Sacerdotes de Cristo.

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Sacerdotes de Cristo.
"Cristo fue sacerdote, y todo sacerdote es otro Cristo. Las características del
sacerdocio católico no son más que repetición de las que Cristo ostentó en su persona; los
poderes y la acción de nuestros sacerdotes son un eco de los poderes y de la acción de
Cristo".
"El sacerdote es otro Cristo, un hombre que ya no es puramente un hombre, es
alguien a quien Cristo ha tomado para vivir especialmente en él, salvar por él (...) La
primera misión del sacerdote es dar testimonio de la vida divina en el mundo por su
propia vida interior (...) El sacerdote es el recuerdo viviente de que hay otra vida que es
eterna, que hay otra felicidad que no fenece, que hay un Dios que llama a sí a los
hombres" (54,2,2).
"Su vida (del sacerdote) es una prolongación de la vida de Cristo. Sus aspiraciones
fundamentales son estar él cada día más cerca de Dios, ser más semejante a Jesús, para
darse más entera y eficazmente al bien de sus hermanos" (EC, pp. 7-8).
"Tiene dos facultades estupendas y sublimes: inverosímiles del todo si no fuera por
la fe. Consagra y absuelve".
"Ha de predicar como luchador, como quien se esfuerza honradamente por
practicar lo que enseña, como quien cae y se levanta y necesita de la gracia (...) ¡Habla
como eres! ¡Nada fingido!".
"Los fieles esperan de él una palabra de vida, que les proporcione luz y fuerza para
la vida superior, una palabra que santifique su estado y transforme su vida en servicio de
Dios" (40,11,14).
"Ha de estar abierto a todas las inquietudes del espíritu humano (...). Debe estar
abierto a la vida y a todas sus manifestaciones porque debe santificarlas todas" (40,11,21).
"Embajador divino, el sacerdote, habla a los hombres en nombre de Cristo a quien
representa en la tierra: les trasmite su doctrina, les recuerda sus ejemplos, los anima a la
práctica de todas las virtudes cristianas. Es él, sal de la tierra llamado a dar sabor a la vida
cristiana donde él ejerce su ministerio, a iluminar las tinieblas del paganismo que
amenaza cada día volver a apoderarse de la tierra; es un ejemplo puesto ante todos para
enseñar a los hombres el valor de la abnegación, del heroísmo, de la castidad, del
desprendimiento, del amor a Dios... Todas estas lecciones enseña el buen sacerdote, el
que es de veras sacerdote.
“Como embajador de Cristo se ocupa el sacerdote de todos los que Cristo ama, en
especial de los pobres y desvalidos; y él en realidad podría llamarse el padre de los
pobres. Al sacerdote acuden todos los pobres, los del alma como los del cuerpo en busca
de un aliento. Los unos le abren las dolencias de su espíritu, sus tragedias de hogar; la
esposa le habla de los hijos que no son lo que debieran ser... de sus angustias religiosas, o
de la miseria que ronda su casa y amenaza quitarles el techo y el pan. Saben todos que en
esos momentos de amargura hay muchos oídos que se cierran y muchos ojos que no
quieren ver, pero nunca los del sacerdote que es de veras sacerdote.
“Por eso el sacerdote pasa gran parte de su día dando consuelo, disipando los
pesimismos infecundos y sembrando alegría en las almas, muchas veces a costa de sus
propias alegrías y renunciando a todo para poder servir en forma más generosa. Por sus
hermanos el sacerdote renuncia a sus bienes y vive de ordinario pobremente, renuncia a
formar un hogar a fin de no estar atado en la práctica de la caridad por un hogar pequeño,
pues, él es el padre de un hogar inmenso: de sus feligreses, de todos los pobres, de todos
los tristes y necesitados, el padre de las viudas y de los huérfanos; el padre de los
enfermos y de los niños... Todos lo llaman a él 'Padre', y él es en realidad su padre, el
padre de sus almas y a veces el que cuida hasta de sus necesidades materiales " (PE, pp.
156-157).
CAUSAS DE LA ESCASEZ DE VOCACIONES SACERDOTALES Y SUS
REMEDIOS (Carta al Cardenal en 1946 a petición suya; 56,13)
“1) La causa más de fondo es la disminución del espíritu cristiano. El problema
sacerdotal es, por encima de todo, un problema de vida sobrenatural en los fieles y en los
sacerdotes (...) La frivolidad de los niños que se van formando en ese ambiente social
culto, pero hueco; respetuoso, pero indolente, no es a propósito para que germinen
vocaciones (...) Nuestro pueblo tiene virtudes típicamente cristianas: caritativo, religioso,
bueno, sufrido, humilde, pero su formación es pobrísisma" (56,13,3).
Soluciones: "Ante todo, desarrollar en los jóvenes y en los hogares un criterio de
cristianismo integral (...) Para ser Cristo hay que comenzar por conocerlo; y formación
elevada, alta, que aspire a la santidad (...)
“Hay que insistir en la vida sacramental (...) Dirección espiritual (...) Enseñanza
religiosa (...) Ejercicios (...) Orientación social dada a la predicación y a la enseñanza de la
religión (...)
“Una actitud más valiente de nosotros los eclesiásticos, frente a los grandes
problemas humanos, sobre todo frente al problema social en que se debaten los grandes
intereses de la inmensa mayoría de nuestros conciudadanos. Y que el sacerdote no esté
únicamente confinado a hablar del cielo, sino también de la tierra en que se juega la causa
de las almas, en que se traba la batalla por el reino de Cristo" (56,13,5-6).
"Que cada sacerdote se persuada que puede con la gracia de Dios ser instrumento
para que pase la gracia del llamamiento de Dios" (56,13,7).
"El sacerdote sólo podrá ser guía de los demás en la medida en que él mismo sea
conducido por Cristo, en la medida en que reproduzca su modelo, o al menos tienda a él...
hasta que pueda decir: ya no soy yo el que vive en mí; es Cristo" (56,15,7).
"A nuestro tiempo no faltan palabras, ni libros... sobre todo en los ministros
sagrados faltan ejemplos que arrastren (...) Reformarnos nosotros (...) Cada sacerdote
debe tener una altísima idea de su responsabilidad (...) ¿A cuántos sacerdotes puede Cristo
decir: Simon dormis? Semejamos a un gran dormitorio con letrero sobre la puerta:
silencio estrictísimo (...) Mientras el sacerdote no aspire al martirio para regar con su
sangre la semilla del Evangelio, no podemos decir que somos apasionados por Cristo "
(45,1,1).
"El Evangelio y el amor crucificado. Ahí están la sabiduría y fuerza de Dios (...)
La reacción ha de comenzar por un intenso ideal de santificación personal. Dejar más la
prudencia humana y consultar las luces del Espíritu Santo. El amor a Cristo pobre,
doliente y crucificado dará refuerzo a nuestra vida y hará desaparecer los escándalos que
los hombres comentan y los que sólo ven Dios y sus ángeles. Volvamos al Salvador pobre
(...) Volvamos al Salvador doliente: tengamos valentía para defender su causa aunque nos
hagan sufrir. Pidamos la gracia de ser sacerdotes mártires " (45,1,3).
"¡Qué grande es mi vida! ¡qué plena de sentido! Con muchos rumbo al cielo.
Darles a los hombres lo más precioso que hay: Dios; dar a Dios lo que más ama, aquello
por lo cual dio su Hijo: los hombres" (31,10,8).
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