l`o sse rvator e romano - Beato Tommaso da Olera

Anuncio
Número suelto € 1,00. Número atrasado € 2,00
L’OSSERVATORE ROMANO
EDICIÓN SEMANAL
Unicuique suum
Año XLIV, número 21 (2.264)
Benedicto
XVI
EN LENGUA ESPAÑOLA
Non praevalebunt
Ciudad del Vaticano
20 de mayo de 2012
visita Arezzo y Sansepolcro, pero el mal tiempo le impide realizar la etapa prevista en La Verna
Solidaridad con los más necesitados
Sólo la renovación espiritual y ética puede llevar a una auténtica mejora de la vida social y civil
Arezzo
y
Sansepolcro
—dos comunidades que a
lo largo de los siglos han
encarnado el modelo de
la «ciudad del hombre»
construida a imagen de la
«Ciudad de Dios»— acogieron el domingo 13 de
mayo a Benedicto XVI en
su primera visita a tierra
toscana. Una visita que
tenía programada también
una etapa en el santuario
franciscano de La Verna,
anulada en el último momento a causa del mal
tiempo. A los fieles de la
archidiócesis aretina el
Papa les encomendó de
nuevo la «preciosa herencia» de una Iglesia que a
lo largo de la historia se
ha distinguido «por el
sentido de libertad y la
capacidad de diálogo entre componentes sociales
diversos». Su «obra pacificadora llevada a cabo dentro
de la sociedad para el bien común» testimonia, según el
Pontífice, que aún hoy es posible traducir el ideal cristiano en el amor a todos, en la atención a los débiles, en
el respeto de la dignidad de cada uno. Tarea más urgente que nunca ante una crisis que —recordó durante la
misa en Arezzo— requiere la superación de visiones ma-
Palabras
más fuertes que
el mal tiempo
Se interpretaron el «Stabat Mater» y el «Te Deum»
de Verdi, y el «Magníficat» de Vivaldi
La solemne celebración anima a sacerdotes y fieles a
redescubrir y profundizar aquella fe de la que esa espléndida catedral se yergue como testigo de piedra
Las palabras de Benedicto XVI han
sido más fuertes que el mal tiempo que le impidió volver a La Verna, memoria de la mística franciscana, donde tenía programada una
reflexión sobre las raíces del vivir
cristiano que, cuando a los católicos se les pide el compromiso en
la ciudad secular, hoy afligida por
crisis y desaliento, explican su alma.
Arezzo y Sansepolcro, las dos
etapas que se mantuvieron del 27°
viaje apostólico en Italia, con La
Verna al final inalcanzable a causa
de la densa niebla, sólo aparentemente separadas entre sí, en realidad han constituido un itinerario
sobre el porqué y el cómo ser cristianos al servicio del bien común
en la sociedad.
Para serlo de verdad —es el
mensaje del Pontífice— es necesario subir espiritualmente a La Verna, escuchar la voz de Dios, y luego bajar del monte, transformados
y dispuestos a servir no a los propios intereses, sino a las necesidades de los demás, especialmente
de los más pobres y menesterosos.
Sin embargo —advierte—, hacer el
bien a todos, promover «ciudades
de rostro cada vez más humano»
no se logra «con lógicas puramente materialistas». Hace falta siempre, y especialmente en la actualidad, un impulso ético.
Ni siquiera los creyentes pueden
lograrlo si sólo dicen palabras, o
hacen el bien sin configurar su vida con Cristo, a ejemplo de san
Francisco. El corazón de la experiencia de La Verna está, de hecho, en seguir a Cristo tratando de
imitarlo y de configurarse con él.
Benedicto XVI quiso narrar la
historia de los fundadores de Sansepolcro que, al volver de Jerusalén, pensaron en un modelo de
ciudad en la que los discípulos de
Jesús estaban llamados a ser el
motor de la sociedad y de la paz,
a través de la práctica de la justicia. Objetivo posible con una condición: mantener el ojo y el corazón fijos en Dios que no aliena de
la vida diaria, propia de la humanidad, sino que la orienta y la hace vivir de modo aún más intenso.
Dios no quiere quedar confinado
PÁGINA 2
PÁGINA 5
SIGUE EN LA PÁGINA 11
terialistas con atención y solidaridad hacia los más necesitados. Sin caer en la «tentación del desaliento» —dijo
en el Regina caeli— sino perseverando en el camino de
la «renovación espiritual y ética, la única que puede llevar a una auténtica mejora de la vida social y civil».
PÁGINAS 6-9
El Papa a los directores nacionales de las Obras misionales pontificias
El mensaje de Cristo es profecía y liberación
El mensaje de Cristo no
puede acomodarse a la lógica del mundo «porque es
profecía y liberación, es semilla de una humanidad
nueva que crece y sólo al final de los tiempos tendrá su
plena realización». Así subrayó Benedicto XVI el sentido profundo de la evangelización, hablando a los directores nacionales de las Obras
misionales pontificias.
PÁGINA 3
Palabras de Benedicto XVI al final del concierto que le
ofreció el presidente de la República italiana con ocasión
de su VII aniversario de pontificado
Signo del vínculo entre el Papa e Italia
Carta del Pontífice con ocasión del milenario
de la catedral de Bamberg
Impulsados hacia el cielo
L’OSSERVATORE ROMANO
página 2
Palabras de Benedicto
XVI
domingo 20 de mayo de 2012, número 21
al final del concierto ofrecido en su honor por el presidente de la República italiana
Signo del vínculo entre el Papa e Italia
El viernes 11 de mayo, por la tarde, el presidente de
Italia, Giorgio Napolitano, ofreció a Benedicto XVI,
en el aula Pablo VI, un concierto de música sacra
con ocasión de su VII aniversario de pontificado. La
orquesta y el coro del Teatro de la Ópera de Roma,
dirigidos por el maestro Riccardo Muti, interpretaron
el «Stabat Mater» y el «Te Deum» de Giuseppe
Verdi, y el «Magníficat» de Antonio Vivaldi.
Estuvieron presentes numerosas autoridades civiles,
entre ellas el presidente del Consejo de ministros,
senador Mario Monti, y el alcalde de Roma, Gianni
Alemanno; treinta y dos cardenales, numerosos
arzobispos, obispos y prelados de la Curia romana.
El presidente Napolitano regaló al Papa un violín y
una valiosa partitura de la misa solemne de
Zimmerman, de mediados del siglo XIX. El Pontífice
hizo entrega al maestro Muti de una condecoración:
la Gran Cruz de San Gregorio Magno.
Señor presidente de la República,
señores cardenales, honorables ministros y autoridades, venerados hermanos en el episcopado y en el
presbiterado, amables señores y señoras:
Un afectuoso y deferente saludo
al presidente de la República italiana, honorable Giorgio Napolitano, y
a su amable esposa, al cual uno mi
sincero agradecimiento por sus cordiales palabras, por el regalo de un
violín y de una valiosa partitura, y
por este concierto de música sacra
de dos grandes autores italianos.
Son signos que manifiestan, una vez
más, el vínculo entre el Sucesor de
Pedro y esta querida nación. Un saludo al presidente del Consejo, senador Mario Monti, y a todas las autoridades. Un sincero agradecimiento
a la orquesta y al coro del Teatro de
la Ópera de Roma, a las dos sopranos y, sobre todo, al maestro Riccardo Muti por la intensa interpretación y ejecución. Es conocida la sensibilidad del maestro Muti por la
música sacra, así como su compromiso para que se conozca más este
rico repertorio que expresa con música la fe de la Iglesia. También por
este motivo me alegra concederle
una condecoración pontificia. Expreso mi gratitud al ayuntamiento de
Cremona, al Centro de musicología
Walter Stauffer y a la Fundación
Antonio Stradivari-La Triennale por
haber puesto a disposición de las
primeras partes de la orquesta algunos antiguos y valiosos instrumentos
de sus propias colecciones.
Antonio Vivaldi es un gran exponente de la tradición musical veneciana. ¿Quién no conoce al menos
sus Cuatro Estaciones? Pero sigue
siendo aún poco conocida su producción sacra, que ocupa un lugar
significativo en su obra y es de gran
valor, sobre todo porque expresa su
fe. El Magníficat que hemos escuchado es el canto de alabanza de María
y de todos los humildes de corazón,
que reconocen y celebran con alegría
y gratitud la acción de Dios en su
vida y en la historia; de Dios, que
tiene un «estilo» distinto del hombre, porque siempre toma partido
por los últimos, para darles esperanza. Y la música de Vivaldi expresa la
alabanza, el júbilo, la acción de gracias y también la admiración ante la
obra de Dios, con una extraordinaria
riqueza de sentimientos: desde el solemne coral al inicio, en el que toda
la Iglesia alaba al Señor, pasando
por el brioso «Et exultavit», hasta el
bellísimo momento coral del «Et mi-
sericordia», en el que se detiene con
audaces armonías, ricas en modulaciones improvisas, para invitarnos a
meditar en la misericordia de Dios,
que es fiel y se extiende de generación en generación.
Con las dos piezas sacras de Giuseppe Verdi, que hemos escuchado,
el registro cambia: nos hallamos ante
el dolor de María al pie de la cruz:
Stabat Mater dolorosa. El gran operista italiano, como había indagado
y expresado el drama de numerosos
personajes en sus obras, aquí esboza
el de la Virgen, que contempla a su
Hijo en la cruz. La música se hace
esencial, casi se «aferra» a las palabras para expresar del modo más in-
L’OSSERVATORE ROMANO
EDICIÓN SEMANAL
Unicuique suum
EN LENGUA ESPAÑOLA
Non praevalebunt
00120 Ciudad del Vaticano
[email protected]
TIPO GRAFIA
http://www.osservatoreromano.va
VATICANA EDITRICE «L’OSSERVATORE ROMANO»
tenso posible su contenido, en una
gran gama de sentimientos. Basta
pensar en el doloroso sentido de
«piedad» con el que comienza la Secuencia, en el dramático «Pro peccatis suae gentis», en el susurrado
«dum emisit spiritum» y en las invocaciones corales llenas de emoción,
pero también de serenidad, dirigidas
a María, «fons amoris», a fin de que
podamos participar en su dolor materno y nuestro corazón arda de
amor a Cristo, hasta llegar a la estrofa final, súplica intensa y fuerte a
Dios para que al alma se le otorgue
la gloria del paraíso, aspiración última de la humanidad.
GIOVANNI MARIA VIAN
Redacción
Carlo Di Cicco
via del Pellegrino, 00120 Ciudad del Vaticano
teléfono 39 06 698 99410 fax 39 06 698 81412
Arturo Gutiérrez L.C.
Servicio fotográfico
[email protected]
director
subdirector
encargado de la edición
Marta Lago
vice encargado
don Sergio Pellini S.D.B.
director general
Publicidad: Il Sole 24 Ore S.p.A,
System Comunicazione Pubblicitaria
Via Monte Rosa, 91, 20149 Milano
[email protected]
También el Te Deum es una sucesión de contrastes, pero la atención
de Verdi por el texto sacro es minuciosa y hace una lectura diversa de
la tradición. No ve tanto el canto de
las victorias o de las coronaciones,
sino —como escribe— una sucesión
de situaciones: el júbilo inicial, «Te
Deum», «Sanctus»; la contemplación
del Cristo encarnado, que libera y
abre el reino de los cielos; la invocación al «Judex venturus» para que
tenga misericordia; y, al final, el grito repetido por la soprano y el coro
«In te, Domine speravi», con que se
concluye el pasaje, casi una súplica
del mismo Verdi para tener esperanza y luz en el último tramo de la vida (cf. Giuseppe Verdi, Carta a Giovanni Tebaldini, 1 de marzo de 1896).
Esta tarde hemos escuchado las dos
últimas piezas escritas por el compositor, no destinadas a la publicación,
sino escritas sólo para sí mismo; más
aún, habría querido que lo enterraran con la partitura del Te Deum.
Queridos amigos, deseo que esta
noche repitamos a Dios, con fe: En
ti, Señor, pongo con alegría mi esperanza; haz que te ame como tu santa
Madre, para que a mi alma, al final
del camino, se le otorgue la gloria
del paraíso. Renuevo mi agradecimiento al señor presidente de la República italiana, a las solistas, a los
conjuntos del Teatro de la Ópera de
Roma, al maestro Muti, a los organizadores y a todos los presentes. Que
el Señor os bendiga a vosotros y a
vuestros seres queridos. Gracias de
corazón.
Tarifas de suscripción: Italia - Vaticano: € 58.00; Europa (España + IVA): € 100.00 - $ 148.00; América
Latina, África, Asia: € 110.00 - $ 160.00; América del Norte, Oceanía: € 162.00 - $ 240.00.
Administración: 00120 Ciudad del Vaticano, teléfono + 39 06 698 99 480, fax + 39 06 698 85 164,
e-mail: [email protected].
En México: Arquidiócesis primada de México. Dirección de Comunicación Social. San Juan de Dios,
222-C. Col. Villa Lázaro Cárdenas. CP 14370. Del. Tlalpan. México, D.F.; teléfono + 52 55 5594 11 25,
+ 52 55 5518 40 99; e-mail: [email protected], [email protected].
En Argentina: Arzobispado de Mercedes-Luján; calle 24, 735, 6600 Mercedes (B), Argentina; teléfono y fax
+ 2324 428 102/432 412; e-mail: [email protected].
En Perú: Editorial salesiana, Avenida Brasil 220, Lima 5, Perú; teléfono + 51 42 357 82; fax + 51 431 67 82;
e-mail: [email protected].
número 21, domingo 20 de mayo de 2012
L’OSSERVATORE ROMANO
página 3
Audiencia del Papa a los directores nacionales de las Obras misionales pontificias
El mensaje de Cristo
es profecía y liberación
Hoy como ayer, la misión tiene carácter
de urgencia y «en estos tiempos
impulsa a la Iglesia a avanzar con
más agilidad por los caminos del
mundo, para llevar al hombre al
conocimiento de Cristo», aunque ello
implique dificultades y sufrimiento. Lo
dijo el Papa a los directores nacionales
de las Obras misionales pontificias, el
viernes 11 de mayo, por la mañana, en
la sala Clementina.
Señor cardenal, venerados hermanos
en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos hermanos y hermanas:
Os dirijo a todos mi cordial saludo, comenzando por el señor cardenal Fernando Filoni, prefecto de la
Congregación para la evangelización
de los pueblos, a quien agradezco
sus amables palabras y las informaciones sobre la actividad de las
Obras misionales pontificias. Extiendo mi saludo y mi agradecimiento al
secretario monseñor Savio Hon TaiFai; al secretario adjunto monseñor
Pergiuseppe Vacchelli, presidente de
las Obras misionales pontificias; a
los directores nacionales y a todos
los colaboradores, así como a quienes prestan su generoso servicio en
el dicasterio. Mi pensamiento, como
el vuestro, se dirige en este momento al padre Massimo Cenci, subsecretario, que acaba de fallecer improvisamente. Que el Señor lo recompense por todo el trabajo que
realizó en misión y al servicio de la
Santa Sede.
El encuentro de hoy se realiza en
el contexto de la Asamblea anual del
Consejo superior de las Obras misionales pontificias, al que está confiada la cooperación misionera de
todas las Iglesias del mundo.
La evangelización, que siempre
tiene un carácter de urgencia, en estos tiempos impulsa a la Iglesia a
obrar con un paso aún más ágil por
las sendas del mundo, para llevar a
todos los hombres a conocer a Cristo. De hecho, solamente en la verdad, que es Cristo mismo, la huma-
nidad puede descubrir el sentido de
la existencia, encontrar la salvación y
crecer en la justicia y en la paz. Todos los hombres y todos los pueblos
tienen derecho a recibir el Evangelio
de la verdad. En esta perspectiva
asume un significado particular
vuestro compromiso de celebrar el
Año de la fe, ya cercano, para reforzar el empeño de difusión del reino
de Dios y del conocimiento de la fe
cristiana. Esto exige de parte de
quienes ya encontraron a Jesucristo
«una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del
mundo» (Carta ap. Porta fidei, 6).
En efecto, las comunidades cristianas «necesitan escuchar de nuevo la
voz del Esposo que las invita a la
conversión, las impulsa a intentar
cosas nuevas y las llama a comprometerse en la gran obra de la nueva
evangelización». (Juan Pablo II, Ex.
ap. postsin. Ecclesia in Europa, 23).
Jesús, el Verbo encarnado, siempre
es el centro del anuncio, el punto de
referencia para el seguimiento y para
la metodología misma de la misión
evangelizadora, porque él es el rostro humano de Dios que quiere encontrarse con cada hombre y cada
mujer para hacerlos entrar en comunión con él, en su amor. Recorrer las
sendas del mundo para proclamar el
Evangelio a todos los pueblos de la
tierra y guiarlos al encuentro con el
Señor (cf. Cart. ap. Porta fidei, 7),
exige, por tanto, que el anunciador
tenga una relación personal y cotidiana con Cristo, que lo conozca y
lo ame profundamente.
La misión hoy necesita renovar la
confianza en la acción de Dios; necesita una oración más intensa para
que venga su reino, para que se haga su voluntad en la tierra como en
el cielo. Es necesario invocar luz y
fuerza del Espíritu Santo, y comprometerse con decisión y generosidad
para inaugurar, en cierto sentido,
«una nueva época de anuncio del
Evangelio (...) no sólo porque, después de dos mil años, gran parte de
la familia humana aún no reconoce
a Cristo, sino también porque la situación en que la Iglesia y el mundo
se encuentran (...) plantea particulares desafíos a la fe religiosa» (Juan
Pablo II, Exhort. ap. postsin. Ecclesia in Asia, 29). Por eso, me alegra
alentar el proyecto de la Congregación para la evangelización de los
pueblos y de las Obras misionales
pontificas, en apoyo al Año de la fe.
Ese proyecto prevé una campaña
mundial que, a través de la oración
del santo rosario, acompañe la obra
de evangelización en el mundo y,
para muchos bautizados, el redescubrimiento y la profundización de la
fe.
Queridos amigos, sabéis bien que
el anuncio del Evangelio conlleva no
pocas veces dificultades y sufrimiento; de hecho, el crecimiento del reino de Dios en el mundo con frecuencia se realiza al precio de la sangre de sus servidores. En esta fase de
cambios económicos, culturales y
políticos, donde a menudo el ser humano se siente solo, presa de la angustia y la desesperación, los mensajeros del Evangelio, aunque sean
anunciadores de esperanza y de paz,
siguen siendo perseguidos como su
Maestro y Señor. Pero, a pesar de
los problemas y la trágica realidad
Una red de animación misionera
Los 117 directores nacionales de las Obras misionales
pontificias, reunidos en Roma en asamblea general,
forman, en cierta manera, una red como la que Jesús
invitó a Pedro y los discípulos a arrojar al mar (cf. Lc
5, 4 y Jn 21, 11). Lo afirmó el cardenal Fernando Filoni
en sus palabras de saludo al Papa al inicio de la
audiencia, explicando que, con su actividad de
asistencia y animación misionera, son un instrumento
indispensable para el progreso de la misión «ad
gentes». Son cooperadores del ministerio petrino,
poniendo al servicio del anuncio del Evangelio todo el
entusiasmo de que son capaces, su espíritu de
iniciativa y la riqueza de dones de su corazón
misionero. El purpurado ofreció a continuación al
Santo Padre como regalo especial el compromiso
común de las Obras misionales pontificias de sostener
el «Año de la fe» con una campaña de oración por la
evangelización del mundo, en la que «todos nos
esforzaremos por sensibilizar y exhortar, a quienes lo
deseen, a participar en la iniciativa con el rezo del
santo rosario diario, acogiendo la invitación
de María que, en Caná de Galilea, pidió a los
servidores: “Haced lo que él os diga” (Jn 2, 5).
Estamos seguros de que el Señor no permitirá que
falte a su Iglesia el vino bueno de la fe».
El propio cardenal Filoni, en el discurso de apertura
de la asamblea, se había referido explícitamente a la
iniciativa del «Año de la fe», que «se presenta como
una gracia y una oportunidad para autentificar nuestro
servicio y ampliar en cantidad y calidad la cooperación
misionera». En este Año —prosiguió— es fundamental
una auténtica y renovada conversión al Señor, para
proclamar su Evangelio de modo creíble.
El prefecto de la Congregación para la evangelización
de los pueblos reafirmó, asimismo, que es preciso
inaugurar «una nueva época de evangelización, con
nuevo ardor, entusiasmo y método», teniendo en
cuenta «la apostasía o la indiferencia de numerosos
bautizados frente a Dios». Y manifestó su esperanza
de que la próxima Asamblea general ordinaria del
Sínodo de los obispos sobre la nueva evangelización
profundizará la naturaleza y los objetivos de la misión.
de la persecución, la Iglesia no se
desalienta, permanece fiel al mandato de su Señor, consciente de que
«como siempre en la historia cristiana, los mártires, es decir, los testigos,
son numerosos e indispensables para
el camino del Evangelio» (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 45). El
mensaje de Cristo, hoy como ayer,
no puede acomodarse a la lógica de
este mundo, porque es profecía y liberación, es semilla de una humanidad nueva que crece, y solamente al
final de los tiempos tendrá su plena
realización.
A vosotros se os ha confiado de
manera especial la tarea de sostener
a los ministros del Evangelio, ayudándoles a «conservar la alegría de
evangelizar, incluso cuando hay que
sembrar entre lágrimas» (Pablo VI,
Exhort. ap. Evangeli nuntiandi, 80).
Vuestro peculiar compromiso consiste también en mantener viva la vocación misionera de todos los discípulos de Cristo, de manera que cada
uno, según el carisma recibido del
Espíritu Santo, pueda tomar parte
en la misión universal que el Resucitado confió a su Iglesia. Vuestra
obra de animación y formación misionera forma parte del alma de la
solicitud pastoral, porque la missio
ad gentes constituye el paradigma de
toda la acción apostólica de la Iglesia. Sed cada vez más expresión visible y concreta de la comunión de
personas y de medios entre las Iglesias, que, como vasos comunicantes,
viven la misma vocación y tensión
misionera, y en cada rincón de la
tierra trabajan para sembrar el Verbo
de Verdad en todos los pueblos y las
culturas. Estoy seguro de que seguiréis esforzándoos para que las Iglesias locales asuman, cada vez más
generosamente, su parte de responsabilidad en la misión universal de
la Iglesia.
Que la Virgen santísima, Reina de
las misiones, os acompañe en este
servicio y sostenga cada uno de
vuestros esfuerzos para promover la
conciencia y la colaboración misionera. Con este deseo, que tengo
siempre presente en mi oración, os
manifiesto mi agradecimiento a vosotros y a todos los que cooperan en
la causa de la evangelización, y de
corazón imparto a cada uno la bendición apostólica.
L’OSSERVATORE ROMANO
página 4
domingo 20 de mayo de 2012, número 21
C0ngregación para las causas de los santos
Promulgación de decretos
El jueves 10 de mayo de 2012, el Santo Padre Benedicto XVI recibió en audiencia privada al cardenal Angelo Amato, S.D.B., prefecto de la Congregación para las causas de los santos.
Durante la audiencia Su Santidad extendió a la
Iglesia universal el culto litúrgico en honor de
santa HILDEGARDA DE BINGEN, monja profesa de
la Orden de San Benito; nació en Bermersheim
(Alemania) en 1098 y murió en Rupertsberg (Alemania) el 17 de septiembre de 1179, inscribiéndola
en el catálogo de los santos.
Durante el curso de la misma audiencia el Sumo Pontífice autorizó a la Congregación a promulgar los siguientes decretos:
—un milagro atribuido a la intercesión del venerable siervo de Dios TOMÁS DE OLERA (en el siglo: Tommaso Acerbis), laico profeso de la Orden
de los Frailes Menores Capuchinos; nació en Olera (Italia) a finales de 1563 y murió en Innsbruck
(Austria) el 3 de mayo de 1631;
—un milagro atribuido a la intercesión de la venerable sierva de Dios MARIA TRONCATTI, religiosa profesa de la congregación de las Hijas de María Auxiliadora; nació en Córteno Golgi (Italia) el
16 de febrero de 1883 y murió en Sucúa (Ecuador)
el 25 de agosto de 1969;
—el martirio de los siervos de Dios FEDERICO
BACHSTEIN y 13 compañeros, de la Orden de los
Frailes Menores, asesinados, por odio a la fe, en
Praga (República Checa) el 15 de febrero de 1611;
—el martirio de los siervos de Dios RAIMUND O
CASTAÑO GONZÁLEZ Y JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ
SOLÍS, sacerdotes profesos de la Orden de los
Frailes Predicadores, asesinados, por odio a la fe,
en Bilbao (España) el 2 de octubre de 1936;
—el martirio de los siervos de Dios JAIME PUIG
MIROSA y 18 compañeros, de la congregación de
los Hijos de la Sagrada Familia de Jesús, María y
José, así como de SEBASTIÁN LLORENS TELARRO-
JA, laico, asesinados, por odio a la fe, en diversas
localidades de España, entre los años 1936 y 1937;
diciembre de 1882 y murió en Boran-sur-Oise
(Francia) el 19 de julio de 1951;
—el martirio del siervo de Dios OD OARD O FOlaico; nació en Carpi (Italia) el 6 de junio de 1907 y fue asesinado, por odio a la fe, en
Hersbruck (Alemania) el 27 de diciembre de 1944;
—las virtudes heroicas de la sierva de Dios MAJOSEFA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO (en el
siglo: María Josefa Recio Martín), fundadora de
la congregación de las Hermanas Hospitalarias
del Sagrado Corazón de Jesús; nació en Granada
(España) el 19 de marzo de 1846 y murió en
Ciempozuelos (España) el 30 de octubre de 1883;
CHERINI,
—las virtudes heroicas del siervo de Dios RAFDELLE NO CCHE, obispo de Tricárico, fundador de las Hermanas Discípulas de Jesús Eucarístico; nació en Marano de Nápoles (Italia) el 19
de abril de 1877 y murió en Tricárico (Italia) el 25
de noviembre de 1960;
FAELLO
—las virtudes heroicas del siervo de Dios FEDEIRENEO BARAGA, primer obispo de Marquette; nació en Villa Malavas (actualmente Eslovenia) el 28 de junio de 1797 y murió en Marquette
(Estados Unidos) el 19 de enero de 1868;
RICO
RÍA
—las virtudes heroicas de la sierva de Dios MITERESA DEMJANOVICH, religiosa profesa de
la congregación de las Hermanas de la Caridad
de Santa Isabel; nació en Bayona (Estados Unidos) el 26 de marzo de 1901 y murió en Elizabeth
(Estados Unidos) el 8 de mayo de 1927;
RIAM
—las virtudes heroicas de la sierva de Dios EMIENGEL, del instituto secular de las Hermanas
de María de Schönstatt; nació en Husten (Alemania) el 6 de febrero de 1893 y murió en KoblenzMetternich (Alemania) el 20 de noviembre de
1955;
LIE
—las virtudes heroicas del siervo de Dios PASUVA, sacerdote diocesano, fundador de la
congregación de las Hermanas Siervas de la Divina Providencia; nació en Bisceglie (Italia) el 10 de
agosto de 1883 y murió allí el 13 de septiembre de
1955;
QUALE
—las virtudes heroicas del siervo de Dios BALMANUEL PARDAL VIDAL, sacerdote diocesano, fundador del instituto secular de las Hijas de
la Natividad de María; nació en Santa Cristina de
Fecha (España) el 18 de agosto de 1886 y murió
en La Coruña (España) el 3 de marzo de 1963;
TASAR
—las virtudes heroicas del siervo de Dios FRANDI PAOLA VICTOR, sacerdote diocesano; nació en Campanha (Brasil) el 12 de abril de 1827 y
murió en Três Pontas (Brasil) el 23 de septiembre
de 1905;
CISCO
—las virtudes heroicas del siervo de Dios JACSEVIN, sacerdote profeso de la Compañía de
Jesús, fundador de los Scouts de France Catholiques
y de la congregación de las Religiosas de la Santa
Cruz de Jerusalén; nació en Lille (Francia) el 7 de
QUES
—las virtudes heroicas de la sierva de Dios RAAMBROSINI, laica; nació en Venticano (Italia) el 2 de julio de 1925 y murió en Roma el 10
de marzo de 1941;
CHELE
—las virtudes heroicas de la sierva de Dios MABOLO GNESI, laica; nació en Bosaro (Italia) el
21 de octubre de 1924 y murió en Rovigo (Italia)
el 30 de enero de 1980.
RIA
Por último, el 14 de marzo de 2012 el Sumo
Pontífice autorizó a la Congregación para las causas de los santos a promulgar el decreto referido a
las virtudes heroicas del siervo de Dios FÉLIX
FRANCISCO JOSÉ MARÍA DE LA CONCEPCIÓN VARELA MORALES, sacerdote diocesano; nació en La
Habana (Cuba) el 20 de noviembre de 1788 y murió en San Agustín (Estados Unidos) el 25 de febrero de 1853.
La canonización equivalente de Hildegarda de Bingen
Una gran intelectual
LUCETTA SCARAFFIA
Hildegarda de Bingen ha sido finalmente proclamada santa por la Iglesia después de siglos en que, desde
el momento de su muerte, ha sido
venerada como santa, especialmente
en el seno de la Orden benedictina,
a la que pertenecía. Su figura majestuosa y compleja destaca en el panorama de un siglo tormentoso como
fue el XII, donde su sabia y profética
presencia desempeña un papel de
gran importancia, ciertamente inédito para una mujer.
Monja, abadesa y fundadora de
dos nuevos monasterios, después dirigidos por ella misma con mano firme, desde pequeña experimenta visiones místicas, tiene el valor de hacer públicas sus visiones proféticas
—escribirá al emperador Federico
Barbarroja: «Te comportas como un
niño»— y de escribir, además de libros de mística y teología, textos de
medicina y de análisis de los fenómenos naturales, del cosmos y del
ser humano, proponiendo nuevas soluciones e intuiciones inéditas.
Con la certeza de ser portadora
del mensaje divino, se dedica también a la predicación, recorriendo
varias regiones de Alemania y hablando hasta en las iglesias. Incita a
los Papas a la reforma, criticándoles
incluso con dureza, explicando que
el Espíritu Santo hablaba a través de
ella —una mujer— porque la Iglesia,
dirigida por hombres, había traicionado en muchos aspectos su naturaleza y su misión.
En su visión profética, realidad
humana y realidad divina son una
misma realidad, garantizada por el
amor, que la mujer sabe encarnar.
Ella ve y describe a Dios como una
«luz viviente», una luz que también
forma parte del ser humano: ella
misma se define «sombra de la luz
viviente». Por tanto, no debe sorprender que la historiografía y la
teología feministas se hayan dedicado con mucho empeño a redescubrir
este personaje, y que los CD de su
música —Hildegarda también era un
buena compositora de música sacra—
se encuentren en las librerías feministas de medio mundo y no sólo en
las religiosas.
La mística renana es la prueba de que en el seno de la cultura cristiana era posible para
una mujer —evidentemente excepcional— producir alta cultura
y hacerse escuchar por los poderosos. En las reflexiones dedicadas a las figuras femeninas
del Medievo Benedicto XVI quiso reservarle dos catequesis, y se
inspiró en Hildegarda para declarar que «la teología puede recibir una contribución peculiar
de las mujeres, porque son capaces de hablar de Dios y de
los misterios de la fe con su peculiar inteligencia y sensibilidad» (L’Osservatore
Romano,
edición en lengua española, 12
de septiembre de 2010, p. 12).
La canonización por equivalencia proclamada por Benedicto XVI llega, por tanto, para
confirmar la relevancia que el
Papa atribuye a esta mujer, la
cual unió a las cualidades de mística
las características de verdadera intelectual de su tiempo. Tan excepcional que para volver a encontrar una
figura tan rica desde el punto de vis-
Hildegarda de Bingen (1240, miniatura
del «Libro de las obras divinas»)
ta intelectual —dejando a un lado
obviamente a las dos grandes Teresas, maestras del discurso místico—
debemos llegar a otra santa alemana,
Edith Stein.
número 21, domingo 20 de mayo de 2012
L’OSSERVATORE ROMANO
página 5
Carta del Pontífice con ocasión del milenario de la catedral de Bamberg
Impulsados hacia el cielo
Con ocasión del milenario de la
catedral de Bamberg (Alemania), el
Papa envió al arzobispo Ludwig Schick
la siguiente carta:
A mi venerado hermano
LUDWIG SCHICK
arzobispo de Bamberg
He sabido con alegría que la archidiócesis de Bamberg celebra en estos
días el milenario de su catedral imperial. De buen grado me uno en la
alegría festiva a usted, excelencia, al
reverendísimo obispo auxiliar, a los
sacerdotes, a los diáconos y a los religiosos, así como a todos los fieles,
y os expreso a todos mis mejores deseos de bendición.
En el sobresaliente edificio de la
catedral de Bamberg, potencia y belleza se unen en un extraordinario
testimonio de aquella fe de cuyo espíritu y fuerza nació esta sublime casa de Dios. La solemne celebración
del milenario de su consagración, en
la que participo íntimamente, puede
llegar a ser para la archidiócesis de
Bamberg el preludio del Año de la
fe que proclamé para toda la Iglesia.
Puede animaros a todos vosotros, sacerdotes y fieles, a redescubrir y profundizar aquella fe de la que vuestra
espléndida catedral se yergue como
testigo de piedra en el centro de la
ciudad episcopal y de la Franconia.
Por tanto, deseo invitaros a realizar
mentalmente una «visita» a esa casa
de Dios y a escuchar el mensaje que
ella misma, aun sin usar palabras,
nos anuncia de modo impresionante.
Lo que distingue a la catedral de
todas las demás iglesias es la cátedra
del obispo, situada en posición destacada. Por eso la llamamos catedral. La cátedra no es un trono, sino
un púlpito para la enseñanza. De
ella se difunde la palabra del obispo.
Y los obispos, como sucesores de los
Apóstoles, han sido instituidos por
Dios, como enseña el concilio Vaticano II: «El que los escucha, escucha a Cristo; el que, en cambio, los
desprecia, desprecia a Cristo y al
que lo envió» (Lumen gentium, 20).
El obispo, como maestro de la verdad católica, es garante de la unidad
de la diócesis, de sus sacerdotes y de
sus fieles, y esto sólo en sintonía con
la comunidad de fe de la Iglesia universal, que abraza el espacio y el
tiempo.
Prosiguiendo, nos encontramos
ante el altar. Es el centro de la catedral. El altar es el lugar sagrado
donde se ofrece el sacrificio eucarístico, donde la pasión, la muerte y la
resurrección se hacen presentes cada
día de nuevo. «Yo estoy con voso-
tros todos los días, hasta el final de
los tiempos» (Mt 28, 20), prometió
Jesús. Con intensidad única, la Iglesia se alegra de esta presencia en la
Eucaristía, «fuente y culmen de toda
la vida cristiana» (Lumen gentium,
11). Dicha fuente brota de este altar,
y su flujo vivificante se derrama desde ahí en toda la diócesis. Además,
ante este altar el obispo impone las
manos a los jóvenes a quienes envía
como sacerdotes a las comunidades.
Allí se consagran los óleos sagrados
—el del Crisma, el de los catecúmenos y el de los enfermos—, con los
cuales se administran los santos sacramentos en toda la archidiócesis.
En verdad, este altar es el corazón
de toda la archidiócesis.
Aquí se nos revela la verdadera
naturaleza escondida de la Iglesia.
Aun constituyendo una comunidad
compuesta por personas, es al mismo tiempo un misterio divino. Cuerpo de Cristo, casa de Dios, así la llama la Sagrada Escritura. La Iglesia
de Jesucristo no es simplemente un
grupo de intereses, una empresa co-
mún, en una palabra, una forma de
sociedad humana que, por tanto,
podría estar formada y guiada según
reglas seculares, políticas, con medios temporales. Quien es llamado
al servicio de la Iglesia no es un funcionario de la comunidad, sino que
recibe el encargo y el mandato de
Jesucristo, la Cabeza de su Cuerpo
místico. Es Cristo mismo quien une
a los fieles en una unidad llena de
vida.
Nos detenemos luego ante el extraordinario monumento fúnebre de
los santos Enrique y Cunegunda,
realizado por Riemenschneider. Fueron cristianos ejemplares que por los
sacramentos del Bautismo, la Confirmación y el Matrimonio recibieron
el mandato y la misión al servicio
del reino de Dios en el mundo. En
esta pareja de reyes santos podéis reconocer, queridos hermanos y hermanas, lo que significa vivir como
cristianos en el mundo y plasmarlo
según el espíritu de Cristo. La tumba de la pareja imperial, así como la
del rey Conrado III, os impulsan a
La catedral imperial de Bamberg
La catedral imperial de Bamberg, dedicada a San Pedro y San Jorge,
es uno de los monumentos arquitectónicos más conocidos de
Alemania. Fue fundada en 1004 por el emperador Enrique II y
finalizada el 6 de mayo de 1012. En 1081 fue destruida parcialmente
por el fuego. La nueva catedral, construida por san Otón de Bamberg,
se consagró en 1111, y en el siglo XIII recibió su forma románica tardía,
tal y como se puede ver hoy con cuatro torres imponentes. Pertenece
al estilo de transición románico-gótico, que se caracteriza por la
presencia de dos ábsides encontrados. El más antiguo, al este, ocupa
una posición elevada y está adornado con una fina balaustrada y
cornisas. El otro, al oeste, es de estilo gótico puro. Ambos presbiterios
están flanqueados por cuatro esbeltas torres. Delante de la Domplatz,
la Portada de los Príncipes, la más bella de la catedral, cuenta con
una figura escultórica que representa a los profetas, cargando sobre sus
espaldas a los apóstoles. Bajo el presbiterio oriental hay una gran
cripta de tres naves. Debajo del presbiterio occidental se halla otra
cripta realizada en tiempos del emperador Enrique II, que sirve de
sepultura a los arzobispos de Bamberg. En ella se encuentran la lápida
sepulcral de Enrique II el Santo y de su esposa Cunegunda de
Luxemburgo, ricamente adornada con santos y escenas profanas —obra
de Tilman Riemenschneider—, así como la del rey Conrado III y la del
Papa Clemente II, quien incluso después de su elección como sucesor
de Pedro quiso seguir siendo obispo de Bamberg.
anunciar la Palabra del Evangelio en
la familia, en la profesión, en la sociedad, en la economía y en la cultura, y a forjar las realidades terrenas
según su espíritu.
Por último, vuestra catedral custodia la tumba del Papa Clemente II,
quien incluso después de su elección
como sucesor de Pedro quiso seguir
siendo obispo de Bamberg, dando
así una notable prueba de la unidad
de Bamberg con Roma. También esta tumba nos transmite un mensaje.
Es un eco de las palabras que en
cierta ocasión el Señor dijo a Pedro
y, a través de su persona, a todos sus
sucesores: Pedro, «sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia, y el poder del
infierno no la derrotará» (Mt 16, 18).
Estas palabras recuerdan que vuestra
archidiócesis de Bamberg está construida sobre esta piedra. En estrecha
comunión con el Sucesor del apóstol
Pedro y con la Iglesia universal encontraréis, también en la actual crisis
de fe, una certeza de fe y una confianza inquebrantables.
La cátedra del obispo, el altar y
las tumbas de los patronos de vuestra diócesis, así como las de un Papa
y un rey, han transmitido su mensaje
en nuestro tiempo. Lo mismo hacen
los fuertes muros de la catedral, que
custodian estos lugares sagrados.
Son muros que han resistido a las
tempestades de un milenio. Sobre
ellos se han abatido las olas de las
ideologías del siglo pasado hostiles a
Dios y a los hombres. La casa estaba
y sigue estando construida sobre piedra. Por último, están las cuatro altas torres de la catedral imperial,
que apuntan hacia el cielo. Indican
la meta de la peregrinación terrena
de la Iglesia, como dice el lema del
jubileo de la catedral: «Al encuentro
del cielo». En este sentido, quiera
Dios que el jubileo impulse «hacia
el cielo» también a la Iglesia de
Bamberg, a todos los fieles y a quienes visitan la catedral.
Conocer esta casa edificada sobre
piedra, queridos hermanos y hermanas, puede reforzaros en la certeza
de que el Señor no abandona a su
Iglesia, tampoco en el futuro, aunque parezca difícil. En la Iglesia, de
la que la catedral milenaria es un
símbolo poderoso, también las generaciones futuras de fieles católicos
encontrarán la patria del corazón y
protección.
Que María, Madre de nuestro Señor, a la que llamáis con orgullo y
con alegría duquesa de la Franconia,
y los santos patronos de la diócesis
Enrique y Cunegunda, sigan extendiendo su mano protectora sobre la
catedral, sobre la ciudad, sobre la archidiócesis y sobre toda la Franconia. Con este deseo os imparto de
corazón a todos la bendición apostólica.
Vaticano, 3 de mayo de 2012, fiesta
de los Apóstoles Felipe y Santiago
L’OSSERVATO
número 21, domingo 20 de mayo de 2012
Homilía del Santo Padre en la celebración eucarística presidida en Arezz
Atentos y solidarios con los
Benedicto XVI celebró la misa con la comunidad de Arezzo el domingo 13 de mayo, por
la mañana, en el parque «Il prato», situado detrás de la catedral de la ciudad. A su
llegada, en helicóptero, desde el Vaticano le habían dado la bienvenida, en nombre del
Gobierno italiano, el presidente del Consejo de Ministros, Mario Monti; el arzobispoobispo de Arezzo-Cortona-Sansepolcro, monseñor Riccardo Fontana; y el nuncio
apostólico en Italia, monseñor Adriano Bernardini. En la santa misa concelebraron con
el Papa los obispos de Toscana, encabezados por el cardenal Giuseppe Betori, arzobispo
de Florencia. Ofrecemos la homilía que pronunció el Santo Padre. Concluida la
celebración eucarística, el Pontífice se trasladó en automóvil a la catedral de San
Donato para una visita privada. Acogido por los canónigos, el Papa rindió homenaje a
la urna del santo patrono y se dirigió a la capilla de la Virgen del Consuelo para
adorar el Santísimo Sacramento y venerar la imagen de María. Se hallaban presentes
las monjas carmelitas descalzas de Santa Teresa Margarita Redi y dos niños de doce
años, cantores del convictorio nacional de Arezzo, que interpretaron para el Papa la
alabanza de Francesco Petrarca a María: «Vergine bella che del sol vestita», con
música del siglo XVII.
Queridos hermanos y hermanas:
Es grande mi alegría por poder partir con vosotros el pan de la Palabra de
Dios y de la Eucaristía. Os saludo cordialmente a todos y os agradezco la calurosa acogida. Saludo a vuestro pastor,
monseñor Riccardo Fontana, al que
agradezco las amables palabras de
bienvenida; a los demás obispos, a los
sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, a los representantes de las asociaciones y los movimientos eclesiales.
Un deferente saludo al alcalde, abogado Giuseppe Fanfani, al que agradezco
sus palabras de saludo; al senador Mario Monti, presidente del Consejo de
ministros, y a las demás autoridades civiles y militares. Expreso mi agradecimiento de modo especial a quienes han
colaborado generosamente para esta visita pastoral.
Hoy me acoge una Iglesia antigua,
experta en relaciones y benemérita por
su compromiso durante siglos para
construir la ciudad del hombre a imagen de la ciudad de Dios. Efectivamente, en tierra de Toscana, la comunidad
de Arezzo se ha distinguido muchas veces en la historia por el sentido de libertad y la capacidad de diálogo entre
componentes sociales diversos. Al venir
por primera vez entre vosotros, mi deseo es que la ciudad sepa siempre hacer
fructificar esta valiosa herencia.
En los siglos pasados la Iglesia que
está en Arezzo se enriqueció y animó
con múltiples expresiones de la fe cris-
En vuestra catedral está sepultado el
beato Gregorio X, Papa, como para
mostrar, en la diversidad de los tiempos
y de las culturas, la continuidad del
servicio que la Iglesia de Cristo quiere
tiana, entre las cuales la más alta es la prestar al mundo. Sostenido por la luz
de los santos. Pienso, en particular, en que venía de las nacientes Órdenes
san Donato, vuestro patrono, cuyo tes- mendicantes, de teólogos y santos, entimonio de vida, que fascinó a la cris- tre los cuales santo Tomás de Aquino y
tiandad del Medievo, sigue siendo ac- san Buenaventura de Bagnoregio,
tual. Fue un evangelizador intrépido, afrontó los grandes problemas de su
para que todos se libraran de las cos- tiempo: la reforma de la Iglesia; la retumbres paganas y encontraran en la
composición del cisma con el Oriente
Palabra de Dios la fuerza para afirmar
cristiano, que intentó realizar con el
la dignidad de toda persona y el verdaconcilio de Lyon; la atención a Tierra
dero sentido de la libertad. A través de
su predicación llevó a la unidad, con la Santa; la paz y las relaciones entre los
oración y la Eucaristía, a los pueblos de pueblos: él fue el primero en Occidente
los que fue obispo. El cáliz roto y re- en tener un intercambio de embajadocompuesto por san Donato, del que res con el Kublai Kan de China.
Queridos amigos, la primera lectura
habla san Gregorio Magno (cf. Diálogos I, 7, 3), es imagen de la obra pacifi- nos ha presentado un momento importante en el que se manifiesta precisamente la universalidad
Sed fermento en la sociedad,
del mensaje cristiano y
de la Iglesia: san Pesed cristianos presentes, emprendedores y
dro, en la casa de
coherentes, educando para superar
Cornelio, bautizó a los
primeros paganos. En
lógicas puramente materialistas, que a menudo
el Antiguo Testamento
caracterizan a nuestro tiempo, y acaban
Dios había querido
que la bendición del
por anublar precisamente el sentido
pueblo judío no fuera
de la solidaridad y de la caridad
exclusiva, sino que se
extendiera a todas las
cadora llevada a cabo por la Iglesia en naciones. Desde la llamada de Abrahán
el seno de la sociedad, para el bien co- había dicho: «En ti serán benditas tomún. Así lo atestigua en favor vuestro das las familias de la tierra» (Gn 12, 3).
san Pedro Damián y con él la gran tra- Y así Pedro, inspirado desde lo alto,
dición camaldulense que desde hace comprende que «Dios no hace acepmiles de años, partiendo del Casentino, ción de personas, sino que acepta al
ofrece su riqueza espiritual a esta Igle- que lo teme y practica la justicia, sea de
la nación que sea» (Hch 10, 34-35). El
sia diocesana y a la Iglesia universal.
gesto realizado por
Pedro se convierte en
imagen de la Iglesia
abierta a toda la humanidad. Siguiendo la
gran
tradición
de
vuestra Iglesia y de
vuestras comunidades,
sed testigos auténticos
del amor de Dios hacia todos.
Pero, ¿cómo podemos
nosotros,
con
nuestra debilidad, llevar este amor? San
Juan, en la segunda
lectura, nos ha dicho
con fuerza que la liberación del pecado y de
sus consecuencias no
es iniciativa nuestra,
sino de Dios. No hemos
sido
nosotros
quienes
lo
hemos
amado a él, sino que
es él quien nos ha
amado a nosotros y ha
tomado sobre sí nuestro pecado y lo ha lavado con la sangre de
Cristo. Dios nos ha
amado primero y quiere que entremos en su
comunión de amor,
para colaborar en su
obra redentora.
En el pasaje del
Evangelio ha resonado
la invitación del Señor: «Os he destinado
para que vayáis y deis
fruto, y vuestro fruto
permanezca» (Jn 15,
16). Son palabras dirigidas de modo específico a los Apóstoles, pero, en sentido
amplio, conciernen a todos los discípulos de Jesús. Toda la Iglesia, todos nosotros hemos sido enviados al mundo
para llevar el Evangelio y la salvación.
Agradecimiento del Papa
Una cultura
para el futuro
Después de rezar el Regina caeli, el
Papa se dirigió al obispado de Arezzo,
donde comió con los obispos de
Toscana. Seguidamente, asistió —desde
la ventana de la curia diocesana— al
espectáculo que le ofrecieron los
abanderados aretinos. Al final de la
representación dijo:
Gracias de corazón por esta hermosísima presentación de vuestra gran
cultura renacentista, que me ha tocado el corazón. Quien es capaz de
hacer presente de un modo tan perfecto la cultura del pasado también
es capaz de abrir cultura para el futuro, porque conoce al hombre, ama
al hombre, que tiene su grandísima
dignidad de ser no sólo hombre, sino imagen de Dios. Y esta dignidad
del hombre nos obliga, pero también nos consuela y nos estimula: si
somos realmente imagen de Dios,
también somos capaces de salir adelante y de superar los problemas del
presente y de abrir caminos al nuevo
futuro. Gracias de corazón por todo
esto. El Señor os bendiga.
ORE ROMANO
páginas 6/7
o
necesitados
Pero la iniciativa siempre es de Dios,
que llama a los múltiples ministerios,
para que cada uno realice su propia
parte para el bien común. Llamados al
sacerdocio ministerial, a la vida consagrada, a la vida conyugal, al compromiso en el mundo, a todos se les pide que
respondan con generosidad al Señor,
sostenidos por su Palabra, que nos
tranquiliza: «No sois vosotros los que
me habéis elegido, soy yo quien os he
elegido» (ib.).
Queridos amigos, conozco el compromiso de vuestra Iglesia para promover la vida cristiana. Sed fermento en la
sociedad, sed cristianos presentes, emprendedores y coherentes. La ciudad de
Arezzo resume, en su historia plurimilenaria, expresiones significativas de culturas y de valores. Entre los tesoros de
vuestra tradición está el orgullo de una
identidad cristiana, testimoniada por
tantos signos y por devociones arraigadas, como la que tributáis a la Virgen
del Consuelo. Esta tierra, donde nacieron grandes personalidades del Renacimiento, desde Petrarca hasta Vasari, ha
desempeñado un papel activo en la
consolidación de la concepción del
hombre que ha influido en la historia
de Europa, poniendo énfasis en los valores cristianos. Incluso en tiempos recientes, pertenece al patrimonio ideal
de la ciudad lo que algunos entre sus
mejores hijos, en la investigación universitaria y en las sedes institucionales,
han sabido elaborar sobre el concepto
mismo de civitas, declinando el ideal
cristiano de la edad comunal en las categorías de nuestro tiempo. En el contexto de la Iglesia en Italia, comprometida en este decenio en el tema de la
educación, debemos preguntarnos, sobre todo en la región que es patria del
Renacimiento, qué visión del hombre
somos capaces de proponer a las nuevas generaciones. La Palabra de Dios
que hemos escuchado es una fuerte invitación a vivir el amor de Dios a todos, y la cultura de estas tierras, entre
sus valores distintivos, la solidaridad, la
atención a los más débiles, el respeto
de la dignidad de cada uno. Es muy
conocida la acogida, que también en
tiempos recientes habéis sabido dar a
quienes han venido en busca de libertad y de trabajo. Ser solidarios con los
pobres es reconocer el proyecto de
Dios Creador, que ha hecho de todos
una sola familia.
Ciertamente, también vuestra provincia está fuertemente probada por la crisis económica. La complejidad de los
problemas hace difícil encontrar las so-
luciones más rápidas y eficaces para salir de la situación actual, que afecta de
modo especial a los estratos más débiles y preocupa mucho a los jóvenes. La
atención a los demás, desde siglos remotos, ha impulsado a la Iglesia a hacerse solidaria concretamente con quienes sufren necesidad, compartiendo recursos, promoviendo estilos de vida
Regina caeli al final de la misa
Vencer la tentación
del desaliento
Al final de la misa, antes de rezar la plegaria mariana del
Regina caeli, el Santo Padre encomendó en especial a las
personas y las familias que se encuentran en situaciones de
mayor necesidad, e invitó a reaccionar ante la tentación del
desaliento. He aquí sus palabras.
Queridos hermanos y hermanas:
Al concluir esta celebración litúrgica, la hora de la
plegaria mariana nos invita a dirigirnos todos espiritualmente ante la imagen de la Virgen del Consuelo, custodiada en la catedral.
Como Madre de la Iglesia, María santísima siempre
quiere consolar a sus hijos en los momentos de mayor
dificultad y sufrimiento. Y esta ciudad ha experimentado muchas veces su maternal ayuda. Por tanto, también
hoy, encomendemos a su intercesión a todas las personas
y las familias de vuestra comunidad que se encuentran
en situaciones de mayor necesidad.
Al mismo tiempo, por intercesión de María, pidamos
a Dios el consuelo moral, para que la comunidad de
Arezzo, y toda Italia, reaccionen ante la tentación del
desaliento y, también con la fuerza de la gran tradición
humanística, retomen con decisión la senda de la renovación espiritual y ética, que es la única que puede llevar a una auténtica mejora de la vida social y civil. Cada
uno, en esto, puede y debe dar su contribución.
¡Oh María, Virgen del Consuelo, ruega por nosotros!
más esenciales, contrastando la cultura
de lo efímero, que ha engañado a muchos, produciendo una profunda crisis
espiritual. Esta Iglesia diocesana, enriquecida por el testimonio luminoso del
Poverello de Asís, debe seguir siendo
atenta y solidaria con quienes sufren
necesidad, pero debe saber también
educar para superar lógicas puramente
materialistas, que a menudo caracterizan a nuestro tiempo, y acaban por
anublar precisamente el sentido de la
solidaridad y de la caridad.
Testimoniar el amor de Dios en la
atención a los últimos se conjuga también con la defensa de la vida, desde su
primer instante hasta su término natural. En vuestra región asegurar a todos
dignidad, salud y derechos fundamentales se siente con razón como un bien
irrenunciable. La defensa de la familia,
a través de leyes justas y capaces de tutelar también a los más débiles, ha de
constituir siempre un punto importante
para mantener un tejido social sólido y
ofrecer perspectivas de esperanza para
el futuro. Como en el Medievo los estatutos de vuestras ciudades fueron instrumento para asegurar a muchos los
derechos inalienables, así también hoy
ha de proseguir el esfuerzo por promover una ciudad de rostro cada vez más
humano. En esto la Iglesia ofrece su
contribución para que el amor a Dios
vaya siempre acompañado por el amor
al prójimo.
Queridos hermanos y hermanas, proseguid el servicio a Dios y al hombre
según la enseñanza de Jesús, el luminoso ejemplo de vuestros santos y la tradición de vuestro pueblo. Que en este
compromiso os acompañe y sostenga
siempre la materna protección de la
Virgen del Consuelo, a la que tanto
amáis y veneráis. Amén.
L’OSSERVATORE ROMANO
página 8
domingo 20 de mayo de 2012, número 21
El discurso del Santo Padre preparado para la visita a La Verna
En el monte donde el amor crucificado
hiere y arrebata
La etapa prevista en La Verna,
que el Papa pensaba visitar el
domingo 13 de mayo por la
tarde, se anuló a causa del
mal tiempo. Sin embargo,
publicamos el discurso que
había preparado el Pontífice
para la ocasión.
Queridos frailes menores,
queridas hijas de la santa madre Clara, queridos hermanos
y hermanas: ¡Que el Señor os
dé paz!
¡Contemplar la cruz de Cristo! Hemos subido como peregrinos al Sasso Spicco de
La Verna donde «dos años
antes de su muerte» (Celano,
Vida primera, III, 94: FF, 484)
san Francisco recibió en su
cuerpo los estigmas de la
gloriosa pasión de Cristo. Su
camino de discípulo lo había
llevado a una unión tan profunda con el Señor que compartía incluso sus señales exteriores del acto supremo de
amor de la cruz. Un camino
iniciado en San Damián ante
Cristo crucificado contemplado con la mente y con el corazón.
La continua meditación de la cruz,
en este lugar santo, ha sido camino
de santificación para numerosos cristianos que, a lo largo de ocho siglos,
se han arrodillado aquí para orar, en
el silencio y en el recogimiento.
La cruz gloriosa de Cristo resume
el sufrimiento del mundo, pero es
sobre todo señal tangible del amor,
medida de la bondad de Dios hacia
el hombre. En este lugar también
nosotros estamos llamados a recuperar la dimensión sobrenatural de la
vida, a levantar los ojos de lo que es
contingente, para volver a abandonarnos totalmente al Señor, con corazón libre y en perfecta alegría,
contemplando al Crucificado para
que nos hiera con su amor.
«Altísimo, omnipotente, buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición»
(Cántico del hermano sol: FF, 263).
Sólo dejándose iluminar por la luz
del amor de Dios, el hombre y la
naturaleza entera pueden ser rescatados; sólo así la belleza puede finalmente reflejar el esplendor del rostro
de Cristo, como la luna refleja el sol.
Brotando de la cruz gloriosa, la Sangre de Cristo crucificado vuelve a vivificar los huesos secos del Adán
que está en nosotros, para que cada
uno vuelva a encontrar la alegría de
encaminarse hacia la santidad, de
subir hacia las alturas, hacia Dios.
Desde este lugar bendito, me uno a
la oración de todos los franciscanos
y las franciscanas de la tierra: «Te
adoramos, oh Cristo, y te bendecimos aquí y en todas las iglesias que
hay en el mundo, porque con tu
santa cruz redimiste al mundo».
¡Arrebatados por el amor de Cristo!
No se sube a La Verna sin dejarse
guiar por la oración de san Francisco del absorbeat, que reza: «Te suplico, Señor, que la fuerza abrasadora y
meliflua de tu amor absorba de tal
modo mi mente que la separe de to-
En el eremitorio de La Verna una cruz de madera indica el lugar donde san Francisco
de Asís recibió el don de los estigmas
das las cosas que hay debajo del cielo, para que yo muera por amor de
tu amor, ya que por amor de mi
amor tú te dignaste morir» (Oración
«absorbeat», 1: FF, 277). La contemplación de Cristo crucificado es obra
de la mente, pero no logra elevarse
hacia lo alto sin el apoyo, sin la
fuerza del amor. En este mismo lugar, fray Buenaventura de Bagnoregio, insigne hijo de san Francisco,
proyectó su Itinerarium mentis in
Deum indicándonos el camino que
es preciso recorrer para elevarnos a
las cimas donde podemos encontrar
a Dios. Este gran Doctor de la Iglesia nos comunica su misma experiencia, invitándonos a la oración.
Ante todo, es necesario dirigir la
mente a la Pasión del Señor, porque
el sacrificio de la cruz es el que borra nuestro pecado, una falta que sólo puede ser colmada por el amor de
Dios: «Exhorto al lector —escribe—,
ante todo al gemido de la oración a
Cristo crucificado, cuya sangre lava
las manchas de nuestras culpas» (Itinerarium mentis in Deum, Prol. 4).
Pero, para tener eficacia, nuestra
oración necesita las lágrimas, es decir, la participación interior, nuestro
amor que responda al amor de Dios.
Además, es necesaria la admiratio,
que san Buenaventura ve en los humildes del Evangelio, capaces de
asombro ante la obra salvífica de
Cristo. Y precisamente la humildad
es la puerta de todas las virtudes.
De hecho, no es posible alcanzar a
Dios con el orgullo intelectual de la
búsqueda encerrada en sí misma, sino con la humildad, según una célebre expresión de san Buenaventura:
«[el hombre] no crea que le baste la
lectura sin la unción, la especulación
sin la devoción, la búsqueda sin la
admiración, la consideración sin el
júbilo, la diligencia sin la piedad, la
ciencia sin la caridad, la inteligencia
sin la humildad, el estudio sin la
gracia divina, el espejo sin la sabiduría divinamente inspirada» (ib.).
La contemplación de Cristo crucificado tiene una eficacia extraordinaria, porque nos hace pasar del orden
de las cosas pensadas a la experiencia vivida; de la salvación esperada,
a la patria feliz. San Buenaventura
afirma: «Aquel que lo mira atentamente [a Cristo crucificado]... realiza con él la Pascua, es decir, el paso» (ib., VII, 2). Este es el corazón de
la experiencia de La Verna, de la experiencia que hizo aquí el Poverello
de Asís. En este Sacro Monte, san
Francisco vive en sí mismo la profunda unidad entre sequela, imitatio y
conformatio Christi. Y así nos dice
también a nosotros que no basta declararse cristianos para ser cristianos,
y tampoco tratar de realizar obras
buenas. Hace falta configurarse con
Jesús, con un lento, progresivo esfuerzo de transformación del propio
ser, a imagen del Señor, para que,
por gracia divina, todo miembro de
su Cuerpo, que es la Iglesia, muestre
la necesaria semejanza con la Cabeza, Cristo Señor. Y también en este
camino se parte —como nos enseñan
los maestros medievales siguiendo al
gran Agustín— del conocimiento de
sí mismos, de la humildad de mirar
con sinceridad a lo más íntimo de sí
mismos.
¡Llevar el amor de Cristo! ¡Cuántos
peregrinos han subido y suben a este Sacro Monte a contemplar el
Amor de Dios crucificado y dejarse
arrebatar por él! ¡Cuántos peregrinos han subido buscando a Dios,
que es la verdadera razón por la que
la Iglesia existe: hacer de puente entre Dios y el hombre! Y aquí os encuentran también a vosotros, hijos e
hijas de san Francisco. Recordad
siempre que la vida consagrada tiene
la misión específica de testimoniar,
con la palabra y con el ejemplo de
una vida según los consejos evangélicos, la fascinante historia de amor
entre Dios y la humanidad, que atraviesa la historia.
El medievo franciscano dejó una huella indeleble en
vuestra Iglesia de Arezzo. Los
repetidos pasos del Poverello
de Asís y sus estancias en
vuestro territorio son un tesoro precioso. Único y fundamental fue el episodio de La
Verna, por la singularidad de
los estigmas impresos en el
cuerpo del seráfico padre
Francisco, pero también la
historia colectiva de sus frailes
y de vuestra gente, que redescubre aún, en el Sasso Spicco,
la centralidad de Cristo en la
vida del creyente. Montauto
de Anghiari, Las Celdas de
Cortona y el Eremitorio de
Montecasale, y el de Cerbaiolo, pero también otros lugares
menores del franciscanismo
toscano, siguen marcando la
identidad de las comunidades
de Arezzo, Cortona y Sansepolcro.
Muchas luces han iluminado estas tierras, como santa
Margarita de Cortona, figura
poco conocida de penitente
franciscana, capaz de revivir
en sí misma con extraordinaria vivacidad el carisma del Poverello de
Asís, uniendo la contemplación de
Cristo crucificado con la caridad hacia los últimos. El amor a Dios y al
prójimo sigue animando la valiosa
obra de los franciscanos en vuestra
comunidad eclesial. La profesión de
los consejos evangélicos es un camino real para vivir la caridad de Cristo. En este lugar bendito, pido al
Señor que siga enviando obreros a
su viña y sobre todo a los jóvenes
dirijo la apremiante invitación, para
que quien sea llamado por Dios responda con generosidad y tenga la
valentía de entregarse en la vida
consagrada y en el sacerdocio ministerial.
Me he hecho peregrino en La Verna, como Sucesor de Pedro, y quisiera que cada uno de nosotros volviera
a escuchar la pregunta de Jesús a
Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me
amas más que estos?... Apacienta
mis corderos» (Jn 21, 15). El amor a
Cristo está en la base de la vida del
Pastor, así como de la del consagrado; un amor que no tiene miedo al
compromiso y al esfuerzo. Llevad este amor al hombre de nuestro tiempo, a menudo cerrado en su propio
individualismo; sed signo de la inmensa misericordia de Dios. La piedad sacerdotal enseña a los sacerdotes a vivir lo que se celebra, a partir
la propia vida para aquellos con
quienes nos encontramos: compartiendo el dolor, prestando atención a
los problemas, acompañando el camino de fe.
Gracias al ministro general José
Carballo por sus palabras, a toda la
Familia franciscana y a todos vosotros. Perseverad, como vuestro santo
padre, en la imitación de Cristo, para que quien se encuentre con vosotros se encuentre con san Francisco
y, encontrándose con san Francisco,
se encuentre con el Señor.
L’OSSERVATORE ROMANO
número 21, domingo 20 de mayo de 2012
Encuentro de Benedicto
XVI
página 9
con la población de Sansepolcro
El bien común cuenta más
que el bien del individuo
La segunda y última etapa de la visita pastoral del Papa
—dado que se anuló la de La Verna a causa del mal
tiempo— fue Sansepolcro, ciudad que Benedicto XVI quiso
visitar con ocasión del milenario de su fundación por obra
de dos peregrinos que volvían de Tierra Santa. El Papa,
que llegó en helicóptero cerca de las seis de la tarde, primero
visitó en privado la concatedral, dedicada a San Juan
evangelista, donde adoró el Santísimo Sacramento e hizo
Queridos hermanos y hermanas:
Me alegra encontrarme en Sansepolcro y unirme a vuestra acción de
gracias a Dios por el milenario de
fundación de la ciudad, por los prodigios de gracia y todos los beneficios que, en diez siglos, la Providencia ha otorgado. En esta histórica
plaza, repitamos las palabas del Salmo responsorial de hoy: «Cantad al
Señor un cántico nuevo, porque ha
hecho maravillas… Aclama al Señor
tierra entera; gritad, vitoread, tocad»
(Sal 97).
Queridos amigos de Sansepolcro,
os saludo a todos con afecto, comenzando por el arzobispo monseñor Riccardo Fontana; con él saludo
a los sacerdotes, a las personas consagradas y a los fieles laicos que se
dedican activamente al apostolado.
Un deferente saludo dirijo a las autoridades civiles y militares, en particular a la alcaldesa, doctora Daniela
Frullani, a la que agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido.
Hace mil años, los santos peregrinos Arcano y Egidio, ante las grandes transformaciones de la época, se
pusieron a buscar la verdad y el sentido de la vida, dirigiéndose a Tierra
Santa. Al volver, trajeron consigo no
sólo las piedras que recogieron en el
monte Sion, sino también la especial
idea que habían elaborado en la tierra de Jesús: construir en el alto valle del Tíber la civitas hominis a imagen de Jerusalén, que en su mismo
nombre evoca la justicia y la paz.
Un proyecto que recuerda la gran
visión de la historia de san Agustín
en la obra «La ciudad de Dios».
Cuando los godos de Alarico entraron en Roma y el mundo pagano
acusó al Dios de los cristianos de no
haber salvado la ciudad caput mundi,
el santo obispo de Hipona aclaró lo
que debemos esperar de Dios, la justa relación entre esfera política y esfera religiosa. Él ve en la historia la
presencia de dos amores: «amor a
sí», que lleva a la indiferencia respecto de Dios, y «amor a Dios»,
que lleva a la plena libertad para los
demás y a construir una ciudad del
hombre regida por la justicia y por
la paz (cf. La ciudad de Dios, XIV,
28).
Ciertamente, esta visión no fue
extraña a los fundadores de Sansepolcro. Ellos idearon un modelo de
ciudad articulado y lleno de esperanza para el futuro, en el que los
discípulos de Cristo estaban llamados a ser el motor de la sociedad en
la promoción de la paz, a través de
la práctica de la justicia. Su valiente
desafío se convirtió en realidad, con
la perseverancia de un camino que,
primero gracias al apoyo del carisma
benedictino, y después de los monjes camaldulenses, ha proseguido
durante generaciones. Fue necesario
oración ante el «Santo Rostro», la más antigua talla que
representa a Cristo crucificado. Luego se trasladó a pie a la
plaza de Torre Berta, donde se encontró con la población,
que lo acogió con gran entusiasmo. El Santo Padre
pronunció el discurso que publicamos. Al final, en nombre de
todos los habitantes de Sansepolcro, la alcaldesa Daniela
Frullani, le ofreció varios regalos. Terminado el encuentro,
Su Santidad emprendió el regreso a Roma.
un fuerte compromiso para fundar
una comunidad monástica y luego,
en torno a la iglesia abacial, vuestra
ciudad. No fue sólo un proyecto que
marca el plan urbanístico del «Borgo» de Sansepolcro, porque la misma colocación de la catedral tiene
un fuerte valor simbólico: es el punto de referencia a partir del cual cada uno puede orientarse en el camino, y sobre todo en la vida; constituye una fuerte llamada a mirar hacia
las alturas, a elevarse de la cotidianidad para dirigir los ojos al cielo, en
una continua tensión hacia los valores espirituales y hacia la comunión
con Dios, que no aliena de lo cotidiano, sino que lo orienta y lo hace
vivir de un modo aún más intenso.
Esta perspectiva es válida también
hoy para recuperar el gusto de la
que el bien del individuo, y toca
también a los cristianos contribuir al
nacimiento de una nueva ética pública. Nos lo recuerda la espléndida
figura del nuevo beato Giuseppe Toniolo. A la desconfianza hacia el
compromiso en el ámbito político y
social, los cristianos, especialmente
los jóvenes, están llamados a contraponer el compromiso y el amor a la
responsabilidad, animados por la caridad evangélica, que pide no encerrarse en sí mismos, sino de interesarse por los demás. A los jóvenes
dirijo la invitación a saber pensar en
grande: ¡tened la valentía de osar!
Estad dispuestos a dar un nuevo sabor a toda la sociedad civil, con la
sal de la honradez y del altruismo
desinteresado. Es necesario recupe-
búsqueda de la «verdad», para percibir la vida como un camino que
acerca a la «verdad» y a la «justicia».
Queridos amigos, el ideal de vuestros fundadores ha llegado hasta
nuestros días y constituye no sólo el
eje de la identidad de Sansepolcro y
de la Iglesia diocesana, sino también
un desafío a conservar y promover el
pensamiento cristiano, que está en el
origen de esta ciudad. El milenario
es la ocasión para hacer una reflexión que es, al mismo tiempo, camino interior por las sendas de la fe y
esfuerzo por redescubrir las raíces
cristianas, a fin de que los valores
evangélicos sigan fecundando las
conciencias y la historia diaria de la
población. Hoy es especialmente necesario que el servicio de la Iglesia
al mundo se exprese con fieles laicos
iluminados, capaces de actuar dentro
de la ciudad del hombre, con la voluntad de servir más allá del interés
privado, más allá de las visiones parciales. El bien común cuenta más
rar sólidas motivaciones para servir
al bien de los ciudadanos.
El desafío que afronta este antiguo «Borgo» es armonizar el redescubrimiento de su propia identidad
milenaria con la acogida y la incorporación de culturas y sensibilidades
diversas. San Pablo nos enseña que
la Iglesia, pero también toda la sociedad, son como el cuerpo humano,
donde cada parte es diferente de las
demás, pero todas concurren al bien
del organismo (cf. 1 Co 12, 12-26).
Demos gracias a Dios porque vuestra comunidad diocesana ha madurado en los siglos una ardiente apertura misionera, como lo atestigua el
hermanamiento con el Patriarcado
latino de Jerusalén. Me ha complacido saber que ese hermanamiento ha
producido frutos de colaboración y
obras de caridad en favor de los hermanos más necesitados en Tierra
Santa. Los antiguos vínculos indujeron a vuestros antepasados a construir aquí una copia en piedra del
Santo Sepulcro de Jerusalén, para
hacer sólida la identidad de los habitantes y para mantener viva la devoción y la oración hacia la ciudad
santa. Este vínculo continúa y hace
que vosotros percibáis todo lo que
atañe a Tierra Santa como realidad
que os implica; como, por lo demás,
en Jerusalén, vuestro nombre y la
presencia de peregrinos de la diócesis, hacen activas las relaciones fraternas. Al respecto, estoy seguro de
que os abriréis a nuevas perspectivas
de solidaridad, imprimiendo un renovado impulso apostólico al servicio del Evangelio. Y este será uno
de los resultados más significativos
de las celebraciones jubilares de
vuestra ciudad.
Quiero hacer también una alusión
a la catedral, donde he contemplado
la belleza del «Santo Rostro». Esta
basílica es el lugar de la alabanza de
toda la ciudad a Dios, la sede de la
recuperada armonía entre los momentos de culto y de la vida cívica,
el punto de referencia para la pacificación de los ánimos. Y como vuestros padres supieron construir el espléndido templo de piedra, para que
fuera signo y llamada a la comunión
de vida, a vosotros corresponde hacer visible y creíble el significado del
edificio sacro, viviendo en paz en la
comunidad eclesial y civil. En pleno
Renacimiento, los habitantes de
Sansepolcro pidieron al pintor Durante Alberti que representara a Belén en la iglesia madre, para que nadie olvidara que Dios está con nosotros en la pobreza del pesebre. Recordando el pasado y atentos al presente, pero también proyectados hacia el futuro, los cristianos de la diócesis de Arezzo-Cortona-Sansepolcro
sabéis que el progreso espiritual de
vuestras comunidades eclesiales e incluso la promoción del bien común
de las comunidades civiles exigen el
compromiso con vistas a una inserción cada vez más vital de vuestras
parroquias y asociaciones en el territorio. Que el camino recorrido y la
fe que os anima os infundan valor e
impulso para continuar. Mirando
vuestro rico patrimonio espiritual,
sed una Iglesia viva al servicio del
Evangelio. Una Iglesia hospitalaria y
generosa, que con su testimonio haga presente el amor de Dios a todo
ser humano, especialmente a los que
sufren y a los necesitados.
Que la Virgen santísima, venerada
de modo especial en este mes de
mayo, vele por cada uno de vosotros
y sostenga los esfuerzos por un futuro mejor. ¡Oh María, Reina de la
paz, escucha nuestra oración: haznos
testigos de tu Hijo Jesús y artífices
incansables de justicia y de paz!
Amén. Gracias.
L’OSSERVATORE ROMANO
página 10
Colegio episcopal
Monseñor Álvaro Leonel Ramazzini Imeri, obispo de Huehuetenango (Guatemala)
Monseñor Orlando Roa Barbosa, obispo auxiliar de Ibagué (Colombia)
RENUNCIA:
El Papa ha aceptado la renuncia al
gobierno pastoral de la diócesis de
Huehuetenango (Guatemala) que
monseñor ROD OLFO FRANCISCO BOBADILLA MATA, C.M., le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho
canónico.
Rodolfo Francisco Bobadilla Mata, C.M., nació en Ciudad de Guatemala el 16 de octubre de 1932. Recibió la ordenación sacerdotal el 13 de
agosto de 1958. Juan Pablo II lo
nombró obispo titular de Lari Castello y vicario apostólico de El Petén
el 15 de mayo de 1987; recibió la ordenación episcopal el 27 de junio
sucesivo. El mismo Papa lo nombró
obispo residencial de Huehuetenango el 28 de septiembre de 1996.
EL PAPA
HA NOMBRAD O:
—Arzobispo de Bangui (República
Centroafricana) al padre DIEUD ONNÉ NZAPALAINGA, C.S.SP., hasta ahora administrador apostólico de la
misma sede.
Dieudonné Nzapalainga, C.S.SP.,
nació en Mbomou, diócesis de Bangassou, el 14 de marzo de 1967. Ingresó en la Congregación del Espíritu Santo, donde recibió la ordenación sacerdotal el 9 de agosto de
1998. Se licenció en teología en
Francia e inició allí su ministerio
pastoral como capellán en un orfanato y vicario parroquial. En 2005
regresó a su país, donde ha sido superior regional de su congregación;
párroco; presidente de la Conferencia de los superiores mayores de la
República Centroafricana; y, desde
2009, administrador apostólico de
Bangui.
1964. Ingresó en la Sociedad de la
Misiones Africanas, donde recibió la
ordenación sacerdotal el 12 de julio
de 1997. Ha sido vicario parroquial;
párroco; director de los proyectos de
desarrollo para el pueblo pigmeo;
miembro del Consejo presbiteral;
superior de la casa de formación en
Bangui; miembro de la Comisión
diocesana para la pastoral de los
emigrantes; superior regional de su
congregación.
—Obispo eparquial de Lungro de
los ítalo-albaneses de Italia continental al archimandrita D ONATO
OLIVERIO, hasta ahora delegado «ad
omnia» de la misma eparquía.
Donato Oliverio nació en Cosenza el 5 de marzo de 1956. Recibió la
ordenación sacerdotal el 17 de octubre de 1982. Obtuvo la licenciatura
en ciencias eclesiásticas en el Pontificio Instituto Oriental de Roma.
Ha desempeñado su ministerio como párroco, director de la Oficina
catequística eparquial, miembro del
Instituto para la sustentación del
clero, secretario del Instituto de
ciencias religiosas de Lungro, miembro del consejo presbiteral, ecónomo
eparquial, moderador de la curia y
protosincelo; en el último período
era delegado «ad omnia» de la
eparquía de Lungro.
—Obispo coadjutor de la diócesis de
Alindao (República Centroafricana)
al presbítero CYR-NESTOR YAPAUPA.
Cyr-Nestor Yapaupa nació en
Bangassou el 26 de febrero de 1970.
Recibió la ordenación sacerdotal el
18 de marzo de 2001. En su ministerio ha sido acompañante de grupos
vocacionales, vicario parroquial, responsable de la comisión diocesana
de liturgia, párroco de la catedral y
vicario general de la diócesis.
—Obispo de Huehuetenango (Guatemala) a monseñor ÁLVARO LEONEL
RAMAZZINI IMERI, hasta ahora obispo de San Marcos.
—Obispo titular de Castel mediano
y auxiliar de San Sebastián de Río
de Janeiro (Brasil) a monseñor ROQUE COSTA SOUZA .
Álvaro Leonel Ramazzini Imeri
nació en Ciudad de Guatemala el 16
de julio de 1947. Recibió la ordenación sacerdotal el 27 de junio de
1971. Juan Pablo II lo nombró obispo de la diócesis de San Marcos el
15 de diciembre de 1988; recibió la
ordenación episcopal el 6 de enero
de 1989.
Roque Costa Souza nació en Río
de Janeiro el 19 de agosto de 1966.
Recibió la ordenación sacerdotal el
—Obispo de Tarnów (Polonia) a
monseñor ANDRZEJ JEŻ, hasta ahora
obispo titular de Tigillava y auxiliar
de la misma sede.
Andrzej Jeż nació en Limanowa,
diócesis de Tarnów, el 3 de mayo de
1963. Recibió la ordenación sacerdotal el 12 de junio de 1988. Benedicto
XVI lo nombró obispo titular de Tigillava y auxiliar de Tarnów el 20 de
octubre de 2009; recibió la ordenación episcopal el 28 de noviembre
del mismo año.
—Obispo de Berbérati (República
Centroafricana) a monseñor DENNIS
KOFI AGBENYADZI, S.M.A.
Dennis Kofi Agbenyadzi, S.M.A.,
nació en Kadjebi-Akan, diócesis de
Jasikan (Ghana), el 9 de octubre de
Audiencias
pontificias
EL SANTO PADRE
HA RECIBID O:
18 de junio de 1994. En su ministerio ha desempeñado, entre otros, los
siguientes cargos: vicario parroquial;
prefecto del seminario menor; párroco; vicario foráneo del vicariato urbano de la archidiócesis; capellán de
la policía militar de Río de Janeiro;
y rector del seminario mayor.
Viernes 11 de mayo
—Obispo titular de Tunnuna y auxiliar de la archidiócesis de San Andrés y Edimburgo (Escocia) a monseñor STEPHEN ROBSON.
A los obispos de Estados Unidos
en visita «ad limina»:
Stephen Robson nació en Carlisle, diócesis de Lancaster, el 1 de
abril de 1951. Recibió la ordenación
sacerdotal el 17 de marzo de 1979. Se
doctoró en teología espiritual en
Drygrange (Escocia) y obtuvo la licenciatura en derecho canónico en
la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha desempeñado su
ministerio pastoral como vicario parroquial; profesor en la universidad
de Blairs; asistente y, más tarde, director de la Oficina para la educación religiosa de Edimburgo; vicario
episcopal; párroco en varias parroquias; director espiritual del Pontificio Seminario Escocés de Roma; en
el último período era canciller de la
archidiócesis y párroco.
—Obispo titular de Nasbinca y auxiliar de la arquidiócesis de Ibagué
(Colombia) al presbítero ORLAND O
ROA BARBOSA.
Orlando Roa Barbosa nació en
Cali el 4 de julio de 1958. Recibió la
ordenación sacerdotal el 6 de diciembre de 1984, incardinado en la
arquidiócesis de Ibagué. Se licenció
en teología dogmática en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de
Roma, y en filosofía y ciencias religiosas en la Universidad católica de
Oriente, en Rionegro. En su ministerio ha desempeñado los siguientes
cargos: prefecto de disciplina en el
seminario menor, delegado diocesano para la pastoral juvenil y vocacional, párroco en varias parroquias,
delegado diocesano para la pastoral
sacerdotal y, desde 2004, rector del
seminario mayor arquidiocesano.
Lutos en el episcopado
—Monseñor EDWARD MATERSKI,
obispo emérito de Radom (Polonia), falleció el 24 de marzo. Había nacido en Vilna (Lituania) el 6
de enero de 1923. Era sacerdote
desde el 20 de abril de 1947. El Papa Pablo VI lo nombró obispo titular de Acque Sirensi y auxiliar del
obispo de Kielce (Polonia) el 29
de octubre de 1968; recibió la ordenación episcopal el 22 de diciembre del mismo año. Juan Pablo II lo nombró obispo residencial
de la entonces diócesis de Sandomierz-Radom el 27 de marzo de
1981; cuando reorganizó las circunscripciones eclesiásticas en Polonia, el 25 de marzo de 1992, lo
nombró obispo de la nueva diócesis de Radom. El Santo Padre
aceptó su renuncia al gobierno
domingo 20 de mayo de 2012, número 21
pastoral de dicha diócesis el 28 de
junio de 1999.
NGUYÊN
—Monseñor
ANTOINE
VAN THIEN, obispo titular de Spello, falleció el 13 de mayo en Francia, a la edad de 106 años. Había
nacido en Cai Côn, diócesis de
Cân Tho (Vietnam), el 13 de marzo de 1906. Era sacerdote desde el
20 de febrero de 1932. El Papa
Juan XXIII, tras crear la nueva diócesis de Vinh Long el 24 de noviembre de 1960 lo nombró su primer obispo; recibió la ordenación
episcopal el 22 de enero de 1961.
Pablo VI aceptó su renuncia al gobierno pastoral de dicha sede, a
causa de una grave enfermedad de
los ojos, el 12 de julio de 1968; y lo
nombró obispo titular de Spello.
—Al embajador de Lituania ante la
Santa Sede, Vytautas Ališauskas,
en visita de despedida.
—Al presidente de la República
italiana, Giorgio Napolitano.
—Monseñor
Thomas
Gerard
Wenski, arzobispo de Miami.
—Monseñor John Gerard Noonan,
obispo de Orlando.
—Monseñor Gerald Michael Barbarito, obispo de Palm Beach.
—Monseñor Gregory L. Parkes,
obispo de Pensacola-Tallahassee.
—Monseñor Felipe de Jesús Estévez, obispo de San Agustín.
—Monseñor Robert Nugent Lyn
ch, obispo de Saint Petersburg.
—Monseñor Frank
obispo de Venice.
J.
Dewane,
Sábado, día 12
—Al cardenal Fernando Filoni,
prefecto de la Congregación para
la evangelización de los pueblos.
—Al cardenal Agostino Vallini, vicario general para la diócesis de
Roma.
Miércoles, día 16
—A monseñor Gerhard Ludwig
Müller, obispo de Ratisbona (Alemania).
Nombramientos
pontificios
El Santo Padre ha nombrado consultores del Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización a las siguientes personas: monseñor MARCO FRISINA
(Italia), presidente de la Comisión
diocesana de arte sacra de la diócesis de Roma, profesor en la
Pontificia Universidad Lateranense y en la Pontificia Universidad
de la Santa Cruz de Roma; padre
JEREMY DRISCOLL, O.S.B. (Estados
Unidos), profesor en el «Mount
Angel Seminary» en St. Benedict,
Oregón, y en la Facultad de teología del Pontificio Ateneo San Anselmo de Roma; padre MARKO
IVAN RUPNIK, S.J. (Eslovenia), director del Centro Aletti, profesor
en el Pontificio Instituto Oriental,
en la Pontificia Universidad Gregoriana y en el Pontificio Instituto
Litúrgico del Pontificio Ateneo
San Anselmo de Roma; y al doctor SALVATORE MARTINEZ (Italia),
presidente de la asociación «Renovación en el Espíritu Santo».
número 21, domingo 20 de mayo de 2012
L’OSSERVATORE ROMANO
página 11
En su catequesis durante la audiencia general el Papa habla de las cartas de san Pablo
La oración nos hace libres
En la audiencia general del miércoles
16 de mayo, en la plaza de San Pedro,
Benedicto XVI inició una serie de
catequesis sobre la oración en las cartas
de san Pablo.
Queridos hermanos y hermanas:
En las últimas catequesis hemos
reflexionado sobre la oración en los
Hechos de los Apóstoles, hoy quiero
comenzar a hablar de la oración en
las Cartas de san Pablo, el Apóstol
de los gentiles. Ante todo, quiero
notar cómo no es casualidad que sus
Cartas comiencen y concluyan con
expresiones de oración: al inicio, acción de gracias y alabanza; y, al final, deseo de que la gracia de Dios
guíe el camino de la comunidad a la
que está dirigida la carta. Entre la
fórmula de apertura: «Doy gracias a
mi Dios por medio de Jesucristo»
(Rm 1, 8), y el deseo final: «La gracia del Señor Jesús esté con vosotros» (1 Co 16, 23), se desarrollan los
contenidos de las Cartas del Apóstol. La oración de san Pablo se manifiesta en una gran riqueza de formas que van de la acción de gracias
a la bendición, de la alabanza a la
petición y a la intercesión, del himno a la súplica: una variedad de expresiones que demuestra cómo la
oración implica y penetra todas las
situaciones de la vida, tanto las personales como las de las comunidades
a las que se dirige.
Un primer elemento que el Apóstol quiere hacernos comprender es
que la oración no se debe ver como
una simple obra buena realizada por
nosotros con respecto de Dios, una
acción nuestra. Es ante todo un don,
fruto de la presencia viva, vivificante
del Padre y de Jesucristo en nosotros. En la Carta a los Romanos escribe: «Del mismo modo el Espíritu
acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos orar
como conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables» (8, 26). Y sabemos
que es verdad lo que dice el Apóstol: «No sabemos orar como conviene». Queremos orar, pero Dios está
lejos, no tenemos las palabras, el
lenguaje, para hablar con Dios, ni
siquiera el pensamiento. Sólo podemos abrirnos, poner nuestro tiempo
a disposición de Dios, esperar que él
nos ayude a entrar en el verdadero
Por qué un Año de la fe
El derecho de Dios
RINO FISICHELLA
¿Por qué un Año de la fe? La pregunta no es
retórica y merece una respuesta, sobre todo
ante las grandes expectativas que se están registrando en la Iglesia para ese acontecimiento.
Benedicto XVI dio un primer motivo cuando
anunció la convocación: «La misión de la
Iglesia, como la de Cristo, es esencialmente
hablar de Dios, hacer memoria de su soberanía, recordar a todos, especialmente a los cristianos que han perdido su identidad, el derecho de Dios sobre lo que le pertenece, es decir, nuestra vida. Precisamente para dar renovado impulso a la misión de toda la Iglesia de
conducir a los hombres fuera del desierto —en
el que a menudo se encuentran— hacia el lugar de la vida, la amistad con Cristo que nos
da su vida en plenitud» (Homilía, 16 de octubre de 2011: L’Osservatore Romano, edición en
lengua española, 23 de octubre de 2011, p. 7).
Esta es la intención principal. No permitir
que caiga en el olvido el hecho que caracteriza
nuestra vida: creer. Salir del desierto que lleva
consigo el mutismo de quien no tiene nada
que decir, para restituir la alegría de la fe y
comunicarla de manera renovada.
Por tanto, este año se dirige en primer lugar a toda la Iglesia para que, ante la dramática crisis de fe que afecta a muchos cristianos,
sea capaz de mostrar una vez más y con renovado entusiasmo el verdadero rostro de Cristo
que llama a su seguimiento.
Es un año para todos nosotros, para que en
el camino perenne de fe sintamos la necesidad
de apresurar el paso, que a veces resulta lento
y cansado, y dar un testimonio más incisivo.
No pueden sentirse excluidos quienes tienen
conciencia de su propia debilidad, que a menudo toma las formas de la indiferencia y del
agnosticismo, para encontrar de nuevo el sentido perdido y para comprender el valor de
pertenecer a una comunidad, verdadero antídoto contra la esterilidad del individualismo
de nuestros días.
De todas maneras, en la carta apostólica
«Porta fidei» Benedicto XVI escribió que esta
«puerta de la fe está siempre abierta». Esto
significa que todos debemos sentirnos estimulados positivamente sobre el sentido de la vida y sobre las grandes cuestiones que nos golpean, sobre todo en nuestros días, por la persistencia de una crisis compleja que aumenta
los interrogantes y eclipsa la esperanza. Plantearse la pregunta sobre la fe no equivale a
alejarse del mundo; más bien, hace tomar conciencia de la responsabilidad que se tiene hacia la humanidad en esta circunstancia histórica.
Un año durante el cual la oración y la reflexión podrán conjugarse más fácilmente con la
inteligencia de la fe, cuya urgencia y necesidad cada uno debe sentir. De hecho, no puede ocurrir que los creyentes sobresalgan en los
diversos ámbitos de la ciencia, para hacer más
profesional su compromiso laboral, y tengan
un conocimiento débil e insuficiente de los
contenidos de la fe. Un desequilibrio imperdonable que no permite crecer en la identidad
personal y que impide saber dar razón de la
elección realizada.
diálogo. El Apóstol dice: precisamente esta falta de palabras, esta ausencia de palabras, incluso este deseo de entrar en contacto con Dios,
es oración que el Espíritu Santo no
sólo comprende, sino que lleva, interpreta ante Dios. Precisamente esta
debilidad nuestra se transforma, a
través del Espíritu Santo, en verdadera oración, en verdadero contacto
con Dios. El Espíritu Santo es, en
SIGUE EN LA PÁGINA 12
Palabras más fuertes
que el mal tiempo
VIENE DE LA PÁGINA 1
a la soledad de La Verna, sino que baja con los hombres a la ciudad donde habitan.
En este tipo de cristianos piensa el Papa: presentes,
emprendedores, coherentes con su fe. No primariamente activistas sociales o políticos, sino portadores
de una esperanza que no defrauda, fundada en la resurrección de Jesús, que se ha hecho historia en el
amor fraterno a todos, cercanos y lejanos. Se trata de
una íntima convicción teológica de Ratzinger, que ha
vuelto a manifestarse con fuerza en los encuentros
mantenidos como Papa con la comunidad de Arezzo y
de Sansepolcro: también hoy, como lo fue fructuosamente en las épocas pasadas del Medievo y del Renacimiento, ser cristianos tiene un sentido si se es sal de
la sociedad; si dejan de ser tales, renunciando a su diversidad, son superfluos como la sal que, perdido el
sabor, es arrojada a la basura. Por esto, a pesar de las
pruebas y las dificultades, Benedicto XVI sigue siendo
optimista para la Iglesia, a la que Dios no permitirá
que le falten santos, buenos samaritanos, los mejores
amigos especialmente en los períodos difíciles de la
historia.
De aquí su evidente disgusto al no poder mantener
la etapa de La Verna, experiencia franciscana emblemática y uno de los modelos más sentidos de ser cristianos. De hecho, ¡cuántos peregrinos han subido en
busca de Dios «que es la verdadera razón por la que
la Iglesia existe: hacer de puente entre Dios y el hombre»! Y, por último, el aliento a Italia —manifestado
también con el rápido pero cordial encuentro con el
presidente del Consejo de ministros— y en particular a
los jóvenes a pensar en grande, a saber osar, dispuestos a dar «nuevo sabor» a toda la sociedad «con la sal
de la honradez y del altruismo desinteresado». (Carlo
Di Cicco)
página 12
L’OSSERVATORE ROMANO
domingo 20 de mayo de 2012, número 21
La oración nos hace libres
VIENE DE LA PÁGINA 11
cierto modo, intérprete que nos hace
comprender a nosotros mismos y a
Dios lo que queremos decir.
En la oración, más que en otras
dimensiones de la existencia, experimentamos nuestra debilidad, nuestra
pobreza, nuestro ser criaturas, pues
nos encontramos ante la omnipotencia y la trascendencia de Dios. Y
cuanto más progresamos en la escucha y en el diálogo con Dios, para
que la oración se convierta en la respiración diaria de nuestra alma, tanto más percibimos incluso el sentido
de nuestra limitación, no sólo ante
las situaciones concretas de cada día,
sino también en la misma relación
con el Señor. Entonces aumenta en
nosotros la necesidad de fiarnos, de
abandonarnos cada vez más a él;
comprendemos que «no sabemos
orar como conviene» (Rm 8, 26). Y
el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra incapacidad, ilumina nuestra
mente y calienta nuestro corazón,
guiando nuestra oración a Dios. Para san Pablo la oración es sobre todo obra del Espíritu en nuestra humanidad, para hacerse cargo de
nuestra debilidad y transformarnos
de hombres vinculados a las realidades materiales en hombres espirituales. En la Primera Carta a los Corintios dice: «Nosotros hemos recibido
un Espíritu que no es del mundo; es
el Espíritu que viene de Dios, para
que conozcamos los dones que de
Dios recibimos. Cuando explicamos
verdades espirituales a hombres de
espíritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber humano,
sino en el que enseña el Espíritu»
(2, 12-13). Al habitar en nuestra fragilidad humana, el Espíritu Santo
nos cambia, intercede por nosotros y
nos conduce hacia las alturas de
Dios (cf. Rm 8, 26).
Con esta presencia del Espíritu
Santo se realiza nuestra unión con
Cristo, pues se trata del Espíritu del
Hijo de Dios, en el que hemos sido
hecho hijos. San Pablo habla del Espíritu de Cristo (cf. Rm 8, 9) y no
sólo del Espíritu de Dios. Es obvio:
si Cristo es el Hijo de Dios, su Espíritu es también Espíritu de Dios, y
así si el Espíritu de Dios, el Espíritu
de Cristo, se hizo ya muy cercano a
nosotros en el Hijo de Dios e Hijo
del hombre, el Espíritu de Dios también se hace espíritu humano y nos
toca; podemos entrar en la comunión del Espíritu. Es como si dijera
que no solamente Dios Padre se hizo visible en la encarnación del
Hijo, sino también el Espíritu de
Dios se manifiesta en la vida y en la
acción de Jesús, de Jesucristo, que
vivió, fue crucificado, murió y resucitó. El Apóstol recuerda que «nadie
puede decir “Jesús es Señor”, sino
por el Espíritu Santo» (1 Co 12, 3).
Así pues, el Espíritu orienta nuestro
corazón hacia Jesucristo, de manera
que «ya no somos nosotros quienes
vivimos, sino que es Cristo quien vive en nosotros» (cf. Ga 2, 20). En
sus Catequesis sobre los sacramentos,
san Ambrosio, reflexionando sobre
la Eucaristía, afirma: «Quien se embriaga del Espíritu está arraigado en
Cristo» (5, 3, 17: PL 16, 450).
Y ahora quiero poner de relieve
tres consecuencias en nuestra vida
cristiana cuando dejamos actuar en
nosotros, no el espíritu del mundo,
sino el Espíritu de Cristo como principio interior de todo nuestro obrar.
Ante todo, con la oración animada por el Espíritu somos capaces de
abandonar y superar cualquier forma
Al final de la audiencia, la Fundación Russel Berrie donó al Papa una edición del libro del Génesis
ilustrada por el artista israelí Avner Moriah.
Lo acompañó a la audiencia el embajador de Israel ante la Santa Sede, Mordechay Levy
de miedo o de esclavitud, viviendo
la auténtica libertad de los hijos de
Dios. Sin la oración que alimenta
cada día nuestro ser en Cristo, en
una intimidad que crece progresivamente, nos encontramos en la situación descrita por san Pablo en la
Carta a los Romanos: no hacemos el
bien que queremos, sino el mal que
no queremos (cf. Rm 7, 19). Y esta
es la expresión de la alienación del
ser humano, de la destrucción de
nuestra libertad, por las circunstancias de nuestro ser a causa del pecado original: queremos el bien que no
hacemos y hacemos lo que no queremos, el mal. El Apóstol quiere darnos a entender que no es en primer
lugar nuestra voluntad lo que nos libra de estas condiciones, y tampoco
la Ley, sino el Espíritu Santo. Y dado que «donde está el Espíritu del
Señor hay libertad» (2 Co 3, 17), con
la oración experimentamos la libertad que nos ha dado el Espíritu: una
libertad auténtica, que es libertad
del mal y del pecado para el bien y
para la vida, para Dios. La libertad
del Espíritu, prosigue san Pablo, no
se identifica nunca ni con el libertinaje ni con la posibilidad de optar
por el mal, sino con el «fruto del
Espíritu que es: amor, alegría, paz,
paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí» (Ga 5,
22). Esta es la verdadera libertad:
poder seguir realmente el deseo del
bien, de la verdadera alegría, de la
comunión con Dios, y no ser oprimido por las circunstancias que nos
llevan a otras direcciones.
Una segunda consecuencia que se
verifica en nuestra vida cuando dejamos actuar en nosotros al Espíritu
de Cristo es que la relación misma
con Dios se hace tan profunda que
no la altera ninguna realidad o situación. Entonces comprendemos
que con la oración no somos liberados de las pruebas o de los sufrimientos, sino que podemos vivirlos
en unión con Cristo, con sus sufrimientos, en la perspectiva de participar también de su gloria (cf. Rm 8,
17). Muchas veces, en nuestra oración, pedimos a Dios que nos libre
del mal físico y espiritual, y lo hacemos con gran confianza. Sin embargo, a menudo tenemos la impresión
de que no nos escucha y entonces
corremos el peligro de desalentarnos
y de no perseverar. En realidad, no
hay grito humano que Dios no escuche, y precisamente en la oración
constante y fiel comprendemos con
san Pablo que «los sufrimientos de
ahora no se pueden comparar con la
gloria que un día se nos manifestará» (Rm 8, 18). La oración no nos libra de la prueba y de los sufrimientos; más aún —dice san Pablo— nosotros «gemimos en nuestro interior,
aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo» (Rm 8,
23); él dice que la oración no nos libra del sufrimiento, pero la oración
nos permite vivirlo y afrontarlo con
una fuerza nueva, con la misma confianza de Jesús, el cual —según la
Carta a los Hebreos— «en los días de
su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al
que podía salvarlo de la muerte,
siendo escuchado por su piedad filial» (5, 7). La respuesta de Dios Padre al Hijo, a sus fuertes gritos y lágrimas, no fue la liberación de los
sufrimientos, de la cruz, de la muerte, sino que fue una escucha mucho
más grande, una respuesta mucho
más profunda; a través de la cruz y
la muerte, Dios respondió con la resurrección del Hijo, con la nueva vida. La oración animada por el Espíritu Santo nos lleva también a nosotros a vivir cada día el camino de la
vida con sus pruebas y sufrimientos,
en la plena esperanza, en la confianza en Dios que responde como respondió al Hijo.
Y, en tercer lugar, la oración del
creyente se abre también a las dimensiones de la humanidad y de toda la creación, que, «expectante, está aguardando la manifestación de
los hijos de Dios» (Rm 8, 19). Esto
significa que la oración, sostenida
por el Espíritu de Cristo que habla
en lo más íntimo de nosotros mismos, no permanece nunca cerrada
en sí misma, nunca es sólo oración
por mí, sino que se abre a compartir
los sufrimientos de nuestro tiempo,
de los demás. Se transforma en intercesión por los demás, y así en mi
liberación, en canal de esperanza para toda la creación, en expresión de
aquel amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por
medio del Espíritu que se nos ha dado (cf. Rm 5, 5). Y precisamente este
es un signo de una verdadera oración, que no acaba en nosotros mismos, sino que se abre a los demás, y
así me libera, así ayuda a la redención del mundo.
Queridos hermanos y hermanas,
san Pablo nos enseña que en nuestra
oración debemos abrirnos a la presencia del Espíritu Santo, el cual
ruega en nosotros con gemidos inefables, para llevarnos a adherirnos a
Dios con todo nuestro corazón y
con todo nuestro ser. El Espíritu de
Cristo se convierte en la fuerza de
nuestra oración «débil», en la luz de
nuestra oración «apagada», en el
fuego de nuestra oración «árida»,
dándonos la verdadera libertad interior, enseñándonos a vivir afrontando las pruebas de la existencia, con
la certeza de que no estamos solos,
abriéndonos a los horizontes de la
humanidad y de la creación «que gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,
22). Gracias.
Descargar