30 la fauna en el mundo prehispánico

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La manera de conocer el pasado
mesoamericano a través de su arte
LA FAUNA EN EL MUNDO
PREHISPÁNICO
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1 Antecedentes de la fauna mesoamericana 4
3 Animales en la mitología del
México antiguo 16
1.1 La fauna en la etapa lítica 4
1.2 El Holoceno: etapa de transición 6
1.3 La composición geográfica del territorio
mesoamericano 7
1.4 Fauna y vida cotidiana 8
3.1 Los simbolismos del perro mesoamericano 16
3.2 Los mitos del tlacuache 17
3.3 De otros animales 19
3.4 De seres alados 21
2 La fauna y los dioses 10
4 La fauna mesoamericana en la etnografía 23
2.1 De lo natural a lo sagrado
2.2 El jaguar, símbolo de poder
2.3 La serpiente en el mundo mesoamericano
2.4 El águila, ícono del sol y la guerra
10
11
13
15
4.1 Sahagún, primer etnógrafo de América 23
4.2 La fauna en las supersticiones populares 24
4.3 Del totemismo al nahualismo 25
Glosario 26
Bibliografía 29
Selección de piezas 31
Créditos 70
Fundación Cultural Armella Spitalier
www.fundacionarmella.org
[email protected]
[email protected]
Introducción
En la incesante búsqueda diaria por la subsistencia, el hombre mantuvo una cercana interacción con
la naturaleza. Así desde tiempos remotos, hombre
y animal formaron una indisoluble sociedad, al principio por evidentes razones económicas. Posteriormente, el ser humano, en el proceso cognoscitivo
de su entorno ecológico, reconoció las cualidades
físicas de la fauna y la asoció con eventos naturales que escapaban al dominio humano.
En esa cotidiana convivencia con la naturaleza atribuyó a los animales energías y poderes sagrados,
por lo tanto: “los animales son deidades, epifanías
de dioses, mensajeros de éstos o símbolos de diversas ideas y ámbitos del universo”.
Entre los pueblos mesoamericanos, esta percepción adquirió niveles relevantes, ya que concedió
a los animales un lugar preponderante en la configuración de su religión. Se encuentran presentes
tanto en los mitos de creación del universo, como
en la compleja simbología asociada a diversas deidades o fuerzas de la naturaleza.
Tan amplio es el mosaico de fauna mesoamericana como lo es su participación en la configuración
de su propia cosmovisión, lo cual hace imposible
dedicarles espacio a cada uno de ellos. Sin embargo, en este trabajo de investigación documental, la
Fundación Armella Spitalier, intentará dar cuenta
de algunos pasajes relativos a los animales.
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Antecedentes de la Fauna Mesoamericana
La Fauna en el Mundo Prehispánico
1.1
La fauna en la Etapa Lítica
El estudio de los procesos que siguieron al poblamiento del continente americano permitió establecer una cronología para el territorio que ocuparían posteriormente las culturas mesoamericanas.
Esta periodización está basada en una serie de características,
como la exclusiva utilización de artefactos de piedra, el nomadismo y un modo de vida de cazadores-recolectores-pescadores.
La Etapa Lítica comprende de 35,000 a 7,000 años a. C. (Lorena
Mirambell, 1994) y se subdivide en dos horizontes: el Arqueolítico
y el Cenolítico. Durante ambos, el hombre dejó constancia de su
interacción con la fauna pleistocénica, cuyos restos localizados
en el registro arqueológico son indicadores del clima que
prevaleció en diversas regiones de esa parte de la geografía
norteamericana.
Así, se han descubierto restos de tapir (Tapirus sp) y gliptodontes (Glyptotherium floridanum), animales
propios de climas cálidos; mastodontes (Mamut americanum), mamuts (Mammuthus) y caballos de varias
especies (Equus) en bosques de poca densidad. También se han localizados aves, anfibios y reptiles, que
señalan la variabilidad de los ecosistemas para el período del que hablamos.
Tapir.
Gliptodonte.
Mamuts.
Mastodonte.
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Caballos de Varias Especies.
Aves.
Anfibios.
Reptiles.
Los sitios más antiguos en los que se ha detectado actividad humana son el Lago de Chapala y Zoacalco,
en Jalisco; El Cedral, en San Luis Potosí; Valsequillo, en Puebla y Tlapacoya, en el Estado de México. Es
interesante señalar que, en este último sitio, los especialistas encontraron huesos de fauna actualmente
extinta en la Cuenca de México, como el oso americano y el venado cola blanca.
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Oso Americano.
Venado Cola Blanca.
En general, las excavaciones sacaron a la luz la presencia de fogones, huesos trabajados y herramientas
de piedra, como lascas, navajas y raspadores, testimonios de la impronta cultural del hombre en la búsqueda de su subsistencia.
Raspadores.
Lascas.
1.2
El Holoceno: etapa de transición
Al término del Cenolítico (7,000 a. C.), los grupos
incipiente la domesticación de las plantas, lo que implicó la necesidad de establecerse temporalmente
en ciertos sitios, aunque continuaron principalmente
con la caza y recolección de frutos y semillas. “Esta
humanos se habían extendido por casi todo el territorio de la actual República Mexicana. Su desarrollo
cultural y tecnológico les permitió iniciar de manera
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etapa es llamada Protoneolítico” (José Luis Lorenzo,
1967) y llega hasta los 4,000 años a. C.
En términos generales, la estructura social siguió
siendo la misma: “macrobandas que ocupaban
estacionalmente ciertos territorios de acuerdo a
la disponibilidad de recursos y la capacidad de
producir alimentos por medio del cultivo” (Emily
McClung y Judith Zurita, 1994). Ha sido en sitios
como el Valle de Tehuacán; en Guila Naquitz,
Valle de Oaxaca; en el sur de Tamaulipas; sur
de Puebla, y en la Cuenca de México, donde con
mayor precisión se ha documentado dicho patrón
de conducta.
Es claro que, a partir de este periodo, el hombre
comenzó a depender gradualmente de los productos que la tierra le proporcionaba por medio de
la agricultura; sin embargo, en su dieta siempre
estuvo presente la fauna que obtenía por medio de
la caza, sobre todo de especies pequeñas como
tuzas y conejos.
Representaciones de las macrobandas.
Con la llegada del Holoceno sobrevino la extinción de los grandes mamíferos, lo que generó otra variedad de fauna de tamaño medio. Así, es interesante resaltar que, en la América media, dicha fauna no se
adaptó a la domesticación y no se desarrolló el pastoreo ni la cría de animales de tiro.
1.3
La composición geográfica del territorio mesoamericano
Para entender el surgimiento y desarrollo de las culturas mesoamericanas,
sus particularidades y, sobre todo, su estrecha relación con la fauna del lugar,
es importante conocer el entorno ecológico en el que florecieron y con el cual
convivieron ampliamente. En el territorio que tradicionalmente se ha llamado Mesoamérica fue posible encontrar una variada gama de paisajes, que se
pueden agrupar en cuatro grandes ecosistemas (Cristina Niederberger, 1978):
Mesoamérica.
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selva tropical lluviosa; costas marinas, estuarios y lagunas costeras; estepa tropical de cactáceas y zonas
montañosas centrales.
a) Selva tropical lluviosa. Cubre los estados de
Chiapas, Tabasco, Quintana Roo, Belice, Guatemala y Honduras. Se caracteriza por una atmósfera caliente y húmeda; estrato arbóreo abundante,
con plantas bromeliáceas; numerosas concentraciones de agua y ríos. La fauna la componen,
entre otros, monos araña y aulladores, víboras y
jaguares.
b) Costas marinas, estuarios y lagunas costeras. En
este apartado se incluyen, obviamente, las costas
del Atlántico y del Pacifico; en ambas, la explotación
de peces, moluscos y tortugas constituyó una fuente
relevante de recursos. Así lo demuestran los campamentos concheros localizados en dichos litorales.
c) Estepa tropical de cactáceas. Es una zona intermedia entre los litorales y las zonas montañosas. Está
formada por regiones de selva baja, donde habitan
pequeños mamíferos y roedores, así como plantas
xerófitas y selvas de pinos y robles, en donde se encuentran jabalíes, liebres, conejos y venados.
d) Zonas montañosas centrales. Se sitúan entre
los 2,000 y 2,400 metros sobre el nivel del mar;
de clima templado, están pobladas de bosques de
pino-encino y la fauna principal está constituida por
cérvidos (Odocoileus virginianus).
En resumen, una rica biodiversidad rodeaba a los habitantes mesoamericanos al momento de la conformación
de las primeras aldeas sedentarias. Este proceso socio-económico marcó el inicio de la cronología de la zona.
1.4
Fauna y vida cotidiana
En la incesante búsqueda diaria por la subsistencia, el hombre mantuvo una cercana interacción
con la naturaleza. De ella tomó ciertas especies de
animales cuyas características le ayudaron en el
largo proceso de domesticación; sin embargo, sólo
se tiene el registro de dos: el guajolote (Meleagris
gallipavo) y el perro (Cannis familiaris).
Guajolote. Códice Florentino.
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En su estado silvestre, el guajolote debió habitar los bosques templados de la Sierra Madre Occidental y
Altiplano Central. De él se aprovechaba la carne y las plumas; los datos arqueológicos más antiguos señalan que ya para el Preclásico Temprano (2500-1200 a. C.) era parte importante de la dieta de las aldeas
agrícolas que poblaban la Cuenca de México.
El perro fue, probablemente, el primer
animal que convivió abiertamente con
el hombre. El llamado xoloitzcuintle
es una especie atípica: sin pelo y con
un grado más de temperatura corpórea, fue ampliamente popular por su
carne y por las cualidades curativas
que el calor de su cuerpo producía
entre los reumáticos. Tuvo, además,
un papel relevante en la cosmovisión
mesoamericana.
Xoloitzcuintle, el perro
Perro mexicano.
mexicano.
La guacamaya roja (Ara macao) tuvo un rol importante en el comercio. Lo anterior se encuentra
documentado en Paquimé, actual estado de Chihuahua, que entre el siglo XI y XII desarrolló una
amplia red comercial con el centro y occidente de
Mesoamérica. Uno de sus productos principales
fue precisamente este espécimen.
Guacamaya Roja.
Otra ave que por su bello canto fue apreciada y
criada en cautiverio fue el cenzontle (Mimmus polyglottus). Actualmente, habitantes de comunidades
rurales acuden - de forma ilegal - a los mercados de
las grandes ciudades a venderlo a quienes gustan
y valoran del canto de los pájaros.
Cenzontle.
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En tiempos prehispánicos, la apicultura constituyó
una fuente importante de recursos económicos.
Los productos de la abeja (Melipoma domestica),
como la miel y la cera, fueron ampliamente aceptados en la vida diaria, a tal grado que los “mayas
del Posclásico conocían la manera en que variaba
el sabor de la miel en función del tipo de flor.” (Raúl
Valadez Azúa, 1999).
Abeja.
2
La fauna y los dioses
La Fauna en el Mundo Prehispánico
2.1 De lo natural a lo sagrado
H
ombre y animal formaron una indisoluble sociedad desde tiempos remotos, al principio por
evidentes razones económicas. Posteriormente,
el ser humano, en el proceso cognoscitivo de su
entorno ecológico, reconoció las cualidades físicas
de la fauna y la asoció con eventos naturales que
escapaban al dominio humano.
Así, los pueblos de cazadores-recolectores del Paleolítico europeo entablaron una mística relación
con los animales de su entorno, al representarlos
en magníficas pinturas rupestres, como las de Altamira, en España, o Lascaux, en Francia. Sin embargo, más que exaltaciones estéticas, son verdaderas alegorías propiciatorias derivadas de rituales
mágico-religiosos, como también se puede apreciar
en las pinturas de la cueva La Pintada, en la Sierra
de San Francisco, en Baja California Sur.
Pinturas Rupestres de Altamira, en España.
Estos eventos psicológicos fueron afines al hombre
de la Antigüedad, en su cotidiana convivencia con
la naturaleza: atribuyó a los animales energías y
poderes sagrados, por lo tanto “los animales son
deidades, epifanías de dioses, mensajeros de
estos o símbolos de diversas ideas y ámbitos del
universo”. (Mercedes de la Garza, 1999).
Entre los pueblos mesoamericanos, esta percepción adquirió niveles relevantes, ya que concedió
Las Pinturas de la Cueva La Pintada, en la Sierra de San
10
Francisco, en Baja California Sur.
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