Llamados a Vivir la Promesa del Padre F. Javier Orozco (7º

Anuncio
Llamados a Vivir la Promesa del Padre
F. Javier Orozco (7º Domingo de Pascua/Ascensión del Señor 2012)
Las despedidas entere amigos y familiares siempre vienen repletas de
muchos sentimientos. Para algunos, estos momentos de cambio son
oportunidades para recordar y celebrar con el amado/a que ahora se nos
va. Para otros, estos momentos emotivos causan nostalgia y hasta pueden
ser momentos que nos llevan a contrariar la realidad del momento. Sea
cual sea nuestra respuesta, la verdad es que todos hemos tenido estos
momentos de despedidas.
Algo similar se nos presenta hoy en día en esta fiesta solemne de la
Ascensión del Señor. En la lectura vemos como los amigos de Jesús se
unen a él y de manera común y corriente preguntan si es que ahora es el
momento esperado—el momento del reino de Dios. Como buen amigo,
Jesús se aprovecha del momento para compartir con ellos su anhelo en
este momento de despedida.
En las palabras de Jesús no solo encontramos una breve y amistosa
corrección a sus discípulos, sino que también encontramos una gran
promesa. A ellos les recuerda que su amistad y compañerismo no ha sido
para apaciguar sus curiosidades sobre el fin y el principio del reino; todo
lo contrario, su presencia ha sido una que garantiza el mismo don del
Espíritu Santo: “No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas
que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo
descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo"
(Hechos 1: 7-9).
Con estas palabras y don del Espíritu Santo, Jesús sella su despedida. Es
precisamente recalcar aquí que lo importante no es adivinar el futuro que
viene en su totalidad, sino vivir la promesa del Padre en la historia. En
otras palabras, el caminar con Jesús implica que tenemos que practicar lo
que hemos aprendido de él. Y aun más cuando él mismo nos da su
Espíritu como inspiración, fuerza y promesa. ¿Cuál es esa promesa?
Como lo muestra el apóstol Pablo en su carta a los Efesios, la promesa es
nada más ni menos que Cristo mismo. A nosotros, como herederos y
seguidores de Cristo, nos toca vivir todo lo que Jesús nos ha enseñando. Si
somos fieles al don del Espíritu Santo, entonces vamos a ver con los ojos
del corazón que en Cristo Jesús está la plenitud de todo lo que deseamos:
“Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre
todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos” (Efesios
1: 22-23).
Siendo esta nuestra promesa, ahora es preciso que no nos quedemos
plantados mirando al cielo. Tomando nuestras trompetas tenemos que ir al
mundo entero para así poder dar testimonio del verdadero rey y Dios de
todo lo creado y por venir: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a
creer será condenado” (Marcos 16:15-16).
Siguiendo la buena nueva de esta promesa, tal vez algunos nos
preguntaremos cuando y donde vamos a echar demonios, hablar lenguas
nuevas, coger serpientes y beber venenos sin morir (Marcos 16: 17-18).
Creo que si somos honestos el uno con el otro, y si miramos de cara-a-cara
al mundo que nos rodea, no será muy difícil contestar nuestra inquietud.
Tal vez parte de los demonios, serpientes, veneno y lenguas extranjeras
son aquellos hechos y momentos en nuestro caminar los cuales nos
impiden que realicemos nuestra identidad en Cristo.
Dicho esto, también es importante acentuar que si bien vamos a encontrar
muchos retos en la vida, los seguro es que las fuerzas y sabiduría que
necesitaremos ya se nos han dado. Gracias a la despedida de Jesús que
celebramos hoy en día, todo lo tenemos al alcance. No nos quedemos
parados mirando al cielo...vallamos al mundo, viviendo la promesa del
Padre.
Descargar