PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE Facultad de Arquitectura Diseño y Estudios Urbanos El río Mapocho y sus riberas: Espacio público e intervención urbana en Santiago de Chile (1885 – 1918) Simón Castillo Fernández Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos Profesor Guía: Francisco Liemur Profesor co-tutor: Dr. Fernando Pérez Comisión de tesis: Dr. Arturo Almandoz Dra. Alejandra Araya Dra. Cristina Felsenhardt Dr. José Rosas Santiago de Chile | Enero del 2012 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS 2 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Índice Reconocimientos 5 Introducción 7 1. Capítulo 1. El río Mapocho y la ciudad: el lugar, las personas y las Instituciones 1.1. Situación geográfica, emplazamiento urbano, antecedentes históricos. 49 1.2. Nuevos saberes: de Vicuña Mackenna al Ministerio de Industria y Obras Públicas 57 2. Capítulo 2. Contener y rectificar: inundaciones, marginalidad, proyectos y construcciones 2.1. Proyectos y canalización del torrente: la destrucción del puente de Cal y Canto y el encajonamiento del río (1873 – 1895) 74 2.2. Figuraciones historiográficas de la ciudad: Justo Abel Rosales 92 2.3. De la canalización a la organización de los bordes. El “proyecto de transformación” de 1895. 100 2.4. Canalización e “ingeniería sanitaria”: el alcantarillado 107 2.5. La contención del río: obras públicas, usos privados 120 3. Capítulo 3. Entre desinfectorios y mercados: la ribera norte como problema público 3.1. La Chimba: urbanización y crecimiento demográfico en el 1900 150 3.2. Proyectos y construcciones: calles y edificios públicos al otro lado del río 164 3.3. La formación de un mercado urbano: la Vega, el Mercado Central y los ambulantes 175 4. Capítulo 4. La transformación de la ribera sur: el avance de la “ciudad propia” 4.1. Civilizando Mapocho: ¿proceso local o general? 201 4.2. El verde en la máquina: ¿hacia un corredor de parques públicos? 221 4.3. El Centenario y sus obras: museo, estación y monumentos 259 4.4. La persistencia del suburbio: el espacio público en disputa 292 5. Capítulo 5. Superando el límite del río: la expansión urbana hacia el Nororiente 5.1. Contexto post-centenario: expansión urbana y crecimiento demográfico 319 5.2. La Avenida Santa María y la posesión del cerro San Cristóbal. 335 3 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS 4 Conclusiones 367 Créditos de Imagen 377 Bibliografía 384 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Reconocimientos Esta tesis no hubiera sido posible sin la ayuda y amistad de muchas personas e instituciones. En primer lugar, agradezco al Programa de Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad Católica, por su apoyo desde mi ingreso en marzo de 2006. La beca Mecesup del Ministerio de Educación permitió el financiamiento de mis estudios durante tres años; en este sentido, reconozco el inmenso aporte de las políticas de financiamiento estatal a los estudiantes de postgrado en Chile y el extranjero. En tanto, la Vicerrectoría Adjunta de Investigación y Doctorado de la UC permitió la conclusión de mi tesis, otorgándome una beca entre los años 2009 y 2010. Agradezco también a mi Programa de Doctorado el financiamiento de una pasantía en el Hemispheric Institute on the Americas de la Universidad de California, Davis, en 2009. Allí tuve la cálida recepción de su director, el historiador Chuck Walker, y sobre todo la amistad, hospitalidad y conversación de mi amigo Cristian Castro y su señora, Daniela Torres-Torreti. Una parte de mi tesis fue leída y comentada en un coloquio en dicha instituto, siendo de gran utilidad para el resultado final. Es justo también un reconocimiento al doctorado por financiar mis permanentes viajes a Buenos Aires, Argentina, tanto para el Congreso Internacional Ciudades Latinoamericanas en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UBA, en noviembre de 2009, como especialmente para reunirme con mi profesor guía, Pancho Liernur. Le agradezco a él, en particular, plantear siempre nuevas preguntas, nuevas conexiones y nuevos ejemplos. Creo que ha sido una enorme experiencia de aprendizaje, mediante pocas pero buenas conversaciones en la Universidad Torcuato di Tella. Del mismo modo, agradezco a mi profesor guía en Chile, Fernando Pérez, quien siempre tuvo ideas buenas para mis intrincadas y no siempre certeras explicaciones, así como una disposición a toda prueba. También fueron un gran aporte los integrantes de mi comité de tesis, doctores Cristina Felsenhardt, Arturo Almandoz y José Rosas. A Pepe agradezco su gentileza al facilitarme el invaluable material del Catastro de Santiago de 1910, que forma parte de su Proyecto Fondecyt. Fructífero fue además el seminario “Diseminaciones” de mi Programa, donde pude interactuar con profesores y estudiantes. Agradezco también a Jacqueline Bigorra, por su cordialidad y sus permanentes ayudas en los temas administrativos. Por otra parte, fue inestimable a ayuda de mis ayudantes de investigación, los estudiantes de historia de la U. de Chile, Vania González, Bastián Muñoz y Sofía Ocampo, al igual que el diseño de Loreto Urzúa. La referencia hecha casi al paso a Buenos Aires es también una oportunidad para agradecer a mi familia en Lanús, en el Conurbano del sur: los Tapia Ravello (Ceci, Elena y 5 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Marcelo), siempre me recibieron con un afecto que hoy se extraña. Acá en Santiago, el apoyo de mi madre, Ana María, y de mi pareja, Daniela, fueron inmensos. Sólo ellas saben cuánto se los agradezco. Mi reconocimiento también para mi padre, Mario, quien desde la arquitectura aportó mucho en este camino. Y también para mis abuelos, ellos saben. Aprovecho de agradecer a mis amigos y compañeros del Doctorado, historiadores Waldo Vila y Marcelo Mardones, quienes –muchas veces sin saberlo- aportaron con sus conversaciones no sólo a esta tesis, sino a una visión de la realidad. Participé con ellos en el proyecto Fondart 2011 “Historia visual del transporte público en Santiago (1857-2007)”, que aportó mucho a mi comprensión de la ciudad y su espacio público. Esa experiencia de investigación se encuentra con la docencia: agradezco por ello al Departamento de Historia de la Universidad Alberto Hurtado, donde fue especialmente útil la co-docencia con Pedro Milos del curso “Historia y políticas sociales de vivienda en Chile”, del Magíster en Historia de esa institución. En el Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile, finalmente, he tenido la grata compañía de mis colegas Azun Candina, Alejandra Araya e Isabel Jara, y en el contexto del taller “Grimorio” de los profesores de esa Departamento, leí una versión inicial de una parte de la tesis, en 2009, recibiendo interesantes comentarios. A todas y todos, muchas gracias. 6 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Introducción El río y las riberas: el por qué del objeto de estudio Esta tesis tiene como objeto de estudio al río Mapocho y sus riberas entre 1885 y 1919 y se pregunta por la transformación urbana vivida por ese espacio público. Si su actual extensión urbana oeste-este va aproximadamente entre Lo Barnechea y Pudahuel, se pretende indagarlos en aquel sector que ha estado por mayor tiempo vinculado a la ciudad: el tramo entre Providencia por el oriente hasta Matucana por el poniente. Se trata de dos sitios que ya desde el siglo XIX se comprendieron como extremos urbanos. En la actual Plaza Italia estaban las coloniales Cajitas de Agua que recibían las corrientes provenientes de la zona oriente y desde donde era distribuida mediante canales a parte importante del radio urbano. Era además lugar de intensa movilidad, ya que por allí pasaba el antiguo Camino de Cintura oriente, hoy avenida Vicuña Mackenna y calle Pío Nono. En tanto, la avenida Manuel Rodríguez, naciente en la ribera sur, fue junto con la calle Hornillas –hoy Vivaceta- el extremo norponiente de la ciudad hasta mediados del siglo XIX, siendo habitada preferentemente por sectores populares. Más hacia el poniente la urbanización comenzó a llegar, en el último tercio del siglo antepasado, a Bulnes y después hasta Matucana. Hasta entonces, el Mapocho podía alcanzar un cauce de cuatrocientos metros de ancho, aunque gran parte del año no era más que un riachuelo. Esta investigación estudia la época de la canalización y transformación del río y sus riberas efectuada entre Bellavista y Manuel Rodríguez, en un Mapocho que hoy nos parecería inmensamente ancho y pedregoso. Además de transformar el torrente en un canal, sobre esas franjas de terreno se construyeron a partir de 1887 y paralelamente a un extenso debate, una serie de edificios públicos: la Cárcel Pública (demolida), los puentes metálicos (ocho), el Desinfectorio Público, el Instituto de Higiene, la estación de ferrocarriles del Mercado y luego la Mapocho, los Galpones de la Vega (demolidos) y la Protectora de la Infancia (demolida). Se levantaron también los parques Forestal y Centenario (hoy de los Reyes), así como el parque Domingo Gómez Rojas y los jardines de Recoleta. Se destruyó también otro edificio público -el monumental puente de Calicanto- mientras otros ya construidos, como el Mercado Central, también sufrieron cambios importantes. Hacia 1918, finalmente, la nueva conectividad permitió anexar el cerro San Cristóbal y gestionarlo como espacio público. En cuarenta años, aproximadamente, 2,5 kilómetros de la ciudad cambiaron bastante su imagen. Esa transformación permitió a sus elites -al menos 7 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS discursivamente- elevarla a la condición de ciudad moderna. Esta tesis sostiene que todas estas intervenciones buscaban ordenar el paso del río por el área urbana (tanto en la geografía como en la marginalidad social) así como integrar la Chimba –el barrio al norte del río- a la ciudad y materializar una conectividad regular entre ambos sectores. Ya desde el siglo veinte, el Mapocho ha estado presente en la experiencia urbana sobre todo por la existencia de un pequeño sistema de parques públicos en sus bordes: a la colonial plaza Artesanos, se sumaron el Forestal y el Gómez Rojas, en 1900; después el Centenario, al poniente de la estación Mapocho, en la década de 1910; el Providencia, que data de 1930, el de los Reyes –reemplazante del Centenario- en 1992 y finalmente el Bicentenario, en Vitacura, de 2007. Actualmente están en construcción el parque La Hondonada, en Pudahuel, y el Renato Poblete, entre Santiago y Quinta Normal, en la ribera sur. La idea del río como soporte para la instalación de espacios públicos, esbozada en el paseo de los tajamares de los siglos XVIII y XIX, se reconfiguró ya no a través de las construcciones monumentales, sino mediante la idea de área verde. Los bordes del río, antes una cuenca barrosa y extensa, basural o lugar de asentamientos precarios, comenzaron a ser entendidos como escenario de diseño paisajístico y placer estético: la integración de naturaleza y ciudad en una época de modernización. 1 Pese a la existencia de una continuidad de parques públicos a lo largo del río, esta es limitada. Por ello, cuestionar el rol de los espacios públicos ribereños no es algo nuevo: el arquitecto Mario Pérez de Arce se preguntaba hace casi quince años respecto a los conflictos de propiedad ribereños y a la incapacidad de crear un sistema de parques continuo por el sector. Señalaba entonces el Premio Nacional de Arquitectura que “es incomprensible que las municipalidades ribereñas, sobre todo en el sector oriente, no hayan tomado posesión de la franja pública a lo largo del cauce, ni la hayan definido claramente, permitiendo que se generen conflictos de dominio al aumentar el valor de los terrenos vecinos”. 2 La referencia a los litigios de propiedad es recogida activamente por esta tesis. Sin embargo, actualmente han surgido “conflictos de dominio” en lo 1 Conceptos como “modernización”, “modernidad” y “modernismo” son considerados aquí siguiendo el clásico de Berman, M (1992). Todo lo sólido se desvanece en el aire. Barcelona, España: Siglo XXI, p. XI-XII. En esta perspectiva, modernización es entendido como un proceso socioeconómico que tiene un correlato en un horizonte cultural como la modernidad. 2 Pérez de Arce, M. (1996). “La ciudad y el río”, ARQ nº 34. Santiago, Chile: Universidad Católica de Chile. 8 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO que legalmente son espacios públicos consolidados, gestionados por el poder estatal hace más de un siglo. Baste un ejemplo: el debate desatado en 2009 sobre la instalación de un monumento de 13 metros de alto del ex pontífice Juan Pablo II, en el pequeño parque Gómez Rojas (en rigor un bandejón central) suscitó una extensa discusión sobre los usos del espacio público, volviendo más vigente que nunca la interrogante de Pérez de Arce. Y si hubo algún aspecto en común en las posturas expuestas en aquella cuestión, es que urbanística e históricamente, el parque no podía ser pensado sin el río. Esos terrenos (así como todas las riberas urbanas) le fueron ganados al Mapocho y hoy están en el imaginario de muchos santiaguinos como un punto de encuentro y referencia. En consecuencia, el debate público sobre el Gómez Rojas evidenció que no se trataba de un espacio público como espacio residual –una visión bastante común en los estudios urbanos contemporáneos- sino un espacio residual que se consolidó como espacio público gracias al diseño urbano y a las prácticas sociales desarrolladas en él.3 Por este motivo, esta tesis se enmarca en una discusión plenamente vigente sobre la infraestructura y la propiedad ribereña. En este sentido, otro aspecto crucial en el debate sobre el río, corresponde al proyecto “Mapocho urbano navegable”. Este pretende convertir al torrente en un Sena criollo, mediante esclusas o depósitos inflables que formarían 19 diques y lagunas artificiales, intentando así no sólo dominar la condición natural del curso de agua, sino reconvertirlo en un apacible meandro a los pies de la segunda cordillera más alta del mundo. Esto ha originado estudios contrarios a la propuesta, en primer lugar por la irregularidad pluviométrica, que impediría el funcionamiento de las esclusas tanto por eventuales sequías como superávit de lluvias. Una segunda razón que esgrimen los opositores al proyecto está en los sedimentos que arrastra el torrente, con la consecuente turbiedad de aguas e incluso la posible destrucción de diques. Pero este proyecto de la Fundación Futuro, a cargo del arquitecto Cristián Boza y reflotado en el actual gobierno de Sebastián Piñera, incluye también una transformación de sus riberas en toda su extensión urbana. Pese a las buenas intenciones de modernización, el proyecto en la práctica consolidaría la segregación urbana: clubes deportivos de lujo serían inaugurados en los bordes de la zona oriente del cauce; cafés y espacios comerciales de buena 3 La idea del espacio público como espacio residual ha ido en paralelo a las interpretaciones que hablan de la „muerte‟ o „clausura‟ del espacio público. Fundamental es el texto de Sennett, R. (2002). El declive del hombre público, Barcelona, España: Península. Desde el urbanismo catalán, Jordi Borja ha sido uno de los principales críticos de aquella perspectiva. 9 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS calidad en el tramo central; y “restaurantes populares” y establecimientos de difusa definición, en el área poniente, históricamente la más pobre y con menores inversiones por parte del estado. Por otra parte, muchos de estos espacios serían entregados en concesión a privados, sin que se tenga constancia de que las condiciones de accesibilidad se mantengan para el público. Junto con la reciente confrontación de opiniones acerca del uso de los espacios públicos mapochinos, ha surgido otro tema vinculado a la dimensión ambiental del río. Como es sabido, en 2008 la compañía distribuidora de agua potable -Aguas Andinas- comenzó una operación ingenieril sobre el torrente: el proyecto “Mapocho urbano limpio”. Contempló el cierre de las 21 descargas que vierten sus aguas servidas en el tramo urbano del Mapocho y, para conseguirlo, se construyó un interceptor subterráneo que va desde Las Condes hasta Pudahuel, esto es, 28,5 kilómetros en dirección oriente-poniente corriendo en paralelo al torrente. El día de la inauguración de los trabajos, estuvieron presentes la presidenta de la República, dra. Michelle Bachelet, junto a sus ministros de Obras Públicas y de Medio Ambiente. La mandataria señaló entonces que “No cabe la menor duda de la importancia de esta iniciativa. Yo como epidemióloga creo que este es un paso que demuestra que este país avanza en garantizar las mejores políticas de salud pública para Chile”. 4 Tal como en las preocupaciones higienistas de finales del XIX, el Mapocho de hoy es un símbolo de la contaminación urbana y una de las preocupaciones de la salud pública, aunque centrado más bien en la idea de “medio ambiente”. De esta manera, el proyecto “Mapocho urbano limpio” plantea finalmente un avance concreto en la calidad de vida de comunas como Cerro Navia y Pudahuel, esta última olvidada por décadas por la clase política, aún presentando los índices más elevados de contaminación de la Región Metropolitana debido al amoníaco emanado por el río. Sin duda, los avances logrados por el proyecto de limpieza estimularán el surgimiento de nuevos desafíos. Quedará, por ejemplo, el tema ya nombrado de las riberas del río e incluso el del uso de su cauce. Este hecho lleva a preguntarse cuál espacio público nacerá a partir de la transformación hecha por Aguas Andinas -y de la eventual concreción del Mapocho Navegable- y 4 Véase “Presidenta Bachelet inauguró proyecto Mapocho Urbano Limpio”, edición digital de Radio Cooperativa, 1 de Septiembre de 2008. www.cooperativa.cl. 10 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO cuáles serán los modos de gestionarlos por parte del aparato público. Esta tesis no entrega soluciones al respecto, pero ofrece un cuadro histórico sobre una intervención urbana que, pese a sus diferencias con la actual, suscitó también interrogantes y soluciones sobre los manejos del espacio público del Mapocho por más de cuarenta años. En consecuencia, la tesis que aquí se presenta, tiene por objeto demostrar que la operación de infraestructura sobre el torrente significó algo más que una transformación técnica, ya que allí se produjo, como en ningún otro sector de la ciudad de Santiago, un cambio en el espacio público y en lo que se entendía como urbe moderna. Aquí se pretende entregar una historia sociocultural de dichas transformaciones, que coadyuve a una discusión más densa sobre el espacio público en Santiago de Chile. Estado del arte sobre el río Mapocho Dentro de nuestra investigación, encontramos al menos tres formas en que la historiografía que ha investigado al río Mapocho: como campo de intervención desde la arquitectura y específicamente del paisajismo; como parte de las obras públicas vinculadas a la ingeniería, y como historia de la gestión pública o edilicia sobre ese espacio. Pero estos enfoques rara vez se presentan de manera independiente, ya que la mayoría de las veces lo hacen relacionados, siendo difícil distinguir una de otra perspectiva. En ese sentido, el río Mapocho ha sido objeto de numerosas descripciones, pero muy pocas han indagado en su transformación de entresiglos. De todos modos, sobre la historiografía sobre el torrente puede decirse que existe un gran grupo: aquel que, a partir de Benjamín Vicuña Mackenna y durante todo el siglo XX, trabajó en torno a la conformación de una historia urbana en Chile. Vicuña Mackenna, con su monumental Historia crítica y social de la ciudad de Santiago (1868)5, anterior a su nombramiento como intendente capitalino (1872), fue el primer historiador „general‟ del Santiago colonial. En este sentido, si bien Vicuña Mackenna fue el primer gran modelador del pasado en torno al río, lo hizo en un relato que mezclaba crónica y anécdotas como ejercicio de memoria, con un trabajo plenamente historiográfico. De esta manera, el río Mapocho fue analizado como parte de las relaciones entre la sociedad urbana y la naturaleza indomable e infausta; 5 Vicuña Mackenna, B. (1869). Historia crítica y social de la ciudad de Santiago. Desde su fundación hasta nuestros días (1541-1868), Valparaíso, Chile: Imprenta del Mercurio de Recaredo S. Tornero, dos tomos. Al parecer, Vicuña Mackenna dejó su obra incompleta, ya que su segundo tomo sólo llega hasta el final de la Colonia y no “hasta nuestros días” (1868). 11 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS de ahí el énfasis de Vicuña Mackenna en desastres como la gran avenida de 1783 y obras públicas como los tajamares. En este sentido, el relato del futuro intendente es novedoso en al menos dos dimensiones: primero, como parte de la validación de su relato histórico utiliza documentos científicos como las obras de Pissis y Gay. Por otra parte, por primera vez contamos con una interpretación histórica que no sólo discurre sobre el torrente, sino sobre la red de aguas a las que pertenece, por ejemplo a intervenciones como la unión del río Maipo con el Mapocho y a la creación del canal San Carlos, al cual Vicuña Mackenna otorga el final de su segundo tomo. En este sentido, junto con indagar en las aguas de Santiago, el historiador repasó la inauguración de los paseos de los tajamares, como una forma de aunar protección y goce del paisaje.6 El legado de Vicuña Mackenna a través de esa y otras obras vinculadas a Santiago, se desarrolló desde el siglo veinte a partir de tres enfoques, aludidos al inicio de esta sección y que indagan en la historia del río: por una parte, historias de la técnica, como el libro de Ernesto Greve, Historia de la ingeniería en Chile (1938) y los de Gonzalo Piwonka, Las aguas de Santiago de Chile. 1541-1741 y 100 años de las aguas de Santiago (1999 y 2005).7 El primero de ellos, aunque no aborda los factores geográficos como temática prioritaria, sí refiere sobre los protagonistas institucionales, como el Ministerio de Industria y Obras Públicas y los técnicos que lo dirigieron y que, más puntualmente, encararon la transformación del río a finales de siglo XIX, sobre todo el ingeniero Valentín Martínez. A su vez, el libro de Piwonka que aborda el período colonial estudia al principal curso de agua santiaguino como el gran abastecedor de la ciudad durante buena parte de los siglos XVI y XVII, siendo reemplazado en esa función por la quebrada de Ramón hacia 1650. El torrente aparece en este trabajo como un abastecedor pero también como un estímulo para obras de infraestructura como puentes y tajamares que impidieran sus desoladores desbordes y salidas por toda la 6 La comprensión del „paisaje urbano‟ puede tener al menos dos grandes áreas para su análisis: por una parte, el paisajismo. Por otra, desde las ciencias sociales y las humanidades, como lo hace esta tesis. Al respecto, no pasa por alto para nosotros que la noción de „paisaje urbano‟ no era usada por los técnicos y políticos chilenos de la época. Sin embargo, son al menos dos las ideas de paisaje que comenzaban a cimentarse por entonces: primero, como „vista de ciudades‟, dimensión creada por los holandeses en los siglos XVI-XVII y que cimentó las bases de la cartografía moderna. Segundo, la idea de paisaje como sensibilidad surgida en la Inglaterra del siglo XVIII y desde donde emergieron conceptos como pintoresco y sublime. En ambos casos, y considerando específicamente la noción de „paisaje urbano‟, se trata de un nexo entre naturaleza y contemplación humana. Sobre el tema, véase entre otros a Maderuero, J. (2005). El paisaje: génesis de un concepto. Madrid, España: Abada. 7 Greve, E. (1938). Historia de la ingeniería en Chile. Tomo II. Santiago, Chile: Universitaria; Piwonka, G. (1999). Las aguas de Santiago de Chile. 15411741. Tomo 1. Santiago, Chile: Universitaria, del mismo autor (2005). 100 años de las aguas de Santiago: 1742-1841. Santiago, Chile: Dirección General de Aguas. Y del mismo autor (2008). “Las aguas del Mapocho”, en Matte, D. (ed.), Mapocho torrente urbano. Santiago, Chile: Matte. 12 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO ciudad. Piwonka además discute lo que llama el mito de los dos brazos del Mapocho, ya que a su juicio éste nunca tuvo un paso por la Cañada, hoy Alameda. También se abordan aspectos que tienen una larga duración en la historia del río y en mayor escala, en la de las acequias capitalinas: los litigios de propiedad y los usos económicos de sus aguas. Respecto a lo último, este historiador expresa la importancia de los molinos y de la iglesia católica como propietaria del suelo, como era el caso entre otros, del molino de los mercedarios en la ribera sur. En lo referido a los conflictos de aguas, señala la división inequitativa de estas entre los barrios altos o centrales situados entre la plaza de Armas y el río- y los barrios bajos de la ciudad colonial, manifestando que esto produjo un “conflicto social urbano por las aguas”.8 Pese a que este libro investiga sobre las aguas en la época colonial, el autor hace una referencia a la transformación del Mapocho urbano de entresiglos, al indicar que el principal desafío que tuvieron Dubois y Renner en la construcción del parque Forestal fue un desnivel de siete metros producido porque ahí se producían las principales embestidas del Mapocho. Según Piwonka, el relleno de esa hondonada fue solucionado con la desaparecida laguna del parque Forestal. Su siguiente libro, que toma el inicio de la república, deja constancia de la finalización del canal San Carlos (1821), la feroz inundación del río en 1827 y el término del canal de Ramón, entre otros aspectos.9 Esta reflexión en torno a las aguas y la técnica se aprecia también en libros de Gabriel Guarda, como el que dedica al ingeniero y arquitecto español Joaquín Toesca, así como en su monumental historia urbana colonial de Chile.10 Este arquitecto enfatiza en algo que ya se ha señalado: que desde la época colonial hubo intervenciones en la cuenca que buscaron paliar la furia del río. Ese fue el objetivo de los tajamares, obras defensivas instaladas desde inicios del siglo XVII y dirigidas por ingenieros militares, entre los que destacó Toesca. Según Guarda, “con el desagüe de la laguna de México, los tajamares de Santiago son probablemente la obra pública de tipo ingenieril más importante realizada en las ciudades de América”. 11 Si bien los siglos XVII y XVIII no corresponden a nuestro período de estudio, sí es destacable que el río Mapocho ha sido objeto de obras públicas continuamente a lo 8 G. Piwonka, Las aguas de Santiago…, op. Cit., p. 315. Referencias al río como abastecedor en León Echaíz, R. (1972). Ñuñohué. Buenos Aires, Argentina: Francisco de Aguirre. 9 G. Piwonka, 100 años de las aguas de Santiago, citado. 10 Guarda, G. (1978). Historia urbana del reino de Chile. Santiago, Chile: Andrés Bello, y del mismo autor (1997). El arquitecto de la Moneda, Joaquín Toesca, 1752-1799: una imagen del imperio español en América, Santiago, Chile: Universidad Católica de Chile. 11 Cfr. Historia urbana del reino de Chile…, citado, p. 154. 13 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS largo de su historia. Esto también repercutió en un diseño paisajístico para ese sector de la ciudad, como los ya nombrados paseos de los tajamares. Al respecto, Guarda destaca los motivos estéticos que también persiguieron los ingenieros militares españoles al intervenir la caja del río con puentes y alamedas de sauces en su ribera sur. Este elemento, sin duda, se convierte en un fenómeno de larga duración que es incluido por esta tesis. Los tajamares coloniales, también desde una óptica histórica técnica, fueron investigados por Sergio Villalobos en su Historia de la ingeniería en Chile (1990).12 En una perspectiva más estética que técnica, los temas referidos al río Mapocho como espacio de obras públicas para la contención de aguas y como paseo ribereño, fueron enunciados con anterioridad por Eugenio Pereira Salas, siempre desde un estudio de la época colonial.13 El río Mapocho desde una perspectiva técnica se aprecia también en las tesis de Óscar Bórquez y Jorge von Bennewitz. La primera, es uno de los trabajos más completos sobre el Mapocho, donde la canalización tiene un estudio detallado. La tesis de von Bennewitz en tanto, indaga en una temática similar al libro de Piwonka como es el agua potable, pero a esto agrega el desarrollo del alcantarillado en la ciudad, especialmente su instalación a inicios del siglo XX.14 El autor refiere latamente sobre la estructura de aguas de la ciudad, incluyendo las acequias, cuestión que es trabajada también en los artículos de Fernando Pérez; sobre todo en uno en coautoría con José Rosas y Luis Valenzuela, titulado “Las aguas del centenario”.15 Estos arquitectos estudian el sistema de aguas en relación al alcantarillado instalado en el 1900, manifestando que sus consecuencias “van mucho más allá de la disponibilidad de un sistema de evacuación de desechos y aguas lluvia que funciona eficientemente hasta hoy mismo. Entre ellas, el refuerzo de la trama de damero y el cambio en la estructura de frentes de la manzana tradicional”. 16 Siguiendo al mismo Fernando Pérez en un artículo individual, puede señalarse 12 Villalobos, S. (dir.) (1990). Historia de la ingeniería en Chile. Santiago, Chile: Hachete,. 13 Pereira Salas, E. (1965). Historia del arte en el Reino de Chile. Santiago, Chile: Ediciones de la Universidad de Chile. 14 von Bennewitz, J. (1959). Historia de los servicios de agua potable y alcantarillado en Santiago de Chile. Santiago, Chile: seminario de 6º año de historia de la arquitectura, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile; Bórquez, O. Historia del río Mapocho y sus puentes. Santiago, Chile: seminario de 6º año de historia de la arquitectura, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. 15 Pérez, F., Rosas, J., Valenzuela, L. (2005). Las aguas del centenario, Arq Nº 60. 16 Idem. Dicen además que “La construcción del nuevo alcantarillado consagró el trazado vial colonial, e hizo muy difícil la introducción de trazados alternativos –como aquellos que incluían diagonales– particularmente apreciados en los años del centenario. La primacía del trazado en zig-zag dejó en igualdad de condiciones los cuatro frentes de manzana: todos ellos pudieron acceder de manera equivalente a los servicios de alcantarillado. La nueva situación difería radicalmente de las condiciones previas, en que el acceso a las acequias que corrían por el centro de la manzana, favorecía a las propiedades situadas en sentido norte - sur por sobre aquellas oriente – poniente”. 14 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO que en Santiago y siguiendo la pendiente natural del valle, los canales pasaban por la medianería oriente-poniente de las manzanas, regando los huertos domésticos y evacuando las aguas servidas, formando “una suerte de tejido sobrepuesto al trazado urbano”, estructura que constituyó con el tiempo “la operación fundamental de ordenación del territorio” no sólo en el valle mapochino, sino en toda la zona central chilena. 17 De esta forma, el torrente se constituyó, mediante sus acequias y canales, como un notable modelador de la morfología urbana: como integrador de la trama y no solo como límite. Ahora bien, en cuanto al diseño urbano de las riberas mapochinas en el centenario, los autores nombrados indican que “el parque Forestal, y la operación inmobiliaria en los terrenos aledaños, concreta, casi literalmente, las ideas que Vicuña Mackenna había enunciado treinta años antes: la canalización del río sería, a la vez, una operación de higienización y un negocio inmobiliario”. Si bien “Las aguas del centenario” es un artículo extraordinariamente claro en plantear la conexión entre aguas, alcantarillado y parque público, cabría discrepar en cuanto a la “concreción casi literal” que significó el Forestal y su barrio. Como se sostiene con detalle en la hipótesis, esa interpretación minimiza los debates y el contexto socio-urbano de entresiglos, incluyendo la guerra civil de 1891. 18 Si hemos referido hasta aquí sobre una historiografía del Mapocho más bien inclinada hacia aspectos técnicos, cabe esbozar una segunda tendencia en los estudios sobre el río. Se trata, a nuestro juicio, de una historia urbana que expresando sus tensiones internas osciló entre enfatizar elementos arquitectónico-paisajísticos y factores de gestión pública de la ciudad. Dentro de este tipo de trabajos, destaca en primer lugar el escritor Justo Abel Rosales quien en su vasta producción publicó dos libros que atañen al río: La Cañadilla de Santiago. Su historia y sus tradiciones 1541-1887 (1887) y El puente de Cal y Canto. Historia y tradiciones (1888).19 En ellos ocupa documentos y testimonios que reconstruyen la historia y la memoria en torno al Mapocho, en particular por la historia colonial y republicana del puente de Cal y Canto, incluyendo su demolición durante la canalización. El trabajo de Rosales dejó un legado importante –no siempre explicitado- en 17 Pérez, F. Santiago entre su origen y sus desafíos, en Bannen, P. (ed.) (1995). Santiago de Chile: quince escritos y cien imágenes. Santiago, Chile: Universidad Católica, pp. 21-22. Véase también el artículo en coautoría con Rosas y Valenzuela, citado. 18 Una breve pero interesante reflexión sobre la destrucción del puente de Cal y Canto y su relación con el conflicto bélico y los anhelos de modernización en una época de cambio, en Jocelyn-Holt, A. “La crisis de 1891: civilización moderna versus modernidad desenfrenada”, en Luis Ortega (ed.) (1991). La Guerra Civil de 1891. 100 años hoy. Santiago, Chile: Usach, p. 23. 19 Rosales, J. A. (1887) La Cañadilla de Santiago: su historia i sus tradiciones: 1541-1887. Santiago, Chile: Estab. Tip. de "la Epoca", 1887; (1888). Historia i tradiciones del Puente de Cal y Canto. Santiago, Chile: M.A. Mujica. 15 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS varios autores de la segunda mitad del siglo XX que estudiaron las características del paisaje y la gestión del torrente. Ejemplo de ello son los libros y artículos de Gabriel Guarda, Armando de Ramón, René León y Patricio Gross, a quienes se considera como los iniciadores de la historia urbana en Chile. Todos ellos, en mayor o menor medida, se refirieron al río Mapocho, fundamentalmente a su pasado colonial. En este sentido, fue de Ramón quien dio una mirada de mayor duración y nos atreveríamos a decir más compleja, en su Santiago de Chile. (15411991). Historia de una Sociedad Urbana; único intento hasta hoy de dar una mirada histórica desde el siglo XVI hasta finales del XX.20 En ese libro, el autor aborda diversos aspectos del torrente, entre ellos su contaminación y la existencia del botadero oficial de basuras en su ribera sur. Este se encontraba entre calles Manuel Rodríguez y Cueto, es decir, más de diez cuadras que servían a la „ciudad propia‟. De Ramón hace hincapié también en la creación del parque Forestal y la pavimentación de las avenidas ribereñas, donde refiere sobre la voluntad del intendente Enrique Cousiño – es decir, una voluntad pública que será nuestro interés comprender- para la concreción de tales obras. También refiere sobre los estudios para construir “una estación junto al río Mapocho y frente a la calle del Puente, en terrenos ganados a su cauce por la canalización del mismo. Tal fue la llamada estación del Mercado, más tarde Mapocho, donde a la sazón había extensos terrenos usados como paradero de carretas”. Así, en 1905 se iniciaron las obras de construcción de esta estación y de la de Yungay, donde se unía con la línea que venía por la avenida Matucana dentro de la antigua Estación Central: “todas estas obras se inauguraron dentro del marco de los actos conmemorativos del Centenario de la Independencia en 1910”. 21 Pero a nuestro entender la sección del libro que más directamente involucra a esta tesis es cuando expresa que hacia finales del siglo XIX Santiago comenzó a tener “nuevos centros”: uno de ellos fueron “los diversos espacios públicos junto al río Mapocho”. 22 Esto nos impulsa a pensar la transformación del Mapocho urbano como parte de la gestación de un sub-centro o una ampliación de la centralidad, cuestión importantísima a la que se volverá en la hipótesis. Al respecto, de Ramón plantea que estos espacios públicos mapochinos estuvieron en ambas riberas, y en los dos casos se trató de vegas 20 de Ramón, A. (2000). Santiago de Chile. (1541-1991). Historia de una Sociedad Urbana. Santiago, Chile: Sudamericana. 21 Idem, p. 168. 22 Idem, p. 183. 16 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO y plazas dedicados al comercio, con un intenso tráfico que provocaba atochamientos y disputas por las ubicaciones entre pequeños comerciantes y los del Mercado Central. Tan sugerente como esto es la vinculación que el autor hace entre nuevos centros, “desorden urbano” y “concentración popular”.23 Volviendo a la inserción de Armando de Ramón en la historiografía urbana, puede decirse que aunque Guarda y León coinciden en la importancia de los cambios en infraestructura pública, fue de Ramón quien destacó con mayor fuerza el conflicto social asociado al río. Esto nos concierne directamente, ya que como se indicó, uno de nuestros objetivos es comprender la relación establecida en la ciudad entre el estado y la sociedad civil. De esta forma, antes de su libro y en varios de sus artículos, Armando de Ramón mostró la creciente tensión entre clases producida por el asentamiento de sectores populares en el cauce mapochino. 24 En tanto, en el libro de Gross, de Ramón y Vial, Imagen ambiental de Santiago 1880-1930 se le dedica una sección al Mapocho, desarrollándose precisamente el tema de investigación de esta tesis. Al respecto, los autores señalan que “Los terrenos ganados al cauce antiguo cambiaron radicalmente el lecho anterior del río entre la plaza de La Serena (hoy Baquedano) y el Camino de Hornillas (hoy Vivaceta), artificializando definitivamente un lugar que había permanecido con toda la fuerza del hecho natural, no obstante la existencia de los viejos Tajamares, los que sólo habían intentado contener en sus propios límites la potencia destructiva del caudal sobre la ciudad”.25 Pese a ello, el torrente tuvo numerosas salidas, como las de 1900 y 1912. Además, señalan otros efectos de esta intervención urbana: primero, la construcción de nuevos puentes, aunque “los hechos derivados de la revolución de 1891 impidieron que se llevaran a cabo las etapas complementarias del proyecto de canalización del río, como eran la construcción de la estación que llevaría los ferrocarriles hasta el centro de la ciudad y de los jardines y avenidas que coronarían el plan de ornato”.26 Un 23 Idem. 24 Por ejemplo, en de Ramón, A. (1978). “Santiago de Chile (1850-1900). Límites urbanos y segregación social según estratos”, en Revista Paraguaya de Sociología N° 42/43. Asunción, Paraguay; (1978). “Suburbios y arrabales en un área metropolitana: el caso de Santiago de Chile, 1872-1932”, en Hardoy J. E. et al. (comps.) (1978). Ensayos histórico sociales sobre la urbanización en América Latina. Buenos Aires, Argentina: SIAP-CLACSO; (1985). “Estudio de una periferia urbana. Santiago de Chile 1850-1900”, en Historia nº 20, Santiago, Chile, y (1990). “La población Informal. Poblamiento de la periferia de Santiago de Chile 1830-1970”, en Eure (Vol. XVI N° 50), Santiago, Chile. 25 Gross, P., de Ramón, A., Vial, E. (1984). Imagen ambiental de Santiago 1880-1930. Santiago, Chile: Universidad Católica de Chile, p. 155 y ss. Una breve descripción de aquella obra pública en el artículo de Méndez, R. (1988). “1888. El inicio de una canalización”, en Revista Universitaria nº 24. Santiago, Chile. 26 Idem. Los autores indican que pese a esto, en 1895 comenzaron a plantarse las „alamedas‟ de plátanos orientales en el sector del actual parque Forestal. 17 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS segundo resultado de la canalización del Mapocho, a juicio de los autores, fue sus efectos sobre “las ventas al aire libre en que se comercializaban productos alimenticios”, a ambas orillas del río, y que significaron disputas entre los locatarios del Mercado Central y los informales que instalaban sus carretas en las inmediaciones de edificio. Por otra parte, y no únicamente como efecto de la transformación del río, los autores señalan que todo el sector fue durante el período 1880-1930, “un centro de bullante actividad comercial y lugar de encuentro de los sectores populares de la población santiaguina”. Estos participaban en “loterías y juegos prohibidos por la ley, lo que, además, provocaba grandes tumultos y desórdenes que eran aprovechados por muchos rateros”. 27 Por otra parte, la canalización del río y la construcción del parque Forestal ha sido vista por René León Echaíz, quien entrega referencias generales sobre dichas obras públicas, tal como de los canales que integraban la red de aguas, entre ellos el Zapata y el Yungay.28 Paralelamente a esa orientación de la historia urbana, el Mapocho ha estado presente en la historia social. Es el caso del libro de Luis Alberto Romero, ¿Qué hacer con los pobres? Elite y sectores populares en Santiago de Chile. 1840-189529, donde el torrente aparece como uno de los espacios populares de la ciudad, mezcla de comercio y habitación insalubre. En un completo capítulo titulado “La ciudad”, que en rigor es una historia social urbana entre 1840 y 1895, expresa que “la canalización del Mapocho formaba parte de un proyecto de remodelación más amplio. Iniciado por Vicuña Mackenna, se interrumpió durante los años de la depresión, para reanudarse en la década de 1880 y sobre todo en los eufóricos años de la presidencia de Balmaceda”.30 Romero indica además que “ensanchar las calles y avenidas y abrir las calles tapadas constituían uno de los principales aspectos de este programa, que la falta de recursos y la resistencia de los propietarios obligaron a realizar con lentitud”.31 Por ello, “el cambio fue lento: las tierras ganadas al río, que debían convertirse en paseos públicos, fueron de 27 Ídem. Trabajos similares de estos autores e información general del Mapocho en Gross, P. y de Ramón, A. (comps.). (1985). Santiago de Chile: características histórico-ambientales. 1891-1924. Londres. Inglaterra: Monografías de Nueva Historia, y Gross P. y de Ramón, A. (1983). Santiago en el período 1891-1918: desarrollo urbano y medio ambiente (versión preliminar), 3 tomos. Santiago, Chile: Universidad Católica de Chile. 28 León Echaíz, R. (1975). Historia de Santiago, vol. 2, “La República”. Santiago, Chile: Impr. Neupert, especialmente p. 160 y ss. 29 Romero, L. A. (1997). ¿Qué hacer con los pobres? Elite y sectores populares en Santiago de Chile. 1840-1895. Buenos Aires, Argentina: Sudamericana. 30 Idem, p. 37. 31 Idem, p. 38. 18 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO momento sólo basurales y depósitos de „inmundicias‟”. 32 Una inclusión similar del río es la realizada por Gabriel Salazar, quien en varios artículos y en su libro Labradores, peones y proletarios, comprende al Mapocho de la primera mitad del siglo XIX como un espacio de residencia de los más miserables de Santiago. En un libro posterior, Salazar indaga en el desalojo de los rancheríos ribereños y el lucro existente detrás de la vivienda popular en el Mapocho a lo largo de gran parte del siglo XIX.33 Aunque más interesado en las relaciones entre el estado y la sociedad civil a partir del tema de la vivienda, el libro de Vicente Espinoza, constituye otro ejemplo donde el Mapocho aparece para la burguesía –y no sólo para ella- como lugar céntrico y simultáneamente, indeseable.34 De todos modos, es necesario considerar que, en todas estas obras, la transformación del río efectuada entre finales del siglo XIX e inicios del veinte es sólo mencionada y no analizada en profundidad. En una dimensión analítica de una historia urbana centrada en los artefactos urbanos y su vinculación con los procesos técnicos está el artículo de Fernando Pérez y José Rosas, “Cities within the city: urban and architectural transfers in Santiago de Chile, 1840-1940”. Estos arquitectos dividen el lapso de nuestro interés en dos: “The Vicuña Mackenna Era, 1870-1900” y “Contradictions and tensions: the centennial celebration 1900-1925”. Pese a no tenerlo como objeto principal, incluyen el proyecto de la canalización del río Mapocho como una de las más importantes propuestas de transformaciones urbanas de fin de siglo, junto con la planificación de líneas ferroviarias. Esas y otras ideas no se concretaron durante la gestión de Vicuña Mackenna y su arquitecto Ernesto Ansart, pero –indican los autoresquedarían en la agenda urbana de Santiago por varios años. Según Pérez y Rosas, aún más relevante para el Mapocho, fue el centenario de la República, en 1910. Se produjo la construcción de parques y edilicia en la ribera sur, el parque Forestal, los monumentos de colonias extranjeras y el Museo y Escuela de Bellas Artes. Sobre las esculturas públicas, los autores indican que estas tuvieron una “disposición de procesión”, ya que se iniciaban en la Estación Mapocho y concluía en la desaparecida Estación Pirque, en la actual Plaza Italia.35 Pero aún más importante –a juicio de los autores- fue la construcción de un sistema de alcantarillado, “el que podría 32 Idem, p. 37. 33 Salazar, G. (1985). Labradores, peones y proletarios, Santiago, Chile: Sur; (2009). Mercaderes, empresarios y capitalistas (Chile, siglo XIX). Santiago, Chile: Sudamericana, capítulo 4, especialmente pp. 333-357. 34 Espinoza, V. (1987). Para una historia de los pobres de la ciudad, Sur, Santiago, 1987. 35 Los autores se refieren a un “processional arrangement” en la ubicación de los monumentos del centenario. Ídem, p. 127. 19 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS considerarse el mayor avance en la renovación urbana de aquellos años. El ideal de embellecimiento de la ciudad, siendo más explícito que en la época de Vicuña Mackenna, tuvo que ser negociado con las reivindicaciones sociales producto de las pobres condiciones de salud y vivienda”.36 En este sentido, el trabajo de Pérez y Rosas se vincula con la tesis de von Mellewitz, mencionada más arriba y nos habla de la ligazón temática entre ingeniería y paisaje que ha marcado los estudios de historia urbana sobre el río. Las referencias anteriores corresponden a las alusiones hechas por la historiografía hacia el río Mapocho, fundamentalmente en la transformación de entresiglos. Pero existe también bibliografía que ha estudiado al torrente no desde el curso de agua, sino –como lo hizo Armando de Ramón- a partir de las construcciones hechas en sus riberas. Sin demasiada difusión, pero con alta calidad en investigación, están algunos de los Seminarios de Historia de la Arquitectura de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. Estos tratan tanto construcciones coloniales como de la época que aborda esta tesis, entre ellas el Museo de Bellas Artes y la Estación Mapocho. 37 Sobre esta última es importante el libro de Marcela Pizzi, María Paz Valenzuela y Juan Benavides, El patrimonio arquitectónico industrial en torno al ex Ferrocarril de Circunvalación de Santiago. Allí se sostiene, tal como lo hizo de Ramón, la relevancia de la estación Yungay y el ramal hasta el Mercado Central; mientras se propone algo bastante más discutible en relación al ferrocarril de circunvalación al decir que debido a “la falta de actividad industrial pesada al norte del río Mapocho […] el cinturón de hierro nunca se completó entre las estaciones Mapocho y Providencia”.38 En esa senda de estudios sobre infraestructura, existe también producción historiográfica sobre esos artefactos urbanos especialmente vinculados a la conmemoración del centenario de la independencia nacional, en 1910. Es el caso del libro de Patricio Basáez y Ana María Amadori sobre la estación Mapocho, al igual que el de Soledad Reyes, Chile en 1910. Una mirada cultural en su Centenario. Estudios más puntuales respecto a la inserción de la arquitectura de estos edificios se 36 Ídem. 37 Entre los principales, todos publicados en Santiago de Chile, véase: Andrade, A. (1959). Iglesia y convento de la Recoleta Franciscana; Aribit R., Chávez, M. (1956). El Museo y la Escuela de Bellas Artes; Galleguillos, J. (1962). Mercado Central; Moltedo, M S., González, F. (1972). Desarrollo histórico-urbano de un barrio de Santiago: „La Chimba‟, tomo 1; Moraga, P. (1957). Cárcel Pública de Santiago (Arquitectura carcelaria) y Schmidt, D. (1978). La Estación Mapocho. A estos pueden agregarse los seminarios de Bórquez y von Mellewitz, citados más arriba. 38 Pizzi, M., Valenzuela, M P., Benavides, J. (2010). El patrimonio arquitectónico industrial en torno al ex Ferrocarril de Circunvalación de Santiago. Santiago, Chile: Universitaria, p. 81. Esta interpretación es discutible debido a que minimiza el rol del parque Forestal, discusión planteada en nuestro capítulo dedicado a la ribera sur. 20 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO encuentran en el libro de Montserrat Palmer así como en un artículo de Fernando Pérez. Es el caso también del reseñado libro de Armando de Ramón.39 Desde una perspectiva más vinculada a la historia del arte, los dos tomos de la historia de la escultura pública en Santiago, de Liisa Voionmaa, permiten adentrarse en la instalación de los monumentos del centenario en la ribera sur del Mapocho. 40 Una aproximación más paisajística al río está en el libro de Patricio Gross y otros, tal como con la investigación Fondecyt dirigida por Cristina Felsenhardt y que apunta a la representación gráfica del paisaje chileno. Aspectos similares son analizados en la tesis de maestría en arquitectura de Constanza Piwonka, que aborda el trabajo de Prager en el parque ribereño de Providencia en la década de 1930.41 La comuna de Providencia, en tanto el río pasa parte importante de su tramo por allí, ha sido investigada especialmente por Montserrat Palmer en La comuna de Providencia y la Ciudad Jardín. Revisando las transformaciones en el uso de la ribera sur del Mapocho, la autora muestra cómo a inicios del siglo XX ésta se encontraba colmada por industrias, molinos y curtiembres, que dieron paso en los años treinta a un parque público. 42 Finalmente, las construcciones en los bordes del torrente para la época de entresiglos han sido revisadas también por la arquitecto y urbanista María Isabel Pavez, en su artículo sobre el parque Domingo Gómez Rojas, inaugurado como “Jardines Pío IX” en la ribera norte durante la primera década del siglo veinte.43 Sin tenerlo como protagonista, el torrente aparece como un actor crucial en el libro de Anduaga, Duarte y Sahady, Patrimonio arquitectónico de la 39 Basáez, P., Amadori A M. (1995). Estación Central/Estación Mapocho: construcciones ferroviarias en Santiago, Santiago, Chile: Universidad de Chile, Facultad de Arquitectura y Urbanismo; Reyes, S. (2004). Chile en 1910 Una mirada cultural en su Centenario. Santiago, Chile: Sudamericana; Palmer, M. (1970). 50 años de arquitectura metálica en Chile. Santiago, Chile: FAU-Universidad de Chile; Pérez, F. (1994). “Santiago de Chile 1890. El arribo de las Bellas Artes”, en Wren Strabucchi (ed.), Cien años de arquitectura en la Universidad Católica 1894-1994. Santiago, Chile: Arq. 40 Voionmaa, L. (2005). Escultura pública. Del monumento conmemorativo a la escultura urbana. Santiago 1792-2004, dos volúmenes. Santiago, Chile: Ocho libros. 41 Gross, P., Pérez de Arce M., Viveros, M. Santiago, espacio urbano y paisaje. Santiago, Chile: Universidad Católica; Felsenhardt, C. (investigadora responsable) (2000). La creación del paisaje chileno a través de la representación gráfica 1540-1970. Volumen I Santiago, Chile: Proyecto Fondecyt N° 1980589. Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos y Territoriales, Universidad Católica; Piwonka, C. (2000). Geografía y paisaje en la arquitectura de Oscar Prager. Un estudio del Parque Providencia en la frontera norte de Santiago 1931-2000. Santiago, Chile: tesis de magíster en arquitectura, Universidad Católica. 42 Palmer, M. (1984). La comuna de Providencia y la Ciudad Jardín. Un estudio de los inicios del modelo de crecimiento actual de la ciudad de Santiago. Santiago, Chile: Facultad de Arquitectura y Bellas Artes de la Universidad Católica. Aspectos similares son tratados en P. Gross, A. de Ramón y E. Vial, Imagen ambiental de Santiago…, citado. 43 Pavez, M. S. (2007). A 100 años del Parque José Domingo Gómez Rojas: su restauración o su muerte, en Revista de Urbanismo n° 16. Santiago, Chile: Departamento de Urbanismo Universidad de Chile. 21 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS comuna de Independencia.44 Junto con comprobar la importancia del Mapocho en la configuración de la Chimba, estos arquitectos destacan que la canalización de río, pero especialmente la demolición del puente de Cal y Canto, “simbolizó el inicio de una nueva etapa para el sector norte de la ciudad, presagiando el avance creciente de la ciudad con su dinámica de progreso y modo de vida urbano que, cruzando el río, comenzó ha alterar [sic] definitivamente el carácter colonial y la apacible existencia que aún se advertía en algunos sectores de la antigua Chimba”.45 Siguiendo esta interpretación, se plantea que la canalización posibilitó “una relación más fluida entre el área central de la ciudad y el sector norte mediante la instalación de una serie de puentes metálicos”. En cuanto a su principal efecto cultural, esa operación de infraestructura llevó a que el río, “perdió en gran medida su carácter colonial de barrera divisoria natural de la urbe, la cual conquistó para sí los nuevos terrenos ganados a raíz de la canalización”.46 Ahora bien, aunque el interés de los autores está puesto en la zona norte de Santiago, más allá de la ribera del Mapocho, hacen hincapié en esta última al referir sobre cambios producidos en torno a 1900: el cambio de nombre de Cañadilla a avenida Independencia, el término de la avenida del Cementerio o La Paz –que une a río con el campo santo- así como la edificación del Desinfectorio Público y el Instituto de Higiene. Hasta aquí hemos referido sobre historiografía sobre el río Mapocho. Cabría agregar, además, libros que están entre la historia y la crónica o que definitivamente han optado por este último enfoque al discurrir sobre la ciudad y en menor medida sobre el torrente. Es el caso de Carlos Lavín, Carlos Peña, Sady Zañartu y Alfonso Calderón.47 Destacaremos el libro de este último, Memorial de Santiago, ya que ha sido quien más recientemente ha revisado el tema de nuestra tesis. En sus artículos “La aventura del río Mapocho”, “De la Recova al Mercado Central” y “Parque Forestal: alborada del gracioso”, aborda diferentes aspectos sobre el río y sus riberas en el contexto urbano. Respecto a la canalización, Calderón manifiesta escuetamente que “la gigantesca obra se debió al ingeniero José Luis Coo”, que fue terminada en 1891 y que los puentes metálicos instalados fueron 44 Anduaga, M., Duarte, P., Sahady, A. (1996). Patrimonio arquitectónico de la comuna de Independencia. Santiago, Chile: Facultad de Arquitectura y Urbanismo Universidad de Chile. 45 Anduaga, Duarte y Sahadi, Patrimonio arquitectónico…, citado, p. 29. 46 Ídem. 47 Calderón, A. (2004). Memorial de Santiago. Santiago, Chile: Ril; Peña Otaegui, C. (1944). Santiago de siglo en siglo. Santiago, Chile: Zig-Zag; Zañartu, S. (1975). Santiago: calles viejas. Santiago, Chile: Nascimento; Lavín, C. (1947). La Chimba (Del viejo Santiago). Santiago, Chile: Zig Zag. 22 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO construidos en una usina europea y otra de Valparaíso. 48 Por otra parte, se ganaron veinte manzanas entre el río y el Tajamar: “la codicia dejaba imaginar su empleo en edificios públicos, aunque no era imposible temer que, con o sin la protección fiscal, algún trapisondista los convirtiera en su propio negocio”.49 Calderón destaca que en ese contexto, la construcción del parque Forestal fue un auténtico milagro, impulsado por el aparato público y privados. El autor entrega además abundante información sobre el número de árboles, la ya disecada laguna, los monumentos donados por colonias extranjeras para el centenario y otros elementos del nuevo paisaje urbano. Una perspectiva similar, aunque más interesada en el cruce entre el paisaje y el patrimonio está en el libro de Miguel Laborde sobre los parques de Santiago, donde parques como el Forestal son vistos desde la crónica histórica.50 Por último, pero no menos importante, está la autobiografía de Alfredo Gómez Morel, cuya infancia es retratada en El Río. Pese a que discurre sobre los años veinte y por ende no corresponde a la época de nuestro análisis, es quizás el libro más importante desde la perspectiva de la marginalidad social, tan cara al Mapocho. A través de sus recuerdos de „pelusa‟, refiere sobre la configuración morfológica del torrente en su parte no canalizada –con su famosa “Isla” algunos kilómetros al poniente de la estación Mapocho- así como las características sociales de su entorno y la estructura de la cultura delincuencial.51 Ahora bien, es innegable que este tipo de transformaciones urbanas no fue exclusiva de Chile. Las intervenciones sobre ríos urbanos, como modificaciones que apuntaban a su desnaturalización o artificialización, fueron hechos comunes en distintas ciudades del mundo al menos entre 1850 y 1930. Dichas modificaciones fueron una dimensión importante dentro de las modernizaciones urbanas, tal como la construcción de edilicia pública, o la implementación de transporte público. Los ejemplos paradigmáticos en torno a los ríos urbanos como objeto de trabajos de infraestructura y modelación del espacio público, corresponden al Danubio en Budapest y el Támesis en Londres. En el caso de este último, al ser 48 Ídem, p. 46. Al menos dos errores contiene esta afirmación, ya que Coo fue el continuador de la obra de Valentín Martínez, y las obras sólo estuvieron listas en 1892, después de la guerra civil del año anterior. 49 Ídem, p. 243. 50 Laborde, M. (2006). Parques de Santiago: historia y patrimonio urbano. Santiago, Chile: Midia & Aguas Andinas. 51 Gómez Morel, A. (1997). El Río. Santiago, Chile: Sudamericana. “El Mapocho se dividía dos kilómetros y volvía a reunirse hasta llegar al mar. En esos dos kilómetros estaba el refugio del hampa capitalina”, escribe Gómez Morel, indicando que “La Isla quedaba situada a tres kilómetros del último puente que cruzaba la ciudad. Era espesa, llena de matorrales y con filudas rocas que hacían las veces de acantilados”. El autor incluso divide entre los “hijos del río” y “la ciudad”, en su visión dos realidades absolutamente disímiles. 23 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS navegable integra una extensa red de canales donde desde hace siglos se desarrolló un intenso tráfico comercial. Este río fue canalizado en la segunda mitad del XIX, para convertir sus riberas en un dique.52 La construcción se enmarcó en el contexto de modernización capitalista de la era victoriana y pese a que los proyectos al respecto databan del siglo XVII, la emergencia definitiva se produjo desde la crisis ambiental del Támesis causada por el crecimiento demográfico de Londres, que además trajo numerosas epidemias de cólera a partir de 1830. Al discurso higienista se sumó una necesidad estrictamente económica, como era dinamizar al puerto: surgió así el requerimiento de un sistema de desagüe, incluyendo un dique, la limpieza del río y la intervención de las riberas. En definitiva, se trató de 22 hectáreas ganadas al río. Un caso diferente es el del Danubio en su paso por Budapest, Hungría. Se trata de un torrente de extensa longitud, que atraviesa varios países europeos y cuyos principales problemas se refieren a su anchura, profundidad y fuertes corrientes, con inundaciones desoladoras para la ciudad. En ese contexto, desde antiguo y a la orilla del Danubio, Buda y Pest conformaron dos patrones de asentamiento claramente opuestos: mientras Buda fue emplazada en una alta y pedregosa colina, Pest estaba en terrenos más llanos.53 La expresión arquitectónica que sintetizó esta división fueron los edificios de los poderes estatales: en Pest fue ubicado el Parlamento, al oeste el Palacio Real. Y mientras este último tuvo como vecinos a los habitantes más acaudalados, Pest albergó las clases populares. La conexión definitiva entre ambos asentamientos ocurrió en 1849, al levantarse el puente Lánchid, impulsado por el líder patriota Stephen Széchenyi, quien vio en aquel mecanismo de hierro un símbolo y un medio útil para la unidad de la emergente nación. Entonces, en Londres transformar al río en un canal se verificó sobre todo por razones higiénicas, económicas y de prestigio para la capital del Imperio Británico. En Budapest en cambio, la intervención sobre el Danubio implicó controlar los desbordes de un torrente para así conseguir la efectiva unidad de la capital estatal o en otras palabras, la 52 Nunn, P. D. (1983). “The development of the river Thames in Central London during the Flandrian”, in Transactions of the Institute of British Geographers, New Series, Vol. 8, Nº 2, Londres, Inglaterra; Oliver, S. (2000). The Thames enbankment and the disciplining of nature in modernity, en The Geographical Journal, vol. 166, Nº 3; Porter, D. H. (1998). The Thames embankment: environment, technology and society in Victorian London. Ohio, Estados Unidos: University of Akron Press. Hemos excluido por razones de accesibilidad bibliográfica, el caso del Sena en París. Algunas indicaciones sobre este son entregadas en el capítulo dos. 53 Beynon, E. D. (1943). Budapest: an ecological study, Geographical Review, vol. 33, nº 2; Brody, J. (1998). The Széchenyi Chain Bridge at Budapest, Technology and Culture, Vol. 29, Nº 1. 24 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO construcción de la ciudad-capital. Pese a sus diferencias, en ambos casos pueden observarse semejanzas con los trabajos realizados en el Mapocho, principalmente vinculados a otorgar o reafirmar a la ciudad su status de capital, en una época de renovación tecnológica y científica al igual que de modernización industrial. Otro caso de estudio relevante es el río Charles de Boston. Este es un curso de aguas que termina en una boca ancha y profunda; en rigor, un estuario, inmerso en una extensa bahía con salida al océano Atlántico, por lo que desde el siglo XVII, con la colonización anglosajona, fue navegado por diferentes tipos de embarcaciones. Además de las transformaciones que se implementaron sobre éste a finales del XIX, como su canalización, el Charles tuvo otra condición destacada: la construcción de un sistema de parques en sus riberas. Al menos cuatro fueron los criterios en la década de 1870 para establecer parques y senderos en el Charles: accesibilidad, economía, adaptabilidad y ventajas sanitarias. Estas orientaciones fueron sugeridas por Frederick Law Olmstead, el creador del Central Park en New York. Es sugerente que esta canalización [embankment] se produjera casi en paralelo a Santiago de Chile, respondiendo a la idea de modernización urbana que indicamos al inicio de este repaso. El Charles vivió ese proceso entre la década de 1890 y 1936, con un hito intermedio como la construcción del Dam [Represa o embanque], entre 1903 y 1910. Estas similitudes no son tan claras en el caso de la labor fiscal en el espacio público del río. En Boston, la relación entre poder estatal y mercado inmobiliario se expresó en la preeminencia de la primera para la gestión de los bordes urbanos. En otras palabras, el gobierno de la ciudad tomo para sí las tierras ribereñas, adecuando su desarrollo a un plan urbanístico o si se prefiere, de embellecimiento. Como en otros casos, “la transferencia de las riberas al dominio público fue el primer y esencial paso. La represa estabilizó el nivel del río y cubrió para siempre el fétido lodazal. La creación de la Explanada amplió notablemente los bordes y estableció la idea primada de “water park” con el que los bostonianos fantasearon alrededor de mediados del siglo XIX. [….] La vista desde el río sugiere una aparente claridad y orden visual en la ciudad, cuando ésta es apabullante por su geografía irregular”. 54 La existencia de una voluntad pública manifestada en nociones de estética permitió, en definitiva, la existencia de un tipo de paisaje urbano lineal, o mejor, de una rectificación: el río y el espacio público fueron construidos 54 Haglund, K. (2003). Inventing the Charles River, Massachussets, Estados Unidos: MIT Press, p. xvi. 25 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS como ejes lineales que consiguen –al fin- superar los obstáculos de la naturaleza y corregir a la sociedad toda. Con todo, estos ejemplos nos hablan de transformaciones ocurridas en el panorama europeo y norteamericano. Por ello es pertinente insertar la canalización del río y la totalidad de la operación pública en el contexto internacional y en particular latinoamericano. Dos al menos podrían ser los fenómenos que emparentan estas modernizaciones. Por un lado, la construcción socio-cultural de una urgencia por la transformación urbana para evitar el estancamiento de las ciudades, como dice José Luis Romero; por otra, las formas de transferencia urbanística, estudiada por Jorge Enrique Hardoy.55 Siguiendo esa interpretación, y si profundizamos en la idea de „transferencia‟, puede ésta desglosarse en tres grandes dimensiones: los “mecanismos de difusión” de ideas urbanas, la extensión de las ideas y prácticas y sus cambios al ser difundidas, y la causa fundamental de su difusión.56 En este panorama de transformaciones urbanas de entresiglos en una escala continental y hemisférica, son varios los casos que pueden extraerse.57 Sin embargo, debido al objeto de estudio de esta tesis, hemos elegido ejemplos que se vinculen al menos en parte a tres dimensiones: la dominación de la naturaleza, la conectividad y la expansión urbana, y la construcción física y cultural de la ciudad moderna. O en otras palabras, la articulación de nuevas ideas sobre tránsito, centralidad y parque público. De los casos latinoamericanos hemos escogido a Ciudad de México y Río de Janeiro. Aunque pudiera pensarse que son ejemplos de metrópolis incomparablemente más grandes en población y tamaño que Santiago de Chile a finales del siglo XIX, debe considerarse que aún no se producía la explosión demográfica que las llevaría a ser las enormes y populosas urbes actuales.58 Aunque es cierto que ninguno de estos centros vivió la canalización de su principal río, sí se produjeron remodelaciones que afectaron los fenómenos antes señalados. Se trata, en términos generales, de 55 Romero, J. L. (1976). “Las ciudades burguesas”, en Latinoamérica, las ciudades y las ideas, Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI; Hardoy, J. E. (1988). “Teorías y prácticas urbanísticas en Europa entre 1850 y 1930. Su traslado a América. Latina”, en Hardoy, Jorge E., Morse, R. (comps.) (1988). Repensando la ciudad de América Latina, Buenos Aires, Argentina: IIED-GEL. 56 Almandoz, A. (2002). “Introduction”, en A. Almandoz, (ed.), Planning Latin America's capital cities 1850 – 1950. Londres y Nueva York: Routledge. El autor extrae estas dimensiones del artículo de S.V. Ward, “The international diffusion of planning: a review and a Canadian case study”, International Planning Studies, 4 (1), pp. 53-77. 57 Como indica José Luis Romero, “En pocos años, veinte o treinta ciudades latinoamericanas, en distinta medida, vieron transformarse sus sociedades y arrinconar las formas de vida y de mentalidad de las clases tradicionales. En su lugar, las nuevas sociedades elaboraron lentamente los rudimentos de otra cultura urbana…”. Latinoamérica…, citado, p. 274. 58 A inicios del siglo XX, Río de Janeiro tenía 800 mil habitantes, mientras que Ciudad de México estaba en torno al millón. 26 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO enormes operaciones de infraestructura que se desarrollaron a partir de 1880 y aproximadamente hasta la década de 1910, es decir, fueron contemporáneas a la canalización del Mapocho. En el caso de Río, la transformación urbana impulsada por la burguesía carioca tuvo dos objetivos explícitos: la salud pública y el embellecimiento urbano, lo que promovería un tercer efecto, la separación de los barrios de la elite de las clases populares. De esta manera, la campaña contra la fiebre amarilla iniciada en 1904 fue la oportunidad ideal para conseguir ese anhelo. Bajo las órdenes del presidente Rodrígues Alves y el prefecto Francisco Pereira Passos se destruyeron numerosos cortiços en los sectores más degradados de Río, desplazando a sus habitantes a suburbios sin el equipamiento mínimo para albergar a miles de personas y originando las favelas cariocas. La destrucción de los cortiços implicó el derrumbe de varios de los aterros o morros que circundaban la bahía carioca, como el Morro do Castelo. En su reemplazo fue proyectada y construida a partir de 1903 la avenida Central, hoy Rio Branco, que albergó al nuevo edificio de la Escuela de Bellas Artes, al Teatro Municipal, a la Biblioteca Nacional, al Senado Federal y a la Caja de Amortización, entre otros edificios, varios en solemne arquitectura neoclásica. Además, numerosas calles fueron ensanchadas, mientras el puerto vivió importantes mejoras. Por otro lado, la erradicación y la obligación y condiciones de la vacunación contra la fiebre amarilla desembocaron en una serie de desórdenes, conocidos como la „revuelta de la vacuna‟. Tal como en la remodelación del Mapocho santiaguino, se perseguían objetivos de higiene y edilicia pública, plusvalía del suelo urbano y creación de la ciudad moderna. Embellecimiento, higiene y tráfico expedito fueron sus premisas. El motivo de dominación de la sociedad urbana en su totalidad, pero en especial de sus sectores populares, fue tal como en el río chileno, un factor crucial. En vista de ello, en Río se entendió la reforma urbana como una “regeneración”, basada en espacios amplios, controlados y elegantes que frenaran el horror de la burguesía a la antigua ciudad. Esto significó un mejoramiento del centro como foco de servicios y comercio, y de la zona sur como una expansión urbana entendida como barrio residencial para los nuevos ricos. Pero, a diferencia del caso santiaguino, el intendente Pereira Passos tuvo poderes totales sobre la ciudad, promulgando decretos y regulaciones sobre diferentes temáticas – 27 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS circulación, higiene, estética- en pos de la reforma urbana, efectuada en pocos años.59 Ahora bien, la referencia hecha más arriba a la conmemoración del centenario chileno en 1910 y su impacto en la espacialidad pública tuvo un correlato de mayor tamaño y costos económicos, pero similares características, en el caso de Ciudad de México. 60 Como parte de las celebraciones organizadas por el Porfiriato o gobierno de Porfirio Díaz, se realizaron numerosas inauguraciones de obras públicas. Estas se fundamentaron en tres ideales: primero, el de ciudad moderna, que contenía las pruebas del progreso nacional basadas en grandeza económica, cultural, sanitaria y estética. Un segundo ideal era mostrar una nación unificada, que Mauricio Tenorio Trillo califica como “la ciudad capital entendida como un libro de religión cívica; una ciudad de monumentos y espacios públicos y privados bien definidos”. 61 Un tercer ideal era el de cosmopolitanismo, algo no muy diferente al anhelo de la burguesía carioca o santiaguina. Un listado incompleto informa de la inauguración de un moderno Hospital Psiquiátrico; un nuevo edificio para el Ministerio de Defensa y la Universidad Nacional, y nuevas Escuelas Normales para mujeres y varones. A ello hay que sumar la realización de procesiones cívicas y congresos pedagógicos. Gran parte de las nuevas construcciones públicas fueron levantadas en torno al eje del Paseo de la Reforma, principal arteria urbana. En este sentido, fue allí donde se desplegó con mayor fuerza la idea de una ciudad ideal, que el autor considera como parte de un proceso de urbanización iniciado en Ciudad de México a partir de 1890. Según Tenorio Trillo, esta avenida se convirtió “en la vía del poder, la representación del curso de la nación hacia el orden supremo y el progreso: desde la Plaza de la Reforma –con la estatua de Carlos IV, El Caballito- hasta el monumento a Colón, pasando por los monumentos a Cuauhtémoc y a la independencia, arribando, finalmente, al Castillo de Chapultepec (la residencia 59 Sevcenko, N. (1993). A revolta da vacina. Sao Paulo, Brasil: Scipione; Meade, T. (1989). “„Living worse and costing more‟: resistance and riot in Rio de Janeiro, 1890-1917”, Journal of Latin American Studies (21:2), pp. 241-266; da Silva Pereira, M. (2002). “The time of the capitals: Rio de Janeiro and Sao Paulo: words, actors and plans”, in A. Almandoz, Planning…, citado. 60 Tenorio Trillo, M. (1996). “1910 Mexico City: space and nation in the city of the Centenario”, Journal of Latin American Studies, 28, pp. 75 – 104; Wakild, E. (2007). “Naturalizing modernity: urban parks, public gardens and drainage projects in Porfirian Mexico City”, Mexican Studies/Estudios Mexicanos, 23, pp. 101 – 123. El artículo de Tenorio Trillo es hasta hoy el más completo sobre el tema. 61 Tenorio Trillo, M., “1910 Mexico City…”, op. Cit., p. 79. Tanto en el caso del Río como de Ciudad de México es evidente que surge el tema de la construcción de la ciudad-capital, cuestión que ha tomado una línea de estudios propia al interior de la historia de la planificación urbana, y que esta tesis no pretende establecer como dimensión analítica central. 28 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO presidencial)”.62 Este diseño se basaba en ideales de perspectivas extensas y reforzamiento de los valores nacionales mediante el uso del espacio público y más específicamente, de monumentos. Por otra parte, dentro del mismo hito conmemorativo, fueron inaugurados nuevos edificios, pero ya que eran servicios indeseables, como el Hospital Mental y la Penitenciaría, fueron enviados fuera de la ciudad, siguiendo una tendencia presente también en otras transformaciones de urbes latinoamericanas bajo el dominio de burguesías. El problema y los motivos de la investigación. ¿Por qué el espacio público? Aunque el Mapocho ha sido trabajado exhaustivamente desde diferentes disciplinas, la principal modificación vivida por el río en los últimos 150 años –la canalización y la formación de un nuevo barrio- carece de estudios sistemáticos. Es objetivo de esta tesis subsanar esa carencia, teniendo presente también los estudios similares que se han realizado para otras ciudades del continente. Es decir, la metodología será comprender las relaciones entre naturaleza y sociedad urbana como horizonte proyectualdisciplinario donde intervienen elementos de la urbanística moderna y del control social, ligados a procesos de modernización. Y como problema de la sociedad urbana, lo técnico y la gestión son considerados como esferas culturales cuyas dimensiones urbanísticas son tratables desde los discursos del sistema de poder. En este sentido coincidimos con Beatriz Sarlo, quien siguiendo a autores como Raymond Williams, señala que “lo simbólico se hunde en un mundo de artefactos materiales que, a su vez, pueden ser leídos culturalmente”.63 La referencia a Williams es útil para puntualizar qué entendemos por „naturaleza‟ y „ciudad‟. En ambos casos, los comprendemos como construcciones sociales; pero estas definiciones no sólo presentan la dificultad de que cambian a través del tiempo, sino que en una misma época pueden significar cosas diferentes. Con todo, si bien aceptamos que la idea de naturaleza es socialmente construida, concordamos con algunos autores 62 Tenorio Trillo, M. op. Cit., p. 86. 63 Sarlo, B. (1993). “Raymond Wlliams: una relectura”, en Punto de Vista N° 45. Buenos Aires, Argentina, p. 15. 29 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS que no lo entienden desde una perspectiva posmoderna, como sólo una construcción social, sino que lo veremos como un concepto que involucra una variedad de elementos materiales, como inundaciones, vientos y árboles.64 De este modo, el interés de este trabajo es abordar el cambio de un elemento geográfico presente en la ciudad, como es el río Mapocho, indagando problemas, actores y técnicas que refieran sobre la transformación morfológica. La tesis se centra en el problema de la intervención urbana, en su materialización en el espacio público y las características principales de la operación de infraestructura comenzada en la década de 1880. De este modo, se plantea como un estudio sobre las intervenciones de infraestructura y el espacio público, a partir de una historia de las representaciones de ciudad, tanto de los poderes públicos como de la sociedad civil. Hablar de espacio público permite incluir todo tipo de perspectivas: la geografía social, el paisaje, el campo de disputa político, etcétera. Sin embargo, pese a una aparente dispersión, es simultáneamente un concepto acotado nos habla tanto de un espacio jurídico como del espacio común, colectivo, aquel espacio que está en permanente conflicto y disputa. Este espacio público es entendido en doble sentido de esfera pública y lugar construido y practicado. Sin duda, es tributario de los registros de Hannah Arendt y Jurgen Habermas, especialmente respecto a la discusión teórica de la esfera pública. Por ello, y haciendo eco de la primera, comprendemos a ese concepto –desde el enfoque de la historia de la ciudad- como lo contrario del privarse: esto es, como un problema que afecta lo común entre hombres y mujeres y que a la vez puede ser visto por todos, al tener la máxima publicidad posible. Precisamente, esa máxima publicidad se produce en la ciudad moderna o incluso, en la metrópolis, como lugar donde la concentración social y productiva llega a sus más altos índices. Por otra parte, siguiendo a la propia Arendt –quien lo pensaba sobre todo ligado al ágora del mundo clásico- entendemos esa esfera pública como el “mundo en común”, aquello que nos reúne “y no obstante impide que caigamos uno sobre otro”. En otras palabras: la posibilidad de „estar juntos‟.65 64 Kelman, A. (2003). A river and its city. The nature of landscape in New Orleans. Berkeley & Los Angeles, Estados Unidos: University of California Press, pp. 8-9. 65 Arendt, H. (1993). La condición humana. Barcelona, España: Paidós, pp. 59-93. 30 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Esta última referencia nos vincula a un tema fundamental en la definición de espacio público, y es que uno de los pocos aspectos acerca del concepto de esfera pública en que coinciden numerosos autores se liga a su origen: la modernidad. En esta línea de trabajo, la principal noción de espacio público se vincula a la acuñada por Jurgen Habermas, en su clásico estudio sobre Alemania, Francia e Inglaterra. Para este autor, la esfera pública surgió en la Europa del siglo 17, debido a la acción de la clase burguesa, que desarrolló un área de discusión ubicada entre la faceta privada de los individuos y el Estado moderno. Paulatinamente, ese espacio público moderno tuvo su expresión física urbana en el surgimiento de nuevas instituciones y espacios; primero a través de los circuitos de “autoilustración” representados por los salones de lectura y luego por medio de los clubes y cafés, evolucionando hasta la creación de la opinión pública.66 De esta manera, la propuesta habermasiana resulta útil para comprender la relevancia de las diferentes sociabilidades que dan forma a la vida urbana, y cómo ellas se expresan y caracterizan el espacio público de la ciudad. Pero no buscamos utilizar aquí un „modelo habermasiano‟ como si fuese un manual –cuestión que el autor alemán no pretendía- sino, por el contrario, a partir de aquella reflexión histórica incluir otros actores diferentes a la sociedad burguesa, dando cuenta de la variedad de espacios y esferas públicas en construcción.67 Siguiendo esta interpretación, es necesario subrayar esa variedad y heterogeneidad de lo público –que lo constituye como una noción aún en construcción- y que es también una manera de distinguir ese concepto respecto al de comunidad. Este último supone un grupo homogéneo y que siempre tiene la connotación del consenso. “Público, por contraste” –ha expresado Nancy Fraser- “enfatiza en la interacción discursiva ilimitada y con final abierto, implicando una pluralidad de perspectivas”. 68 Por ello, se pretende aquí abordar las relaciones producidas entre el estado y la sociedad civil, al igual que los vínculos de esos espacios públicos con el mundo privado, en el marco de una inédita intervención urbana. Si entendemos „lo público‟ como una diversidad de públicos (prensa, escuela, poder estatal, edilicia, etcétera) y que a su vez van cambiando 66 Habermas, J. (1990). Historia y critica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública. México D.F: Gili. 67 Este elemento ha sido subrayado por François-Xavier Guerra y Annick Lempérière en la “Introducción” al texto en que compilan diversos artículos sobre el tema: (1998). Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII y XIX. México D.F: Fondo de Cultura Económica. 68 Fraser, N. (1992). “Rethinking the public sphere: a contribution to the critique of actually existing democracy”, en Calhoun, C. [ed.]. Habermas and the public sphere. Cambridge, Mass.: MIT Press, p. 141. 31 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS continuamente, podemos adentrarnos en una historia que de cuenta de las variedades de esa categoría, y no una noción estática. Al respecto, una primera aproximación al espacio público de la ciudad es entenderlo como un lugar “producto de una colisión, fugaz e inestable, entre forma y política […] es espacio público en tanto es atravesado por una experiencia social al mismo tiempo que organiza esa experiencia y le da formas”.69 Esa “fugacidad” del espacio público radica a nuestro juicio en su imposibilidad de ser completo o total; en otras palabras, como ha dicho Ari Kelman, es imposible pensarlo “como desregulado y abiertos a todos […] Esa visión representa una idealización del espacio público”. 70 Al respecto, compartimos con el mismo Gorelik la distinción entre un lugar político, que llamamos espacio público y que permite una “integración incompleta”, y el lugar antropológico en el sentido de Marc Augé, generador de una “integración completa” fundamentalmente por medio del barrio. 71 Respecto a lo público y lo privado en la ciudad hacemos referencia especialmente a la amplia gama de actores especializados que esas relaciones producen. Recordando a Georges Teyssot y sus reflexiones sobre el espacio privado, se trata de una época donde emerge una camada de proyectadores de vivienda y de ciudad: “médicos, higienistas, criminólogos, reformadores, ingenieros, arquitectos, decoradores, mueblistas, jueces, asistentes sociales [...]. Toda una comparsa repleta de portadores de saberes -y, por tanto, de poderes-”.72 Es en ese contexto donde la propia idea de tecnología se transforma, convirtiéndose en una auténtica ciencia económica a partir de los nuevos lenguajes y técnicas adquiridas por las ciencias de administración estatal de fines del siglo XVIII.73 Siguiendo esa interpretación, Manfredo Tafuri enfatizó en la necesidad de desmontar ese proceso histórico, indagando en el paso desde una multiplicidad de prácticas de gestión y control “pero unificadas bajo el control de un saber 69 Gorelik, A. (1998). La grilla y el parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires 1887-1936. Buenos Aires: Argentina, U. Nacional de Quilmes, p. 20. 70 Kelman, A. A river and its city, citado, p. 12. 71 Gorelik, A. (2008). “El romance del espacio público”, Alteridades 18 (36). México DF: Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa, pp. 33 – 45. 72 Teyssot, G. (1988). “Lo social contra lo doméstico. La cultura de la casa en los dos últimos siglos”, en A & V. Monografías de Arquitectura y Vivienda. El espacio privado. Madrid, España, p. 11. 73 Desde la historia de la gubernamentalidad véase a Foucault, M. (2004). Seguridad, territorio, población. Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica. 32 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO enciclopédico”; a la configuración de un sistema unitario de nociones y de prácticas, esto es, de “'tecnologías aplicadas'”. 74 En tal sentido, la conexión entre intervención urbana y espacio público no es casual: permite centrar el trabajo en la operación de infraestructura, esto es, en la intervención técnica. En el marco de un estudio sobre las formas de gobierno estatal sobre la ciudad, esta tesis plantea la perspectiva de un análisis del espacio público a partir del gobierno urbano y busca adentrarse en la técnica de esa gestión. La investigación a partir de la base documental del sistema de poder (Ejecutivo, Municipal y Legislativo) implica centrar la atención en un factor político que representa la esfera pública como debate político al interior de dicho sistema. La razón para esa perspectiva analítica es entregar un panorama de los modos y técnicas de gestión de la ciudad, enfatizando en los artefactos urbanos. De esta manera, buena parte de nuestra aproximación se entronca con la dimensión abierta por Anthony Sutcliffe, historiador instaurador de la planning history en Inglaterra: las relaciones entre el managment público y los intereses particulares, las instituciones, las legislaciones urbanísticas, entre otros aspectos. 75 Como se ha indicado, en el caso de Santiago y el Mapocho, la mayoría de aquellos artefactos surge de una intervención del aparato público, e incluso otras, de propiedad privada, son edificadas a partir de concesiones y permisos entregados por el Estado. El foco de atención de la tesis busca comprender cómo se gestan dichas operaciones técnicas en lo público y en los umbrales con lo privado, a partir de un sistema de poder con diferentes modos de funcionamiento. Dentro de ese sistema político que, en nuestro caso de estudio, va articulando nuevas relaciones entre naturaleza, arquitectura, ciudad y política, los actores del gobierno pueden ser un objeto de estudio prolífico. Convergencia de nuevas ideas de ciudad y población, multitud de lenguajes y técnicas no necesariamente afines, esperanza desbordada en la ciencia y el progreso: todo ello estará presente en los proyectos y en la realización de la obra pública capital del período, la canalización del río Mapocho. Sobre esta intervención se explicarán las que a juicio de esta investigación constituyen 74 Tafuri, M. (2007). Las 'máquinas imperfectas'. Ciudad y territorio en el siglo XIX, descargado de www.bazaramericano.com. Traducción de Adrián Gorelik. 75 Sutcliffe, A. (1981). Towards the planned city: Germany, Britain, the United States, and France, 1780-1914. New York, Estados Unidos: St. Martin's Press. 33 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS sus ejes fundamentales. En esta entrega sin embargo, interesará, más que relatar cómo se desarrolló esa obra, confrontar las ideas sobre la misma que tenían el Ministerio de Industria y Obras Públicas, la Municipalidad y el Congreso Nacional. Si hablamos de esfera pública, ¿cuáles eran las competencias de cada uno de estos organismos? ¿Cómo se desarrollaron, a partir del diagnóstico común de la necesidad de cambios en aquel sector, diferentes representaciones de ciudad? ¿Qué rol cumplió en ello el espacio público existente y el que se anhelaba diseñar? Una primera aproximación a estos problemas evidencia la tensa relación entre el poder local y el presidencial. Arturo Valenzuela, por ejemplo, ha manifestado la necesidad de mirar el desequilibrio entre el gobierno local y el poder ejecutivo, como base de comprensión de la política chilena de aquellos años. Tomando como quiebre la guerra civil de 1891, Valenzuela sostuvo que ese hecho marcó el fin de una lucha política entre el centro y lo local extendida a lo largo de casi todo el siglo XIX, abriendo una nueva fase en el gobierno nacional. Esta nueva etapa –prolongada al menos hasta 1925tuvo como principal efecto que el centro de gravedad del sistema político pasó del palacio presidencial al salón del gobierno local 76. Peter Cleaves, por su parte, enfatizó en que esa disputa desplegada en todas las regiones del país durante el XIX enfrentó proyectos políticos concretos, específicamente la dicotomía centralización-descentralización, específicos como fueron la intendencia y el expresada municipio77. en actores Desde un plano más cercano a nuestra perspectiva, Richard J. Walter estudió el desarrollo urbano a partir de las prácticas de la municipalidad de Santiago. Según su interpretación, el poder local, en evidente inferioridad frente al gobierno nacional, resulta atractivo por tres grandes motivos: es el poder estatal que tiene el contacto más directo con la sociedad, particularmente con los informales urbanos, influyendo diariamente en sus vidas; en segundo lugar, es el responsable primario de la provisión de infraestructura. Por último, es el primer garante de la protección del mobiliario público, como edificios fiscales, monumentos y parques78. Pese a la importancia del gobierno urbano y la labor del Estado, quedan pendientes aquí otros protagonistas en esta transformación urbana, como la 76 Valenzuela, A. (1977). Political brokers in Chile: local government in a centralized polity. Durham, N.C., Estados Unidos: Duke University Press, p. 192 y ss. 77 Cleaves, P. (1969). Developmental processes in Chilean local government. Berkeley, Estados Unidos: University of California. 78 Walter, R. J. (2004). Politics and urban growth in Santiago, Chile 1891-1941. Standford, Estados Unidos: Standford University Press. 34 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO iglesia católica. Esta tenía una participación considerable en la propiedad del suelo del Mapocho; por ejemplo, en el templo y antiguos patios de la Recoleta Franciscana y el Carmen Bajo. Sin desconocer este hecho, la tesis se centra en actores de la gestión urbana y en especial –como se expresó más arriba- en la gestión estatal y las diferentes e incluso contrapuestas orientaciones que ésta tuvo en aquellas décadas. Esta idea se ve reforzada por elementos legales: principalmente, que hablamos de tierras ganadas al río –es decir, inexistentes o efímeras con anterioridad a 1888- las que fueron reguladas por la ley de canalización del Mapocho, en enero de aquel año. Con todo, es necesario explicitar que ese interés en el managment público y la legislación no implica que se elabore aquí una historia política en el sentido de una historia de las instituciones. Se trata de una historia sociocultural de la ciudad que no tiene una mirada reduccionista de la política, sino que la inserta como una expresión de la cultura. Por ello se trabaja también respecto a los sectores populares del Mapocho, a las opiniones de la prensa escrita y a las representaciones literarias e historiográficas. Si lo público, lo privado y los modos de gestión urbana son un primer elemento de interés, un segundo aspecto -más acotado- trata sobre la idea de “intervención”. En tal sentido Armando de Ramón y José Larraín plantean que no existe 'un' tipo de intervención, sino que ésta puede ir desde el cambio parcial de sectores de la ciudad hasta el conjunto urbano. Por ello pueden distinguirse la habilitación (anexión de construcciones y espacios a la estructura urbana existente); rehabilitación (optimización en su calidad y en su uso), y remodelación (cambio de edilicia y transformación de espacios en áreas deterioradas y posibles de mejorar por su uso funcional) 79. En el caso de la intervención más ambiciosa, aquella que aspira al cambio global urbano -y que se identifica con el proceso industrial- es útil mirar el caso de Lima en la segunda mitad del XIX: Gabriel Ramón ha expresado que es el tipo de urbanismo vinculado con el concepto de “regularización”, es decir, una acción global que busca “organizar su 'desorden', descubrir el nuevo orden en la forma de un plano puro y esquemático”. 80 En otras palabras, el adecuamiento de la vieja urbe a las nuevas exigencias de conectividad del capitalismo. 79 de Ramón, A., Larraín, J. (1980). “Urban renewal, rehabilitation and remodelling of Santiago de Chile”, en Borah, W., Hardoy J., Stelter, G. Urbanization in the Americas. Ottawa, Canadá: National Museum of Man, pp. 97-104. 80 Ramón, G. (2004). La muralla y los callejones. Intervención urbana y proyecto político en Lima durante la segunda mitad del siglo XIX. Lima, Perú: Sidea & Prom, pp. 22-23. 35 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Esta última reflexión sirve a su vez para discutir la idea respecto a la existencia de una planificación urbana en el Santiago de Chile de finales del siglo XIX. El motivo es que precisamente se pretende estudiar no sólo los planes y proyectos estatales y su impacto en el espacio urbano, sino que las visiones y representaciones de esa intervención, los que van más allá de un estricto ordenamiento territorial. Un valor agregado de las representaciones es que permite ampliar la mirada técnica, vinculándola a la construcción de un sentido de lo urbano y, más ampliamente, a la formación de una cultura urbana81. El área de interés de esta tesis apunta a indagar en los amplios efectos de una rectificación urbana en una sociedad, más que a comprender una planificación y lo que esta hizo y no logró hacer. A nuestro entender, una de las principales características de ésta es que más que una planificación, se trata de una serie de intervenciones, rectificaciones y disposiciones del gobierno urbano que aún están distantes del „town planning‟. Más ajustada parece ser la idea de „proyecto urbano‟ trabajada recientemente, entre otros, por Alicia Novick. 82 Ahora bien, junto con un territorio o espacio urbano como intervención (o „técnico‟), convive un territorio como imaginario. De esta forma, pueden haber lugares con características muy diferentes que en el „mapa cognitivo‟ de una persona corresponden a un solo gran lugar. Por ejemplo, las riberas del río. Con esto no intentamos decir que las diferencias en el paisaje urbano sean irrelevantes, sino que la mirada unitaria de los bordes urbanos del Mapocho es posible precisamente gracias a la existencia de representaciones de ciudad que han considerado a ese lugar como „un‟ gran espacio con innumerables subdivisiones o posibilidades de interpretación. Dicho de otro modo: la intervención técnica que se indaga aquí es „global‟ –desde Pío IX hasta Manuel Rodríguez- y simultáneamente unitaria, ya que busca crear una cierta imagen de ciudad; pero dentro de esa globalidad se desarrollan diversos paisajes urbanos que van desde un parque hasta nuevos puentes. En suma, la conformación de ese espacio unitario es posible justamente gracias a la reunión de espacios diferenciados tanto en lo paisajístico, la accesibilidad y el diseño urbano. 81 Sobre la relación lenguaje-cultura-representación, Hall, S. (ed.). (1997). Representation. Cultural representations and signifying practices. Londres, Inglaterra: Sage in association with the Open University. 82 Novick, A. (2003). “El urbanismo en las historias de la ciudad”, Registros. Revista de Investigación del Centro de Estudios Históricos ArquitectónicoUrbanos Nº 1. Mar del Plata, Argentina: FAU-UNMDP. 36 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO El período de estudio y las propuestas de la investigación Habitualmente, los estudios sobre la historia de Santiago han considerado que entre la intendencia de Vicuña Mackenna (1870) y el arribo del urbanista austriaco Karl Brunner (1930) sólo se implementaron obras urbanas puntuales, insertas en un contexto físico más bien barrial o local y lejanas a una escala de ciudad. Los edificios y esculturas públicas inauguradas para el centenario de la independencia serían un paréntesis relevante, pero pese a su pretensión monumentalista afectaron casi exclusivamente al casco histórico. Es cierto que su impacto en el imaginario sería a un rango urbano, pero espacialmente se incluyen en un ámbito mucho más acotado. La idea de una „nueva‟ ciudad para el centenario parece entonces exagerada y más bien corresponde a una construcción de la memoria que extrapola las nuevas edificaciones céntricas al conjunto de la capital. La hipótesis de esta tesis es que la transformación de los bordes del Mapocho urbano desarrollada al menos entre 1885 y 1918 fue una intervención inédita debido a un proceso de modernización urbana de nuevas dimensiones. Se argumenta esto por dos motivos: primero, que efectivamente aquella transformación ocupó una escala mayor a anteriores operaciones, implementándose quizás por vez primera a un rango de ciudad. Segundo, que esa modernización fue consecuencia tanto de nuevas técnicas como de nuevas representaciones: desde operaciones de racionalización burocrática en el aparato público hasta nuevas formas de comprender las relaciones entre la naturaleza y la ciudad. En consecuencia, esta modernización es entendida como una rectificación urbana con participación de diversas disciplinas y lenguajes técnicos, con objetivos y métodos disímiles e incluso contrapuestos. Sin embargo, fueron coincidentes en la formación de una nueva idea de intervención técnica, que actuando sobre el espacio público, podemos entender como los inicios de un proyecto urbano para la creación de la ciudad moderna.83 La mención a la 83 Como se verá más adelante, tenía a la circulación y las vías de comunicación como ejes fundamentales de aquellos que comenzaron a a hablar de „town planning‟ como Stübben, Buls y otros. Ver Collins, G. R., Collins, Ch. C. (1965). Camillo Sitte and the birth of modern city planning. New York, Estados Unidos: Random House. 37 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS categoría de rectificación, es hecha porque efectivamente se trató de un ideal de lo recto –el canal es la expresión más clara en tal sentido-, al entenderse lo geométrico como equivalente de lo regular. Por tanto, regularizar o mejor, rectificar, era la condición para corregir, en muchas ciudades, a una sociedad urbana cada vez más compleja de entender. Por esto, la rectificación constituyó también un afán por clasificar –la estadística y los censos son el mejor ejemplo- comprendiendo las diferentes aristas de la ciudad-problema que emergió definitivamente en el siglo XIX. De esta forma, rectificación nos parece un concepto más abarcador e integrador que otros que perfectamente infraestructura, como podían aplicarse transformación o a esta operación remodelación.84 Por de ello, ocuparemos esa categoría a la par de „intervención‟, que también nos parece adecuada para entender la complejidad de la operación de infraestructura. Esta hipótesis general se vincula con una particular, ligada a la pregunta de por qué el río Mapocho y no otro lugar de Santiago fue el escogido para aquella operación. Esta hipótesis „particular‟ apunta a que los bordes del río, en su doble cualidad de límite urbano y espacio público, fueron intervenidos por dos grandes motivos: primero, desarrollar estrategias de dominio. Estas se verificarán sobre una doble dimensión de la cultura: la naturaleza, por un lado, con la dominación de accidentes geográficos como desbordes e inundaciones. Es pertinente enfatizar en que durante siglos el Mapocho constituyó un límite urbano: el margen norte de la ciudad. Desde un inicio de la dominación española el río interviene drásticamente en la estructuración urbana e instala la „naturaleza‟ como problema para los afanes reguladores de la trama por parte de las autoridades, surgiendo entonces un segundo elemento de interés: indagar en los bordes mapochinos implica diferenciar entre dos espacios que, pese a integrar una misma ciudad en términos administrativos, se desarrollaron por vías diversas para el imaginario del santiaguino. Esta distinción entre la ribera sur y la norte implica abordar un tercer problema -esbozado más arriba- cual es comprender aquellas riberas como un límite, teniendo al Mapocho como la causa y el actor principal de aquella condición limítrofe. Esta situación, en líneas generales, perduró por siglos. 85 84 Estas ideas han sido inspiradas en el libro de Aliata, F. (2006). La ciudad regular: arquitectura, programas e instituciones en el Buenos Aires posrevolucionario, 1821-1835. Buenos Aires, Argentina: Universidad Nacional de Quilmes. 85 Es útil recordar las palabras del escritor decimonónico Justo Abel Rosales: “En invierno, los amigos de uno y otro lado del río no se veían más que por casualidad, y a las entradas de los primeros nublados se despedían para no saludarse hasta octubre a lo menos”. Rosales, J. A. (1887). La Cañadilla de 38 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Pero en esta lógica, el carácter novedoso de la intervención de entre siglos carecería de sentido: se trataría sólo de una concreción de las propuestas realizadas por Vicuña Mackenna ya en la década de 1870, expresadas planimétricamente en los trabajos de Ernesto Ansart. 86 Aquí, en cambio, se entiende a esa modernización urbana como un proceso que, si bien recibió el legado del intendente decimonónico, se contextualizó en otro momento histórico. Por ello, debió enfrentar una serie de desafíos que éste no vivió, disponiendo por cierto de elementos técnicos que Vicuña tampoco dispuso. Cruciales en este sentido fueron los lenguajes técnicos que se desplegaron en la esfera pública y que paulatinamente comenzaron a integrar las instituciones del Estado moderno, especialmente las herramientas de diagnóstico y control del territorio, involucrando tecnologías de corrección hidráulicas. Finalmente, las representaciones de ciudad con que se rectificará el río y sus bandas entre 1885 y 1918 tampoco serán idénticas a las que sostuvo el político-viajero, lo que nos vincula con la segunda fórmula de dominio y rectificación que inspira a esta hipótesis particular: los mecanismos de control del territorio. Estos pasaban por la anexión de los barrios de ultra-Mapocho –que estéticamente tanto gustaban a Vicuña Mackenna- pero también por el control social o disciplinamiento sobre los sectores populares que históricamente se habían establecido en aquel sector, pero que desde la década de 1880 se habían convertido en un obstáculo de todo tipo. En otras palabras, un motivo de rectificación de la marginalidad social hacia el horizonte de civilización del proyecto sarmientino.87 Si la primera justificación para esta tesis 'particular' propone la rectificación en busca de la regularidad, una segunda base propuesta radica en la expansión urbana. El proceso expansivo, pese a sus irregularidades, tiene de todos modos un centro: se trata de un lugar portador de una centralidad que requiere ser acentuada pero simultáneamente especializada y mejorada Santiago. Su historia y sus tradiciones, citado y también Vicuña Mackennna, B. (1869). Historia crítica y social de la ciudad de Santiago, op. cit., tomo II, p. 176 y ss. Sobre estos temas, ver el capítulo uno de esta tesis. 86 El control de esos desastres, junto con la anexión de la Chimba –y teniendo como impulso fundamental el negocio que haría el Fisco- fueron cruciales para la propuesta del intendente en 1872. Sin embargo, también tomó como justificaciones del proyecto: la expansión de las calles, la creación de una Alameda o parque ribereño, la formación de una laguna, el aseo y desinfección –a su juicio, el encajonamiento produciría automáticamente ese efecto en el lecho del río-; y el establecimiento de un estación ferroviaria “frente a la nueva y espaciosa Plaza de Abastos”. Vicuña Mackenna, B. (1872). Transformación de Santiago, citado, p. 13 y ss.. 87 Como ha recordado Adrián Gorelik, el tema de la rigidez social en Santiago de Chile llamó fuertemente la atención de Sarmiento, quien encontraba en los 'rotitos' uno de los principales representantes de las clases plebeyas. Más sugerente aún, destaca Gorelik, es que al publicar Facundo, Sarmiento no conocía Buenos Aires, sino el interior argentino y la capital chilena. Cfr. Gorelik, A. (2004). Miradas sobre Buenos Aires. Historia cultural y crítica urbana. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI, p. 75. 39 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS estéticamente. Para los grupos dirigentes santiaguinos, en particular, se trata de un sector que junto con la transformación física requiere de una rectificación en la imagen de ciudad. Con las diferencias del caso, esto nos remite a ejemplos como los entregados por Solà-Morales para la Europa del siglo XIX, cuando refiere que a diferencia del siglo XVIII y sus proyectos puntuales, durante en el „ochocientos‟ se buscará ordenar un área urbana en su totalidad.88 Una tercera justificación a la pregunta de por qué el río Mapocho y no otro lugar de Santiago fue el escogido para aquella operación –junto al desarrollo de estrategias de dominio y otro de rectificación social-, estaría en un proyecto de que debía articular lógicas de alineación, regularización y provisión de un nuevo sistema de agua potable y alcantarillado para toda la ciudad, al tiempo que introducir una nueva avenida y lógicas económicas del territorio adyacente, derivadas de su condición marginal y bajo coste. Este proyecto –basado en el ideal de salubridad de la ciudad- estaría basado en el aprendizaje de ingenieros chilenos en Europa, fundamentalmente en Inglaterra. A juicio de esta investigación, el objetivo de ello es otorgar a Santiago el status de capital o incluso, de ciudad-capital: centro de lo público por sobre Valparaíso tanto en obras edilicias como en concentración densa de habitantes. Vale la pena recordar el análisis hecho por José Luis Romero, al señalar que desde 1880 las ciudades latinoamericanas –dirigidas por una emergente burguesía- debieron actuar de manera rápida para elegir entre una “transformación o estancamiento”.89 Esa premisa conduce esta segunda base de la hipótesis „particular‟, comprendiendo la intervención del Mapocho en un contexto de numerosas obras públicas a lo largo de todo el territorio nacional. Destacables son, entre otros, el Dique Seco de Talcahuano y las líneas ferroviarias hacia el sur, con obras como el Viaducto del Malleco y numerosos puentes. Por contrapartida, Valparaíso presenta un estancamiento de la inversión fiscal: el nuevo muelle, por ejemplo, debe esperar hasta la segunda década del siglo XX. 90 Podríamos especular, por tanto, que la centralidad es la base la proyección y de la expansión urbana, y 88 de Solà-Morales, M. (1978). “Verso una definizione. Analisi delle espansioni urbane dell‟ 800”, en Lotus, Nº 19, Venezia, Italia, p. 29. 89 J. L. Romero, Latinoamérica: las ciudades y las ideas, citado. 90 Cfr. Greve, E. (1938). Historia de la Ingeniería en Chile. Tomo IV, citado. El caso paradigmático sobre la construcción de la ciudad-capital a partir de la arquitectura pública es Buenos Aires. Sobre este caso véase a Shmidt, C. (2004). Palacios sin reyes: Edilicia pública para la “capital permanente”. Buenos Aires 1880-1890. Buenos Aires, Argentina: tesis de doctorado, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 40 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO para el contexto santiaguino, merecedora de rectificación. Carencia de dominio sobre la naturaleza, sobre el cuerpo social plebeyo y sobre la propia imagen de ciudad: la dinámica de la expansión deberá ser entonces triple. Como es sabido, hacia 1880 Santiago crecía especialmente hacia el sur y en menor medida hacia el poniente, ya que durante siglos el torrente se había constituido como un freno para la expansión urbana en dirección al norte. Con la transformación del río en un canal en su área urbana, la capital comenzó paulatinamente a crecer hacia el norte (la Chimba), aprovechando suelos cercanos al centro histórico y relativamente bien conectados con éste mediante caminos existentes desde la época prehispánica. A juicio de esta investigación, esa expansión planteó un fenómeno urbano novedoso, ligado al planteamiento expuesto en la hipótesis „general‟. En efecto, con anterioridad el Estado había impulsado la ampliación del radio urbano mediante la Quinta Normal de Agricultura en el poniente (1841) y –en alianza con privados- el Parque Cousiño en el sur (1873), operaciones que sirvieron de aliciente para la plusvalía y el loteo del suelo por parte de particulares91. Con la transformación del Mapocho, en cambio, por primera vez el aparato público pondrá en marcha una operación a gran escala que incorpore un territorio de miles de hectáreas a la ciudad (ultra Mapocho). Aunque a semejanza de los casos nombrados la división predial posterior fue obra del sector privado, la variedad de artefactos urbanos instalados en los bordes corresponde –a nuestro entender- a una nueva manera de orientar decisivamente la expansión de la ciudad. Lógicamente, esa operación desde el Estado no fue mecánica: se ha dicho más arriba que involucró una serie de lenguajes y mecanismos contrapuestos. Pues bien, como problema de espacio público, el punto estará en comprender cómo los diferentes poderes públicos de finales del XIX intervienen en el espacio urbano y cómo se relacionan con la sociedad civil. En la medida en que los acuerdos y disputas representan una parte importante del gobierno de la ciudad, pero también de las representaciones que emergen de la sociedad civil, con su análisis se estará dando cuenta de la relación entre el río y la sociedad urbana mediante las continuidades y transformaciones de su espacio público. 91 de Ramón, A. (1992). Santiago de Chile (1541-1991), citado. 41 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Estructura de la tesis La tesis se rige por una estructura temática que no descarta un orden cronológico, sino que lo ocupa como eje secundario de ordenamiento. En la Introducción, se expone la formulación del problema, junto con los objetivos e hipótesis de la tesis. Allí se muestra también un estado de la cuestión sobre ríos urbanos. En el capítulo 1 se muestran los antecedentes geográficos del Mapocho, junto con comprenderlo como parte de una estructura de aguas, de repasar las descripciones físicas e historiográficas realizadas especialmente entre los siglos XVII y XIX, así como de estudiar el estado del Mapocho y las aguas capitalinas hasta poco antes de la canalización. Además, se ven allí los postulados de la nueva elite de conocimiento surgida en torno al higienismo y la idea de higiene pública: los médicos y los ingenieros. De esta forma se indaga en las regulaciones y ordenanzas para el uso del borde-río desde una justificación de salubridad pública, así como la conformación del Ministerio de Industria y Obras Públicas como entidad estatal encargada de la modernización territorial y urbana. El capítulo 2 muestra los proyectos de canalización del torrente, considerando las dificultades para su aplicación y las distintas fases de esta. Se estudia luego las propuestas de encajonamiento de 1885 y 1888, así como las obras (que incluyeron el derrumbe del puente de Cal y Canto) y el proyecto de transformación de los barrios vecinos al Mapocho, de 1895. Este último es significativo por su objetivo explícito de crear un nuevo barrio, basado en las directrices del tráfico, el embellecimiento y la higiene, así como por la referencia a centros urbanos intermedios, como la ciudad de La Plata, Argentina. Como parte de esa modernización, pero desde una mirada crítica –por ejemplo, a la destrucción del puente de Cal y Canto- se indaga en el relato historiográfico del escritor Justo Abel Rosales sobre las riberas del Mapocho al concluir el siglo XIX. Una siguiente sección muestra los aspectos principales de la construcción del sistema de alcantarillado, que incluía al río Mapocho como cloaca y que sólo fue puesto en marcha poco antes del centenario. Para finalizar este capítulo, se atiende al sistema de acequias y canales capitalino, al igual que a las disputas entre el poder público y los privados por su control. En ello tiene especial relevancia la Sociedad del Canal del Maipo. En el capítulo 3 se estudia la transformación de la ribera norte, entendiéndola como parte de un barrio considerado lejano –ultraMapocho- el que también vivía un precario estado de salubridad e infraestructura pública, especialmente cerca del torrente. De esta forma se indaga en los nuevos edificios públicos, como el Desinfectorio Público y el Instituto de Higiene, así como en la avenida del Cementerio y en el paso de 42 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO los Galpones de la Vega –en pleno borde-río- a la Vega Central, operación realizada poco antes del centenario y que se caracterizó por los conflictos legales sobre la ribera norte del Mapocho. Para finalizar, se abordan los cambios en aquella banda durante la década del diez. El capítulo 4 investiga la edilicia pública surgida en el período 1887-1915 en la ribera sur, fundamentalmente edificios de servicios, plazas y parques, como la Cárcel Pública, el Museo de Bellas Artes, la Estación Mapocho y el Parque Forestal. Esto en enmarca en una nueva mirada hacia los sectores populares ribereños, indagando en una elite hastiada de las formas de habitar la caja del río y la ciudad por parte de aquellos. Se trabaja allí en torno a la idea de un disciplinamiento del bajo pueblo mapochino, especialmente difícil de someter –una visibilidad incómoda- en el sector de Mapocho. Se produce así una „animalización‟ del río, que va en paralelo a „naturalización‟ de los grupos plebeyos que viven en su entorno, fenómenos contextualizados en décadas de agudos conflictos sociales. Fundamental en esta reflexión es el estudio del centenario de la independencia de Chile. También se repasa la puesta en marcha de un gran espacio público de transporte y conexión entre el Forestal y la estación Mapocho, conocida como Plaza Venezuela, al igual que la conexión entre el Forestal y la Alameda de las Delicias, y la construcción de un nuevo barrio por los privados en torno al nuevo parque. Se centra la atención en los debates municipales, parlamentarios y en las propuestas del poder ejecutivo, al igual que en las concesiones otorgadas a privados y en las representaciones sobre el río de los nacientes medios de comunicación de masas. Se apreciarán allí también querellas internas respecto al destino que debían tener las tierras ganadas al río. En el capítulo 5 se estudia la expansión urbana hacia el nororiente capitalino, y en especial la anexión del cerro San Cristóbal como parque público, junto con la construcción de la avenida Norte del Mapocho o avenida Santa María. Esta expansión urbana como voluntad pública es comprendida como un proceso donde participan activamente tanto el estado como la sociedad civil. Ejemplo de esto último es la población León XIII de la beneficencia católica edificada en el barrio Bellavista y, especialmente, las romerías del mundo católico y las ascensiones de los boy-scouts, ambos a la cumbre del cerro San Cristóbal, definitivamente adoptado como espacio público a fines de la década del diez. 43 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Metodología La manera de aprehender parte de la trayectoria de ese espacio público y esa rectificación urbanística será mediante la noción de „representaciones de ciudad‟. Esta noción es entendida aquí como una “imagen presente de un objeto ausente”: es decir, como una imagen de ciudad que no necesariamente se constituye como totalidad.92 Una representación, de este modo, no es necesariamente una idea. Con esto se buscó también espacializar el objeto de estudio, tomando las representaciones de ciudad como material (cartográfico, literario, etc.) y como campo discursivo que apuntan a la estructuración de lo que realmente nos interesaba ver: las riberas y el río como problema cultural. Se trata así de comprender un debate público que no opera sólo a través del discurso conscientemente elaborado, sino de los imaginarios, las mentalidades y las prácticas. Para ello, esta tesis utiliza un método planteado por Carl Schorske en un texto clásico: “el historiador busca situar e interpretar el artefacto temporalmente en un campo donde se cruzan dos líneas. Una es vertical, o diacrónica, por la cual establece la relación de un texto o un sistema de pensamiento con una expresión previa de la misma rama de actividad cultural (pintura, política, etc.). La otra es horizontal o sincrónica; por medio de ésta establece la relación del contenido del objeto intelectual con lo que aparece en otras ramas o aspectos de una cultura al mismo tiempo”.93 Con esto se buscó también espacializar el objeto de estudio, tomando las representaciones de ciudad como material -cartográfico, literario, entre otros- y como campo discursivo que apuntan a la estructuración del objeto de estudio: las riberas y el río como problema cultural. En definitiva, esta investigación considerará a los artefactos urbanos como productores de sentido y construcción de la realidad, ya que las representaciones de esa ciudad pueden entenderse como uno de sus vehículos más ricos para indagar en la relación sociedad urbana-naturaleza. En suma, se trata de una historia sociocultural de la ciudad centrada en los espacios públicos, mediante un análisis de la relación entre las estructuras y los sujetos 92 Chartier, R. (1995). El mundo como representación. Barcelona, España: Gedisa. 93 Schorske, C. E. (2011). La Viena de Fin de siglo. Política y cultura. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI, pp. xxi-xxii. 44 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO comunes y corrientes. Por tanto, en los actores sociales y en las representaciones. Ahora bien, en términos operativos, los documentos a utilizar corresponderán prioritariamente, como es de esperar, en el aparato público. El uso de las actas municipales realizado por el ya mencionado Richard Walter parece pertinente y novedoso: si concordamos en que las principales historias de Santiago que se ocupan del paso del siglo XIX al veinte han sido las de Armando de Ramón, René León Echaíz y Luis Alberto Romero, debe destacarse que ninguna de ellas ocupó las actas del municipio santiaguino ni de otro gobierno local de la capital. Para el estudio de la época colonial sí se hizo mediante las actas del Cabildo, ocupadas por autores como Vicuña Mackenna, José Toribio Medina y Miguel Luis Amunátegui en el siglo XIX y Gabriel Guarda y los propios de Ramón y León Echaíz durante el siglo pasado. Pero para la indagación en el paso del siglo XIX al XX, las actas de la Municipalidad de Santiago, y en menor medida las de la Intendencia, han sido escasamente utilizadas. De esta forma, tanto los registros emanados de las instituciones políticas como sus intervenciones urbanas pueden ser abordados como temas de interés. Como ha indicado Adrián Gorelik parafraseando a Alicia Novick, se trata de uno de los grandes ejes de estudioproblema para la historia urbana: indagar en “el problema del Estado, las instituciones y las capacidades y modos de formación y actuación de los profesionales en la ciudad”94. Tal como cuando se indicó más arriba que al priorizar el estudio del Estado no se descuidaría la sociedad civil o los privados, debe advertirse aquí que al seleccionarse las fuentes se han incluido representaciones emanadas de la literatura, la crónica y los relatos de viajeros. Esto ha sido considerado para evitar una excesiva concentración del material en las fuentes „políticas‟, minimizando otras formas de construir el imaginario urbano, que a su vez afectan las representaciones del sistema de poder. Junto con ello, se dedica un interés especial en el uso de la imagen como documento histórico. En todos estos casos, el trabajo ocupará un marco conceptual donde se considerarán las diferencias entre los significados actuales y los de la sociedad de la época. Dicho de otro modo: las nociones no serán utilizadas en un sentido fijo, sino considerando su genealogía o, cuando menos, su evolución en el lenguaje. Esta definición es útil para el trabajo metodológico 94 Gorelik, A. (2004). “Historia urbana”, en Liernur F., Aliata, F. (dirs.). (2004). Diccionario de arquitectura en la Argentina, t. E-H. Buenos Aires, Argentina: Clarín. 45 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS con todo tipo de fuentes, ya sean archivísticas o iconográficas, y permite comprender que el estudio de una puede iluminar sobre aspectos de otra en apariencia completamente distinta. Desde luego, este proyecto busca seguir los argumentos metodológicos expuestos por la historia cultural urbana, en cuanto al uso del numeroso grupo de fuentes no oficiales o convencionales disponibles. Como se expresó, las imágenes, en especial, constituirán una fuente clave en la investigación y con ello se propone usar un determinado tipo de fuente para indagar un particular tipo de representación. Sin duda, el trabajo metodológico con imágenes implica un extenso campo de intereses, por lo que esta propuesta de investigación se referirá sólo a aspectos de una dimensión que abarca áreas tan vastas como el nexo entre imagen y conocimiento, la historia del arte, la antropología visual y la sociología visual, la propia historia de la imagen y los estudios de cultura visual95. Coincidiendo con la propuesta de Schorske, Peter Burke ha enfatizado en las cualidades y obstáculos de la imagen para profundizar en los elementos presentes en el proceso cultural de un territorio. Sin ir más lejos, en relación a la cotidianidad, la cultura material y la facilidad de comprensión de una idea o sistema. Al respecto, esta propuesta de investigación seguirá la distinción entre iconografía e iconología, donde la primera se refiere al reconocimiento de los elementos convencionales presentes en la imagen (un árbol, una persona), mientras la segunda está ligada a los factores simbólicos que ofrecen aquellos elementos, requiriendo de una interpretación más compleja. Siguiendo esta distinción, este proyecto concuerda con el planteamiento del historiador británico en cuanto a la necesidad de confrontar estas fuentes y no aceptarlas inmediatamente, advirtiendo que en muchas ocasiones el “aparente realismo” de los edificios es más una opción de los artistas: algunos asearon a su gusto la ciudad, otros pintaron fantasías arquitectónicas. Lo mismo que los retratistas que deseaban mostrar a sus modelos de la mejor forma posible: todos problemas que pueden aplicarse a las fotografías. Como dice Burke, “Las primeras fotos de ciudades a menudo muestran calles desiertas –circunstancia bastante 95 Becerra, U. (2003). “Fontes visuais, cultura visual, História visual. Balanço provisorio, propostas cautelares”, en Revista Brasileira de História, vol. 23, N° 45. Sao Paulo, Brasil. Sobre la necesidad de hablar de “historia visual” más que de “historia del arte” para el uso de las imágenes, véase Gaskell, I. (2001). “Visual History”, en Burke, P. (ed.). New perspectives on historical writing. University Park: Pennsylvania State University Press, 2001, pp. 187217. 46 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO poco probable-, para evitar la confusión de imágenes provocada por el ajetreo, o representan a personas tiesas como palo…”. 96 Desde una perspectiva diferente, pero también centrada en la fotografía, se utilizará distinción elaborada por Roland Barthes entre el studium y el punctum en la interpretación fotográfica. El primero, en conexión con el gusto y el interés con que el observador se acerca a la imagen. El punctum (“pinchazo”) con aquello “que sale de la escena como una flecha y viene a punzarme”; algo que comúnmente es un detalle, un “objeto parcial”, pero que se convierte en fuente principal para motivar las interpretaciones del espectador.97 Para los objetivos de este proyecto de investigación, la visión de Barthes posibilita interpretar la fotografía –y la imagen en general- en una relación permanente con otros elementos de la cultura. El análisis de los planos de Santiago también será considerado bajo el prisma de las ideas anteriores. Tanto los planes de transformación como aquellos que pretendían representar la urbe lo más fielmente posible tuvieron omisiones, agregaciones y, en suma, particulares intereses y representaciones de ciudad. Por cierto, también se analizarán y confrontarán fuentes archivísticas y periodísticas, en una época de gran producción de opinión pública. En un segundo momento se articulará el marco conceptual o “artefacto” (Schorske) ya citado con la información recopilada. El análisis de las propuestas y realizaciones de determinados actores y entidades permitirán avanzar en la interpretación de las ideas acerca del espacio público y las ideas urbanísticas que las sustentan. Del mismo modo, un contraste de los discursos y sus construcciones simbólicas, más que simples derivaciones del contexto económico-social. 96 Burke, P. (2001). “La cultura material a través de las imágenes”, en Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico. Barcelona, España: Crítica, p. 107. 97 Barthes, R. (1990). La cámara lúcida. Notas sobre fotografía. Barcelona, España: Paidós. 47 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Capítulo 1. El río Mapocho y la ciudad: el lugar, las personas y las instituciones 1.1. Situación geográfica, emplazamiento urbano, antecedentes históricos. El río Mapocho ocupa un lugar paradójico tanto en la historia urbana de Santiago, como en las crónicas y relatos que han ido formando las representaciones de la ciudad. Por una parte, es reconocido como el protagonista de fatídicas y continuas inundaciones y desbordes que desde temprano asolaron a la ciudad. En esa dimensión, ha sido historiado como el escenario de la lucha de una sociedad urbana por dominar a la naturaleza durante siglos, mediante obras hidráulicas como los tajamares o puentes como el de Cal y Canto. Se ha tratado, por ende, del factor geográfico que simboliza la „historia infausta‟ de la ciudad y el empuje de una sociedad fronteriza por superarla; un elemento adverso que marcó culturalmente a los santiaguinos y su vínculo con la naturaleza. Como dijera a mediados del siglo XVII el padre Alonso de Ovalle, uno de los primeros creadores de una imagen de país y de ciudad desde la narrativa, el Mapocho era “un alegre y apacible río, que lo es mientras no se enoja…”.98 Por otro lado, el torrente ha sido entendido como el abastecedor de agua por excelencia: sin éste el valle del Mapocho no habría sido elegido como el lugar de fundación ni habría posibilitado la formación de una ciudad-capital. Aunque este factor no ha sido subrayado con el mismo énfasis que su dimensión negativa, es conveniente destacar que los discursos sobre el Mapocho lo han entendido como un elemento geográfico proveedor y facilitador de la producción. Durante gran parte del año el Mapocho era un río seco, fácilmente transitable, “un riachuelo” -señaló el ingeniero militar francés Frezier en 1774- “a causa de que no hay lluvia durante ocho meses del año”. El mismo autor expresó que “casi siempre es vadeable; como su corriente es muy rápida, sus aguas son un poco turbias; pero los habitantes no tienen otra, la hacen destilar en piedras especiales para esto, particularmente cuando se 98 de Ovalle, A. (1969). Relación del Reino de Chile. Santiago, Chile: Instituto de Literatura Chilena, pp. 73-78. La mención a la „historia infausta‟ y su relación con la construcción cultural de Santiago es tributaria del artículo de Mellafe, R. (1986). “El acontecer infausto en el carácter chileno: una proposición de historia de las mentalidades”, en su libro Historia social de Chile y América: sugerencias y aproximaciones. Santiago, Chile: Universitaria. 48 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO derriten las nieves, porque entonces, si no se purifica, es dañina”. Frezier indicó además que “para impedir que el río se desborde y cause inundaciones han construido una muralla y un dique por medio del cual corren en todo tiempo acequias para regar los jardines y refrescar cuando se quiere las calles, comodidad inestimable que sólo se encuentra en pocas ciudades de Europa, de un modo natural”. Su utilidad productiva, en tanto, se confirmaba ya que “además de las acequias, se sacan anchos canales para mover los molinos esparcidos en diferentes puntos de la ciudad, para la comodidad de cada barrio”99. Un panorama similar observó el español José Fernández Campino, quien en 1739 señaló que del Mapocho, “sale una gran toma de agua; que repartida en todos sus solares, fertilizan sus jardines y huertas”. Existía también, “un tajamar que la guarece por la cabecera y sigue hasta cerca de su puente, que tiene como dos cuadras de largo, y da paso al convento de Recoletos Descalzos y a un lugar o barrio que llaman de La Chimba”.100 Ya en la época republicana, en la década de 1840, el científico polaco Ignacio Domeyko refirió la misma utilidad del río expresada por Frezier y Fernández. Con todo, a esas alturas se había agregado el canal San Carlos, “procedente del río Maipo, el cual, conjuntamente con el Mapocho, suministra tal abundancia de agua, que ésta basta no sólo para beber sino también para regar en la época calurosa todas las calles y los jardines municipales”.101 Si miramos las condiciones geomorfológicas del río Mapocho puede indicarse en primer lugar que es, en rigor, un torrente. Es decir, un río aluvional, que atraviesa Santiago en toda su extensión oriente-poniente, trayendo consigo las aguas lluvias y las cordilleranas. Se trata de un río de régimen nivo-pluvial, donde debido a su marcada pendiente y a la cantidad de afluentes que lo alimentan, escurre torrencialmente por el valle de Santiago. Estos afluentes son los esteros Leonera y Yerba Loca, que luego se encuentran con el río San Francisco y el río Molina. Como indica Gonzalo Piwonka, “Otro factor importante en la morfología del Mapocho es la gradiente pronunciada de su talweg [camino del valle], que lo constituye en un típico río „torrentoso‟, al estilo del Maipo, Rapel y Mataquito, todo lo contrario de uno de „‟llanura‟ con amplios meandros, como el Valdivia, el 99 Frézier, A. (1902). Relación del viaje por el Mar del Sur a las costas de Chile y el Perú. Santiago, Chile: Impr. Mejía, pp. 77-8. 100 Fernández Campino, J. (1981). Relación del Obispado de Santiago. Santiago, Chile: Universitaria, p. 67. 101 Domeyko, I. (1978). Mis viajes, tomo I, Santiago, Chile: Universidad de Chile, p. 491. 49 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Bueno, el Támesis o el Sena”.102 Esta rapidez del curso fluvial se ve aumentada por la ausencia de meandros o curvas típicas de los ríos sinuosos. Pero además, la condición torrentosa del Mapocho se debe a una suma progresiva de escurrimientos o sedimentos, configurando un curso de corrientes torrenciales y también de gran capacidad de transporte de sedimentos, provocando efectos erosivos en el cauce.103 Sin embargo, la corriente del Mapocho no es constante. Durante la época de los deshielos cordilleranos, y no en el invierno, es cuando se producen los caudales más potentes. Esto tiene su raíz en la irregularidad pluviométrica, que genera cortos períodos de exceso o superávit y prolongados períodos de déficit o sequía. El Mapocho está ubicado en una cuenca andina. Su extensión, en torno a los 110 kilómetros, también posibilita una relación importante con los suburbios del norponiente capitalino. Actualmente, el río atraviesa tres sectores bien diferenciados: en su nacimiento en la convergencia de los ríos Molina y San Francisco es un torrente que avanza por un cauce pedregoso en medio de imponentes sierras, recibiendo los deshielos de macizos andinos con una altura sobre los cinco y seis mil metros. Al entrar en la ciudad, recibe el flujo del estero del Arrayán, del canal San Carlos, el estero de Lampa y finalmente, el Zanjón de la Aguada. En ese tramo urbano se angosta debido a la acción humana, hasta transformarse en un canal de cuarenta metros de ancho que desaparece al pie del cerro Renca. Este segundo sector es donde mayor cantidad de espacios públicos y patrimoniales pueden encontrarse. Una tercera zona se encuentra en Pudahuel, actual periferia norponiente santiaguina, donde el Mapocho reaparece para finalmente confluir con el río Maipo, ya fuera de los límites urbanos.104 Por otra parte, el río contó siempre con un brazo, que se mantiene hasta hoy, aunque con menores dimensiones en su cauce. Lo que habitualmente se indica que era un segundo brazo del Mapocho no era más que un pequeño arroyo que corría por la actual Alameda, y que fue bautizada como “la Cañada” y que se extinguió en el siglo XVII. En rigor, se trató de un brazo de inundación y no de un segundo curso del río. Así, el Mapocho tuvo desde 102 Piwonka, G., “Las aguas del Mapocho”, citado. 103 Ferrando, F. J. (2008). “Río Mapocho: características hidrológicas vs. proyecto Mapocho Navegable”, en Revista de Urbanismo Nº 18, Santiago, Chile: Departamento de Urbanismo, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. 104 50 Borquez, O. Historia del río Mapocho y sus puentes, citado, pp. 4-9. DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO temprano una situación ambigua: pese a su centralidad y a la sequedad referida por el padre Ovalle y el ingeniero Frezier, era un torrente conformador de un límite „natural‟ que dejaba a ultra-Mapocho en una situación totalmente autónoma al menos durante cuatro meses al año. Esto, debido a la magnitud de las lluvias, que hacían crecer el caudal del río y de las acequias de la ciudad; a la escasez de puentes –el de Cal y Canto data recién de 1779 y los puentes de madera tenían breve duración- y al propio tamaño de la caja del río, aproximadamente cuatro veces más ancho que en la actualidad. De esta manera, constituyó un límite natural de la ciudad de Santiago hacia el norte, así como lo hacía la cordillera de los Andes en el oriente. El Mapocho, por tanto, históricamente dividió al casco fundacional urbano de la Chimba, es decir, el barrio ubicado de la otra orilla del río, en lengua quechua. Armando de Ramón, al describir el sector ultra-Mapocho en el siglo XVII, expresó que “era suburbano el legendario 'barrio' de La Chimba, pese a un reducido grupo de casas levantadas en torno a la Recoleta Franciscana, ya que estaba constituido principalmente, por pequeñas propiedades agrícolas que se comunicaban con la Ciudad por el puente que enfrentaba la calle de San Antonio”. La Chimba pertenecía entonces “a la jurisdicción de la parroquia de Renca, comprendiendo dos núcleos suburbanos, de pequeños propietarios agrícolas muy semejantes entre sí: el de La Chimba frente a la Ciudad y el de Renca, establecido al pie del cerro de Galaz o de Renca donde se encontraba la capilla que hacía las veces de parroquia. Entre ambos núcleos suburbanos, se extendían hacia el norte varias chacras de mayor extensión. Igual cosa ocurría al este de la Recoleta Franciscana donde había también algunas chacras y tres molinos junto al Río”.105 Suburbios, parroquias, molinos, chacras y pequeños propietarios agrícolas son las palabras que condensarían a la zona norte en aquella época. Y en ese contexto, por su extensión y características torrenciales, el río fomentó la lenta extensión de a ciudad hacia el sur y la dificultó hacia el norte. En definitiva, vivir en la Chimba fue visto por siglos por los santiaguinos del casco histórico como residir en „otra‟ ciudad, por ello su territorio fue entendido como distante y complejo de habitar, y sus pobladores, como actores de una proeza o un maleficio. En aquel espacio, más allá del aislamiento invernal y de los intercambios comerciales, en 105 de Ramón, A. (1975). La ciudad de Santiago entre 1650 y 1700. Ensayo de metodología para su estudio e interpretación. Santiago, Chile: D.T. N° 77, CIDU. 51 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS muchos aspectos la vida cotidiana también era autónoma respecto del resto de la capital. Como se ve, el Mapocho tuvo usos económicos desde temprano. El más habitual fue la instalación de molinos para la elaboración de productos derivados del trigo. Estos se ubicaron en las riberas: algunos en el centro, como el colonial Molino de San Pablo, perteneciente a los jesuitas y vinculado al templo del mismo nombre. En tanto, en las faldas del cerro San Cristóbal y por la ribera norte en general se levantaron numerosos molinos desde el siglo XVI.106 Pero la existencia del torrente no garantizó un riego fecundo para los campos circundantes. El valle del Mapocho tenía una “condición semi-desértica”, donde las formas de instalación fueron originando una “cultura de oasis”. 107 De esta manera, cada fuente de agua debía ser aprovechada al máximo o, en otras palabras, debía ser trabajada como obra de infraestructura. La llegada de los conquistadores y su decisión de constituir a la naciente ciudad de Santiago como cabecera del Reino de Chile en 1541 sólo intensificó esta manera de entender la distribución de las aguas. Lo que interesa destacar aquí es la existencia de una red prehispánica de canales que fue aumentada y optimizada con la dominación europea. Ahora bien, esta no fue una situación producida únicamente en la urbe chilena; por ello, el caso de las acequias y molinos capitalinos induce a la comparación con otras ciudades cercanas, como Mendoza. A semejanza de Santiago, un río principal y sus ramificaciones fueron y aún son un referente principal en su forma urbana. Allí el asentamiento se produjo en el valle del río Mendoza, antiguamente río de Cuyo, que baja de la cordillera de los Andes en sentido oeste-este provocando durante siglos numerosas inundaciones y desbordes. La red de acequias surgidas por la acción humana tuvo un funcionamiento similar a la santiaguina, y si bien tuvieron orientaciones geográficas disímiles, atravesaban en zigzag la cuadrícula fundacional, configurando simultáneamente una red de irrigación agrícola y de abastecimiento de agua potable. En Mendoza la provisión de esta última se efectuaba mediante la „Acequia de la Ciudad‟ que iba en sentido sur-norte, 106 Sobre el tema, Lavín, C. (1947). La Chimba (Del viejo Santiago). Santiago, Chile: Zig Zag. También es útil González, B. (2006). “Entre tradición y modernidad (1558-1928): las familias de notables y sus vínculos patrimoniales en la Ciudad de Santiago de Chile”, en Horvitz, M. E. (dir.). Memoria del nombre y salvación eterna. Los Notables y las Capellanías de Misas en Chile. Santiago, Chile: Depto. de Ciencias Históricas de la U. de Chile. 107 Pérez, F. Santiago entre su origen y sus desafíos, cit. Como él mismo expresa, toma la idea de “cultura de oasis” del también arquitecto Ricardo Astaburuaga. 52 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO mientras las acequias secundarias corrían en la misma dirección que el río, esto es, oeste-este o incluso este-oeste.108 La comparación con Mendoza es útil también para comprender las contenciones de las salidas de torrentes, y es que en el caso argentino y chileno, se construyeron “tajamares”, estructuras alargadas y angostas que también tenían bajadas para acceder al río. Sobre esos tajamares se constituyó un paseo, conocido con ese nombre.109 Quizás ésa fue la primera vez que se pensó la ribera del río como espacio público. Pero más que „una‟ sola gran obra pública, los tajamares del Mapocho fueron una serie de construcciones desplegadas a lo largo de diferentes gobiernos. Estas obras defensivas instaladas desde inicios del siglo XVII fueron malecones o diques que contaron con bajadas o „escarpes‟, posibilitando el descenso de carretas y animales al lecho del torrente, ya fuera para efectuar un trayecto entre la Chimba y el casco histórico o para actividades laborales, de extracción de agua o áridos o, simplemente, de descanso. Estos tajamares permitieron también ir incorporando al lecho del río en el espacio urbano. Es decir, la instalación de estas defensas se entendió como parte de un verdadero sistema que integraba protección, conectividad, abastecimiento y valor estético como sinónimo de belleza. La reconstrucción de los tajamares, iniciada en 1790 bajo la dirección de Joaquín Toesca y concluida en 1808, después de muerte, significó edificar un nuevo corredor en paralelo al viejo, emplazado en dos sectores: el céntrico y una extensión hacia el oriente de la actual plaza Baquedano, hasta calle Condell. Los tajamares de Toesca y el nuevo Puente fueron comprendidos rápidamente tanto por los gobernantes hispanos como por los viajeros y cartógrafos como parte de un sistema defensivo entrelazado. Por ello, si es necesario configurar un hito en la historia de estos malecones, fue precisamente en los tajamares del extremo oriente, donde se construyó la primera escultura pública de la ciudad: el obelisco conmemorativo de aquella obra hidráulica.110 108 Ponte, J. (2007). De los caciques del agua a la Mendoza de las acequias. Cinco siglos de historia de acequias, zanjones y molinos. Mendoza, Argentina: Incihusa-Conicet. La influencia de esta estructura de aguas en el tejido urbano no fue menor, ya que “si la entrada de la acequia proveedora de agua era por la margen oeste de cada manzana, los lotes o sitios debían necesariamente subdividirse en hilera de oeste a este, de manera de poder „hilvanarlas‟ a una acequia proveedora” (p. 297). 109 Piwonka, G. Las aguas de Santiago de Chile, citado, p. 32. 110 Obelisco que hoy se encuentra frente a calle Condell, en la comuna de Providencia. Piwonka, G., Las aguas de Santiago de Chile, citado, p. 255 y ss.; Voionmaa, L., Escultura Pública…, op. Cit., pp. 28-44. “Hidráulica” se entenderá aquí como la ingeniería de la conducción de las aguas. 53 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 1. Leandro de Badarán, Plano que manifiesta la dirección del Río Mapocho en Santiago de Chile Este plano de estudio para la edificación de tajamares –post inundación de 1783- permite apreciar su edificación (franja delgada) en el sector centro y oriente de la ciudad. Está el brazo natural de rebalse en la curva de la actual Plaza Italia, con la anchura máxima del torrente en la planta urbana. Se distingue además la cuadrícula fundacional, su paulatina disolución en el borde sur –a medida que se acercaba al río- y la existencia de hileras de árboles inmediatamente al poniente del puente de Cal y Canto. Nótese también la minoritaria presencia del damero en los barrios al norte del río y el desarrollo más bien de una trama irregular, debido al uso agrícola de los terrenos. Además, los tajamares tuvieron una utilidad basada en la conectividad: los puentes. Un notable aporte en tal sentido fue el primer puente permanente sobre el río, realizado en madera por los franciscanos de la Chimba a partir de 1668. Mayor aún fue el aporte del majestuoso puente de Cal y Canto (1779), que por vez primera posibilitó contar con una estructura resistente a Cal y Canto (o Puente Nuevo, como se le llamó en un principio) constituyó uno de los edificios más notables de la época: no sólo se creó para la conexión con ultra-Mapocho, sino que décadas después sobre él se levantaron numerosos baratillos, esto es, pequeñas tiendas comerciales techadas. El citado Ignacio Domeyko indicó en 1841 que “al entrar en la ciudad, llama la atención un sólido puente de obras con grandes arcadas parecidos al de Dresde sobre el Elba y algo más pequeño que éste. Desde este puente sobre el Mapocho se abre una espléndida y maravillosa vista a la 54 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO cordillera, las orillas del río están guarnecidas por un alto y ancho tajamar que se extiende a lo largo de media milla”.111 Por otra parte, los tajamares fueron intervenidos por las autoridades con el fin de que sirvieran como paseo público, desarrollándose así -pese a las continuas inundaciones- una faceta más armónica en la relación entre acción humana y espacio natural. Este paseo público, fue quizás el primero en la historia de Santiago capaz de disputar la primacía de la Plaza de Armas. El primer paseo de los tajamares fue ejecutado en la década de 1730. Debido a la instalación del nombrado obelisco conmemorativo del que no quedan registros gráficos, fue llamado 'paseo de la Pirámide'. 112 Hacia 1780, se inauguró la “Alameda de Sauces del Tajamar”. Instalada entre calles Teatinos, Puente, San Pablo y la posterior Calle del Ojo Seco –es decir, la ribera sur del Mapocho- fue descrita como una “vistosa alameda de tres calles de frondosos sauces que en todas las estaciones del año conservan su verdor”. Con todo, fue destruida por un nuevo hecho aciago: la crecida del río en 1783.113 Sólo a partir de la apertura de la Alameda de las Delicias en 1821, el “paseo del Tajamar” dejó paulatinamente de constituir uno de los dos principales „corazones urbanos‟, junto con la Plaza de Armas o de la Independencia. Sin embargo, siguió teniendo relevancia para el conjunto de la ciudad como espacio público a lo menos hasta mediados de siglo. Algunos extranjeros elogiaron el paisaje ribereño, elevándolo a una categoría de Fig. 2. Plano de Santiago del Abate Molina, 1776. Desde una descripción cartográfica más apegada a los elementos figurativos que a la exactitud de los espacios, pueden verse los tajamares en los bordes del Mapocho, inmediatamente al oriente del Cal y Canto y el paseo arbolado del Tajamar, espacio público diseñado desde mediados del siglo XVIII y que se extendía por más de diez cuadras. Obsérvese también la disolución del damero al norte de la Plaza de Armas, particularmente de calle Santo Domingo. placer estético a partir de la relación entre naturaleza y ciudad.114 Evidentemente, el tema común en todos ellos fue destacar que el paso del río por la ciudad podía resultar en numerosas prácticas y actores: fue el mismo suceso que llamó la atención del francés Charton de Treville en 1850 (Fig. 3), al dibujar cómo el estrecho Puente de Palo se había convertido en un concurrido espacio de trabajo (extracción de agua y áridos), tránsito e incluso de esparcimiento. 111 Domeyko, I., op. Cit., p. 492. 112 Voionmaa, L., Escultura pública. Santiago 1792-2004, op. Cit., pp. 26-27. 113 Respecto a la “Alameda de Sauces del Tajamar”, Vicuña Mackenna menciona que también hubo otra en lo que hoy son las calles San Pablo y General Mackenna. Cfr. Vicuña Mackenna, B., Una peregrinación…, citado, p. 19. Esto coincide con el relato de Guarda, quien plantea que en 1783 Leandro Badarán proyectó una nueva alameda. Según Carvallo Goyeneche, “el sector oriental del tajamar, [era] obra del Marqués de Obando […] y la pobló de frondosos árboles”. Citado en Guarda, G., Historia urbana…, op. Cit., p. 127. 114 Por ejemplo, en 1823 Maria Graham expresó que “Los Tajamares son un sólido parapeto de albañilería construido para defender la ciudad de las creces del Mapocho, que, aunque de ordinario es un inofensivo riachuelo que corre por un angosto canal en medio de un ancho lecho de piedras, se convierte dos veces al año en un impetuoso torrente. […] La Alameda está dentro del recinto de los Tajamares; un paseo encantador, con largas filas de sauces y una vista espléndida”. Graham, M. (19?). Diario de su residencia en Chile (1822) y de su viaje al Brasil (1823). Madrid, España: Editorial América, p. 258. 55 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS a Figura 3. Charton de Treville, “El Paseo del Puente de Palo”, c. 1850. Vista desde la banda sur hacia La Chimba. Probablemente retratado en época estival, se advierte el uso laboral de las aguas, especialmente de los „aguateros‟, así como el las caminatas sobre el puente. Este era el nexo entre el casco histórico y la Recoleta Franciscana, cuyo templo se aprecia a la izquierda de la imagen. Adviértase la fragilidad material del puente, fundamentalmente para afrontar las estaciones lluviosas. Junto con intentar infructuosamente socavar las salidas del río, los tajamares y las alamedas edificadas a un lado de estos fueron levantados allí “por la decoración y hermosura de la propia ciudad”, como señaló el ingeniero Juan Garland en 1765.115 Esta elección se consideró apropiada también para la especialización de ciertas prácticas de sociabilidad, como los deportes. Por ello, el arquitecto Juan José de Goycolea, hacia 1800, proyectó un conjunto de edificios para baños públicos y juego de pelotas, próximos al paseo del Tajamar, en lo que hoy es la calle José Miguel de la Barra y el parque Forestal, frente al Museo de Bellas Artes. Goycolea promovió el uso de ciertos elementos decorativos que resaltarían en la obra, presentando “a esta entrada principal de la ciudad un objeto que suministra a los viajantes 115 56 Citado en Pereira Salas, E., Historia del arte en el Reino de Chile, citado, p. 157. DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO una idea ventajosa de ella y los previniese favorablemente”.116 Es importante puntualizar que ya en ese tiempo en los bordes se habían establecido otros edificios públicos y privados de importancia, como la quinta del Corregidor Luis Manuel de Zañartu –director de las obras del Cal y Canto- y el monasterio del Carmen de San Rafael (1767) a la entrada de la Cañadilla. Simultáneamente, se habían proyectado otros -luego levantados en sitios diversos de la ciudad- como el Palacio de la Moneda, obra de Joaquín Toesca.117 En definitiva, el inicio del período republicano encontró al río Mapocho en una tensión: por una parte, era un paseo, gracias a los tajamares, estableciéndose en sus alrededores árboles y alamedas. El torrente era entendido así como parte de una estética urbana. Por otra parte, el Mapocho ya era percibido como un obstáculo al desarrollo urbano, al irrumpir constantemente con sus aumentos en el caudal de agua. Pero la solución a esos problemas se producirá sólo hacia finales del siglo XIX, debido un contexto social, cultural y económico que permitió la canalización y la transformación de las riberas en su tramo urbano. 1.2. Nuevos saberes: de Vicuña Mackenna al Ministerio de Industria y Obras Públicas Como se indicó en la introducción, esta tesis pretende focalizar su atención en al menos tres ejes: la articulación entre naturaleza y ciudad, naturaleza y marginalidad y naturaleza en vínculo con la expansión urbana. Pero, ¿cómo era el río Mapocho? ¿Cómo eran sus relaciones con la ciudad en la segunda mitad del siglo XIX? Los bordes transformados por Martínez entre 1888 y 1892 ocupaban un territorio pequeño, con una extensión aproximada de 2,5 kilómetros. Como se expresó, el Mapocho era un inofensivo riachuelo 116 Cit. en Pereira Salas, E., Historia del arte…, p. 267; de Ramón, A., Santiago de Chile (1541-1991), op. Cit., pp. 120-121. En paralelo a estas construcciones, se realizó una operación urbana vial pretendida por siglos, como fue la construcción del camino Santiago-Valparaíso (calle San Pablo), en la banda sur del Mapocho. Con su inicio en 1792, se implementaron una serie de obras públicas: la calle San Pablo fue empedrada -cosa nada común en esos años- y se levantó un puente sobre la acequia grande de Negrete (actual Brasil), controlando nada menos que el principal canal de la zona poniente. El afán conmemorativo demostrado antes con el obelisco de los tajamares fue materializado esta vez mediante una pirámide en el lugar donde el camino a puerto se unía a San Pablo, para entrar majestuosamente en la capital del reino. El 'obelisco trunco' se trasladó décadas después a su actual ubicación, en Brasil con Santo Domingo. 117 Guarda, G., Historia urbana del Reino de Chile, citado, p. 256. Ese Palacio, originalmente estaría emplazado en el Basural de Santo Domingo, luego Mercado Central. 57 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS durante la mayor parte del año, en medio de un ancho lecho pedregoso, aunque al menos dos veces al año se transformaba en un impetuoso torrente. Durante largos meses, la caja del río -que en varios puntos alcanzaba los 400 metros- podía ocuparse para cruzar entre riberas e incluso como terminal de transporte público. Las intervenciones sobre el sistema de aguas de Santiago durante la segunda mitad del siglo XIX, y hasta la canalización del Mapocho, tuvieron su máxima expresión material en la nivelación de acequias ejecutada en los barrios del centro entre 1869 y 1871. La motivación fue sanitaria: debido al crecimiento de la población de Santiago –más de cien mil habitantes- las acequias urbanas se habían convertido en auténticas cloacas, pese a que servían para beber y limpiar. Dos desoladoras epidemias, en 1868 y 1872, confirmaron la urgencia del problema. La nivelación consistió en dar a cada acequia una pendiente constante entre su punto de salida y el de llegada, en profundizar su lecho de dos a tres metros debajo de la superficie, y en cubrirlas en casi todo el trayecto con bóvedas de mampostería de ladrillos. Esto se efectuó en canales importantes, como la acequia de Negrete –en el poniente- y otras de la zona sur. El error, según Ricardo Larraín Bravo, fue “dar a las nuevas acequias la misma dirección de las antiguas, dejándoles numerosas curvas o aun aumentando la que poseían; por esta razón se produjo la disminución de la corriente”.118 Esa disminución ocasionó un estancamiento de las aguas y el consecuente uso de ellas como cloacas, dejando definitivamente atrás su utilización como regadores de jardines y huertas. Simultáneamente, las acequias fueron asociándose cada vez más a los „miasmas‟ y epidemias. Pese a que en 1864 se dispuso de un servicio de agua potable traída de la quebrada de Ramón y de Vitacura, la mayoría de los santiaguinos continuó abasteciéndose de pilas públicas, con agua del Mapocho o del canal San Miguel (Acequia Grande, en la actual Diez de Julio, inaugurado en 1822).119 En este sentido, sólo la gran epidemia de viruela de 1872 provocó que la sociedad urbana le diera al problema un carácter grave, 118 Larraín Bravo, R. (1909). La higiene aplicada a las construcciones (alcantarillado, agua potable, saneamiento, calefacción, ventilación, etc.), primer volumen. Santiago, Chile: Impr. Cervantes, p. 862. 119 L. A. Romero, ¿Qué hacer con los pobres?, op. Cit., pp. 29-30. “A mediados del siglo XIX, 36.000 habitantes de Santiago, sobre una población total de 115.000 personas, cuentan con suministro de agua potable. Hacia 1855 se construye una red de distribución domiciliaria con 1.812 tubos de fierro traídos de Liverpool según proposición de Guillermo Wheelwright y con dos cajitas de agua de 32.000 metros cuadrados en Plaza Baquedano. En 1859 la Municipalidad de Santiago crea la Empresa de Agua Potable...y en 1865, los derechos sobre todas las aguas provenientes de la hoya de Ramón son adquiridos por el Estado.” Ver Saavedra, M. (2000). “La infraestructura, desde la fundación hasta fines de los años treinta”, en Santiago Poniente. Desarrollo Urbano y Patrimonio. Santiago, Chile: D.O.M. de Santiago y Atelier Parisien d‟Urbanisme, p. 49. 58 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO llevando a que el intendente Vicuña Mackenna encarara una limpieza general de la ciudad.120 En rigor, los barrios patricios fueron los únicos beneficiados por la implementación de los nuevos servicios. Tanto así, que Recaredo Tornero calculó que en 1872 sólo 32.080 personas habitantes de ese sector, de un total urbano de 118.687, disfrutaban de ese servicio. 121 La falta de agua potable y su calidad fue el centro de las denuncias a partir de estos años, reclamos que fueron incrementándose con el aumento de población. Evidentemente, esta escasez en la parte céntrica de la ciudad mostraba que en sus zonas periféricas dicho servicio era inexistente, subrayando los fuertes contrastes sociales que en ella se contenían. Esas consecuencias, junto con mostrar la histórica precariedad de las condiciones de salubridad e higiene, reafirmaban que la ciudad „propia‟ era una ínfima parte de una urbe que aún conservaba muchos elementos rurales. Y es que la crisis ambiental en el Santiago de la época había adoptado la forma de problemas de higiene y salubridad: ninguna de sus calles, por ejemplo, había sido pavimentada, y solo una ínfima minoría de casas contaba con agua potable.122 De esta forma –y en conjunto con el discurso de Vicuña Mackenna- en la urbe aparecía cada vez más una visión dual: por un lado, la oligarquía y por otro, el Santiago de los pobres. A este difícil panorama nacional se sumó en 1876 una epidemia de viruela, que mató a 6.324 personas. De ellas, 5.170 vivían en Santiago, desapareciendo así nada menos que el 4% de la población capitalina.123 Los efectos de esta situación ambiental y sanitaria promovieron la difusión del higienismo. Como es sabido, esta disciplina médico-social surgió en la Europa del siglo XVIII como parte de nuevas políticas de salud orientadas a solucionar los efectos de la urbanización y una paulatina industrialización. Se trató de un nuevo proyecto que consistía no tanto en sanar los cuerpos de los enfermos, sino sobre todo prevenir su infección.124 De esta forma, la normativa sanitaria para paliar epidemias, junto con las normas regulatorias internas de la ciudad, se convirtió en el origen del urbanismo moderno. En 120 L.A. Romero, op. cit., p. 129. 121 Citado por A. De Ramón, Santiago de Chile (1541 – 1991)…, op. cit., p. 172. 122 Peña, c., Santiago de siglo en siglo, citado, pp. 276 y 280. 123 Grez, S. (1997). De la “regeneración del pueblo” a la huelga general. Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810-1890). Santiago, Chile: Dibam, p. 462. 124 Foucault, M. (1980). “The politics of health in the eighteenth century”, en Power Knowledge: Selected interviews and writings 1972-1977. Nueva York, Estados Unidos: Pantheon Books, p. 170 y ss. Es evidente que aquí se vuelve al tema indagado por Tafuri en Las „máquinas imperfectas‟: los inicios de la economía espacial. 59 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS palabras de Michel Foucault, para el caso europeo, “el ejercicio de esas tres funciones –orden, enriquecimiento y salubridad- es asegurado menos por un único aparato que por un ensamble de múltiples regulaciones e instituciones, las que en el siglo XVIII toman el nombre genérico de „política‟”.125 Con esta situación se dio una intersección de una nueva, „analítica‟ economía de asistencia y la emergencia de una política general de salud, sustentadora de la notable importancia adquirida por la medicina. En otras palabras: un nuevo saber que intervino en la forma de la ciudad y en las representaciones de ésta. En Chile fue una tarea realizada prioritariamente por médicos. Aunque políticos destacados fomentaron su propagación –como Vicuña Mackenna durante su intendencia- fueron aquellos los promotores más decididos de una ideología moralizadora y paternalista, que como se ha dicho pretendía la precaución más que la curación de enfermedades. Aunque las epidemias eran corrientes en el Chile anterior a 1870, su masificación y consecuencias fueron tomando dimensiones catastróficas, coadyuvando a la difusión de esta corriente. Hacia 1870 se estableció un decreto que hizo obligatoria la enseñanza de la higiene en los colegios fiscales, y uno de los primeros textos fomentadores de hábitos de limpieza y orientados a conectarlos con la instrucción de valores republicanos fue el del doctor Adolfo Murillo: De la educación física y de la enseñanza de la higiene en los liceos y escuelas de la República, de 1872.126 El caso de Murillo es sugerente y quizás infrecuente, pero expresa en buena medida las posibilidades de acción de aquellos vinculados a esta nueva semántica: fue miembro de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, de la Sociedad Médico-Quirúrgica, de la Sociedad de Farmacia de Santiago, del Consejo de Higiene y redactor de la Revista Médica de Chile, entre otros cargos. Pero fue sólo con la epidemia de cólera de 1887 que el higienismo y la noción de higiene pública pasaron a ocupar una posición definitivamente central en el andamiaje de las políticas estatales, precisamente a poco de haber asumido el poder un gobernante con preferencia por las obras públicas como Balmaceda. 127 125 Idem. 126 Murillo, A. (1872). De la educación física y de la enseñanza de la higiene. Santiago, Chile: Oreste L. Tornero. Y del mismo autor, en las décadas siguientes: (1883). Vacunación obligatoria: discurso pronunciado en la Cámara de Diputados, Sesión del 6 de julio de 1883. Santiago, Chile: Impr. La República y (1896). La mortalidad urbana en Chile: discurso leído en la apertura del Congreso Científico General Chileno celebrado en Concepción en 1896. Santiago, Chile: Imprenta Roma. 127 Illanes, M. A. (1993). “En el nombre del pueblo, del estado y de la ciencia, (…)”. Historia social de la salud pública en Chile 1880/1973. Santiago, Chile: Colectivo de atención primaria. El impacto de la epidemia de cólera 60 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Pero a finales de siglo quedó en evidencia que esa transformación era insuficiente: en ese contexto, las críticas de los médicos e higienistas en general se centraron en una novedosa tipología urbana, los conventillos. Es necesario recordar que durante la segunda mitad del siglo XIX los ranchos fueron reemplazados por los conventillos como la principal modalidad de habitación barata, asentándose también como un excelente negocio para los propietarios. En un principio, fueron levantados subdividiendo casas coloniales, alquilándose las piezas en forma separada; luego empezaron a edificarse especialmente, con dos hileras de habitaciones y un corredor entre ambas. Muchas veces había un patio común por donde corría una acequia con desperdicios.128 En ese contexto, destacaron en la propuesta higienista Ricardo Dávila Boza y Federico Puga Borne, publicando estudios científicos en plena epidemia de 1886. Otros se orientaron al tema de la salubridad apremiada en el espacio público, como Octavio Maira. 129 Augusto Orrego Luco, en tanto, introdujo el concepto “Cuestión Social” al debate económico y de salubridad pública. Varios de ellos se percataron que para el caso particular de Santiago y como lo haría el presidente Balmaceda por esos años, las medidas higiénicas debían ir junto con un plan de racionalización de la infraestructura de agua potable y alcantarillado. Para los objetivos de esta tesis, esa preocupación será fundamental para impulsar obras de alcantarillado y agua potable, tan caras al uso del río Mapocho. Es de interés ver aquí esos cambios como parte de una relación entre las aguas, la salubridad pública y las obras de infraestructura: en Santiago, con la transformación del río en un canal en su tramo urbano, las intervenciones se puntualizaron en el uso de las tierras ganadas al torrente, así como en aspectos puntuales de abastecimiento de agua potable y alcantarillado. Simultáneamente, el higienismo, que ya había ganado terreno en las décadas de 1870 y 1880, pasó a ser un discurso central en la forma de comprender la ciudad, vinculándola prioritariamente a la limpieza de los cuerpos y los espacios públicos y privados. Un hito en la trayectoria de la estructuración del programa higienista y sus relaciones de poder fue en paralelo a la canalización del Mapocho y la desastrosa epidemia de cólera de de 1886-7 fue también patente en ciudades vecinas, como Mendoza. Cfr. Ponte, J., De los caciques del agua, citado, p. 328 y ss. 128 de Ramón, A., “La población informal. Poblamiento de la periferia de Santiago de Chile. 1920-1970”, citado, pp. 8-9. 129 Dávila Boza, R. (1884). La higiene de la escuela. Santiago, Chile: Impr. Cervantes y Puga Borne, F. (1886). Cómo se evita el cólera (estudio de higiene popular). Santiago, Chile: Impr. Nacional; Maira, O. (1887). La reglamentación de la prostitución desde el punto de vista de la higiene pública. Santiago, Chile: Impr. Nacional. 61 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS 1887: el Primer Congreso Médico Chileno (1889), cuya conclusión más destacada “fue la necesidad de convertir en ley de la República la creación del Consejo de Higiene Pública, como instrumento clave de la organización definitiva de la salubridad pública”.130 En efecto, la aprobación de la ley para crear el Consejo de Higiene Pública tuvo numerosos escollos en el Parlamento y en la prensa conservadora, radicados principalmente en los temores a la coacción de las libertades individuales, que ya habían demorado la aprobación del proyecto de vacunación obligatoria en 1886.131 En rigor, y siguiendo a Luis Alberto Romero, desde mediados del siglo XIX la ciudad comenzó a distinguirse cada vez más abiertamente entre los barrios ricos y la periferia popular. El crecimiento urbano y la urbanización se elevaron especialmente en la zona sur de la ciudad, superando la Alameda de los Monos y originando conventillos y rancherías miserables. En el oeste la avenida Matucana se constituyó como límite urbano, construyéndose el Ferrocarril Urbano, mientras entre la calle San Pablo y el Mapocho se formó un arrabal conocido como población Portales. En la Chimba el crecimiento fue más lento y se verificó junto a la rampa del puente de Cal y Canto, donde ya estaban los barrios del Arenal y el Campamento. En el centro de la ciudad, nuevos edificios fueron inaugurados, como el Club de la Unión, el Mercado Central y la remodelación del cerro Santa Lucía; mientras en la Quinta Normal se estrenó el Palacio para la Exposición Internacional de 1875. El Mercado Central (1872) fue el primer edificio de hierro de Santiago132 y, tanto por sus dimensiones como por su ubicación, se emplazó, al igual que la Estación Central y el Matadero, como uno de los espacios de mayor conglomeración de personas. Simultáneamente, el estado y la iglesia 130 Illanes, M. A. “En el nombre del pueblo…, citado, p. 84. Ver especialmente la primera parte, titulada “Solidaridad, ciencia y caridad” (pp. 27-136). A propósito del oscuro panorama sanitario, aquel mismo año el diputado dr. José Joaquín Aguirre, indicó en el Congreso Nacional que “Realmente es hasta cierto punto vergonzoso que en un país civilizado como el nuestro no haya una corporación encargada de este importantísimo servicio de higiene pública, pues es ésta la autoridad que, conforme a las prescripciones de la ciencia, debe decirnos las condiciones en que han de encontrarse los artículos destinados a la bebida y comida”. Sesión de 30/11/1889, en Cámara de Diputados. (1891). Boletín de las Sesiones Extraordinarias en 1889. Santiago, Chile: Imprenta Nacional, p. 285. 131 Sesión de 9/10/1891, en Cámara de Diputados. (1891). Boletín de las Sesiones Extraordinarias en 1891. Santiago, Chile: Impr. Nacional p. 28. Según Illanes, “Ambos proyectos eran promovidos por el mismo patrocinante anterior y Ministro del Interior de Balmaceda, Ramón Barros Luco, luego revolucionario y Ministro del Interior en 1892. Como presidente del Consejo Superior de Higiene Pública asumió José Joaquín Aguirre, y uno de sus miembros más importantes fue el senador y médico Francisco Puga Borne. Como jefe del Instituto de Higiene quedó Alejandro del Río, profesor de Higiene y Bacteriología”. Veáse “En el nombre del pueblo…, pp. 88-9. Sólo en 1892 el proyecto del Consejo fue aprobado, fundándose asimismo el Instituto de Higiene. 132 Palmer, M. (1970). 50 Años de Arquitectura Metálica en Chile: 1863-1913. Santiago, Chile: FAU, Universidad de Chile. Sin número de páginas. 62 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO católica comenzaron a estructurar una serie de inmuebles que propendían a tener un carácter más íntimo y cerrado que las concurridas cercanías del Mercado o la Estación. Tal fue el caso del Teatro Municipal (1853-1857), el edificio del Congreso Nacional (1857-1876) y la Universidad (1863-1874). En la década siguiente, se construyeron “los cuarteles de la Recoleta, la Moneda y la Artillería, junto al predio urbano y algunos nuevos edificios de sanidad y beneficencia”, a la par de “nuevos templos de la Recoleta, Capuchinos, el Salvador y el Sagrario”. 133 De esta época son también otros dos espacios destinados a satisfacer los requerimientos de la clase dirigente, como el Club de la Unión (1864) y el Club Hípico (1870), representantes de las ideas de sociabilidad que llegaban desde Europa, especialmente Francia. Cabe destacar asimismo la llegada de arquitectos franceses, como Claude François Brunet Debaines134 y Lucien Henault, quienes estuvieron a cargo de numerosas obras, secundados por chilenos como Fermín Vivaceta. Entre algunos de sus trabajos se cuentan la torre de la iglesia de San Francisco, la más antigua de Santiago, y el ya señalado Mercado Central. Entrando ya en la década de 1880, en Santiago aparecieron también otras expresiones de la modernidad: un ferrocarril urbano, en 1882, y la instalación de luz eléctrica en los sectores céntricos, en 1883. En vista de la expansión territorial, en 1885 la Empresa del Ferrocarril Urbano abandonó por primera vez el perímetro urbano definido por Vicuña Mackenna, al crear la línea Providencia, que circulaba por la calle del mismo nombre. En 1885 el servicio arribó también a la calle Bellavista, aunque con una frecuencia precaria.135 Los terrenos colindantes con la ciudad, asimismo, quedaron comunicados con ella por medio de coches de servicio público suburbano. Otras iniciativas mostraban que el carácter de capital que ostentaba Santiago no era un simple nombre: abundaban los hoteles, restaurants y cafés, espectáculos públicos, clubs, y se habían adaptado inventos recientes como el teléfono. Sin embargo, el problema de la contaminación del sistema de aguas capitalino continuó siendo, junto con los conventillos, el más propicio para la propagación de epidemias. Hacia finales del siglo XIX, el agua comenzó a ocupar un lugar aún más prioritario en el funcionamiento de la ciudad que el que tenía en décadas anteriores. La expansión urbana y el crecimiento 133 Romero, L. A., op. cit., p. 28. 134 En el gobierno del presidente Bulnes se contrató al arquitecto mencionado, quien además tomó a su cargo la enseñanza de la arquitectura, por medio de la primera escuela de arquitectura, fundada en 1849. 135 Cataldo, E., “Transporte”, en de Ramón A., Gross P. (comps.), Santiago de Chile…., op. cit., p. 52. 63 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS demográfico, sumados a los constantes brotes epidémicos, impulsaron la idea del acceso al agua potable como un servicio urbano básico. Si se observa el plano de Santiago de 1902 (fig. 4) se apreciará que a finales del siglo XIX e inicios del XX, los canales más importantes, cuya construcción se remontaba a la Colonia, estaban en torno al río e iban en dirección desde oriente a poniente. Además del San Carlos, afluente del Mapocho y el San Miguel, en la zona sur de la ciudad, estaba el de la Pólvora, que iba por avenida Recoleta al que se unía el Santo Domingo, que bordeaba el cerro San Cristóbal. Frente a la Cárcel Pública, el torrente entregaba agua para tres canales, dos dirigidos hacia el norte y otro al surponiente: el Pinto Solar, el Canal de La Punta y el Zapata, respectivamente. Este último corría a un costado de la calle Mapocho, donde se desprendía el canal Yungay. Este último continuaba hacia el sur-poniente, regando los campos aledaños a la Quinta Normal de Agricultura. El Zapata, en tanto, seguía cercano por calle Mapocho, penetrando en Carrascal. El Canal Pinto Solar, en tanto, seguía por la Chimba y llegaba hasta Renca y El Perejil, cuestión parecida al derrotero del Canal de La Punta.136 A finales del siglo XIX, estos canales activaban el trabajo de varios molinos. En Providencia eran especialmente importantes el Montolín, en la ribera sur y el Molino de San Pedro, en la norte. También hay registros del Santa Margarita, del poderoso Horacio Manríquez, ubicado en la calle Bellavista a la altura del puente del Arzobispo. En Providencia estaban además los Molinos de San Pedro, del Carmen, el Americano, el San Carlos y el Mapocho, sin que conozcamos su emplazamiento exacto. Como se dijo, seguía funcionando el Molino de San Pablo, antigua factoría jesuita. Por último, en las Hornillas, ribera norte al poniente de la ciudad, estaba el Molino La Estampa. El discurso del intendente Benjamín Vicuña Mackenna (1872-74) se contextualizó en ese nuevo panorama de relaciones entre la naturaleza y lo urbano. En Transformación de Santiago, propuso la canalización del torrente como principal tarea del gobierno urbano, indicando que “este proyecto no admite discusión. Es una necesidad pública antigua y, al mismo tiempo, es un brillante negocio para el municipio”. 137 Por ello también manifestó la urgencia del ensanchamiento de la red de agua potable y la 136 Gonzalo Piwonka destacó que, en esta red de aguas, “se rotularon los canales del Carmen, que riega también el sector de El Salto, el de Santo Domingo, construido para […] la Recoleta Domínica y del cual se desprendió el canal La Punta, que llevó agua hasta el pueblo de indios de Renca”. Las aguas de Santiago…, op. cit., p. 37. 137 Vicuña Mackenna, B., Transformación de Santiago, citado, p. 12. 64 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO a Fig. 4. Selección del Plano de la parte de la zona central de Chile regada por los acueductos de la Sociedad del Canal del Maipo, 1902. Aunque este plano es de principios del siglo XX, resulta útil para comprender el sistema de aguas del valle del Mapocho en la segunda mitad del siglo XIX. Al sur del río, desde la zona céntrica se desprenden el canal Zapata y el canal Yungay, ambos visibles a la izquierda de la imagen. Al norte del Mapocho se aprecian el canal de La Punta y el Pinto (ambos penetran la población Ovalle, la más importante urbanización en la Chimba). A la izquierda, a un costado del cerro Blanco, el canal La Pólvora. nivelación de acequias en orden a la higiene y salubridad.138 La mención a la “necesidad pública” junto con el “brillante negocio” no son casuales. Con su monumental Historia crítica y social de la ciudad de Santiago (1868), anterior a su nombramiento como intendente capitalino, promovió un nuevo enfoque sobre el Mapocho: la idea romántica de su rescate en pos de un desarrollo capitalista de mayor productividad. Se trataba de una tarea ambiciosa, especialmente en su dimensión urbana: el río había decaído en su rol de paseo público frente al de Delicias: por ello también propuso “crear en el centro de la ciudad un hermoso paseo tan espacioso como el de la Alameda y aun más suntuoso, y de un orden enteramente diverso”. 139 Sabido es que Vicuña Mackenna conoció Paris y Londres en plena fase de transformaciones urbanas que, entre otras áreas, intervinieron sus respectivos ríos: el Sena y el Támesis. Pero tan o más relevante fue su paso por ciudades norteamericanas (Sacramento entre ellas, que data sólo de 1848, en plena fiebre del oro), emplazadas en valles con sendos ríos sin canalizar: 138 Ídem. 139 Idem., p. 13. 65 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS “Puesto en tierra visité Sacramento, una gran ciudad en embrión, dividida en tres grandes calles, desde el río hacia la Sierra Nevada, cuyas cumbres se ven brillar en el extremo de la llanura. Las calles que corren en esta dirección se denominan por las letras del alfabeto A, B, etc., y las atravesadas por la numeración 1, 2, 3, etc., de modo que por este excelente sistema al designar a una casa se conoce de un modo obvio, no sólo la calle sino la manzana en que está, diciendo, por ejemplo: Calle C.3. Este laconismo es verdaderamente yankee, infalible como la puntería de un rifle”140 Se trata de la idea de ciudad nueva, tan presente en un ciclo de cambios urbanos visible en Latinoamérica y otros contextos entre 1850 y 1930. En Transformación de Santiago, el intendente incluyó por primera vez una constante mención a los bordes mapochinos como problema estético e higiénico: el río como un elemento geográfico corrosivo en la ciudad. Por ello, incluyó informes aciagos sobre las riberas; por ejemplo, que la estructura de los guangualíes ubicados entre el río y San Pablo, un par de kilómetros al este del puente Cal y Canto (aproximadamente la actual avenida Brasil), era sumamente precaria, panorama que se repetía en el lado norte santiaguino. Sin dudarlo, el inspector Miquel explicó al Intendente que la “Zona de San Pablo”, era una “inmensa ranchería que más que suburbios de una ciudad, parece una toldería de indios” y cuya anchura era “de 5 cuadras en parte y de 3 en otras”. Indicó además que “la mayor parte de las murallas que dan a la calle son de quinchas o están en el suelo; otros son ranchos que están abandonados, paredes desplomadas, pantanos de inmundicia, cerros de basura, las acequias se derraman por esas callejuelas tortuosas; en fin, es un cúmulo de insalubridad difícil de pintar”141. Y sin embargo, Vicuña Mackenna, en el mismo proyecto, urgió por una urgente necesidad de uso del río –canalizándolo- teniendo como motivación principal “incorporar a la ciudad propia, formando un sólo cuerpo con ella, los hermosos y hoy relegados barrios de ultra Mapocho”. Como es sabido, la “ciudad propia” era aquella que quedaba al interior del Camino de Cintura que proyectó el mismo intendente y estaría “sujeta a los cargos y beneficios del municipio”. Esta pretendida integración de los barrios ultra-Mapocho es 140 Vicuña Mackenna, B. (1936). Páginas de mi diario durante tres años de viaje. Tomo I. Santiago, Chile: Universidad de Chile, p. 37. Los años de viaje fueron entre 1853 y 1855. Un artículo ya clásico sobre el problema general es el de Hardoy, J., “Teorías y prácticas urbanísticas en Europa entre 1850 y 1930”, citado. 141 66 Vicuña Mackenna, B., Transformación de Santiago, citado, p. 31 y ss. DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO crucial, ya que fueron los únicos sectores de la “ciudad bárbara” que se intentaron incluir en la urbe “ilustrada, opulenta, cristiana”. Recuérdese que incluso un lugar de la banda sur como la “Zona de San Pablo”, no disfrutaría ese rango, al ser nada más que una “toldería de indios” 142. La importancia del nuevo rol asignado al municipio resulta fundamental desde el necesario análisis del gobierno urbano. Pero interesa aquí destacar más bien la nueva representación que Vicuña Mackenna abre respecto al Mapocho: el problema de „lo natural‟ podía ser reconvertido en conexión y simultáneamente en nueva estética. Recuérdese que otra de las obras emblemáticas del Intendente, la transformación arquitectónica y paisajística del cerro Santa Lucía (1872), significó la construcción de senderos y paseos, terrazas y pequeños torreones, entre otros elementos. A semejanza del Mapocho, se pretendía integrar a Santiago un factor geográfico mirado con recelo, carente de vegetación y refugio de vagos, pese a estar situado a escasas cuadras del centro fundacional. De esta manera, este espacio colectivo fue transformado, sobre la base de una nueva ordenación de la naturaleza, en un área para la contemplación de „lo natural‟, como nueva forma de uso destinada a una elite que priorizaba y valorizaba el encuentro social y el descanso, pero también lo que entendía como educación y progreso de la nación143. Esa combinación entre dominio y transformación de los accidentes geográficos promovió incluso la publicación de una guía del Santa Lucía por parte de Vicuña Mackenna, documento que Adrián Gorelik ha visto como un temprano “manual de uso de una metrópoli futura”144. Podría señalarse que más allá del negocio que impulsó la propuesta de canalización, están presentes al menos nuevas versiones de dos viejas ideas: de ciudad y de imagen de ciudad. Porque al integrar aquellos “hermosos y relegados barrios” del norte, se estaba anexando también un tipo de arquitectura y urbanística particular. Podríamos decir que el problema de „lo natural‟ era mejorable a partir de los aspectos positivos que había legado, esto es, un paisaje pintoresco. Como dijera el ingeniero Marín, bajo las órdenes de Vicuña Mackenna, se trataba 142 Ibíd, pp. 12-13. Véase la nota anterior. Como es sabido, la creación de caminos de cintura fue un fenómeno común en varias capitales latinoamericanas. Cfr. Almandoz, A. (ed.), Planning Latin America's capital cities, citado. 143 Peña Otaegui, C., Santiago de siglo en siglo, op. cit., p. 271. 144 Gorelik, A., La grilla y el parque, citado, p. 152. Énfasis en el original. 67 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS “en una palabra, de una gran parte de nuestra capital, hablo de los barrios de la Chimba, Purísima, Recoleta, Cañadilla y Arenal, que abrazan en su área además de buenos edificios, casitas, hermosas quintas y jardines, multitud de establecimientos de educación, un cuartel, no menos de doce molinos, y varias fábricas a más de los hermosos templos. ¿Pueden razonablemente esos importantes barrios, toda una población, con todos esos establecimientos públicos y particulares, quedar fuera de lo que propiamente debe llamarse el primer circuito de nuestra capital? ¿Pueden, acaso, esos barrios, considerarse como suburbios de la ciudad?”145. El discurso de Vicuña Mackenna, finalmente, abre una nueva categoría para el río que, en la senda de lo pintoresco, no apunta a su carácter infausto, sino a la historia de su poblamiento. Posiblemente por su romanticismo, Vicuña es el impulsor de una representación que los pintores y litografistas extranjeros habían retratado mucho antes, pero no habían consolidado: el Mapocho como lugar del mundo popular. En otras palabras, a la formación de una construcción del sentido de 'lo popular' a través y con el imaginario de 'lo mapochino'. Esta idea, que volverá permanentemente a lo largo de esta tesis, alude a una de las construcciones culturales de lo popular más extendidas en Santiago y como se verá, una de las más recurridas durante el lapso de estudio. Si la precariedad habitacional, la delincuencia y la agitación política eran aspectos recurrentes en la comprensión del sector por autoridades y viajeros, para la época del Intendente Vicuña Mackenna se agregó un nuevo elemento: su carácter pintoresco. Si el objetivo del funcionario era el saneamiento de la ciudad y la conectividad entre sus diferentes barrios, el argumento estético-historicista también fue un tópico destacado. Vicuña Mackenna no desestimó el carácter inefable del río en el carácter chileno, pero sí lo equiparó con aquel imaginario pintoresco: en su Historia crítica y social… enfatizó en que en la Chimba vivían en una primera fase de la ciudad sólo indios y mestizos dedicados a la pequeña agricultura y a la artesanía. Articuló allí también la idea de la ciudad partida en dos y el carácter pueblerino y rural de la parte más pequeña. Y específicamente respecto al mundo de ambas riberas, dirá en un libro póstumo “que el 145“Memoria sobre la sección del norte del camino de Cintura por el presidente de la comisión don Ricardo Marín, director del cuerpo de ingenieros civiles”, en Vicuña Mackenna, B., Transformación de Santiago, citado, p. 148. 68 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Mapocho, a fuer de temido por sus recios aluviones, fue siempre plebeyo y de aquí su calle de Las Ramadas, con este nombre conocida a causa de las enramadas que el movedizo pobrerío levantaba en el abierto pedregal de su cauce”146. Con estas miradas -a la par de otras desarrollándose en la economía, la medicina, la ingeniería, la arquitectura- hubo un cambio tanto de lenguaje como de representación que nos impulsan a plantear el paso a una nueva etapa histórica en el imaginario sobre la ciudad. Se plantea esto básicamente por lo sostenido como hipótesis, que indaga el problema a partir de la unidad de análisis espacio público: desde la intendencia de Vicuña Mackenna se definió un nuevo punto de vista sobre el río, trayendo consigo representaciones literarias y plásticas en paralelo a un emergente „town planning‟. Es decir, precisando las necesidades básicas de los bordes (canalización y parque en pos de mejor conectividad-productividad y plusvalía en el precio del suelo, respectivamente); y surgiendo obras de infraestructura y servicio relacionadas con el agua potable, la nivelación de las acequias urbanas y el alcantarillado. Ahora bien, después de la intendencia de Vicuña Mackenna el nuevo panorama urbano se visibilizó especialmente mediante el ferrocarril y la arquitectura pública. Se trató de un disímil auge en la construcción urbana: si hacia 1870 el mundo privado podía mostrar sus palacios neoclásicos cercanos a la Plaza de Armas y la Alameda, y la iglesia católica sus imponentes templos, el estado se encontraba sin grandes construcciones para exponer su poder. Podía mostrar dos grandes parques públicos que habían orientado al crecimiento de la ciudad, como la Quinta Normal de Agricultura y el Parque Cousiño. También un agreste cerro del centro forestado y convertido en parque, como el Santa Lucía, así como un terminal ferroviario como la estación Central. Pero en cuanto a edificios, además del moderno Mercado Central, sólo contaba con el Palacio de la Moneda, los palacios públicos de la Plaza de Armas –todos de herencia colonial- y la Universidad. Sólo a fines de la década de 1870 comenzaron los esfuerzos para revertir esa situación entendida como „atraso‟, materializándola paulatinamente en un plan de edificación por parte del Estado. Fue el caso del nuevo edificio del Congreso Nacional y sus jardines, de 1876 y de la Escuela Militar, iniciada en 1878. En ese panorama, los arquitectos, 146 Vicuña Mackenna, B., Una peregrinación a través de las calles de la ciudad de Santiago, op. cit. Como se indicó más arriba, la calle de las Ramadas es hoy Esmeralda. 69 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS ingenieros y técnicos en general adquirieron una relevancia inusitada, mayoritariamente vinculados al Ministerio de Industria y Obras Públicas creado en 1887. Racionalizar y aumentar los trabajos fiscales había sido un objetivo ambicionado desde los primeros tiempos republicanos. El proceso de conformación de un grupo de especialistas vinculados a un ministerio no estuvo exento de disputas y postergaciones. El senador e ingeniero Manuel Valdés Vigil expresó en 1877 que “se necesita en Chile, donde tantos millones se gastan en caminos, una sola dirección, un ministerio de trabajos públicos […] El Ministerio del Interior y los demás Ministros de Estado, aunque abogados muy distinguidos, no entienden nada de eso, porque no es de su competencia. Ven un plano y no lo pueden comprender, porque esa no es su especialidad”. 147 Durante los siguientes años la propuesta de Valdés Vigil no se concretaría en cuanto a la formación de un nuevo organismo fiscal, pero sí respecto al aumento de la participación de los ingenieros en las decisiones técnicas y políticas del país. Esta mutación afectó también, aunque en menor medida, a arquitectos y geógrafos. Hasta finales de siglo fue común que esas profesiones se asimilaran con la ingeniería –entendiéndolas como subsidiarias de ésta- por lo que se hablaba de „ingeniero geógrafo‟ o „ingeniero arquitecto‟. No obstante, la nueva estructuración estimuló una progresiva separación de las esferas, donde la geografía fue orientada al estudio de la geodesia y los territorios mineros, consolidando su establecimiento como disciplina con un campo de trabajo delimitado.148 Los arquitectos tuvieron una trayectoria similar. Hasta 1874 existía un profesional con título oficial de Arquitecto de Gobierno, a cargo del levantamiento de los edificios públicos, pero dependiente del Cuerpo de Ingenieros Civiles. Ese año se organizó la Oficina de Arquitectura, dependiente del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, que asumió la función del antiguo cargo, designándose para la dirección general a un arquitecto, el prestigioso Manuel Aldunate. Sólo la coyuntura resultante de un triunfo bélico permitió la concreción del nuevo ministerio. En 1883, la guerra del Pacífico sostenida por Chile contra 147 Citado por Greve, E., Historia de la ingeniería en Chile, IV, op. cit., p. 109. El énfasis es nuestro. 148 Como ha sostenido el geógrafo Horacio Capel, en los países europeos “the essential factor that leads to the institucionalization of geography and the appearence of the scientific community of geographers is the presence of this science in primary and secondary education by the middle of the nineteenth century”. Capel, H. (1981). “Institucionalization of geography and strategies of change”, en Stoddart, D.R. (ed.). Geography, ideology & social concern. Oxford, Inglaterra: Basil Blackwell, p. 48. 70 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Perú y Bolivia por más de cuatro años llegó a su fin. En base a ello y a los tratados posteriores, el Estado chileno accedió al dominio de una enorme extensión territorial en el desierto de Atacama y a puertos como Antofagasta, Iquique y Arica. Pese a la aridez de las tierras, éstas contenían salitre, un poderoso abono requerido por la agricultura y agroindustria de los países del Primer Mundo. A partir de entonces, la economía nacional contaría con ingresos cuantiosos que posibilitarían llevar a cabo un ambicioso plan de inversión en obras públicas, aumentando sustancialmente la presencia estatal en la infraestructura. La cara más destacada de este proceso de modernización fue el presidente José Manuel Balmaceda (18861891), quien inició su tarea con la creación del Ministerio de Industria y Obras Públicas en 1887. El nuevo organismo reunió funciones nuevas y otras traspasadas de una reorganización de las carteras de Interior, Justicia, Hacienda y Guerra, encargándosele la “protección y desarrollo de las industrias agrícolas, minera y fabril” y los trabajos de vialidad e infraestructura pública. En cuanto a su disponibilidad financiera el nuevo Ministerio tuvo un trato preferencial, ya que se le asignó más de un quinto del presupuesto nacional.149 Aunque hasta ese momento existían numerosos ingenieros, arquitectos y técnicos trabajando en obras públicas, la onerosa inversión de la administración Balmaceda permitió sobre todo tres objetivos: racionalizar las funciones, acelerar y aumentar los trabajos y contratar profesionales en el extranjero. Para lo primero se fundó la Dirección General de Obras Públicas, que respondería directamente ante el Ministro del ramo a través del Consejo de Obras Públicas. Para lo segundo se siguió la idea anterior, cerrando unidades como el Cuerpo de Ingenieros Civiles y la Oficina de Arquitectos, reuniéndolas en otras nuevas adscritas a la nombrada Dirección. Estas nuevas subdirecciones fueron cuatro: de ferrocarriles y telégrafos, de puentes, caminos y construcciones hidráulicas, de arquitectura y de minas, geografía y geodesia.150 En cuanto a la traída de técnicos extranjeros, Ernesto Greve menciona que en menos de tres años -1888 a 1890- fueron contratados setenta ingenieros, arquitectos y conductores de trabajos públicos, con mayoritario número de franceses (30) y belgas (28).151 149 Greve, E., Historia de la Ingeniería en Chile, citado; Bethel, L. (ed.).. (2000). Historia de América Latina. 10. América del Sur, c. 1870-1930. Barcelona, España: Crítica, p. 169. 150 Ministerio de Obras Públicas (1888). Ley que crea la oficina de la Dirección de Obras Públicas. Enero 25 de 1888. Santiago, Chile: Impr. Nacional. 151 Greve, E., IV, op. Cit., p. 262. 71 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Con la creación del Ministerio de Industria y Obras Públicas, la estructura burocrática se centralizó en la nombrada sección de Arquitectura, dirigida por el arquitecto chileno Víctor H. de Villeneuve. Ya que la mayoría de los profesionales extranjeros fueron contratados para el trazado ferroviario, esta oficina tuvo en un principio, además de Villeneuve, sólo dos arquitectos. Pese a ello, su orientación –como hubiera deseado Vicuña Mackenna- estuvo en dos grandes tipos de edificios urbanos: escuelas y cárceles. 152 La tarea del naciente Ministerio no se restringió a la capital, ya que por esos años comenzó la construcción del muelle fiscal y del dique del puerto de Talcahuano, aumentaron las líneas férreas en la Araucanía y se iniciaron los estudios para modernizar la red de agua potable y alcantarillado en Valparaíso y las ciudades del norte. Con todo, si bien el gran anexo territorial de la época junto con el Norte Grande -la incorporación de la Araucaníahabía impulsado la labor de los ingenieros en el levantamiento de puentes sobre los ríos sureños, esa intervención se implementó en áreas rurales y no en ciudades. En definitiva, fue en los principales centros urbanos donde los trabajos de infraestructura pública tuvieron mayor impacto. Es posible que se haya tratado de una auténtica renovación profesional; pero como en el caso de ingenieros y geógrafos, los arquitectos no conformaron una racionalización disciplinaria extrapolada del conjunto social. Sabido es que numerosos autores han dedicado su atención al momento en que, en diferentes fases y tiempos, la urbe comienza a vista como un problema. O, siguiendo a Paolo Sica, como una ciudad que se encuentra en una paulatina ruptura con todas las formas del pasado, buscando rozar la pretendida „modernidad‟153. Interesa destacar aquí que los nuevos lenguajes y posibilidades de acción en el sistema de poder con que contaron ingenieros, arquitectos y geógrafos convergieron con otra corriente de pensamiento 152 Dirección de Obras Públicas (1890). Revista de la Dirección de Obras Públicas. Memorias e informes sobre construcciones civiles, ferrocarriles, arquitectura, minas, industria y geografía. Santiago, Chile: Impr. Gutenberg. Para esto la sección de Arquitectura inició una auténtica profesionalización de los métodos hasta entonces empleados, por lo que en su memoria de 1890 indicó que “En las escuelas y cárceles en construcción hay que hacer notar que pesar de que se formaron legajos de planos litografiados, que correspondían a los tipos adoptados, sin embargo, de ello ha sido necesario muchas veces construir nuevos planos o hacer rectificaciones que demandaban largo tiempo, por no haberse prestado el terreno disponible a las dimensiones generales que se adoptaban para la construcción, o bien porque los trazados no se ciñeron a las cotas de los planos, produciendo todo esto un recargo extraordinario en los trabajos de oficina, difícil de apreciar”. Precisamente uno de los primeros recintos penitenciarios levantados por esta dependencia fue la Cárcel Pública de Santiago, obra iniciada en el borde sur del Mapocho en 1887, dirigida por el propio Villeneuve hasta su fallecimiento poco después y de la que se hablará más adelante. 153 La idea en Sica, P. (1977). La imagen de la ciudad. De Esparta a Las Vegas. Barcelona, España: Gili, p. 111. 72 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO urbano y de salubridad pública en boga por ese entonces, como es el ya nombrado higienismo, liderado por médicos. Sin embargo, insistimos en que la operación desarrollada en las décadas siguientes no fue automática: involucró inéditas técnicas y operaciones que fueron mucho más allá de lo propuesto por Vicuña Mackenna. La conclusión del Mercado Central y la edificación de una plaza perimetral, la construcción de una estación ferroviaria (la Mapocho), de numerosos edificios públicos y de un barrio residencial, al igual que la erradicación de los grupos plebeyos, fueron obras enunciadas por el intendente decimonónico, pero ejecutadas con otras técnicas y en contextos diferentes (piénsese en la guerra civil de 1891 y el centenario), quince o más años después de su paso por el gobierno provincial. Su mirada sobre las franjas ribereñas, sostenida desde el romanticismo y la valoración-rentabilidad de lo pintoresco de la Chimba, no fue la misma de los políticos municipales, parlamentarios y ministeriales que inauguraron la intervención de fin de siglo. Por ello mencionamos que entonces se acentúa una 'triple tensión': marginalidad, impureza, excreción, donde lo infausto se encarna ya no tanto en la naturaleza adversa sino en el cuerpo y la vivienda del pobre. La dominación cambió de base discursiva, de escala espacial y de herramientas de gestión. Y sin embargo, fue Vicuña Mackenna quien dejó la principal forma de pensamiento sobre el torrente: siguiendo a Michel de Certeau, se trata de una práctica enmarcada en una articulación entre naturaleza y cultura donde una sociedad (o partes de ella) pueden modificar la relación con la naturaleza convirtiendo lo „natural‟ en utilitario o en estética.154 El siguiente capítulo está destinado a comprender cómo se produjo esa transformación, destacando las diferentes dimensiones culturales de esta modernización urbana. 154 de Certeau, M. (1981). “La operación histórica”, en Le Goff, J., Nora, P. Hacer la historia. I. Nuevos problemas. Barcelona, España: Grijalbo. 73 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Capítulo 2. Contener y rectificar: inundaciones, marginalidad, proyectos y construcciones 2.1. Proyectos y canalización del torrente: la destrucción del puente de Cal y Canto y el encajonamiento del río (1873 – 1895) “[…] la ciudad de Santiago necesita hacer desaparecer esa zona pestilente y sucia que se llama la caja del río transformándola en arteria de salubridad y en atractivo paseo” Valentín Martínez, Canalización del río Mapocho, 1885. Los proyectos y trabajos desarrollados durante el siglo XIX en torno al río Mapocho y los cursos de agua en general, pueden ser divididos en dos momentos históricos: el primero, desde la intendencia de Vicuña Mackenna, mediante el proyecto presentado por Ernesto Ansart en 1873. Se trata de un período que se extiende hasta la transformación del Mapocho en un canal, en 1892, y previo a la construcción de edificios y la instalación del sistema de alcantarillado. La segunda fase se inaugura a partir de los proyectos de canalización posteriores a Ansart (ingeniero Valentín Martínez, 1885 y 1888). La modernización que significó el sistema de alcantarillado -y más específicamente, la discusión sobre cómo implementarlo- inauguran una segunda fase, ya que precisamente involucran un cambio en la noción de espacio público y por ende, de relación entre naturaleza y ciudad. Allí, y pese a la variedad de técnicos y propuestas, Valentín Martínez se consolidó como el principal referente sobre el tema. Además, como integrante del Consejo Superior de Higiene Pública, influyó en las decisiones sobre las ubicaciones de los edificios a construir en las riberas mapochinas. Por ello, la figura de Martínez aporta una dimensión fundamental para comprender el impacto de la canalización y de un sistema de cloacas que incluía al río como curso de desechos de aguas servidas: es una dimensión que tiene a la técnica como base de razonamiento y acción. Por otra parte, esa modernización incluye a una postura como la del escritor Justo Abel Rosales, quien con sus libros de circulación masiva no sólo rescató y priorizó la Chimba y el colonial puente de Calicanto por sobre otros lugares de la ciudad –en tiempos de grandes cambios materiales- sino que, lo que quizás es más relevante, lo vinculó estrechamente con el mundo urbano. Un ingeniero y un historiador. Sin duda hubo posiciones intermedias, pero en ellos se encarna mejor la tensión 74 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO entre la nostalgia colonial y la modernidad abrupta: con sus representaciones del río, con sus participaciones en la esfera y el espacio público, Martínez y Rosales nos servirán como los testimonios contrapuestos de la compleja transformación de aquel en un canal, así como de las operaciones posteriores. Fig. 5. Emilio Garreaud, Puente de palo en el río Mapocho, c. 1870. Durante la época republicana, nuevos tajamares fueron construidos, coexistiendo con el colonial puente de Cal y Canto. Algunos de los viejos tajamares fueron reconstruidos, pero nunca pudieron ofrecer garantía de seguridad frente a los embates del río. Hasta 1880, la caja mapochina fue un anchísimo pedregal que servía como terminal de transporte público, ya que se encontraba a casi el mismo nivel que el resto de la ciudad. Los bordes del Mapocho eran también el límite del damero fundacional (Fig. 4). En consecuencia y a diferencia del cerro Santa Lucía, inaugurado por Vicuña Mackenna en 1873, el obstáculo geográfico representado por el Mapocho no 75 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS fue intervenido hasta fin de siglo.155 Los cambios más profundos respecto a las antiguas intervenciones coloniales sólo llegaron en el último tercio del siglo XIX, cuando junto con contener, se ambicionó encajonar al río y simultáneamente ganarle tierras. Entre 1872 y 1874, el intendente Benjamín Vicuña Mackenna tuvo como principal prioridad la canalización del Mapocho, tanto por la necesidad pública de salubridad como porque “es un brillante negocio para el municipio”. El ingeniero Ernesto Ansart, autor del plano de Santiago de 1875, elaboró un proyecto de canalización dos años antes, donde proponía realizarlo en base a un desnivel al interior de la caja del río, incluyendo dos nuevas calles, una en cada ribera, inundables en el caso de crecidas. Estas tierras ganadas al río serían reconvertidas en función residencial: “La zona así rescatada formará un magnífico barrio situado al centro de la ciudad, perfectamente ventilado por el canal y las calles adyacentes y perpendiculares, por lo tanto más sano que cualquiera otra parte de la población, puesto que todas las casas tendrán grandes sótanos, cuya excavación está hecha naturalmente, y que serán además susceptibles de ser aprovechadas como bodegas”. 156 Ansart, con un permanente interés en la compensación monetaria de las nuevas construcciones, limitó el estudio desde la simbólica pirámide de los tajamares en Providencia, frente al entonces nuevo hospital del Salvador, con límite poniente en el molino de San Pablo, en calle Manuel Rodríguez. El trabajo del técnico francés se caracterizó por sus rigurosas mediciones de niveles, resistencias y pendientes. De esta manera, se midió la hoya del río, arrojando 6 metros de profundidad, lo que comprendió como ideal para la edificación de malecones: “Conociendo la pendiente y la profundidad, nos fue fácil determinar la anchura que resultó ser de 60 metros, dando cabida a un volumen próximamente igual al del Rhin en sus creces, y muy superior a muchos ríos conocidos”. 157 En cuanto al trazado, proyectado para una extensión de 3.300 metros, debía procurar “ejecutarse lo más recto posible y dejar la mayor superficie de terreno del lado sur donde la propiedad tiene mayor valor”. Este planteamiento de Ansart es relevante, ya que quince años después Martínez ejecutaría la canalización en ese sentido y con similares argumentos. El arquitecto francés propuso que en una de las dos avenidas costaneras 155 Piwonka, G., Las aguas de Santiago de Chile. 1541-1741. Tomo 1, citado. 156 Ansart, E. (1873). La canalización del Mapocho. Proyecto trabajado encargado por la Municipalidad de Santiago y don Luis Cousiño. Santiago, Chile: Imp. de La República, pp. 5-6. Sobre el intendente, Vicuña Mackenna, B., Transformación de Santiago, cit. 157 76 Ansart, E., La canalización del Mapocho, op. Cit., p. 10. DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 6. Ernesto Ansart, “Plano del río Mapocho con indicación del canal y las manzanas conquistadas”, 1873. nuevas, la del norte, de 20 metros y paralela al río, comenzara sólo desde el puente de la Purísima, “pero es de suponer que los dueños de los terrenos de la parte oriente de la ribera norte continúen esta calle que no ha sido posible trazar para no dar una curvatura demasiado pronunciada al canal”. En el sur, en cambio, no habrían esos inconvenientes de propiedad: Ansart sugirió dividir las tierras ganadas al río (y niveladas con el resto de la ciudad) en 20 manzanas. Del total del terreno, “dejamos para el público, además de la calle del nuevo tajamar, todo el espacio comprendido entre el Mercado Central y el tajamar, salvo el edificio reservado a la estación central de los ferrocarriles chilenos”. Esta sugerencia respecto al espacio público también fue recogida por Valentín Martínez en los ‟80, y apuntaba a ser el „round point‟ de una serie de edificios públicos. Además, también fue relevante la opinión de Ansart respecto a las calles que cortarían en norte-sur aquellas manzanas: serían también de 20 metros de ancho y tendían continuidad con los nuevos puentes propuestos.158 Los malecones, en tanto, debían superar posibles socavamientos de terreno, algo que le había ocurrido a los tajamares coloniales. Esto no sucedió con los tajamares 'nuevos', levantados a mediados del XIX, por lo que era necesario hacer lo mismo con el Mapocho: “Dando menor cauce a las aguas, mayor altura a los malecones, mayor profundidad al canal, era necesario profundizar a lo menos hasta 6 metros para apoyarse en una zona inaccesible a las aguas”. Cada malecón tendría 13 metros, apoyados en “machones” o apoyos, “de 3 metros en cuadro, distantes entre sí 10 metros y reunidos por arcos rebajados de 2 metros de flecha”. Los arcos estarían hechos de ladrillo y base de piedra y mezcla; mientras que los machones 158 Ansart, E., op. Cit., p. 12. 77 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS penetrarían hasta 8 metros adentro del canal y podrían ser de tubos de fierro o por sistemas de vapor. Todos estos factores evidencian la utilización de nuevas tecnologías en el Chile de 1870, cuestión inaugurada con el Mercado Central (1872), instalado en la ribera sur mapochina. Por otra parte, el espacio público del proyecto está considerado a través de la edificación de “cunetas-solera”, obteniendo así “una gran solidez y un aspecto más agradable a la vista”. En cuanto a los puentes, Ansart consideró seis, todos de fierro de celosía, así como la desaparición de los puentes existentes, “(con especialidad el de Calicanto, cuya situación y poca anchura formando un dique que detenía las aguas) ha causado los desastres en las avenidas”. 159 En tanto, el canal tendría 60 metros de ancho para albergar las aguas de las avenidas; “pero como éstas no se presentan más que una vez en un siglo, claro es que la mitad de la anchura del canal es suficiente”. Por eso Ansart dividió el canal en dos: “el uno, el del norte, para cauce ordinario, y conservo el otro a un nivel de dos metros más alto que el anterior, de manera que sólo en las grandes avenidas, el agua se extenderá sobre su fondo”. Finalmente, Ansart expuso brevemente un segundo proyecto: allí propuso desviar el curso del río hacia el norte (por el faldeo del cerro San Cristóbal), construyendo una nueva Alameda en la vacía caja del Mapocho. Aunque al arquitecto le parecía la mejor alternativa, el proyecto no fue concretado, a diferencia de otros planes de dominación de elementos geográficos santiaguinos como el cerro Santa Lucia. La apertura del segundo proyecto de canalización del río Mapocho, elaborado por Valentín Martínez en 1885, fue un antecedente directo de la importancia otorgada por el estado a las obras públicas. El ingeniero Martínez, egresado de la Universidad de Chile, inició su labor profesional en la década de 1870, precisamente cuando comenzaban los fenómenos de epidemias masivas y graves carencias de salubridad pública. Martínez fue becado por el Estado para estudiar en la Universidad de Gante, una de las más antiguas de los Países Bajos. 160 Allí pudo visitar industrias y laboratorios en Francia e Inglaterra, entre otros países. En este último se contactó por primera vez con Robert Rawlinson, ingeniero especialista en instalaciones sanitarias (desagües y agua potable), y en el tratamiento de los 78 159 Ibíd., p. 15. 160 Serrano, S. (1994). Universidad y nación. Chile en el siglo XIX. Santiago, Chile: Universitaria, p. 213. DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO ríos urbanos. Las palabras de Martínez en el proyecto de 1885 reflejan el conocimiento de proyectos anteriores, como el de Ansart: “La idea de la canalización del Mapocho no es de ayer. Los primeros pobladores europeos que trazaron la planta de Santiago han debido sentir la necesidad de construir defensas que, encerrando al río en su lecho, fácilmente desbordable, protegiesen la nueva población contra las grandes creces. […] Mas no era bastante garantir la población; la ciudad de Santiago necesita hacer desaparecer esa zona pestilente y sucia que se llama la caja del río transformándola en arteria de salubridad y en atractivo paseo”161 Las palabras de Martínez condensan las nuevas preocupaciones de las clases dirigentes en su visión sobre el río Mapocho. El primer desafío se refiere a aspectos de infraestructura: el Puente de Cal y Canto, acusado desde Ansart como un obstáculo a la circulación de las aguas, ya no constituía una infraestructura apropiada. Tampoco los viejos tajamares eran garantía suficiente de protección frente a las avenidas del torrente. El objetivo era claro: canalizar y levantar nuevos tajamares y puentes. En todo el mundo, estas intervenciones se caracterizaban por instaurar un nuevo tipo de técnica, vinculada al uso del acero y a la superación de lo que sólo algunas décadas antes eran obstáculos insalvables. Por esto se ha dicho que “hasta la Revolución Industrial, la mayor parte de los puentes era de madera o de arcos de piedra y se construían de acuerdo con reglas acumuladas empíricamente. Así, por ejemplo, una regla establecía que el espesor de los pilares sustentadores de los arcos de piedra debía medir la quinta parte del ojo del arco. La fundación de la Escuela de Puentes y Caminos francesa y su primer director, [Jean-Rodolphe] Perronet […] cambiaron por completo la situación”162. Una segunda tarea urgente para la clase dirigente santiaguina se vinculó con el higienismo y las ideas sobre la propagación de epidemias y enfermedades. Esta labor estuvo ligada a nuevas ideas de intervención en las ciudades, específicamente el tratamiento de aguas y la canalización de los ríos. Como ocurrió en Francia en los siglos XVIII y XIX, existió una relación entre los procesos de instalación del discurso higienista, los cambios en las 161 Martínez, V. (1885). Canalización del río Mapocho. Proyecto presentado a la Municipalidad de Santiago. Santiago, Chile: Cervantes, p. 3. 162 Forbes, R. J. (1958). Historia de la técnica. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, p. 253. 79 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS representaciones olfativas y las consecuentes transformaciones en el espacio público y privado. Dentro de las representaciones de limpieza del espacio público de París, surgieron al menos tres grandes ejes de actividad: pavimentar las calles antaño polvorientas; drenar las inmundicias provocadoras de los miasmas y sobre todo, ventilar los espacios, un verdadero eje del higienismo, debido al terror al estancamiento y la fijeza. En consecuencia, la tarea de purificar el espacio público, por lo que uno de los anhelos más reiterados de los higienistas parisienses fue “oprimir al Sena entre dos sólidas hileras de muelles, forzarlo de este modo a una permanente agitación salvadora, impedir por ese medio el estancamiento nauseabundo”. De esta forma, en aquel período, “la circulación de los soplos aéreos engendrados por el lecho del río así canalizado, merece tanta atención como la amplitud y la rapidez de las corrientes acuáticas”. 163 Ese temor a los olores y los estancamientos también se vivió en Santiago. Como se indicó, el objetivo central fue la creación de estructuras para contener los desbordes del río -una especie de nuevos tajamares- pero con una visión completamente diferente a la que tuvieron los ingenieros militares coloniales que edificaron dichas obras. Para Martínez, el Mapocho era “una zona pestilente y sucia que se llama la caja del río”. De esa preocupación higiénica se desprende un tema que desbordaba la salubridad pública e ingresaba en lo sociopolítico: los sectores populares y sus usos del torrente. Es necesario aclarar que en caso alguno las disposiciones legales sobre lo que debía hacerse con o en las riberas del río eran algo nuevo. Ya en la época colonial, y a propósito del hermoseamiento de los Tajamares, el Cabildo de Santiago notó que en la caja mapochina existían asentamientos que afeaban el lugar, por lo que acordó que “los que habitan dichos ranchos den razón con qué facultad se han situado en aquel paraje y que si este fuere perteneciente a los propios de la Ciudad los mande (el Corregidor) inmediatamente quitar”164. En la fase de organización republicana, en tanto, las inundaciones de la década de 1820 destruyeron la mayoría de los ranchos construidos en sus riberas, determinando el traslado masivo de pobres hacia el sur y poniente 163 Corbin, A. (2005). El perfume o el miasma. El olfato y lo imaginario social. Siglos XVIII y XIX. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, p. 110-114. 164 Acuerdo del Cabildo de Santiago de 29/10/1771. Reproducido en de Ramón, A., “Santiago de Chile (1850-1900). Límites urbanos y segregación social según estratos”, citado, p. 259. 80 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO de la ciudad165. Como complemento, un bando de 1830 dictaminó que “se prohíbe bañarse de día desnudo en las orillas del río, frente a la ciudad, bajo la multa de cuatro pesos u ocho días de presidio” 166. Veinte años después, lo que se buscó no fue solamente el resguardo de la moral y el pudor, sino que la propia salubridad de la población, en especial por la presencia de animales en las riberas y la impureza de las aguas a ser bebidas por los santiaguinos. Se indicó entonces que “habiéndose introducido el abuso de mantener en la margen del Mapocho rebaños de cerdos que ensucian el agua que se extrae de dicho río para surtir la población”, se decretaba que “no podrá en la sucesivo mantenerse cerdos en el punto expresado, bajo la multa de cuatro reales por cada uno de los animales, que pagará su dueño; sin perjuicio de matársele los cerdos en caso de reincidencia”167. Esas reglamentaciones se aprecia la paulatina construcción cultural del río como cloaca: hacia 1880, sus aguas, antes orgullosamente utilizadas para la bebida, comenzaron a ser cuestionadas como potables. Los grupos populares que vivían en la caja del río, en tanto, empezaron a ser asimilados a esa cloaca y a ser incluso observados como peligrosos por constituir una potencial fuente de infección. La labor del ingeniero Martínez estuvo imbricada con los cambios fomentados por una incipiente industrialización y creciente urbanización en Chile, manifestada entre otros aspectos en nuevos ordenamientos espaciales. En buena manera, el trabajo Martínez resumió las urgencias señaladas más arriba. Martínez vio en lo urbano y más específicamente, en el espacio público, la herramienta de cambio en la sociedad santiaguina, mediante una „razón técnica‟. La ciudad debía también asumir el aporte de la arquitectura neoclásica y el arte. Es notable en este sentido la formulación de un proyecto anexo al principal, donde afirmó la necesidad de contar con comunicación ferroviaria, a través de un ramal y una estación central “que debe unir el norte y sur de la República con el centro de la capital. Este ramal, que desde el puente de cal y canto seguiría la orilla sur del río hasta empalmar con los ferrocarriles del Estado, necesita obras de arte, y, sobre todo, un terraplén enrocado del lado del río. La estación central y el ramal con sus obras de arte 165 Salazar, G., Labradores, peones y proletarios, cit., p. 63. 166 Bando de 28/6/1830, en Izquierdo F., Bianchi, E. (1894). Recopilación de leyes, ordenanzas, reglamentos y disposiciones administrativas vigentes en el departamento de Santiago. Santiago, Chile: Imp. Roma, pp. 266. 167 Decreto de 27/3/1850, en Idem, p. 290. 81 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS forman el objeto de un estudio encargado a la dirección de los ferrocarriles del Estado”168. Por el poniente, los trabajos llegarían hasta el puente de Ovalle empalmando hacia el norte con Hornillas- con Teatinos como continuación hacia el sur, donde también fue proyectada la Cárcel Pública. Con esto se pretendía servir a la populosa población Ovalle, situada en la Chimba. En el oriente, la obra empezaría en el Camino de Cintura, totalizando dos mil metros de longitud. Se trazó también una nueva Estación Central de los Ferrocarriles del Estado, en el sitio que después ocuparía la Estación Mapocho. Más hacia el oriente, se observan al sur del río los grandes paños de terreno que se ganarían por la canalización, distinguibles en el plano por sus diferentes letras: desde la A en el oriente, terminando con la M en el puente de Ovalle. Se trata del proyecto base a partir del cual discutió el concejo municipal para aprobar uno definitivo en 1888. Fig. 7. Plano del primer proyecto de canalización del río del ingeniero Valentín Martínez (1885). Se aprecia aquí la compleja construcción de un paisaje urbano por medio de la intervención en el espacio público: en el Chile de finales del siglo XIX, como en toda Latinoamérica, la noción de paisaje aún se basaba en una concepción ilustrada. En efecto, un paisaje cargado de un sentido estético, donde las distancias entre la técnica y el arte no eran en absoluto radicales. Entendiendo paisaje como „vista de ciudades‟, dimensión creada por los holandeses en los siglos XVI-XVII y que cimentó las bases de la cartografía moderna. Segundo, la idea de paisaje como sensibilidad surgida en la 168 82 Martínez, V., Canalización del río Mapocho, op. Cit., p. 2. DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Inglaterra del siglo XVIII y desde donde emergieron conceptos como pintoresco y sublime. En ambos casos, y considerando específicamente la noción de „paisaje urbano‟, se trata de un nexo entre naturaleza y contemplación humana, ya sea mirando, oliendo, recorriendo, leyendo. Dicho de otro modo: aunque la noción de „paisaje urbano‟ no era usada por los técnicos y políticos chilenos de la época, podemos hablar de una idea de paisaje que no se había transformado –al menos cabalmente- en una idea de ambiente, con toda la perspectiva científica que esta última contiene. Por otra parte, hubo una apelación a la necesidad de intervenir el paisaje con una nueva idea de lo estético: las ya nombradas obras de arte requeridas por Martínez para la estación ferroviaria apuntan a ese vínculo.169 Pero si aún en su proyecto podían coexistir el Puente de Cal y Canto y la línea férrea (al menos en la letra), esto no podía ocurrir con los viejos puentes de madera que unían la Chimba con la ciudad. La propuesta de Martínez fue el levantamiento de seis nuevos puentes carreteros de doble vía, uniendo las avenidas de uno y otro lado –tal como Vicuña Mackenna argumentó en 1872 y Ansart en 1875- y además un puente para el tráfico peatonal. De oriente a poniente, estos estarían frente al Camino de Cintura, a Purísima, a la Plaza de Bello (actual José Miguel de la Barra), a la calle San Antonio y al puente de Cal y Canto, dejando un puente para “gente de a pie” en el puente Ovalle, frente a la futura Cárcel. Esta referencia a puentes mirando hacia el centro no es casual: nuevamente, como en el plan de Ansart, allí se encuentra la idea básica de dejar al borde sur las tierras ganadas por la canalización, ya que “el valor del terreno (es) mucho mayor en la ribera sur que en la ribera norte”.170 En consecuencia, de los cerca de 157 mil metros cuadrados ganados al río, la mayoría estaría ubicado al sur del Mapocho, al costo de demoler el puente Mackenna, cuya construcción había significado una alta inversión de capital. Y más todavía, el ingeniero Martínez reconocía que “extralimitando las instrucciones que recibí, he extendido por el oriente la canalización, no sólo hasta el puente Mackenna, sino hasta el Camino de Cintura, límite natural, puede decirse, de ese notable desarrollo de la planta de nuestra población urbana y en donde necesariamente, tarde o temprano, debe construirse un puente”171. En general, esta autonomía del ingeniero no debiera considerarse 169 Silvestri, G., Aliata, F. (2001). “La revolución verde” en El paisaje como cifra de armonía. Buenos Aires, Argentina: Nueva Visión. 170 Martínez, V., Canalización del Mapocho, op. Cit., pp. 7-8. 171 Martínez, V., Canalización del Mapocho, op. Cit., p. 12. 83 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS extraña: la emergencia de estas figuras del aparato público, con decisiones de gestión autónomas avaladas por la ciencia o la técnica, es típica en las ciudades del siglo XIX. La recepción del proyecto de Martínez, promovido por el intendente Alejandro del Fierro, fue favorable: se aprobó prácticamente sin cuestionamientos por parte de la Municipalidad, ya que el positivo informe de la Comisión de Arbitrios y de Obras Públicas hizo innecesario cualquier debate172. Los primeros cuestionamientos vinieron de un viejo conocido de Martínez: su colega Ricardo Fernández Farías, el mismo con quien había viajado a Europa como becario. En julio de 1886, Fernández señaló no entender “las razones por qué el canal se proyecta sólo con un largo de 2.000 metros, o sea desde el Camino de Cintura, al oriente, hasta el Puente Ovalle, al poniente”. El ingeniero cuestionó la omisión que el proyecto hacía respecto de los propietarios de las tierras a intervenir o expropiar, diciendo además –como presagiando lo que ocurriría con el Puente de Cal y Cantoque “ni se indican las obras o establecimientos que pueden recibir perjuicio con al alteración de niveles o del estado actual de cosas”. Por ello indicó que “el largo del canal debe ser igual al de la población, porque no hay razón para beneficiar sólo una parte, fundándose en el lucro o no lucro, en terrenos valiosos o no valiosos, pues que, mirado el asunto bajo el punto de vista de higiene, salubridad pública y de salvar de todo peligro e incomodidades a los habitantes de la Capital, que es por lo que debe trabajar la Ilustre Municipalidad, todas las secciones de la ciudad son igualmente valiosas”173. Las opiniones de su colega no fueron demasiado relevantes para el ingeniero Martínez: después de la publicación de este folleto, escribió a su autor: “…y debo confesarle que encuentro tantos errores de concepto que he acabado por formarme una triste idea de sus conocimientos profesionales […] 174. En tanto, aunque el proyecto de Valentín Martínez aprobado fue presentado por una “comisión de estudio” municipal que publicó sus resultados en 1886, el ingeniero en minas Manuel H. Concha, realizó sus propias Observaciones al 172 Sesión ordinaria, 3/5/1886. Archivo Nacional, Fondo Municipalidad de Santiago, volumen 323, fojas 29 y 30. 173 Fernández Frías, R. (1886). Canalización del Mapocho. Observaciones al proyecto aprobado por la Ilustre Municipalidad. Santiago, Chile: Imprenta Victoria. 174 Y agregó: “Dispense que haya anotado sus errores en la primera página de su impreso sin haber continuado, porque aquello iba muy largo y era perder lastimosamente mi tiempo”. Carta fechada en 26 de julio de 1886. En Fernández Frías, R., op. cit., p. 30. 84 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO proyecto de canalización. Concha, nacido en 1834 y egresado de la Universidad de Chile, había trabajado durante tres años en el mineral de plata de Caracoles, a inicios de los años setenta, y en 1876 fue nombrado a cargo de la cátedra de Ingeniería Rural en el Instituto Agrícola. Al momento de emitir sus comentarios, era Director de Obras Municipales en la Municipalidad de Santiago175. Apelando a los riesgos constructivos de una ciudad de aspecto colonial, indicó que “La circunstancia de hallarse edificadas las tres cuartas partes de la población, con adobes y en un suelo tan pendiente, hace temer que un desborde del río, ocasionado por las malas condiciones de la canalización, produzca resultados sumamente desastrosos. […] Muchas de las ideas que propongo, como el trazado rectilíneo del canal, la adopción de puentes de fierro, la abolición del empedrado del fondo, y la de los acueductos que iban por el interior de los tajamares y otros que han encontrado tan buena acogida en dicho señor, que piensa formular un nuevo proyecto que las ponga en práctica”176. Efectivamente, estas críticas fueron incorporadas por el ingeniero Martínez a su segundo proyecto (1886), dando cuenta de la estrecha relación entre la Municipalidad –por medio de su Dirección de Obras- y el Poder Ejecutivo, representado por el Ministerio de Industria y Obras Públicas. La principal diferencia con el proyecto de 1885 es que la canalización se efectuaría ahora en línea recta, tal como lo sugirió Concha. Con todo, al igual que en 1885, la mayor parte de los terrenos ganados al río se ubicarían al sur de éste. Además, se siguió considerando al Puente de Cal y Canto, en el extremo oriente de la proyectada estación central ferroviaria. No obstante, hubo diferencias relevantes respecto a los planos anteriores: hacia el poniente el encajonamiento fue ampliado tres cuadras –sumando un nuevo puente- es decir, más allá de la Cárcel. Por otra parte, se incorporó el trazado de las nuevas avenidas a cada lado del Mapocho, así como el terraplén del ferrocarril, precisamente en la nueva área sumada al proyecto. En la Cámara de Diputados, el proyecto fue presentado en agosto de 1887, teniendo como primera justificación que “el cauce del río, ubicado en el 175 Presentación de antecedentes profesionales del ingeniero Manuel H. Concha al Secretario de la Municipalidad de Santiago para optar al cargo de Director de Obras Municipales. Santiago, 26/8/1884. ANFMS vol. 317, s/n° de foja. 176 Concha, M. (1886). Observaciones al proyecto de canalización del sr. ingeniero Valentín Martínez. Santiago, Chile: [s. n.]. 85 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS centro de la ciudad, es el depósito de inmundicias que constituyen un foco permanente de infecciones”. Y como parte de los beneficios, se explicó que el Estado cedería a la Municipalidad los terrenos ganados al torrente, siempre que estuvieran dentro de los límites urbanos y con la obligación municipal de pavimentar y alumbrar las calles paralelas al canal. De esta manera, “quedarían a favor del Estado terrenos valiosos, fuera de aquellos límites, que reembolsarían la mayor parte de los gastos hechos en la canalización”.177 Según el ministro del Interior, Ramón Barros Luco, la obra tendría además la ventaja de contar con la pronta inauguración del ramal que entonces se construía hasta el puente de Cal y Canto y que ya había mencionado el ingeniero Martínez. Para la discusión legislativa del proyecto –en diciembrese aprobaron los $500 mil requeridos, evidenciando la mirada urbanística del gobierno de Balmaceda hacia el sector de Mapocho. 178 La posibilidad de proyectar la ciudad moderna debía pasar por el ferrocarril –así lo entendía el ministro Barros Luco- trastocando paralelamente la relación entre el río y la cordillera: dos medios naturales con la posibilidad de ligarse, opción que el ferrocarril concretaría. Esto también nos habla de los requerimientos de los empresarios mineros para abastecer sus asentamientos, en especial el de La Disputada de Las Condes.179 Al fin, las medidas fueron rápidas y no hubo modificaciones al texto de Martínez: el 13 de enero de aquel año, fue publicada en el Diario Oficial la ley que autorizaba la inversión de capitales en la canalización del río Mapocho y que, en su artículo cuarto, declaró “de utilidad pública los terrenos necesarios para la canalización del Mapocho, y cien metros a uno y otro lado del canal en toda su extensión, y la expropiación se hará con arreglo a las prescripciones de la ley de 18 de junio de 1857”.180 Al mes siguiente, Martínez empezó a publicar su recién aprobada propuesta en las páginas del Boletín del Ministerio de Industria y Obras Públicas, creado también en enero de 1888. Ese año lanzó también la versión definitiva, incorporando el trazado rectilíneo del río. En ese breve lapso, el ingeniero pasó a ser el jefe de la sección de puentes, caminos y obras 177 Sesión de 2/8/1887, en Cámara de Diputados (1887). Sesiones ordinarias de la Cámara de Diputados en 1887. Santiago, Chile: Imprenta Nacional, pp. 375-6. 178 Sesión de 27/12/1887, al discutirse y aprobarse el proyecto de ley de canalización del río Mapocho., en Cámara de Diputados (1887). Sesiones extraordinarias de la Cámara de Diputados en 1887. Santiago, Chile: Imprenta Nacional, p. 612. 179 de Ramón, A., “Estudio de una periferia urbana. Santiago de Chile 1850-1900”, citado, p. 244. 180 Ministerio de Industria y Obras Públicas (1888). Boletín del Ministerio de Industria y Obras Públicas. Santiago, Chile: Impr. Nacional, p. 59. 86 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 8. Plano del segundo y definitivo proyecto de canalización, 1888. hidráulicas de la oficina de Obras Públicas. A partir de esa experiencia, su proyecto de 1888 incluyó referencias al alcantarillado y servicios básicos que debía proveer el Estado.181 Articulada en torno a los servicios públicos, al higienismo y una nueva idea de imagen urbana, la propuesta de Martínez no estuvo exenta de dificultades. Como se indicó más arriba, se inauguraba un período basado en ideales de salubridad pública e higiene para contrarrestar la mortalidad urbana. Al ser nuevos saberes, aún no estaban completamente definidas sus áreas y procedimientos, pero sí lo estaba la idea de los servicios básicos como base para la higiene y la transformación de ciudades. En este sentido son útiles las palabras de Trevor Williams: “Un mejor conocimiento de la naturaleza de las enfermedades y su transmisión, así como un nivel de vida progresivamente creciente impusieron una carga suplementaria incluso para los servicios básicos de agua y alcantarillados, y la mejora de éstos en las zonas ya densamente pobladas fue de por sí una tarea de primera magnitud”.182 Por este motivo, Martínez –cobijado en la ley de enero de 1888- no sólo trabajó sobre el canalizar, sino que en la formación de un “nuevo barrio” acorde con la imagen de ciudad deseada: “Por ley de 13 de enero de 1888 se manda expropiar en toda la extensión del canal una zona de 100 metros a uno y otro lado, lo que permite la formación de un nuevo barrio que por su situación y por consultarse en él toda las medidas higiénicas estará a la altura de los mejores barrios de París y Londres. El nuevo barrio estará 181 Martínez, V. (1888). Proyecto para la canalización del río Mapocho. Aprobado por la Ilustre Municipalidad de Santiago y mandado ejecutar por el Ministerio de Industria y Obras Públicas. Santiago, Chile: Imprenta de “El Correo”,. 182 Williams, T. (1977). Historia de la tecnología. Desde 1900 hasta 1950, tomo II. México D.F.: Siglo XXI, p. 317. 87 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS dotado de una red completa de alcantarillas de desagüe para su perfecto saneamiento”183. El encajonamiento fue comenzado en junio de 1888 y tuvo como suceso paradigmático el derrumbe del puente de Cal y Canto. Como se recordará, en 1873 Ansart lo vio como un dique ya viejo que estancaba el curso natural del agua. Pero contradictoriamente, en 1883 se le realizó una prolija remodelación. Martínez, como Ansart, no tuvo demasiada consideración con la edificación colonial, que tenía 75 metros de largo. La destrucción del viejo puente, la instalación de otros nuevos metálicos y el encajonamiento del río fueron obras efectuadas entre agosto de 1888 y enero de 1892 (figs. 8 a 10), primero bajo la dirección de Martínez y luego del ingeniero José Luis Coo. Éste enumeró los trabajos realizados entre enero y octubre de 1888: “Destrucción del galpón de zapateros Construcción de las oficinas y bodegas Construcción del cauce de desvío Desvíos de las aguas del molino de la Purísima Construcción de la prolongación del puente de „los Carros‟ Construcción del puente provisorio frente a la calle de San Antonio Apertura de la cuneta del canal Limpia del cauce de desvío Rebaje del emplantillado del puente de Calicanto Construcción del puente Ovalle Destrucción de los puentes de Palo y Ovalle Demolición del puente de Calicanto”.184 La demolición del Cal y Canto se efectuó en dos partes: las rampas de acceso y luego los ojos del puente. Previa tasación de los baratillos y almacenes privados y municipales, en 1891, se procedió a completar el desarme de la estructura. En paralelo, se construyeron los nuevos puentes metálicos, nueve en total: Pío Nono, Purísima, Mackenna (Loreto), Recoleta, 21 de Mayo o de los Carros, Av. La Paz o de las Pirámides, Independencia, Ovalle y Manuel Rodríguez. En tanto, las defensas de la canalización correspondieron a 183 “Canalización del Mapocho (Continuación del proyecto de ingeniero Valentín Martínez)”, en Ministerio de Obras Públicas (1888). Boletín del Ministerio de Industria y Obras Públicas. Santiago, Chile, p. 402. 184 Dirección de Obras Públicas (1890). Revista de la Dirección de Obras Públicas. Memorias e informes sobre construcciones civiles, ferrocarriles, arquitectura, minas, industria y geografía. Santiago, Chile: Impr. Gutenberg, p. 281. 88 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO mampostería en piedra y adoquines en el fondo. Según Cifuentes, la primera conformada por muros empinados de hormigón que contenían piedras de aproximadamente 30 x 20 x 5 cms., y simultáneamente con estrías cada 10 metros a lo largo del muro, denominadas despegadores de flujo, que disminuyen la fuerza de impacto del torrente en las contenciones. 185 Como se verá más adelante, la utilización de los adoquines de esas dimensiones fue permanente durante los trabajos de contención desarrollados las siguientes décadas. Otro aspecto es que la mampostería y el suelo adoquinado fueron muy lisos. La utilización del adoquinado de mampostería fue el único aspecto introducido por Coo al proyecto de Martínez, ya que éste contempló un emplantillado.186 En cuanto a la gestión, las obras estaban a cargo de la “Dirección de los Trabajos de la Canalización del Mapocho”, oficina perteneciente a la Dirección General de Obras Públicas y que informaba de sus acciones y solicitaba autorizaciones a la Intendencia y al Gobierno Local de Santiago.187 Los trabajos de encajonamiento del torrente contaron con una continuidad casi sin interrupciones: de hecho, fueron la única obra pública que siguió en funcionamiento durante la guerra civil de 1891. Los documentos respectivos, además, muestran la participación laboral de unos treinta peones al comienzo de los trabajos.188 Por otro lado, aunque era la mencionada Dirección de los Trabajos de la Canalización del Mapocho la encargada de encabezar los trabajos, hubo intervención de otros funcionarios de alto rango. A partir de 1889, por ejemplo, se produjo también la inédita contratación de numerosos albañiles catalanes por parte de Pedro Yuste, cónsul chileno en Barcelona. Los contratos establecieron una duración de dos años, con un seguro de salud en caso de enfermedad temporal o terminal.189 185 Cifuentes, A. (1994). “El río Mapocho, su historia, actual comportamiento, su futuro”, en revista Ingenieros. Santiago, Chile: Colegio de Ingenieros. Nos permitimos dudar de esta afirmación, ya que el hormigón comenzó a ser utilizado en Chile recién a finales del siglo XIX. Puede ser que el autor esté confundiendo esto con piedras unidas por mortero, ya que el cemento sí estaba disponible como material de construcción al momento de formar el canal. 186 Bórquez, O., Historia del río Mapocho y sus puentes, op. Cit., p. 24. 187 “Destrucción de la rampla norte del Puente de Calicanto”, Sesión 1° extraordinaria, 2/12/1891, en Ilustre Municipalidad de Santiago (1892). Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Tomo Primero. Santiago, Chile: Imprenta Barcelona, pp. 185-186. 188 Dirección General de Obras Públicas, 1888, varios volúmenes. 189 Dirección General de Obras Públicas, 1889, varios volúmenes. 89 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 9. El Puente Cal y Canto poco después de sufrir el derrumbe de algunos de sus arcos, en agosto de 1888. Se ven los baratillos instalados en la superficie de la estructura. Se advierte además la presencia de espectadores de chaqueta y sombrero junto con otros –en primer plano- de poncho y chupalla, contemplando lo que para entonces se había convertido en un espectáculo urbano. Fig. 10. Canalización del río Mapocho a la altura de calle Lastarria. Adviértase el uso de maquinaria pesada y vigas. 90 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 11. El borde sur del Mapocho desde la Chimba, según grabado de Melton Prior (1889). Se distingue, hacia el centro y la derecha, el Mercado Central y las torres de los templos, al igual que las obras de canalización y las carretas sobre el puente de madera provisorio. También la numerosa presencia de peatones y vendedores ambulantes, mientras a la izquierda de la imagen se aprecia el cerro Santa Lucía y las construcciones de uno y dos pisos de calles Esmeralda y San Antonio. En consecuencia, la canalización fue finalizada a mediados de 1892, con un gasto mayor a los $500 mil aprobados inicialmente. Sólo a partir de esa fecha se decidió paulatinamente el destino de las tierras ganadas al río. Es indiscutible que hubo una gran lentitud en la transformación de aquellas, ya que debían convertirse en paseos públicos, pero “fueron de momento sólo basurales y depósitos de „inmundicias‟”. 190 En las discusiones y decisiones opinaron fundamentalmente políticos, médicos e ingenieros. Entre los abogados destacó el congresista Paulino Alfonso. Valentín Martínez, en tanto, aparece junto a Alejandro Bertrand como uno de los ingenieros más destacados, liderando tanto las obras en el río como la siguiente fase de transformación de Santiago con sus proyectos sobre alcantarillado y sistema de desagües. 190 Romero, L. A., ¿Qué hacer con los pobres? Elite y sectores populares en Santiago de Chile, citado, p. 47. 91 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS 2.2. Figuraciones historiográficas de la ciudad: Justo Abel Rosales “El barrio de la Cañadilla, y en general todo el extenso y poblado barrio ultra-Mapocho o de la Chimba, ha pasado casi inadvertido para nuestros escritores, probablemente porque no han encontrado antecedentes que les permitan fijar su verdadera importancia; pero yo, en mérito de mis investigaciones, puedo declarar luego, que después del barrio central, aquel es el de más interés histórico de Santiago”. Justo Abel Rosales, La Cañadilla de Santiago. Su historia i sus tradiciones 1541-1887, La Época, Santiago, 1887, pp. 2-4. Por esos mismos años, otro actor, con intenciones diferentes a las del Estado, también „descubre‟ nuevos temas vinculados con el Mapocho: se trata de Justo Abel Rosales. Nacido en Valparaíso en 1855, fue soldado durante la guerra del Pacífico y archivero de la Biblioteca Nacional, cargo del que fue separado al caer derrocado Balmaceda. Desde su condición de integrante de una incipiente clase media, fue un activo promotor de sociedades mutuales y de socorros mutuos. Promovió, además, la discusión sobre la ciudad en la esfera pública, publicando en apenas seis años -entre 1887 y 1893- decenas de escritos históricos sobre la capital y a lo menos cuatro libros sobre la Chimba y las riberas del Mapocho: La Cañadilla de Santiago. Su historia y sus tradiciones 1541-1887(1887); El puente de Cal y Canto. Historia y tradiciones (1888); Historia y tradiciones del Cementerio General de Santiago (1890); y, con un afán más político que urbano, en medio de la post guerra civil de 1891, Historia de la Cárcel Pública de Santiago (1893).191 La escritura de Rosales contribuyó a crear memoria sobre un lugar con una dinámica urbana relevante, pero secundaria respecto a lugares como la Alameda o la Plaza de Armas; tanto así, que hoy es una de las principales fuentes disponibles para el estudio del sector. Su libro sobre la Cañadilla es indudablemente una de las más miradas más profundas a la “otra banda” del río, realizando un trabajo sistemático y de larga duración. Como se lee en el epígrafe, expresó que era un barrio “que ha pasado inadvertido para 191 Trabajó también como periodista, y como veterano de guerra integró dos Sociedades Patrióticas: la Sociedad de Guerreros del Pacífico, institución militar de socorros mutuos y la Asamblea Arturo Prat (1888) que tuvo como objetivo trasladar los restos del héroe de la guerra del Pacífico desde Iquique. Además, junto a otros compañeros, fundó La Sociedad de Protección Mutua de los Empleados Públicos en 1889. Cfr. Lemus, J. (1984). “Prólogo” a Rosales, J. A. Mi campaña al Perú 1879-1881. Concepción, Chile: U. de Concepción. 92 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO nuestros escritores”, pero Rosales no sólo escribió sobre este, sino que lo equiparó en importancia al propio “barrio central”. Es sugerente, en este sentido, su transcripción de los datos del Censo de 1885 para la Cañadilla: sólo contando ambas aceras de dicha calle, entre el puente de Cal y Canto y la calle La Unión o del Cementerio -poco más de diez cuadras- se totalizaban 213 casas, 12 casitas, 150 cuartos, 27 piezas, 21 conventillos y 13 ranchos.192 En este sentido, desde la perspectiva literaria y como se ve en la cita al inicio del capítulo, Rosales también construye su propia representación de una parte de la ciudad: se propone develar la trama de la Chimba, integrarla a lo escrito, convertirla en fuente de sentido, quizás intuyendo que los cambios que el sector experimentará durante los años siguientes serían profundos. Precisamente porque aquello se estaba perdiendo, es porque Rosales escribe sus crónicas urbanas, como parte de una historiografía de la ciudad, realizadas a partir de una combinación de documentos archivísticos, historia oral y los propios recorridos urbanos del autor. En Historia y tradiciones del Puente Cal y Canto, el escritor realiza su trabajo mezclando el archivo y el testimonio oral. Confiesa en su escrito que gran parte de sus datos provenían de “muchas respetables y antiguas personas de ambas márgenes del Mapocho”. 193 Resulta sugerente este último aspecto: mientras por entonces primaba el enfoque propuesto por Leopold von Ranke, acerca de la primacía del documento escrito, Rosales incorporó numerosos testimonios orales. Es decir, mientras se configuraba la historiografía positivista, el autor santiaguino mantenía una relación más estrecha con la oralidad y sus posibilidades de estructurar un relato histórico. Rosales, en la práctica, no era profesor de historia, sino que escritor, periodista y mutualista. Su trabajo como editor no fue menor: a sus escritos de Historia y tradiciones, agregó numerosas referencias de periódicos y diarios capitalinos que opinaron sobre la destrucción del puente, incluyendo a medios tan diferentes como El Estandarte Católico y El Ferrocarril. Por último, también incluyó sesiones legislativas referentes a la caída de la estructura colonial. Ahora bien, ¿qué puede aportar Justo Abel Rosales en esa interpretación de la ciudad? Precisamente comprender cómo puede aportarnos un indicio para la apertura a nuevas temáticas del desarrollo urbano y el espacio público. De esta manera, mientras se destruye el viejo puente colonial, 192 Rosales, J. A., La Cañadilla de Santiago..., citado, pp. 2-4. 193 Rosales, J. A., Historia y tradiciones del puente Cal y Canto. Santiago, Chile: Impr. Estrella de Chile. 93 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Rosales publica la historia de dicho artefacto. Más aún, lanza su libro con el propósito de continuar “haciendo publicaciones históricas y baratas, al alcance de todo aquel que desee leer”.194 Puede decirse que Rosales intenta orientar un tipo de “práctica de lectura”, vinculando a las personas con los lugares; la experiencia cotidiana con la idea de ciudad: pertenecer de las bandas del Mapocho no es lo mismo que ser de Plaza de Armas o el barrio Dieciocho. El libro es el artefacto escogido por Rosales para interpretar la urbe.195 Tal como su referencia, en las entrevistas, a las “antiguas personas de ambas márgenes del Mapocho”, se observa aquí que amplió notablemente su registro e interpretación del sector respecto a sus estudios anteriores, indagando en las dos orillas del torrente y visualizándolas como un territorio común. En la configuración de esta red es relevante que el texto haya sido impreso en los talleres de “La Estrella de Chile”, ubicada en calle del Puente 1-D, esto es, en el mismo puente. Más sorprendente es que un mes después de caída la estructura, la imprenta era el “único establecimiento tipográfico y comercial” que seguía funcionado en ella, pese al fuerte descenso de las ventas.196 Como se indicó en la sección anterior, Valentín Martínez había considerado al Cal y Canto en sus proyectos. Esto no debiera extrañar: pocos años antes, en 1883 se le había realizado una prolija y costosa remodelación. Y, sin embargo, según el relato de Rosales, el ingeniero Valentín Martínez había mandado –durante junio y julio, es decir, al inicio de la canalización“socavar el emplantillado del puente, compuesto de sólidas piedras, y de esta manera, dejó sin defensa los machones que sostenían los arcos del extremo norte, en caso de un ataque de las aguas en día de temporal”. 197 Por esto, este escritor autodidacta sostuvo que “la demolición del puente empezó así de una manera disimulada, tal vez sin intención de concluir en tan corto tiempo con una obra aun utilísima a los moradores de ambas márgenes del Mapocho”.198 En definitiva, el derrumbe de la estructura produjo un hondo impacto en la sociedad santiaguina: era uno de los espacios públicos más utilizados de la ciudad. En su texto, Rosales seleccionó algunos párrafos publicados por el diario El Ferrocarril al día siguiente del suceso: 194 Ibíd., p. 4 195 Chartier, R. (1999). Cultura escrita, literatura e historia. México D.F.: Fondo de Cultura Económica. 196 Rosales, J. A., Historia y tradiciones..., cit., p. 66. 197 Ibíd. 198 Ibid, pp. 66-7. 94 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO “A esa hora había en las inmediaciones del puente de Cal y Canto, del puente de los Carros, y en los tajamares, una concurrencia inmensa. A uno y otro lado del río se veía miles de personas que contemplaban el imponente espectáculo que ofrecía el Mapocho con su enorme caudal de agua de un amarillo negrusco. Poco después de desprenderse la segunda pilastra, llegó S.E. el Presidente de la República acompañado del señor Ministro de Industria y Obras Públicas, del señor Ministro del Interior y de un edecán, e inspeccionó los destrozos que a esa hora habían ocasionado los destrozos. […] De repente una nube de polvo que cubrió todo aquel espacio anunció que el puente de Cal y Canto comenzaba a hundirse. Una exclamación de asombro y de terror se escapó de muchos labios al ver que esa mole de granito, que desafiara durante un siglo la corriente más impetuosa de las más grandes avenidas, se hundía en las cenagosas aguas del Mapocho, a las 5.15 de la tarde de 10 de agosto de 1888. El espacio correspondiente a tres arcos había caído al lecho del río, formando Fig. 12. José Miguel Blanco, “Demolición del Puente de Cal y Canto”. Se aprecia el Cal y Canto en ruinas, el trabajo de los obreros y el puente provisorio de madera emplazado hacia el oriente. como una esclusa que las aguas no tardaron en salvar y que al principio se temió que ocasionaran un desborde. […] El hundimiento del puente produjo una impresión extraordinaria en todos los concurrentes. La gente corría en todas direcciones, ávidas de presenciar de cerca aquel acontecimiento…”199 Las palabras de El Ferrocarril fueron complementadas por el mismo Rosales, quien expresó que al momento del derrumbe de los arcos, “un grito unánime de sentimiento por tan grande pérdida resonó en ambas márgenes del Mapocho. La gente se estrechó para ver aquel espectáculo, y muchos corrieron hacia el centro de la ciudad, creyendo que se salía el río”. En vista de esta perplejidad y molestia fue “que muchas personas, especialmente mujeres, no pudieron contener las lágrimas, al tiempo que lanzaban contra el ingeniero Martínez las más terribles acusaciones que se haya oído jamás al aire libre en nuestra mansa ciudad”.200 La presencia de las máximas autoridades de la nación, incluyendo al presidente Balmaceda, sin duda debe haber coadyuvado a crear un ambiente casi ceremonial. Un apoyo constante de Rosales fue el escultor José Miguel Blanco. De origen plebeyo -hijo de un carpintero y una esforzada madre- nació en 1839 y se 199 El Ferrocarril, 11/8/1888, citado por Rosales, J. A., Historia y tradiciones, op. cit., p 69. 200 Ibíd., p. 66. 95 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS convirtió en uno de los mejores escultores de su generación, junto con el también proletario Nicanor Plaza. Luego de estudiar en Santiago, viajó a Paris, en 1867 con una beca estatal, permaneciendo allí varios años. Su actividad artística estaba basada en un “agudo nacionalismo americanista que hizo presa de casi toda esta primera generación escultórica”. 201 De vuelta en Chile, Blanco viajó hasta la Araucanía para contactarse con el mundo mapuche, plasmando esas nuevas temáticas en sus obras expuestas en la exposición del Cerro Santa Lucía (1877). Similar compromiso nacionalista fundamentó su defensa de los intereses de la clase media en formación: integró la Sociedad de Artesanos La Unión; fue amigo de Fermín Vivaceta, líder del mutualismo obrero; cercano al Partido Demócrata fundado en 1888 e integrante de la masonería. Durante el gobierno de Balmaceda fue nombrado secretario-tesorero del naciente Consejo de Bellas Artes. En su dimensión periodística, su principal aporte fue la redacción de El Taller Ilustrado, periódico de corte netamente artístico publicado entre 1885 y 1889: “Estaba ilustrada con grabados litográficos [...] sus páginas sirven de valiosa cantera para el estudio de la historia del desarrollo del arte en el país, tema que constituía otra de las preocupaciones del esforzado artista”. 202 Desde El Taller Ilustrado, las acusaciones contra los funcionarios estatales también fueron lapidarias. José Miguel Blanco había sido uno de los “cooperadores entusiastas” del libro sobre el puente, ya que ayudó a Rosales con grabados que ilustraron la edición (fig. 11). Poco antes de la desestabilización de la estructura y apelando a argumentos como la preservación de los monumentos y su valor histórico-pedagógico, así como al carácter público del Cal y Canto, señaló que “Tres o cuatro arcos en pie de ese puente en medio de un barrio populoso, producirían efecto imponente recordando a las generaciones futuras el grado de civilización a que llegaron nuestros padres, antes que el sol de la Independencia trasmontara la cumbre de los Andes para despertar a la patria de su último sueño de esclavitud a que la condenaba el poder español […] esas ruinas no serán tan artísticas como las del Coliseo, el Foro o el templo de la Paz, sin embargo, si estuvieran en Roma, aquel Municipio se encargaría de conservarlas y nosotros, como los 201 Pereira Salas, E. (1992). Estudios sobre la historia del arte en el Chile republicano. Santiago, Chile: Universidad de Chile, p. 104. 202 Ibíd. 96 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO demás extranjeros, las contemplaríamos absortos, investigaríamos su historia y les arrancaríamos algún pequeño fragmento como recuerdo de nuestros viajes o como reliquia”. 203 La alusión al valor de la construcción, precisamente por su antigüedad, es señal de un movimiento preservador del patrimonio que se haría patente en el neocolonialismo de 1910-1950. Por otra parte, esos planteamientos tenían una continuidad con el pensamiento de Vicuña Mackenna, quien en 1874 había realizado la Exposición del Coloniaje en el Mercado Central. En ese contexto, a nombre del arte y la arqueología nacional, El Taller Ilustrado también abogó “por la conservación de esas ruinas que encierran dos períodos, tal vez los más interesantes de nuestra historia”. 204 Pocos meses después de demolidos algunos de sus ojos y de iniciadas las obras de estrechamiento del río, el mismo periódico se preguntaba: “¿Adónde estamos: en la capital de la República o en el corazón de la inculta araucanía? Si estamos en la primera no se moverá ni un solo ladrillo del puente de Cal y canto, espléndido monumento del coloniaje; y si en la segunda, de esa obra arquitectónica y arqueológica que tiene más de un siglo de existencia, dentro de algunas semanas no quedará piedra sobre piedra, pues será destruida desde sus cimientos‟. A esta pregunta no se ha hecho esperar la respuesta más categórica: estamos en plena araucanía. El Puente de Cal i Canto ofrece hoy a la ciudad de Santiago, el aspecto que el Coliseo de Roma ofrece a los viajeros: una parte de su hermosa y sólida arquitectura convertida en un montón de ruinas, sobre las cuales, como alguien ha dicho muy bien, puede grabarse esta inscripción: lo que los araucanos no hubieran hecho lo hizo el ingeniero Martínez. Se ha dicho desde un principio que el sr. Balmaceda ha condenado el proyecto de la demolición del puente; en tal caso nada más fácil para el Presidente de la República, que el ordenar su inmediata reconstrucción”205 203 El Taller Ilustrado, 12/8/1888. 204 El Taller Ilustrado, 12/8/1888. Décadas más tarde, Teodor Adorno llamaría a esto “paisaje cultural”, para distinguirlo de lo natural como sinónimo de belleza. Véase Adorno, T. (1971). Teoría estética. Madrid, España: Taurus. 205 El Taller Ilustrado nº 116, 30 /1/1889. Énfasis en el original. 97 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Es interesante comprender la dialéctica establecida por Blanco entre la civilización del pasado colonial y patrimonial frente a la barbarie de lo araucano y el gusto por la destrucción. Pero la sensación de pérdida no fue exclusiva de los medios artísticos, sino que atravesó transversalmente a la sociedad urbana. No intentamos decir que el pesar por el derrumbe del puente fuera absoluto. Dicho de otro modo, la experiencia urbana de la caída del puente no fue únicamente de lamento e indignación, ya que la representación que se tenía de éste varió según los participantes en el debate público sobre su destrucción. Por ejemplo, el escritor Daniel Riquelme (Inocencio Conchalí), también habitante de la Chimba, que había sido soldado durante la Guerra del Pacífico y que al momento del derrumbe era un joven escritor de treinta años, autor de numerosas crónicas urbanas en la prensa santiaguina, las que continuarían hasta el centenario. Riquelme manifestó severa e irónicamente a poco del hecho, que “podríamos llorar en el mismo pañuelo la desaparición de las calchonas de Vigoreaux, de las farolas de aceite, de las acequias descubiertas, de los mojinetes de las casas, de las procesiones a lo vivo, de la piedra esquina, del estrado colonial, de la palmeta […] las viejas rondas que cantaban: ¡Las once han dado y sereno!”.206 Riquelme criticó asimismo la apelación a la memoria urbana del Puente, mostrándonos aspectos de este que no eran ni son habitualmente explicitados por los diversos autores: “Quedaría el lado de los recuerdos ¿pero quién en Santiago puede tener gratas memorias de un sitio que no servía para nada ni fue nunca paseo para nadie? […] [Era] nidal de venteros de mínima cuantía, posada de caminantes fatigados, cancha de ladrones nocturnos, oficina de mendigos repelentes que allí comían, se expulgaban [sic] y dormían siesta? No sé lo que digan los antiguos alumnos del colegio de Zapata ni los perseguidores de las obras de la población de Ovalle; pero fuera de éstos, no doy con otros que puedan tener ni la más frágil atadura de algún recuerdo con aquel mastodonte de albañilería colonial. Bien estarán todas nuestras lágrimas para cuando desaparezcan los tajamares, si las necesidades de la canalización exigen este 206 Riquelme, D. (1931). “La canción del Puente”, en Cuentos de guerra y otras páginas. Santiago, Chile: Universitaria, p. 332. Publicado originalmente en La Libertad Electoral, 1888. 98 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO sacrificio en aras de la obra más benéfica y grandiosa de edilidad pública que se haya ejecutado en Santiago”.207 El tono irónico no debe distraernos de una lista de cambios que iban en paralelo a la canalización del Mapocho en su tramo urbano y que interpelan la visión más nostálgica de la ciudad colonial. Y por cierto, las palabras de Riquelme expresan también el sentir de un espectador en las antípodas de Rosales y El Taller Ilustrado. Al respecto, es interesante destacar que Riquelme establece el requisito del “sacrificio” de botar el Puente –y posiblemente los tajamares- si las “necesidades de la canalización” así lo urgían. Es decir, desde una perspectiva literaria, una clara coincidencia con el ingeniero Valentín Martínez en lo imperioso de la modernización urbana y el desapego hacia una noción aún no solidificada de patrimonio intangible o cultural. Se trata de un problema urbano que afecta lo común entre hombres y mujeres y que a la vez puede ser visto por todos, al tener la máxima publicidad posible.208 La caída del puente marcó un quiebre en la manera de entender la ciudad, en la representación de qué era la modernidad y cómo se materializaba en lo urbano. Mirar de esta manera las representaciones del puente desde Rosales y Riquelme implica también dejar de entenderlos como precursores inspirados desde la exclusiva individualidad. Rosales era más el escritor de una extensa red de autores populares. O si referimos a Ángel Rama, a un entramado de sectores medios-bajos y populares capaces de participar en el debate de la “ciudad letrada”.209 Y enfatizamos estos dos últimos puntos: Rosales como parte de una red y esa red como parte de ciudadanos capaces de pensar, mostrar y explicar. Y siempre, de debatir: en el caso particular que aquí nos compete, discutir el presente y el futuro de un lugar emblemático de la capital chilena. Personas capaces de debatir en un contexto que José Luis Romero llamaría “la ciudad burguesa” y que, como nos han mostrado diversos autores, es un campo literario, historiográfico y artístico que tiene un correlato en la prensa. Por otra parte, en términos de escritura de ciudad, surge la crónica urbana efectuada por la prensa y sobre todo por la historiografía de Justo Abel 207 Idem. Y agregó: “…todos debemos persuadirnos de que si el famoso corregidor hubiera vuelto a la vida, habría sido el primero en reconocer que había pasado la era de los puentes de cal y ladrillo y que ofensa hacíamos a su memoria…”. (p. 333) 208 Evidentemente estoy parafraseando a Arendt, H., La condición humana, citado. 209 Rama, A. (1984). La ciudad letrada. Hanover, Estados Unidos, Ediciones del Norte. 99 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Rosales y su equipo, que busca aferrarse a las “historias y tradiciones”. Se trata de sujetos letrados, surgidos del mundo popular-mesocrático y vinculados a entidades gremiales, como sociedades mutualistas. Desde esa experiencia, Rosales publicará su texto para la sociedad santiaguina. Pero, como se ha visto, si bien Daniel Riquelme era un orgulloso vecino de Recoleta -es decir, de la Chimba- a diferencia de Rosales, despreciaba al puente de Cal y Canto y a sus defensores. Me parece que tanto Riquelme como el autor de “Historia y tradiciones del Puente de Cal y Canto” están debatiendo desde lo que hoy nos parece tan común pero hace 130 años no lo era, esto es, una esfera pública desde los sectores populares y del mundo mesocrático en ciernes. ¿Podríamos incluso decir que al hablar de Rosales y Riquelme estamos hablando de las bases de la llamada “cultura obrera ilustrada del centenario”? Al menos, ciertos vectores comunicantes existen, especialmente en la naciente esfera pública de los sectores populares, capaz de rescatar una memoria urbana desde el archivo, desde la oralidad y proclamar desde la prensa la construcción de un espacio urbano diferenciado de la ciudad burguesa. Rosales no sólo efectuó una marca territorial, no sólo se incluye pero también se alejó de las tradicionales crónicas de ciudad, sino que resumió como pocos (quizás sólo Vicuña Mackenna podría equiparársele), esa fascinación y también ensoñación, por el viejo Santiago: el Santiago Colonial. Rosales trabajó desde la historiografía y la literatura en pos de reunir la Historia y la Tradición. Y para él, la Tradición es temáticamente colonial, literariamente anecdótica y políticamente, defensora de la historia local frente a la avasalladora y homogeneizante historia nacional o patriótica. Rosales sintetizó bien ese gusto por lo colonial, tan caro, por ejemplo, a Vicuña Mackenna, con una nueva corriente intelectual vinculada a lo que hoy llamamos „patrimonio cultural‟. Porque, si él quiso catastrar y recordar la vieja Chimba, para insertarla con honores en la urbe modernizada, contradictoriamente, también quiso trazar la ciudad antigua y separarla de la moderna. Conservarla y mantenerla incólume ante la transformación de las riberas del Mapocho. 100 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO 2.3. De la canalización a la organización de los bordes. El “proyecto de transformación” de 1895 “…basándose en las disposiciones de ley vigente de 1888 y en el estudio comparativo de los planes de transformación de diversas ciudades modernas, donde se revela el propósito constante de mejorar las condiciones de comunicación y de hacer desaparecer las obstrucciones que entorpecían el tráfico de la planta de todo pueblo antiguo”. Dirección General de Obras Públicas, Proyecto de Transformación de los barrios vecinos al Canal del Mapocho. Presentado al Consejo de Obras Públicas por el Director General del Ramo, 1895. En este contexto, el higienismo, sus discursos y expresiones arquitectónicas en el espacio público se entrelazan con un nuevo proyecto para modificar la ciudad, aunque dedicado solamente para el Mapocho canalizado: el Proyecto de Transformación de los barrios vecinos al Canal del Mapocho. Presentado al Consejo de Obras Públicas por el Director General del Ramo (1895). En este plan, con la finalidad de ser aprobado por dicho Consejo, aparecieron nuevamente las tensiones entre el poder Ejecutivo y el Municipio, aunque ya no se trató de la canalización del río, sino de correcciones, expropiaciones y propuestas de transformación de un área extensa. La propuesta de la Dirección General de Obras Públicas, encabezada por el ingeniero Alejandro Bertrand, efectuó un minucioso recuento de los proyectos para convertir al Mapocho en un canal, partiendo desde el primer proyecto de Ernesto Ansart. La figura de Bertrand fue crucial: ingeniero geógrafo, civil y de minas de la Universidad de Chile, contaba con una larga experiencia en la Oficina Hidrográfica y a partir de 1890 en la demarcación de límites internacionales, especialmente con Argentina. Había trabajado además dirigiendo la Oficina del Plano de Santiago, de la Municipalidad, por lo que contaba con experiencias en proyectos de transformación de ciudad.210 Quizás uno de los elementos más destacados de este informe sea la permanente comparación con otros proyectos de transformación de ciudades consideradas modernas. La apelación es doble: por un lado, a núcleos urbanos de América y Europa; por otra, a la idea de ciudad moderna en un contexto donde aún no se hablaba de „urbanismo‟ o „town planning‟. 210 Greve, E., Historia de la ingeniería en Chile, tomo IV, op. Cit., pp. 298-299. 101 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Aunque Vicuña había manifestado la necesidad de construir estaciones ferroviarias en su plan de 1872, no había menciones a la movilidad urbana como factor prioritario. Sí lo eran, primero, la higiene y segundo, la estética urbana. Hacia fin de siglo, el tráfico urbano expedito se asentó como un tercer argumento para la transformación de la ciudad. En este sentido, un anexo al proyecto para el Mapocho inserto en el mismo documento –y firmado por el mismo Bertrand- manifestó que los referentes eran grandes capitales europeas (París, Hamburgo y Viena, curiosamente Londres no es nombrado) así como “ciudades nuevas como Washington y más recientemente La Plata”.211 Y como principio fundamental en todas ellas, Bertrand apreció el tráfico y acceso expedito a los centros de atracción de personas y transporte. La idea de regularidad surge entonces: ya no sólo la apertura de calles tapadas, sino el alineamiento de las mismas; la definición de veredas y calles, y la idea primaria de cierta equiparidad en el estilo y tamaño de las edificaciones. El interés del proyecto estuvo en un aspecto particular: que desde 1873 se tuvo la convicción que “los terrenos arrebatados al cauce del río, debían ser distribuidos en manzanas e incorporarse a la ciudad”. De esta forma, serían transformados en “„un magnífico barrio situado al centro de la ciudad, perfectamente ventilado por el canal y las calles adyacentes, por lo tanto más sano que cualquiera otra parte de la población”.Esta primera idea de “barrio” no es nueva: la creación del barrio Yungay a partir de 1841 había sido la primera expansión urbana de Santiago, con dirección al poniente. Sin embargo, esta operación técnica del Estado procuraba construir el “barrio” a partir de un inédito re-diseño urbano o remodelación de un sector comprendido como higiénicamente insalubre, estéticamente empobrecido y con una accesibilidad limitada debido a sus estrechas calles. Es más, es relevante puntualizar que no existen proyectos de escala similar para otras zonas de Santiago durante aquellos años. En todo ello, el aparato público tendría un rol prioritario. La idea de integración y de financiar la obra con las ganancias obtenidas por la venta de los terrenos fueron por tanto destacadas por el proyecto de 1895, mencionando también que esas fueron las metas de “los legisladores de 1888 al dictar la ley de canalización.”. 212 211 Dirección General de Obras Públicas (1895). Proyecto de Transformación de los barrios vecinos al Canal del Mapocho. Presentado al Consejo de Obras Públicas por el Director General del Ramo. Santiago, Chile: Impr. Cervantes. 212 Idem, p. 2. El énfasis es mío. 102 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO A partir de esta noción de “barrio”, hubo también críticas hacia los trabajos anteriores respecto al Mapocho: según el proyecto de 1895, hasta 1891 los planes de creación “de un barrio a ambos lados del río canalizado”, sólo mostraron un ordenamiento de las manzanas, ignorando la situación de vialidad urbana de aquel sector y, en consecuencia, el estudio comparativo con ciudades modernas. Como se apreció más arriba, esto sí lo propugnaba Bertrand y su equipo. Por esto la DOP reconocerá que sólo “en un proyecto municipal de transformación de Santiago sometido a la deliberación del Congreso en 1893, se formularon las verdaderas bases con arreglo a las cuales debe racionalmente elaborarse un proyecto de esta clase”213. Otra crítica del proyecto se dirigió hacia el problema de la planificación del Mapocho urbano y su relación con el resto de Santiago. En general, este cuestionamiento se ligó a la ya conocida condición de límite de aquel sector, que llevaba a seguir analizándolo como un área autónoma o incluso un sitio un tanto extraño para la ciudad letrada, pese a su proximidad física. Al respecto, el proyecto indicó que “hasta ahora se ha incurrido, a juicio de esta Dirección, en un error, cuando se ha pretendido determinar el aprovechamiento de los terrenos del Mapocho, considerándoles aisladamente. Estos terrenos ocupan en la capital una posición céntrica e importante […] Cree por esto esta Dirección que el estudio del aprovechamiento de estos terrenos tiene que basarse en el plano completo de la ciudad”214. En estrecho nexo con lo anterior, lo que surge como más destacado de este informe proyectual es que no se habla de ultra-Mapocho ni de la ribera sur, sino de “los terrenos del Mapocho”, integrándolos en una unidad acomodable y comprensible para la ciudad oficial. El epígrafe de esta sección, que habla de “hacer desaparecer las obstrucciones que entorpecían el tráfico de la planta de todo pueblo antiguo”, puede interpretarse no sólo como ensanche de calles y apertura a la movilidad, sino como en pos de un objetivo mayor vinculado a la eliminación de la idea de dos ciudades. De esta manera, Bertrand expresó que por medio de este proyecto se iniciaría la transformación capitalina. En este contexto, el proyecto propuso destruir para edificar sobre las ruinas el nuevo sector mapochino, ahora sí –como lo pretendía Ansart- un auténtico barrio. Este estaría ubicado en el borde sur del río, en el actual parque Forestal. Por ello Bertrand propugnó que el nuevo conjunto residencial significaría reemplazar las angostas calles por 213 Idem. Ese proyecto fue elaborado por el propio Bertrand. 214 Dirección General de Obras Públicas, op. Cit., pp. 8-9. 103 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS otras nuevas. Pero quizás la tarea más importante estaría en la forma de las manzanas: éstas serían cerradas, 29 en total, y tendrían una doble utilidad. Una extensión hacia las tierras ganadas al río y una absorción de la vivienda popular del sector: “El fin de mejorar las condiciones de higiene urbana de nuestra capital se logrará mucho mejor, formando a ambos lados del canal un barrio nuevo y bien distribuido, cuyas expeditas vías de comunicación sustituyan las defectuosas existentes y cuyas manzanas bien proporcionadas, no sólo se extiendan sobre el terreno vacante sino que absorban también las estrechas hileras de cuartos, verdaderos focos de putrefacción física y moral, que formarían la cintura del contemplado parque del mapocho, si éste llegara a realizarse. El producto de la venta de los terrenos así dispuestos excederá con mucho al costo de las nuevas expropiaciones […]”215. Este nuevo barrio, que se pretendía materializarse entre Bellavista y el Mapocho, pero especialmente en el borde sur (calle de las Claras -Mac Iveral oriente) era el objetivo principal del Proyecto y su expresión física serían grandes avenidas para una rápida circulación. En rigor, la mencionada necesidad de generar una comunicación vial que reduzca las complicaciones del acceso al centro comercial santiaguino, optimizando la velocidad de las funciones. Un avance al respecto lo constituyó, ese mismo año, el traslado del puente de Teatinos a calle Bandera, continuación natural del antiguo camino del inca216. Por esto, otra idea central era la regularización “de las manzanas comprendidas entre las calles de 21 de Mayo y Claras que dan frente a la antigua calle de las Ramadas, hoy Esmeralda”, así como a Sama entre Puente y Bandera, facilitando en ambos casos el acceso al Mercado. Más hacia el oriente, se observan los extensos lotes que pretendían convertirse en un nuevo barrio y que finalmente fueron destinados en buena parte al Parque Forestal, así como el aislamiento del Santa Lucía por su costado oriente, conectando la Alameda y el Mapocho. Es importante también el proyecto de un espacio público en el camino de cintura oriente, prefigurando la actual Plaza Italia. 215 Idem, p. 10. Las cursivas son mías. 216 Bórquez, O., Historia del río Mapocho y sus puentes, citado, p. 96. 104 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 13. Proyecto de Transformación de los barrios vecinos al Canal del Mapocho, 1895. Destaca lo que para las autoridades político-técnicas de la época eran los “barrios vecinos” al torrente, categoría donde se incluyó especialmente a la primera comuna -caso histórico de la ciudad: Plaza de Armas, Alameda, cerro Santa Lucía- y en un grado menor a la Chimba. Nótese también el traslado de la estación ferroviaria al oriente de la Cárcel: de estar entre Amunátegui y Teatinos pasa a estar entre Teatinos y el final de Bandera, avizorando la futura estación Mapocho. Más al oriente, se advierte el “parque del mapocho”, en ese entonces un basural. Por último, se advierte la omisión de varios sectores de alta pobreza: por ejemplo, se incluye Hornillas sólo en un breve segmento, el inicial. Nuevamente lo aledaño al Mapocho corresponde a lo que se entendía como „lo urbano‟, vinculado estrictamente al área céntrica, pese a que los sitios excluidos del Proyecto distaban de ser rurales. Fig. 14. “Plano demostrativo de las expropiaciones y rectificaciones por líneas que es necesario realizar”. 105 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS En tanto, en la Chimba se aprecia la plaza proyectada en la bifurcación de las avenidas Independencia y del Cementerio, con fines de acceso expedito al sector céntrico y recoletano. Tal como en otras visiones de sociedad, el higienismo, de discurso minoritario e incomprendido para una gran mayoría, pasó a influir amplios sectores sociales, incluyendo esta pre-planificación urbana. Bertrand incluyó así en su plano de las “expropiaciones y rectificaciones por líneas” un detalle del servicio de desagües que se aspiraba construir. Pero también el proyecto de 1895 emplazó a aquellos que –a nombre del higienismo y otros interesespretendían construir un parque público en las orillas del río, como el caso del diputado Paulino Alfonso o el regidor municipal Salas: “No debe olvidarse tampoco lo inadecuado de los terrenos del Mapocho para la formación de un parque. La ausencia de suelo vegetal impondría la necesidad de traer tierra desde lejos con un costo enorme, y el ripio grueso lavado que formaría la base de los jardines desempeñaría el papel de una esponja que ningún riego podría mantener húmeda […] Además, el Municipio no tiene […] los recursos necesarios para formar, plantar y mantener nuevos parques y jardines puramente suntuarios. […] Lo más probable es que, a pesar del mandato legislativo, el paraje destinado a parque continuaría siendo durante medio siglo o más un depósito de basuras […] por lo menos una separación molesta […] entre las dos partes de la ciudad […] mientras que nuestro proyecto de transformación vendrá a unirlos, como el paseo de las Delicias unió los barrios al Norte y Sur de la antigua Cañada”217. La idea de tráfico expedito, economía y regeneración del tejido urbano estimularon la idea de un nuevo barrio. Es a nuestro juicio interesante fijarse también en la visión que Bertrand tenía de los parques y de la propia administración que realizaría el aparato público. Sobre lo primero, la comparación con la Alameda (más que con el parque Cousiño), evidencia una opción por la idea de bandejón central en vez de parque: es posible que el ingeniero de la DOP lo vea a este último como un espacio preferible para los suburbios. La prioridad otorgada por el Proyecto de 1895 a la movilidad 217 Idem, p. 11. Las cursivas son mías. 106 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO de las áreas céntricas es un argumento para ello. El segundo elemento, la carencia de recursos municipales, lleva a Bertrand a asumir la existencia de una cultura legalista que, en cuanto a parques y plazas, no pone en ejecución lo manifestado por las leyes. La idea del pragmatismo aparece entonces más fuerte que nunca. Lo interesante será ver, más adelante, cómo esa visión es contrastada por una representación de ciudad también alarmada por la pobreza urbana, pero que impondrá su idea de parque público. 2.4. Canalización e “ingeniería sanitaria”: el alcantarillado “Los cuadros que el público de la capital ha observado en estos trabajos son de gran interés, en unas partes los peones con su pesada tarea de remover el suelo, los surcos enormes y hondos con sus defensas de madera, las cañerías de agua potable descubiertas como arterias disecadas. Toda esta actividad extraordinaria llama la atención porque nunca habíamos presenciado, después del canal del Mapocho, obra de igual magnitud”. “Alcantarillado de Santiago”, Zig-Zag nº 122, 23 de junio de 1907. El 21 de mayo de 1888, pocos días antes del inicio de la transformación del Mapocho en un canal, el presidente José Manuel Balmaceda leyó su segunda cuenta anual ante el Congreso pleno, enunciando las tres directrices de higiene pública urbana a poner en práctica durante el resto de su gestión: “Viene imponiéndose a la consideración del Gobierno la solución de una cuestión de la más grave trascendencia y que afecta la vida misma de nuestros conciudadanos, y esta es la higiene pública. No sería posible aplazarla sin que nos hiciéramos responsables de imprevisión o incuria. Hay tres medios que influirán directamente en el saneamiento de nuestras poblaciones urbanas. La primera consiste en la dotación de agua potable de todas las ciudades que no lo tienen; el segundo sería la construcción de desagües, que sirvan convenientemente a las necesidades de las poblaciones, tercero, la reglamentación de las condiciones higiénicas, y que deben cumplirse en las construcciones urbanas y muy principalmente en las destinadas a 107 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS habitaciones de obreros, y la prohibición de la venta de alcoholes no rectificados y la imposición de penas a la embriaguez” 218. La preocupación del mandatario era justificada. En 1886 Santiago y otras urbes chilenas habían sufrido una desoladora epidemia de cólera. La tuberculosis y el tifus eran también peligros cotidianos en la población. En el período 1890-93 la tasa de mortalidad alcanzaba a 50 por mil y bajaría a 37 por mil sólo a finales de siglo. Médicos contemporáneos calcularon que la tasa de mortalidad infantil en Santiago alcanzaba, en 1890, a 69,8 por ciento. Se trataba de una ciudad que en 1885 estaba en torno a los doscientos mil habitantes –alcanzando 250 mil diez años después- y donde buena parte vivía en la extrema miseria, especialmente en el río Mapocho y en la periferia sur, más allá de la “Alameda de los Monos” o avenida Matta.219 (fig. 14). En ese contexto, las tareas urgentes planteadas por Balmaceda para las ciudades chilenas quedaron como un referente durante las siguientes décadas. En el Santiago post-Balmaceda el canal ya estaba finalizado, no así sus accesos ni el destino de sus bordes. Además de las postergaciones a la finalización del cambio urbano en el sector del Mapocho, este contenía lugares en los que se acentuaban las falencias materiales e higiénicas, tanto en la Chimba como en calles más céntricas como Puente, Bandera y San Pablo. El aparato público procuró plasmar en el espacio urbano su preocupación por el higienismo: el Desinfectorio Público (1896) y el Instituto de Higiene (1902), vecino al anterior, ambos a cargo del Consejo Superior de Higiene Pública, creado por el presidente Balmaceda en 1887. Por otra parte, la higiene tuvo al agua –y con ello al río- como una de sus preocupaciones fundamentales, tanto en el abastecimiento como en la evacuación de aguas residuales. Por ello, junto con la creación de instituciones y edilicia pública, se realizaron catastros y tasaciones que tenían a las aguas como un tema capital.220 218 “Mensaje presidencial de 1888”, en Sagredo R., Devés, E. (1991). Discursos de José Manuel Balmaceda. Iconografía. Santiago, Chile: DIBAM & Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, pp. 327-28. 219 Dávila, R. (1899). “Mortalidad de los niños en Santiago”, en Revista Chilena de Higiene Nº 5. Santiago, Chile. Para 1895, más de 25 mil personas residían en esa condición socioeconómica. de Ramón, A., “Estudio de una periferia urbana”, op. cit, p. 285. 220 La más destacada de estas tasaciones fue la realizada por Concha, M. (1898). Tasación de las propiedades de la I. Municipalidad de Santiago: practicada por la Dirección de Obras Municipales y por la Empresa de Agua Potable. Santiago, Chile: Establecimientos Roma. Sobre las construcciones mencionadas, véase el capítulo tercero. 108 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO En ese contexto de reformas higienistas, la construcción del sistema de desagües podría considerarse el mayor avance de renovación urbana de esos años.221 Esta obra pública, sólo iniciada en 1905, se hizo cargo de una extensa discusión anterior acerca del mejor sistema a implementar, así como el rol de las acequias y canales santiaguinos para la eliminación de desechos. El motivo: las acequias eran los basurales urbanos y una de las principales causas de la mortalidad en la capital chilena. Siguiendo la pendiente natural del valle, los canales pasaban por la medianería oriente-poniente de las manzanas, regando los huertos domésticos y evacuando las aguas servidas, formando “una suerte de tejido sobrepuesto al trazado urbano”, estructura que constituyó con el tiempo “la operación fundamental de ordenación del territorio” no sólo en el valle mapochino, sino en toda la zona central chilena222. De esta forma, las aguas, mediante los canales, se constituyeron como un notable modelador de la morfología urbana: un factor que estructuró la trama de la ciudad. Esto era aún más notorio en lugares como los bordes del río, desde donde surgían los canales que abastecían ultraMapocho. Ahora bien, esa relación entre las aguas, la irrigación y evacuación y la estructura urbana puede ser estudiada a través de la obra de Valentín Martínez, el mismo ingeniero que proyectó y condujo la canalización del río. Es necesario, en consecuencia, contextualizar brevemente ese accionar. Según Roger Henri Guerrand, hacia 1871, al terminar la primera guerra franco-germana, el técnico francés Durand Claye planteó el problema de los rellenos sanitarios: “Las fosas fijas no podían ser mejoradas. Sus filtraciones producían asentamientos del suelo e infectaban la tierra, exhalando emanaciones pestíferas, a pesar del sistema de ventilación, cuando éste existía. Sólo existía una manera racional e higiénica de solucionar tal atolladero: la generalización del „todo-a-la-alcantarilla‟ o canalización subterránea.223 Nuevamente contemplamos que el miedo era hacia el estancamiento y la fijeza. Bajo esas ideas, Martínez viajó comisionado por el Estado chileno a Europa, en 1889, donde recorrió las principales ciudades del continente y seleccionó las que a su juicio tenían el sistema más idóneo de desagüe bajo la idea de alcantarilla. A su regreso, publicó en diciembre de 1891 el primero de sus proyectos: El agua en sus relaciones con el 221 Pérez, F., Rosas, J., “Cities within the city: urban and architectural transfers in Santiago de Chile, 1840-1940”, citado, p. 121. 222 Pérez, F., “Santiago entre su origen y sus desafíos”, citado, pp. 21-22. 223 Guerrand, R.H., Las letrinas. Historia de la higiene urbana. Valencia: España, Alfons el Magnànim, p. 147. 109 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS a Fig. 15. Plano de Santiago en la Geografía descriptiva de Enrique Espinoza, 1895. Se advierte la expansión urbana, especialmente al sur de la Alameda de las Delicias. La Chimba aún tiene extensos sectores sin poblar y la principal urbanización sigue siendo la población Ovalle. 110 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO mejoramiento del estado sanitario de las poblaciones con aplicación a las principales ciudades de Chile. Para Martínez, las principales tareas a seguir eran: 1° El aprovisionamiento y distribución del agua potable en las aglomeraciones urbanas; 2° El drenaje de la habitación; 3° El alcantarillado de las cloacas; 4° La purificación del sewage [aguas servidas], y 5° La aplicación del sistema a las principales ciudades de Chile. Para cada una de ellas estableció tareas y recomendaciones. Por ejemplo, la primera debía “asegurar un rápido escurrimiento hacia la cloaca pública de las materias que recibe; y no dejar que penetren en la habitación las emanaciones, gérmenes o fermentos que se desprenden de esas materias”. En este aspecto particular mostró su preferencia por las intervenciones en Brooklyn, Nueva York, y especialmente por la de Frankfurt, Alemania. Por ello indicó que el ideal de todo-a-laalcantarilla “es la canalización subterránea, conocida con el nombre de cloacas alcantarilladas (égouts), que corriendo por el eje de las calles, forma una red completa tan extensa como la ciudad servida […]”. Para la realización de estas obras, el ingeniero Martínez destacó “el sistema americano perfeccionado”, implementado en Chicago y New York, el que consistía “en una cañería de fierro laminado de 6 metros de largo, de 10 centímetros de diámetro y acoplada a tornillo”.224 El ingeniero justificó estas aproximaciones con ejemplos de ciudadescapitales pero también en base a urbes intermedias, incluso menos pobladas que Santiago, como Memphis. Esta última, a su juicio, era un exitoso caso de freno a las epidemias y la mortalidad gracias a la instalación de un sistema de drenaje. Además, Martínez citó obras recientes sobre el higienismo, como las actas del Congreso de Higiene de París en 1889. Allí se había establecido, como parte de la “higiene municipal”, que “todas las ciudades que quieran mejorar [...] si tienen bastante agua y una regular pendiente, para conservar la libre circulación e impedir toda estagnación de las inmundicias y de las aguas, deberán adoptar el sistema de todo a la cloaca…”225. Pese a la solidez de las propuestas, la opinión de Martínez sobre la recepción nacional a su 224 Martínez, V. (1891). El agua en sus relaciones con el mejoramiento del estado sanitario de las poblaciones con aplicación a las principales ciudades de Chile. Santiago, Chile: [s.n], pp. 9-11. 225 Ibid., p. 32. 111 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS trabajo fue mala. No sólo los trámites parlamentarios, sino que la burocracia interna retardaron la iniciativa.226 En sus proyectos para el municipio se observa un especial interés en incluir el área del Mapocho en este nuevo sistema. La Comisión de Higiene y Salubridad Pública de la Municipalidad de Santiago nombró a Valentín Martínez como Consultor Técnico del gobierno local en 1892. A partir de ese trabajo, Martínez publicó dos trabajos básicos para la construcción de desagües en la capital. En 1893, su Proyecto de desagües para la zona central de la ciudad de Santiago, un trabajo que profundizó algunos temas vistos en El agua en sus relaciones, pero que también planteó nuevas perspectivas. Su principal crítica al proyecto de desagües municipal existente al tomar su cargo se refirió a la ventilación y el lavado imperfectos. Tuvo además dos comentarios técnicos: el primero fue la necesidad de distinguir entre aguas lluvias y aguas residuales o domésticas, enfatizando que las primeras eran las que traían mayor volumen. Por tanto, las domésticas podían escurrir por las aceras y calles. Su segunda propuesta tuvo relación con un mayor equilibrio entre el sistema todo a la cloaca y el separate system, de origen norteamericano. Aunque en El agua en sus relaciones Martínez escribió a modo general sobre el segundo – especialmente por Memphis, donde fue creado- en Proyecto de desagües fue aún más lejos, planteando que debía tomarse lo mejor de cada uno de los sistemas. El trabajo, firmado en 21 enero de 1893, se circunscribió a la “zona central” de la ciudad, es decir, “entre el cerro Santa Lucía, río Mapocho, Alameda de Matucana y de las Delicias”. Fue aprobado por el Consejo de Obras Públicas y la Municipalidad de Santiago, pero nuevamente motivos económicos aplazaron las obras.227 Para entonces la urgencia de los trabajos 226 Martínez, V., El agua en sus relaciones..., op. cit., p. 3. Contemporáneamente a los proyectos de Martínez, hubo otros ingenieros que escribieron sobre el sistema de alcantarillados y desagües. Sin embargo, poco alcanzaron la figuración del técnico rancagüino. Véase del Fierro, M. (1892). Proyecto de desagües. Santiago, Chile: Impr. Barcelona, 1892; de Sutter, F. (1897). Proyecto de desagües para la ciudad de Santiago. Santiago, Chile: Imp. Cervantes; Roufosse, G. (1899). Proyecto de alcantarillado y ensanche del servicio de agua potable: informe presentado al supremo gobierno de Chile. Santiago, Chile: Impr. Barcelona. Sólo la propuesta de Roufosse puede considerarse como de impacto equivalente a la de Martínez. Allí fue enfático en apoyar el nuevo método de cloacas, basado en la importancia de la circulación del aire y el agua; es decir, el temor a los miasmas. 227 Martínez, V. (1893). Proyecto de desagües para la zona central de la ciudad de Santiago. Santiago, Chile: Imp. Gutenberg, p. 6. Este proyecto está transcrito en las actas municipales, debido a su importancia: Ilustre Municipalidad de Santiago (1893). Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Tomo segundo. Santiago, Chile: Imprenta Barcelona, p. 436 y ss. Los motivos económicos para la postergación del proyecto ocurrieron también con en los casos de Iquique y Talca, también de Martínez. 112 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO era tal, que la carencia de este bien para el “barrio ultra-Mapocho” llevó en 1892 a plantear encendidos debates municipales sobre su solución. 228 En 1896 la idea resurgió con fuerza, esta vez desde la Intendencia. Martínez publicó entonces su Proyecto de desagües para la ciudad de Santiago, donde a los planos y presupuestos de la zona central se le sumaron las zonas ultra Mapocho y ultra Alameda. Nuevamente Martínez planteó la idea de los canales subterráneos: “el drenaje de la habitación, o sea, la canalización hermética […] es la condición sine qua non del saneamiento”229. Además retomó la idea de escoger lo mejor de cada sistema para trazar el alcantarillado, extendiéndose más latamente que en el proyecto de 1893 en las bondades del separate system y del Warring. Su propuesta era incorporar el tout à l‟ egout en los colectores, el separate system en las cañerías y el Warring en algunos lugares puntuales. Al referirse a cañerías, hablaba de los acueductos de las viviendas, mientras que colectores correspondían a los receptores de las aguas traídas por las cañerías. Para Martínez un factor fundamental era el escurrimiento y por ende, la pendiente. Reconociendo las pendientes de la zona “Ultra Alameda” y “Ultra Mapocho”, sugirió construir la red de colectores en dirección Norte-Sur y Sur-Norte, respectivamente. Así buscó conseguir velocidades de arrastre “siempre mayores a 0m. 60 y en las cañerías velocidades de arrastre mayores que 1m. 10”. Todo esto, siguiendo las indicaciones de uno de sus mentores: el británico Baldwin Lathan. Las zonas de vaciamiento postuladas eran el colector emisario “Alameda”; el colector emisario Zanjón de la Aguada para la “zona Ultra Alameda”, y el respectivo al norte del Molino de la Estampa (calle Hornillas), en ultra Mapocho. El imperativo de la pendiente y el escurrimiento fue en paralelo a la necesidad de cambiar el diseño y la distribución internas de las viviendas. Por esto criticó: “a los que desean que el confortable de nuestras habitaciones se conserve tal cual es desde el tiempo de la Colonia, quiero decir, que los aparatos sanitarios, como excusados, orinales, baños, etc, queden donde hoy están: en el segundo o tercer patio. Y consecuentes con este orden de ideas, dicen que las cañerías de 228 “Agua potable para el barrio ultra-Mapocho-Aniegos en la ciudad”. Sesión 3ª ordinaria, 9/8/1892, pp. 24-25, en Ilustre Municipalidad de Santiago, citado. 229 Martínez, V. (1896). Proyecto de desagües para la ciudad de Santiago. Santiago, Chile: Imp. La Democracia, pp. 8-9. Este texto fue reeditado en 1904 con el mismo título, en medio de una discusión pública sobre el tema, aún entonces no concretado. Entonces, los ingenieros C. Chiesa y L. Pinchon efectuaron un estudio de los proyectos de Martínez y de Gaspar Roufosse respecto al “saneamiento de Santiago”. 113 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS primer y segundo orden debieran ir por dentro de las manzanas, aprovechando el curso de las acequias, en vez de ir por el eje de las calles. […] su curso es tan caprichoso […] que la pendiente se hace casi nula, razón por la cual no deberían llamarse acequias, sino receptáculos de inmundicias”. 230 Simultáneamente, explicó que las cañerías de primer orden (esto es, sólo domésticas) sí podrían ir por las acequias, ya que eran más útiles para evacuar las aguas lluvias, que eran las más caudalosas. En ese sentido geográfico -la pendiente- el Mapocho era entendido como parte de la ciudad central: “Las acequias siguen generalmente, sobre todo en la parte central de la ciudad comprendida entre Alameda y Mapocho, la dirección de la pendiente más pronunciada (Este a Oeste), pasando por el interior de las manzanas y cortando perpendicularmente las calles que van de Norte a Sur. Ahora bien, es muy fácil reemplazar las acequias actuales, sólo dentro de las manzanas, por cañones o acueductos especiales para cada casa particular, construidos de material sólido e impermeable, pero aprovechando la pendiente mayor de Santiago, a fin de que puedan fácilmente vaciarse en los canales de mayor diámetro o colectores, que correrían únicamente por las calles que van de Norte a Sur”. 231 Estos canales derivados del río Mapocho y en menor medida del canal San Carlos eran los flujos principales de una extensa red de acequias que se extendía por la mayoría de Santiago. Como destacó el pionero estudio del arquitecto Jorge von Bennewitz, esa red fue crucial para la zonificación de la vivienda y su relación con el desarrollo de los sistemas de hidráulica sanitaria. Según este autor, “los accesos principales de las viviendas de la Colonia […] dieron por lo general a las calles que corrían de Este a Oeste, mientras que a las calles de sentido Norte-Sur daban normalmente los accesos de servicio. Esto podemos comprobarlo en Rancagua, Serena, etc. Y en general en todas aquellas ciudades en donde las acequias principales corrían de Este a Oeste por el centro de las manzanas”.232 Pese a su 230 Martínez, V., Proyecto de desagües para la ciudad de Santiago, op. Cit., p. 16. 231 Idem. 232 von Bennewitz, J., Historia de los servicios de agua potable y alcantarillado en Santiago de Chile, citado. 114 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO a Fig. 16. Plano desde el faldeo del cerro San Cristóbal (Antonia López de Bello) hacia el sur (calles Mallinckrodt y Constitución). Se aprecia el canal de la Merced en el extremo superior izquierdo, que bordeaba la ladera sur del cerro y del cual se extraía agua que cruzaba las manzanas siguiendo la pendiente natural del valle, en sentido norte-sur. insalubridad, podría especularse con una valorización material y simbólica de la acequia cada vez más importante. Por ello este autor propone que “la tendencia natural fue siempre mantener un frente colindante con la acequia, a fin de poder hacer uso de ella”.233 En ese contexto geográfico, Martínez también negó la posibilidad de construir un sistema de desagües en que dos costados de la manzana pudieran evacuar sus aguas a través de las habitaciones de más abajo. Por ello recordó al higienista inglés Robert Rawlinson, “con un principio con el cual no se debe jamás transigir, sea la construcción de un palacio o un cotaje, y es que ninguna cañería del desagüe se establezca debajo de una 233 Idem. 115 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS parte cualquiera de la habitación”234. De esta manera, Martínez buscó la prevención de una mala ventilación, con los consecuentes malos olores, miasmas y hedores que preocupaban a los higienistas. El proyecto de 1896 fue aprobado por la Municipalidad de Santiago en sus sesiones del 12 y 13 de agosto de aquel año. Poco tiempo antes, en febrero, se había aprobado la ley que autorizaba a los gobiernos locales de la República, cuya población excediera los cinco mil habitantes, para establecer como obligatorio el servicio de desagües. Es decir, la meta ambicionada por el ex presidente Balmaceda en 1888. Pero el proyecto de ley para facultar al Presidente de la nación para contratar los trabajos respectivos estuvo demorado durante largo tiempo: la razón expuesta por algunos senadores fue el excesivo costo de las obras públicas.235 Ahora bien, en este continum en la idea del saneamiento y la ingeniería sanitaria, cabe reiterar los medios mencionados por el presidente Balmaceda en 1888 para mejorar las condiciones higiénicas de las ciudades chilenas: dotación de agua potable, construcción de desagües y reglamentación de las condiciones higiénicas, específicamente las destinadas a habitaciones para obreros, así como la prohibición de la venta de alcoholes en mal estado y la penalización de la embriaguez. Sobre esa base de relación entre las aguas y la ciudad –tan caras a Valentín Martínez- trabajará después el arquitecto Ricardo Larraín Bravo, publicando La higiene aplicada a las construcciones (1909-10).236 Como han planteado Pérez, Rosas y Valenzuela, los tres tomos de aquel libro son “una compleja combinación de catastro e informe técnico, texto educativo, recopilación de casos y manual práctico”. 237 Con el horizonte del higienismo como objetivo, Larraín dio una importancia capital al alcantarillado y el agua potable, como base para el saneamiento: “no concebimos una ciudad moderna y de alguna importancia sin un sistema de 234 Ibíd. 235 La comisión integrada por el doctor Federico Puga Borne y los ingenieros Víctor Domingo Santa María y Alberto González Errázuriz aprobó el proyecto convertido en ley nº 1624 en 1903. Al año siguiente la francesa Société de Construction des Batignolles se adjudicó el proyecto. En tanto, Desagües de Santiago. Documentos oficiales y juicios críticos (1897), fue la última publicación de Valentín Martínez sobre el tema. En 1904, se lanzó un texto compilatorio, incluyendo a nuevos autores y propuestas. Para entonces, el retirado ingeniero vivía en Europa, alejado de las discusiones más candentes. Sin embargo, sus numerosos artículos y proyectos dejaron una sólida base de discusión. Inevitablemente, sobre ella trabajaron los encargados de iniciar las obras en el centro de Santiago, en 1905. La reedición en 1904 de sus proyectos de 1893 y 1896, es una prueba de ello. 236 Su auto-presentación indicaba que era “Diplomado en la École Spéciale d‟ Architecture de Paris, profesor de arquitectura y de higiene aplicada en las construcciones en la Universidad del Estado y de este último ramo en la Universidad Católica de Santiago”. Larraín Bravo, R. (1909). La higiene aplicada a las construcciones (alcantarillado, agua potable, saneamiento, calefacción, ventilación, etc.), tres vols., primer volumen. Santiago de Chile: Impr. Cervantes, Santiago. 237 Pérez F. y otros, “Las aguas del centenario”, citado. 116 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO distribución que lleve a todos los sitios el agua necesaria a cada uno de los usos: a la alimentación, a los lavados y al saneamiento, o sin una red de cloacas destinada a hacer cómoda, fácil y rápida la evacuación de las aguas cargadas de materias orgánicas”. 238 Para ello, Larraín señaló la necesidad de una distribución de agua que distinguiera entre “la llegada y distribución de las aguas útiles y la evacuación y purificación de las aguas nocivas”, viendo en la evacuación de las aguas usadas y de residuos, “el punto capital en la higiene de la habitación”. En el método para lograrlo se aprecian diferencias con las propuestas de Valentín Martínez en la década de 1890: si este proponía que debía tomarse lo mejor de cada uno de los sistemas, Larraín insistió en todo su texto en que la evacuación debía ser sacada de la casa y de la ciudad “con la mayor rapidez posible y sin detenerse en parte alguna”. En consecuencia, “los sistemas llamados separados, condenados por otra parte después de largas discusiones en los Congresos de Viena, Buda-Pest y Madrid, necesitan en cada caso dos canalizaciones para evacuar los líquidos: una para las aguas usadas y la otra para las aguas meteóricas…”.239 Como lo han señalado los investigadores de esta obra de Larraín, este efectuó una relación entre la trama de la ciudad y la orientación de la pendiente general para la realización de las obras de alcantarillado. Hemos visto que esa idea había sido planteada por Martínez, quien hablaba de efectuar los trabajos “aprovechando la pendiente mayor de Santiago”, instalando los colectores en las calles norte-sur. En cuanto a Larraín, lo importante a destacar aquí es su gravitación para la selección y mejoras de la propuesta B de la empresa Batignolles–Fould. Según Pérez, Rosas y Valenzuela, “La articulación eficiente de la cuadricula fundacional, orientada según los puntos cardinales, con la diagonal sur poniente en la que se alcanzaba la pendiente máxima, dará como resultado la estructura en zig-zag que caracteriza la versión final de la red”.240 Por ese motivo los nuevos colectores fueron localizados preferentemente por las calles norte-sur, de mayor pendiente, y los conductos de menor importancia por las vías oriente poniente. 238 Larraín Bravo R., op. Cit., vol. 1, p. 334. 239 Idem, vol. 2, p. 751. Cursivas en el original. 240 F. Pérez y otros, op. Cit. 117 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Para Larraín, sin embargo, “no es el sentido de la pendiente lo único que importa, ni es siempre lo que presenta mayor interés, sino más bien su magnitud y regularidad”. Y según su percepción, Santiago presentaba condiciones muy favorables, como una pendiente continua y la prolongación de esa pendiente fuera de la ciudad. En cuanto a las condiciones adversas, el arquitecto las consideró de mucho menor importancia, y eran solo dos, una de trama urbana y otra geográfica: “la suma irregularidad y excesivas dimensiones de muchas manzanas del barrio ultra-Mapocho y de algunas del barrio al Sur de la Alameda; y el paralelismo, o casi paralelismo, de algunas calles próximas al río con las líneas del nivel del terreno”. Por ello, Larraín, reconociendo las enseñanzas de los autores de proyectos anteriores, sostuvo que “deben llevarse de preferencia los conductos de menor importancia –que acarrean menos agua- por las calles de Oriente a Poniente, en el sentido de la mayor pendiente; y los de mayor importancia, o colectores, en el sentido de la menor pendiente, por las calles de Norte a Sur”.241 Por cierto, esto significaba elegir el sistema de „todo a la cañería‟ o sistema unitario y para ello –como dijo Martínez años antes- había que dar un arreglo especial a las viviendas, tener una distribución de agua muy abundante en toda la ciudad y en todos los pisos de las habitaciones y un “sistema de alcantarillas especiales, cuyas pendientes, dimensiones y disposiciones permitan que las aguas salgan rápidamente”.242 Como han expresado los referidos Pérez, Rosas y Valenzuela, Larraín Bravo se opuso a utilizar las antiguas acequias de la ciudad –que corrían desde la Colonia por la medianería oriente-poniente de las manzanas– para el trazado del alcantarillado, argumentando las numerosas dificultades que el interior de las manzanas presentaba al trazado de la red. Estas se basaban principalmente en sus sinuosidades que les restaban velocidad al arrastre de las aguas; y por sus paredes con asperezas y salientes. Con ello, el arquitecto se desmarcaba totalmente de las operaciones decimonónicas realizadas en las acequias de Santiago, que consistieron en dar a cada acequia una pendiente constante entre su punto de partida y el de llegada, en profundizar su lecho de dos a tres metros, y en cubrirlas en casi todo su recorrido con 241 Larraín Bravo, R., op. cit., vol. 2, pp. 785-6. La existencia de una pendiente general […] lo es en diversos grados, según esa pendiente se presente bajo la forma de un plano inclinado, como en México, la de una superficie cóncava, como en Stuttgart, o de una superficie convexa como en Santiago. En términos generales la forma cóncava que se presenta cuando el curso de agua que atraviesa una ciudad corre por la depresión del valle, es más favorable para una evacuación única que el caso excepcional de Santiago cuyo río corre por la parte más alta de la ciudad (Fig. 659)”. [Esta figura es un plano de “Líneas de nivel sobre el mar. En metros”] 242 Larraín Bravo, R. op. cit., vol. 2, p. 783. 118 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO bóvedas de mampostería de ladrillos.243 En consecuencia, Larraín se apartó de las pragmáticas recomendaciones del propio Senado de la República, en el sentido de aprovechar las antiguas acequias. Propuso, como se indicó, que las nuevas obras se efectuaran en la vía pública, de propiedad común, privilegiando la disposición en zig-zag que se beneficia mejor la pendiente del valle. Además de las enseñanzas técnicas y pedagógicas del libro-manual de Larraín, es necesario referir a su impacto como texto en el ambiente cultural urbano de 1910. En las primeras páginas del segundo volumen de su obra el autor insertó una serie de notas de felicitación por su libro; notas que nos muestran el heterogéneo campo de influencia que este logró, mucho mayor que, por ejemplo, las publicaciones de Valentín Martínez. De esta manera, el rector de la Universidad de Chile, Valentín Letelier, pero también Jorge Calvo Mackenna, Jefe de la Dirección e Inspección Fiscal de Alcantarillado, alabaron su trabajo. Este último, junto con felicitarlo, manifestó que era de esperar que “basados en tus lecciones se aprecie la importancia de tan indispensables conocimientos y que se les lleve a la práctica en las construcciones, lo que desgraciadamente hoy, por lo general, ni aún se consulta en nuestra edificación”. La higiene aplicada a las construcciones fue reseñada además en distintos periódicos de Santiago, promoviendo una difusión poco usual para este tipo de obras. En 1905 un contratista francés comenzó los trabajos de las primeras instalaciones de cañerías, pero en 1914 sólo 7.800 edificios en Santiago tenían instalaciones adecuadas.244 Esta obra, diseñada en armonía con la planta de la ciudad, era un conjunto de alcantarillas subterráneas con vías que –como sugirieron Martínez y Larraín- seguían el sistema reticulado de zig-zag. Ello permitía controlar el rápido escurrimiento de aguas y el colapso de los ductos por saturación. Entre 1908 y 1910 se efectuaron cuatro entregas de alcantarillado, pero en 1915 sólo el 48% de las residencias estaban en el sector donde la conexión era obligatoria, “zona que representaba el 34% del espacio urbano total de la ciudad” 245. De hecho, el perímetro del área beneficiada correspondía a las avenidas Matta y Blanco Encalada por el sur; Matucana y Alameda hasta Pila del Ganso por el 243 Idem., pp. 862-870. 244 Anuario Estadístico, 1915, vol. 2, p. 136, citado por DeShazo, P. (2007). Trabajadores urbanos y sindicatos en Chile: 1902 – 1927. Santiago, Chile: Dibam, p. 37. 245 Langdon, M.E., “Condiciones de higiene pública en Santiago de Chile hacia 1910”, en Gross, P., de Ramón, A., Santiago de Chile: características…, op. cit., p. 66. 119 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS poniente; Dominica, Recoleta e Independencia por el norte y Vicuña Mackenna por el oriente. Ahora bien, si las obras de alcantarillado consiguieron ser concretadas al menos en parte, conformando una de las obras más destacadas del período, y siendo una de las causas para la rectificación del río y sus riberas, es pertinente ver ahora cómo se efectuó otro tipo de obra pública vinculadas a las aguas: la contención del Mapocho y el uso de sus riberas. 2.5. La contención del río: obras públicas, usos privados Como se indicó en el primer capítulo, hacia finales del siglo XIX, el agua comenzó a ocupar un lugar aún más prioritario en el funcionamiento de la ciudad que el que tenía en décadas anteriores. Y muchos de los casos de conflictos de propiedad, reclamos y litigios de la época donde el Mapocho fue protagonista, estuvieron relacionados con el acceso al agua para uso agrícola y urbano. Frecuentemente, los reclamos de los particulares apuntaron a las obras ejecutadas por el estado, fuese la Intendencia provincial u otra institución. Respecto a lo primero, es necesario puntualizar que pese a lo que establecía la ley de canalización de 1888, era en la práctica el intendente y no la Municipalidad el ente encargado de los bordes del río, aunque esta última administraba basurales como los Hornos Crematorios. En ese contexto geográfico, dos procesos (la necesidad de agua potable en la discusión pública y el uso fabril del agua de riego) acompañaron al proceso vivido por las obras de defensa realizadas principal pero no exclusivamente por el estado. Es objetivo de esta sección apuntar a algunos de sus problemas. La vía para hacerlo será trabajar en tono a casos que involucran las riberas y las aguas del Mapocho, en lugares diferentes: Providencia, Manuel Rodríguez y Hornillas. No se postula aquí que la disputa por las tierras adyacentes a las aguas haya sido un fenómeno prioritario al inicio del siglo veinte. Esto implicaría negar la existencia de acuerdos y pactos. Con todo, estos casos nos muestran una tendencia recurrente y no despreciable, así como al menos dos otros aspectos: modos de actuar del aparato público y la propia inestabilidad del cauce del torrente. Aunque los litigios por el lecho del río también ocurrieron en el tramo urbano –como se verá en el capítulo cuarto- las obras de defensa que originaron muchos de ellos se realizaron especialmente donde la canalización finalizaba: Providencia y Manuel Rodríguez. El primero, un sector suburbano y donde el Mapocho no estaba canalizado y existían los ya citados molinos que aprovechaban las aguas. El segundo, lugar de basurales 120 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO y campos agrícolas. Ahora bien, en cuanto a la gestión de esos trabajos, la figura del intendente Enrique Cousiño, que ocupó el cargo entre 1901 y 1906, fue crucial. Intendente de Talca entre 1896-1900 –es decir, con experiencia en el manejo de una ciudad intermedia- Cousiño ha sido recordado en su gestión santiaguina sobre todo por la creación del parque Forestal y el aislamiento del cerro Santa Lucía.246 Especialmente después de la inundación de agosto de 1900 -año de un implacable desborde del río que inundó casi todo Santiago- se preocupó de dirigir personalmente los trabajos de contención, que alcanzaron un impacto aún mayor gracias a las primeras revistas y diarios con fotografías. El diario El Chileno, por ejemplo, aunque no utilizó imágenes, fue claro en su percepción negativa del río –una auténtica animalización y humanización- y de la necesidad de encerrarlo: “Se trata del Mapocho, de este río que se arrastra vergonzante y raquítico en su parte no canalizada, y que después se desliza recto y sucio buscando casi sin fuerzas la parte más cómoda del canal como un enfermo busca el mejor piso de una calle. Demasiado sabido es que este aprendiz de río se sale de madre en el invierno, se transforma, se enfurece, se desconoce a sí mismo, sin respeto a nada ni a nadie, abusando de sus entonces poderosos elementos, trata de reconquistar los antiguos dominios que el hombre le ha arrebatado. Contra este enemigo [...] ha emprendido formal batalla el actual intendente de Santiago, señor Enrique Cousiño” 247 Tan o más sugerente aún que la actuación contra ese “enemigo”, es que estas obras de sólo -es decir, no una canalización- hayan tenido repercusión en otras ciudades sudamericanas, como la entonces monumental Buenos Aires, que a través de la revista Caras y Caretas informó a sus lectores de lo que ocurría en el país trasandino (figs. 16 y 17). Inevitablemente, vuelven estos problemas como parte de una representación de Chile y, sus técnicas de transformación/contención de la naturaleza, un tema central. 246 Cousiño no fue abogado ni médico, sino agricultor y funcionario: además de los cargos mencionados, fue administrador de la Quinta Normal de Agricultura entre 1907 y 1913, así como uno de los fundadores del Patronato de la Infancia –del cual fue su presidente por muchos años-, presidente del Consejo de Habitaciones Obreras y socio del aristocrático Club de la Unión. de Ramón, A. (1999). Biografías de chilenos. 1876-1973, volumen 1. Santiago, Chile: Pontificia Universidad Católica, p. 307. 247 “A orillas del Mapocho. La defensa de Santiago. El Parque Forestal. Un almuerzo en Vitacura”, El Chileno, 24/12/1901. El énfasis es nuestro. 121 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Como enunció El Chileno, desde 1900 el Intendente Cousiño solicitó fondos al Ministerio de Industria y Obras Públicas para levantar protecciones. El objetivo era defender la ribera sur del Mapocho (siempre más prioritaria para las autoridades), pero también la norte. En 1901, Cousiño insistió sobre la urgencia de obras para esta última, ya que “había de ejecutar trabajos de carácter definitivo que pusieran al barrio de Vella-Vista [sic] a cubierto de las inundaciones que casi seguramente lo anegarían en caso de una crece del río, haciendo presente que las obras de defensa que se ejecutaban en el borde sur, eran una causa más para acrecentar el peligro de los barrios de ultra-Mapocho”. Sin obtener respuesta, el funcionario insistió nuevamente, acompañando esta vez el petitorio “un presupuesto formado por la Dirección de Obras Públicas y que ascendía a la suma de $41.460,74, valor calculado de las obras de defensa que más urgentemente debían realizarse en la ribera norte del Mapocho”. En el invierno de 1902, Cousiño recurría una vez más a la oficina ministerial, en vista de “las grandes avenidas del río han puesto más en evidencia la necesidad de llevar a cabo esos trabajos”. 248 Este documento y las fotografías expuestas muestran cómo en 1901 las obras de defensa sí se hacían en Providencia, banda sur, y cómo esto no ocurría en los barrios al norte del Mapocho. Hay evidencias también respecto a la preocupación del Ministerio de Industria frente a las solicitudes del Primer Alcalde de Providencia, e incluso el llamado al Ministerio del Interior para afrontar el problema.249 Si seguimos a El Chileno, las obras de defensa de Providencia se extendían desde la fábrica de Cerveza de Cousiño (actual sector de Nueva Los Leones) hasta cerca del puente del Arzobispo. Consistían “en una doble muralla de bloques de ripio y cemento duros, resistentes y sólidos como el granito”; cada bloque pesaba 23 toneladas y eran idénticos a los usados en la defensa del río Aconcagua.250 Evidentemente, sería muy mecánico pensar que la gran dedicación a defender el margen sur del río en Providencia se debiera a una simple actitud segregatoria por parte de las autoridades ministeriales. Hay indicios, por ejemplo, de que la oficina de trabajos públicos realizaba estudios inge- 248 Intendente a Ministro de Industria, 20/6/1902. Intendencia de Santiago, volumen 226, marzo de 1902. 249 Ministerio de Industria y Obras Públicas al Intendente, 04/ 07/1899. Intendencia de Santiago, volumen 182, julio 1899. 250 “A orillas del Mapocho”, El Chileno, 24/12/1901. 122 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Figs. 17 y 18. Obras de defensa del Mapocho, 1901. Se aprecia el trabajo con gruesos bloques de concreto en un sector suburbano, es decir sin canalizar, probablemente Providencia. Nótese el aún amplio lecho del río y la existencia de numerosos árboles en sus riberas. 123 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS nieriles para labores de defensa en Renca, en 1899. 251 Sin embargo, sí puede cuestionarse la calidad de esas contenciones, que obligaban a rearmarlas una y otra vez, en especial en las partes más pobres de la ciudad. En 1903, por ejemplo, los destrozos del año anterior en la misma Renca aún no habían sido reparados, pese a que la fuerza de las aguas “causó considerables deterioros a las defensas que hay en el río Mapocho para impedir inundaciones y perjuicios en el pueblo de Renca, cuyo río, además, cambió su curso tomando otro cauce que viene en dirección a la plaza del pueblo”.252 Para efectos de esta investigación, preferimos más bien trabajar sobre la ausencia o irregularidad de respuestas por parte del Ministerio de Industria y Obras Públicas, aunque esto puede hablarnos de falta de fondos más que de un simple desinterés. Sin descartar la existencia de una „ciudad primada‟ que comenzaba a extenderse más hacia el oriente que hacia el insalubre poniente, queremos ver aquí cómo los trabajos de defensa desataron conflictos o litigios –de hecho o judiciales- entre el Estado y los privados, contribuyendo a la definición de las riberas del Mapocho. Un primer caso es el de Mauricio Allende y vincula los trabajos de contención con el proyecto de una nueva avenida sur. 253 En su querella, este autodenominado “agricultor, domiciliado en la calle de Pérez de Valenzuela número setenta y ocho”, expuso los problemas que tuvo con los trabajos realizados en 1903 por el intendente Cousiño. El predio de Allende colindaba al norte con el río, al oriente con el camino de Lo Contador, al sur con el mismo camino y la calle Pérez de Valenzuela y al poniente, con el Mapocho. Según cuenta Allende: “al ejecutarse las obras de defensa contra las inundaciones del río Mapocho, el Intendente de Santiago don Enrique Cousiño determinó dejar a continuación una faja de terreno para Avenida. Esta proyectada avenida abrazaba terrenos de mi propiedad que tenía cerrados y plantados con bosques de álamos y sauces y cuya ocupación no podía permitir en manera alguna; pero el señor Intendente se desentendió de mis derechos de dueño y ocupó el terreno con fuerza de policía puesta a las órdenes del encargado del trabajo”.254 251 Ministerio de Industria y Obras Públicas al Intendente, 16/06/1899. Intendencia de Santiago, volumen 181, junio 1899. 252 Propietarios y vecinos de Renca al Intendente, s/fecha. Intendencia de Santiago, volumen 231, marzo de 1903. 253 Mauricio Allende al Intendente, sin fecha. Intendencia de Santiago, volumen 233, mayo 1903. El plano adjunto de la querella está extraviado. 254 Idem. 124 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Allende explicó además que el Intendente, con la ayuda de la policía, construyó una “línea del cierre de las obras de defensa”255, en el extremo derecho de su propiedad, esto es, mirando hacia el camino de Lo Contador. Poco después se expropió también una faja de terreno de diez metros de ancho, y destinándose a comunicar las obras de defensa con el mismo camino. En noviembre de aquel año, cuatro trabajadores acompañados de dos soldados de la policía de Santiago salvaron la cerca de alambre que cerraba la primera de las fajas mencionadas, y comenzaron a abrir hoyos para colocar postes en la línea de cierre de las obras de defensa. Expulsados por el dueño de la propiedad, las obras no se efectuaron. Allende, en tanto, pidió dos guardianes a la policía municipal de Providencia, “pero al día siguiente llegaron cuatro a seis guardianes de la policía de Santiago con orden del señor Intendente para vencer cualquiera resistencia que se opusiese. En presencia de esta actitud, los guardianes de Providencia se retiraron y se continuó el trabajo del cerramiento. Desde entonces los trabajos se prosiguieron bajo el amparo de la policía, que custodió a los operarios de un modo permanente”.256 Similar ambiente de confrontación tuvo la apertura de la calle y avenida sur del Mapocho en aquella parte de Providencia. En otras palabras, la continuación de la avenida del Parque Forestal. A fines de noviembre – testimonió Allende- un funcionario se presentó, junto de dos guardianes de la policía, a abrir la calle por orden de la Intendencia. Ante la negativa del agricultor, los guardias hicieron uso de la fuerza, destruyendo una cerca de piedra que cerraba el terreno por el lado sur y convirtiendo así el sendero en calle. La molestia de Allende radicó en dos hechos: primero, que la primera porción de terreno –esto es, donde se hizo una línea de cierro de los trabajos de contención- involucraba un lucrativo negocio: una vertiente con que se surtía un establecimiento de baños y una serie de conventillos con 182 habitaciones en total.257 La expropiación de facto había significado el corte de muchos sauces y una considerable merma en el agua de la vertiente. En segundo lugar, el propietario protestó porque “la otra poción estaba ocupada por un tupido bosque de álamos, que no tendría menos de mil árboles, de los cuales no quedarán arriba de doscientos. Los demás han sido cortados 255 Idem. Subrayado en el original. 256 Idem. 257 Esto significaba que Allende era rentista de una no despreciable población de –al menos- seiscientas personas, siendo más probable que albergara unas novecientas. Cálculos basados en bibliografía y fuentes sobre conventillos. 125 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS durante la ocupación”. Algunos de esos álamos pueden verse en las fotografías 16 y 17, que datan de 1901. Pero además, señalaba Allende, “la calle abierta establece en mi predio una solución de continuidad que jamás ha existido y que me es sumamente gravosa y perjudicial”. 258 Esto llevó a entablar una querella de restablecimiento contra el Intendente de Santiago Enrique Cousiño. Ahora bien, es evidente que la escandalizada visión de Allende se debió a que sus tierras le fueron quitadas, con uso de la fuerza por parte de la policía; pero debió sorprenderle aún más debido a lo infrecuente de estas situaciones en las relaciones entre el aparato público y los dueños de propiedades Fig. 19. E.F.E, “Terrenos que ocupa la Línea en la propiedad del Sr. P. Lucio Cuadra”, 11/10/1888. En rosado intenso, el rectángulo con los terrenos ganados al río por la canalización, junto con el ramal del Mapocho. Debajo de este, las aguas y tierras reclamadas por Cuadra. ribereñas. La intendencia de Cousiño, sin ser una figura paradigmática como la de Vicuña Mackenna o la de Pereira Passos en Río de Janeiro del 900, sí resulta emblemática por un afán modernizador que se extendió durante cuatro años. Significativamente, a lo largo de treinta años fueron escasas tan intensas gestiones y acciones para habilitar la avenida sur del Mapocho en Providencia. Esta labor de Cousiño resalta más porque hacia 1904 asumió la Primera Alcaldía de la Municipalidad de Santiago el activo Eduardo Edwards Salas, que se ocupó prioritariamente de formar la avenida del Cementerio, desde el borde norte.259 Un caso parecido al de Mauricio Allende ocurrió entre 1888 y 1896, esta vez entre Pedro Lucio Cuadra y la Empresa de los Ferrocarriles del Estado. 260 Cuadra -un importante geógrafo de la época- era dueño de tierras ubicadas en el margen sur, al poniente de Manuel Rodríguez; específicamente, entre las calles del Sauce (hoy Almirante Barroso) y Negrete (avenida Brasil). En 1888, el geógrafo, sumado a los herederos de otro propietario vecino, entabló juicio al organismo fiscal por dos motivos: el uso de los terrenos por parte del ramal del Mapocho y la depreciación del suelo aislado entre los rieles y la caja del torrente. Cinco años después, los propietarios obtuvieron una resolución favorable de la Corte Suprema, que obligó a la empresa fiscal a pagar una indemnización. 258 Idem. Pese a estos hechos, el poder de Allende aumentó en los años siguientes: en 1906 trabajaba como Alcalde de Providencia y negociaba con la Intendencia, a nombre del Gobierno Local, nada menos que la extracción de ripio del lecho del río. El objetivo: arreglar las principales avenidas comunales. Mauricio Allende a Intendente, 8/6/1906. Intendencia de Santiago, volumen 280, mayo 1906. 259 Ver el capítulo tercero. 260 Dirección General de los Ferrocarriles a Intendente, 19/12/1896. Intendencia de Santiago, volumen 200, diciembre 1900. 126 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO El plano elaborado por la Empresa de Ferrocarriles del Estado muestra que “la extensión de los terrenos ocupados [...] es de 250 m de largo por 35 de ancho, 25 al norte del eje de la línea y 15 al sur del mismo eje”. 261 Gráficamente, el plano impacta por una detallada descripción de las líneas de borde-río antes y después de la canalización. Al igual que sus vecinos, la propiedad de Cuadra llegaba directamente a la caja, mientras se aprecia construcción contínua en el sector que da hacia calle Mapocho, por donde pasaba el “Canal de Zapata o Mapocho”. Se advierte por último que frente a la propiedad de Cuadra estaba la de Matías Ovalle, principal dueño del suelo en el extremo sur del barrio norte (Población Ovalle). Con todo, no tenemos registro ni detalles acerca de las indemnizaciones o las medidas tomadas por las autoridades políticas. Sí se constata la irregular topografía de los márgenes del río, cuestión que se repite en otros casos. Es pertinente enfatizar, en relación a las tierras quitadas a Cuadra, que éstas fueron utilizadas para el ferrocarril de circunvalación; es decir, para el transporte público que unía la estación del Mercado con la estación Yungay. Un tercer caso escogido es un poco más tardío y técnicamente no corresponde a un litigio; sin embargo, ha sido incluido porque se refiere a peticiones de un particular, Augusto Bruna, a la Intendencia.262 Bruna era dueño de la chacra Lo Sáez, propiedad ribereña de casi 55 mil metros cuadrados emplazada al norte del río, casi frente a las tierras del antes nombrado Pedro Lucio Cuadra. Hacia fines de 1912, Víctor Araya, cuñado de Bruna, solicitó por segunda vez un estudio ingenieril de demarcación oficial frente a los problemas suscitados por las inundaciones del Mapocho. Esto cuestionaba la validez de un informe evacuado “por el ingeniero de provincia señor Lazaeta, documento en cuya parte final se expresa que el deslinde entre “Lo Saez” y el río es bien definido”. Por esto Araya solicitó la integración de un ingeniero de la oficina de Hidráulica de la Dirección General de Obras Públicas, “que por su especialidad en el ramo pueda ser un colaborador eficaz del señor Lazaeta”.263 La Intendencia, en enero de 1913, comunicó a la Dirección General de Obras Públicas la necesidad de una respuesta a la nota de Araya. Esta última institución, por medio del mismo Ricardo Lazaeta, Ingeniero Jefe, señaló entonces a la Intendencia que “la línea de separación de la chacra Lo Saez con el Río Mapocho es la barranca que ha formado el Río”, por lo que la petición de Bruna no correspondía. 261 Idem. 262 Víctor Araya a Intendente, sin fecha. Intendencia de Santiago, volumen 394, abril 1913. 263 Idem. 127 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Indicó además que si se requería una determinación legal, “estimo que el llamado a resolverla, es el Consejo de Defensa Fiscal”. 264 Las demandas del dueño de Lo Sáez continuaron durante los meses siguientes: en diciembre se produjo una nueva respuesta de la Dirección General de Obras Públicas al Intendente a propósito del caso. El ingeniero Lazaeta respondió allí que hacer obras dentro del lecho del río Mapocho para volverlo a su cauce natural, no tenía justificación. Esto, porque a juicio de la autoridad, “no es la autoridad administrativa la llamada a resolver este asunto, pues el río Mapocho frente a Lo Sáez, presenta su ribera muy definida, y es evidente que en las creces periódicas volverá el Río a ocupar el lecho que abarcó en la última crece del mes de Junio. Por estas consideraciones creo que no se debe accede a lo solicitado”. 265 Fig. 20. “Chacra „Lo Saez‟. De propiedad de don Augusto Bruna”, agosto de 1912. 264 Direccion General de Obras Públicas al Sr. Intendente de la Provincia de Santiago, “Limite sur chacra Lo Sáez”, 8/04/1913. Intendencia de Santiago, volumen 394, abril 1913. 265 Dirección General de Obras Públicas al Sr. Intendente de la Provincia de Santiago, “Límite sur chacra „Lo Saez‟”, 2/12/1913. Intendencia de Santiago, volumen 394, abril 1913. 128 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Poco después, el propio Augusto Bruna comunicó al Intendente la petición de ejecutar los trabajos para volver al Mapocho a su cauce natural. El propietario argumentó que esos terrenos habían sido suyos desde que compró la chacra y los había explotado -seguramente mediante extracción de áridos- hasta que el torrente penetró en su predio. Con un notorio conocimiento de la legislación, Bruna expresó que “el aspecto legal de esta presentación es igualmente claro. El artículo 654 del Código Civil establece: “„Si un río varía de curso podrán los propietarios riberanos, con permiso de autoridad competente, hacer las obras necesarias para restituir las aguas a su acostumbrado cauce, y la parte de este que permanentemente quedare en seco, accederá a las mismas como el terreno en aluvión en el caso del artículo. Concurriendo los riberanos de un lado con los del otro, una línea longitudinal dividirá el nuevo terreno en dos partes iguales; y cada una de estas accederá a las heredades contiguas, como en el caso del mismo artículo‟ Ejercito, pues, el derecho que me concede la disposición legal que queda transcrita, y ocurro a U.S. en demanda de la respectiva autorización‟”266 No hubo respuesta de las autoridades, pero el plano que acompañó la solicitud de Bruna es una buena descripción gráfica del Mapocho en su parte norte, específicamente al poniente de Hornillas. Debido a su extensión el predio en cuestión incluía varios espacios urbanizados: la población O‟Higgins (extremo superior, al centro) y la calle Cancha de „Lo Sáez‟ (principal diagonal del terreno), lugar de concurridas diversiones populares y carreras de caballos „a la chilena‟. Tal como en el caso de la ribera sur, se ve que las propiedades particulares llegaban hasta el mismo lecho del torrente, viendo complicados sus límites por la acción del río: se aprecian los difusos límites de la caja, señalados como “cauce antiguo” (extremo inferior del plano) y “barranca antigua” (en zig-zag, arriba de la anterior). Se distingue además la “barranca actual”, inmediatamente arriba de la antigua. Estos problemas entre los usos privados y públicos del río tuvieron también claras connotaciones sanitarias. Hacia 1916, los Hornos Crematorios habían crecido a niveles alarmantes. El 31 de diciembre de 1915, la Dirección General de Obras Públicas escribió al Ministro del ramo lo siguiente: 266 Augusto Bruna al Intendente, sin fecha. Intendencia de Santiago, volumen 394, abril 1913. 129 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS “en la ribera norte del río Mapocho como a 300 metros –más o menos- al poniente del puente Manuel Rodríguez existe un botadero de basuras, el cual, dado el avance que ha tomado en el último tiempo, ocupa ya una parte del cauce, pues se ha internado 28 metros al sur de la línea definitiva que habrá de seguir la prolongación de la canalización. Dicho basural, cuya altura alcanza a más de cuatro metros, va angostando en esa parte el lecho del río, por cuyo motivo es de temer que en el próximo invierno las aguas se desvíen de su cauce natural y vayan a estrellarse, en la ribera sur, contra las obras de enrocado que esta Oficina ha construido con el objeto de defender el Parque Centenario”.267 En vista de ello, la Dirección solicitó al Ministro permitir al Intendente de Santiago la adopción de las medidas necesarias para impedir que continuaran depositándose las basuras de la población en la caja del río. Ya no tenemos aquí motivaciones tan sólo estéticas e higiénicas, sino que relativas a la propia estabilidad del lecho del torrente. Las obras de defensa, que tantos gastos habían significado, especialmente después de las inundaciones de 1912, se veían afectadas por el basural del Mapocho, cuyos materiales se habían expandido casi treinta metros al sur de la canalización proyectada. Para el estado esto conllevaba un problema relevante, ya que poco antes del Centenario se había licitado la primera extensión del Canal del Mapocho hacia el poniente: tan sólo cien metros, pero que iban en paralelo al abovedamiento del Canal Solar, con un costo de doscientos mil pesos, un décimo de lo gastado en la edificación del Museo de Bellas Artes.268 Aunque estos litigios y problemas en general muestran las relaciones entre privados y el aparato público a propósito del uso de las riberas, se ha omitido deliberadamente a la principal organización privada propietaria de aguas del Mapocho: la Sociedad del Canal del Maipo. El propio libro de aquella asociación ha indicado que durante la presidencia de Germán Riesco (190106), las relaciones con el estado fueron complejas, a causa del uso de las 267 Dirección General de Obras Públicas a Intendente, “Defensa de Santiago. Solicita medidas para evitar peligros ocasionados por botaderos de basuras”, 31/12/1915. Intendencia de Santiago, vol. 435, marzo 1916. 268 Decreto Presidencial, en oficio de Ministerio de Industria y Obras Públicas a Intendente, 4/3/1910, Intendencia de Santiago, volumen 348, marzo 1910. 130 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO aguas del Maipo para el alcantarillado y el abastecimiento de agua potable para Santiago. Como las aguas del Mapocho se hicieron insuficientes para el servicio de la ciudad debido a la creciente expansión urbana, la Intendencia decretó en 1910, la extracción de 3 m3 por segundo del río Maipo y su conducción por el Canal San Carlos para el servicio del alcantarillado de Santiago. Este hecho llevó a un juicio de la Sociedad en contra del Fisco, argumentando que la medida implicaba una disminución de sus derechos de agua equivalente a cien regadores. 269 El estado intentó llegar a un acuerdo con la Sociedad: nombró una comisión que recomendó expropiar 200 regadores de agua del río Maipo para servicio urbano, y que como compensación el Fisco construiría una o varias represas en el Cajón del Maipo para regular el régimen del río. No obstante, en paralelo a la discusión de la propuesta de la comisión, el gobierno presentó un proyecto para contratar un crédito para la aducción de las aguas del Manzanillo y de la Laguna Negra a Santiago, así como la construcción de un estanque y otras obras menores. El proyecto fue aprobado en enero de 1913, comenzándose las obras de inmediato. La Sociedad consideró la medida como un atropello, ya que estimaban que las aguas del Manzanillo y la Laguna Negra contribuían a formar el Canal del Maipo. La Asociación tenía entonces un gran poder, y se expresaba, entre otros medios, a través de detallados planos y proyectos hidráulicos. En 1902, por ejemplo, publicó su detallado plano del valle del Mapocho, donde se muestran los diversos canales de la ciudad y sus alrededores (Fig. 2o).270 Ya desde la década anterior el ente privado había manifestado su disconformidad con la distribución de las aguas del torrente, debido a un creciente uso de las mismas por los habitantes e industrias de la ciudad. Luis Lagarrigue, ingeniero de la Sociedad, expresó entonces sus diferencias con el juez de agua del río: “La ciudad de Santiago tiene derecho preferente a las aguas del río Mapocho y puede llenar sus boca-tomas con el caudal que crea conveniente y sólo las aguas excedentes del río pueden repartirse en dos porciones, una para las treinta y cuatro tomas de arriba y otra para las treinta y cuatro tomas de abajo. Ahora bien, el Juez de agua 269 Asociación de Canalistas. (1997). Sociedad del Canal del Maipo 170 años. Santiago, Chile: [s. n], pp. 142-143. “Regadores” es la unidad de medida de uso de aguas. 270 Su nombre completo es Plano de la parte de la zona central de Chile regada por los acueductos de la Sociedad del Canal del Maipo, 1902. 131 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS de dicho río permite que agoten la mayor parte del caudal de aguas en las treinta y cuatro tomas de arriba y deja llegar a las proximidades de la ciudad sólo las aguas suficientes para el Canal de Santo Domingo y la primera toma de ciudad que salen un poco hacia arriba de la fábrica de hielo de Gubler. Resulta pues que frente a dicha fábrica, el río no tiene ningún caudal de agua y quedan burlados los derechos preferentes de la ciudad en sus demás bocas tomas más, en la acequia de la Merced, en la de la Población de Ovalle, en los Canales de Yungay y Zapata y otros, y quedan además burlados los derechos de más de treinta de las tomas particulares de abajo”.271 Tal como en el caso de las obras de defensa del río en Providencia, en este sector del mismo el aparato público enfrentó conflictos legales y de facto con los propietarios ribereños. El interés es destacar aquí que esas disputas involucraron en el caso del Mapocho urbano poniente, el desafío de estar sumadas a las ya mencionadas obras de defensa, a la resolución de los problemas estéticos e higiénicos de los basurales y, por si fuera poco, desde 1910 al mantenimiento del humilde parque ribereño, el Centenario. Sobre los conflictos con los propietarios, un ejemplo de aquel mismo año puede ser útil: en febrero de aquel año, el Director de Obras Públicas expresó al Ministerio “que en la ribera norte del Mapocho desde la calle Matías Ovalle al poniente algunos propietarios riberanos han procedido a terraplenar el lecho del río entre su límite natural y un basural allí existente en pleno lecho”. Aquel “trabajo de relleno, practicado según toda probabilidad con la intención de apoderarse de terrenos fiscales, ha reducido en forma peligrosa el cauce del río que en su primera crecida arrastrará los basurales”. Pocos días después, el Ministro de Industria y Obras Públicas escribía al Intendente explicando la situación.272 El 14 de marzo, el Comisario de la 16ª Sección comunicó al Prefecto del ramo que efectivamente “los propietarios riberanos se han apoderado de terrenos fiscales y los ocupan como dueños. No hay ningún lote en situación de tomar posesión inmediata porque todos están cerrados y sus dueños me han manifestado que no están dispuestos bajo ningún concepto á hacer entrega de ellos”. Finalmente, el Comisario pedía el uso de la fuerza pública para volver a la normalidad.273 271 Ingeniero de la Sociedad del Canal del Maipo a Intendente, s/fecha, Intendencia de Santiago, volumen 258, varios 1892-1893-1894. 272 Ministerio de Industria y Obras Públicas a Intendente, 4/3/1910. Intendencia de Santiago, vol. 348, marzo 1910. 273 Prefecto de Policía de Santiago a Intendente, 14/3/1910, Intendencia de Santiago, vol. 348, marzo 1910. 132 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 21. Plano de la parte de la zona central de Chile regada por los acueductos de la Sociedad del Canal del Maipo, 1902. 133 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Pero, ¿cuáles eran esos “propietarios riberanos”? Los documentos son evasivos en cuanto a su nominación. Sin embargo, una semana después del informe del Prefecto, S. Huidobro, secretario de la Sociedad del Canal del Maipo, invitó al Intendente –a nombre del Directorio de la Asociación- a una visita al Mapocho, para “subsanar los inconvenientes que expresa el Sr Director de Obras Públicas”. 274 No hay indicios que tal recorrido se haya concretado, o bien que sea haya restituido al Fisco la propiedad de las tierras de borde-río. No obstante, se puede constatar nuevamente el peso de la Sociedad del Canal del Maipo, a través de sus accionistas, en la repartición de las aguas y la apropiación ilegal de tierras. Otro documento de la época nos confirma que había una repartición inequitativa de las aguas del Mapocho, que podría calificarse como transgresora de la legalidad de aguas. El problema se producía reiteradamente al igual que en todo Chile, y llegó a tal grado que se dictó una Ley de Aguas en 1896, que dictaminaba vigilar que no se aprovecharan terceros de las aguas de la ciudad. La solicitud enviada al Intendente de la época corresponde a numerosos accionistas de aguas mapochinas y canales derivados “de la sección de abajo”, desde Providencia hasta Renca. El siguiente cuadro los describe más claramente: “Nómina general de accionistas a las aguas del Mapocho y sus derechos” Accionistas de la sección de abajo Nombres Representantes El Carrizal Rosario Concha Mercedes Guzmán ½ ¼ Monjas Manuel Solar Fernando Vicuña Pedro Montes Francisco Silva(fisco) (??) Ricardo Matte Abelardo Nuñez iliegible J. L. Gandarillas Pedro J. Fernández Pedro Concha Antonio Vergara J. M. Balmaceda Vicente Costa Desiderio Novoa Rafael Garfias Javier L. Zañartu Matías Ovalle ¼ ½ Manantiales La Providencia Lo Ruiz Lo Galindo El Manto Fábrica de Paño Por la Pólvora La Barranca Lo Alcalde El Seminario La Palma por la Merced El Carmen Lo Bezanilla Por la Punta Lo Ruiz Renca-Lo Sáez Renca Lo Ovalle-Quilicura El Pino El Bajo El Olivo entregado al Directorio de los canales de Zapata y Yungay Derechos Tomas 1 1 2 ¼ 1 s/c ½ ½ 1 1 1 2 1 1 1 1 1 1 14 Cinco/8 34 Tres/8 274 S. Huidobro, secretario de la Sociedad del Canal del Maipo, a Intendente, 21/3/1910, Intendencia de Santiago, vol. 348, marzo 1910. 134 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO La lista incluye nombres conocidos, como Matías Ovalle, poderoso propietario de la ribera norte del río (El Pino, población Ovalle); al igual que J.M. (¿José Manuel?) Balmaceda, presidente de Chile entre 1886 y 1891 y derrocado luego de una cruenta guerra civil (Canal La Punta). También otros menos frecuentes: el directorio de los canales de Zapata y Yungay, que atravesaban el barrio Yungay. Los accionistas protestaron porque “las aguas de este río vienen en la actualidad tan escasas que no suministran sino una mínima parte de las aguas que en época ordinaria se distribuyen”. Expresaron además que era “un reparto irregular de las aguas” y que “el río se someta a turno y su nombre el Juez de aguas encargado de reparto proporcional de éstas entre los canalistas”. 275 La misiva era firmada también por otros accionistas no incluidos en la tabla enviada al Intendente, como Juan Ramón Nieto, “como representante de las tomas del Mapocho denominadas El Olivo y Lo Ruiz y Victor M. Bruna, nombrado más arriba, como delegado de la toma de Lo Sáez. Indudablemente, las características torrenciales del Mapocho lo convertían en un bien apetecido por la Sociedad del Canal del Maipo como por los molinos, al igual que por otros establecimientos fabriles. En este sentido, la utilización de sus aguas como fuerza motriz fue una cuestión de disputa que no sólo involucró a la Sociedad ni a la de los canales de Yungay y Zapata. Véase el siguiente caso. En 1909, el Alcalde Ignacio Marchant protestó ante el Intendente Urzúa porque el Jefe de Policía, Santiago Melo, prohibió al Inspector Municipal de aguas de la ciudad, “tener injerencia alguna en las aguas del río Mapocho pertenecientes a los canales de Santo Domingo y merced agregando que en cumplimiento de dicha orden deberá conducir a la Comisaría al que, sin su autorización, hiciera algún reparto de agua”.276 La cancelación era relevante, ya que el Santo Domingo abastecía a los barrios al norte del río. La justificación del Comisario Melo al Intendente, tres días después, se basó en dos puntos. El primero era que el jefe policial había puesto especial importancia en fiscalizar al río en el sector de las propiedades de Benjamín Velasco (empresario del cemento) y E. Manier (agricultor), “ya que ellos tienen establecidas sus industrias mediante la fuerza motriz del río Mapocho [y] a fin de evitar las dificultades de que se han notado con su desavenencias”. 275 Accionistas de aguas del Mapocho a Intendente, s/fecha, Intendencia de Santiago, vol. 258, 1892-1893-1894. 276 Alcaldía Municipal de Santiago a Intendente, 31/07/1909, Intendencia de Santiago, volumen 331, Agosto 1909. 135 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Su segundo motivo para prohibir al Inspector Municipal de Aguas acceder al torrente era precisamente la labor de este funcionario: “Es público también de que Dn. Carlos Rivas Vicuña, desde que se hizo cargo del empleo de Inspector Municipal encargado de la distribución de las aguas de la ciudad, ha tratado de desempeñar sus funciones acompañado siempre de Dn. E. Manier, a quien visita a toda hora y aún se sirve de los caballos del señor Manier para inspeccionar el río y es además la casa de este Caballero a donde con más frecuencia ocurre el mayordomo Municipal Valenzuela a consultarlo para el servicio; siendo pública esta actitud del Sr. Rivas, como lo digo y sin dudar de su honorabilidad tengo motivos para asegurar de que con las medidas que ha pretendido implantar se perjudiquen los Señores Velasco y Gran y la parte norte de la ciudad que se riega con el Canal de Santo Domingo”.277 Agregó Melo que antes de la designación de Rivas Vicuña, el prefecto de Policía de Aseo Demetrio Vildósola, ordenó “que al anochecer, se disminuya un poco de las aguas de los Canales que surten los lados Sur y Norte de la ciudad, con el objeto de aumentar las que van a dar fuerza a la empresa de Tranvías y Alumbrado Eléctrico, para evitar las graves consecuencias que recibirá la ciudad con la paralización de ese servicio”. Sin embargo, Rivas Vicuña tuvo como “una de sus primeras medidas suspender esa orden dada por el Prefecto de Policía de Aseo”. Por último, el jefe policial declaraba que “pongo en duda la autoridad de ese funcionario, en cuanto a las órdenes que él imparte a sus subalternos para que las desempeñen en Comuna ajena a la de Santiago, ya que el Inspector Municipal Sr. Rivas ha llevado sus atribuciones a la de Providencia que es donde están situados los puntos del río Mapocho materia de su reclamo”.278 Los argumentos de Melo inducen a concluir que si un Inspector Municipal no tenía jurisdicción sobre el lugar del conflicto, evidencia la escasa claridad sobre los límites comunales y el radio de acción de los repartidores de agua. O bien, expresa lo valioso de las propiedades ribereñas con acceso a agua y la consecuente facilidad de una relación corrupta entre empleados municipales y privados. Por último, el uso de las aguas del Mapocho como fuerza motriz para 277 Santiago Melo al Intendente, 3/08/1909, Intendencia de Santiago, volumen 331, Agosto 1909. 278 Idem. 136 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO la empresa de tranvías y alumbrado eléctrico muestra los nuevos desafíos a los que se enfrentaba la ciudad y la sociedad urbana. La electricidad y el tranvía, nuevo medio de transporte –data de 1900 en Santiago- se habían convertido en nuevas dimensiones urbanas para las cuales el río era extremadamente útil y codiciado. Ahora bien, además de las aguas, hubo litigios, acuerdos y regulaciones en torno a otros elementos del río. Al igual que en otras ciudades latinoamericanas, como Lima, los sedimentos arrastrados por el torrente conformaban un auténtico pedregal: un amplio lecho donde para los meses estivales el Mapocho no era más que un estrecho riachuelo en medio de un panorama de rocas y piedras. La extracción de áridos, sin bien era un negocio menos lucrativo que el de las aguas, permitió desde el período colonial acceder al campo económico de la construcción de viviendas y edilicia pública, así como el empedrado de calles y el ripio de los caminos. Por ello, fue uno de los principales usos económicos del río Mapocho: la arena, el ripio y las piedras constituyeron una fuente laboral tanto para empresarios, como para cientos de personas de sectores populares, especialmente varones. De esta manera, los extractores de áridos, vulgarmente conocidos como „areneros‟, se establecieron desde temprano como parte de la geografía humana de la caja, y quedaron en el imaginario de la sociedad urbana como el sinónimo de marginalidad y trabajo precario. Por otra parte, los areneros se constituyeron como un factor relevante en el proceso de transformación de la caja mapochina: desvíos de canales, del propio río y de los límites ribereños, fueron parte de los efectos que estos trabajadores produjeron en el tramo urbano y peri-urbano del torrente. Los areneros trabajaban con harneros, esto es, con una criba de malla metálica para harnear arena, volverla mas fina y poder utilizarla en la mezcla para los trabajos de albañilería. Hacia finales del siglo XIX, los documentos estatales refieren a una presencia extensa y numerosa desde -al menos- el puente de Renca hasta Lo Contador, en Providencia. Esto no significa que hacia los extremos suburbanos no hubiesen areneros: tanto en Barrancas (Pudahuel) como en Las Condes estuvieron presentes. Sin embargo, era en el área urbana del río donde tenían mayor número y presencia, y fue desde principios del siglo XX donde tal presencia se volvió contraria a los objetivos estatales de contención del río. El punto central entonces es la accesibilidad a los espacios de extracción y la relación con el poder público que se estableció. Es sugerente que durante el siglo XIX exista un cierto silencio de las fuentes respecto a la existencia de 137 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS los areneros: su presencia es omitida, quizás por una existencia que no era regulada en demasía por el aparato público. Desde inicios del siglo veinte, en cambio, los documentos de la Intendencia relativos al tema comienzan a aparecer continuamente. En ese contexto, el primero de ellos no corresponde a extractores de áridos de condición marginal, sino a Rafael Grau, destacado industrial de Providencia y propietario de Baldosas Grau, en la orilla sur del torrente, una concesión estatal al frente de las actuales Torres de Tajamar.279 En 1906, el empresario solicitó al Intendente “extraer ripio de la caja del río Mapocho en la parte comprendida entre el Puente del Arzobispo y mi concesión con el objeto de rellenar los terrenos de la Avenida Sur, cedidos por US. a la Alcaldía de Providencia con el objeto de formar una plaza pública”. Además, Grau pidió autorización para “construir en el terraplén de dicha línea, una bóveda, para hacer el traslado de dicho material.”280 Un mes después, la Intendencia aprobó la solicitud del industrial, “en la sección comprendida entre el embudo del canal, por el poniente, y su propiedad denominada 'Molino del Carmen', por el oriente”. Aprobó también la edificación de una bóveda “en el terraplén de la línea de defensa de dicho río”, para poder realizar el traslado de dicho material destinado a rellenar los terrenos de la Avenida sur, cedidos por la Intendencia a la Municipalidad de Providencia para formar una plaza pública.281 En rigor, esta confluencia de objetivos públicos y privados en pos de los usos económicos y de contención no era extraña. En paralelo a la petición de Grau, el alcalde Mauricio Allende –el mismo propietario que en 1903 se enfrentó al Intendente Cousiño por la apertura de la avenida Sur del Mapocho- manifestó a la Intendencia tres años después y ya como Alcalde, la necesidad de continuar con la autorización para que la Municipalidad de Providencia extrajera ripio “para arreglar las Avenidas que están a su cargo”. Allende expresó entonces que “en la inteligencia de que los hoyos que resulten por la extracción de ese ripio, serán llenados con arenas que esta Alcaldía hará acumular de las mismas aguas del río”. El representante municipal planteaba esto a la luz de los obstáculos interpuestos por el “Inspector encargado por la Dirección de Obras Públicas para que vigile la línea férrea y los terrenos cedidos por los propietarios de esta Comuna para 279 138 Gross, P., de Ramón, A., Vial. E., Imagen ambiental de Santiago 1880-1930, citado, p. 132. 280 Rafael Grau a Intendente, sin fecha, Intendencia de Santiago, volumen 280, mayo 1906. 281 Decreto de la Intendente, 23/6/1906, Intendencia de Santiago, vol. 291, oficios enviados, 1906. DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO la Avenida proyectada en la parte norte de Providencia”, quien se había “opuesto a que esta Municipalidad continúe haciendo extraer ripio del lecho del río”.282 De otro tenor fueron las solicitudes de los areneros del Mapocho, evidentemente de una extracción más popular que los empresarios de borderío o el gobierno local. También en 1906, casi cuarenta areneros (“ciudadanos chilenos, ocupados en beneficiar la arena que produce el río Mapocho”) se dirigieron al Intendente explicando que “a veinte y cinco metros al norte del puente del Arzobispo, tenemos nuestros pequeños bancos de arena concedidos por vuestro digno antecesor, sr. Don Enrique Cousiño, que durante toda su administración nos favoreció en toda amplitud, tal vez tomando en cuenta nuestra condición de trabajadores y que sólo nos dedicamos a ganarnos la vida por este medio”. En la misma lógica de cooperación con el poder Ejecutivo que tenían otros actores, los habitantes de la caja indicaron asimismo que “estando próximo la terminación del terraplén de defensa en formación, quedaremos completamente encerrados, no pudiendo contar con el acceso de la entrada de los carretones que se ocupan en cargar la arena de nuestra referencia, por lo que venimos en solicitar de US. se digne concedernos autorización para formar una rampla que facilite la extracción de este material tan indispensable y que con su privación irrigaría muchos perjuicios a las construcciones” Como US. comprenderá esta rampla no perjudicará en lo que menor a la obra de defensa, sino que al contrario, serviría de terraplén y firmeza. […] Como un acto de justicia a nuestro trabajo honrado y de muchos sacrificios, creemos que US. No trepidará en otorgarnos el mismo permiso anterior y declarar a la vez que la entrada de los carretones en referencia, se efectúe siempre por la calle de Bellavista”.283 282 283 Mauricio Allende a Intendente, 8/6/1906, Intendencia de Santiago, volumen 280, mayo 1906. Nota de los areneros de Providencia al Intendente, 22/9/1906, Intendencia de Santiago, volumen 285, noviembre de 1906. Nuevamente se aprecia la participación del intendente Enrique Cousiño, en ese entonces ya fuera del gobierno de la ciudad. 139 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Previa aprobación y recomendación de la Tercera Zona de la Dirección de Obras Públicas, el Intendente Luis Larraín decretó que se concediera el permiso a los 36 demandantes “para construir una rampa en la ribera norte del Mapocho, que dé acceso a las carretas que conducen materiales a las obras de defensa que se ejecutan en la indicada ribera”. Indicó además que “la referida rampa deberá hacerse aguas arriba del puente del Arzobispo, y tener cuatro metros de ancho en la parte superior y pendiente inferior a un seis por ciento”. 284 Luego de algunos problemas en su instalación, debido a la omisión de las instrucciones hechas por la Dirección, la rampa para el tráfico de carretas comenzó a ser levantada “de acuerdo con las instrucciones que imparta el Ingeniero encargado por la Inspección General de Hidráulica de la supervigilancia de las obras de defensa citadas”. 285 Por otra parte, y como se expresó, las peticiones de empresarios y propietarios ribereños respecto al uso de los áridos del cauce fue un suceso recurrente en aquellos años. Sin embargo, en varias ocasiones la Intendencia negó el permiso para tales actividades, bajo recomendación de otra entidad estatal: la Dirección General de Obras Públicas. En noviembre de 1906, ocurrió esto con el requerimiento del “sr. A. Bruce, para extraer arenas del río Mapocho desde el puente del Ferrocarril hasta 200 metros al oriente”. La Dirección mencionó entonces que “por tratarse de un sitio tan próximo al puente, siendo peligroso remover el suelo, pues en la época de cree pueden originarse remolinos y cambios del curso de las aguas que pueden perjudicar esta obra”.286 Este rol de la Dirección se reiteró en otros casos ocurridos aquel mismo año, los que evidenciaban las en ocasiones conflictivas relaciones en la caja del río, entre los extractores de áridos y las obras de defensa llevadas a cabo por aquella unidad administrativa. Fue el caso de trabajos de contención de la ribera norte, cuando trabajadores por cuenta propia construyeron “una rampa para el tráfico de carretas por encima de la defensa en construcción”. 284 Dirección General de Obras Públicas Tercera Zona a Intendente, “Informe sobre una rampa en el Mapocho”, 3/11/1906. Intendencia de Santiago volumen 285, noviembre de 1906; Decreto de la Intendencia de Santiago, 8/11/1906, volumen 285, noviembre de 1906. 285 Dirección General de Obras Públicas a Ministro de Industria y Obras Públicas, 5/11/1906, Intendencia de Santiago volumen 285, noviembre de 1906; Inspección General de Hidráulica a Ministro de Industria y Obras Públicas, 14/11/1906, Intendencia de Santiago volumen 285, noviembre de 1906. 286 Dirección General de Obras Públicas, Tercera Zona a Intendente, 23/11/1906. Intendencia de Santiago volumen 285, noviembre de 1906. 140 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Sin embargo, como en el caso de las aguas, la extracción fue disputada por diferentes actores, aunque en el caso de los áridos la diferencia es que aquella se desenvolvió fundamentalmente entre los sectores populares y los dueños de borde-río. Desde estas fechas, los areneros pero también los empresarios, comenzaron a ser criticados por los efectos que según diversas personas e instituciones, provocaban en el cauce: desvíos de canales, carencia de agua, desestabilización de márgenes del río. En resumidas cuentas, ese conflicto enfrentaba a las novedosas entidades técnicas con oficios y usos realizados durante cientos de años. Lo relevante es que ese problema se produjo precisamente en una coyuntura de construcción de alcantarillado y de ampliación del abastecimiento de agua potable, provocando, para la autoridad, incompatibilidad entre ambas. En febrero de 1907, la Dirección de Obras Públicas informó al Intendente “Sobre los perjuicios que sufre el camino de las Hornillas, frente al Molino de La Estampa”, indicando que “La Ilustre Municipalidad de Renca ha dado permiso para extraer arena de la desviación del canal Pinto Solar que corre por el poniente del camino, pues por la falta de talud se producen desmoronamientos que angostan esa importante vía de comunicación. Esta extracción se hace en malas condiciones perjudicando el camino, pues por la falta de talud se producen desmoronamientos que angostan esa importante vía de comunicación. Sería conveniente prohibir la extracción de ese material ya que se trata de un camino público y no Municipal”. 287 La Sociedad del Canal del Maipo, en tanto, una activa y poderosa entidad privada en el área del control de aguas, reclamó en enero del mismo año respecto a “la extracción de arenas en la parte de la caja del Mapocho comprendida entre la bocatoma del canal de la Pólvora y el puente de las canteras de don Ramón Martínez”. La Sociedad, mediante su ingeniero jefe, Luis Lagarrigue, señaló entonces que con ello se salvaguardarían “los intereses de más de mil cuadras cuadradas de terrenos vecinos a Santiago que se riegan con el canal de la Pólvora y que hoy carecen de la dotación de agua que les corresponde a causa de las desviaciones continuas de las aguas, 287 Dirección General de Obras Públicas Tercera Zona a Intendente, 20/2/1907, Intendencia de Santiago, volumen 297, febrero 1907. El oficio aprovechaba de mencionar que estaba finalizado “el proyecto para reparar el puente sobre el Zanjón de la Aguada en San Diego”, lo que nos muestra otro tipo y lugar de acción de la Dirección. 141 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS de las rupturas de pretiles y de las modificaciones del lecho del río que producen los areneros establecidos en esa sección”. Junto con ello, el ingeniero pidió que los areneros es establecieran “aguas abajo de la toma de la Pólvora”. 288 La solicitud no era planteada por cualquier persona, sino por un influyente y respetado técnico, quien era además ingeniero jefe de obras hidráulicas de la Chilean Electric Trainway Company. 289 Un pensamiento similar expresó la Dirección de Obras Públicas, pocas semanas después, a propósito de la interrupción que los extractores de áridos hacían en las áreas de trabajos de contención del Mapocho, en la ribera norte. El Ingeniero Inspector de las obras de defensa expresó que era imperiosa la necesidad de “prohibir la extracción de ripio por particulares en la parte que se esté construyendo la defensa”. Refirió que la fuerza pública se había hecho presente en numerosas oportunidades, “pero siempre infructuosamente”. La Dirección manifestó tajantemente que la extracción era una “operación que se practica sin atender a observaciones de ninguna especie y en los puntos que a ellos más les agrada, ruego a U.S. que, si lo estime a bien, se sirva prohibir dicha extracción en la sección del río en que se ejecutan las obras de defensa a que me refiero”. Por primera vez en el registro de este tipo de documentación, hay referencias para que el Intendente “se sirva impartir las órdenes del caso para que la fuerza pública preste auxilio al Ingeniero Inspector de los trabajos cuando éste necesite recurrir a ella, a fin de hacer cumplir las disposiciones anteriores”. 290 Es interesante constatar que la extracción de áridos competía cada vez con mayor fuerza con otras actividades desarrolladas en la caja del río por parte de departamentos estatales, específicamente obras de contención implementadas en los “embudos de canalización”, esto es, donde el flujo de las aguas retomaba su ritmo vigoroso, acorde con un régimen nivo-pluvial. En 1913, Pedro Lira y Eduardo Vacarezza escribieron al Director de Obras Públicas, buscando autorización para extraer arenas. 291 Pocas semanas 288 Ingeniero de la Sociedad del Canal del Maipo a Intendencia, 9/1/1907, Intendencia de Santiago, volumen 296, enero de 1907. 289 Chilean Electric Trainway Company a Intendente, 23/2/1907, Intendencia de Santiago, volumen 297, febrero 1907. Recuérdese que esta compañía era la concesionaria de los tranvías a tracción eléctrica en Santiago de Chile. 290 Dirección General de Obras Públicas, Inspección General de Hidráulica a Intendente de Santiago, 8/3/1907, Intendencia de Santiago, volumen 298, marzo 1907. Pedro Lira y Eduardo Vacarezza al Director General de Obras Públicas, 27/02/1913, Intendencia de Santiago, volumen 393, marzo 1913. 291 142 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO después, la Dirección General de Obras Públicas de Hidráulica respondió al Ministro del ramo, basándose en la necesidad de efectuar obras de reparación del torrente: “La reserva de materiales del río Mapocho solicitada de la Intendencia […] se refiere a las arenas que habían en el embudo de la canalización, las que se están empleando en las reparaciones que se efectúan actualmente en el emplantillado de dicha obra”292. Por otra parte, en el mismo documento, aparece una de las primeras listas de requisitos al respecto, tanto por los aspectos técnicos, como por el gran poder de decisión que el ya nombrado Ministerio de Obras Públicas tenía sobre el río. En primer lugar, se establecía un depósito de garantía de mil pesos ($1.000), cifra imposible de pagar para un arenero. Segundo, se estableció que “la extracción de piedra y ripio no se podrá hacer a una distancia menor de 20 mts. del eje de las defensas construidas en las riberas”. En tercer lugar, que la extracción se haría desde el centro del río hacia los márgenes, evitando la formación de montículos o grandes bancos dentro de la zona de extracción: “Para ello el concesionario deberá retirar los materiales a medida que sean extraídos”. Se señaló además que: “4°) Las excavaciones no podrán profundizarse más de 1,50 mts., respecto del nivel medio del lecho. 5°) En caso de producirse daños en alguna obra existente a causa de una infracción de las anteriores estipulaciones, serán indemnizados por el concesionario según tasación practicada por la Dirección de Obras Públicas. 6°) La concesión referida no constituirá privilegio y cualquiera otra persona podrá extraer esos materiales en la misma parte del río, con el correspondiente permiso. 7°) Si el concesionario no da cumplimiento a cualquiera de las estipulaciones anteriores la concesión caducará de hecho. 8°) Caducará también la concesión si así lo ordena la Intendencia o si así lo solicita la Dirección General de Obras Públicas y sin que para ello haya necesidad de desahucio”293 292 Dirección General de Obras Públicas Inspección General de Hidráulica, al Ministro de Industria y Obras Públicas, “Pedro Lira y Eduardo Vacarezza solicitan permiso extracción ripio y piedra lecho río Mapocho”, 15/03/1913, Intendencia de Santiago, volumen 393, marzo 1913. 293 Idem. 143 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS En efecto, si a lo largo de esta tesis se ha mencionado el rol crucial que tuvieron organismos públicos como la Municipalidad, la Intendencia y, en menor medida, el Ministerio de Hacienda, conviene reforzar aquí las actuaciones del Ministerio de Industria y Obras Públicas: es que mediante su Dirección General se manifestó cada vez más claramente una voluntad de control sobre el río Mapocho y sus riberas. La expresión fue el dominio público, materializada en las obras de defensa del torrente, que a su vez motivaban la entrada a una dimensión anteriormente poco regulada, como la extracción de áridos. Es lo que se aprecia en la cita anterior, de 1913, cuando se habla de distancias, profundidades y modos de extracción, así como de aspectos económicos como garantías y caducación unilateral de contratos. De esta forma, no es sorprendente que poco después de la concesión a Lira y Vacarezza, la misma Dirección pidiera al Intendente “la prohibición de la extracción de piedras en el lecho del río entre los puentes Manuel Rodríguez y del Ferrocarril”. El motivo: aquella dependencia pública comenzaría “en el curso de la presente semana de ejecución de obras de defensa de la ribera norte del río Mapocho aguas abajo del puente Manuel Rodríguez, en los cuales se utilizará la piedra que hay en el lecho del río”. 294 Algunos meses después, José Luis Bernal, “arenero domiciliado en el Cementerio del Cólera”, como se autodefinía, solicitó permiso para similares labores a las de Vacarezza y Lira. El modesto trabajador pidió entonces “extraer arenas del lecho del rio Mapocho en la parte comprendida frente a la Fábrica de Huesos”, pero la misiva fue rechazada, sin dar motivos. 295 En general, a partir de la década del diez se aprecia un vigor mucho mayor por mensurar, controlar y cuantificar a empresarios y areneros. En julio de 1914, por ejemplo, la Sub-Comisaría de Providencia envió un oficio al Intendente, informando del nombre, fecha de permiso y área de ubicación de estos en el lecho del torrente.296 El documento, que analiza sólo el tramo correspondiente a Providencia, prueba que en su mayoría (37 de 52) se establecían entre el Puente del Arzobispo y el sector canal San Carlos y 294 Dirección General de Obras Públicas, Inspección General de Hidráulica al Intendente, 16/4/1913. Intendencia de Santiago, volumen 394, abril 1913. 295 José Luis Bernal a Intendente, s/f, octubre de 1913, Intendencia de Santiago, volumen 400, octubre 1913. El “Cementerio del Cólera” aludido por Bernal, era un cementerio construido en Renca con ocasión de la epidemia de cólera que llegó a Chile en 1887. Está en las cercanías de la actual población Bulnes. “El desconocido cementerio al norte del Mapocho”, La Tercera, Santiago, 19/3/2011. 296 Sub-Comisaría de Providencia al Intendente, 1/8/1914, Intendencia de Santiago, vol. 406, julio 1914. 144 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Vitacura, mientras el resto tenía el mismo límite oriente, pero arrancando desde el puente Pío IX u otros lugares. Es necesario considerar, además, que no se trataba sólo de esa cincuentena de areneros, sino de sus familias, por lo que fácilmente llegaban a doscientas las personas que giraban en torno a los márgenes del Mapocho peri-urbano oriente.297 Pese a esta tendencia a controlar a los extractores de áridos de diferente condición económica, no fue extraña la aprobación de los permisos aún avanzada la década del diez. En 1919, por ejemplo, José Luis Cea y Ramón Luis Arriagada elevaron una solicitud a la Intendencia, para que se les concediera por veinte años –plazo nada común- “permiso para extraer arena y ripio del cauce del río Mapocho, en una extensión de 5 kms. al oriente y poniente de la parte canalizada de dicho río”. El Intendente reconoció que había sido “norma invariable” rechazar las peticiones que pudieran caer en monopolio, “como sería esta por su largo plazo y tan extensa región”. Sin embargo, el alto funcionario explicó que “podría otorgarse una concesión a los Srs. Cea y Arriagada, hasta segunda orden y en una extensión reducida, que no venga a constituir un monopolio y que deje en libertad de instalarse en sus inmediaciones a los cientos de trabajadores que hoy se dedican a esas labores”. Para elegir la ubicación de las faenas, delegó funciones en la Dirección General de Obras Públicas. 298 En este contexto de trabajos públicos y privados sobre el Mapocho, si bien las fuentes no explicitan un criterio segregatorio de corte clasista, lo cierto es que hacia finales de la década del diez éste estalla con fuerza. Efectivamente, hacia entonces, tal cual como el orden liberal que las sustentaba, las ciudades latinoamericanas “parecieron escapar a todo control”. 299 En Santiago de Chile, tras las „marchas del hambre‟ de 1918, el gobierno de Juan Luis Sanfuentes lo demostró en 1919, al dictar el primer estado de sitio del siglo XX.300 Una importante expresión de estos cambios se produjo en las relaciones de los areneros más modestos con las autoridades. En un 297 En base a este cálculo, una cifra aproximada de areneros y sus familias en todo el tramo urbano y peri-urbano del torrente, considerando el tramo poniente, estaba en torno a las quinientas personas. 298 Intendencia de Santiago al Ministro del Interior, “Informe solicitud extracción arenas Cea y Arriagada”, 29/9/1919, Intendencia de Santiago, volumen 489, oficios enviados, enero-diciembre 1919. 299 300 Romero, J.L., Latinoamérica…, cit., p. 316. Loveman, B., Lira, E. (1999). Las suaves cenizas del olvido. Vía chilena de reconciliación política (1811-1932). Santiago, Chile: LOM, p. 262. 145 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS contexto urbano de expansión sindical y huelguística, en 1920, numerosos trabajadores mapochinos protestaron ante el Intendente Francisco Subercaseaux, ya que se según ellos se les estaba persiguiendo ilegalmente. Si se compara la solicitud con la efectuada por los areneros de 1906, se aprecia un cambio importante en su modo de expresión, pero también se advierte la preocupación por un control fiscal que quince años atrás hubiera sido impensando: “Consideramos que la orden a que se nos ha notificado de no conceder permiso a los que tuvieran notas en el carnet, como ser prisiones por ebriedad, nos viene a perjudicar en gran manera a los que hemos trabajado varios años en el rio, sin haber antes tal orden; por lo cual solicitamos de Ud. tenga a bien concedernos el permiso como antes sin esta selección que viene en perjuicio de todos nosotros. Además al compañero Valentín Muñoz no se le ha querido conceder el respectivo permiso a pesar de no tener notas en el carnet y trabajar en el rio diez y ocho años. Por otra parte si esto ha sido por pertenecer a esta Sociedad consideramos que es injusto por cuanto en otra ocasión cuando se hizo un movimiento, el teniente a cargo del rio nos prometió que teníamos amplia libertad de asociarnos y que no perseguiría a ninguno por el hecho de ser asociado. En resumen solicitamos el permiso para el compañero Valentín Muñoz al igual al que antes tenía en el año que terminó. Para banco y arnero [sic]. También hacemos presente que en esta petición nos acompaña la Unión de Estucadores y Albañiles de Resistencia en Chile, por lo cual en la presente nota se acordó estampar la firma del secretario general y el timbre social de dicha Sociedad. […] “OTRA: A ultima hora los compañeros de la parte del Puente Manuel Rodríguez a Bulnes, ponen en conocimiento de Ud., que han sido víctimas de atropellos de parte de la policía la que les ha hecho pedazos los harneros por creérseles sean asociados. Esperamos de Us. nos diga si esta orden ha sido suya”. 301 301 Unión de Areneros y Trabajadores a Jornal en Resistencia al Intendente de Santiago, Intendencia de Santiago, volumen 493, enero de 1920. Mayúsculas en el original. Firman: Sixto Lobos H. Secretario General de los Areneros; Leopoldo P. Meneses. Secretario General de los Estucadores, Santiago, 13/1/1920. Timbres: “Unión de Areneros y Carretoneros a Jornal en Resistencia. Fund. 14 Septiembre 1919. Santiago” y “Unión de Estucadores, Albañiles y Ayudantes en Resistencia de Santiago, Valparaíso y Viña del Mar. Agradezco esta referencia a Waldo Vila. 146 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO El tono más confrontacional de los trabajadores, la apelación al “compañero”, la conciencia de la “amplia libertad de asociarnos”, y desde luego, a que “nos diga si esta orden ha sido suya”, se explica a partir del modo de asociatividad planteada: en “resistencia”, esto es, anarquistas. El Inspector Bernardo Hernández, encargado del Río Mapocho, explicó apenas dos días después, en su respuesta al Intendente Subercaseaux, que era falsa la acusación respecto a que “no se les concede permiso para extraer arena a los que tengan en su carnet de identidad anotaciones por ebriedad”. Y respecto “al arenero Valentín Muñoz, no se le ha dado permiso por que durante el año ppdo. fue un elemento de discordia entre sus compañeros, en repetidas ocasiones formo desordenes, por lo que huvo [sic] de llamarle la atención, mas aun, el día que solicitó el permiso, se presentó en estado inconveniente y falto al respeto al infrascrito”. En cuanto al “denuncio relativo a que los arneros [sic] que estaban entre los puentes Manuel Rodríguez y Bulnes han sido destrozados por la Policía, es otro cargo sin fundamento. En dicho punto no hay areneros trabajando. Todos los permisos otorgados son del puente de Bulnes aguas abajo”. Finalmente, y de manera tajante, el Inspector Hernández deslegitimó al secretario de los areneros como un interlocutor válido, ya que “Sixto Lobos que firma como secretario de los areneros, no a trabajado jamás en el río, ni tiene permiso de la autoridad administrativa para extraer arenas, por lo que creo no pertenezca al gremio de areneros, sino que es un individuo que esta lucrando con crearle dificultades a los trabajadores honrrados y traquilos [sic]”. 302 El informe del Inspector fue lapidario. Más aún frente a trabajadores organizados cuya histórica humildad compartía ahora con un lenguaje más directo y confrontacional con la autoridad. Era el momento de definir quién mandaba en el río: el 18 de diciembre de 1919, casi terminando la década, el Intendente Subercaseaux decretó que “A contar desde el 1º de enero próximo suspéndanse todos los permisos otorgados para extraer arena y ripio del río Mapocho. Desde esa fecha toda persona que desee esta clase de permisos deberá obtener la correspondiente autorización de esta Intendencia. 302 Inspector Hernández a Intendente, 15/1/1920, Intendencia de Santiago, volumen 493, enero de 1920. 147 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Estas concesiones son personales e intransferibles y para obtenerlas se deberá estar en posesión del carnet de identidad que expide la Sección de Seguridad de esta Capital. El Inspector encargado del río Mapocho don Bernardo Hernández notificará el contenido del presente decreto a los interesados” 303 Con todo, interesa más acá la idea del control que el estado comienza a desplegar desde principios del siglo veinte sobre los márgenes del Mapocho y sobre sus areneros, y que hacia finales de la década del diez alcanza un ímpetu mayor, como otra dimensión en los controles estatales sobre el río y sus riberas. Como se dijo más arriba, entre 1919 y 1920, años en que las ciudades latinoamericanas vivieron álgidas tensiones sociales, fue en el caso de Santiago de Chile también el momento de nuevos marcos regulatorios en la ciudad: la prohibición del juego de la chaya, de encuentros políticos en los espacios públicos (que finalmente llevaron a implantar el estado de sitio), la creación de ferias libres que regularan el comercio informal, fueron ejemplos de ello. En el caso de los areneros y de los extractores de áridos en general, se observa un paulatino crecimiento en el control de los usos del río por parte del estado, vinculado especialmente a la necesidad de no afectar las costosas y extensas obras de contención del Mapocho, así como a las obras de abastecimiento de agua potable y los bienes de poderosas agrupaciones como la Sociedad del Canal del Maipo. Y si bien en el caso de los areneros no serían expulsados de la caja del río, serían progresivamente erradicados hacia puntos más alejados de la ciudad, ya fuera del área canalizada. *********************** En este capítulo se indagó en los proyectos y las obras de canalización del río Mapocho y su inserción en una fase de modernización de diversos ámbitos de la esfera pública: las instituciones, la literatura sobre la ciudad, la técnica y la política fueron algunos de ellos. En ese sentido, esas condicionantes enmarcan el proceso de lo que aquí llamamos contener y rectificar, intentando superar las inundaciones pero también la marginalidad social que se hacía presente en el cauce del torrente. La remodelación de las riberas del Mapocho en el 303 148 Decreto de la Intendencia de Santiago, volumen 493, enero de 1920. DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO período de entresiglos, tuvo algunos hitos reconocibles por su impacto en el espacio público. Sin duda, la época del centenario con inauguración del Museo y Escuela de Bellas Artes y de la Estación Mapocho en 1910 constituyó su imagen más representativa. Y sin embargo, como se ha visto aquí, cuenta con una extensa historia previa de intervenciones y regulaciones que respondían – con muchos cambios- a un planteamiento inicial que era enunciado por los propios interventores, aunque en rigor fuera modificado innumerables veces. Ese planteamiento era el de Ernesto Ansart, con su proyecto de 1873 y, junto con él, de Vicuña Mackenna. Este capítulo, comprende esa tensión de la intervención urbana distinguiendo al menos dos momentos en el cambio vivido por el Mapocho urbano: el primer impulso, de transformación del paisaje mediante el encajonamiento del río y el levantamiento de puentes. El segundo, el lentísimo cambio de sus riberas, con propuestas como la del proyecto de la Dirección General de Obras Públicas y fundamentalmente la postergada construcción del sistema de alcantarillado, que ocupa al ordenado río como cloaca urbana. Por último, las obras de defensa del Mapocho en sus zonas no canalizadas, evidencian acuerdos y litigios con usos y propietarios particulares, tanto de poderosas asociaciones y dueño de suelo, como de modestos extractores de áridos de la caja. De esta forma, el paisaje urbano de las riberas del torrente comenzó a vivir profundos cambios, vinculados con un aumento de su centralidad. Con todo, esta nueva situación no se expresó sólo mediante el sistema de aguas de la ciudad, sino en las modificaciones sufridas en la superficie, en las riberas. Éstas tuvieron diferencias entre la banda norte y la sur: como se verá en los siguientes capítulos, fueron intervenciones que gradualmente modificaron la imagen de ciudad y la propia representación del río para la sociedad urbana. En los siguientes capítulos se verá como, paradójicamente, ese río-cloaca es transformado en sus bordes para generar parques y plazas, desencadenando una tensión en el espacio público aún no resuelta del todo. 149 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Capítulo 3. Entre desinfectorios y mercados: la ribera norte como problema público 3.1. La Chimba: urbanización y crecimiento demográfico en el 1900. Al iniciar el siglo veinte, Santiago se hallaba en un proceso de sostenido crecimiento demográfico: según el Censo de 1895 tenía 250 mil habitantes, superando los 320 mil en el de 1907. Este proceso se debió principalmente a la recepción de un alto número de inmigrantes rurales, incentivados por ofertas de trabajo relativamente estables y atractivas, como las obras públicas, incluyendo la transformación del Mapocho urbano en un canal.304 Por cierto, aquel trabajo de infraestructura mejoró notablemente la conectividad entre ambas márgenes del río, gracias a sus nuevos puentes. Debe sumarse a este hecho el constante loteo de terrenos, generando poblaciones que ampliaron el radio urbano. De esta manera, entre 1895 y 1907 el área urbana de Santiago aumentó de 2 mil a 3 mil hectáreas, mientras que entre 1875 y 1895 había crecido sólo en quinientas hectáreas.305 En ese contexto, los barrios al norte del torrente, pese a su condición periférica, vivieron un aumento poblacional considerable a partir de finales del siglo diecinueve. La subdelegación Mapocho, en particular, pasó de tener 4.324 habitantes en 1895, a 9.189 en 1907, es decir, un 112% de crecimiento intercensal. Otra subdelegación de la Chimba, la de El Salto más lejana del río- tuvo un aumento del 55%, mientras que la de Renca, en el extremo urbano norponiente, creció un 42% entre las mismas mediciones. Es altamente probable, sin embargo, que dichas cifras sean moderadas, ya que el Censo de 1907 es uno de los menos confiables del Chile republicano. De todos modos, es importante destacar que los crecimientos de población de las subdelegaciones Mapocho y El Salto fueron los más explosivos en aquel período, superando a cualquier otra subdelegación y posiblemente también al centro y los barrios Brasil y Yungay. Si bien sumadas las que pertenecían a la zona sur eran las más numerosas, el crecimiento intercensal 304 En 1889, en pleno boom de las obras públicas, indicaba El Ferrocarril: „La multitud de obras, muchas de ellas colosales, que por cuenta del gobierno se están ejecutando en toda la extensión del territorio de la República […] ejercen sobre los trabajadores una atracción que en vano pretenderían resistir los hacendados e industriales…”. El Ferrocarril, 15/2/1889. Citado por Luis Alberto Romero, ¿Qué hacer con los pobres?..., cit., p. 116, nota 32. 305 Chile, Anuario Estadístico de la República de Chile. Año 1915, Santiago, 1916. 150 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO 1895-1907 llevó a que, por sí sola, la subdelegación Mapocho fuese la tercera más poblada, luego de las de Providencia y de Parque Cousiño. 306 En cuanto a la morfología de este espacio urbano, una fuente diferente, como el catastro municipal de 1910, nos muestra la existencia de una retícula con manzanas de grandes superficies, y en la que aún había numerosas calles „tapadas‟, esto es, sin continuidad. Efectivamente, las 306 A. de Ramón, “Estudio de una periferia urbana”, op. cit., p. 236, Cuadro Nº 4. La mención a las deficiencias del Censo de 1907 está basada en la introducción al XII Censo General de Población y 1º de Vivienda, de 1952, realizado por Rolando Mellafe. 151 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS subdelegaciones 14 (El Arenal), 15 (Recoleta) y 16 (Independencia), evidencian ciertas similitudes en su trama: el único sector con una traza regular era la población Ovalle, en el Arenal. Según el mismo catastro la urbanización aún era incipiente en el extremo oriente de la Chimba, donde la sección de mayor tamaño de la población León XIII sería inaugurada sólo en 1912. De esta manera, y pese a su crecimiento demográfico, en su trama el barrio ultra-Mapocho aun podía ser considerado una periferia urbana. En cuanto a los espacios públicos, se aprecia la existencia de los Jardines Pío IX y la Plaza de la Recoleta, en la subdelegación del mismo nombre, así como la inexistencia de „pulmones verdes‟ en la población Ovalle, la más numerosa del barrio ultra-Mapocho (Figs. 22 a 26). Fig. 22. Subdelegación 14. El Arenal. Catastro Municipal de 1910. Se advierte la urbanización más densa de la población Ovalle entre la ribera del Mapocho –calle Borgoño- y Rivera. Nótese los aún grandes paños al norte de esa última vía. La manzana de mayor tamaño corresponde al Convento del Buen Pastor. Al poniente, Fermín Vivaceta (ex Hornillas) como límite e ingreso al suburbio. 152 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 23. Subdelegación 15. Recoleta. A diferencia de la imagen anterior, no hay una urbanización tan pesada. Las manzanas irregulares y de grandes tamaños se vinculan más bien al comercio y a las quintas aún rurales. Figs. 25 y 26. Manzanas 30 y 31 de la imagen anterior, correspondientes a la ribera mapochina. Se aprecian en la primera, los Jardines Pío IX a la izquierda y los Almacenes del Agua Potable al frente. Inmediatamente al oriente (manzana 31), loteos sin urbanización y la avenida Santa María en construcción. 153 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 24. Subdelegación 16. Independencia. Catastro Municipal de 1910. Se aprecia un intento de comparación con el parque Forestal, mediante los Jardines Pío IX, que se suman a los Jardines de la Recoleta, a la izquierda de la imagen, y remodelados en la primera década del siglo veinte. Aunque el barrio ultra-Mapocho tenía numerosas quintas y campos agrícolas –con la consecuente escasez de avenidas y la presencia de numerosas calles „tapadas‟- la extensión de la trama fue progresiva y en ocasiones, caótica. La principal urbanización hacia 1900 era la mencionada Población Ovalle, popularmente conocida como El Arenal, por los sedimentos que dejaba el río.307 Armando de Ramón, a su vez, expresó que 307 J. A. Rosales, La Cañadilla de Santiago. Su historia i sus tradiciones 1541-1887, cit., p. 290. 154 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO se trataba de dos poblaciones distintas, situadas entre la Cañadilla y Hornillas, las que finalmente se conurbaron.308 La Población El Arenal o El Carmen (1870) fue creada por la sociedad Ovalle Hermanos, integrada por Matías y Pastor Ovalle Errázuriz, quienes arrendaron a las Monjas del Carmen de San Rafael o del Carmen Bajo lo que antiguamente era la chacra o Quinta El Carmen. Esta presencia de la iglesia se cimentó paralelamente con la donación hecha por el Carmen Bajo a la Congregación de la Virgen Santísima del Buen Pastor, permitiendo la inauguración de la Iglesia del Buen Pastor, en calle Rivera, el año 1864. En esa misma década, a su vez, llegó a la población Ovalle la Congregación de Santa Verónica. 309 Todas estas nuevas edificaciones significaron entregar solidez a la urbanización de la población Ovalle. En el proceso de construcción de esa población, resaltó sin duda la figura de Matías Ovalle: intendente de Santiago, ministro de Hacienda y diputado de la República; capaz, por tanto, de disponer los poderes públicos para la especulación inmobiliaria. Funcionaba así la “renta absoluta” o “retención especulativa”, es decir, el arriendo de sitios hasta que el valor del mercado posibilitara la ganancia normal más la renta. Sitios que, por cierto, presentaban condiciones desfavorables, fundamentalmente su condición pantanosa y su lejanía del centro, aunque cercana a los bordes de la ciudad.310 De esta manera, ya en 1875 se señalaba que “lo que se denomina el Arenal son nueve cuadras cuadradas; a lo menos, cada cuadra tiene aproximadamente unos ochenta sitios; cada arrendatario de sitios ha edificado o edifica actualmente con adobes hechos en su pertenencia”.311 Esta experiencia de autoconstrucción se amplió en 1885, cuando la Sociedad Ovalle compró la Quinta de Echazarreta, adyacente al norte, y comenzó una nueva urbanización. El radio construido llegó así paulatinamente al Camino de Cintura (luego calle O‟Higgins y actual calle Gamero). Es necesario recordar que, dada su importancia, hacia 1860 se levantó frente a la población Ovalle un puente de madera, demolido durante las obras de canalización para construir uno metálico. Además, por su ubicación y número de población fue escogida como el límite poniente del 308 A. de Ramón, Santiago de Chile (1541-1991), op. Cit., p. 144. La calle Hornillas es la actual avenida Vivaceta, esto es, la continuación de Manuel Rodríguez hacia el norte del río. 309 de Ramón, A. (1994). “La mecánica del crecimiento urbano y su control. Santiago de Chile (1840-1910)”, Siglo XIX, nueva época, nº 16, pp. 29-30. 310 Idem, pp. 144-5. 311 El Taller, 3/3/1875. Cit. Por L. A. Romero, ¿Qué hacer con los pobres?, citado, p. 124. 155 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS encajonamiento del río.312 El crecimiento de El Arenal fue tal que ya a finales del siglo diecinueve fue designada como subdelegación, teniendo en su jurisdicción el mayor número de ranchos de la ciudad.313 En su libro La Cañadilla de Santiago, Justo Abel Rosales tuvo una opinión contradictoria de la población Ovalle: por una parte alabó su rápido progreso, ya que “a los ranchos de otros tiempos se han sucedido aseadas y cómodas viviendas de adobe y teja, adonde acuden para habitarlas no sólo los de escasa fortuna, sino todo el que quiera vivir con holgura”. Sin embargo, expresó también que “los arriendos han ido subiendo en razón directo con el aumento de pobladores”, lo que promovía un constante éxodo de los más humildes. “En cambio” –dijo el escritor- “ya puede gozar de los beneficios que le proporcionan algunos adelantos modernos, como son: las plantaciones de árboles en casi todas sus calles, el gas y agua potable que han llevado a todos lo hogares en una red de cañerías, y ahora el empedrado de sus principales avenidas”. Pero el mismo autor señaló irónicamente que “salvo los defectos que han podido notarse en la dirección y cuidado de esa populosa ciudad, confiada por él [Matías Ovalle] a manos desconocidas y nada caballerescas, es fuerza confesar que el señor Ovalle es una gran palanca de progreso”. 314 Por la misma época que Rosales publicó su libro, se verificó el Censo de Población de 1885, cuya realización no fue en absoluto fácil: el subdelegado de la sección 14 urbana El Arenal señaló entonces que el empadronamiento tuvo obstáculos “por el número tan crecido que hay de conventillos, principalmente en el segundo distrito (Población Ovalle), como verá US en el número de habitantes que ha resultado”.315 Otras fuentes confirman el hecho que, a mediados de la década de 1890, El Arenal había acentuado sus falencias materiales e higiénicas. En 1893, el regidor Landa llamó la atención de los municipales sobre el “estado lamentable” en que se encontraba dicha subdelegación, ya que “hay en ese barrio un foco antihigiénico que es una amenaza muy seria para la salubridad de sus numerosos habitantes, y que 312 Véase capítulo dos. 313 Según el mismo de Ramón, la Subdelegación El Arenal tuvo la siguiente población: 11.056 en 1875, 15.018 en 1885, 13.284 en 1895 (disminución que merece dudas respecto a la fiabilidad del Censo y al crecimiento demográfico urbano ya referido) y 17.090 en 1907. Cfr. “Estudio de una periferia urbana…”, citado, p. 264. 314 Justo Abel Rosales, La Cañadilla de Santiago, op. Cit., p. 305. 315 Oficio de 30/11/1885, reproducido en A. de Ramón, “Estudio de una periferia urbana”, op. Cit., p. 264. 156 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO existen en estado endémico las epidemias de viruela, difteria y otras”. Esta presencia epidémica no era el único factor de riesgo; o mejor, era complementado –según el edil- por el tipo de urbanización que se desarrollaba: “al mismo tiempo se construyen algunos edificios frente a la calle de Hornillas, no sólo con materiales antihigiénicos, sino sobre un terreno que ha sido depósito de guano y otras materias semejantes, lo que será mortal para sus pobladores”. 316 Como complemento, y en el caso del propio borde-río colindante con la población Ovalle, un informe policial señalaba en 1895 que “en la ribera norte del canal del Mapocho entre el puente de las Pirámides y el de Ovalle se encuentran casas deshabitadas y hacinamiento de escombros que sirven de albergue a rateros y ladrones”. Tal situación, continuaba el prefecto policial, había promovido varios asesinatos.317 Es posible hallar visiones similares respecto a otros lugares del Santiago de fin de siglo. Por ejemplo, en 1893 la Cámara de Diputados discutió acaloradamente el mal estado higiénico de la ciudad, incluso en sectores centrales como la Alameda, Ahumada y la entrada a los puentes que cruzaban el Mapocho.318 De esta forma, en la capital -pero en especial en la ciudad bárbara- la tasa de mortalidad adulta e infantil era una de las más altas del mundo.319 Específicamente en lo relativo a las periferias de la ciudad, el barrio ultra-Mapocho tenía semejanzas con otros espacios urbanos, sobre todo en la mecánica de la expansión. El mismo Armando de Ramón indicó que la presión de intereses sobre las autoridades obligó muchas veces a los municipios y oficinas de obras públicas estatales a colaborar con el proceso expansivo, construyendo trabajos de infraestructura aún antes de que los nuevos sectores urbanos fuesen entregados formalmente. A esto se sumó la Ley de Comuna Autónoma de 1891, que aceleró todavía más el proceso. 320 316 “Barrio del Arenal”, sesión 49ª ordinaria, 4/12/1895. En Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Tomo séptimo. Santiago de Chile: Impr. Barcelona, 1895, p. 544. 317 Prefecto de Policía de Santiago a Intendente, Intendencia de Santiago, vol. 125, febrero de 1894. 318 “Yo creo, señor Presidente, que vivimos en la peor de las ciudades, en la menos higiénica, en la más dejada de la mano de Dios!”, dijo incluso un atribulado diputado Robinet. Cámara de Diputados (1893). Boletín de las Sesiones ordinarias de la Cámara de Diputados en 1893. Santiago de Chile: Imprenta Nacional, p. 226. 319 Garcés, M. (1991). Crisis social y motines populares en el 1900. Santiago de Chile: Documentas & Eco, pp. 80-84. Ver también capítulo dos, sección 2.4. 320 A. de Ramón, “Estudio de una periferia urbana”, citado, p. 212. 157 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS En ese panorama, además de el Arenal y población Ovalle, en la Chimba existían malas condiciones de salubridad pública en las comunas quinta y sexta, Recoleta e Independencia.321 Aunque en la primera de ellas se produjo tempranamente el arribo de la Recoleta Franciscana, que construyó su templo a metros del antiguo borde-río, las fuentes refieren sobre un espacio privado materialmente precario, indisoluble de los problemas de infraestructura en el espacio público. En una fecha muy temprana como 1857, la Municipalidad de Santiago envió un oficio al Intendente, estableciendo “el mal estado de los ranchos que se encuentran situados en los propios de la ciudad de calle de Artesanos, [que] me hace dirigirme a VS para manifestarle cuan conveniente sería hiciere desaparecer esta clase viviendas en los lugares públicos”. 322 Ya en nuestro período de estudio, dos fuentes no estatales confirman esa condición material de la ribera norte y de otras partes de la Chimba, y que nos hablan de una periferia urbana cada vez más cercana a lo considerado como la ciudad, pero simultáneamente con problemas largamente demorados en su solución. En 1887, el escritor Daniel Riquelme, a quien hemos nombrado en el capítulo segundo como apologista de la destrucción del Puente de Cal y Canto, redactó una crónica en la que abordó cómo era vivir en Recoleta. En su particular estilo, expresó: “¡Lindo negocio, por cierto, que yo que vivo al lado de la Viñita, le esté pagando el farol y el paco [policía] de la esquina al vecino de la última cuadra de la Alameda y el muy fresco no me paga los míos, debiendo estos servicios eminentemente solidarios para que no resulte lesión, estafa y alevosía! Y a propósito de policiales. Los barrios de Yungay, Bascuñan Guerrero y hasta de San Isidro ¡atienda que barrios!- tienen cuartel de policía. Por excusadas no hago comparaciones; pero tendré que decirle que nosotros hemos suscrito la suma de 6,000 pesos para el objeto y que el local está comprado, aunque tenga que callar que se han achatado con esa plata y nos han hecho escandalosamente lesos […] que buscar un 321 Según Justo Abel Rosales, basándose en el Censo de 1885, la calle de la Cañadilla, desde el puente hasta la calle de la Unión, contenía sólo en su acera poniente “109 casas, 12 casitas, 14 piezas, 9 cuartos, 13 conventillos y 13 ranchos. La acera oriente contenía 104 casas, 141 cuartos, 13 piezas y 8 conventillos”. Cfr. La Cañadilla de Santiago, op. Cit., p. 229. 322 Reproducido en Brito, A. (1995). Del rancho al conventillo: transformaciones en la identidad popular femenina, Santiago de Chile, 1850-1920, en Godoy, L. [ed.] Disciplina y desacato: construcción de identidad en Chile. Siglos XIX y XX. Santiago de Chile: SUR & CEDEM. 158 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO policial por estos mundos es lo mismo que buscar quien preste quinientos pesos o sirva de padrino al hijo de un pobre”. 323 La ironía de Riquelme no debe impedirnos ver dos elementos fundamentales de su análisis: primero, que poco antes de la canalización, la Chimba se encontraba no sólo en un estado periférico a nivel de mentalidades, sino que de servicios básicos como la policía, pero también el alumbrado, el transporte público e incluso el agua potable. Y segundo que, pese a ello, residentes recoletanos como Riquelme debían financiar a otros barrios de la ciudad que consideraban tan o más periféricos que el barrio ultra-Mapocho. Al respecto, es importante esta representación de centralidad al comparar a Recoleta (“al lado de la Viñita”) con la periferia occidente santiaguina (“la última cuadra de la Alameda”) e incluso con otros sectores como Yungay y San Isidro (“¡atienda que barrios!”). Una segunda fuente reafirma estos problemas materiales en el espacio público y privado. En 1905, El Diario Ilustrado comenzó una serie de recorridos urbanos por diferentes sectores de Santiago y, específicamente, a sus conventillos. Recorridos secundados por el moderno recurso de la fotografía, inexistente hasta entonces en la prensa nacional y que, a su vez, eran respaldo prioritario para las campañas de denuncia social que este medio efectuaba.324 Es notable, en este sentido, el rol que la prensa se autoasigna en orden a la realización del ideal de ciudad higiénica que, en otras palabras, era la ciudad moderna. En orden a ello el reportero explicaba que “al indicar y describir los conventillos que hemos visitado, prestaremos un servicio á los pobres y también á las autoridades, señalándoles aquellos que necesitan una inmediata inspección”. El cronista continuó diciendo que “elegimos el barrio ultra-Mapocho por ser uno de los más abandonados”; y continuó: “Penetrando por la calle de Salas y al llegar á la de Andrés Bello, nos encontramos con una especie de bodegón desmantelado; es este un conventillo en que se levantan unos cuantos ranchos sin 323 Riquelme, D. (1931). “En la Recoleta”, Cuentos de guerra y otras páginas. Santiago de Chile: [s.n], p. 340. Publicado originalmente en La Libertad Electoral, 1887. Riquelme vivía a un costado de La Viñita, una iglesia católica fundada en el siglo dieciséis, y cercana al Cementerio General, en el corazón del barrio Recoleta. 324 Campañas que, por cierto, eran preferentemente vinculadas a la ciudad, cuestión no destacada por el documentado estudio de Ossandón, C., Santa Cruz, E. (2005). El estallido de las formas: Chile en los albores de la "cultura de masas". Santiago de Chile: LOM & Universidad ARCIS, p. 143-4. El Diario Ilustrado fue creado en 1902 por Ricardo Salas Edwards, introduciendo el sistema de fotograbado. 159 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS ventilación y cuyo patio, por efecto de las aguas lluvias, se convierte en un barrial difícil de salvar. Otras de las piezas –démoles este nombre- dejan penetrar el aire por los intersticios de las tablas que forman sus tabiques, y numerosas goteras encharcan sus pisos. A primera vista parece imposible que en esas rancherías pudiesen vivir seres humanos. En los días de lluvia, la vida allí debe ser casi insoportable, y cuando el calor descompone el barro y las aguas estancadas, la atmósfera viciada eleva los gérmenes de las enfermedades infecciosas causantes de la gran mortalidad de los niños pobres” 325 Finalmente, el reportero mencionaba el valor de autenticidad de las fotografías de ese y otros conventillos visitados: “Ellas hablan mejor que la más minuciosa de las descripciones, porque reproducen hasta en sus menores detalles esas guaridas de desaseo, donde los pobres ven deslizarse sus días, tristes y melancólicos, en el eterno invierno” (fig. 27). Por último, y en referencia a la comisión del Gobierno Local recientemente creada para fiscalizar conventillos, indicó que “ojala que las influencias é intereses personales no vengan á frustrar la feliz iniciativa del Municipio”.326 Es muy probable que la percepción del periodista respecto al barrio ultraMapocho como “uno de los más abandonados” de la ciudad haya sido compartida por otros integrantes de la sociedad civil. En 1907, Juan M. Rodríguez y Carlos García, directivos de una agrupación ciudadana de médicos, con fines de extirpación de epidemias y regeneración popular, escribieron al Intendente contándole su trabajo en el sector de la población Ovalle. Los filántropos explicaron que se habían organizado “a fin de ayudar a la extirpación de la peste bubónica y toda enfermedad epidémica, ha principado a ejercer sus funciones en el barrio de la 5a y 6a Comuna visitando en este solo día noventa y cinco conventillos”. Esa enorme cantidad de habitaciones populares estaban emplazadas en un estrecho radio de calles como Maruri, Escanilla, Ibáñez y Picarte. Si seguimos cálculos mesurados, esos 95 conventillos podían albergar al menos seis mil personas, aunque lo más probable es que bordearan las diez mil (fig. 28). 325 “Una visita a los conventillos”. El Diario Ilustrado, 17/7/1905, portada. Agradezco esta referencia a Teresita Rodríguez. La calle Salas es perpendicular a Independencia y se ubica a dos cuadras de la ribera norte. 326 Idem. 160 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO A Fig. 27. Conventillo de la calle Salas esquina de Andrés Bello, 1905. Puede verse la existencia de un sitio de tierra –lodazal en invierno- con habitaciones construidas de material ligero: “bodegón desmantelado”, en palabras del periodista. Era esta la cara privada de un espacio público de baja calidad en infraestructura. Los médicos explicaron sus medidas: “en cada uno de estos conventillos hemos hecho sacar todo papel sobre puesto en las paredes que solo servían para acumular telas de arañas, polvos, etc.”. En segundo lugar, habían efectuado “una limpieza general en las habitaciones y patios sacando toda basura que hubiera a la calle, para que fuera recogida por carretones que hay para el efecto”. Por último, los médicos expresaban que “hemos repartido a los dueños o mayordomos de conventillos una cantidad de sulfato de hierro y cobre, para que estos a su vez los repartieran a los arrendatarios para que hicieran el riego de sus habitaciones”.327 Si la intervención de la empresa editorial es vehiculizada en la esfera pública a través de la circulación masiva, la cultura de la denuncia social y el recurso fotográfico, la tarea de regeneración de la ribera norte y sus alrededores hecha por la agrupación de médicos gira literalmente en torno a la intervención en el espacio privado, a la luz que entra al cuarto “en eterno invierno”. Son dos ejemplos, por tanto, de representaciones e intervenciones sobre la vieja Chimba, entonces en una creciente urbanización; representaciones que hablaban de marginalidad, 327 Directivos de “Ambulancia Santiago” a Intendente, 21/1/1907, s/f, Intendencia de Santiago, volumen 296, enero de 1907. Para sorpresa de los profesionales, sólo habían encontrado un caso de posible enfermo de peste bubónica correspondiente a un ciudadano turco y algunos enfermos de tuberculosis. 161 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 28. Conventillos en población Ovalle, catastro de la “Ambulancia Santiago”, 1907. impureza y excreción. Como se indicó en la introducción a esta tesis, alrededor de esa triple tensión inédita se conforma una representación mayor del río y sus riberas no sólo como suburbanización descontrolada, sino como auténticas cloacas urbanas. Ahora bien, ¿acaso esa triple tensión –y la representación de una cloaca urbana- no se vivió en otras periferias, tan o más miserables que ultraMapocho, como el barrio Matadero o el entorno de la Estación Central? Si volvemos a la idea de una mecánica de expansión urbana en Santiago cimentada por la confluencia de intereses privados y públicos, conviene detenerse en las semejanzas y diferencias del auge demográfico y material de la Chimba con otras periferias santiaguinas. Comparten, como se ha dicho, esa matriz de urbanización mediante poblaciones y loteos muchas veces descontrolados, al igual que su baja calidad y cantidad en infraestructura y 162 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO servicios públicos. Comparten también –tanto en la legislación como en las mentalidades de la época- su distancia respecto a la ciudad propia, ya que todos esos lugares eran considerados suburbios. Pero la figura de la cloaca urbana como imagen de la Chimba –y de la ribera norte en particular- nos introduce en una primera y aparentemente obvia diferencia: la presencia del río. En apariencia obvia porque, como se indicó al inicio de esta tesis, el límite que significó la presencia del Mapocho fue un factor crucial para la intervención urbana desplegada por el estado. Ese límite, pese a la canalización, siguió estando presente debido a su lejanía y bajo la forma del abandono por parte del estado: esa fue la razón esgrimida por El Diario Ilustrado para iniciar sus visitas por aquel barrio, en 1905. Esa lejanía permite visualizar otras dos diferencias de la zona norte respecto a todas las otras periferias –especialmente el barrio Matadero- como son la ausencia de grandes industrias y del ferrocarril de circunvalación. 328 Además, si seguimos la comparación entre ambos sectores, puede desprenderse que, pese a toda la precariedad social de ultra-Mapocho, era un barrio menos marginal y violento que Matadero. Así al menos lo demuestran las estadísticas de heridos por cuchillo –donde aquel barrio tenía casi un cuarto del total de la ciudad- así como los informes policiales y las cartas de los propios residentes. Sobre estas últimas, la siguiente solicitud elevada por vecinos a la Intendencia en 1909 es clara: “Personas solas no pueden pasar por el puente del Zanjón ni la línea férrea una vez entrado el sol, que no corran el riesgo de ser asaltadas”. A ellos agregaron que “en la dicha calle de San Diego entre la calle de Placer y el Zanjón de la Aguada, sobre todo en el cruce con la línea de circunvalación ha recrudecido tanto el raterismo en estos últimos tiempos que llega a dificultarse el comercio y el tráfico en dicha zona una vez entrado el sol”. 329 La presencia del Matadero Público y la fama de sus trabajadores – cuchilleros, violentos y alcoholizados, muchas veces- daban a las calles de ese importante sector de la periferia sur una representación de la peor cara 328 De hecho, para algunos autores, “la falta de actividad industrial pesada al norte del río Mapocho no se justificaba en ese tramo [sic] por lo que el cinturón de hierro nunca se completó entre las estaciones Mapocho y Providencia”.Ver el capítulo cuatro de esta tesis que, sin descartar esa razón, la causa principal de la ausencia de ese tramo fue la operación inmobiliaria del parque Forestal y su barrio aledaño. Cfr. Pizzi, M. et al., (2010). El patrimonio arquitectónico industrial en torno al ex Ferrocarril de Circunvalación de Santiago. Santiago de Chile: Universitaria, p. 81. La única industria de gran tamaño al norte del río –y ni siquiera de industria pesada- era la Cervecería Ebner, en Independencia. 329 Solicitud presentada al Prefecto de Policía por los vecinos de la calle San Diego en las cercanías del Zanjón de la Aguada, 2/8/1909. Intendencia de Santiago, vol. 331, agosto 1909. Agradezco esta referencia a Waldo Vila. Las referencias sobre la estadística de heridos e informes policiales en A. de Ramón, “Estudio de una periferia urbana”, citado, p. 229-230. 163 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS del suburbio. La presencia del Zanjón de la Aguada, contaminado canal que atravesaba todo el límite sur de Santiago, y que recogía los desechos del Matadero, de industrias y talleres, y de las acequias del barrio, era un complemento destacado para esa desmejorada condición. En ese contexto, y pese a todas las precariedades del barrio al norte del Mapocho, es insoslayable el hecho que la presencia del torrente continuaba otorgando – pese a la contaminación y a sus humildes habitantes- un elemento natural a la Chimba. De esta manera, no es extraño que pese a su condición de cloaca urbana ya aludida, la ribera norte fuese entendida como escenario propicio para proyectos de vialidad, infraestructura e incluso, para edificios públicos que tendrían como objetivo regenerar aquel persistente límite. En otras palabras, se buscó así lograr una centralidad para el borde norte, intento ni realizado en el caso de Matadero, Estación Central o incluso, Providencia. 3.2. Proyectos y construcciones: calles y edificios públicos al otro lado del río Pero ¿cuáles eran los medios o herramientas con las que contaba el estado para cambiar el diseño de la ribera norte? Es necesario volver a una idea de remodelación, pero que podríamos calificar como una rectificación. No sólo en su sentido de mejorar, reformar o modificar las líneas de construcción y los espacios en general, sino de rectificación sociocultural. Un primer respaldo fueron las leyes vinculadas con regulaciones de ciudad, aquellas que hablaban de rectificaciones y regularidad, y que fueron especialmente dos: la de expropiación de terrenos para usos fiscales (1906) y la de transformación de Santiago (conocida como “ley del serrucho”, 1909). La idea de “transformación de Santiago” venía -al menos- desde la gestión edilicia de Vicuña Mackenna, pero alcanzó el rango de objetivo político transversal en la década de 1890, cuando se creó una oficina municipal respectiva a cargo del ingeniero Alejandro Bertrand. En 1893 el “proyecto de transformación de Santiago”, relacionado fundamentalmente al ancho de las calles, fue aprobado por la Cámara de Diputados, aunque quedó estancado en el Senado. El excesivo costo de la intervención (cerca de 200 millones de pesos de la época) lo volvió una utopía. Comenzó entonces una serie de estudios elaborados por Bertrand y respaldado por varios senadores. A diferencia del proyecto de los diputados, este no buscaba ensanchar las calles en sus dos costados por igual, sino la creación de diagonales inspiradas en el modelo haussmanniano. 164 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO En febrero de 1906 –meses antes del terremoto que asoló a Valparaíso- se declaró de utilidad pública varios terrenos de la ciudad de Santiago. Prácticamente en su totalidad correspondieron a solicitudes del Municipio a través de su Primer Alcalde, Eduardo Edwards Salas. Los objetivos eran puntuales: en primer lugar, obtener los sitios requeridos para la apertura de la Plaza Brasil. Un segundo punto incluyó “los terrenos que se necesitan para la apertura de calles tapadas”. Para ello se distinguió –siguiendo una distinción que nació en la década de 1890 (Martínez y Bertrand) entre los barrios del centro, los ubicados al sur de la Alameda de las Delicias y el barrio ultra-Mapocho. En el primero se consideraron entre otros, la calle Villavicencio a Tajamar y la calle Santo Domingo a Tajamar. Al norte del río, en tanto, se consideraron calles como Lastra (entre Independencia y Salas); Santa Filomena (de Recoleta a Salas), y quizás la más relevante de los sectores aledaños al Mapocho, como la Avenida Cementerio, desde los Olivos (Cementerio) hasta el río.330 A propósito de aquella ley, el Primer Alcalde Eduardo Edwards Salas manifestó su distancia del proyecto de 1893, debido a las desventajas económicas y de extensión temporal que involucraba ensanchar las vías a medida que se edificaba, más aún al hacerlo por ambos costados. Esto significaba, en la práctica, reemplazar la visión de Bertrand, a esas alturas ya no encargado de la Oficina del Plano de Santiago. Por ello expresó que prefería la construcción de avenidas diagonales, expropiando y revendiendo de treinta metros a cada lado. Esto permitiría al Gobierno Local contar con un ingreso permanente y seguro. Edwards Salas expresó además con indisimulado orgullo en la Memoria Municipal 1904-1906, que “desde hacía 32 años no se conseguía la declaración de utilidad pública para ninguna obra de transformación de Santiago”.331 Señaló también que importantes aperturas de calle habían sido Huérfanos hasta Bretón (hoy Santa Lucía) y la de Grajales entre Ejército y Castro (esta última hoy desaparecida). Pero sin duda a juicio de Edwards la más importante era la avenida del Cementerio, proyectada hacía décadas, pero cuyo “retardo en la ejecución dependía únicamente de las variaciones en el trazado que atendiendo muchas veces a intereses particulares se había querido introducir en ella. Entendiéndolo así y valiéndose de 330 Ley nº 1.832, de 14 de Febrero de 1906. En Anguita, R. (1913). Leyes promulgadas en Chile. Desde 1810 hasta el 1º de junio de 1913. Tomo cuarto 1902-1913, Santiago de Chile: Impr. Barcelona, pp. 119-120. 331 Edwards Salas, E. (1906). Memoria de la Alcaldía Municipal de Santiago. 1904-1905-1906. Santiago de Chile: Imp. Barcelona, p. 73. 165 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS concesiones de terrenos particulares que no gravaban a la Municipalidad la Alcaldía emprendió la apertura en casi la extensión de una cuadra fijando su dirección en conformidad al proyecto menos gravoso elaborado por la Oficina del Plano de Santiago”332 El mismo funcionario manifestó que su preferencia por las avenidas diagonales se debía a que acortaban distancias y se encauzaba el tráfico y las personas por ellas, mientras las calles secundarias quedaban con mayor tranquilidad. Las diagonales debían servir así para unir los paseos públicos. En razón a ello, Edwards Salas ordenó a la oficina del Plano de Santiago la formulación de “un plano que con un costo diez veces menor que el pendiente en el Senado une por medio de avenidas el Cementerio, los Fig. 29. Ventura Piedrabuena, Plano de transformación de Santiago que consulta aperturas y ensanches […] y encomendado al que suscribe por el señor Alcalde don Eduardo Edwards, 1906. Parques del Mapocho, las Estaciones del Mercado y Central, el Parque Cousiño, el Club Hípico y la Quinta Normal”.333 En otras palabras, el anillo de circunvalación de Santiago. Ese plano (fig. 29) otorgó prioridad especialmente a la avenida diagonal que comunicaría al barrio Brasil con la estación Mapocho, así como la avenida del Cementerio que haría lo propio entre ese terminal y el camposanto. En rigor, la avenida del Cementerio era la única vía propuesta al norte del río por parte del plano de la Oficina. Si bien Vicuña Mackenna había discurrido extensamente sobre su necesidad, no fue sino hasta 1898 que el Primer Alcalde de Santiago, Manuel Covarrubias, elaboró un proyecto detallado. El autor, Ventura Piedrabuena, consideró estas indicaciones y realizó un trazado no diagonal pero que cumplía con las necesidades prioritarias: rectificar y abrir calles tapadas. Lo primero, especialmente en la cuadra entre el Cementerio y calle Rosario (fig. 30). Lo segundo, en terrenos aledaños a la Vega, como en calles Andrés Bello, Dávila y Echeverría. Con sus treinta metros de ancho, hacia 1906 la nueva avenida ya penetraba extensas manzanas donde se mezclaban viviendas urbanas con quintas rurales típicas de la Chimba. Funcionalmente, la nueva avenida era comprendida como un punto de descarga y conexión con la Estación del Mercado, así como la continuación lógica del eje San Diego-Bandera hasta la calle del Panteón. 332 E. Edwards Salas, op. Cit., pp. 73-74. 333 E. Edwards Salas, op. Cit., p. 87. 166 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 30. Proyecto de Avenida del Cementerio, 1906. El carácter puntual de intervención de la avenida del Cementerio, no debe desconocer su significativa entrada a los barrios al norte del Mapocho mediante una regularidad presente en su ancho constante y la conformación de alineamientos obligatorios de los nuevos edificios y viviendas a construirse a sus costados. Es decir, una avenida que en rigor no conformaba un „boulevard‟ (no era diagonal y tampoco pretendía acoger tiendas comerciales), sino como una conexión directa con un hito como el Cementerio General, que desde su fundación sólo tenía a la Cañadilla (Independencia) como eje vial cercano.334 Como se indicó, además de la ley de expropiación de 1906, fue importante la ley de transformación de Santiago llamada popularmente ley “del serrucho” (1909), que estableció un ancho uniforme de quince metros a las calles capitalinas. En líneas generales, esta ley era entendida por sus promotores como la base para la tan ansiada y postergada “transformación de Santiago”. Fijó “las disposiciones sobre las que debían basarse la construcción de edificios, la apertura, la ampliación, la unión, la prolongación o la 334 Por último, pero no menos importante, es que la referida Memoria Municipal incluyó no sólo una trascripción de la ley de expropiación de 1906, sino además dos legislaciones sudamericanas de “transformación de ciudad”: Lima (1903) y Buenos Aires (1884 y 1893, dedicadas a la apertura de la Avenida de Mayo). Para el Primer Alcalde Edwards, eran referentes al haber realizado rápidamente tanto los cambios urbanos como la compensación económica para el Municipio. Resulta sugerente hipotetizar con una circulación de ideas urbanísticas dentro de Sudamérica: mientras la Municipalidad de Santiago miraba hacia Lima, esta última tenía como modelos a Buenos Aires y a Santiago de Chile. Para impulsar la ejecución del proyecto de la Avenida 28 de Julio, el alcalde Federico Elguera aludía en su Memoria de 1906 a las experiencias concluidas en estas capitales. Se ha llamado a estos referentes como “intermedios”, ya que sirvieron como ejemplo de la realización de proyectos de inspiración europea, como ocurrió con las grandes avenidas. Ramón, G. (1999). La muralla y los callejones Intervención urbana y proyecto político en Lima durante la segunda mitad del siglo XIX. Lima, Perú: Sidea-PromPerú, p. 279. La idea de una circulación de ideas a nivel continental o, al menos, sudamericano, es una de las bases para la transformación iniciada en la capital chilena a comienzos del siglo veinte. 167 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS rectificación de línea, vialidad y plaza, así como la formación de nuevos parques y jardines”, obras en concordancia con las líneas fijadas en el plano aprobado por la Municipalidad.335 Sin embargo, los problemas fueron crecientes: habían calles que no necesitaban tal ancho, mientras otras, que sí lo requerían, prácticamente no tuvieron mejoras. Queda, eso sí, la importancia otorgada a la rectificación de línea en una ciudad donde las falencias de aquel tema habían aumentado con el crecimiento urbano y el deterioro de algunas zonas. La década de los diez será el momento en que estas dificultades estallen y traten de ser resueltas mediante nuevos proyectos y leyes. Ahora bien, si retornamos a la suburbanización del barrio ultra-Mapocho, es necesario referir sobre las nuevas construcciones –especialmente públicasrealizadas en aquel sector. Como se verá más adelante, junto con las nuevas avenidas y calles, contribuyó también al proceso de urbanización la conformación de un mercado urbano en la ribera norte: tanto los Galpones de la Vega Central –Bellavista entre Loreto y Purísima- como el Galpón de las Zapateras, a un costado de avenida Independencia, constituyeron una de las nuevas y más poderosas imágenes de aquel sector. Sus puestos de venta, que recibían frutas y hortalizas de toda la zona norte de la ciudad, aumentaron el número de habitantes y la construcción de viviendas y bodegas. Como producto de esa incipiente masificación, aumentaron también los problemas de salubridad vinculados a las basuras y su crónica insuficiencia de extracción. Nuevas calles fueron abiertas en torno a ese gran mercado y otras tuvieron proyectos y obras –la mencionada avenida del Cementerio- que, aunque no finalizadas, coadyuvaron a la suburbanización del sector. Por su parte, la nombrada población León XIII, completada después del centenario, consolidó el área oriente del barrio Bellavista, más allá del Camino de Cintura, mientras la población Goicolea se loteaba inmediatamente al sur del mismo Camino. Frente a los Galpones de la Vega, esto es, en Bellavista y Santa María entre Loreto y Vásquez, fue levantado –por un arquitecto desconocido- el edificio de la Protectora de la Infancia, inaugurado en 1901. Esta institución fiscal fue creada por decreto del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública en 1895, y tenía como objetivo “atender a la conservación de la vida de los niños 335 Ley Nº 2203, (Título I, artículo 1º) en R. Anguita, Leyes promulgadas en Chile... citado, pp. 261-263. 168 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO desvalidos”.336 El terreno, signado con el número 9 en el plano “Transformación de los barrios vecinos al Mapocho” (1895), fue cedido en 1898 por el Intendente Joaquín Fernández a Emiliana Subercaseaux de Concha, presidenta de la Sociedad Protectora de la Infancia. Sugerentemente, y pese a contar con un terreno importante –frente a él, en la ribera sur, estaba el parque Forestal y luego el Museo de Bellas Artes- el edificio pasó prácticamente desapercibido para la sociedad urbana de la época. Pese a su finalidad filantrópica, que hacia 1918 lo llevaba a atender setecientos cincuenta niños desvalidos 337, los comentarios sobre su presencia en la ladera norte no fueron ni abundantes ni demasiado felices. En 1912, por ejemplo, la Comisión de Vigilancia del Parque Forestal expresó que “fue ya de lamentar, y ha sido lamentado […] por los mismos distinguidos funcionarios que, con la mejor intención lo dispusieron, que en la ribera derecha del río si bien considerablemente menos importante que la izquierda, se ubicase, en virtud de consideraciones de secundaria economía, tan vasto y poco agraciado edificio como el de la Sociedad Protectora de la Infancia”. Para aquella Comisión, el edificio constituía “un tropiezo todavía insalvable a la prolongación del Parque por ese lado”. 338 En ese contexto de intentos por crear parques en la ladera norte del torrente, en 1906 surgió un espacio público al costado de Camino de Cintura Oriente: los Jardines Pío IX, hoy parque José Domingo Gómez Rojas. Situado en la ladera norte del río Mapocho, conformó un par con el Parque Forestal, si bien este último era anterior en varios años. Este proyecto del arquitecto Pedro E. Wieland, jefe de la Oficina del Plan de Santiago, tuvo su origen –al decir de María Isabel Pavez- “en la propuesta del segundo plan de ordenamiento y transformación de Santiago”.339 Hacia el centenario, este espacio de la ladera norte estaba casi finalizado, y el catastro lo muestra como una franja verde entre Pio IX y Purísima (fig. 24). A nuestro juicio, los Jardines Pío IX buscaron jerarquizar –tal como lo hizo el Forestal en la banda sur- a un sector y a una arteria principal, como el Camino de Cintura 336 Decreto publicado en el Diario Oficial el 15 de febrero de 1895. Reproducido en Archivo Histórico de la Protectora de la Infancia, Puente Alto, 2010. 337 36a Sesión en 2 de diciembre de 1918, Cámara de Diputados (1918). Boletín de las Sesiones Ordinarias en 1918. Santiago de Chile: Impr. Nacional, p. 878. 338 Comisión de Vigilancia del Parque Forestal, “La ubicación de la Biblioteca Nacional. Su construcción en el Parque Forestal” (Nota de la comisión al Intendente), en La Mañana, 6/7/1912. 339 Pavez, M.I. (2007). “A 100 años del Parque José Domingo Gómez Rojas: su restauración o su muerte”, en Revista de Urbanismo nº 16. Santiago de Chile: Facultad de Arquitectura y Urbanismo, U. de Chile. Según Pavez, “corresponde su formulación a la iniciativa de Alejandro Bertrand (1900-1906)”, cuestión que no hemos podido confirmar, ya que entonces Bertrand se encontraba trabajando como Ingeniero Jefe de la Comisión Internacional de en la cuestión limítrofe con Argentina, y había dejado su trabajo sobre aspectos urbanos de Santiago. Cfr. E. Greve, Historia de la ingenieria en Chile…, citado, pp. 298-300. 169 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Norte. Sin embargo, el obstinado silencio de las fuentes (prensa, Estado, planimetría, etcétera), así como la ausencia de celebraciones o prácticas sociales en el lugar, nos llevan a pensarlo como un espacio público secundario –y limitado- en el pretendido sistema de parques ribereños, finalmente nunca realizado. A la par de esas transformaciones urbanas, el estado implementó dos edificios en la ladera norte vinculados a la higiene y salud pública. Al respecto, y considerando un contexto mayor, Alain Corbin ha estudiado minuciosamente las relaciones producidas, en la Francia de los siglos XVIII y XIX, entre los procesos de instalación del discurso higienista, los cambios en las representaciones olfativas y las consecuentes transformaciones en el espacio público y privado. Y dentro de las representaciones de limpieza del espacio público, ha detectado el surgimiento de al menos tres grandes ejes de actividad: pavimentar las calles antaño polvorientas; drenar las inmundicias provocadoras de los miasmas y, sobre todo, ventilar los espacios, un verdadero eje del higienismo, debido “al pavor del estancamiento y de la fijeza”.340 Esto último, como hemos visto, fue el objetivo de entidades privadas como la „Ambulancia Santiago‟, con sus visitas a los conventillos de la población Ovalle. En esa ladera norte comprendida como el territorio de la inmoralidad, de los conventillos y del fango en las calles se construyó el edificio de una de las instituciones fundamentales de la nueva legislación sanitaria: el Desinfectorio Público. Se ha apreciado que el Consejo Superior de Higiene Pública –es decir, el estamento médico- fue el principal fomentador de la nueva institucionalidad sanitaria, en un proceso que nuevamente presentó disputas entre las entidades fiscales. Según recordara en 1911 el doctor Carlos Altamirano, el Consejo, desde su creación, solicitó infructuosamente fondos a la Municipalidad de Santiago para su funcionamiento. En 1892 fue organizado el Desinfectorio Público, mientras que un año después “después de una serie de dificultades” –indicó Altamirano- “el Ministerio del Interior dictaminó que el Instituto de Higiene quedara como servicio fiscal”. En la ocasión, el Consejo también solicitó “un terreno en la orilla norte del Mapocho”341. 340 A. Corbin, El perfume o el miasma. El olfato y lo imaginario social, cit., p. 110. 341 Dr. Carlos Altamirano T. en Ferrer, P. L. (1911). Higiene y Asistencia Pública en Chile. Santiago de Chile: Impr. Barcelona, 1911, pp. 76-78. 170 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Este impulso del cuerpo médico posibilitó finalmente la aprobación de las leyes para la creación del Instituto de Higiene, dividido en tres departamentos: Higiene y Estadística, Química y Bacteriología, e instalado – no es casual- en la estación agronómica de Santiago de la Quinta Normal. Comenzaron a analizarse bebidas alcohólicas, alimentos y la propia habitación insalubre, para obtener datos sobre fuentes infecciosas. Se trataba del arribo triunfante al aparato público de otra institución de la modernidad: el laboratorio. 342 Pero este nuevo ambiente „puertas adentro‟ no constituyó la única vertiente de acción del Consejo: en su preocupación por el espacio público, pidió al Municipio que declarase gratuito el ingreso al Parque Cousiño y al cerro Santa Lucía “para que el pueblo pueda concurrir a estos paseos siempre que lo desee” 343. Aun más sugerente es que el Instituto de Higiene fue trasladado poco tiempo después, del espacio público científico, industrial y experimental de la ciudad –la Quinta Normal- hasta un sector cercano al Mapocho, en calle Rosas entre Puente y Bandera 344. El Consejo Superior de Higiene Pública pretendía “hacer del Instituto también un centro de acción” y presionó para iniciar la desinfección pública, cuya dirección y responsabilidad se disputaron el Municipio de Santiago y el Instituto de Higiene, finalmente, se dirimió que este último asumiese el Desinfectorio Público, comenzado a construir en 1895 en la ribera norte del río Mapocho, frente a la insalubre población Ovalle.345 Este posicionamiento del Ejecutivo en el tema no fue menor, ya que su apertura y la colocación de la primera piedra del Instituto de Higiene –en diciembre de 1896 en calle Borgoño- significó, por el lado ceremonial, la presencia de las más altas autoridades: el presidente de la República, Federico Errázuriz, acompañado de sus ministros y de los presidentes del Senado y la Cámara de Diputados, entre otros políticos. En cuanto a la racionalización burocrática, conllevó el cierre del Desinfectorio Municipal que funcionaba en el edificio del gobierno 342 Como ha dicho Lewis Mumford, este espacio gestaba “un nuevo tipo de ambiente, que combinaba los recursos de la celda, del estudio, de la librería y del taller”. Mumford, L. (1945). Técnica y civilización. Tomo I. Buenos Aires, Argentina: Emecé, p. 259. 343 Sesión 19ª extraordinaria, 21/10/1892. En Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Tomo tercero. Segundo semestre de 1892. Santiago de Chile: Impr. Barcelona, 1893, p. 107. Hacia mediados de la década de 1880, el costo de la entrada al Santa Lucía lo hacía inaccesible para gran parte de la población, cuestión en absoluto menor, pues pone en duda los usos sociales aparentemente transversales del cerro. Sobre esto, véase “Un paseo popular”, El Padre Padilla, N° 207, 31/10/1885. En cuanto a la nota, ésta mereció una petición de informe a la Comisión de Arbitrios y Contribuciones, sin noticias de su resultado. 344 Ricardo Dávila Boza, “Instituto de Higiene”, en Higiene y Asistencia Pública en Chile, citado. 345 M. A. Illanes, „En el nombre…‟, citado, p. 91. 171 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS local, en Plaza de Armas y el consecuente traspaso de poder a una entidad creada directamente por la Moneda (figs. 31 y 32).346 En definitiva, el poder central ejercía en el espacio su poder sobre la higiene y salubridad de los cuerpos enfermos de los sectores subalternos. Por ello en la ceremonia de apertura el doctor José Joaquín Aguirre se refirió a la necesidad de ocuparse de “los que no pueden soportar los sacrificios de la higiene privada”, poniendo en discusión una vez más qué debía ser considerado lo público en una sociedad urbana. En tanto, manifestando la aspiración de rectificar la banda norte, un diario expresó que “A orillas de un río, aislado completamente de toda aglomeración humana, oreado siempre por un aire puro agradable, [el Desinfectorio Público] se presta Fig. 31. El Desinfectorio Público, desde calle Borgoño, c1910. En una escala mayor, la instalación del edificio de estilo neorrománico se realizó en un sector históricamente poblado por grupos populares. A la derecha la entrada al patio de maniobras de la institución, visible desde el exterior. 346 “Memoria presentada a la Ilustre Municipalidad por el sr. Alcalde don Nicanor Moreno”. Santiago, 15 de abril de 1897. En Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Tomo noveno. Año 1897. Santiago de Chile: Impr. Barcelona, 1897, p. 1113. 172 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 32. El Instituto de Higiene diseñado por Emilio Jecquier, c1910. Se advierte la formación de un auténtico conjunto de edificios públicos y la arborización de la calle Borgoño. admirablemente […] para el objeto a que se le ha decidido”. 347 Se trató de “un centro activo de vinculación permanente de la institucionalidad sanitaria con la base social”, no vinculándose a principio de caridad alguno.348 La ciencia en cierta manera se corporizaba en la figura del desinfectador y en su espacio de desinfección gratuita en la ladera norte. Es pertinente volver aquí a la pregunta que conduce esta investigación: el por qué de la necesidad de la rectificación del Mapocho urbano –en este caso de la ribera norte- y qué rol tuvo el espacio público en ello. Se ha sostenido como hipótesis que esa fue una intervención inédita ya que ocupó una escala mayor a anteriores operaciones, implementándose quizás por vez primera a un rango de ciudad. Por otra parte, se expresó que el río Mapocho y no otro lugar de Santiago fue el escogido para aquella operación, por la doble cualidad de límite urbano y espacio público, que llevó a una intervención por dos grandes motivos: primero, desarrollar estrategias de dominio (naturaleza y sociedad), y segundo, una urgencia de expansión urbana. A 347 “El Desinfectorio Público. Su inauguración”, El Chileno, 9/12/1896. El organismo, pese a sus limitaciones, tuvo un evidente impacto en la salud de la población, ya que de 498 desinfecciones en 1897 pasó a 2.261 en 1910. Cfr. P. Lautaro Ferrer, Higiene y Asistencia Pública en Chile, op. Cit.., pp. 83 y ss. 348 M. A. Illanes, op. Cit., p. 93. Según esta autora, “El concepto de higiene pública como desinfección, amparada sobre una institución médica ya consolidada como poder estamental, permitió abrir el camino de la normatividad sanitaria general” (p. 93). 173 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS diferencia de la ladera sur, mucho más cercana al centro histórico, el sector de la banda norte donde se establecieron el Desinfectorio Público y el Instituto de Higiene constituían un lugar no sólo distante, sino insalubre. No está de más recordar las precarias condiciones de espacio privado y público de la población Ovalle referidas más arriba. Por ello, se pretendió formar allí una suerte de „barrio de salud‟, en oposición al „barrio policial‟ levantado en torno a la Cárcel Pública. Como edificio público de fin de siglo, el Desinfectorio Público se caracterizó por su estilo neorrománico y la simetría en dos niveles, bajo la dirección del ingeniero-arquitecto Carlos Donoso Grille, integrante del Instituto de Higiene. Este último organismo tuvo un edificio propio sólo algunos años después –obra del chileno Emilio Jecquier- por lo que el Desinfectorio lo albergó durante ese tiempo.349 Además, se formó una plazuela en el frontis de aquella propiedad, aunque en este caso fue impulsada por el regidor Jerónimo Plaza, instalándose una pila y algunas plantaciones en la acera sur de Borgoño y bautizándosela como plaza Francisco Bilbao. Por la misma fecha en que el Instituto de Higiene fue entregado a la ciudad, se inauguraron baños públicos frente a éste, en la calle Borgoño, entre Independencia y Picarte. De esta manera, se pretendía crear un auténtico conjunto de salubridad en lo que antes era un terreno fangoso y basural. No obstante, los cambios no subsanaron inmediatamente la condición periférica de aquel lugar. Para el regidor Diego Escanilla, “por su ubicación eran un peligro permanente para la seguridad de los transeúntes, pues al amparo de la falta de vigilancia o de luz servían los malhechores que, en más de una ocasión, asaltaron y robaron a pacíficos vecinos”. En cuanto a su salubridad, según el mismo edil esta no podía ser más deficiente: “los alrededores de esos baños se hallaban convertidos en letrinas al aire libre que constituían una amenaza para la salubridad y la moralidad públicas”. Por ello, Escanilla obtuvo de parte de la Alcaldía su traslado al costado poniente del Desinfectorio Público, aumentándose también la dotación de agua. Simultáneamente, la Plaza Francisco Bilbao, situada frente al Desinfectorio, fue modificada por la ausencia de adoquinado e insalubridad al ser usada como letrinas. Escanilla declaró que “no correspondía a las necesidades higiénicas de la comuna y era algo chocante en la vecindad de edificios como el que he mencionado y los ocupados por el Instituto de Higiene, esa 349 “Inauguración del Desinfectorio Publico”, en El Ferrocarril, 9/12/1896. 174 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO extensión eriaza, polvorienta en verano e inmundo lodazal en la estación de lluvias”.350 Por otra parte, la autonomía del Consejo lleva a considerar también los aportes de aquel organismo en las nuevas preocupaciones sobre el río y los proyectos de transformación de ciudad. En apariencia, su impacto urbano fue exitoso para el borde norte, con dos edificios públicos más una plaza y baños públicos que convertirían aquel sector en un área consagrada a la higiene. Pero, como se ha visto, ese „conjunto de salubridad‟ chocó con los problemas de marginalidad social y falta de recursos estatales, convirtiéndolo en una renovación urbana no del todo feliz. Con todo, la consolidación de la salud pública como desinfección conllevó una nueva articulación de las relaciones en el espacio público entre el estado y lo que entonces se llamaba „pueblo‟. En ese proceso, nacieron nuevas formas destinadas a diagnosticar el modo de vida urbano: laboratorios y desinfectorios.351 Y en esa dinámica, ese pequeño sector del borde norte del Mapocho comenzó a tener una representación totalmente opuesta a la caja detestada por la prensa, las autoridades y la elite. De esta manera, puede comprobarse que sí hubo un avance de la ciudad propia hacia la zona norte y que también hubo un interés en mejorar al menos ese limitado sector de la ladera mapochina. Como se verá a continuación, diferente fue la ocupación del espacio público de borde-río más hacia el oriente, aunque las problemáticas resultaran, finalmente, similares. 350 Memoria presentada por el regidor Diego Escanilla T. a sus electores de la 5a comuna de “Independencia” 1900-1903. Santiago de Chile: Impr. Esmeralda, 1902. 351 La Municipalidad insistió con contar con una dependencia similar: en 1898 se creó el Laboratorio Químico Municipal, instalado en el último patio de la Casa Consistorial. Luis Bañados Espinoza, “Memoria de la Inspección de Oficinas Municipales”, en Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Tomo undécimo. De 1° de enero al 31 de diciembre de 1899. Santiago de Chile: Imprenta Barcelona, 1899. 175 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS 3.3. La formación de un mercado urbano: la Vega, el Mercado Central y los informales “¿Cómo ha llegado esta propiedad a manos del señor Gómez García? No lo sé. ¿Cómo aparece interviniendo el municipio en una propiedad fiscal? No lo sé” Senador Walker Martínez, 1909. Como se indicó más arriba, desde 1880 la Chimba se había poblando masivamente, en especial al poniente del antiguo camino del Inca (El Arenal y Población Ovalle) y en la “Vega del Mapocho”, emplazada en Plaza Artesanos, al oriente de la misma vía.352 Corresponderá aquí centrarse en la formación del mercado urbano de aquella Vega mediante dos líneas: primero, su rol para el crecimiento demográfico y la suburbanización debido al crecimiento en el número de habitaciones y de bodegas y, por otra parte, su gestión como problema público que involucró a la ribera norte como un espacio en tensión. En esto último nos fijaremos en dos tipos de competencias: la que se vivió entre el Municipio, la Intendencia y los privados por el control de aquella parte de la ribera; y segundo, en la competencia „de abastos‟ desarrollada entre Mercado Central y los informales y que significó el desplazamiento y erradicación de estos últimos hacia el barrio ultra-Mapocho. El Mercado Central fue inaugurado en 1872 por el intendente Vicuña Mackenna y significó una renovación del sitio donde se ubicaba la antigua Plaza de Abastos. Desde entonces, su administrador, el Municipio, lo consideró como un edificio emblemático. Esta situación tenía un motivo económico: hacia finales del siglo diecinueve, el arriendo de los almacenes (exteriores) y de los puestos del interior del Mercado Central era la principal fuente de ingresos municipales, con 140 mil pesos anuales; muy por encima del arriendo del cerro Santa Lucía, con $5.120. 353 Además, en 1885 se le añadió al Mercado una línea férrea circunvalatoria, mientras nueve años después se le sumó un segundo anillo en torno al edificio original. Por ello, los altos montos de arriendo tenían, para el municipio, una clara explicación. Así, en 1896 el Mercado podía exhibir una diversidad de servicios para los santiaguinos: Almacenes, Chocolaterías, Carnicerías, Baratillos, Puestos de aves, Pescaderías y Zapaterías. En este sentido, la 352 A. de Ramón, Santiago de Chile (1541-1991)..., op. cit., p. 183. 353 “Presupuesto de ingresos y egresos”, en Sesión del 28/4/1897. En Boletín…op. cit, p. 327. 176 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO arquitectura del Mercado fue crucial en posibilitar el control y fiscalización por parte de las autoridades, ya que éstas zonificaron según productos. Y es que, a una escala mayor, era un lugar indispensable de controlar cabalmente, ya que era el punto de encuentro de las vías que unían a Santiago con el norte, centro y sur del país, con Argentina, con Paraguay, con Perú y resto del mundo a través de Valparaíso. 354 En términos intraurbanos, era un área vinculada a una incipiente zona de concentración industrial y con llegada directa a Mapocho, como era la populosa calle San Diego. En consecuencia, la separación entre el Mercado y los informales que circulaban por sus alrededores no era en absoluto descabellada para los regidores; se trataba de una persecución del comercio informal que se remontaba a la era colonial.355 Por lo demás, conllevaba trasladar a los ambulantes a esa parte de la ciudad un tanto ambigua –ni plenamente „propia‟ ni totalmente „bárbara‟- y, paralelamente, consolidar las características de ocupación del espacio público en la ribera chimbera, asociadas a los “baratillos” esto es, a “mercados de las pulgas”. 356 Lo sugerente es que hacia fin de siglo las históricas quejas de los locatarios del Mercado Central contra los vendedores ambulantes que se instalaban en sus cercanías, hayan promovido la intervención del gobierno local, apresurando su distinción de los comerciantes establecidos: “Tomando en cuenta los repetidos reclamos de los comerciantes del Mercado Central por las ventas que sin pagar arrendamiento se sitúan a inmediaciones del edificio, en la vía pública, la Alcaldía ha concedido permiso a estos últimos para que se coloquen al lado norte del Canal del Mapocho de modo que medie una cuadra a lo menos entre los vendedores ambulantes y los del interior del 354 Galleguillos, J. (1962). Mercado Central. Santiago de Chile: seminario de historia de la arquitectura, FAU de la U. de Chile, pp. 27 y 37. En la creación del ferrocarril que circundaba el recinto tuvo una activa participación el ingeniero Manuel H. Concha, Director de Obras Municipales. 355 En 1767 el Cabildo afirmó que “no han de ser comprehendidos por vendedores todos aquellos que callejean y pregonen sus efectos por las calles”, mientras ya en la época republicana (1823) la misma institución indicó que “a solicitud de los tenderos de debajo de los portales, fueron quitados de allí los caxoneros y mercachifles, y trasladados a la Plazuela de la Compañía, donde no pudieron situarse, unas veces por el sol, otras por el agua, y a veces por el viento; adoptaron muchos el medio de destinarse a faltes, vendiendo por las calles”. Reproducido por G. Salazar, Labradores, peones y proletarios, op. Cit., pp. 245-246. 356 G. Salazar, Labradores…, op. Cit., p. 371. De acuerdo con el mismo autor, “Cuan bien los baratillos retuvieron el carácter popular del pequeño comercio lo revela el siguiente comentario, hecho por un funcionario del Censo de 1902: „los llamados baratillos son, de acuerdo con la clasificación oficial, tiendas que venden mercaderías surtidas de ínfimo valor. Sin embargo, ellos son en realidad lugares donde se venden bebidas alcohólicas en abundancia...‟ (p. 372). En el último cuarto de siglo, los baratillos se multiplicaron por el país: si en 1870 existían 2.026 baratillos formalmente establecidos en todo el país, 948 correspondían a Santiago y 147 a Valparaíso. En 1905 el total ascendía a 6.615, con 1.123 en la capital. 177 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Mercado; pues una competencia tan ventajosa sería ruinosa para estos últimos y perjudicial para los intereses municipales”357. Un primer gran caso de erradicación en el siglo veinte fue la construcción del “Galpón de las Zapateras”, surgido en la década de 1890 al aprovecharse la lonja de terreno sobrante que quedaba en el lado sur entre el muro de la canalización y los tajamares, cercana al puente de los Carros. Poco después el Galpón fue trasladado frente al Mercado Central, por San Pablo y en 1902 a la ribera norte, a un costado de avenida Independencia.358 La primera de estas construcciones, aunque sencilla, permitió entregar ciertas comodidades a los vendedores. En 1898, el ingeniero Manuel Concha, tasador de la Municipalidad, y autor de uno de los más completos catastros de su propiedad en el cambio de siglo, la describió así: “En la plazuela que existe entre las alas de la calle de San Pablo, hay dos galpones de madera, ocupados por baratillos de zapaterías. Cada uno de éstos tiene once metros diez por diecisiete diez en dimensiones. Son de construcción muy sencilla y comprenden catorce postes de pino de seis pulgadas de grueso, sentados sobre basas de piedra, con cimientos de ladrillo. Estos postes están amarrados entre sí por diagonales cruzadas que llegan a la mitad de su altura y por una solera superior. Las amarras se hacen con pernos. Frente a cada poste viene una armadura compuesta de una viga, dos tijerales inclinados, un falso tirante y tres más de fierro, encima de los cuales van siete corridas de costaneras. La cubierta de fierro galvanizado sobrepasa en un metro la línea de los pilares, provista de canales y botadores de agua, de fierro. En los lados norte y sur, las partes correspondientes a los tijerales están cerradas por tablas y algo ornamentadas por maderas dibujadas. El piso es de asfalto sobre concreto, con solera de piedra canteada” 359 El traslado desde calle San Pablo al margen norte del Mapocho estuvo directamente ligado a los reclamos de los comerciantes del edificio de hierro, 357 “Mataderos y mercados”, en “Memoria presentada a la Ilustre Municipalidad por el sr. Alcalde don Nicanor Moreno”. Santiago, 15/4/1897. En Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Año 1897, cit., p. 1127. 358 Juan Rafael Carranza, “Crónicas históricas. La ribera sur del Mapocho”, en Boletín Municipal de la ciudad de Santiago, 3/7/1929. Agradezco esta referencia a Tomás Errázuriz. 359 Concha, M. (1898). Tasación de las propiedades de la I. Municipalidad de Santiago: practicada por la Dirección de Obras Municipales y por la Empresa de Agua Potable. Santiago, Chile: Establecimientos Roma, pp. 128 – 129. 178 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO quienes presionaron al municipio por la disminución de sus ventas, causada según ellos por el mentado Galpón y los mercachifles „por cuenta propia‟ que bullían en su entorno. Se trataba de una auténtica competencia entre mercados de abastos. Así, debido a las presiones de la Alcaldía, fueron trasladados “al Galpón que existe en la Avenida norte del Mapocho, entre los puentes de los carros y de los Obeliscos, los baratillos de calzado que hasta ahora estaban establecidos en la Plazuela del Mercado Central por el lado de la calle de San Pablo”. El Municipio reconoció que también la lejanía del nuevo asentamiento promovía eventuales problemas de seguridad.360 Sería un análisis pobre decir que un mercado corresponde a la “ciudad propia” y el otro a la “ciudad bárbara”. Sin embargo, la discusión tuvo por décadas un motivo: los vendedores ambulantes no pagaban arriendo ni impuesto, y competían con los comerciantes establecidos del Mercado. En apariencia, un simple tema económico basado en aspectos de competitividad. No obstante, acá son considerados como anclajes de una discusión sobre la ocupación del espacio urbano y las diferencias en el habitar de una y otra banda mapochina. La idea de los ambulantes como indeseables involucraba también una asociación entre venta callejera y delincuencia que era necesario desterrar. Tal como con los servicios indispensables llevados a la Chimba en el siglo XIX (cementerios, hospitales) los „mercachifles‟ fueron intentados desplazar, muchas veces sin éxito, a la ribera norte. Es lo que algunos autores han llamado “la plebeyización de los centros urbanos”, presente en la mayoría de los lugares de Santiago, pero evidente quizás con mayor fuerza en el río, constituido como un límite.361 En tanto, la historia de la Vega Central o Plaza de la Vega se remonta –sin ese nombre- a la Colonia, cuando en la ladera norte se instalaban vendedores ambulantes y carretas provenientes de la zona norte de Santiago, especialmente de Renca y El Salto, los que llegaban al río por el camino del Inca o Cañadilla. Este mercado estaba constituido por áreas suburbanas ubicadas dentro del perímetro denominado „demasías de cabildo‟ (o „ejidos‟) y según Gabriel Salazar, “con una normativa relativamente flexible, que denotaba un acuerdo paritario entre los campesinos vendedores y el Cabildo local. Tales sitios, siguiendo la tradición 360 “Como en la nueva ubicación dichos baratillos quedarán un tanto aislados, ruego a US. que desde la semana próxima se coloquen dos guardianes de punto fijo a inmediaciones del citado galpón con el objeto de reguardar la mercadería existente en los baratillos”. Alcalde de Santiago a Intendente, 9/5/1902, Intendencia de Santiago, vol. 215, marzo de 1902. 361 La referencia es a Salazar, G., Ferias libres, citado. 179 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS española, fueron llamados „cañadas‟”.362 Con el correr del siglo XIX el comercio informal y el tráfico fueron aumentando: se emplazó un terminal de tranvías de sangre en el lado norte del Mapocho, propiedad de la Empresa de Ferrocarril Urbano, cuyo nuevo puente después de la canalización fue llamado “puente de los carros”. Esa operación de infraestructura otorgó una conexión expedita entre las bandas norte y sur del torrente, facilitando la expansión urbana. Por ello, los proyectos de Ansart y los de Valentín Martínez propugnaron la apertura de una avenida norte del Mapocho, pero significativamente omitieron cualquier referencia a la creación de un mercado de abastos en esa área. La relación entre la Vega Central –llamada entonces Plaza de la Vega- y la masiva presencia de informales en ambas riberas, fomentó la emergencia de un „sub-centro‟ comercial en la banda norte del Mapocho. En 1896, varios comerciantes de la Plaza de la Vega solicitaron contribuir para la construcción de un galpón en dicha plaza. El planteamiento encontró inmediato apoyo de algunos regidores municipales que expresaron que “el galpón y el empedrado que se piden son indispensables porque consultan la higiene y al mismo tiempo se ejecutaría una obra de humanidad velando por la salud de los numerosos pobres que tienen sus negocios en la Plaza de la Vega”. En vista de este objetivo, y considerando que por la ley de canalización de 1888, las tierras ganadas al Mapocho eran del gobierno local, entre 1896 y 1900 la Plaza de la Vega fue propiedad municipal y se ubicó en la ribera norte, entre los puentes de los carros y de los obeliscos (actual entrada a avenida La Paz). Sin alcanzar la complejidad arquitectónica ni el peso económico del Mercado Central, sus características fueron las de unos galpones de madera, subdivididos con postes y con dos aleros en la cabecera del galpón, “formados con planchas de hierro acanalado”.363 La relevancia que tuvo el gobierno local en este espacio es visible también por los recorridos urbanos que algunos municipales hicieron hacia la ribera norte y sirven para entregarnos valiosas representaciones vinculadas a la insalubridad pública del espacio público. En 1900, el regidor Novoa visitó la Plaza de la Vega, señalando que “aquel sitio era un inmenso e inhumano lodazal, a consecuencia de las lluvias y del enorme trafico de carretas, vendedores ambulantes y de compradores”. Indicó además que “corre, a uno de los costados de esa plaza una acequia a tajo abierto, en donde hay dos letrinas, y 362 G. Salazar, Ferias libres, op. Cit., p. 37. 363 “Galpón de la Plaza de la Vega” y “Tasaciones de las propiedades de la Ilustre Municipalidad”, en “Memoria presentada a la Alcaldía por el Director de Obras Municipales, correspondiente al año 1897”. En Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago, cit. 180 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO con cuyas aguas lavaban los comerciantes del ramo las verduras”. Por ello, “con las últimas lluvias, el barro alcanza ahí un altura de 50 centímetros”. El alcalde explicó al regidor Novoa que “los terrenos eran fiscales […] debiendo el arrendatario empedrar toda la plaza y vías adyacentes”. El problema era que claramente el empresario no había efectuado tales obras. 364 La referencia al enorme tráfico de la Plaza no era antojadiza: en 1902, una fuente distinta, como El Diario Ilustrado, sostuvo que en invierno “el término medio de gente que acude a diario a este establecimiento, es de doce mil almas”, siendo de 18 mil el resto del año. Al lugar acudían, entre otros, “comerciantes ambulantes, proveedores de establecimientos públicos y dueños de puestos en todos los mercados de la ciudad”. 365 Debido a esta incipiente masificación, así como al cambio en la noción de espacio público, tempranamente se inició una relación tensa entre el aparato público y la gestión privada sobre aquel sector. En otra dimensión, no menos importante, la Plaza de la Vega era recorrida y descrita por la prensa de la época como un verdadero rincón donde aún se vivía como el viejo Santiago, cuestión básica para definir qué era la ciudad moderna, cómo se ocupaba el espacio público y qué definía la división entre la cultura urbana y la cultura rural, como asimismo, qué se entendía por cultura urbana popular. Para la revista Instantáneas de Luz y Sombra, por ejemplo, se trataba de “un espectáculo nacional eminentemente nacional; no parecido a ningún otro; poco a poco irá desapareciendo la Vega y el espacio que ocupa el popular mercado, lo cruzarán las líneas férreas de circunvalación, las de tracción eléctrica, las de teléfonos […] Mirada desde el Cerro [Santa Lucía] semeja un hormiguero: son filas interminables de personas que estrechándose, dándose con los codos; van de un lado a otro por entre un centenar de carretas, llevando a cuestas o en los brazos sacos con legumbres o canastos colmados de carne y verduras. Quien quiera llegar hasta ese laberinto que ocupa dos cuadras de la ribera del Mapocho, atraviese las frondosas nuevas avenidas, pase el puente de San Antonio, y andando una media cuadra hacia Bella-Vista, se encontrará de improviso en el foco de la ebullición”366 364 Sesión 5° ordinaria del 25/5/1900 en Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Año 1900. Santiago, Chile: Impr. Barcelona, 1901, pp.431 y 432. 365 “La Vega”, El Diario Ilustrado, 23/4/1902. 366 “La Plaza de la Vega”, Instantáneas de Luz y Sombra Nº 2, 8/4/ 1900. Se trata de la segunda “instantánea de Santiago”, es decir, una serie de crónicas urbanas. Es sugerente que la primera fue dedicada a la Alameda, la tercera, a la estación Central y la cuarta, a la calle Ahumada; indicando ya cierta centralidad de la banda norte. Como se verá con detalle a lo largo de esta tesis, las revistas, diarios y magazines fueron un protagonista 181 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Figs. 33, 34 y 35. Tres imágenes de la Vega en 1905. Se aprecia el mercado en la avenida norte del Mapocho, con el puente Loreto a la izquierda y el edificio de la Protectora de la Infancia a la derecha, al igual que la numerosa presencia de carretas. Adviértase además la existencia de una “cafetería”, que en rigor corresponde a una cantina. Tanto los desechos animales como vegetales, así como las acequias contaminadas y la existencia de cantinas, llevaban a las autoridades a entender este lugar de la ribera norte como insalubre y antihigiénico. fundamental en la descripción, diagnóstico y propuestas de transformación de la ciudad. Instantáneas de Luz y Sombra, en particular, fue una revista nacida en 1900, y donde uno de sus directivos fue Joaquín Díaz Garcés, figura destacada no sólo en el periodismo chileno, sino en la preocupación por temas urbanos. Sobre esto, véase el capítulo quinto, sección 5.2. 182 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Ahora bien, en cuanto al control legal del espacio público, los litigios de propiedad de los Galpones de la Vega refieren entre privados y el estado son quizás el antecedente más claro sobre la compleja transformación de la banda norte del río. Y más específicamente, para comprender la confusa gestión de las tierras ganadas al Mapocho en aquel sector de la ciudad. En 1900, tal como en otros casos y aunque aquella ribera era de propiedad municipal, el Ministerio de Industria y Obras Públicas determinó su administración. Por decreto, concedió en arrendamiento a Alberto Aránguiz, por el término de ocho años, una hectárea de terreno en la ribera norte del río Mapocho entre los puentes de Mackenna (hoy Loreto) y Pio IX, con el objeto de construir un Galpón de Abasto y Mercado. Ante la imposibilidad de revertir la situación, la Alcaldía otorgó permiso a Aránguiz para dicha edificación, pero con la condición que finalizados los ocho años de la concesión, los edificios pasarían a ser propiedad municipal. 367 Los Galpones de la Vega fueron inaugurados oficialmente en octubre de 1900, con una ubicación que en rigor se restringía a Bellavista entre Loreto y Purísima. Numerosos avisos publicitarios de la prensa realzaban su centralidad, algo totalmente impensado apenas diez años antes.368 La ratificación de la ribera norte como un mercado urbano fue el momento en que estalló el tema de su propiedad. Pese a que se creía que el fisco era el responsable de los terrenos ribereños del norte, por aquellos mismos años quedó en evidencia que tenían otro dueño, además del Gobierno Local: el comerciante y político Agustín Gómez García. Según el senador Carlos Walker Martínez, a propósito de un debate parlamentario sobre la propiedad de los Galpones de la Vega en 1910: “cuando el Fisco expropió, en virtud de la ley de 1888, los terrenos de ambas márgenes del río Mapocho, no inscribió en el Conservador de Bienes Raíces el título de adquisición, y que, posteriormente, ha habido compradores de los títulos que tenían las personas que fueron expropiadas, y que, con estos títulos, se ha 367 Ministerio de Hacienda al Intendente, 25/08/1909, transcribe nota del Consejo de Defensa Fiscal al Ministerio de Hacienda, Intendencia de Santiago, volumen 331, Agosto 1909. Como se vió antes, la ley de canalización de 1888 estableció que una vez finalizadas las obras emprendidas por el Ministerio de Industria y Obras Públicas, las tierras ganadas al torrente pasaran al gobierno local. 368 El Chileno, 9 de Octubre de 1900. 183 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS ido a hacer inscripciones a favor de la persona que hoy se hace fuerte en estos terrenos”.369 En 1902, la justicia dictaminó que Agustín Gómez García, era dueño de los Galpones de la Vega, señalándose que el empresario podría obtener del fisco una hectárea de terreno para levantar los Galpones, “debiendo quedar AVENIDAS para la colocación de las carretas” (fig. 36). 370 Lo confuso es que el empresario Alberto Aránguiz continuó siendo el concesionario y responsable de los Galpones, hasta 1908.371 En 1909, cumplido el plazo de arriendo de ocho años con el original concesionario de los terrenos fiscales (Aránguiz), el Municipio exigió el pago de la deuda y el retiro de los edificios construidos durante su gestión. Nuevamente se esgrimieron motivos de insalubridad pública: se mencionó que desde 1901 –es decir, casi una década- este poder público había pedido al gobierno un desalojo, “en nombre de la tranquilidad del populoso barrio de Bellavista y de la higiene pública”. El Alcalde señaló además que “por falta de fondos se ha visto en la necesidad de suprimir el servicio de aseo de los Galpones de la Vega y que, no haciéndose servicio por el concesionario, como es su obligación, el estado sanitario del barrio sufre considerablemente”. Y complementó que “el hermoseamiento del barrio del Mapocho, donde se levantan ya hermosos edificios y la necesidad de que el gobierno construya en el sitio ubicado por los galpones la proyectada Escuela de Ingenieros nos debe mover para tratar de resolver este asunto en conformidad al criterio que tiende al bien general y no al mezquino que busca el éxito del interés particular”. Para finalizar, se expresó que “el mercado de la Vega es un lunar en las Avenidas del Mapocho”.372 Por último, indicó que los Galpones de la Vega irrogaban al municipio una pérdida anual de cerca de doscientos mil pesos. Por tal 369 “Galpones de la Vega”, sesión extraordinaria de 4/1/1910, Boletín de las Sesiones Extraordinarias en 1909. Santiago, Chile: Impr. Nacional, p. 820. Esta versión es confirmada por un texto posterior: de la Cuadra, J. F. (1936). Los derechos fiscales sobre los terrenos riberanos del Río Mapocho. Santiago, Chile: Impr. Lagunas, Quevedo y Cía. 370 Primer Juzgado Civil de Santiago a Intendencia, 16/1/1902, Intendencia de Santiago, vol. 215, marzo de 1902 y Plano que acompaña al plano mismo documento. Mayúsculas en el original. 371 Hacia 1904, los “Galpones de la Vega” aparecen en un Anuario comercial integrando el rubro de “Mercados particulares”, mientras que como propietario aparecía Agustín Gómez García, quien había sido Primer Alcalde desde mediados de 1902. Anuario Prado Martínez: única guía general de Chile: 1904-1905. Santiago, Chile: Centro Editorial de Alberto Prado Martínez, 1904, p. 265 y Memoria presentada a la Ilustre Municipalidad de Santiago por el señor Primer Alcalde Don Agustín Gómez García. 15 de abril de 1903. Santiago, Chile: Impr. La República, 1903. Los documentos muestran que no hubo conflictos entre Gómez García y Alberto Aránguiz, lo que induce a pensar que el primero instaló sus galpones en el sector gestionado por el último. 372 “Galpones de la Vega, segunda discusión”, 26º sesión ordinaria, 10/12/1909, en Boletín de Actas y Documentos de la Municipalidad de Santiago. Tomo vigésimo cuarto, op. cit., p.350-353. 184 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO motivo, solicitó al intendente que esos terrenos se pusieran a disposición de la Inspección Primaria para construir allí una escuela. 373 Fig. 36. “Galpones de la Vega del Mapocho. Copia del Plano presentado al Ministerio de Hacienda”, 2 de febrero de 1900. Plano que acompaña al plano resolutivo del Primer Juzgado Civil de 16/1/1902. Se advierte un tipo de construcción de doble agua, entre Bellavista y el canal del Mapocho. Algunas de ellas corresponden a las fotografías anteriores. El antiguo anhelo del ingeniero Valentín Martínez y la burguesía santiaguina, una ciudad ordenada y limpia de pestilencias y basuras, había fracasado en esa parte de la ribera norte. La mencionada intervención del senador Walker Martínez en enero de 1910 revela que, por el valor y centralidad de esos terrenos, el impacto en otros poderes públicos era importante. El congresista había sido uno de los impulsores del parque Forestal y reclamó entonces por lo apresurado de un decreto del Ministerio de Hacienda, publicado ese mismo día. Ese decreto ministerial indicaba que la Dirección General de Obras Públicas (y no el Municipio) levantaría un plano y tasaría las tierras ganadas al río entre “„los puentes de Vicuña 373 Ministerio de Hacienda al Intendente, 25/08/1909, transcribe nota del Consejo de Defensa Fiscal al Ministerio de Hacienda, Intendencia de Santiago, volumen 331, Agosto 1909. 185 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Mackenna y Pío IX, debiendo dar término a este trabajo antes del 1º de febrero de 1910‟”.374 La enajenación en subasta pública se haría desde el 15 de abril. Junto con criticar lo inestable de la presencia estatal en aquellas franjas de terreno, el Senador siguió argumentando la necesidad de la higiene y el embellecimiento, tal como quince años atrás.375 Ahora bien, si recapitulamos quedan algunas cuestiones importantes, todas vinculadas a la gestión del espacio público de la ribera norte del Mapocho. La primera es la existencia de una primera Plaza de la Vega (1896-1900) y unos Galpones de la Vega que datan de 1900, entre los puentes de Loreto y Pío IX, de propiedad municipal y bajo administración del particular Alberto Aránguiz. Lo segundo es que Agustín Gómez García compró a un particular el titulo de dominio de aquellas tierras del borde norte. Con ello, Gómez García aseguró para sí la ribera entre Pío IX y Loreto y, probablemente, acalló muchas críticas de las autoridades y la prensa gracias a su condición de Primer Alcalde la Municipalidad de Santiago entre 1902 y 1903. Un tercer aspecto que interesa remarcar es el insólito hecho que el estado no pudiera ejercer su poder sobre las tierras ganadas por la canalización ya que no inscribió esos terrenos en el Conservador. Esta situación radica no tanto en un supuesto „olvido‟ de los funcionarios fiscales, sino que esos terrenos no requerían tal inscripción, al ser bienes fiscales de uso público como lo fijó la ley de 1888. En ese contexto puede comprenderse mejor la ignorancia del Senador Walker citada en el epígrafe frente a los litigios de la Vega. Lo cierto es que, en lo que fuera en algún momento un espacio público, Gómez García comenzó a levantar un mercado de abastos privado que en 1908 ya no sólo vendía legumbres y chacarería, sino que contaba con un moderno frigorífico. El proceso de refrigeración había tenido una extensa fase de experimentos previos a su masificación: según Siegfried Giedion, sólo a mediados de la década de 1880 las ciudades estadounidenses habían ingresado al sistema de comercialización de reses de matadero. 376 En los albores del centenario, Gómez García era el primer empresario que gestionaba este tipo de congeladores artificiales en Santiago de Chile, aún antes del Mercado Central.377. En cuanto a la ocupación y gestión del 374 Decreto del Ministerio de Hacienda, 4/1/1909, citado por Senador Walker Martínez, op. cit. 375 Idem. 376 Giedion, S. (1978). La mecanización toma el mando. Barcelona, España: Gili, p. 234. 186 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO espacio, la ganancia ya estaba concretada: la Vega Central era un espacio de uso colectivo, pero de propiedad privada, y había promovido en gran medida –al igual que los viejos Galpones de la Vega y de los Zapateros- la consolidación de un mercado urbano en una parte céntrica del borde norte del Mapocho. Corresponde ahora retomar la reflexión sobre las complejidades de la transformación urbana en aquella parte del Mapocho. Los Galpones de la Vega fueron finalmente trasladados en 1910 a su actual ubicación, entre las calles Salas y Andrés Bello. Es decir, ya no en tierras obtenidas gracias a la canalización, sino aledañas a éstas y que habían sido del particular Nicanor Marambio.378 El Mercurio consignó entonces que un médico municipal había visitado las instalaciones, constatando que “los caminos interiores de carretas están empedrados y el piso de los galpones es de concreto o ladrillo mosaico”, conteniendo “un surtidor de agua para lavar las legumbres […] las cocinerías (16) tienen ventilación y luz suficientes”. 379 El traslado desde la ribera del Mapocho hacia aquella propiedad situada plenamente en la Chimba fue rápido: en marzo de aquel mismo año, el Coronel Prefecto explicó al Intendente que “desde el 20 de los corrientes han principiado á trasladarse los comerciantes y vendedores de los Galpones de la Vega al Mercado „Vega Central‟, situado en la calle de Salas” (figs. 37 a 39). En consecuencia, solo quedaban tres o cuatro cocinerías y dos almacenes de provisiones, y sus dueños estaban de acuerdo en abandonar sus locales en pocos días. Las carretas, a su vez, ya no llegaban al lugar.380 Se completaba así un despeje visual e higiénico que permitía una existencia mucho más tranquila para la Protectora de la Infancia, situada a escasos metros de la vieja Vega y, en general, para el cada vez más céntrico y residencial barrio Bellavista. 377 En ocasiones, fue acusado por algunos medios de prensa de “destruir parte de las defensas del río Mapocho, en La Providencia, para tomar las aguas y usarlas en su Frigorífico”. La defensa de otros periódicos –como el católico Diario Ilustrado- y empresarios privados –como la Sociedad del Canal del Maipo- fue inmediata. Queda al menos presente la idea de que un Frigorífico como el de la Vega requería de la fuerza motriz entregada por el Mapocho. Ver “La defensa del río. Trabajos de un canal”, El Diario Ilustrado, 22/9/1908. 378 Estatutos de la Sociedad Anónima “Vega Central”. Santiago, Chile: Impr. Universitaria, 1916, p. 4. 379 El Mercurio, 22/4/1910, reproducido en Gross, P., de Ramón, A., Vial, E., Imagen ambiental de Santiago 1880-1930, citado, p. 198. 380 Coronel Prefecto a Intendente, 22/3/1910, Intendencia de Santiago, volumen 348, marzo 1910. 187 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS 188 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Figs. 37, 38 y 39. Tres imágenes de la Vega Central en torno a 1910, esto es, cuando se encontraba recién inaugurada. Se visualizan las carretas tiradas por bueyes, las construcciones de madera de los almacenes y el activo trabajo de mujeres y adolescentes en los exteriores. Una especie de paisaje pintoresco y costumbrista. Se aprecia una mejor infraestructura respecto a los antiguos Galpones de la Vega, visible por ejemplo en el empedrado de las vías y en las construcciones de madera. El traslado de la Vega Central posibilitó una serie de cambios urbanísticos, estancados durante años. Primero, tener continuidad para la construcción de una estrechísimo acera entre los pretiles del río y la avenida norte del Mapocho (Santa María), que se proyectaba hacia el oriente; comenzando los intentos por terminar con ese “lunar en las Avenidas del Mapocho”, como lo entendió la Alcaldía en 1909. Indudablemente, el fisco buscó entregarles a esos terrenos una condición de centralidad reforzada con un permanente aumento de tráfico en la banda norte. Dicho de otro modo, el tema del tráfico expedito surgió nuevamente como prioridad. En 1907, por ejemplo, fue pavimentada la avenida Bellavista, mientras que en 1912 el gobierno local pidió revertir la prohibición del tráfico de vehículos por las avenidas de la ribera sur del Mapocho, decretada por la Intendencia con motivo del Centenario. El Policía de Aseo subrayó que “la circulación de vehículos 189 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS propia del barrio de Bellavista es bastante considerable por si sólo para que se le aumente con la de la ribera opuesta con mayor razón hoy día que no existen las causas que en aquel entonces pudieron aconsejar esa medida”. Por ello, solicitó la reapertura al tráfico por la ladera sur y simultáneamente que se pusiera “un guardián que impida el tráfico por el terreno eriazo que antes ocupaban los galpones de la Vega, barrio Bellavista y que no es calle, tráfico que produce numerosas molestias al vecindario”. 381 Este imperativo de tráfico expedito en la ribera norte fue complementado unos meses después, y permite entender tanto la intervención de los departamentos de aseo y de higiene del municipio, como la nueva jerarquía que se pretendía otorgar a aquel lugar de la ciudad. En junio de 1912, el Prefecto de la Policía de Aseo comunicó al Intendente sobre “los trabajos que se ejecutan en el barrio de Bellavista para hacer un jardín en el local que ocupaba la antigua Vega”. El funcionario manifestó que debido a ello “hay necesidad de modificar la salida de los puentes al indicado barrio dándoles mayor elegancia y utilidad”. Este interés en los accesos a los puentes sobre el río no era casual: desde la canalización, varios de estos estuvieron por años en un estado sólo regular, o francamente deteriorado. El Prefecto, junto con el Médico Higienista Municipal, Jorge Calvo Mackenna, promovió entonces “la colocación de un bebedero con un gran foco de luz eléctrica de gran altura en su centro en la conjunción de las calles de Bellavista con el puente de Purísima” (fig. 40). Calvo Mackenna señaló además que “en ese sitio se haría un gran óvalo con calle de diez metros por lado y en su centro puede colocarse la fuente a que he hecho referencia”.382 Es pertinente destacar aquí la labor conjunta del Prefecto de Aseo y del Médico Higienista Municipal en estas iniciativas que aún podemos comprender como „transformación de ciudad‟: tanto el ornato como la higiene eran, todavía, las motivaciones para llevar adelante las labores de intervención en aquel sector de la ladera norte mapochina. El caso de Calvo Mackenna es aún más sugerente, ya que hacia 1915 sería el Delegado fiscal o jefe máximo de la Dirección e Inspección Fiscal del Alcantarillado; confirmando la idea de médicos y técnicos –como Calvo y Ricardo Larraín Bravo- capaces de abordar diferentes ramas del ordenamiento urbano. 381 Policía de Aseo a Intendente de Santiago, 21/3/1912, s/foja. Intendencia de Santiago, volumen 378, marzo 1912. 382 Policía de Aseo de Santiago a Intendente, 7/6/1912, Intendencia de Santiago, volumen 381, junio 1912. 190 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 40. Plano que acompaña a oficio Policía de Aseo de Santiago a Intendente, 7/6/1912. Este plano, diseñado por el Médico Higienista Municipal Jorge Calvo Mackenna, permite entender la mirada del Municipio respecto a esta parte del borde norte (Bellavista y Purísima), basada en ideas de “utilidad y elegancia”. Nótese la intención de prolongación de los Jardines Pío IX hacia el poniente y la formación de una plaza que rompía la cuadrícula típica de Santiago. En rigor, la idea de parques públicos en los terrenos ribereños al norte del Mapocho –y específicamente en el lugar que ocuparon los Galpones de la Vega- era algo que se remontaba varios años atrás. Si bien el Proyecto de Dirección General de Obras Públicas de 1895 no consideró tal idea, esta situación cambió con el nuevo siglo, por el impulso que significó la creación del parque Forestal. Cabe recordar, al respecto, la lenta formación de los Jardines Pío IX, entre la calle del mismo nombre y Purísima. En 1907, el regidor Marchant, refiriéndose a la construcción de un cuartel de policía que se proyectaba construir en la Avenida norte del Mapocho, en el punto que entonces ocupaban los Galpones de la Vega, manifestó “el grave daño que se ocasionaría al vecindario con tal construcción, interrumpiendo la continuidad de los jardines que existen a uno y otro lado de dicho espacio, y 191 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS ocupando un local que será de mucho tráfico y circulación una vez entregada al servicio la Avenida del Cementerio, pues ahí convergerán varias calles y avenidas”.383 Como se aprecia, la urgencia del tráfico expedito y la higiene mediante los “jardines”, coexisten nuevamente como base para las intervenciones en el margen norte del torrente. Hacia 1915, la apertura al tráfico de la avenida norte del Mapocho (Santa María) estaba resuelta, al menos en el tramo entre Independencia y Purísima. Quedaba el tema del manejo de los terrenos fiscales que quedaban entre Bellavista y Santa María. El Ministerio de Hacienda –tal como en el caso de los Galpones de la Vega- decidió entonces entregar una parte de aquel espacio en concesión de arriendo por nueve años y por la renta anual anticipada de $600 a The International Sporting Club. Es de destacar que la concesión de propiedades fiscales a privados no era algo extraño en espacios públicos de Santiago: así, por ejemplo, varios terrenos del Parque Cousiño habían estado en esta condición desde inicios del siglo veinte. Lo particular en este caso es que se trataba de una concesión en una margen del río, no en un parque emplazado en medio de la ciudad (fig. 41). Los terrenos fiscales en cuestión ocupaban una superficie de 3.565 metros cuadrados, entre la avenida norte del Mapocho y la avenida Bellavista, Purísima por el oriente y Loreto por el poniente. Se estableció entonces que el club privado se hacía cargo de ellos “con el objeto de establecer canchas de sport y los anexos correspondientes”, incluyendo un chalet. La Intendencia sería la encargada de fiscalizar el cumplimiento de las obligaciones establecidas en el contrato.384 La concesión evidenció que, a diferencia de lo sucedido con la banda sur, el estado no estaba dispuesto a construir un parque como el Forestal o, incluso, como el modesto Centenario. El fisco sí se hizo cargo de la pavimentación de las calles referidas, al igual que de la dotación de algunos servicios como alumbrado público. Con todo, como lugar aun imaginado „fuera‟ de la ciudad –y probablemente considerando las penurias económicas municipales y en menor medida, intendenciales- la ribera norte sólo pudo contar en este sector con la gestión privada del espacio público. Esta creciente demanda no puede sino reafirmar el aumento de la centralidad de este espacio urbano, gracias a la conectividad entregada por la canalización y los nuevos accesos. 383 12ª sesión ordinaria, 9/9/1907, Boletín de Actas y Documentos de la Municipalidad de Santiago. Tomo vigésimo primero. Del 1° de enero al 31 de diciembre de 1907. Santiago, Chile: Impr. Barcelona, 1909. 384 Ministerio de Hacienda a Intendencia, 16/10/1915, Intendencia de Santiago, vol. 429, noviembre 1915. El club ocupa hasta la actualidad aquel espacio. 192 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 41. “Terreno concedido a „The International Sporting Club‟”. Ministerio de Hacienda a Intendencia, 16/10/1915. Este espacio se ubicó en parte de los antiguos Galpones de la Vega y tenía frente a su costado poniente al edificio de la Protectora de la Infancia. Adviértase que su instalación respetó la regularidad de la avenida norte del Mapocho. Situaciones como esta, así como notas de prensa, conducen a plantear que la gestión estatal de los espacios públicos de la banda norte –al menos hasta mediados de la década de los diez- fue ambivalente. En el lugar ocupado por el Desinfectorio Público, el Instituto de Higiene y la Plaza Francisco Bilbao, fue ambiciosa y de fuerte efecto en el espacio público. En otros casos –como el acceso al puente Purísima- tardía, pero consistente. Pero hubo otros donde, pese a su centralidad, fue sumamente precaria. Esto último puede apreciarse en gran parte de la extensión urbana de la ribera norte, entre los terrenos antaño ocupados por los Galpones de la Vega y la avenida Independencia, lo que nos sirve también como una forma de ampliar el análisis y concluir este capítulo. Véase los siguientes dos ejemplos, uno vinculado a la ausencia de interés del estado por gestionarlos, y otro a la persistencia y crecimiento de una cultura delincuencial en sus usos. En 1916, 193 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS el Consejo Superior de Higiene Pública –cuya trayectoria ha sido revisada más arriba- por medio de su presidente, el doctor Ramón Corvalán, llamó la atención del Intendente respecto a la necesidad “de transformar en un parque o jardín el terreno baldío situado entre el río Mapocho por el sur y la calle Artesanos por el norte, la calle de Salas por el oriente y la avenida Independencia por el occidente”. El objetivo era la conexión entre el “Parque de Recoleta” y los jardines del Instituto de Higiene, para así hermosear y sanear “ese importante y valioso barrio de la ciudad”. Para el Consejo Superior de Higiene Pública, las motivaciones eran “obvias”, ya que “la tendencia dominante en los últimos tiempos, de hacer concesiones para fines particulares de los terrenos fiscales y municipales induce a esta corporación, además de las razones de salubridad y de ornato, a pedir a US. se sirva hacer iniciar cuanto antes, los trabajos mencionados. Y a este propósito, el Consejo cree oportuno recordar a US., que años ha se proyectó realizar una construcción en el sitio del que se trata. Por otra parte, ya el Consejo señaló a US. insistentemente, en ocasiones anteriores, la situación desventajosa en la cual se encuentra Santiago respecto a otras ciudades, tanto europeas como americanas, en lo que concierne al área destinada a espacios libres, ya sean plazas, jardines o parques” 385 Finalmente, Corvalán criticó la propia rectificación del Mapocho en lo concerniente a “espacios abiertos”, manifestando que la mayoría de las urbes importantes de otros países dedicaban grandes sumas de dinero a crear “espacios abiertos con plantaciones”, pero a su juicio en Santiago ocurría todo lo contrario. Esto, ya que los terrenos que mejor se prestaban “para ser convertidos en parques o jardines, se utilizan en hacer construcciones como ha ocurrido con ambas riberas del río Mapocho y aun en paseos ya entregados al uso público”. 386 Por una parte, se aprecia nuevamente el ideal de las autoridades de formar una continuidad entre las plazas y parques del 385 Consejo Superior de Higiene Pública a Intendente, “Plantaciones entre el Parque de la Recoleta y el Instituto de Higiene”, 15/5/1916. Intendencia de Santiago, vol. 436, mayo 1916. Respecto a aquella “situación desventajosa” de Santiago frente a otras ciudades, Corvalán entregó una serie de cifras no sólo interesante como estadística, sino por el nivel de conocimiento que el Consejo Superior de Higiene Pública había adquirido en torno a las áreas verdes: “La proporción existente en esta materia en la ciudad de Buenos Aires es, aproximadamente, de una hectárea libre por 19 edificadas; en París, de 1 hectárea libre por 10 de construcciones; y en Londres, de 1 hectárea libre por cada 8 cubierta de edificios. La proporción para Santiago es 1 hectárea libre por cada 150 o 200 edificadas, es decir, 30 veces menos espacios libres que Londres, 20 que París y 10 que Buenos Aires”. 386 Idem. 194 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO margen norte del río. Por otro lado, la apelación a las concesiones a privados, tal como en el caso de los Galpones de la Vega, remite a las controversias en la gestión de los espacios públicos en la banda norte. En este caso, el tema se refería a las constantes autorizaciones para la instalación de circos, y específicamente, lo que las autoridades llamaban “circos populares”. Las motivaciones tanto del municipio como del poder central para estos establecimientos se basaron en dar entretenciones gratuitas a los sectores populares, para así alejarlos de las cantinas y los conventillos. Desde la década de 1890 la prensa y los municipales habían sido permanentes activistas de ese tipo de espectáculos, aunque sólo en el siglo veinte tales instalaciones fueron efectuadas en la banda norte. 387 Hacia 1913-14, y al menos durante el verano, las carpas ocupaban buena parte de los terrenos mencionados por el doctor Corvalán, esto es, la ribera norte del Mapocho entre Salas por el oriente y la avenida La Paz –o del Cementeriopor el poniente. Dos eran los circos que existían entonces: el Circo Bravo y el Teatro Circo (fig. 42). Y en ambos casos, su existencia se fundaba en ofrecer espectáculos gratuitos que siguieran los preceptos de abstinencia etílica de la Liga contra el Alcoholismo, una organización de la sociedad civil que promovía tales pautas.388 Ahora bien, si el doctor Corvalán enfatizó en la incompleta continuidad de parques y en las concesiones a privados despreocupados por el ornato, un segundo ejemplo muestra, con otras características, la precaria labor estatal en los espacios públicos de la ladera norte del Mapocho. Pocos años después del centenario, la prensa criticaba el uso de las plazas y parques realizado por delincuentes. Si antaño éste se efectuaba en los pedregales dejados por la canalización, hacia 1915 la estética urbana no había impedido tal ocupación en los “jardines públicos”, en este caso los ubicados entre Recoleta e Independencia (actual Piscina de la Universidad de Chile). La opinión de la prensa era considerada por las autoridades, o al menos eso 387 “Desde luego, está a la vista que nuestro pueblo no tiene espectáculos apropiados para los días festivos. Fuera de los sobrios y honrados artesanos que se van con los domingo sus con sus familias a la Quinta Normal a ver los monos y el Aquarium, o al Parque Cousiño, a tomar las onces en los prados verdes, quedan solo los toros como única entretención con atractivos […] Debemos, pues pensar en el circo, como en el medio más apropiado para salvar al pueblo de la vagancia absoluta de los domingos”. “Excelente idea. El Circo Popular”, El Mercurio, 10/5/1901. Ya en 1892 el municipio había subvencionado un circo en la ribera sur, que en un mes congregó a aproximadamente cuarenta mil personas. “Circos populares”, en Sesión 44ª permanente, de 30 y 31/1/1893, en Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Tomo tercero. Segundo semestre de 1892. Impr. Barcelona, 1893, p. 293. 388 Luis Salas Cerda a Ministro de Industria y Obras Públicas, 24/7/1914, Intendencia de Santiago, vol. 406, julio de 1914; Augusto Escobar a Intendente, 1/7/1913, Intendencia de Santiago, vol. 397, julio de 1913. 195 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS muestra la existencia de varios recortes de prensa en los archivos intendenciales. Uno de ellos corresponde al diario La Unión: A Fig. 42. Plano que acompaña a “Concesión de terreno en la ribera del Mapocho”, 21/7/1914. Estos sitios –actuales Plaza Artesanos y Mercado Tirso de Molina- estaban ubicados frente al Mercado Central (en la ribera sur), al sur de la Vega. Nótese el acceso expedito por los puentes de las Pirámides –izquierda- y de los carros (“21 de mayo” en el plano). Se aprecia además la propiedad de la Recoleta Franciscana entre La Paz e Independencia, actual Pérgola de Flores. “Continuamente estamos recibiendo en este diario denuncios acerca del absoluto y criminal olvido a que la 9ª Comisaría tiene relegados los jardines de la Recoleta, especialmente en la parte situada entre las avenidas de la Independencia y La Paz. No hay noche que allí no se cometa algún audaz golpe de mano. La propia policía, a las 9 de la noche, ha sido asaltada allí y se ha visto en el caso de tener que recurrir a sus armas de fuego, con grave peligro para los numerosos transeúntes. […] hay allí en la misma esquina 196 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO de la Avenida de La Paz, un foco de rateros y criminales […] Jamás se coloca allí un guardián”.389 Fig. 43. Ladera norte del río Mapocho, desde el Puente de las Pirámides hacia el oriente, frente a los circos mostrados en la figura anterior, c1915. Resalta el contraste entre el canal y su puente metálico, y el ebrio apoyado en el muro de canalización, casi junto a un policía que permanece impávido frente a su presencia. Es una imagen paradigmática de la coexistencia entre la modernización y las viejas pautas populares de uso de aquel espacio. El paisaje del sector había sido transformado (“jardines de la Recoleta”), pero la criminalidad del barrio no había cambiado mucho respecto a veinte años atrás. En este sentido, se mantenía una larga duración en las tensiones sociales de aquella ladera mapochina. Sin embargo, la edilicia pública –y en también la privada- había promovido una incipiente centralidad para aquella ribera antaño considerada fuera de la ciudad. Como se verá en el capítulo siguiente, en 1917 la intendencia finalmente comenzó a encargarse del “mantenimiento, conservación, alumbrado eléctrico y mejoramiento” no sólo de los parques de la ribera sur, sino “del terreno ubicado entre la 389 Nota que transcribe el artículo “Los jardines del Mapocho y la 9ª Comisaría”, en La Unión, 5/3/1915. Intendencia de Santiago, volumen 424, marzo 1915. 197 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Avenida Paz y Avenida Independencia, al lado norte del Mapocho”. 390 Esto podría sugerir un cierto cambio en la voluntad pública de gestión de esos terrenos, lo que se cristalizaría recién hacia finales de la década de 1920 con la Piscina de la Universidad de Chile. Para concluir, el siguiente cuadro puede ser útil para comprender las nuevas edificaciones en el margen norte: Cuadro 1 Principales edificaciones públicas en la ribera norte (1887-1919)391 Desinfectorio Público 1896 Plaza de la Vega (municipal) 1896 Galpones de la Vega (concesión) 1900 Protectora de la Infancia (semi-público) 1901 Instituto de Higiene 1902 Galpones de Zapateros 1902 Plaza Francisco Bilbao 1902 Plaza de la Recoleta 1905 Jardines Pío IX 1911 ************** Este capítulo tuvo como objetivo comprender la ribera norte del Mapocho como problema público. En esa dirección, se escogieron tres dimensiones de aquella cuestión: la expansión demográfica y urbana como expresión del ensanche de la idea de ciudad y de la propia mancha urbana; la gestión de los espacios públicos y la coexistencia de dos culturas no excluyentes: una letrada y otra más apegada a los aspectos informales, representadas por dos tipos de comercio. Partiendo de la primera dimensión –esto es, la expansión- y constatando las precarias condiciones de vida en el espacio privado (por ejemplo, el Arenal), el desafío del capítulo fue establecer relaciones entre esos problemas, materializados en espacios públicos como 390 Ministerio de Obras Públicas a Intendente, 29/5/1917, Intendencia de Santiago, vol. 449, junio 1917. Hay antecedentes similares –al menos- para 1918 y 1919. 391 Las fechas son de inauguración. 198 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO edificios (Desinfectorio Público e Instituto de Higiene) y galpones comerciales (La Vega, primero callejera y luego edificio semi-público). Esto se efectuó considerando primero, las representaciones de integrantes de la esfera pública sobre aquel lugar, para luego pasar a las medidas del estado hacia el barrio ultra-Mapocho, lo que nos entregó una señal de la representación de aquel sector como poco higiénico, periférico y con urgente necesidad de centralidad. En el caso de la salubridad de la ciudad, la labor y propuestas del Consejo Superior de Higiene Pública fueron destacadas, tanto como la labor desarrollada por el municipio y sus técnicos. Esto se apreció en especial en el „conjunto de salubridad‟ de calle Borgoño y en el avance de la avenida del Cementerio, respectivamente. La manera de encarar la intervención urbana fue disímil: en no pocas ocasiones se promovió la concesión a privados; en otras, como los edificios de salud, el propio poder central fue el encargado de proyectar y dirigir las operaciones. En ese contexto, la no inscripción de las propiedades en el Conservador de Bienes Raíces posibilitó su manejo por parte de privados, como ocurrió con la Plaza de la Vega, luego conocida como los Galpones de la Vega. Fue allí, en la ribera norte, donde se desarrolló el principal mercado informal de la ciudad, adquiriendo una importante centralidad y también un rol como cristalización de lo popular en Santiago. En el caso de las concesiones, se centró el análisis en aquellos Galpones y los conflictos entre el estado y los privados, pero también en acuerdos que perduran hasta hoy, como el International Lawn Tennis Club. De este modo, la ribera norte del Mapocho como problema público significó un involucramiento disímil por parte del estado. En efecto, aunque la representación de la Chimba entregó un marco y una motivación común para la acción (la lejanía necesaria de soslayar, la idea de integración, etcétera), la gestión misma de aquel espacio estuvo entre la decidida intervención que apuntó a seguir rectificando desde el estado –la apelación es literal en el sentido de la avenida La Paz- y en entregar la gestión a privados por motivos económicos y posibles intereses de poder. Como se verá, este modo de operar será bastante diferente al de la ladera sur del Mapocho donde, con similares protagonistas, las relaciones y representaciones de ciudad serán diferentes. En otras palabras: la banda norte tuvo un carácter de problema público algunas veces más difuso que evidente, con preocupaciones diferentes según sectores. La persistencia de la delincuencia y el abandono en su tramo central, hasta bien avanzado el siglo veinte, es una muestra de ello. En la ribera sur, en cambio, ese carácter estará fuera de duda, e incluso se vinculará con el más arduo de los desafíos para el aparato público: dominar los intereses privados para formar un nuevo centro para la ciudad propia. 199 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS En definitiva, en este capítulo se ha podido apreciar que la construcción de la conectividad urbana hacia el barrio ultra-Mapocho fue para conectar no sólo con los fundos que proveían de chacarería a la ciudad, sino también para vincular –y ordenar- la ribera norte. Esa idea de orden se estrecha con el disciplinamiento social en el caso de las erradicaciones de vendedores ambulantes desde el borde sur al norte, así como con el afán por generar continuidad para la Avenida Norte del Mapocho. Sin embargo, y pese a lo profuso de este tipo de acciones, las autoridades no pudieron despejar enteramente el sector. Por otra parte, la conexión entre ambas márgenes –o mejor, el avance de la ciudad propia sobre la Chimba- fue lenta y confusa. Al respecto, el Desinfectorio Público, el Instituto de Higiene y la Plaza Francisco Bilbao consiguieron mejorar el ambiente urbano en una limitada parte de aquella ladera. Pero, en general, el estado de precaria infraestructura pública se mantuvo inalterable, o con muy ligeras mejoras. En tal sentido, no puede dejar de reconocerse que las disputas y desequilibrios entre los poderes central y local afectaron el desarrollo de un espacio público de cierta calidad. El caso de los Galpones de la Vega fue, por más de diez años, una prueba de esa problemática. En ese sentido, la referencia hecha en la introducción de esta tesis y que refería a la idea de Solá Morales con un siglo dieciocho donde hubo „proyectos puntuales‟ y un siglo XIX de intervenciones mayores, no se cumpliría exactamente en el caso de la banda norte del Mapocho. De todos modos, sí se trató de un avance de la ciudad propia hacia aquella periferia –articulado desde el espacio públicoy aunque fuera lentamente, inició el cambio de ésta. 200 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Capítulo 4. La transformación de la ribera sur: el avance de la “ciudad propia” 4.1. Civilizando Mapocho: ¿proceso local o general? “¡Quién ignora lo que era en Santiago la caja del río: vasto estercolero, depósito inmenso de inmundicias de todo género, barbecho colosal de gérmenes malsanos, fuente inexhausta de emanaciones mefíticas, dilatado cáncer asqueroso en el propio cuerpo de la capital de la República, vergüenza de nuestro país!” Paulino Alfonso, Lo que debe hacerse con los terrenos del Mapocho, 1892. La problemática histórica del disciplinamiento de los sectores populares urbanos de Latinoamérica ha sido un campo estudiado constantemente desde hace décadas, sobre todo por la historiografía norteamericana. La noción central en estas investigaciones ha sido la de “civilizing” o civilizamiento, con la consecuente idea de “resistence” por parte de la baja sociedad civil. Ciudades como Rio de Janeiro y Buenos Aires, e incluso urbes chinas, han sido estudiadas profusamente mediante la idea de civilización y resistencia al ordenamiento impuesto por las elites. 392 En este capítulo se pretende incorporar esa perspectiva, pero no convertirla en el único horizonte de trabajo. Referir a los problemas sociales del Santiago del siglo XX es una tarea que excede los objetivos de esta tesis: sabido es que prácticamente todas las capitales latinoamericanas de aquella época vivieron la llamada „cuestión social‟, con su seguidilla de huelgas, mitines callejeros y marginalidad social. ¿Qué importancia podría tener el río Mapocho en relación a una problemática sociopolítica tan amplia, más allá de ser uno más de los lugares donde se manifestaron los grupos populares de Santiago? La idea que se plantea aquí es que se produce una naturalización de la sociedad completa, y en especial de los sectores populares. Si la hipótesis de esta tesis es que la transformación de los bordes del Mapocho urbano desarrollada al menos entre 1885 y 1918 fue una intervención inédita debido 392 Un registro que no pretende ser compl eto cuenta al men os los siguiente trabajos: Meade, T. (1997). "Civilizing" Rio: reform and resistance in a Bra zilian city, 1889-1930. University Pa rk, Esta dos Unidos: Pennsyl vania State University Press; Parker, D. S. (1998). “Civilizing the City of Kings: h ygiene an d housing in Lima Peru”, en Pin eo, R.,.Baer J. [eds.] . Cities oh hope. People, protests, and progress in urbanizing Latin America, 1870 - 1930. Col orado, Estados Unidos: Westview; Holl oway, T. (1993). Policing Rio de Janeiro: repression and resistan ce in a 19th - century city. Stan ford, California, Estados Unidos: Stan ford University Pr ess; Sta pleton, K. E. (2000). Civilizing Chengdu: Chinese urban reform, 1895 -1937. Cambridge, Mass., Estados Unidos: Harvard University Asia Center & Harvard University Press. 201 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS a un proceso de modernización urbana de nuevas dimensiones, debemos subrayar que esa rectificación conllevó nuevas representaciones, especialmente en las formas de comprender las relaciones entre la naturaleza, la ciudad y la sociedad. Esto es, a esos sectores populares se les asimila al río contaminado y degradado, como uno más de los factores que influyen en esa putrefacción. Mirado a un rango global, a este tema se le ha llamado el problema de la „naturalidad‟ de la especie humana dentro de un medio artificial. Más allá de los sectores populares, la sociedad toda fue comprendida en esa nueva calidad; es decir, que la población no es la sola suma de individuos que viven en un territorio, sino que esas personas dependen de una serie de variables, como el clima o el entorno material. En consecuencia, “la población aparece entonces como un fenómeno de la naturaleza”, y por ello esa población se consideró “permanentemente accesible a agentes y técnicas de transformación, siempre que esos agentes y técnicas sean a la vez ilustrados, meditados, analíticos, calculados y calculadores”.393 De esta manera, en un plano local, el Mapocho y sus riberas emergen como un escenario privilegiado para comprender no sólo la mirada que denosta un río contaminado, sino que la propia existencia de grupos populares que integraban el paisaje urbano y comienzan a ser vistos, junto con la basura, como uno de los elementos que es necesario clasificar y luego desterrar: es el “dilatado cáncer asqueroso en el propio cuerpo de la capital de la República”, como indicaba Paulino Alfonso. El mecanismo para ello fue efectivamente un disciplinamiento en pos de la inclusión en el proyecto civilizatorio liberal. Sin duda, el proceso de control social y espacial no ocurrió sólo en las riberas mapochinas. Mediante diversos mecanismos, el estado buscó ordenar la periferia sur santiaguina que, como se vio antes, fue catalogado por Vicuña Mackenna como un “potrero de la muerte”.394 La trasformación del río y sus bordes fue por tanto, un proceso local inserto en otro general. Sin embargo, en este espacio tuvo una gravitación mayor, caracterizada por su ubicación más céntrica que la periferia sur. Por ello, se inicia el capítulo con una revisión de las representaciones de la caja del río y sus habitantes, informando de cómo el surgimiento de su asociación a éste como una lacra o basura más que traen sus aguas, determina la percepción que sobre esos habitantes tengan las clases más letradas. Esto servirá para comprender 393 Foucault, M. (2006) . Seguridad, territorio, población. Buen os Aires, Argent ina: Fondo de Cul tura Económica, p. 95. 394 Vicuña Mackenna, B., Transformación de Santiago, cit. 202 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO sobre los cambios de la ladera sur del Mapocho, en la que se forjó la rectificación a partir de la canalización y del primer edificio público de la intervención tardodecimonónica: la Cárcel. Un repaso más o menos exhaustivo durante el siglo diecinueve da cuenta de una mirada cada vez más contradictoria hacia el río y sus bordes, y existen algunos hitos en esa trayectoria. El análisis de Vicuña Mackenna en 1872 entregó una visión asqueada y severa frente a su marginalidad urbana existente por ejemplo, en el barrio en la ribera sur, entre San Pablo y el Mapocho, fue objeto de fuertes críticas por parte del alto funcionario. Este elemento es conocido y fue entendido por la historiografía como un indicio respecto al quiebre de ciertas pautas de relación social urbanas, donde pese a las marcadas diferencias entre „gente decente‟ y „rotos‟, había aún una convivencia cotidiana en el espacio público. 395 Por otra parte, el área más céntrica de la antigua ribera sur, previa a la canalización, tenía muchos elementos que la hacían atractiva, antes que merecedora de una rectificación morfológica y social. Las descripciones de cronistas y memorialistas convergen en esa representación. Véanse dos ejemplos. El aristocrático Ramón Subercaseaux recordaba que hacia 1860, es decir, cuando tenía unos 6 años, era común que uno de los empleados de la familia llevara a pasear a él y sus hermanos por calle Puente –“el centro de las talabarterías de Santiago […] La calle del Puente toda entera tenía un olor particular a cuero”-, así como por los tajamares, el Puente de Calicanto y la antigua Plaza de Abastos, después Mercado Central. Sobre esta última rememoró: “En la parte del río que defendían los pretiles o tajamares, estaba la Plaza de Abastos o Mercado, que consistía en un cuadrado de edificios bajos construidos en la misma disposición sencilla que todo el resto de los edificios viejos de Santiago. Allí se vendía carne, legumbres, pescado y todos los artículos de alimentación. También se cocinaban y expendían, en medio del humo y del olor penetrante de la grasa derretida, los picarones, sopaipillas y empanadas fritas. Los puestos de mote y huesillos, de empanadas caldeas y de tortillas de rescoldo, alternaban con la venta de pajaritos vivos, jilgueros, tordos, y de frutas frescas y secas, todo en grande, pintoresca y sabrosa variedad”.396 395 Nos referimos especialmen te al texto de Luis Alberto Romero, ¿Qué hacer con los pobres?, citado, en pa rticular el capítul o “L a ciudad”. 396 Subercaseaux , R. (1908). Memorias de 50 años. Santiago, Chile: Impren ta Barcel ona, 1908, p. 58. 203 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS El puente de Calicanto también contaba con un activo comercio: “Sobre cada machón o estribo se levantaba una especie de glorieta de cal y ladrillo, ocupando también por alguna venta del mismo género que las de la Plaza de Abastos” (figs. 44, 45 y 46). 397 Una opinión similar tuvo el escritor Daniel Barrios Grez, quien enfatizaba en dicha Plaza y sus alrededores (que reiteramos, después fue ocupada por el Mercado Central) como lugar de reunión de “bodegones de arpa y guitarra, chiritibiles de poncho y cuchillo, corrales, caballerizas y posadas de carretas”.398 Todavía en 1906, el magazine Zig-Zag –con un tiraje de miles de ejemplares- utilizaba como portada una fotografía pintoresca sobre “las orillas del Mapocho”, mostrando un herrero, un caballo, un sujeto popular y su dueño trabajando en plena calle (Fig. 47). Será objetivo de esta sección comprender los cambios en la representación de esa parte de la ribera sur, viendo el rol cumplido por los artefactos urbanos para la naturalización de ese lugar y de sus habitantes. Ahora bien, es cierto que comprender el disciplinamiento social como único motivo para esta intervención sería reduccionista. Ella debe incluirse –como se expresó en la hipótesis de esta investigación- en un afán general de desarrollo de estrategias de dominio, que incluye a la naturaleza. El intento de crear centralidad se incluye en ese objetivo, y refuerza nuestra idea de que también se buscó diferenciar entre las dos riberas mapochinas, anexando primero la sur a la „ciudad propia‟. Así se comprende mejor una tercera cuestión: la transformación de la ribera sur como un proyecto de largo aliento que debía articular lógicas de alineación, regularización y provisión de un nuevo sistema de agua potable y alcantarillado, aspectos que se han tocado especialmente en el capítulo tercero. En ese contexto, debe comprenderse la intervención en Mapocho tanto como una rectificación – con todas sus connotaciones de alineamiento pero también socioculturalescomo una remodelación, es decir, como un cambio de edilicia y transforma- 397 Idem, p. 58. 398 Daniel Ba rros Grez, Pipiolos y pelucon es. Tra diciones de ahora cua renta años, I, 1876, citado por L.A. Romero, op. Cit., p. 2 2. 204 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig.44. “Tipos populares” (Vendedores de mote y „pelusas‟ a las orillas del Mapocho, con el puente de Cal y Canto a sus espaldas) 205 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 45. “Carreta enquinchada frente al Puente de Cal y Canto, 1880”. La representación del peón, con su carreta y su canasto, evidencian una interpretación idealizada del trabajo en el Mapocho, con el peso simbólico del puente como trasfondo y el descanso en pleno río. Fig. 46. “Carretas y coches en el lecho del Mapocho, 1880”. Nótese la activa vida en la caja del río, incluyendo los „palomillas‟, pelusas o jóvenes marginales, así como las tiendas y almacenes enquistados en el ingreso sur al puente: la calle Puente se ha apropiado de la rampa de acceso. Se ven también las glorietas o puestos de venta sobre el puente. 206 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 47. Orilla del Mapocho, 1906. Otra visión idealizada del trabajo, ligada al herrero y su trabajo a escasos metros de la ribera del Mapocho. Adviértase la presencia del sujeto que contempla la escena, que recuerda más el mundo rural que el urbano. 207 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS ción de espacios en áreas deterioradas y posibles de mejorar por su uso funcional.399 Sin olvidar esas premisas, se destaca aquí el tema de la rectificación social en conexión con la expansión urbana, ya que el primer edificio público construido en la banda sur en el arco temporal que nos ocupa, fue la Cárcel Pública. Esto podría parecer contradictorio, ya que si se procuró ordenar aquel sector y dotarlo de centralidad, resulta extraño que se estableciera allí un recinto punitivo y no, por ejemplo, otro de carácter educativo o artístico. Lo cierto es que, siguiendo tendencias borbónicas, en aquella época los servicios indeseables continuaban siendo trasladados a los suburbios. Que la Cárcel fuese instalada allí es la mejor prueba de que el río aún era entendido como un límite y que, probablemente, su ubicación no haya sido parte de un objetivo de otorgar centralidad al sector, sino de poner en la periferia uno de aquellos servicios públicos de connotación negativa. De hecho, la edificación de la Cárcel empezó antes de la canalización: fue durante la presidencia de Domingo Santa María (1881-86) que se decidió construir un nuevo recinto carcelario. Siguiendo el tamaño del terreno y las necesidades de una población penal considerada en esa época de cerca de doscientos reos, se proyectó en 1884 la nueva Cárcel de Santiago con una capacidad para 400 reclusos. Los estudios, planos y la dirección de los trabajos fueron delegados en el arquitecto Ricardo Brown, quien tenía experiencia en este tipo de edificaciones, ya que había estado a cargo de la construcción de las cárceles de Curicó (1868) y Quillota (1872). 400 Su edificación comenzó en 1887 –bajo la presidencia de Balmaceda- pero no estuvo terminada hasta 1892, cuando entró en funcionamiento. Fue entonces cuando se empezaron a trasladar allí los reos comunes que existían en el antiguo Presidio situado al pie del cerro Santa Lucía, en la Alameda.401 Sintomáticamente, se alejaban los delincuentes de aquel aristocrático parque público, para llevarlos a un sector más modesto y con un precio del suelo bastante menor. La Cárcel Pública se ubicó en Sama 1333, frente al Cuartel San Pablo, más exactamente a la “Sección de Detenidos” de dicho 399 La conceptualiza ción de „remodelación ‟ es tomada de de Ramón , A., La rraín , J. ( 1980). “Urban renewal, rehabilitation and remodelling of Santiago de Chile”, en Borah, W., Hardoy, J., Stelter, G. Urbanization in the Americas. Ott awa, Canadá: National Museum of Man, pp. 97 -104. 400 Salinas, I. (1981) . “Ricardo Brown”, en Auca N° 43, Santiago, Chile. 401 El Vizconde del Palacio ( pseud. de Justo Abel Rosales). (1893). Historia de la Cá rcel Política de Santiago (La Bastilla chile na). Tomo I. Gobiern o de Balmaceda y de Baquedano. Santiago, Chile: I mprenta Rochefort. 208 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO establecimiento, emplazada en Sama 1334 y mirando hacia el sur. 402 En cuanto a su planta, “La zona de los Juzgados, acceso a la Cárcel (guardia), Administración y casa del Alcalde, se ubicó hacia la calle Sama (General Mackenna), desarrollándose hacia el norte, en dirección al río, la zona de los pabellones celulares y dependencias afines”.403 Fig. 48. Fachada principal de la Cárcel Pública, calle Sama, c1914. Sin duda, el hecho de que la construcción haya tenido su frontis hacia Sama –y que allí no hubiera reos, sino jueces- fue premeditado. Por una parte, el torrente canalizado se identificó aquí más con una idea de frontera turbulenta que con una de regeneración corporal, como el Desinfectorio Público. Así, la nueva Cárcel se distinguía del viejo recinto punitivo del Santa Lucía –instalado en un área céntrica más bien poblada por la clase dirigenteaunque se asemejaba a la Penitenciaría de la zona sur, cercana al nauseabundo Zanjón de la Aguada y sus temidos moradores. Este último 402 Anuario de Prado y Ma rtínez, cita do, p. 272. Sama es la actual calle General Ma ckenna. 403 Moraga, P. (1957). Cárcel Pública de Santiago (Arquitectura ca rcela ria). Santiago, Chile: seminario de h istoria de la a rquite ctura, FAU de la U. de Chile, s/nº pág. 209 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 49. Juzgados hacia calle Sama, c1957. Fig. 50. Fachada posterior, c1957: la muralla de circunvalación, hacia la avenida Balmaceda (construida en 1928). Antes de esa fecha, la Cárcel limitaba directamente con la ribera del río. 210 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 51. Fachada oriente, c1957: en primer plano, un torreón de guardia y al fondo el sector posterior de los Juzgados. Compárese el tamaño entre el peatón de la izquierda y el muro, tres veces superior en altura. hecho refuerza la idea de que la ubicación de la Cárcel fue comprendida como un espacio urbano periférico. Por su parte, en la misma calle Sama estaban, desde antes de la apertura de aquel recinto, el Primer, Segundo, Tercer y Cuarto Juzgados Criminales, esto es, todos los centros judiciales de la ciudad que no albergaban causas civiles. 404 Esto ha llevado al autor citado a plantear la posibilidad de que se buscó crear en este sector una “zona policial”, que contó también con el aislamiento que entregaba la frontera norte, esto es, el río. 405 Se fue conformando así un „barrio policial‟ en la ribera sur, muy diferente –al menos en la mirada pública- al „conjunto de salubridad‟ levantado en el borde norte, con el Desinfectorio Público, el Instituto de Higiene, la Plaza Francisco Bilbao y los baños públicos. En rigor, las características arquitectónicas de la Cárcel Pública se vinculaban al llamado panóptico, propuesto por Jeremy Bentham a finales 404 Anuario de Prado y Ma rtínez, op. Cit., p. 271. 405 P. Moraga , op. Cit., s/n° pág. La avenida Balma ceda sól o fue abierta en 1928. 211 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS del siglo XVIII. Esto es, una forma arquitectónica cilíndrica, de varios pisos y con una planta racional: separación celular y vigilancia permanente desde un punto central. La inauguración de la Cárcel Pública se ligaba así a una nueva forma de encierro y a nuevas motivaciones estatales, tal como lo enunció Bentham: “reformar la moral, preservar la salud, revigorizar la industria, difundir la instrucción, aliviar las cargas públicas, establecer la economía como sobre una roca, desatar, en lugar de cortar, el nudo gordiano de las leyes sobre los pobres, todo esto por una simple idea arquitectónica”.406 Así fue posible aunar la eficiencia administrativoburocrática con la apremiante necesidad de disminuir el número de infractores. Desde las formas de construcción del poder, Michel Foucault, en una de sus más clásicas obras, sostuvo que efectivamente el panóptico era un dispositivo, debido a su capacidad de automatizar y desindividualizar el poder. Ya no se tratará de un poder expuesto en el espacio público, sino “en cierta distribución concertada de los cuerpos, de las superficies, de las luces, de las miradas […] Las ceremonias, los rituales, las marcas por las cuales el exceso de poder se manifiesta en el soberano son inútiles. Hay una maquinaria que garantiza la asimetría, el desequilibrio, la diferencia. Poco importa, por consiguiente, quién ejerce el poder”. 407 En definitiva, de la ceremonia de escarmiento público –incluyendo la figura del verdugo - se pasó al edificio donde todo espacio y movimiento intenta estar estrictamente estructurado. Ahora bien, más arriba comentamos que con la Cárcel se buscó formar una auténtica „zona policial‟. Esta última reflexión nos lleva a señalar una segunda razón para aquel emplazamiento ribereño: la necesidad de crear un sector vigilado y ordenado en medio de lo que las autoridades consideraban cada vez más como un espacio delincuencial. Es decir, un artefacto urbano que fuera capaz de irradiar un orden y disciplinar a sus moradores, no sólo por la severa arquitectura, sino por la propia presencia policial. Siendo más específicos, el territorio mapochino y la higiene como discurso y práctica desatada en el fin de siglo santiaguino nos habla también de vínculos con el discurso de regeneración corporal. La canalización, como mejora salubre e higiénica, comenzó a adquirir no sólo relevancia por la necesidad de prevención higienista, sino que también del resguardo de los grupos 406 J. Bentham, “Pan opticon versus N ew South Wales”, cit. por Foucault, M. (1995) . Vigila r y castigar. Nacimie nto de la prisión. Ma drid, España: Sigl o XXI, p. 210. 407 Idem., p. 205. 212 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO populares. Sin duda, se trataba de esa caja del río vista progresivamente por los miembros de la elite como una amenaza: es lo que el congresista Alfonso llamó el “cáncer asqueroso”. En consecuencia, en la oligarquía se alzó una nueva representación, basada en una corporización de esa inmundicia, y su símbolo fueron las mujeres y hombres del bajo pueblo. Para comprender el rol que tuvo la Cárcel Pública en ese cambio es necesario ahondar en la forma urbana del sector, ya en este lapso se produce el reacomodo de un espacio público de suma importancia: la calle. Paulino Alfonso y Valentín Martínez, de formas distintas, lo sabían. Y es que debe considerarse que en esta época el espacio público acogía al menos una doble transformación: aquella 'callejera', de escala más amplia que en siglos anteriores, pero también se estaba viviendo un proceso de aceptación global de la dicotomía “civilización o barbarie”. 408 Para el caso europeo, se ha apuntado que dicha civilización comprendió una “transformación del comportamiento”, donde muchos de los actos y palabras, antaño públicos, empiezan a desplazarse al espacio privado, exigiéndose además una regulación creciente de las emociones.409 Si bien la mirada inquisitiva hacia los grupos plebeyos que circulaban por el país no era algo nuevo, durante estos años se intensificó la persecución legal y policial que desde el período colonial vivían los llamados “ociosos, vagos y malentretenidos”.410 Con las transformaciones desatadas en la estructura laboral y el crecimiento de las ciudades hacia finales del XIX, se fueron conformando nuevos actores sociales. En ese contexto, la problemática de la elite dirigente acerca de cómo formar ciudadanos –y quiénes debían ser reconocidos como tales- el fenómeno urbano de la aglomeración de los sectores subalternos y de sus prácticas comenzó a ser visto como lo innecesario, lo accesorio y, prontamente, lo peligroso y posible de ser extinguido. Dicho de otro modo: una vez resuelto el problema de la organización del Estado, quedaba por zanjar quién integraba la nación y, por ende, quiénes podían dialogar en el espacio público. El temor al “estancamiento nauseabundo”411 de pantanos, ríos y calles, comenzó a bifurcarse en una dirección nueva: el histórico miedo de las clases dirigentes santiaguinas al bajo pueblo. En el caso puntual de la banda sur, las viejas casas coloniales que albergaban a dicho 408 Se hace referencia al clásico texto de Sarmiento, D. F. (1938) . Facun do. Buenos Aires, Argentina: Sopena,. El libro fue publi cado por primera vez en 1845. 409 Elias, N. (1994) . El proceso de la civiliza ción . México D.F.: Fon do de Cul tura Eeconómica. Desde otra perspectiva, el tema ha sido estudiado por Richa rd Sennett, El declive del hombre público, citado. 410 Ara ya, A. (1999). Ociosos, vagos y malentretenidos en Chile col onial. Santiago , Chile: Dibam & Lom. 411 A. Corbin, El perfume o el miasma, citado. 213 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS grupo fueron vistas como el correlato material de ese pueblo peligroso. Un punto de infección, de prácticas indeseables, de “cánceres” por extirpar, en suma: un artefacto urbano que para la elite no era ni arte, ni patrimonio ni tecnología, ni menos modernidad, sino una suerte de „anti-monumento‟.412 Si para el caso de la contaminación del río y sus riberas hablamos de la marginalidad, la impureza y la excreción como bases de una triple tensión inédita que conformó una representación de la caja del Mapocho como cloaca urbana, en este caso operó una situación similar. Por ello, la Cárcel se incluye en esa compleja articulación entre el río, los sectores populares urbanos y el disciplinamiento que se aprecia en el epígrafe citado de Paulino Alfonso y su propuesta de transformación de las tierras ganadas al río. Allí los gérmenes y la basura son asociados directamente a los miserables habitantes ribereños. Estos últimos –para Alfonso- eran un elemento más de los residuos degradantes que traía el torrente y precisamente él fue un protagonista primado en muchas de las propuestas acerca del borde-río. En este punto, las diferencias entre la visión de Vicuña Mackenna, en 1872, y de Alfonso en los ‟90 se refieren fundamentalmente a un afán higienista in extremis, sumado a la crítica radical a las formas de sociabilidad plebeyas; como se verá más adelante, estas premisas alcanzaron su punto cúlmine hacia el centenario. En consecuencia, la Cárcel provocaba un efecto inesperado en la emergente ciudad de la edad industrial: concentraba y aislaba en ella a sus peores habitantes, pero, simultáneamente, su forma arquitectónica –una manzana completa rodeada por gruesas y altas paredes, torres de vigilancia con guardias, y policías, jueces y reos deambulando por el sector- provocaba una marca o estigma en toda el área aledaña que estimulaba el distanciamiento del peatón con ese sector. A ello se sumaba la presencia del Cuartel Policial, el primer centro de reclusión al que caían los detenidos del sector. Pasar por la calle San Pablo, con su casa de encierro, el cuartel policial y los juzgados 412 Ver Espinoza, V. (1988) . Pa ra una historia de l os pobres de la ciudad. Santiago, Chile: Sur. En 1891, un residente del sector de las calles Esmeralda, Ma pocho y San Antonio, en la ribera sur del Mapocho, expresaba que los desórdenes y escándalos callejeros eran habituales ya que “existían n o men os de veinte ca fés chinos”. Estos eran h otel es parejeros ta mbién asociados al comercio sex u al y regenta dos habitualmente por asiáticos, l o que el i ndignado vecino entendía como “un en cierro de corrupción y del más escandal oso comercio con mujeres que, embrutecidas por el vicio y el licor, ofrecen al público el más grosero espectá cul o”. Otra n ota, es ta vez del Comisa rio de la Policía de Aseo a la Al ca ldía , manifestaba que “más de trescientas mujeres” habitaban una veintena de casas en la calle Mapocho situadas entre l os números 1 y 48, las que, “además de ser antigua s, se en cuentran habitada s por gente de vida alegre”. El Comisario sugirió además la demolición de las viviendas. Góngora , A. (1994) . La prostitución en Santiago 1813 -1931. Visión de las elites. Santiago, Chile: DIBAM, especialmente pp. 121 -124. Las cursivas son nuestras. 214 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO conllevaba acercarse a la cultura marginal y delincuencial y sus espacios de sociabilidad (fig. 52). Fig. 52. El área circundante a la Cárcel Pública, según proyecto de 1895. Incluye la ribera sur entre Bandera y Manuel Rodríguez y, aunque en este plano de transformación la estación del Mercado es trasladada levemente al oriente, el resto guarda fidelidad con el trazado existente, con el Cuartel de Policía de San Pablo inmediatamente al sur de la casa de detenidos. Los materiales disponibles para esta investigación referentes a la Cárcel no son abundantes en comparación a otros artefactos de la banda sur. La caricatura publicada en 1897 por la Revista Cómica sí nos ofrece una representación de aquel lugar, y físicamente centra al sector en calle San Pablo, entendiéndola como eje de un lugar de malentretenidos y de policía. En pluma del dibujante Luis Fernando Rojas, la „casa‟ del ebrio, del „no civilizado‟, del alguna vez orgulloso roto chileno entonces ya alcoholizado, es el Cuartel de Policía de San Pablo: se instala así una imagen cotidiana en el ojo del lector, coadyuvando a construir su sentido del lugar (Fig. 53). El propio Rojas constituyó una especie de bisagra en la mirada hacia lo plebeyo, ya que también fue dibujante de muchos pliegos de la lira popular.413 413 Luis Fernando Rojas (1857 – 1942) fue un destacado il ustrador, litógra fo y ca rica turista . Sobre la representación satírico-humorística del sujeto popula r, especialmente en el Santiago de finales del XIX, véase el a rtícul o de Cornejo, T. (2007). “Represen taciones visuales de l o popula r a fines del sigl o XIX: imágenes, suj etos e identidades”, en Alejandra Araya et al. ( eds) , Del 215 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 53. “¡A casa! Es decir, a San Pablo!”, caricatura de 1897. Por el fin de siglo empezaron también las referencias sobre las precarias condiciones internas del recinto público: “falta de ventilación en los calabozos […] estado de embriaguez de la mayor parte de los aprehendidos, falta absoluta de letrinas […] hacen de estos calabozos verdaderos focos de infección antihigiénicos e inmorales”. 414 El Intendente Fernández, en tanto, planteaba que “el régimen celular que se tuvo en vista al construir el edificio, nuevo al viejo mundo: mentalidades y representa ciones desde América. Santiago, Chile: Fon do de Publ ica ciones Americanistas & Fa cultad de Filosofía y Humanida des U. de Chile. La lira popular fue una litera tura „de cordel‟, impresa en pliegos sueltos y vendida y recitada por poetas y ambulantes populares, tuvo un gran éxito principalmente en el entorno de las estaciones ferroviarias santiaguinas. 414 Ministerio de Justicia , Ramo de Cárcel es, 1898, doc. 4022, en Fernández, M. (2007). Prisión común, imagina rio social e identidad: Chile, 1870-1920. Santiago, Chile: Dibam, p. 81. En ese momen to el recinto punitivo ya contaba con 650 reos, teniendo una capacidad original de cuatrocientos. 216 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO se hace ilusorio, pues los reos tienen forzosamente que vivir en común”. 415 Si la Cárcel era vista como un „foco‟ de putrefacción, no es aventurado señalar que, a una escala mayor, esa irradiación de anti-valores llegara al pequeño sector donde se ubicaba, abriendo paso a nuevos tipos de encierro en la ciudad. En otras palabras, la Cárcel no logró el efecto disciplinador anhelado, sino que, ante el crecimiento urbano, había pasó a integrar un arrabal o mejor, se modernizó pero continuó siendo un límite social y territorial. Hay algunas alusiones que, sin apuntar directamente a la casa de los presos, sí insinúan una mirada despreciativa –y no humorística, como la Revista Cómica- hacia un área muy probablemente entendida como lugar de delincuentes y policías. Por ejemplo, en 1898 se desató una extensa discusión en el consejo del gobierno local a propósito de las caballerizas poco higiénicas de la Empresa de Ferrocarril Urbano, en la ribera norte. Su mal estado condujo, según los regidores, a que “varios propietarios, para evitar enfermedades en sus hogares, habían resuelto emigrar de ese vecindario”. Si bien entre los municipales era común la idea del traslado del recinto, la discusión de un acuerdo dividió las opiniones, ya que el tercer punto del texto indicaba que el municipio podía “trasladar las pesebreras del lado norte del Mapocho a la ribera sur, al poniente de los galpones que hoy tiene construidos”, esto es, desde San Pablo hacia Manuel Rodríguez y la acequia de Negrete (Brasil). Algunos, como el alcalde Salinas, se negaron a que el costado sur recibiera dichas caballerizas, “porque el Ministerio de Industrias y Obras Públicas no lo consentirá, y porque entonces quedarían cercanas al Mercado Central”. En similar línea de argumento, estuvieron otros regidores: “El señor Novoa no acepta la tercera indicación, porque la primera comuna resultará perjudicada con las caballerizas situadas al lado sur del canal. Pide se deje constancia de la falta de lógica con que se procede en estos cambios de caballerizas; puesto que, si se las quiere suprimir del lado norte del Mapocho porque allí son insalubres y perjudican al vecindario, al trasladarlas al nuevo local que se designa, obran los mismos inconvenientes anotados; y no es 415 Intenden cia de Santiago (1898). Memoria que presenta el Intendente de Santiago Joaquín Fernández Blanco al Supremo Gobierno en l os ramos del Interior y de Justicia . 1° de enero de 1898. Santiago, Chile: Impr. Ba rcelona , pp. 54 -55. 217 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS lógico llevar de un punto a otro, un foco de infección, como se dice son las actuales caballerizas”416. No obstante, algunos –como el regidor Marín- pensaban que mover las pesebreras hacia el borde sur era la solución: “En cuanto a la falta de lógica que señala el señor Novoa, considera el señor Regidor que no la hay imponiendo la traslación que proponen, porque al lado norte del Mapocho las habitaciones se encuentran a no mas de cincuenta metros de las caballerizas y ese vecindario es digno de todas consideraciones, mientras que, al lado sur señalado por su señoría, las habitaciones mas inmediatas son de gentes que avergüenzan con su vida y oficio la cultura de la ciudad”417. Ahora bien, ¿cómo explicar que en el fin de siglo la ribera sur sea vista por las autoridades municipales y empresarios como una vergüenza para la ciudad; no así el lado norte, lugar de ambulantes y al fin, más lejano –al menos territorialmente- de la „ciudad propia‟? Se reitera aquí lo señalado más arriba: por una parte, en ese final de siglo la mirada paternal de los grupos patricios se había transformado en otra horrorizada y no parece exagerado indicar que un borde sur donde la Cárcel Pública era el edificio principal –rodeado de prostíbulos, cantinas, garitos y cafés chinos o albergues transitorios- constituía para los grupos acomodados un lugar repudiable e indigno de visitar, incluso transitoriamente.418 Quizás ello marque una diferencia sociocultural importante respecto a los usos de un asentamiento mucho más pequeño como el Santiago colonial o el tempranorepublicano. Si recordamos las palabras del presidente Balmaceda en 1888 citadas en el capítulo tercero, este proponía, como parte del saneamiento de los centros urbanos, la reglamentación de sus condiciones higiénicas. Esta incluía “la 416 Recordemos que la primera comuna correspon día al casco histórico de Santiago, entre la Alameda y el Ma pocho. 417 Sesión 12ª extra ordinaria en 24/3/1898. En Bol etín de a ctas y documentos de la il ustre Municipalidad de Santiago. Tomo decimo . 1898. Santiago, Chile: Imprenta Ba rcel ona, 1899. El énfasi s es mío. Ma rín señaló además “que l os vientos reinantes soplan ha cia el norte, de modo que, con la trasla ción que proponen n o sale perjudicado el vecindario del lado sur en el gra do que lo está al presente el vecinda rio del lado norte”. (pp. 82-83). 418 La idea del tránsito de miradas en Romero, L. A., ¿Qué hacer con l os pobres?, cita do, especialmente su ca pítul o ¿Cómo son los pobres? 218 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO prohibición de la venta de alcoholes no rectificados y la imposición de penas a la embriaguez”. Esa relación entre mortalidad, falta de higiene y marginalidad social, puede ser aprehendida para las riberas del Mapocho mediante las cantinas, y es útil para comprender su impacto en la banda sur como complemento de la Cárcel. Las cantinas eran un lugar de sociabilidad popular extendido en el río y sus alrededores, muchas de ellas eran clandestinas y probablemente doblaban en número a aquellas que pagaban patente comercial. Los registros gráficos disponibles para aquellos espacios son escasos; sin embargo, las notas de prensa y los documentos oficiales son útiles para contar, al menos, con una descripción de los tipos de comercio y su ubicación. Por ejemplo, en 1906 se elaboró un catastro a nivel urbano de establecimientos que expendían bebidas alcohólicas a menos de 200 metros de templos, escuelas y regimientos. El objetivo era poner en la práctica la ley de alcoholes de 1902, hasta entonces notoriamente burlada. Los informes fueron realizados por todas las comisarías de la ciudad, que elevaron su trabajo al Intendente. Y la carencia de informes a esta escala en el período 1885-1918 es ilustrativa para comprender la importancia del problema y los intereses en juego. El resultado es asombroso: sólo en las riberas del Mapocho habían más de trescientos sesenta locales, conformando el área santiaguina más poblada por expendios de alcohol. Según el criterio informativo de la Intendencia, estos se encontraban divididos en ocho categorías: hotel, restaurant, cantina (la mayoría), cocinería, despacho, pastelería, almacén y chinchel (cantina muy ordinaria). La mayoría de los negocios eran clandestinos, teniendo sus principales focos de concentración en la calle San Pablo –esto es, cerca de la Cárcel Pública- y en la Chimba. Sin duda, esta ubicación nos confirma que el „barrio policial‟ al que hemos aludido, tenía la dudosa calidad de sector de cantinas por excelencia. Hacia finales de los diez, la Cárcel Pública no sólo era entendida como un lugar antihigiénico y foco de irradiación de inmoralidad, sino que era criticado su mismo emplazamiento. Es posible pensar que el avance de la „ciudad propia‟ se ha concretado en un período de treinta años y el recinto punitivo pasó a ser visto como un obstáculo para la rectificación y no –como se pensó en un inicio- como el primer sustento de aquella. Varios hombres públicos manifestaron esa opinión y plantearon la necesidad de su traslado. 219 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 54. Se han representado sólo los expendios situados en las riberas del Mapocho y sus cercanías. Ismael Valdés Valdés por ejemplo, planteó en 1917 la necesidad de vender la Cárcel Pública, “tan desgraciadamente ubicada”, así como la demolición “del cuartel de policía que está ruinoso”. 419 Valdés, ingeniero y senador por Santiago (1912-18) y reconocido promotor de la protección a la infancia, resumía en ese texto su experiencia de casi cuarenta años de participación política, la mayoría de ellos en el Partido Liberal.420 Valdés fundamentó aquella erradicación en dos motivos: uno económico, al vender aquellas manzanas, y otro de reforzamiento de la centralidad, ya que daría “vida a un barrio al cual la vecindad de la Estación Mapocho ha dado importancia primordial”.421 Como se verá más adelante, Valdés sostenía esto también con 419 Val dés Valdés, I. (1917) . La transformación de Santiago. Santiago, Chile: Impr. Ba rcelona, pp. 54 - 55. 420 Ismael Valdés Valdés (1859-1949) perteneció al Partido Liberal desde muy joven. Fue un reconocido filántropo y especialmente a ctivo en la protección a la infan cia, tema sobre el que publicó varios textos. 421 I. Valdés V., La transformación…, cit., pp. 54 -55. 220 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO relación a la imagen de ciudad que se encontrarían los extranjeros a su llegada a la capital. A modo de conclusión de esta sección, cabría formular al menos dos preguntas: la primera, si efectivamente la Cárcel Pública fue un avance de la „ciudad propia‟ y segundo, si aquel recinto fue un paso para el decaimiento del centro histórico o fue un paso para reforzarlo. Respecto a lo primero, se ha visto aquí que efectivamente ese avance ocurrió, ya que si en 1887 se le evaluó como ubicada en las afueras de la ciudad –con el río como un evidente límite- hacia fines de la década de los diez se consideraba a la Cárcel como un artefacto indeseable para un sector céntrico. Paradojalmente, pese a estar en el margen sur y no en el norte, es decir, mucho más cercano a la Plaza de Armas y a los vecindarios de sectores burgueses, fue paulatinamente entendido como un lugar poco amigable: una representación de lo policial, de la diversión asociada al alcohol y de lo periférico. Y es que con el referente urbano de la Cárcel Pública aquel lugar fue transformado en sector policial, pero simultáneamente, comenzó a ser ignorado -pese a su centralidad- por la ciudad „culta‟. Se afirmaba entonces una relación más estrecha de este sector de la ribera sur con la norte, que con el resto del casco histórico. En cuanto a lo segundo, resulta imposible concluir si la casa de los presos fue un aliciente o un deterioro para el centro histórico, sin entenderla en conexión con otros espacios públicos construidos después de la canalización: el parque Forestal, el parque Centenario, el Museo de Bellas Artes y la Estación Mapocho. Sobre esa edilicia pública tratará la siguiente sección, y nos posibilitará retomar aquella interrogante. 221 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS 4.2. El verde en la máquina: ¿hacia un corredor de parques públicos? “[Ángel Heredia] Cinco minutos después se encontraba en el Parque Forestal, junto al pequeño castillo de finos torreones. De allí pasó a la terraza de estilo italiano, con balaustradas grises, a cuyo pie ondula un estanque. A su espalda se alzaba una palmera de tronco rugoso y ramas abiertas en forma de abanico. Más allá del río canalizado, los edificios chatos de la Vega se dilataban, entre el bullir de carretones y vendedores que partían, sus negocios ya hechos. De codos en la balaustrada, el joven veía destacarse, a lo lejos, la masa del Santa Lucía, cubierta de árboles, de tono verde oscuro, que envolvían el cerro, dominando la ciudad como fortaleza fantástica. Su mirada vagaba de unos edificios viejos y carcomidos, restos atrasados de la Colonia, a los chalets agrupados al término de la avenida, con líneas pintorescas de estilo americano y suizo, hasta sumirse en hondonadas de árboles del parque”. Luis Orrego Luco, Casa Grande, 1907. Cuando hacia las fiestas del centenario de 1910 se anunciaba pomposamente la renovación monumental de Santiago, el discurso hablaba de la culminación efectiva de un proceso de conectividad urbana y transformación del espacio público. El paso de un basural a un „verde bosque‟ en plena ribera sur del Mapocho fue su carta de presentación. La profusa colección de informes, planos, ordenanzas y artículos de prensa al respecto así lo atestigua. Y sin embargo, la mirada Luis Orrego Luco mediante Ángel Heredia –niño mimado de la clase dominante- resulta más incisiva, más directa, incluso la vuelve más terrenal: se trata, sin duda, de una de las formas de experiencia de los terrenos canalizados del Mapocho. Podría llamársela una experiencia desde la elite, incluso desde „lo alto‟ de la ciudad, hacia un horizonte plebeyo más cercano de lo que se desearía. Las armonías de las líneas arquitectónicas, el pintoresquismo y el rescate de figuras medievales son para Heredia otro eje en su apesadumbrada caminata; son esos edificios casi capturados por la naturaleza instalada por el paisajista Dubois: chalets que llegan incluso a “sumirse en hondonadas de árboles del parque”. Y es desde una de las balaustradas de su laguna o estanque que el joven asesino reconoce a los “edificios viejos y carcomidos” que no son otra cosa que “restos atrasados de la Colonia”. La mirada de Heredia/ Orrego Luco no es casual: si hubiera escrito Casa Grande veinte años atrás, su espacio de descripción habría sido otro lugar de la ciudad. Quizás situado en el barrio Dieciocho y el parque Cousiño o, posiblemente, -escapando de la basura y las emanaciones pútridas- se habría acomodado en el cerro Santa Lucía y no habría visto al Mapocho como un 222 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO retraso colonial, ni tampoco a aquella Vega que a su juicio constituía lo “chato” del paisaje. En otras palabras: habría sido una representación de ciudad muy diferente. Se propone aquí la interpretación del paso de basural a parque como resultado de una serie de mecanismos de ajuste entre los poderes estatales y de la sociedad civil. Son también espacios de una intención estética particular: permiten visualizar tanto el verde en estado „natural‟, como los “codos en la balaustrada”, permitiéndonos analizar qué se entiende por parque público en la época. Ya en el Proyecto de 1895 se advirtió una postura pesimista respecto al uso de los bordes del río como parque. Se argumentaron entonces motivos económicos específicamente en lo relacionado con el Gobierno Local y sus posibilidades de gestión. Era una posición opuesta a la del Congreso, que solicitaba reiteradamente convertir en parque esos extensos paños de tierra y basura. Poco antes de presentar el proyecto, el diputado Paulino Alfonso nuevamente insistió –esta vez en presencia del Ministro de Industria y Obras Públicas- en la urgencia de formar un parque en los terrenos ganados al Mapocho. Y aún más, en esta oportunidad subrayó la diferencia del futuro parque con el espacio público principal o mejor, histórico, de la ciudad: “Yo manifestaba la conveniencia de que se formen en esos terrenos grandes masas de vegetación, cosa que es de necesidad, sobre todo en los tiempos modernos. No me satisfaría que se hiciera ahí avenidas como la de las Delicias, con una hilera de árboles a cada lado”.422 Como indicaba Alfonso, eran “tiempos modernos” y la especialización del espacio urbano alcanzaba ahora al paisajismo: el nuevo espacio público no debía ser ni un parque de grandes dimensiones apto para encuentro de los habitantes –como el Parque Cousiño con paseos en coche y fondas dieciocheras-; pero tampoco para la ciencia –como la Quinta Normal de Agricultura y su rol educativo aplaudido por Sarmiento en la década de 1840- y ni siquiera para el encuentro pausado y casi litúrgico que albergaba la más pequeña Plaza de Armas o, en menor grado, la Plaza de la Recoleta. Un fenómeno de transformación que expresaba cambios globales en la urbe, algo similar a lo ocurrido en países europeos, donde como ha dicho Piccinato, “el parque urbano sustituye los huertos, los boulevards las calles porticadas, los complejos monumentales la compacidad formal de la ciudad entera…”423. En visión de Alfonso el pretendido parque tampoco se anhelaba 422 Sesión de 31/7/1894, en Cáma ra de Diputados (1894) . Boletín de las Sesion es Ordinaria s en 1894. Santiago, Chile: Impr. Nacional, 1894, p. 690. 423 Piccinato, G. (1993). La construcción de la urbanística moderna . Al emania 1871 -1914. Barcelona , España: Oikos-Ta u, p. 19. 223 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS como una Alameda, es decir, como una avenida de álamos (“hileras de árboles”), donde pese a operar como paseo peatonal lo que prevalece visualmente es el tránsito y la conectividad por sobre la experiencia de la belleza urbana y la contemplación del paisaje. Ahora era necesario contar con un espacio público como área verde -“masas de vegetación”- donde la prioridad era acabar con los pestilentes basurales de la cuenca y simultáneamente realizar un suculento negocio inmobiliario. Es necesario considerar que, tal como había sucedido con el parque Cousiño o la Quinta Normal, la transformación de un espacio urbano por parte del Estado valorizaba rápidamente los terrenos aledaños; es decir, aumentaba la plusvalía. Recuérdese también que el ingeniero Martínez remarcaba en 1885 que “el valor del terreno (es) mucho mayor en la ribera sur que en la ribera norte”.424 Por otro lado, durante estos años se verificaba en la capital la plena recepción de las ideas sobre parque urbano provenientes del hemisferio norte. Según ha indagado Francesco Dal Co para el caso norteamericano, los primeros parques surgieron después de décadas de ensayo de modos de integración entre la naturaleza y el espacio urbano, como fue el caso de las comunidades utópicas –por ejemplo, los mormonesy sobre todo los rural cemeteries. Además, en el caso de Estados Unidos operó la mirada sobre Inglaterra, donde Joseph Paxton desarrolló desde 1814 un trabajo en Birkenhead, un suburbio de Liverpool. Sobre esta base apareció la figura de Frederick Law Olmstead, diseñador del Central Park de New York en la década de 1850, principal fuente de inspiración de los paisajistas de la segunda mitad del XIX425. En definitiva, la modificación de aquella zona de la ribera sur no fue sólo un asunto de interés público, sino una gran jugada comercial para muchos congresistas-empresarios y en paralelo una señal de la dirección de las futuras suburbanizaciones de la elite. Postulados como estos recuerdan la emergencia de los parques produce nuevas fuentes de valorización en la urbe, considerando factores hasta entonces excluidos de la esfera del control público. En consecuencia, se trató de una poderosa herramienta para ensayar proyectos de suburbanización.426 En otro sentido, puede señalarse 424 Ver capítul o segundo. 425 Dal Co, F. (1975). “De los pa rques a la región ”, en Giorgio Ciucci et al., La ciuda d americana de la guerra civil al New Deal . Ba rcelona , España: Gili. La relevancia de los rural cemeteries ha sido subraya da también por Reps, J. (196 5). The making of urban America. A history of city planning in the United States. Prin ceton, Estados Unidos: Princeton University Press,. 426 Una visión general sobre estos temas en Sica , P. (1981) . Historia del urbanismo. El sigl o XIX (Volumen 2°). Madrid, España: Instituto de Estudios de Administración Local, p. 660. 224 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO hipotéticamente que ese cambio fue una metáfora de la ansiada modernidad: convertir lo sucio en placer estético vinculado a las nuevas corrientes paisajísticas. Allí estarían las ondulaciones del terreno, las fuentes de aguas, los árboles frondosos. En otras palabras, lo que la burguesía capitalina consideraba la experiencia de lo sublime, esto es, la “agitación del alma”.427 Paralelamente, las claves de la elección de ese lugar radicaron en las potencialidades de un sector ubicado a pocas cuadras del cerro Santa Lucía y que –pese a todos sus problemas de contaminación- contaba con el río como un atractivo estético, cuestión con la que sólo podían contar zonas más alejadas y aún rurales como Tobalaba, gracias al canal San Carlos. En definitiva, en la creencia de poder aunar habitación de un medio-alto y alto nivel -reemplazantes de “las estrechas hileras de cuartos” como las llamó el Ministerio de Industria y Obras Públicas en 1895- con un espacio público céntrico. Cabe preguntarse qué tipo o tipos de barrios pensaba levantar aquel Ministerio, ya que políticos como Paulino Alfonso no se oponían a edificar en el lugar, sino que proponía que cualquier construcción allí dispuesta debía someterse a ciertos criterios. El mismo diputado veía un referente destacado en calles como Ejército y Dieciocho –el barrio aristocrático-burgués por excelencia- ya que sus vías un poco más anchas y bordadas de árboles en toda su extensión las hacían más onerosas. Por ello, al hablar del Mapocho, el diputado Joaquín Walker Martínez insistió en “manifestar al señor Ministro de Obras Públicas que a mi juicio no debe rematarse ni una sola pulgada de esos terrenos”. Y puso en la mesa el propio rol del Estado en el espacio urbano, cuestionando la propuesta de obtener ganancias por venta de lotes efectuada por el Proyecto de Bertrand de 1895: “Cuando la ley ha establecido que pueda expropiarse la propiedad por causa de utilidad pública, no ha querido dar esta facultad a fin de que el Estado haga negocio, sino para que se establezcan ferrocarriles, vías de comunicación o cosas semejantes que sirvan para el servicio público. En consecuencia, fuera de los terrenos que van a ocuparse con edificios públicos, todos los demás deben destinarse a parques, jardines, etc”. 428 Además, los diputados nombrados, junto a sus colegas Eliodoro Yánez, B. Mathieu, Pedro Donoso, Julio Bañados Espinoza –antiguo balmacedista- y Carlos T. Robinet, redactaron un proyecto de ley presentado en agosto de aquel año, con un artículo único: “Destínanse los terrenos dejados por la 427 Sobre esta definición de paisaje sublime, Silvestri, G . (2003). El color del río. Historia cul tural del paisaje del Riachuelo . Buenos Aires, Argentina: U. Na cional de Quil mes. 428 Sesión de 31/7/1894, en Cáma ra de Diputados, Boletín de las Sesiones Ordina rias en 1894, citado, p. 690. 225 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS canalización del Mapocho al uso público, y especialmente al servicio del Estado y al bienestar de la ciudad de Santiago”.429 La presión parlamentaria sobre los proyectos del Ejecutivo para las riberas mapochinas se desató entonces, oponiéndose tenazmente a la proyectada construcción de nuevos barrios y reafirmando la necesidad de los “edificios públicos”. Hasta entonces, la Dirección de Obras Públicas sólo había efectuado plantaciones en las avenidas del Mapocho, aunque no bajo una idea de parque, sino como alameda. Es necesario recordar que hacia finales de siglo, y con la responsabilidad de reducir las altas tasas de mortalidad urbana, el discurso higienista había perneado en diversas esferas sociales. En la misma Municipalidad de Santiago esto fue tomado y proyectado hacia el río Mapocho: cuando el regidor Salas refirió en 1892 sobre el destino de las riberas, dijo que “parques y jardines” eran indispensables para el “mejoramiento de la salubridad e higiene pública”. Recalcó también que “de esta manera dichos paseos quedan al alcance de todo el mundo y contribuyen muy eficazmente al mejoramiento de la salubridad e higiene pública”.430 Hacia el cambio de siglo, las ideas de los congresistas y de la intendencia no sólo impusieron su voluntad frente al afán de conectividad del proyecto de 1895, sino que convencieron al propio poder Ejecutivo. Por cierto, esto debe ser entendido dentro del contexto político de la llamada República parlamentaria (1891-1924), donde el Ejecutivo se inclinó frente al Congreso. Con todo, sí hubo algunos aspectos en común entre el proyecto de parque triunfante y el proyecto ministerial de 1895: crear vías expeditas y, como vimos en el capítulo segundo, no sólo urbanizar el terreno ganado al río sino absorber “las estrechas hileras de cuartos, verdaderos focos de putrefacción física y moral”. Así también, a inicios del siglo veinte, la prensa expresó su complacencia por la idea de un “parque forestal”, que destruyera para siempre la temida y detestada ciudad de ranchos existentes en la ladera sur, es decir, la barrera simbólica y morfológica que impedía el avance de la ciudad burguesa: “Naturalmente, el primer obstáculo que el señor alcalde ha visto y cree necesario remover con la mayor rapidez, es la inmunda cuartería que del lado sur del canal se extiende por espacio de dos o tres cuadras. […] Casi puede decirse que el espacio abarcado por 429 Sesión de 3/8/1894, en Idem, p. 719. 430 “Proyecto de transforma ción de Santiago”. En Sesión 4ª ordina ria, 12/8/1892. En Boletín de Actas y Documentos de la Ilust re Municipalidad de Santiago. Tomo tercero. Segundo semestre de 1892. Santiago, Chile: Impren ta Barcel ona, 1893, pp. 33 -4. 226 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO esa cuartería, formaba una sección, que todo el mundo trataba de evitar, dando largos rodeos, ya se traficara a pie, ya en carruaje. Y casi nadie ignora que lo más molesto y desagradable, en los cortejos fúnebres, es el obligado paso por el puente de San Antonio, en la desembocadura de cuya calle se ofrecía en la más dura y repugnante forma las escenas asiáticas de un vicio desnudo, impune y procaz. La base de todo trabajo de embellecimiento en las orillas del Mapocho, hoy tan desamparadas, es el absoluto y definitivo alejamiento de los infelices moradores de toda la sección comprendida entre San Antonio y Miraflores. Inútil sería el diseño y plantación de un hermoso parque, si para llegar allí fuera necesario pasar por el estrecho y odioso desfiladero de las habitaciones”431 Lo relevante para esta tesis es que a partir de esa destrucción de barreras materiales y simbólicas fue surgiendo una nueva relación entre ciudad, espacio público, naturaleza y mercado del suelo de la que resultará el Parque Forestal. En efecto, fue sólo en 1900, mediante una comisión nombrada por el Ejecutivo y presidida por el intendente Enrique Cousiño que la idea sea definitivamente impulsada y efectivamente realizada.432 Ese año el alto funcionario, a través de una comisión ad hoc, contrató al paisajista francés Jorge Enrique Dubois para la elaboración de un plano de parque forestal en terrenos que eran basurales. El profesional, asesorado por colegas como su compatriota Guillermo Renner, entregó su informe el mismo año 1900.433 En 1901 se produce, oficialmente, la aceptación ministerial respecto a las propuestas impulsadas entonces por Cousiño: 431 “La desin fección de las orillas del Mapocho”, El Mercurio, 20/4/1901. El én fasis es nuestro. Recordemos que la primera erradicación de pobladores de la caja del río se remonta a la década de 1820, originando la localida d de San Berna rdo. 432 Calderón, A. (2004) . “Pa rque Forestal: alborada del gra cioso”, en su Memorial de Santiago. Santiago, Chile: Ril . La comisión la integra ron el intendente En rique Cousiñ o –que la presidía- a integrada por el Al calde, por un representante del Ministerio de Industrias y Obras Públ icas, y por Emil iano Llona , Salvador Izquierdo y el doctor Alejandro del Río. Según María Soledad Molt edo y Fernando González A., “predominaba en la comisión el propósito de destinarl os a numerosas con strucciones públicas […] El dr. Del Río propuso que se creara una gran á rea verde”. Cfr. Moltedo, M., G onzález, F. (1972). Desa rrollo histórico -urban o de un ba rrio de Santiago: „La Chimba‟, tomo 1. Santiago, Chile: semina rio de historia de la arquitectura, FAU U. de Chile, p. 115. 433 El Plano original del Parque Forestal está extra viado. Bibliotecas Nacionales de otros países sudamerican os n o cuentan con copias del mismo. J. E. Dubois (1866 - 1954) era un ingeniero paisajista de la Ecòle d‟Horticulture de Versailles, que ll egó a Santiago pa ra trabaja r en el diseño de l os ja rdines del Congreso Nacional y la cátedra de Horticul tura de la Quinta Normal de Agricult ura. Echeverría , C. (2001) . De la naturaleza como escenario geográ fico, al paisaje como obra de arquitectura. Santiago, Chile: Semina rio de Investiga ción, Universidad Católica , Santiago. 227 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS “Se ha recibido en este Ministerio la nota de US. […] en la que trascribe los acuerdos que somete a la consideración del Gobierno la comisión nombrada para estudiar y proponer la distribución mas acertada que debe hacerse de los terrenos sobrantes a uno y otro lado del Canal del Mapocho. Con este motivo me es especialmente grato poner en conocimiento de US. en contestación a su citada nota, que el Ministerio acepta en todas sus partes y como una obra beneficiosa de higiene y ornato para la capital, el proyecto de formar un parque forestal en los terrenos situados al sur del canal y entre las calles de las Claras por el poniente y el Camino de Cintura por el Oriente, en conformidad al plano que por encargo de la comisión ha levantado don Jorge Dubois. Ese plano merece la aceptación del Gobierno y con esa misma fecha se ordena extender el decreto por el cual se aprueban ese plano y el presupuesto correspondiente y se pone desde luego a disposición de US. la suma de veinte mil pesos ($20.000) a fin de que US. pueda iniciar en época oportuna los trabajos de nivelación, plantaciones, riego, que se requiere en su obra. Se ordena igualmente abonar al Sr. Dubois el honorario fijado por la comisión. En cuanto a las demás ideas propuestas en la referida nota de US. el Ministerio las estudiará con la debida detención, reconociendo en todas sus partes la conveniencia de llevarlas a cabo en beneficio público. [...]”. 434 Dubois realizó su trabajo sobre intervenciones paisajísticas desarrolladas desde finales de siglo. En 1895, por ejemplo, el Arboricultor encargado de las plantaciones en las avenidas del Mapocho dejó memoria de sus trabajos. Bajo el mandato de la Dirección de Obras Públicas, el funcionario dio cuenta de la plantación de seis avenidas de árboles en la Gran Avenida Sur del Mapocho. La colocación de plátanos orientales comenzó en la llamada “primera sección”, que iba desde Pío IX al puente Recoleta. Allí las labores exigieron utilizar diferentes tipos de tierra y abono, además de cañerías de agua de riego.435 Esta intención estética y simultáneamente división sectorial por parte del estado, tuvo una continuidad de las labores emprendidas por Dubois desde 1900. Este último estableció una división de las obra en tres sectores: Puente Mackenna a Purísima; Purísima a Pío IX y Mackenna a 434 J. Ra món Nieto, Ministro de Industria y Obras Públicas a Intendente, 26/3/1901, Intende ncia de Santiago, volumen 204, enero de 1901. 435 Arboricultor de las Avenidas del Mapocho a Director de Obras Públicas, 16/11/1895, Dirección General de Obras Públicas…compl etar 228 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Recoleta. En el primero de ellos tuvo el problema de la profunda entrada de la caja del río a la ciudad, dejando un desnivel de siete metros. Era la representación de una colonial fisonomía urbana: durante la dominación es española aquella entrada del Mapocho embestía la ciudad en las cercanías Fig. 55. Proyecto presentado por el regidor Jorge Dávila Ossa a la Comisión de Ornato Municipal, 1910. Ante el extravío del plano original, es útil este proyecto elaborado para unir al cerro Santa Lucía con el Forestal: se trata de una copia del diseño del parque entre José Miguel de la Barra y Purísima. En oscuro, la laguna. Nótese el trazado sinuoso de los caminos y la creación de manzanas alargadas en su frente para uso residencial. de la ya desaparecida „plazuela del Tajamar‟, aguas que luego se dirigían por el costado poniente del cerro Santa Lucía, en la calle del Bretón. 436 La solución por parte de Dubois fue la creación de una laguna, que hasta la inauguración del Museo de Bellas Artes sería el emblema del nuevo parque; esto, a partir de masivos usos sociales que serán examinados más adelante. En definitiva, el parque original tenía una longitud de 1100 metros en dirección oriente poniente y de 170 metros de ancho en sentido norte–sur, con 82.162 metros cuadrados. En sus tres tramos Dubois utilizó –entre 1901 y 1905- 7700 árboles, traídos principalmente desde la Quinta Normal de Agricultura (plátanos orientales), del criadero de árboles de Nos de Salvador Izquierdo y de Antonio Bascuñán Santa María, quien donó algunas palmeras de su hacienda de Ocoa. 437 Sobre la base de un trazado naturalista apoyado en una plantación ordenada de plátanos orientales, una triple avenida en 436 G. Piwonka , Las aguas de Santiago…Tomo I, op. cit., pp. 173 -177. Sobre esta pa rte del borde sur en la Col onia, véase capítulo primero. 437 Echeverría , C., De la naturaleza…, citado. 229 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS todo el borde del río por más de un kilómetro y medio, y una serie de especies traídas desde distintos lugares de Chile. En plena época de trabajos, Cousiño elaboró un presupuesto de $31.797, algo más de la mitad del que originalmente el Ministerio le había entregado. El Intendente lo definió como “la continuación del Parque Forestal del Mapocho”, y agregó que quedarían habilitadas las secciones del Parque “1° Entre los puentes de Purísima y Mackenna. 2° Entre los puentes de Purísima y Pío IX. 3° Entre el puente de Mackenna y la calle Miraflores”. Indicó además que “con la ejecución de estos trabajos quedará terminada la parte más importante del Parque”.438 La original propuesta de Dubois en cuanto a extender el Forestal desde Pío IX hasta Recoleta quedó así postergada, seguramente por insuficiente presupuesto. Se estableció así un área primada que debía cubrir el nuevo espacio público, que finalmente sólo llegó hasta Mac Iver.439 Pese a ello, hay constancia de que en 1906, el Ministro de Industria y Obras Públicas entregó a la Intendencia, a través de la Tesorería Fiscal de Santiago, la suma de $6.000 “a fin de que atienda a las gastos de conservación del parque forestal y de nuevas plantaciones en la Avenida Sur del Mapocho en la parte comprendida entre los puentes Mac-kenna (sic) y San Antonio”.440 Esta entrega de recursos se repitió al menos hasta fines de la década del diez, cuando el Ministerio de Obras Públicas fue reemplazado en su rol de sostenedor por el Ministerio del Interior. Como se verá más adelante, esto cristalizó un poder total del Ejecutivo: la Municipalidad de Santiago, caótica y sin recursos, se quedó sin la administración del parque, pese a que la ley de 1888 establecía lo contrario. Ahora bien, si esto se producía por parte del Estado, hacia inicios del siglo veinte el parque tenía ya numerosos chalets terminados y en construcción, regenerando el tejido urbano. Las imágenes de la época y de la década del diez nos muestran la existencia de chalets de fachada continua, en calles como Parque Forestal (hoy Ismael Valdés Vergara) y Santo Domingo, que precisamente miraban hacia el novel espacio público. Se trataba de las viviendas unifamiliares que Ángel Heredia veía con novedosas “líneas pintorescas” en un contexto de añosas casas coloniales. Hacia 1915, hay registros fotográficos de que arquitectos destacados en el ambiente nacional, 438 Intenden cia a Ministro de In dustria , 20/3/1902, Intendencia de Santiago, vol umen 226, ma rzo de 1902. 439 El tramo entre Mira flores y Mac-Iver, omitido en aquel oficio, es actualmente el extremo poniente del Forestal. La sección entre Ma c-Iver y Recol eta nunca fue construida: h oy es un estacionamiento subterráneo con una plaza de circulación en su superficie. 440 Ministro de Industria y Obras Públicas a Intendente, 8/3/1906, Intenden cia de Santiago, vol umen 280, ma yo 1906. 230 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO como Ricardo Larraín Bravo, construían casas unifamiliares en aquella calle y en otras vecinas, como Santa Lucía (figs. 56 a 60). En todos estos casos, se estaba cimentando una cierta imagen de homogeneidad por parte de los residentes del sector. Esta imagen, por cierto, correspondía a una emergente burguesía vinculada a los capitales obtenidos de agricultura y el enclave minero. Fig. 56. (izquierda) “Residencia Parque Forestal. (J. Tonkin Th., ingeniero”), c1915. Construcción de cuatro pisos con mezcla de estilos neorrománico y neogótico, el primero visible en los vanos del segundo y tercer piso, conformados por dos y tres ventanas con arco de medio punto. El segundo estilo se aprecia en las ventanas del primer piso, con sus arcos ojivales. Fig. 57. (derecha) “Parque Forestal Nº 320 (R. Larraín B. arquitecto)”, c1915. Residencia de tres pisos en estilo beaux-arts, con acceso lateral. El tercer piso corresponde a una mansarda que entrega el carácter monumental que corona a la construcción. Nótese también la profusa utilización de balaustres y guirnaldas. Señalados los principales aspectos habitacionales y de vialidad del sector, corresponde ahondar en uno de los temas más complejos del parque Forestal: su gestión. Como se dijo, el Municipio, que según la ley debía administrar esos espacios, en la práctica no lo hacía, por falta de fondos. Este aspecto es crucial, ya que muestra los problemas del Gobierno Local para administrar uno de sus espacios públicos más emblemáticos. 231 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 58. Calle Ismael Valdés Vergara, frente al parque Forestal, c1915. Fig. 59. Calle Ismael Valdés Vergara, en un tramo diferente al de la imagen anterior, hacia 1920. La relación establecida entre espacio residencial y espacio público es novedosa: a diferencia de otros parques públicos (como el Cousiño o la Quinta Normal de Agricultura), el Forestal está frente a las viviendas. Se comprende esta configuración como un parque-antejardín de las residencias; la calle Ismael Valdés Vergara es casi imperceptible. Las viviendas, sin embargo, distan de ser palacios o construcciones monumentales: se trata de edificaciones de fachada continua que pueden ser vistas también en el plano de Aray (1915). Arquitectónicamente, recuerdan la panorámica observada por Ángel Heredia, protagonista de Casa Grande de Luis Orrego Luco (1907): “chalets agrupados al término de la avenida, con líneas pintorescas de estilo americano y suizo, hasta sumirse en las hondonadas de árboles del parque”. 232 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 60. “Avenida Sur del Parque Forestal”. Santo Domingo e Ismael Valdés Vergara, frente al Museo y el Parque Forestal, c. 1920. Esta imagen, a diferencia de las anteriores, ofrece un conjunto de aquel sector, que muestra la existencia de estilos diversos. En primer plano, el monumento a los bomberos y una residencia de cuatro pisos en estilo neocolonial –aún existente- con balcón volado y alternancia de ventanas de arco de medio punto y rectangulares. A la derecha, una vivienda de un piso, probablemente tardo-decimonónica. A su costado, construcciones de tres y cuatro pisos, algunas en beaux-arts. En su memoria 1904-1906, el Alcalde Eduardo Edwards –a quien ya hemos citado- se quejó sobre este punto, incluyéndolo en la continua merma de poder que vivía el Municipio. El edil criticó “la lenta acción Municipal”, manifestando que “para remediar estos males […] se ha separado de sus atribuciones parte importante para confiarla a consejos, administraciones e inspecciones especiales”, como había ocurrido con “los terrenos del Mapocho”.441 De todos modos, el Municipio tenía una visión similar a la de la Intendencia respecto a los “Parques del Mapocho”. De hecho, en 1906 el Primer Alcalde Eduardo Edwards declaró enfáticamente en su Memoria que “aunque estos terrenos no dependen actualmente del municipio no puede sernos indiferente la buena conservación del Parque Forestal, el ornato de las avenidas del Mapocho y la formación de un Parque a orillas del Río que vendría a concluir con los inmundos basurales que se han acumulado allí”.442 Su lugar lo había ocupado la Intendencia, aunque en rigor el 441 E. Edwa rds Salas, Memoria de la Al caldía Municipal…, citada, p. 106. 442 E. Edwa rds Salas, op. Cit., pp. 88-91. 233 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Ministerio de Obras Públicas seguía teniendo jurisdicción sobre otros terrenos no transformados. Fig. 61. Se aprecian las subdivisiones prediales en las manzanas al sur del parque, con terrenos de frentes angostos (cuyas fachadas se ven en las fotos anteriores), así como la ruptura de la cuadrícula mediante cortas diagonales (I. Valdés Vergara, Monjitas y Sto. Domingo). Por otra parte, la instalación del Museo en las tierras ganadas al río (Parque Forestal) concluye la modificación del sector, iniciada en 1888. En este plano catastral de Alcides Aray (1915) se advierte la monumentalidad del edificio y su vía de entrada. Es importante destacar que la gestión del parque Forestal tuvo una combinación entre acciones públicas y privadas, como ocurrió también con su etapa de formación. Hasta 1903, la Municipalidad continuó a cargo de aquel espacio público. Ese año se extendió el Forestal con la creación de una laguna de 8 mil metros cuadrados y “con sección de bosques con espacios para juegos atléticos”. 443 A fines de ese año, cuando el control de las riberas pasó al poder Ejecutivo, comenzaron nuevas formas de gestión del espacio público, la mayoría basadas en licitaciones a corporaciones privadas. Así, el 443 Boletín de Actas y Documentos de la Il ustre Municipalidad de Santiago. Tom o XVII. Del 1 de enero al 31 de julio de 1903. Santiago, Chile: Impren ta Barcel ona, 1904, p. 405. 234 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Ministerio de Industria y Obras Públicas –previa aprobación de la Tesorería de la República- promulgó una disposición por la cual se concedía por nueve años al Club Náutico “a contar desde la fecha del presente decreto el uso y goce de la laguna del Parque Forestal del Mapocho”. 444 Pero no solo podría utilizar la laguna: la concesión también incluyó “el cerrillo y las dos avenidas del lado norte”, aunque bajo la condición de construir un chalet-restaurant y sus respectivos jardines, así como de no realizar obras que entorpecieran las cañerías de agua potable (figs. 62 y 63).445 Esta licitación significó el desarrollo de novedosas prácticas recreativas en la ciudad. La laguna fue inaugurada en junio de 1904, en lo que pocos años antes eran tierras del río Mapocho, con 350 metros de largo entre José Miguel de la Barra y Purísima. Su estreno, a cargo del referido Club Náutico, fue anunciado pomposamente por diarios, revistas y periódicos. Es decir, se desplegó una oferta cultural mediante novedosos diarios con fotografías urbanas, que destacaban lo moderno y cosmopolita de la situación. Y para hacer más interesante el acto, se prepararon dos números: el estreno del buquecito Esmeralda y unas regatas organizadas por el Club. Como se verá a continuación, este último acontecimiento puede ser útil para comprender el nuevo panorama existente en la banda sur. Según el magazine Sucesos, “como siempre, el pueblo acudió en masa, alborotado, inquieto, bullicioso, poseído de esa curiosidad bullidora y zumbona de las multitudes. Rodeó la laguna y esperó formando una muralla de un espesor de cinco o seis cuerpos”. La espera demoró dos horas para una masa que llenó “los alrededores de la laguna, es decir, las avenidas del Parque próximas a aquella, [que] se vieron repletas de público que no ocultó su contento, manifestado en frenéticos aplausos durante las dos ceremonias dichas”. Finalmente, el vaporcito Esmeralda, repleto de gallardetes y adornado en toda su extensión, fue lanzado a la laguna. Pero algo ocurrió y la gente se impacientó: la quilla se había atascado en el barro de la laguna. Ni el barco había funcionado, ni la laguna tenía las características apropiadas. Y allí quedó el vaporcito, resoplando sin poder navegar por el parque público. Los espectadores entonces comenzaron a silbar, gritar y protestar frente al fallido espectáculo. Sin embargo, nada ocurrió. “Como siempre” –señaló la nota- “el pueblo se consoló a poco y rió de la aventura”. 444 Disposición N° 2.891, 30/12/1903, en Boletín del Ministerio de Industria y Obras Públicas, correspondiente a l os meses de Octubre, N oviembre y Diciembre de 1903, Añ o II-Núm 4. Santiago, Chile: Impr. Ba rcelona, 1904. 445 Idem. 235 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Y rió llamando a los „capitanes de navío‟ como navegantes de países sin mar: suizos y bolivianos (figs. 64 a 69). 446 Fig. 62. La laguna y uno de sus puentes, hacia 1910. Se aprecia el carácter bucólico de la intervención paisajística, mediante el pequeño puente, el sauce y los restantes árboles que entregan sombra y crear una auténtica barrera visual en aquella parte del parque Forestal. Fig. 63. Laguna del parque Forestal hacia el oriente, c. 1910. Se advierte el enorme espacio de la laguna (8 mil metros cuadrados), los botes, una arborización dedicada y las construcciones en fachada continua de calle parque Forestal (Ismael Valdés Vergara). 446 “En la laguna del Parque Forestal ”, Sucesos, 10/6/1904. 236 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Figs. 64 a 69. Regatas en la laguna del parque Forestal, 1904. Se aprecia buena parte de la extensión de la laguna, así como el pequeño tamaño de las embarcaciones, como el buquecito “Esmeralda”, en las dos fotos superiores. Nótese el cerro San Cristóbal como „telón de fondo‟ del paisaje. En cuanto a los espectadores, se ven los niños con trajes de marinero y personas de alta sociedad que constituían una parte del público, mayoritariamente sentadas. La otra parte del público se aprecia de pie, y por sus vestimentas puede apreciarse en este un perfil más bien mesocrático y popular. Adviértase también el perfil aristocrático de los integrantes del Club Náutico, así como otra perspectiva del numeroso público congregado en el parque, con las residencias de dos y tres pisos detrás de ellos. 237 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Este acontecimiento, y otros que se estudiarán más adelante, sirven para refutar una idea del parque Forestal como de uso exclusivo de la clase dirigente; o en otras palabras, como de uso excluyente por parte de la emergente burguesía amante del refinamiento, la ostentación del lujo, el ocio y la naturaleza. Es cierto que esa aristocracia tenía un “modo de ser” donde la valorización del ocio conducía a la exclusión social: disponer de tiempo libre y no necesario de dedicar al trabajo era, en la mentalidad de la época, prueba de su predestinación hacia algo superior. 447 Sin embargo, en ese evento –y otros posteriores- los sectores populares también ocuparon ese espacio público, fuese convocado por celebraciones, por paseo o por otras prácticas. Aquel día, la ribera sur del río Mapocho sirvió de soporte para el uso de un diseño paisajístico, para el consumo de incipientes espectáculos masificados y para, en definitiva, una suerte de transición entre el espacio público antiguo y moderno. En 1906, en tanto, el magazine ZigZag informó de fiestas de corsos de flores, donde victorias y algún vis-a-vis adornados profusamente, llevaban a miembros de familias aristocráticas. En aquella ocasión, más de seis mil personas ocuparon las avenidas circundantes al parque y los propios jardines de éste, para manifestarse mientras pasaban los carros. 448 En rigor, la ocupación de ese espacio por parte de los sectores medios y populares, refuerza la hipótesis de una emergente condición de centralidad para las riberas del Mapocho. Y si viéramos el problema desde otra perspectiva, esto es, desde aquel magazine que narra la ciudad, puede señalarse –siguiendo a Julio Ramos- que la retórica del paseo logra ordenar, para el sujeto, el caos de la urbe, “estableciendo articulaciones, junturas, puentes, entre espacios (y acontecimientos) desordenados”, provocando una reinvención del espacio público.449 447 Ba rros, L., Vergara , X. (2007). El modo de ser aristocrático. El caso de la ol igarquía chilena hacia 1900. Santiago, Chile: A riadna, pp. 42- 44. Véase también , Vicuña, M. (1996). El Pa ris americano. La oliga rquía chilena como a ctor urbano en el sigl o XIX. Santiago, Chile: Universida d Finis Terrae. 448 “Los corsos de fl ores del domingo”, Zig -Zag nº 94, 9/12/1906. 449 Ramos, J. (1989) . Desencuentros de la modernida d en América La tina: literatura y política en el sigl o XIX. México D.F.: Fon do de Cul tura Económica, p. 124 -131. Én fasis en el original. 238 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 70. “Señoritas Sylvia y Eliana Salas Edwards, Marquesitas de la época Luis XV. Gran premio infantil”, 1906. La presencia de niños y niñas en este tipo de eventos resulta novedosa; más aún tratándose de fiestas masivas. Se trata de una suerte de „predestinación‟ hacia el dominio social y estético, presente también en la „belle epoque‟ de ciudades como Río de Janeiro. El día previo a la celebración de la independencia de Chile, el 17 de septiembre de 1904, mismo día en que se inauguraba el monumento a Montt y Varas en el frontis del Palacio de Tribunales (es decir, una jornada en que se infundía nacionalismo a una gran cantidad de niños de escuelas públicas), se estrenaba en la Laguna del Forestal, ante numeroso público, la “Montaña Japonesa”. Inspirado su nombre y sus botes en la guerra ruso-japonesa cubierta diariamente por la prensa, consistía en un sistema de rieles que realizaba algunas curvas. Los botes de la Montaña Japonesa, bautizados en honor a los militares de aquel conflicto como Almirante Togo, Almirante Makaroff y Almirante Kaminura, fueron publicitados diariamente en los diarios capitalinos. Y aunque de nuevo el sistema no funcionó, la prensa aludió al numeroso público congregado para ver el espectáculo de regatas a las orillas del Mapocho. 450 Si en el caso del monumento a Montt-Varas y mediante una clásica escultura figurativa, se estaba aludiendo a valores 450 El Mercurio, 17 al 19 de septiembre de 1904; El Dia rio Popular, 19/9/1904. 239 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS republicanos y conservadores en el viejo centro cívico, el espectáculo deportivo en un espacio público concesionado a orillas de un extenso río convertido en canal –es decir, artificializado- lleva a pensar en una idea de ciudad mucho más cercana a la modernización vivida en el siglo veinte.451 De esta manera, la mirada al Forestal solventa la idea de pensar los terrenos del borde sur del Mapocho como lugar donde en este período coexistieron una serie de artefactos urbanos de disímil carácter: monumentos, museos, estaciones ferroviarias y prácticas masivas como las regatas o los circos populares. Las referencias al Club Náutico y a los usos de la laguna se pierden en los años siguientes, y sólo quedan los testimonios gráficos de algunas embarcaciones. Recién hacia el final de nuestro período de estudio hay Fig. 71. “Globo aerostático de las señoritas Fernández Jara”, 1906. Adviértase que el globo tiene la leyenda “Caridad”, uno de los principios de la elite santiaguina, movida por el catolicismo. Al respecto, los espectadores de estos corsos podían alcanzar las seis mil personas, muchas de sectores populares. referencias que muestran cómo la laguna ha quedado con sus aguas estancadas y olvidadas. En 1918, el Intendente señaló al poder Ejecutivo que para “embellecer e higienizar” el Parque Forestal, era indispensable concluir las instalaciones de cañerías de agua potable para el riego de los jardines, cementando de paso el piso de la laguna. “Sin lo primero” –declaró el Intendente- “es imposible tener bonitos jardines, y sin lo segundo no se puede evitar el fango que se forma en la laguna y los malos olores que por su fermentación se producen en las épocas de calor”. 452 Además de la laguna, la gestión del parque presenta aspectos novedosos poco después del centenario, siempre en consonancia con una fuerte participación privada en el tema. Fue el caso de la Comisión de Supervigilancia (o Vigilancia) del parque Forestal. En 1913, específicamente, dicha Comisión envió en un solo día no una, sino tres notas al Intendente. Cada una –firmada por Luis Larraín- nos muestra diversos aspectos en la gestión del espacio. En la primera, reclamó por “la forma irregular en que se está haciendo el servicio de alumbrado eléctrico de dicho paseo público, desde hace algunos días atrás”. No se trataba de cortes de energía, sino que los focos daban una luz dorada, de débil calidad frente a la iluminación blanca, cuestión que nos manifiesta el carácter primado del Forestal, considerando que la electricidad estaba recién extendiéndose por la 451 Sobre la entrega al público del mon umento a Mon tt y Va ras, véa se Castill o, S. (2006). “Bronce, imagen y palabra : en torno al monumento a Mon tt y Vara s (Santiago de Chile, c. 1897 -1907)”, en Anua rio de Postgrado 2006. Santiago, Chile: U. de Chile, Escuela de Postgrado de la Fa cultad de Fil osofía y Humanida des. 452 Intendente de Santiago a Ministro de Industria y Obras Públicas, 28/5/1918, Intendencia de Santiago, volumen 473, junio 1918. 240 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO ciudad.453 En la segunda nota al alto funcionario, Larraín manifestó que Carlos Silva Infante y Juan Irarrázaval habían “puesto en conocimiento de esta Comisión de Supervigilancia que han dado comienzo a los trabajos de construcción del Pabellón de patinaje en hielo en los terrenos de la terraza del Parque Forestal, concedidos por el Supremo Gobierno con dicho objeto”.454 Al igual que en el revisado caso de la laguna, casi una década antes, los privados eran los encargados de poner en marcha zonas de recreación de gran tamaño (tres mil metros cuadrados de terreno en la terraza frente al Museo), lo que evidencia una continuidad en la gestión del parque. Por último, la tercera carta dirigida a la Intendencia trató sobre el acceso y disfrute del Forestal y las restricciones que sobre ello debían existir. La Comisión declaró que era “numeroso público el que acude en las tardes, especialmente los días festivos, al Parque Forestal”. Por ello, pedía urgentemente “aumentar la vigilancia que sobre él ejerce la policía de seguridad, a efectos de evitar los robos de plantas y flores y deterioro de los árboles y prados de pasto”. A juicio de Luis Larraín y otros integrantes de aquella comisión, “el servicio de dicho paseo, desde el Palacio de Bellas Artes hasta la Plaza Pirque, está encomendado a un solo guardián. US comprenderá que esa vigilancia para cinco cuadras, largo del paseo, es nula”.455 Considerando este tipo de notas de la Comisión de Supervigilancia, es necesario preguntarse qué rol cumplía en la gestión del parque. Un ejemplo útil es la nombrada concesión de terrenos en el Forestal hecha por el Ministerio de Obras Públicas a Carlos Lira y Juan Irarrázaval en abril de 1913. Ambos aspiraban a tres mil metros cuadrados de terreno en la terraza, para la construcción de un Teatro de Patinaje sobre hielo. En la ocasión, y por solicitud del propio Ministerio, la Comisión de Supervigilancia elevó el informe previo a la decisión estatal. En otras palabras, suplió la tarea que debía hacer la Dirección General de Obras Públicas. Este suceso motivó que en octubre de 1914 –luego de finalizada la concesión, por motivos económicos- fuesen varios empresarios los que pidieron instalar allí “canchas de Lawn-Tennis” y aparatos gimnásticos, para lo cual pidieron un informe de la Comisión de Supervigilancia.456 Esta última -con un poder inexistente en otros barrios de la ciudad- no dio lugar a la petición, 453 Luis Larraín, Presiden te de la Comisión de Supervigilancia del Parque Forestal , a Intendente, 6/10/1913, Inten dencia de Santiago, vol . 400, octubre 1913 (a). 454 Id., a Intendente, 6/10/1913: Intendencia de Santiago, vol . 400, octubre 1913 (b). 455 Id., a Intendente, 6/10/1913: Intendencia de Santiago, vol . 400, octubre 1913 (c) . 456 Florencio Vicuña a Ministerio de In dustria y Obras Públicas, 23/10/1914, Intendencia de Santiago, vol . 410, diciembre 1914. 241 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS sugiriendo su instalación en los terrenos de la avenida Norte del Mapocho. En cambio, la misma asociación privada sugirió, “cuanto antes posible, la ejecución de un Kiosko para bandas de música y arreglar convenientemente el terreno vecino, convirtiéndolo en jardines y prados”. Iniciando la lista de los firmantes estaba Paulino Alfonso, el mismo que desde el Congreso impulsó decididamente la creación del Forestal durante la década de 1890.457 Ahora bien, junto con comprobar esta incisiva participación privada en la gestión del parque público, conviene insistir en uno de los temas presentes en las preocupaciones de la Comisión de Vigilancia del parque Forestal: la representación del mismo como espacio conflictivo y no necesariamente armónico. Esta imagen poco feliz –y poco conocida-, se advierte además de la nota de la Comisión solicitando mayor vigilancia, en otras fuentes de la época, como oficios de policía y notas de prensa. Los documentos nos refieren acerca de prácticas sociales que distaban del ideal ordenado y de recreación buscados por las autoridades. Tres parecen haber sido las principales dificultades que tuvo el gobierno urbano para que la sociedad santiaguina utilizara esta parte de la ribera sur según sus intenciones: el robo y maltrato al mobiliario urbano, los actos sexuales públicos y el uso de vehículos de tracción humana y animal en sectores peatonales. Por cierto, todos estos aspectos se vinculan a un aspecto novedoso: la vigilancia del espacio público en tanto „área verde‟ para peatones. Un caso temprano ocurrió en 1901. Ese año se iniciaron las plantaciones en el parque Forestal, complementarias –y de mayor tamaño- a las plantaciones de plátanos orientales realizadas desde 1895 en el borde-río, la avenida sur del Mapocho. Inmediatamente, la prensa publicitó el encargo de “algunos vecinos”, para manifestar al Intendente y al Alcalde “la conveniencia de cerrar, desde luego, los terrenos que han sido destinados para jardines, por cuanto estando abiertos, constituyen un peligro público, por los rateros que en esos lugares se estacionan durante la noche y por las inmundicias que en el día se arrojan”. 458 Ocho años después, el Prefecto de 457 Y que recordemos, tenía una vivien da frente al parque. La n ota señaló además que “Pa ra realiza r esta obra cuenta ya la Comisi ón con los planos y presupuestos del caso que serán confeccionados gratuitamente por un distinguido arquitecto de Santiago y con el ofrecimiento de numerosos vecinos, quienes contribuirán con el dinero necesa rio para hacer las construcciones y a rreglos que fueren menester”. Comisión de Vigilancia del Pa rque Forestal a In tenden te, 12/12/1914, Inten den cia de Santiago, vol. 410, diciembre 19 14. Finalmente, las canchas de tenis fueron comenza das a construir en la ribera norte, un año después. Véase el capítul o tercero. 458 “Parque Forestal ”, El Porvenir, 17/8/1901. El én fasis es nuestro. 242 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Policía transcribió un informe del comisario de la 1° Sección, donde éste indicaba que “el Parque Forestal permanece completamente a oscuras todas las noches, haciéndose imposible la vigilancia para evitar el robo de plantas y los actos inmorales que se cometen protegidos por la oscuridad, en los numerosos grupos de árboles que existen en el paseo”. 459 El propio Guillermo Renner, principal asesor de Dubois en el diseño del parque Forestal, se lamentaba hacia 1915 de los hábitos de los santiaguinos en ese parque y otras plazas, indicando que “no se puede ver el resultado de ningún arbolito nuevo […] porque con seguridad apenas ha empezado a florecer, alguien llega en la noche y corta las ramas enteras, sin cuidarse ni siquiera de hacerlo con un buen cortaplumas. Las tronchan como si les tuvieran odio”.460 Hacia 1915, en tanto, hay registros de la incompatibilidad vivida en el parque Forestal entre la presencia de tráfico vehicular y uso peatonal. El comisario expresó entonces respecto a la utilización del parque durante el día: “En cuanto al tránsito de vehículos y jinetes por las avenidas nombradas [Parque Forestal] asegurar a US que se ha evitado en mucha parte, no pudiéndose impedir en absoluto, porque los jinetes y [ilegible] se burlan de los guardianes en seguridad de que no serán impedidos por andar estos de a pié. Igual cosa ocurre con los ciclistas, quienes insisten en atravesar por las avenidas inmediatas a los jardines que es por donde transita la gente de a pié y juegan los niños que acuden al paseo, y se niegan a tomar la avenida que está más cerca del muro, que es la que se ha destinado para ello. Hasta hoy le ha sido imposible al infrascrito conseguir algunos palos para tapar las avenidas, pues así se evitaría en absoluto lo que se desea...”461 459 Prefectura de Policía de Santiago al Intendente de la Provincia , 10/08/1909. Intenden cia de Santiago, volumen 331, Agosto 190 9. 460 Reproducido en P. Gross y A. de Ramón, Santiago en el pe ríodo 1891-1918, cita do, p. 131. 461 Comisa rio a Prefecto de Policía, 12/11/1915, Intenden cia de Santiago, vol . 429, n oviembre 1915. Problemas simila res ocurrían en el pa rque Cousiño: en 1913, el regidor municipal Adrián pidió que no circularan automóviles p or la elipse del parque, ya que siempre hay “juga dores de foot-ball y otros, habiendo ocurrido hace poco una desgra cia en la persona de un ciclista que fue atropellado…”. 12ª sesión ordinaria, 27/5/1913, Cabil do y Municipalidad de Santiago vol umen 442 (Act as) , 1911-12, fj. 524. Sobre el tema, véase la tesis en arquitectura y estudios urbanos de Errázuriz, T. (2010) . Tráfico y motorización. Los inicios de una nueva cotidianei da d en la ex perien cia del viaje urban o (Santiago de Chile, 1900-1931). Santiago, Chile: FADEU-PUC. 243 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 72. Niño en triciclo en el parque Forestal, c1915, vista desde el norte del parque. Se advierte un edificio privado al centro de la imagen, ubicado en calles Ismael Valdés Vergara y Mac-Iver. El Museo, tapado por los árboles, está a la izquierda del paseante. Para la Policía, los ciclistas eran un problema constante, por los riesgos de atropello para peatones y niños como el de la fotografía. Para entonces, el Forestal estaba consolidado tanto en su diseño como en la diversidad de usos que en éste se producían. Pero si esto ocurría en la parte más central de la banda sur del Mapocho, ¿qué pasaba con la parte más poniente de esa ribera, más allá de la estación ferroviaria? Los registros del sector se centran en el parque Centenario; materiales que no son abundantes, pero que otorgan ideas generales sobre su conformación física. Este espacio público fue ideado por el intendente Pablo Urzúa a mediados de 1910, pero sus planos correspondieron al Inspector General de Arquitectura, Carlos Carvajal. En rigor, el Centenario fue entendido como una continuación del parque Forestal, pero su calidad fue claramente más modesta. En primer lugar, en tamaño: ocupó tres cuadras –entre Riquelme y Brasil- a diferencia de las siete del parque de Dubois. La referencia a este último es útil como segundo ejemplo para comprender las diferencias entre ambos parques públicos: no hay registros de un diseño paisajístico integral para el Centenario; y, a diferencia de lo que había ocurrido con el Forestal, el 244 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO parque Centenario nunca tuvo una costanera de árboles, como los plátanos orientales del primero y que eran entendidos como „pulmones verdes‟ desde finales del siglo diecinueve. Más cercano a la Cárcel Pública que al Santa Lucía –a diferencia del Forestal-, el Centenario tenía una centralidad aún más precaria que la existente en el extremo urbano oriente del Mapocho. Debe recordarse que la avenida Brasil sólo fue inaugurada en 1906, comunicando a Delicias con el río. Por otra parte, durante años, los terrenos del Centenario fueron parte de los basurales del Mapocho, y al momento de su estreno, limitaba al poniente con éstos. Un primer aspecto a considerar es que desde hacía décadas el mineral de la Disputada de Las Condes arrojaba permanentemente sus relaves al río. Ya en el perímetro urbano, la degradación aumentaba con los desechos lanzados por los molinos emplazados a las orillas o en las cercanías del Mapocho. No obstante, la principal fuente de contaminación de sus aguas eran las basuras dejadas en las riberas (en especial la sur), o arrastradas por las acequias hasta ese lugar. Los registros de principios del siglo veinte muestran cómo tal situación había llevado a que gran parte de los bordes urbanos estuvieran en esa condición. El parque Forestal, por ejemplo, era antes de su creación el receptáculo de deshechos humanos y animales muertos. La gravedad del asunto llegó a tal nivel que en 1898, el médico e industrial Federico Gabler publicó un artículo dedicado al tema de las basuras y su ubicación en la ciudad, donde expresó: “Los botaderos se encuentran situados no en la vecindad de la población sino dentro de ella misma. El botadero más amplio está a la orilla del Mapocho, en la ribera sur y en la parte comprendida entre las calles Manuel Rodríguez y la calle Cueto y aún más abajo hasta el puente del ferrocarril a Valparaíso. Allí se botan las basuras de la ciudad situada al lado norte de la Alameda. […] Las calles de acceso al botadero del río están en extensión de una a dos cuadras antes de llegar a éste cubiertas de basuras”. 462 El mismo Gabler entregó detallados cuadros sobre el número de viajes y carros de recolección de basuras por comisarías. Los barrios al norte del Mapocho mostraron un número mucho mayor de viajes y carros, posiblemente por la opción de deshacerse rápidamente de estos lanzándolos 462 Gabler, F. (1898). “San eamiento de Santiago. El alejamien to y la destrucción de las basuras”, Revista chilena de higiene, tomo IV, Santiago, Chile, énfasis nuestro. 245 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS al río. La muestra, dividida por comisarías, muestra que diariamente sólo en una parte de los barrios ubicados al sur del Mapocho se recogían casi 600 kilos, número que no consideraba los recolectores informales ni los desechos de la Chimba: Comisarías Carretones Grandes Viajes por día Chicos Grandes Chicos Volumen Grandes Total Chicos 1 4 36 16 144 40.81 219.88 260.70 2 3 27 6 54 15.30 82.43 97.70 3 7 24 14 48 35.71 73.29 109.20 5 2 20 4 40 10.20 61.08 71.20 6 Totales 0 18 0 36 0 5497 54.97 16 125 40 322 0 0 593.77 Cuadro 1. Número de carretones basureros que poseía la ciudad en 1898 y número de viajes que hacían por día. El volumen está expresado en kgs. Como indicaba Gabler, los alrededores de los botaderos de la banda sur tenían también relación con los desechos. Hacia 1897, la importante calle San Pablo –antiguo camino de Valparaíso- albergaba almacenes municipales y corrales para los carretones del servicio de basuras en mal estado. Para estos últimos, se creó en la esquina con la calle del Colegio (Almirante Barroso) “un taller instalado en el edificio del antiguo mercado de San Pablo para lo cual ha sido convenientemente separado del Almacén Municipal y del Depósito de Carretones ahí existentes”.463 Además, en calle Mapocho esquina Manuel Rodríguez estaba el depósito de carretones del Gobierno Local, que significaba abundante presencia de fecas equinas. Cabe recordar que al menos desde 1840 era notoria que las urbanizaciones del sector tenían alta pobreza material: es lo que Domingo Faustino Sarmiento señaló en 1842 respecto a la villita de Yungay, que poseía “por el camino de Valparaíso (calle San Pablo) que pasa por su costado norte, un guangualí inmediato que vendrá a ser como su arrabal”. 464 La figura 73 resulta útil para conocer la ubicación de los llamados Hornos Crematorios antes de la creación del parque Centenario, los que en realidad no eran más que el gran basural de la ribera sur. El plano mostrado acompañó una solicitud para colocar un desvío de la línea férrea, arrancando desde la estación del 463 “Memoria presentada a la Ilustre Municipalidad por el sr. Al calde don N icanor Moreno”, citada, p. 1111. El Mercado de San Pablo fun cion ó desde 1873 hasta 1897 en la misma esquina. 464 Citado por A. de Ramón, Santiago de Chile (1541 -1991), op. cit., p. 144. 246 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Mercado hacia el poniente e introduciéndose al sitio edificado de la empresa Saavedra, Bernard y Compañía, entre las calles de Mapocho, Colegio (hoy Almirante Barroso), Riquelme y el río.465 Fig. 73. Plano que acompaña una solicitud de Saavedra, Benard y Cía. al Intendente, 9/3/1903. Se aprecia la vecindad del basural con la estación del Mercado y la Empresa de Tracción Eléctrica, así como con parte del extremo norte del populoso barrio Yungay. No está de más señalar que los debates sobre la higiene y los basurales ribereños se produjeron especialmente en el Municipio. En 1907, los regidores discutieron sobre el problema a propósito de las medidas para impedir la propagación de la peste bubónica en Santiago. El Intendente, presente en la sesión, señaló “que aun cuando solamente se habían presentado casos aislados de la enfermedad”, el Gobierno había nombrado una comisión compuesta del Alcalde, del Presidente del Consejo Superior de Higiene Pública y del Intendente de la Provincia “para que tomara a su cargo la dirección de todas las medidas encaminadas a evitar el desarrollo del mal”. Uno de los regidores, de apellido Vera, propuso dos medidas: la primera “que se ordene al guarda tomas que deje correr por las acequias todo el caudal de aguas de que se puede disponer y que contengan los cauces, de modo que no haya ninguna acequia sin agua; y la segunda, que se ordene al Prefecto de la Policía de Aseo que no se continúen arrojando basuras en medio de centros poblados de la ciudad, sino que se lleven fuera de la población, cueste lo que cueste. Denuncia como actuales botaderos de 465 Saavedra, Benard y Cía. al Intendente, 9/3/1903. Inten den cia de Sant iago vol. 233, 1903. 247 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS basuras que deben suprimirse los de la calle Antofagasta y Exposición, Río Mapocho y Avenida Beaucheff”.466 Poco antes, en 1905, dos notas de las principales revistas de Valparaíso y Santiago, Sucesos y Zig-Zag, ofrecieron vistas sobre el tema. Esto lleva a plantear cuánta centralidad habían adquirido los potreros de desechos, convertidos gracias a la representación visual en „vistas urbanas‟ que sintetizaban todo lo que la ciudad no debía ser. La primera muestra el margen sur del torrente, con los “inmensos basurales depositados cerca de la Estación de Yungay a donde acuden millares de personas en busca de trapos viejos”.467 Zig-Zag, en tanto, refería que “con el nombre pomposo y embustero de Hornos Crematorios se designa el punto donde se arrojan los desperdicios y basuras de Santiago”. Agregó que el basural tenía entre 3 y 4 cuadras de largo por una y media de ancho, con un espesor no inferior a tres metros. Indicó finalmente –apelando a un ideal de ciudad con calles anchas y salubres- que la urbanización aledaña al basural “tiene un aspecto descuidado, miserable, que hace de él uno de los peores arrabales de la capital. Sus callejas torcidas […] llenas de rincones y recovecos son más desaseadas, mil veces más desaseadas que los más distantes villorrios campesinos”.468 Las fotografías nos muestran, a metros de la estación del Mercado, la existencia de todo tipo de residuos, donde mujeres y hombres buscaban alimentos o utensilios útiles para el consumo y la venta, como cartón, huesos y vidrios. Junto con ellos, cerdos, burros y perros ayudaban a formar un escenario carente de toda higiene. Esto también era entendido por la elite como un atentado contra la estética del río y la ciudad, especialmente considerando que era por allí que llegaban los extranjeros provenientes de Valparaíso y la Argentina.469. Más sugerente aún es que estas fotografías defenestren esa imagen de ciudad a partir del nuevo medio de prensa: el magazine. Sucesos, nacida en 1902, y Zig-Zag, de 1905, corresponden a ese género, considerado como un periódico ilustrado integrado por numerosas 466 Sesión 7ª extraordina ria, 21/1/1907 , en Boletín de Actas y Documentos de la Municipalidad de Santiago. Tomo vigésimo primero. Del 1° de enero al 31 de diciembre de 1907. Santiago, Chile: Impr. Barcel ona, 1909, p. 49. “El sr. Parragu é denun cia otro [basural] en el barrio del Ma tadero, detrás de la Fábrica de Vidrios, y que podría establecerse mejor cerca del Zanjón de la Agua da, a inmediaciones de la calle Santa Rosa, donde hay grandes hoyos y zanjas que llenar”. (Idem). 467 “En las riberas del Mapocho”, 468 G.H.L., “Suburbios”, Zig-Zag, nº 23, junio de 1905, s/p. Énfasis nuestro. 469 Antigua idea, como se vio en el capítul o primero. 248 Sucesos, n° 155, 10/8/1905, p.35 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Figs. 74 y 75. Hornos crematorios y basural en la ribera sur del Mapocho, 1905. 249 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS secciones, donde se mezclan desde crónicas urbanas hasta notas de vida social. Para los fines que aquí competen, esa relación entre ciudad y magazine permite visualizar la entrada de nuevas representaciones sobre el Mapocho, divulgadas por la empresa editorial moderna en los albores de la cultura de masas.470 En 1909, ante una epidemia de viruela, las autoridades prohibieron a esos recolectores ejercer su insalubre oficio por temor a extender la peste. Una nota escrita al Intendente evidencia que, en realidad, los recolectores de la ribera sur eran en su mayoría mujeres. Éstas, desesperadas ante la proscripción, expusieron sus argumentos, que transcribimos aquí in extenso debido a lo infrecuente de documentos firmados por sujetos populares: “se nos prohíbe ejercer un negocio que hasta hace poco nos daba para vivir, aunque modesta, holgadamente; pues teníamos lo suficiente para ayudar a nuestros maridos, las que lo tenemos, para la alimentación diaria de nuestras familias; y las viudas para no solicitar la caridad pública. Nos referimos, señor, al trabajo que ejecutábamos recogiendo de los desperdicios que los carretones de la policía de aseo arrojan en la ribera sur del Mapocho ala poniente del „Manuel Rodríguez‟, los objetos que en el comercio o fábricas tienen algún valor apreciable en dinero como son: cartones, vidrios, huesos, latas, etc. Se ha creído que este trabajo era un medio de desarrollo en nuestra familia y barrio de la viruela y no se ha pensado, Señor Intendente, que para evitar un mal, que tal vez nada tiene que ver con nuestro trabajo, se nos condena a muchos a mayor hambre, y de ahí a la tuberculosis y a la mortalidad infantil, que como V.S. sabe proviene en su mayoría de la falta de alimentación. Por otra parte; no se ha pensado que los verdaderos focos de infección son ahora nuestras viviendas, donde se obliga a los propietarios de aseo a leñarlos en corrales vecinos a nuestras habitaciones. Nos asiste que V.S. teniendo en consideración nuestra miseria y que sin abandonar nuestra familia y sin un pequeño capital, no podamos trabajar en otras faenas, nos ha de permitir seguir el trabajo en que honradamente nos ganábamos la vida [...] 470 Pa ra este tema –vin culado al auge de la industria cultural - véase el libro de C. Ossandón y E. Santa Cruz, El estallido de las forma s. Chile en los albores de la „cultura de ma sas‟, citado, capítulo 1 y especialmente cap. 2. Véase también Correa, S. y otros. (2001). Historia del siglo XX chileno. Santiago, Chile: Sudameri cana, p 76. 250 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Nos comprometemos también que en nuestro trabajo no nos acompañará ningún miembro de nuestra familia que sea pequeño, cancelándonos V.S por medio de la policía el permiso, si faltáramos a esta obligación; y obligándonos también a vacunarnos y á hacer que se vacune cada familia, no concediéndose el permiso sin este resguardo preventivo”. 471 La Intendencia reenvió la solicitud al organismo pertinente, el Consejo Superior de Higiene Pública, para que resolviera el tema. La respuesta fue negativa, ya que “el trabajo de remover estos desperdicios para poder extraer los objetos buscados, expone a la que practica esta operación así como a la familia de ella a toda clase de infecciones. Es deber de la autoridad proteger estas personas cuya ignorancia las lleva a ser víctimas de las enfermedades epidémicas, y que contribuyen también a mantener el mal estado sanitario de la población”.472 Sin duda, la construcción de un discurso reivindicatorio del oficio de recolectora es un aspecto importante (“sin abandonar nuestra familia […] honradamente nos ganábamos la vida”), pero no se pretende aquí subrayar una historia social de los trabajadores mapochinos. Más pertinente a los objetos de esta sección –las nuevas representaciones sobre el río, y cómo se van construyendo esa relación entre naturaleza y ciudad- es atender a los aspectos materiales de aquella contaminación del lecho del torrente: “cartones, vidrios, huesos, latas, etc.”. La referencia a que no se usarán más niños en las labores nos habla a su vez de que éstos seguramente eran habituales jornaleros y parte del paisaje urbano del Mapocho, al igual que los areneros. Por último, y quizás lo más importante: la referencia a que “los verdaderos focos de infección son ahora nuestras viviendas”, un autoreconocimiento de la marginalidad social y de que la comprensión de lo público se hace permanentemente en alusión a lo privado. Hacia 1915 el enorme basural tenía más de tres metros de altura, de Brasil al poniente. Entendido así como modesto aporte a la regeneración de la ribera sur, el parque Centenario, inaugurado en junio de 1911, tuvo en su entrega al público una masiva presencia de estudiantes de la Sociedad de Instrucción Primaria. Esta institución no estatal desarrolló la actividad de plantación de árboles del parque; de esta manera, la filiación del parque Centenario estuvo 471 Elisa Valdivia , Facunda Nava rro, Amalia Ramírez, Ma rgarita Ma rtínez, Edel mira Escobel y Cl orin da Flores, “Lidero que les con ceda el permiso que indican, como gracia, en la forma que señalan”, sin fecha, en Inten den cia de Santiago, vol umen 330 , julio 1909. 472 Consejo Superior de Higiene Pública de Santiago a Intendente, 19/07/1909, Inten dencia de Santiago, volumen 330, julio 1909. 251 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS más bien con valores pedagógicos –a la usanza de las „fiestas del árbol‟- que a la remodelación del barrio contiguo, como había sucedido con el parque Forestal (fig. 76).473 Pese a la presencia del nuevo parque, el basural aledaño se mantuvo. Y al igual que los ingenieros militares españoles del siglo XVIII, la existencia de marginales y basurales en la ribera sur del Mapocho y su efecto tanto en la estética urbana como en la opinión de los extranjeros, molestó profundamente a los técnicos y burócratas estatales: como se dijo, se trataba nada menos que de la entrada a Santiago, esto es, la imagen de la ciudad. En 1912, ya inaugurado el Centenario, una institución aparentemente menos conectada a la higiene y ornamentación urbana, como la Dirección de Ferrocarriles, solicitó a la Intendencia ocuparse de un viejo anhelo. Según expresión del Prefecto de Aseo, aquella petición se refería al “feo aspecto que presenta el trayecto del Ferrocarril entre las Estaciones de Yungay y Mapocho, debido a la gran acumulación de basuras que desde tiempo atrás Fig. 76. Varios aspectos de la inauguración del parque Centenario, en junio de 1911. Nótese especialmente la participación de niñas y niños. Ellas, de la Escuela Francisco Arriarán de la Sociedad de Instrucción Primaria; ellos, con trajes marciales, dispuestos a cavar hoyos para plantar árboles. El acto presentó varias similitudes con las llamadas „fiestas del árbol‟ realizadas en aquellos años. ha venido haciéndose a inmediaciones de la línea férrea”. El funcionario enfatizó en “la mala impresión que reciben los pasajeros, sobre todo los extranjeros”, y sugirió que los desperdicios fueran instalados más cerca del Mapocho y más distanciados de la línea de cierre de la calle. El Prefecto explicó entonces que su insistencia en que los basurales permanecieran en el borde-río no era “desidia”, sino que era muy difícil trasladar los residuos a las afueras de Santiago, debido a la escasez de carretones y al cansancio de las mulas. La solución pasaba entonces por el traslado de la basura en convoyes ferroviarios, hacia lugares sin población que el funcionario no detalló.474 La Intendencia, a su vez, respondió al Director de Ferrocarriles coincidiendo en “la necesidad que existe de hacer desaparecer el feo aspecto que ofrece al viajero el espectáculo de los basurales que a lo largo de la línea se han mantenido y se siguen manteniendo por falta de locales adecuados para ese objeto”. Sólo después de esa razón estética, el alto funcionario público indicó que “llevar a la práctica este deseo que es además una verdadera necesidad en favor de la salubridad de un barrio importante la población”, por lo que había encomendado una investigación al Director del Servicio de Aseo. Por el momento, el Intendente se plegaba a la propuesta del Prefecto sobre la formación de un convoy especial, nocturno, para acarrear “las basuras de la ciudad hasta los pozos de lastre que a lo largo de 473 “En el Pa rque Centena rio”, Zig-Zag nº 332, 1/7/1911. 474 Policía de Aseo a Inten dente de Santiago, 21/6/1912, volume n 381, junio 1912. El énfa sis es nuestro. 252 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO la Vía mantiene la Empresa de su Dirección”. 475 La referencia a una necesidad estética (o de imagen de ciudad/país) en el tratamiento de la ribera sur, por sobre las necesidades higiénicas, es una lógica recurrente en aquella época y, como hemos visto, una constante desde la Colonia. Fig. 77. Este plano de 1916 es útil para visualizar los diferentes usos de la caja del río al poniente de la estación Mapocho. A semejanza de la imagen anterior, puede verse el llamado „embudo‟ de la canalización (donde esta concluía y se producía una acumulación de sedimentos, desde Manuel Rodríguez hasta Cumming). Pero, a diferencia de aquel plano, aquí se aprecian los basurales de la ribera norte y los aledaños al parque Centenario, en la sur. Esta última cercanía es quizás emblemática en cuanto a la incapacidad para formar un parque como „pulmón verde‟ y modelo higiénico en la ciudad. Dirección General de Obras Públicas a Intendente, Plano adjunto a “Defensa de Santiago. Solicita medidas para evitar peligros ocasionados por botaderos de basuras”, 31/12/1915. Hacia 1914 se indicaba que los escombros de la demolición del ex edificio de las Monjas Claras –actual terreno de la Biblioteca Nacional- servirían para rellenar los hoyos del parque Centenario, situado en terreno agreste y desnivelado y que, tras años, todavía no nivelaba su suelo (figs. 78 a 81).476 475 Intenden cia de Santiago a Director de Ferroca rriles, 25/6/1912, volumen 381, junio 1912. 476 “Parque Centena rio. Algunas obras públicas”, La Unión, 7/8/1914. La nota indicó a demás que “El señ or Ca rvajal , ha dado de su peculio la cantida d de $1.000 pa ra hacer planta cion es en dicho Pa rque”. 253 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Por otra parte, esa demora en el inicio de los trabajos no es extraña: el parque Forestal –más céntrico y con mayor interés inmobiliario- estuvo durante varias oportunidades con sus obras suspendidas, por falta de fondos. En definitiva, hacia 1916 un libro de difusión escrito por un privado expresaba que el parque Centenario iba desde Manuel Rodríguez hasta Cumming, con un área de 60 mil metros cuadrados ganados al río y –con una visión optimista- “plantada perfectamente y trazados sus caminos y paseos”.477 En 1916 se actuó frente a un serio problema del parque, arrastrado desde su fundación y que también afectaba al Forestal: el robo de árboles y plantas. El gobierno debió entregar $10.000 de subsidio para realizar un cierro y evitar las sustracciones. 478 Las precariedades del terreno del Centenario deben complementarse con el Figs. 78 y 79. Vistas del parque Centenario, 1915. Adviértase el limitado número de árboles y la inexistencia de canalización del río. El diseño paisajístico es más bien pobre y vinculado a la vigilancia del lugar (torre de vigía) y casuchas. Se aprecia además en la figura inferior, el lecho del río seco y con gran cantidad de basura. entorno del mismo: basurales, ferrocarril y río. Esa vida marginal desarrollada en el parque se condice con su morfología y preexistencias. Encerrado entre el extremo poniente de la estación Mapocho y el basural, el parque estaba destinado a tener una existencia más precaria e insalubre que el elegante Forestal. Fuera del área canalizada y sometido a los vaivenes de las crecidas del torrente, su existencia quedó supeditada a la puesta en marcha de obras de contención al poniente del puente Manuel Rodríguez. Estas obras, desplegadas desde mediados de los diez por la Dirección General de Obras Públicas, “buscaron la protección inmediata de los terrenos del Parque Centenario”, como indicó después el Ministro del ramo.479 La combinación de esos factores alimentó un espacio público virtualmente copado por los sectores populares, como se ha visto en el caso de las recolectoras de basura. Dos testimonios, provenientes de la literatura y la prensa, solventan esta afirmación. En 1943, el escritor Nicomedes Guzmán – uno de los creadores de la novela social chilena- publicó su obra cumbre, La sangre y la esperanza, subtitulada como Barrio Mapocho. En esta suerte de autobiografía, Guzmán retrató la vida marginal de los obreros ferroviarios 477 Má rquez, A. (1916) . Libro Internacional Sud- Americano. Sección comercial chilena. Tomo I: Chile Central. Santiago, Chile: Impr. Universo, p. 906. Como compa ración, sól o la laguna del Forestal tenía ocho mil metros cuadrados. 478 Lama, A. (2009). “In fraestructura y a cción rehabilitadora . El Pa rque Centena rio como respuesta a la cuestión social ”. En Tall er Seminario de Investiga ción Santiago 1910: Límite urbano y anillo de circunvala c ión . Santiago, Chile: FADEU-PUC, p. 8. 479 Ministerio de Industria y Obras Públicas a Inten dente de Santiago, “Levante del desvío construido en la ribera sur del río Ma pocho”, 28/12/1917 . Intendencia de Santiago, vol umen 463, junio 1918. 254 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Figs. 80 y 81. Senderos circulares, kiosko y caseta de guardia del parque Centenario, 1915. en torno a la estación Yungay a principios del siglo veinte. Recordando aspectos de su infancia –nació en 1914- el escritor autodidacta se refería así al „patio trasero‟ de la transformación del Mapocho urbano: “El humilde Parque Centenario estaba invadido de llagosos pelajes, que pastaban, rebuznando a ratos, y de zaparrastrosos vagabundos, hojalateros y recolectores de trapos y papeles. Hombres y mujeres, tendidos en las yerbas nuevas, bajo los árboles corpulentos, apenas hojecidos, junto a sus sacos vacíos, borrachos los más, masticaban sus cebollas, o sus mortadelas […] Ocultándose tras los troncos más gruesos, algunas parejas se besaban tocándose ansiosamente los cuerpos. Parvadas de chiquillos andaban al agüaite de los besos y caricias. Botellas y tarros, mostraban la carcajada morada del vino, entre la chépica y la manzanilla verdegueantes”480 Una segunda fuente comparte esta ocupación primada del parque Centenario por parte de las clases populares. Hacia finales de la década del diez, y después de un largo silencio, la prensa fijó su mirada en el parque Centenario. Como parte de su sección “Sitios pintorescos de Santiago”, la revista porteña Sucesos publicó en 1919 un reportaje sobre aquel desconocido espacio público –incluso para los propios santiaguinos- recalcando su condición modesta, pero simultáneamente céntrica: 480 Guzmán, N. (1943). La sangre y la esperanza . Santiago, Chile: Orbe, pp. 264 -265. 255 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS “Es el parque de los pobres. Por sus anchas avenidas, casi agrestes, no se oye nunca el pitazo eléctrico de los automóviles, ni se siente en el aire la cauda de perfume que dejan, al pasar, las mujeres del gran mundo. Las mujeres que van por allí son las hijas del pueblo. Queda el parque, puede decirse, en el centro mismo de la ciudad, sin embargo, entre la gente oficinista, comercial o de prensa y, menos aún entre los ricos, casi nadie lo conoce. No se lo conoce ni de nombre. No me lo explico. [...] Si nuestro lector es sociólogo o artista, aficionado a estudiar el alma, el color, el ambiente, de las costumbres populares, vaya un domingo, después de las cuatro de la tarde.”481 El énfasis en las “hijas del pueblo” y en “el alma, el color, el ambiente, de las costumbres populares”, remite a un sentido del parque Centenario como espacio popular. También a cierto „color‟ del paisaje pintoresco, pero más bien teñido de marginalidad social de los extensos basurales allí existentes.482 El interés de la prensa fue a la par de una mayor preocupación por parte de las autoridades, muy diferente a las dinámicas producidas en el Forestal. Lo relevante aquí es que hacia el final de nuestro período de estudio, cobró vigor una comprensión del Centenario como parte de un conjunto de espacios públicos ribereños, aunque sin el interés de la empresa privada o vecinos influyentes por intervenir en él como soporte de diversiones -como ocurrió en el caso del Forestal- sino por motivos estéticos: la imagen de ciudad. En 1912 ya hay propuestas al respecto, por ejemplo, Alberto Mackenna Subercaseaux –entonces también promotor de la forestación del cerro San Cristóbal- sintetizó así la realidad de aquel sector ribereño y la razón de su idea de transformarlo: “La entrada a Santiago por la estación Mapocho sería digna de una ciudad civilizada; y nos ahorraríamos la vergüenza de atravesar por los infectos tugurios, dignos de un pueblo árabe, por donde nos salen al encuentro las legiones de microbios que engendran el barro y la mugre”.483 Resulta ineludible vincular estas palabras con las de Benjamín Vicuña Mackenna en la década de 1870, respecto a la vivienda popular como “aduar 481 Tito Brujo ( pseud.), “El Pa rque Centena rio”, Sucesos, 15/4/1919. 482 Véase capítulo tercero. 483 Ma ckenna Subercaseaux, A. (1915). Santiago Futuro. Conferencia s sobre l os proyectos de transforma ción de Santiago. Santiago, Chile:. Imprenta Ba rcelona, p. 26. 256 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO africano” al que era necesario segregar con un “cordón sanitario”. 484 En 1917 en tanto, Ismael Valdés Valdés, menos vehementemente, pero apelando a similares ideas de imagen urbana –que como se ha repetido venían al menos desde el siglo dieciocho- expresó que: “No deja de ser valiosa la consideración de evitar para la ciudad el bochorno de que todos los extranjeros tengan que atravesar actualmente la parte más miserable de Santiago para llegar a la más hermosa y central de sus estaciones; realizada esta parte del proyecto, los viajeros entrarían a Santiago por la hermosa Avenida Forestal Centenario, viendo a un lado el canal del Mapocho prolongado hasta el puente del ferrocarril, el parque Centenario y los hermosos edificios que se habrán de construir en los actuales terrenos baldíos que pasarán a estar admirablemente situados”. 485 Valdés propugnó en aquel texto la idea de unir los parques de la ribera sur, tema que fue adquiriendo popularidad hacia fines de la década del diez. El senador declaró que “nadie dejara de reconocer la hermosura del Parque Forestal y del Parque Centenario, [y] se impone la conveniencia de unir estos dos pulmones de la ciudad por una gran avenida que hasta la Estación Mapocho ya está delineada y en gran parte edificada”. 486 En 1918, el Intendente Pablo Urzúa –coincidiendo con Valdés Valdés- comunicó al Ministro del Interior que varios integrantes de la familia Grez “piden que se lleve a cabo la expropiación de unos terrenos de su propiedad, ubicados en la calle 21 de Mayo esquina de Mapocho”. Los terrenos habían sido tasados en 1910 por la Comisión de Hombres Buenos nombrada por la Intendencia previa autorización del Ministerio de Industria y Obras Públicas- en la alta suma de $340.128. Pese a ello, el Intendente agregó que “es de gran importancia su expropiación para la formación de la gran avenida Mapocho que debe unir al Parque Forestal con la Estación Mapocho y que con el tiempo ha de llegar por medio del Bosque Centenario hasta la Estación Yungay.”487 Pueden contarse otras iniciativas que informan de una voluntad pública por generar un eje de parques en el borde sur. Hacia 1917 el Parque o Bosque 484 B. Vicuña Ma ckenna, Transforma ción de Santiago, op. Cit. 485 I. Valdés Val dés, La transformación de Santiago, citado, pp. 55 -56. 486 Idem., pp. 32-33. 487 Intendente a Ministro del Interior, 7/6/1918. Inten dencia de Santiago, vol umen 473, junio 1918. 257 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Centenario -en ocasiones era llamado así por las autoridades- fue objeto de disputa por parte de propietarios de la banda sur del Mapocho. La Intendencia respondió rápidamente: el Secretario de la institución expresó que ésta “tiene ya formada una lista con más de cuarenta nombres de personas que han conocido y trabajado en la parte ligitosa [sic] del río desde muchos años atrás y que afirman que los terrenos que hoy día forman el Bosque Centenario fueron ganados al río del cual eran lecho, no por el lento e imperceptible retiro de sus aguas, sino mediante costosos trabajos ejecutados por el Fisco”. 488 Para entonces la labor intendencial ya no trataba sólo del riego de árboles y plantas, sino de equipamiento urbano. Por ejemplo, en 1917 un decreto presidencial autorizó a la Intendencia para girar $ 26.250 de la Tesorería Fiscal con el fin del “mantenimiento, conservación, alumbrado eléctrico y mejoramiento del Parque Forestal, del Parque Centenario y del terreno ubicado entre la Avenida Paz y Avenida Independencia, al lado norte del Mapocho”.489 Con diferentes cantidades, esta inyección de recursos continuó realizándose por vía ministerial durante los años siguientes, siempre con el orden expuesto por el decreto citado: el Forestal, el Centenario y terrenos riberanos del Mapocho, especialmente del norte (hoy Piscina de la Universidad de Chile).490 En definitiva, puede sostenerse que hacia fines de la década de 1910 se aprecia una emergente visión de las riberas del Mapocho como posibilidad de espacio público con fines de higiene y recreación. Sería ambicioso calificarlo como un sistema de parques públicos por dos grandes motivos: primero, los terrenos del margen norte eran sólo de decenas de metros. Segundo, esa voluntad, más allá de la valiosa concreción del Forestal y el Centenario, fue insuficiente, ya que recién en 1992 y debido a la cooperación económica de la corona española, se conectó el parque Forestal con el Centenario, llamado ahora parque de los Reyes. Sí puede rescatarse que la urgencia por crear parques públicos emergió como una nueva 488 Francisco Subercasea ux A., Secreta rio de la In tendencia , a Berna rdo Solar Avaria, 26/6/1917, Intendencia de Santiago, volumen 449, junio 1917. Suberca seaux fue luego Inten dente y a ctivo promotor de la posesión del cerro San Cristóbal. Ver capítulo quinto. 489 Ministerio de Obras Públicas a Intendente, 29/5/1917, Intendencia de Santiago, vol . 449, junio 1917 . 490 In tendente de Santiago a Ministro de Industria y Obra s Públicas, “Solicita los fondos para el P a rque Forestal, Centena rio y terren os del Mapocho”, 20/5/1918 e Intendente a Ministro de Industria y Obras Públicas, 6/6/1918, a mbos en Intenden cia de Santiago, vol . 473, junio 1918; Intendente a Ministro de In dustria y Obras Públicas, 3/2/1919, oficio 62 e Inten dente a Ministro de I. y OO.PP, 20/2/1919, ambos en Intendencia de Santiago, vol . 489, oficios enviados, enero -diciembre 1919. 258 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO representación del río, con una utilidad higiénico-estética y con algunas de sus peores lacras (la basura), en proceso de saneamiento. De esta manera, estos procesos operaron como un reforzamiento de la centralidad de la ribera sur, desde la domesticación de la naturaleza y su transformación en estética. En consecuencia, el parque Forestal –como se señaló- fue el primer paso para el abandono del centro histórico por parte de la elite y, por tanto, para el decaimiento del mismo. Contradictoriamente, su construcción fue un refuerzo para el centro histórico, ya que la nueva centralidad de la ladera sur del Mapocho sirvió como una extensión del viejo casco fundacional santiaguino. Esto no implica negar su diferencia en términos morfológicos, principalmente en que el barrio en torno al Forestal no se apegó la cuadrícula, portando también diferencias en sus valores simbólicos y formas de gestión. Con todo, lentamente se logró crear una conexión e idea de conjunto entre ambos sectores, cuestión que será analizada con detalle en la siguiente sección. 4.3. El Centenario y sus obras: museo, estaciones y monumentos “La entrada principal de la Estación dará a la avenida sur de la canalización, esto es, a los terrenos que se pretende obtener, la arquitectura del edificio estará en consonancia con la del Palacio de Bellas Artes, que se construirá poco más al oriente y con el cual quedará frente a frente si no se permiten construcciones particulares que sofoquen el tráfico y se interpongan entre ambos; destruyendo la belleza del paisaje […] pues de suburbios que son el presente, se convertirán en un gran centro comercial, cuya importancia y desarrollo crecerá día en día…”. Eduardo Charme, ingeniero del Ministerio de Industria, carta al Ministro de Hacienda, 1905. “Santiago misma, por más que ha gastado más de lo que tenía en afeites y se ha echado encima el concho del baúl para recibir dignamente el Centenario, no ha podido ocultar sus calles mal pavimentadas y cubiertas de polvo, sus acequias pestilentes, sus horrorosos conventillos que en vano trata de disfrazar con el nombre modernísimo de cité, sus interminables y desaseados barrios pobres, y en fin su aspecto de aldea grande y sencillota”. Dr. J. Valdés Canje (Alejandro Venegas), Sinceridad. Chile íntimo en 1910, 1910. La historiografía relativa a principios del siglo veinte ha perfilado la noción de “crisis del centenario”.491 Según distintos autores, para entonces estaba 491 Ver Gazmuri, C. ( ed.) (2001) . El Chile del Centena rio, los ensayistas de la crisis. Santiago, Chile: Instituto de Histor ia, Pontificia Universidad Católica, p. 7. 259 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS asentado un sentimiento de pérdida de valores de empuje y nacionalismo, al igual que la emergencia de la “cuestión social”, con su ola de huelgas, mitines, matanzas y una incipiente legislación de protección al capital humano. Numerosos intelectuales urbanos comenzaron a hablar de una idea de crisis en la sociedad chilena, situación que aparece reflejada en los escritos de esos hombres ligados a la política. De esta forma, entre 1900 y 1920, figuras de distinto signo ideológico hicieron denuncias en este sentido, observando la realidad nacional y definiéndola como un conflicto integral. Todos coincidieron en otorgar gran importancia a la relajación moral de la clase alta de esos años, preocupada de la ostentación del lujo y el despilfarro del dinero. Además de denunciar el mal, comenzaron a efectuarse diagnósticos sociales, educacionales y urbanos, así como la intención de buscar una fórmula para superarlo, todas ideas bullentes con particular fuerza en torno a 1910. Desde todos los sectores comenzaron a denunciarse corruptelas, vicios y deformaciones: un arco que podría situarse entre el racismo de Nicolás Palacios y su Raza chilena y el socialismo emergente de Luis Emilio Recabarren con Ricos y pobres a través de un siglo de vida republicana, pasando por la crítica social mesocrática del profesor Alejandro Venegas. Estos hechos, sin embargo, no impidieron que el poder continuara –hasta 1920- en manos de un sistema político que representaba casi exclusivamente a las clases altas y que, por tanto, para la conmemoración del centenario buscara realzar las bondades y no las falencias republicanas. El epígrafe del profesor Venegas nos habla de esos afanes en la ciudad [“aldea grande y sencillota”] y del lamentable estado de muchos de sus componentes. Y es que para el centenario, el propio rol de la ciudad como constructor de la nacionalidad, emergió como un asunto primordial, quizás como no lo hacía desde Vicuña Mackenna. En ese aspecto, la transformación del espacio público del Mapocho en 1910 debe entenderse como un proceso con dos grandes aristas: como parte del realce de lo chileno, ya que las obras públicas en la ladera sur del torrente fueron primordiales en los afanes urbanos de conmemoración. Pero también, aquella rectificación debe entenderse como hito de la extensa historia iniciada –para los efectos de esta tesis- en los proyectos de Valentín Martínez en la década de 1880. En este último aspecto, la postura por defender la concreción del parque Forestal, tan cara al Intendente Enrique Cousiño, se aprecia también en altos funcionarios públicos de la época respecto a otros espacios abiertos por la canalización. Y puede mostrarnos, también, cómo se entendía la construcción de edificios monumentales a inaugurarse para el centenario y que crearían vistas entre oriente y poniente. Eduardo Charme, médico –y no ingeniero- a cargo Ministro de Industria y Obras Públicas, escribió en 1905 260 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO al Ministerio de Hacienda una detallada descripción sobre cómo sería el margen sur, al poniente del parque Forestal. Charme inició aquel oficio al Ministro de Hacienda manifestando su molestia con los obstáculos puestos por los privados. En sus palabras: “Es de dominio público que algunos industriales, con diferentes pretextos, intentan gestiones encaminadas a obtener en uso el espacio de la avenida sur del Mapocho, comprendido entre las calles del Puente y Bandera, o sea la parte más central y de mayor importancia y porvenir de los terrenos que con tan cuantioso desembolso de dineros nacionales se formaron en ambas riberas del Canal. Tras uno u otro propósito aparente de adelanto local o beneficio del pueblo, con que se revisten esos proyectos, es lo cierto que en fondo de todos los que se conocen no se descubre más que el móvil de obtener ese valioso sitio público para especulaciones de interés privado […] ya sea con el velo del arrendamiento, ya con el pretexto de beneficiar al pueblo con casas de baños, espectáculos cultos y baratos y otros de tanta apariencia como poca seriedad. […] A este respecto, como dato ilustrativo, puedo decir a US. que los terrenos amenazados por gestiones industriales miden aproximadamente ocho mil trescientos treinta y un metros cuadrados 75 centímetros, y que el valor de cada metro se eleva a veinte pesos, según dato pedido a la oficina del plano de Santiago”. 492 Como se aprecia en el testimonio del médico-cirujano, así como en su epígrafe, se trata de una idea de lo que la arquitectura y el urbanismo modernos después llamaría „sub-centro‟. Lo interesante es que Charme lo hace desde una idea de uniformidad en los grandes edificios institucionales (“la arquitectura del edificio estará en consonancia con la del Palacio de Bellas Artes”); y por otro lado, desde la movilidad (“tráfico”) y la estética (“belleza del paisaje”). La falta de higiene no es explicitada –cuestión aún 492 Edua rdo Charme, oficio al Ministro de Ha cienda , 24 de abril de 1905, Bol etín del Ministerio de Industria y Obras Públicas, correspondiente a l os meses de Abril , Ma yo y Junio de 1905, Añ o IV -Núm 2, Impr. Barcel ona, Santiago, 1905. Estas solicitudes de privados eran recurrentes desde finalizada la canalización, especialmente a la Municipalidad. Véase sól o dos e jemplos: Sesión 14ª, ordinaria, 1/5/1895: “De don Vicente Castellan os, por la que pide se le permita el uso gratuito de cierta parte en la ribera sur del Ma pocho, para establ ecer una peluquería para obreros”. Y Sesión 10ª, extraordina ria, 14/5/1895: “De una solicitud de Andrés Pastorelli, por la que pide se l e permita construir bodegas y restaurants en la ri bera sur del Ma pocho”. Ambos en Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Tomo séptimo, Santiago, Chile: Impr. Ba rcel ona, 1895, p. 198 y 225, respectivamente. 261 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS más interesante si se considera que Charme es médico- sino subsumida en la idea de “suburbio”. Sólo a través de esa armonía de conjunto se podría integrar al mismo a la ciudad, transformándolo en “un gran centro comercial”. Es sugerente, por último, que en este oficio del alto funcionario se observe una de las más fervorosas defensas del espacio público mapochino frente a los intereses de medianos y grandes empresarios. Esto destaca aún más en un contexto de reconocida corrupción por parte de las diferentes administraciones municipales, quienes eran los principales receptores de solicitudes y licitaciones. 493 Más allá de la presencia de esos conflictos de intereses, es de interés centrarse aquí en la uniformidad de la arquitectura de grandes edificios. La necesidad de perspectivas y consonancias entre arquitecturas de edificios, por lo demás, monumentales, no es algo diferente a lo ocurrido en grandes ciudades sudamericanas del centenario. Adrián Gorelik ha mostrado que una ciudad mucho más grande que Santiago, como Buenos Aires, fue tensada por tres grandes reclamos: la estrechez de las calles, la ausencia de perspectivas pintoresquistas debido al uniforme trazado de damero y la ausencia de edificios o conjuntos monumentales. Ante las disputas entre los partidarios de las dos primeras, fue la construcción de edificiosmonumentos la idea que sumó adeptos de uno y otro lado. Fue levantada así, por ejemplo, la Plaza Congreso, con un colosal edificio legislativo.494 Si bien en una escala menor, esta necesidad cultural de vistas no aferradas a la cuadrícula fue un elemento presente también en Santiago. Esa necesidad, basada en novedosas ideas de ciudad moderna, los podríamos calificar también como sociales, en el sentido de que las callejuelas estrechas y de miasmas insoportables, constituían el antónimo de aquella ciudad moderna que se aspiraba a formar después de la canalización. Tal como en el caso de la Cárcel Pública, la ladera sur-poniente del Mapocho, era vista para el año del centenario como un lugar conflictivo y socialmente incontrolable. Esto se basaba especialmente en la enorme cantidad de bares y espacios de diversión popular, que poseían una fuerte carga de transgresión cultural. En otras palabras, la ribera sur era comprendida como una persistente periferia 493 Esto resalta más al verificar que Charme, a demás de in fluyente pol ítico (al momento de dirigir el Ministerio en cuestión era senador por el partido Liberal-Democrático), era un poderoso agricultor y empresa rio salitrero. Cfr. A. de Ramón, Biogra fías de chil enos, op. Cit., pp. 264- 5. 494 A. Gorelik, La grilla y el pa rque, op. cit., p. 189 y ss. 262 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO urbana, con toda su carga de marginalidad social.495 Por ello, aquel sector urbano cercano a la cercana Plaza de Armas, fue visto -aún con mayor decisión que hacia fin de siglo- como un espacio contradictorio: central pero sin orden. En ese contexto, la prensa tuvo un rol crucial. Tímidamente en un inicio, y con ahínco desde el 1900, la prensa animalizó al río: lo vio como una bestia obediente y raquítica, pero furiosa en ocasiones, destruyendo todo a su paso. El clamor por el control de la bestia, una vez más, no involucró sólo a las aguas. La caja del río fue también entendida como parte de ese animal a veces descontrolado; sus habitantes, también.496 Y aún con las bandas del Mapocho asfaltadas, con los pretiles para evitar caídas al río, con puentes metálicos, el “nuevo barrio” del que hablaba el proyecto de 1895, seguía siendo lugar de prácticas indeseables para la elite. Este verdadero lunar no retrocedía, sino que hacia el centenario de la independencia amenazaba con llegar a la propia Plaza de Armas. Se vivió entonces un afán remodelador, donde la prensa no sólo animalizó a los sectores populares de las riberas y sus alrededores sino que los desnaturalizó: los volvió parte del río que se ha salido, inundando de pestilencia la “ciudad propia”. En abril de 1910, el principal diario de Santiago, El Mercurio, se refirió alarmado a que “en repetidas oportunidades” sus crónicas habían “llamado la atención de las autoridades hacia los escándalos, robos y asesinatos que noche a noche se cometen en las cantinas y centros de corrupción, ubicados en la calle del Puente frente al Mercado Central, y a tres cuadras de la Plaza de Armas”. El diario señalaba además que “en el sitio indicado existen once cantinas con otras tantas puertas abiertas desde las 5 de la mañana hasta las 12 de la noche, repletas de hombres y mujeres de mala vida”. Uno de los aspectos más expresivos de la nota es su título: “Barrio chino”. 497 Pocos días después -¿impulsado por la insistencia de la prensa?- el presidente Pedro Montt, acompañado del intendente y del alcalde de Santiago visitó el “barrio chino”, compuesto por calles Bandera, Zenteno y San Pablo. Las críticas no 495 Sería demasiado extenso mostrar eviden cias sobre este punto, ya visto en la primera sección de este capítul o. Véase, de todos modos, Prefectura de Policía de Santiago a Intendente, “Incidente entre la Policía y soldados del Ejércit o en la Avenida Sur del Ma pocho”, 2/1/1909, Intendencia de Santiago, vol. 324, en ero 1909; Ra fael Ovalle a Inten dente, “Pen dencia a cuchillo entre va rios individuos en la calle del Puente esquina de Sama”, 5/12/1905, Intenden cia de Santiago, vol. 269, dici embre 1905, entre otros, así como l os que se verán más adelante. 496 Por ejempl o, pa ra un medio de prensa la canaliza ción y sus obras posteriores posibilita rían pa ra la ribera sur que “esos inmu ndos tenduchos del Tajama r, esos capuch ones, esos cuchitriles de apa rien cia sospechosa y baja, tendrán que huir ante la esplendidez del pala cio vecin o”. El Porvenir, 19/2/1892. 497 “Barrio chino”, El Mercurio, 17/4/1910. 263 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS apuntaron entonces a la implementación de intervenciones públicas que modificaran el desaseo y pobreza del lugar. Por el contrario, se denostará exclusivamente su cercanía con los espacios públicos más relevantes de la ciudad, como la Plaza de Armas, demostrando que una parte de la sociedad descubría y también quería esconder la cara oscura de la urbanización. Por ello, del “barrio chino” se decía que era “un contrasentido que exista a unas pocas cuadras de la plaza principal de la población. La gente decente generalmente no conoce aquella población china de cuartos oscuros y repugnantes, tabernas de última categoría y negocios de los más despreciables; es la policía la que tiene en él un constante quebradero de cabeza, por lo mucho que da que hacer a su personal, y ser campo de acción de la hez de la gente que con ella trae cuentas. […] la voz pública, cuando la opinión se impone de lo que allí sucede, se pregunta admirada cómo es posible que en un lugar tan céntrico de la población se haya formado una barriada que aún en los extramuros sería una vergüenza para nuestra cultura […] Así debió verlo el Presidente de la República cuando la otra mañana anduvo por aquellos sitios en compañía del intendente de la provincia y del alcalde de Santiago, y sin duda debió preguntar extrañado a estos funcionarios cómo ha podido vivir largo tiempo bajo su vista aquel barrio repugnante.”498 Es pertinente detenerse en dos aspectos relativos a la defenestración de aquel espacio; aspectos que no corresponden sólo a la acusación de un „otro‟ urbano indeseable (la marginalidad), sino a los mecanismos para lograr su erradicación. El primero es discursivo: la prensa apunta a que se trata de “un lugar tan céntrico de la población” y no a uno de los “extramuros”. Es decir, nos informa de la representación de la banda sur cercana al Mercado como parte del centro de la ciudad -el anhelo de Eduardo Charme y, por cierto, de Vicuña Mackenna- pero tensada cotidianamente por los sectores populares. En segundo lugar, un mecanismo de persuasión periodístico que sólo es posible por la existencia de una esfera pública. Resulta sugerente contemplar cómo la prensa se había transformado en un estímulo para estos recorridos urbanos en absoluto comunes. Hasta entonces, las autoridades hacían permanentes „visitas‟ a edificios públicos, pero no a las calles. La presencia de Pedro Montt –celebración del centenario mediante- expresa una urgencia 498 “Un ba rrio repugnante”, El Mercurio, 22/4/1910 264 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO de limpieza de aquello que se volvía necesario modificar aunque fuese sólo en las fachadas. La existencia de estos “negocios de los más despreciables” se sumaba a burdeles y circos en las cercanías de la ladera sur del Mapocho. Nos detendremos brevemente en estos dos últimos como una forma de entender la morfología del margen sur del Mapocho y los objetivos socioculturales de la rectificación que la afectó. En 1929, el periodista y escritor Juan Rafael Carranza recordaba que para el centenario “Paralela a Sama, y entre Bandera y Teatinos existía una miserable guarida de gente de mal vivir. El pueblo llamaba a aquella la calle del Terciopelo, pintarrajeadas”.499 tal vez, por ironía. En ambas aceras, mujeres Su existencia, en las inmediaciones de la Cárcel Pública y de la estación Mapocho en construcción, aumentaban esa imagen de “barrio chino” y marginalidad social tan denostada por la prensa y, por cierto, atentaban contra la consolidación de aquel espacio como un centro o subcentro. En cuanto a los circos, tal vez el más destacado era el Teatro Circo Nacional (1905), ubicado entre Bandera y Puente, frente a la estación Mapocho. Ya que esas tierras eran fiscales, según Carranza fueron “concesionarios […] [los que] cerraron el terreno y construyeron locales exteriores para pequeños negocios. En el centro se edificó con madera y postes de fierro el Teatro Circo Nacional que era administrado también por una sociedad”.500 Desde su apertura el centro de espectáculos se transformó en un atractivo para delincuentes. En 1905, a propósito de un brutal crimen cometido allí, el Comisario de la Primera Sección informó al Jefe de Policía de Santiago que “el circo del cual hablo es una amenaza constante para el público porque siendo su cierro muy fácil de escalar, los rateros y gente de malos antecedentes lo convierten en un albergue de donde salen [a] asaltar a las personas que transitan tarde en la noche”.501 A este hecho habría que agregar que sus inmediaciones eran el lugar escogido por la Intendencia para conceder permisos a vendedores informales, con los consiguientes obstáculos para un tráfico expedito, para entonces, una obsesión del Ministerio de Industria y Obras Públicas. 502 Para la celebración del centenario, el local fue mandado a demoler, para no afear el nuevo espacio 499 J. R. Ca rranza, “Crónicas históricas. La ribera su r del Ma pocho”, citado. 500 Idem. 501 Policía de Santiago a Intendente, 5/12/1905. Intenden cia de Santiago, vol. 269, diciembre 1905. 502 Intenden cia de Santiago volumen 318, 1908, va rios decretos. Véase la última sección de este capítulo. 265 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS urbano construido entre Pío IX y la estación Mapocho: en julio de 1910 el Teatro Circo Nacional había desaparecido.503 En rigor, el centenario constituyó un momento puntual de limpieza de los márgenes del río, y se conecta con un proceso de larga data no sólo de remodelación, sino de operaciones de despeje visual. La condena ya no era la falta de higiene, sino a la emergencia de un tipo de „barrio asiático‟ asociado a lo delincuencial y que promovió, como vimos, la preocupación de la prensa y del poder Ejecutivo. El ya citado Juan Rafael Carranza señaló que “una de las preocupaciones personales del Presidente Montt fue la de hacer desaparecer esos vetustos edificios que existían frente a la Estación y que a los viajeros que arribaban a la capital les daba la impresión de un barrio chino”.504 Por ello, junto con el Teatro Circo Nacional, la edificación entre Bandera y Morandé fue demolida, cubriéndose el frente de manera provisoria con una amplia reja de madera. La referencia a la estación Mapocho permite analizar su rol dentro del montaje de edilicia pública en la ciudad: inaugurada para el centenario – pero finalizada sólo en 1912- e inmersa en ideales de progreso, técnica y estética. Para entonces, el estado había seleccionado dos sectores urbanos como ejes de la celebración. Uno, el centro cívico, donde se levantó el Palacio de los Tribunales, en 1911, muy cerca de la construcción más importante de la empresa privada, el edificio Gath y Chávez. El segundo lugar escogido fue el antiguo suburbio que comenzaba a adquirir centralidad: la ladera sur mapochina. Allí el estado construyó nuevos edificios como el Museo de Bellas Artes, el ya nombrado Parque Centenario, y la estación Mapocho. En ese contexto de despeje visual y social, la idea de una estación ferroviaria en ese lugar de Santiago expresaba viejos anhelos de modernización, que empezaron a concretarse desde 1905, con las primeras obras de la estación Mapocho. Si bien es cierto que la nueva estación sería de pasajeros y no de carga, cabe entenderla en el contexto del ferrocarril como medio de comunicación primado. Al respecto, los intentos por realizar un ferrocarril de circunvalación datan al menos del Intendente Vicuña Mackenna y con 503 Coronel Prefecto a Inten dente, 9/7/1910, Intenden cia de Santiago, vol. 352, julio de 1910. Sin embargo, según Ca rranza, “La entrega del terren o motivó un juicio de su con cesiona rio, don Arturo Fernández Montal va, contra el Fisco, cobrándole dañ os y perjuicios por haberse puesto términ o viol entamente al contrato antes de su expiración. Transcurrieron cerca de 18 añ os entre la demolición y la nueva edifica ción de estos últimos terren os”. “Crónicas históricas…”, cit. Es decir, la demolición sólo se pr odujo durante la dictadura del coronel Ibánez. 504 J. R. Ca rranza, op. cit. El énfasis es mío. 266 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO particular fuerza desde 1880, basados en los requerimientos de los empresarios agrícolas. Estas peticiones fueron hechas ya que en el sistema ferroviario hallaron la manera ideal para transportar sus productos con rapidez y fluidez. En general, muchos de los empresarios tenían cargos públicos importantes y no titubeaban en expresar su posición. En 1887, por ejemplo, el diputado Francisco Gandarillas declaró que la ribera sur obtenida tras la canalización debía quedar para un ramal ferroviario. 505 Los primeros tramos del ferrocarril de circunvalación fueron el que unía la estación Central con la de Yungay, y la que a su vez unía ésta con la estación del Mercado.506 Esta última estaba ubicada en la ribera sur del río, entre las calles Amunátegui y Teatinos, prácticamente frente a la Cárcel Pública y entró en funcionamiento en 1888, es decir, un año después que el panóptico. Sin embargo, en medio de las propuestas de regularización del espacio público, la estación fue perdiendo cada vez más su sentido. En 1904, ante una oferta de compra hecha por privados por los Galpones llamados Feria del Mercado (a un costado del terminal), el alcalde Eduardo Edwards se opuso, ya que su intención era “prolongar la estación del Mercado hasta la calle de Bandera, único modo de que llegue a tener el movimiento que está llamada a tener”. La paradoja la expresó el diario: “Existe, es cierto, la Estación del Mercado, pero -como lo observa el Alcalde- está en un sitio poco menos que inaccesible donde no hay tráfico de peatones, ni de carruajes, ni de tranvías”.507 La estación Mapocho, entendida como terminal de pasajeros, se vinculó a ese anhelado objetivo de dar accesibilidad y centralidad al tramo poniente del margen sur. Hacia 1905 se encontraba funcionando la estación Santa Elena, cerca del camino de cintura sur, la estación San Diego -en el sur de la ciudad- y la Ñuñoa, en el suroriente. Ya se ha mencionado que el tramo entre ese terminal y la estación Pirque fue el único no construido, debido a la presión por establecer allí un parque. Como se dijo, en 1905 comenzaron los 505 “…los terrenos que van a quedar a la orilla del río, una vez canalizado, son la única vía pra cticable para la prolonga ción de l ferroca rril que llega al Mercado hacia el oriente hasta las fal das de la cordill era . […] Si hoy no se dejara prepara do el terreno para este fin y se autoriza ra la construcción de edificios, molin os u otros establecimientos industriales, sin tener en cuenta aqu ella idea, podría llega r a hacerse imposible, por las dificulta des que a ca rrea la constitución de la propiedad y l os intereses que se crean a su sombra. Desearía que el señor Ministro tuviera muy presentes estas observa ciones en el estudio de los planos y la realización de la obra ”. Sesión de 27/12/1887, al discutirse y aprobarse el proyecto de l ey de canaliza ción del río Mapocho. Cáma ra de Diputados (1887). Sesiones extra ordinarias de la Cámara de Diputa dos en 1887. Santiago, Chile: Impren ta Nacional, 1887, p. 612. 506 Cfr. Schmidt, D. (1978) . La Esta ción Mapocho. Santiago, Chile: semina rio de historia de la arquitectura 6 año, FAU, U. de Chile, 1978, y A. De Ramón, Santiago de Chile (1541-1991), op. Cit. 507 “Prol ongación y ensan che de la esta ción del Mercado hasta la calle de Bandera”, El Porvenir, 30/9/1904. 267 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS trabajos para el levantamiento de la estación Mapocho, emplazada dos cuadras hacia el oriente de la estación del Mercado; esto es, más cercana al centro histórico. Para la construcción de la estación Mapocho no hubo concurso público, encomendándosele directamente al arquitecto del estado: Emilio Jécquier.508 Hacia 1905 su prestigio era tal que había ganado el concurso público para el levantamiento del Museo de Bellas Artes. Por tanto, su elección como arquitecto de la nueva estación del Mapocho posibilitaba garantizar el tan ansiado „diálogo de arquitecturas‟ que mencionaba el Ministro Charme citado en el epígrafe, al señalar que “la arquitectura del edificio estará en consonancia con la del Palacio de Bellas Artes”. 509 La construcción tuvo mucho que ver con Francia y Bélgica: la estructura metálica fue levantada por una empresa belga, la Compagnie Centrale de Construction de Haine Saint Pierre. La arquería, cúpulas, puertas de acceso y marquesina exterior fueron encargadas a la Casa Daydé et Pillé de París. Junto con ello, el diseño de la estación fue concebido con una evidente preferencia por los espacios de circulación y espera, ya que gran parte de su superficie fue destinada a un hall de acceso y zonas de descanso, cuestiones de las que carecía la antigua estación del Mercado. 510 Se intentó terminar con el edificio hacia el centenario –realizando incluso una inauguraciónpero como se dijo, sólo fue abierto en 1912. Para la conmemoración de la independencia, el recinto estaba con la albañilería terminada al igual que el montaje de las herraduras metálicas y la carpintería. Ese año se iniciaron los trabajos en los pabellones, soleras y terraplenes, el asfalto trinidad en la Plazuela que se construía en su frontis, así como la más moderna tecnología de esos años: instalaciones eléctricas y colocación de vidrios. En el exterior, se concluyó la demolición de las expropiaciones de la calle Mapocho y se levantaron las cúpulas esquineras. La Inspección General de Agricultura expresó que en todo ello se habían invertido poco más de un millón de pesos de la época.511 Más allá de este hecho particular, es destacable que la 508 Nació en Santiago en 1866, hijo de un ingeniero francés de ferroca rril es, estudió luego en Fran cia y fue contrata do por el Esta do de Chile en 1889, inicialmente por un lapso de tres años. 509 Respecto a sus cara cterísticas a rquitectónicas, se ha detectado una referen cia casi literal, de la fa chada de la Esta ción Ma pocho a un proyecto académico, „Une ga re central de chemin de fer avec un vaste h otel ‟, de Henri Edoua rd Eustache, Gran Prix el añ o 1 891. Cfr. Pérez, F. (1994). “Santiago de Chile 1890. El a rribo de las Bellas Artes”, en Strabucchi, W. (ed.) , Cien años de arquitectura en la Universidad Católica 1894-1994. Santiago, Chile: Arq, 1994, p. 61. 510 Calderón, A. (2005) . Memorial de la Estación Mapocho. Santiago, Chile: Ril . 511 “Inspección General de Agricultura ”, Memoria del Ministerio de Industria y Obras Públicas correspon diente al añ o 1910. Santiago, Chile: Imprenta Universita ria, 1911, p. 476. La referencia a lo vangua rdista de l os materiales utilizados en la construcción del terminal ferrovia rio en M. Palmer, 50 años de a rquitectura metálica en Chile, cit.. 268 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO inauguración de la estación Mapocho se produjo el mismo día en que se estrenó el último tramo del ramal Melipilla- San Antonio –puerto recién creado, más cercano a la capital que Valparaíso-, formando un cierto ideal de „ferrocarriles regionales‟ que tuvieran en Santiago su punto primado de salida y llegada.512 Fig. 82. Fachada de la estación Mapocho, según dibujo de Jecquier, c1908. Adviértase la plaza de entrada: el „nuevo‟ espacio público es aquel que albergan los grandes edificios de uso colectivo. 512 “Inaugura ción de la esta ción Mapoch o y del ferrocarril a San Antonio”, Zig -Zag, n° 294, 8/10/1910. 269 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 83. Estación Mapocho, 1912, vista desde el puente de av. Independencia. En Santiago, su extensión sólo tenía como equivalente –bastante más pequeño- al Museo de Bellas Artes. Otra estación ferroviaria inaugurada como parte de la conmemoración del centenario, e integrada en el ferrocarril de circunvalación, fue la estación Pirque (fig. 84). Sin ser instalada en terrenos ganados al río después de la canalización, sí tuvo un contacto directo con la ribera sur del Mapocho. Además, su arquitecto, Emilio Jecquier, fue también el autor de la estación Mapocho, considerada una de las obras más importantes construidas en la ciudad en la primera década del siglo veinte. La estación Pirque sirvió como terminal para dos ramales, uno estatal y el otro privado: el ferrocarril de circunvalación y el Llano del Maipo, respectivamente. Por tanto, su inauguración en 1911 vino a completar el tramo circunvalatorio oriente entre Ñuñoa y Providencia. En ese contexto, la estación Pirque significó un aumento de la centralidad para Providencia; de hecho, al poco tiempo se le empezó a dar este último nombre al terminal. Véase el siguiente ejemplo. En 1914, la Dirección General de Obras Públicas pidió al Intendente “interpusiera su influencia” a fin de obtener del gobierno el uso de un terreno fiscal en la Alameda de las Delicias, entre Vicuña Mackenna y “la Estación de Providencia”. La Dirección buscaba formar ahí un depósito de herramientas y materiales del servicio de caminos, expresando que “no puede ser mejor por encontrarse al lado de la Estación de Providencia y en 270 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO situación central respecto a la cercanía de tantos caminos que anualmente se reparan, invirtiéndose en ellos gruesas sumas”. 513 El Museo y Escuela de Bellas Artes fue el otro edificio-eje de la transformación en la ribera sur, y cuya construcción se inició a la par de la estación Mapocho. En primer lugar, es necesario referir que el arte era pensado entonces como un bien de consumo cada vez más fuerte, apegado a un ideal de civilización capaz de reflejar la imagen del país. No en vano los artistas chilenos –pintores y escultores- como sus pares en Occidente, participaban en las exposiciones internacionales como uno de los números principales de dichas ferias. Esta significación del arte, no está de más indicarlo, tenía un fuerte apego a la industria y las labores técnicas o, en otras palabras, al ideal de progreso. Y si la imagen de civilización y progreso Fig. 84. Estación Pirque, c. 1920. Su establecimiento se produjo en la periferia oriente de la época y, gracias a él, el sector adquirió una centralidad creciente. Importante en ello fue también la instalación del monumento de los italianos, así como una dotación de infraestructura pública como la que se ve en la imagen: alumbrado público, empedrado de calle y una escasa arborización. 513 Dirección General de Obras Públicas a Inten dente, 12/5/1914, Intendencia de Santiago, vol. 404, ma y o 1914. La referencia a esa centralidad respecto a l os caminos en repa ra ción n o resul ta exagerada: entre 1912 y 1914 la pa vimentación llegó a más de 450 mil m2, l o que significa casi la mitad de todas las obras públicas de pavimenta ción impl ementa das entre 1905 y 1928. Cfr. T. Errázuriz, Trá fico y motorización…, citado, p. 62. 271 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS podía expresarse en la imagen de ciudad, tanto mejor. En segundo lugar, el edificio agregó una plusvalía impensada a aquel sector de la ciudad que era, en rigor, un basural. Por ese motivo en un principio se pensó construir allí un lazareto. Según la versión de Alberto Mackenna Subercaseaux, fue suya la idea de levantar el Museo en el Forestal. La respuesta de los congresistas -en un principio negativa- fue favorable al comprender que esas tierras se valorizarían, ya que muchos de ellos tenían propiedades en el sector, o se percataron que podrían adquirirlas conociendo de antemano su destino.514 La metáfora posible del basural y lazareto convertido en museo y parque gracias a la acción del arte –en tanto edificio emblema del progreso, es decir, en tanto artefacto urbano- resulta un elemento útil para comprender el impacto de su instalación, tanto en términos de plusvalía como de herramienta de limpieza visual y educación. Las propuestas para la construcción de un nuevo recinto para las artes llevaban, al menos, quince años: el Museo Nacional de Pinturas y Bellas Artes había sido estrenado el 18 de septiembre de 1880 en los altos del Congreso, pero el aumento en el número de estudiantes y obras llevó a una estrechez insostenible.515 Como otras reparticiones públicas –la Biblioteca Nacional es una buena muestra- funcionaba en espacios angostos, muchas veces oficinas cedidas por los diputados y senadores. A esa precariedad se sumó el incendio sufrido por el Congreso en 1895, que se llevó también muchos de los archivos de obras públicas. En ese contexto, uno de los promotores más activos de la construcción de un nuevo Museo fue el mencionado Mackenna Subercaseaux. En 1899 el tema fue recogido por el poder Ejecutivo, que envió un proyecto de ley al Parlamento para construir un Museo de Bellas Artes asegurando que “entre las variadas manifestaciones de la actividad social, no existe acaso ninguna que marque con mayor exactitud y elocuencia el grado de cultura de los pueblos que el cultivo de las bellas artes”. El presidente Federico Errázuriz llamó a éstas como “movimiento civilizador” y logró la aprobación de cuarenta y seis mil pesos. Se indicó además que “Para satisfacer las necesidades indicadas, el Gobierno comisionó al ingeniero don Emilio Doyere con el objeto que procediera a la formación de los planos y presupuestos para la construcción 514 Ver “Donde se al za el Palacio de Bellas Artes, antes había un basural infecto”, en Zig -Zag Edición extraordina ria. Arquitectura, Construcción , Urbanismo. Santiago, Diciembre 1937. 515 Aribit , R., Chávez, M. ( 1956) . El Museo y la Escuela de Bellas Artes. Santiago, Chile: seminario de historia de la arquitect ura, FAU U. de Chile, p. 50 y ss. 272 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO de un edificio que cómodamente pudiera servir para este efecto. 516 En tanto, enviado a Europa por el estado para adquirir copias de obras renombradas, Mackenna expresó que “es necesario buscarles un sitio central y confortable al cual todo el mundo pueda ir fácilmente y donde las obras de arte tengan todo el espacio, toda la luz, todo el ambiente que requieren para que ellas puedan servir de enseñanza a la par que de recreo”. 517 En cuanto a la estructura y diseño mismo del Museo, el Ministerio de Industria y Obras Públicas convocó en 1902 a un concurso público para su realización, designando también una comisión que elaborara las bases del mismo: ésta estuvo integrada por importantes personajes públicos, entre ellos el propio Vicuña Subercaseaux.518 Hasta inicios del siglo veinte la construcción del Museo en el parque Forestal no era algo decidido; no así otros edificios que el intendente Enrique Cousiño veía como seguros de ser levantados, según las diferentes manzanas propuestas en el Proyecto de Transformación de los barrios vecinos al canal del Mapocho (1895). Aunque en rigor la ley de 1888 no lo estipulara así, la Intendencia era el administrador del parque público. En 1902, ya convocado el concurso público, el Ministro de Industria y Obras Públicas envió un oficio al Intendente relativo “a la construcción de un edificio que se destinaría a Museo de Modelos de arte decorativo e industrial”. Cousiño respondió con una enumeración de la edilicia pública proyectada: “De los terrenos de la ribera sur del Mapocho se ha destinado a un Parque Forestal, por disposición suprema, la parte comprendida entre el puente de Pío IX y el Mercado Central; al frente de este último se ha concedido una manzana de terreno para la construcción de un galpón para un mercado y carretas de verdura; los terrenos que quedan más al poniente están destinados a la instalación de un gran circo popular y los que siguen al poniente de la estación del Mercado son de propiedad particular. En consecuencia, sólo podría destinarse a Museo parte del terreno que queda en la ribera norte del río, entre el edificio de la Sociedad Protectora de la Infancia y el Cuartel de Bomberos que ahí existen. Este terreno fue destinado primitivamente a la construcción de una 516 Sesión de 30 de junio, en Cámara de Senadores (1899) . Boletín de las sesiones extraordinaria s en 1899. Santiago, Chile: Impr. Nacional, pp. 202-203. 517 A. Ma ckenna Subercaseaux en La Libertad Electoral, reproducido en R. Aribit y M. Chávez, cita do, p. 64. 518 Estos eran : el aboga do, escritor y educador Domingo Amunátegui, el escultor Virginio Arias , el pintor En rique Lyn ch, Alberto Ma ckenna Subercaseaux y José Forteza . 273 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS escuela de Ingenieros, que, por ahora parece no se llevará a cabo”.519 La escasa o nula concreción de algunas de las construcciones públicas que Cousiño tenía por seguras (“un gran circo popular”, por ejemplo); y la dificultad para la realización de otras obras (“Museo de Modelos de arte decorativo e industrial”), no debe hacer pensar en el manejo de insuficiente información por parte del alto funcionario, sino en la permanente disputa por los terrenos y en las negociaciones al respecto sostenidas por los distintos organismos públicos entre sí, y de éstos con los privados. Finalmente, en 1903 una nueva comisión dictaminó al ganador del concurso para nuevo Museo, siendo elegido Emilio Jecquier, quien superó a Alberto Cruz Montt. Pero el emplazamiento del Museo continuó siendo difuso: primero se pensó establecerlo a un costado del cerro Santa Lucía, pero al poco tiempo se descartó la idea, llevándolo al reciente parque Forestal.520 Jecquier logró combinar diversas tecnologías, destacando –a semejanza de la estación Mapocho- el uso del hierro y el vidrio basados en un riguroso academicismo francés. Pero también supo insertar su obra en medio de otro gran trabajo, el ya referido parque Forestal del paisajista Jorge Dubois. En 1910, la obra dirigida por Jecquier estaba prácticamente finalizada, incluyendo instalaciones eléctricas, colocación de los vidrios, obras de granito comprimido, y la construcción de escaleras de concreto armado. El Parque Infantil y la Plazuela ubicadas en sus alrededores se contrataron con Dubois. Por su parte, Jecquier dirigió personalmente los estucos interiores y exteriores, los Jardines del Museo y el montaje de armaduras metálicas. El hall principal, a su vez, quedó a cargo del escultor Antonio Coll y Pi. En total, el gasto había sido de dos millones cien mil pesos, cifra altísima para la época y casi el doble de lo gastado en la estación Mapocho (figs. 85 a 87). 521 519 Intenden cia a Ministro de In dustria , 1/7/1902, Intenden cia de Santiago, volumen 226, junio de 1902. 520 “Donde se alza el Pala cio de Bellas Artes, antes había un basural in fecto”, c itado. 521 “Inspección General de Agricultura ”, Memoria del Ministerio de Industria y Obras Públicas correspondiente al año 1910, op. ci t., pp. 476- 477. 274 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 85. Fachada principal del Museo de Bellas Artes, c. 1914. Se advierte el conjunto del edificio, los jardines y el impecable adoquinado de calles José Miguel de la Barra y Avenida Sur del Mapocho. Fig. 86. Fachada poniente del Museo, c. 1915. Nótese la inserción del edificio en el parque Forestal, el que debido a la poca altura de sus árboles produce un realce visual del nuevo artefacto. 275 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 87. Museo de Bellas Artes y laguna del Parque Forestal, c. 1920. La combinación de edificio monumental, parque y laguna, fue crucial para otorgar una distinción a este sector por sobre otros de la ciudad. Las operaciones de despeje visual y social que, como vimos, fueron impulsadas en el entorno de la estación Mapocho, tuvieron su correlato en el Palacio de Bellas Artes. Siguiendo esa línea discursiva, el Primer Alcalde de la Municipalidad de Santiago, Ignacio Marchant Scott, comenzó en febrero de 1910 una serie de expropiaciones con el fin de “hacer más interesante la capital para los chilenos y extranjeros que la visitarán en septiembre”.522 Pero como venía ocurriendo desde la transformación de Vicuña Mackenna, la oligarquía buscó también acentuar la presencia de los pobres de aquel sector de la ciudad. Nuevamente la prensa contribuyó a ese ideal, expresándose la urgencia de “cubrir con pinturas las fachadas de los ranchos infectos del costado sur del Palacio […] pues así se hace en Europa”. 523 El área “horrible y vieja” que rodeaba al Museo de Bellas Artes fue motivo de especial preocupación para la prensa: “Absolutamente necesario es formar un marco decente al regio Palacio de Bellas Artes; hay que derribar y expropiar los ranchos y horribles construcciones que bamboleantes en pié en la Avenida Sur del Mapocho [hay] al poniente del Palacio. Existe ahí, a pocos pasos del Palacio, en calle Santo Domingo esquina de Mapocho, un 522 “La transformación de Santiago”, editorial, El Mercurio, 6/2/1910. 523 El Mercurio, 26 /6/1910. 276 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO viejo y feísimo edificio que termina en punta, que debe ser inmediatamente expropiado para convertirlo en plazoleta ó jardín, que complete la obra de embellecimiento y decencia de esos lugares. Ya el Municipio expropió los tres ranchos del lado y debe completar su obra, so pena de cometer un grave delito contra la decencia y el buen gusto”524 Junto con estas medidas de embellecimiento de esta parte de la ribera sur, las autoridades emprendieron otras, ligadas al orden y control social de la calle. Principalmente orientadas hacia los sectores populares, estuvieron motivadas por motivos de estética y de tránsito expedito. Se impidió entonces cualquier actividad que opacara el esplendor de la ciudad para el centenario, fueran carteles o el paseo de los vendedores ambulantes. Ya a fines de agosto, la Intendencia suspendió “„todos los permisos otorgados por esta Intendencia para estacionarse con ventas de frutas, comestibles y otros artículos en los terrenos fiscales de ambas riberas del río Mapocho‟”. 525 Y es más, con ocasión de la fiesta, se prohibió por parte de la Intendencia el tráfico de vehículos por las avenidas de la ribera sur del Mapocho. 526 Así, el Palacio –y el barrio que emergía junto a él- merecieron quizás la más destacada de las celebraciones del centenario, como lo demostró el numeroso público presente, entre ellos, los presidentes de Chile y Argentina.527 El propio estado lucía con orgullo fotografías del Museo en sus informes anuales; mostrándolo como un ícono de la instrucción. 528 No obstante, y tal como otros espacios públicos santiaguinos -el cerro Santa Lucía y la Quinta Normal- el Museo cobraba una entrada que para la mayoría de los sectores populares era inalcanzable. ¿Quién usaba entonces el Museo de Bellas Artes? Indudablemente, la clase dirigente. La burguesía santiaguina que, más allá de valorar Francia, valoraba la naturaleza y la ciudad rectificada, y lo hacía a través del arte que, como señalamos, era paradigma de civilización. Por lo demás, los miembros de los exclusivos Club de la Unión y de Septiembre tenían precios especiales, que facilitaban notoriamente su 524 El Dia rio Ilustra do, 21/8/1910. 525 El Mercurio, 31/8/1910. Sobre la can cela ción de permisos, efectiva desde el 1º de septiembre, véase el decreto transcrito en El Dia rio Ilustrado, 25/8/1910. 526 Policía de Aseo a Inten dente de Santiago, 21/3/1912, Intendencia de Santiago, vol . 378, ma rzo 1912. 527 El Mercurio, 22/9/1910. 528 Véase, por ejempl o, Oficina Central de Estadística (1914). Sin opsis Estadística de la República de Chile. Santiago, Chile: I mpr. Cervantes. 277 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS acceso al Museo.529 Las imágenes de la época nos muestran, por ejemplo, el protagonismo de las mujeres de elite, que tenían al Museo de Bellas Artes como sede de cursos de idiomas y otros temas, así como lugar para pasear y ser fotografiadas (figs. 88 y 89). En este panorama, el Palacio de Bellas Artes, como se indicó, fue el único en ser edificado en lo que hasta pocos años antes era un basural: el Parque Forestal. Se trataba, por tanto, de una inédita combinación de higienización (cierre del basural), operación inmobiliaria (loteo de terrenos frente al parque) y puesta en escena de arquitectura y educación monumental (el Museo). Si el parque Forestal significó convertir ese gran borde ganado al río en un espacio público fue también una de las últimas opciones de la elite por seguir viviendo en el centro histórico. En esa senda, el Palacio de Bellas Artes apareció como otro hito urbano, capaz de acomodarse sin problemas al área verde. Y digo última porque sólo veinte años después la clase alta se hallaría en plena mudanza hacia la zona oriente de Santiago. Dicho de otro modo, iniciar lentamente la suburbanización hacia Providencia. Y si el Museo fijaba una serie de valores civilizatorios y estéticos, mientras las avenidas y las manzanas de su entorno conformaban una nueva imagen de ciudad, la “pedagogía de las estatuas”, a su vez, materializaba una serie de explicaciones sobre la construcción de la nacionalidad, quizás el aspecto más discutido en el centenario.530 Lo interesante -y que expresó el anhelo de recibir la modernidad planteada desde Europa- fue el generoso número de monumentos obsequiados por colonias extranjeras. Si esas obras marcan un espacio, educan a adultos y niños, y ejercen un cambio en aquel paisaje, debe enfatizarse en el hecho que esta puesta en escena haya sido efectuada básicamente por esas colonias. Por otra parte, está el tema de su emplazamiento: todos los monumentos fueron ubicados en espacios abiertos y estratégicos, algunos en plena construcción, como los alrededores del Museo o el frontis de la estación Mapocho. Y es que la mayoría de los monumentos públicos fueron instalados en la ribera sur, por lo que es sugerente es que sólo dos de ellos fueron colocados en otros lugares: el monumento de los españoles a Alonso de Ercilla, en Plaza Ercilla, frente al Parque Cousiño, y el León Suizo, en el bandejón central de la Alameda de las Delicias. 529 Pa ra la ex posición inaugural, los precios varia ban según el día ($10 pa ra la inaugura ción , $5 l os fines de semana y $2 l os días normal es). Cfr. Reyes, S. (2004) . Chile en 1910 Una mira da cultural en su Centena rio. Santiago, Chile: Suda mericana, p. 297. 530 Tomo la expresión “pedagogía de las estatuas” de A. Gorelik, La grilla y el parque, op. cit., págs. 206 -207. 278 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 88. Nuevas protagonistas en el espacio público, 1915: curso de idiomas para mujeres, que debido a la falta de salas, se instaló en la escalinata del Museo de Bellas Artes. Se advierte en ellas un vestuario más bien ligado a la clase alta santiaguina. Fig. 89. Otro grupo de mujeres en el parque Forestal: vista desde el Museo de Bellas Artes hacia el poniente, c. 1915. Compárese además el diseño paisajístico –una vía central y dos laterales- con la figura 85, que muestra otra perspectiva del mismo. 279 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS La respuesta para estas ubicaciones puede estar en los propios arquitectos e ingenieros de la época del centenario. En una entrevista publicada en El Mercurio en 1912, el Inspector General de Arquitectura de la Dirección de Obras Públicas, Carlos Carvajal, manifestó su opinión sobre el mobiliario urbano y los espacios públicos, aplicables a la estrategia de emplazamientos monumentales para el centenario: “Es fundamental que los monumentos figurativos o estatuas, no deben colocarse en el centro de los espacios libres, sino en sus lados o alrededores, con la condición de que tengan espacio suficiente para la mirada del espectador. El centro debe destinarse mejor para obras arquitectónicas, fuentes, columnas o edificios monumentales como bibliotecas, escuelas de Bellas Artes. Esta disposición crea un equilibrio artístico, cierra el cuadro y evita la división del conjunto decorativo”531 Hasta el centenario, la existencia de estatuas públicas urbanas no era extraña, pero sí minoritaria y se centraba básicamente en la febril actividad de la intendencia de Vicuña Mackenna.532 Por otra parte, el borde sur mapochino sólo contaba con la pirámide conmemorativa de la canalización (1892). Y es que los lugares preferentes para aquellas construcciones eran dos: el cerro Santa Lucía y la Alameda de las Delicias, especialmente en las cercanías del Palacio de la Moneda y la Universidad de Chile. El promontorio era sede de las numerosas esculturas públicas inauguradas por Vicuña Mackenna, mientras que los monumentos a San Martín, Bulnes, O‟Higgins, Portales, Andrés Bello y, finalmente, a los hermanos Amunátegui, conformaron el paisaje escultórico público de la Alameda entre finales del siglo diecinueve e inicios del veinte. El monumento a Montt y Varas, en tanto, estrenado en 1904, amplió el radio conmemorativo al entorno del Congreso Nacional, que contaba con una antigua escultura en homenaje al incendio de la iglesia de la Compañía. Aún más lejano en términos territoriales fue el monumento a la Inmaculada Concepción (1908), en la cumbre del cerro San Cristóbal, entonces una enorme colina sin vegetación. 531 “Transforma ción de Santiago”, El Mercurio, 17/6/1912. 532 Esta fiebre constructiva escultórica del centena rio fue patente también, a una escala mayor, en urbes como Buenos Aires y Ciu dad de Méxi co. Sobre esta última , M. Tenorio Trillo, “1910 Mexico City”, citado. A rango na cional, una buena muestra es la ciudad de An tofagasta , en cuya céntrica Pla za Col ón –símil de la Plaza de Armas de Santiago- fueron estrenados tres monumen tos para el centenari o: de la colonia británica, de la eslava y de la española . 280 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Por ello, no es sorprendente que, como se dijo, el grueso de los monumentos haya sido ubicado en el margen sur del río, específicamente en el perímetro del Forestal. El de los italianos fue colocado en donde hoy se ubica la Plaza Baquedano; los otomanos, frente al Mercado y la Estación en construcción; la Fuente Alemana, en el extremo oriente del Parque Forestal, y el monumento de la colonia francesa, en la Plaza Francia, frente al Palacio de Bellas Artes. Pero también se inauguraron primeras piedras de estatuas – algunas nunca concretadas- en otros lugares santiaguinos, que evocaban a los “padres de la patria” o a la gesta independentista, como a Camilo Henríquez en Plaza Brasil o a José Ignacio Zenteno, en San Diego. Esto se complementó además con una “Exposición Histórica del Centenario”, en el Palacio Urmeneta. En definitiva, explicarse y monumentalizar el pasado fueron clave en el centenario; desde esa perspectiva y como se dijo, el lugar de las estatuas cobró una dimensión pedagógica con un vigor pocas veces visto en la ciudad.533 Los cuatro monumentos instalados por las colonias fueron colocados en espacios lo suficientemente amplios y visibles como para tener un efecto en el paisaje urbano.534 Fue el caso del donado por la colonia italiana, entregado al público el 20 de septiembre de 1910, y cuya colocación en el centro de la Plaza Colón fue autorizada por el Alcalde de Santiago, Ignacio Marchant. Sus impulsores, a nombre de toda la colonia, fueron tres: Valentín Schiavetti, Pedro Corti y Enrique Banchieri. 535 El primero, en rigor, tuvo el liderazgo de la obra; perteneciente a una de las familias italianas más importantes del país, dueña de casas comerciales en varias ciudades, molinos con tecnología de avanzada y fábricas de productos lácteos y aceites. 536 El emplazamiento del monumento en plena Plaza Colón es una muestra del reforzamiento de su carácter sub-céntrico, impensado para Vicuña Mackenna (quien lo entendía, desde luego, como camino de cintura oriente), y que en 1912 sería complementado con la estación Pirque. 533 Sobre los mon umentos y l os a ctos de inauguración, ver, entre otros: “El monumento de Italia ”, “El monumento a Camil o Henríquez”, “Monumento a la In dependen cia” y “El monumento a Zenten o”, en Zig -Zag, 24/9/1910; “El monumen to de los fran ceses”, Zig-Zag, 31/9/ septiembre de 1910. Otra escultura pública donada para el centenario fue la del gobierno argentino, puesta en calle Agustinas frente al Teatro Municipal. Extrañamente, el libro de Soledad Reye s, Chile en 1910, op. cit., no entrega in forma ción sobre estas inaugura ciones. Cabe desta car, finalmente, que esta sección es fuertemente tributa ria del libro de L. Voionmaa, Escultura pública . Del mon umento conmemora tivo…, citado. 534 Hubo un quinto que, como se verá, fue el único que respondió al impulso estatal, y que n o tuvo rela ción ni con el centenario ni con las col onias extranjeras. 535 Al caldía Municipal de Santiago a Intendente, 17/3/1910, Intenden cia de Santiago, vol. 348, ma rzo 1910. Esto refuta la versión del buen libro de Voionmaa, respecto a que la idea del monumen to fue de la Fundición Roberto Negri. Cfr. Santiago 1792 -2004…Guía pa ra el visitante, op. cit., p. 27 . El monumento de los italianos estuvo en el centro de la Plaza hasta 1928, cuando f ue puesto en su luga r la estatua ecuestre al general Manuel Baquedano. 536 Estrada, B. (1993) . “Pa rticipa ción italiana en la in dustrialización de Chile. Orígen es y evolución hasta 1830”, en Estrada, B . (ed.), Presencia italiana en Chile .Valpa raíso, Chile: Eds. Universita rias de Valpa raíso, p. 111. 281 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Este monumento podría entenderse, tal como el Palacio de Bellas Artes y la urbanización del barrio parque Forestal, como un hito en la expansión urbana hacia Providencia; además de portar un fuerte sentido para la población, que cambió el nombre de Plaza Colón a Plaza Italia. El monumento de la colonia otomana en tanto, consistió en la primera piedra de un busto del héroe de la independencia Manuel Rodríguez. Fue entregada al público el 22 de Septiembre, en la plaza que enfrentaba el acceso a la Estación Mapocho -aún en construcción-, plaza bautizada igual que la estatua. El acto de inauguración revistió las típicas ceremonias usadas entonces: presencia de escuelas primarias, canto del himno nacional y discursos. En esta ocasión, sin embargo, se advierte una pequeña diferencia: de las esculturas públicas entregadas para el centenario, fue la única que tuvo una ceremonia a cargo de lo que podríamos llamar una mesocracia urbana; ceremonia radicalmente disímil a, como veremos, la elitista inauguración de la Fuente Alemana. En efecto, el acto de los otomanos tuvo la participación de las escuelas públicas del primer distrito y de otras tres llamadas “Manuel Rodríguez”, pertenecientes a la Sociedad de Instrucción El Porvenir. Más sugerente aún es que, sin la presencia del (Vice) Presidente de la República –pero con la asistencia del ministro de Industria y Obras Públicas- los oradores fueron el diputado demócrata Malaquías Concha y el presidente del comité organizador sirio, Abraham Ahues. Concha era un político emblemático del popular Partido Demócrata –nada menos que su fundador- pero que se había integrado paulatinamente a las más altas esferas del poder.537 Ahues, por su parte, representaba a una colonia permanentemente discriminada en Chile, incapaz de competir en términos de referente inmigratorio y cultural con los franceses, italianos o alemanes, todos ellos también donadores de monumentos para las fiestas de 1910. 538 537 Fue congresista sin interrupción entre 1900 y 1921 y llegó incluso a integrar la comitiva que acompañó a Pedro Montt a Buenos Aires pa ra las fiestas del centena rio argentino en ma yo de 1910. A. de Ra món , Biogra f ías de chilen os, I, op. Cit., p. 284. 538 El Diario Il ustrado, 23/9/1910; El Mercurio, 23/9/1910. Este planteamiento discute por tanto la visión fatalista y no funda mentada de Sol edad Reyes, pa ra quien durante la cel ebración del centenario, “no había espacio pa ra l os sectores sociales emergentes, como era el caso de la clase media o de l os sectores obreros”. Cfr. Chile en 1910, citado, p. 20. Cabe también di scutir el uso del con cepto de „clase media‟, cuando en rigor estaba a ún en forma ción : sería más pertin e nte hablar de „capa s medias‟. Sobre la discriminación a la col onia otomana, véase a Reboll edo, A. (1994) . “La „turcofobia ‟: discriminación antiárabe en Chile, 1900 -1950”, en Historia, 28. Santiago, Chile: Pontificia Universidad Católica . 282 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO El León de los italianos: sus símbolos, como en otros monumentos, apuntan a la fiereza (el león y su corpulenta melena), así como la iluminación y el progreso, representados en el hombre alado portador de una antorcha. Las imágenes nos muestran además otras funciones o apropiaciones del León: Fig. 90. Aumento de la centralidad (c. 1912): la formación de la plaza Colón y su vínculo con la estación Pirque. Fig. 91. Señalando la dirección de crecimiento urbano (c. 1912): expansión hacia el oriente (Providencia). Nótese al fondo de la imagen la cúpula de la iglesia de Seminario. Fig. 92. Utilidad como marca en un espacio público de gran circulación, debido a la convergencia de dos de las principales avenidas de la ciudad (Delicias y Vicuña Mackenna). Adviértase la existencia de árboles en la ribera sur del Mapocho, especie de primera continuidad del Forestal. 283 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS En virtud de tan céntrico emplazamiento, el nuevo espacio público reunía diariamente una gran cantidad de personas, siendo soporte de espectáculos masivos cotidianos, cuestión p<arecida a lo que sucedía con el parque Forestal o el Centenario. Sus usos podían ser, por ejemplo, pequeños espectáculos circenses o de entretenimiento. En 1918 por ejemplo, se informó de la concesión municipal a Daniel Neira, “para dar dos espectáculos públicos, consistentes en ejercicios de fuerza y resistencia, uno en la Plaza Otomana el domingo 14 del presente y el otro en la Plaza de la Estación de Pirque a las 3 y media p.m. del mismo día, no entorpeciendo el tránsito público”.539 En consecuencia, la Plaza Otomana se convirtió en un hito urbano por su creciente centralidad y fácil acceso. Sin embargo, a inicios de la década del veinte fue retirada la estatua a Manuel Rodríguez, siendo bautizada como Plaza Venezuela, denominación que tendría por varias décadas y que haría olvidar los afanes de la colonia siria por dejar su impronta en el espacio urbano. Importante es que, con excepción de la Fuente Alemana, no hubo debates sobre cómo y dónde debían instalarse los monumentos. El de los franceses pareciera llevar esa tendencia hasta el límite: fue inaugurado en la plaza Francia perteneciente al parque Forestal, esto es en la vereda oriente de calle José Miguel de la Barra, frente al Palacio de Bellas Artes. Este último, como hemos dicho, un paradigma de la civilización y de la cultura europea, fue al parecer el lugar indiscutido para la estatua pública de la colonia más influyente en el plano cultural. Sin ir más lejos, el día de su inauguración ocho meses después del centenario- la mayoría de los participantes oficiales eran franceses y solo hubo dos chilenos: un representante del Gobierno Local y el ex intendente Enrique Cousiño en su rol de presidente del Consejo o Comisión de Bellas Artes. Esta última presencia, sumada a que luego del acto los asistentes fueron agasajados con una copa de champagne en el Museo, resulta clara sobre la conexión temática y espacial entre la estatua y el edificio. En esa senda, no es sorprendente que el embajador de Francia, Paul Despréz, haya pronunciado íntegramente un discurso en su idioma, siendo la única colonia extranjera que se permitió tal cosa. De esta manera, como pocos monumentos de la banda sur, se logró una triangulación entre el artefacto edificio (el Museo), el parque como referente verde y el monumento como pedagogía estética y cultural. En cuanto a su diseño, del 539 “Espectáculos públicos”, Gaceta Municipal , órgano oficial de la I. Municipalida d de Santiago, 1918 -1919. Año I, N° 6, 20 julio de 1918, p. 7. 284 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO monumento fue una severa pirámide de piedra verde, cuya cara principal exhibía una escultura de bronce, representando a un ángel que expresaba la libertad y la glorificación de la república. En el bajo relieve de su parte posterior se anotaron –cuestión inédita para las otras esculturas donadas por colonias- los nombres de franceses destacados en su paso por Chile: Gay, Monvoisin, Frezier, entre otros. Su autor, en tanto, fue quizás lo único de pertenencia chilena, ya que se encargó al consagrado Guillermo Córdova (fig. 93).540 Pero sin duda el monumento de la ribera sur que tuvo mayor repercusión mediática fue la Fuente Alemana, en el extremo oriente del parque Forestal. Donada por la colonia de ese país, correspondió a la escultura pública de mayor impacto urbano de las cuatro que hemos mencionado. Fig. 93. Ala derecha, maqueta del monumento de la colonia francesa a Chile, ubicada en el parque Forestal frente al Museo de Bellas Artes, 1910. Consiste en una columna central cuadrangular, con varias figuras humanas expresan motivos relacionados con las libertades republicanas, en especial una mujer desnuda y alada en bronce. También hay un gallo, símbolo de la patria revolucionaria, y un minúsculo gorro frigio, símbolo del hombre libre. A la izquierda, los representantes franceses y chilenos bebiendo champagne en el Museo. 540 “Entrega oficial del monumento de la colonia francesa”, El Mercurio, 8/5/1911. Córdoba con struyó también el relieve del front is del Museo de Bellas Artes y fue un o de l os discípulos de Nicanor Plaza, además de ser en viado en varias oca siones a Europa po r el estado chilen o. 285 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Probablemente por su ubicación estratégica (a un costado del camino de cintura oriente y del río; vecina de la recién inaugurada estación Pirque; a pocos metros de la Alameda de las Delicias; cercana al cerro San Cristóbal), el monumento de los alemanes se convirtió al poco tiempo en un ícono del Forestal, quizás sólo superado por el Museo, pero en ningún caso por la estatua de los franceses. Por ello, la instalación de la Fuente Alemana suscitó un extenso debate respecto a su ubicación: según Liisa Voionmaa, aún antes de estar lista, algunos medios de prensa y hombres públicos propugnaron que debía estar en la Plaza de Armas, reemplazando al antiquísimo monumento a la Libertad Americana.541 La Comisión de Bellas Artes, presidida, como hemos dicho, por el ex intendente Enrique Cousiño, fue uno de los protagonistas destacados en aquel debate. Profundizando en lo enunciado por Voionmaa, fue esa Comisión la que intervino en la discusión debido a la decisión inicial del intendente Pablo Urzúa de ubicar el nuevo edificio de la Biblioteca Nacional en el extremo oriente del parque Forestal. En ese contexto, la intervención de la oficina de bellas artes no era antojadiza: según la ley, dicha Comisión estaba obligada a informar a las autoridades sobre la estética de los paseos y monumentos públicos, y ya había expresado en varias oportunidades su negativa a la colocación de nuevos edificios en los espacios libres de aquel parque. La Comisión rechazó la instalación de la Biblioteca por dos motivos: primero, taparía el frontis de la Fuente Alemana, y segundo, obstaculizaría la bajada de las aguas de la fuente; afectando en ambos casos la belleza del paseo.542 Sin duda, esta opinión estaba en consonancia con la ya citada propuesta del Inspector General de Arquitectura, Carlos Carvajal, quien desde su cargo ministerial expresaba ese mismo año que era esencial que las estatuas o monumentos figurativos debían colocarse en los alrededores de los espacios libres y no en el centro, priorizando la mirada del paseante. 541 L. Voionmaa , Santiago 1792-2004…, vol . 2, citado, p. 92. Finalmente, el Intendente decidió a mediados de 191 2 ubica rla en el pa rque Forestal; decisión basa da en el control que ese órgano tenía sobre las riberas del Ma pocho y que ya hemos señalado en otras secciones de esta tesis. 542 Comisión de Vigilancia del Pa rque Forestal, “La ubicación de la Biblioteca Na cion al . Su con strucción en el Pa rque Forestal ” [Nota de la Comisión al Intenden te de la provin cia], en La Mañana, 6/7/1912. La Biblioteca Nacional fue comen zada a construir en 19 13 en el antiguo con vento de las Monjas Cla ras, esto es, en la Alameda de las Deli cia s, a un costa do de la pla za Vicuña Mackenna y a pocos metros del cerro Santa Lucía . 286 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Estos argumentos fueron esgrimidos también por un protagonista ya mencionado más arriba: la Comisión de Vigilancia del Parque Forestal. Bajo la dirección de Luis Larraín, Darío Zañartu, Paulino Alfonso –el mismo que impulsara la construcción del parque- y Ramón Luis Ortúzar, el organismo privado presionó también porque la Biblioteca no fuera instalada en el extremo oriente del Forestal. Más sugerente es que el propio Intendente Urzúa había solicitado la opinión de la Comisión para informar sobre la mejor ubicación del monumento; “y, tomando en cuenta su magnitud, su mérito escultórico, su alto significado, y la necesidad de corresponder, en cuanto de nuestra patria dependiera, a la gentileza de una gran nación poderosa y amiga, creímos deber señalar para la erección de ese monumento la mejor de las colocaciones posibles, en el término y en la parte más elevada del Parque Forestal”.543 La Comisión de Vigilancia concluyó indicando que Urzúa había aceptado aquella propuesta, decisión inteligente ya que esas mejoras, “harían de aquella localidad, favorecida por las vistas de la cordillera, del Cerro de Santa Lucía, del San Cristóbal y, dentro de poco, de la fuente alemana, la más hermosa localidad urbana de Chile […]”.544 Una vez más, por tanto, cabe constatar que la voluntad pública de instalación de monumentos en la ribera sur del Mapocho, fue impulsada en gran medida por iniciativas privadas. En el caso de la Fuente Alemana, estas se basaban en ideales de belleza basados en vistas urbanas de tres accidentes geográficos de diversa escala: la cordillera, el San Cristóbal y el Santa Lucía. Inevitablemente, aquellas propuestas privadas tenían dos orientaciones no excluyentes: reforzar la centralidad y aumentar la plusvalía del sector.545 Concluida la operación de higienización, comenzará entonces una incipiente expansión que podemos calificar como los inicios de los ideales estéticos para la suburbanización hacia el oriente de Santiago, específicamente a Providencia. Ahora bien, la inauguración de la Fuente Alemana, en octubre de 1912, fue un acto masivo, pero elitista: según El Mercurio, cinco mil personas (“todas invitadas, en su mayoría familias alemanas de Santiago y provincias”), llegaron hasta el parque Forestal. Allí también estaban congregadas un gran número de “familias chilenas” que, por cierto, no eran cualquier tipo de 543 Idem. 544 Comisión de Vigilan cia del Pa rque Forestal , “La ubica ción de la Biblioteca Nacional. Su construcción en el Parque Forestal”, citado. El én fasis es n uestro. 545 Sobre esto último, nótese el siguiente párra fo referido a la nueva Biblioteca Na cional y que finaliza la n ota ya citada : “Excu sado casi n os parece agrega r que esa ubicación despierta general resisten cia entre l os vecin os, que han conservado o a dquirido sus propiedades en la inteligen cia de que el Parque Forestal n o será disminuido mediante la con strucción de nuevos edificios”. 287 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS familia, sino estrictamente aquellas “distinguidas”. La policía, en tanto, impidió el acceso “al numerosísimo público que había acudido allí ansioso de presenciar la ceremonia”, lo que revela la situación sub-céntrica de la Fuente ya aludida y también una continuidad con las restricciones al uso del propio parque Forestal vividas durante los diez. Es más, en el acto ni siquiera hubo escuelas públicas, como usualmente ocurría en ese tipo de situaciones. A las tres de la tarde arribó el Presidente Ramón Barros Luco con sus ministros, siendo recibidos por el intendente Pablo Urzúa, el rector de la Universidad de Chile, Domingo Amunátegui Solar –cuestión infrecuente en este tipo de actos- y por miembros de la colonia alemana. Rodeando el monumento, hacían “guardia de honor” representantes de las más diversas agrupaciones de inmigrantes alemanes: clubes gimnásticos, bomberos, delegaciones de clubes sociales y de filarmónicas de Santiago, Valparaíso, Osorno, Puerto Montt, Valdivia y otras ciudades. Finalmente, y luego de los discursos, el cónsul de Alemania en Valparaíso entregó el monumento “a la ciudad de Santiago”.546 Para El Mercurio del día siguiente a la inauguración, el monumento representaba “el desarrollo de la República” (fig. 94). La ocasión, evidentemente, fue un acto propicio para celebrar la confraternidad alemana-chilena, importante sobre todo por la participación del país europeo en la educación militar y física de las instituciones nacionales. Es conveniente subrayar esa representación de lo alemán en la ciudad, ya que en el acto casi no hubo referencias al centenario de la independencia chilena, que en estricto rigor era la causa de la celebración. En tanto, la única escultura pública del borde-río que respondió a iniciativa y financiamiento estatal, fue el monumento al Cuerpo de Bomberos. Emplazado frente al costado sur del Museo, su colocación en la esquina de Santo Domingo y Parque Forestal (Ismael Valdés Vergara) se efectuó con fondos municipales aprobados en 1913. Aparentemente basada en un ensalzamiento urbano de ideales de filantropía (la conmemoración de los cincuenta años del Cuerpo de Bomberos), plasmó como monumento a una organización vinculada al mundo laico, radical y masón, en histórica rivalidad con los poderosos grupos conservadores y católicos, tan caros a la construcción del estado en Chile. La escultura, inaugurada sólo dos años después, representó a un bombero llevando en su espalda a una víctima de incendio. Aunque no se esgrimieron los argumentos del por qué de su 546 “Inaugura ción de la Fuente Al emana”, El Mercurio, 14 /10/1912. 288 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO ubicación, sí estaba claro que esos espacios residuales podían ser resignificados por su centralidad, convirtiéndose así en espacio público. Fig. 94. La Fuente Alemana, c. 1916. Su composición tiene numerosas alegorías, quizás las de mayor número de todos los monumentos donados para el centenario: la República, representada en la mujer sentada en el borde; la figura mitológica de Mercurio, dios del comercio, en la popa, y la de Neptuno, dios del mar, en el agua. La República corresponde al Estado de Chile, con una hoja y una corona en su mano izquierda y derecha, respectivamente. Otras figuras importantes, son el hombre que está al centro y sostiene el peso de la vela, así como un minero, encogido y agachado por su dura labor. Hay también dos mujeres, una de ellas con un cocodrilo a sus pies, animal que personifica a América. En este afán de centralidad resaltan dos aspectos: el primero es el responsable de su orden figurativo. Para realizar la obra, hubo una convocatoria a concurso público y la posterior elección del proyecto del escultor Antonio Coll y Pi, quien para el centenario de la independencia había creado el monumento a Ercilla.547 Es altamente probable que se buscara una cierta visión de conjunto, con el Palacio de Bellas Artes, ya que Coll y Pi había sido el autor del hall principal de aquel edificio. Para entonces, tenía una condición de artista estatal: contratado para ocupar el cargo de profesor de Dibujo Ornamental y Pintura en la Escuela de Artes (1906), trabajaba también en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile. La labor de Coll y Pi se amplió a proyectos urbanos, como la entrada norte al cerro Santa Lucía, de mediados de la década del diez. Se 547 Las propuestas para efectua r el mon umento, sin mencionar a Coll y Pi, en 68ª y 69ª sesión ordina ria, 12 y 17 de Diciembre de 1913, Municipalidad de Santiago vol. 449 (Actas) , 1913, fjs. 371 y 377. 289 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS trató –si se permite la comparación- de un Emilio Jecquier de la ornamentación pública.548 Fig. 95. Monumento a los bomberos, costado sur del Museo de Bellas Artes, c1915. Representación del sacrificio y altruismo, con la figura del bombero impecablemente vestido – con medallas incluidas- rescatando a una víctima. La base de la obra, en su cara principal, tiene al escudo de la ciudad, con la leyenda “Mapocho”. Por otra parte, se advierte su colocación en un espacio primado dentro del sector aledaño al parque Forestal: nótese la construcción de la derecha, de cuatro pisos y en estilo beaux-arts. Un segundo aspecto en ese reforzamiento de la centralidad mapochina –y no solo de la ladera sur- fue un signo, autoría que no es del todo clara que correspondiera a Coll y Pi. Se trata de un escudo existente en su pedestal, escudo que desde 1900 comenzó a ser el emblema municipal de la ciudad y que, a grandes rasgos, era el dibujo de un río con la palabra “Mapocho” en su parte inferior (figs. 95 y 96). Esta asociación entre el torrente y la representación oficial de Santiago fue algo instalado a partir del siglo XX, pero que recién sería propagado por el Municipio desde mediados de los diez y permite reforzar la idea de un Mapocho reconvertido. Es sugerente pensar esta reconversión que estimula al río como una representación de la imagen de ciudad y no necesariamente sólo como un problema para su desarrollo, pese a que las inundaciones no estaban del todo desterradas. A propósito de aquel emblema, en 1917 el argentino Emeterio Lautre señaló que “El culto al Mapocho se exterioriza en el escudo que campea en casi todos los sitios públicos de la ciudad, cuyo cuartel superior está ocupado por montañas –los 548 Fue además autor de las cariá tides del Pala cio de l os Tribunales de Justicia (1912). 290 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Andes sin duda- y el inferior por un curso de agua con una inscripción que dice „Mapocho‟”.549 En consecuencia, si a la Fuente sumamos los monumentos de los otomanos, italianos y franceses y el de homenaje municipal a los bomberos, se aprecia un emplazamiento que abre en el poniente con el primero, cierra en el poniente con el de Italia, y que refuerza al Forestal y la presencia del Museo público con los tres restantes. Si se observa el panorama contrastándolo con el Mapocho urbano poniente, se ve que esta serie de nuevas construcciones se instalaron en la parte más céntrica del borde sur: el parque Centenario, por ejemplo, no albergó escultura pública alguna. En consecuencia, esos cuatro monumentos, pese a las apariencias de uniformidad en aquellas donadas por colonias extranjeras, tuvieron algunas diferencias. En definitiva, la referencia a esculturas públicas en la banda sur se liga no sólo a valores estéticopedagógicos, sino a la inserción de este nuevo espacio urbano en la ciudad. En este panorama de sucesivas construcciones, conviene sintetizar la edilicia pública (y semi-pública) levantada por el estado en la banda sur: Cuadro 1 P RINCIPALES EDIFICACIONES PÚBLICAS EN LA RIBERA Fig. 96. El escudo oficial de la ciudad en la portada del libro Santiago en 1910, con la representación del río y la cordillera y la inscripción “Mapocho” junto a un laurel de victoria. Es el mismo escudo utilizado en la base del monumento a los bomberos (1915) y sintetiza semánticamente una idea del río domesticado e incorporado –a la par de los Andes- como símbolo estético a la ciudad. SUR (1887-1917)550 Cárcel Pública 1887 Canalización del Mapocho 1888 Puentes metálicos 1892 Parque Forestal 1895 Museo y Escuela de Bellas Artes 1910 Monumento de la colonia italiana 1910 Monumento de la colonia francesa 1910 Primera piedra del monumento de la colonia otomana 1912 Monumento de la colonia alemana 1912 Estación Pirque 1912 Estación Mapocho 1914 Monumento al Cuerpo de Bomberos 1915 549 Lautre, E. (1917) . Chile. Notas, c omenta rios y observa ciones de un viajero. Buen os Aires, Argentina: Bolíva r, p. 74. 550 Las fechas son de inauguración. Incl uimos a la estación Pirque por su importancia para la ribera sur y el Camino de Cintura Oriente (Pío IX) . 291 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS 4.4. El cerro Santa Lucía y la conexión entre la ribera sur y la Alameda de las Delicias La antigua ribera sur, desde donde salían en la colonia las acequias para el riego de la ciudad, tenía „vegas‟ o terrenos hundidos, aprovechados por el paisajista Dubois para el diseño del parque Forestal. Si la conexión de este último con la naciente urbanización estaba asegurada por usos basados en la idea de recreación y goce de la naturaleza en la ciudad, la anhelada conectividad con la Alameda de las Delicias, fue mucho más compleja. Fundamentalmente por la presencia del cerro Santa Lucía, que bloqueaba el acceso directo y que además, era la finalización del centro y el comienzo del barrio del Tajamar, especie de suburbio oriente dentro del “camino de cintura” propuesto en 1872. No está de más referir, aunque sea brevemente, sobre el rol del gran peñasco convertido en parque público en la estructura de la ciudad. Sin duda, era reconocido como el parque público que mayor admiración provocaba entre los extranjeros y provincianos y, quizás, el que más orgullo suflaba en los santiaguinos.551 Desde su inauguración en 1874, por el Intendente Vicuña Mackenna y su equipo de trabajo, el remodelado cerro significó nada menos que la integración a la ciudad de un obstáculo geográfico para el que se desarrollaron numerosas guías descriptivas (“manuales de uso de una metrópoli futura” en palabras de Gorelik552) y al que, con el tiempo, se le construyeron caminos, senderos e incluso un teatro y un ascensor. Acogió también a muestras artísticas y técnicas, como la exposición nacional de 1877, y se convirtió en un punto de referencia obligado para los visitantes de provincia y el extranjero, quienes desde sus terrazas podían contemplar la ciudad.553 551 Aspectos de esta admira ción en P. Gross, A. de Ramón y E. Vial , op. cit., p. 149. 552 Hemos ocupado esta cita en la introducción , pero la reiteramos: A. Gorelik, La grilla y el parque, cita do, p. 152. Én fasis en el original . 553 No hemos profun dizado en un tema importante: el acceso al Santa Lucía fue mayorita riamente restringido a las capas altas de la socieda d. Recordemos, entre otros antecedentes, que en 1892 el Consejo Superior de Higiene Pública solicitó al Municipio de Santiago a que declarase gratuito el ingreso al Parque Cousiñ o y al cerro Santa Lucía “pa ra que el puebl o pueda con currir a estos paseos siempre que lo desee”. Sesión 19ª extra ordinaria , 21/10/1892. En Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipal idad de Santiago. Tomo tercero. Segundo semestre de 1892. Santia go, Chile: Impr. Ba rcelona, 1893, p. 107. Véase también el libro de M. Vicuña, El Pa ris americano, cit., p. 49. 292 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Con todo, un tema fundamental era que el cerro no estaba aislado: decenas de viviendas –incluso escuelas públicas- estaban construidas en su contorno, mirando a calle Santa Lucía al oriente y la calle del Cerro, al poniente. La figura 99 nos muestra un aspecto de esta situación; la fotografía, tomada probablemente frente a Huérfanos, muestra una vivienda antigua pegada al muro de concreto del cerro, a la que se accedía mediante una escalera surgida desde una estrechísima vereda. Fue recurrente desde entonces la existencia de propuestas para el aislamiento del cerro. El proyecto de Bertrand, a nombre de la Dirección General de Obras Públicas (1895), lo incluía como una de sus medidas fundamentales, “convirtiendo desde luego la calle de Bretón en una Avenida que sirva de conexión entre la del Canal y la Alameda de las Delicias”. 554 A su vez, Valentín Martínez, aunque no habló del aislamiento, en su Proyecto de desagües de 1893 circunscribió la red de desagües a la “zona central” de la ciudad, es decir, “entre el cerro Santa Lucía, río Mapocho, Alameda de Matucana y de las Delicias” (fig. 99). 555 En rigor, la propuesta de 1895 -elaborada por Alejandro Bertrand- fue decisiva en la conformación de una mirada del Estado sobre un Santa Lucía en vinculación vial y estética con el Mapocho. Dicho de otro modo, en la ratificación de la ribera sur del Mapocho como centralidad y su vínculo en la expansión hacia Delicias. Se iniciaron así estudios para el aislamiento del cerro, encabezados por el Gobierno Local; pero fue sólo la inauguración de nuevas entradas al cerro, entre 1902 y 1918 –y que, en buena medida, lo caracterizan hasta hoy- lo que dio pie para impulsar el aislamiento del Santa Lucía. En 1903, los regidores señalaron que “Este proyecto que realizaría una de las medidas de embellecimiento del cerro Santa Lucía y de la ciudad, se encuentra paralizado en su ejecución; y sería de desear que el señor Intendente y el señor Alcalde le dedicaran su empeño para llevarlo a la práctica cuanto antes”. A ello agregaron una razón económica, como la plusvalía: “a lo menos en parte habrá que realizarlo, y ya se comienza a especular con esta necesidad local”.556 A esto se sumó un afán estético ligado 554 Dirección General de Obras Públicas, Proyecto de transforma ción de los barrios al edañ os al Ma pocho, 1895, op. cit. Véase también el segundo ca pítul o. Son va rios l os textos de esos años que estudian y promueven las bon dades del cerro. Entre ellos: Soto, S. ( 1890). Historia y descripción del Santa Lucía: (Huelen guala): 1540 -1890. Santiago, Chile: Impr. de El Correo; Eberhardt, E. (1910). Album-guia del Cerro Santa Lucia, Santiago: descripción e historia compl eta de este pa seo. Santiago, Chile: El autor; Pra do Ma rtínez, A. [ed.] (1901) . El Cerro Santa Lucía: historia y descripción de este Paseo en sus distintos períodos: el Huelén pr imitivo, su transforma ción, su esta do a ctual . Santiago, Chile: Impr. Esmeralda . 555 V. Ma rtínez, Proyecto de desagües pa ra la zona central de la ciudad de Santiago, citado, p. 6. Véa se también el segundo capít ul o. 556 Bol etín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalid a d de Santiago. Tomo XVII. Del 1 de en ero al 31 de julio de 1903. Santiago, Chile: Imprenta Ba rcel ona, 1904, p. 279. 293 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS con la preocupación por la mirada de los extranjeros. En una ciudad que habituaba a mantener por años las ruinas de los edificios demolidos, o incluso de las obras finalizadas –la canalización del río cabría en esta última situación- la visita de los marinos brasileños comandados por el Almirante Barroso llevó al alcalde a referirse “al edificio en ruinas del antiguo cuartel de Ingenieros Militares ubicado al lado poniente del Cerro Santa Lucia, paseo que sin duda será visitado y admirado por los distinguidos huéspedes”. El edil solicitó entonces su remoción, ya que “los escombros del edificio de que se trata son un borrón en la Alameda de las Delicias y producen un aspecto feísimo que resalta por hallarse al costado del Cerro de Santa Lucía”.557 557 Alcaldía Municipal a Intendencia , 22/4/1903, Intendencia de Santiago, volumen 232, abril 1903. 294 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 97. “Casa de la Administración del Cerro, calle Santa Lucía”, 1901. Se aprecia el bloqueo visual del cerro, producido especialmente por la construcción de dos pisos. Se advierte además, a su costado derecho, la existencia de una muralla de piedra y reja que permitía una limitada contemplación del promontorio. En su Memoria de 1906, el Administrador del promontorio citó sus propias palabras, expresadas en la cuenta del año anterior: que la nueva entrada por Tres Montes (José Miguel de la Barra) era “de capital importancia para el embellecimiento del Cerro, y que se relaciona de una manera directa con el proyecto de transformación de Santiago, porque contribuiría a la reunión de la Alameda con el Parque Forestal”.558 El proyecto estaba estancado en el Senado, y tres años después la Municipalidad solicitaba al mismo no sólo recursos para la nueva entrada por Tres Montes, sino “que el saldo de los fondos de expropiaciones urbanas de Santiago, sean destinados exclusivamente a expropiaciones alrededor del Cerro Santa Lucía”. 559 Quizás el hecho más trascendente en pos de ese objetivo fue la apertura de Huérfanos hasta llegar a Bretón, durante la alcaldía de Eduardo Edwards 558 Boletín de Actas y Documentos de la Mun icipalidad de Santiago. Tomo vigésimo. Del 1° de enero al 31 de Diciembre de 1905. Santiago, Chile: Impr. Barcel ona, 1906, p. 317. 559 25ª sesión ordinaria, 15/11/ 1909, Boletín de Actas y Documentos de la Municipalidad de Santiago. Tomo vigésimo cuarto. Del 1° de enero al 31 de diciembre de 1909. Santiago, Chile: Impr. Diener, 1910, p. 322. 295 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Salas. Lo que interesa destacar aquí es que el proceso de aislamiento del Santa Lucía fue crucial para la comunicación de esa área con la ribera sur del Mapocho. El proyecto del regidor municipal Jorge Dávila Ossa, presentado a la Comisión de Ornato en 1910, es claro en la formación de un corredor no sólo vial, sino peatonal, desde el parque hasta la Alameda (fig. 100). El proyecto, surgido para las celebraciones del centenario, planteaba el ensanche de Tres Montes, para en la punta del cerro por Merced dar paso a dos diagonales: una por la calle Santa Lucía –acabando con las viviendas de su borde- y una segunda que atravesaría las manzanas del oriente, llegando a la esquina de Lastarria con Delicias. 560 El que esta idea de transformación no planteara el aislamiento del cerro por la calle del mismo nombre (hoy Victoria Subercaseaux), informa algo que necesita ser remarcado: el costado poniente del Santa Lucía se vinculaba mucho más con la ciudad „propia‟ que el borde oriente. Esto es sugerente, ya que la urbanización de este último sector se había producido desde finales del siglo dieciocho. 561 Con todo, la Fig. 98. “Calle Santa Lucía, pintoresca casa antigua, por demolerse”, 1901. Probablemente tomada desde calle Huérfanos, esta fotografía permite ver la antigua vivienda y el muro de piedra del cerro, inmediatamente posterior, provocando un verdadero encierro del Santa Lucía. Esta entrada al cerro demoraría varios años en completarse. diagonal propuesta por Dávila Ossa permitía una comunicación rápida con la Alameda y eventualmente con la calle Maestranza, actual Portugal. Por otra parte, la diagonal poniente llegaría hasta la Plaza Vicuña Mackenna, posibilitando un corredor de parques públicos entre el río y la principal avenida urbana. En ambos casos, las diagonales permitían romper la trama de calles irregulares y angostas. Aparentemente único, este proyecto de transformación del abogado Dávila Ossa había sido planteado algunos años antes de manera “muy semejante” – al decir de Zig Zag- por Juan Enrique Concha, político conservador de tendencia socialcristiana y Alcalde de Santiago en 1907. Dávila Ossa estimó el costo de la intervención en una cifra enorme ($ 1.200.000), algo más de la mitad del costo del Museo de Bellas Artes (poco más de dos millones de pesos). Por otra parte, la breve nota del magazine mostró también otros dos proyectos del regidor Dávila Ossa: uno de ensanche del bandejón central de la Alameda y otro de limpieza visual del frontis de la Quinta Normal de Agricultura, hacia avenida Matucana. Resulta sugerente, por tanto, que la 560 En rigor, la calle Tres Montes había sido reba utizada como José Miguel de la Ba rra en 1909, a corde con l os ideal es republican os: de la Barra había sido un destacado int endente de Santiago en la década de 1850. Cfr. 6ª sesión ordinaria, 24/5/1909, en Bol etín de Actas y Documentos…Tomo Vigésimo Cuarto. Op. Cit., p. 129. 561 Mayores in forma ciones en Matus, Ch. (2010) . La cultura urbana y l os estilos de vida en la revitalizaci ón de un barrio patrimonial del centro histórico de Santiago. El caso Lastarria -Bellas Artes. Santiago, Chile: tesis doctoral en a rquitectura y estudios urbanos, FADEU-PUC. 296 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO conexión entre el Museo y el Santa Lucía fuera considerada tan importante como la de otros dos espacios históricos de la ciudad, creados mucho antes que el domesticado cerro y las reconvertidas riberas mapochinas. La mención a la plaza Vicuña Mackenna permite comprender a una escala mayor los nuevos edificios públicos inaugurados y en construcción durante la década de 1910. Aquella plaza fue creada en 1901 paralelamente a la nueva entrada al cerro por la Alameda, entregada al año siguiente. La historia de dicha plaza es especialmente afín a nuestro problema y nos permite respaldar la hipótesis de un período donde no se despliega mecánicamente el set de propuestas elaborado por el intendente decimonónico. Y es que la plaza fue pensada como un complemento a la nueva entrada, entendiéndolas como un conjunto arquitectónico. Sin embargo, la Intendencia pensó en construir el Museo y Escuela de Bellas Artes en la manzana liberada por la demolición de los antiguos cuarteles de Artillería. El alcalde Arce, indignado, destinó el espacio baldío –de propiedad municipal- a la rápida y repentina construcción de una plaza pública, que bautizó como Benjamín Vicuña Mackenna.562 Más allá de la anécdota, su motivo nos habla de una representación estética: la eventual edificación del Museo hubiese atentado contra la belleza del cerro. En vista de aquel suceso, el Estado siguió los consejos de Alberto Mackenna Subercaseaux, escogiendo una ubicación entonces periférica: la ribera sur del río. Ribera que, por cierto, podía ser utilizada a discreción por el poder Ejecutivo. Finalmente, el inicio de las obras de la nueva Biblioteca Nacional, en 1913, sobre lo que hasta entonces era el monasterio de Santa Clara, fue un Fig. 99. Selección del proyecto para la transformación de los barrios del Mapocho (1895). Se aprecia el despeje proyectado, incluyendo el ensanche de calles, espacios amplios frente a la “Avenida de las Delicias” y Tres Montes (hoy José Migue de la Barra), así como un escarpe verde que llegaría a Delicias con la actual Victoria Subercaseaux (antaño, calle del Cerro). corolario para la creación de un circuito pedagógico mediante el espacio público. La Biblioteca, inaugurada en 1924 y emplazada inmediatamente al poniente de la plaza Vicuña Mackenna, consolidó aquella parte del borde sur de la Alameda de las Delicias como eje en la imagen de ciudad desde la cultura de estado: un parque público de goce desde las alturas (y que incluía un teatro y varias terrazas y esculturas); una plaza que tenía un diseño sinuoso en diálogo con el cerro y entregaba una notable visibilidad de éste. Y en cuanto a los edificios, la principal biblioteca pública de la ciudad y el país, construida en añosos terrenos de la iglesia católica. Por último, el estado 562 A. de Ramón , Santiago de Chile ( 151-1991)…, op. cit., p. 176; P. Gross, A. de Ra món y E. Vial , Imagen ambiental de Santiago, op. cit., pp. 149-150. La plaza fue reforzada por el monumento a Benjamín Vicuña Ma ckenna entrega do a la ciudad el 17 de Septiembre de 1908, y que originalmente fue enca rgado a Auguste Rodin, quien entregó su pr oyecto, pero no fue concretado. Cfr. L.Voion maa, Santiago17 92-2004, op.cit, p.45. 297 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS había gestado una conexión peatonal y de tráfico motorizado entre el río y Delicias. Ese „conjunto urbano de cultura pública‟ fue, al fin, un decisivo paso para crear un sub-centro en la periferia oriente del casco histórico. Fig. 100. Proyecto presentado por el regidor Jorge Dávila Ossa a la Comisión de Ornato Municipal, 1910. El extremo norte del cerro Santa Lucía, presentó cambios similares a los descritos: desde los ideales de belleza y ornato, se estrenó para el centenario la nueva subida por la ya nombrada puntilla de Merced. Era este el sector del gran peñasco más cercano a la franja sur del río Mapocho, y el que se entendió como de urgente transformación desde antes del centenario de la independencia. Como vimos, era el espacio que el administrador del promontorio calificó en 1906 como “de capital importancia para el embellecimiento del Cerro”. El cambio urbano de este acceso produjo la destrucción de la vieja entrada, fotografiada a principios de siglo por Jorge Walton (fig. 101) y su reemplazo por escalinatas y una fuente de Neptuno. Sin embargo, la terminación de esta obra demoró años, y aún en 1915, el plano de Alcides Aray refería sin mayores detalles a un proyecto de nuevo acceso a cargo de Antonio Coll y Pi –mencionado más arriba- el escultor catalán autor del monumento a Ercilla (1910) y a los bomberos (1915), así como del hall del Museo y Escuela de Bellas Artes. 298 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 101. “Entrada al cerro por calle Tres Montes (Merced)”, 1901. La transformación de este ingreso, en el sector de Merced y Tres Montes, fue un objetivo postergado por años. Adviértase la precariedad del arco de entrada, con un estuco en mal estado y balaustradas laterales que no alcanzan a ocultar el ladrillo como material constructivo. Personajes populares complementan la visión de un espacio más bien pintoresco que refinado, lo que se oponía a la entrada al Santa Lucía por la Alameda. Aunque escuetamente, la transformación del ingreso por Merced, pero también la de la Alameda, promovió un debate en la prensa santiaguina. En una fecha algo más tardía (1915) el magazine Zig-Zag indicaba que la última “subida es una aberración, pues su construcción le cuadra tanto al cerro, como le cuadraría a una cabaña una escalinata de mármol. Nada que decir de la destrucción total del pintoresco camino que da hacia la calle del Bretón (actual Santa Lucía). Todas estas profanaciones fueron coronadas más tarde por la demolición total de la antigua subida de la calle de la Merced”. 563 Sin embargo, como se dijo, hay registros de una transformación lentamente desarrollada: en 1918 se hablaba de una “nueva subida del cerro por la calle de la Merced”, en conjunto con otra por Agustinas, es decir, por el borde poniente.564 Finalmente, el aislamiento del cerro –en todo su contorno- pese a todas las obras y propuestas, no se produjo sino en la década de los veinte: 563 Zig-Zag, 9/10/1915, reproducido en P. Gross, A.. de Ramón y E. Vial. Op. cit., pp. 150 -2. 564 Gaceta Municipal, órgan o oficial de la I. Municipalidad de Santiago, Año I, N° 2, 24 de abril de 1918, p. 9 y n° 27, 28 de diciembre de 1918, p. 5. Es sugerente la ausencia de accesos por el costa do poniente del Santa Lucía . 299 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS todavía en 1917, Ismael Valdés Valdés perseguiría su realización y conexión con el Parque Forestal y la Alameda de Las Delicias. 565 Es necesario, de todos modos, destacar su rol como uno de los trabajos prioritarios en Santiago y como parte de dos objetivos ligados entre sí: la integración de la ladera sur del Mapocho a la „ciudad propia‟ y la formación de un eje educativo de espacios públicos (el cerro en cuanto al paseo por la ciudad y la Biblioteca Nacional en la internación de pautas de cultura letrada). 4.5. La persistencia del suburbio: el espacio público en disputa Ahora bien, si recapitulamos, la ribera sur sufrió su principal cambio a partir del Museo y la Estación, acabando con el basural, abriendo una perspectiva inédita entre oriente y poniente, regularizando su trazado y generando lentamente una nueva centralidad. Si volvemos a las palabras de Eduardo Charme citadas más arriba, hacia 1900 el Estado había escogido como el tramo central de los terrenos del Mapocho aquel que iba entre Tres Montes (José Miguel de la Barra) y Bandera, esto es, entre el Museo y la Estación, dando importancia también a su conexión con el cerro Santa Lucía. Uniformidad, movilidad expedita y estética confluirían en una higienización del lugar, fase previa a su establecimiento como centralidad. Pero hacia el poniente del Forestal, en el entorno del Mercado Central y de los puentes, la regularización fue una tarea mucho más compleja, debido al menos a dos factores: las dificultades para expropiar las propiedades de la Avenida Sur del Mapocho, y la numerosa presencia de vendedores informales, kioscos y construcciones de lenta y tediosa expropiación. Los registros nos muestran que fueron dos los principales problemas para las autoridades: uno, que para estas esos vendedores hacían una competencia desleal al Mercado; dos, que eran la representación de la „ciudad bárbara‟ que se buscaba dejar atrás, tanto en lo estético como en la comunicación vial expedita. En cuanto a la gestión de este espacio, hubo además un prolongado conflicto entre el Municipio y la Intendencia sobre la concesión de permisos para establecerse allí, lo que en rigor expresaba un tercer obstáculo: la ambigua administración de las tierras ganadas al Mapocho después de la canalización. En orden a estos tres factores, creemos que 565 I. Valdés Val dés, La transformación de Santiago, citado. 300 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO podemos hablar de un espacio público en disputa; no sólo de las autoridades con los vendedores populares y de estos últimos con los del Mercado, sino de aquellas entre sí. En el capítulo tres hemos nombrado el caso del Galpón de las Zapateras, que de un costado del puente de los Carros fue movido a San Pablo y luego de la banda sur fue trasladado a la norte, buscando así evitar la competencia al Mercado. Este caso es probablemente el primero donde se evidencia que, en rigor, los puestos de venta ribereños fueron expresión de un conflicto entre el Gobierno Local y la Intendencia, y que la existencia de acuerdos entre ambos poderes respecto a los bordes del río fue algo precario. 566 Las protestas del Gobierno Local a la Intendencia, en particular en el margen sur del río, se intensificaron en el siglo veinte. En 1905, el Primer Alcalde Salas Edwards acordó “dirigirse al sr. Ministro del Interior a fin de que disponga que el sr. Intendente de Santiago haga retirar el mercado que se ha establecido en la ribera sur del Mapocho frente al Mercado Central, y que en lo sucesivo se abstenga de dar permisos para establecer ventas o puestos de abastos en las vías públicas”. 567 En aquella misma sesión, puesta en discusión la propuesta del regidor Ojeda, “manifiesta que el sr. Intendente de Santiago repetidamente ha expresado, contra lo que dispone la ley municipal, que se encuentra autorizado para disponer de las vías públicas a fin de conceder permisos para que los particulares las usen estableciendo puestos de abastos y de otra naturaleza. Conforme con esta creencia el sr. Intendente ha arrendado parte de los terrenos que hay al lado sur del Mapocho y frente al Mercado Central. Ahí se ha establecido un mercado con varios puestos, que viene a hacer competencia al Mercado Central y a cercenar las entradas municipales”.568 566 Esto también se expresaba en otros l ugares céntricos como la Plaza de Armas: “Visto l o dispuesto en el decreto de esta Alcaldía de 30 de Septiembre de 1904, que fija límites pa ra la instalación de ventas ambulantes a in media ciones de la Plaza de la Independen cia y en otras pa rtes de la ciudad, y amplia ndo las disposicion es contenidas en aquel, decreto: La Alcal día se reserva la facultad de conceder permisos en casos especiales y en algun os pun tos en que estime que no hay estorbo pa ra el libre tránsito ”. Intenden cia de Santiago, volumen 280, mayo 1906. O tro ejemplo: “Habiendo dispuesto esta alcaldía que se suspenda el estacionamiento en la vía pública de toda clase de juegos de suerte o a zar como ruletas, caballitos, cuchillos, a rgollas y ot ros análogos, ruego a US. ordene a la Policía de Seguridad que ha ga efectiva aquella suspensión, aún cuando los interesados exhibieren ta rjetas o permisos”. Alcal día Municipal a Intenden cia, 30/3/1903, Intendencia de Santiago, vol . 280, mayo 1906. 567 Sesión 87 ordinaria, 5/6/1905, Boletín de Actas y Documentos de la Mu nicipalidad de Santiago. Tomo vigésimo, cita do, pp. 59 60. 568 Idem. 301 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS La presencia de este mercado informal (fig. 102) y los conflictos en la gestión estatal continuaron al año siguiente, pero en sentido inverso: la Policía de Santiago informó entonces al Intendente sobre “las tarjetas [de] permiso concedidas por el sr. 1er Alcalde Municipal a Aurora Gómez y Arsenio Juárez, para que puedan estacionarse con ventas al lado del Puente de la Pirámide la primera y en la ribera sur del Mapocho, al lado del Puente de San Antonio la otra”. El agente de seguridad indicó que “esta Prefectura no le ha dado curso a las referidas permisos por estar ellos en contravención a ordenes dictadas por esa Intendencia que prohíbe el estacionamiento de vendedores en las riberas del Mapocho, en su parte canalizada”. 569 Ahora bien, junto con esa necesidad de una ribera despejada para el tránsito público, a estos informales se les consideraba intrínsecamente ligados a las cantinas y burdeles de aquel sector. En otras palabras, se les consideraba carentes de higiene. Esto marca un alejamiento definitivo de la ya referida visión pintoresca de aquel sector, tan cara a las clases altas de mediados del siglo diecinueve. Y convendría enfatizar, para efectos de esta tesis, que esto era más complejo en una ribera más céntrica y cercana al caso histórico que la norte. Por ello, planteamos una resistencia o competencia por parte de esa sociedad popular y de una segunda justificación para hablar de una disputa por el espacio público. Según Juan Rafael Carranza, refiriendo a la década de 1890, “En el antiguo Galpón del puente de los Carros las zapaterías estaban circundadas por pequeñas tenduchas, donde se expendían objetos de lata, greda y cachivaches de todas clases, lo cual le daba una animada presentación”.570 Para el inicio de siglo esa “animada presentación” se hacía insostenible: en 1906, bajo la presidencia del primer alcalde Joaquín Díaz Garcés, el regidor Parragué llamó la atención sobre “lo que está sucediendo con las riberas del Mapocho. Innumerables cocinerías y chincheles se han establecido allí dando a aquella parte de la ciudad feísimo aspecto”. El edil agregó que “en parte contribuye a esto la facilidad con que el señor Intendente concede permisos a quien se los pide, ya para establecer puestos, ya para pedir limosnas, permisos que generalmente aprovechan los pililos y vagabundos”. Por tanto, “el medio de cortar este mal sería declarar que las riberas del Mapocho en el espacio comprendido entre las calles de Bandera y 569 Policía de Santiago a Intendente, 26/6/1906, Inten dencia de Santiago, vol umen 280, mayo 1906. 570 “Crónicas históricas. La ribera sur del Mapoch o. Desaparece la cua rtería entre San Anton io y 21 de Ma yo”, en Bol etín Municipal de la Ciuda d de Santiago, 3/7/1929. Agradezco esta referencia a Tomá s Errázuriz. 302 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO San Antonio son calles públicas […] porque al paso que van las cosas, un buen día aparecerá un nuevo mercado frente al Mercado Central y haciéndole competencia”. La indicación de Parragué fue aprobada. 571 Pero al parecer la petición del regidor no fue escuchada, ya que la reiteró dos años después, aunque esta vez impulsado por las denuncias de la prensa. 572 Fig. 102. Vendedores ambulantes y carretas a un costado del Mercado Central, con la Estación Mapocho al fondo, c. 1915. El río estaría a la derecha de la imagen. Nótese el intenso comercio al por menor a un costado del Mercado. Interesa subrayar aquí que la presencia de los informales fomentó esa voluntad de que la banda sur fuese considerada lugar privilegiado para la comunicación vial. A ello se suma la presencia de construcciones de material ligero dedicadas al comercio y que pese a que sí pagaban impuestos, también impedían el trazado continuo de la Avenida Sur del Mapocho. Los reclamos de ediles y de la prensa llevaron a que en 1903 un acuerdo municipal 571 Sesión 11 ordinaria , 6/7/1906, Boletín de Actas y Documentos de la Il ustre Municipalidad de Santiago. Tomo vigésimo primero. Del 1° de en ero al 31 de Diciembre de 1906. Santiago, Chile: Impr, Barcel ona, 1906, pp. 272-3. El énfasis es mío. Chinchel es llamada aquella cantina de muy desmejorada condición. 572 “El sr. Pa rragué dice que últimamente un dia rio ha publicado fotogra fías de l os terren os del Mapocho a inmedia ciones del Mercado Central , pa ra llamar la atención de las autoridades sobre el estado lamentable de desaseo en que se encuentran con mo tivo de las instalaciones de ventas que en ese punto existen ”. 27ª sesión ordina ria, 5/10/1908, Boletín de actas y documentos de la Il ustre Municipalidad de Santiago en 1908. Santiago, Chile:Imprenta Diener, 1910. 303 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS declarara que las avenidas del Mapocho eran calles públicas, bautizándoselas con el nombre de los ex Presidentes de la República Domingo Santa María (Norte) y José Manuel Balmaceda (Sur). Esto equivalía a hacer un acto de presencia y reafirmar la necesidad de su conclusión. Pero sólo en 1909, y bajo la autorización de la ley de transformación de Santiago del mismo año, se acordó dar a la Avenida Sur del Mapocho, entre las calles de Puente y Teatinos, el ancho de 100 metros. Esa longitud era medida desde el muro sur del canal del Mapocho, e involucraba expropiar los terrenos y edificios necesarios para efectuar dicho ensanche. El objetivo era claro: “dar salida fácil y expedita a la Estación del Mercado”.573 Sin embargo, la expropiación sería lentísima (fig. 104), concluyéndose sólo a finales de la década del veinte, bajo la gestión autoritaria del coronel Carlos Ibáñez del Campo. Por otra parte, y de forma paradojal, los reclamos de las autoridades se desarrollaron en paralelo a construcciones ligeras que pasaron a integrar el paisaje urbano. Desde finales del siglo XIX estas ocuparon espacios concedidos por la Intendencia, instalándose allí puestos de venta al pie de la calle y kioscos. En general, la instalación de estos establecimientos era producto de una negociación entre aquellos poderes del estado y, pese a numerosas recriminaciones, las casuchas de madera y lata pervivieron en aquel central espacio. Podría decirse incluso que esas casuchas constituyeron un intento por solucionar o regularizar la venta de productos en las veredas. En 1908, por ejemplo, la Intendencia concedió a Waldo Díaz “el permiso necesario para instalar kioscos de madera, de construcción ligera, en los terrenos fiscales de la ribera sur del Mapocho, contiguos a la vereda de la canalización, comprendidos entre las calles de 21 de Mayo, por el poniente, y San Antonio por el Oriente”. Díaz quedó autorizado para vender “flores, helados, frutas y refrescos”, siendo estrictamente prohibida la venta de bebidas alcohólicas. Además, la concesión se entregó bajo la condición que el diseño de los kioscos sería aprobado previamente por el organismo público, ya que “deberán ser de construcción artística y pintados en su parte exterior”. Los kioscos estarían separados entre sí “por una distancia no menor de dos metros y no podrán ocupar mas de cuatro metros de fondo, contados desde la vereda de la canalización hacia la calle”. Más sugerente aún es que el estado estipulaba que el concesionario sería el 573 25ª sesión ordina ria, 15/11/ 1909, Bol etín de Actas y Documentos de la Municipalidad de Santiago. Tomo vigésimo cuarto, citad o, p. 321. 304 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO encargado no sólo del aseo del lugar, sino del riego de los árboles, lo que en rigor estipulaba una solución privada para la gestión del espacio público. 574 Las imágenes nos muestran que esos kioscos tuvieron una existencia de varios años, aunque su “construcción artística” es altamente dudosa (figs. 106 y 107). Fig. 103. Vista desde la estación Mapocho hacia el oriente, c. 1910 Se aprecia, a la derecha del impecable canal del Mapocho y junto al tranvía eléctrico, las construcciones que impedían la conectividad cabal de la Avenida Sur del Mapocho o Balmaceda. Adviértase que esa conectividad se veía impulsada por los tranvías, al ser un espacio estratégico de transporte público y del tráfico ferroviario de la estación Mapocho. Respecto a las construcciones que entorpecían la continuidad vial, muchas correspondían a comercios, como el que aparece en la esquina con el nombre “Casino”. Nótese especialmente la vecina edificación de madera levantada al interior de la manzana y sin colindar directamente con el espacio público. 574 Decreto de 4 n oviembre de 1908, Intenden cia de Santiago vol umen 320, 1908, Decretos. 305 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 104. Vista hacia el poniente de edificios en demolición en calle San Antonio esquina Mapocho, 1929. Pese a que esta imagen es de una fecha más tardía que el lapso abordado aquí, es evidente que tiene elementos de continuidad con la década del diez. Fundamentalmente, la existencia de construcciones antiguas, varias dedicadas al expendio de alcohol: véase al centro, la “Cafetería Temuco”, con su techo de teja. Nótese también la ausencia de una idea de conjunto en la arquitectura, la que responde más bien a rejas y paredes de irregulares tamaños. Los automóviles (¿abandonados? ¿Sólo estacionados?) evidencian a su vez el carácter céntrico de aquel sector, patente también en los postes de alumbrado público. En general, se puede ver una clara diferencia en calidad material respecto al tramo más oriente de la ribera. Fig. 105. Calle Mapocho esquina San Antonio hacia el poniente a mediados de la década del veinte. Se puede ver una cafetería (en rigor, una cantina), y un local de bencina y aceita más a la derecha. Se advierte un panorama de un piso, sin demasiadas pretensiones estéticas, dando más bien la impresión de precariedad y abandono. La totalidad de los edificios de la cuadra fueron demolidos en 1929. 306 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 106. Ribera sur entre el puente Bandera y el puente de los carros (este último a la izq.), c1915. Ala derecha, se ve un kiosco hecho de madera, muy similar al de la figura 107. Fig. 107. Terminal de carros urbanos en la ribera sur, sector Mapocho, c. 1905. Por el emplazamiento del cerro San Cristóbal, se trata de una vista desde la vieja calle Mapocho hacia el oriente, casi al llegar a la Avenida Sur del Mapocho. En menos de una cuadra se advierten dos puestos ambulantes, a un costado de la concurrida estación terminal. 307 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 108. Camiseras en la ribera sur, Puente y 21mayo, c. 1910. Otra vista de la entrada sur al puente de los carros. Se aprecia la venta en el piso de las camiseras y un kiosco al poniente del puente. Fig. 109. Camiseras en la ribera sur del Mapocho, puente de los carros, 1911. Este lugar del tramo canalizado fue el punto de comercio de las vendedoras de camisas masculinas. Por el tamaño de sus canastas –llamativas a ojos extranjeros y nacionales- y pese a no contar necesariamente con autorización, las camiseras tuvieron una existencia estable hasta 1930 308 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO La administración de las tierras ganadas al río por parte de la Intendencia no era motivo de discusión para la Municipalidad, ya que no había recursos para administrar los parques públicos como el Forestal. A menos que se tratara del Mercado Central y sus cercanías, donde –como vimos en el capítulo cuarto- se instalaban los informales: el Municipio reclamaba entonces su derecho a defender el edificio que mayores ingresos le proporcionaba, debido a los arriendos de los locales. 575 Un ejemplo de las diferentes competencias con jurisdicción sobre ese sector está en un listado de ese mismo año, donde se aprecia que la Intendencia, y en menor medida el Gobierno Local, habían autorizado la instalación de vendedores informales. Estos se establecían presentemente en esquinas (Puente esquina San Pablo, Mapocho entre Puente y 21 de Mayo) y costados de puentes, especialmente de las Pirámides, de los Carros (figs. 108 y 110), y de Bandera.576 Paradójicamente, algunos de los permisos municipales permitían ocupar la calle Mapocho, que pasaba a un costado del Mercado Central y que era la vía más necesitada de un tráfico expedito. De todos modos, esta situación podía tener suspensiones extraordinarias: por ejemplo, para el centenario todos los permisos entregados para la ribera sur fueron suspendidos por la Intendencia, con el fin de que no afearan la ciudad. Además, ese mismo listado muestra cómo muchos de los comerciantes informales autorizados para ocupar el espacio público con un kiosco de madera, o simplemente con una manta en el suelo, eran mujeres. Tal situación llamó la atención de viajeros extranjeros, como Regynald Lloyd, quien hacia 1915 publicó fotografías sobre un Santiago „típico‟, donde las vendedoras de camisas a las orillas de un río constituían un elemento pintoresco (fig. 108). Es más, gracias a las fotografías, y no a los documentos escritos, es posible demostrar que las „camiseras‟ eran un tipo de vendedora característica de la banda sur y específicamente del puente de los carros. 575 En 1909, la Alcal día vol vió a la ca rga causa de l os in formal es que se instalaban con autorización de la Intendencia : “Los a rrendata rios del Mercado Central se han pre sentado a la Al caldía a reclama r del perjuicio que pa ra la regula r ma rcha de sus negocios, les ocasionan los vendedores a mbulantes que hay en las in media ciones de la Plaza , que ejercen su negocio con permis os con cedidos por U.S. Acarreándoles gra ves perjui cios por ha cerles competencia , siendo que l os primeros pagan sus respectivas patentes en la Tesorería Municipal, n o así los segundos, que pa ra ejercer su negocio sólo les basta un permiso de la Intenden cia . El in frascrito en cuen tra aten dible el reclamo, y se permite rogar al sr. In tendente no dé l ugar a los permisos que con el objetivo indicado, se soliciten de esa Intendencia ”. Al caldía de Santiago a Intendente, 19/1/1909, Intendencia de Santiago, volumen 32 4, en ero 1909. 576 “Nómina de l os vendedores ambulantes que se establecen en l os al rededores del Mercado Central, con especificación de la autorida d que ha concedido el permiso”. Oficio sin a utor ni destinata rio, posiblemente in spector municipal. Santiago, 26/1/19 09, Intenden cia de Santiago, volumen 324, enero 1909. 309 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Para entonces, y al menos durante un tiempo, las persecuciones policiales a los informales –ordenadas por el Municipio- se detuvieron. En ello tuvo mucho que ver la crisis económica de 1914 y años posteriores, que condujeron a que el Municipio tolerara a los feriantes, para así intentar asentarlos y ordenarlos, paliando simultáneamente la escasez de alimentos que asolaba a la ciudad. En efecto, el problema de la escasez de alimentos llevó hacia 1918-1919 a que la Municipalidad ya no reclamara por la presencia de ambulantes que afectaran al Mercado Central; sino que se lamentara porque este último era totalmente insuficiente para los habitantes de la ciudad.577 Sin embargo, pese a las erradicaciones de diferente tipo que han sido revisadas aquí (circos, informales, etcétera), prosiguieron los óbices para el despeje visual de tan central tramo del margen sur. Cuestión similar ocurrió con las edificaciones de material ligero dedicadas al comercio –no sólo kioscos- que impidieron la continuidad de la avenida Balmaceda o Sur del Mapocho. Por ello nos referimos en el título a una persistencia del suburbio, al menos, hasta –al menos- la dictadura del coronel Carlos Ibáñez. En 1918, el Intendente refería sobre la expropiación de unos terrenos privados, ubicados en la calle 21 de Mayo esquina de Mapocho, para dar continuidad a la Avenida Sur del Mapocho -contemplada en la ley de canalización dictada treinta años antes- pero también a la extensión del parque Forestal. El Intendente declaró al Ministro del Interior, Arturo Alessandri Palma: “No me extenderé en consideraciones para demostrar la conveniencia manifiesta que habría en expropiar no sólo el terreno que se solicita, sino también los demás que faltan para prolongar los jardines del Parque Forestal hasta la calle 21 de Mayo. Básteme hacer presente a US. que el valor de la conclusión de esta obra no alcanzaría, según la tasación practicada, a un millón de pesos, y que la ciudad ganaría enormemente, no sólo bajo el punto de vista estético, sino además, bajo el punto de vista moral e higiénico represión del alcoholismo- haciendo desaparecer los innumerables 577 El regidor Enrique Phillips expresó entonces respecto al Mercado Central que “este es otro tópico que merece aten ción especia l. Cuando Santiago tenía muchos menos habitantes había cuatro o cin co mercados públicos. Hoy [ ...] hay sól o uno en est ado lamentable que cuesta demasiado caro al Municipio. Se hace n ecesario establecer FERIAS LIBRES”. Véase “Con el regidor señ or don En rique Phillips”, Gaceta Municipal , N° 5, 13/7/1918, p. 1. Mayúsculas en el original. 310 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO chincheles y cantinas que se encuentran establecidos en esos terrenos entre la calle San Antonio y 21 de Mayo”. 578 La razón técnica (higiene, salubridad) y la razón social (disciplina) se declaran explícitamente como objetivos de la intervención por parte del alto funcionario. Si volvemos al planteamiento inicial del capítulo, se trató de la difícil tarea de „civilizar Mapocho‟. En pos de ese objetivo, se puede contemplar la búsqueda infructuosa del tránsito expedito y la estética, muy presentes, por ejemplo, en el proyecto de transformación de las riberas del Mapocho de 1895. Y es que pese a su creciente centralidad, en la banda sur se fue construyendo una imagen de ciudad que era todo lo contrario de lo que la intervención desatada en 1888 buscaba plasmar. Ahora bien, esto fue aún más evidente en otro sector: el extremo poniente de aquel tramo. Tres eran los obstáculos prioritarios que enfrentaban las autoridades –y la opinión pública- para la limpieza de ese espacio urbano. La Cárcel Pública (en extremo difícil de remover, por su tamaño), la Morgue y los Circos (espectáculos que, como se ha visto, se erradicaron para el centenario). Por cierto, esta idea postergó hasta finales de la década del diez el mejoramiento del costado sur de la Estación y avenida Mapocho. El caso de la Morgue es otra buena muestra del peso de las propuestas de la prensa. En 1911, La Unión, uno de los diarios más importantes de la ciudad, aplaudió el traslado de la Morgue desde Sama y Morandé, para no dar “desagradable vecindad” a la nueva “estación del Mercado” (Mapocho), pero criticó su re-ubicación en los alrededores del cerro Santa Lucía. Por ello el diario señaló que la Morgue “está mal donde está, y estaría peor donde se la piensa llevar. ¿Por qué no ubicarla cerca del Cementerio y no lejos de la Escuela de Medicina? Es este su sitio por mil razones. Y hasta se nos ocurre que podría prestar servicios a los estudiantes, desde el punto de vista de las autopsias. Tal vez será ésta la única parte donde no le pondrían mala cara a la Morgue”.579 Aunque evidentemente no fue sólo la prensa causa de que tal idea se concretara, sin duda que fue un protagonista destacado en las directrices de la ciudad en modernización. Así, según señalaba el Alcalde Rogelio Ugarte en 1918, ese sector había sido vendido por el Ministerio del Interior en subasta pública en junio de 1912 (fig. 110). Se trataba de los terrenos de la avenida Mapocho, entre las calles Mapocho, Morandé y Teatinos, dejándose con frente a aquellas calles el sitio requerido para su 578 Intendente a Ministro del Interior, 7/6/1918. Inten dencia de Santiago, vol umen 473, junio 1918. 579 “La Morgue”, La Unión, 2/12/1911. 311 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS ensanche. El Ministerio del Interior ordenó también entregar a la vía pública parte de estas tierras, reservadas por el Fisco para el ensanche de calles. De esta manera se cedió todo el terreno con frente a la Avenida Mapocho y por Teatinos hasta la Morgue.580 Fig. 110. “Remate de terrenos fiscales ocupados por los corrales de la policía”, elaborado por la Dirección del Tesoro del Ministerio de Hacienda, 1912. Se aprecia la venta de un terreno de creciente centralidad: frente al costado sur de la estación Mapocho y con dos vías de llegada a Delicias, como Teatinos y Morandé. Sin embargo, como expresó el mismo Alcalde, el oficio ministerial olvidó incluir las propiedades de la calle Morandé, “donde corresponde un entrante de 2.75 metros y se dejaron de entregar los terrenos de la calle de Teatinos, en todo el frente que ocupaba la Morgue”. Esta última fue trasladada a un edificio considerado más apropiado, en Teatinos frente a la Cárcel Pública, 580 Al calde Rogelio Ugarte a Inten dente, “Ensanche de la calle Teatinos”, Gaceta Municipal , Añ o I, N° 15, 30 de septiembre de 191 8, p. 5. 312 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO donde estuvo hasta que se instaló en la Avenida de la Paz, próxima al Cementerio General. Preocupado por la potestad del Fisco sobre ese sector de la ribera sur, Ugarte indicó que había llegado el momento “de entregar a la vía pública los terrenos que ocupaba en su frente”, construyéndose un entrante de 2.50 metros. Esto era necesario –a juicio del Alcalde- “para evitar que más tarde los rematantes al edificar sus predios puedan pretender algún derecho sobre ellos y para regularizar las líneas de las calles”. De esta manera, el edil solicitaba al Intendente que pidiera al Ministerio del Interior la entrega a la vía pública de los antiguos terrenos de la Morgue.581 Como se ha visto, la regularización de líneas de calle era una ambición estatal primordial en la rectificación del Mapocho. Por otra parte, el problema nombrado por Ugarte, esto es, apropiaciones ilegales, había demostrado ser un fenómeno recurrente en Santiago, al menos en las riberas mapochinas. El propio Eduardo Charme enunciaba este fenómeno en 1905. Finalmente, el Ministerio del Interior fue el encargado del tema, dejando un trazado regular. Y, por otra parte, logró llevar la Morgue a pocos metros de la Cárcel, despejando así al sector más céntrico del borde sur de usos vinculados a la muerte. Se trataba, por tanto, de un intento de limpieza en búsqueda de la centralidad de esa ribera, consolidada especialmente en el sector aledaño al Museo de Bellas Artes y al parque Forestal en general. En este sentido, la rectificación de la ladera sur, iniciada con la canalización, fue dilatada, siendo mucho más rápida la construcción de edificios monumentales y del parque Forestal. La obsesión del tráfico expedito fue conseguida sólo en parte, debido a los informales y a la lenta expropiación de propiedades. Cabe destacar, en ese marco, la representación repulsiva de la elite hacia la parte sur de la caja del río, representación que -junto a los ideales de vialidadmotivó la remodelación. En ese contexto de transformación, la labor de la Intendencia fue crucial para la gestión no solo del parque Forestal y el tramo oriente, sino de toda la ladera sur mapochina. La actuación de la Municipalidad, en tanto, se constituyó como un ente especialmente activo en pos de esos objetivos, sólo en tres grandes hitos: la administración de Edwards Salas (1904-06), la gestión en torno al centenario –dedicada más bien al ornato, ya que los monumentos y nuevos edificios en las tierras ganadas al Mapocho fueron o privados, o impulsados por el poder Ejecutivo- y, finalmente, la actuación del referido alcalde Rogelio Ugarte, en consonancia con el Ministerio del Interior. Ugarte no sólo se ocupará con fruición de la banda sur (con, por 581 Idem. 313 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS ejemplo, el traslado de la Morgue, la prosecución de las obras de ingreso al Santa Lucía por Merced y obras en el parque Forestal) sino que tendrá un rol destacado en la rectificación en la banda norte del río; en particular respecto a la avenida norte del Mapocho –hoy Santa María- y la anexión del cerro San Cristóbal. En consecuencia, se trata de un momento en que con todas sus complejidades, se produce la ampliación del radio de la centralidad, el cuestionamiento del río como límite y nuevas formas de dominación de la naturaleza, temas que serán revisados en el siguiente y último capítulo. *************** Hacia fines de la década del diez concluyó buena parte de la intervención del aparato público sobre los terrenos ganados al río en 1890. A partir de esa fecha los debates se concentraron más bien en sectores por canalizar y ya no ubicados en el centro de la ciudad. De este modo, la transformación de la banda sur del Mapocho demostró una voluntad pública de gestión de los espacios ganados al río. En ocasiones, esa voluntad pública compartió terreno con iniciativas privadas, como ocurrió en el caso del parque Forestal, donde hubo convergencia de intervención estatal y operación inmobiliaria, que incluso tuvo instancias de gestión por parte de vecinos del lugar. A otra escala, cuestión similar ocurrió con los monumentos donados por colonias extranjeras para el centenario, mayoritariamente instalados en la margen sur del torrente. En esta área no hubo los inconvenientes surgidos en la ribera norte, donde la no inscripción de las propiedades en el Conservador de Bienes Raíces implicó que los privados pudieran obtenerlas y administrarlas. Ello evidencia una preocupación mayor por parte del estado, cuestión obvia si se piensa en la cercanía del borde sur con el casco histórico y centro de la ciudad. En ese panorama, la acción estatal sobre el espacio público ganado al río fue unidireccional por un lado y heterogénea por otro. Unidireccional porque tuvo una línea de acción clara en cuanto a las decenas de concesiones solicitadas por privados: sería el aparato público y no otro protagonista el encargado de transformar la banda sur. Al respecto, la articulación de lógicas de alineación, regularización y provisión de un nuevo sistema de agua potable y alcantarillado, fue crucial. Pero la acción estatal sobre los terrenos ribereños fue heterogénea porque dispuso diferentes edificios en el territorio canalizado y, con ello, estableció sectores disímiles dentro del espacio intervenido. Señalamos al comienzo del capítulo que el disciplinamiento del río Mapocho y sus riberas –especialmente la sur- fue un proceso general (el proyecto 314 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO civilizatorio) con características locales (el río como irrupción geográfica, la cercanía con el centro a diferencia de la periferia sur de la ciudad). En ese contexto, y teniendo presente especialmente la cercanía con el río, la remodelación del sector fue entendida como la transformación de un límite. La Cárcel Pública es un buen ejemplo: fue la primera construcción realizada por el estado (1887-1892), incluso antes de la canalización del río. Levantada en el sector poniente –cercana a uno de los principales basurales de la ciudad- conformó un auténtico „barrio policial‟. La Cárcel Pública no logró el anhelado efecto disciplinador sobre su entorno, sino que, ante el crecimiento urbano, ayudó a la conformación de un arrabal o mejor, se modernizó pero de límite social y territorial pasó a una auténtica periferia. La comparación entre las bucólicas y románticas representaciones del Santiago „antiguo‟ y rural, con la nueva prisión de la ciudad, es una buena muestra de ello. Con el tiempo y el avance de la „ciudad propia‟, el recinto punitivo pasó a ser visto como un obstáculo para la rectificación y no –cuestión pensada en un iniciocomo el primer sustento de aquella: representación de lo policial, de la diversión asociada al alcohol y de lo periférico. Piénsese en que la calle San Pablo, aledaña a la ribera sur del Mapocho, era una de las vías con mayor número de cantinas al iniciar el siglo veinte. Se afirmó entonces una relación más estrecha de la Cárcel con el Mapocho urbano poniente (Brasil y Yungay), que con el resto del casco histórico. Al respecto, la estación Mapocho tuvo por una parte el efecto de crear un diálogo de arquitectura monumental con el Museo de Bellas Artes, pero por otra la de fomentar una suerte de „barrio puerto‟ complementario con el tenebroso „barrio policial‟ conformado por la Cárcel y su entorno. Esta reflexión nos lleva a concluir que hubo límites dentro del borde sur mapochino. La Cárcel Pública fue un deterioro para el centro histórico, mientras el modesto parque Centenario fue un atisbo –nunca finalizado- de creación de un corredor de parques públicos, por parte del estado, en la banda sur del río. Los otros espacios públicos construidos después de la canalización, como el parque Forestal, el parque Centenario, el Museo de Bellas Artes y la Estación Mapocho, fueron un aliciente para los sectores más antiguos de la ciudad. Efectivamente, la intervención en el sector oriente (parque Forestal y Museo, especialmente), a diferencia del entorno de la Cárcel Pública, valorizó el lugar –tanto en plusvalía como en los imaginarios- y generó una relación más estrecha con el centro de la ciudad. Al respecto, conviene enfatizar en la importancia de los numerosos intentos por conectar al Forestal y el río Mapocho con la Alameda, pasando por el cerro Santa Lucía. Se mencionó aquí incluso la construcción de un „conjunto urbano de cultura pública‟, a cargo del cerro, la plaza Vicuña Mackenna y 315 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS sobre todo, la Biblioteca Nacional. Puesto en términos de expansión urbana, y específicamente en la relación de ese fenómeno con los barrios más antiguos, puede decirse que la transformación de la banda sur tuvo un efecto paradójico. Por una parte, expandió la noción de centralidad hasta el borde sur y posibilitó una remodelación largamente postergada que mejoró la conexión entre la Alameda y el Mapocho. Por otra, esa expansión urbana constituyó el primer paso para la suburbanización hacia el oriente de la ciudad y específicamente hacia Providencia, siguiendo el curso del río. En otras palabras, fue un antecedente para la migración de las clases altas desde el centro histórico hacia el barrio alto. En ese aspecto y en general en todo el cambio en la banda sur, fue crucial la construcción de los dos edificios más representativos del sector (el Museo de Bellas Artes y la estación Mapocho), mediante una moderna idea de conjunto y vistas que no puede remitirse sólo a la idea haussmanniana de valorización de los terrenos mediante la regularización. Se trató también de una operación inmobiliaria inédita, con el parque Forestal como base para la materialización de nuevas nociones sobre el espacio público. Éste estaría vinculado a la circulación y el tráfico (lo funcional); mientras por otra parte se instalaba otro dedicado al arte como disciplina autónoma de la industria –cuestión impensada quince años antes- y como faro de la civilización en la ciudad, mediante la estética y los valores pedagógicos, también presentes en los monumentos donados para el centenario. En tanto, los privados, mediante la construcción de sus residencias frente o cerca del Museo y el parque Forestal, aumentaron la calidad del sector, entregándole un dinamismo impensado años antes: estilos Beaux-Arts, neorrománico y neogótico eran visibles en el entorno del parque público. De todos modos, sería un error ver este proceso como un progreso ininterrumpido: la propia gestión del parque Forestal y sus vías adyacentes tuvo problemas para asegurar la convivencia entre ciclistas y peatones así como para contener la delincuencia y ciertos aspectos vandálicos, cuestión esta última que en rigor se explicaba por la difícil convivencia de la burguesía con los sectores populares. Se trató, por tanto, de una inédita combinación de higienización (cierre del antiguo basural), operación inmobiliaria (loteo de terrenos frente al parque) y puesta en escena de arquitectura y educación monumental (el Museo y la Estación). De numerosas maneras, en definitiva, se logró dar una centralidad a la ribera sur del Mapocho. Conviene destacar, en cuanto a las representaciones e imaginarios sobre aquella ladera, el rol cumplido por la prensa. Como parte de la esfera pública, los diarios y periódicos se empecinaron a impulsar el ordenamiento 316 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO de aquel sector. Se apreció que la prensa incluyó cada vez más informaciones sobre este espacio, destacando los llamados a las autoridades para la intervención y transformación del espacio público. De esta manera, en la década de 1890 mostró su complacencia por la formación de un parque (el Forestal), criticando la presencia de ranchos y cuartos. Denostó también la presencia de viejas casas coloniales –como albergue de cantinas y prostíbulos- y durante décadas, atacó la presencia del comercio informal a escasos metros del Mercado Central. En los tres casos –ranchos, expendios de alcohol y comercio sexual, vendedores ambulantes- la mirada fue crítica hacia los sectores populares; tanto así, que planteamos la existencia de una animalización de éstos por parte de los medios de comunicación. Y del mismo modo, insistimos en dichos medios como un „faro civilizatorio‟ en las discusiones sobre la transformación de la ciudad. El centenario de la independencia fue quizás el hito más destacado en tal sentido: la prensa impulsó entonces los recorridos urbanos por parte de las autoridades – incluido el Presidente de la República- para que contemplaran el mal estado del llamado „barrio chino‟ que llegaba hasta el margen del río Mapocho. Por eso hablamos aquí de una persistencia del suburbio, palpable al menos hasta finales de la década del diez, y visible en una lenta intervención estatal lenta, donde –en términos de infraestructura pública- la postergada conclusión Avenida Sur del Mapocho constituyó su imagen más recurrente. Pero también los diarios y revistas fueron prolíficos en cubrir acontecimientos de otro tipo, como las prácticas deportivas desarrolladas a inicios del siglo veinte en la laguna del parque Forestal. Nos referimos a esas informaciones de prensa como el despliegue de una oferta cultural mediante novedosas fotografías urbanas, que destacaban lo moderno y cosmopolita de tales situaciones. Y señalamos que ese tipo de eventos masivos coadyuva a entender esos espacios como alejados de un uso exclusivo por parte de la clase dirigente; o en otras palabras, como de uso excluyente por parte de la emergente burguesía amante de la naturaleza. En otra dimensión, los medios de comunicación fueron destacados también para la circulación de informaciones sobre otro tipo de cirugías urbanas en la ribera sur, como la inauguración del parque Centenario. Pero, tanto en el caso de una crítica a los usos del espacio por parte de los grupos subalternos, como a las remodelaciones exitosas en pos de la ciudad moderna e higiénica, la prensa cumplió un rol destacado en la circulación del „deber ser‟ del espacio público. Al principio del capítulo hablamos de remodelaciones, en sus sentidos de cambio de edilicia y construcción en zonas deterioradas. Debemos ahora – considerando a la prensa, siguiendo los pasos del mundo privado-, hablar de esfera pública y de circulaciones. Circulaciones que fueron cimentando, a la 317 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS par de la remodelación y rectificación del Mapocho, parte importante de la novedosa cultura urbana del Santiago de la época. 318 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Capítulo 5. Superando el límite del río: la expansión urbana hacia el nororiente 5.1. Contexto post-centenario: expansión urbana y crecimiento demográfico “Como entre nosotros no ha llegado aún a formarse el verdadero concepto de lo que debe ser la urbanización de los suburbios, no es extraño que falten prescripciones escritas y que los nuevos barrios se formen a pedazos, a la ventura, según la fantasía de los propietarios y de los especuladores de terrenos. De este modo la ciudad se va extendiendo sin plan, regla ni concierto y se van agravando los males que ofrecen los antiguos barrios. Las construcciones que se levantan en los nuevos barrios o poblaciones son generalmente a la antigua usanza, de barro y teja sin desagües, de pobre arquitectura: y nadie piensa en las calles o caminos, ni en las plazas o jardines”. “El nuevo barrio obrero”, El Mercurio, 25 de junio de 1910. En 1931, una nota de la revista Zig Zag, enmarcada en una serie de „recorridos urbanos‟, informaba sobre la población Pedro Donoso, de la comuna de Conchalí. Según la nota, el asentamiento databa de 1913 y al momento de la crónica contaba con más de dos mil habitantes. La realidad cotidiana era ciertamente difícil: muchos de ellos habían pagado sus terrenos, pero no habían conseguido de los dueños la escritura respectiva, reclamándola, en ocasiones, por más de una década. Pero los problemas que enfrentaban ése y otros asentamientos de la zona norte no sólo eran de propiedad: al momento de la crónica del magazine, la población contaba con una sola llave de agua potable, cuestión no muy diferente a lo vivido al momento de su creación.582 El reportaje a esta población es un indicador relevante de la expansión territorial de Santiago durante la década del diez: loteos irregulares, carencia o escasez de servicios y una apremiante miseria y marginalidad, acelerada por procesos como el cierre de las oficinas salitreras nortinas y la consecuente migración hacia el valle central. Con el inicio de la Primera Guerra Mundial, en 1914, la economía nacional se vio seriamente afligida debido a la brusca baja en el volumen de las importaciones. Si bien el sector manufacturero tendría una constante alza, industrias como la salitrera cayeron a niveles alarmantes, significando 582 “En la Población „Pedro Donoso‟”, Zig Zag, 14/3/1931, pp. 17-18. 319 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS también la cesantía de decenas de miles de trabajadores en el norte del país.583 Al menos ochenta mil personas –entre los trabajadores y sus familiares- abandonaron el Norte Grande entre 1914 e inicios de 1915, y muchas de ellas se dirigieron a Santiago, Valparaíso y las provincias sureñas. Si Santiago pasó de 256 mil habitantes en 1895 y a 332 mil doce años después, entre 1907 y 1920, debido a la migración desde provincias y al crecimiento vegetativo, la población llegó a poco más de quinientas mil personas. Fue la necesidad de habitaciones lo que impulsó la proliferación de viviendas precarias en el centro de la ciudad (conventillos y cités) y en la periferia (ranchos y asentamientos precarios). 584 Aunque el aumento de la migración a Santiago, el anhelo de las capas medias de cambiar su ubicación en la urbe y el origen del sistema de transporte de masas, resultaron aspectos claves en la suburbanización de esta época, la aparición del mercado de suelo y financiamiento para la edificación y compra de viviendas fue decisiva. Por medio de loteos de terrenos y el ofrecimiento de créditos, fueron principalmente los empresarios quienes invitaban a las capas medias y sectores populares al poblamiento de nuevos barrios, originando un sistema de producción rentista de viviendas, con ventajas sobre una ciudad que aparecía como sobrepoblada585. Por ello, las normativas estatales o municipales quedaban en muchas ocasiones rezagadas frente a la labor de arriendo y venta que hacían los privados, comprendiéndose así la suburbanización como “pieza constitutiva en la organización del capitalismo urbano”.586 La mayor parte de la nueva población se estableció en la zona sur de la ciudad, donde se encontraban los nacientes barrios industriales, y donde 583 Este proceso ha sido investigado, entre otros, por Gabriel Palma “Chile 1914-1935: de economía exportadora a sustitutiva de importaciones”, en Nueva Historia Nº 8. Londres, 1983, p. 167-8. 584 Ocupando cifras censales, para Carlos Hurtado, “el 41% del aumento total de la población de Santiago entre 1907 y 1920 se localizó en zonas no comprendidas dentro de los límites urbanos de 1907. Más aún, es probable que dentro de los distritos incluidos en los límites de 1907 muchos espacios hayan sido urbanizados por vez primera”. Concentración de población y desarrollo económico: el caso chileno, Universidad de Chile, Instituto de Economía, Santiago, 1966, p. 86. Ver también Armando de Ramón. Santiago de Chile. Historia de una sociedad urbana (15411991), citado, pp. 184-196. 585 Francisco Sabatini, Santiago: sistemas de producción de viviendas, renta de la tierra y segregación urbana. Documento de trabajo Nº 128, Instituto de Estudios Urbanos, Universidad Católica. Santiago, 1982. 586 Gonzalo Cáceres, La suburbanización en Chile: procesos y experiencias en la formación del Gran Valparaíso (1855-1906). Tesis de magíster en desarrollo urbano, Universidad Católica, Santiago, 2002, p. 11. 320 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO precisamente las sociedades filantrópicas establecieron –en la década de 1890- los primeros conjuntos de vivienda social.587 Este patrón de localización –con fuertes efectos sobre la segregación espacial- sería continuado por el estado una vez promulgada la Ley de Habitaciones Obreras (1906), con la edificación de los conjuntos Huemul y San Eugenio (1911), así como la población Santa Rosa y Matadero. De todos modos, es necesario enfatizar que la mayoría de los recién llegados no residían en viviendas sociales, sino que eran arrendatarios en conventillos, los que en 1911 albergaban el 40% de la población capitalina, es decir, aproximadamente 130 mil personas.588 Fig. 111. Crecimiento de población en la ciudad de Santiago entre 1865 y 1920. Pese a esta primacía de la zona sur como periferia receptora de inmigrantes, los barrios al norte del río fueron recibiendo cada vez más habitantes. Más allá de la ribera norte del Mapocho hay registros de 1911-12 respecto a la población Miraflores, en Avenida Vivaceta y Bezanilla, un sector de clase media que también integraban poblaciones ubicadas en calles como 587 Por ejemplo, las poblaciones Mercedes Valdés, Pedro Lagos y San Vicente. Véase Rodrigo Hidalgo, La vivienda social en Chile y la construcción del espacio urbano en el Santiago del siglo XX, DIBAM, Santiago, 2004, p. 40 y ss. 588 Peter De Schazo, Urban workers and labor unions in Chile. 1902-27, The University of Wisconsin Press, Madison, 1983. Las cifras fueron calculadas por la Oficina del Trabajo en ese mismo año. 321 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Escanilla, Maruri y otras. 589 Pero a medida que avanzaba la década del diez, y tal como en otras partes de Santiago –por ejemplo, la mencionada población Pedro Donoso- las informaciones sobre las irregularidades en las ventas de propiedades se masificaron. Era el momento de los llamados „loteos brujos‟, esto es, la venta fraudulenta de terrenos a plazo. Es importante recalcar en el post-centenario como el momento en que este fenómeno se masificó, abarcando zonas como San Miguel –al sur de la ciudad- y Conchalí.590 Incluso utilizando avisos en la prensa, que informaban de falsos sorteos, los estafadores tomaron una notoriedad que llevó a la intervención de la Intendencia de Santiago.591 En la misma senda, una población que presentaba un lastimoso estado era una mucho más central que las anteriores, esto es, en Bellavista al oriente de Pío IX (Camino de Cintura Oriente). Se trataba de “un barrio bastante poblado de gente proletaria principalmente y formado por la prolongación de la calle urbana de Bellavista desde el Camino de Cintura hasta la puntilla de San Pedro, más o menos siete cuadras y cruzada por la calle de Constitución, que se extiende desde el molino de San Carlos hasta el río Mapocho, más o menos tres cuadras”.592 A estos problemas en el espacio privado se sumaba un estado de infraestructura pública de bajo nivel, cuestión que hemos desarrollado en el capítulo tercero, a propósito de la expansión demográfica y urbana hacia la Chimba. Ahora bien, es cierto que en el naciente barrio Bellavista habían viviendas y edificaciones de buena calidad, así como connotados vecinos. Por ejemplo, en 1911 se inauguró, en la calle Bellavista, el primer edificio hecho enteramente de concreto armado en la historia de Santiago. Obra del arquitecto Victor Auclair, fue encargado por el industrial Julio Bardeau.593 A su vez, la iglesia católica poseía terrenos de creciente centralidad y buena calidad edificatoria: el caso más destacado era la primada manzana que incluía la esquina poniente de Pío IX y Bellavista, propiedad de las Monjas de la Victoria en 1910. Con todo, el 589 “¡Alerta! ¡Alerta! Quedan muy pocos sitios en la Población Miraflores”, aviso publicitario en El Mercurio, 28/7/1912; “Lo Bezanilla”, Zig-Zag, 19/8/1911. 590 Sobre los „loteos brujos‟, ver Vicente Espinoza, Para una historia de los pobres de la ciudad, Sur, Santiago, 1987. 591 Intendente al Promotor Fiscal en Lo Criminal, 15/3/1915, Intendencia de Santiago, vol. 433, Decretos, 1915. 592 Intendencia de Santiago, julio de 1888, citado por A. de Ramón, “Estudio de una periferia urbana. Santiago de Chile 1850-1900”, en Historia Nº 20, Santiago, 1985, p. 231. 593 “Con motivo de una fiesta”, Zig-Zag nº 333, 8 de julio de 1911. 322 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO panorama de los primeros años del siglo veinte se vincula más con un suburbio con características de despreocupación estatal. En 1913, la Policía de Aseo municipal testimonió acerca del precario estado de la calle Siglo XX –que desembocaba en Bellavista- desde Andrés Bello hacia el norte, ya que al estar en formación, a ambos lados habían sitios abiertos o cerrados sólo con alambre, los que eran rellenados con escombros y basuras, ocurriendo lo mismo con la propia calle.594 La población León XIII, iniciada en 1892 y finalizada exactos veinte años después, integró también esta lenta pero persistente expansión urbana en las viejas quintas rurales de ultra-Mapocho. Lo hizo, sin embargo, de una manera „modelo‟. El mismo año en que el estado inauguraba su primera población obrera en la zona sur de Santiago (la Huemul), la iglesia católica concluía la instalación de casas para trabajadores de confesa religiosidad. Luego de que el Papa León XIII publicara la Encíclica Rerum Novarum en 1891, aparecieron instituciones filantrópicas dedicadas a este fin. La Fundación León XIII, constituida por el político conservador Melchor Concha y Toro, se formó en noviembre de 1891, y levantó por etapas –hasta 1912- la población del mismo nombre ubicada en el nor-oriente de la ciudad, en terrenos entregados por el Arzobispo Mariano Casanova. 595 En total, en los veinte años de urbanización de la León XIII fueron 164 las casas levantadas allí, además de una plaza y una escuela, albergando en total a unas mil personas. Al igual que en el caso del estado, los objetivos de modelar a los sectores populares fueron similares a los de las autoridades políticas. En este sentido, resulta sugerente constatar que la mencionada idea de regeneración social mediante la vivienda salubre, era un objetivo transversal, compartido por la filantropía, el estado y el movimiento popular. De esta forma, se buscaba transformar hábitos culturales, particularmente importantes para nuestro objeto de estudio, el espacio público. El obispo Miguel Claro, presente el día de la inauguración de la última sección de la León XIII, manifestó que la 594 Informe de Comisario Lillo a Prefecto de la Policía de Aseo, 7/1/1913, Municipalidad de Santiago, vol. 508, enero de 1913. Siglo XX es actualmente la calle Ernesto Pinto, mientras que Andrés Bello es hoy Antonia López de Bello. 595 Melchor Concha y Toro (1833-1892) fue un político conservador y católico, llegó a ser diputado y senador y fue un activo filántropo hasta su muerte, coincidente con la creación de la Institución León XIII. Cfr. A. de Ramón, Biografías de chilenos, op. Cit., p. 287. 323 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Institución León XIII había surgido “en la hora de nuestra reorganización política y regeneración social. Sobre nuestro horizonte se cernían negras nubes preñadas de tempestad”; recordando así el derrocamiento de Balmaceda en 1891.596 Esta referencia al conflicto armado entre congresistas y partidarios del poder Ejecutivo no sólo fue parte de un discurso católico, sino que se materializó en medidas concretas al momento de entregar las viviendas, como una discriminación a favor de aquellos trabajadores que hubiesen combatido contra los balmacedistas.597 En esa misma orientación ideológica, el Intendente de Santiago, Pablo Urzúa, recalcó a su vez que “para contrarrestar la obra desquiciadora de los elementos malsanos que tratan de sembrar la anarquía, ningún medio, señores, más eficaz que el de hacer propietario al obrero, vinculándolo de esta suerte, con los lazos indestructibles de la propia convivencia, a la estabilidad y el orden social”. 598 El peso de la religión se sentía en cada espacio urbano de la nueva población: la calle Arzobispo Casanova, por ejemplo, estuvo cerrada hasta 1953 en su salida norte por una gruta de la Virgen de Lourdes, mientras que al costado oriente de la residencia de Casanova se edificó, en 1897, un Convento de Carmelitas, que corresponde al actual Centro Cultural Montecarmelo.599 Más allá de los efectos sobre la regeneración de los sectores populares, esto significó darle mayor centralidad a lo que hasta entonces era un espacio rural hasta la canalización del Mapocho. Sin duda, el nuevo conjunto habitacional fue diferente a muchos de los barrios surgidos –como decía El Mercurio en 1910- “según la fantasía de los propietarios y de los 596 “En la Población León XIII. Aniversario de la institución. Inauguración de nuevas construcciones”, El Mercurio, 22 de julio de 1912. Pese a la importancia de esta inauguración, ni siquiera es nombrada por uno de los estudios más completos sobre la labor social de la iglesia católica: Patricio Valdivieso, Dignidad humana y justicia. La historia de Chile, la Política Social y el Cristianismo 1880-1920, Universidad Católica de Chile, Santiago, 2009, p. 273. 597 Véase el siguiente estatuto de la Fundación León XIII: “Quinto: Por espacio de diez años serán preferidos en el arrendamiento de las casas de esta fundación los obreros que hubieren pertenecido al ejército que vino del norte este año, a restablecer el órden constitucional de la República, y así mismo los que han pertenecido a la Armada que ha servido a la propia causa”. Cit. en Hilda López y María Inés Arribas, Población León XIII: pasado y presente, Mineduc & Consejo de Monumentos Nacionales, Santiago, 1998, p. 10. 598 “En la Población León XIII. Aniversario de la institución. Inauguración de nuevas construcciones”, El Mercurio, 22 de julio de 1912. 599 H. López y M. I. Arribas, op. Cit., pp. 16 y 24. 324 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO especuladores de terrenos”. Por ejemplo, la León XIII tuvo tres tipos de construcción. El primero, de la década de 1890, correspondió a viviendas de adobe de tres y cuatro habitaciones. En la década del 1900 se edificaron casas para obreros en cal y ladrillo de uno y dos pisos, mientras que en 1912 se entregaron modelos de 3 y 4 piezas, en un sólido concreto armado. Fig. 112. Plano de la población León XIII, c. 1912. Con límite sur en la avenida Bellavista, el conjunto se extendió al norte entre calles Melchor Concha por el oriente y Pío X –actual Isabel Riquelme- por el poniente. El equipamiento comunitario estaba en su mayoría al norte, con la plaza Irarrázaval y la gruta a la Virgen de Lourdes. En el extremo superior de la imagen –el remate transversal que representa a la plaza Irarrázaval- se proyectaron un teatro y baños, así como una vice-parroquia, finalmente no realizadas. Pese a ello, se trataba del conjunto habitacional más integral –vivienda, higiene y equipamiento comunitario- de las nuevas urbanizaciones en el barrio ultra-Mapocho. Es decir, la edificación de este conjunto incluyó materiales constructivos sólidos, reunidos en viviendas higiénicas y aceras arboladas. Pero, en términos generales, formas de urbanización precarias fueron mayoritarias sobre las antiguas tierras agrícolas de ultra-Mapocho. Interesa destacar, para efectos de esta tesis, que esa expansión significó también novedades para la visión de los espacios públicos en la orilla norte del río, desarrollando 325 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 113. Calle Arzobispo Casanova, hacia el norte c. 1912. Primer tipo de construcciones de la población, de adobe, teja y fachada continua (1893). Adviértase la arborización y la presencia del cerro San Cristóbal, al fondo de la imagen. Fig. 114. Calle de la población León XIII, c. 1912. Pese a la continuidad de la fachada continua, puede verse una idea arquitectónica más moderna, al reemplazarse el adobe y el techo de teja. 326 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 115. Avenida Bellavista, c. 1912. Única tipología de dos pisos en la población, y una de las pocas de esa altura en los conjuntos de vivienda social de la época en Santiago. Fig. 116. Pío X (hoy Isabel Riquelme), c. 1912. Se aprecia una idea arquitectónica más moderna, con construcción de hormigón armado, techo de doble agua y adornos como pequeñas gárgolas. El cerro, siempre presente como telón de fondo. 327 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS una expansión pública, específicamente hacia el cerro San Cristóbal. En esa expansión, el rol de la vialidad fue crucial, sobre todo con la avenida Santa María, esto es, la Avenida Norte del Mapocho. El problema será mostrar cómo el estado se hizo cargo lentamente de barrios como Bellavista, precisamente desde la ampliación de la centralidad, la dominación de la naturaleza y la necesidad de ordenamiento y control. Este aspecto derivará, finalmente, en una anexión territorial y simbólica de aquellas urbanizaciones y del cerro, tanto por parte del aparato público como de la sociedad urbana. Es interesante contrastar la apropiación del San Cristóbal santiaguino con la del cerro del mismo nombre en Lima: este último, también emplazado al norte de un torrente –el Rímac- no fue anexado como parque urbano, sino poblado por barriadas o barrios marginales que existen hasta la actualidad.600 Lo paradójico de la intervención santiaguina es que hasta mediados de la década del diez, los planes para regular el crecimiento al norte del Mapocho y, en general, en toda la ciudad, no fueron llevados a la práctica. 601 Mientras las principales modificaciones urbanas se hacían basadas en la ley de expropiación de 1906 –como se vio en el capítulo tercero-, poco después del centenario se verificó un auge en los planes de transformación de Santiago. Es necesario, por tanto, contextualizar la expansión pública hacia el barrio ultra-Mapocho con dichas propuestas urbanas. Estas se insertaron en dos líneas, no siempre antagónicas: insertar diagonales en la cuadrícula, como lo propugnado por Ventura Piedrabuena en 1906, y solucionar los problemas derivados de la ley „del serrucho‟. De esta forma se creó una comisión mixta de Senadores y Diputados para la elaboración de un plan de transformación, sobre la base de las propuestas planteadas por la Dirección de Obras Municipales, confeccionándose el Plan de Transformación de 1912. En todo 600 Sobre este tema, Juan Günther y Guillermo Lohmann, Lima, Mapfre, Madrid, 1992, p. 267. En el caso del San Cristóbal chileno, si bien existían asentamientos humanos en su ladera, fueron numéricamente muy inferiores a los de su símil peruano y se concentraron en el sector norte (Conchalí y Recoleta). 601 Hacemos la diferencia entre „plan‟ y „proyecto‟, donde el primero sería de mayor escala y duración. Siguiendo a Alicia Novick, “El objeto de la Arquitectura sería la elaboración del "proyecto", el del urbanismo, "el plan". La distinción entre „proyecto de arquitectura‟ y „plan‟ se funda en la multiplicidad de actores concernidos y en la consideración del tiempo y del espacio”. Alicia Novick, Planes versus Proyectos: Algunos problemas constitutivos del Urbanismo Moderno. Buenos Aires (1910-1936). En Revista de Urbanismo Nº 3, Universidad de Chile, agosto 2000. 328 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO el proceso, el Inspector General de Arquitectura del Ministerio de Industria y Obras Públicas, Carlos Carvajal, tuvo un papel destacado.602 El Plan de 1912, en sus aspectos centrales, propuso extender el radio urbano a 3.904 hectáreas con el fin de obtener una densidad promedio de 122 habitantes por hectárea, “cifra que era inferior a la que mostraban ciudades como Buenos Aires, Río de Janeiro, y muchas otras capitales europeas.”603 El recinto urbano quedaba rodeado por una avenida de treinta metros de ancho y se regulaba y reglamentaba la construcción de nuevos barrios, los que no podían localizarse a menos de tres kilómetros de los límites urbanos. Dispuso la apertura de una serie de avenidas transversales, haciendo recaer en el Presidente de la República, la autorización para efectuar tanto las expropiaciones como las licitaciones públicas encargadas de construir estas avenidas. Un aporte importante fueron las medidas tendientes a incorporar nuevos espacios públicos urbanos y de esparcimiento de la capital. Dentro de este contexto se propuso la transformación de los cerros Blanco y San Cristóbal en paseos públicos y el ensanchamiento de la Quinta Normal de Agricultura para unirla con la Plaza Argentina. La edificación de nuevas viviendas sería permitida sólo si el proyecto era aprobado por una Junta de Transformación, ente diseñado para cautelar este proceso y, en estos casos, el propietario del terreno debía ceder gratuitamente mediante una escritura pública con el Fisco la parte contemplada por el proyecto y destinada a vías y plazas. La obligación por lo tanto incluía “pavimentar a su costa y en la forma que determine la Junta de Transformación las nuevas calles y sus aceras; las avenidas y plazas; a instalar el servicio de alumbrado público que la Junta ordene; a dotar al barrio de las instalaciones requeridas para los 602 El Plan de Transformación diseñado por la Sociedad Central de Arquitectos, publicado en junio de 1912, estuvo basado casi íntegramente en el de la Comisión Mixta de congresistas, por lo que no contempló diferencias significativas. “El Proyecto de Transformación de Santiago”, Zig-Zag, 5 de octubre de 1912 y Carlos Carvajal. “La Transformación de Santiago”, en: Arquitectura y Arte Decorativo, Nº 6/7. Santiago, octubre 1929, pp. 278-9. Carvajal (1872-1950), por lo demás, pertenecía al Consejo Superior de Habitaciones para Obreros, y publicaría poco después el estudio crítico Reformas necesarias a la ley de habitaciones para obreros, Impr. Kosmos, Santiago, 1913. Carvajal fue además pionero en el debate urbanístico en Chile, ya que cuatro años antes, en el marco del Primer Congreso Científico Panamericano, había sostenido las bondades que traería para Santiago la aplicación del plan de Ciudad Lineal del español Arturo Soria y Mata (1844-1920). Sobre este último tema, Jonás Figueroa, “Las Ciudades Lineales Chilenas (1910-1930)”, en Revista de Indias Nº 198, Madrid, 1993. 603 Carlos Carvajal. “La Transformación de Santiago”, en, Arquitectura y Arte Decorativo, Nº 6/7, Santiago, octubre 1929, p. 272. 329 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS servicios de agua potable y desagües higiénicos”. 604 Los alcances del plan de transformación llegaron a ser discutidos profusamente por la prensa, que debatió en torno a su realización y aplaudió mayoritariamente la iniciativa. Pero las aspiraciones de los arquitectos y de “un grupo de vecinos entusiastas que formaron un Comité de Transformación de Santiago”, nunca fueron aprobadas por el Congreso.605 Ese mismo año, el autor del proyecto, el Inspector General de Arquitectura Carlos Carvajal, se refería al mismo indicando que “hay autores como Cloquet, Buls, Stubben, que aconsejan distintas anchuras a las calles, las que deben corresponder ampliamente a la circulación, que es su objetivo esencial, para regular y repartir el tráfico de la ciudad y para que cada uno conserve su propia individualidad, y romper de esta manera la monotonía que tendrían al parecerse a un tablero de ajedrez”. 606 Contraviniendo la opción de quince metros de ancho standard de la ley „del serrucho‟, los autores referidos por Carvajal muestran un conocimiento de autores más rico que el sólo proyecto haussmaniano. Charles Buls y Joseph Stubben, por ejemplo, fueron dos figuras de los inicios del city-planning en Alemania, y ambos –junto con Reinhard Baumeister- constituyeron un referente importante para el urbanista austriaco Camillo Sitte. Stubben y Buls, plantearon sus argumentos principalmente en Der Stâdtebau (Darmstadt, 1890) y Esthétique des villes (Bruselas, 1893), respectivamente. En todos los casos, se dejaba ver cuestiones ya planteadas por Baumeister -sólo diez años Fig. 117. Caricatura que muestra a Carlos Carvajal y su propuesta de transformación de Santiago de 1912. Nótese el uso intensivo de diagonales en una ciudad de histórica cuadrícula. mayor que sus colegas- quien “es considerado el primero en insistir en que la planificación de ciudades está en función del tráfico vehicular. Fue un pionero en la zonificación, especialmente en su entramado legal. Además, enfatizó en los problemas de vivienda y cuestiones de higiene pública”. 607 604 Idem, p. 275. 605 C. Carvajal, “La Transformación...”, op. cit. 606 “Transformación de Santiago”, El Mercurio, 17 de junio de 1912. 607 George R. Collins y Christiane Crasemann Collins, Camillo Sitte and the birth of modern city planning, Random House, New York, 1965, p. 26 y ss. (“he is considered to be the first to insist that city planning was a function of vehicular traffic. He was a pioneer in zoning, especially its legal framework. In his work he also emphasized housing problems and matters of public hygiene”). 330 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Las referencias hechas por Carvajal evidencian un conocimiento del campo internacional no despreciable por parte de los ingenieros nacionales. Recordemos, por ejemplo, las alusiones que Alejandro Bertrand hacía en su proyecto de transformación del barrio Mapocho en 1895, a urbes como La Plata y Washington. Y además, señalan una crítica a la ley „del serrucho‟, en rigor una ley de expropiación y rectificación. Uno de los principales impulsores del Museo de Bellas Artes, Alberto Mackenna Subercaseaux, por ejemplo, se preguntaba: “¿Quién, al recorrer nuestras calles en cualquiera dirección, no se ha detenido alguna vez a preguntar qué significa esta algarabía infernal de edificios, entrantes unos y salientes otros que están destruyendo la uniformidad de la edificación y afrentando durante siglos el aspecto de la ciudad?”.608 El mismo Mackenna pregonaba la concentración de las expropiaciones en la realización de una primera diagonal, la más importante a su juicio, que uniera la estación Mapocho con avenida Brasil. Pese a ello, y como expresamos, las modificaciones propuestas durante aquellos años rara vez se concretaron. Sirvieron más bien como experimentos para una transición desde la „transformación de ciudad‟, a las primeras nociones del urbanismo como disciplina autónoma. En suma, no cambió demasiado el panorama urbano existente hasta entonces: viviendas pareadas de adobe y teja en manzanas cuadriculadas continuaron siendo la tónica. En 1914, Mackenna Subercaseaux indicó con desaliento que “La verdad es que Santiago carece de todas las características de una capital. Es un largo y monótono caserío que se extiende desmesuradamente en todas direcciones, sin perspectivas, sin elegancia y sin variedad en su arquitectura. Una calle es igual a todas las demás”.609 Y agregó: “Nuestro público se alarma con la idea de la demolición de algunas manzanas de viejos caseríos, siendo que ése es el mayor beneficio a que puede aspirar una ciudad como la nuestra”.610 608 Alberto Mackenna Subercaseaux, “Una exposición de planos de ciudades. (Conferencia dada en el salón de la Universidad el 2 de octubre de 1914)”, en Santiago Futuro. Conferencias sobre los proyectos de transformación de Santiago, Impr. “Barcelona”, Santiago-Valparaíso, 1915, p. 50. Y complementó: “Gracias a esta absurda disposición, estamos convirtiendo la ciudad en un serrucho, y a cada paso nos encontramos con edificios que nos salen al encuentro, mientras otros quedan escondidos en la sombra, sin guardar entre ellos armonía, ni proporción”. (p. 51) 609 Idem., p. 71. 610 A. Mackenna Subercaseaux, Santiago futuro, cit., pp. 74-5. Nada más alejado, como se verá más adelante, de otra corriente de la época, el neocolonial y las primeras expresiones de un patrimonialismo arquitectónico urbano, manifestado especialmente a través de las crónicas de prensa. 331 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Entre 1914 y 1915 se publicaron dos nuevos planes de transformación. El primero, precisamente correspondió a Ricardo Larraín Bravo, José Luis Mosquera y Héctor Hernández. Éstos presentaron, a nombre de la Sociedad Central de Arquitectos, una ponencia donde recogían muchos de los elementos de cambio ya expuesto en los proyectos de 1912. Los autores reivindicaban la idea de fortalecer el centro cívico y social de Santiago uniéndolo al resto de la ciudad por medio de avenidas (“sistema radial”), las que dividirían la urbe en sectores. En cuanto a los espacios públicos y la calidad ambiental de la ciudad, los arquitectos proponían “la introducción de grandes parques y de bosques dentro de las poblaciones, para así sanear el ambiente y conseguir sombra y frescura”. Simultáneamente se planteaba la preocupación sobre las condiciones sanitarias de los mercados y mataderos, de suma importancia para el higiénico abastecimiento de los habitantes. Los espacios públicos, como los locales para conferencias y las escuelas, debían asumir la función de integrar a los sectores de menores ingresos a la vida moderna enseñando los valores cívicos y destruyendo “los prejuicios y las supersticiones”. 611 El proyecto nunca fue considerado por el aparato público. Un nuevo intento de transformación nació en 1915. Por nombramiento del Alcalde de Santiago, Ismael Valdés Valdés, se formó una comisión de diputados, senadores, miembros del municipio y vecinos para el estudio de un nuevo plan. Éste, en sus aspectos principales, propuso la eliminación de todas las diagonales (justamente lo opuesto de las propuestas en torno al centenario), el ensanche de varias calles y la apertura de otras que impedían el libre tráfico. Es decir, una combinación entre viejas propuestas que venían, al menos, del último tercio del siglo XIX; y otras más relacionadas a intervenciones puntuales y pragmáticas, lejanas de grandes transformaciones. Las avenidas que se plantearon consideraban vistas y perspectivas de manera de dar continuidad a los espacios públicos y contribuir a su embellecimiento. Así por ejemplo, la avenida que rodeaba el Cerro Santa Lucía se prolongaba hasta el Parque Forestal y se dividía en dos, dejando al cerro aislado entre árboles y jardines, al mismo tiempo que se comunicaba con la Alameda de Las Delicias. Se proponía también el traslado 611 Ricardo Larraín Bravo, José Luis Mosquera y Héctor Hernández, “Transformación de Ciudades”. En: Primer Congreso de Gobierno Local, s/ datos de edición, 1914. Más detalles sobre el crecimiento del barrio ultra-Mapocho en el capítulo cuarto. 332 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO del Mercado Central y la Cárcel Pública para destinar estos espacios a establecimientos de importancia ciudadana. A su vez, los parques Forestal y Centenario se unían mediante una gran avenida que llegaba hasta la Estación Mapocho para seguir luego hasta la Estación Yungay. 612 Otra importante arteria que se contemplaba era paralela al sur de la línea del ferrocarril de circunvalación, la que se unía con el tren a Melipilla. A su vez, la avenida General Velásquez articularía la mencionada línea con la Quinta Normal.613 Otros aspectos abordados fueron de orden más bien técnico, como por ejemplo, la proporción que en la zona urbana debería guardar la parte edificada con la planta de espacios abiertos destinados a plazas y jardines, relación que se estimaba en un 10 a un 15%. Las calles deberían diseñarse considerando a la vez el nivel del tráfico y la importancia del barrio servido.614 Para implementar este plan se creó una Junta de Transformación que estaría encargada de la dirección y supervigilancia de las obras. En palabras del alcalde de Santiago: “la ventaja de que la Junta de Transformación revise y apruebe los planos de todos los nuevos barrios que se anexen a la ciudad, hará llevar un propósito de unidad y de experiencia a donde hasta ahora se procedía con exceso de libertad, falta de estudio y sin relación entre unos barrios y otros, los que en adelante podrán, construirse con puntos de contacto que los unan”615. En 1917, el propio ingeniero Ismael Valdés se planteó críticamente frente a este plan, reconociendo que, no obstante las medidas aportadas, en algún momento se optaría por trazar las discutidas diagonales, las que a su juicio eran la mejor solución teórica y práctica al problema del tráfico en una ciudad que no tenía población suficiente para construir ferrocarriles subterráneos, elevados o mixtos. En consecuencia, el proyecto de 1915 fue calificado por su propio impulsor como “verdaderamente tímido, pues con el propósito de disminuir la resistencia que en la opinión puedan encontrar 612 Véase capítulo cuarto. 613 Ismael Valdés Valdés. La Transformación de Santiago. Sociedad Imprenta-Litografía “Barcelona”. Santiago, 1917, p. 30. Debe recordarse, no obstante, que lo “más interesante y valiente del proyecto”, a juicio del propio Valdés, fue la avenida que se proponía trazar desde el frente del Palacio de Gobierno hasta el Llano Subercaseaux, obra que consultaba un gran programa de expropiaciones. 614 Ismael Valdés Valdés. La Transformación de Santiago, op. Cit., p. 30 y 31. 615 Idem, p. 63. 333 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS algunas de sus prescripciones ha reducido lo nuevo a un mínimun, casi sólo a una muestra de lo que [...] podrá hacerse en la ciudad”. 616 Para Carlos Carvajal, se trataba de un “proyecto sencillo” pero que enfrentaba los mismos obstáculos derivados de los intereses de los grandes propietarios. 617 La atracción ejercida por modelos europeos como París (Haussmann), Bruselas (Buls), Alemania (Stubben), y las nociones modernas que hablaban de perspectivas amplias, variedad en el espacio urbano, carácter especial a los barrios y calles, monumentos y paseos e higiene, fueron recogidas por los planes. Las propuestas intentaban mejorar la calidad del hábitat, adecuar la vialidad al impacto de los transportes públicos y articular los vacíos territoriales que la ciudad iba dejando en su proceso de expansión. La reacción de los diferentes sectores que se sintieron perjudicados por estas obras no se hizo esperar. Una de las críticas más persistentes fueron objeciones de orden presupuestario, dada la magnitud de la obras propuestas.618 Sin embargo, las diferencias de fondo radicaban en el negativo impacto que las obras causarían en aquellos inmuebles ubicados dentro de las zonas más céntricas y que afectaban terrenos o casas particulares de la elite. Si seguimos las investigaciones de Patricio Gross, los debates parlamentarios, luego de detectar las problemáticas urbanas, las posponían invariablemente en orden a la inviolabilidad del derecho de propiedad, precisamente en la época de expansión del mercado del suelo. Aunque regía la Ley de la Comuna Autónoma, los parlamentarios mantuvieron la facultad para decidir sobre trazados, ensanches y expropiaciones. Ismael Valdés Valdés, Alberto Mackenna Subercaseaux, Carlos Carvajal y otros vieron así como sus proyectos quedaron estancados en las Secretarías del Congreso Nacional.619 616 Idem, p. 27. 617 Carlos Carvajal, “La Transformación de Santiago”, en Arquitectura y Arte Decorativo Nº 8, Santiago, 1929, p. 339. 618 Idem. 619 “Sucumbieron los planes que justamente presentaban una tendencia homogenizadora de la capital mediante una adecuada accesibilidad a los distintos barrios, gracias a las diagonales y vías de circulación tantas veces propuestas. Perder la exclusividad de los barrios privilegiados, ceder parte del terreno propio o tener que abandonar la casa familiar por la apertura de una diagonal, eran imperativos que la aristocracia no estaba dispuesta a conceder en favor del deseado hermoseamiento y modernización de Santiago.” Patricio Gross, “Utopías haussmannianas y planes de transformación 1894-1925”. En Pedro Bannen (editor), Santiago de Chile. Quince escritos y cien imágenes, ARQ, Santiago, 1995, p. 104; “Santiago de Chile: Ideología y Modelos Urbanos”, 334 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO 5.2. La Avenida Santa María y la posesión del cerro San Cristóbal “¡Árboles, árboles, árboles! Debería ser la divisa de todo mandatario y la exigencia de todo ciudadano” José A. Alfonso, “El arbolado y los espacios libres”, El Mercurio, 1918. “Aquella mole abrupta, salvaje, que constituía un borrón por su aridez, será dentro de poco –tal vez en unos meses más- la romería obligada de los niños y de los grandes” “Nuestro cerro San Cristóbal”, Zig-Zag nº 721, 14/12/1918. En este contexto de propuestas frustradas de diagonales, ruptura de la cuadrícula y parques públicos –así como de primacía del derecho de propiedad privado-, dos fueron los sucesos que marcaron una tendencia respecto al traspaso del viejo límite del Mapocho. Pese a sus diferencias, fueron nuevas experiencias de intervención no sólo en sus riberas, sino en el espacio suburbano de Santiago. Un primer elemento fue la anexión del cerro existente al otro lado del río, interés enmarcado en la mencionada urbanización de antiguos sectores de la Chimba, desde finales del siglo XIX. En algunos casos esta urbanización se ligó con la vivienda de interés social, como sucedió con la referida población León XIII, de la beneficencia católica. En otros, fue el loteo y construcción realizado por particulares, en muchas ocasiones con fines industriales. Por ejemplo, esto ocurría a mediados de los diez con una fábrica de calzado de tamaño intermedio, como “The American Shoe Factory” (fig. 118). Un segundo factor que explica la expansión hacia el nororiente de la ciudad fue la construcción y continuación de la avenida Santa María, antigua Avenida Norte del Mapocho, hacia el oriente de Pío IX. Ambas intervenciones urbanas -la transformación del cerro San Cristóbal en un espacio público y la construcción de la avenida Santa María como vía pública que señala un avance hacia el oriente- son consideradas aquí como un crecimiento de la ciudad sobre antiguos suburbios de ultra-Mapocho. Es de interés destacar esta relación entre urbanización y gestión estatal por sus efectos para una incipiente expansión urbana. Esta se realizó en un gran en Eure (Vol. XVI, Nº 48), pp. 67-85, Santiago, 1990, p. 80 y ss. A juicio de Carvajal, “la anarquía política y los intereses creados impidieron la aprobación de esos proyectos tan interesantes...”. “La Transformación de Santiago”, en Arquitectura y Arte Decorativo, Nº6/7, op. cit., p. 279. 335 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 118. “The American Shoe Factory”, ubicada en Andrés Bello 35 (actual Antonia López de Bello), c. 1914. Aunque de tamaño mediano, numerosas fábricas e industrias –muchas de ellas, molinos- urbanizaron la Chimba a inicios del siglo XX. Esta industria de calzado estaba situada en el límite norte del suburbio; llegando a levantarse una construcción anexa ya en el mismo cerro. Respecto a este último, nótese la ausencia de vegetación. sector que seguía siendo entendido como otra ciudad, pese a la aparente conectividad absoluta producida por la canalización del torrente y la construcción de numerosos puentes metálicos. La visión de la prensa sobre el paseo de la Recoleta puede ayudar a comprender al menos dos aspectos: primero, una representación de lo lejano, pese a la supuesta integración cabal efectuada hasta entonces -fines de los diez-; por otra parte, una caracterización de la vida cotidiana en aquel espacio público: “[...] En las noches tranquilas, los muchachos, después de cada comida, salen al característico paseo de la Recoleta, en donde hay amores frívolos que esperan y discusiones vulgares que sirven para pasar las horas, con un cigarro ordinario y un amigo modesto. Los pacíficos bancos de la Recoleta son testigos de toda esa tristeza cotidiana, que solo tiene el consuelo humilde escuchar una vez por 336 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO semana, unos cuantos valses añejos que toca la banda del Buin [...] La tranquilidad que reina en las soñolientas calles de la Recoleta, tiene mucho de vida de provincia, con sus árboles, sus iglesias y su silencio que se agranda en las noches. Recoleta es un pueblo antiguo y serio, que está junto a Santiago. El Mapocho tiene la significación de un límite de provincia. La capital termina en el Parque Forestal y en el Mercado. Los muchachos de este barrio silencioso y melancólico, no se parecen a los de ningún otro barrio. Tienen características propias. Y esto les enorgullece secretamente. Ellos saben querer a su barrio de alma provinciana, al cual le falta, para tener todos los encantos sencillos de los pueblos, que de tarde en tarde pasen, silbando largamente, algunos trenes”. 620 Conviene destacar en el doble rol cumplido por la crónica urbana: por una parte, más que el contraste entre ese “límite de provincia” y lo existente al sur del río, representar la ciudad era un modo de dominarla. Por otro lado, hay efectivamente una voluntad integradora mediante el espacio público. En esa senda de integración escrita y circulada por la ciudad, es importante la urgencia del afán modernizador mediante la dominación de la naturaleza, específicamente la rectificación de los accidentes geográficos tan presentes en la capital chilena. Recordemos que esto había sido motivo especial de preocupación en un intendente paradigmático como Vicuña Mackenna, específicamente en su monumental remodelación del cerro Santa Lucía.621 Otro factor, presente desde finales del siglo XIX, era el uso del árbol en los espacios públicos y la introducción de una cultura de respeto al verde ornamental, estimulada principalmente en las escuelas y grupos de boyscouts, y materializada en ceremonias públicas como la celebración del día del árbol. Esto, sumado a la ausencia de una edilicia pública destacada en el área norte de la ciudad o si se prefiere, a una presencia del aparato público, permite solventar nuestra hipótesis sobre la preocupación por la avenida Santa María y el cerro San Cristóbal, así como la vinculación entre ambos. 620 Fernan Alcover, “El paseo de la Recoleta”, Zig-Zag Nº 716, 9/11/1918. Las cursivas son mías. 621 Con todo, esto no significa que –como algunos autores han planteado- durante su intendencia Vicuña Mackenna propusiera convertir al San Cristóbal en parque público. Para éste, la urgencia era la apertura de nuevas plazas, como el Paseo Santa Lucía y la Plaza del Panteón, la única propuesta al norte del Mapocho. Véase B. Vicuña Mackenna, Transformación de Santiago…, citado, pp. 45-50. Sobre la errónea relación entre Vicuña y el cerro, Juan Medina, Cerro San Cristóbal. El gran balcón de Santiago, Consejo de Monumentos Nacionales, Santiago, 2003, p. 35. 337 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Es importante consignar que las ideas de posesión del San Cristóbal se insertaron en una serie de discusiones y normativas para acelerar la conectividad con los barrios ultra-Mapocho. Y allí, la avenida Santa María cumplió un rol crucial. 622 Aunque la ley de 1888 estableció una franja de cien metros a cada lado del canal del Mapocho, fue a partir del proyecto ministerial de 1895 que la ribera norte quedó establecida con una expropiación definitiva: ochenta metros desde la orilla del río. Se fijaron entonces las medidas de la avenida Bellavista y la avenida norte del Mapocho, que quedaron en veinte y quince metros, respectivamente. Esta última vía sólo comenzó a ser concretizada durante la década del diez. No obstante, como recordara el regidor Horacio Manríquez en 1918, el impulso para su proyección hacia el oriente se produjo hacia 1897, cuando el río Mapocho destruyó en Providencia la parte alta del molino de El Carmen. Se acordó entonces construir un enrocado de defensa, y el Intendente invitó a los vecinos para tratar de construir una avenida en el costado norte del Mapocho. Según expresó Manríquez, “la concesión de terrenos que hicimos los vecinos, no [fue] de 20 metros como pedía el sr. intendente, sino de 40 metros”.623 En rigor, este interés de los propietarios se veía estimulado por la opción de obtener una mejor conectividad para el traslado de productos agrícolas. De todos modos, es importante considerar que el tramo al oriente de Pío IX de la avenida norte del Mapocho estuvo sin construir por años, y que además, tuvo una preocupación más tardía que su símil en la ribera sur. Esta última, conocida como Balmaceda y hacia el oriente como Avenida del Parque Forestal, contaba ya en 1903 con trabajos encabezados por el intendente Cousiño. Hacia 1907, en tanto, hay noticias relativas a dar continuidad a la “Avenida del Parque Forestal” nivelando su muro, cuestión que se veía ligada al ensanche de la Avenida Providencia, entonces, una comuna suburbana.624 622 Uno de los pocos autores que se ha referido a la importancia de la apertura de esta vía, es René León Echaíz, Historia de Santiago, Tomo II, op. Cit., p. 187. 623 Sesión extraordinaria en 23/11/1918, Gaceta Municipal, Año I, N° 24, 7 de diciembre de 1918, p. 2. 624 Alcalde de Providencia a Intendente, 10/3/1907, Intendencia de Santiago, volumen 298, marzo 1907. Sin embargo, se vio en el capítulo anterior que la apertura de la Avenida Sur del Mapocho –o av. Balmaceda- fue sumamente compleja en el tramo entre la estación Mapocho y el Mercado Central, uno de los más centrales. 338 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 119. Manzana 30 del Catastro Municipal de 1910, inmediatamente al oriente de Pío IX y hasta calle Walker Martínez. Este plano permite advertir la rectificación del Mapocho que simultáneamente debe –en su ingreso al suburbio- determinar líneas de edificación y de vialidad. Se observa el trazado a realizar en la avenida Santa María así como numerosas propiedades. Respecto a estas últimas, nótese también el canal, que proveía de agua para los numerosos molinos allí existentes. La avenida Santa María era entendida como indispensable en su tramo urbano central, esto es, entre Bandera y Pío IX. Más al oriente de esta última vía su cristalización fue lenta, debido a que era considerado un barrio absolutamente suburbano. Por ello, las iniciativas para tales obras fueron efectuadas sobre todo por los empresarios agrícolas del sector. Hacia 1915 hay indicios de un estímulo a la dilatada construcción de la avenida; proceso una vez más, no exento de descoordinaciones entre los diferentes poderes del Estado. El 15 de agosto de ese año la avenida fue inaugurada, un día después de iniciadas las obras hacia el oriente de Pío IX. Como en otras estrenos de obras públicas, el acto tuvo la participación de estudiantes, esta vez los niños de la Escuela Olea. En la ocasión, los estudiantes plantaron “plátanos orientales”, bajo la mirada de Alberto Mackenna y el director de la 339 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Escuela, Aniceto Gallardo, comprendiendo la inauguración como una reserva ecológica y pedagógica, fiesta del árbol mediante.625 Con todo, es importante destacar que la construcción de la avenida Santa María, y su proyección hacia el oriente, tuvo descoordinaciones entre el municipio y la intendencia, con el principal efecto de tensar la continuidad de las obras.626 En 1915, por ejemplo, la Alcaldía pidió al intendente la entrega de los terrenos de la ribera norte de Pío IX al oriente y que estaban ocupados por la vivienda del guardián encargado de la distribución de las aguas del lavado del alcantarillado. Según Vicente Edwards, Director de Alcantarillado y Pavimentación, “la Municipalidad ha determinado abrir una nueva Avenida ocupando, para realizar esta idea, los terrenos fiscales que quedan en la ribera norte del Mapocho”. Sin embargo, en orden a la ley de transformación de Santiago („del serrucho‟, 1909), Edwards estaba impedido de ceder ese sitio.627 Pocos días antes, la Comisaría de Aseo de la 6ª comuna, Recoleta, explicó al Prefecto de Policía que el Mayordomo de la Dirección de 625 “Avenida Santa María”, El Chileno, 14/8/1915. Las fiestas del árbol ya existían a mediados de la década de 1900, pero se masificaron después del centenario. Sobre sus actividades pedagógicas, puede verse como ejemplo la desarrollada en 1908 en la calle Huemul, periferia sur de Santiago, por la Sociedad "Escuelas de Proletarios". Se plantaron entonces 100 árboles en una extensión de tres cuadras entre Santiago y Pedro Lagos. Esta fiesta sirve como modelo de celebraciones públicas basadas en la persuasión en torno al patriotismo, el „verde en la máquina urbana y la beneficencia: “1. Canción de Yungay, cantada por los alumnos de las escuelas números 5 y 8 de Proletarios 2. Discurso del Presidente de la Sociedad, sr. Don Pedro Bannen 3. Himno Patriótico, cantado por todos los alumnos 4.Lo que piden los árboles, poesía recitada por el alumno José Carrasco 5. Firma del acta conmemorativa de la fiesta 6. Trabajo, poesía… 7. Juro por mi bandera, canción 8. El árbol bienhechor, diálogo por los alumnos 9. Dios guarde a Chile, cantado por los alumnos 10. El arbolito, recitado… 11. Plantación de los árboles por los alumnos 12. Elevación de globos con inscripciones alusivas al acto 13. Repartición de once a los alumnos 14. Desfile general con una banda de músicos”. Véase La fiesta del árbol celebrada por la Sociedad "Escuelas de Proletarios", el 6 de agosto de 1905, Santiago: Impr. Cervantes, 1908. 626 Esta „tensión temporal‟ requiere ser confrontada con una tensión en el espacio político: el paso de un sistema político exclusivamente oligárquico, a una restringida participación de partidos obreros y mesocráticos. Sobre el tema, véase Infra. 627 Como él mismo señaló, esa ley “dispone que exceptuando los casos de construcción o reconstrucción no podrá entregarse al uso público parte alguna de los sitios de propiedad nacional destinados a objetos especiales sino con autorización del Presidente de la República”. El Director de Alcantarillado y Pavimentación se refería al artículo 21° inciso 2° de la ley 2203 de 7 de septiembre de 1909. Y señaló que “esta Dirección ignora que disposiciones haya tomado el Gobierno con relación a esos terrenos en conformidad a las citas legales a que me he referido”.Dirección del Alcantarillado y Pavimentación a Intendente de Santiago, 30/11/1915. Intendencia de Santiago, vol. 429, noviembre 1915. 340 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Alcantarillado y Pavimentación había impedido la apertura de la avenida Santa María entre Purísima y Pío IX, argumentando -según instrucciones de Edwards- su carácter fiscal.628 Pese a estas descoordinaciones –que nos hablan de una transformación sobre el Mapocho urbano distante, al menos en nuestra interpretación, de una remodelación modelo- la avenida Santa María, como espacio urbano de creciente preocupación estatal, comenzó a ser objeto de recorridos urbanos ya no efectuados por la prensa, sino por las autoridades políticas. Estos recorridos eran un tema que, desde la perspectiva de „transformación de ciudad‟, se remontaban al menos a Vicuña Mackenna, pero que -como se ha visto en el capítulo cuarto- aumentaron hacia el centenario por lo que parte de la esfera pública consideró como la degeneración de la „ciudad bárbara‟. Y desde el enfoque que aquí interesa, fueron recorridos que incentivaron el interés estatal en la expansión hacia el norte y oriente; o, en otras palabras, una voluntad pública por transformar aquel sector. En la mañana del 16 de julio de 1918, practicaron una visita al llamado “barrio oriente” de la ciudad el Alcalde Rogelio Ugarte acompañado del Intendente interino Francisco Subercaseaux y de Alberto Mackenna, Paulino Alfonso -antiguo promotor del parque Forestal- y el connotado periodista Joaquín Díaz Garcés. La Gaceta Municipal, nada menos que el primer medio de difusión masivo en la historia de gobierno local santiaguino, informó: “Esta comitiva recorrió las dos riberas del Mapocho con el objeto de imponerse de los trabajos de apertura de la avenida Santa María que dará paso al cerro San Cristóbal, por lado norte, y de los terrenos que dejaría la prolongación del Canal hacia el oriente por el sur y en los que se ha insinuado podría levantarse el edificio de la Universidad de Chile en proyecto. El señor Ugarte aprovechó esta visita para dar algunas órdenes respecto de los trabajos de apertura de la avenida antedicha, a fin de hacer su inauguración el día 1 del próximo septiembre con la Fiesta del árbol. En cuanto al proyecto de canalización del Mapocho hacia el oriente, se estimó que era 628 Municipalidad de Santiago. Servicio de aseo. Almacenes-talleres, 6a Comuna “Recoleta” a Prefecto de Policía, 16/11/1915. Intendencia de Santiago, vol. 429, noviembre 1915. Y expresó también que El Prefecto Aurelio López manifestó también que el tramo de Loreto a Purísima ya estaba despejado de todos los residuos de recanteo de adoquines que había dejado dicha faena fiscal, y que “este trabajo se hacía necesario continuarlo ya que esta Comisaría había recibido con este objeto el espontáneo auxilio de presos mandados por la 1a Comisaría de Orden”. 341 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS conveniente auspiciar este trabajo ante el Supremo Gobierno y que en los terrenos que se ganarán al río podría darse ubicación a la Universidad y al Conservatorio Nacional de Música, o dedicarlos a jardines como prolongación del Parque Forestal”629 Expandir, prolongar, edificar, festejar para educar: como se aprecia, al menos cuatro ejes se manifiestan en la frase anterior, y es que la problemática del espacio público entre fines del siglo XIX e inicios del veinte muestra, como veremos más adelante, una transición en la noción de espacio público que podría calificarse como un paso entre el parque público decimonónico y las ahora llamadas áreas verdes. Ahora bien, resalta en primer lugar en el discurso de la Gaceta Municipal, no sólo la visualización de un sector urbano central, antaño rural –“el barrio oriente de la ciudad”sino la claridad expositiva respecto a la avenida Santa María como base para la conexión con el San Cristóbal. En otras palabras, construcción de la ciudad moderna mediante la relación largamente postergada entre vialidad y espacio público, producto de dominación de la naturaleza, la expansión pública y cuyo resultado esperado era la centralidad. Es innegable la tentación de recurrir a una idea de la dominación de la naturaleza por etapas y, de esa forma, comprender el control de la sociedad urbana respecto al río Mapocho y al cerro San Cristóbal. Es decir, a que hubo un proyecto unidireccional desde donde se encabezó una clara e inalterada visión sobre la transformación del Mapocho urbano. Sin embargo, tal idea debería confrontarse con la innumerable cantidad de propuestas y discusiones que se han visto a lo largo de esta tesis, así como a las diversas coyunturas político-sociales que las atravesaron. Un segundo aspecto que destaca en la nota de la Gaceta Municipal corresponde a la petición de canalizar el río hacia el oriente –sólo realizada a finales de los veinte- y la idea de edilicia pública en la ribera sur. Es innegable el continuo rol que tiene la higiene pública en todas estas propuestas. Sin embargo, es necesario también enfatizar en los cambios sobre las ideas de movilidad y estética en la segunda década del siglo veinte. 629 “El barrio oriente de la ciudad”, Gaceta Municipal, Año I, N° 6, 20 julio de 1918, p. 5. El énfasis es nuestro. La referencia a este medio como el primero de difusión masiva se explica ya que las anteriores publicaciones del municipio fueron restringidos a transcribir las discusiones entre regidores, mientras que la Gaceta Municipal se fundó en 1918 con la idea de circular gratuitamente –con un modesto tiraje- con diferentes secciones informativas, incluyendo entrevistas y reportajes, así como crónicas urbanas. En este sentido, presenta una estructura mucho más moderna que el Boletín de Actas y Documentos de la Ilustre Municipalidad de Santiago (1890-1911). 342 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Una semana después de aquella primera salida a terreno, el Alcalde Ugarte, acompañado de Juan Enrique Concha y el Prefecto de la Policía de Aseo, visitaron la calle de Bellavista, Santa María y la Población León XIII. El sugerente título de la Gaceta Municipal (“Recorriendo la ciudad”) nos indica un nuevo tipo de gestión, a estas alturas consolidada: la ciudad ya no se gobierna sólo desde una oficina; ahora es necesario recorrerla parte por parte para comprenderla. Ugarte contempló entonces “el mal estado en que se encuentra la calle de Bellavista”, por lo que ordenó “activar en lo posible los trabajos de la Avenida Santa María para habilitar el tránsito por ella y proceder a la reparación de la anterior”. 630 La referencia al alcalde Ugarte puede entenderse como una figura destacada de las obras públicas –no sólo mapochinas- realizadas después del centenario, en especial de nuevas áreas verdes. Ya en la década del veinte, fue el gran promotor de las plazas de juegos en los espacios públicos, introduciéndolas en Santiago: la primera en avenida Matta, y la segunda instalada en el parque Forestal. 631 Ahora bien, para efectos de nuestro objeto de estudio, esta urgencia por la avenida Santa María vino a reforzar la ya citada necesidad de su puesta en marcha para acceder al San Cristóbal. En este contexto, la Avenida Santa María se comprendió en el contexto de una necesidad vial pero también ecológica. Como se verá más adelante, estos factores fueron en paralelo a los usos sociales del extenso cerro. Con todo, los registros visuales en torno al centenario muestran un San Cristóbal aún agreste, sin intervención paisajística alguna: es lo que muestra, por ejemplo, la imagen de The American Shoe Company (figura 118). La ausencia del mismo en los debates legislativos y aún, municipales (tanto en Santiago como en Recoleta y Providencia), evidencian que todavía era considerado como un promontorio suburbano: aquel “que constituía un borrón por su aridez”, como dijera ZigZag en 1916. De hecho, hasta entonces el cerro tenía un uso principalmente laboral, debido a la extracción de rocas y materiales de construcción desde sus canteras. En cambio, después de 1910 las campañas por tomar posesión del cerro aumentaron. Nuevamente la prensa resulta un actor clave para comprender el interés de la gente común y las autoridades hacia la pequeña cadena montañosa. Por ello, al hablar de la „fiesta del árbol‟ aludida por la Gaceta Municipal, señalamos que se trataba de festejar para educar. Los 630 “Recorriendo la ciudad”, Gaceta Municipal, Año I, N° 7, 30 de julio de 1918, p. 1. 631 Rojelio Ugarte, Las plazas de juegos infantiles (trabajos llevados a cabo para su instalación), Santiago, 1923. 343 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS medios de comunicación impulsaron, con sus editoriales y columnas, la necesidad de posesionarse sobre el San Cristóbal, bajo la premisa de la necesidad de “árboles y espacios libres”. En un temprano 1911, Pedro Sánchez, articulista de La Unión, manifestó que “esta ciudad, frondosa por el clima y por el suelo, no tiene árboles en la proporción que debiera. Hay calles enteras en las cuales no se divisa un arbusto en toda su extensión. Se ven yermas, duras, secas, escuetas, recibiendo el sol estival sin una defensa, sin un amparo. Los rayos solares caen como chorros fundentes; no sopla la más leve brisa; el viajero cree encontrarse en una de esas tórridas ciudades del norte, o en la pampa salitrera”.632 Siguiendo este creciente debate, José A. Alfonso –integrante de la Liga Chilena contra la Tuberculosis, entre otras asociaciones- expresó poco antes de los referidos „recorridos urbanos‟, sus críticas a la idea de construir el nuevo edificio de la Universidad de Chile “en los terrenos hoy día ocupados por jardines a la orilla y al lado norte del río Mapocho”. Sus razones, vinculadas a asociaciones filantrópicas y educativas, nos ofrecen una notable visión del problema y de la valorización del verde ornamental en el contexto de una ciudad en transformación: “Porque, dedicar a edificación los jardines públicos en una ciudad de calles casi todas estrechas, de pocos espacios libres, de escasos árboles y todo ello en pleno siglo XX, nos parecería sencillamente una aberración. Precisamente, la ciudad moderna aspira al maximum de esos espacios, al maximum de arbolado. [...] No hay más que subirse a alguna eminencia, al Santa Lucía, y especialmente al San Cristóbal, y mirar hacia el poniente, a la ciudad, para convencerse de su aridez. Fuera de las líneas con vegetación formadas por la Alameda y por el Parque Forestal, lo 632 Pedro Sánchez, “Árboles y plazas. (Dedicado a la Comisión parlamentaria encargada de estudiar la transformación de Santiago)”, La Unión, 28 de diciembre de 1911. Añadió que “en el extenso radio que abarca desde el Cementerio General por el Norte, hasta el Zanjón de la Aguada por el Sur, y desde la Avenida Pedro de Valdivia por el Oriente hasta la Avenida General Velásquez por el Poniente, existen sólo cinco plazas dignas de este nombre. ¡Cinco plazas! Ellas son: Independencia, Brasil, Yungay, Almagro y Ercilla. Ni una más. Las otras que se conocen con el pomposo nombre de plazas, son meras plazoletas o plazuelas, como las „plazas‟ Italia, Argentina, Francia, Bello, Rodríguez, San Isidro; otras no pasan de ser calles ensanchadas, como la Moneda; y otras son principios de un proyecto de plazuela, como Freire, Don Bosco, San Vicente, Santa Ana, etc. Las plazas de veras, de manzanas completas, con cuatro calles por lado, son las cinco que hemos nombrado”. 344 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO demás es un conjunto uniforme y monótono de calles estrechas y de techos de zinc, sin árboles, sin alegría, que desconcierta y oprime el corazón. [...] Hasta hace no muchos años, el mal era menor, porque el arbolado, si no en las calles o en los parques, existía en los amplios patios o en los huertos de casi todas las casas de la ciudad. Hoy día, por desgracia, desde este punto de vista, las necesidades de la edificación y de una población cada día más densa están acabando rápidamente con todas estas casas poéticas y coloniales, útiles para la sanidad de la población. [...] Desgraciadamente, parece que estuviera en nuestra sangre el poco afecto al árbol, el poco afecto al espacio libre, la poca o ninguna comprensión de su necesidad, de su absoluta necesidad”.633 El discurso de Alfonso muestra continuidades con los debates de fin de siglo, especialmente en lo referido a la estrechez de las calles. La falta de espacios libres y árboles conduce a su vez a masificadas máximas del higienismo. Sin embargo, la convergencia de dos problemas, la falta de arbolado y la demolición de las casas coloniales con patios, hubiera sido impensando hacia finales del siglo XIX. Y es que, por una parte, esa urgencia por el verde ornamental y salubre da cuenta de una transformación silenciosa en el concepto de espacio público. Se trata del comienzo de un paso de la noción de parques públicos a la de área verde, tan cara por ejemplo, al urbanismo de Karl Brünner a fines de la década de 1920 y desde luego a la propia idea de ciudad moderna. Por otro lado, y aunque parezca un tanto alejado de los temas que se exponen aquí, está el punto de la demolición de viviendas antiguas. Es una noticia que las autoridades omiten, pero a la que la prensa alude constantemente y que, efectivamente, alteró la fisonomía de la ciudad post-centenario. Es un paso destacado, porque esas viviendas, antaño atacadas por su vetustez y tugurización, pasan a ser ahora (“en pleno siglo XX”) reclamadas como “casas poéticas y coloniales”, por sus patios “útiles para la sanidad de la población”.634 Ahora bien, a propósito de a discusión 633 José A. Alfonso, “El arbolado y los espacios libres”, El Mercurio, 1 de julio de 1918. 634 Una opinión similar tuvo Juan Enrique Concha (como se vio en el capítulo cuarto, autor en 1910 de un proyecto de avenida que uniera el Forestal con la Alameda, pasando por con el Santa Lucía): “Mi casa colonial: yo te amo porque en ti veo encarnada toda nuestra historia muerta, toda nuestra vida”. Juan Concha “La Casa Colonial”, Zig-Zag, 5/7/1913. El semanario Zig-Zag fue uno de los que tuvo reiteradas notas sobre la arquitectura de la época colonial. por otra parte, este tipo de discurso se liga a una remembranza de la Colonia en al auge del estilo neocolonial, tan caro a vanguardias como el Grupo de los Diez. 345 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS sobre el nuevo edificio de la Universidad de Chile, José A. Alfonso criticó también el uso de los espacios públicos para instalar edificios fiscales, ya que con ello se contribuía a la ciudad sin árboles. Este elemento se convierte en un tercer factor en el discurso de Alfonso. Y, aún más, vinculó la arborización con un tema de ciudadanía, más allá de la ciudadanía política: “Hace muchos años, cuando se trataba de ubicar la actual Escuela Militar, ¿qué terreno se eligió? Pues nada menos que una plaza pública, la que ponía natural término a la calle del Dieciocho, que se llamaba, nos parece, de los Gameros, o algo por el estilo. Y así acaso se escapó de que la ubicaran medio a medio de la elipse del Parque... [Cousiño] Se trató poco después de fundar un Internado Nacional. Pues se echó mano del más hermoso rincón de la Quinta Normal, de aquel tan conocido para los santiaguinos de la época, en que se celebraron las primeras exposiciones de animales. Numerosísimos edificios públicos se ha proyectado llevarlos a esa socorrida Quinta Normal, que al parecer sólo ofrece a la vista poco dilatada de nuestros gobernantes espacios libres para edificios públicos. Ahí tenemos, por ejemplo, la fábrica de timbres, billetes y estampillas. [...] ¿Qué no costó por ejemplo, conseguir para la ciudad lo que es hoy el hermosísimo Parque Forestal? [...] ¡Árboles, árboles, árboles! Debería ser la divisa de todo mandatario y la exigencia de todo ciudadano”635 Junto con los recorridos urbanos de las autoridades y las propuestas ciudadanas, junto con otros motivos (promover la conectividad para los empresarios agrícolas de Providencia, evitar la congestión vial ribereña, promover o al menos no afectar el desarrollo inmobiliario, entre otros), llevaron al estado a la prosecución de la avenida Santa María, que era entendida también como una vía fundamental para el acceso al cerro San Cristóbal. Ahora bien, si estas discusiones se daban desde los medios de comunicación, el Municipio continuó con sus disposiciones para la apertura de la avenida Santa María, aunque sin confirmar la edificación de la Universidad a un costado de la banda norte. En septiembre de 1918, Horacio 635 Idem. Sobre la idea de la ciudad como cuestión política, Henri Lefebvre, El derecho a la ciudad, Península, Barcelona, 1978 (1968). 346 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Manríquez, poderoso y ya anciano propietario ribereño en Providencia, propuso, como regidor municipal, expropiar cuatrocientos metros cuadrados de la propiedad de Buenaventura Maturana, necesarios para prolongar la Avenida Santa María, al oriente del puente Pío IX. Poco después ya se tenía establecido el monto y formas del pago de expropiaciones. 636 Si esto ocurría con la avenida Santa María, la voluntad pública por acceder a la gestión del cerro San Cristóbal fue también en aumento.637 Hasta entonces, el acceso al promontorio estaba bloqueado en su parte más central: el camino de cintura norte o Pío IX. Allí se emplazaban construcciones de la congregación de las Monjas Teresianas y de privados, las que, de igual manera que el cerro Santa Lucía, impedían su aislamiento (fig. 120) Por otra parte, el cerro San Cristóbal comenzó a aparecer cada vez más en los „recorridos urbanos‟ que la prensa no municipal hacía en la ciudad. Sin duda, es un tipo de medio de comunicación que busca resaltar no sólo la gestión de los espacios públicos, sino los procesos materiales y ambientales y las prácticas sociales que en ellos se desarrollaban. Y es que el crecimiento del barrio Bellavista impulsó a considerar cada vez más al cerro como parte de Santiago. Si José Alfonso hablaba de mirar desde el cerro y contemplar con tristeza la ausencia de verde, un reportero anónimo de la porteña revista magazine Sucesos, expresó: “Desde la cima del cerro se ve la ciudad, con pena. No se crea que sea un espectáculo poco hermoso, pero el caso es que la divisamos sumida en una masa gaseosa de color opaco. Parece que estuviera rodeada de humo diáfano y denso [...] Nuestros pulmones parecen lanzar voces de queja cuando vamos llegando de vuelta a la ciudad. Una puesta de sol es allí (en el cerro) lo más bello que pueda verse en esta ciudad [...] Cuando nosotros realizamos la visita, encontramos mucha gente que vagaba por ahí con el fin de salir del horno de 636 “Prolongación de la Avenida Santa María”, Sesión ordinaria en 5/9/1918, Gaceta Municipal Año I, N° 13, 14 de septiembre de 1918, p. 1; “Pago de expropiaciones”, Gaceta Municipal, Año I, N° 19, 2 de noviembre de 1918, p. 5, y “Aclaración sobre el empréstito para pagar expropiaciones”, Gaceta Municipal, Año I, N° 20, 9 de noviembre de 1918, p. 1. 637 La referencia a una “voluntad del estado” por dotar a la ciudad de plazas y parques públicos, incluyendo al cerro San Cristóbal, fue originalmente formulada por Patricio Gross, “El hábitat colectivo”, en Armando de Ramón y Patricio Gross (comps.), Santiago de Chile: características histórico-ambientales, 1891-1924, Monografías de Nueva Historia Nº 1, Londres, 1985, p. 22 y ss. 347 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 120. Manzanas 16 y 17 en el Catastro Municipal de 1910. Adviértase la construcción del faldeo del cerro (Monjas Teresianas), así como el bloqueo de calle Pío IX, que era nada menos que el camino de cintura oriente. Lo mismo ocurre con calle Siglo XX, actual Ernesto Pinto. La calle Dominica, al borde del San Cristóbal, recién estaba en proyección. Santiago y refrescar el cerebro y el alma con brisas y espectáculos vivificantes”.638 Como se vio en la crónica sobre el paseo de la Recoleta, en cuanto a la infraestructura, la ciudad estaba conectada gracias a los puentes y el río canalizado, pero culturalmente faltaba bastante para ello. La referencia de Sucesos sobre la “mucha gente” nos vincula a los usos sociales novedosos en 638 “Más cerca de las estrellas”, Sucesos, 3 de abril de 1919. 348 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO el cerro, aún entendido como un promontorio romántico, arisco pero bucólico. Este accidente geográfico, lugar de recreo y alejamiento de la agitada vida urbana, era también el espacio para contemplar un viejo problema entonces agudizado: la contaminación atmosférica. Y es que como se indicó, el San Cristóbal era hasta entonces un inmenso peñón, donde la vegetación escaseaba, pero con el inicio del siglo XX, y a medida que la ciudad se expandía hacia el oriente, los visitantes aumentaron constantemente. En rigor, hasta entonces los usos sociales del cerro San Cristóbal no incluían el ocio o el esparcimiento, sino que exclusivamente aspectos laborales, principalmente el uso de sus canteras. Ahora bien, es cierto que desde las primeras décadas del siglo XIX, grupos católicos subían permanentemente a su cumbre, cuestión que llamó la atención de extranjeros como Longeville Vowell: “Frontero al tajamar y en la ribera opuesta del río se alza el San Cristóbal, cerro alto y de figura cónica, en cuya cumbre hay una cruz de madera, tan grande, que se puede distinguir a la simple vista desde cualquier punto de la ciudad. Está siempre alumbrada con gran número de velas en la celebración anual de la festividad de la Cruz”.639 Sin embargo, habría que esperar varias décadas para contar con un espacio pensado para recibir una obra de características más ambiciosas. Así, fue solo a inicios del siglo veinte, las masivas romerías que los católicos de la ciudad efectuaban a la cumbre, fueron complementadas para visitar el flamante monumento a la Inmaculada Concepción. Inaugurado el 8 de diciembre de 1908, fue un evento que escapó a los grupos religiosos: es que el monumento, financiado por la iglesia y por privados, se estructuró como un aliciente para las romerías, pero especialmente para la valoración del cerro como espacio público e incipiente área verde (fig. 121).640 Esto ocurría en el día de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre) y el 15 de agosto, día de la Asunción de la Virgen, cuando miles de personas se reunían en las cercanías del convento de las Monjas Teresianas, para luego comenzar el ascenso.641 Aunque con otros objetivos, relacionados con la ciencia, lo 639 Richard Longeville Vowell, Campañas y cruceros en el Océano Atlántico, Francisco de Aguirre, Buenos Aires, 1968 (1831), pp. 106-107. 640 El terreno para el levantamiento del monumento y santuario fueron cedidos por las comunidades de la Recoleta Dominica, las Monjas Teresianas y el Arzobispo Mariano Casanova que, recordemos, fue el donante del suelo para la población León XIII en Bellavista. Cfr. Cayo César Riquelme, El Cerro San Cristóbal, Seminario de historia de la arquitectura, Escuela de Arquitectura Universidad de Chile, 1962. 641 Véase por ejemplo, “Romería al cerro San Cristóbal”, Zig-Zag n° 147, 15/12/1907 y “La Romería al San Cristóbal”, El Chileno, 16/8/1915. El monumento a la Virgen fue hecho por Jacometti, autor del monumento a las 349 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS mismo ocurría con el Observatorio de Link, dependiente de la Universidad de California. La construcción fue instalada en la cumbre en 1903 (fig. 122) y si bien el público no era demasiado numeroso, atraía curiosos de todo tipo.642 Fig. 121. Parte de la multitud congregada en la cumbre del San Cristóbal el 8 de diciembre de 1907, día de la Inmaculada Concepción. Se aprecia el monumento a la Virgen María todavía en construcción, al costado derecho de la imagen. Nótese también la coexistencia de mujeres „tapadas‟ o envueltas en velos negros, con hombres de diferentes sectores sociales. víctimas de la iglesia de la Compañìa , hoy frente al Cementerio General. Según Miguel Laborde, fue una réplica de mayor tamaño de la Virgen de la Plaza España de Roma. Cfr. Parques de Santiago. Historia y patrimonio urbano, Patrimonio Cultural de Chile & Aguas Andinas, Santiago, 2008, p. 64. 642 “El observatorio del San Cristóbal”, Zig-Zag n° 65, 13/5/1906. 350 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Fig. 122. Vista del observatorio astronómico y el monumento de la Virgen, hacia el sur, 1919. Nótese la cercanía de ambos emplazamientos: el pliegue entre ambos promontorios era utilizado masivamente por automovilistas que también llegaban a las peregrinaciones. Por otra parte, Alberto Mackenna Subercaseaux, ya nombrado aquí como gestor de la construcción del Museo en el parque Forestal, así como por sus escritos sobre mejora de la ciudad, dirigió desde 1916 permanentes excursiones de boy-scouts al San Cristóbal para fomentar su uso en los tiempos libres.643 En julio de ese año, las brigadas de boy-scouts se reunieron en Plaza Italia y marcharon hacia el cerro, donde luego de un simulacro de conquista enfilaron a la cumbre donde Mackenna pronunció un discurso que aludió al lazo entre los jóvenes y el nuevo parque público. Allí señaló que “cada uno de estos pequeños árboles será para vosotros un lazo de afecto y un motivo de interés, que os vincularán al desarrollo futuro de este paseo”, enfatizando en que el cerro era “la llave maestra que encierra 643 Alberto Gurovich, “Evocando a don Alberto Mackenna Subercaseaux”, en Revista de Arquitectura Nº 4. Santiago, diciembre de 1993, p. 33. Respecto a los boy-scouts (fundados en 1909) y el rol de los escolares en el culto a la patria, ver Jorge Rojas Flores, Historia de la infancia en el Chile republicano 1810-2010, Junji, s/l, 2010, p. 259. Y del mismo autor, Los boy scouts en Chile: 1909-1953, Santiago, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana,, c2006. 351 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS tesoros de salud para los habitantes de Santiago”.644 Una vez finalizado el discurso, los brigadistas efectuaron una plantación de árboles. De esta manera, se incentivaba la inclusión de nuevos actores en el espacio público, actores que como los boy-scouts, no eran ciudadanos, pero que eran nuevos sujetos en la construcción de la esfera pública y que a su vez promovían nuevos usos sociales del espacio suburbano. El Club de Tiro al Blanco, por su parte, era una de las asociaciones privadas más antiguas en usar los espacios del cerro. Por lo mismo, no es extraño que Pedro Bannen, presidente de esa sociedad, presentara poco después del centenario un proyecto de forestación que llegaría hasta el Bosque de Santiago, en Conchalí. Más aclaratorio todavía es recordar que Bannen fue creador de la Sociedad Escuela de Proletarios y organizador de las Fiestas del Árbol de la misma agrupación, en la primera década del siglo veinte; fiestas tan ligadas a las nuevas ideas de forestación y de espacio público como „área verde‟, aquí mencionadas.645 Todas estas referencias permiten profundizar en la nueva comprensión del cerro como parque público. Si se ha hablado de una transición en la noción de espacio público vivida en la década del diez; es necesario destacar que el espacio público como construcción política, se ve tensado por una progresiva reestructuración del modelo oligárquico. Como han demostrado varios autores, durante las primeras décadas del siglo veinte hubo una inclusión de nuevos protagonistas en la opinión pública, tensado por la „cuestión social‟, por las consecuencias más oscuras del proceso de industrialización y por el auge de nuevas corrientes de pensamiento, como el positivismo, el marxismo o el socialcristianismo. Es insoslayable, por una parte, constatar la simultaneidad de fenómenos como la regulación del mercado del trabajo y el control de la naciente ciudad moderna, especialmente de su espacio público. En la interpretación de Juan Carlos Yáñez, era una manera de comprender el espacio público como espacio político del bien común, con al menos tres dimensiones: espacio público como proyecto, como consenso y como orden.646 Por otra parte, en términos de esa opinión pública, podría 644 Reproducido en J. Medina, Cerro San Cristóbal, citado, pp. 38-39. 645 Sobre Bannen, A. de Ramón, Biografías de chilenos, op. Cit., p. 135; P. Gross, “El hábitat colectivo”, citado, p. 22. 646 Juan Carlos Yañez, Estado, consenso y crisis social. El espacio público en Chile, Dibam, Santiago, 2004, p. 25 y ss. O en otras palabras, podríamos vincular la intervención urbana de la época con la llamada “intervención social”, esto es, "la acción desarrollada por el Estado en el contexto del conjunto de problemas que surgen hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, y que se conoce como la 'cuestión social'". Cfr. Juan Carlos Yañez, La 352 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO señalarse incluso que la regulación tanto del trabajo como de la ciudad coinciden en asumir –con irregular eficacia- los desafíos de una sociedad de masas. Y quizás no sólo de masas, sino de lo que el mismo autor califica como "una ruptura con una tradición individualista, ya que a partir de entonces se construyó un nuevo objeto de conocimiento: la sociedad".647 Para Ana María Stuven en tanto, se estaba viviendo el fin de una etapa individualista en el sentido sociocultural, esto es, el paso de la noción de pueblo como entidad abstracta a su corporización y visibilización en el trabajador, el proletario y, en suma, el pobre. Es decir, la incorporación de los sectores populares a los espacios sociales y políticos: “la visibilización del problema de la modernidad política y de la sociedad plural que debe incluir al „otro‟. Un „otro‟ que, además, ya había ingresado en la ciudad oligárquica, derribando sus puentes levadizos y asediando su fortaleza”. 648 Si bien es posible coincidir con estas afirmaciones, puede discutírsele a esta última autora ver a la clase dominante como “una oligarquía que cree que la marginalidad puede acotarse con cordones de cintura en torno a su ciudad”.649 Efectivamente, es posible disentir de la idea de un estado como estricto continuador de las premisas de Vicuña Mackenna en la década de 1870. Esta tesis, en buena medida, ha insistido en ello. Se ha visto que el estado –y la sociedad civil- procedieron de diversas maneras: hemos hablado aquí de higienismo, de educación, de “pedagogía de las estatuas”, de la ley de comuna autónoma de 1891, de expansión urbana –en ocasiones descontrolada y forjadora de periferias precisamente gracias a aquella ley-, de cambios en la noción de espacio público urbano, así como la idea de expansión urbana. Respecto a estas dos últimas, podemos considerar la anexión del San Cristóbal como la primera vez en que el estado supera los límites planteados por Vicuña Mackenna, para responsabilizarse de un accidente geográfico, y paralelamente, señalar una de las direcciones de crecimiento de la ciudad. Desde una mirada de salubridad pública, en tanto, todo ello busca de finalizar la triple tensión (marginalidad, excreción, impureza) en torno al Mapocho y, desde luego, a la propia ciudad. intervención social en Chile 1907-1932, PEDCH-U. de Los Lagos & Ril, Santiago, 2008, p. 17. El subtítulo del libro es claro: “el nacimiento de la sociedad salarial”. 647 J. C. Yáñez, La intervención social en Chile, cit., p. 648 Véase la reseña de Ana María Stuven a J.C. Yáñez, La intervención social…, citado. En Historia vol. 42, Santiago, junio 2009, p. 301. 649 A. Stuven, op. Cit. La cita parafrasea las reflexiones de Yáñez. 353 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS La gestión estatal intentó –no siempre con eficacia- estar en consonancia con estos usos sociales. Y buscó, por tanto, integrar esa nueva idea de espacio público como construcción de proyecto socio-urbano. En agosto de 1915, un eminente representante de la sociedad civil y el combate por el higienismo, el presidente de la Liga Chilena contra la Tuberculosis, escribió al Intendente Pablo Urzúa. Le agradeció entonces el comienzo de las obras para construir un camino hasta la cumbre del cerro San Cristóbal, diciéndole que se anexaría a la ciudad un “recurso de salubridad”. Urzúa respondió entusiastamente al directivo, informándole de “las gestiones hechas hasta este momento por el infrascrito para obtener su realización”. Entre ellas estaba la elaboración en curso “de un proyecto y planos del camino de acceso a la parte más alta del cerro”, en conjunto con el ingeniero Germán Holthner, de la Dirección General de Obras Públicas. El intendente agregó que se había contactado con los diversos propietarios del cerro para que cedieran los terrenos necesarios para el camino, sin gravar al Fisco. La idea fue bien recibida especialmente en los poderosos Desiderio Lemus y Luis Martínez, “dueños de grande extensiones de terreno allí situados”. Además de eso, informaba que recurriría al Ministerio del Interior y el Congreso para obtener fondos. En definitiva, para Urzúa la anexión del San Cristóbal era “una obra de innegable adelanto local y de manifiesto beneficio para el pueblo”. 650 Pero, ¿por qué Urzúa separa entre “obra de adelanto local” y “beneficio popular”? La comparación con el Santa Lucía puede ser pertinente: este último, remodelado en pleno auge de la burguesía minera, no estuvo en consonancia con su apertura a los sectores populares. Más bien representó un “adelanto local” –un orgullo para el municipio- que un “beneficio popular”. El San Cristóbal, en rigor, fue pensado para servir a la sociedad en general, es decir, para todos quienes hacia 1915 integraban una ciudad de casi medio millón de personas: obreros, tuberculosos, mujeres, niños, alta sociedad, etcétera. Se trata, como dijo el mismo Urzúa, del “saneamiento de las poblaciones y protección a la raza”, por sobre cualquier otro objetivo. Y si ese “saneamiento” se refería a la vivienda popular, la “raza chilena” hablaba de una protección nacionalista y patriótica, tan ligada a autores como Nicolás Palacios. De esta forma, según Urzúa, “el fácil acceso al San 650 Intendente al Presidente de la Liga Chilena contra la Tuberculosis, 6/8/1915. Intendencia de Santiago, vol. 433, Decretos, 1915. 354 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Cristóbal ofrecerá al pueblo este sitio de distracción y recreo. En el encontrará el obrero, después de haber soportado la ruda labor de una semana de trabajo, el descanso del día domingo; allí podrá respirar a su antojo con su esposa y sus niños el aire puro y reconfortante libre de los gérmenes de la terrible enfermedad que se esmera en combatir abnegadamente la Liga contra la Tuberculosis”. 651 Días después, el Intendente informaba sobre la celebración de “la fiesta del árbol, en la Población León XIII, prolongación de la calle de Bella Vista, con motivo de la inauguración de la Avenida que conducirá al San Cristóbal”, festividad que se haría esa semana y a la que concurrirían las Escuelas Públicas. 652 Finalmente, en 1917 fue promulgada la ley de “expropiación de terrenos del cerro San Cristóbal para formar un parque”, la que fijó de utilidad pública los terrenos necesarios para la apertura de dos avenidas de ingreso: una frente a Pío IX y otra frente a Loreto, esto es, algo vinculado al “fácil acceso” planteado por el intendente Urzúa.653 Un año después, finalmente, se verificó la toma de posesión del cerro por parte del gobierno, mediante una comisión encabezada por el Intendente Pablo Urzúa. Junto a él estuvieron Alberto Mackenna, Rogelio Ugarte, Guillermo Subercaseaux, Horacio Manríquez y un político y abogado que había impulsado fuertemente la construcción del parque Forestal: el anciano Paulino Alfonso (figs. 124 y 125). Mackenna declaró entonces “que un acto como el que acababa de realizarse, no exigía discursos, pues el hecho mismo lo decía todo”. 654 Se trataba de la conquista de la naturaleza por parte de la sociedad urbana y, simultáneamente, de la extensión de la centralidad más allá de la ribera norte del Mapocho. 651 Idem. La referencia a Palacios es a su libro Raza Chilena: libro escrito por un chileno y para los chilenos, Impr. Alemana, Valparaíso, 1914. Palacios (1858–1927), fue un nacionalista que mediante ese libro –la más influyente de sus publicaciones- reivindicó al pueblo chileno condenando los modelos culturales foráneos. 652 Intendente al Comandante General de Armas, 10/8/1915. Intendencia de Santiago, vol. 433, Decretos, 1915. 653 “Ley 3.295. Expropiación de terrenos del cerro San Cristóbal para formar un parque”, 28/9/1917, en Ricardo Anguita, Leyes promulgadas en Chile. Desde 1810 hasta el 1º de junio de 1913. Tomo cuarto 1902 – 1913, Impr. Barcelona, Santiago, 1913, p. 552. Según Miguel Laborde, el proyecto fue obra del diputado Pedro Aguirre Cerda, Presidente de la República en 1938, representando al Frente Popular. Véase Parques de Santiago…, citado, p. 64. 654 “Cerro San Cristóbal”, El Mercurio, 18/6/1918. 355 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 123 Toma de posesión del Cerro San Cristóbal el 17 de junio de 1918: asistentes (derecha a izquierda), Ramón Valdés, Horacio Manríquez (propietario y regidor del municipio de Providencia), Víctor Plaza, Intendente Pablo Urzúa, Alberto Mackenna. Se trata de los principales políticos encargados del gobierno de la ciudad. Adviértase también la aridez de las laderas del cerro, por entonces un pedregal. Fig. 124. Regreso de la comitiva de posesión del cerro, 17 de junio de 1918, posiblemente calle Pio IX. Se advierte el panorama suburbano del barrio Bellavista, con vías de acceso sin pavimentar. 356 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Al poco tiempo se aprobó por unanimidad “el plano confeccionado por la Dirección de Tasaciones para el proyecto de prolongación y unión de las calles de Purísima, Siglo XX y Pío IX en sus extremos inmediatos a la futura subida al Cerro San Cristóbal por la última de estas calles”. Se pensó entonces en la creación de plazas-estacionamiento para los carruajes y transporte a tracción eléctrica.655 La discusión de las autoridades se centró en la extensión y diseño paisajístico que debía tener el nuevo espacio público. Por otra, su condición de baluarte de la salubridad lo volvió artefacto predilecto de médicos como el cirujano Andrés Koenig, quien en 1918 publicó un libro donde destacó sus ventajas por, entre otros factores, el aire limpio, la mayor irradiación solar y la opción de realizar actividad física en un lugar que calificó como “sanatorio gigantesco”. 656 En su conexión con la ciudad, Koenig resaltó como un aspecto crucial en su accesibilidad pública, “mejorar el itinerario de los tranvías, estableciendo especialmente una buena combinación con las líneas de los barrios del lado sur de la Alameda”.657 Ahora bien, junto con el rol cumplido por médicos y por la prensa, llama la atención la ausencia de discusiones por parte de arquitectos e ingenieros. Y es que ante una ignorancia completa sobre la existencia del urbanismo –Valdés Valdés fue el primero en hablar de ello en su libro de 1917- los debates sobre las necesidades y resultados esperados se concentraron, nuevamente, en los políticos. 658 Ahora bien, si fueron los políticos quienes asumieron esas responsabilidades -prevaleciendo sobre los técnicos-, esto incluyó a los parlamentarios. Ese mismo año 1918, se produjo una discusión en el Congreso entre el diputado Peragallo y el Ministro del Interior, García de la Huerta. El congresista discutió la extensión que estaban teniendo los trabajos de transformación del cerro, pero también ofreció una expresiva visión de la ciudad: “Santiago está condenado a ir desarrollándose hacia el oriente, porque se encuentra bloqueado por el Parque Cousiño, la Estación de los Ferrocarriles, la Quinta Normal, el río, cuya canalización ha de prolongarse, etc. La ciudad no tiene, pues, más expansión, que hacia el lado oriente. Esto no es justo, porque hay que consultar los 655 Gaceta Municipal, Año I, n° 27, 28 de diciembre de 1918, p. 1. El plano está extraviado. 656 Andrés Koenig, Importancia del Cerro San Cristóbal para la Higiene General. Conferencia dictada el 8 de noviembre de 1918 en la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile, s/e, 1918?. 657 Idem., p. 17. Recordemos que esos barrios eran los más desmejorados y populosos de la ciudad. 658 I. Valdés Valdés, La Transformación de Santiago, citado. 357 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS intereses de otros barrios. [...] Lo que todos pensamos cuando se dictó la ley fue que era necesario embellecer el San Cristóbal en la parte que mira a la ciudad, aquella que todos los vecinos de Santiago están acostumbrados a mirar. [...] Y para señalarla se indicó una línea que partiera desde frente a la calle del Rosario y diera vuelta hasta el paradero de los carros de Providencia. Ya esa área tiene más de trescientas hectáreas. Y para que la Cámara aprecie lo enorme de esa superficie por ornamentar, es preciso que se fije en que el Santa Lucía, que ha costado tantos años de trabajo [...] no abarca más de ocho o diez hectáreas”.659 Resulta interesante subrayar la idea del río canalizado que todavía es entendido como límite urbano y territorial. También, la óptica de una suburbanización casi obligada hacia la zona oriente que retoma la vieja idea de ciudad primada y ciudad tugurizada. A lo anterior, Peragallo agregó que “Nosotros queremos que en el San Cristóbal haya un paseo que pueda ver esta generación que lo está pagando. Pero ocurre que, con un celo que considero excesivo de parte de la Comisión, se ha ido ampliando el cumplimiento de la ley o se le ha dado al alcance de sus términos una amplitud exagerada, de modo que la extensión de tierras que abarcará este paseo sube probablemente de 1.500 o 2.000 hectáreas. De ahí a la ornamentación de la cordillera de los Andes no hay mucha distancia”660 La respuesta del Ministro del Interior Armando Quezada –presente en la Sala- fue que “el propósito que se tiene no es el de hacer una obra como el Santa Lucía, llena de objetos de arte y construcciones costosas, sino simplemente un cerro arbolado, un bosque en una colina. Se quiere que haya bosques y no jardines como en el Santa Lucía”. Y finalizó señalando que “se quiere que el paseo sea natural, lo más cerca de la naturaleza y no una obra de arte”.661 Esto permite plantear una segunda diferencia entre ambos cerros: el Santa Lucía como “obra de arte” y “orgullo local”; el San Cristóbal 659 36a Sesión en 2 de diciembre de 1918, Cámara de Diputados, Boletín de las Sesiones Extraordinarias en 1918, Impr. Nacional, Santiago, 1918, pp. 173-175. 660 Idem. 661 Idem. 358 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO como “beneficio popular” y paisajísticamente como “paseo de bosques”. 662 El debate se dio entonces por concluido. No obstante, la prensa continuó indagando en éste, siempre en consonancia con la representación del San Cristóbal como un “beneficio popular”, en palabras del intendente Urzúa. Aquí encontramos antecedentes que aclaran la expresión del diputado Peragallo sobre “embellecer el San Cristóbal en la parte que mira a la ciudad”. En efecto, en una entrevista con el influyente doctor Jorge Lazaeta, recoletano y presidente del Comité de Vecinos, éste criticaba que la mayoría de los trabajos se dedicaran al acceso por Lo Contador, cuando la ley había establecido la construcción de entradas por Loreto y Pío IX. Sin explicitarlo, Lazaeta sugirió que ciertos intereses –un camino para automóviles- llevaban a priorizar un acceso por Providencia antes que por el barrio Bellavista. Esto puede vincularse hipotéticamente con la importancia adquirida por los residentes de la avenida Pedro de Valdivia, quienes tendrían un ingreso directo por Lo Contador.663 Con todo, el ingreso por Pío IX fue realizado finalmente, permitiendo, hacia 1919, un aumento en la heterogeneidad de los usos sociales del cerro y una consolidación de la expansión urbana estimulada por el estado (figuras 125 a 127). 662 Esta diferencia discute la interpretación de Richard J. Walter, para quien durante años se consideró la transformación del cerro San Cristóbal “en un parque público similar al Santa Lucía”. Cfr. Politics and urban growth in Santiago, Chile 1891-1941, Stanford University Press, Stanford, 2005, p. 82. 663 “Nuestro cerro San Cristóbal. ¿Se cumple la ley de expropiación?”, Zig-Zag nº 721, 14/12/1918. Es éste uno de los antecedentes más claros para ver lo que Patricio Gross ha llamado “exclusión y discriminación en los usos” del San Cristóbal. Cfr. “El Hábitat Colectivo”, citado, p. 30. 359 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS Fig. 125. Primer auto que subió hasta el pié del monumento de la Inmaculada Concepción del Cerro San Cristóbal, en septiembre de 1918. Adviértanse los numerosos paños agrícolas en Recoleta. Fig. 126. Grupo de personas reunidas a los pies del monumento en diciembre de 1919. Se aprecia un cierto perfil aristocrático-burgués en los varones de sombrero y mujeres de quitasoles. Fig. 127. Final del camino de Bellavista en el Cerro San Cristóbal. La colonia griega en celebración de su aniversario, 1919. Nótese el estrado instalado en pleno camino, con banderas incluidas. 360 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Ya en la década del veinte, la intervención del San Cristóbal estuvo ayudada por el nombramiento de Mackenna Subercaseaux como Intendente. Apoyado por el paisajista argentino Carlos Thays, dotó al cerro de 17 kilómetros de caminos (entre el “morro” de la Virgen y el Bosque Santiago), un restaurant, jardines y, en 1925, el funicular y el Jardín Zoológico. 664 Evidentemente, estas construcciones, ubicadas en el también novel ingreso por Pío IX, sí promovieron una accesibilidad más directa para todo tipo de público -en especial para los sectores populares- respecto al ingreso existente por Lo Contador. Por ello, en esos mismos años se reanudó la construcción de la avenida Santa María “que será una de las más bellas de Santiago por el magnífico panorama andino que se domina en toda su extensión”.665 Este control y simultáneamente disfrute de la naturaleza, tan caro a la sociedad santiaguina, conllevó también la reforma de cursos de agua que salían del Mapocho. En efecto, los trabajos de arborización del cerro y de apertura de la avenida Santa María, que concretaban algunas de las premisas de „transformación de ciudad‟ de finales del siglo XIX (prolongación y unión de calles), también se vincularon a reformas en los cursos de agua, abundantes en las riberas del Mapocho y los faldeos del San Cristóbal. En este sentido, la ocupación del cerro fue también vinculado a obras de mejoras, no sólo de arborización. Fue el caso del canal Santo Domingo. Ya en 1902 hay noticias de que el Intendente expresaba al Ministro de Industria una comunicación verbal de la Alcaldía –cuestión no común- denotando la urgencia de “reforzar en la puntilla del Cerro San Cristóbal el punto por el cual corre el Canal de Santo Domingo que surte de agua corriente a la mayor parte de la población de ultra-Mapocho, por cuanto de otro modo sería muy posible que por causa de las creces del río se socabara [sic] el terreno en que está ubicado el Canal y se cortará éste”. Además, el Alcalde hacía saber al Intendente que la situación era 664 Carlos Thays, autor del proyecto de transformación del cerro San Cristóbal (1919-20, realizado), fue también “el diseñador de la mayor parte de los parques porteños durante su larga gestión al frente de la Dirección General de Parques y Paseos (1891-1914)”. Véase A. Gorelik, La grilla y el parque, citado, p. 153. Referencias sobre la visita de Thays en R. J. Walter, Politics and urban growth…, op. cit., p. 82. 665 Todas las citas anteriores en Alberto Mackenna Subercaseaux. “Mi labor como Intendente de Santiago”, en El Diario Ilustrado, 1/3/1927. Según Miguel Laborde, la primera plantación efectuada en el cerro “fue de 400 aromos nativos en las laderas que miran hacia la Recoleta Dominica, en julio de 1921, con la idea de llegar a ochenta mil aromos”. Parques de Santiago…, citado, p. 65. 361 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS especialmente problemática entre “trayecto comprendido entre el Molino San Pedro y el Molino Americano, en el cual se encuentra en mal estado el tajamar y también la parte que carece de esta defensa”.666 Otra nota, de 1903, y esta vez de un importante propietario como Luis Martínez –dueño de las canteras del cerro- señalaba alarmado que: “La acequia de la ciudad denominada „Santo Domingo‟, y cuyas aguas sirven para el aseo de multitud de acequias de los barrios situados ultra-mapocho, se encuentra socavada en tal manera frente a „Lo Contador‟, que no sería extraño que este invierno se derrumbara en forma, con las aguas del tiempo simplemente o, si ya no con esto, con las socavaciones que hace el Río siempre que aumenta un poco su corriente. Los trabajos hasta hoy ejecutados (colocación de postes y canoa que abarca una extensión de muchos metros) no sirven a evitar las contingencias del peligro insinuado, y es por esto que propongo, Señor, que la Alcaldía proceda a ejecutar los que los eviten de una manera estable y permanente.667 Ese mismo mes, el Alcalde expresó con preocupación al Intendente una nota del Director de Obras Municipales donde este último decía que “„En una visita practicada a las riberas del Mapocho, he podido imponerme personalmente que el canal de ciudad de Santo Domingo se encuentra en una extensión de ochenta metros, en grave peligro de cortarse”. El socavamiento del terreno se producía “precisamente a la altura de la Cantera „Lo Contador‟”. El técnico complementó diciendo que “podría defenderse botando piedra grande en todo el ancho amagado y formando con ella un muro de seco de 3 mts. de ancho por 2.50 de alto y con un talud de 1 por 1 y medio”.668 Hacia una fecha más tardía, el canal de Santo Domingo, 666 Intendencia a Ministro de Industria, 8/7/1902, Intendencia de Santiago, volumen 226, junio de 1902. 667 Luis Martínez M. a Intendente, sin fecha ni número de foja, Intendencia de Santiago, volumen 233, mayo 1903. Subrayado en el original. La chacra y cantera de “Lo Contador” quedaba casi a los pies del cerro, en Pedro de Valdivia Norte. Agregó además: “Los trabajos serían, a mi juicio, cualquiera de estos tres, habida cuenta de un costo no muy grande y de que el tiempo que queda disponible para poder hacerlos es escaso: Colocación de piedra de cantera delante del barranco donde pasa la acequia, prefiriendo el lugar más en peligro -75 m. más o menos-. […]; Terraplén de desmontes simplemente, frente a la misma parte que está más en peligro, con un ancho en la base de 3m. o más y que ascendiera, disminuyendo en ancho, hasta los bordes de la acequia en cuestión […]; Terraplén de desmonte, revestido con piedra de cantera hasta la altura de 3m o más desde su base”. 668 Alcalde de Santiago a Intendente, 2/5/1903, Intendencia de Santiago, volumen 233, mayo 1903. 362 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO finalmente, tuvo un entubamiento que posibilitó contar con una regularidad de abastecimiento de agua potable para Recoleta e Independencia. Agua que, reiteramos, salía de las riberas del Mapocho y pasaba por los faldeos del San Cristóbal. En 1919, fue entubado y desviado: suceso poco frecuente, ya que pese a que se habían canalizado numerosas acequias, varios canales importantes de la ciudad permanecían a tajo abierto. 669 La confluencia entre la operación de infraestructura y la anexión del cerro como espacio público habla de un momento clave en la configuración de una integración mucho más efectiva del barrio ultra-Mapocho. Permite, por tanto, recobrar la idea de una expansión urbana con una dificultosa articulación de medidas por parte del estado, y con usos sociales heterogéneos y en ocasiones masivos. Mirado desde la ribera sur a la norte, el cerro, siguiente accidente geográfico después del río, estaba siendo parte de Santiago como nunca lo había sido. Fig. 128. Subida Pío IX, desvío del canal de Santo Domingo, Cerro San Cristóbal, 16 de abril de 1919. Se advierte el tamaño de los tubos para un canal de ancho considerable, que llevaba agua hacia la periferia norte de Santiago. Adviértase también la ausencia de máquinas, cuestión acentuada en esta foto por la intención demostrativa de los trabajadores. 669 Es el caso del canal San Miguel, que cruzaba el populoso sector de avenidas Irarrázaval y Diez de Julio. Lo mismo ocurría con acequias del barrio Estación Central y con el canal La Póvora. No es casual que la Gaceta Municipal, medio oficial de divulgación del gobierno local, tuviera como una de sus informaciones más reiteradas el entubamiento de acequias. Véase por ejemplo, “Abovedamiento del Canal de la Pólvora”, Gaceta Municipal, Año I, N° 3, 23 de junio de 1918, p. 10; “Cegamiento de acequias”, Nº Año I, Nº 13, 14 de septiembre de 1918. 363 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS ****************** Si la rectificación del Mapocho de entresiglos significó un avance de la “ciudad propia”, se ha visto en capítulos anteriores que esta conllevó una remodelación más intensiva en la banda sur que la norte. Si bien en esta última se habían construido edificios públicos como el Instituto de Higiene y el Desinfectorio y plazas públicas como Recoleta, en general su aspecto continuaba siendo el de un suburbio. Por ello, la Chimba aún no se encontraba integrada del todo y, es más, seguía siendo entendida más dentro que fuera de la ciudad. En ese contexto, la década del diez se caracterizó por un crecimiento del área urbana y un sostenido aumento demográfico, que fue particularmente alto en el barrio ultra-Mapocho. Por ello, al indagar en la avenida Santa María y, en especial, la posesión del cerro San Cristóbal como parque público permiten ver una superación del antiguo camino de cintura propuesto por Vicuña Mackenna. Superación, en otras palabras, del límite de acción gubernamental. El objetivo en este capítulo fue comprender cómo el viejo límite del río fue superado y la ribera norte pasó a ser, en cuanto a la conectividad, un sector más de la ciudad. Los planes de transformación elaborados después del centenario buscaron intervenir Santiago con diagonales y áreas verdes pero, de todas estas últimas que se buscaron incluir, sólo se efectuó la anexión del San Cristóbal. Pese al carácter puntual de esa intervención, la expansión significó que el estado impulsó una posesión sobre un extenso cerro todavía marginal a inicios del siglo veinte, así como el Santa Lucía era algo accesorio –y más bien un límite a la expansión- hacia 1870. Pero ¿cómo acceder al San Cristóbal? ¿Cómo sobrepasar el límite del río? La posesión del cerro implicó un debate sobre el rol de la arborización y los espacios públicos, que cruzó a los poderes fiscales y a la prensa, dando un nuevo sentido a la idea de espacio público en el Santiago de Chile de fines de la década del diez. Se ha visto que estas preguntas se situaron en un panorama donde diversos protagonistas plantearon la necesidad de áreas verdes o, directamente, anexar al cerro como espacio público; por ello mencionamos que la idea de parque público pasa a área verde, cristalizando una transformación quizás un tanto soterrada del espacio público. La discusión no fue sencilla: los medios de comunicación –a través de sus „cronistas urbanos‟- expresaron su beneplácito con los árboles y las viejas casas coloniales; así como un político con experiencia en temas urbanos, como Alberto Mackenna Subercaseaux, manifestó su molestia por la defensa hecha a aquellas añosas viviendas. 364 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Simultáneamente, diferentes clases sociales llegaban al San Cristóbal a ocupar y disfrutar del espacio, comenzado a ser visitado masivamente a partir de la primera década del siglo veinte. Enfatizamos en la idea de masividad porque si bien desde la época de la independencia o antes había romerías católicas al cerro, fue desde principios del siglo veinte que su número aumentó a varios miles. Ejemplos eran las romerías para el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción y el 15 de agosto, para la Asunción de la Virgen, donde miles de personas llegaban hasta la cumbre. Por otra parte, las reiteradas marchas de los boy-scouts, la existencia del Club de Tiro y del Observatorio de Lick, plasmaban otros intereses educativos, de sociabilidad y científicos- para la ocupación del lugar. Los automovilistas, a su vez, tuvieron al cerro como un lugar preferente para el desarrollo de sus intereses de desarrollo tecnológico, viajes y disfrute de la naturaleza. Como señalara el ministro Quezada, confrontando al San Cristóbal con el Santa Lucía el cerro había sido pensado como “bosque y no como jardines”. El intendente Urzúa, en tanto, lo comprendía como un “beneficio popular”. Por ello, es plausible pensar en estos numerosos usos sociales como un factor crucial en comprender al San Cristóbal -desde el post-centenario- como dedicado al pueblo: un nuevo y gran parque público para la ciudad. Y en otras palabras, como un lento cambio en la noción de espacio público urbano en Santiago de Chile. En esa dirección, la labor del estado se centró en tres grandes acciones: la habilitación de la avenida Santa María, en el borde-río norte, la creación del acceso principal al cerro por Pío IX, antiguo camino de cintura oriente y, finalmente, el entubamiento del canal Santo Domingo, vital para el abastecimiento de agua del barrio ultra-Mapocho y evitar los continuos anegamientos de Bellavista. Las tres obras promovieron la anexión del cerro y su gestión como espacio público, lo que posibilitó efectuar una extensión de la centralidad: se aprecia así una fundamental voluntad del estado. Al respecto, es importante considerar que el cerro es el único lugar del barrio al norte del Mapocho que fue convertido en parque público por el estado. Además, el aparato público sólo gestionó, hasta entonces espacios vinculados a la muerte (el Cementerio General, la Casa de Orates) u otros relacionados con la desinfección (Instituto de Higiene y Desinfectorio Público). El San Cristóbal continuó con la senda higienista de la desinfección, pero también apareció el nuevo elemento del verde sanador; con otras características, la Avenida Norte del Mapocho (Santa María) también fue entendida así. La voluntad estatal para desarrollar ambas obras se percibe en lo que aquí llamamos „recorridos urbanos‟, que inéditamente reunieron a alcaldía e intendencia, así como a miembros de la esfera pública 365 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS y que hemos calificado como un nuevo tipo de gestión de ciudad. Por último, esta expansión tuvo además el desafío de concretar la Avenida Norte del Mapocho, cuestión postergada durante años, pese a que la ley de canalización de 1888 la establecía como una de sus prioridades. De esta manera, si el control del río implicó una nueva relación entre naturaleza y ciudad, la conquista del cerro fue, por una parte, la culminación de un ciclo de control sobre la geografía del valle del Mapocho. Y por otra, anexar el San Cristóbal significó tomar como prioridad el control del territorio al norte del Mapocho: re-centralizarlo para, finalmente, volverlo parte del conjunto urbano y así, inaugurar una nueva fase en la expansión. 366 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Conclusiones Estas reflexiones finales tienen como primer objetivo replantear, a partir de la operación de infraestructura sobre el Mapocho, qué entiende esta tesis por espacio público en esa época, cómo se constituyó en la ciudad, y cómo se vinculó con el espacio privado, este último, tanto en su acepción de intimidad como de empresa mercantil. En segundo lugar, se pretende comprender cómo en esa situación ingresaron e influyeron las diversas disciplinas técnico-sociales y las dimensiones público y privadas de construcción de la ciudad y la cultura urbana, como el higienismo, la ingeniería sanitaria, el mercado inmobiliario y del suelo, así como las aguas y su uso económico, la circulación de representaciones urbanas en los medios escritos, el disciplinamiento de los espacios de diversión y circulación y, en general, el gobierno de la ciudad. Es decir, cómo las diversas categorías planteadas a través de la tesis, se relacionan con el problema de la rectificación –no sólo de la canalización- y la eventual construcción de un „nuevo espacio público‟. ¿Se trató, en rigor, de un nuevo espacio público? Y si lo fue, ¿en qué se basó? En este sentido, ¿qué continuidades y rupturas pueden establecerse con el período colonial y el temprano-republicano? Esto, porque al optar por una historia sociocultural de análisis del espacio público, comprenderemos sus persistencias y transformaciones a partir de las representaciones provenientes desde diferentes dimensiones de lo social. Una primera respuesta a estas interrogantes es que ese „nuevo espacio público‟ pasó por los inicios de la construcción de la ciudad moderna. ¿Y qué significa esto? En nuestro caso de estudio, claramente lo anti-moderno es la ausencia de un control de la naturaleza, como los desbordes del río. Lo moderno –entre otros aspectos- era el dominio de esa naturaleza, su artificialización. Pero también la capacidad de crear y desarrollar una intervención pública no sólo estatal, que abordara al menos tres dimensiones: la centralidad, el parque público y el tráfico expedito –tanto de superficie como cloacas-, basadas en esa dominación territorial para, finalmente, generar una ciudad nueva. Si esto se refiere al campo de intervención urbano, es evidente que se necesita retomar quiénes y cómo debatieron y publicitaron sus posiciones en el campo político. En otras palabras, si hubo un (nuevo) espacio público es porque hubo redes sociales e institucionales en una etapa de modernización cultural. Por este motivo, si miramos en primer lugar la conexión entre espacio público, operación de infraestructura y ciudad moderna, la conclusión 367 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS general a la que llega esta tesis, es que la transformación de las riberas mapochinas fue un proceso que –a diferencia de otras intervenciones urbanas latinoamericanas de la época como Río de Janeiro, o norteamericanas como Boston- no respondió a un plan maestro de carácter unitario y detallado. La mejor prueba de ello es la inexistencia de un plano del Mapocho que entregue una visión completa de lo que se pretende realizar. En vez de ello, comprobamos la existencia de una serie de proyectos de canalización y de transformación, que si bien reconocieron la existencia de antecedentes comunes, se superpusieron, coincidiendo en ocasiones y contradiciéndose en otras. La referencia a Brasil no es casual: si bien se trata de una operación de mayor escala, en ella se produjo una dominación de la naturaleza en poco tiempo, restringida prácticamente a la primera década del siglo veinte. En Santiago, la operación de infraestructura sobre el río y sus bordes fue un proceso que se desarrolló en el contexto de una transición entre la idea de “transformación de ciudad”, presente por ejemplo en Vicuña Mackenna, y la idea de plan regulador urbanístico, recién iniciado en Chile a fines de los años veinte. Es decir, en torno al Mapocho hubo una conversión hacia una modernización de mayores dimensiones, basada en nuevas instituciones técnicas, como el Ministerio de Industria y Obras Públicas y su pléyade de ingenieros y geógrafos trabajando por toda la República, pero que tardó más de treinta años en concluirse. ¿Podría esto llamarse la producción o creación de espacio público urbano? La respuesta creemos que está en las continuidades y rupturas en torno a lo que se consideraba „espacio público‟. El torrente, para entonces, era entendido como una naturaleza degradada, infecciosa y albergadora de las peores expresiones de la marginalidad social. Nada más alejado de aquellos relatos de nacionales y extranjeros, existentes hasta las primeras décadas del siglo XIX, que hablaban sobre un río apacible, encantador y regador de huertas y jardines. En ese panorama de cambio se desarrolló un proyecto de canalización fiscal efectuado a partir de principios de higiene urbana –la desoladora epidemia de cólera de 1887 fue crucial en su masificación-, así como de conectividad, contención de inundaciones, ganancias económicas y de una estética en desacuerdo con la marginalidad social. Este proyecto de canalización, a cargo del ingeniero Valentín Martínez, efectivamente planteaba sin ambigüedades una ruptura con la representación histórica del torrente. Ello quedó legalmente establecido por la ley de canalización de 1888, instaurando la expropiación a cien metros a cada lado del río y su condición de „bienes públicos‟. En ese contexto, el derrumbe del colonial puente de Cal y Canto marcó un quiebre en la manera de entender la ciudad, en la representación de qué era la modernidad y cómo se materializaba en el 368 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO espacio público urbano. Por cierto, esto se vincula con un ideal de cambio en la imagen de ciudad, por ello las figuraciones de Valentín Martínez respecto al torrente fueron lapidarias: era “zona pestilente y sucia”, y la forma de subsanarla era imitando el ejemplo europeo, dejando al Mapocho y su entorno “a la altura de los mejores barrios de París y Londres”. Es decir, la razón técnica (la artificialización de lo natural, la higiene y la salubridad públicas) y la razón social (disciplinamiento) fueron declarados explícitamente como objetivos de la intervención por parte del alto funcionario. Aunque no constituye una categoría central de esta investigación, debe recalcarse que modificar la caja del río conllevó un ambicioso afán de creación de un paisaje urbano. Dicho de otro modo: una inédita articulación entre naturaleza y ciudad que nos conduce a confirmar la idea de un nuevo espacio público en esta. Por otra parte, el mismo cambio urbanístico impulsó a un escritor como Justo Abel Rosales a construir un relato histórico de lo que hasta entonces había sido el puente de Calicanto, la Chimba y la Cañadilla. Es decir, a representar lo que estaba muriendo o mejor, mutando. Como parte también de la „ciudad moderna‟, Rosales construyó su representación urbana contrapuesta al optimismo tecnológico y tecnocrático de quienes arrasaron con edificios históricos de la vieja ciudad -otros dirían de la „aldea‟ colonial- visualizando en ese sector de Santiago las bases de lo que hoy llamaríamos patrimonio cultural. Para él, se trataba del principal barrio capitalino después del central y, en cierta manera, contribuyó a reforzar la idea esbozada por Vicuña Mackenna en la década de 1870 en cuanto al barrio ultra-Mapocho como símbolo de lo pintoresco y de lo colonial. La mención a Rosales y su condición de integrante de la ciudad moderna se verificó también en los medios de prensa, que actuaron como mediadores culturales sobre las transformaciones materiales que sacudían a aquella. Los terrenos que quedaron libres después de la transformación del río en un canal son un buen ejemplo: utilizados como basurales durante años, sólo a partir de la década de 1890 y ley de canalización mediante, fueron apropiados por el estado y la sociedad –tanto por el Ministerio de Industria y Obras Públicas como por parte de la prensa y de vecinos connotadosquedando disponibles para integrase efectivamente a la urbe. Y si los periódicos evidencian una faceta de la nueva ciudad, el “Proyecto de transformación de los barrios aledaños al canal del Mapocho” de 1895, es una muestra importante acerca de los principios que regían los modos de aproximación técnicos hacia el río en particular y la ciudad en general. A partir de esa política sectorial se definieron tres grandes motivos para transformar “el barrio del Mapocho”: la higiene, la estética y un elemento 369 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS resaltado por sus autores: el tráfico expedito. Esa idea de intervención también reflejó un cambio en la noción de espacios para lo público, ya que involucraba al menos la idea de “transformación de ciudad” (presente como dijimos desde 1872 con Vicuña Mackenna), y de “ciudad moderna” (ya no sólo París, sino que varias nuevas urbes donde primaba la edilicia pública, como Washington y La Plata). Como se indicó, sólo a finales de siglo la fisonomía del Mapocho comenzó, no sin problemas, a ser renovada. En ese panorama, el tráfico expedito y el loteo de los terrenos ganados al río aparecieron como el objetivo principal de las políticas del Ejecutivo. No obstante, el Municipio fomentó y solicitó la opción de convertir las tierras ganadas al río en parques. De igual forma, desde el Congreso, se verificó un cambio en las prioridades de lo que debía ser el sector: ya no sería terreno para rieles que beneficiaran a los latifundistas y empresarios mineros, sino para un proyecto público de árboles y lagunas artificiales que solventaran una costosa operación inmobiliaria. A nuestro juicio, el que se haya impuesto esta última opción responde al cambio en el sistema de poder a nivel nacional, donde el Ejecutivo debió después de la guerra civil de 1891 someterse a las directrices del Congreso. Recuérdese además que durante estos años se profesionalizó el mercado del suelo y el sistema inmobiliario en general. Por otro lado, el triunfo del parque por sobre líneas ferroviarias o un barrio sin áreas verdes –como planteaba el MOP en 1895- se debió también a la relevancia adquirida por las ideas de higienismo y recreación en la ciudad, donde el parque sería la naturaleza introducida en el cemento. De esta manera, el Forestal, diseñado por el paisajista Jorge Dubois, abrió nuevas formas de urbanización: al fin, el torrente ya no significó un obstáculo, sino que su ribera sur fue una auténtica expansión urbana basada en una ampliación de la centralidad. Al respecto, es importante constatar que la canalización fue la gran obra pública de fin de siglo donde no sólo hubo un protagonismo de los distintos poderes del estado –las dificultades para crear y mantener el parque Forestal son el mejor ejemplo-, sino que resaltó la actividad de la propia sociedad urbana, con su campaña pro-parque y luego, con sus variados usos del mismo. Por otra parte, la canalización fue complementada por las obras de defensa en los sectores del torrente aún no canalizados, como Providencia, Hornillas y Renca, las que promovieron continuos litigios de propiedad por el lecho del río, enfrentando al estado con propietarios ribereños y mostrándonos una voluntad estatal por mantener como bienes públicos. 370 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO En ese contexto, no es casual que desde fin de siglo se verificara una batería de propuestas y construcciones, además de la canalización, tales como el ferrocarril de circunvalación, los edificios ligados a la higiene, al transporte y al comercio, los que modificaron buena parte de aquellas riberas. Al respecto, conviene destacar que éstas fueron transformadas de manera disímil: la banda sur, históricamente más cercana al centro de la ciudad, recibió mayor preocupación por parte de las autoridades y –más allá de los casos de Rosales y otros- también de las representaciones literarias y periodísticas materializadas en libros y crónicas. En este sentido, nuestra conclusión es que la transformación urbana de los bordes del Mapocho fue la principal operación urbanística ocurrida en Santiago entre 1885 y 1918. Ningún otro sector de la ciudad siquiera estuvo cerca de alcanzar el nivel de inversiones, estudios y declaraciones públicas que el territorio mapochino. Fue allí donde se implementaron a plenitud las herramientas interventoras del estado y donde la primera y principal obra fue la ya mencionada canalización. Comparándola con la otra gran „zona-puerto‟ santiaguina de finales del siglo XIX, esto es, la estación Central y su entorno, los bordes del río Mapocho tuvieron una dedicación mucho mayor por parte del aparato público. En el caso de la estación Central, los cambios radicaron principalmente en los usos de la plaza Argentina, ubicada en el frontis del Terminal y las líneas ferroviarias que desde allí salían hacia Chuchunco, Maipú y Quinta Normal. No obstante, en ese sector el estado no construyó edilicia ni áreas verdes, ni tampoco realizó una operación de disciplinamiento social tan drástica como en Mapocho. Un segundo caso, que en términos morfológicos era el sector más parecido a la caja mapochina, esto es, el Zanjón de la Aguada, tampoco presentó una rectificación profunda. Aunque en su entorno estaban las importantes avenidas San Diego y San Ignacio, además del Matadero y otras industrias, así como basurales y ranchos en sus riberas, no se materializó allí intervención urbanística alguna que fuese similar a lo vivido en el sector de Mapocho. En nuestro análisis, esto es producto de que el río era un espacio en tensión, conflictuado por elementos geográficos y sociales; en otras palabras: era un límite que poco a poco fue adquiriendo centralidad, pero frente al cual la „ciudad propia‟ mantuvo una ambigua relación. Este último aspecto nos hace retomar la hipótesis de la investigación, referente a criticar lo ocurrido entre Vicuña Mackenna y Karl Brunner en 1930 como un simple resultado de las propuestas del primero. Sin desconocer la relevancia del intendente, aquí confirmamos que lo ocurrido desde la década de 1890 fue una serie de iniciativas vinculadas en primer lugar a la dominación de accidentes geográficos y la regularización de los 371 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS espacios (canalización de ríos, nivelación de acequias, abrir calles tapadas, etcétera). Segundo, una idea de transformación de ciudad que remitía a la provisión de servicios básicos como agua potable y alcantarillado. También, esta urgencia se debió a requerimientos económicos basados en otorgar plusvalía al suelo ganado al río, así como en valores estéticos que cristalizarían la idea de ciudad moderna. Es claro que esta idea, visible en Vicuña Mackenna, respondió sobre todo a necesidades higiénicas. El propio intendente comprendió su proyecto como una salvación para la capital chilena y luego para todo el país. No obstante, los proyectos para el abastecimiento de un sistema de agua potable y desagües emergieron no exclusivamente por acción de médicos o políticos basados en la „higiene pública‟, sino especialmente por la labor de los ingenieros y su mirada técnica, capaz también de proyectar la ciudad futura. Paralelamente, las intervenciones sobre el río provenientes desde el aparato público, pero también desde la sociedad civil mediante sus medios de prensa, buscaron una rectificación de la población. La idea que se plantea aquí es que se produjo una naturalización de esa población, que pasó a comprenderse como un fenómeno de la naturaleza, cuestión especialmente atingente a los sectores populares. Una y otra vez se buscó disciplinar y modificar las bases materiales y culturales de los sectores populares que vivían, desde hacía siglos, en aquel lugar. Hemos visto que desde la época colonial hubo erradicaciones y expulsiones de los pobladores de la caja del río, y que hacia fin de siglo la molestia de las autoridades había aumentado. Ese desagrado se extendía a los basurales de la ribera sur, pero también a cocinerías y otros establecimientos efímeros de las orillas y su entorno. Para algunos concejales incluso eran “gentes que avergüenzan con su vida y oficio la cultura de la ciudad” y seguramente abominaban sus olores, ropas y formas de hablar. Esta suerte de cáncer por extirpar incluyó también a las viejas casas coloniales donde vivía un gran número de gente de pueblo, comenzando a incubarse una representación de aquellas como un artefacto urbano detestable: un „anti-monumento‟. En segundo lugar, el “dilatado cáncer asqueroso” como lo llamó Paulino Alfonso, también era evidente en la calle, y hacia su modificación se dirigieron proyectos urbanos, como el de 1895. Aunque aparecidos por iniciativa de la sociedad civil, las cantinas y burdeles del sector también fomentaron esa representación popular –y en ocasiones, delincuencial- del lugar. En consecuencia, disciplinar ese límite no fue únicamente un asunto económico o arquitectónico-urbanístico, sino una necesidad surgida desde el conflicto de las diversas prácticas y hábitos en el espacio público y privado, es decir, desde el conflicto cultural. 372 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Ahora bien, en términos constructivos, el ejemplo más evidente de las intenciones estatales es el de la Cárcel Pública. Como gran morada de los no deseados por la ciudad, fue estructurando una frontera al interior de una ribera que aún no estaba del todo integrada, coadyuvando así a estigmatizar un área que paradojalmente se anhelaba remodelar y orientar por el camino del progreso y la ciencia. La existencia del Cuartel de Policía de San Pablo, inmediatamente al sur del Presidio, no hizo sino estimular la idea de aquel sector como indeseable. En ese contexto, el traslado forzado hacia la Chimba del Galpón de Zapateros y la muchedumbre de vendedores ambulantes que circulaba en su entorno fue una medida de segregación espacial, destinada a optimizar las ventas de los comerciantes establecidos -esto es, los del Mercado Central- pero también como operación de limpieza de la banda sur. Un caso diferente fue el del Desinfectorio Público, la Plaza Francisco Bilbao y el Instituto de Higiene, en la orilla norte, ya que la intención de las autoridades fue más bien imponer una marca de limpieza en aquel espacio, generando una suerte de „conjunto de salubridad‟ en medio de la corrosiva población Ovalle. En tanto, los Galpones de la Vega y la compleja posesión del borde norte mapochino en su tramo más central, nos refirieron sobre el aumento de centralidad que generó ese mercado, así como –junto con el International Lawn Tennis Club- las dificultades del estado por hacer valer la ley de canalización de 1888. A inicios del siglo veinte se verificó la apertura de nuevas avenidas, como la ribereña avenida sur del Mapocho y la del Cementerio. En buena parte, estas medidas fueron tomadas por los problemas planteados por el crecimiento de la población capitalina, que superaba los trescientos mil habitantes. Esto implicó largos y costosos procesos de expropiación, donde destacaron las figuras del Intendente Enrique Cousiño y el Alcalde Eduardo Edwards Salas. Para entonces, la caja del río ya no tenía una parte del basural que antaño la caracterizaba, por el referido parque Forestal. Sin embargo, entonces la parte más al poniente de la banda sur se vio repleta de basura, originando los llamados Hornos Crematorios, cuya extensión era de numerosas cuadras: se trataba de un río que alcanzaba el poco feliz rango de cloaca urbana. Vinculado con ello, al comenzar el 900 se implementaron medidas largamente esperadas y debatidas, como el sistema de desagües y alcantarillado, tan importantes para un ingeniero hidráulico como Valentín Martínez, quien dejó las bases para el inicio de las obras, en 1905. Esto significó nada menos que confirmar al río como cloaca urbana, al ser el receptor de las aguas servidas de gran parte de la ciudad; aunque en un principio, el alcantarillado se aplicó sólo a los barrios céntricos. A partir de esa operación de ingeniería sanitaria, la transformación del Mapocho se 373 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS presentó como radical y paradójica, al establecer junto al parque ribereño, el desecho de aguas servidas. Pero, junto a esa transformación del torrente en cloaca, la modificación principal –sustentada en una voluntad pública de no privatizar los terrenos vía concesiones- ocurrió hacia el centenario, cuando en la ribera sur y específicamente en el parque Forestal, fue inaugurado el Museo de Bellas Artes y poco después la Estación Mapocho. La apertura de esta última confirmó al sector entre el Mercado Central y la avenida Independencia – plaza Venezuela- como un terminal de tranvías eléctricos y punto de conglomeración de personas. Junto con ello, se instalaron en todo el borde sur del torrente los monumentos regalados por las colonias para el centenario: los otomanos frente a la Estación, los italianos en la Plaza Colón, los franceses frente al nuevo Museo y la Fuente Alemana en el Forestal. Se conformó así un auténtico museo lineal de esculturas y edificios, que tenía sus ejes en la estación Pirque –también estrenada para la época del centenario- por el oriente y la Mapocho por el poniente. Todo este proceso de regularización y rectificación se vio complementado por obras en la misma banda, como demoliciones de cantinas y expendios de alcohol, masivos en el sector, proceso ligado a la terminación de la avenida sur del Mapocho, finalmente sólo concluida a finales de los años veinte. De esta forma, no podríamos hablar de una remodelación urbana, ya que la transformación del borde sur –y también la del norte- se extendió por más de treinta años, sino de una renovación a partir de la modernización material del espacio público. Esta renovación fue el punto final de un proceso de rectificación y conformación de centralidad gestado desde los proyectos de canalización de Ansart y Martínez. Con todo, el proceso no fue del todo feliz: hemos hablado de una persistencia del suburbio en ambas riberas, sobre todo en un sentido social, por sus puestos de ventas informales, pequeños kioskos, al igual que cotidianos hechos de violencia y crímenes. Es decir, un lugar que no era una periferia –difícilmente podría haberlo sido con una estación ferroviaria- pero que aún hacia 1920 tenía muchos elementos de marginalidad social que horrorizaban a la prensa y a las autoridades. En otras palabras, señalamos que la operación de infraestructura sobre el río, y el debate en torno a ella –que la confirma como espacio público, ya que sin discusión éste es una simple quimera- desencadenaron una complejización de la ciudad. Esto, fundamentalmente porque sí se generó un nuevo espacio público, que era la pregunta con la que abrimos estas conclusiones. No en el sentido de una metropolización, pero sí en la 374 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO emergencia de una urbe que ya no podía ser comprendida con los criterios con que era abordada la ciudad de menor escala de mediados del siglo XIX, e incluso, la de Vicuña Mackenna. Por ello se indicó la importancia que adquirieron desde entonces numerosos planes de transformación para la ciudad –como los de Carlos Carvajal- finalmente no realizados, pero que apuntaban a solucionar los crecientes problemas de una capital que hacia el centenario contaba con cuatrocientos mil habitantes. La ley “del serrucho” (1909), fue un atisbo de lo que se pretendía: nuevamente, rectificar y geometrizar; estas vez con calles de quince metros de ancho. Cabe entonces preguntarse sobre qué rol tuvo la transformación del Mapocho urbano en el espacio público del Santiago de principios de siglo. Algo de ello ha sido esbozado más arriba, y se vincula con un aumento de la centralidad, en particular de la banda norte, aquella históricamente más desvinculada territorial y culturalmente de la ciudad. De manera simultánea y paradójica, todo ello cooperó en la distinción cultural y morfológica de todo el territorio de Mapocho –piénsese, de nuevo, en la Cárcel Pública- respecto a lugares como la Plaza de Armas o la Alameda. Pero, si hablamos de este nuevo centro que aún seguía siendo visto como un peligroso suburbio, habría que referir sobre la re-centralidad que significó la expansión urbana hacia el nororiente, esto es, hacia el barrio ultra-Mapocho. En ese proceso hubo una expansión pública, basada en una voluntad estatal y de la sociedad civil que promovió la habitación obrera salubre (como la población León XIII de la beneficencia católica); la posesión del cerro San Cristóbal; la puesta en marcha de la avenida Norte del Mapocho (Santa María) y el abovedamientos de canales, obras de infraestructura que fueron concluyendo el proceso expansivo iniciado con la canalización, treinta años antes. Efectivamente, estas obras se insertaron en la finalización de las obras de conexión con ultra-Mapocho y se materializaron en vialidad, acueductos y arborización para impulsar el verde perdido por el crecimiento de la ciudad, ciudad que contradictoriamente seguía estancada hacia el norte. En el caso particular del cerro San Cristóbal, a finales de la década del diez se vivió una transición en la noción de espacio público, representado en el paso del parque público decimonónico a la noción más ambiental de área verde. La comparación del San Cristóbal con el Santa Lucía resulta útil en cuanto a comprender los diferentes usuarios de estos cerros –piénsese en los católicos que peregrinaban a la Virgen- así como su diferente rol para la ciudad. En cuanto a esto último, anexar el cerro de la Chimba implicó nada menos que re-centralizar la ciudad. De esta forma, puede entenderse la expansión urbana como conclusión o como nueva fase de la rectificación del río Mapocho y sus riberas. Esta significó, en cuanto a la experiencia social, el 375 EL RÍO MAPOCHO Y SUS RIBERAS cambio de lo que los santiaguinos comprendían como la ciudad de Santiago; en la gestión pública, la ampliación del radio de acción y, en lo relativo al paisaje, la conformación de un nuevo parque público, pensado “como un bosque y no como jardines”, en palabras del ministro Quezada. La superación del límite del río y la toma del cerro no impidió, sin embargo, una paradoja aún no resuelta por la ciudad y que fue ejecutada entre 1885 y 1918: la tensión entre por una parte, un Mapocho reformado como parque y centro en su superficie, con avenidas y edificios públicos; y por otra, un río encajonado, hundido y utilizado como cloaca. Quizás es la imagen más clara sobre las complejidades en la construcción cultural y urbanística del espacio público en Santiago durante el período de entresiglos. 376 DOCTORADO EN ARQUITECTURA Y ESTUDIOS URBANOS | S. CASTILLO Créditos de imagen Capítulo 1. 1. 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