferrocarril Urbano, en la ribera norte. Su
mal estado condujo, según los regidores, a que “varios propietarios, para
evitar enfermedades en sus hogares, habían resuelto emigrar de ese
vecindario”. Si bien entre los municipales era común la idea del traslado del
recinto, la discusión de un acuerdo dividió las opiniones, ya que el tercer
punto del texto indicaba que el municipio podía “trasladar las pesebreras del
lado norte del Mapocho a la ribera sur, al poniente de los galpones que hoy
tiene construidos”, esto es, desde San Pablo hacia Manuel Rodríguez y la
acequia de Negrete (Brasil). Algunos, como el alcalde Salinas, se negaron a
que el costado sur recibiera dichas caballerizas, “porque el Ministerio de
Industrias y Obras Públicas no lo consentirá, y porque entonces quedarían
cercanas al Mercado Central”. En similar línea de argumento, estuvieron
otros regidores:
“El señor Novoa no acepta la tercera indicación, porque la primera
comuna resultará perjudicada con las caballerizas situadas al lado
sur del canal. Pide se deje constancia de la falta de lógica con que se
procede en estos cambios de caballerizas; puesto que, si se las
quiere suprimir del lado norte del Mapocho porque allí son
insalubres y perjudican al vecindario, al trasladarlas al nuevo local
que se designa, obran los mismos inconvenientes anotados; y no es
415 Intenden cia de Santiago (1898). Memoria que presenta el Intendente de Santiago Joaquín Fernández Blanco al Supremo Gobierno
en l os ramos del Interior y de Justicia . 1° de enero de 1898. Santiago, Chile: Impr. Ba rcelona , pp. 54 -55.
217
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
lógico llevar de un punto a otro, un foco de infección, como se dice
son las actuales caballerizas”416.
No obstante, algunos –como el regidor Marín- pensaban que mover las
pesebreras hacia el borde sur era la solución:
“En cuanto a la falta de lógica que señala el señor Novoa, considera
el señor Regidor que no la hay imponiendo la traslación que
proponen, porque al lado norte del Mapocho las habitaciones se
encuentran a no mas de cincuenta metros de las caballerizas y ese
vecindario es digno de todas consideraciones, mientras que, al lado
sur señalado por su señoría, las habitaciones mas inmediatas son
de gentes que avergüenzan con su vida y oficio la cultura de la
ciudad”417.
Ahora bien, ¿cómo explicar que en el fin de siglo la ribera sur sea vista por
las autoridades municipales y empresarios como una vergüenza para la
ciudad; no así el lado norte, lugar de ambulantes y al fin, más lejano –al
menos territorialmente- de la „ciudad propia‟? Se reitera aquí lo señalado
más arriba: por una parte, en ese final de siglo la mirada paternal de los
grupos patricios se había transformado en otra horrorizada y no parece
exagerado indicar que un borde sur donde la Cárcel Pública era el edificio
principal –rodeado de prostíbulos, cantinas, garitos y cafés chinos o
albergues transitorios- constituía para los grupos acomodados un lugar
repudiable e indigno de visitar, incluso transitoriamente.418 Quizás ello
marque una diferencia sociocultural importante respecto a los usos de un
asentamiento mucho más pequeño como el Santiago colonial o el tempranorepublicano.
Si recordamos las palabras del presidente Balmaceda en 1888 citadas en el
capítulo tercero, este proponía, como parte del saneamiento de los centros
urbanos, la reglamentación de sus condiciones higiénicas. Esta incluía “la
416 Recordemos que la primera comuna correspon día al casco histórico de Santiago, entre la Alameda y el Ma pocho.
417 Sesión 12ª extra ordinaria en 24/3/1898. En Bol etín de a ctas y documentos de la il ustre Municipalidad de Santiago. Tomo decimo .
1898. Santiago, Chile: Imprenta Ba rcel ona, 1899. El énfasi s es mío. Ma rín señaló además “que l os vientos reinantes soplan ha cia el
norte, de modo que, con la trasla ción que proponen n o sale perjudicado el vecindario del lado sur en el gra do que lo está al presente
el vecinda rio del lado norte”. (pp. 82-83).
418 La idea del tránsito de miradas en Romero, L. A., ¿Qué hacer con l os pobres?, cita do, especialmente su ca pítul o ¿Cómo son los
pobres?
218
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
prohibición de la venta de alcoholes no rectificados y la imposición de penas
a la embriaguez”. Esa relación entre mortalidad, falta de higiene y
marginalidad social, puede ser aprehendida para las riberas del Mapocho
mediante las cantinas, y es útil para comprender su impacto en la banda sur
como complemento de la Cárcel. Las cantinas eran un lugar de sociabilidad
popular extendido en el río y sus alrededores, muchas de ellas eran
clandestinas y probablemente doblaban en número a aquellas que pagaban
patente comercial. Los registros gráficos disponibles para aquellos espacios
son escasos; sin embargo, las notas de prensa y los documentos oficiales son
útiles para contar, al menos, con una descripción de los tipos de comercio y
su ubicación. Por ejemplo, en 1906 se elaboró un catastro a nivel urbano de
establecimientos que expendían bebidas alcohólicas a menos de 200 metros
de templos, escuelas y regimientos. El objetivo era poner en la práctica la ley
de alcoholes de 1902, hasta entonces notoriamente burlada. Los informes
fueron realizados por todas las comisarías de la ciudad, que elevaron su
trabajo al Intendente. Y la carencia de informes a esta escala en el período
1885-1918 es ilustrativa para comprender la importancia del problema y los
intereses en juego. El resultado es asombroso: sólo en las riberas del
Mapocho habían más de trescientos sesenta locales, conformando el área
santiaguina más poblada por expendios de alcohol. Según el criterio
informativo de la Intendencia, estos se encontraban divididos en ocho
categorías: hotel, restaurant, cantina (la mayoría), cocinería, despacho,
pastelería, almacén y chinchel (cantina muy ordinaria). La mayoría de los
negocios eran clandestinos, teniendo sus principales focos de concentración
en la calle San Pablo –esto es, cerca de la Cárcel Pública- y en la Chimba. Sin
duda, esta ubicación nos confirma que el „barrio policial‟ al que hemos
aludido, tenía la dudosa calidad de sector de cantinas por excelencia.
Hacia finales de los diez, la Cárcel Pública no sólo era entendida como un
lugar antihigiénico y foco de irradiación de inmoralidad, sino que era
criticado su mismo emplazamiento. Es posible pensar que el avance de la
„ciudad propia‟ se ha concretado en un período de treinta años y el recinto
punitivo pasó a ser visto como un obstáculo para la rectificación y no –como
se pensó en un inicio- como el primer sustento de aquella. Varios hombres
públicos manifestaron esa opinión y plantearon la necesidad de su traslado.
219
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 54. Se han representado sólo los expendios situados en las riberas del Mapocho y sus
cercanías.
Ismael Valdés Valdés por ejemplo, planteó en 1917 la necesidad de vender la
Cárcel Pública, “tan desgraciadamente ubicada”, así como la demolición “del
cuartel de policía que está ruinoso”. 419 Valdés, ingeniero y senador por
Santiago (1912-18) y reconocido promotor de la protección a la infancia,
resumía en ese texto su experiencia de casi cuarenta años de participación
política, la mayoría de ellos en el Partido Liberal.420 Valdés fundamentó
aquella erradicación en dos motivos: uno económico, al vender aquellas
manzanas, y otro de reforzamiento de la centralidad, ya que daría “vida a un
barrio al cual la vecindad de la Estación Mapocho ha dado importancia
primordial”.421 Como se verá más adelante, Valdés sostenía esto también con
419 Val dés Valdés, I. (1917) . La transformación de Santiago. Santiago, Chile: Impr. Ba rcelona, pp. 54 - 55.
420 Ismael Valdés Valdés (1859-1949) perteneció al Partido Liberal desde muy joven. Fue un reconocido filántropo y especialmente
a ctivo en la protección a la infan cia, tema sobre el que publicó varios textos.
421 I. Valdés V., La transformación…, cit., pp. 54 -55.
220
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
relación a la imagen de ciudad que se encontrarían los extranjeros a su
llegada a la capital.
A modo de conclusión de esta sección, cabría formular al menos dos
preguntas: la primera, si efectivamente la Cárcel Pública fue un avance de la
„ciudad propia‟ y segundo, si aquel recinto fue un paso para el decaimiento
del centro histórico o fue un paso para reforzarlo. Respecto a lo primero, se
ha visto aquí que efectivamente ese avance ocurrió, ya que si en 1887 se le
evaluó como ubicada en las afueras de la ciudad –con el río como un
evidente límite- hacia fines de la década de los diez se consideraba a la
Cárcel
como
un
artefacto
indeseable
para
un
sector
céntrico.
Paradojalmente, pese a estar en el margen sur y no en el norte, es decir,
mucho más cercano a la Plaza de Armas y a los vecindarios de sectores
burgueses, fue paulatinamente entendido como un lugar poco amigable: una
representación de lo policial, de la diversión asociada al alcohol y de lo
periférico. Y es que con el referente urbano de la Cárcel Pública aquel lugar
fue transformado en sector policial, pero simultáneamente, comenzó a ser
ignorado -pese a su centralidad- por la ciudad „culta‟. Se afirmaba entonces
una relación más estrecha de este sector de la ribera sur con la norte, que
con el resto del casco histórico. En cuanto a lo segundo, resulta imposible
concluir si la casa de los presos fue un aliciente o un deterioro para el centro
histórico, sin entenderla en conexión con otros espacios públicos
construidos después de la canalización: el parque Forestal, el parque
Centenario, el Museo de Bellas Artes y la Estación Mapocho. Sobre esa
edilicia pública tratará la siguiente sección, y nos posibilitará retomar
aquella interrogante.
221
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
4.2. El verde en la máquina: ¿hacia un corredor de
parques públicos?
“[Ángel Heredia] Cinco minutos después se encontraba en el Parque
Forestal, junto al pequeño castillo de finos torreones. De allí pasó a la
terraza de estilo italiano, con balaustradas grises, a cuyo pie ondula un
estanque. A su espalda se alzaba una palmera de tronco rugoso y ramas
abiertas en forma de abanico. Más allá del río canalizado, los edificios
chatos de la Vega se dilataban, entre el bullir de carretones y vendedores
que partían, sus negocios ya hechos. De codos en la balaustrada, el joven
veía destacarse, a lo lejos, la masa del Santa Lucía, cubierta de árboles, de
tono verde oscuro, que envolvían el cerro, dominando la ciudad como
fortaleza fantástica. Su mirada vagaba de unos edificios viejos y
carcomidos, restos atrasados de la Colonia, a los chalets agrupados al
término de la avenida, con líneas pintorescas de estilo americano y suizo,
hasta sumirse en hondonadas de árboles del parque”.
Luis Orrego Luco, Casa Grande, 1907.
Cuando hacia las fiestas del centenario de 1910 se anunciaba pomposamente
la renovación monumental de Santiago, el discurso hablaba de la
culminación efectiva de un proceso de conectividad urbana y transformación
del espacio público. El paso de un basural a un „verde bosque‟ en plena
ribera sur del Mapocho fue su carta de presentación. La profusa colección de
informes, planos, ordenanzas y artículos de prensa al respecto así lo
atestigua. Y sin embargo, la mirada Luis Orrego Luco mediante Ángel
Heredia –niño mimado de la clase dominante- resulta más incisiva, más
directa, incluso la vuelve más terrenal: se trata, sin duda, de una de las
formas de experiencia de los terrenos canalizados del Mapocho. Podría
llamársela una experiencia desde la elite, incluso desde „lo alto‟ de la ciudad,
hacia un horizonte plebeyo más cercano de lo que se desearía. Las armonías
de las líneas arquitectónicas, el pintoresquismo y el rescate de figuras
medievales son para Heredia otro eje en su apesadumbrada caminata; son
esos edificios casi capturados por la naturaleza instalada por el paisajista
Dubois: chalets que llegan incluso a “sumirse en hondonadas de árboles del
parque”. Y es desde una de las balaustradas de su laguna o estanque que el
joven asesino reconoce a los “edificios viejos y carcomidos” que no son otra
cosa que “restos atrasados de la Colonia”.
La mirada de Heredia/ Orrego Luco no es casual: si hubiera escrito Casa
Grande veinte años atrás, su espacio de descripción habría sido otro lugar de
la ciudad. Quizás situado en el barrio Dieciocho y el parque Cousiño o,
posiblemente, -escapando de la basura y las emanaciones pútridas- se habría
acomodado en el cerro Santa Lucía y no habría visto al Mapocho como un
222
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
retraso colonial, ni tampoco a aquella Vega que a su juicio constituía lo
“chato” del paisaje. En otras palabras: habría sido una representación de
ciudad muy diferente. Se propone aquí la interpretación del paso de basural
a parque como resultado de una serie de mecanismos de ajuste entre los
poderes estatales y de la sociedad civil. Son también espacios de una
intención estética particular: permiten visualizar tanto el verde en estado
„natural‟, como los “codos en la balaustrada”, permitiéndonos analizar qué se
entiende por parque público en la época. Ya en el Proyecto de 1895 se
advirtió una postura pesimista respecto al uso de los bordes del río como
parque. Se argumentaron entonces motivos económicos específicamente en
lo relacionado con el Gobierno Local y sus posibilidades de gestión. Era una
posición opuesta a la del Congreso, que solicitaba reiteradamente convertir
en parque esos extensos paños de tierra y basura. Poco antes de presentar el
proyecto, el diputado Paulino Alfonso nuevamente insistió –esta vez en
presencia del Ministro de Industria y Obras Públicas- en la urgencia de
formar un parque en los terrenos ganados al Mapocho. Y aún más, en esta
oportunidad subrayó la diferencia del futuro parque con el espacio público
principal o mejor, histórico, de la ciudad: “Yo manifestaba la conveniencia
de que se formen en esos terrenos grandes masas de vegetación, cosa que es
de necesidad, sobre todo en los tiempos modernos. No me satisfaría que se
hiciera ahí avenidas como la de las Delicias, con una hilera de árboles a cada
lado”.422
Como indicaba Alfonso, eran “tiempos modernos” y la especialización del
espacio urbano alcanzaba ahora al paisajismo: el nuevo espacio público no
debía ser ni un parque de grandes dimensiones apto para encuentro de los
habitantes –como el Parque Cousiño con paseos en coche y fondas
dieciocheras-; pero tampoco para la ciencia –como la Quinta Normal de
Agricultura y su rol educativo aplaudido por Sarmiento en la década de
1840- y ni siquiera para el encuentro pausado y casi litúrgico que albergaba
la más pequeña Plaza de Armas o, en menor grado, la Plaza de la Recoleta.
Un fenómeno de transformación que expresaba cambios globales en la urbe,
algo similar a lo ocurrido en países europeos, donde como ha dicho
Piccinato, “el parque urbano sustituye los huertos, los boulevards las calles
porticadas, los complejos monumentales la compacidad formal de la ciudad
entera…”423. En visión de Alfonso el pretendido parque tampoco se anhelaba
422 Sesión de 31/7/1894, en Cáma ra de Diputados (1894) . Boletín de las Sesion es Ordinaria s en 1894. Santiago, Chile: Impr.
Nacional, 1894, p. 690.
423 Piccinato, G. (1993). La construcción de la urbanística moderna . Al emania 1871 -1914. Barcelona , España: Oikos-Ta u, p. 19.
223
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
como una Alameda, es decir, como una avenida de álamos (“hileras de
árboles”), donde pese a operar como paseo peatonal lo que prevalece
visualmente es el tránsito y la conectividad por sobre la experiencia de la
belleza urbana y la contemplación del paisaje. Ahora era necesario contar
con un espacio público como área verde -“masas de vegetación”- donde la
prioridad era acabar con los pestilentes basurales de la cuenca y
simultáneamente realizar un suculento negocio inmobiliario. Es necesario
considerar que, tal como había sucedido con el parque Cousiño o la Quinta
Normal, la transformación de un espacio urbano por parte del Estado
valorizaba rápidamente los terrenos aledaños; es decir, aumentaba la
plusvalía. Recuérdese también que el ingeniero Martínez remarcaba en 1885
que “el valor del terreno (es) mucho mayor en la ribera sur que en la ribera
norte”.424 Por otro lado, durante estos años se verificaba en la capital la
plena recepción de las ideas sobre parque urbano provenientes del
hemisferio norte. Según ha indagado Francesco Dal Co para el caso
norteamericano, los primeros parques surgieron después de décadas de
ensayo de modos de integración entre la naturaleza y el espacio urbano,
como fue el caso de las comunidades utópicas –por ejemplo, los mormonesy sobre todo los rural cemeteries. Además, en el caso de Estados Unidos
operó la mirada sobre Inglaterra, donde Joseph Paxton desarrolló desde
1814 un trabajo en Birkenhead, un suburbio de Liverpool. Sobre esta base
apareció la figura de Frederick Law Olmstead, diseñador del Central Park de
New York en la década de 1850, principal fuente de inspiración de los
paisajistas de la segunda mitad del XIX425.
En definitiva, la modificación de aquella zona de la ribera sur no fue sólo un
asunto de interés público, sino una gran jugada comercial para muchos
congresistas-empresarios y en paralelo una señal de la dirección de las
futuras suburbanizaciones de la elite. Postulados como estos recuerdan la
emergencia de los parques produce nuevas fuentes de valorización en la
urbe, considerando factores hasta entonces excluidos de la esfera del control
público. En consecuencia, se trató de una poderosa herramienta para
ensayar proyectos de suburbanización.426 En otro sentido, puede señalarse
424 Ver capítul o segundo.
425 Dal Co, F. (1975). “De los pa rques a la región ”, en Giorgio Ciucci et al., La ciuda d americana de la guerra civil al New Deal .
Ba rcelona , España: Gili. La relevancia de los rural cemeteries ha sido subraya da también por Reps, J. (196 5). The making of urban
America. A history of city planning in the United States. Prin ceton, Estados Unidos: Princeton University Press,.
426 Una visión general sobre estos temas en Sica , P. (1981) . Historia del urbanismo. El sigl o XIX (Volumen 2°). Madrid, España:
Instituto de Estudios de Administración Local, p. 660.
224
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
hipotéticamente que ese cambio fue una metáfora de la ansiada
modernidad: convertir lo sucio en placer estético vinculado a las nuevas
corrientes paisajísticas. Allí estarían las ondulaciones del terreno, las fuentes
de aguas, los árboles frondosos. En otras palabras, lo que la burguesía
capitalina consideraba la experiencia de lo sublime, esto es, la “agitación del
alma”.427 Paralelamente, las claves de la elección de ese lugar radicaron en
las potencialidades de un sector ubicado a pocas cuadras del cerro Santa
Lucía y que –pese a todos sus problemas de contaminación- contaba con el
río como un atractivo estético, cuestión con la que sólo podían contar zonas
más alejadas y aún rurales como Tobalaba, gracias al canal San Carlos. En
definitiva, en la creencia de poder aunar habitación de un medio-alto y alto
nivel -reemplazantes de “las estrechas hileras de cuartos” como las llamó el
Ministerio de Industria y Obras Públicas en 1895- con un espacio público
céntrico. Cabe preguntarse qué tipo o tipos de barrios pensaba levantar
aquel Ministerio, ya que políticos como Paulino Alfonso no se oponían a
edificar en el lugar, sino que proponía que cualquier construcción allí
dispuesta debía someterse a ciertos criterios.
El mismo diputado veía un referente destacado en calles como Ejército y
Dieciocho –el barrio aristocrático-burgués por excelencia- ya que sus vías un
poco más anchas y bordadas de árboles en toda su extensión las hacían más
onerosas. Por ello, al hablar del Mapocho, el diputado Joaquín Walker
Martínez insistió en “manifestar al señor Ministro de Obras Públicas que a
mi juicio no debe rematarse ni una sola pulgada de esos terrenos”. Y puso en
la mesa el propio rol del Estado en el espacio urbano, cuestionando la
propuesta de obtener ganancias por venta de lotes efectuada por el Proyecto
de Bertrand de 1895: “Cuando la ley ha establecido que pueda expropiarse la
propiedad por causa de utilidad pública, no ha querido dar esta facultad a fin
de que el Estado haga negocio, sino para que se establezcan ferrocarriles,
vías de comunicación o cosas semejantes que sirvan para el servicio público.
En consecuencia, fuera de los terrenos que van a ocuparse con edificios
públicos, todos los demás deben destinarse a parques, jardines, etc”. 428
Además, los diputados nombrados, junto a sus colegas Eliodoro Yánez, B.
Mathieu, Pedro Donoso, Julio Bañados Espinoza –antiguo balmacedista- y
Carlos T. Robinet, redactaron un proyecto de ley presentado en agosto de
aquel año, con un artículo único: “Destínanse los terrenos dejados por la
427 Sobre esta definición de paisaje sublime, Silvestri, G . (2003). El color del río. Historia cul tural del paisaje del Riachuelo . Buenos
Aires, Argentina: U. Na cional de Quil mes.
428 Sesión de 31/7/1894, en Cáma ra de Diputados, Boletín de las Sesiones Ordina rias en 1894, citado, p. 690.
225
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
canalización del Mapocho al uso público, y especialmente al servicio del
Estado y al bienestar de la ciudad de Santiago”.429 La presión parlamentaria
sobre los proyectos del Ejecutivo para las riberas mapochinas se desató
entonces, oponiéndose tenazmente a la proyectada construcción de nuevos
barrios y reafirmando la necesidad de los “edificios públicos”. Hasta
entonces, la Dirección de Obras Públicas sólo había efectuado plantaciones
en las avenidas del Mapocho, aunque no bajo una idea de parque, sino como
alameda. Es necesario recordar que hacia finales de siglo, y con la
responsabilidad de reducir las altas tasas de mortalidad urbana, el discurso
higienista había perneado en diversas esferas sociales. En la misma
Municipalidad de Santiago esto fue tomado y proyectado hacia el río
Mapocho: cuando el regidor Salas refirió en 1892 sobre el destino de las
riberas, dijo que “parques y jardines” eran indispensables para el
“mejoramiento de la salubridad e higiene pública”. Recalcó también que “de
esta manera dichos paseos quedan al alcance de todo el mundo y
contribuyen muy eficazmente al mejoramiento de la salubridad e higiene
pública”.430 Hacia el cambio de siglo, las ideas de los congresistas y de la
intendencia no sólo impusieron su voluntad frente al afán de conectividad
del proyecto de 1895, sino que convencieron al propio poder Ejecutivo. Por
cierto, esto debe ser entendido dentro del contexto político de la llamada
República parlamentaria (1891-1924), donde el Ejecutivo se inclinó frente al
Congreso. Con todo, sí hubo algunos aspectos en común entre el proyecto de
parque triunfante y el proyecto ministerial de 1895: crear vías expeditas y,
como vimos en el capítulo segundo, no sólo urbanizar el terreno ganado al
río sino absorber “las estrechas hileras de cuartos, verdaderos focos de
putrefacción física y moral”. Así también, a inicios del siglo veinte, la prensa
expresó su complacencia por la idea de un “parque forestal”, que destruyera
para siempre la temida y detestada ciudad de ranchos existentes en la ladera
sur, es decir, la barrera simbólica y morfológica que impedía el avance de la
ciudad burguesa:
“Naturalmente, el primer obstáculo que el señor alcalde ha visto y
cree necesario remover con la mayor rapidez, es la inmunda
cuartería que del lado sur del canal se extiende por espacio de dos
o tres cuadras. […] Casi puede decirse que el espacio abarcado por
429 Sesión de 3/8/1894, en Idem, p. 719.
430 “Proyecto de transforma ción de Santiago”. En Sesión 4ª ordina ria, 12/8/1892. En Boletín de Actas y Documentos de la Ilust re
Municipalidad de Santiago. Tomo tercero. Segundo semestre de 1892. Santiago, Chile: Impren ta Barcel ona, 1893, pp. 33 -4.
226
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
esa cuartería, formaba una sección, que todo el mundo trataba de
evitar, dando largos rodeos, ya se traficara a pie, ya en carruaje. Y
casi nadie ignora que lo más molesto y desagradable, en los cortejos
fúnebres, es el obligado paso por el puente de San Antonio, en la
desembocadura de cuya calle se ofrecía en la más dura y
repugnante forma las escenas asiáticas de un vicio desnudo,
impune y procaz. La base de todo trabajo de embellecimiento en las
orillas del Mapocho, hoy tan desamparadas, es el absoluto y
definitivo alejamiento de los infelices moradores de toda la sección
comprendida entre San Antonio y Miraflores. Inútil sería el diseño
y plantación de un hermoso parque, si para llegar allí fuera
necesario pasar por el estrecho y odioso desfiladero de las
habitaciones”431
Lo relevante para esta tesis es que a partir de esa destrucción de barreras
materiales y simbólicas fue surgiendo una nueva relación entre ciudad,
espacio público, naturaleza y mercado del suelo de la que resultará el Parque
Forestal. En efecto, fue sólo en 1900, mediante una comisión nombrada por
el Ejecutivo y presidida por el intendente Enrique Cousiño que la idea sea
definitivamente impulsada y efectivamente realizada.432 Ese año el alto
funcionario, a través de una comisión ad hoc, contrató al paisajista francés
Jorge Enrique Dubois para la elaboración de un plano de parque forestal en
terrenos que eran basurales. El profesional, asesorado por colegas como su
compatriota Guillermo Renner, entregó su informe el mismo año 1900.433
En 1901 se produce, oficialmente, la aceptación ministerial respecto a las
propuestas impulsadas entonces por Cousiño:
431 “La desin fección de las orillas del Mapocho”, El Mercurio, 20/4/1901. El én fasis es nuestro. Recordemos que la primera
erradicación de pobladores de la caja del río se remonta a la década de 1820, originando la localida d de San Berna rdo.
432 Calderón, A. (2004) . “Pa rque Forestal: alborada del gra cioso”, en su Memorial de Santiago. Santiago, Chile: Ril . La comisión la
integra ron el intendente En rique Cousiñ o –que la presidía- a integrada por el Al calde, por un representante del Ministerio de
Industrias y Obras Públ icas, y por Emil iano Llona , Salvador Izquierdo y el doctor Alejandro del Río. Según María Soledad Molt edo y
Fernando González A., “predominaba en la comisión el propósito de destinarl os a numerosas con strucciones públicas […] El dr. Del
Río propuso que se creara una gran á rea verde”. Cfr. Moltedo, M., G onzález, F. (1972). Desa rrollo histórico -urban o de un ba rrio de
Santiago: „La Chimba‟, tomo 1. Santiago, Chile: semina rio de historia de la arquitectura, FAU U. de Chile, p. 115.
433 El Plano original del Parque Forestal está extra viado. Bibliotecas Nacionales de otros países sudamerican os n o cuentan con
copias del mismo. J. E. Dubois (1866 - 1954) era un ingeniero paisajista de la Ecòle d‟Horticulture de Versailles, que ll egó a Santiago
pa ra trabaja r en el diseño de l os ja rdines del Congreso Nacional y la cátedra de Horticul tura de la Quinta Normal de Agricult ura.
Echeverría , C. (2001) . De la naturaleza como escenario geográ fico, al paisaje como obra de arquitectura. Santiago, Chile: Semina rio
de Investiga ción, Universidad Católica , Santiago.
227
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
“Se ha recibido en este Ministerio la nota de US. […] en la que
trascribe los acuerdos que somete a la consideración del Gobierno
la comisión nombrada para estudiar y proponer la distribución mas
acertada que debe hacerse de los terrenos sobrantes a uno y otro
lado del Canal del Mapocho. Con este motivo me es especialmente
grato poner en conocimiento de US. en contestación a su citada
nota, que el Ministerio acepta en todas sus partes y como una obra
beneficiosa de higiene y ornato para la capital, el proyecto de
formar un parque forestal en los terrenos situados al sur del canal y
entre las calles de las Claras por el poniente y el Camino de Cintura
por el Oriente, en conformidad al plano que por encargo de la
comisión ha levantado don Jorge Dubois. Ese plano merece la
aceptación del Gobierno y con esa misma fecha se ordena extender
el decreto por el cual se aprueban ese plano y el presupuesto
correspondiente y se pone desde luego a disposición de US. la suma
de veinte mil pesos ($20.000) a fin de que US. pueda iniciar en
época oportuna los trabajos de nivelación, plantaciones, riego, que
se requiere en su obra. Se ordena igualmente abonar al Sr. Dubois
el honorario fijado por la comisión. En cuanto a las demás ideas
propuestas en la referida nota de US. el Ministerio las estudiará con
la debida detención, reconociendo en todas sus partes la
conveniencia de llevarlas a cabo en beneficio público. [...]”. 434
Dubois realizó su trabajo sobre intervenciones paisajísticas desarrolladas
desde finales de siglo. En 1895, por ejemplo, el Arboricultor encargado de las
plantaciones en las avenidas del Mapocho dejó memoria de sus trabajos.
Bajo el mandato de la Dirección de Obras Públicas, el funcionario dio cuenta
de la plantación de seis avenidas de árboles en la Gran Avenida Sur del
Mapocho. La colocación de plátanos orientales comenzó en la llamada
“primera sección”, que iba desde Pío IX al puente Recoleta. Allí las labores
exigieron utilizar diferentes tipos de tierra y abono, además de cañerías de
agua de riego.435 Esta intención estética y simultáneamente división sectorial
por parte del estado, tuvo una continuidad de las labores emprendidas por
Dubois desde 1900. Este último estableció una división de las obra en tres
sectores: Puente Mackenna a Purísima; Purísima a Pío IX y Mackenna a
434 J. Ra món Nieto, Ministro de Industria y Obras Públicas a Intendente, 26/3/1901, Intende ncia de Santiago, volumen 204, enero
de 1901.
435 Arboricultor de las Avenidas del Mapocho a Director de Obras Públicas, 16/11/1895, Dirección General de Obras
Públicas…compl etar
228
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Recoleta. En el primero de ellos tuvo el problema de la profunda entrada de
la caja del río a la ciudad, dejando un desnivel de siete metros. Era la representación de una colonial fisonomía urbana: durante la dominación es
española aquella entrada del Mapocho embestía la ciudad en las cercanías
Fig. 55. Proyecto presentado por el regidor Jorge Dávila Ossa a la Comisión de Ornato
Municipal, 1910.
Ante el extravío del plano original, es útil este proyecto elaborado para unir al cerro Santa
Lucía con el Forestal: se trata de una copia del diseño del parque entre José Miguel de la Barra
y Purísima. En oscuro, la laguna. Nótese el trazado sinuoso de los caminos y la
creación de manzanas alargadas en su frente para uso residencial.
de la ya desaparecida „plazuela del Tajamar‟, aguas que luego se dirigían por
el costado poniente del cerro Santa Lucía, en la calle del Bretón. 436 La
solución por parte de Dubois fue la creación de una laguna, que hasta la
inauguración del Museo de Bellas Artes sería el emblema del nuevo parque;
esto, a partir de masivos usos sociales que serán examinados más adelante.
En definitiva, el parque original tenía una longitud de 1100 metros en
dirección oriente poniente y de 170 metros de ancho en sentido norte–sur,
con 82.162 metros cuadrados. En sus tres tramos Dubois utilizó –entre 1901
y 1905- 7700 árboles, traídos principalmente desde la Quinta Normal de
Agricultura (plátanos orientales), del criadero de árboles de Nos de Salvador
Izquierdo y de Antonio Bascuñán Santa María, quien donó algunas palmeras
de su hacienda de Ocoa. 437 Sobre la base de un trazado naturalista apoyado
en una plantación ordenada de plátanos orientales, una triple avenida en
436 G. Piwonka , Las aguas de Santiago…Tomo I, op. cit., pp. 173 -177. Sobre esta pa rte del borde sur en la Col onia, véase capítulo
primero.
437 Echeverría , C., De la naturaleza…, citado.
229
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
todo el borde del río por más de un kilómetro y medio, y una serie de
especies traídas desde distintos lugares de Chile.
En plena época de trabajos, Cousiño elaboró un presupuesto de $31.797,
algo más de la mitad del que originalmente el Ministerio le había entregado.
El Intendente lo definió como “la continuación del Parque Forestal del
Mapocho”, y agregó que quedarían habilitadas las secciones del Parque “1°
Entre los puentes de Purísima y Mackenna. 2° Entre los puentes de Purísima
y Pío IX. 3° Entre el puente de Mackenna y la calle Miraflores”. Indicó
además que “con la ejecución de estos trabajos quedará terminada la parte
más importante del Parque”.438 La original propuesta de Dubois en cuanto a
extender el Forestal desde Pío IX hasta Recoleta quedó así postergada,
seguramente por insuficiente presupuesto. Se estableció así un área primada
que debía cubrir el nuevo espacio público, que finalmente sólo llegó hasta
Mac Iver.439 Pese a ello, hay constancia de que en 1906, el Ministro de
Industria y Obras Públicas entregó a la Intendencia, a través de la Tesorería
Fiscal de Santiago, la suma de $6.000 “a fin de que atienda a las gastos de
conservación del parque forestal y de nuevas plantaciones en la Avenida Sur
del Mapocho en la parte comprendida entre los puentes Mac-kenna (sic) y
San Antonio”.440 Esta entrega de recursos se repitió al menos hasta fines de
la década del diez, cuando el Ministerio de Obras Públicas fue reemplazado
en su rol de sostenedor por el Ministerio del Interior. Como se verá más
adelante, esto cristalizó un poder total del Ejecutivo: la Municipalidad de
Santiago, caótica y sin recursos, se quedó sin la administración del parque,
pese a que la ley de 1888 establecía lo contrario.
Ahora bien, si esto se producía por parte del Estado, hacia inicios del siglo
veinte el parque tenía ya numerosos chalets terminados y en construcción,
regenerando el tejido urbano. Las imágenes de la época y de la década del
diez nos muestran la existencia de chalets de fachada continua, en calles
como Parque Forestal (hoy Ismael Valdés Vergara) y Santo Domingo, que
precisamente miraban hacia el novel espacio público. Se trataba de las
viviendas unifamiliares que Ángel Heredia veía con novedosas “líneas
pintorescas” en un contexto de añosas casas coloniales. Hacia 1915, hay
registros fotográficos de que arquitectos destacados en el ambiente nacional,
438 Intenden cia a Ministro de In dustria , 20/3/1902, Intendencia de Santiago, vol umen 226, ma rzo de 1902.
439 El tramo entre Mira flores y Mac-Iver, omitido en aquel oficio, es actualmente el extremo poniente del Forestal. La sección entre
Ma c-Iver y Recol eta nunca fue construida: h oy es un estacionamiento subterráneo con una plaza de circulación en su superficie.
440 Ministro de Industria y Obras Públicas a Intendente, 8/3/1906, Intenden cia de Santiago, vol umen 280, ma yo 1906.
230
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
como Ricardo Larraín Bravo, construían casas unifamiliares en aquella calle
y en otras vecinas, como Santa Lucía (figs. 56 a 60). En todos estos casos, se
estaba cimentando una cierta imagen de homogeneidad por parte de los
residentes del sector. Esta imagen, por cierto, correspondía a una emergente
burguesía vinculada a los capitales obtenidos de agricultura y el enclave
minero.
Fig. 56. (izquierda) “Residencia Parque Forestal. (J. Tonkin Th., ingeniero”), c1915.
Construcción de cuatro pisos con mezcla de estilos neorrománico y neogótico, el primero
visible en los vanos del segundo y tercer piso, conformados por dos y tres ventanas con arco de
medio punto. El segundo estilo se aprecia en las ventanas del primer piso, con sus arcos
ojivales.
Fig. 57. (derecha) “Parque Forestal Nº 320 (R. Larraín B. arquitecto)”, c1915. Residencia de
tres pisos en estilo beaux-arts, con acceso lateral. El tercer piso corresponde a una mansarda
que entrega el carácter monumental que corona a la construcción. Nótese también la profusa
utilización de balaustres y guirnaldas.
Señalados los principales aspectos habitacionales y de vialidad del sector,
corresponde ahondar en uno de los temas más complejos del parque
Forestal: su gestión. Como se dijo, el Municipio, que según la ley debía
administrar esos espacios, en la práctica no lo hacía, por falta de fondos.
Este aspecto es crucial, ya que muestra los problemas del Gobierno Local
para administrar uno de sus espacios públicos más emblemáticos.
231
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 58. Calle Ismael Valdés Vergara, frente al parque Forestal, c1915.
Fig. 59. Calle Ismael Valdés Vergara, en un tramo diferente al de la imagen anterior, hacia
1920.
La relación establecida entre espacio residencial y espacio público es novedosa: a diferencia de
otros parques públicos (como el Cousiño o la Quinta Normal de Agricultura), el Forestal está
frente a las viviendas. Se comprende esta configuración como un parque-antejardín de las
residencias; la calle Ismael Valdés Vergara es casi imperceptible. Las viviendas, sin embargo,
distan de ser palacios o construcciones monumentales: se trata de edificaciones de fachada
continua que pueden ser vistas también en el plano de Aray (1915). Arquitectónicamente,
recuerdan la panorámica observada por Ángel Heredia, protagonista de Casa Grande de Luis
Orrego Luco (1907): “chalets agrupados al término de la avenida, con líneas pintorescas de
estilo americano y suizo, hasta sumirse en las hondonadas de árboles del parque”.
232
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 60. “Avenida Sur del Parque Forestal”. Santo Domingo e Ismael Valdés Vergara, frente al
Museo y el Parque Forestal, c. 1920. Esta imagen, a diferencia de las anteriores, ofrece un
conjunto de aquel sector, que muestra la existencia de estilos diversos. En primer plano, el
monumento a los bomberos y una residencia de cuatro pisos en estilo neocolonial –aún
existente- con balcón volado y alternancia de ventanas de arco de medio punto y rectangulares.
A la derecha, una vivienda de un piso, probablemente tardo-decimonónica. A su costado,
construcciones de tres y cuatro pisos, algunas en beaux-arts.
En su memoria 1904-1906, el Alcalde Eduardo Edwards –a quien ya hemos
citado- se quejó sobre este punto, incluyéndolo en la continua merma de
poder que vivía el Municipio. El edil criticó “la lenta acción Municipal”,
manifestando que “para remediar estos males […] se ha separado de sus
atribuciones parte importante para confiarla a consejos, administraciones e
inspecciones especiales”, como había ocurrido con “los terrenos del
Mapocho”.441 De todos modos, el Municipio tenía una visión similar a la de
la Intendencia respecto a los “Parques del Mapocho”. De hecho, en 1906 el
Primer Alcalde Eduardo Edwards declaró enfáticamente en su Memoria que
“aunque estos terrenos no dependen actualmente del municipio no puede
sernos indiferente la buena conservación del Parque Forestal, el ornato de
las avenidas del Mapocho y la formación de un Parque a orillas del Río que
vendría a concluir con los inmundos basurales que se han acumulado
allí”.442 Su lugar lo había ocupado la Intendencia, aunque en rigor el
441 E. Edwa rds Salas, Memoria de la Al caldía Municipal…, citada, p. 106.
442 E. Edwa rds Salas, op. Cit., pp. 88-91.
233
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Ministerio de Obras Públicas seguía teniendo jurisdicción sobre otros
terrenos no transformados.
Fig. 61. Se aprecian las subdivisiones prediales en las manzanas al sur del parque, con terrenos
de frentes angostos (cuyas fachadas se ven en las fotos anteriores), así como la ruptura de la
cuadrícula mediante cortas diagonales (I. Valdés Vergara, Monjitas y Sto. Domingo). Por otra
parte, la instalación del Museo en las tierras ganadas al río (Parque Forestal) concluye la
modificación del sector, iniciada en 1888. En este plano catastral de Alcides Aray (1915) se
advierte la monumentalidad del edificio y su vía de entrada.
Es importante destacar que la gestión del parque Forestal tuvo una
combinación entre acciones públicas y privadas, como ocurrió también con
su etapa de formación. Hasta 1903, la Municipalidad continuó a cargo de
aquel espacio público. Ese año se extendió el Forestal con la creación de una
laguna de 8 mil metros cuadrados y “con sección de bosques con espacios
para juegos atléticos”. 443 A fines de ese año, cuando el control de las riberas
pasó al poder Ejecutivo, comenzaron nuevas formas de gestión del espacio
público, la mayoría basadas en licitaciones a corporaciones privadas. Así, el
443 Boletín de Actas y Documentos de la Il ustre Municipalidad de Santiago. Tom o XVII. Del 1 de enero al 31 de julio de 1903.
Santiago, Chile: Impren ta Barcel ona, 1904, p. 405.
234
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Ministerio de Industria y Obras Públicas –previa aprobación de la Tesorería
de la República- promulgó una disposición por la cual se concedía por nueve
años al Club Náutico “a contar desde la fecha del presente decreto el uso y
goce de la laguna del Parque Forestal del Mapocho”. 444 Pero no solo podría
utilizar la laguna: la concesión también incluyó “el cerrillo y las dos avenidas
del lado norte”, aunque bajo la condición de construir un chalet-restaurant y
sus respectivos jardines, así como de no realizar obras que entorpecieran las
cañerías de agua potable (figs. 62 y 63).445
Esta licitación significó el desarrollo de novedosas prácticas recreativas en la
ciudad. La laguna fue inaugurada en junio de 1904, en lo que pocos años
antes eran tierras del río Mapocho, con 350 metros de largo entre José
Miguel de la Barra y Purísima. Su estreno, a cargo del referido Club Náutico,
fue anunciado pomposamente por diarios, revistas y periódicos. Es decir, se
desplegó una oferta cultural mediante novedosos diarios con fotografías
urbanas, que destacaban lo moderno y cosmopolita de la situación. Y para
hacer más interesante el acto, se prepararon dos números: el estreno del
buquecito Esmeralda y unas regatas organizadas por el Club. Como se verá a
continuación, este último acontecimiento puede ser útil para comprender el
nuevo panorama existente en la banda sur.
Según el magazine Sucesos, “como siempre, el pueblo acudió en masa,
alborotado, inquieto, bullicioso, poseído de esa curiosidad bullidora y
zumbona de las multitudes. Rodeó la laguna y esperó formando una muralla
de un espesor de cinco o seis cuerpos”. La espera demoró dos horas para una
masa que llenó “los alrededores de la laguna, es decir, las avenidas del
Parque próximas a aquella, [que] se vieron repletas de público que no ocultó
su contento, manifestado en frenéticos aplausos durante las dos ceremonias
dichas”. Finalmente, el vaporcito Esmeralda, repleto de gallardetes y
adornado en toda su extensión, fue lanzado a la laguna. Pero algo ocurrió y
la gente se impacientó: la quilla se había atascado en el barro de la laguna.
Ni el barco había funcionado, ni la laguna tenía las características
apropiadas. Y allí quedó el vaporcito, resoplando sin poder navegar por el
parque público. Los espectadores entonces comenzaron a silbar, gritar y
protestar frente al fallido espectáculo. Sin embargo, nada ocurrió. “Como
siempre” –señaló la nota- “el pueblo se consoló a poco y rió de la aventura”.
444 Disposición N° 2.891, 30/12/1903, en Boletín del Ministerio de Industria y Obras Públicas, correspondiente a l os meses de
Octubre, N oviembre y Diciembre de 1903, Añ o II-Núm 4. Santiago, Chile: Impr. Ba rcelona, 1904.
445 Idem.
235
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Y rió llamando a los „capitanes de navío‟ como navegantes de países sin mar:
suizos y bolivianos (figs. 64 a 69). 446
Fig. 62. La laguna y uno de sus puentes, hacia 1910. Se aprecia el carácter bucólico de la
intervención paisajística, mediante el pequeño puente, el sauce y los restantes árboles que
entregan sombra y crear una auténtica barrera visual en aquella parte del parque Forestal.
Fig. 63. Laguna del parque Forestal hacia el oriente, c. 1910. Se advierte el enorme espacio de
la laguna (8 mil metros cuadrados), los botes, una arborización dedicada y las construcciones
en fachada continua de calle parque Forestal (Ismael Valdés Vergara).
446 “En la laguna del Parque Forestal ”, Sucesos, 10/6/1904.
236
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Figs. 64 a 69. Regatas en la laguna del parque Forestal, 1904.
Se aprecia buena parte de la extensión de la laguna, así como el pequeño tamaño de las
embarcaciones, como el buquecito “Esmeralda”, en las dos fotos superiores. Nótese el cerro
San Cristóbal como „telón de fondo‟ del paisaje. En cuanto a los espectadores, se ven los niños
con trajes de marinero y personas de alta sociedad que constituían una parte del público,
mayoritariamente sentadas. La otra parte del público se aprecia de pie, y por sus vestimentas
puede apreciarse en este un perfil más bien mesocrático y popular. Adviértase también el perfil
aristocrático de los integrantes del Club Náutico, así como otra perspectiva del numeroso
público congregado en el parque, con las residencias de dos y tres pisos detrás de ellos.
237
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Este acontecimiento, y otros que se estudiarán más adelante, sirven para
refutar una idea del parque Forestal como de uso exclusivo de la clase
dirigente; o en otras palabras, como de uso excluyente por parte de la
emergente burguesía amante del refinamiento, la ostentación del lujo, el
ocio y la naturaleza. Es cierto que esa aristocracia tenía un “modo de ser”
donde la valorización del ocio conducía a la exclusión social: disponer de
tiempo libre y no necesario de dedicar al trabajo era, en la mentalidad de la
época, prueba de su predestinación hacia algo superior. 447 Sin embargo, en
ese evento –y otros posteriores- los sectores populares también ocuparon
ese espacio público, fuese convocado por celebraciones, por paseo o por
otras prácticas. Aquel día, la ribera sur del río Mapocho sirvió de soporte
para el uso de un diseño paisajístico, para el consumo de incipientes
espectáculos masificados y para, en definitiva, una suerte de transición entre
el espacio público antiguo y moderno. En 1906, en tanto, el magazine ZigZag informó de fiestas de corsos de flores, donde victorias y algún vis-a-vis
adornados profusamente, llevaban a miembros de familias aristocráticas. En
aquella ocasión, más de seis mil personas ocuparon las avenidas
circundantes al parque y los propios jardines de éste, para manifestarse
mientras pasaban los carros. 448 En rigor, la ocupación de ese espacio por
parte de los sectores medios y populares, refuerza la hipótesis de una
emergente condición de centralidad para las riberas del Mapocho. Y si
viéramos el problema desde otra perspectiva, esto es, desde aquel magazine
que narra la ciudad, puede señalarse –siguiendo a Julio Ramos- que la
retórica del paseo logra ordenar, para el sujeto, el caos de la urbe,
“estableciendo
articulaciones,
junturas,
puentes,
entre
espacios
(y
acontecimientos) desordenados”, provocando una reinvención del espacio
público.449
447 Ba rros, L., Vergara , X. (2007). El modo de ser aristocrático. El caso de la ol igarquía chilena hacia 1900. Santiago, Chile: A riadna,
pp. 42- 44. Véase también , Vicuña, M. (1996). El Pa ris americano. La oliga rquía chilena como a ctor urbano en el sigl o XIX. Santiago,
Chile: Universida d Finis Terrae.
448 “Los corsos de fl ores del domingo”, Zig -Zag nº 94, 9/12/1906.
449 Ramos, J. (1989) . Desencuentros de la modernida d en América La tina: literatura y política en el sigl o XIX. México D.F.: Fon do de
Cul tura Económica, p. 124 -131. Én fasis en el original.
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DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 70. “Señoritas Sylvia y Eliana Salas Edwards, Marquesitas de la época Luis XV. Gran
premio infantil”, 1906. La presencia de niños y niñas en este tipo de eventos resulta novedosa;
más aún tratándose de fiestas masivas. Se trata de una suerte de „predestinación‟ hacia el
dominio social y estético, presente también en la „belle epoque‟ de ciudades como Río de
Janeiro.
El día previo a la celebración de la independencia de Chile, el 17 de
septiembre de 1904, mismo día en que se inauguraba el monumento a Montt
y Varas en el frontis del Palacio de Tribunales (es decir, una jornada en que
se infundía nacionalismo a una gran cantidad de niños de escuelas públicas),
se estrenaba en la Laguna del Forestal, ante numeroso público, la “Montaña
Japonesa”. Inspirado su nombre y sus botes en la guerra ruso-japonesa
cubierta diariamente por la prensa, consistía en un sistema de rieles que
realizaba algunas curvas. Los botes de la Montaña Japonesa, bautizados en
honor a los militares de aquel conflicto como Almirante Togo, Almirante
Makaroff y Almirante Kaminura, fueron publicitados diariamente en los
diarios capitalinos. Y aunque de nuevo el sistema no funcionó, la prensa
aludió al numeroso público congregado para ver el espectáculo de regatas a
las orillas del Mapocho. 450 Si en el caso del monumento a Montt-Varas y
mediante una clásica escultura figurativa, se estaba aludiendo a valores
450 El Mercurio, 17 al 19 de septiembre de 1904; El Dia rio Popular, 19/9/1904.
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EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
republicanos y conservadores en el viejo centro cívico, el espectáculo
deportivo en un espacio público concesionado a orillas de un extenso río
convertido en canal –es decir, artificializado- lleva a pensar en una idea de
ciudad mucho más cercana a la modernización vivida en el siglo veinte.451 De
esta manera, la mirada al Forestal solventa la idea de pensar los terrenos del
borde sur del Mapocho como lugar donde en este período coexistieron una
serie de artefactos urbanos de disímil carácter: monumentos, museos,
estaciones ferroviarias y prácticas masivas como las regatas o los circos
populares.
Las referencias al Club Náutico y a los usos de la laguna se pierden en los
años siguientes, y sólo quedan los testimonios gráficos de algunas
embarcaciones. Recién hacia el final de nuestro período de estudio hay
Fig. 71. “Globo aerostático de las señoritas
Fernández Jara”, 1906. Adviértase que el
globo tiene la leyenda “Caridad”, uno de
los principios de la elite santiaguina,
movida por el catolicismo. Al respecto, los
espectadores de estos corsos podían
alcanzar las seis mil personas, muchas de
sectores populares.
referencias que muestran cómo la laguna ha quedado con sus aguas
estancadas y olvidadas. En 1918, el Intendente señaló al poder Ejecutivo que
para “embellecer e higienizar” el Parque Forestal, era indispensable concluir
las instalaciones de cañerías de agua potable para el riego de los jardines,
cementando de paso el piso de la laguna. “Sin lo primero” –declaró el
Intendente- “es imposible tener bonitos jardines, y sin lo segundo no se
puede evitar el fango que se forma en la laguna y los malos olores que por su
fermentación se producen en las épocas de calor”. 452
Además de la laguna, la gestión del parque presenta aspectos novedosos
poco después del centenario, siempre en consonancia con una fuerte
participación privada en el tema. Fue el caso de la Comisión de
Supervigilancia (o Vigilancia) del parque Forestal. En 1913, específicamente,
dicha Comisión envió en un solo día no una, sino tres notas al Intendente.
Cada una –firmada por Luis Larraín- nos muestra diversos aspectos en la
gestión del espacio. En la primera, reclamó por “la forma irregular en que se
está haciendo el servicio de alumbrado eléctrico de dicho paseo público,
desde hace algunos días atrás”. No se trataba de cortes de energía, sino que
los focos daban una luz dorada, de débil calidad frente a la iluminación
blanca, cuestión que nos manifiesta el carácter primado del Forestal,
considerando que la electricidad estaba recién extendiéndose por la
451 Sobre la entrega al público del mon umento a Mon tt y Va ras, véa se Castill o, S. (2006). “Bronce, imagen y palabra : en torno al
monumento a Mon tt y Vara s (Santiago de Chile, c. 1897 -1907)”, en Anua rio de Postgrado 2006. Santiago, Chile: U. de Chile, Escuela
de Postgrado de la Fa cultad de Fil osofía y Humanida des.
452 Intendente de Santiago a Ministro de Industria y Obras Públicas, 28/5/1918, Intendencia de Santiago, volumen 473, junio 1918.
240
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
ciudad.453 En la segunda nota al alto funcionario, Larraín manifestó que
Carlos Silva Infante y Juan Irarrázaval habían “puesto en conocimiento de
esta Comisión de Supervigilancia que han dado comienzo a los trabajos de
construcción del Pabellón de patinaje en hielo en los terrenos de la terraza
del Parque Forestal, concedidos por el Supremo Gobierno con dicho
objeto”.454 Al igual que en el revisado caso de la laguna, casi una década
antes, los privados eran los encargados de poner en marcha zonas de
recreación de gran tamaño (tres mil metros cuadrados de terreno en la
terraza frente al Museo), lo que evidencia una continuidad en la gestión del
parque. Por último, la tercera carta dirigida a la Intendencia trató sobre el
acceso y disfrute del Forestal y las restricciones que sobre ello debían existir.
La Comisión declaró que era “numeroso público el que acude en las tardes,
especialmente los días festivos, al Parque Forestal”. Por ello, pedía
urgentemente “aumentar la vigilancia que sobre él ejerce la policía de
seguridad, a efectos de evitar los robos de plantas y flores y deterioro de los
árboles y prados de pasto”. A juicio de Luis Larraín y otros integrantes de
aquella comisión, “el servicio de dicho paseo, desde el Palacio de Bellas Artes
hasta la Plaza Pirque, está encomendado a un solo guardián. US
comprenderá que esa vigilancia para cinco cuadras, largo del paseo, es
nula”.455
Considerando este tipo de notas de la Comisión de Supervigilancia, es
necesario preguntarse qué rol cumplía en la gestión del parque. Un ejemplo
útil es la nombrada concesión de terrenos en el Forestal hecha por el
Ministerio de Obras Públicas a Carlos Lira y Juan Irarrázaval en abril de
1913. Ambos aspiraban a tres mil metros cuadrados de terreno en la terraza,
para la construcción de un Teatro de Patinaje sobre hielo. En la ocasión, y
por solicitud del propio Ministerio, la Comisión de Supervigilancia elevó el
informe previo a la decisión estatal. En otras palabras, suplió la tarea que
debía hacer la Dirección General de Obras Públicas. Este suceso motivó que
en octubre de 1914 –luego de finalizada la concesión, por motivos
económicos- fuesen varios empresarios los que pidieron instalar allí
“canchas de Lawn-Tennis” y aparatos gimnásticos, para lo cual pidieron un
informe de la Comisión de Supervigilancia.456 Esta última -con un poder
inexistente en otros barrios de la ciudad- no dio lugar a la petición,
453 Luis Larraín, Presiden te de la Comisión de Supervigilancia del Parque Forestal , a Intendente, 6/10/1913, Inten dencia de
Santiago, vol . 400, octubre 1913 (a).
454 Id., a Intendente, 6/10/1913: Intendencia de Santiago, vol . 400, octubre 1913 (b).
455 Id., a Intendente, 6/10/1913: Intendencia de Santiago, vol . 400, octubre 1913 (c) .
456 Florencio Vicuña a Ministerio de In dustria y Obras Públicas, 23/10/1914, Intendencia de Santiago, vol . 410, diciembre 1914.
241
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
sugiriendo su instalación en los terrenos de la avenida Norte del Mapocho.
En cambio, la misma asociación privada sugirió, “cuanto antes posible, la
ejecución de un Kiosko para bandas de música y arreglar convenientemente
el terreno vecino, convirtiéndolo en jardines y prados”. Iniciando la lista de
los firmantes estaba Paulino Alfonso, el mismo que desde el Congreso
impulsó decididamente la creación del Forestal durante la década de
1890.457
Ahora bien, junto con comprobar esta incisiva participación privada en la
gestión del parque público, conviene insistir en uno de los temas presentes
en las preocupaciones de la Comisión de Vigilancia del parque Forestal: la
representación del mismo como espacio conflictivo y no necesariamente
armónico. Esta imagen poco feliz –y poco conocida-, se advierte además de
la nota de la Comisión solicitando mayor vigilancia, en otras fuentes de la
época, como oficios de policía y notas de prensa. Los documentos nos
refieren acerca de prácticas sociales que distaban del ideal ordenado y de
recreación buscados por las autoridades. Tres parecen haber sido las
principales dificultades que tuvo el gobierno urbano para que la sociedad
santiaguina utilizara esta parte de la ribera sur según sus intenciones: el
robo y maltrato al mobiliario urbano, los actos sexuales públicos y el uso de
vehículos de tracción humana y animal en sectores peatonales. Por cierto,
todos estos aspectos se vinculan a un aspecto novedoso: la vigilancia del
espacio público en tanto „área verde‟ para peatones.
Un caso temprano ocurrió en 1901. Ese año se iniciaron las plantaciones en
el parque Forestal, complementarias –y de mayor tamaño- a las
plantaciones de plátanos orientales realizadas desde 1895 en el borde-río, la
avenida sur del Mapocho. Inmediatamente, la prensa publicitó el encargo de
“algunos vecinos”, para manifestar al Intendente y al Alcalde “la
conveniencia de cerrar, desde luego, los terrenos que han sido destinados
para jardines, por cuanto estando abiertos, constituyen un peligro público,
por los rateros que en esos lugares se estacionan durante la noche y por las
inmundicias que en el día se arrojan”. 458 Ocho años después, el Prefecto de
457 Y que recordemos, tenía una vivien da frente al parque. La n ota señaló además que “Pa ra realiza r esta obra cuenta ya la Comisi ón
con los planos y presupuestos del caso que serán confeccionados gratuitamente por un distinguido arquitecto de Santiago y con el
ofrecimiento de numerosos vecinos, quienes contribuirán con el dinero necesa rio para hacer las construcciones y a rreglos que fueren
menester”. Comisión de Vigilancia del Pa rque Forestal a In tenden te, 12/12/1914, Inten den cia de Santiago, vol. 410, diciembre 19 14.
Finalmente, las canchas de tenis fueron comenza das a construir en la ribera norte, un año después. Véase el capítul o tercero.
458 “Parque Forestal ”, El Porvenir, 17/8/1901. El én fasis es nuestro.
242
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Policía transcribió un informe del comisario de la 1° Sección, donde éste
indicaba que “el Parque Forestal permanece completamente a oscuras todas
las noches, haciéndose imposible la vigilancia para evitar el robo de plantas
y los actos inmorales que se cometen protegidos por la oscuridad, en los
numerosos grupos de árboles que existen en el paseo”. 459 El propio
Guillermo Renner, principal asesor de Dubois en el diseño del parque
Forestal, se lamentaba hacia 1915 de los hábitos de los santiaguinos en ese
parque y otras plazas, indicando que “no se puede ver el resultado de ningún
arbolito nuevo […] porque con seguridad apenas ha empezado a florecer,
alguien llega en la noche y corta las ramas enteras, sin cuidarse ni siquiera
de hacerlo con un buen cortaplumas. Las tronchan como si les tuvieran
odio”.460
Hacia 1915, en tanto, hay registros de la incompatibilidad vivida en el parque
Forestal entre la presencia de tráfico vehicular y uso peatonal. El comisario
expresó entonces respecto a la utilización del parque durante el día:
“En cuanto al tránsito de vehículos y jinetes por las avenidas
nombradas [Parque Forestal] asegurar a US que se ha evitado en
mucha parte, no pudiéndose impedir en absoluto, porque los
jinetes y [ilegible] se burlan de los guardianes en seguridad de que
no serán impedidos por andar estos de a pié. Igual cosa ocurre con
los ciclistas, quienes insisten en atravesar por las avenidas
inmediatas a los jardines que es por donde transita la gente de a pié
y juegan los niños que acuden al paseo, y se niegan a tomar la
avenida que está más cerca del muro, que es la que se ha destinado
para ello. Hasta hoy le ha sido imposible al infrascrito conseguir
algunos palos para tapar las avenidas, pues así se evitaría en
absoluto lo que se desea...”461
459 Prefectura de Policía de Santiago al Intendente de la Provincia , 10/08/1909. Intenden cia de Santiago, volumen 331, Agosto 190 9.
460 Reproducido en P. Gross y A. de Ramón, Santiago en el pe ríodo 1891-1918, cita do, p. 131.
461 Comisa rio a Prefecto de Policía, 12/11/1915, Intenden cia de Santiago, vol . 429, n oviembre 1915. Problemas simila res ocurrían en
el pa rque Cousiño: en 1913, el regidor municipal Adrián pidió que no circularan automóviles p or la elipse del parque, ya que siempre
hay “juga dores de foot-ball y otros, habiendo ocurrido hace poco una desgra cia en la persona de un ciclista que fue atropellado…”.
12ª sesión ordinaria, 27/5/1913, Cabil do y Municipalidad de Santiago vol umen 442 (Act as) , 1911-12, fj. 524. Sobre el tema, véase la
tesis en arquitectura y estudios urbanos de Errázuriz, T. (2010) . Tráfico y motorización. Los inicios de una nueva cotidianei da d en la
ex perien cia del viaje urban o (Santiago de Chile, 1900-1931). Santiago, Chile: FADEU-PUC.
243
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 72. Niño en triciclo en el parque Forestal, c1915, vista desde el norte del parque. Se
advierte un edificio privado al centro de la imagen, ubicado en calles Ismael Valdés Vergara y
Mac-Iver. El Museo, tapado por los árboles, está a la izquierda del paseante. Para la Policía, los
ciclistas eran un problema constante, por los riesgos de atropello para peatones y niños como
el de la fotografía.
Para entonces, el Forestal estaba consolidado tanto en su diseño como en la
diversidad de usos que en éste se producían. Pero si esto ocurría en la parte
más central de la banda sur del Mapocho, ¿qué pasaba con la parte más
poniente de esa ribera, más allá de la estación ferroviaria? Los registros del
sector se centran en el parque Centenario; materiales que no son
abundantes, pero que otorgan ideas generales sobre su conformación física.
Este espacio público fue ideado por el intendente Pablo Urzúa a mediados de
1910, pero sus planos correspondieron al Inspector General de Arquitectura,
Carlos Carvajal. En rigor, el Centenario fue entendido como una
continuación del parque Forestal, pero su calidad fue claramente más
modesta. En primer lugar, en tamaño: ocupó tres cuadras –entre Riquelme y
Brasil- a diferencia de las siete del parque de Dubois. La referencia a este
último es útil como segundo ejemplo para comprender las diferencias entre
ambos parques públicos: no hay registros de un diseño paisajístico integral
para el Centenario; y, a diferencia de lo que había ocurrido con el Forestal, el
244
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
parque Centenario nunca tuvo una costanera de árboles, como los plátanos
orientales del primero y que eran entendidos como „pulmones verdes‟ desde
finales del siglo diecinueve. Más cercano a la Cárcel Pública que al Santa
Lucía –a diferencia del Forestal-, el Centenario tenía una centralidad aún
más precaria que la existente en el extremo urbano oriente del Mapocho.
Debe recordarse que la avenida Brasil sólo fue inaugurada en 1906,
comunicando a Delicias con el río.
Por otra parte, durante años, los terrenos del Centenario fueron parte de los
basurales del Mapocho, y al momento de su estreno, limitaba al poniente
con éstos. Un primer aspecto a considerar es que desde hacía décadas el
mineral de la Disputada de Las Condes arrojaba permanentemente sus
relaves al río. Ya en el perímetro urbano, la degradación aumentaba con los
desechos lanzados por los molinos emplazados a las orillas o en las cercanías
del Mapocho. No obstante, la principal fuente de contaminación de sus
aguas eran las basuras dejadas en las riberas (en especial la sur), o
arrastradas por las acequias hasta ese lugar. Los registros de principios del
siglo veinte muestran cómo tal situación había llevado a que gran parte de
los bordes urbanos estuvieran en esa condición. El parque Forestal, por
ejemplo, era antes de su creación el receptáculo de deshechos humanos y
animales muertos. La gravedad del asunto llegó a tal nivel que en 1898, el
médico e industrial Federico Gabler publicó un artículo dedicado al tema de
las basuras y su ubicación en la ciudad, donde expresó:
“Los botaderos se encuentran situados no en la vecindad de la
población sino dentro de ella misma. El botadero más amplio está
a la orilla del Mapocho, en la ribera sur y en la parte comprendida
entre las calles Manuel Rodríguez y la calle Cueto y aún más abajo
hasta el puente del ferrocarril a Valparaíso. Allí se botan las basuras
de la ciudad situada al lado norte de la Alameda. […] Las calles de
acceso al botadero del río están en extensión de una a dos cuadras
antes de llegar a éste cubiertas de basuras”. 462
El mismo Gabler entregó detallados cuadros sobre el número de viajes y
carros de recolección de basuras por comisarías. Los barrios al norte del
Mapocho mostraron un número mucho mayor de viajes y carros,
posiblemente por la opción de deshacerse rápidamente de estos lanzándolos
462
Gabler, F. (1898). “San eamiento de Santiago. El alejamien to y la destrucción de las basuras”, Revista chilena de
higiene, tomo IV, Santiago, Chile, énfasis nuestro.
245
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
al río. La muestra, dividida por comisarías, muestra que diariamente sólo en
una parte de los barrios ubicados al sur del Mapocho se recogían casi 600
kilos, número que no consideraba los recolectores informales ni los desechos
de la Chimba:
Comisarías
Carretones
Grandes
Viajes por día
Chicos
Grandes
Chicos
Volumen
Grandes
Total
Chicos
1
4
36
16
144
40.81
219.88
260.70
2
3
27
6
54
15.30
82.43
97.70
3
7
24
14
48
35.71
73.29
109.20
5
2
20
4
40
10.20
61.08
71.20
6
Totales
0
18
0
36
0
5497
54.97
16
125
40
322
0
0
593.77
Cuadro 1. Número de carretones basureros que poseía la ciudad en 1898 y número de viajes
que hacían por día. El volumen está expresado en kgs.
Como indicaba Gabler, los alrededores de los botaderos de la banda sur
tenían también relación con los desechos. Hacia 1897, la importante calle
San Pablo –antiguo camino de Valparaíso- albergaba almacenes municipales
y corrales para los carretones del servicio de basuras en mal estado. Para
estos últimos, se creó en la esquina con la calle del Colegio (Almirante
Barroso) “un taller instalado en el edificio del antiguo mercado de San Pablo
para lo cual ha sido convenientemente separado del Almacén Municipal y
del Depósito de Carretones ahí existentes”.463 Además, en calle Mapocho
esquina Manuel Rodríguez estaba el depósito de carretones del Gobierno
Local, que significaba abundante presencia de fecas equinas. Cabe recordar
que al menos desde 1840 era notoria que las urbanizaciones del sector
tenían alta pobreza material: es lo que Domingo Faustino Sarmiento señaló
en 1842 respecto a la villita de Yungay, que poseía “por el camino de
Valparaíso (calle San Pablo) que pasa por su costado norte, un guangualí
inmediato que vendrá a ser como su arrabal”. 464 La figura 73 resulta útil para
conocer la ubicación de los llamados Hornos Crematorios antes de la
creación del parque Centenario, los que en realidad no eran más que el gran
basural de la ribera sur. El plano mostrado acompañó una solicitud para
colocar un desvío de la línea férrea, arrancando desde la estación del
463 “Memoria presentada a la Ilustre Municipalidad por el sr. Al calde don N icanor Moreno”, citada, p. 1111. El Mercado de San Pablo
fun cion ó desde 1873 hasta 1897 en la misma esquina.
464 Citado por A. de Ramón, Santiago de Chile (1541 -1991), op. cit., p. 144.
246
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Mercado hacia el poniente e introduciéndose al sitio edificado de la empresa
Saavedra, Bernard y Compañía, entre las calles de Mapocho, Colegio (hoy
Almirante Barroso), Riquelme y el río.465
Fig. 73. Plano que acompaña una solicitud de Saavedra, Benard y Cía. al Intendente, 9/3/1903.
Se aprecia la vecindad del basural con la estación del Mercado y la Empresa de Tracción
Eléctrica, así como con parte del extremo norte del populoso barrio Yungay.
No está de más señalar que los debates sobre la higiene y los basurales
ribereños se produjeron especialmente en el Municipio. En 1907, los
regidores discutieron sobre el problema a propósito de las medidas para
impedir la propagación de la peste bubónica en Santiago. El Intendente,
presente en la sesión, señaló “que aun cuando solamente se habían
presentado casos aislados de la enfermedad”, el Gobierno había nombrado
una comisión compuesta del Alcalde, del Presidente del Consejo Superior de
Higiene Pública y del Intendente de la Provincia “para que tomara a su cargo
la dirección de todas las medidas encaminadas a evitar el desarrollo del
mal”. Uno de los regidores, de apellido Vera, propuso dos medidas: la
primera “que se ordene al guarda tomas que deje correr por las acequias
todo el caudal de aguas de que se puede disponer y que contengan los
cauces, de modo que no haya ninguna acequia sin agua; y la segunda, que se
ordene al Prefecto de la Policía de Aseo que no se continúen arrojando
basuras en medio de centros poblados de la ciudad, sino que se lleven fuera
de la población, cueste lo que cueste. Denuncia como actuales botaderos de
465 Saavedra, Benard y Cía. al Intendente, 9/3/1903. Inten den cia de Sant iago vol. 233, 1903.
247
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
basuras que deben suprimirse los de la calle Antofagasta y Exposición, Río
Mapocho y Avenida Beaucheff”.466
Poco antes, en 1905, dos notas de las principales revistas de Valparaíso y
Santiago, Sucesos y Zig-Zag, ofrecieron vistas sobre el tema. Esto lleva a
plantear cuánta centralidad habían adquirido los potreros de desechos,
convertidos gracias a la representación visual en „vistas urbanas‟ que
sintetizaban todo lo que la ciudad no debía ser. La primera muestra el
margen sur del torrente, con los “inmensos basurales depositados cerca de la
Estación de Yungay a donde acuden millares de personas en busca de trapos
viejos”.467 Zig-Zag, en tanto, refería que “con el nombre pomposo y
embustero de Hornos Crematorios se designa el punto donde se arrojan los
desperdicios y basuras de Santiago”. Agregó que el basural tenía entre 3 y 4
cuadras de largo por una y media de ancho, con un espesor no inferior a tres
metros. Indicó finalmente –apelando a un ideal de ciudad con calles anchas
y salubres- que la urbanización aledaña al basural “tiene un aspecto
descuidado, miserable, que hace de él uno de los peores arrabales de la
capital. Sus callejas torcidas […] llenas de rincones y recovecos son más
desaseadas, mil veces más desaseadas que los más distantes villorrios
campesinos”.468
Las fotografías nos muestran, a metros de la estación del Mercado, la
existencia de todo tipo de residuos, donde mujeres y hombres buscaban
alimentos o utensilios útiles para el consumo y la venta, como cartón, huesos
y vidrios. Junto con ellos, cerdos, burros y perros ayudaban a formar un
escenario carente de toda higiene. Esto también era entendido por la elite
como un atentado contra la estética del río y la ciudad, especialmente
considerando que era por allí que llegaban los extranjeros provenientes de
Valparaíso y la Argentina.469. Más sugerente aún es que estas fotografías
defenestren esa imagen de ciudad a partir del nuevo medio de prensa: el
magazine. Sucesos, nacida en 1902, y Zig-Zag, de 1905, corresponden a ese
género, considerado como un periódico ilustrado integrado por numerosas
466
Sesión 7ª extraordina ria, 21/1/1907 , en Boletín de Actas y Documentos de la Municipalidad de Santiago. Tomo
vigésimo primero. Del 1° de enero al 31 de diciembre de 1907. Santiago, Chile: Impr. Barcel ona, 1909, p. 49. “El sr. Parragu é
denun cia otro [basural] en el barrio del Ma tadero, detrás de la Fábrica de Vidrios, y que podría establecerse mejor cerca del Zanjón
de la Agua da, a inmediaciones de la calle Santa Rosa, donde hay grandes hoyos y zanjas que llenar”. (Idem).
467
“En las riberas del Mapocho”,
468
G.H.L., “Suburbios”, Zig-Zag, nº 23, junio de 1905, s/p. Énfasis nuestro.
469 Antigua idea, como se vio en el capítul o primero.
248
Sucesos, n° 155, 10/8/1905, p.35
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Figs. 74 y 75. Hornos crematorios y basural en la ribera sur del Mapocho, 1905.
249
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
secciones, donde se mezclan desde crónicas urbanas hasta notas de vida
social. Para los fines que aquí competen, esa relación entre ciudad y
magazine permite visualizar la entrada de nuevas representaciones sobre el
Mapocho, divulgadas por la empresa editorial moderna en los albores de la
cultura de masas.470
En 1909, ante una epidemia de viruela, las autoridades prohibieron a esos
recolectores ejercer su insalubre oficio por temor a extender la peste. Una
nota escrita al Intendente evidencia que, en realidad, los recolectores de la
ribera sur eran en su mayoría mujeres. Éstas, desesperadas ante la
proscripción, expusieron sus argumentos, que transcribimos aquí in extenso
debido a lo infrecuente de documentos firmados por sujetos populares:
“se nos prohíbe ejercer un negocio que hasta hace poco nos daba para
vivir, aunque modesta, holgadamente; pues teníamos lo suficiente
para ayudar a nuestros maridos, las que lo tenemos, para la
alimentación diaria de nuestras familias; y las viudas para no solicitar
la caridad pública. Nos referimos, señor, al trabajo que ejecutábamos
recogiendo de los desperdicios que los carretones de la policía de
aseo arrojan en la ribera sur del Mapocho ala poniente del „Manuel
Rodríguez‟, los objetos que en el comercio o fábricas tienen algún
valor apreciable en dinero como son: cartones, vidrios, huesos, latas,
etc. Se ha creído que este trabajo era un medio de desarrollo en
nuestra familia y barrio de la viruela y no se ha pensado, Señor
Intendente, que para evitar un mal, que tal vez nada tiene que ver con
nuestro trabajo, se nos condena a muchos a mayor hambre, y de ahí a
la tuberculosis y a la mortalidad infantil, que como V.S. sabe proviene
en su mayoría de la falta de alimentación. Por otra parte; no se ha
pensado que los verdaderos focos de infección son ahora nuestras
viviendas, donde se obliga a los propietarios de aseo a leñarlos en
corrales vecinos a nuestras habitaciones. Nos asiste que V.S. teniendo
en consideración nuestra miseria y que sin abandonar nuestra familia
y sin un pequeño capital, no podamos trabajar en otras faenas, nos ha
de permitir seguir el trabajo en que honradamente nos ganábamos la
vida [...]
470 Pa ra este tema –vin culado al auge de la industria cultural - véase el libro de C. Ossandón y E. Santa Cruz, El estallido de las
forma s. Chile en los albores de la „cultura de ma sas‟, citado, capítulo 1 y especialmente cap. 2. Véase también Correa, S. y otros.
(2001). Historia del siglo XX chileno. Santiago, Chile: Sudameri cana, p 76.
250
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Nos comprometemos también que en nuestro trabajo no nos
acompañará ningún miembro de nuestra familia que sea pequeño,
cancelándonos V.S por medio de la policía el permiso, si faltáramos a
esta obligación; y obligándonos también a vacunarnos y á hacer que
se vacune cada familia, no concediéndose el permiso sin este
resguardo preventivo”. 471
La Intendencia reenvió la solicitud al organismo pertinente, el Consejo
Superior de Higiene Pública, para que resolviera el tema. La respuesta fue
negativa, ya que “el trabajo de remover estos desperdicios para poder extraer
los objetos buscados, expone a la que practica esta operación así como a la
familia de ella a toda clase de infecciones. Es deber de la autoridad proteger
estas personas cuya ignorancia las lleva a ser víctimas de las enfermedades
epidémicas, y que contribuyen también a mantener el mal estado sanitario
de la población”.472 Sin duda, la construcción de un discurso reivindicatorio
del oficio de recolectora es un aspecto importante (“sin abandonar nuestra
familia […] honradamente nos ganábamos la vida”), pero no se pretende
aquí subrayar una historia social de los trabajadores mapochinos. Más
pertinente a los objetos de esta sección –las nuevas representaciones sobre
el río, y cómo se van construyendo esa relación entre naturaleza y ciudad- es
atender a los aspectos materiales de aquella contaminación del lecho del
torrente: “cartones, vidrios, huesos, latas, etc.”. La referencia a que no se
usarán más niños en las labores nos habla a su vez de que éstos seguramente
eran habituales jornaleros y parte del paisaje urbano del Mapocho, al igual
que los areneros. Por último, y quizás lo más importante: la referencia a que
“los verdaderos focos de infección son ahora nuestras viviendas”, un autoreconocimiento de la marginalidad social y de que la comprensión de lo
público se hace permanentemente en alusión a lo privado.
Hacia 1915 el enorme basural tenía más de tres metros de altura, de Brasil al
poniente. Entendido así como modesto aporte a la regeneración de la ribera
sur, el parque Centenario, inaugurado en junio de 1911, tuvo en su entrega al
público una masiva presencia de estudiantes de la Sociedad de Instrucción
Primaria. Esta institución no estatal desarrolló la actividad de plantación de
árboles del parque; de esta manera, la filiación del parque Centenario estuvo
471 Elisa Valdivia , Facunda Nava rro, Amalia Ramírez, Ma rgarita Ma rtínez, Edel mira Escobel y Cl orin da Flores, “Lidero que les
con ceda el permiso que indican, como gracia, en la forma que señalan”, sin fecha, en Inten den cia de Santiago, vol umen 330 , julio
1909.
472 Consejo Superior de Higiene Pública de Santiago a Intendente, 19/07/1909, Inten dencia de Santiago, volumen 330, julio 1909.
251
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
más bien con valores pedagógicos –a la usanza de las „fiestas del árbol‟- que
a la remodelación del barrio contiguo, como había sucedido con el parque
Forestal (fig. 76).473
Pese a la presencia del nuevo parque, el basural aledaño se mantuvo. Y al
igual que los ingenieros militares españoles del siglo XVIII, la existencia de
marginales y basurales en la ribera sur del Mapocho y su efecto tanto en la
estética urbana como en la opinión de los extranjeros, molestó
profundamente a los técnicos y burócratas estatales: como se dijo, se trataba
nada menos que de la entrada a Santiago, esto es, la imagen de la ciudad. En
1912, ya inaugurado el Centenario, una institución aparentemente menos
conectada a la higiene y ornamentación urbana, como la Dirección de
Ferrocarriles, solicitó a la Intendencia ocuparse de un viejo anhelo. Según
expresión del Prefecto de Aseo, aquella petición se refería al “feo aspecto que
presenta el trayecto del Ferrocarril entre las Estaciones de Yungay y
Mapocho, debido a la gran acumulación de basuras que desde tiempo atrás
Fig. 76. Varios aspectos de la
inauguración del parque Centenario, en
junio de 1911. Nótese especialmente la
participación de niñas y niños. Ellas, de
la Escuela Francisco Arriarán de la
Sociedad de Instrucción Primaria;
ellos, con trajes marciales, dispuestos a
cavar hoyos para plantar árboles. El
acto presentó varias similitudes con las
llamadas „fiestas del árbol‟ realizadas
en aquellos años.
ha venido haciéndose a inmediaciones de la línea férrea”. El funcionario
enfatizó en “la mala impresión que reciben los pasajeros, sobre todo los
extranjeros”, y sugirió que los desperdicios fueran instalados más cerca del
Mapocho y más distanciados de la línea de cierre de la calle. El Prefecto
explicó entonces que su insistencia en que los basurales permanecieran en el
borde-río no era “desidia”, sino que era muy difícil trasladar los residuos a
las afueras de Santiago, debido a la escasez de carretones y al cansancio de
las mulas. La solución pasaba entonces por el traslado de la basura en
convoyes ferroviarios, hacia lugares sin población que el funcionario no
detalló.474 La Intendencia, a su vez, respondió al Director de Ferrocarriles
coincidiendo en “la necesidad que existe de hacer desaparecer el feo aspecto
que ofrece al viajero el espectáculo de los basurales que a lo largo de la línea
se han mantenido y se siguen manteniendo por falta de locales adecuados
para ese objeto”. Sólo después de esa razón estética, el alto funcionario
público indicó que “llevar a la práctica este deseo que es además una
verdadera necesidad en favor de la salubridad de un barrio importante la
población”, por lo que había encomendado una investigación al Director del
Servicio de Aseo. Por el momento, el Intendente se plegaba a la propuesta
del Prefecto sobre la formación de un convoy especial, nocturno, para
acarrear “las basuras de la ciudad hasta los pozos de lastre que a lo largo de
473 “En el Pa rque Centena rio”, Zig-Zag nº 332, 1/7/1911.
474 Policía de Aseo a Inten dente de Santiago, 21/6/1912, volume n 381, junio 1912. El énfa sis es nuestro.
252
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
la Vía mantiene la Empresa de su Dirección”. 475 La referencia a una
necesidad estética (o de imagen de ciudad/país) en el tratamiento de la
ribera sur, por sobre las necesidades higiénicas, es una lógica recurrente en
aquella época y, como hemos visto, una constante desde la Colonia.
Fig. 77. Este plano de 1916 es útil para visualizar los diferentes usos de la caja del río al
poniente de la estación Mapocho. A semejanza de la imagen anterior, puede verse el llamado
„embudo‟ de la canalización (donde esta concluía y se producía una acumulación de
sedimentos, desde Manuel Rodríguez hasta Cumming). Pero, a diferencia de aquel plano, aquí
se aprecian los basurales de la ribera norte y los aledaños al parque Centenario, en la sur. Esta
última cercanía es quizás emblemática en cuanto a la incapacidad para formar un parque como
„pulmón verde‟ y modelo higiénico en la ciudad.
Dirección General de Obras Públicas a Intendente, Plano adjunto a “Defensa de Santiago.
Solicita medidas para evitar peligros ocasionados por botaderos de basuras”, 31/12/1915.
Hacia 1914 se indicaba que los escombros de la demolición del ex edificio de
las Monjas Claras –actual terreno de la Biblioteca Nacional- servirían para
rellenar los hoyos del parque Centenario, situado en terreno agreste y
desnivelado y que, tras años, todavía no nivelaba su suelo (figs. 78 a 81).476
475 Intenden cia de Santiago a Director de Ferroca rriles, 25/6/1912, volumen 381, junio 1912.
476 “Parque Centena rio. Algunas obras públicas”, La Unión, 7/8/1914. La nota indicó a demás que “El señ or Ca rvajal , ha dado de su
peculio la cantida d de $1.000 pa ra hacer planta cion es en dicho Pa rque”.
253
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Por otra parte, esa demora en el inicio de los trabajos no es extraña: el
parque Forestal –más céntrico y con mayor interés inmobiliario- estuvo
durante varias oportunidades con sus obras suspendidas, por falta de
fondos. En definitiva, hacia 1916 un libro de difusión escrito por un privado
expresaba que el parque Centenario iba desde Manuel Rodríguez hasta
Cumming, con un área de 60 mil metros cuadrados ganados al río y –con
una visión optimista- “plantada perfectamente y trazados sus caminos y
paseos”.477 En 1916 se actuó frente a un serio problema del parque,
arrastrado desde su fundación y que también afectaba al Forestal: el robo de
árboles y plantas. El gobierno debió entregar $10.000 de subsidio para
realizar un cierro y evitar las sustracciones. 478
Las precariedades del terreno del Centenario deben complementarse con el
Figs. 78 y 79. Vistas del parque
Centenario, 1915.
Adviértase el limitado número de
árboles y la inexistencia de canalización
del río. El diseño paisajístico es más
bien pobre y vinculado a la vigilancia
del lugar (torre de vigía) y casuchas. Se
aprecia además en la figura inferior, el
lecho del río seco y con gran cantidad
de basura.
entorno del mismo: basurales, ferrocarril y río. Esa vida marginal desarrollada
en el parque se condice con su morfología y preexistencias. Encerrado entre el
extremo poniente de la estación Mapocho y el basural, el parque estaba
destinado a tener una existencia más precaria e insalubre que el elegante
Forestal. Fuera del área canalizada y sometido a los vaivenes de las crecidas
del torrente, su existencia quedó supeditada a la puesta en marcha de obras de
contención al poniente del puente Manuel Rodríguez. Estas obras,
desplegadas desde mediados de los diez por la Dirección General de Obras
Públicas, “buscaron la protección inmediata de los terrenos del Parque
Centenario”, como indicó después el Ministro del ramo.479
La combinación de esos factores alimentó un espacio público virtualmente
copado por los sectores populares, como se ha visto en el caso de las
recolectoras de basura. Dos testimonios, provenientes de la literatura y la
prensa, solventan esta afirmación. En 1943, el escritor Nicomedes Guzmán –
uno de los creadores de la novela social chilena- publicó su obra cumbre, La
sangre y la esperanza, subtitulada como Barrio Mapocho. En esta suerte de
autobiografía, Guzmán retrató la vida marginal de los obreros ferroviarios
477 Má rquez, A. (1916) . Libro Internacional Sud- Americano. Sección comercial chilena. Tomo I: Chile Central. Santiago, Chile: Impr.
Universo, p. 906. Como compa ración, sól o la laguna del Forestal tenía ocho mil metros cuadrados.
478 Lama, A. (2009). “In fraestructura y a cción rehabilitadora . El Pa rque Centena rio como respuesta a la cuestión social ”. En Tall er
Seminario de Investiga ción Santiago 1910: Límite urbano y anillo de circunvala c ión . Santiago, Chile: FADEU-PUC, p. 8.
479 Ministerio de Industria y Obras Públicas a Inten dente de Santiago, “Levante del desvío construido en la ribera sur del río
Ma pocho”, 28/12/1917 . Intendencia de Santiago, vol umen 463, junio 1918.
254
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Figs. 80 y 81. Senderos circulares, kiosko y caseta de guardia del parque Centenario, 1915.
en torno a la estación Yungay a principios del siglo veinte. Recordando
aspectos de su infancia –nació en 1914- el escritor autodidacta se refería así
al „patio trasero‟ de la transformación del Mapocho urbano:
“El humilde Parque Centenario estaba invadido de llagosos pelajes,
que pastaban, rebuznando a ratos, y de zaparrastrosos vagabundos,
hojalateros y recolectores de trapos y papeles. Hombres y mujeres,
tendidos en las yerbas nuevas, bajo los árboles corpulentos, apenas
hojecidos, junto a sus sacos vacíos, borrachos los más, masticaban
sus cebollas, o sus mortadelas […] Ocultándose tras los troncos más
gruesos, algunas parejas se besaban tocándose ansiosamente los
cuerpos. Parvadas de chiquillos andaban al agüaite de los besos y
caricias. Botellas y tarros, mostraban la carcajada morada del vino,
entre la chépica y la manzanilla verdegueantes”480
Una segunda fuente comparte esta ocupación primada del parque Centenario
por parte de las clases populares. Hacia finales de la década del diez, y después
de un largo silencio, la prensa fijó su mirada en el parque Centenario. Como
parte de su sección “Sitios pintorescos de Santiago”, la revista porteña Sucesos
publicó en 1919 un reportaje sobre aquel desconocido espacio público –incluso
para los propios santiaguinos- recalcando su condición modesta, pero
simultáneamente céntrica:
480 Guzmán, N. (1943). La sangre y la esperanza . Santiago, Chile: Orbe, pp. 264 -265.
255
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
“Es el parque de los pobres. Por sus anchas avenidas, casi agrestes,
no se oye nunca el pitazo eléctrico de los automóviles, ni se siente
en el aire la cauda de perfume que dejan, al pasar, las mujeres del
gran mundo. Las mujeres que van por allí son las hijas del pueblo.
Queda el parque, puede decirse, en el centro mismo de la ciudad,
sin embargo, entre la gente oficinista, comercial o de prensa y,
menos aún entre los ricos, casi nadie lo conoce. No se lo conoce ni
de nombre. No me lo explico. [...] Si nuestro lector es sociólogo o
artista, aficionado a estudiar el alma, el color, el ambiente, de las
costumbres populares, vaya un domingo, después de las cuatro de
la tarde.”481
El énfasis en las “hijas del pueblo” y en “el alma, el color, el ambiente, de las
costumbres populares”, remite a un sentido del parque Centenario como
espacio popular. También a cierto „color‟ del paisaje pintoresco, pero más
bien teñido de marginalidad social de los extensos basurales allí
existentes.482 El interés de la prensa fue a la par de una mayor preocupación
por parte de las autoridades, muy diferente a las dinámicas producidas en el
Forestal. Lo relevante aquí es que hacia el final de nuestro período de
estudio, cobró vigor una comprensión del Centenario como parte de un
conjunto de espacios públicos ribereños, aunque sin el interés de la empresa
privada o vecinos influyentes por intervenir en él como soporte de
diversiones -como ocurrió en el caso del Forestal- sino por motivos estéticos:
la imagen de ciudad.
En 1912 ya hay propuestas al respecto, por ejemplo, Alberto Mackenna
Subercaseaux –entonces también promotor de la forestación del cerro San
Cristóbal- sintetizó así la realidad de aquel sector ribereño y la razón de su
idea de transformarlo: “La entrada a Santiago por la estación Mapocho sería
digna de una ciudad civilizada; y nos ahorraríamos la vergüenza de atravesar
por los infectos tugurios, dignos de un pueblo árabe, por donde nos salen al
encuentro las legiones de microbios que engendran el barro y la mugre”.483
Resulta ineludible vincular estas palabras con las de Benjamín Vicuña
Mackenna en la década de 1870, respecto a la vivienda popular como “aduar
481 Tito Brujo ( pseud.), “El Pa rque Centena rio”, Sucesos, 15/4/1919.
482 Véase capítulo tercero.
483 Ma ckenna Subercaseaux, A. (1915). Santiago Futuro. Conferencia s sobre l os proyectos de transforma ción de Santiago. Santiago,
Chile:. Imprenta Ba rcelona, p. 26.
256
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
africano” al que era necesario segregar con un “cordón sanitario”. 484 En 1917
en tanto, Ismael Valdés Valdés, menos vehementemente, pero apelando a
similares ideas de imagen urbana –que como se ha repetido venían al menos
desde el siglo dieciocho- expresó que:
“No deja de ser valiosa la consideración de evitar para la ciudad el
bochorno de que todos los extranjeros tengan que atravesar
actualmente la parte más miserable de Santiago para llegar a la más
hermosa y central de sus estaciones; realizada esta parte del
proyecto, los viajeros entrarían a Santiago por la hermosa Avenida
Forestal Centenario, viendo a un lado el canal del Mapocho
prolongado hasta el puente del ferrocarril, el parque Centenario y
los hermosos edificios que se habrán de construir en los actuales
terrenos baldíos que pasarán a estar admirablemente situados”. 485
Valdés propugnó en aquel texto la idea de unir los parques de la ribera sur,
tema que fue adquiriendo popularidad hacia fines de la década del diez. El
senador declaró que “nadie dejara de reconocer la hermosura del Parque
Forestal y del Parque Centenario, [y] se impone la conveniencia de unir
estos dos pulmones de la ciudad por una gran avenida que hasta la Estación
Mapocho ya está delineada y en gran parte edificada”. 486 En 1918, el
Intendente Pablo Urzúa –coincidiendo con Valdés Valdés- comunicó al
Ministro del Interior que varios integrantes de la familia Grez “piden que se
lleve a cabo la expropiación de unos terrenos de su propiedad, ubicados en la
calle 21 de Mayo esquina de Mapocho”. Los terrenos habían sido tasados en
1910 por la Comisión de Hombres Buenos nombrada por la Intendencia previa autorización del Ministerio de Industria y Obras Públicas- en la alta
suma de $340.128. Pese a ello, el Intendente agregó que “es de gran
importancia su expropiación para la formación de la gran avenida Mapocho
que debe unir al Parque Forestal con la Estación Mapocho y que con el
tiempo ha de llegar por medio del Bosque Centenario hasta la Estación
Yungay.”487
Pueden contarse otras iniciativas que informan de una voluntad pública por
generar un eje de parques en el borde sur. Hacia 1917 el Parque o Bosque
484 B. Vicuña Ma ckenna, Transforma ción de Santiago, op. Cit.
485 I. Valdés Val dés, La transformación de Santiago, citado, pp. 55 -56.
486 Idem., pp. 32-33.
487 Intendente a Ministro del Interior, 7/6/1918. Inten dencia de Santiago, vol umen 473, junio 1918.
257
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Centenario -en ocasiones era llamado así por las autoridades- fue objeto de
disputa por parte de propietarios de la banda sur del Mapocho. La
Intendencia respondió rápidamente: el Secretario de la institución expresó
que ésta “tiene ya formada una lista con más de cuarenta nombres de
personas que han conocido y trabajado en la parte ligitosa [sic] del río desde
muchos años atrás y que afirman que los terrenos que hoy día forman el
Bosque Centenario fueron ganados al río del cual eran lecho, no por el lento
e imperceptible retiro de sus aguas, sino mediante costosos trabajos
ejecutados por el Fisco”. 488
Para entonces la labor intendencial ya no trataba sólo del riego de árboles y
plantas, sino de equipamiento urbano. Por ejemplo, en 1917 un decreto
presidencial autorizó a la Intendencia para girar $ 26.250 de la Tesorería
Fiscal con el fin del “mantenimiento, conservación, alumbrado eléctrico y
mejoramiento del Parque Forestal, del Parque Centenario y del terreno
ubicado entre la Avenida Paz y Avenida Independencia, al lado norte del
Mapocho”.489 Con diferentes cantidades, esta inyección de recursos continuó
realizándose por vía ministerial durante los años siguientes, siempre con el
orden expuesto por el decreto citado: el Forestal, el Centenario y terrenos
riberanos del Mapocho, especialmente del norte (hoy Piscina de la
Universidad de Chile).490
En definitiva, puede sostenerse que hacia fines de la década de 1910 se
aprecia una emergente visión de las riberas del Mapocho como posibilidad
de espacio público con fines de higiene y recreación. Sería ambicioso
calificarlo como un sistema de parques públicos por dos grandes motivos:
primero, los terrenos del margen norte eran sólo de decenas de metros.
Segundo, esa voluntad, más allá de la valiosa concreción del Forestal y el
Centenario, fue insuficiente, ya que recién en 1992 y debido a la cooperación
económica de la corona española, se conectó el parque Forestal con el
Centenario, llamado ahora parque de los Reyes. Sí puede rescatarse que la
urgencia
por
crear
parques
públicos
emergió
como
una
nueva
488 Francisco Subercasea ux A., Secreta rio de la In tendencia , a Berna rdo Solar Avaria, 26/6/1917, Intendencia de Santiago, volumen
449, junio 1917. Suberca seaux fue luego Inten dente y a ctivo promotor de la posesión del cerro San Cristóbal. Ver capítulo quinto.
489 Ministerio de Obras Públicas a Intendente, 29/5/1917, Intendencia de Santiago, vol . 449, junio 1917 .
490 In tendente de Santiago a Ministro de Industria y Obra s Públicas, “Solicita los fondos para el P a rque Forestal, Centena rio y
terren os del Mapocho”, 20/5/1918 e Intendente a Ministro de Industria y Obras Públicas, 6/6/1918, a mbos en Intenden cia de
Santiago, vol . 473, junio 1918; Intendente a Ministro de In dustria y Obras Públicas, 3/2/1919, oficio 62 e Inten dente a Ministro de I.
y OO.PP, 20/2/1919, ambos en Intendencia de Santiago, vol . 489, oficios enviados, enero -diciembre 1919.
258
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
representación del río, con una utilidad higiénico-estética y con algunas de
sus peores lacras (la basura), en proceso de saneamiento. De esta manera,
estos procesos operaron como un reforzamiento de la centralidad de la
ribera sur, desde la domesticación de la naturaleza y su transformación en
estética. En consecuencia, el parque Forestal –como se señaló- fue el primer
paso para el abandono del centro histórico por parte de la elite y, por tanto,
para el decaimiento del mismo. Contradictoriamente, su construcción fue un
refuerzo para el centro histórico, ya que la nueva centralidad de la ladera sur
del Mapocho sirvió como una extensión del viejo casco fundacional
santiaguino. Esto no implica negar su diferencia en términos morfológicos,
principalmente en que el barrio en torno al Forestal no se apegó la
cuadrícula, portando también diferencias en sus valores simbólicos y formas
de gestión. Con todo, lentamente se logró crear una conexión e idea de
conjunto entre ambos sectores, cuestión que será analizada con detalle en la
siguiente sección.
4.3. El Centenario y sus obras: museo, estaciones y
monumentos
“La entrada principal de la Estación dará a la avenida sur de la canalización, esto es, a
los terrenos que se pretende obtener, la arquitectura del edificio estará en consonancia
con la del Palacio de Bellas Artes, que se construirá poco más al oriente y con el cual
quedará frente a frente si no se permiten construcciones particulares que sofoquen el
tráfico y se interpongan entre ambos; destruyendo la belleza del paisaje […] pues de
suburbios que son el presente, se convertirán en un gran centro comercial, cuya
importancia y desarrollo crecerá día en día…”.
Eduardo Charme, ingeniero del Ministerio de Industria, carta al Ministro de Hacienda,
1905.
“Santiago misma, por más que ha gastado más de lo que tenía en afeites y se ha echado
encima el concho del baúl para recibir dignamente el Centenario, no ha podido ocultar
sus calles mal pavimentadas y cubiertas de polvo, sus acequias pestilentes, sus
horrorosos conventillos que en vano trata de disfrazar con el nombre modernísimo de
cité, sus interminables y desaseados barrios pobres, y en fin su aspecto de aldea grande
y sencillota”.
Dr. J. Valdés Canje (Alejandro Venegas), Sinceridad. Chile íntimo en 1910, 1910.
La historiografía relativa a principios del siglo veinte ha perfilado la noción
de “crisis del centenario”.491 Según distintos autores, para entonces estaba
491 Ver Gazmuri, C. ( ed.) (2001) . El Chile del Centena rio, los ensayistas de la crisis. Santiago, Chile: Instituto de Histor ia, Pontificia
Universidad Católica, p. 7.
259
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
asentado un sentimiento de pérdida de valores de empuje y nacionalismo, al
igual que la emergencia de la “cuestión social”, con su ola de huelgas,
mitines, matanzas y una incipiente legislación de protección al capital
humano. Numerosos intelectuales urbanos comenzaron a hablar de una idea
de crisis en la sociedad chilena, situación que aparece reflejada en los
escritos de esos hombres ligados a la política. De esta forma, entre 1900 y
1920, figuras de distinto signo ideológico hicieron denuncias en este sentido,
observando la realidad nacional y definiéndola como un conflicto integral.
Todos coincidieron en otorgar gran importancia a la relajación moral de la
clase alta de esos años, preocupada de la ostentación del lujo y el despilfarro
del dinero. Además de denunciar el mal, comenzaron a efectuarse
diagnósticos sociales, educacionales y urbanos, así como la intención de
buscar una fórmula para superarlo, todas ideas bullentes con particular
fuerza en torno a 1910. Desde todos los sectores comenzaron a denunciarse
corruptelas, vicios y deformaciones: un arco que podría situarse entre el
racismo de Nicolás Palacios y su Raza chilena y el socialismo emergente de
Luis Emilio Recabarren con Ricos y pobres a través de un siglo de vida
republicana, pasando por la crítica social mesocrática del profesor Alejandro
Venegas. Estos hechos, sin embargo, no impidieron que el poder continuara
–hasta 1920- en manos de un sistema político que representaba casi
exclusivamente a las clases altas y que, por tanto, para la conmemoración
del centenario buscara realzar las bondades y no las falencias republicanas.
El epígrafe del profesor Venegas nos habla de esos afanes en la ciudad
[“aldea grande y sencillota”] y del lamentable estado de muchos de sus
componentes. Y es que para el centenario, el propio rol de la ciudad como
constructor de la nacionalidad, emergió como un asunto primordial, quizás
como no lo hacía desde Vicuña Mackenna. En ese aspecto, la transformación
del espacio público del Mapocho en 1910 debe entenderse como un proceso
con dos grandes aristas: como parte del realce de lo chileno, ya que las obras
públicas en la ladera sur del torrente fueron primordiales en los afanes
urbanos de conmemoración. Pero también, aquella rectificación debe
entenderse como hito de la extensa historia iniciada –para los efectos de esta
tesis- en los proyectos de Valentín Martínez en la década de 1880. En este
último aspecto, la postura por defender la concreción del parque Forestal,
tan cara al Intendente Enrique Cousiño, se aprecia también en altos
funcionarios públicos de la época respecto a otros espacios abiertos por la
canalización. Y puede mostrarnos, también, cómo se entendía la
construcción de edificios monumentales a inaugurarse para el centenario y
que crearían vistas entre oriente y poniente. Eduardo Charme, médico –y no
ingeniero- a cargo Ministro de Industria y Obras Públicas, escribió en 1905
260
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
al Ministerio de Hacienda una detallada descripción sobre cómo sería el
margen sur, al poniente del parque Forestal. Charme inició aquel oficio al
Ministro de Hacienda manifestando su molestia con los obstáculos puestos
por los privados. En sus palabras:
“Es de dominio público que algunos industriales, con diferentes
pretextos, intentan gestiones encaminadas a obtener en uso el
espacio de la avenida sur del Mapocho, comprendido entre las
calles del Puente y Bandera, o sea la parte más central y de mayor
importancia y porvenir de los terrenos que con tan cuantioso
desembolso de dineros nacionales se formaron en ambas riberas
del Canal. Tras uno u otro propósito aparente de adelanto local o
beneficio del pueblo, con que se revisten esos proyectos, es lo cierto
que en fondo de todos los que se conocen no se descubre más que el
móvil de obtener ese valioso sitio público para especulaciones de
interés privado […] ya sea con el velo del arrendamiento, ya con el
pretexto de beneficiar al pueblo con casas de baños, espectáculos
cultos y baratos y otros de tanta apariencia como poca seriedad. […]
A este respecto, como dato ilustrativo, puedo decir a US. que los
terrenos
amenazados
por
gestiones
industriales
miden
aproximadamente ocho mil trescientos treinta y un metros
cuadrados 75 centímetros, y que el valor de cada metro se eleva a
veinte pesos, según dato pedido a la oficina del plano de Santiago”.
492
Como se aprecia en el testimonio del médico-cirujano, así como en su
epígrafe, se trata de una idea de lo que la arquitectura y el urbanismo
modernos después llamaría „sub-centro‟. Lo interesante es que Charme lo
hace desde una idea de uniformidad en los grandes edificios institucionales
(“la arquitectura del edificio estará en consonancia con la del Palacio de
Bellas Artes”); y por otro lado, desde la movilidad (“tráfico”) y la estética
(“belleza del paisaje”). La falta de higiene no es explicitada –cuestión aún
492
Edua rdo Charme, oficio al Ministro de Ha cienda , 24 de abril de 1905, Bol etín del Ministerio de Industria y Obras
Públicas, correspondiente a l os meses de Abril , Ma yo y Junio de 1905, Añ o IV -Núm 2, Impr. Barcel ona, Santiago, 1905. Estas
solicitudes de privados eran recurrentes desde finalizada la canalización, especialmente a la Municipalidad. Véase sól o dos e jemplos:
Sesión 14ª, ordinaria, 1/5/1895: “De don Vicente Castellan os, por la que pide se le permita el uso gratuito de cierta parte en la ribera
sur del Ma pocho, para establ ecer una peluquería para obreros”. Y Sesión 10ª, extraordina ria, 14/5/1895: “De una solicitud de Andrés
Pastorelli, por la que pide se l e permita construir bodegas y restaurants en la ri bera sur del Ma pocho”. Ambos en Boletín de Actas y
Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Tomo séptimo, Santiago, Chile: Impr. Ba rcel ona, 1895, p. 198 y 225,
respectivamente.
261
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
más interesante si se considera que Charme es médico- sino subsumida en la
idea de “suburbio”. Sólo a través de esa armonía de conjunto se podría
integrar al mismo a la ciudad, transformándolo en “un gran centro
comercial”. Es sugerente, por último, que en este oficio del alto funcionario
se observe una de las más fervorosas defensas del espacio público
mapochino frente a los intereses de medianos y grandes empresarios. Esto
destaca aún más en un contexto de reconocida corrupción por parte de las
diferentes administraciones municipales, quienes eran los principales
receptores de solicitudes y licitaciones. 493
Más allá de la presencia de esos conflictos de intereses, es de interés
centrarse aquí en la uniformidad de la arquitectura de grandes edificios. La
necesidad de perspectivas y consonancias entre arquitecturas de edificios,
por lo demás, monumentales, no es algo diferente a lo ocurrido en grandes
ciudades sudamericanas del centenario. Adrián Gorelik ha mostrado que
una ciudad mucho más grande que Santiago, como Buenos Aires, fue
tensada por tres grandes reclamos: la estrechez de las calles, la ausencia de
perspectivas pintoresquistas debido al uniforme trazado de damero y la
ausencia de edificios o conjuntos monumentales. Ante las disputas entre los
partidarios de las dos primeras, fue la construcción de edificiosmonumentos la idea que sumó adeptos de uno y otro lado. Fue levantada así,
por ejemplo, la Plaza Congreso, con un colosal edificio legislativo.494
Si bien en una escala menor, esta necesidad cultural de vistas no aferradas a
la cuadrícula fue un elemento presente también en Santiago. Esa necesidad,
basada en novedosas ideas de ciudad moderna, los podríamos calificar
también como sociales, en el sentido de que las callejuelas estrechas y de
miasmas insoportables, constituían el antónimo de aquella ciudad moderna
que se aspiraba a formar después de la canalización. Tal como en el caso de
la Cárcel Pública, la ladera sur-poniente del Mapocho, era vista para el año
del centenario como un lugar conflictivo y socialmente incontrolable. Esto se
basaba especialmente en la enorme cantidad de bares y espacios de
diversión popular, que poseían una fuerte carga de transgresión cultural. En
otras palabras, la ribera sur era comprendida como una persistente periferia
493 Esto resalta más al verificar que Charme, a demás de in fluyente pol ítico (al momento de dirigir el Ministerio en cuestión era
senador por el partido Liberal-Democrático), era un poderoso agricultor y empresa rio salitrero. Cfr. A. de Ramón, Biogra fías de
chil enos, op. Cit., pp. 264- 5.
494 A. Gorelik, La grilla y el pa rque, op. cit., p. 189 y ss.
262
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
urbana, con toda su carga de marginalidad social.495 Por ello, aquel sector
urbano cercano a la cercana Plaza de Armas, fue visto -aún con mayor
decisión que hacia fin de siglo- como un espacio contradictorio: central pero
sin orden. En ese contexto, la prensa tuvo un rol crucial. Tímidamente en un
inicio, y con ahínco desde el 1900, la prensa animalizó al río: lo vio como
una bestia obediente y raquítica, pero furiosa en ocasiones, destruyendo
todo a su paso. El clamor por el control de la bestia, una vez más, no
involucró sólo a las aguas. La caja del río fue también entendida como parte
de ese animal a veces descontrolado; sus habitantes, también.496 Y aún con
las bandas del Mapocho asfaltadas, con los pretiles para evitar caídas al río,
con puentes metálicos, el “nuevo barrio” del que hablaba el proyecto de
1895, seguía siendo lugar de prácticas indeseables para la elite. Este
verdadero lunar no retrocedía, sino que hacia el centenario de la
independencia amenazaba con llegar a la propia Plaza de Armas. Se vivió
entonces un afán remodelador, donde la prensa no sólo animalizó a los
sectores populares de las riberas y sus alrededores sino que los
desnaturalizó: los volvió parte del río que se ha salido, inundando de
pestilencia la “ciudad propia”.
En abril de 1910, el principal diario de Santiago, El Mercurio, se refirió
alarmado a que “en repetidas oportunidades” sus crónicas habían “llamado
la atención de las autoridades hacia los escándalos, robos y asesinatos que
noche a noche se cometen en las cantinas y centros de corrupción, ubicados
en la calle del Puente frente al Mercado Central, y a tres cuadras de la Plaza
de Armas”. El diario señalaba además que “en el sitio indicado existen once
cantinas con otras tantas puertas abiertas desde las 5 de la mañana hasta las
12 de la noche, repletas de hombres y mujeres de mala vida”. Uno de los
aspectos más expresivos de la nota es su título: “Barrio chino”. 497 Pocos días
después -¿impulsado por la insistencia de la prensa?- el presidente Pedro
Montt, acompañado del intendente y del alcalde de Santiago visitó el “barrio
chino”, compuesto por calles Bandera, Zenteno y San Pablo. Las críticas no
495 Sería demasiado extenso mostrar eviden cias sobre este punto, ya visto en la primera sección de este capítul o. Véase, de todos
modos, Prefectura de Policía de Santiago a Intendente, “Incidente entre la Policía y soldados del Ejércit o en la Avenida Sur del
Ma pocho”, 2/1/1909, Intendencia de Santiago, vol. 324, en ero 1909; Ra fael Ovalle a Inten dente, “Pen dencia a cuchillo entre va rios
individuos en la calle del Puente esquina de Sama”, 5/12/1905, Intenden cia de Santiago, vol. 269, dici embre 1905, entre otros, así
como l os que se verán más adelante.
496 Por ejempl o, pa ra un medio de prensa la canaliza ción y sus obras posteriores posibilita rían pa ra la ribera sur que “esos inmu ndos
tenduchos del Tajama r, esos capuch ones, esos cuchitriles de apa rien cia sospechosa y baja, tendrán que huir ante la esplendidez del
pala cio vecin o”. El Porvenir, 19/2/1892.
497 “Barrio chino”, El Mercurio, 17/4/1910.
263
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
apuntaron entonces a la implementación de intervenciones públicas que
modificaran el desaseo y pobreza del lugar. Por el contrario, se denostará
exclusivamente su cercanía con los espacios públicos más relevantes de la
ciudad, como la Plaza de Armas, demostrando que una parte de la sociedad
descubría y también quería esconder la cara oscura de la urbanización. Por
ello, del “barrio chino” se decía que era
“un contrasentido que exista a unas pocas cuadras de la plaza
principal de la población. La gente decente generalmente no conoce
aquella población china de cuartos oscuros y repugnantes, tabernas
de última categoría y negocios de los más despreciables; es la
policía la que tiene en él un constante quebradero de cabeza, por lo
mucho que da que hacer a su personal, y ser campo de acción de la
hez de la gente que con ella trae cuentas. […] la voz pública, cuando
la opinión se impone de lo que allí sucede, se pregunta admirada
cómo es posible que en un lugar tan céntrico de la población se
haya formado una barriada que aún en los extramuros sería una
vergüenza para nuestra cultura […] Así debió verlo el Presidente de
la República cuando la otra mañana anduvo por aquellos sitios en
compañía del intendente de la provincia y del alcalde de Santiago, y
sin duda debió preguntar extrañado a estos funcionarios cómo ha
podido vivir largo tiempo bajo su vista aquel barrio repugnante.”498
Es pertinente detenerse en dos aspectos relativos a la defenestración de
aquel espacio; aspectos que no corresponden sólo a la acusación de un „otro‟
urbano indeseable (la marginalidad), sino a los mecanismos para lograr su
erradicación. El primero es discursivo: la prensa apunta a que se trata de “un
lugar tan céntrico de la población” y no a uno de los “extramuros”. Es decir,
nos informa de la representación de la banda sur cercana al Mercado como
parte del centro de la ciudad -el anhelo de Eduardo Charme y, por cierto, de
Vicuña Mackenna- pero tensada cotidianamente por los sectores populares.
En segundo lugar, un mecanismo de persuasión periodístico que sólo es
posible por la existencia de una esfera pública. Resulta sugerente contemplar
cómo la prensa se había transformado en un estímulo para estos recorridos
urbanos en absoluto comunes. Hasta entonces, las autoridades hacían
permanentes „visitas‟ a edificios públicos, pero no a las calles. La presencia
de Pedro Montt –celebración del centenario mediante- expresa una urgencia
498 “Un ba rrio repugnante”, El Mercurio, 22/4/1910
264
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
de limpieza de aquello que se volvía necesario modificar aunque fuese sólo
en las fachadas. La existencia de estos “negocios de los más despreciables” se
sumaba a burdeles y circos en las cercanías de la ladera sur del Mapocho.
Nos detendremos brevemente en estos dos últimos como una forma de
entender la morfología del margen sur del Mapocho y los objetivos
socioculturales de la rectificación que la afectó.
En 1929, el periodista y escritor Juan Rafael Carranza recordaba que para el
centenario “Paralela a Sama, y entre Bandera y Teatinos existía una
miserable guarida de gente de mal vivir. El pueblo llamaba a aquella la calle
del
Terciopelo,
pintarrajeadas”.499
tal
vez,
por
ironía.
En
ambas
aceras,
mujeres
Su existencia, en las inmediaciones de la Cárcel Pública y
de la estación Mapocho en construcción, aumentaban esa imagen de “barrio
chino” y marginalidad social tan denostada por la prensa y, por cierto,
atentaban contra la consolidación de aquel espacio como un centro o
subcentro. En cuanto a los circos, tal vez el más destacado era el Teatro
Circo Nacional (1905), ubicado entre Bandera y Puente, frente a la estación
Mapocho. Ya que esas tierras eran fiscales, según Carranza fueron
“concesionarios […] [los que] cerraron el terreno y construyeron locales
exteriores para pequeños negocios. En el centro se edificó con madera y
postes de fierro el Teatro Circo Nacional que era administrado también por
una sociedad”.500 Desde su apertura el centro de espectáculos se transformó
en un atractivo para delincuentes. En 1905, a propósito de un brutal crimen
cometido allí, el Comisario de la Primera Sección informó al Jefe de Policía
de Santiago que “el circo del cual hablo es una amenaza constante para el
público porque siendo su cierro muy fácil de escalar, los rateros y gente de
malos antecedentes lo convierten en un albergue de donde salen [a] asaltar a
las personas que transitan tarde en la noche”.501 A este hecho habría que
agregar que sus inmediaciones eran el lugar escogido por la Intendencia
para conceder permisos a vendedores informales, con los consiguientes
obstáculos para un tráfico expedito, para entonces, una obsesión del
Ministerio de Industria y Obras Públicas. 502 Para la celebración del
centenario, el local fue mandado a demoler, para no afear el nuevo espacio
499 J. R. Ca rranza, “Crónicas históricas. La ribera su r del Ma pocho”, citado.
500 Idem.
501 Policía de Santiago a Intendente, 5/12/1905. Intenden cia de Santiago, vol. 269, diciembre 1905.
502 Intenden cia de Santiago volumen 318, 1908, va rios decretos. Véase la última sección de este capítulo.
265
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
urbano construido entre Pío IX y la estación Mapocho: en julio de 1910 el
Teatro Circo Nacional había desaparecido.503
En rigor, el centenario constituyó un momento puntual de limpieza de los
márgenes del río, y se conecta con un proceso de larga data no sólo de
remodelación, sino de operaciones de despeje visual. La condena ya no era la
falta de higiene, sino a la emergencia de un tipo de „barrio asiático‟ asociado
a lo delincuencial y que promovió, como vimos, la preocupación de la prensa
y del poder Ejecutivo. El ya citado Juan Rafael Carranza señaló que “una de
las preocupaciones personales del Presidente Montt fue la de hacer
desaparecer esos vetustos edificios que existían frente a la Estación y que a
los viajeros que arribaban a la capital les daba la impresión de un barrio
chino”.504 Por ello, junto con el Teatro Circo Nacional, la edificación entre
Bandera y Morandé fue demolida, cubriéndose el frente de manera
provisoria con una amplia reja de madera.
La referencia a la estación Mapocho permite analizar su rol dentro del
montaje de edilicia pública en la ciudad: inaugurada para el centenario –
pero finalizada sólo en 1912- e inmersa en ideales de progreso, técnica y
estética. Para entonces, el estado había seleccionado dos sectores urbanos
como ejes de la celebración. Uno, el centro cívico, donde se levantó el Palacio
de los Tribunales, en 1911, muy cerca de la construcción más importante de
la empresa privada, el edificio Gath y Chávez. El segundo lugar escogido fue
el antiguo suburbio que comenzaba a adquirir centralidad: la ladera sur
mapochina. Allí el estado construyó nuevos edificios como el Museo de
Bellas Artes, el ya nombrado Parque Centenario, y la estación Mapocho. En
ese contexto de despeje visual y social, la idea de una estación ferroviaria en
ese lugar de Santiago expresaba viejos anhelos de modernización, que
empezaron a concretarse desde 1905, con las primeras obras de la estación
Mapocho. Si bien es cierto que la nueva estación sería de pasajeros y no de
carga, cabe entenderla en el contexto del ferrocarril como medio de
comunicación primado. Al respecto, los intentos por realizar un ferrocarril
de circunvalación datan al menos del Intendente Vicuña Mackenna y con
503 Coronel Prefecto a Inten dente, 9/7/1910, Intenden cia de Santiago, vol. 352, julio de 1910. Sin embargo, según Ca rranza, “La
entrega del terren o motivó un juicio de su con cesiona rio, don Arturo Fernández Montal va, contra el Fisco, cobrándole dañ os y
perjuicios por haberse puesto términ o viol entamente al contrato antes de su expiración. Transcurrieron cerca de 18 añ os entre la
demolición y la nueva edifica ción de estos últimos terren os”. “Crónicas históricas…”, cit. Es decir, la demolición sólo se pr odujo
durante la dictadura del coronel Ibánez.
504 J. R. Ca rranza, op. cit. El énfasis es mío.
266
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
particular fuerza desde 1880, basados en los requerimientos de los
empresarios agrícolas. Estas peticiones fueron hechas ya que en el sistema
ferroviario hallaron la manera ideal para transportar sus productos con
rapidez y fluidez. En general, muchos de los empresarios tenían cargos
públicos importantes y no titubeaban en expresar su posición. En 1887, por
ejemplo, el diputado Francisco Gandarillas declaró que la ribera sur
obtenida tras la canalización debía quedar para un ramal ferroviario. 505
Los primeros tramos del ferrocarril de circunvalación fueron el que unía la
estación Central con la de Yungay, y la que a su vez unía ésta con la estación
del Mercado.506 Esta última estaba ubicada en la ribera sur del río, entre las
calles Amunátegui y Teatinos, prácticamente frente a la Cárcel Pública y
entró en funcionamiento en 1888, es decir, un año después que el panóptico.
Sin embargo, en medio de las propuestas de regularización del espacio
público, la estación fue perdiendo cada vez más su sentido. En 1904, ante
una oferta de compra hecha por privados por los Galpones llamados Feria
del Mercado (a un costado del terminal), el alcalde Eduardo Edwards se
opuso, ya que su intención era “prolongar la estación del Mercado hasta la
calle de Bandera, único modo de que llegue a tener el movimiento que está
llamada a tener”. La paradoja la expresó el diario: “Existe, es cierto, la
Estación del Mercado, pero -como lo observa el Alcalde- está en un sitio
poco menos que inaccesible donde no hay tráfico de peatones, ni de
carruajes, ni de tranvías”.507
La estación Mapocho, entendida como terminal de pasajeros, se vinculó a
ese anhelado objetivo de dar accesibilidad y centralidad al tramo poniente
del margen sur. Hacia 1905 se encontraba funcionando la estación Santa
Elena, cerca del camino de cintura sur, la estación San Diego -en el sur de la
ciudad- y la Ñuñoa, en el suroriente. Ya se ha mencionado que el tramo
entre ese terminal y la estación Pirque fue el único no construido, debido a la
presión por establecer allí un parque. Como se dijo, en 1905 comenzaron los
505 “…los terrenos que van a quedar a la orilla del río, una vez canalizado, son la única vía pra cticable para la prolonga ción de l
ferroca rril que llega al Mercado hacia el oriente hasta las fal das de la cordill era . […] Si hoy no se dejara prepara do el terreno para
este fin y se autoriza ra la construcción de edificios, molin os u otros establecimientos industriales, sin tener en cuenta aqu ella idea,
podría llega r a hacerse imposible, por las dificulta des que a ca rrea la constitución de la propiedad y l os intereses que se crean a su
sombra. Desearía que el señor Ministro tuviera muy presentes estas observa ciones en el estudio de los planos y la realización de la
obra ”. Sesión de 27/12/1887, al discutirse y aprobarse el proyecto de l ey de canaliza ción del río Mapocho. Cáma ra de Diputados
(1887). Sesiones extra ordinarias de la Cámara de Diputa dos en 1887. Santiago, Chile: Impren ta Nacional, 1887, p. 612.
506 Cfr. Schmidt, D. (1978) . La Esta ción Mapocho. Santiago, Chile: semina rio de historia de la arquitectura 6 año, FAU, U. de Chile,
1978, y A. De Ramón, Santiago de Chile (1541-1991), op. Cit.
507 “Prol ongación y ensan che de la esta ción del Mercado hasta la calle de Bandera”, El Porvenir, 30/9/1904.
267
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
trabajos para el levantamiento de la estación Mapocho, emplazada dos
cuadras hacia el oriente de la estación del Mercado; esto es, más cercana al
centro histórico. Para la construcción de la estación Mapocho no hubo
concurso público, encomendándosele directamente al arquitecto del estado:
Emilio Jécquier.508 Hacia 1905 su prestigio era tal que había ganado el
concurso público para el levantamiento del Museo de Bellas Artes. Por tanto,
su elección como arquitecto de la nueva estación del Mapocho posibilitaba
garantizar el tan ansiado „diálogo de arquitecturas‟ que mencionaba el
Ministro Charme citado en el epígrafe, al señalar que “la arquitectura del
edificio estará en consonancia con la del Palacio de Bellas Artes”. 509
La construcción tuvo mucho que ver con Francia y Bélgica: la estructura
metálica fue levantada por una empresa belga, la Compagnie Centrale de
Construction de Haine Saint Pierre. La arquería, cúpulas, puertas de acceso
y marquesina exterior fueron encargadas a la Casa Daydé et Pillé de París.
Junto con ello, el diseño de la estación fue concebido con una evidente
preferencia por los espacios de circulación y espera, ya que gran parte de su
superficie fue destinada a un hall de acceso y zonas de descanso, cuestiones
de las que carecía la antigua estación del Mercado. 510 Se intentó terminar
con el edificio hacia el centenario –realizando incluso una inauguraciónpero como se dijo, sólo fue abierto en 1912. Para la conmemoración de la
independencia, el recinto estaba con la albañilería terminada al igual que el
montaje de las herraduras metálicas y la carpintería. Ese año se iniciaron los
trabajos en los pabellones, soleras y terraplenes, el asfalto trinidad en la
Plazuela que se construía en su frontis, así como la más moderna tecnología
de esos años: instalaciones eléctricas y colocación de vidrios. En el exterior,
se concluyó la demolición de las expropiaciones de la calle Mapocho y se
levantaron las cúpulas esquineras. La Inspección General de Agricultura
expresó que en todo ello se habían invertido poco más de un millón de pesos
de la época.511 Más allá de este hecho particular, es destacable que la
508 Nació en Santiago en 1866, hijo de un ingeniero francés de ferroca rril es, estudió luego en Fran cia y fue contrata do por el Esta do
de Chile en 1889, inicialmente por un lapso de tres años.
509 Respecto a sus cara cterísticas a rquitectónicas, se ha detectado una referen cia casi literal, de la fa chada de la Esta ción Ma pocho a
un proyecto académico, „Une ga re central de chemin de fer avec un vaste h otel ‟, de Henri Edoua rd Eustache, Gran Prix el añ o 1 891.
Cfr. Pérez, F. (1994). “Santiago de Chile 1890. El a rribo de las Bellas Artes”, en Strabucchi, W. (ed.) , Cien años de arquitectura en la
Universidad Católica 1894-1994. Santiago, Chile: Arq, 1994, p. 61.
510 Calderón, A. (2005) . Memorial de la Estación Mapocho. Santiago, Chile: Ril .
511 “Inspección General de Agricultura ”, Memoria del Ministerio de Industria y Obras Públicas correspon diente al añ o 1910. Santiago,
Chile: Imprenta Universita ria, 1911, p. 476. La referencia a lo vangua rdista de l os materiales utilizados en la construcción del
terminal ferrovia rio en M. Palmer, 50 años de a rquitectura metálica en Chile, cit..
268
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
inauguración de la estación Mapocho se produjo el mismo día en que se
estrenó el último tramo del ramal Melipilla- San Antonio –puerto recién
creado, más cercano a la capital que Valparaíso-, formando un cierto ideal de
„ferrocarriles regionales‟ que tuvieran en Santiago su punto
primado de salida y llegada.512
Fig. 82. Fachada de la estación Mapocho, según dibujo de Jecquier, c1908. Adviértase la
plaza de entrada: el „nuevo‟ espacio público es aquel que albergan los grandes edificios de
uso colectivo.
512 “Inaugura ción de la esta ción Mapoch o y del ferrocarril a San Antonio”, Zig -Zag, n° 294, 8/10/1910.
269
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 83. Estación Mapocho, 1912, vista desde el puente de av. Independencia. En Santiago, su
extensión sólo tenía como equivalente –bastante más pequeño- al Museo de Bellas Artes.
Otra estación ferroviaria inaugurada como parte de la conmemoración del
centenario, e integrada en el ferrocarril de circunvalación, fue la estación
Pirque (fig. 84). Sin ser instalada en terrenos ganados al río después de la
canalización, sí tuvo un contacto directo con la ribera sur del Mapocho.
Además, su arquitecto, Emilio Jecquier, fue también el autor de la estación
Mapocho, considerada una de las obras más importantes construidas en la
ciudad en la primera década del siglo veinte. La estación Pirque sirvió como
terminal para dos ramales, uno estatal y el otro privado: el ferrocarril de
circunvalación y el Llano del Maipo, respectivamente. Por tanto, su
inauguración en 1911 vino a completar el tramo circunvalatorio oriente entre
Ñuñoa y Providencia. En ese contexto, la estación Pirque significó un
aumento de la centralidad para Providencia; de hecho, al poco tiempo se le
empezó a dar este último nombre al terminal. Véase el siguiente ejemplo. En
1914, la Dirección General de Obras Públicas pidió al Intendente
“interpusiera su influencia” a fin de obtener del gobierno el uso de un
terreno fiscal en la Alameda de las Delicias, entre Vicuña Mackenna y “la
Estación de Providencia”. La Dirección buscaba formar ahí un depósito de
herramientas y materiales del servicio de caminos, expresando que “no
puede ser mejor por encontrarse al lado de la Estación de Providencia y en
270
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
situación central respecto a la cercanía de tantos caminos que anualmente
se reparan, invirtiéndose en ellos gruesas sumas”. 513
El Museo y Escuela de Bellas Artes fue el otro edificio-eje de la
transformación en la ribera sur, y cuya construcción se inició a la par de la
estación Mapocho. En primer lugar, es necesario referir que el arte era
pensado entonces como un bien de consumo cada vez más fuerte, apegado a
un ideal de civilización capaz de reflejar la imagen del país. No en vano los
artistas chilenos –pintores y escultores- como sus pares en Occidente,
participaban en las exposiciones internacionales como uno de los números
principales de dichas ferias. Esta significación del arte, no está de más
indicarlo, tenía un fuerte apego a la industria y las labores técnicas o, en
otras palabras, al ideal de progreso. Y si la imagen de civilización y progreso
Fig. 84. Estación Pirque, c. 1920. Su establecimiento se produjo en la periferia oriente de la
época y, gracias a él, el sector adquirió una centralidad creciente. Importante en ello fue
también la instalación del monumento de los italianos, así como una dotación de
infraestructura pública como la que se ve en la imagen: alumbrado público, empedrado de calle
y una escasa arborización.
513 Dirección General de Obras Públicas a Inten dente, 12/5/1914, Intendencia de Santiago, vol. 404, ma y o 1914. La referencia a esa
centralidad respecto a l os caminos en repa ra ción n o resul ta exagerada: entre 1912 y 1914 la pa vimentación llegó a más de 450 mil m2,
l o que significa casi la mitad de todas las obras públicas de pavimenta ción impl ementa das entre 1905 y 1928. Cfr. T. Errázuriz,
Trá fico y motorización…, citado, p. 62.
271
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
podía expresarse en la imagen de ciudad, tanto mejor. En segundo lugar, el
edificio agregó una plusvalía impensada a aquel sector de la ciudad que era,
en rigor, un basural. Por ese motivo en un principio se pensó construir allí
un lazareto. Según la versión de Alberto Mackenna Subercaseaux, fue suya la
idea de levantar el Museo en el Forestal. La respuesta de los congresistas -en
un principio negativa- fue favorable al comprender que esas tierras se
valorizarían, ya que muchos de ellos tenían propiedades en el sector, o se
percataron que podrían adquirirlas conociendo de antemano su destino.514
La metáfora posible del basural y lazareto convertido en museo y parque
gracias a la acción del arte –en tanto edificio emblema del progreso, es decir,
en tanto artefacto urbano- resulta un elemento útil para comprender el
impacto de su instalación, tanto en términos de plusvalía como de
herramienta de limpieza visual y educación.
Las propuestas para la construcción de un nuevo recinto para las artes
llevaban, al menos, quince años: el Museo Nacional de Pinturas y Bellas
Artes había sido estrenado el 18 de septiembre de 1880 en los altos del
Congreso, pero el aumento en el número de estudiantes y obras llevó a una
estrechez insostenible.515 Como otras reparticiones públicas –la Biblioteca
Nacional es una buena muestra- funcionaba en espacios angostos, muchas
veces oficinas cedidas por los diputados y senadores. A esa precariedad se
sumó el incendio sufrido por el Congreso en 1895, que se llevó también
muchos de los archivos de obras públicas. En ese contexto, uno de los
promotores más activos de la construcción de un nuevo Museo fue el
mencionado Mackenna Subercaseaux. En 1899 el tema fue recogido por el
poder Ejecutivo, que envió un proyecto de ley al Parlamento para construir
un
Museo
de
Bellas
Artes
asegurando
que
“entre
las
variadas
manifestaciones de la actividad social, no existe acaso ninguna que marque
con mayor exactitud y elocuencia el grado de cultura de los pueblos que el
cultivo de las bellas artes”. El presidente Federico Errázuriz llamó a éstas
como “movimiento civilizador” y logró la aprobación de cuarenta y seis mil
pesos. Se indicó además que “Para satisfacer las necesidades indicadas, el
Gobierno comisionó al ingeniero don Emilio Doyere con el objeto que
procediera a la formación de los planos y presupuestos para la construcción
514
Ver “Donde se al za el Palacio de Bellas Artes, antes había un basural infecto”, en Zig -Zag Edición extraordina ria.
Arquitectura, Construcción , Urbanismo. Santiago, Diciembre 1937.
515 Aribit , R., Chávez, M. ( 1956) . El Museo y la Escuela de Bellas Artes. Santiago, Chile: seminario de historia de la arquitect ura,
FAU U. de Chile, p. 50 y ss.
272
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
de un edificio que cómodamente pudiera servir para este efecto. 516 En tanto,
enviado a Europa por el estado para adquirir copias de obras renombradas,
Mackenna expresó que “es necesario buscarles un sitio central y confortable
al cual todo el mundo pueda ir fácilmente y donde las obras de arte tengan
todo el espacio, toda la luz, todo el ambiente que requieren para que ellas
puedan servir de enseñanza a la par que de recreo”. 517 En cuanto a la
estructura y diseño mismo del Museo, el Ministerio de Industria y Obras
Públicas convocó en 1902 a un concurso público para su realización,
designando también una comisión que elaborara las bases del mismo: ésta
estuvo integrada por importantes personajes públicos, entre ellos el propio
Vicuña Subercaseaux.518
Hasta inicios del siglo veinte la construcción del Museo en el parque Forestal
no era algo decidido; no así otros edificios que el intendente Enrique
Cousiño veía como seguros de ser levantados, según las diferentes manzanas
propuestas en el Proyecto de Transformación de los barrios vecinos al canal
del Mapocho (1895). Aunque en rigor la ley de 1888 no lo estipulara así, la
Intendencia era el administrador del parque público. En 1902, ya convocado
el concurso público, el Ministro de Industria y Obras Públicas envió un oficio
al Intendente relativo “a la construcción de un edificio que se destinaría a
Museo de Modelos de arte decorativo e industrial”. Cousiño respondió con
una enumeración de la edilicia pública proyectada:
“De los terrenos de la ribera sur del Mapocho se ha destinado a un
Parque Forestal, por disposición suprema, la parte comprendida
entre el puente de Pío IX y el Mercado Central; al frente de este
último se ha concedido una manzana de terreno para la
construcción de un galpón para un mercado y carretas de verdura;
los terrenos que quedan más al poniente están destinados a la
instalación de un gran circo popular y los que siguen al poniente de
la estación del Mercado son de propiedad particular. En
consecuencia, sólo podría destinarse a Museo parte del terreno que
queda en la ribera norte del río, entre el edificio de la Sociedad
Protectora de la Infancia y el Cuartel de Bomberos que ahí existen.
Este terreno fue destinado primitivamente a la construcción de una
516 Sesión de 30 de junio, en Cámara de Senadores (1899) . Boletín de las sesiones extraordinaria s en 1899. Santiago, Chile: Impr.
Nacional, pp. 202-203.
517 A. Ma ckenna Subercaseaux en La Libertad Electoral, reproducido en R. Aribit y M. Chávez, cita do, p. 64.
518 Estos eran : el aboga do, escritor y educador Domingo Amunátegui, el escultor Virginio Arias , el pintor En rique Lyn ch, Alberto
Ma ckenna Subercaseaux y José Forteza .
273
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
escuela de Ingenieros, que, por ahora parece no se llevará a
cabo”.519
La escasa o nula concreción de algunas de las construcciones públicas que
Cousiño tenía por seguras (“un gran circo popular”, por ejemplo); y la
dificultad para la realización de otras obras (“Museo de Modelos de arte
decorativo e industrial”), no debe hacer pensar en el manejo de insuficiente
información por parte del alto funcionario, sino en la permanente disputa
por los terrenos y en las negociaciones al respecto sostenidas por los
distintos organismos públicos entre sí, y de éstos con los privados.
Finalmente, en 1903 una nueva comisión dictaminó al ganador del concurso
para nuevo Museo, siendo elegido Emilio Jecquier, quien superó a Alberto
Cruz Montt. Pero el emplazamiento del Museo continuó siendo difuso:
primero se pensó establecerlo a un costado del cerro Santa Lucía, pero al
poco tiempo se descartó la idea, llevándolo al reciente parque Forestal.520
Jecquier logró combinar diversas tecnologías, destacando –a semejanza de
la estación Mapocho- el uso del hierro y el vidrio basados en un riguroso
academicismo francés. Pero también supo insertar su obra en medio de otro
gran trabajo, el ya referido parque Forestal del paisajista Jorge Dubois. En
1910, la obra dirigida por Jecquier estaba prácticamente finalizada,
incluyendo instalaciones eléctricas, colocación de los vidrios, obras de
granito comprimido, y la construcción de escaleras de concreto armado. El
Parque Infantil y la Plazuela ubicadas en sus alrededores se contrataron con
Dubois. Por su parte, Jecquier dirigió personalmente los estucos interiores y
exteriores, los Jardines del Museo y el montaje de armaduras metálicas. El
hall principal, a su vez, quedó a cargo del escultor Antonio Coll y Pi. En total,
el gasto había sido de dos millones cien mil pesos, cifra altísima para la
época y casi el doble de lo gastado en la estación Mapocho (figs. 85 a 87). 521
519 Intenden cia a Ministro de In dustria , 1/7/1902, Intenden cia de Santiago, volumen 226, junio de 1902.
520 “Donde se alza el Pala cio de Bellas Artes, antes había un basural in fecto”, c itado.
521 “Inspección General de Agricultura ”, Memoria del Ministerio de Industria y Obras Públicas correspondiente al año 1910, op. ci t.,
pp. 476- 477.
274
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 85. Fachada principal del Museo de Bellas Artes, c. 1914. Se advierte el conjunto del
edificio, los jardines y el impecable adoquinado de calles José Miguel de la Barra y Avenida Sur
del Mapocho.
Fig. 86. Fachada poniente del Museo, c. 1915. Nótese la inserción del edificio en el parque
Forestal, el que debido a la poca altura de sus árboles produce un realce visual del nuevo
artefacto.
275
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 87. Museo de Bellas Artes y laguna del Parque Forestal, c. 1920. La combinación de
edificio monumental, parque y laguna, fue crucial para otorgar una distinción a este sector por
sobre otros de la ciudad.
Las operaciones de despeje visual y social que, como vimos, fueron
impulsadas en el entorno de la estación Mapocho, tuvieron su correlato en el
Palacio de Bellas Artes. Siguiendo esa línea discursiva, el Primer Alcalde de
la Municipalidad de Santiago, Ignacio Marchant Scott, comenzó en febrero
de 1910 una serie de expropiaciones con el fin de “hacer más interesante la
capital para los chilenos y extranjeros que la visitarán en septiembre”.522
Pero como venía ocurriendo desde la transformación de Vicuña Mackenna,
la oligarquía buscó también acentuar la presencia de los pobres de aquel
sector de la ciudad. Nuevamente la prensa contribuyó a ese ideal,
expresándose la urgencia de “cubrir con pinturas las fachadas de los ranchos
infectos del costado sur del Palacio […] pues así se hace en Europa”. 523 El
área “horrible y vieja” que rodeaba al Museo de Bellas Artes fue motivo de
especial preocupación para la prensa:
“Absolutamente necesario es formar un marco decente al regio
Palacio de Bellas Artes; hay que derribar y expropiar los ranchos y
horribles construcciones que bamboleantes en pié en la Avenida
Sur del Mapocho [hay] al poniente del Palacio. Existe ahí, a pocos
pasos del Palacio, en calle Santo Domingo esquina de Mapocho, un
522 “La transformación de Santiago”, editorial, El Mercurio, 6/2/1910.
523 El Mercurio, 26 /6/1910.
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DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
viejo y feísimo edificio que termina en punta, que debe ser
inmediatamente expropiado para convertirlo en plazoleta ó jardín,
que complete la obra de embellecimiento y decencia de esos
lugares. Ya el Municipio expropió los tres ranchos del lado y debe
completar su obra, so pena de cometer un grave delito contra la
decencia y el buen gusto”524
Junto con estas medidas de embellecimiento de esta parte de la ribera sur,
las autoridades emprendieron otras, ligadas al orden y control social de la
calle. Principalmente orientadas hacia los sectores populares, estuvieron
motivadas por motivos de estética y de tránsito expedito. Se impidió
entonces cualquier actividad que opacara el esplendor de la ciudad para el
centenario, fueran carteles o el paseo de los vendedores ambulantes. Ya a
fines de agosto, la Intendencia suspendió “„todos los permisos otorgados por
esta Intendencia para estacionarse con ventas de frutas, comestibles y otros
artículos en los terrenos fiscales de ambas riberas del río Mapocho‟”. 525 Y es
más, con ocasión de la fiesta, se prohibió por parte de la Intendencia el
tráfico de vehículos por las avenidas de la ribera sur del Mapocho. 526 Así, el
Palacio –y el barrio que emergía junto a él- merecieron quizás la más
destacada de las celebraciones del centenario, como lo demostró el
numeroso público presente, entre ellos, los presidentes de Chile y
Argentina.527
El propio estado lucía con orgullo fotografías del Museo en sus informes
anuales; mostrándolo como un ícono de la instrucción. 528 No obstante, y tal
como otros espacios públicos santiaguinos -el cerro Santa Lucía y la Quinta
Normal- el Museo cobraba una entrada que para la mayoría de los sectores
populares era inalcanzable. ¿Quién usaba entonces el Museo de Bellas
Artes? Indudablemente, la clase dirigente. La burguesía santiaguina que,
más allá de valorar Francia, valoraba la naturaleza y la ciudad rectificada, y
lo hacía a través del arte que, como señalamos, era paradigma de
civilización. Por lo demás, los miembros de los exclusivos Club de la Unión y
de Septiembre tenían precios especiales, que facilitaban notoriamente su
524 El Dia rio Ilustra do, 21/8/1910.
525 El Mercurio, 31/8/1910. Sobre la can cela ción de permisos, efectiva desde el 1º de septiembre, véase el decreto transcrito en El
Dia rio Ilustrado, 25/8/1910.
526 Policía de Aseo a Inten dente de Santiago, 21/3/1912, Intendencia de Santiago, vol . 378, ma rzo 1912.
527
El Mercurio, 22/9/1910.
528 Véase, por ejempl o, Oficina Central de Estadística (1914). Sin opsis Estadística de la República de Chile. Santiago, Chile: I mpr.
Cervantes.
277
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
acceso al Museo.529 Las imágenes de la época nos muestran, por ejemplo, el
protagonismo de las mujeres de elite, que tenían al Museo de Bellas Artes
como sede de cursos de idiomas y otros temas, así como lugar para pasear y
ser fotografiadas (figs. 88 y 89).
En este panorama, el Palacio de Bellas Artes, como se indicó, fue el único en
ser edificado en lo que hasta pocos años antes era un basural: el Parque
Forestal. Se trataba, por tanto, de una inédita combinación de higienización
(cierre del basural), operación inmobiliaria (loteo de terrenos frente al
parque) y puesta en escena de arquitectura y educación monumental (el
Museo). Si el parque Forestal significó convertir ese gran borde ganado al río
en un espacio público fue también una de las últimas opciones de la elite por
seguir viviendo en el centro histórico. En esa senda, el Palacio de Bellas
Artes apareció como otro hito urbano, capaz de acomodarse sin problemas al
área verde. Y digo última porque sólo veinte años después la clase alta se
hallaría en plena mudanza hacia la zona oriente de Santiago. Dicho de otro
modo, iniciar lentamente la suburbanización hacia Providencia.
Y si el
Museo fijaba una serie de valores civilizatorios y estéticos, mientras las
avenidas y las manzanas de su entorno conformaban una nueva imagen de
ciudad, la “pedagogía de las estatuas”, a su vez, materializaba una serie de
explicaciones sobre la construcción de la nacionalidad, quizás el aspecto más
discutido en el centenario.530 Lo interesante -y que expresó el anhelo de
recibir la modernidad planteada desde Europa- fue el generoso número de
monumentos obsequiados por colonias extranjeras. Si esas obras marcan un
espacio, educan a adultos y niños, y ejercen un cambio en aquel paisaje, debe
enfatizarse en el hecho que esta puesta en escena haya sido efectuada
básicamente por esas colonias. Por otra parte, está el tema de su
emplazamiento: todos los monumentos fueron ubicados en espacios abiertos
y estratégicos, algunos en plena construcción, como los alrededores del
Museo o el frontis de la estación Mapocho. Y es que la mayoría de los
monumentos públicos fueron instalados en la ribera sur, por lo que es
sugerente es que sólo dos de ellos fueron colocados en otros lugares: el
monumento de los españoles a Alonso de Ercilla, en Plaza Ercilla, frente al
Parque Cousiño, y el León Suizo, en el bandejón central de la Alameda de las
Delicias.
529 Pa ra la ex posición inaugural, los precios varia ban según el día ($10 pa ra la inaugura ción , $5 l os fines de semana y $2 l os días
normal es). Cfr. Reyes, S. (2004) . Chile en 1910 Una mira da cultural en su Centena rio. Santiago, Chile: Suda mericana, p. 297.
530 Tomo la expresión “pedagogía de las estatuas” de A. Gorelik, La grilla y el parque, op. cit., págs. 206 -207.
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DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 88. Nuevas protagonistas en el espacio público, 1915: curso de idiomas para mujeres, que
debido a la falta de salas, se instaló en la escalinata del Museo de Bellas Artes. Se advierte en
ellas un vestuario más bien ligado a la clase alta santiaguina.
Fig. 89. Otro grupo de mujeres en el parque Forestal: vista desde el Museo de Bellas Artes
hacia el poniente, c. 1915. Compárese además el diseño paisajístico –una vía central y dos
laterales- con la figura 85, que muestra otra perspectiva del mismo.
279
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
La respuesta para estas ubicaciones puede estar en los propios arquitectos e
ingenieros de la época del centenario. En una entrevista publicada en El
Mercurio en 1912, el Inspector General de Arquitectura de la Dirección de
Obras Públicas, Carlos Carvajal, manifestó su opinión sobre el mobiliario
urbano y los espacios públicos, aplicables a la estrategia de emplazamientos
monumentales para el centenario:
“Es fundamental que los monumentos figurativos o estatuas, no
deben colocarse en el centro de los espacios libres, sino en sus lados
o alrededores, con la condición de que tengan espacio suficiente
para la mirada del espectador. El centro debe destinarse mejor para
obras arquitectónicas, fuentes, columnas o edificios monumentales
como bibliotecas, escuelas de Bellas Artes. Esta disposición crea un
equilibrio artístico, cierra el cuadro y evita la división del conjunto
decorativo”531
Hasta el centenario, la existencia de estatuas públicas urbanas no era
extraña, pero sí minoritaria y se centraba básicamente en la febril actividad
de la intendencia de Vicuña Mackenna.532 Por otra parte, el borde sur
mapochino sólo contaba con la pirámide conmemorativa de la canalización
(1892). Y es que los lugares preferentes para aquellas construcciones eran
dos: el cerro Santa Lucía y la Alameda de las Delicias, especialmente en las
cercanías del Palacio de la Moneda y la Universidad de Chile. El
promontorio era sede de las numerosas esculturas públicas inauguradas por
Vicuña Mackenna, mientras que los monumentos a San Martín, Bulnes,
O‟Higgins, Portales, Andrés Bello y, finalmente, a los hermanos Amunátegui,
conformaron el paisaje escultórico público de la Alameda entre finales del
siglo diecinueve e inicios del veinte. El monumento a Montt y Varas, en
tanto, estrenado en 1904, amplió el radio conmemorativo al entorno del
Congreso Nacional, que contaba con una antigua escultura en homenaje al
incendio de la iglesia de la Compañía. Aún más lejano en términos
territoriales fue el monumento a la Inmaculada Concepción (1908), en la
cumbre del cerro San Cristóbal, entonces una enorme colina sin vegetación.
531 “Transforma ción de Santiago”, El Mercurio, 17/6/1912.
532 Esta fiebre constructiva escultórica del centena rio fue patente también, a una escala mayor, en urbes como Buenos Aires y Ciu dad
de Méxi co. Sobre esta última , M. Tenorio Trillo, “1910 Mexico City”, citado. A rango na cional, una buena muestra es la ciudad de
An tofagasta , en cuya céntrica Pla za Col ón –símil de la Plaza de Armas de Santiago- fueron estrenados tres monumen tos para el
centenari o: de la colonia británica, de la eslava y de la española .
280
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Por ello, no es sorprendente que, como se dijo, el grueso de los monumentos
haya sido ubicado en el margen sur del río, específicamente en el perímetro
del Forestal. El de los italianos fue colocado en donde hoy se ubica la Plaza
Baquedano; los otomanos, frente al Mercado y la Estación en construcción;
la Fuente Alemana, en el extremo oriente del Parque Forestal, y el
monumento de la colonia francesa, en la Plaza Francia, frente al Palacio de
Bellas Artes. Pero también se inauguraron primeras piedras de estatuas –
algunas nunca concretadas- en otros lugares santiaguinos, que evocaban a
los “padres de la patria” o a la gesta independentista, como a Camilo
Henríquez en Plaza Brasil o a José Ignacio Zenteno, en San Diego. Esto se
complementó además con una “Exposición Histórica del Centenario”, en el
Palacio Urmeneta. En definitiva, explicarse y monumentalizar el pasado
fueron clave en el centenario; desde esa perspectiva y como se dijo, el lugar
de las estatuas cobró una dimensión pedagógica con un vigor pocas veces
visto en la ciudad.533 Los cuatro monumentos instalados por las colonias
fueron colocados en espacios lo suficientemente amplios y visibles como
para tener un efecto en el paisaje urbano.534 Fue el caso del donado por la
colonia italiana, entregado al público el 20 de septiembre de 1910, y cuya
colocación en el centro de la Plaza Colón fue autorizada por el Alcalde de
Santiago, Ignacio Marchant. Sus impulsores, a nombre de toda la colonia,
fueron tres: Valentín Schiavetti, Pedro Corti y Enrique Banchieri. 535 El
primero, en rigor, tuvo el liderazgo de la obra; perteneciente a una de las
familias italianas más importantes del país, dueña de casas comerciales en
varias ciudades, molinos con tecnología de avanzada y fábricas de productos
lácteos y aceites. 536 El emplazamiento del monumento en plena Plaza Colón
es una muestra del reforzamiento de su carácter sub-céntrico, impensado
para Vicuña Mackenna (quien lo entendía, desde luego, como camino de
cintura oriente), y que en 1912 sería complementado con la estación Pirque.
533
Sobre los mon umentos y l os a ctos de inauguración, ver, entre otros: “El monumento de Italia ”, “El monumento a
Camil o Henríquez”, “Monumento a la In dependen cia” y “El monumento a Zenten o”, en Zig -Zag, 24/9/1910; “El monumen to de los
fran ceses”, Zig-Zag, 31/9/ septiembre de 1910. Otra escultura pública donada para el centenario fue la del gobierno argentino, puesta
en calle Agustinas frente al Teatro Municipal. Extrañamente, el libro de Soledad Reye s, Chile en 1910, op. cit., no entrega
in forma ción sobre estas inaugura ciones. Cabe desta car, finalmente, que esta sección es fuertemente tributa ria del libro de L.
Voionmaa, Escultura pública . Del mon umento conmemora tivo…, citado.
534 Hubo un quinto que, como se verá, fue el único que respondió al impulso estatal, y que n o tuvo rela ción ni con el centenario ni
con las col onias extranjeras.
535 Al caldía Municipal de Santiago a Intendente, 17/3/1910, Intenden cia de Santiago, vol. 348, ma rzo 1910. Esto refuta la versión del
buen libro de Voionmaa, respecto a que la idea del monumen to fue de la Fundición Roberto Negri. Cfr. Santiago 1792 -2004…Guía
pa ra el visitante, op. cit., p. 27 . El monumento de los italianos estuvo en el centro de la Plaza hasta 1928, cuando f ue puesto en su
luga r la estatua ecuestre al general Manuel Baquedano.
536 Estrada, B. (1993) . “Pa rticipa ción italiana en la in dustrialización de Chile. Orígen es y evolución hasta 1830”, en Estrada, B . (ed.),
Presencia italiana en Chile .Valpa raíso, Chile: Eds. Universita rias de Valpa raíso, p. 111.
281
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Este monumento podría entenderse, tal como el Palacio de Bellas Artes y la
urbanización del barrio parque Forestal, como un hito en la expansión
urbana hacia Providencia; además de portar un fuerte sentido para la
población, que cambió el nombre de Plaza Colón a Plaza Italia.
El monumento de la colonia otomana en tanto, consistió en la primera
piedra de un busto del héroe de la independencia Manuel Rodríguez. Fue
entregada al público el 22 de Septiembre, en la plaza que enfrentaba el
acceso a la Estación Mapocho -aún en construcción-, plaza bautizada igual
que la estatua. El acto de inauguración revistió las típicas ceremonias usadas
entonces: presencia de escuelas primarias, canto del himno nacional y
discursos. En esta ocasión, sin embargo, se advierte una pequeña diferencia:
de las esculturas públicas entregadas para el centenario, fue la única que
tuvo una ceremonia a cargo de lo que podríamos llamar una mesocracia
urbana; ceremonia radicalmente disímil a, como veremos, la elitista
inauguración de la Fuente Alemana. En efecto, el acto de los otomanos tuvo
la participación de las escuelas públicas del primer distrito y de otras tres
llamadas “Manuel Rodríguez”, pertenecientes a la Sociedad de Instrucción
El Porvenir. Más sugerente aún es que, sin la presencia del (Vice) Presidente
de la República –pero con la asistencia del ministro de Industria y Obras
Públicas- los oradores fueron el diputado demócrata Malaquías Concha y el
presidente del comité organizador sirio, Abraham Ahues. Concha era un
político emblemático del popular Partido Demócrata –nada menos que su
fundador- pero que se había integrado paulatinamente a las más altas
esferas del poder.537 Ahues, por su parte, representaba a una colonia
permanentemente discriminada en Chile, incapaz de competir en términos
de referente inmigratorio y cultural con los franceses, italianos o alemanes,
todos ellos también donadores de monumentos para las fiestas de 1910. 538
537 Fue congresista sin interrupción entre 1900 y 1921 y llegó incluso a integrar la comitiva que acompañó a Pedro Montt a Buenos
Aires pa ra las fiestas del centena rio argentino en ma yo de 1910. A. de Ra món , Biogra f ías de chilen os, I, op. Cit., p. 284.
538 El Diario Il ustrado, 23/9/1910; El Mercurio, 23/9/1910. Este planteamiento discute por tanto la visión fatalista y no
funda mentada de Sol edad Reyes, pa ra quien durante la cel ebración del centenario, “no había espacio pa ra l os sectores sociales
emergentes, como era el caso de la clase media o de l os sectores obreros”. Cfr. Chile en 1910, citado, p. 20. Cabe también di scutir el
uso del con cepto de „clase media‟, cuando en rigor estaba a ún en forma ción : sería más pertin e nte hablar de „capa s medias‟. Sobre la
discriminación a la col onia otomana, véase a Reboll edo, A. (1994) . “La „turcofobia ‟: discriminación antiárabe en Chile, 1900 -1950”,
en Historia, 28. Santiago, Chile: Pontificia Universidad Católica .
282
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
El León de los italianos: sus símbolos, como en otros monumentos, apuntan a la fiereza (el
león y su corpulenta melena), así como la iluminación y el progreso, representados en el
hombre alado portador de una antorcha. Las imágenes nos muestran además otras funciones o
apropiaciones del León:
Fig. 90. Aumento de la centralidad (c. 1912): la formación de la plaza Colón y su vínculo con la
estación Pirque.
Fig. 91. Señalando la dirección de crecimiento urbano (c. 1912): expansión hacia el oriente
(Providencia). Nótese al fondo de la imagen la cúpula de la iglesia de Seminario.
Fig. 92. Utilidad como marca en un espacio público de gran circulación, debido a la
convergencia de dos de las principales avenidas de la ciudad (Delicias y Vicuña Mackenna).
Adviértase la existencia de árboles en la ribera sur del Mapocho, especie de primera
continuidad del Forestal.
283
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
En virtud de tan céntrico emplazamiento, el nuevo espacio público reunía
diariamente una gran cantidad de personas, siendo soporte de espectáculos
masivos cotidianos, cuestión p<arecida a lo que sucedía con el parque
Forestal o el Centenario. Sus usos podían ser, por ejemplo, pequeños
espectáculos circenses o de entretenimiento. En 1918 por ejemplo, se
informó de la concesión municipal a Daniel Neira, “para dar dos
espectáculos públicos, consistentes en ejercicios de fuerza y resistencia, uno
en la Plaza Otomana el domingo 14 del presente y el otro en la Plaza de la
Estación de Pirque a las 3 y media p.m. del mismo día, no entorpeciendo el
tránsito público”.539 En consecuencia, la Plaza Otomana se convirtió en un
hito urbano por su creciente centralidad y fácil acceso. Sin embargo, a
inicios de la década del veinte fue retirada la estatua a Manuel Rodríguez,
siendo bautizada como Plaza Venezuela, denominación que tendría por
varias décadas y que haría olvidar los afanes de la colonia siria por dejar su
impronta en el espacio urbano.
Importante es que, con excepción de la Fuente Alemana, no hubo debates
sobre cómo y dónde debían instalarse los monumentos. El de los franceses
pareciera llevar esa tendencia hasta el límite: fue inaugurado en la plaza
Francia perteneciente al parque Forestal, esto es en la vereda oriente de calle
José Miguel de la Barra, frente al Palacio de Bellas Artes. Este último, como
hemos dicho, un paradigma de la civilización y de la cultura europea, fue al
parecer el lugar indiscutido para la estatua pública de la colonia más
influyente en el plano cultural. Sin ir más lejos, el día de su inauguración ocho meses después del centenario- la mayoría de los participantes oficiales
eran franceses y solo hubo dos chilenos: un representante del Gobierno
Local y el ex intendente Enrique Cousiño en su rol de presidente del Consejo
o Comisión de Bellas Artes. Esta última presencia, sumada a que luego del
acto los asistentes fueron agasajados con una copa de champagne en el
Museo, resulta clara sobre la conexión temática y espacial entre la estatua y
el edificio. En esa senda, no es sorprendente que el embajador de Francia,
Paul Despréz, haya pronunciado íntegramente un discurso en su idioma,
siendo la única colonia extranjera que se permitió tal cosa. De esta manera,
como pocos monumentos de la banda sur, se logró una triangulación entre el
artefacto edificio (el Museo), el parque como referente verde y el
monumento como pedagogía estética y cultural. En cuanto a su diseño, del
539 “Espectáculos públicos”, Gaceta Municipal , órgano oficial de la I. Municipalida d de Santiago, 1918 -1919. Año I, N° 6, 20 julio de
1918, p. 7.
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DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
monumento fue una severa pirámide de piedra verde, cuya cara principal
exhibía una escultura de bronce, representando a un ángel que expresaba la
libertad y la glorificación de la república. En el bajo relieve de su parte
posterior se anotaron –cuestión inédita para las otras esculturas donadas
por colonias- los nombres de franceses destacados en su paso por Chile: Gay,
Monvoisin, Frezier, entre otros. Su autor, en tanto, fue quizás lo único de
pertenencia chilena, ya que se encargó al consagrado Guillermo Córdova
(fig. 93).540
Pero sin duda el monumento de la ribera sur que tuvo mayor repercusión
mediática fue la Fuente Alemana, en el extremo oriente del parque Forestal.
Donada por la colonia de ese país, correspondió a la escultura pública de
mayor impacto urbano de las cuatro que hemos mencionado.
Fig. 93. Ala derecha, maqueta del monumento de la colonia francesa a Chile, ubicada en el
parque Forestal frente al Museo de Bellas Artes, 1910. Consiste en una columna central
cuadrangular, con varias figuras humanas expresan motivos relacionados con las libertades
republicanas, en especial una mujer desnuda y alada en bronce. También hay un gallo, símbolo
de la patria revolucionaria, y un minúsculo gorro frigio, símbolo del hombre libre. A la
izquierda, los representantes franceses y chilenos bebiendo champagne en el Museo.
540 “Entrega oficial del monumento de la colonia francesa”, El Mercurio, 8/5/1911. Córdoba con struyó también el relieve del front is
del Museo de Bellas Artes y fue un o de l os discípulos de Nicanor Plaza, además de ser en viado en varias oca siones a Europa po r el
estado chilen o.
285
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Probablemente por su ubicación estratégica (a un costado del camino de
cintura oriente y del río; vecina de la recién inaugurada estación Pirque; a
pocos metros de la Alameda de las Delicias; cercana al cerro San Cristóbal),
el monumento de los alemanes se convirtió al poco tiempo en un ícono del
Forestal, quizás sólo superado por el Museo, pero en ningún caso por la
estatua de los franceses. Por ello, la instalación de la Fuente Alemana suscitó
un extenso debate respecto a su ubicación: según Liisa Voionmaa, aún antes
de estar lista, algunos medios de prensa y hombres públicos propugnaron
que debía estar en la Plaza de Armas, reemplazando al antiquísimo
monumento a la Libertad Americana.541
La Comisión de Bellas Artes, presidida, como hemos dicho, por el ex
intendente Enrique Cousiño, fue uno de los protagonistas destacados en
aquel debate. Profundizando en lo enunciado por Voionmaa, fue esa
Comisión la que intervino en la discusión debido a la decisión inicial del
intendente Pablo Urzúa de ubicar el nuevo edificio de la Biblioteca Nacional
en el extremo oriente del parque Forestal. En ese contexto, la intervención
de la oficina de bellas artes no era antojadiza: según la ley, dicha Comisión
estaba obligada a informar a las autoridades sobre la estética de los paseos y
monumentos públicos, y ya había expresado en varias oportunidades su
negativa a la colocación de nuevos edificios en los espacios libres de aquel
parque. La Comisión rechazó la instalación de la Biblioteca por dos motivos:
primero, taparía el frontis de la Fuente Alemana, y segundo, obstaculizaría
la bajada de las aguas de la fuente; afectando en ambos casos la belleza del
paseo.542 Sin duda, esta opinión estaba en consonancia con la ya citada
propuesta del Inspector General de Arquitectura, Carlos Carvajal, quien
desde su cargo ministerial expresaba ese mismo año que era esencial que las
estatuas o monumentos figurativos debían colocarse en los alrededores de
los espacios libres y no en el centro, priorizando la mirada del paseante.
541 L. Voionmaa , Santiago 1792-2004…, vol . 2, citado, p. 92. Finalmente, el Intendente decidió a mediados de 191 2 ubica rla en el
pa rque Forestal; decisión basa da en el control que ese órgano tenía sobre las riberas del Ma pocho y que ya hemos señalado en otras
secciones de esta tesis.
542 Comisión de Vigilancia del Pa rque Forestal, “La ubicación de la Biblioteca Na cion al . Su con strucción en el Pa rque Forestal ” [Nota
de la Comisión al Intenden te de la provin cia], en La Mañana, 6/7/1912. La Biblioteca Nacional fue comen zada a construir en 19 13 en
el antiguo con vento de las Monjas Cla ras, esto es, en la Alameda de las Deli cia s, a un costa do de la pla za Vicuña Mackenna y a pocos
metros del cerro Santa Lucía .
286
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Estos argumentos fueron esgrimidos también por un protagonista ya
mencionado más arriba: la Comisión de Vigilancia del Parque Forestal. Bajo
la dirección de Luis Larraín, Darío Zañartu, Paulino Alfonso –el mismo que
impulsara la construcción del parque- y Ramón Luis Ortúzar, el organismo
privado presionó también porque la Biblioteca no fuera instalada en el
extremo oriente del Forestal. Más sugerente es que el propio Intendente
Urzúa había solicitado la opinión de la Comisión para informar sobre la
mejor ubicación del monumento; “y, tomando en cuenta su magnitud, su
mérito escultórico, su alto significado, y la necesidad de corresponder, en
cuanto de nuestra patria dependiera, a la gentileza de una gran nación
poderosa y amiga, creímos deber señalar para la erección de ese monumento
la mejor de las colocaciones posibles, en el término y en la parte más elevada
del Parque Forestal”.543 La Comisión de Vigilancia concluyó indicando que
Urzúa había aceptado aquella propuesta, decisión inteligente ya que esas
mejoras, “harían de aquella localidad, favorecida por las vistas de la
cordillera, del Cerro de Santa Lucía, del San Cristóbal y, dentro de poco, de
la fuente alemana, la más hermosa localidad urbana de Chile […]”.544 Una
vez más, por tanto, cabe constatar que la voluntad pública de instalación de
monumentos en la ribera sur del Mapocho, fue impulsada en gran medida
por iniciativas privadas. En el caso de la Fuente Alemana, estas se basaban
en ideales de belleza basados en vistas urbanas de tres accidentes
geográficos de diversa escala: la cordillera, el San Cristóbal y el Santa Lucía.
Inevitablemente, aquellas propuestas privadas tenían dos orientaciones no
excluyentes: reforzar la centralidad y aumentar la plusvalía del sector.545
Concluida la operación de higienización, comenzará entonces una incipiente
expansión que podemos calificar como los inicios de los ideales estéticos
para la suburbanización hacia el oriente de Santiago, específicamente a
Providencia.
Ahora bien, la inauguración de la Fuente Alemana, en octubre de 1912, fue
un acto masivo, pero elitista: según El Mercurio, cinco mil personas (“todas
invitadas, en su mayoría familias alemanas de Santiago y provincias”),
llegaron hasta el parque Forestal. Allí también estaban congregadas un gran
número de “familias chilenas” que, por cierto, no eran cualquier tipo de
543 Idem.
544 Comisión de Vigilan cia del Pa rque Forestal , “La ubica ción de la Biblioteca Nacional. Su construcción en el Parque Forestal”,
citado. El én fasis es n uestro.
545 Sobre esto último, nótese el siguiente párra fo referido a la nueva Biblioteca Na cional y que finaliza la n ota ya citada : “Excu sado
casi n os parece agrega r que esa ubicación despierta general resisten cia entre l os vecin os, que han conservado o a dquirido sus
propiedades en la inteligen cia de que el Parque Forestal n o será disminuido mediante la con strucción de nuevos edificios”.
287
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
familia, sino estrictamente aquellas “distinguidas”. La policía, en tanto,
impidió el acceso “al numerosísimo público que había acudido allí ansioso
de presenciar la ceremonia”, lo que revela la situación sub-céntrica de la
Fuente ya aludida y también una continuidad con las restricciones al uso del
propio parque Forestal vividas durante los diez. Es más, en el acto ni
siquiera hubo escuelas públicas, como usualmente ocurría en ese tipo de
situaciones. A las tres de la tarde arribó el Presidente Ramón Barros Luco
con sus ministros, siendo recibidos por el intendente Pablo Urzúa, el rector
de la Universidad de Chile, Domingo Amunátegui Solar –cuestión
infrecuente en este tipo de actos- y por miembros de la colonia alemana.
Rodeando el monumento, hacían “guardia de honor” representantes de las
más diversas agrupaciones de inmigrantes alemanes: clubes gimnásticos,
bomberos, delegaciones de clubes sociales y de filarmónicas de Santiago,
Valparaíso, Osorno, Puerto Montt, Valdivia y otras ciudades. Finalmente, y
luego de los discursos, el cónsul de Alemania en Valparaíso entregó el
monumento “a la ciudad de Santiago”.546 Para El Mercurio del día siguiente
a la inauguración, el monumento representaba “el desarrollo de la
República” (fig. 94). La ocasión, evidentemente, fue un acto propicio para
celebrar la confraternidad alemana-chilena, importante sobre todo por la
participación del país europeo en la educación militar y física de las
instituciones nacionales. Es conveniente subrayar esa representación de lo
alemán en la ciudad, ya que en el acto casi no hubo referencias al centenario
de la independencia chilena, que en estricto rigor era la causa de la
celebración.
En tanto, la única escultura pública del borde-río que respondió a iniciativa
y financiamiento estatal, fue el monumento al Cuerpo de Bomberos.
Emplazado frente al costado sur del Museo, su colocación en la esquina de
Santo Domingo y Parque Forestal (Ismael Valdés Vergara) se efectuó con
fondos municipales aprobados en 1913. Aparentemente basada en un
ensalzamiento urbano de ideales de filantropía (la conmemoración de los
cincuenta años del Cuerpo de Bomberos), plasmó como monumento a una
organización vinculada al mundo laico, radical y masón, en histórica
rivalidad con los poderosos grupos conservadores y católicos, tan caros a la
construcción del estado en Chile. La escultura, inaugurada sólo dos años
después, representó a un bombero llevando en su espalda a una víctima de
incendio. Aunque no se esgrimieron los argumentos del por qué de su
546 “Inaugura ción de la Fuente Al emana”, El Mercurio, 14 /10/1912.
288
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
ubicación, sí estaba claro que esos espacios residuales podían ser
resignificados por su centralidad, convirtiéndose así en espacio público.
Fig. 94. La Fuente Alemana, c. 1916. Su composición tiene numerosas alegorías, quizás las de
mayor número de todos los monumentos donados para el centenario: la República,
representada en la mujer sentada en el borde; la figura mitológica de Mercurio, dios del
comercio, en la popa, y la de Neptuno, dios del mar, en el agua. La República corresponde al
Estado de Chile, con una hoja y una corona en su mano izquierda y derecha, respectivamente.
Otras figuras importantes, son el hombre que está al centro y sostiene el peso de la vela, así
como un minero, encogido y agachado por su dura labor. Hay también dos mujeres, una de
ellas con un cocodrilo a sus pies, animal que personifica a América.
En este afán de centralidad resaltan dos aspectos: el primero es el
responsable de su orden figurativo. Para realizar la obra, hubo una
convocatoria a concurso público y la posterior elección del proyecto del
escultor Antonio Coll y Pi, quien para el centenario de la independencia
había creado el monumento a Ercilla.547 Es altamente probable que se
buscara una cierta visión de conjunto, con el Palacio de Bellas Artes, ya que
Coll y Pi había sido el autor del hall principal de aquel edificio. Para
entonces, tenía una condición de artista estatal: contratado para ocupar el
cargo de profesor de Dibujo Ornamental y Pintura en la Escuela de Artes
(1906), trabajaba también en la Escuela de Arquitectura de la Universidad
de Chile. La labor de Coll y Pi se amplió a proyectos urbanos, como la
entrada norte al cerro Santa Lucía, de mediados de la década del diez. Se
547 Las propuestas para efectua r el mon umento, sin mencionar a Coll y Pi, en 68ª y 69ª sesión ordina ria, 12 y 17 de Diciembre de
1913, Municipalidad de Santiago vol. 449 (Actas) , 1913, fjs. 371 y 377.
289
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
trató –si se permite la comparación- de un Emilio Jecquier de la
ornamentación pública.548
Fig. 95. Monumento a los bomberos, costado sur del Museo de Bellas Artes, c1915.
Representación del sacrificio y altruismo, con la figura del bombero impecablemente vestido –
con medallas incluidas- rescatando a una víctima. La base de la obra, en su cara principal, tiene
al escudo de la ciudad, con la leyenda “Mapocho”. Por otra parte, se advierte su colocación en
un espacio primado dentro del sector aledaño al parque Forestal: nótese la construcción de la
derecha, de cuatro pisos y en estilo beaux-arts.
Un segundo aspecto en ese reforzamiento de la centralidad mapochina –y no
solo de la ladera sur- fue un signo, autoría que no es del todo clara que
correspondiera a Coll y Pi. Se trata de un escudo existente en su pedestal,
escudo que desde 1900 comenzó a ser el emblema municipal de la ciudad y
que, a grandes rasgos, era el dibujo de un río con la palabra “Mapocho” en su
parte inferior (figs. 95 y 96). Esta asociación entre el torrente y la
representación oficial de Santiago fue algo instalado a partir del siglo XX,
pero que recién sería propagado por el Municipio desde mediados de los diez
y permite reforzar la idea de un Mapocho reconvertido. Es sugerente pensar
esta reconversión que estimula al río como una representación de la imagen
de ciudad y no necesariamente sólo como un problema para su desarrollo,
pese a que las inundaciones no estaban del todo desterradas. A propósito de
aquel emblema, en 1917 el argentino Emeterio Lautre señaló que “El culto al
Mapocho se exterioriza en el escudo que campea en casi todos los sitios
públicos de la ciudad, cuyo cuartel superior está ocupado por montañas –los
548 Fue además autor de las cariá tides del Pala cio de l os Tribunales de Justicia (1912).
290
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Andes sin duda- y el inferior por un curso de agua con una inscripción que
dice „Mapocho‟”.549 En consecuencia, si a la Fuente sumamos los
monumentos de los otomanos, italianos y franceses y el de homenaje
municipal a los bomberos, se aprecia un emplazamiento que abre en el
poniente con el primero, cierra en el poniente con el de Italia, y que refuerza
al Forestal y la presencia del Museo público con los tres restantes. Si se
observa el panorama contrastándolo con el Mapocho urbano poniente, se ve
que esta serie de nuevas construcciones se instalaron en la parte más
céntrica del borde sur: el parque Centenario, por ejemplo, no albergó
escultura pública alguna. En consecuencia, esos cuatro monumentos, pese a
las apariencias de uniformidad en aquellas donadas por colonias
extranjeras, tuvieron algunas diferencias. En definitiva, la referencia a
esculturas públicas en la banda sur se liga no sólo a valores estéticopedagógicos, sino a la inserción de este nuevo espacio urbano en la ciudad.
En este panorama de sucesivas construcciones, conviene sintetizar la edilicia
pública (y semi-pública) levantada por el estado en la banda sur:
Cuadro 1
P RINCIPALES EDIFICACIONES PÚBLICAS EN LA RIBERA
Fig. 96. El escudo oficial de la ciudad
en la portada del libro Santiago en
1910, con la representación del río y la
cordillera y la inscripción “Mapocho”
junto a un laurel de victoria. Es el
mismo escudo utilizado en la base del
monumento a los bomberos (1915) y
sintetiza semánticamente una idea del
río domesticado e incorporado –a la
par de los Andes- como símbolo
estético a la ciudad.
SUR
(1887-1917)550
Cárcel Pública
1887
Canalización del Mapocho
1888
Puentes metálicos
1892
Parque Forestal
1895
Museo y Escuela de Bellas Artes
1910
Monumento de la colonia italiana
1910
Monumento de la colonia francesa
1910
Primera piedra del monumento
de la colonia otomana
1912
Monumento de la colonia alemana
1912
Estación Pirque
1912
Estación Mapocho
1914
Monumento al Cuerpo de Bomberos
1915
549 Lautre, E. (1917) . Chile. Notas, c omenta rios y observa ciones de un viajero. Buen os Aires, Argentina: Bolíva r, p. 74.
550 Las fechas son de inauguración. Incl uimos a la estación Pirque por su importancia para la ribera sur y el Camino de Cintura
Oriente (Pío IX) .
291
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
4.4. El cerro Santa Lucía y la conexión entre la ribera
sur y la Alameda de las Delicias
La antigua ribera sur, desde donde salían en la colonia las acequias para el
riego de la ciudad, tenía „vegas‟ o terrenos hundidos, aprovechados por el
paisajista Dubois para el diseño del parque Forestal. Si la conexión de este
último con la naciente urbanización estaba asegurada por usos basados en la
idea de recreación y goce de la naturaleza en la ciudad, la anhelada
conectividad con la Alameda de las Delicias, fue mucho más compleja.
Fundamentalmente por la presencia del cerro Santa Lucía, que bloqueaba el
acceso directo y que además, era la finalización del centro y el comienzo del
barrio del Tajamar, especie de suburbio oriente dentro del “camino de
cintura” propuesto en 1872.
No está de más referir, aunque sea brevemente, sobre el rol del gran peñasco
convertido en parque público en la estructura de la ciudad. Sin duda, era
reconocido como el parque público que mayor admiración provocaba entre
los extranjeros y provincianos y, quizás, el que más orgullo suflaba en los
santiaguinos.551 Desde su inauguración en 1874, por el Intendente Vicuña
Mackenna y su equipo de trabajo, el remodelado cerro significó nada menos
que la integración a la ciudad de un obstáculo geográfico para el que se
desarrollaron numerosas guías descriptivas (“manuales de uso de una
metrópoli futura” en palabras de Gorelik552) y al que, con el tiempo, se le
construyeron caminos, senderos e incluso un teatro y un ascensor. Acogió
también a muestras artísticas y técnicas, como la exposición nacional de
1877, y se convirtió en un punto de referencia obligado para los visitantes de
provincia y el extranjero, quienes desde sus terrazas podían contemplar la
ciudad.553
551 Aspectos de esta admira ción en P. Gross, A. de Ramón y E. Vial , op. cit., p. 149.
552 Hemos ocupado esta cita en la introducción , pero la reiteramos: A. Gorelik, La grilla y el parque, cita do, p. 152. Én fasis en el
original .
553 No hemos profun dizado en un tema importante: el acceso al Santa Lucía fue mayorita riamente restringido a las capas altas de la
socieda d. Recordemos, entre otros antecedentes, que en 1892 el Consejo Superior de Higiene Pública solicitó al Municipio de
Santiago a que declarase gratuito el ingreso al Parque Cousiñ o y al cerro Santa Lucía “pa ra que el puebl o pueda con currir a estos
paseos siempre que lo desee”. Sesión 19ª extra ordinaria , 21/10/1892. En Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipal idad
de Santiago. Tomo tercero. Segundo semestre de 1892. Santia go, Chile: Impr. Ba rcelona, 1893, p. 107. Véase también el libro de M.
Vicuña, El Pa ris americano, cit., p. 49.
292
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Con todo, un tema fundamental era que el cerro no estaba aislado: decenas
de viviendas –incluso escuelas públicas- estaban construidas en su contorno,
mirando a calle Santa Lucía al oriente y la calle del Cerro, al poniente. La
figura 99 nos muestra un aspecto de esta situación; la fotografía, tomada
probablemente frente a Huérfanos, muestra una vivienda antigua pegada al
muro de concreto del cerro, a la que se accedía mediante una escalera
surgida desde una estrechísima vereda. Fue recurrente desde entonces la
existencia de propuestas para el aislamiento del cerro. El proyecto de
Bertrand, a nombre de la Dirección General de Obras Públicas (1895), lo
incluía como una de sus medidas fundamentales, “convirtiendo desde luego
la calle de Bretón en una Avenida que sirva de conexión entre la del Canal y
la Alameda de las Delicias”. 554 A su vez, Valentín Martínez, aunque no habló
del aislamiento, en su Proyecto de desagües de 1893 circunscribió la red de
desagües a la “zona central” de la ciudad, es decir, “entre el cerro Santa
Lucía, río Mapocho, Alameda de Matucana y de las Delicias” (fig. 99). 555
En rigor, la propuesta de 1895 -elaborada por Alejandro Bertrand- fue
decisiva en la conformación de una mirada del Estado sobre un Santa Lucía
en vinculación vial y estética con el Mapocho. Dicho de otro modo, en la
ratificación de la ribera sur del Mapocho como centralidad y su vínculo en la
expansión hacia Delicias. Se iniciaron así estudios para el aislamiento del
cerro, encabezados por el Gobierno Local; pero fue sólo la inauguración de
nuevas entradas al cerro, entre 1902 y 1918 –y que, en buena medida, lo
caracterizan hasta hoy- lo que dio pie para impulsar el aislamiento del Santa
Lucía. En 1903, los regidores señalaron que “Este proyecto que realizaría
una de las medidas de embellecimiento del cerro Santa Lucía y de la ciudad,
se encuentra paralizado en su ejecución; y sería de desear que el señor
Intendente y el señor Alcalde le dedicaran su empeño para llevarlo a la
práctica cuanto antes”. A ello agregaron una razón económica, como la
plusvalía: “a lo menos en parte habrá que realizarlo, y ya se comienza a
especular con esta necesidad local”.556 A esto se sumó un afán estético ligado
554 Dirección General de Obras Públicas, Proyecto de transforma ción de los barrios al edañ os al Ma pocho, 1895, op. cit. Véase
también el segundo ca pítul o. Son va rios l os textos de esos años que estudian y promueven las bon dades del cerro. Entre ellos: Soto,
S. ( 1890). Historia y descripción del Santa Lucía: (Huelen guala): 1540 -1890. Santiago, Chile: Impr. de El Correo; Eberhardt, E.
(1910). Album-guia del Cerro Santa Lucia, Santiago: descripción e historia compl eta de este pa seo. Santiago, Chile: El autor; Pra do
Ma rtínez, A. [ed.] (1901) . El Cerro Santa Lucía: historia y descripción de este Paseo en sus distintos períodos: el Huelén pr imitivo, su
transforma ción, su esta do a ctual . Santiago, Chile: Impr. Esmeralda .
555 V. Ma rtínez, Proyecto de desagües pa ra la zona central de la ciudad de Santiago, citado, p. 6. Véa se también el segundo capít ul o.
556 Bol etín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalid a d de Santiago. Tomo XVII. Del 1 de en ero al 31 de julio de 1903.
Santiago, Chile: Imprenta Ba rcel ona, 1904, p. 279.
293
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
con la preocupación por la mirada de los extranjeros. En una ciudad que
habituaba a mantener por años las ruinas de los edificios demolidos, o
incluso de las obras finalizadas –la canalización del río cabría en esta última
situación- la visita de los marinos brasileños comandados por el Almirante
Barroso llevó al alcalde a referirse “al edificio en ruinas del antiguo cuartel
de Ingenieros Militares ubicado al lado poniente del Cerro Santa Lucia,
paseo que sin duda será visitado y admirado por los distinguidos
huéspedes”. El edil solicitó entonces su remoción, ya que “los escombros del
edificio de que se trata son un borrón en la Alameda de las Delicias y
producen un aspecto feísimo que resalta por hallarse al costado del Cerro de
Santa Lucía”.557
557 Alcaldía Municipal a Intendencia , 22/4/1903, Intendencia de Santiago, volumen 232, abril 1903.
294
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 97. “Casa de la Administración del Cerro, calle Santa Lucía”, 1901. Se aprecia el bloqueo
visual del cerro, producido especialmente por la construcción de dos pisos. Se advierte además,
a su costado derecho, la existencia de una muralla de piedra y reja que permitía una limitada
contemplación del promontorio.
En su Memoria de 1906, el Administrador del promontorio citó sus propias
palabras, expresadas en la cuenta del año anterior: que la nueva entrada por
Tres Montes (José Miguel de la Barra) era “de capital importancia para el
embellecimiento del Cerro, y que se relaciona de una manera directa con el
proyecto de transformación de Santiago, porque contribuiría a la reunión de
la Alameda con el Parque Forestal”.558 El proyecto estaba estancado en el
Senado, y tres años después la Municipalidad solicitaba al mismo no sólo
recursos para la nueva entrada por Tres Montes, sino “que el saldo de los
fondos
de
expropiaciones
urbanas
de
Santiago,
sean
destinados
exclusivamente a expropiaciones alrededor del Cerro Santa Lucía”. 559 Quizás
el hecho más trascendente en pos de ese objetivo fue la apertura de
Huérfanos hasta llegar a Bretón, durante la alcaldía de Eduardo Edwards
558 Boletín de Actas y Documentos de la Mun icipalidad de Santiago. Tomo vigésimo. Del 1° de enero al 31 de Diciembre de 1905.
Santiago, Chile: Impr. Barcel ona, 1906, p. 317.
559 25ª sesión ordinaria, 15/11/ 1909, Boletín de Actas y Documentos de la Municipalidad de Santiago. Tomo vigésimo cuarto. Del 1°
de enero al 31 de diciembre de 1909. Santiago, Chile: Impr. Diener, 1910, p. 322.
295
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Salas. Lo que interesa destacar aquí es que el proceso de aislamiento del
Santa Lucía fue crucial para la comunicación de esa área con la ribera sur del
Mapocho. El proyecto del regidor municipal Jorge Dávila Ossa, presentado a
la Comisión de Ornato en 1910, es claro en la formación de un corredor no
sólo vial, sino peatonal, desde el parque hasta la Alameda (fig. 100). El
proyecto, surgido para las celebraciones del centenario, planteaba el
ensanche de Tres Montes, para en la punta del cerro por Merced dar paso a
dos diagonales: una por la calle Santa Lucía –acabando con las viviendas de
su borde- y una segunda que atravesaría las manzanas del oriente, llegando
a la esquina de Lastarria con Delicias. 560 El que esta idea de transformación
no planteara el aislamiento del cerro por la calle del mismo nombre (hoy
Victoria Subercaseaux), informa algo que necesita ser remarcado: el costado
poniente del Santa Lucía se vinculaba mucho más con la ciudad „propia‟ que
el borde oriente. Esto es sugerente, ya que la urbanización de este último
sector se había producido desde finales del siglo dieciocho. 561 Con todo, la
Fig. 98. “Calle Santa Lucía, pintoresca
casa antigua, por demolerse”, 1901.
Probablemente tomada desde calle
Huérfanos, esta fotografía permite ver
la antigua vivienda y el muro de piedra
del cerro, inmediatamente posterior,
provocando un verdadero encierro del
Santa Lucía. Esta entrada al cerro
demoraría varios años en completarse.
diagonal propuesta por Dávila Ossa permitía una comunicación rápida con
la Alameda y eventualmente con la calle Maestranza, actual Portugal. Por
otra parte, la diagonal poniente llegaría hasta la Plaza Vicuña Mackenna,
posibilitando un corredor de parques públicos entre el río y la principal
avenida urbana. En ambos casos, las diagonales permitían romper la trama
de calles irregulares y angostas.
Aparentemente único, este proyecto de transformación del abogado Dávila
Ossa había sido planteado algunos años antes de manera “muy semejante” –
al decir de Zig Zag- por Juan Enrique Concha, político conservador de
tendencia socialcristiana y Alcalde de Santiago en 1907. Dávila Ossa estimó
el costo de la intervención en una cifra enorme ($ 1.200.000), algo más de la
mitad del costo del Museo de Bellas Artes (poco más de dos millones de
pesos). Por otra parte, la breve nota del magazine mostró también otros dos
proyectos del regidor Dávila Ossa: uno de ensanche del bandejón central de
la Alameda y otro de limpieza visual del frontis de la Quinta Normal de
Agricultura, hacia avenida Matucana. Resulta sugerente, por tanto, que la
560 En rigor, la calle Tres Montes había sido reba utizada como José Miguel de la Ba rra en 1909, a corde con l os ideal es republican os:
de la Barra había sido un destacado int endente de Santiago en la década de 1850. Cfr. 6ª sesión ordinaria, 24/5/1909, en Bol etín de
Actas y Documentos…Tomo Vigésimo Cuarto. Op. Cit., p. 129.
561 Mayores in forma ciones en Matus, Ch. (2010) . La cultura urbana y l os estilos de vida en la revitalizaci ón de un barrio patrimonial
del centro histórico de Santiago. El caso Lastarria -Bellas Artes. Santiago, Chile: tesis doctoral en a rquitectura y estudios urbanos,
FADEU-PUC.
296
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
conexión entre el Museo y el Santa Lucía fuera considerada tan importante
como la de otros dos espacios históricos de la ciudad, creados mucho antes
que el domesticado cerro y las reconvertidas riberas mapochinas.
La mención a la plaza Vicuña Mackenna permite comprender a una escala
mayor los nuevos edificios públicos inaugurados y en construcción durante
la década de 1910. Aquella plaza fue creada en 1901 paralelamente a la nueva
entrada al cerro por la Alameda, entregada al año siguiente. La historia de
dicha plaza es especialmente afín a nuestro problema y nos permite
respaldar la hipótesis de un período donde no se despliega mecánicamente
el set de propuestas elaborado por el intendente decimonónico. Y es que la
plaza fue pensada como un complemento a la nueva entrada, entendiéndolas
como un conjunto arquitectónico. Sin embargo, la Intendencia pensó en
construir el Museo y Escuela de Bellas Artes en la manzana liberada por la
demolición de los antiguos cuarteles de Artillería. El alcalde Arce, indignado,
destinó el espacio baldío –de propiedad municipal- a la rápida y repentina
construcción de una plaza pública, que bautizó como Benjamín Vicuña
Mackenna.562 Más allá de la anécdota, su motivo nos habla de una
representación estética: la eventual edificación del Museo hubiese atentado
contra la belleza del cerro. En vista de aquel suceso, el Estado siguió los
consejos de Alberto Mackenna Subercaseaux, escogiendo una ubicación
entonces periférica: la ribera sur del río. Ribera que, por cierto, podía ser
utilizada a discreción por el poder Ejecutivo.
Finalmente, el inicio de las obras de la nueva Biblioteca Nacional, en 1913,
sobre lo que hasta entonces era el monasterio de Santa Clara, fue un
Fig. 99. Selección del proyecto para la
transformación de los barrios del
Mapocho (1895). Se aprecia el despeje
proyectado, incluyendo el ensanche de
calles, espacios amplios frente a la
“Avenida de las Delicias” y Tres Montes
(hoy José Migue de la Barra), así como
un escarpe verde que llegaría a Delicias
con la actual Victoria Subercaseaux
(antaño, calle del Cerro).
corolario para la creación de un circuito pedagógico mediante el espacio
público. La Biblioteca, inaugurada en 1924 y emplazada inmediatamente al
poniente de la plaza Vicuña Mackenna, consolidó aquella parte del borde sur
de la Alameda de las Delicias como eje en la imagen de ciudad desde la
cultura de estado: un parque público de goce desde las alturas (y que incluía
un teatro y varias terrazas y esculturas); una plaza que tenía un diseño
sinuoso en diálogo con el cerro y entregaba una notable visibilidad de éste. Y
en cuanto a los edificios, la principal biblioteca pública de la ciudad y el país,
construida en añosos terrenos de la iglesia católica. Por último, el estado
562
A. de Ramón , Santiago de Chile ( 151-1991)…, op. cit., p. 176; P. Gross, A. de Ra món y E. Vial , Imagen ambiental de
Santiago, op. cit., pp. 149-150. La plaza fue reforzada por el monumento a Benjamín Vicuña Ma ckenna entrega do a la ciudad el 17 de
Septiembre de 1908, y que originalmente fue enca rgado a Auguste Rodin, quien entregó su pr oyecto, pero no fue concretado. Cfr.
L.Voion maa, Santiago17 92-2004, op.cit, p.45.
297
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
había gestado una conexión peatonal y de tráfico motorizado entre el río y
Delicias. Ese „conjunto urbano de cultura pública‟ fue, al fin, un decisivo
paso para crear un sub-centro en la periferia oriente del casco histórico.
Fig. 100. Proyecto presentado por el regidor Jorge Dávila Ossa a la Comisión de Ornato
Municipal, 1910.
El extremo norte del cerro Santa Lucía, presentó cambios similares a los
descritos: desde los ideales de belleza y ornato, se estrenó para el centenario
la nueva subida por la ya nombrada puntilla de Merced. Era este el sector del
gran peñasco más cercano a la franja sur del río Mapocho, y el que se
entendió como de urgente transformación desde antes del centenario de la
independencia. Como vimos, era el espacio que el administrador del
promontorio calificó en 1906 como “de capital importancia para el
embellecimiento del Cerro”. El cambio urbano de este acceso produjo la
destrucción de la vieja entrada, fotografiada a principios de siglo por Jorge
Walton (fig. 101) y su reemplazo por escalinatas y una fuente de Neptuno.
Sin embargo, la terminación de esta obra demoró años, y aún en 1915, el
plano de Alcides Aray refería sin mayores detalles a un proyecto de nuevo
acceso a cargo de Antonio Coll y Pi –mencionado más arriba- el escultor
catalán autor del monumento a Ercilla (1910) y a los bomberos (1915), así
como del hall del Museo y Escuela de Bellas Artes.
298
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 101. “Entrada al cerro por calle Tres Montes (Merced)”, 1901. La transformación de este
ingreso, en el sector de Merced y Tres Montes, fue un objetivo postergado por años. Adviértase
la precariedad del arco de entrada, con un estuco en mal estado y balaustradas laterales que no
alcanzan a ocultar el ladrillo como material constructivo. Personajes populares complementan
la visión de un espacio más bien pintoresco que refinado, lo que se oponía a la entrada al Santa
Lucía por la Alameda.
Aunque escuetamente, la transformación del ingreso por Merced, pero
también la de la Alameda, promovió un debate en la prensa santiaguina. En
una fecha algo más tardía (1915) el magazine Zig-Zag indicaba que la última
“subida es una aberración, pues su construcción le cuadra tanto al cerro,
como le cuadraría a una cabaña una escalinata de mármol. Nada que decir
de la destrucción total del pintoresco camino que da hacia la calle del Bretón
(actual Santa Lucía). Todas estas profanaciones fueron coronadas más tarde
por la demolición total de la antigua subida de la calle de la Merced”. 563 Sin
embargo, como se dijo, hay registros de una transformación lentamente
desarrollada: en 1918 se hablaba de una “nueva subida del cerro por la calle
de la Merced”, en conjunto con otra por Agustinas, es decir, por el borde
poniente.564 Finalmente, el aislamiento del cerro –en todo su contorno- pese
a todas las obras y propuestas, no se produjo sino en la década de los veinte:
563 Zig-Zag, 9/10/1915, reproducido en P. Gross, A.. de Ramón y E. Vial. Op. cit., pp. 150 -2.
564 Gaceta Municipal, órgan o oficial de la I. Municipalidad de Santiago, Año I, N° 2, 24 de abril de 1918, p. 9 y n° 27, 28 de diciembre
de 1918, p. 5. Es sugerente la ausencia de accesos por el costa do poniente del Santa Lucía .
299
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
todavía en 1917, Ismael Valdés Valdés perseguiría su realización y conexión
con el Parque Forestal y la Alameda de Las Delicias. 565 Es necesario, de
todos modos, destacar su rol como uno de los trabajos prioritarios en
Santiago y como parte de dos objetivos ligados entre sí: la integración de la
ladera sur del Mapocho a la „ciudad propia‟ y la formación de un eje
educativo de espacios públicos (el cerro en cuanto al paseo por la ciudad y la
Biblioteca Nacional en la internación de pautas de cultura letrada).
4.5. La persistencia del suburbio: el espacio público en
disputa
Ahora bien, si recapitulamos, la ribera sur sufrió su principal cambio a partir
del Museo y la Estación, acabando con el basural, abriendo una perspectiva
inédita entre oriente y poniente, regularizando su trazado y generando
lentamente una nueva centralidad. Si volvemos a las palabras de Eduardo
Charme citadas más arriba, hacia 1900 el Estado había escogido como el
tramo central de los terrenos del Mapocho aquel que iba entre Tres Montes
(José Miguel de la Barra) y Bandera, esto es, entre el Museo y la Estación,
dando importancia también a su conexión con el cerro Santa Lucía.
Uniformidad, movilidad expedita y estética confluirían en una higienización
del lugar, fase previa a su establecimiento como centralidad.
Pero hacia el poniente del Forestal, en el entorno del Mercado Central y de
los puentes, la regularización fue una tarea mucho más compleja, debido al
menos a dos factores: las dificultades para expropiar las propiedades de la
Avenida Sur del Mapocho, y la numerosa presencia de vendedores
informales, kioscos y construcciones de lenta y tediosa expropiación. Los
registros nos muestran que fueron dos los principales problemas para las
autoridades: uno, que para estas esos vendedores hacían una competencia
desleal al Mercado; dos, que eran la representación de la „ciudad bárbara‟
que se buscaba dejar atrás, tanto en lo estético como en la comunicación vial
expedita. En cuanto a la gestión de este espacio, hubo además un
prolongado conflicto entre el Municipio y la Intendencia sobre la concesión
de permisos para establecerse allí, lo que en rigor expresaba un tercer
obstáculo: la ambigua administración de las tierras ganadas al Mapocho
después de la canalización. En orden a estos tres factores, creemos que
565 I. Valdés Val dés, La transformación de Santiago, citado.
300
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
podemos hablar de un espacio público en disputa; no sólo de las autoridades
con los vendedores populares y de estos últimos con los del Mercado, sino de
aquellas entre sí.
En el capítulo tres hemos nombrado el caso del Galpón de las Zapateras, que
de un costado del puente de los Carros fue movido a San Pablo y luego de la
banda sur fue trasladado a la norte, buscando así evitar la competencia al
Mercado. Este caso es probablemente el primero donde se evidencia que, en
rigor, los puestos de venta ribereños fueron expresión de un conflicto entre
el Gobierno Local y la Intendencia, y que la existencia de acuerdos entre
ambos poderes respecto a los bordes del río fue algo precario. 566 Las
protestas del Gobierno Local a la Intendencia, en particular en el margen sur
del río, se intensificaron en el siglo veinte. En 1905, el Primer Alcalde Salas
Edwards acordó “dirigirse al sr. Ministro del Interior a fin de que disponga
que el sr. Intendente de Santiago haga retirar el mercado que se ha
establecido en la ribera sur del Mapocho frente al Mercado Central, y que en
lo sucesivo se abstenga de dar permisos para establecer ventas o puestos de
abastos en las vías públicas”. 567 En aquella misma sesión, puesta en
discusión la propuesta del regidor Ojeda,
“manifiesta que el sr. Intendente de Santiago repetidamente ha
expresado, contra lo que dispone la ley municipal, que se encuentra
autorizado para disponer de las vías públicas a fin de conceder
permisos para que los particulares las usen estableciendo puestos
de abastos y de otra naturaleza.
Conforme con esta creencia el sr. Intendente ha arrendado parte de
los terrenos que hay al lado sur del Mapocho y frente al Mercado
Central. Ahí se ha establecido un mercado con varios puestos, que
viene a hacer competencia al Mercado Central y a cercenar las
entradas municipales”.568
566 Esto también se expresaba en otros l ugares céntricos como la Plaza de Armas: “Visto l o dispuesto en el decreto de esta Alcaldía
de 30 de Septiembre de 1904, que fija límites pa ra la instalación de ventas ambulantes a in media ciones de la Plaza de la
Independen cia y en otras pa rtes de la ciudad, y amplia ndo las disposicion es contenidas en aquel, decreto: La Alcal día se reserva la
facultad de conceder permisos en casos especiales y en algun os pun tos en que estime que no hay estorbo pa ra el libre tránsito ”.
Intenden cia de Santiago, volumen 280, mayo 1906. O tro ejemplo: “Habiendo dispuesto esta alcaldía que se suspenda el
estacionamiento en la vía pública de toda clase de juegos de suerte o a zar como ruletas, caballitos, cuchillos, a rgollas y ot ros
análogos, ruego a US. ordene a la Policía de Seguridad que ha ga efectiva aquella suspensión, aún cuando los interesados exhibieren
ta rjetas o permisos”. Alcal día Municipal a Intenden cia, 30/3/1903, Intendencia de Santiago, vol . 280, mayo 1906.
567 Sesión 87 ordinaria, 5/6/1905, Boletín de Actas y Documentos de la Mu nicipalidad de Santiago. Tomo vigésimo, cita do, pp. 59 60.
568 Idem.
301
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
La presencia de este mercado informal (fig. 102) y los conflictos en la gestión
estatal continuaron al año siguiente, pero en sentido inverso: la Policía de
Santiago informó entonces al Intendente sobre “las tarjetas [de] permiso
concedidas por el sr. 1er Alcalde Municipal a Aurora Gómez y Arsenio
Juárez, para que puedan estacionarse con ventas al lado del Puente de la
Pirámide la primera y en la ribera sur del Mapocho, al lado del Puente de
San Antonio la otra”. El agente de seguridad indicó que “esta Prefectura no
le ha dado curso a las referidas permisos por estar ellos en contravención a
ordenes dictadas por esa Intendencia que prohíbe el estacionamiento de
vendedores en las riberas del Mapocho, en su parte canalizada”. 569
Ahora bien, junto con esa necesidad de una ribera despejada para el tránsito
público, a estos informales se les consideraba intrínsecamente ligados a las
cantinas y burdeles de aquel sector. En otras palabras, se les consideraba
carentes de higiene. Esto marca un alejamiento definitivo de la ya referida
visión pintoresca de aquel sector, tan cara a las clases altas de mediados del
siglo diecinueve. Y convendría enfatizar, para efectos de esta tesis, que esto
era más complejo en una ribera más céntrica y cercana al caso histórico que
la norte. Por ello, planteamos una resistencia o competencia por parte de esa
sociedad popular y de una segunda justificación para hablar de una disputa
por el espacio público. Según Juan Rafael Carranza, refiriendo a la década
de 1890, “En el antiguo Galpón del puente de los Carros las zapaterías
estaban circundadas por pequeñas tenduchas, donde se expendían objetos
de lata, greda y cachivaches de todas clases, lo cual le daba una animada
presentación”.570 Para el inicio de siglo esa “animada presentación” se hacía
insostenible: en 1906, bajo la presidencia del primer alcalde Joaquín Díaz
Garcés, el regidor Parragué llamó la atención sobre “lo que está sucediendo
con las riberas del Mapocho. Innumerables cocinerías y chincheles se han
establecido allí dando a aquella parte de la ciudad feísimo aspecto”. El edil
agregó que “en parte contribuye a esto la facilidad con que el señor
Intendente concede permisos a quien se los pide, ya para establecer puestos,
ya para pedir limosnas, permisos que generalmente aprovechan los pililos y
vagabundos”. Por tanto, “el medio de cortar este mal sería declarar que las
riberas del Mapocho en el espacio comprendido entre las calles de Bandera y
569 Policía de Santiago a Intendente, 26/6/1906, Inten dencia de Santiago, vol umen 280, mayo 1906.
570 “Crónicas históricas. La ribera sur del Mapoch o. Desaparece la cua rtería entre San Anton io y 21 de Ma yo”, en Bol etín Municipal
de la Ciuda d de Santiago, 3/7/1929. Agradezco esta referencia a Tomá s Errázuriz.
302
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
San Antonio son calles públicas […] porque al paso que van las cosas, un
buen día aparecerá un nuevo mercado frente al Mercado Central y
haciéndole competencia”. La indicación de Parragué fue aprobada. 571 Pero al
parecer la petición del regidor no fue escuchada, ya que la reiteró dos años
después, aunque esta vez impulsado por las denuncias de la prensa. 572
Fig. 102. Vendedores ambulantes y carretas a un costado del Mercado Central,
con la Estación Mapocho al fondo, c. 1915. El río estaría a la derecha de la imagen. Nótese el
intenso comercio al por menor a un costado del Mercado.
Interesa subrayar aquí que la presencia de los informales fomentó esa
voluntad de que la banda sur fuese considerada lugar privilegiado para la
comunicación vial. A ello se suma la presencia de construcciones de material
ligero dedicadas al comercio y que pese a que sí pagaban impuestos, también
impedían el trazado continuo de la Avenida Sur del Mapocho. Los reclamos
de ediles y de la prensa llevaron a que en 1903 un acuerdo municipal
571 Sesión 11 ordinaria , 6/7/1906, Boletín de Actas y Documentos de la Il ustre Municipalidad de Santiago. Tomo vigésimo primero.
Del 1° de en ero al 31 de Diciembre de 1906. Santiago, Chile: Impr, Barcel ona, 1906, pp. 272-3. El énfasis es mío. Chinchel es llamada
aquella cantina de muy desmejorada condición.
572 “El sr. Pa rragué dice que últimamente un dia rio ha publicado fotogra fías de l os terren os del Mapocho a inmedia ciones del
Mercado Central , pa ra llamar la atención de las autoridades sobre el estado lamentable de desaseo en que se encuentran con mo tivo
de las instalaciones de ventas que en ese punto existen ”. 27ª sesión ordina ria, 5/10/1908, Boletín de actas y documentos de la Il ustre
Municipalidad de Santiago en 1908. Santiago, Chile:Imprenta Diener, 1910.
303
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
declarara
que
las
avenidas
del
Mapocho
eran
calles
públicas,
bautizándoselas con el nombre de los ex Presidentes de la República
Domingo Santa María (Norte) y José Manuel Balmaceda (Sur). Esto
equivalía a hacer un acto de presencia y reafirmar la necesidad de su
conclusión. Pero sólo en 1909, y bajo la autorización de la ley de
transformación de Santiago del mismo año, se acordó dar a la Avenida Sur
del Mapocho, entre las calles de Puente y Teatinos, el ancho de 100 metros.
Esa longitud era medida desde el muro sur del canal del Mapocho, e
involucraba expropiar los terrenos y edificios necesarios para efectuar dicho
ensanche. El objetivo era claro: “dar salida fácil y expedita a la Estación del
Mercado”.573 Sin embargo, la expropiación sería lentísima (fig. 104),
concluyéndose sólo a finales de la década del veinte, bajo la gestión
autoritaria del coronel Carlos Ibáñez del Campo.
Por otra parte, y de forma paradojal, los reclamos de las autoridades se
desarrollaron en paralelo a construcciones ligeras que pasaron a integrar el
paisaje urbano. Desde finales del siglo XIX estas ocuparon espacios
concedidos por la Intendencia, instalándose allí puestos de venta al pie de la
calle y kioscos. En general, la instalación de estos establecimientos era
producto de una negociación entre aquellos poderes del estado y, pese a
numerosas recriminaciones, las casuchas de madera y lata pervivieron en
aquel
central
espacio.
Podría
decirse
incluso
que
esas
casuchas
constituyeron un intento por solucionar o regularizar la venta de productos
en las veredas. En 1908, por ejemplo, la Intendencia concedió a Waldo Díaz
“el permiso necesario para instalar kioscos de madera, de construcción
ligera, en los terrenos fiscales de la ribera sur del Mapocho, contiguos a la
vereda de la canalización, comprendidos entre las calles de 21 de Mayo, por
el poniente, y San Antonio por el Oriente”. Díaz quedó autorizado para
vender “flores, helados, frutas y refrescos”, siendo estrictamente prohibida la
venta de bebidas alcohólicas. Además, la concesión se entregó bajo la
condición que el diseño de los kioscos sería aprobado previamente por el
organismo público, ya que “deberán ser de construcción artística y pintados
en su parte exterior”. Los kioscos estarían separados entre sí “por una
distancia no menor de dos metros y no podrán ocupar mas de cuatro metros
de fondo, contados desde la vereda de la canalización hacia la calle”. Más
sugerente aún es que el estado estipulaba que el concesionario sería el
573 25ª sesión ordina ria, 15/11/ 1909, Bol etín de Actas y Documentos de la Municipalidad de Santiago. Tomo vigésimo cuarto, citad o,
p. 321.
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DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
encargado no sólo del aseo del lugar, sino del riego de los árboles, lo que en
rigor estipulaba una solución privada para la gestión del espacio público. 574
Las imágenes nos muestran que esos kioscos tuvieron una existencia de
varios años, aunque su “construcción artística” es altamente dudosa (figs.
106 y 107).
Fig. 103. Vista desde la estación Mapocho hacia el oriente, c. 1910
Se aprecia, a la derecha del impecable canal del Mapocho y junto al tranvía eléctrico, las
construcciones que impedían la conectividad cabal de la Avenida Sur del Mapocho o
Balmaceda. Adviértase que esa conectividad se veía impulsada por los tranvías, al ser un
espacio estratégico de transporte público y del tráfico ferroviario de la estación Mapocho.
Respecto a las construcciones que entorpecían la continuidad vial, muchas correspondían a
comercios, como el que aparece en la esquina con el nombre “Casino”. Nótese especialmente la
vecina edificación de madera levantada al interior de la manzana y sin colindar directamente
con el espacio público.
574 Decreto de 4 n oviembre de 1908, Intenden cia de Santiago vol umen 320, 1908, Decretos.
305
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 104. Vista hacia el poniente de edificios en demolición en calle San Antonio esquina
Mapocho, 1929. Pese a que esta imagen es de una fecha más tardía que el lapso abordado aquí,
es evidente que tiene elementos de continuidad con la década del diez. Fundamentalmente, la
existencia de construcciones antiguas, varias dedicadas al expendio de alcohol: véase al centro,
la “Cafetería Temuco”, con su techo de teja. Nótese también la ausencia de una idea de
conjunto en la arquitectura, la que responde más bien a rejas y paredes de irregulares tamaños.
Los automóviles (¿abandonados? ¿Sólo estacionados?) evidencian a su vez el carácter céntrico
de aquel sector, patente también en los postes de alumbrado público. En general, se puede ver
una clara diferencia en calidad material respecto al tramo más oriente de la ribera.
Fig. 105. Calle Mapocho esquina San Antonio hacia el poniente a mediados de la década del
veinte. Se puede ver una cafetería (en rigor, una cantina), y un local de bencina y aceita más a
la derecha. Se advierte un panorama de un piso, sin demasiadas pretensiones estéticas, dando
más bien la impresión de precariedad y abandono. La totalidad de los edificios de la cuadra
fueron demolidos en 1929.
306
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 106. Ribera sur entre el puente Bandera y el puente de los carros
(este último a la izq.), c1915. Ala derecha, se ve un kiosco hecho de madera, muy similar
al de la figura 107.
Fig. 107. Terminal de carros urbanos en la ribera sur, sector Mapocho, c. 1905.
Por el emplazamiento del cerro San Cristóbal, se trata de una vista desde la vieja calle Mapocho
hacia el oriente, casi al llegar a la Avenida Sur del Mapocho. En menos de una cuadra se
advierten dos puestos ambulantes, a un costado de la concurrida estación terminal.
307
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 108. Camiseras en la ribera sur, Puente y 21mayo, c. 1910.
Otra vista de la entrada sur al puente de los carros. Se aprecia la venta en el piso de las
camiseras y un kiosco al poniente del puente.
Fig. 109. Camiseras en la ribera sur del Mapocho, puente de los carros, 1911. Este lugar del
tramo canalizado fue el punto de comercio de las vendedoras de camisas masculinas. Por el
tamaño de sus canastas –llamativas a ojos extranjeros y nacionales- y pese a no contar
necesariamente con autorización, las camiseras tuvieron una existencia estable hasta 1930
308
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
La administración de las tierras ganadas al río por parte de la Intendencia
no era motivo de discusión para la Municipalidad, ya que no había recursos
para administrar los parques públicos como el Forestal. A menos que se
tratara del Mercado Central y sus cercanías, donde –como vimos en el
capítulo cuarto- se instalaban los informales: el Municipio reclamaba
entonces su derecho a defender el edificio que mayores ingresos le
proporcionaba, debido a los arriendos de los locales. 575 Un ejemplo de las
diferentes competencias con jurisdicción sobre ese sector está en un listado
de ese mismo año, donde se aprecia que la Intendencia, y en menor medida
el Gobierno Local, habían autorizado la instalación de vendedores
informales. Estos se establecían presentemente en esquinas (Puente esquina
San Pablo, Mapocho entre Puente y 21 de Mayo) y costados de puentes,
especialmente de las Pirámides, de los Carros (figs. 108 y 110), y de
Bandera.576 Paradójicamente, algunos de los permisos municipales
permitían ocupar la calle Mapocho, que pasaba a un costado del Mercado
Central y que era la vía más necesitada de un tráfico expedito. De todos
modos, esta situación podía tener suspensiones extraordinarias: por
ejemplo, para el centenario todos los permisos entregados para la ribera sur
fueron suspendidos por la Intendencia, con el fin de que no afearan la
ciudad.
Además, ese mismo listado muestra cómo muchos de los comerciantes
informales autorizados para ocupar el espacio público con un kiosco de
madera, o simplemente con una manta en el suelo, eran mujeres. Tal
situación llamó la atención de viajeros extranjeros, como Regynald Lloyd,
quien hacia 1915 publicó fotografías sobre un Santiago „típico‟, donde las
vendedoras de camisas a las orillas de un río constituían un elemento
pintoresco (fig. 108). Es más, gracias a las fotografías, y no a los documentos
escritos, es posible demostrar que las „camiseras‟ eran un tipo de vendedora
característica de la banda sur y específicamente del puente de los carros.
575 En 1909, la Alcal día vol vió a la ca rga causa de l os in formal es que se instalaban con autorización de la Intendencia : “Los
a rrendata rios del Mercado Central se han pre sentado a la Al caldía a reclama r del perjuicio que pa ra la regula r ma rcha de sus
negocios, les ocasionan los vendedores a mbulantes que hay en las in media ciones de la Plaza , que ejercen su negocio con permis os
con cedidos por U.S. Acarreándoles gra ves perjui cios por ha cerles competencia , siendo que l os primeros pagan sus respectivas
patentes en la Tesorería Municipal, n o así los segundos, que pa ra ejercer su negocio sólo les basta un permiso de la Intenden cia . El
in frascrito en cuen tra aten dible el reclamo, y se permite rogar al sr. In tendente no dé l ugar a los permisos que con el objetivo
indicado, se soliciten de esa Intendencia ”. Al caldía de Santiago a Intendente, 19/1/1909, Intendencia de Santiago, volumen 32 4,
en ero 1909.
576 “Nómina de l os vendedores ambulantes que se establecen en l os al rededores del Mercado Central, con especificación de la
autorida d que ha concedido el permiso”. Oficio sin a utor ni destinata rio, posiblemente in spector municipal. Santiago, 26/1/19 09,
Intenden cia de Santiago, volumen 324, enero 1909.
309
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Para entonces, y al menos durante un tiempo, las persecuciones policiales a
los informales –ordenadas por el Municipio- se detuvieron. En ello tuvo
mucho que ver la crisis económica de 1914 y años posteriores, que
condujeron a que el Municipio tolerara a los feriantes, para así intentar
asentarlos y ordenarlos, paliando simultáneamente la escasez de alimentos
que asolaba a la ciudad. En efecto, el problema de la escasez de alimentos
llevó hacia 1918-1919 a que la Municipalidad ya no reclamara por la
presencia de ambulantes que afectaran al Mercado Central; sino que se
lamentara porque este último era totalmente insuficiente para los habitantes
de la ciudad.577
Sin embargo, pese a las erradicaciones de diferente tipo que han sido
revisadas aquí (circos, informales, etcétera), prosiguieron los óbices para el
despeje visual de tan central tramo del margen sur. Cuestión similar ocurrió
con las edificaciones de material ligero dedicadas al comercio –no sólo
kioscos- que impidieron la continuidad de la avenida Balmaceda o Sur del
Mapocho. Por ello nos referimos en el título a una persistencia del suburbio,
al menos, hasta –al menos- la dictadura del coronel Carlos Ibáñez. En 1918,
el Intendente refería sobre la expropiación de unos terrenos privados,
ubicados en la calle 21 de Mayo esquina de Mapocho, para dar continuidad a
la Avenida Sur del Mapocho -contemplada en la ley de canalización dictada
treinta años antes- pero también a la extensión del parque Forestal. El
Intendente declaró al Ministro del Interior, Arturo Alessandri Palma:
“No me
extenderé
en
consideraciones para
demostrar la
conveniencia manifiesta que habría en expropiar no sólo el terreno
que se solicita, sino también los demás que faltan para prolongar
los jardines del Parque Forestal hasta la calle 21 de Mayo. Básteme
hacer presente a US. que el valor de la conclusión de esta obra no
alcanzaría, según la tasación practicada, a un millón de pesos, y que
la ciudad ganaría enormemente, no sólo bajo el punto de vista
estético, sino además, bajo el punto de vista moral e higiénico represión del alcoholismo- haciendo desaparecer los innumerables
577 El regidor Enrique Phillips expresó entonces respecto al Mercado Central que “este es otro tópico que merece aten ción especia l.
Cuando Santiago tenía muchos menos habitantes había cuatro o cin co mercados públicos. Hoy [ ...] hay sól o uno en est ado lamentable
que cuesta demasiado caro al Municipio. Se hace n ecesario establecer FERIAS LIBRES”. Véase “Con el regidor señ or don En rique
Phillips”, Gaceta Municipal , N° 5, 13/7/1918, p. 1. Mayúsculas en el original.
310
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
chincheles y cantinas que se encuentran establecidos en esos
terrenos entre la calle San Antonio y 21 de Mayo”. 578
La razón técnica (higiene, salubridad) y la razón social (disciplina) se
declaran explícitamente como objetivos de la intervención por parte del alto
funcionario. Si volvemos al planteamiento inicial del capítulo, se trató de la
difícil tarea de „civilizar Mapocho‟. En pos de ese objetivo, se puede
contemplar la búsqueda infructuosa del tránsito expedito y la estética, muy
presentes, por ejemplo, en el proyecto de transformación de las riberas del
Mapocho de 1895. Y es que pese a su creciente centralidad, en la banda sur
se fue construyendo una imagen de ciudad que era todo lo contrario de lo
que la intervención desatada en 1888 buscaba plasmar. Ahora bien, esto fue
aún más evidente en otro sector: el extremo poniente de aquel tramo. Tres
eran los obstáculos prioritarios que enfrentaban las autoridades –y la
opinión pública- para la limpieza de ese espacio urbano. La Cárcel Pública
(en extremo difícil de remover, por su tamaño), la Morgue y los Circos
(espectáculos que, como se ha visto, se erradicaron para el centenario). Por
cierto, esta idea postergó hasta finales de la década del diez el mejoramiento
del costado sur de la Estación y avenida Mapocho.
El caso de la Morgue es otra buena muestra del peso de las propuestas de la
prensa. En 1911, La Unión, uno de los diarios más importantes de la ciudad,
aplaudió el traslado de la Morgue desde Sama y Morandé, para no dar
“desagradable vecindad” a la nueva “estación del Mercado” (Mapocho), pero
criticó su re-ubicación en los alrededores del cerro Santa Lucía. Por ello el
diario señaló que la Morgue “está mal donde está, y estaría peor donde se la
piensa llevar. ¿Por qué no ubicarla cerca del Cementerio y no lejos de la
Escuela de Medicina? Es este su sitio por mil razones. Y hasta se nos ocurre
que podría prestar servicios a los estudiantes, desde el punto de vista de las
autopsias. Tal vez será ésta la única parte donde no le pondrían mala cara a
la Morgue”.579 Aunque evidentemente no fue sólo la prensa causa de que tal
idea se concretara, sin duda que fue un protagonista destacado en las
directrices de la ciudad en modernización. Así, según señalaba el Alcalde
Rogelio Ugarte en 1918, ese sector había sido vendido por el Ministerio del
Interior en subasta pública en junio de 1912 (fig. 110). Se trataba de los
terrenos de la avenida Mapocho, entre las calles Mapocho, Morandé y
Teatinos, dejándose con frente a aquellas calles el sitio requerido para su
578 Intendente a Ministro del Interior, 7/6/1918. Inten dencia de Santiago, vol umen 473, junio 1918.
579 “La Morgue”, La Unión, 2/12/1911.
311
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
ensanche. El Ministerio del Interior ordenó también entregar a la vía pública
parte de estas tierras, reservadas por el Fisco para el ensanche de calles. De
esta manera se cedió todo el terreno con frente a la Avenida Mapocho y por
Teatinos hasta la Morgue.580
Fig. 110. “Remate de terrenos fiscales ocupados por los corrales de la policía”, elaborado por la
Dirección del Tesoro del Ministerio de Hacienda, 1912. Se aprecia la venta de un terreno de
creciente centralidad: frente al costado sur de la estación Mapocho y con dos vías de llegada a
Delicias, como Teatinos y Morandé.
Sin embargo, como expresó el mismo Alcalde, el oficio ministerial olvidó
incluir las propiedades de la calle Morandé, “donde corresponde un entrante
de 2.75 metros y se dejaron de entregar los terrenos de la calle de Teatinos,
en todo el frente que ocupaba la Morgue”. Esta última fue trasladada a un
edificio considerado más apropiado, en Teatinos frente a la Cárcel Pública,
580 Al calde Rogelio Ugarte a Inten dente, “Ensanche de la calle Teatinos”, Gaceta Municipal , Añ o I, N° 15, 30 de septiembre de 191 8,
p. 5.
312
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
donde estuvo hasta que se instaló en la Avenida de la Paz, próxima al
Cementerio General. Preocupado por la potestad del Fisco sobre ese sector
de la ribera sur, Ugarte indicó que había llegado el momento “de entregar a
la vía pública los terrenos que ocupaba en su frente”, construyéndose un
entrante de 2.50 metros. Esto era necesario –a juicio del Alcalde- “para
evitar que más tarde los rematantes al edificar sus predios puedan pretender
algún derecho sobre ellos y para regularizar las líneas de las calles”. De esta
manera, el edil solicitaba al Intendente que pidiera al Ministerio del Interior
la entrega a la vía pública de los antiguos terrenos de la Morgue.581 Como se
ha visto, la regularización de líneas de calle era una ambición estatal
primordial en la rectificación del Mapocho. Por otra parte, el problema
nombrado por Ugarte, esto es, apropiaciones ilegales, había demostrado ser
un fenómeno recurrente en Santiago, al menos en las riberas mapochinas. El
propio Eduardo Charme enunciaba este fenómeno en 1905. Finalmente, el
Ministerio del Interior fue el encargado del tema, dejando un trazado
regular. Y, por otra parte, logró llevar la Morgue a pocos metros de la Cárcel,
despejando así al sector más céntrico del borde sur de usos vinculados a la
muerte. Se trataba, por tanto, de un intento de limpieza en búsqueda de la
centralidad de esa ribera, consolidada especialmente en el sector aledaño al
Museo de Bellas Artes y al parque Forestal en general. En este sentido, la
rectificación de la ladera sur, iniciada con la canalización, fue dilatada,
siendo mucho más rápida la construcción de edificios monumentales y del
parque Forestal. La obsesión del tráfico expedito fue conseguida sólo en
parte, debido a los informales y a la lenta expropiación de propiedades. Cabe
destacar, en ese marco, la representación repulsiva de la elite hacia la parte
sur de la caja del río, representación que -junto a los ideales de vialidadmotivó la remodelación.
En ese contexto de transformación, la labor de la Intendencia fue crucial
para la gestión no solo del parque Forestal y el tramo oriente, sino de toda la
ladera sur mapochina. La actuación de la Municipalidad, en tanto, se
constituyó como un ente especialmente activo en pos de esos objetivos, sólo
en tres grandes hitos: la administración de Edwards Salas (1904-06), la
gestión en torno al centenario –dedicada más bien al ornato, ya que los
monumentos y nuevos edificios en las tierras ganadas al Mapocho fueron o
privados, o impulsados por el poder Ejecutivo- y, finalmente, la actuación
del referido alcalde Rogelio Ugarte, en consonancia con el Ministerio del
Interior. Ugarte no sólo se ocupará con fruición de la banda sur (con, por
581 Idem.
313
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
ejemplo, el traslado de la Morgue, la prosecución de las obras de ingreso al
Santa Lucía por Merced y obras en el parque Forestal) sino que tendrá un rol
destacado en la rectificación en la banda norte del río; en particular respecto
a la avenida norte del Mapocho –hoy Santa María- y la anexión del cerro San
Cristóbal. En consecuencia, se trata de un momento en que con todas sus
complejidades, se produce la ampliación del radio de la centralidad, el
cuestionamiento del río como límite y nuevas formas de dominación de la
naturaleza, temas que serán revisados en el siguiente y último capítulo.
***************
Hacia fines de la década del diez concluyó buena parte de la intervención del
aparato público sobre los terrenos ganados al río en 1890. A partir de esa
fecha los debates se concentraron más bien en sectores por canalizar y ya no
ubicados en el centro de la ciudad. De este modo, la transformación de la
banda sur del Mapocho demostró una voluntad pública de gestión de los
espacios ganados al río. En ocasiones, esa voluntad pública compartió
terreno con iniciativas privadas, como ocurrió en el caso del parque Forestal,
donde hubo convergencia de intervención estatal y operación inmobiliaria,
que incluso tuvo instancias de gestión por parte de vecinos del lugar. A otra
escala, cuestión similar ocurrió con los monumentos donados por colonias
extranjeras para el centenario, mayoritariamente instalados en la margen
sur del torrente. En esta área no hubo los inconvenientes surgidos en la
ribera norte, donde la no inscripción de las propiedades en el Conservador
de Bienes Raíces implicó que los privados pudieran obtenerlas y
administrarlas. Ello evidencia una preocupación mayor por parte del estado,
cuestión obvia si se piensa en la cercanía del borde sur con el casco histórico
y centro de la ciudad. En ese panorama, la acción estatal sobre el espacio
público ganado al río fue unidireccional por un lado y heterogénea por otro.
Unidireccional porque tuvo una línea de acción clara en cuanto a las decenas
de concesiones solicitadas por privados: sería el aparato público y no otro
protagonista el encargado de transformar la banda sur. Al respecto, la
articulación de lógicas de alineación, regularización y provisión de un nuevo
sistema de agua potable y alcantarillado, fue crucial. Pero la acción estatal
sobre los terrenos ribereños fue heterogénea porque dispuso diferentes
edificios en el territorio canalizado y, con ello, estableció sectores disímiles
dentro del espacio intervenido.
Señalamos al comienzo del capítulo que el disciplinamiento del río Mapocho
y sus riberas –especialmente la sur- fue un proceso general (el proyecto
314
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
civilizatorio) con características locales (el río como irrupción geográfica, la
cercanía con el centro a diferencia de la periferia sur de la ciudad). En ese
contexto, y teniendo presente especialmente la cercanía con el río, la
remodelación del sector fue entendida como la transformación de un límite.
La Cárcel Pública es un buen ejemplo: fue la primera construcción realizada
por el estado (1887-1892), incluso antes de la canalización del río. Levantada
en el sector poniente –cercana a uno de los principales basurales de la
ciudad- conformó un auténtico „barrio policial‟. La Cárcel Pública no logró el
anhelado efecto disciplinador sobre su entorno, sino que, ante el crecimiento
urbano, ayudó a la conformación de un arrabal o mejor, se modernizó pero
de límite social y territorial pasó a una auténtica periferia. La comparación
entre las bucólicas y románticas representaciones del Santiago „antiguo‟ y
rural, con la nueva prisión de la ciudad, es una buena muestra de ello. Con el
tiempo y el avance de la „ciudad propia‟, el recinto punitivo pasó a ser visto
como un obstáculo para la rectificación y no –cuestión pensada en un iniciocomo el primer sustento de aquella: representación de lo policial, de la
diversión asociada al alcohol y de lo periférico. Piénsese en que la calle San
Pablo, aledaña a la ribera sur del Mapocho, era una de las vías con mayor
número de cantinas al iniciar el siglo veinte. Se afirmó entonces una relación
más estrecha de la Cárcel con el Mapocho urbano poniente (Brasil y
Yungay), que con el resto del casco histórico. Al respecto, la estación
Mapocho tuvo por una parte el efecto de crear un diálogo de arquitectura
monumental con el Museo de Bellas Artes, pero por otra la de fomentar una
suerte de „barrio puerto‟ complementario con el tenebroso „barrio policial‟
conformado por la Cárcel y su entorno.
Esta reflexión nos lleva a concluir que hubo límites dentro del borde sur
mapochino. La Cárcel Pública fue un deterioro para el centro histórico,
mientras el modesto parque Centenario fue un atisbo –nunca finalizado- de
creación de un corredor de parques públicos, por parte del estado, en la
banda sur del río. Los otros espacios públicos construidos después de la
canalización, como el parque Forestal, el parque Centenario, el Museo de
Bellas Artes y la Estación Mapocho, fueron un aliciente para los sectores más
antiguos de la ciudad. Efectivamente, la intervención en el sector oriente
(parque Forestal y Museo, especialmente), a diferencia del entorno de la
Cárcel Pública, valorizó el lugar –tanto en plusvalía como en los
imaginarios- y generó una relación más estrecha con el centro de la ciudad.
Al respecto, conviene enfatizar en la importancia de los numerosos intentos
por conectar al Forestal y el río Mapocho con la Alameda, pasando por el
cerro Santa Lucía. Se mencionó aquí incluso la construcción de un „conjunto
urbano de cultura pública‟, a cargo del cerro, la plaza Vicuña Mackenna y
315
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
sobre todo, la Biblioteca Nacional. Puesto en términos de expansión urbana,
y específicamente en la relación de ese fenómeno con los barrios más
antiguos, puede decirse que la transformación de la banda sur tuvo un efecto
paradójico. Por una parte, expandió la noción de centralidad hasta el borde
sur y posibilitó una remodelación largamente postergada que mejoró la
conexión entre la Alameda y el Mapocho. Por otra, esa expansión urbana
constituyó el primer paso para la suburbanización hacia el oriente de la
ciudad y específicamente hacia Providencia, siguiendo el curso del río. En
otras palabras, fue un antecedente para la migración de las clases altas desde
el centro histórico hacia el barrio alto.
En ese aspecto y en general en todo el cambio en la banda sur, fue crucial la
construcción de los dos edificios más representativos del sector (el Museo de
Bellas Artes y la estación Mapocho), mediante una moderna idea de
conjunto y vistas que no puede remitirse sólo a la idea haussmanniana de
valorización de los terrenos mediante la regularización. Se trató también de
una operación inmobiliaria inédita, con el parque Forestal como base para la
materialización de nuevas nociones sobre el espacio público. Éste estaría
vinculado a la circulación y el tráfico (lo funcional); mientras por otra parte
se instalaba otro dedicado al arte como disciplina autónoma de la industria
–cuestión impensada quince años antes- y como faro de la civilización en la
ciudad, mediante la estética y los valores pedagógicos, también presentes en
los monumentos donados para el centenario. En tanto, los privados,
mediante la construcción de sus residencias frente o cerca del Museo y el
parque Forestal, aumentaron la calidad del sector, entregándole un
dinamismo impensado años antes: estilos Beaux-Arts, neorrománico y
neogótico eran visibles en el entorno del parque público. De todos modos,
sería un error ver este proceso como un progreso ininterrumpido: la propia
gestión del parque Forestal y sus vías adyacentes tuvo problemas para
asegurar la convivencia entre ciclistas y peatones así como para contener la
delincuencia y ciertos aspectos vandálicos, cuestión esta última que en rigor
se explicaba por la difícil convivencia de la burguesía con los sectores
populares. Se trató, por tanto, de una inédita combinación de higienización
(cierre del antiguo basural), operación inmobiliaria (loteo de terrenos frente
al parque) y puesta en escena de arquitectura y educación monumental (el
Museo y la Estación). De numerosas maneras, en definitiva, se logró dar una
centralidad a la ribera sur del Mapocho.
Conviene destacar, en cuanto a las representaciones e imaginarios sobre
aquella ladera, el rol cumplido por la prensa. Como parte de la esfera
pública, los diarios y periódicos se empecinaron a impulsar el ordenamiento
316
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
de aquel sector. Se apreció que la prensa incluyó cada vez más informaciones
sobre este espacio, destacando los llamados a las autoridades para la
intervención y transformación del espacio público. De esta manera, en la
década de 1890 mostró su complacencia por la formación de un parque (el
Forestal), criticando la presencia de ranchos y cuartos. Denostó también la
presencia de viejas casas coloniales –como albergue de cantinas y
prostíbulos- y durante décadas, atacó la presencia del comercio informal a
escasos metros del Mercado Central. En los tres casos –ranchos, expendios
de alcohol y comercio sexual, vendedores ambulantes- la mirada fue crítica
hacia los sectores populares; tanto así, que planteamos la existencia de una
animalización de éstos por parte de los medios de comunicación. Y del
mismo modo, insistimos en dichos medios como un „faro civilizatorio‟ en las
discusiones sobre la transformación de la ciudad. El centenario de la
independencia fue quizás el hito más destacado en tal sentido: la prensa
impulsó entonces los recorridos urbanos por parte de las autoridades –
incluido el Presidente de la República- para que contemplaran el mal estado
del llamado „barrio chino‟ que llegaba hasta el margen del río Mapocho. Por
eso hablamos aquí de una persistencia del suburbio, palpable al menos hasta
finales de la década del diez, y visible en una lenta intervención estatal lenta,
donde –en términos de infraestructura pública- la postergada conclusión
Avenida Sur del Mapocho constituyó su imagen más recurrente.
Pero
también
los
diarios
y
revistas
fueron
prolíficos
en
cubrir
acontecimientos de otro tipo, como las prácticas deportivas desarrolladas a
inicios del siglo veinte en la laguna del parque Forestal. Nos referimos a esas
informaciones de prensa como el despliegue de una oferta cultural mediante
novedosas fotografías urbanas, que destacaban lo moderno y cosmopolita de
tales situaciones. Y señalamos que ese tipo de eventos masivos coadyuva a
entender esos espacios como alejados de un uso exclusivo por parte de la
clase dirigente; o en otras palabras, como de uso excluyente por parte de la
emergente burguesía amante de la naturaleza. En otra dimensión, los
medios de comunicación fueron destacados también para la circulación de
informaciones sobre otro tipo de cirugías urbanas en la ribera sur, como la
inauguración del parque Centenario. Pero, tanto en el caso de una crítica a
los usos del espacio por parte de los grupos subalternos, como a las
remodelaciones exitosas en pos de la ciudad moderna e higiénica, la prensa
cumplió un rol destacado en la circulación del „deber ser‟ del espacio público.
Al principio del capítulo hablamos de remodelaciones, en sus sentidos de
cambio de edilicia y construcción en zonas deterioradas. Debemos ahora –
considerando a la prensa, siguiendo los pasos del mundo privado-, hablar de
esfera pública y de circulaciones. Circulaciones que fueron cimentando, a la
317
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
par de la remodelación y rectificación del Mapocho, parte importante de la
novedosa cultura urbana del Santiago de la época.
318
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Capítulo 5. Superando el límite del río: la
expansión urbana hacia el nororiente
5.1. Contexto post-centenario: expansión urbana y
crecimiento demográfico
“Como entre nosotros no ha llegado aún a formarse el verdadero concepto
de lo que debe ser la urbanización de los suburbios, no es extraño que falten
prescripciones escritas y que los nuevos barrios se formen a pedazos, a la
ventura, según la fantasía de los propietarios y de los especuladores de
terrenos.
De este modo la ciudad se va extendiendo sin plan, regla ni concierto y se
van agravando los males que ofrecen los antiguos barrios. Las
construcciones que se levantan en los nuevos barrios o poblaciones son
generalmente a la antigua usanza, de barro y teja sin desagües, de pobre
arquitectura: y nadie piensa en las calles o caminos, ni en las plazas o
jardines”.
“El nuevo barrio obrero”, El Mercurio, 25 de junio de 1910.
En 1931, una nota de la revista Zig Zag, enmarcada en una serie de
„recorridos urbanos‟, informaba sobre la población Pedro Donoso, de la
comuna de Conchalí. Según la nota, el asentamiento databa de 1913 y al
momento de la crónica contaba con más de dos mil habitantes. La realidad
cotidiana era ciertamente difícil: muchos de ellos habían pagado sus
terrenos, pero no habían conseguido de los dueños la escritura respectiva,
reclamándola, en ocasiones, por más de una década. Pero los problemas que
enfrentaban ése y otros asentamientos de la zona norte no sólo eran de
propiedad: al momento de la crónica del magazine, la población contaba con
una sola llave de agua potable, cuestión no muy diferente a lo vivido al
momento de su creación.582 El reportaje a esta población es un indicador
relevante de la expansión territorial de Santiago durante la década del diez:
loteos irregulares, carencia o escasez de servicios y una apremiante miseria y
marginalidad, acelerada por procesos como el cierre de las oficinas salitreras
nortinas y la consecuente migración hacia el valle central.
Con el inicio de la Primera Guerra Mundial, en 1914, la economía nacional se
vio seriamente afligida debido a la brusca baja en el volumen de las
importaciones. Si bien el sector manufacturero tendría una constante alza,
industrias como la salitrera cayeron a niveles alarmantes, significando
582
“En la Población „Pedro Donoso‟”, Zig Zag, 14/3/1931, pp. 17-18.
319
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
también la cesantía de decenas de miles de trabajadores en el norte del
país.583 Al menos ochenta mil personas –entre los trabajadores y sus
familiares- abandonaron el Norte Grande entre 1914 e inicios de 1915, y
muchas de ellas se dirigieron a Santiago, Valparaíso y las provincias sureñas.
Si Santiago pasó de 256 mil habitantes en 1895 y a 332 mil doce años
después, entre 1907 y 1920, debido a la migración desde provincias y al
crecimiento vegetativo, la población llegó a poco más de quinientas mil
personas. Fue la necesidad de habitaciones lo que impulsó la proliferación
de viviendas precarias en el centro de la ciudad (conventillos y cités) y en la
periferia (ranchos y asentamientos precarios). 584 Aunque el aumento de la
migración a Santiago, el anhelo de las capas medias de cambiar su ubicación
en la urbe y el origen del sistema de transporte de masas, resultaron
aspectos claves en la suburbanización de esta época, la aparición del
mercado de suelo y financiamiento para la edificación y compra de viviendas
fue decisiva. Por medio de loteos de terrenos y el ofrecimiento de créditos,
fueron principalmente los empresarios quienes invitaban a las capas medias
y sectores populares al poblamiento de nuevos barrios, originando un
sistema de producción rentista de viviendas, con ventajas sobre una ciudad
que aparecía como sobrepoblada585. Por ello, las normativas estatales o
municipales quedaban en muchas ocasiones rezagadas frente a la labor de
arriendo y venta que hacían los privados, comprendiéndose así la
suburbanización como “pieza constitutiva en la organización del capitalismo
urbano”.586
La mayor parte de la nueva población se estableció en la zona sur de la
ciudad, donde se encontraban los nacientes barrios industriales, y donde
583 Este proceso ha sido investigado, entre otros, por Gabriel Palma “Chile 1914-1935: de economía exportadora a
sustitutiva de importaciones”, en Nueva Historia Nº 8. Londres, 1983, p. 167-8.
584 Ocupando cifras censales, para Carlos Hurtado, “el 41% del aumento total de la población de Santiago entre
1907 y 1920 se localizó en zonas no comprendidas dentro de los límites urbanos de 1907. Más aún, es probable que
dentro de los distritos incluidos en los límites de 1907 muchos espacios hayan sido urbanizados por vez primera”.
Concentración de población y desarrollo económico: el caso chileno, Universidad de Chile, Instituto de Economía,
Santiago, 1966, p. 86. Ver también Armando de Ramón. Santiago de Chile. Historia de una sociedad urbana (15411991), citado, pp. 184-196.
585 Francisco Sabatini, Santiago: sistemas de producción de viviendas, renta de la tierra y segregación urbana.
Documento de trabajo Nº 128, Instituto de Estudios Urbanos, Universidad Católica. Santiago, 1982.
586 Gonzalo Cáceres, La suburbanización en Chile: procesos y experiencias en la formación del Gran Valparaíso
(1855-1906). Tesis de magíster en desarrollo urbano, Universidad Católica, Santiago, 2002, p. 11.
320
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
precisamente las sociedades filantrópicas establecieron –en la década de
1890- los primeros conjuntos de vivienda social.587 Este patrón de
localización –con fuertes efectos sobre la segregación espacial- sería
continuado por el estado una vez promulgada la Ley de Habitaciones
Obreras (1906), con la edificación de los conjuntos Huemul y San Eugenio
(1911), así como la población Santa Rosa y Matadero. De todos modos, es
necesario enfatizar que la mayoría de los recién llegados no residían en
viviendas sociales, sino que eran arrendatarios en conventillos, los que en
1911
albergaban
el
40%
de
la
población
capitalina,
es
decir,
aproximadamente 130 mil personas.588
Fig. 111. Crecimiento de población en la ciudad de Santiago entre 1865 y 1920.
Pese a esta primacía de la zona sur como periferia receptora de inmigrantes,
los barrios al norte del río fueron recibiendo cada vez más habitantes. Más
allá de la ribera norte del Mapocho hay registros de 1911-12 respecto a la
población Miraflores, en Avenida Vivaceta y Bezanilla, un sector de clase
media que también integraban poblaciones ubicadas en calles como
587 Por ejemplo, las poblaciones Mercedes Valdés, Pedro Lagos y San Vicente. Véase Rodrigo Hidalgo, La vivienda
social en Chile y la construcción del espacio urbano en el Santiago del siglo XX, DIBAM, Santiago, 2004, p. 40 y ss.
588 Peter De Schazo, Urban workers and labor unions in Chile. 1902-27, The University of Wisconsin Press,
Madison, 1983. Las cifras fueron calculadas por la Oficina del Trabajo en ese mismo año.
321
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Escanilla, Maruri y otras. 589 Pero a medida que avanzaba la década del diez,
y tal como en otras partes de Santiago –por ejemplo, la mencionada
población Pedro Donoso- las informaciones sobre las irregularidades en las
ventas de propiedades se masificaron. Era el momento de los llamados
„loteos brujos‟, esto es, la venta fraudulenta de terrenos a plazo. Es
importante recalcar en el post-centenario como el momento en que este
fenómeno se masificó, abarcando zonas como San Miguel –al sur de la
ciudad- y Conchalí.590 Incluso utilizando avisos en la prensa, que
informaban de falsos sorteos, los estafadores tomaron una notoriedad que
llevó a la intervención de la Intendencia de Santiago.591
En la misma senda, una población que presentaba un lastimoso estado era
una mucho más central que las anteriores, esto es, en Bellavista al oriente de
Pío IX (Camino de Cintura Oriente). Se trataba de “un barrio bastante
poblado de gente proletaria principalmente y formado por la prolongación
de la calle urbana de Bellavista desde el Camino de Cintura hasta la puntilla
de San Pedro, más o menos siete cuadras y cruzada por la calle de
Constitución, que se extiende desde el molino de San Carlos hasta el río
Mapocho, más o menos tres cuadras”.592 A estos problemas en el espacio
privado se sumaba un estado de infraestructura pública de bajo nivel,
cuestión que hemos desarrollado en el capítulo tercero, a propósito de la
expansión demográfica y urbana hacia la Chimba. Ahora bien, es cierto que
en el naciente barrio Bellavista habían viviendas y edificaciones de buena
calidad, así como connotados vecinos. Por ejemplo, en 1911 se inauguró, en
la calle Bellavista, el primer edificio hecho enteramente de concreto armado
en la historia de Santiago. Obra del arquitecto Victor Auclair, fue encargado
por el industrial Julio Bardeau.593 A su vez, la iglesia católica poseía terrenos
de creciente centralidad y buena calidad edificatoria: el caso más destacado
era la primada manzana que incluía la esquina poniente de Pío IX y
Bellavista, propiedad de las Monjas de la Victoria en 1910. Con todo, el
589
“¡Alerta! ¡Alerta! Quedan muy pocos sitios en la Población Miraflores”, aviso publicitario en El Mercurio,
28/7/1912; “Lo Bezanilla”, Zig-Zag, 19/8/1911.
590 Sobre los „loteos brujos‟, ver Vicente Espinoza, Para una historia de los pobres de la ciudad, Sur, Santiago,
1987.
591 Intendente al Promotor Fiscal en Lo Criminal, 15/3/1915, Intendencia de Santiago, vol. 433, Decretos, 1915.
592
Intendencia de Santiago, julio de 1888, citado por A. de Ramón, “Estudio de una periferia urbana.
Santiago de Chile 1850-1900”, en Historia Nº 20, Santiago, 1985, p. 231.
593 “Con motivo de una fiesta”, Zig-Zag nº 333, 8 de julio de 1911.
322
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
panorama de los primeros años del siglo veinte se vincula más con un
suburbio con características de despreocupación estatal. En 1913, la Policía
de Aseo municipal testimonió acerca del precario estado de la calle Siglo XX
–que desembocaba en Bellavista- desde Andrés Bello hacia el norte, ya que
al estar en formación, a ambos lados habían sitios abiertos o cerrados sólo
con alambre, los que eran rellenados con escombros y basuras, ocurriendo lo
mismo con la propia calle.594
La población León XIII, iniciada en 1892 y finalizada exactos veinte años
después, integró también esta lenta pero persistente expansión urbana en
las viejas quintas rurales de ultra-Mapocho. Lo hizo, sin embargo, de una
manera „modelo‟. El mismo año en que el estado inauguraba su primera
población obrera en la zona sur de Santiago (la Huemul), la iglesia católica
concluía la instalación de casas para trabajadores de confesa religiosidad.
Luego de que el Papa León XIII publicara la Encíclica Rerum Novarum en
1891, aparecieron instituciones filantrópicas dedicadas a este fin. La
Fundación León XIII, constituida por el político conservador Melchor
Concha y Toro, se formó en noviembre de 1891, y levantó por etapas –hasta
1912- la población del mismo nombre ubicada en el nor-oriente de la ciudad,
en terrenos entregados por el Arzobispo Mariano Casanova. 595 En total, en
los veinte años de urbanización de la León XIII fueron 164 las casas
levantadas allí, además de una plaza y una escuela, albergando en total a
unas mil personas.
Al igual que en el caso del estado, los objetivos de modelar a los sectores
populares fueron similares a los de las autoridades políticas. En este sentido,
resulta sugerente constatar que la mencionada idea de regeneración social
mediante la vivienda salubre, era un objetivo transversal, compartido por la
filantropía, el estado y el movimiento popular. De esta forma, se buscaba
transformar hábitos culturales, particularmente importantes para nuestro
objeto de estudio, el espacio público. El obispo Miguel Claro, presente el día
de la inauguración de la última sección de la León XIII, manifestó que la
594
Informe de Comisario Lillo a Prefecto de la Policía de Aseo, 7/1/1913, Municipalidad de Santiago, vol.
508, enero de 1913. Siglo XX es actualmente la calle Ernesto Pinto, mientras que Andrés Bello es hoy Antonia
López de Bello.
595 Melchor Concha y Toro (1833-1892) fue un político conservador y católico, llegó a ser diputado y senador y fue
un activo filántropo hasta su muerte, coincidente con la creación de la Institución León XIII. Cfr. A. de Ramón,
Biografías de chilenos, op. Cit., p. 287.
323
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Institución León XIII había surgido “en la hora de nuestra reorganización
política y regeneración social. Sobre nuestro horizonte se cernían negras
nubes preñadas de tempestad”; recordando así el derrocamiento de
Balmaceda en 1891.596 Esta referencia al conflicto armado entre congresistas
y partidarios del poder Ejecutivo no sólo fue parte de un discurso católico,
sino que se materializó en medidas concretas al momento de entregar las
viviendas, como una discriminación a favor de aquellos trabajadores que
hubiesen combatido contra los balmacedistas.597 En esa misma orientación
ideológica, el Intendente de Santiago, Pablo Urzúa, recalcó a su vez que
“para contrarrestar la obra desquiciadora de los elementos malsanos que
tratan de sembrar la anarquía, ningún medio, señores, más eficaz que el de
hacer propietario al obrero, vinculándolo de esta suerte, con los lazos
indestructibles de la propia convivencia, a la estabilidad y el orden social”. 598
El peso de la religión se sentía en cada espacio urbano de la nueva
población: la calle Arzobispo Casanova, por ejemplo, estuvo cerrada hasta
1953 en su salida norte por una gruta de la Virgen de Lourdes, mientras que
al costado oriente de la residencia de Casanova se edificó, en 1897, un
Convento de Carmelitas, que corresponde al actual Centro Cultural
Montecarmelo.599
Más allá de los efectos sobre la regeneración de los sectores populares, esto
significó darle mayor centralidad a lo que hasta entonces era un espacio
rural hasta la canalización del Mapocho. Sin duda, el nuevo conjunto
habitacional fue diferente a muchos de los barrios surgidos –como decía El
Mercurio en 1910- “según la fantasía de los propietarios y de los
596 “En la Población León XIII. Aniversario de la institución. Inauguración de nuevas construcciones”, El
Mercurio, 22 de julio de 1912. Pese a la importancia de esta inauguración, ni siquiera es nombrada por uno de los
estudios más completos sobre la labor social de la iglesia católica: Patricio Valdivieso, Dignidad humana y justicia.
La historia de Chile, la Política Social y el Cristianismo 1880-1920, Universidad Católica de Chile, Santiago, 2009,
p. 273.
597 Véase el siguiente estatuto de la Fundación León XIII: “Quinto: Por espacio de diez años serán preferidos en el
arrendamiento de las casas de esta fundación los obreros que hubieren pertenecido al ejército que vino del norte
este año, a restablecer el órden constitucional de la República, y así mismo los que han pertenecido a la Armada
que ha servido a la propia causa”. Cit. en Hilda López y María Inés Arribas, Población León XIII: pasado y
presente, Mineduc & Consejo de Monumentos Nacionales, Santiago, 1998, p. 10.
598 “En la Población León XIII. Aniversario de la institución. Inauguración de nuevas construcciones”, El
Mercurio, 22 de julio de 1912.
599 H. López y M. I. Arribas, op. Cit., pp. 16 y 24.
324
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
especuladores de terrenos”. Por ejemplo, la León XIII tuvo tres tipos de
construcción. El primero, de la década de 1890, correspondió a viviendas de
adobe de tres y cuatro habitaciones. En la década del 1900 se edificaron
casas para obreros en cal y ladrillo de uno y dos pisos, mientras que en 1912
se entregaron modelos de 3 y 4 piezas, en un sólido concreto armado.
Fig. 112. Plano de la población León XIII, c. 1912. Con límite sur en la avenida Bellavista, el
conjunto se extendió al norte entre calles Melchor Concha por el oriente y Pío X –actual Isabel
Riquelme- por el poniente. El equipamiento comunitario estaba en su mayoría al norte, con la
plaza Irarrázaval y la gruta a la Virgen de Lourdes. En el extremo superior de la imagen –el
remate transversal que representa a la plaza Irarrázaval- se proyectaron un teatro y baños, así
como una vice-parroquia, finalmente no realizadas. Pese a ello, se trataba del conjunto
habitacional más integral –vivienda, higiene y equipamiento comunitario- de las nuevas
urbanizaciones en el barrio ultra-Mapocho.
Es decir, la edificación de este conjunto incluyó materiales constructivos
sólidos, reunidos en viviendas higiénicas y aceras arboladas. Pero, en
términos generales, formas de urbanización precarias fueron mayoritarias
sobre las antiguas tierras agrícolas de ultra-Mapocho. Interesa destacar,
para efectos de esta tesis, que esa expansión significó también novedades
para la visión de los espacios públicos en la orilla norte del río, desarrollando
325
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 113. Calle Arzobispo Casanova, hacia el norte c. 1912. Primer tipo de construcciones de la
población, de adobe, teja y fachada continua (1893). Adviértase la arborización y la presencia
del cerro San Cristóbal, al fondo de la imagen.
Fig. 114. Calle de la población León XIII, c. 1912. Pese a la continuidad de la fachada continua,
puede verse una idea arquitectónica más moderna, al reemplazarse el adobe y el techo de teja.
326
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 115. Avenida Bellavista, c. 1912. Única tipología de dos pisos en la población, y una de las
pocas de esa altura en los conjuntos de vivienda social de la época en Santiago.
Fig. 116. Pío X (hoy Isabel Riquelme), c. 1912. Se aprecia una idea arquitectónica más moderna,
con construcción de hormigón armado, techo de doble agua y adornos como pequeñas
gárgolas. El cerro, siempre presente como telón de fondo.
327
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
una expansión pública, específicamente hacia el cerro San Cristóbal. En esa
expansión, el rol de la vialidad fue crucial, sobre todo con la avenida Santa
María, esto es, la Avenida Norte del Mapocho. El problema será mostrar
cómo el estado se hizo cargo lentamente de barrios como Bellavista,
precisamente desde la ampliación de la centralidad, la dominación de la
naturaleza y la necesidad de ordenamiento y control. Este aspecto derivará,
finalmente,
en
una
anexión
territorial
y
simbólica
de
aquellas
urbanizaciones y del cerro, tanto por parte del aparato público como de la
sociedad urbana. Es interesante contrastar la apropiación del San Cristóbal
santiaguino con la del cerro del mismo nombre en Lima: este último,
también emplazado al norte de un torrente –el Rímac- no fue anexado como
parque urbano, sino poblado por barriadas o barrios marginales que existen
hasta la actualidad.600
Lo paradójico de la intervención santiaguina es que hasta mediados de la
década del diez, los planes para regular el crecimiento al norte del Mapocho
y, en general, en toda la ciudad, no fueron llevados a la práctica. 601 Mientras
las principales modificaciones urbanas se hacían basadas en la ley de
expropiación de 1906 –como se vio en el capítulo tercero-, poco después del
centenario se verificó un auge en los planes de transformación de Santiago.
Es necesario, por tanto, contextualizar la expansión pública hacia el barrio
ultra-Mapocho con dichas propuestas urbanas. Estas se insertaron en dos
líneas, no siempre antagónicas: insertar diagonales en la cuadrícula, como lo
propugnado por Ventura Piedrabuena en 1906, y solucionar los problemas
derivados de la ley „del serrucho‟. De esta forma se creó una comisión mixta
de Senadores y Diputados para la elaboración de un plan de transformación,
sobre la base de las propuestas planteadas por la Dirección de Obras
Municipales, confeccionándose el Plan de Transformación de 1912. En todo
600 Sobre este tema, Juan Günther y Guillermo Lohmann, Lima, Mapfre, Madrid, 1992, p. 267. En el caso del San
Cristóbal chileno, si bien existían asentamientos humanos en su ladera, fueron numéricamente muy inferiores a los
de su símil peruano y se concentraron en el sector norte (Conchalí y Recoleta).
601 Hacemos la diferencia entre „plan‟ y „proyecto‟, donde el primero sería de mayor escala y duración. Siguiendo a
Alicia Novick, “El objeto de la Arquitectura sería la elaboración del "proyecto", el del urbanismo, "el plan". La
distinción entre „proyecto de arquitectura‟ y „plan‟ se funda en la multiplicidad de actores concernidos y en la
consideración del tiempo y del espacio”. Alicia Novick, Planes versus Proyectos: Algunos problemas constitutivos
del Urbanismo Moderno. Buenos Aires (1910-1936). En Revista de Urbanismo Nº 3, Universidad de Chile, agosto
2000.
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DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
el proceso, el Inspector General de Arquitectura del Ministerio de Industria
y Obras Públicas, Carlos Carvajal, tuvo un papel destacado.602
El Plan de 1912, en sus aspectos centrales, propuso extender el radio urbano
a 3.904 hectáreas con el fin de obtener una densidad promedio de 122
habitantes por hectárea, “cifra que era inferior a la que mostraban ciudades
como Buenos Aires, Río de Janeiro, y muchas otras capitales europeas.”603
El recinto urbano quedaba rodeado por una avenida de treinta metros de
ancho y se regulaba y reglamentaba la construcción de nuevos barrios, los
que no podían localizarse a menos de tres kilómetros de los límites urbanos.
Dispuso la apertura de una serie de avenidas transversales, haciendo recaer
en el Presidente de la República, la autorización para efectuar tanto las
expropiaciones como las licitaciones públicas encargadas de construir estas
avenidas. Un aporte importante fueron las medidas tendientes a incorporar
nuevos espacios públicos urbanos y de esparcimiento de la capital. Dentro
de este contexto se propuso la transformación de los cerros Blanco y San
Cristóbal en paseos públicos y el ensanchamiento de la Quinta Normal de
Agricultura para unirla con la Plaza Argentina. La edificación de nuevas
viviendas sería permitida sólo si el proyecto era aprobado por una Junta de
Transformación, ente diseñado para cautelar este proceso y, en estos casos,
el propietario del terreno debía ceder gratuitamente mediante una escritura
pública con el Fisco la parte contemplada por el proyecto y destinada a vías y
plazas. La obligación por lo tanto incluía “pavimentar a su costa y en la
forma que determine la Junta de Transformación las nuevas calles y sus
aceras; las avenidas y plazas; a instalar el servicio de alumbrado público que
la Junta ordene; a dotar al barrio de las instalaciones requeridas para los
602 El Plan de Transformación diseñado por la Sociedad Central de Arquitectos, publicado en junio de 1912,
estuvo basado casi íntegramente en el de la Comisión Mixta de congresistas, por lo que no contempló diferencias
significativas. “El Proyecto de Transformación de Santiago”, Zig-Zag, 5 de octubre de 1912 y Carlos Carvajal. “La
Transformación de Santiago”, en: Arquitectura y Arte Decorativo, Nº 6/7. Santiago, octubre 1929, pp. 278-9.
Carvajal (1872-1950), por lo demás, pertenecía al Consejo Superior de Habitaciones para Obreros, y publicaría
poco después el estudio crítico Reformas necesarias a la ley de habitaciones para obreros, Impr. Kosmos, Santiago,
1913. Carvajal fue además pionero en el debate urbanístico en Chile, ya que cuatro años antes, en el marco del
Primer Congreso Científico Panamericano, había sostenido las bondades que traería para Santiago la aplicación del
plan de Ciudad Lineal del español Arturo Soria y Mata (1844-1920). Sobre este último tema, Jonás Figueroa, “Las
Ciudades Lineales Chilenas (1910-1930)”, en Revista de Indias Nº 198, Madrid, 1993.
603 Carlos Carvajal. “La Transformación de Santiago”, en, Arquitectura y Arte Decorativo, Nº 6/7, Santiago,
octubre 1929, p. 272.
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EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
servicios de agua potable y desagües higiénicos”. 604 Los alcances del plan de
transformación llegaron a ser discutidos profusamente por la prensa, que
debatió en torno a su realización y aplaudió mayoritariamente la iniciativa.
Pero las aspiraciones de los arquitectos y de “un grupo de vecinos
entusiastas que formaron un Comité de Transformación de Santiago”, nunca
fueron aprobadas por el Congreso.605
Ese mismo año, el autor del proyecto, el Inspector General de Arquitectura
Carlos Carvajal, se refería al mismo indicando que “hay autores como
Cloquet, Buls, Stubben, que aconsejan distintas anchuras a las calles, las que
deben corresponder ampliamente a la circulación, que es su objetivo
esencial, para regular y repartir el tráfico de la ciudad y para que cada uno
conserve su propia individualidad, y romper de esta manera la monotonía
que tendrían al parecerse a un tablero de ajedrez”. 606 Contraviniendo la
opción de quince metros de ancho standard de la ley „del serrucho‟, los
autores referidos por Carvajal muestran un conocimiento de autores más
rico que el sólo proyecto haussmaniano. Charles Buls y Joseph Stubben, por
ejemplo, fueron dos figuras de los inicios del city-planning en Alemania, y
ambos –junto con Reinhard Baumeister- constituyeron un referente
importante para el urbanista austriaco Camillo Sitte. Stubben y Buls,
plantearon sus argumentos principalmente en Der Stâdtebau (Darmstadt,
1890) y Esthétique des villes (Bruselas, 1893), respectivamente. En todos los
casos, se dejaba ver cuestiones ya planteadas por Baumeister -sólo diez años
Fig. 117. Caricatura que muestra a
Carlos Carvajal y su propuesta de
transformación de Santiago de 1912.
Nótese el uso intensivo de diagonales
en una ciudad de histórica cuadrícula.
mayor que sus colegas- quien “es considerado el primero en insistir en que la
planificación de ciudades está en función del tráfico vehicular. Fue un
pionero en la zonificación, especialmente en su entramado legal. Además,
enfatizó en los problemas de vivienda y cuestiones de higiene pública”. 607
604 Idem, p. 275.
605 C. Carvajal, “La Transformación...”, op. cit.
606 “Transformación de Santiago”, El Mercurio, 17 de junio de 1912.
607
George R. Collins y Christiane Crasemann Collins, Camillo Sitte and the birth of modern city
planning, Random House, New York, 1965, p. 26 y ss. (“he is considered to be the first to insist that city planning
was a function of vehicular traffic. He was a pioneer in zoning, especially its legal framework. In his work he also
emphasized housing problems and matters of public hygiene”).
330
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Las referencias hechas por Carvajal evidencian un conocimiento del campo
internacional no despreciable por parte de los ingenieros nacionales.
Recordemos, por ejemplo, las alusiones que Alejandro Bertrand hacía en su
proyecto de transformación del barrio Mapocho en 1895, a urbes como La
Plata y Washington. Y además, señalan una crítica a la ley „del serrucho‟, en
rigor una ley de expropiación y rectificación. Uno de los principales
impulsores del Museo de Bellas Artes, Alberto Mackenna Subercaseaux, por
ejemplo, se preguntaba: “¿Quién, al recorrer nuestras calles en cualquiera
dirección, no se ha detenido alguna vez a preguntar qué significa esta
algarabía infernal de edificios, entrantes unos y salientes otros que están
destruyendo la uniformidad de la edificación y afrentando durante siglos el
aspecto de la ciudad?”.608 El mismo Mackenna pregonaba la concentración
de las expropiaciones en la realización de una primera diagonal, la más
importante a su juicio, que uniera la estación Mapocho con avenida Brasil.
Pese a ello, y como expresamos, las modificaciones propuestas durante
aquellos años rara vez se concretaron. Sirvieron más bien como
experimentos para una transición desde la „transformación de ciudad‟, a las
primeras nociones del urbanismo como disciplina autónoma. En suma, no
cambió demasiado el panorama urbano existente hasta entonces: viviendas
pareadas de adobe y teja en manzanas cuadriculadas continuaron siendo la
tónica. En 1914, Mackenna Subercaseaux indicó con desaliento que “La
verdad es que Santiago carece de todas las características de una capital. Es
un largo y monótono caserío que se extiende desmesuradamente en todas
direcciones, sin perspectivas, sin elegancia y sin variedad en su arquitectura.
Una calle es igual a todas las demás”.609 Y agregó: “Nuestro público se
alarma con la idea de la demolición de algunas manzanas de viejos caseríos,
siendo que ése es el mayor beneficio a que puede aspirar una ciudad como la
nuestra”.610
608 Alberto Mackenna Subercaseaux, “Una exposición de planos de ciudades. (Conferencia dada en el salón de la
Universidad el 2 de octubre de 1914)”, en Santiago Futuro. Conferencias sobre los proyectos de transformación de
Santiago, Impr. “Barcelona”, Santiago-Valparaíso, 1915, p. 50. Y complementó: “Gracias a esta absurda
disposición, estamos convirtiendo la ciudad en un serrucho, y a cada paso nos encontramos con edificios que nos
salen al encuentro, mientras otros quedan escondidos en la sombra, sin guardar entre ellos armonía, ni
proporción”. (p. 51)
609 Idem., p. 71.
610 A. Mackenna Subercaseaux, Santiago futuro, cit., pp. 74-5. Nada más alejado, como se verá más adelante, de
otra corriente de la época, el neocolonial y las primeras expresiones de un patrimonialismo arquitectónico urbano,
manifestado especialmente a través de las crónicas de prensa.
331
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Entre 1914 y 1915 se publicaron dos nuevos planes de transformación. El
primero, precisamente correspondió a Ricardo Larraín Bravo, José Luis
Mosquera y Héctor Hernández. Éstos presentaron, a nombre de la Sociedad
Central de Arquitectos, una ponencia donde recogían muchos de los
elementos de cambio ya expuesto en los proyectos de 1912. Los autores
reivindicaban la idea de fortalecer el centro cívico y social de Santiago
uniéndolo al resto de la ciudad por medio de avenidas (“sistema radial”), las
que dividirían la urbe en sectores. En cuanto a los espacios públicos y la
calidad ambiental de la ciudad, los arquitectos proponían “la introducción
de grandes parques y de bosques dentro de las poblaciones, para así sanear
el ambiente y conseguir sombra y frescura”. Simultáneamente se planteaba
la preocupación sobre las condiciones sanitarias de los mercados y
mataderos, de suma importancia para el higiénico abastecimiento de los
habitantes. Los espacios públicos, como los locales para conferencias y las
escuelas, debían asumir la función de integrar a los sectores de menores
ingresos a la vida moderna enseñando los valores cívicos y destruyendo “los
prejuicios y las supersticiones”. 611 El proyecto nunca fue considerado por el
aparato público.
Un nuevo intento de transformación nació en 1915. Por nombramiento del
Alcalde de Santiago, Ismael Valdés Valdés, se formó una comisión de
diputados, senadores, miembros del municipio y vecinos para el estudio de
un nuevo plan. Éste, en sus aspectos principales, propuso la eliminación de
todas las diagonales (justamente lo opuesto de las propuestas en torno al
centenario), el ensanche de varias calles y la apertura de otras que impedían
el libre tráfico. Es decir, una combinación entre viejas propuestas que
venían, al menos, del último tercio del siglo XIX; y otras más relacionadas a
intervenciones
puntuales
y
pragmáticas,
lejanas
de
grandes
transformaciones. Las avenidas que se plantearon consideraban vistas y
perspectivas de manera de dar continuidad a los espacios públicos y
contribuir a su embellecimiento. Así por ejemplo, la avenida que rodeaba el
Cerro Santa Lucía se prolongaba hasta el Parque Forestal y se dividía en dos,
dejando al cerro aislado entre árboles y jardines, al mismo tiempo que se
comunicaba con la Alameda de Las Delicias. Se proponía también el traslado
611 Ricardo Larraín Bravo, José Luis Mosquera y Héctor Hernández, “Transformación de Ciudades”. En: Primer
Congreso de Gobierno Local, s/ datos de edición, 1914. Más detalles sobre el crecimiento del barrio ultra-Mapocho
en el capítulo cuarto.
332
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
del Mercado Central y la Cárcel Pública para destinar estos espacios a
establecimientos de importancia ciudadana. A su vez, los parques Forestal y
Centenario se unían mediante una gran avenida que llegaba hasta la
Estación Mapocho para seguir luego hasta la Estación Yungay. 612 Otra
importante arteria que se contemplaba era paralela al sur de la línea del
ferrocarril de circunvalación, la que se unía con el tren a Melipilla. A su vez,
la avenida General Velásquez articularía la mencionada línea con la Quinta
Normal.613
Otros aspectos abordados fueron de orden más bien técnico, como por
ejemplo, la proporción que en la zona urbana debería guardar la parte
edificada con la planta de espacios abiertos destinados a plazas y jardines,
relación que se estimaba en un 10 a un 15%. Las calles deberían diseñarse
considerando a la vez el nivel del tráfico y la importancia del barrio
servido.614 Para implementar este plan se creó una Junta de Transformación
que estaría encargada de la dirección y supervigilancia de las obras. En
palabras del alcalde de Santiago: “la ventaja de que la Junta de
Transformación revise y apruebe los planos de todos los nuevos barrios que
se anexen a la ciudad, hará llevar un propósito de unidad y de experiencia a
donde hasta ahora se procedía con exceso de libertad, falta de estudio y sin
relación entre unos barrios y otros, los que en adelante podrán, construirse
con puntos de contacto que los unan”615.
En 1917, el propio ingeniero Ismael Valdés se planteó críticamente frente a
este plan, reconociendo que, no obstante las medidas aportadas, en algún
momento se optaría por trazar las discutidas diagonales, las que a su juicio
eran la mejor solución teórica y práctica al problema del tráfico en una
ciudad que no tenía población suficiente para construir ferrocarriles
subterráneos, elevados o mixtos. En consecuencia, el proyecto de 1915 fue
calificado por su propio impulsor como “verdaderamente tímido, pues con el
propósito de disminuir la resistencia que en la opinión puedan encontrar
612 Véase capítulo cuarto.
613 Ismael Valdés Valdés. La Transformación de Santiago. Sociedad Imprenta-Litografía “Barcelona”. Santiago,
1917, p. 30. Debe recordarse, no obstante, que lo “más interesante y valiente del proyecto”, a juicio del propio
Valdés, fue la avenida que se proponía trazar desde el frente del Palacio de Gobierno hasta el Llano Subercaseaux,
obra que consultaba un gran programa de expropiaciones.
614 Ismael Valdés Valdés. La Transformación de Santiago, op. Cit., p. 30 y 31.
615 Idem, p. 63.
333
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
algunas de sus prescripciones ha reducido lo nuevo a un mínimun, casi sólo
a una muestra de lo que [...] podrá hacerse en la ciudad”. 616 Para Carlos
Carvajal, se trataba de un “proyecto sencillo” pero que enfrentaba los
mismos obstáculos derivados de los intereses de los grandes propietarios. 617
La atracción ejercida por modelos europeos como París (Haussmann),
Bruselas (Buls), Alemania (Stubben), y las nociones modernas que hablaban
de perspectivas amplias, variedad en el espacio urbano, carácter especial a
los barrios y calles, monumentos y paseos e higiene, fueron recogidas por los
planes. Las propuestas intentaban mejorar la calidad del hábitat, adecuar la
vialidad al impacto de los transportes públicos y articular los vacíos
territoriales que la ciudad iba dejando en su proceso de expansión. La
reacción de los diferentes sectores que se sintieron perjudicados por estas
obras no se hizo esperar. Una de las críticas más persistentes fueron
objeciones de orden presupuestario, dada la magnitud de la obras
propuestas.618 Sin embargo, las diferencias de fondo radicaban en el
negativo impacto que las obras causarían en aquellos inmuebles ubicados
dentro de las zonas más céntricas y que afectaban terrenos o casas
particulares de la elite. Si seguimos las investigaciones de Patricio Gross, los
debates parlamentarios, luego de detectar las problemáticas urbanas, las
posponían invariablemente en orden a la inviolabilidad del derecho de
propiedad, precisamente en la época de expansión del mercado del suelo.
Aunque regía la Ley de la Comuna Autónoma, los parlamentarios
mantuvieron la facultad para decidir sobre trazados, ensanches y
expropiaciones. Ismael Valdés Valdés, Alberto Mackenna Subercaseaux,
Carlos Carvajal y otros vieron así como sus proyectos quedaron estancados
en las Secretarías del Congreso Nacional.619
616 Idem, p. 27.
617 Carlos Carvajal, “La Transformación de Santiago”, en Arquitectura y Arte Decorativo Nº 8, Santiago, 1929, p.
339.
618 Idem.
619 “Sucumbieron los planes que justamente presentaban una tendencia homogenizadora de la capital mediante
una adecuada accesibilidad a los distintos barrios, gracias a las diagonales y vías de circulación tantas veces
propuestas. Perder la exclusividad de los barrios privilegiados, ceder parte del terreno propio o tener que
abandonar la casa familiar por la apertura de una diagonal, eran imperativos que la aristocracia no estaba
dispuesta a conceder en favor del deseado hermoseamiento y modernización de Santiago.”
Patricio Gross,
“Utopías haussmannianas y planes de transformación 1894-1925”. En Pedro Bannen (editor), Santiago de Chile.
Quince escritos y cien imágenes, ARQ, Santiago, 1995, p. 104; “Santiago de Chile: Ideología y Modelos Urbanos”,
334
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
5.2. La Avenida Santa María y la posesión del cerro San
Cristóbal
“¡Árboles, árboles, árboles! Debería ser la divisa de todo mandatario y la
exigencia de todo ciudadano”
José A. Alfonso, “El arbolado y los espacios libres”, El Mercurio, 1918.
“Aquella mole abrupta, salvaje, que constituía un borrón por su aridez, será
dentro de poco –tal vez en unos meses más- la romería obligada de los
niños y de los grandes”
“Nuestro cerro San Cristóbal”, Zig-Zag nº 721,
14/12/1918.
En este contexto de propuestas frustradas de diagonales, ruptura de la
cuadrícula y parques públicos –así como de primacía del derecho de
propiedad privado-, dos fueron los sucesos que marcaron una tendencia
respecto al traspaso del viejo límite del Mapocho. Pese a sus diferencias,
fueron nuevas experiencias de intervención no sólo en sus riberas, sino en el
espacio suburbano de Santiago. Un primer elemento fue la anexión del cerro
existente al otro lado del río, interés enmarcado en la mencionada
urbanización de antiguos sectores de la Chimba, desde finales del siglo XIX.
En algunos casos esta urbanización se ligó con la vivienda de interés social,
como sucedió con la referida población León XIII, de la beneficencia
católica. En otros, fue el loteo y construcción realizado por particulares, en
muchas ocasiones con fines industriales. Por ejemplo, esto ocurría a
mediados de los diez con una fábrica de calzado de tamaño intermedio,
como “The American Shoe Factory” (fig. 118).
Un segundo factor que explica la expansión hacia el nororiente de la ciudad
fue la construcción y continuación de la avenida Santa María, antigua
Avenida Norte del Mapocho, hacia el
oriente de Pío IX. Ambas
intervenciones urbanas -la transformación del cerro San Cristóbal en un
espacio público y la construcción de la avenida Santa María como vía pública
que señala un avance hacia el oriente- son consideradas aquí como un
crecimiento de la ciudad sobre antiguos suburbios de ultra-Mapocho. Es de
interés destacar esta relación entre urbanización y gestión estatal por sus
efectos para una incipiente expansión urbana. Esta se realizó en un gran
en Eure (Vol. XVI, Nº 48), pp. 67-85, Santiago, 1990, p. 80 y ss. A juicio de Carvajal, “la anarquía política y los
intereses creados impidieron la aprobación de esos proyectos tan interesantes...”. “La Transformación de
Santiago”, en Arquitectura y Arte Decorativo, Nº6/7, op. cit., p. 279.
335
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 118. “The American Shoe Factory”, ubicada en Andrés Bello 35 (actual Antonia López de
Bello), c. 1914. Aunque de tamaño mediano, numerosas fábricas e industrias –muchas de ellas,
molinos- urbanizaron la Chimba a inicios del siglo XX. Esta industria de calzado estaba situada
en el límite norte del suburbio; llegando a levantarse una construcción anexa ya en el mismo
cerro. Respecto a este último, nótese la ausencia de vegetación.
sector que seguía siendo entendido como otra ciudad, pese a la aparente
conectividad absoluta producida por la canalización del torrente y la
construcción de numerosos puentes metálicos. La visión de la prensa sobre
el paseo de la Recoleta puede ayudar a comprender al menos dos aspectos:
primero, una representación de lo lejano, pese a la supuesta integración
cabal efectuada hasta entonces -fines de los diez-; por otra parte, una
caracterización de la vida cotidiana en aquel espacio público:
“[...] En las noches tranquilas, los muchachos, después de cada
comida, salen al característico paseo de la Recoleta, en donde hay
amores frívolos que esperan y discusiones vulgares que sirven para
pasar las horas, con un cigarro ordinario y un amigo modesto. Los
pacíficos bancos de la Recoleta son testigos de toda esa tristeza
cotidiana, que solo tiene el consuelo humilde escuchar una vez por
336
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
semana, unos cuantos valses añejos que toca la banda del Buin [...]
La tranquilidad que reina en las soñolientas calles de la Recoleta,
tiene mucho de vida de provincia, con sus árboles, sus iglesias y su
silencio que se agranda en las noches. Recoleta es un pueblo
antiguo y serio, que está junto a Santiago. El Mapocho tiene la
significación de un límite de provincia. La capital termina en el
Parque Forestal y en el Mercado. Los muchachos de este barrio
silencioso y melancólico, no se parecen a los de ningún otro barrio.
Tienen características propias. Y esto les enorgullece secretamente.
Ellos saben querer a su barrio de alma provinciana, al cual le falta,
para tener todos los encantos sencillos de los pueblos, que de tarde
en tarde pasen, silbando largamente, algunos trenes”. 620
Conviene destacar en el doble rol cumplido por la crónica urbana: por una
parte, más que el contraste entre ese “límite de provincia” y lo existente al
sur del río, representar la ciudad era un modo de dominarla. Por otro lado,
hay efectivamente una voluntad integradora mediante el espacio público. En
esa senda de integración escrita y circulada por la ciudad, es importante la
urgencia del afán modernizador mediante la dominación de la naturaleza,
específicamente la rectificación de los accidentes geográficos tan presentes
en la capital chilena. Recordemos que esto había sido motivo especial de
preocupación en un intendente paradigmático como Vicuña Mackenna,
específicamente en su monumental remodelación del cerro Santa Lucía.621
Otro factor, presente desde finales del siglo XIX, era el uso del árbol en los
espacios públicos y la introducción de una cultura de respeto al verde
ornamental, estimulada principalmente en las escuelas y grupos de boyscouts, y materializada en ceremonias públicas como la celebración del día
del árbol. Esto, sumado a la ausencia de una edilicia pública destacada en el
área norte de la ciudad o si se prefiere, a una presencia del aparato público,
permite solventar nuestra hipótesis sobre la preocupación por la avenida
Santa María y el cerro San Cristóbal, así como la vinculación entre ambos.
620 Fernan Alcover, “El paseo de la Recoleta”, Zig-Zag Nº 716, 9/11/1918. Las cursivas son mías.
621 Con todo, esto no significa que –como algunos autores han planteado- durante su intendencia Vicuña
Mackenna propusiera convertir al San Cristóbal en parque público. Para éste, la urgencia era la apertura de nuevas
plazas, como el Paseo Santa Lucía y la Plaza del Panteón, la única propuesta al norte del Mapocho. Véase B. Vicuña
Mackenna, Transformación de Santiago…, citado, pp. 45-50. Sobre la errónea relación entre Vicuña y el cerro,
Juan Medina, Cerro San Cristóbal. El gran balcón de Santiago, Consejo de Monumentos Nacionales, Santiago,
2003, p. 35.
337
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Es importante consignar que las ideas de posesión del San Cristóbal se
insertaron en una serie de discusiones y normativas para acelerar la
conectividad con los barrios ultra-Mapocho. Y allí, la avenida Santa María
cumplió un rol crucial. 622 Aunque la ley de 1888 estableció una franja de cien
metros a cada lado del canal del Mapocho, fue a partir del proyecto
ministerial de 1895 que la ribera norte quedó establecida con una
expropiación definitiva: ochenta metros desde la orilla del río. Se fijaron
entonces las medidas de la avenida Bellavista y la avenida norte del
Mapocho, que quedaron en veinte y quince metros, respectivamente. Esta
última vía sólo comenzó a ser concretizada durante la década del diez. No
obstante, como recordara el regidor Horacio Manríquez en 1918, el impulso
para su proyección hacia el oriente se produjo hacia 1897, cuando el río
Mapocho destruyó en Providencia la parte alta del molino de El Carmen. Se
acordó entonces construir un enrocado de defensa, y el Intendente invitó a
los vecinos para tratar de construir una avenida en el costado norte del
Mapocho. Según expresó Manríquez, “la concesión de terrenos que hicimos
los vecinos, no [fue] de 20 metros como pedía el sr. intendente, sino de 40
metros”.623 En rigor, este interés de los propietarios se veía estimulado por
la opción de obtener una mejor conectividad para el traslado de productos
agrícolas. De todos modos, es importante considerar que el tramo al oriente
de Pío IX de la avenida norte del Mapocho estuvo sin construir por años, y
que además, tuvo una preocupación más tardía que su símil en la ribera sur.
Esta última, conocida como Balmaceda y hacia el oriente como Avenida del
Parque Forestal, contaba ya en 1903 con trabajos encabezados por el
intendente Cousiño. Hacia 1907, en tanto, hay noticias relativas a dar
continuidad a la “Avenida del Parque Forestal” nivelando su muro, cuestión
que se veía ligada al ensanche de la Avenida Providencia, entonces, una
comuna suburbana.624
622 Uno de los pocos autores que se ha referido a la importancia de la apertura de esta vía, es René León Echaíz,
Historia de Santiago, Tomo II, op. Cit., p. 187.
623 Sesión extraordinaria en 23/11/1918, Gaceta Municipal, Año I, N° 24, 7 de diciembre de 1918, p. 2.
624 Alcalde de Providencia a Intendente, 10/3/1907, Intendencia de Santiago, volumen 298, marzo 1907. Sin
embargo, se vio en el capítulo anterior que la apertura de la Avenida Sur del Mapocho –o av. Balmaceda- fue
sumamente compleja en el tramo entre la estación Mapocho y el Mercado Central, uno de los más centrales.
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DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 119. Manzana 30 del Catastro Municipal de 1910, inmediatamente al oriente de Pío IX y
hasta calle Walker Martínez. Este plano permite advertir la rectificación del Mapocho que
simultáneamente debe –en su ingreso al suburbio- determinar líneas de edificación y de
vialidad. Se observa el trazado a realizar en la avenida Santa María así como numerosas
propiedades. Respecto a estas últimas, nótese también el canal, que proveía de agua para los
numerosos molinos allí existentes.
La avenida Santa María era entendida como indispensable en su tramo
urbano central, esto es, entre Bandera y Pío IX. Más al oriente de esta última
vía su cristalización fue lenta, debido a que era considerado un barrio
absolutamente suburbano. Por ello, las iniciativas para tales obras fueron
efectuadas sobre todo por los empresarios agrícolas del sector. Hacia 1915
hay indicios de un estímulo a la dilatada construcción de la avenida; proceso
una vez más, no exento de descoordinaciones entre los diferentes poderes
del Estado. El 15 de agosto de ese año la avenida fue inaugurada, un día
después de iniciadas las obras hacia el oriente de Pío IX. Como en otras
estrenos de obras públicas, el acto tuvo la participación de estudiantes, esta
vez los niños de la Escuela Olea. En la ocasión, los estudiantes plantaron
“plátanos orientales”, bajo la mirada de Alberto Mackenna y el director de la
339
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Escuela, Aniceto Gallardo, comprendiendo la inauguración como una
reserva ecológica y pedagógica, fiesta del árbol mediante.625 Con todo, es
importante destacar que la construcción de la avenida Santa María, y su
proyección hacia el oriente, tuvo descoordinaciones entre el municipio y la
intendencia, con el principal efecto de tensar la continuidad de las obras.626
En 1915, por ejemplo, la Alcaldía pidió al intendente la entrega de los
terrenos de la ribera norte de Pío IX al oriente y que estaban ocupados por la
vivienda del guardián encargado de la distribución de las aguas del lavado
del alcantarillado. Según Vicente Edwards, Director de Alcantarillado y
Pavimentación, “la Municipalidad ha determinado abrir una nueva Avenida
ocupando, para realizar esta idea, los terrenos fiscales que quedan en la
ribera norte del Mapocho”. Sin embargo, en orden a la ley de transformación
de Santiago („del serrucho‟, 1909), Edwards estaba impedido de ceder ese
sitio.627 Pocos días antes, la Comisaría de Aseo de la 6ª comuna, Recoleta,
explicó al Prefecto de Policía que el Mayordomo de la Dirección de
625 “Avenida Santa María”, El Chileno, 14/8/1915. Las fiestas del árbol ya existían a mediados de la década de
1900, pero se masificaron después del centenario. Sobre sus actividades pedagógicas, puede verse como ejemplo la
desarrollada en 1908 en la calle Huemul, periferia sur de Santiago, por la Sociedad "Escuelas de Proletarios". Se
plantaron entonces 100 árboles en una extensión de tres cuadras entre Santiago y Pedro Lagos. Esta fiesta sirve
como modelo de celebraciones públicas basadas en la persuasión en torno al patriotismo, el „verde en la máquina
urbana y la beneficencia: “1. Canción de Yungay, cantada por los alumnos de las escuelas números 5 y 8 de
Proletarios 2. Discurso del Presidente de la Sociedad, sr. Don Pedro Bannen 3. Himno Patriótico, cantado por
todos los alumnos 4.Lo que piden los árboles, poesía recitada por el alumno José Carrasco 5. Firma del acta
conmemorativa de la fiesta 6. Trabajo, poesía… 7. Juro por mi bandera, canción 8. El árbol bienhechor, diálogo
por los alumnos 9. Dios guarde a Chile, cantado por los alumnos 10. El arbolito, recitado… 11. Plantación de los
árboles por los alumnos 12. Elevación de globos con inscripciones alusivas al acto 13. Repartición de once a los
alumnos 14. Desfile general con una banda de músicos”. Véase La fiesta del árbol celebrada por la Sociedad
"Escuelas de Proletarios", el 6 de agosto de 1905, Santiago: Impr. Cervantes, 1908.
626 Esta „tensión temporal‟ requiere ser confrontada con una tensión en el espacio político: el paso de un sistema
político exclusivamente oligárquico, a una restringida participación de partidos obreros y mesocráticos. Sobre el
tema, véase Infra.
627
Como él mismo señaló, esa ley “dispone que exceptuando los casos de construcción o reconstrucción
no podrá entregarse al uso público parte alguna de los sitios de propiedad nacional destinados a objetos especiales
sino con autorización del Presidente de la República”. El Director de Alcantarillado y Pavimentación se refería al
artículo 21° inciso 2° de la ley 2203 de 7 de septiembre de 1909. Y señaló que “esta Dirección ignora que
disposiciones haya tomado el Gobierno con relación a esos terrenos en conformidad a las citas legales a que me he
referido”.Dirección del Alcantarillado y Pavimentación a Intendente de Santiago, 30/11/1915. Intendencia de
Santiago, vol. 429, noviembre 1915.
340
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Alcantarillado y Pavimentación había impedido la apertura de la avenida
Santa María entre Purísima y Pío IX, argumentando -según instrucciones de
Edwards- su carácter fiscal.628
Pese a estas descoordinaciones –que nos hablan de una transformación
sobre el Mapocho urbano distante, al menos en nuestra interpretación, de
una remodelación modelo- la avenida Santa María, como espacio urbano de
creciente preocupación estatal, comenzó a ser objeto de recorridos urbanos
ya no efectuados por la prensa, sino por las autoridades políticas. Estos
recorridos eran un tema que, desde la perspectiva de „transformación de
ciudad‟, se remontaban al menos a Vicuña Mackenna, pero que -como se ha
visto en el capítulo cuarto- aumentaron hacia el centenario por lo que parte
de la esfera pública consideró como la degeneración de la „ciudad bárbara‟. Y
desde el enfoque que aquí interesa, fueron recorridos que incentivaron el
interés estatal en la expansión hacia el norte y oriente; o, en otras palabras,
una voluntad pública por transformar aquel sector. En la mañana del 16 de
julio de 1918, practicaron una visita al llamado “barrio oriente” de la ciudad
el Alcalde Rogelio Ugarte acompañado del Intendente interino Francisco
Subercaseaux y de Alberto Mackenna, Paulino Alfonso -antiguo promotor
del parque Forestal- y el connotado periodista Joaquín Díaz Garcés. La
Gaceta Municipal, nada menos que el primer medio de difusión masivo en
la historia de gobierno local santiaguino, informó:
“Esta comitiva recorrió las dos riberas del Mapocho con el objeto de
imponerse de los trabajos de apertura de la avenida Santa María
que dará paso al cerro San Cristóbal, por lado norte, y de los
terrenos que dejaría la prolongación del Canal hacia el oriente por
el sur y en los que se ha insinuado podría levantarse el edificio de la
Universidad de Chile en proyecto. El señor Ugarte aprovechó esta
visita para dar algunas órdenes respecto de los trabajos de apertura
de la avenida antedicha, a fin de hacer su inauguración el día 1 del
próximo septiembre con la Fiesta del árbol. En cuanto al proyecto
de canalización del Mapocho hacia el oriente, se estimó que era
628
Municipalidad de Santiago. Servicio de aseo. Almacenes-talleres, 6a Comuna “Recoleta” a Prefecto de
Policía, 16/11/1915. Intendencia de Santiago, vol. 429, noviembre 1915. Y expresó también que El Prefecto Aurelio
López manifestó también que el tramo de Loreto a Purísima ya estaba despejado de todos los residuos de recanteo
de adoquines que había dejado dicha faena fiscal, y que “este trabajo se hacía necesario continuarlo ya que esta
Comisaría había recibido con este objeto el espontáneo auxilio de presos mandados por la 1a Comisaría de Orden”.
341
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
conveniente auspiciar este trabajo ante el Supremo Gobierno y que
en los terrenos que se ganarán al río podría darse ubicación a la
Universidad y al Conservatorio Nacional de Música, o dedicarlos a
jardines como prolongación del Parque Forestal”629
Expandir, prolongar, edificar, festejar para educar: como se aprecia, al
menos cuatro ejes se manifiestan en la frase anterior, y es que la
problemática del espacio público entre fines del siglo XIX e inicios del veinte
muestra, como veremos más adelante, una transición en la noción de
espacio público que podría calificarse como un paso entre el parque público
decimonónico y las ahora llamadas áreas verdes. Ahora bien, resalta en
primer lugar en el discurso de la Gaceta Municipal, no sólo la visualización
de un sector urbano central, antaño rural –“el barrio oriente de la ciudad”sino la claridad expositiva respecto a la avenida Santa María como base para
la conexión con el San Cristóbal. En otras palabras, construcción de la
ciudad moderna mediante la relación largamente postergada entre vialidad y
espacio público, producto de dominación de la naturaleza, la expansión
pública y cuyo resultado esperado era la centralidad. Es innegable la
tentación de recurrir a una idea de la dominación de la naturaleza por etapas
y, de esa forma, comprender el control de la sociedad urbana respecto al río
Mapocho y al cerro San Cristóbal. Es decir, a que hubo un proyecto
unidireccional desde donde se encabezó una clara e inalterada visión sobre
la transformación del Mapocho urbano. Sin embargo, tal idea debería
confrontarse con la innumerable cantidad de propuestas y discusiones que
se han visto a lo largo de esta tesis, así como a las diversas coyunturas
político-sociales que las atravesaron. Un segundo aspecto que destaca en la
nota de la Gaceta Municipal corresponde a la petición de canalizar el río
hacia el oriente –sólo realizada a finales de los veinte- y la idea de edilicia
pública en la ribera sur. Es innegable el continuo rol que tiene la higiene
pública en todas estas propuestas. Sin embargo, es necesario también
enfatizar en los cambios sobre las ideas de movilidad y estética en la segunda
década del siglo veinte.
629 “El barrio oriente de la ciudad”, Gaceta Municipal, Año I, N° 6, 20 julio de 1918, p. 5. El énfasis es nuestro. La
referencia a este medio como el primero de difusión masiva se explica ya que las anteriores publicaciones del
municipio fueron restringidos a transcribir las discusiones entre regidores, mientras que la Gaceta Municipal se
fundó en 1918 con la idea de circular gratuitamente –con un modesto tiraje- con diferentes secciones informativas,
incluyendo entrevistas y reportajes, así como crónicas urbanas. En este sentido, presenta una estructura mucho
más moderna que el Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago (1890-1911).
342
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Una semana después de aquella primera salida a terreno, el Alcalde Ugarte,
acompañado de Juan Enrique Concha y el Prefecto de la Policía de Aseo,
visitaron la calle de Bellavista, Santa María y la Población León XIII. El
sugerente título de la Gaceta Municipal (“Recorriendo la ciudad”) nos indica
un nuevo tipo de gestión, a estas alturas consolidada: la ciudad ya no se
gobierna sólo desde una oficina; ahora es necesario recorrerla parte por
parte para comprenderla. Ugarte contempló entonces “el mal estado en que
se encuentra la calle de Bellavista”, por lo que ordenó “activar en lo posible
los trabajos de la Avenida Santa María para habilitar el tránsito por ella y
proceder a la reparación de la anterior”. 630 La referencia al alcalde Ugarte
puede entenderse como una figura destacada de las obras públicas –no sólo
mapochinas- realizadas después del centenario, en especial de nuevas áreas
verdes. Ya en la década del veinte, fue el gran promotor de las plazas de
juegos en los espacios públicos, introduciéndolas en Santiago: la primera en
avenida Matta, y la segunda instalada en el parque Forestal. 631 Ahora bien,
para efectos de nuestro objeto de estudio, esta urgencia por la avenida Santa
María vino a reforzar la ya citada necesidad de su puesta en marcha para
acceder al San Cristóbal. En este contexto, la Avenida Santa María se
comprendió en el contexto de una necesidad vial pero también ecológica.
Como se verá más adelante, estos factores fueron en paralelo a los usos
sociales del extenso cerro. Con todo, los registros visuales en torno al
centenario muestran un San Cristóbal aún agreste, sin intervención
paisajística alguna: es lo que muestra, por ejemplo, la imagen de The
American Shoe Company (figura 118). La ausencia del mismo en los debates
legislativos y aún, municipales (tanto en Santiago como en Recoleta y
Providencia), evidencian que todavía era considerado como un promontorio
suburbano: aquel “que constituía un borrón por su aridez”, como dijera ZigZag en 1916. De hecho, hasta entonces el cerro tenía un uso principalmente
laboral, debido a la extracción de rocas y materiales de construcción desde
sus canteras. En cambio, después de 1910 las campañas por tomar posesión
del cerro aumentaron. Nuevamente la prensa resulta un actor clave para
comprender el interés de la gente común y las autoridades hacia la pequeña
cadena montañosa. Por ello, al hablar de la „fiesta del árbol‟ aludida por la
Gaceta Municipal, señalamos que se trataba de festejar para educar. Los
630 “Recorriendo la ciudad”, Gaceta Municipal, Año I, N° 7, 30 de julio de 1918, p. 1.
631 Rojelio Ugarte, Las plazas de juegos infantiles (trabajos llevados a cabo para su instalación), Santiago, 1923.
343
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
medios de comunicación impulsaron, con sus editoriales y columnas, la
necesidad de posesionarse sobre el San Cristóbal, bajo la premisa de la
necesidad de “árboles y espacios libres”. En un temprano 1911, Pedro
Sánchez, articulista de La Unión, manifestó que “esta ciudad, frondosa por
el clima y por el suelo, no tiene árboles en la proporción que debiera. Hay
calles enteras en las cuales no se divisa un arbusto en toda su extensión. Se
ven yermas, duras, secas, escuetas, recibiendo el sol estival sin una defensa,
sin un amparo. Los rayos solares caen como chorros fundentes; no sopla la
más leve brisa; el viajero cree encontrarse en una de esas tórridas ciudades
del norte, o en la pampa salitrera”.632
Siguiendo este creciente debate, José A. Alfonso –integrante de la Liga
Chilena contra la Tuberculosis, entre otras asociaciones- expresó poco antes
de los referidos „recorridos urbanos‟, sus críticas a la idea de construir el
nuevo edificio de la Universidad de Chile “en los terrenos hoy día ocupados
por jardines a la orilla y al lado norte del río Mapocho”. Sus razones,
vinculadas a asociaciones filantrópicas y educativas, nos ofrecen una notable
visión del problema y de la valorización del verde ornamental en el contexto
de una ciudad en transformación:
“Porque, dedicar a edificación los jardines públicos en una ciudad
de calles casi todas estrechas, de pocos espacios libres, de escasos
árboles y todo ello en pleno siglo XX, nos parecería sencillamente
una aberración. Precisamente, la ciudad moderna aspira al
maximum de esos espacios, al maximum de arbolado. [...] No hay
más que subirse a alguna eminencia, al Santa Lucía, y
especialmente al San Cristóbal, y mirar hacia el poniente, a la
ciudad, para convencerse de su aridez. Fuera de las líneas con
vegetación formadas por la Alameda y por el Parque Forestal, lo
632 Pedro Sánchez, “Árboles y plazas. (Dedicado a la Comisión parlamentaria encargada de estudiar la
transformación de Santiago)”, La Unión, 28 de diciembre de 1911. Añadió que “en el extenso radio que abarca
desde el Cementerio General por el Norte, hasta el Zanjón de la Aguada por el Sur, y desde la Avenida Pedro de
Valdivia por el Oriente hasta la Avenida General Velásquez por el Poniente, existen sólo cinco plazas dignas de este
nombre. ¡Cinco plazas! Ellas son: Independencia, Brasil, Yungay, Almagro y Ercilla. Ni una más. Las otras que se
conocen con el pomposo nombre de plazas, son meras plazoletas o plazuelas, como las „plazas‟ Italia, Argentina,
Francia, Bello, Rodríguez, San Isidro; otras no pasan de ser calles ensanchadas, como la Moneda; y otras son
principios de un proyecto de plazuela, como Freire, Don Bosco, San Vicente, Santa Ana, etc. Las plazas de veras, de
manzanas completas, con cuatro calles por lado, son las cinco que hemos nombrado”.
344
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
demás es un conjunto uniforme y monótono de calles estrechas y de
techos de zinc, sin árboles, sin alegría, que desconcierta y oprime el
corazón. [...] Hasta hace no muchos años, el mal era menor, porque
el arbolado, si no en las calles o en los parques, existía en los
amplios patios o en los huertos de casi todas las casas de la ciudad.
Hoy día, por desgracia, desde este punto de vista, las necesidades
de la edificación y de una población cada día más densa están
acabando rápidamente con todas estas casas poéticas y coloniales,
útiles para la sanidad de la población. [...] Desgraciadamente,
parece que estuviera en nuestra sangre el poco afecto al árbol, el
poco afecto al espacio libre, la poca o ninguna comprensión de su
necesidad, de su absoluta necesidad”.633
El discurso de Alfonso muestra continuidades con los debates de fin de siglo,
especialmente en lo referido a la estrechez de las calles. La falta de espacios
libres y árboles conduce a su vez a masificadas máximas del higienismo. Sin
embargo, la convergencia de dos problemas, la falta de arbolado y la
demolición de las casas coloniales con patios, hubiera sido impensando
hacia finales del siglo XIX. Y es que, por una parte, esa urgencia por el verde
ornamental y salubre da cuenta de una transformación silenciosa en el
concepto de espacio público. Se trata del comienzo de un paso de la noción
de parques públicos a la de área verde, tan cara por ejemplo, al urbanismo
de Karl Brünner a fines de la década de 1920 y desde luego a la propia idea
de ciudad moderna. Por otro lado, y aunque parezca un tanto alejado de los
temas que se exponen aquí, está el punto de la demolición de viviendas
antiguas. Es una noticia que las autoridades omiten, pero a la que la prensa
alude constantemente y que, efectivamente, alteró la fisonomía de la ciudad
post-centenario. Es un paso destacado, porque esas viviendas, antaño
atacadas por su vetustez y tugurización, pasan a ser ahora (“en pleno siglo
XX”) reclamadas como “casas poéticas y coloniales”, por sus patios “útiles
para la sanidad de la población”.634 Ahora bien, a propósito de a discusión
633 José A. Alfonso, “El arbolado y los espacios libres”, El Mercurio, 1 de julio de 1918.
634
Una opinión similar tuvo Juan Enrique Concha (como se vio en el capítulo cuarto, autor en 1910 de
un proyecto de avenida que uniera el Forestal con la Alameda, pasando por con el Santa Lucía): “Mi casa colonial:
yo te amo porque en ti veo encarnada toda nuestra historia muerta, toda nuestra vida”. Juan Concha “La Casa
Colonial”, Zig-Zag, 5/7/1913. El semanario Zig-Zag fue uno de los que tuvo reiteradas notas sobre la arquitectura
de la época colonial. por otra parte, este tipo de discurso se liga a una remembranza de la Colonia en al auge del
estilo neocolonial, tan caro a vanguardias como el Grupo de los Diez.
345
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
sobre el nuevo edificio de la Universidad de Chile, José A. Alfonso criticó
también el uso de los espacios públicos para instalar edificios fiscales, ya que
con ello se contribuía a la ciudad sin árboles. Este elemento se convierte en
un tercer factor en el discurso de Alfonso. Y, aún más, vinculó la
arborización con un tema de ciudadanía, más allá de la ciudadanía política:
“Hace muchos años, cuando se trataba de ubicar la actual Escuela
Militar, ¿qué terreno se eligió? Pues nada menos que una plaza
pública, la que ponía natural término a la calle del Dieciocho, que se
llamaba, nos parece, de los Gameros, o algo por el estilo. Y así acaso
se escapó de que la ubicaran medio a medio de la elipse del
Parque... [Cousiño] Se trató poco después de fundar un Internado
Nacional. Pues se echó mano del más hermoso rincón de la Quinta
Normal, de aquel tan conocido para los santiaguinos de la época, en
que se celebraron las primeras exposiciones de animales.
Numerosísimos edificios públicos se ha proyectado llevarlos a esa
socorrida Quinta Normal, que al parecer sólo ofrece a la vista poco
dilatada de nuestros gobernantes espacios libres para edificios
públicos. Ahí tenemos, por ejemplo, la fábrica de timbres, billetes y
estampillas. [...]
¿Qué no costó por ejemplo, conseguir para la ciudad lo que es hoy
el hermosísimo Parque Forestal? [...] ¡Árboles, árboles, árboles!
Debería ser la divisa de todo mandatario y la exigencia de todo
ciudadano”635
Junto con los recorridos urbanos de las autoridades y las propuestas
ciudadanas, junto con otros motivos (promover la conectividad para los
empresarios agrícolas de Providencia, evitar la congestión vial ribereña,
promover o al menos no afectar el desarrollo inmobiliario, entre otros),
llevaron al estado a la prosecución de la avenida Santa María, que era
entendida también como una vía fundamental para el acceso al cerro San
Cristóbal. Ahora bien, si estas discusiones se daban desde los medios de
comunicación, el Municipio continuó con sus disposiciones para la apertura
de la avenida Santa María, aunque sin confirmar la edificación de la
Universidad a un costado de la banda norte. En septiembre de 1918, Horacio
635 Idem. Sobre la idea de la ciudad como cuestión política, Henri Lefebvre, El derecho a la ciudad, Península,
Barcelona, 1978 (1968).
346
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Manríquez, poderoso y ya anciano propietario ribereño en Providencia,
propuso, como regidor municipal, expropiar cuatrocientos metros cuadrados
de la propiedad de Buenaventura Maturana, necesarios para prolongar la
Avenida Santa María, al oriente del puente Pío IX. Poco después ya se tenía
establecido el monto y formas del pago de expropiaciones. 636 Si esto ocurría
con la avenida Santa María, la voluntad pública por acceder a la gestión del
cerro San Cristóbal fue también en aumento.637 Hasta entonces, el acceso al
promontorio estaba bloqueado en su parte más central: el camino de cintura
norte o Pío IX. Allí se emplazaban construcciones de la congregación de las
Monjas Teresianas y de privados, las que, de igual manera que el cerro Santa
Lucía, impedían su aislamiento (fig. 120)
Por otra parte, el cerro San Cristóbal comenzó a aparecer cada vez más en
los „recorridos urbanos‟ que la prensa no municipal hacía en la ciudad. Sin
duda, es un tipo de medio de comunicación que busca resaltar no sólo la
gestión de los espacios públicos, sino los procesos materiales y ambientales y
las prácticas sociales que en ellos se desarrollaban. Y es que el crecimiento
del barrio Bellavista impulsó a considerar cada vez más al cerro como parte
de Santiago. Si José Alfonso hablaba de mirar desde el cerro y contemplar
con tristeza la ausencia de verde, un reportero anónimo de la porteña revista
magazine Sucesos, expresó:
“Desde la cima del cerro se ve la ciudad, con pena. No se crea que sea
un espectáculo poco hermoso, pero el caso es que la divisamos
sumida en una masa gaseosa de color opaco. Parece que estuviera
rodeada de humo diáfano y denso [...] Nuestros pulmones parecen
lanzar voces de queja cuando vamos llegando de vuelta a la ciudad.
Una puesta de sol es allí (en el cerro) lo más bello que pueda verse en
esta ciudad [...] Cuando nosotros realizamos la visita, encontramos
mucha gente que vagaba por ahí con el fin de salir del horno de
636 “Prolongación de la Avenida Santa María”, Sesión ordinaria en 5/9/1918, Gaceta Municipal Año I, N° 13, 14 de
septiembre de 1918, p. 1; “Pago de expropiaciones”, Gaceta Municipal, Año I, N° 19, 2 de noviembre de 1918, p. 5, y
“Aclaración sobre el empréstito para pagar expropiaciones”, Gaceta Municipal, Año I, N° 20, 9 de noviembre de
1918, p. 1.
637 La referencia a una “voluntad del estado” por dotar a la ciudad de plazas y parques públicos, incluyendo al
cerro San Cristóbal, fue originalmente formulada por Patricio Gross, “El hábitat colectivo”, en Armando de Ramón
y Patricio Gross (comps.), Santiago de Chile: características histórico-ambientales, 1891-1924, Monografías de
Nueva Historia Nº 1, Londres, 1985, p. 22 y ss.
347
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 120. Manzanas 16 y 17 en el Catastro Municipal de 1910. Adviértase la construcción del
faldeo del cerro (Monjas Teresianas), así como el bloqueo de calle Pío IX, que era nada menos
que el camino de cintura oriente. Lo mismo ocurre con calle Siglo XX, actual Ernesto Pinto. La
calle Dominica, al borde del San Cristóbal, recién estaba en proyección.
Santiago y refrescar el cerebro y el alma con brisas y espectáculos
vivificantes”.638
Como se vio en la crónica sobre el paseo de la Recoleta, en cuanto a la
infraestructura, la ciudad estaba conectada gracias a los puentes y el río
canalizado, pero culturalmente faltaba bastante para ello. La referencia de
Sucesos sobre la “mucha gente” nos vincula a los usos sociales novedosos en
638 “Más cerca de las estrellas”, Sucesos, 3 de abril de 1919.
348
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
el cerro, aún entendido como un promontorio romántico, arisco pero
bucólico. Este accidente geográfico, lugar de recreo y alejamiento de la
agitada vida urbana, era también el espacio para contemplar un viejo
problema entonces agudizado: la contaminación atmosférica. Y es que como
se indicó, el San Cristóbal era hasta entonces un inmenso peñón, donde la
vegetación escaseaba, pero con el inicio del siglo XX, y a medida que la
ciudad
se
expandía
hacia
el
oriente,
los
visitantes
aumentaron
constantemente. En rigor, hasta entonces los usos sociales del cerro San
Cristóbal no incluían el ocio o el esparcimiento, sino que exclusivamente
aspectos laborales, principalmente el uso de sus canteras. Ahora bien, es
cierto que desde las primeras décadas del siglo XIX, grupos católicos subían
permanentemente a su cumbre, cuestión que llamó la atención de
extranjeros como Longeville Vowell: “Frontero al tajamar y en la ribera
opuesta del río se alza el San Cristóbal, cerro alto y de figura cónica, en cuya
cumbre hay una cruz de madera, tan grande, que se puede distinguir a la
simple vista desde cualquier punto de la ciudad. Está siempre alumbrada
con gran número de velas en la celebración anual de la festividad de la
Cruz”.639 Sin embargo, habría que esperar varias décadas para contar con un
espacio pensado para recibir una obra de características más ambiciosas.
Así, fue solo a inicios del siglo veinte, las masivas romerías que los católicos
de la ciudad efectuaban a la cumbre, fueron complementadas para visitar el
flamante monumento a la Inmaculada Concepción. Inaugurado el 8 de
diciembre de 1908, fue un evento que escapó a los grupos religiosos: es que
el monumento, financiado por la iglesia y por privados, se estructuró como
un aliciente para las romerías, pero especialmente para la valoración del
cerro como espacio público e incipiente área verde (fig. 121).640 Esto ocurría
en el día de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre) y el 15 de agosto, día
de la Asunción de la Virgen, cuando miles de personas se reunían en las
cercanías del convento de las Monjas Teresianas, para luego comenzar el
ascenso.641 Aunque con otros objetivos, relacionados con la ciencia, lo
639 Richard Longeville Vowell, Campañas y cruceros en el Océano Atlántico, Francisco de Aguirre, Buenos Aires,
1968 (1831), pp. 106-107.
640 El terreno para el levantamiento del monumento y santuario fueron cedidos por las comunidades de la
Recoleta Dominica, las Monjas Teresianas y el Arzobispo Mariano Casanova que, recordemos, fue el donante del
suelo para la población León XIII en Bellavista. Cfr. Cayo César Riquelme, El Cerro San Cristóbal, Seminario de
historia de la arquitectura, Escuela de Arquitectura Universidad de Chile, 1962.
641 Véase por ejemplo, “Romería al cerro San Cristóbal”, Zig-Zag n° 147, 15/12/1907 y “La Romería al San
Cristóbal”, El Chileno, 16/8/1915. El monumento a la Virgen fue hecho por Jacometti, autor del monumento a las
349
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
mismo ocurría con el Observatorio de Link, dependiente de la Universidad
de California. La construcción fue instalada en la cumbre en 1903 (fig. 122) y
si bien el público no era demasiado numeroso, atraía curiosos de todo
tipo.642
Fig. 121. Parte de la multitud congregada en la cumbre del San Cristóbal el 8 de diciembre de
1907, día de la Inmaculada Concepción. Se aprecia el monumento a la Virgen María todavía en
construcción, al costado derecho de la imagen. Nótese también la coexistencia de mujeres
„tapadas‟ o envueltas en velos negros, con hombres de diferentes sectores sociales.
víctimas de la iglesia de la Compañìa , hoy frente al Cementerio General. Según Miguel Laborde, fue una réplica de
mayor tamaño de la Virgen de la Plaza España de Roma. Cfr. Parques de Santiago. Historia y patrimonio urbano,
Patrimonio Cultural de Chile & Aguas Andinas, Santiago, 2008, p. 64.
642 “El observatorio del San Cristóbal”, Zig-Zag n° 65, 13/5/1906.
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DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Fig. 122. Vista del observatorio astronómico y el monumento de la Virgen, hacia el sur, 1919.
Nótese la cercanía de ambos emplazamientos: el pliegue entre ambos promontorios era
utilizado masivamente por automovilistas que también llegaban a las peregrinaciones.
Por otra parte, Alberto Mackenna Subercaseaux, ya nombrado aquí como
gestor de la construcción del Museo en el parque Forestal, así como por sus
escritos sobre mejora de la ciudad, dirigió desde 1916 permanentes
excursiones de boy-scouts al San Cristóbal para fomentar su uso en los
tiempos libres.643 En julio de ese año, las brigadas de boy-scouts se
reunieron en Plaza Italia y marcharon hacia el cerro, donde luego de un
simulacro de conquista enfilaron a la cumbre donde Mackenna pronunció
un discurso que aludió al lazo entre los jóvenes y el nuevo parque público.
Allí señaló que “cada uno de estos pequeños árboles será para vosotros un
lazo de afecto y un motivo de interés, que os vincularán al desarrollo futuro
de este paseo”, enfatizando en que el cerro era “la llave maestra que encierra
643 Alberto Gurovich, “Evocando a don Alberto Mackenna Subercaseaux”, en Revista de Arquitectura Nº 4.
Santiago, diciembre de 1993, p. 33. Respecto a los boy-scouts (fundados en 1909) y el rol de los escolares en el culto
a la patria, ver Jorge Rojas Flores, Historia de la infancia en el Chile republicano 1810-2010, Junji, s/l, 2010, p.
259. Y del mismo autor, Los boy scouts en Chile: 1909-1953, Santiago, Centro de Investigaciones Diego Barros
Arana,, c2006.
351
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
tesoros de salud para los habitantes de Santiago”.644 Una vez finalizado el
discurso, los brigadistas efectuaron una plantación de árboles. De esta
manera, se incentivaba la inclusión de nuevos actores en el espacio público,
actores que como los boy-scouts, no eran ciudadanos, pero que eran nuevos
sujetos en la construcción de la esfera pública y que a su vez promovían
nuevos usos sociales del espacio suburbano. El Club de Tiro al Blanco, por su
parte, era una de las asociaciones privadas más antiguas en usar los espacios
del cerro. Por lo mismo, no es extraño que Pedro Bannen, presidente de esa
sociedad, presentara poco después del centenario un proyecto de forestación
que llegaría hasta el Bosque de Santiago, en Conchalí. Más aclaratorio
todavía es recordar que Bannen fue creador de la Sociedad Escuela de
Proletarios y organizador de las Fiestas del Árbol de la misma agrupación,
en la primera década del siglo veinte; fiestas tan ligadas a las nuevas ideas de
forestación y de espacio público como „área verde‟, aquí mencionadas.645
Todas estas referencias permiten profundizar en la nueva comprensión del
cerro como parque público. Si se ha hablado de una transición en la noción
de espacio público vivida en la década del diez; es necesario destacar que el
espacio público como construcción política, se ve tensado por una progresiva
reestructuración del modelo oligárquico. Como han demostrado varios
autores, durante las primeras décadas del siglo veinte hubo una inclusión de
nuevos protagonistas en la opinión pública, tensado por la „cuestión social‟,
por las consecuencias más oscuras del proceso de industrialización y por el
auge de nuevas corrientes de pensamiento, como el positivismo, el
marxismo o el socialcristianismo. Es insoslayable, por una parte, constatar la
simultaneidad de fenómenos como la regulación del mercado del trabajo y el
control de la naciente ciudad moderna, especialmente de su espacio público.
En la interpretación de Juan Carlos Yáñez, era una manera de comprender
el espacio público como espacio político del bien común, con al menos tres
dimensiones: espacio público como proyecto, como consenso y como
orden.646 Por otra parte, en términos de esa opinión pública, podría
644 Reproducido en J. Medina, Cerro San Cristóbal, citado, pp. 38-39.
645 Sobre Bannen, A. de Ramón, Biografías de chilenos, op. Cit., p. 135; P. Gross, “El hábitat colectivo”, citado, p.
22.
646 Juan Carlos Yañez, Estado, consenso y crisis social. El espacio público en Chile, Dibam, Santiago, 2004, p. 25 y
ss. O en otras palabras, podríamos vincular la intervención urbana de la época con la llamada “intervención social”,
esto es, "la acción desarrollada por el Estado en el contexto del conjunto de problemas que surgen hacia fines del
siglo XIX y comienzos del siglo XX, y que se conoce como la 'cuestión social'". Cfr. Juan Carlos Yañez, La
352
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
señalarse incluso que la regulación tanto del trabajo como de la ciudad
coinciden en asumir –con irregular eficacia- los desafíos de una sociedad de
masas. Y quizás no sólo de masas, sino de lo que el mismo autor califica
como "una ruptura con una tradición individualista, ya que a partir de
entonces se construyó un nuevo objeto de conocimiento: la sociedad".647
Para Ana María Stuven en tanto, se estaba viviendo el fin de una etapa
individualista en el sentido sociocultural, esto es, el paso de la noción de
pueblo como entidad abstracta a su corporización y visibilización en el
trabajador, el proletario y, en suma, el pobre. Es decir, la incorporación de
los sectores populares a los espacios sociales y políticos: “la visibilización del
problema de la modernidad política y de la sociedad plural que debe incluir
al „otro‟. Un „otro‟ que, además, ya había ingresado en la ciudad oligárquica,
derribando sus puentes levadizos y asediando su fortaleza”. 648
Si bien es posible coincidir con estas afirmaciones, puede discutírsele a esta
última autora ver a la clase dominante como “una oligarquía que cree que la
marginalidad puede acotarse con cordones de cintura en torno a su
ciudad”.649 Efectivamente, es posible disentir de la idea de un estado como
estricto continuador de las premisas de Vicuña Mackenna en la década de
1870. Esta tesis, en buena medida, ha insistido en ello. Se ha visto que el
estado –y la sociedad civil- procedieron de diversas maneras: hemos
hablado aquí de higienismo, de educación, de “pedagogía de las estatuas”, de
la ley de comuna autónoma de 1891, de expansión urbana –en ocasiones
descontrolada y forjadora de periferias precisamente gracias a aquella ley-,
de cambios en la noción de espacio público urbano, así como la idea de
expansión urbana. Respecto a estas dos últimas, podemos considerar la
anexión del San Cristóbal como la primera vez en que el estado supera los
límites planteados por Vicuña Mackenna, para responsabilizarse de un
accidente geográfico, y paralelamente, señalar una de las direcciones de
crecimiento de la ciudad. Desde una mirada de salubridad pública, en tanto,
todo ello busca de finalizar la triple tensión (marginalidad, excreción,
impureza) en torno al Mapocho y, desde luego, a la propia ciudad.
intervención social en Chile 1907-1932, PEDCH-U. de Los Lagos & Ril, Santiago, 2008, p. 17. El subtítulo del libro
es claro: “el nacimiento de la sociedad salarial”.
647 J. C. Yáñez, La intervención social en Chile, cit., p.
648 Véase la reseña de Ana María Stuven a J.C. Yáñez, La intervención social…, citado. En Historia vol. 42,
Santiago, junio 2009, p. 301.
649 A. Stuven, op. Cit. La cita parafrasea las reflexiones de Yáñez.
353
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
La gestión estatal intentó –no siempre con eficacia- estar en consonancia
con estos usos sociales. Y buscó, por tanto, integrar esa nueva idea de
espacio público como construcción de proyecto socio-urbano. En agosto de
1915, un eminente representante de la sociedad civil y el combate por el
higienismo, el presidente de la Liga Chilena contra la Tuberculosis, escribió
al Intendente Pablo Urzúa. Le agradeció entonces el comienzo de las obras
para construir un camino hasta la cumbre del cerro San Cristóbal, diciéndole
que se anexaría a la ciudad un “recurso de salubridad”. Urzúa respondió
entusiastamente al directivo, informándole de “las gestiones hechas hasta
este momento por el infrascrito para obtener su realización”. Entre ellas
estaba la elaboración en curso “de un proyecto y planos del camino de acceso
a la parte más alta del cerro”, en conjunto con el ingeniero Germán
Holthner, de la Dirección General de Obras Públicas. El intendente agregó
que se había contactado con los diversos propietarios del cerro para que
cedieran los terrenos necesarios para el camino, sin gravar al Fisco. La idea
fue bien recibida especialmente en los poderosos Desiderio Lemus y Luis
Martínez, “dueños de grande extensiones de terreno allí situados”. Además
de eso, informaba que recurriría al Ministerio del Interior y el Congreso para
obtener fondos. En definitiva, para Urzúa la anexión del San Cristóbal era
“una obra de innegable adelanto local y de manifiesto beneficio para el
pueblo”. 650
Pero, ¿por qué Urzúa separa entre “obra de adelanto local” y “beneficio
popular”? La comparación con el Santa Lucía puede ser pertinente: este
último, remodelado en pleno auge de la burguesía minera, no estuvo en
consonancia con su apertura a los sectores populares. Más bien representó
un “adelanto local” –un orgullo para el municipio- que un “beneficio
popular”. El San Cristóbal, en rigor, fue pensado para servir a la sociedad en
general, es decir, para todos quienes hacia 1915 integraban una ciudad de
casi medio millón de personas: obreros, tuberculosos, mujeres, niños, alta
sociedad, etcétera. Se trata, como dijo el mismo Urzúa, del “saneamiento de
las poblaciones y protección a la raza”, por sobre cualquier otro objetivo. Y si
ese “saneamiento” se refería a la vivienda popular, la “raza chilena” hablaba
de una protección nacionalista y patriótica, tan ligada a autores como
Nicolás Palacios. De esta forma, según Urzúa, “el fácil acceso al San
650 Intendente al Presidente de la Liga Chilena contra la Tuberculosis, 6/8/1915. Intendencia de Santiago, vol.
433, Decretos, 1915.
354
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Cristóbal ofrecerá al pueblo este sitio de distracción y recreo. En el
encontrará el obrero, después de haber soportado la ruda labor de una
semana de trabajo, el descanso del día domingo; allí podrá respirar a su
antojo con su esposa y sus niños el aire puro y reconfortante libre de los
gérmenes de la terrible enfermedad que se esmera en combatir
abnegadamente la Liga contra la Tuberculosis”. 651 Días después, el
Intendente informaba sobre la celebración de “la fiesta del árbol, en la
Población León XIII, prolongación de la calle de Bella Vista, con motivo de
la inauguración de la Avenida que conducirá al San Cristóbal”, festividad que
se haría esa semana y a la que concurrirían las Escuelas Públicas. 652
Finalmente, en 1917 fue promulgada la ley de “expropiación de terrenos del
cerro San Cristóbal para formar un parque”, la que fijó de utilidad pública
los terrenos necesarios para la apertura de dos avenidas de ingreso: una
frente a Pío IX y otra frente a Loreto, esto es, algo vinculado al “fácil acceso”
planteado por el intendente Urzúa.653 Un año después, finalmente, se
verificó la toma de posesión del cerro por parte del gobierno, mediante una
comisión encabezada por el Intendente Pablo Urzúa. Junto a él estuvieron
Alberto Mackenna, Rogelio Ugarte, Guillermo Subercaseaux, Horacio
Manríquez y un político y abogado que había impulsado fuertemente la
construcción del parque Forestal: el anciano Paulino Alfonso (figs. 124 y
125). Mackenna declaró entonces “que un acto como el que acababa de
realizarse, no exigía discursos, pues el hecho mismo lo decía todo”. 654 Se
trataba de la conquista de la naturaleza por parte de la sociedad urbana y,
simultáneamente, de la extensión de la centralidad más allá de la ribera
norte del Mapocho.
651 Idem. La referencia a Palacios es a su libro Raza Chilena: libro escrito por un chileno y para los chilenos, Impr.
Alemana, Valparaíso, 1914. Palacios (1858–1927), fue un nacionalista que mediante ese libro –la más influyente de
sus publicaciones- reivindicó al pueblo chileno condenando los modelos culturales foráneos.
652 Intendente al Comandante General de Armas, 10/8/1915. Intendencia de Santiago, vol. 433, Decretos, 1915.
653 “Ley 3.295. Expropiación de terrenos del cerro San Cristóbal para formar un parque”, 28/9/1917, en Ricardo
Anguita, Leyes promulgadas en Chile. Desde 1810 hasta el 1º de junio de 1913. Tomo cuarto 1902 – 1913, Impr.
Barcelona, Santiago, 1913, p. 552. Según Miguel Laborde, el proyecto fue obra del diputado Pedro Aguirre Cerda,
Presidente de la República en 1938, representando al Frente Popular. Véase Parques de Santiago…, citado, p. 64.
654 “Cerro San Cristóbal”, El Mercurio, 18/6/1918.
355
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 123 Toma de posesión del Cerro San Cristóbal el 17 de junio de 1918: asistentes (derecha a
izquierda), Ramón Valdés, Horacio Manríquez (propietario y regidor del municipio de
Providencia), Víctor Plaza, Intendente Pablo Urzúa, Alberto Mackenna. Se trata de los
principales políticos encargados del gobierno de la ciudad. Adviértase también la aridez de las
laderas del cerro, por entonces un pedregal.
Fig. 124. Regreso de la comitiva de posesión del cerro, 17 de junio de 1918, posiblemente calle
Pio IX. Se advierte el panorama suburbano del barrio Bellavista, con vías de acceso sin
pavimentar.
356
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Al poco tiempo se aprobó por unanimidad “el plano confeccionado por la
Dirección de Tasaciones para el proyecto de prolongación y unión de las
calles de Purísima, Siglo XX y Pío IX en sus extremos inmediatos a la futura
subida al Cerro San Cristóbal por la última de estas calles”. Se pensó
entonces en la creación de plazas-estacionamiento para los carruajes y
transporte a tracción eléctrica.655 La discusión de las autoridades se centró
en la extensión y diseño paisajístico que debía tener el nuevo espacio
público. Por otra, su condición de baluarte de la salubridad lo volvió
artefacto predilecto de médicos como el cirujano Andrés Koenig, quien en
1918 publicó un libro donde destacó sus ventajas por, entre otros factores, el
aire limpio, la mayor irradiación solar y la opción de realizar actividad física
en un lugar que calificó como “sanatorio gigantesco”. 656 En su conexión con
la ciudad, Koenig resaltó como un aspecto crucial en su accesibilidad
pública, “mejorar el itinerario de los tranvías, estableciendo especialmente
una buena combinación con las líneas de los barrios del lado sur de la
Alameda”.657 Ahora bien, junto con el rol cumplido por médicos y por la
prensa, llama la atención la ausencia de discusiones por parte de arquitectos
e ingenieros. Y es que ante una ignorancia completa sobre la existencia del
urbanismo –Valdés Valdés fue el primero en hablar de ello en su libro de
1917- los debates sobre las necesidades y resultados esperados se
concentraron, nuevamente, en los políticos. 658 Ahora bien, si fueron los
políticos quienes asumieron esas responsabilidades -prevaleciendo sobre los
técnicos-, esto incluyó a los parlamentarios. Ese mismo año 1918, se produjo
una discusión en el Congreso entre el diputado Peragallo y el Ministro del
Interior, García de la Huerta. El congresista discutió la extensión que
estaban teniendo los trabajos de transformación del cerro, pero también
ofreció una expresiva visión de la ciudad:
“Santiago está condenado a ir desarrollándose hacia el oriente,
porque se encuentra bloqueado por el Parque Cousiño, la Estación
de los Ferrocarriles, la Quinta Normal, el río, cuya canalización ha
de prolongarse, etc. La ciudad no tiene, pues, más expansión, que
hacia el lado oriente. Esto no es justo, porque hay que consultar los
655 Gaceta Municipal, Año I, n° 27, 28 de diciembre de 1918, p. 1. El plano está extraviado.
656 Andrés Koenig, Importancia del Cerro San Cristóbal para la Higiene General. Conferencia dictada el 8 de
noviembre de 1918 en la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile, s/e, 1918?.
657 Idem., p. 17. Recordemos que esos barrios eran los más desmejorados y populosos de la ciudad.
658 I. Valdés Valdés, La Transformación de Santiago, citado.
357
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
intereses de otros barrios. [...] Lo que todos pensamos cuando se
dictó la ley fue que era necesario embellecer el San Cristóbal en la
parte que mira a la ciudad, aquella que todos los vecinos de
Santiago están acostumbrados a mirar. [...] Y para señalarla se
indicó una línea que partiera desde frente a la calle del Rosario y
diera vuelta hasta el paradero de los carros de Providencia. Ya esa
área tiene más de trescientas hectáreas. Y para que la Cámara
aprecie lo enorme de esa superficie por ornamentar, es preciso que
se fije en que el Santa Lucía, que ha costado tantos años de trabajo
[...] no abarca más de ocho o diez hectáreas”.659
Resulta interesante subrayar la idea del río canalizado que todavía es
entendido como límite urbano y territorial. También, la óptica de una
suburbanización casi obligada hacia la zona oriente que retoma la vieja idea
de ciudad primada y ciudad tugurizada. A lo anterior, Peragallo agregó que
“Nosotros queremos que en el San Cristóbal haya un paseo que
pueda ver esta generación que lo está pagando. Pero ocurre que,
con un celo que considero excesivo de parte de la Comisión, se ha
ido ampliando el cumplimiento de la ley o se le ha dado al alcance
de sus términos una amplitud exagerada, de modo que la extensión
de tierras que abarcará este paseo sube probablemente de 1.500 o
2.000 hectáreas. De ahí a la ornamentación de la cordillera de los
Andes no hay mucha distancia”660
La respuesta del Ministro del Interior Armando Quezada –presente en la
Sala- fue que “el propósito que se tiene no es el de hacer una obra como el
Santa Lucía, llena de objetos de arte y construcciones costosas, sino
simplemente un cerro arbolado, un bosque en una colina. Se quiere que haya
bosques y no jardines como en el Santa Lucía”. Y finalizó señalando que “se
quiere que el paseo sea natural, lo más cerca de la naturaleza y no una obra
de arte”.661 Esto permite plantear una segunda diferencia entre ambos
cerros: el Santa Lucía como “obra de arte” y “orgullo local”; el San Cristóbal
659 36a Sesión en 2 de diciembre de 1918, Cámara de Diputados, Boletín de las Sesiones Extraordinarias en 1918,
Impr. Nacional, Santiago, 1918, pp. 173-175.
660 Idem.
661 Idem.
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DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
como “beneficio popular” y paisajísticamente como “paseo de bosques”. 662 El
debate se dio entonces por concluido. No obstante, la prensa continuó
indagando en éste, siempre en consonancia con la representación del San
Cristóbal como un “beneficio popular”, en palabras del intendente Urzúa.
Aquí encontramos antecedentes que aclaran la expresión del diputado
Peragallo sobre “embellecer el San Cristóbal en la parte que mira a la
ciudad”. En efecto, en una entrevista con el influyente doctor Jorge Lazaeta,
recoletano y presidente del Comité de Vecinos, éste criticaba que la mayoría
de los trabajos se dedicaran al acceso por Lo Contador, cuando la ley había
establecido la construcción de entradas por Loreto y Pío IX. Sin explicitarlo,
Lazaeta sugirió que ciertos intereses –un camino para automóviles- llevaban
a priorizar un acceso por Providencia antes que por el barrio Bellavista. Esto
puede vincularse hipotéticamente con la importancia adquirida por los
residentes de la avenida Pedro de Valdivia, quienes tendrían un ingreso
directo por Lo Contador.663 Con todo, el ingreso por Pío IX fue realizado
finalmente, permitiendo, hacia 1919, un aumento en la heterogeneidad de
los usos sociales del cerro y una consolidación de la expansión urbana
estimulada por el estado (figuras 125 a 127).
662 Esta diferencia discute la interpretación de Richard J. Walter, para quien durante años se consideró la
transformación del cerro San Cristóbal “en un parque público similar al Santa Lucía”. Cfr. Politics and urban
growth in Santiago, Chile 1891-1941, Stanford University Press, Stanford, 2005, p. 82.
663 “Nuestro cerro San Cristóbal. ¿Se cumple la ley de expropiación?”, Zig-Zag nº 721, 14/12/1918. Es éste uno de
los antecedentes más claros para ver lo que Patricio Gross ha llamado “exclusión y discriminación en los usos” del
San Cristóbal. Cfr. “El Hábitat Colectivo”, citado, p. 30.
359
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
Fig. 125. Primer auto que subió hasta el pié del monumento de la Inmaculada Concepción del
Cerro San Cristóbal, en septiembre de 1918. Adviértanse los numerosos paños agrícolas en
Recoleta.
Fig. 126. Grupo de personas reunidas a los pies del monumento en diciembre de 1919. Se
aprecia un cierto perfil aristocrático-burgués en los varones de sombrero y mujeres de
quitasoles.
Fig. 127. Final del camino de Bellavista en el Cerro San Cristóbal. La colonia griega en
celebración de su aniversario, 1919. Nótese el estrado instalado en pleno camino, con banderas
incluidas.
360
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Ya en la década del veinte, la intervención del San Cristóbal estuvo ayudada
por el nombramiento de Mackenna Subercaseaux como Intendente.
Apoyado por el paisajista argentino Carlos Thays, dotó al cerro de 17
kilómetros de caminos (entre el “morro” de la Virgen y el Bosque Santiago),
un restaurant, jardines y, en 1925, el funicular y el Jardín Zoológico. 664
Evidentemente, estas construcciones, ubicadas en el también novel ingreso
por Pío IX, sí promovieron una accesibilidad más directa para todo tipo de
público -en especial para los sectores populares- respecto al ingreso
existente por Lo Contador. Por ello, en esos mismos años se reanudó la
construcción de la avenida Santa María “que será una de las más bellas de
Santiago por el magnífico panorama andino que se domina en toda su
extensión”.665
Este control y simultáneamente disfrute de la naturaleza, tan caro a la
sociedad santiaguina, conllevó también la reforma de cursos de agua que
salían del Mapocho. En efecto, los trabajos de arborización del cerro y de
apertura de la avenida Santa María, que concretaban algunas de las
premisas de „transformación de ciudad‟ de finales del siglo XIX
(prolongación y unión de calles), también se vincularon a reformas en los
cursos de agua, abundantes en las riberas del Mapocho y los faldeos del San
Cristóbal. En este sentido, la ocupación del cerro fue también vinculado a
obras de mejoras, no sólo de arborización. Fue el caso del canal Santo
Domingo. Ya en 1902 hay noticias de que el Intendente expresaba al
Ministro de Industria una comunicación verbal de la Alcaldía –cuestión no
común- denotando la urgencia de “reforzar en la puntilla del Cerro San
Cristóbal el punto por el cual corre el Canal de Santo Domingo que surte de
agua corriente a la mayor parte de la población de ultra-Mapocho, por
cuanto de otro modo sería muy posible que por causa de las creces del río se
socabara [sic] el terreno en que está ubicado el Canal y se cortará éste”.
Además, el Alcalde hacía saber al Intendente que la situación era
664 Carlos Thays, autor del proyecto de transformación del cerro San Cristóbal (1919-20, realizado), fue también
“el diseñador de la mayor parte de los parques porteños durante su larga gestión al frente de la Dirección General
de Parques y Paseos (1891-1914)”. Véase A. Gorelik, La grilla y el parque, citado, p. 153. Referencias sobre la visita
de Thays en R. J. Walter, Politics and urban growth…, op. cit., p. 82.
665 Todas las citas anteriores en Alberto Mackenna Subercaseaux. “Mi labor como Intendente de Santiago”, en El
Diario Ilustrado, 1/3/1927. Según Miguel Laborde, la primera plantación efectuada en el cerro “fue de 400 aromos
nativos en las laderas que miran hacia la Recoleta Dominica, en julio de 1921, con la idea de llegar a ochenta mil
aromos”. Parques de Santiago…, citado, p. 65.
361
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
especialmente problemática entre “trayecto comprendido entre el Molino
San Pedro y el Molino Americano, en el cual se encuentra en mal estado el
tajamar y también la parte que carece de esta defensa”.666 Otra nota, de
1903, y esta vez de un importante propietario como Luis Martínez –dueño
de las canteras del cerro- señalaba alarmado que:
“La acequia de la ciudad denominada „Santo Domingo‟, y cuyas
aguas sirven para el aseo de multitud de acequias de los barrios
situados ultra-mapocho, se encuentra socavada en tal manera
frente a „Lo Contador‟, que no sería extraño que este invierno se
derrumbara en forma, con las aguas del tiempo simplemente o, si
ya no con esto, con las socavaciones que hace el Río siempre que
aumenta un poco su corriente. Los trabajos hasta hoy ejecutados
(colocación de postes y canoa que abarca una extensión de muchos
metros) no sirven a evitar las contingencias del peligro insinuado, y
es por esto que propongo, Señor, que la Alcaldía proceda a ejecutar
los que los eviten de una manera estable y permanente.667
Ese mismo mes, el Alcalde expresó con preocupación al Intendente una nota
del Director de Obras Municipales donde este último decía que “„En una
visita practicada a las riberas del Mapocho, he podido imponerme
personalmente que el canal de ciudad de Santo Domingo se encuentra en
una extensión de ochenta metros, en grave peligro de cortarse”. El
socavamiento del terreno se producía “precisamente a la altura de la Cantera
„Lo Contador‟”. El técnico complementó diciendo que “podría defenderse
botando piedra grande en todo el ancho amagado y formando con ella un
muro de seco de 3 mts. de ancho por 2.50 de alto y con un talud de 1 por 1 y
medio”.668 Hacia una fecha más tardía, el canal de Santo Domingo,
666 Intendencia a Ministro de Industria, 8/7/1902, Intendencia de Santiago, volumen 226, junio de 1902.
667 Luis Martínez M. a Intendente, sin fecha ni número de foja, Intendencia de Santiago, volumen 233, mayo
1903. Subrayado
en el original. La chacra y cantera de “Lo Contador” quedaba casi a los pies del cerro,
en Pedro de Valdivia Norte. Agregó además: “Los trabajos serían, a mi juicio, cualquiera de estos tres, habida
cuenta de un costo no muy grande y de que el tiempo que queda disponible para poder hacerlos es escaso:
Colocación de piedra de cantera delante del barranco donde pasa la acequia, prefiriendo el lugar más en peligro -75
m. más o menos-. […]; Terraplén de desmontes simplemente, frente a la misma parte que está más en peligro, con
un ancho en la base de 3m. o más y que ascendiera, disminuyendo en ancho, hasta los bordes de la acequia en
cuestión […]; Terraplén de desmonte, revestido con piedra de cantera hasta la altura de 3m o más desde su base”.
668 Alcalde de Santiago a Intendente, 2/5/1903, Intendencia de Santiago, volumen 233, mayo 1903.
362
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
finalmente, tuvo un entubamiento que posibilitó contar con una regularidad
de abastecimiento de agua potable para Recoleta e Independencia. Agua
que, reiteramos, salía de las riberas del Mapocho y pasaba por los faldeos del
San Cristóbal. En 1919, fue entubado y desviado: suceso poco frecuente, ya
que pese a que se habían canalizado numerosas acequias, varios canales
importantes de la ciudad permanecían a tajo abierto. 669 La confluencia entre
la operación de infraestructura y la anexión del cerro como espacio público
habla de un momento clave en la configuración de una integración mucho
más efectiva del barrio ultra-Mapocho. Permite, por tanto, recobrar la idea
de una expansión urbana con una dificultosa articulación de medidas por
parte del estado, y con usos sociales heterogéneos y en ocasiones masivos.
Mirado desde la ribera sur a la norte, el cerro, siguiente accidente geográfico
después del río, estaba siendo parte de Santiago como nunca lo había sido.
Fig. 128. Subida Pío IX, desvío del canal de Santo Domingo, Cerro San Cristóbal, 16 de abril de
1919.
Se advierte el tamaño de los tubos para un canal de ancho considerable, que llevaba agua hacia
la periferia norte de Santiago. Adviértase también la ausencia de máquinas, cuestión acentuada
en esta foto por la intención demostrativa de los trabajadores.
669 Es el caso del canal San Miguel, que cruzaba el populoso sector de avenidas Irarrázaval y Diez de Julio. Lo
mismo ocurría con acequias del barrio Estación Central y con el canal La Póvora. No es casual que la Gaceta
Municipal, medio oficial de divulgación del gobierno local, tuviera como una de sus informaciones más reiteradas
el entubamiento de acequias. Véase por ejemplo, “Abovedamiento del Canal de la Pólvora”, Gaceta Municipal, Año
I, N° 3, 23 de junio de 1918, p. 10; “Cegamiento de acequias”, Nº Año I, Nº 13, 14 de septiembre de 1918.
363
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
******************
Si la rectificación del Mapocho de entresiglos significó un avance de la
“ciudad propia”, se ha visto en capítulos anteriores que esta conllevó una
remodelación más intensiva en la banda sur que la norte. Si bien en esta
última se habían construido edificios públicos como el Instituto de Higiene y
el Desinfectorio y plazas públicas como Recoleta, en general su aspecto
continuaba siendo el de un suburbio. Por ello, la Chimba aún no se
encontraba integrada del todo y, es más, seguía siendo entendida más
dentro que fuera de la ciudad. En ese contexto, la década del diez se
caracterizó por un crecimiento del área urbana y un sostenido aumento
demográfico, que fue particularmente alto en el barrio ultra-Mapocho. Por
ello, al indagar en la avenida Santa María y, en especial, la posesión del cerro
San Cristóbal como parque público permiten ver una superación del antiguo
camino de cintura propuesto por Vicuña Mackenna. Superación, en otras
palabras, del límite de acción gubernamental. El objetivo en este capítulo fue
comprender cómo el viejo límite del río fue superado y la ribera norte pasó a
ser, en cuanto a la conectividad, un sector más de la ciudad. Los planes de
transformación elaborados después del centenario buscaron intervenir
Santiago con diagonales y áreas verdes pero, de todas estas últimas que se
buscaron incluir, sólo se efectuó la anexión del San Cristóbal. Pese al
carácter puntual de esa intervención, la expansión significó que el estado
impulsó una posesión sobre un extenso cerro todavía marginal a inicios del
siglo veinte, así como el Santa Lucía era algo accesorio –y más bien un límite
a la expansión- hacia 1870. Pero ¿cómo acceder al San Cristóbal? ¿Cómo
sobrepasar el límite del río? La posesión del cerro implicó un debate sobre el
rol de la arborización y los espacios públicos, que cruzó a los poderes fiscales
y a la prensa, dando un nuevo sentido a la idea de espacio público en el
Santiago de Chile de fines de la década del diez. Se ha visto que estas
preguntas se situaron en un panorama donde diversos protagonistas
plantearon la necesidad de áreas verdes o, directamente, anexar al cerro
como espacio público; por ello mencionamos que la idea de parque público
pasa a área verde, cristalizando una transformación quizás un tanto
soterrada del espacio público. La discusión no fue sencilla: los medios de
comunicación –a través de sus „cronistas urbanos‟- expresaron su
beneplácito con los árboles y las viejas casas coloniales; así como un político
con experiencia en temas urbanos, como Alberto Mackenna Subercaseaux,
manifestó su molestia por la defensa hecha a aquellas añosas viviendas.
364
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Simultáneamente, diferentes clases sociales llegaban al San Cristóbal a
ocupar y disfrutar del espacio, comenzado a ser visitado masivamente a
partir de la primera década del siglo veinte. Enfatizamos en la idea de
masividad porque si bien desde la época de la independencia o antes había
romerías católicas al cerro, fue desde principios del siglo veinte que su
número aumentó a varios miles. Ejemplos eran las romerías para el 8 de
diciembre, día de la Inmaculada Concepción y el 15 de agosto, para la
Asunción de la Virgen, donde miles de personas llegaban hasta la cumbre.
Por otra parte, las reiteradas marchas de los boy-scouts, la existencia del
Club de Tiro y del Observatorio de Lick, plasmaban otros intereses educativos, de sociabilidad y científicos- para la ocupación del lugar. Los
automovilistas, a su vez, tuvieron al cerro como un lugar preferente para el
desarrollo de sus intereses de desarrollo tecnológico, viajes y disfrute de la
naturaleza. Como señalara el ministro Quezada, confrontando al San
Cristóbal con el Santa Lucía el cerro había sido pensado como “bosque y no
como jardines”. El intendente Urzúa, en tanto, lo comprendía como un
“beneficio popular”. Por ello, es plausible pensar en estos numerosos usos
sociales como un factor crucial en comprender al San Cristóbal -desde el
post-centenario- como dedicado al pueblo: un nuevo y gran parque público
para la ciudad. Y en otras palabras, como un lento cambio en la noción de
espacio público urbano en Santiago de Chile.
En esa dirección, la labor del estado se centró en tres grandes acciones: la
habilitación de la avenida Santa María, en el borde-río norte, la creación del
acceso principal al cerro por Pío IX, antiguo camino de cintura oriente y,
finalmente, el entubamiento del canal Santo Domingo, vital para el
abastecimiento de agua del barrio ultra-Mapocho y evitar los continuos
anegamientos de Bellavista. Las tres obras promovieron la anexión del cerro
y su gestión como espacio público, lo que posibilitó efectuar una extensión
de la centralidad: se aprecia así una fundamental voluntad del estado. Al
respecto, es importante considerar que el cerro es el único lugar del barrio al
norte del Mapocho que fue convertido en parque público por el estado.
Además, el aparato público sólo gestionó, hasta entonces espacios
vinculados a la muerte (el Cementerio General, la Casa de Orates) u otros
relacionados con la desinfección (Instituto de Higiene y Desinfectorio
Público). El San Cristóbal continuó con la senda higienista de la
desinfección, pero también apareció el nuevo elemento del verde sanador;
con otras características, la Avenida Norte del Mapocho (Santa María)
también fue entendida así. La voluntad estatal para desarrollar ambas obras
se percibe en lo que aquí llamamos „recorridos urbanos‟, que inéditamente
reunieron a alcaldía e intendencia, así como a miembros de la esfera pública
365
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
y que hemos calificado como un nuevo tipo de gestión de ciudad. Por último,
esta expansión tuvo además el desafío de concretar la Avenida Norte del
Mapocho, cuestión postergada durante años, pese a que la ley de
canalización de 1888 la establecía como una de sus prioridades. De esta
manera, si el control del río implicó una nueva relación entre naturaleza y
ciudad, la conquista del cerro fue, por una parte, la culminación de un ciclo
de control sobre la geografía del valle del Mapocho. Y por otra, anexar el San
Cristóbal significó tomar como prioridad el control del territorio al norte del
Mapocho: re-centralizarlo para, finalmente, volverlo parte del conjunto
urbano y así, inaugurar una nueva fase en la expansión.
366
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Conclusiones
Estas reflexiones finales tienen como primer objetivo replantear, a partir de
la operación de infraestructura sobre el Mapocho, qué entiende esta tesis por
espacio público en esa época, cómo se constituyó en la ciudad, y cómo se
vinculó con el espacio privado, este último, tanto en su acepción de
intimidad como de empresa mercantil. En segundo lugar, se pretende
comprender cómo en esa situación ingresaron e influyeron las diversas
disciplinas técnico-sociales y las dimensiones público y privadas de
construcción de la ciudad y la cultura urbana, como el higienismo, la
ingeniería sanitaria, el mercado inmobiliario y del suelo, así como las aguas
y su uso económico, la circulación de representaciones urbanas en los
medios escritos, el disciplinamiento de los espacios de diversión y
circulación y, en general, el gobierno de la ciudad. Es decir, cómo las
diversas categorías planteadas a través de la tesis, se relacionan con el
problema de la rectificación –no sólo de la canalización- y la eventual
construcción de un „nuevo espacio público‟. ¿Se trató, en rigor, de un nuevo
espacio público? Y si lo fue, ¿en qué se basó? En este sentido, ¿qué
continuidades y rupturas pueden establecerse con el período colonial y el
temprano-republicano? Esto, porque al optar por una historia sociocultural
de análisis del espacio público, comprenderemos sus persistencias y
transformaciones a partir de las representaciones provenientes desde
diferentes dimensiones de lo social.
Una primera respuesta a estas interrogantes es que ese „nuevo espacio
público‟ pasó por los inicios de la construcción de la ciudad moderna. ¿Y qué
significa esto? En nuestro caso de estudio, claramente lo anti-moderno es la
ausencia de un control de la naturaleza, como los desbordes del río. Lo
moderno –entre otros aspectos- era el dominio de esa naturaleza, su
artificialización. Pero también la capacidad de crear y desarrollar una
intervención pública no sólo estatal, que abordara al menos tres
dimensiones: la centralidad, el parque público y el tráfico expedito –tanto de
superficie como cloacas-, basadas en esa dominación territorial para,
finalmente, generar una ciudad nueva. Si esto se refiere al campo de
intervención urbano, es evidente que se necesita retomar quiénes y cómo
debatieron y publicitaron sus posiciones en el campo político. En otras
palabras, si hubo un (nuevo) espacio público es porque hubo redes sociales e
institucionales en una etapa de modernización cultural.
Por este motivo, si miramos en primer lugar la conexión entre espacio
público, operación de infraestructura y ciudad moderna, la conclusión
367
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
general a la que llega esta tesis, es que la transformación de las riberas
mapochinas fue un proceso que –a diferencia de otras intervenciones
urbanas
latinoamericanas
de
la
época
como
Río
de
Janeiro,
o
norteamericanas como Boston- no respondió a un plan maestro de carácter
unitario y detallado. La mejor prueba de ello es la inexistencia de un plano
del Mapocho que entregue una visión completa de lo que se pretende
realizar. En vez de ello, comprobamos la existencia de una serie de proyectos
de canalización y de transformación, que si bien reconocieron la existencia
de antecedentes comunes, se superpusieron, coincidiendo en ocasiones y
contradiciéndose en otras. La referencia a Brasil no es casual: si bien se trata
de una operación de mayor escala, en ella se produjo una dominación de la
naturaleza en poco tiempo, restringida prácticamente a la primera década
del siglo veinte. En Santiago, la operación de infraestructura sobre el río y
sus bordes fue un proceso que se desarrolló en el contexto de una transición
entre la idea de “transformación de ciudad”, presente por ejemplo en Vicuña
Mackenna, y la idea de plan regulador urbanístico, recién iniciado en Chile a
fines de los años veinte. Es decir, en torno al Mapocho hubo una conversión
hacia una modernización de mayores dimensiones, basada en nuevas
instituciones técnicas, como el Ministerio de Industria y Obras Públicas y su
pléyade de ingenieros y geógrafos trabajando por toda la República, pero
que tardó más de treinta años en concluirse.
¿Podría esto llamarse la producción o creación de espacio público urbano?
La respuesta creemos que está en las continuidades y rupturas en torno a lo
que se consideraba „espacio público‟. El torrente, para entonces, era
entendido como una naturaleza degradada, infecciosa y albergadora de las
peores expresiones de la marginalidad social. Nada más alejado de aquellos
relatos de nacionales y extranjeros, existentes hasta las primeras décadas del
siglo XIX, que hablaban sobre un río apacible, encantador y regador de
huertas y jardines. En ese panorama de cambio se desarrolló un proyecto de
canalización fiscal efectuado a partir de principios de higiene urbana –la
desoladora epidemia de cólera de 1887 fue crucial en su masificación-, así
como de conectividad, contención de inundaciones, ganancias económicas y
de una estética en desacuerdo con la marginalidad social. Este proyecto de
canalización, a cargo del ingeniero Valentín Martínez, efectivamente
planteaba sin ambigüedades una ruptura con la representación histórica del
torrente. Ello quedó legalmente establecido por la ley de canalización de
1888, instaurando la expropiación a cien metros a cada lado del río y su
condición de „bienes públicos‟. En ese contexto, el derrumbe del colonial
puente de Cal y Canto marcó un quiebre en la manera de entender la ciudad,
en la representación de qué era la modernidad y cómo se materializaba en el
368
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
espacio público urbano. Por cierto, esto se vincula con un ideal de cambio en
la imagen de ciudad, por ello las figuraciones de Valentín Martínez respecto
al torrente fueron lapidarias: era “zona pestilente y sucia”, y la forma de
subsanarla era imitando el ejemplo europeo, dejando al Mapocho y su
entorno “a la altura de los mejores barrios de París y Londres”. Es decir, la
razón técnica (la artificialización de lo natural, la higiene y la salubridad
públicas)
y
la
razón
social
(disciplinamiento)
fueron
declarados
explícitamente como objetivos de la intervención por parte del alto
funcionario. Aunque no constituye una categoría central de esta
investigación, debe recalcarse que modificar la caja del río conllevó un
ambicioso afán de creación de un paisaje urbano. Dicho de otro modo: una
inédita articulación entre naturaleza y ciudad que nos conduce a confirmar
la idea de un nuevo espacio público en esta. Por otra parte, el mismo cambio
urbanístico impulsó a un escritor como Justo Abel Rosales a construir un
relato histórico de lo que hasta entonces había sido el puente de Calicanto, la
Chimba y la Cañadilla. Es decir, a representar lo que estaba muriendo o
mejor, mutando. Como parte también de la „ciudad moderna‟, Rosales
construyó su representación urbana contrapuesta al optimismo tecnológico
y tecnocrático de quienes arrasaron con edificios históricos de la vieja ciudad
-otros dirían de la „aldea‟ colonial- visualizando en ese sector de Santiago las
bases de lo que hoy llamaríamos patrimonio cultural. Para él, se trataba del
principal barrio capitalino después del central y, en cierta manera,
contribuyó a reforzar la idea esbozada por Vicuña Mackenna en la década de
1870 en cuanto al barrio ultra-Mapocho como símbolo de lo pintoresco y de
lo colonial.
La mención a Rosales y su condición de integrante de la ciudad moderna se
verificó también en los medios de prensa, que actuaron como mediadores
culturales sobre las transformaciones materiales que sacudían a aquella. Los
terrenos que quedaron libres después de la transformación del río en un
canal son un buen ejemplo: utilizados como basurales durante años, sólo a
partir de la década de 1890 y ley de canalización mediante, fueron
apropiados por el estado y la sociedad –tanto por el Ministerio de Industria
y Obras Públicas como por parte de la prensa y de vecinos connotadosquedando disponibles para integrase efectivamente a la urbe. Y si los
periódicos evidencian una faceta de la nueva ciudad, el “Proyecto de
transformación de los barrios aledaños al canal del Mapocho” de 1895, es
una muestra importante acerca de los principios que regían los modos de
aproximación técnicos hacia el río en particular y la ciudad en general. A
partir de esa política sectorial se definieron tres grandes motivos para
transformar “el barrio del Mapocho”: la higiene, la estética y un elemento
369
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
resaltado por sus autores: el tráfico expedito. Esa idea de intervención
también reflejó un cambio en la noción de espacios para lo público, ya que
involucraba al menos la idea de “transformación de ciudad” (presente como
dijimos desde 1872 con Vicuña Mackenna), y de “ciudad moderna” (ya no
sólo París, sino que varias nuevas urbes donde primaba la edilicia pública,
como Washington y La Plata).
Como se indicó, sólo a finales de siglo la fisonomía del Mapocho comenzó,
no sin problemas, a ser renovada. En ese panorama, el tráfico expedito y el
loteo de los terrenos ganados al río aparecieron como el objetivo principal de
las políticas del Ejecutivo. No obstante, el Municipio fomentó y solicitó la
opción de convertir las tierras ganadas al río en parques. De igual forma,
desde el Congreso, se verificó un cambio en las prioridades de lo que debía
ser el sector: ya no sería terreno para rieles que beneficiaran a los
latifundistas y empresarios mineros, sino para un proyecto público de
árboles y lagunas artificiales que solventaran una costosa operación
inmobiliaria. A nuestro juicio, el que se haya impuesto esta última opción
responde al cambio en el sistema de poder a nivel nacional, donde el
Ejecutivo debió después de la guerra civil de 1891 someterse a las directrices
del Congreso. Recuérdese además que durante estos años se profesionalizó
el mercado del suelo y el sistema inmobiliario en general. Por otro lado, el
triunfo del parque por sobre líneas ferroviarias o un barrio sin áreas verdes
–como planteaba el MOP en 1895- se debió también a la relevancia
adquirida por las ideas de higienismo y recreación en la ciudad, donde el
parque sería la naturaleza introducida en el cemento. De esta manera, el
Forestal, diseñado por el paisajista Jorge Dubois, abrió nuevas formas de
urbanización: al fin, el torrente ya no significó un obstáculo, sino que su
ribera sur fue una auténtica expansión urbana basada en una ampliación de
la centralidad. Al respecto, es importante constatar que la canalización fue la
gran obra pública de fin de siglo donde no sólo hubo un protagonismo de los
distintos poderes del estado –las dificultades para crear y mantener el
parque Forestal son el mejor ejemplo-, sino que resaltó la actividad de la
propia sociedad urbana, con su campaña pro-parque y luego, con sus
variados usos del mismo. Por otra parte, la canalización fue complementada
por las obras de defensa en los sectores del torrente aún no canalizados,
como Providencia, Hornillas y Renca, las que promovieron continuos litigios
de propiedad por el lecho del río, enfrentando al estado con propietarios
ribereños y mostrándonos una voluntad estatal por mantener como bienes
públicos.
370
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
En ese contexto, no es casual que desde fin de siglo se verificara una batería
de propuestas y construcciones, además de la canalización, tales como el
ferrocarril de circunvalación, los edificios ligados a la higiene, al transporte y
al comercio, los que modificaron buena parte de aquellas riberas. Al
respecto, conviene destacar que éstas fueron transformadas de manera
disímil: la banda sur, históricamente más cercana al centro de la ciudad,
recibió mayor preocupación por parte de las autoridades y –más allá de los
casos de Rosales y otros- también de las representaciones literarias y
periodísticas materializadas en libros y crónicas. En este sentido, nuestra
conclusión es que la transformación urbana de los bordes del Mapocho fue
la principal operación urbanística ocurrida en Santiago entre 1885 y 1918.
Ningún otro sector de la ciudad siquiera estuvo cerca de alcanzar el nivel de
inversiones, estudios y declaraciones públicas que el territorio mapochino.
Fue allí donde se implementaron a plenitud las herramientas interventoras
del estado y donde la primera y principal obra fue la ya mencionada
canalización. Comparándola con la otra gran „zona-puerto‟ santiaguina de
finales del siglo XIX, esto es, la estación Central y su entorno, los bordes del
río Mapocho tuvieron una dedicación mucho mayor por parte del aparato
público. En el caso de la estación Central, los cambios radicaron
principalmente en los usos de la plaza Argentina, ubicada en el frontis del
Terminal y las líneas ferroviarias que desde allí salían hacia Chuchunco,
Maipú y Quinta Normal. No obstante, en ese sector el estado no construyó
edilicia
ni
áreas
verdes,
ni
tampoco
realizó
una
operación
de
disciplinamiento social tan drástica como en Mapocho. Un segundo caso,
que en términos morfológicos era el sector más parecido a la caja
mapochina, esto es, el Zanjón de la Aguada, tampoco presentó una
rectificación profunda. Aunque en su entorno estaban las importantes
avenidas San Diego y San Ignacio, además del Matadero y otras industrias,
así como basurales y ranchos en sus riberas, no se materializó allí
intervención urbanística alguna que fuese similar a lo vivido en el sector de
Mapocho. En nuestro análisis, esto es producto de que el río era un espacio
en tensión, conflictuado por elementos geográficos y sociales; en otras
palabras: era un límite que poco a poco fue adquiriendo centralidad, pero
frente al cual la „ciudad propia‟ mantuvo una ambigua relación.
Este último aspecto nos hace retomar la hipótesis de la investigación,
referente a criticar lo ocurrido entre Vicuña Mackenna y Karl Brunner en
1930 como un simple resultado de las propuestas del primero. Sin
desconocer la relevancia del intendente, aquí confirmamos que lo ocurrido
desde la década de 1890 fue una serie de iniciativas vinculadas en primer
lugar a la dominación de accidentes geográficos y la regularización de los
371
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
espacios (canalización de ríos, nivelación de acequias, abrir calles tapadas,
etcétera). Segundo, una idea de transformación de ciudad que remitía a la
provisión de servicios básicos como agua potable y alcantarillado. También,
esta urgencia se debió a requerimientos económicos basados en otorgar
plusvalía al suelo ganado al río, así como en valores estéticos que
cristalizarían la idea de ciudad moderna. Es claro que esta idea, visible en
Vicuña Mackenna, respondió sobre todo a necesidades higiénicas. El propio
intendente comprendió su proyecto como una salvación para la capital
chilena y luego para todo el país. No obstante, los proyectos para el
abastecimiento de un sistema de agua potable y desagües emergieron no
exclusivamente por acción de médicos o políticos basados en la „higiene
pública‟, sino especialmente por la labor de los ingenieros y su mirada
técnica, capaz también de proyectar la ciudad futura.
Paralelamente, las intervenciones sobre el río provenientes desde el aparato
público, pero también desde la sociedad civil mediante sus medios de
prensa, buscaron una rectificación de la población. La idea que se plantea
aquí es que se produjo una naturalización de esa población, que pasó a
comprenderse como un fenómeno de la naturaleza, cuestión especialmente
atingente a los sectores populares. Una y otra vez se buscó disciplinar y
modificar las bases materiales y culturales de los sectores populares que
vivían, desde hacía siglos, en aquel lugar. Hemos visto que desde la época
colonial hubo erradicaciones y expulsiones de los pobladores de la caja del
río, y que hacia fin de siglo la molestia de las autoridades había aumentado.
Ese desagrado se extendía a los basurales de la ribera sur, pero también a
cocinerías y otros establecimientos efímeros de las orillas y su entorno. Para
algunos concejales incluso eran “gentes que avergüenzan con su vida y oficio
la cultura de la ciudad” y seguramente abominaban sus olores, ropas y
formas de hablar. Esta suerte de cáncer por extirpar incluyó también a las
viejas casas coloniales donde vivía un gran número de gente de pueblo,
comenzando a incubarse una representación de aquellas como un artefacto
urbano detestable: un „anti-monumento‟. En segundo lugar, el “dilatado
cáncer asqueroso” como lo llamó Paulino Alfonso, también era evidente en
la calle, y hacia su modificación se dirigieron proyectos urbanos, como el de
1895. Aunque aparecidos por iniciativa de la sociedad civil, las cantinas y
burdeles del sector también fomentaron esa representación popular –y en
ocasiones, delincuencial- del lugar. En consecuencia, disciplinar ese límite
no fue únicamente un asunto económico o arquitectónico-urbanístico, sino
una necesidad surgida desde el conflicto de las diversas prácticas y hábitos
en el espacio público y privado, es decir, desde el conflicto cultural.
372
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Ahora bien, en términos constructivos, el ejemplo más evidente de las
intenciones estatales es el de la Cárcel Pública. Como gran morada de los no
deseados por la ciudad, fue estructurando una frontera al interior de una
ribera que aún no estaba del todo integrada, coadyuvando así a estigmatizar
un área que paradojalmente se anhelaba remodelar y orientar por el camino
del progreso y la ciencia. La existencia del Cuartel de Policía de San Pablo,
inmediatamente al sur del Presidio, no hizo sino estimular la idea de aquel
sector como indeseable. En ese contexto, el traslado forzado hacia la Chimba
del Galpón de Zapateros y la muchedumbre de vendedores ambulantes que
circulaba en su entorno fue una medida de segregación espacial, destinada a
optimizar las ventas de los comerciantes establecidos -esto es, los del
Mercado Central- pero también como operación de limpieza de la banda sur.
Un caso diferente fue el del Desinfectorio Público, la Plaza Francisco Bilbao
y el Instituto de Higiene, en la orilla norte, ya que la intención de las
autoridades fue más bien imponer una marca de limpieza en aquel espacio,
generando una suerte de „conjunto de salubridad‟ en medio de la corrosiva
población Ovalle. En tanto, los Galpones de la Vega y la compleja posesión
del borde norte mapochino en su tramo más central, nos refirieron sobre el
aumento de centralidad que generó ese mercado, así como –junto con el
International Lawn Tennis Club- las dificultades del estado por hacer valer
la ley de canalización de 1888.
A inicios del siglo veinte se verificó la apertura de nuevas avenidas, como la
ribereña avenida sur del Mapocho y la del Cementerio. En buena parte, estas
medidas fueron tomadas por los problemas planteados por el crecimiento de
la población capitalina, que superaba los trescientos mil habitantes. Esto
implicó largos y costosos procesos de expropiación, donde destacaron las
figuras del Intendente Enrique Cousiño y el Alcalde Eduardo Edwards Salas.
Para entonces, la caja del río ya no tenía una parte del basural que antaño la
caracterizaba, por el referido parque Forestal. Sin embargo, entonces la
parte más al poniente de la banda sur se vio repleta de basura, originando
los llamados Hornos Crematorios, cuya extensión era de numerosas
cuadras: se trataba de un río que alcanzaba el poco feliz rango de cloaca
urbana. Vinculado con ello, al comenzar el 900 se implementaron medidas
largamente esperadas y debatidas, como el sistema de desagües y
alcantarillado, tan importantes para un ingeniero hidráulico como Valentín
Martínez, quien dejó las bases para el inicio de las obras, en 1905. Esto
significó nada menos que confirmar al río como cloaca urbana, al ser el
receptor de las aguas servidas de gran parte de la ciudad; aunque en un
principio, el alcantarillado se aplicó sólo a los barrios céntricos. A partir de
esa operación de ingeniería sanitaria, la transformación del Mapocho se
373
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
presentó como radical y paradójica, al establecer junto al parque ribereño, el
desecho de aguas servidas.
Pero, junto a esa transformación del torrente en cloaca, la modificación
principal –sustentada en una voluntad pública de no privatizar los terrenos
vía concesiones- ocurrió hacia el centenario, cuando en la ribera sur y
específicamente en el parque Forestal, fue inaugurado el Museo de Bellas
Artes y poco después la Estación Mapocho. La apertura de esta última
confirmó al sector entre el Mercado Central y la avenida Independencia –
plaza Venezuela- como un terminal de tranvías eléctricos y punto de
conglomeración de personas. Junto con ello, se instalaron en todo el borde
sur del torrente los monumentos regalados por las colonias para el
centenario: los otomanos frente a la Estación, los italianos en la Plaza Colón,
los franceses frente al nuevo Museo y la Fuente Alemana en el Forestal. Se
conformó así un auténtico museo lineal de esculturas y edificios, que tenía
sus ejes en la estación Pirque –también estrenada para la época del
centenario- por el oriente y la Mapocho por el poniente. Todo este proceso
de regularización y rectificación se vio complementado por obras en la
misma banda, como demoliciones de cantinas y expendios de alcohol,
masivos en el sector, proceso ligado a la terminación de la avenida sur del
Mapocho, finalmente sólo concluida a finales de los años veinte. De esta
forma, no podríamos hablar de una remodelación urbana, ya que la
transformación del borde sur –y también la del norte- se extendió por más
de treinta años, sino de una renovación a partir de la modernización
material del espacio público. Esta renovación fue el punto final de un
proceso de rectificación y conformación de centralidad gestado desde los
proyectos de canalización de Ansart y Martínez. Con todo, el proceso no fue
del todo feliz: hemos hablado de una persistencia del suburbio en ambas
riberas, sobre todo en un sentido social, por sus puestos de ventas
informales, pequeños kioskos, al igual que cotidianos hechos de violencia y
crímenes. Es decir, un lugar que no era una periferia –difícilmente podría
haberlo sido con una estación ferroviaria- pero que aún hacia 1920 tenía
muchos elementos de marginalidad social que horrorizaban a la prensa y a
las autoridades.
En otras palabras, señalamos que la operación de infraestructura sobre el
río, y el debate en torno a ella –que la confirma como espacio público, ya que
sin
discusión
éste
es
una
simple
quimera-
desencadenaron
una
complejización de la ciudad. Esto, fundamentalmente porque sí se generó un
nuevo espacio público, que era la pregunta con la que abrimos estas
conclusiones. No en el sentido de una metropolización, pero sí en la
374
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
emergencia de una urbe que ya no podía ser comprendida con los criterios
con que era abordada la ciudad de menor escala de mediados del siglo XIX, e
incluso, la de Vicuña Mackenna. Por ello se indicó la importancia que
adquirieron desde entonces numerosos planes de transformación para la
ciudad –como los de Carlos Carvajal- finalmente no realizados, pero que
apuntaban a solucionar los crecientes problemas de una capital que hacia el
centenario contaba con cuatrocientos mil habitantes. La ley “del serrucho”
(1909), fue un atisbo de lo que se pretendía: nuevamente, rectificar y
geometrizar; estas vez con calles de quince metros de ancho. Cabe entonces
preguntarse sobre qué rol tuvo la transformación del Mapocho urbano en el
espacio público del Santiago de principios de siglo. Algo de ello ha sido
esbozado más arriba, y se vincula con un aumento de la centralidad, en
particular de la banda norte, aquella históricamente más desvinculada
territorial y culturalmente de la ciudad. De manera simultánea y paradójica,
todo ello cooperó en la distinción cultural y morfológica de todo el territorio
de Mapocho –piénsese, de nuevo, en la Cárcel Pública- respecto a lugares
como la Plaza de Armas o la Alameda.
Pero, si hablamos de este nuevo centro que aún seguía siendo visto como un
peligroso suburbio, habría que referir sobre la re-centralidad que significó la
expansión urbana hacia el nororiente, esto es, hacia el barrio ultra-Mapocho.
En ese proceso hubo una expansión pública, basada en una voluntad estatal
y de la sociedad civil que promovió la habitación obrera salubre (como la
población León XIII de la beneficencia católica); la posesión del cerro San
Cristóbal; la puesta en marcha de la avenida Norte del Mapocho (Santa
María) y el abovedamientos de canales, obras de infraestructura que fueron
concluyendo el proceso expansivo iniciado con la canalización, treinta años
antes. Efectivamente, estas obras se insertaron en la finalización de las obras
de conexión con ultra-Mapocho y se materializaron en vialidad, acueductos y
arborización para impulsar el verde perdido por el crecimiento de la ciudad,
ciudad que contradictoriamente seguía estancada hacia el norte. En el caso
particular del cerro San Cristóbal, a finales de la década del diez se vivió una
transición en la noción de espacio público, representado en el paso del
parque público decimonónico a la noción más ambiental de área verde. La
comparación del San Cristóbal con el Santa Lucía resulta útil en cuanto a
comprender los diferentes usuarios de estos cerros –piénsese en los católicos
que peregrinaban a la Virgen- así como su diferente rol para la ciudad. En
cuanto a esto último, anexar el cerro de la Chimba implicó nada menos que
re-centralizar la ciudad. De esta forma, puede entenderse la expansión
urbana como conclusión o como nueva fase de la rectificación del río
Mapocho y sus riberas. Esta significó, en cuanto a la experiencia social, el
375
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
cambio de lo que los santiaguinos comprendían como la ciudad de Santiago;
en la gestión pública, la ampliación del radio de acción y, en lo relativo al
paisaje, la conformación de un nuevo parque público, pensado “como un
bosque y no como jardines”, en palabras del ministro Quezada. La
superación del límite del río y la toma del cerro no impidió, sin embargo,
una paradoja aún no resuelta por la ciudad y que fue ejecutada entre 1885 y
1918: la tensión entre por una parte, un Mapocho reformado como parque y
centro en su superficie, con avenidas y edificios públicos; y por otra, un río
encajonado, hundido y utilizado como cloaca. Quizás es la imagen más clara
sobre las complejidades en la construcción cultural y urbanística del espacio
público en Santiago durante el período de entresiglos.
376
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
Créditos de imagen
Capítulo 1.
1. Reproducido en Gabriel Guarda, El arquitecto de la Moneda, Joaquín
Toesca, 1752-1799: una imagen del imperio español en América, PUC,
Santiago, 1997, p. 223.
2. Reproducido en Liisa Voionmaa, Escultura pública. Santiago 1792-2004,
vol. 1, Ocho libros, 2004, p. 26.
3. Reproducido en Carlos Peña Otaegui, Santiago de siglo en siglo, Zig-Zag,
1944.
4. Plano de la parte de la zona central de Chile regada por los acueductos
de la Sociedad del Canal del Maipo, 1902.
Capítulo 2.
5. Archivo Fotográfico Museo Histórico Nacional.
6. Ernesto Ansart, La canalización del Mapocho. Proyecto trabajado
encargado por la Municipalidad de Santiago y don Luis Cousiño, Imp. de La
República, Santiago, 1873
7. Valentín Martínez, Canalización del río Mapocho. Proyecto presentado a
la Municipalidad de Santiago, Cervantes, Santiago, 1885, plano anexo.
8. Valentín Martínez, Proyecto para la canalización del río Mapocho.
Aprobado por la Ilustre Municipalidad de Santiago y mandado ejecutar
por el Ministerio de Industria y Obras Públicas, Imprenta de “El Correo”,
1888.
9. Archivo Fotográfico Museo Histórico Nacional.
10. Archivo Fotográfico Universidad de Chile.
11. The Illustrated London News. Londres Nº 2633, (5 oct. 1889), p. 441.
377
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
12. Justo Abel Rosales, Historia y tradiciones del puente Cal y Canto, Impr.
Estrella de Chile, Santiago, 1888.
13 y 14. Dirección General de Obras Públicas, Proyecto de Transformación
de los barrios vecinos al Canal del Mapocho. Presentado al Consejo de
Obras Públicas por el Director General del Ramo, Impr. Cervantes,
Santiago, 1895.
15. Enrique Espinoza, Geografía descriptiva de la República de Chile, Impr.
Barcelona, Santiago, 1897.
16. Archivo del Conservador de Bienes Raíces de Santiago, vol. 139, mayoagosto de 1897.
17 y 18. Caras y Caretas, N° 165, Buenos Aires, 30 de noviembre de 1901.
19. Intendencia de Santiago, volumen 200, diciembre 1900.
20. Intendencia de Santiago, volumen 394, abril 1913.
21. Plano de la parte de la zona central de Chile regada por los acueductos
de la Sociedad del Canal del Maipo, 1902.
Capítulo 3.
22 a 26. José Rosas (investigador responsable), proyecto Fondecyt 2008 –
1085253. Santiago 1910. Construcción planimétrica de La ciudad premoderna. Transcripciones entre el fenómeno de la ciudad física dada y la
ciudad representada.
27. “Una visita a los conventillos”, El Diario Ilustrado, N° 1193, Santiago,
17/7/1905
28. Levantamiento de datos: Simón Castillo. Diseño: Loreto Urzúa
29 y 30. Eduardo Edwards Salas, Memoria de la Alcaldía Municipal de
Santiago. 1904-1905-1906, Imp. Barcelona, Santiago, 1906, anexos.
31. Pedro Lautaro Ferrer, Higiene y Asistencia Pública en Chile, Impr.
Barcelona, 1911, p. 72.
378
DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO
32. Pedro Lautaro Ferrer, Higiene y Asistencia Pública en Chile, Impr.
Barcelona, 1911, p. 35.
33 a 35. "Los galpones de la Vega", Sucesos, Valparaíso, 8 de diciembre de
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36. Intendencia de Santiago, vol. 215, marzo de 1902.
37 a 39. Archivo Fotográfico Museo Histórico Nacional.
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41. Intendencia de Santiago, vol. 429, noviembre 1915.
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43. Álbum de Santiago y vistas de Chile, 1915.
Capítulo 4.
44. Reproducido en Cristina Felsenhardt (inv. resp.), La creación del paisaje
chileno, Proyecto Fondecyt 1980589 (1997-99).
45 y 46. Carlos Peña Otaegui, Santiago de siglo en siglo, Zig Zag, Santiago,
1944, p. 390.
47. Zig-Zag N° 85, 7/10/1906
48. Sinopsis estadística de la Republica de Chile, Universo, Santiago, 1914.
49 a 51. Patricio Moraga E., Cárcel Pública de Santiago (Arquitectura
carcelaria), seminario de historia de la arquitectura, FAU-U. de Chile,
Santiago, 1957, s/nº pág.
52. Dirección General de Obras Públicas, Proyecto de Transformación de
los barrios vecinos al Canal del Mapocho. Presentado al Consejo de Obras
Públicas por el Director General del Ramo, Impr. Cervantes, Santiago,
1895.
379
EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS
53. La Revista Cómica N° 73, 1897.
54. Elaboración propia en base a Intendencia de Santiago, vol. 285,
noviembre 1906. Diseño: Loreto Urzúa.
55. “Proyecto de transformación de Santiago”, Zig Zag, 1910. Gentileza de
Gonzalo Cáceres
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