UNA TRADICIÓN LITERARIA DE LA NOCHE DE TODOS LOS SANTOS DON JUAN TENORIO Hace un año y medio que don Juan y don Luis apostaron sobre quién de los dos seduciría a más mujeres. Sobre quién engañaría más y hasta quién llegaría a matar por ello. Así, el primer acto comienza en la hostería de Laurel, Sevilla. Los dos protagonistas de la apuesta deben encontrarse a las ocho de esa noche para comprobar quién es el verdadero ganador. Esto ocurre en pleno mes de febrero, durante la celebración del carnaval. De este modo, hay varios personajes que llevan máscaras y antifaces de todo tipo. En esa noche, don Juan y Don Luis hablan y discuten sobre las conquistas que han realizado. El ganador resulta ser don Juan, que por si no fuera bastante, apuesta a don Luis que le quitará a su prometida, doña Ana. Entonces, el padre de doña Inés, don Gonzalo el Comendador, está en la hostería y se entera del asunto. Gonzalo se enfada porque don Juan, en un principio, tenía que casarse con su hija. El padre de doña Inés prohíbe, pues, el matrimonio entre don Juan y su hija. Desea además, que ésta pase el resto de su vida como monja en un convento. No obstante, don Juan jura que raptará a su hija. Así, cuando doña Inés está ya en el convento, don Juan escala la pared y se la lleva. Contra cualquier pronóstico, los dos jóvenes se enamoran perdidamente el uno del otro. Se trata de un caso excepcional para don Juan que se veía a sí mismo como a un eterno vividor. Entonces, don Luis se entera que don Juan había deshonrado a doña Ana y lo busca para vengarse. Luego, don Luis amenaza de muerte al Tenorio, el cual le pide paciencia para poder hablar con don Gonzalo y pedirle la mano de doña Inés a la cual ama sinceramente. Pero el padre de la novia no le cree y le niega la mano de su hija. El Tenorio, enfurecido, mata a don Luis y a don Gonzalo. Después huye a Italia y no vuelve a España hasta cinco años después, donde encuentra la tumba de su amada, que ha muerto de pena. Nuestro protagonista se queda en el cementerio llorando a su amor perdido. En ese mismo momento, se le aparece doña Inés y le comenta que ha ofrecido su propia alma para salvar la de él y le pide que elija bien su destino. El Tenorio reflexiona. Pero llegan sus antiguas amistades, Centella y Avellaneda que se lo llevan a brindar por su reencuentro. Éstos están alegres y distendidos, cuando de pronto aparece el fantasma de don Gonzalo, que advierte al joven que tiene sus días contados y que debe enmendarse para ser perdonado. Vuelve a aparecer la sombra o fantasma de doña Inés avisando a su amado que el tiempo se le termina y que al día siguiente los dos estarán enterrados en la misma tumba. Primero don Juan cree que todo aquello es una broma de Centella y Avellaneda. El Tenorio va al cementerio y cuando le da la mano al fantasma de don Gonzalo para irse al infierno con él, don Juan pide un instante para arrepentirse de todos sus errores y pide perdón a Dios. Finalmente don Juan y doña Inés se salvan y descansan en paz, eternamente, gracias a su amor.