Tercera Parte - Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento

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LA CALAMIDAD MORAL DEL HOLOCUASTO1
Tercera Parte
Ernesto Garzón Valdés
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Peter Singer ha ilustrado con ejemplos bíblicos y de la historia
griega que la crueldad humana y el genocidio no son patrimonio de la
historia reciente:
"el texto (Libro de los números, EGV) muestra que el Holocausto
que se tragó a mis abuelos fue algo nuevo sólo en el sentido de que la
tecnología y las comunicaciones modernas les permitieron a los nazis
asesinar mucha más gente en un período de tiempo relativamente más
breve que lo que había sucedido antes. 2
El uso del gas había ya sido contemplado antes de la deportación
masiva a los campos de exterminio. Esta nueva técnica era una forma
de matar
"Más eficiente, menos pública y – con características de cinismo
nazi – menos estresante (para los asesinos) que la muerte masiva a
1 El presente texto será publicado también Madrid en un libro de homenaje a Gregorio Peces Barba.
2 Peter Singer, "How can we prevent crimes against humanity" en Nicholas Owen (ed.), Human Rights, Human
Wrongs, Oxford: University Press 2003, pags. 92-137, págs. 95 s.
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La calamidad moral del holocausto.
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tiros. […] El gas venenoso Ziclon-B fue utilizado por primera vez con
prisioneros rusos [en diciembre de 1941 en Kulmhof, EGV]; en el verano
de 1942 fue utilizado regularmente para el exterminio de judíos en
Europa transportados en trenes de carga a la fábrica de asesinato de
Auschwitz-Birkenau."3
Se llevó a cabo así lo que cabalmente ha sido llamado "asesinato
masivo industrializado".4 Los residuos de esta técnica industrial fueron
también utilizados: la piel de los asesinados como pantallas de lámparas
de salón, las cenizas para nivelar las calles o para ser vendidas como
fertilizantes.5
La expresión "técnica de despoblación" fue probablemente
formulada por Hitler a comienzos de los años 30.6 En Mein Kampf,
Hitler se lamentaba que ya antes no hubieran sido tratados "con gas
venenoso doce o quince mil de estos hebreos corruptores del pueblo."7
El 17 de marzo de 1942, el campo de Belzec había alcanzado una
capacidad de muerte de 15.000 personas diarias; en abril, Sobidor
llegaba a los 20.000; Triblinka y Maidanek a los 25.000. Rudolf Höss, el
comandante de Auschwitz, declararía después de la guerra, "con un
cierto dejo de orgullo", que este campo se había convertido en la "mayor
instalación de aniquilación humana de todos los tiempos."8
3 Ian Kershaw, Hitler, Londres: Penguin Books 2001, 2 vols., vol. 2, pág. 483.
4 Ian Kershaw, op. cit., vol. 2, pág. 493.
5 Cfr. Eugen Kogon, Der SS-Staat. Das System der deutschen Konzentrationslager, Múnich: Heyne 1974, pág. 182.
6 Cfr. Joachim C. Fest, Hitler, Francfort: Ullstein 1976, 2 vols., vol. 1, pág. 930.
7 Cfr. Joachim C. Fest, op. cit., vol. 2, pág. 930.
8 Joachim C. Fest, op. cit., vol. 2, pág. 932.
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Sin duda,
"todo el proceso de muerte, desde la selección de los recién llegados
y su gasificación, pasando por la eliminación de los cadáveres hasta la
evaluación de los objetos dejados, constituía un sistema sin fisuras de
un curso de etapas sucesivas."9
La perversidad de este sistema puede quizás apreciarse aún más
si se toma en cuenta su "carácter mecánico y a sangre fría". Como han
subrayado Ino Arndt y Wolfgang Scheffler, se trataba aquí de un
"genocidio técnico, sin talante de pogrom por parte de los actores,
sin sentimientos hostiles religiosos, nacionales o sociales de motivación
directa […] tampoco existía ese estado de exitación que resulta de una
nefasta mezcla de miedo, agresión o necesidad de venganza que, bajo
ciertas circunstancias, suele provocar en la lucha entre ejércitos la
comisión de 'crímenes de guerra'. Este planificado asesinato de judíos en
las cámaras de gas cae fuera de toda especulación de comparación y
cálculo."10
Las pautas para medir la eficacia de exterminio no se
diferenciaban esencialmente de los criterios de rendimiento de una
empresa.
9 Joachim C. Fest, op. cit., vol. 2, pág. 932.
10 Ino Arndt y Wolfgang Scheffler, "Organisierter Massenmord an Juden in nationalsozialistischen
Vernichtungslagern" en Karl Dietrich Bracher/Manfred Funke/Hans-Adolf Jacobsen (eds.), Nationalsozialistische
Diktatur 1933-1945. Eine Bilanz, Düsseldorf: Droste 1983, págs. 539-571, pág. 540.
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En La religión dentro de los límites de la mera razón, Kant llamó
"mal radical" a la tendencia humana a practicar el mal:
"[H]ay en el hombre una propensión natural al mal; y esta propensión misma, puesto que ha de ser finalmente buscada en el libre
albedrío y, por lo tanto, puede ser imputada, es moralmente mala. Este
mal es radical, pues corrompe el fundamento de todas las máximas; a la
vez, como propensión natural, no se lo puede exterminar mediante
fuerzas humanas, pues esto sólo podría ocurrir mediante máximas
buenas, lo cual no puede tener lugar si se supone corrompido el supremo
fundamento subjetivo de todas las máximas; sin embargo, ha de ser
posible prevalecer sobre esta propensión, pues ella se encuentra en el
hombre como ser que obra libremente."11
Al igual que Freud, Kant sostenía que esta tendencia no podía ser
erradicada totalmente pero también esbozó su esperanza de que, al
menos en las relaciones intraestatales, pudiera llegarse a una situación
de paz estable, "perpetua".
Quien con mayor claridad ha expuesto la dificultad de aprehender
racionalmente los extremos de la maldad humana ha sido, sin duda,
Hannah Arendt con su concepción del "mal radical". Esta idea fue
11 Immanuel Kant, La religión dentro de los límites de la mera razón, traducción de Felipe Martínez Marzoa,
Madrid: Alianza 2002, págs. 56 s.
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recogida posteriormente por Carlos Nino y utilizada para referirse a la
monstruosidad del Holocausto. Ambos autores invocan a Kant como
autor de la expresión "mal radical".
Sin embargo, por razones de precisión conceptual, conviene
recordar que el "mal radical" kantiano no tiene nada que ver con la
dimensión del mal infligido ni con la imposibilidad de ser racionalmente
aprehendido.
A diferencia de Leibniz, Kant no creía que éste era el mejor de los
mundos posibles y que había que aceptar los crímenes de un César
Borgia o la violación de Lucrecia cual si fueran las sombras del cuadro
de un devenir histórico que, visto en su conjunto, era moralmente
irreprochable. Pero tampoco pensaba que, lejos del Paraíso, la
humanidad marchaba irremediablemente a su ruina.
Precisamente porque Kant no podía negar la experiencia histórica
del mal cometido por quien no ignora la existencia de la ley moral es
que recurre a la concepción del mal radical:
"La tesis 'el hombre es malo' no puede querer decir [...] otra cosa
que: el hombre se da cuenta de la ley moral y, sin embargo, ha admitido
en su máxima la desviación ocasional respecto a ella. [...] dado, por otra
parte, que a causa de la libertad estas máximas por sí han de ser
consideradas como contingentes, lo cual no se compagina con la
universalidad de este mal si el supuesto fundamento subjetivo de todas
las máximas no está - sea ello como quiera - entretejido en la naturaleza
humana misma y enraizado en cierto modo en ella: podemos, pues,
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llamar a esta propensión una propensión natural al mal, y, puesto que,
sin embargo, ha de ser siempre de suyo culpable, podemos llamarla a
ella misma un mal radical innato (pero no por ello menos contraído por
nosotros mismos) en la naturaleza humana."12
He querido recordar estos pasajes de Kant con el objeto de evitar
malos entendidos y precisar el alcance de su mal radical. Por supuesto,
es posible aducir que los crímenes del Holocausto no sólo han afectado
perversamente la voluntad humana sino que la han consumido sin dejar
algún resto que pudiera apuntar al bien. Ya no se trataría entonces de
una "desviación ocasional" de la ley moral sino de su total destrucción.
Habríamos llegado a lo que ha sido llamado el mal absoluto, diabólico,
que sería peor que el mal que estaba dispuesto a aceptar Kant. Se
trataría de un mal insaciable en donde el número de las víctimas, como
en la serie de los números naturales, siempre puede ser mayor. Para
decirlo con palabras de Joan Copjec:
"los aliados y cohortes de Hitler persiguieron la siempreprolongándose 'solución final' exterminando una serie infinita de
víctimas. Seis millones y más."13
Quien practica el mal absoluto considera a la víctima no sólo como
un enemigo que hay que derrotar sino como un ser perteneciente a una
12 Ibídem, págs. 50 s.
13 Cfr. Joan Copjec, "Evil in the Time of the Finite World" en Joan Copjec (ed.), Radical Evil, Londres/Nueva
York: Verso, 1996, págs. vii-xxviii, pág, xviii.
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clase de personas que hay que exterminar por razones también
absolutas. Mientras en el caso del mal radical kantiano cabe la 'mala
conciencia', quien adhiere al mal absoluto se siente redimido con su
práctica; desconoce el arrepentimiento pues no invoca excusas sino
justificaciones. En este sentido, perdonarlo sería ofenderlo.
En el caso del mal radical, kantianamente entendido, el número
de las víctimas es irrelevante. El asesinato de una sola persona es ya
expresión de esta tendencia humana a violar la ley moral que, además,
se manifiesta no sólo en los delitos graves sino también en nuestra
reprochable tendencia a lo que Kant llamaba "secreta falsedad", que se
da hasta en la "amistad más íntima". En cambio, en el caso del mal
absoluto los números cuentan y también es relevante el tipo de delito.
El genocidio es un ejemplo de la importancia de los números; la tortura,
del tipo de delito. Ambos casos caen dentro de la categoría de crímenes
contra la humanidad de acuerdo con la Convención sobre prevención y
castigo del crimen de genocidio (1948) y el Estatuto de Roma de la Corte
Penal Internacional (1998).
Ambos
crímenes
fueron
cometidos
simultáneamente
en
el
Holocausto. A ellos quiero ahora referirme finalmente.
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