Número suelto € 1,00. Número atrasado € 2,00 L’OSSERVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL Unicuique suum Año XLIV, número 21 (2.264) Benedicto XVI EN LENGUA ESPAÑOLA Non praevalebunt Ciudad del Vaticano 20 de mayo de 2012 visita Arezzo y Sansepolcro, pero el mal tiempo le impide realizar la etapa prevista en La Verna Solidaridad con los más necesitados Sólo la renovación espiritual y ética puede llevar a una auténtica mejora de la vida social y civil Arezzo y Sansepolcro —dos comunidades que a lo largo de los siglos han encarnado el modelo de la «ciudad del hombre» construida a imagen de la «Ciudad de Dios»— acogieron el domingo 13 de mayo a Benedicto XVI en su primera visita a tierra toscana. Una visita que tenía programada también una etapa en el santuario franciscano de La Verna, anulada en el último momento a causa del mal tiempo. A los fieles de la archidiócesis aretina el Papa les encomendó de nuevo la «preciosa herencia» de una Iglesia que a lo largo de la historia se ha distinguido «por el sentido de libertad y la capacidad de diálogo entre componentes sociales diversos». Su «obra pacificadora llevada a cabo dentro de la sociedad para el bien común» testimonia, según el Pontífice, que aún hoy es posible traducir el ideal cristiano en el amor a todos, en la atención a los débiles, en el respeto de la dignidad de cada uno. Tarea más urgente que nunca ante una crisis que —recordó durante la misa en Arezzo— requiere la superación de visiones ma- Palabras más fuertes que el mal tiempo Se interpretaron el «Stabat Mater» y el «Te Deum» de Verdi, y el «Magníficat» de Vivaldi La solemne celebración anima a sacerdotes y fieles a redescubrir y profundizar aquella fe de la que esa espléndida catedral se yergue como testigo de piedra Las palabras de Benedicto XVI han sido más fuertes que el mal tiempo que le impidió volver a La Verna, memoria de la mística franciscana, donde tenía programada una reflexión sobre las raíces del vivir cristiano que, cuando a los católicos se les pide el compromiso en la ciudad secular, hoy afligida por crisis y desaliento, explican su alma. Arezzo y Sansepolcro, las dos etapas que se mantuvieron del 27° viaje apostólico en Italia, con La Verna al final inalcanzable a causa de la densa niebla, sólo aparentemente separadas entre sí, en realidad han constituido un itinerario sobre el porqué y el cómo ser cristianos al servicio del bien común en la sociedad. Para serlo de verdad —es el mensaje del Pontífice— es necesario subir espiritualmente a La Verna, escuchar la voz de Dios, y luego bajar del monte, transformados y dispuestos a servir no a los propios intereses, sino a las necesidades de los demás, especialmente de los más pobres y menesterosos. Sin embargo —advierte—, hacer el bien a todos, promover «ciudades de rostro cada vez más humano» no se logra «con lógicas puramente materialistas». Hace falta siempre, y especialmente en la actualidad, un impulso ético. Ni siquiera los creyentes pueden lograrlo si sólo dicen palabras, o hacen el bien sin configurar su vida con Cristo, a ejemplo de san Francisco. El corazón de la experiencia de La Verna está, de hecho, en seguir a Cristo tratando de imitarlo y de configurarse con él. Benedicto XVI quiso narrar la historia de los fundadores de Sansepolcro que, al volver de Jerusalén, pensaron en un modelo de ciudad en la que los discípulos de Jesús estaban llamados a ser el motor de la sociedad y de la paz, a través de la práctica de la justicia. Objetivo posible con una condición: mantener el ojo y el corazón fijos en Dios que no aliena de la vida diaria, propia de la humanidad, sino que la orienta y la hace vivir de modo aún más intenso. Dios no quiere quedar confinado PÁGINA 2 PÁGINA 5 SIGUE EN LA PÁGINA 11 terialistas con atención y solidaridad hacia los más necesitados. Sin caer en la «tentación del desaliento» —dijo en el Regina caeli— sino perseverando en el camino de la «renovación espiritual y ética, la única que puede llevar a una auténtica mejora de la vida social y civil». PÁGINAS 6-9 El Papa a los directores nacionales de las Obras misionales pontificias El mensaje de Cristo es profecía y liberación El mensaje de Cristo no puede acomodarse a la lógica del mundo «porque es profecía y liberación, es semilla de una humanidad nueva que crece y sólo al final de los tiempos tendrá su plena realización». Así subrayó Benedicto XVI el sentido profundo de la evangelización, hablando a los directores nacionales de las Obras misionales pontificias. PÁGINA 3 Palabras de Benedicto XVI al final del concierto que le ofreció el presidente de la República italiana con ocasión de su VII aniversario de pontificado Signo del vínculo entre el Papa e Italia Carta del Pontífice con ocasión del milenario de la catedral de Bamberg Impulsados hacia el cielo L’OSSERVATORE ROMANO página 2 Palabras de Benedicto XVI domingo 20 de mayo de 2012, número 21 al final del concierto ofrecido en su honor por el presidente de la República italiana Signo del vínculo entre el Papa e Italia El viernes 11 de mayo, por la tarde, el presidente de Italia, Giorgio Napolitano, ofreció a Benedicto XVI, en el aula Pablo VI, un concierto de música sacra con ocasión de su VII aniversario de pontificado. La orquesta y el coro del Teatro de la Ópera de Roma, dirigidos por el maestro Riccardo Muti, interpretaron el «Stabat Mater» y el «Te Deum» de Giuseppe Verdi, y el «Magníficat» de Antonio Vivaldi. Estuvieron presentes numerosas autoridades civiles, entre ellas el presidente del Consejo de ministros, senador Mario Monti, y el alcalde de Roma, Gianni Alemanno; treinta y dos cardenales, numerosos arzobispos, obispos y prelados de la Curia romana. El presidente Napolitano regaló al Papa un violín y una valiosa partitura de la misa solemne de Zimmerman, de mediados del siglo XIX. El Pontífice hizo entrega al maestro Muti de una condecoración: la Gran Cruz de San Gregorio Magno. Señor presidente de la República, señores cardenales, honorables ministros y autoridades, venerados hermanos en el episcopado y en el presbiterado, amables señores y señoras: Un afectuoso y deferente saludo al presidente de la República italiana, honorable Giorgio Napolitano, y a su amable esposa, al cual uno mi sincero agradecimiento por sus cordiales palabras, por el regalo de un violín y de una valiosa partitura, y por este concierto de música sacra de dos grandes autores italianos. Son signos que manifiestan, una vez más, el vínculo entre el Sucesor de Pedro y esta querida nación. Un saludo al presidente del Consejo, senador Mario Monti, y a todas las autoridades. Un sincero agradecimiento a la orquesta y al coro del Teatro de la Ópera de Roma, a las dos sopranos y, sobre todo, al maestro Riccardo Muti por la intensa interpretación y ejecución. Es conocida la sensibilidad del maestro Muti por la música sacra, así como su compromiso para que se conozca más este rico repertorio que expresa con música la fe de la Iglesia. También por este motivo me alegra concederle una condecoración pontificia. Expreso mi gratitud al ayuntamiento de Cremona, al Centro de musicología Walter Stauffer y a la Fundación Antonio Stradivari-La Triennale por haber puesto a disposición de las primeras partes de la orquesta algunos antiguos y valiosos instrumentos de sus propias colecciones. Antonio Vivaldi es un gran exponente de la tradición musical veneciana. ¿Quién no conoce al menos sus Cuatro Estaciones? Pero sigue siendo aún poco conocida su producción sacra, que ocupa un lugar significativo en su obra y es de gran valor, sobre todo porque expresa su fe. El Magníficat que hemos escuchado es el canto de alabanza de María y de todos los humildes de corazón, que reconocen y celebran con alegría y gratitud la acción de Dios en su vida y en la historia; de Dios, que tiene un «estilo» distinto del hombre, porque siempre toma partido por los últimos, para darles esperanza. Y la música de Vivaldi expresa la alabanza, el júbilo, la acción de gracias y también la admiración ante la obra de Dios, con una extraordinaria riqueza de sentimientos: desde el solemne coral al inicio, en el que toda la Iglesia alaba al Señor, pasando por el brioso «Et exultavit», hasta el bellísimo momento coral del «Et mi- sericordia», en el que se detiene con audaces armonías, ricas en modulaciones improvisas, para invitarnos a meditar en la misericordia de Dios, que es fiel y se extiende de generación en generación. Con las dos piezas sacras de Giuseppe Verdi, que hemos escuchado, el registro cambia: nos hallamos ante el dolor de María al pie de la cruz: Stabat Mater dolorosa. El gran operista italiano, como había indagado y expresado el drama de numerosos personajes en sus obras, aquí esboza el de la Virgen, que contempla a su Hijo en la cruz. La música se hace esencial, casi se «aferra» a las palabras para expresar del modo más in- L’OSSERVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL Unicuique suum EN LENGUA ESPAÑOLA Non praevalebunt 00120 Ciudad del Vaticano [email protected] TIPO GRAFIA http://www.osservatoreromano.va VATICANA EDITRICE «L’OSSERVATORE ROMANO» tenso posible su contenido, en una gran gama de sentimientos. Basta pensar en el doloroso sentido de «piedad» con el que comienza la Secuencia, en el dramático «Pro peccatis suae gentis», en el susurrado «dum emisit spiritum» y en las invocaciones corales llenas de emoción, pero también de serenidad, dirigidas a María, «fons amoris», a fin de que podamos participar en su dolor materno y nuestro corazón arda de amor a Cristo, hasta llegar a la estrofa final, súplica intensa y fuerte a Dios para que al alma se le otorgue la gloria del paraíso, aspiración última de la humanidad. GIOVANNI MARIA VIAN Redacción Carlo Di Cicco via del Pellegrino, 00120 Ciudad del Vaticano teléfono 39 06 698 99410 fax 39 06 698 81412 Arturo Gutiérrez L.C. Servicio fotográfico [email protected] director subdirector encargado de la edición Marta Lago vice encargado don Sergio Pellini S.D.B. director general Publicidad: Il Sole 24 Ore S.p.A, System Comunicazione Pubblicitaria Via Monte Rosa, 91, 20149 Milano [email protected] También el Te Deum es una sucesión de contrastes, pero la atención de Verdi por el texto sacro es minuciosa y hace una lectura diversa de la tradición. No ve tanto el canto de las victorias o de las coronaciones, sino —como escribe— una sucesión de situaciones: el júbilo inicial, «Te Deum», «Sanctus»; la contemplación del Cristo encarnado, que libera y abre el reino de los cielos; la invocación al «Judex venturus» para que tenga misericordia; y, al final, el grito repetido por la soprano y el coro «In te, Domine speravi», con que se concluye el pasaje, casi una súplica del mismo Verdi para tener esperanza y luz en el último tramo de la vida (cf. Giuseppe Verdi, Carta a Giovanni Tebaldini, 1 de marzo de 1896). Esta tarde hemos escuchado las dos últimas piezas escritas por el compositor, no destinadas a la publicación, sino escritas sólo para sí mismo; más aún, habría querido que lo enterraran con la partitura del Te Deum. Queridos amigos, deseo que esta noche repitamos a Dios, con fe: En ti, Señor, pongo con alegría mi esperanza; haz que te ame como tu santa Madre, para que a mi alma, al final del camino, se le otorgue la gloria del paraíso. Renuevo mi agradecimiento al señor presidente de la República italiana, a las solistas, a los conjuntos del Teatro de la Ópera de Roma, al maestro Muti, a los organizadores y a todos los presentes. Que el Señor os bendiga a vosotros y a vuestros seres queridos. Gracias de corazón. Tarifas de suscripción: Italia - Vaticano: € 58.00; Europa (España + IVA): € 100.00 - $ 148.00; América Latina, África, Asia: € 110.00 - $ 160.00; América del Norte, Oceanía: € 162.00 - $ 240.00. Administración: 00120 Ciudad del Vaticano, teléfono + 39 06 698 99 480, fax + 39 06 698 85 164, e-mail: [email protected]. En México: Arquidiócesis primada de México. Dirección de Comunicación Social. San Juan de Dios, 222-C. Col. Villa Lázaro Cárdenas. CP 14370. Del. Tlalpan. México, D.F.; teléfono + 52 55 5594 11 25, + 52 55 5518 40 99; e-mail: [email protected], [email protected]. En Argentina: Arzobispado de Mercedes-Luján; calle 24, 735, 6600 Mercedes (B), Argentina; teléfono y fax + 2324 428 102/432 412; e-mail: [email protected]. En Perú: Editorial salesiana, Avenida Brasil 220, Lima 5, Perú; teléfono + 51 42 357 82; fax + 51 431 67 82; e-mail: [email protected]. número 21, domingo 20 de mayo de 2012 L’OSSERVATORE ROMANO página 3 Audiencia del Papa a los directores nacionales de las Obras misionales pontificias El mensaje de Cristo es profecía y liberación Hoy como ayer, la misión tiene carácter de urgencia y «en estos tiempos impulsa a la Iglesia a avanzar con más agilidad por los caminos del mundo, para llevar al hombre al conocimiento de Cristo», aunque ello implique dificultades y sufrimiento. Lo dijo el Papa a los directores nacionales de las Obras misionales pontificias, el viernes 11 de mayo, por la mañana, en la sala Clementina. Señor cardenal, venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, queridos hermanos y hermanas: Os dirijo a todos mi cordial saludo, comenzando por el señor cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la evangelización de los pueblos, a quien agradezco sus amables palabras y las informaciones sobre la actividad de las Obras misionales pontificias. Extiendo mi saludo y mi agradecimiento al secretario monseñor Savio Hon TaiFai; al secretario adjunto monseñor Pergiuseppe Vacchelli, presidente de las Obras misionales pontificias; a los directores nacionales y a todos los colaboradores, así como a quienes prestan su generoso servicio en el dicasterio. Mi pensamiento, como el vuestro, se dirige en este momento al padre Massimo Cenci, subsecretario, que acaba de fallecer improvisamente. Que el Señor lo recompense por todo el trabajo que realizó en misión y al servicio de la Santa Sede. El encuentro de hoy se realiza en el contexto de la Asamblea anual del Consejo superior de las Obras misionales pontificias, al que está confiada la cooperación misionera de todas las Iglesias del mundo. La evangelización, que siempre tiene un carácter de urgencia, en estos tiempos impulsa a la Iglesia a obrar con un paso aún más ágil por las sendas del mundo, para llevar a todos los hombres a conocer a Cristo. De hecho, solamente en la verdad, que es Cristo mismo, la huma- nidad puede descubrir el sentido de la existencia, encontrar la salvación y crecer en la justicia y en la paz. Todos los hombres y todos los pueblos tienen derecho a recibir el Evangelio de la verdad. En esta perspectiva asume un significado particular vuestro compromiso de celebrar el Año de la fe, ya cercano, para reforzar el empeño de difusión del reino de Dios y del conocimiento de la fe cristiana. Esto exige de parte de quienes ya encontraron a Jesucristo «una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo» (Carta ap. Porta fidei, 6). En efecto, las comunidades cristianas «necesitan escuchar de nuevo la voz del Esposo que las invita a la conversión, las impulsa a intentar cosas nuevas y las llama a comprometerse en la gran obra de la nueva evangelización». (Juan Pablo II, Ex. ap. postsin. Ecclesia in Europa, 23). Jesús, el Verbo encarnado, siempre es el centro del anuncio, el punto de referencia para el seguimiento y para la metodología misma de la misión evangelizadora, porque él es el rostro humano de Dios que quiere encontrarse con cada hombre y cada mujer para hacerlos entrar en comunión con él, en su amor. Recorrer las sendas del mundo para proclamar el Evangelio a todos los pueblos de la tierra y guiarlos al encuentro con el Señor (cf. Cart. ap. Porta fidei, 7), exige, por tanto, que el anunciador tenga una relación personal y cotidiana con Cristo, que lo conozca y lo ame profundamente. La misión hoy necesita renovar la confianza en la acción de Dios; necesita una oración más intensa para que venga su reino, para que se haga su voluntad en la tierra como en el cielo. Es necesario invocar luz y fuerza del Espíritu Santo, y comprometerse con decisión y generosidad para inaugurar, en cierto sentido, «una nueva época de anuncio del Evangelio (...) no sólo porque, después de dos mil años, gran parte de la familia humana aún no reconoce a Cristo, sino también porque la situación en que la Iglesia y el mundo se encuentran (...) plantea particulares desafíos a la fe religiosa» (Juan Pablo II, Exhort. ap. postsin. Ecclesia in Asia, 29). Por eso, me alegra alentar el proyecto de la Congregación para la evangelización de los pueblos y de las Obras misionales pontificas, en apoyo al Año de la fe. Ese proyecto prevé una campaña mundial que, a través de la oración del santo rosario, acompañe la obra de evangelización en el mundo y, para muchos bautizados, el redescubrimiento y la profundización de la fe. Queridos amigos, sabéis bien que el anuncio del Evangelio conlleva no pocas veces dificultades y sufrimiento; de hecho, el crecimiento del reino de Dios en el mundo con frecuencia se realiza al precio de la sangre de sus servidores. En esta fase de cambios económicos, culturales y políticos, donde a menudo el ser humano se siente solo, presa de la angustia y la desesperación, los mensajeros del Evangelio, aunque sean anunciadores de esperanza y de paz, siguen siendo perseguidos como su Maestro y Señor. Pero, a pesar de los problemas y la trágica realidad Una red de animación misionera Los 117 directores nacionales de las Obras misionales pontificias, reunidos en Roma en asamblea general, forman, en cierta manera, una red como la que Jesús invitó a Pedro y los discípulos a arrojar al mar (cf. Lc 5, 4 y Jn 21, 11). Lo afirmó el cardenal Fernando Filoni en sus palabras de saludo al Papa al inicio de la audiencia, explicando que, con su actividad de asistencia y animación misionera, son un instrumento indispensable para el progreso de la misión «ad gentes». Son cooperadores del ministerio petrino, poniendo al servicio del anuncio del Evangelio todo el entusiasmo de que son capaces, su espíritu de iniciativa y la riqueza de dones de su corazón misionero. El purpurado ofreció a continuación al Santo Padre como regalo especial el compromiso común de las Obras misionales pontificias de sostener el «Año de la fe» con una campaña de oración por la evangelización del mundo, en la que «todos nos esforzaremos por sensibilizar y exhortar, a quienes lo deseen, a participar en la iniciativa con el rezo del santo rosario diario, acogiendo la invitación de María que, en Caná de Galilea, pidió a los servidores: “Haced lo que él os diga” (Jn 2, 5). Estamos seguros de que el Señor no permitirá que falte a su Iglesia el vino bueno de la fe». El propio cardenal Filoni, en el discurso de apertura de la asamblea, se había referido explícitamente a la iniciativa del «Año de la fe», que «se presenta como una gracia y una oportunidad para autentificar nuestro servicio y ampliar en cantidad y calidad la cooperación misionera». En este Año —prosiguió— es fundamental una auténtica y renovada conversión al Señor, para proclamar su Evangelio de modo creíble. El prefecto de la Congregación para la evangelización de los pueblos reafirmó, asimismo, que es preciso inaugurar «una nueva época de evangelización, con nuevo ardor, entusiasmo y método», teniendo en cuenta «la apostasía o la indiferencia de numerosos bautizados frente a Dios». Y manifestó su esperanza de que la próxima Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos sobre la nueva evangelización profundizará la naturaleza y los objetivos de la misión. de la persecución, la Iglesia no se desalienta, permanece fiel al mandato de su Señor, consciente de que «como siempre en la historia cristiana, los mártires, es decir, los testigos, son numerosos e indispensables para el camino del Evangelio» (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 45). El mensaje de Cristo, hoy como ayer, no puede acomodarse a la lógica de este mundo, porque es profecía y liberación, es semilla de una humanidad nueva que crece, y solamente al final de los tiempos tendrá su plena realización. A vosotros se os ha confiado de manera especial la tarea de sostener a los ministros del Evangelio, ayudándoles a «conservar la alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas» (Pablo VI, Exhort. ap. Evangeli nuntiandi, 80). Vuestro peculiar compromiso consiste también en mantener viva la vocación misionera de todos los discípulos de Cristo, de manera que cada uno, según el carisma recibido del Espíritu Santo, pueda tomar parte en la misión universal que el Resucitado confió a su Iglesia. Vuestra obra de animación y formación misionera forma parte del alma de la solicitud pastoral, porque la missio ad gentes constituye el paradigma de toda la acción apostólica de la Iglesia. Sed cada vez más expresión visible y concreta de la comunión de personas y de medios entre las Iglesias, que, como vasos comunicantes, viven la misma vocación y tensión misionera, y en cada rincón de la tierra trabajan para sembrar el Verbo de Verdad en todos los pueblos y las culturas. Estoy seguro de que seguiréis esforzándoos para que las Iglesias locales asuman, cada vez más generosamente, su parte de responsabilidad en la misión universal de la Iglesia. Que la Virgen santísima, Reina de las misiones, os acompañe en este servicio y sostenga cada uno de vuestros esfuerzos para promover la conciencia y la colaboración misionera. Con este deseo, que tengo siempre presente en mi oración, os manifiesto mi agradecimiento a vosotros y a todos los que cooperan en la causa de la evangelización, y de corazón imparto a cada uno la bendición apostólica. L’OSSERVATORE ROMANO página 4 domingo 20 de mayo de 2012, número 21 C0ngregación para las causas de los santos Promulgación de decretos El jueves 10 de mayo de 2012, el Santo Padre Benedicto XVI recibió en audiencia privada al cardenal Angelo Amato, S.D.B., prefecto de la Congregación para las causas de los santos. Durante la audiencia Su Santidad extendió a la Iglesia universal el culto litúrgico en honor de santa HILDEGARDA DE BINGEN, monja profesa de la Orden de San Benito; nació en Bermersheim (Alemania) en 1098 y murió en Rupertsberg (Alemania) el 17 de septiembre de 1179, inscribiéndola en el catálogo de los santos. Durante el curso de la misma audiencia el Sumo Pontífice autorizó a la Congregación a promulgar los siguientes decretos: —un milagro atribuido a la intercesión del venerable siervo de Dios TOMÁS DE OLERA (en el siglo: Tommaso Acerbis), laico profeso de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos; nació en Olera (Italia) a finales de 1563 y murió en Innsbruck (Austria) el 3 de mayo de 1631; —un milagro atribuido a la intercesión de la venerable sierva de Dios MARIA TRONCATTI, religiosa profesa de la congregación de las Hijas de María Auxiliadora; nació en Córteno Golgi (Italia) el 16 de febrero de 1883 y murió en Sucúa (Ecuador) el 25 de agosto de 1969; —el martirio de los siervos de Dios FEDERICO BACHSTEIN y 13 compañeros, de la Orden de los Frailes Menores, asesinados, por odio a la fe, en Praga (República Checa) el 15 de febrero de 1611; —el martirio de los siervos de Dios RAIMUND O CASTAÑO GONZÁLEZ Y JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ SOLÍS, sacerdotes profesos de la Orden de los Frailes Predicadores, asesinados, por odio a la fe, en Bilbao (España) el 2 de octubre de 1936; —el martirio de los siervos de Dios JAIME PUIG MIROSA y 18 compañeros, de la congregación de los Hijos de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, así como de SEBASTIÁN LLORENS TELARRO- JA, laico, asesinados, por odio a la fe, en diversas localidades de España, entre los años 1936 y 1937; diciembre de 1882 y murió en Boran-sur-Oise (Francia) el 19 de julio de 1951; —el martirio del siervo de Dios OD OARD O FOlaico; nació en Carpi (Italia) el 6 de junio de 1907 y fue asesinado, por odio a la fe, en Hersbruck (Alemania) el 27 de diciembre de 1944; —las virtudes heroicas de la sierva de Dios MAJOSEFA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO (en el siglo: María Josefa Recio Martín), fundadora de la congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús; nació en Granada (España) el 19 de marzo de 1846 y murió en Ciempozuelos (España) el 30 de octubre de 1883; CHERINI, —las virtudes heroicas del siervo de Dios RAFDELLE NO CCHE, obispo de Tricárico, fundador de las Hermanas Discípulas de Jesús Eucarístico; nació en Marano de Nápoles (Italia) el 19 de abril de 1877 y murió en Tricárico (Italia) el 25 de noviembre de 1960; FAELLO —las virtudes heroicas del siervo de Dios FEDEIRENEO BARAGA, primer obispo de Marquette; nació en Villa Malavas (actualmente Eslovenia) el 28 de junio de 1797 y murió en Marquette (Estados Unidos) el 19 de enero de 1868; RICO RÍA —las virtudes heroicas de la sierva de Dios MITERESA DEMJANOVICH, religiosa profesa de la congregación de las Hermanas de la Caridad de Santa Isabel; nació en Bayona (Estados Unidos) el 26 de marzo de 1901 y murió en Elizabeth (Estados Unidos) el 8 de mayo de 1927; RIAM —las virtudes heroicas de la sierva de Dios EMIENGEL, del instituto secular de las Hermanas de María de Schönstatt; nació en Husten (Alemania) el 6 de febrero de 1893 y murió en KoblenzMetternich (Alemania) el 20 de noviembre de 1955; LIE —las virtudes heroicas del siervo de Dios PASUVA, sacerdote diocesano, fundador de la congregación de las Hermanas Siervas de la Divina Providencia; nació en Bisceglie (Italia) el 10 de agosto de 1883 y murió allí el 13 de septiembre de 1955; QUALE —las virtudes heroicas del siervo de Dios BALMANUEL PARDAL VIDAL, sacerdote diocesano, fundador del instituto secular de las Hijas de la Natividad de María; nació en Santa Cristina de Fecha (España) el 18 de agosto de 1886 y murió en La Coruña (España) el 3 de marzo de 1963; TASAR —las virtudes heroicas del siervo de Dios FRANDI PAOLA VICTOR, sacerdote diocesano; nació en Campanha (Brasil) el 12 de abril de 1827 y murió en Três Pontas (Brasil) el 23 de septiembre de 1905; CISCO —las virtudes heroicas del siervo de Dios JACSEVIN, sacerdote profeso de la Compañía de Jesús, fundador de los Scouts de France Catholiques y de la congregación de las Religiosas de la Santa Cruz de Jerusalén; nació en Lille (Francia) el 7 de QUES —las virtudes heroicas de la sierva de Dios RAAMBROSINI, laica; nació en Venticano (Italia) el 2 de julio de 1925 y murió en Roma el 10 de marzo de 1941; CHELE —las virtudes heroicas de la sierva de Dios MABOLO GNESI, laica; nació en Bosaro (Italia) el 21 de octubre de 1924 y murió en Rovigo (Italia) el 30 de enero de 1980. RIA Por último, el 14 de marzo de 2012 el Sumo Pontífice autorizó a la Congregación para las causas de los santos a promulgar el decreto referido a las virtudes heroicas del siervo de Dios FÉLIX FRANCISCO JOSÉ MARÍA DE LA CONCEPCIÓN VARELA MORALES, sacerdote diocesano; nació en La Habana (Cuba) el 20 de noviembre de 1788 y murió en San Agustín (Estados Unidos) el 25 de febrero de 1853. La canonización equivalente de Hildegarda de Bingen Una gran intelectual LUCETTA SCARAFFIA Hildegarda de Bingen ha sido finalmente proclamada santa por la Iglesia después de siglos en que, desde el momento de su muerte, ha sido venerada como santa, especialmente en el seno de la Orden benedictina, a la que pertenecía. Su figura majestuosa y compleja destaca en el panorama de un siglo tormentoso como fue el XII, donde su sabia y profética presencia desempeña un papel de gran importancia, ciertamente inédito para una mujer. Monja, abadesa y fundadora de dos nuevos monasterios, después dirigidos por ella misma con mano firme, desde pequeña experimenta visiones místicas, tiene el valor de hacer públicas sus visiones proféticas —escribirá al emperador Federico Barbarroja: «Te comportas como un niño»— y de escribir, además de libros de mística y teología, textos de medicina y de análisis de los fenómenos naturales, del cosmos y del ser humano, proponiendo nuevas soluciones e intuiciones inéditas. Con la certeza de ser portadora del mensaje divino, se dedica también a la predicación, recorriendo varias regiones de Alemania y hablando hasta en las iglesias. Incita a los Papas a la reforma, criticándoles incluso con dureza, explicando que el Espíritu Santo hablaba a través de ella —una mujer— porque la Iglesia, dirigida por hombres, había traicionado en muchos aspectos su naturaleza y su misión. En su visión profética, realidad humana y realidad divina son una misma realidad, garantizada por el amor, que la mujer sabe encarnar. Ella ve y describe a Dios como una «luz viviente», una luz que también forma parte del ser humano: ella misma se define «sombra de la luz viviente». Por tanto, no debe sorprender que la historiografía y la teología feministas se hayan dedicado con mucho empeño a redescubrir este personaje, y que los CD de su música —Hildegarda también era un buena compositora de música sacra— se encuentren en las librerías feministas de medio mundo y no sólo en las religiosas. La mística renana es la prueba de que en el seno de la cultura cristiana era posible para una mujer —evidentemente excepcional— producir alta cultura y hacerse escuchar por los poderosos. En las reflexiones dedicadas a las figuras femeninas del Medievo Benedicto XVI quiso reservarle dos catequesis, y se inspiró en Hildegarda para declarar que «la teología puede recibir una contribución peculiar de las mujeres, porque son capaces de hablar de Dios y de los misterios de la fe con su peculiar inteligencia y sensibilidad» (L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 12 de septiembre de 2010, p. 12). La canonización por equivalencia proclamada por Benedicto XVI llega, por tanto, para confirmar la relevancia que el Papa atribuye a esta mujer, la cual unió a las cualidades de mística las características de verdadera intelectual de su tiempo. Tan excepcional que para volver a encontrar una figura tan rica desde el punto de vis- Hildegarda de Bingen (1240, miniatura del «Libro de las obras divinas») ta intelectual —dejando a un lado obviamente a las dos grandes Teresas, maestras del discurso místico— debemos llegar a otra santa alemana, Edith Stein. número 21, domingo 20 de mayo de 2012 L’OSSERVATORE ROMANO página 5 Carta del Pontífice con ocasión del milenario de la catedral de Bamberg Impulsados hacia el cielo Con ocasión del milenario de la catedral de Bamberg (Alemania), el Papa envió al arzobispo Ludwig Schick la siguiente carta: A mi venerado hermano LUDWIG SCHICK arzobispo de Bamberg He sabido con alegría que la archidiócesis de Bamberg celebra en estos días el milenario de su catedral imperial. De buen grado me uno en la alegría festiva a usted, excelencia, al reverendísimo obispo auxiliar, a los sacerdotes, a los diáconos y a los religiosos, así como a todos los fieles, y os expreso a todos mis mejores deseos de bendición. En el sobresaliente edificio de la catedral de Bamberg, potencia y belleza se unen en un extraordinario testimonio de aquella fe de cuyo espíritu y fuerza nació esta sublime casa de Dios. La solemne celebración del milenario de su consagración, en la que participo íntimamente, puede llegar a ser para la archidiócesis de Bamberg el preludio del Año de la fe que proclamé para toda la Iglesia. Puede animaros a todos vosotros, sacerdotes y fieles, a redescubrir y profundizar aquella fe de la que vuestra espléndida catedral se yergue como testigo de piedra en el centro de la ciudad episcopal y de la Franconia. Por tanto, deseo invitaros a realizar mentalmente una «visita» a esa casa de Dios y a escuchar el mensaje que ella misma, aun sin usar palabras, nos anuncia de modo impresionante. Lo que distingue a la catedral de todas las demás iglesias es la cátedra del obispo, situada en posición destacada. Por eso la llamamos catedral. La cátedra no es un trono, sino un púlpito para la enseñanza. De ella se difunde la palabra del obispo. Y los obispos, como sucesores de los Apóstoles, han sido instituidos por Dios, como enseña el concilio Vaticano II: «El que los escucha, escucha a Cristo; el que, en cambio, los desprecia, desprecia a Cristo y al que lo envió» (Lumen gentium, 20). El obispo, como maestro de la verdad católica, es garante de la unidad de la diócesis, de sus sacerdotes y de sus fieles, y esto sólo en sintonía con la comunidad de fe de la Iglesia universal, que abraza el espacio y el tiempo. Prosiguiendo, nos encontramos ante el altar. Es el centro de la catedral. El altar es el lugar sagrado donde se ofrece el sacrificio eucarístico, donde la pasión, la muerte y la resurrección se hacen presentes cada día de nuevo. «Yo estoy con voso- tros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 20), prometió Jesús. Con intensidad única, la Iglesia se alegra de esta presencia en la Eucaristía, «fuente y culmen de toda la vida cristiana» (Lumen gentium, 11). Dicha fuente brota de este altar, y su flujo vivificante se derrama desde ahí en toda la diócesis. Además, ante este altar el obispo impone las manos a los jóvenes a quienes envía como sacerdotes a las comunidades. Allí se consagran los óleos sagrados —el del Crisma, el de los catecúmenos y el de los enfermos—, con los cuales se administran los santos sacramentos en toda la archidiócesis. En verdad, este altar es el corazón de toda la archidiócesis. Aquí se nos revela la verdadera naturaleza escondida de la Iglesia. Aun constituyendo una comunidad compuesta por personas, es al mismo tiempo un misterio divino. Cuerpo de Cristo, casa de Dios, así la llama la Sagrada Escritura. La Iglesia de Jesucristo no es simplemente un grupo de intereses, una empresa co- mún, en una palabra, una forma de sociedad humana que, por tanto, podría estar formada y guiada según reglas seculares, políticas, con medios temporales. Quien es llamado al servicio de la Iglesia no es un funcionario de la comunidad, sino que recibe el encargo y el mandato de Jesucristo, la Cabeza de su Cuerpo místico. Es Cristo mismo quien une a los fieles en una unidad llena de vida. Nos detenemos luego ante el extraordinario monumento fúnebre de los santos Enrique y Cunegunda, realizado por Riemenschneider. Fueron cristianos ejemplares que por los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y el Matrimonio recibieron el mandato y la misión al servicio del reino de Dios en el mundo. En esta pareja de reyes santos podéis reconocer, queridos hermanos y hermanas, lo que significa vivir como cristianos en el mundo y plasmarlo según el espíritu de Cristo. La tumba de la pareja imperial, así como la del rey Conrado III, os impulsan a La catedral imperial de Bamberg La catedral imperial de Bamberg, dedicada a San Pedro y San Jorge, es uno de los monumentos arquitectónicos más conocidos de Alemania. Fue fundada en 1004 por el emperador Enrique II y finalizada el 6 de mayo de 1012. En 1081 fue destruida parcialmente por el fuego. La nueva catedral, construida por san Otón de Bamberg, se consagró en 1111, y en el siglo XIII recibió su forma románica tardía, tal y como se puede ver hoy con cuatro torres imponentes. Pertenece al estilo de transición románico-gótico, que se caracteriza por la presencia de dos ábsides encontrados. El más antiguo, al este, ocupa una posición elevada y está adornado con una fina balaustrada y cornisas. El otro, al oeste, es de estilo gótico puro. Ambos presbiterios están flanqueados por cuatro esbeltas torres. Delante de la Domplatz, la Portada de los Príncipes, la más bella de la catedral, cuenta con una figura escultórica que representa a los profetas, cargando sobre sus espaldas a los apóstoles. Bajo el presbiterio oriental hay una gran cripta de tres naves. Debajo del presbiterio occidental se halla otra cripta realizada en tiempos del emperador Enrique II, que sirve de sepultura a los arzobispos de Bamberg. En ella se encuentran la lápida sepulcral de Enrique II el Santo y de su esposa Cunegunda de Luxemburgo, ricamente adornada con santos y escenas profanas —obra de Tilman Riemenschneider—, así como la del rey Conrado III y la del Papa Clemente II, quien incluso después de su elección como sucesor de Pedro quiso seguir siendo obispo de Bamberg. anunciar la Palabra del Evangelio en la familia, en la profesión, en la sociedad, en la economía y en la cultura, y a forjar las realidades terrenas según su espíritu. Por último, vuestra catedral custodia la tumba del Papa Clemente II, quien incluso después de su elección como sucesor de Pedro quiso seguir siendo obispo de Bamberg, dando así una notable prueba de la unidad de Bamberg con Roma. También esta tumba nos transmite un mensaje. Es un eco de las palabras que en cierta ocasión el Señor dijo a Pedro y, a través de su persona, a todos sus sucesores: Pedro, «sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará» (Mt 16, 18). Estas palabras recuerdan que vuestra archidiócesis de Bamberg está construida sobre esta piedra. En estrecha comunión con el Sucesor del apóstol Pedro y con la Iglesia universal encontraréis, también en la actual crisis de fe, una certeza de fe y una confianza inquebrantables. La cátedra del obispo, el altar y las tumbas de los patronos de vuestra diócesis, así como las de un Papa y un rey, han transmitido su mensaje en nuestro tiempo. Lo mismo hacen los fuertes muros de la catedral, que custodian estos lugares sagrados. Son muros que han resistido a las tempestades de un milenio. Sobre ellos se han abatido las olas de las ideologías del siglo pasado hostiles a Dios y a los hombres. La casa estaba y sigue estando construida sobre piedra. Por último, están las cuatro altas torres de la catedral imperial, que apuntan hacia el cielo. Indican la meta de la peregrinación terrena de la Iglesia, como dice el lema del jubileo de la catedral: «Al encuentro del cielo». En este sentido, quiera Dios que el jubileo impulse «hacia el cielo» también a la Iglesia de Bamberg, a todos los fieles y a quienes visitan la catedral. Conocer esta casa edificada sobre piedra, queridos hermanos y hermanas, puede reforzaros en la certeza de que el Señor no abandona a su Iglesia, tampoco en el futuro, aunque parezca difícil. En la Iglesia, de la que la catedral milenaria es un símbolo poderoso, también las generaciones futuras de fieles católicos encontrarán la patria del corazón y protección. Que María, Madre de nuestro Señor, a la que llamáis con orgullo y con alegría duquesa de la Franconia, y los santos patronos de la diócesis Enrique y Cunegunda, sigan extendiendo su mano protectora sobre la catedral, sobre la ciudad, sobre la archidiócesis y sobre toda la Franconia. Con este deseo os imparto de corazón a todos la bendición apostólica. Vaticano, 3 de mayo de 2012, fiesta de los Apóstoles Felipe y Santiago L’OSSERVATO número 21, domingo 20 de mayo de 2012 Homilía del Santo Padre en la celebración eucarística presidida en Arezz Atentos y solidarios con los Benedicto XVI celebró la misa con la comunidad de Arezzo el domingo 13 de mayo, por la mañana, en el parque «Il prato», situado detrás de la catedral de la ciudad. A su llegada, en helicóptero, desde el Vaticano le habían dado la bienvenida, en nombre del Gobierno italiano, el presidente del Consejo de Ministros, Mario Monti; el arzobispoobispo de Arezzo-Cortona-Sansepolcro, monseñor Riccardo Fontana; y el nuncio apostólico en Italia, monseñor Adriano Bernardini. En la santa misa concelebraron con el Papa los obispos de Toscana, encabezados por el cardenal Giuseppe Betori, arzobispo de Florencia. Ofrecemos la homilía que pronunció el Santo Padre. Concluida la celebración eucarística, el Pontífice se trasladó en automóvil a la catedral de San Donato para una visita privada. Acogido por los canónigos, el Papa rindió homenaje a la urna del santo patrono y se dirigió a la capilla de la Virgen del Consuelo para adorar el Santísimo Sacramento y venerar la imagen de María. Se hallaban presentes las monjas carmelitas descalzas de Santa Teresa Margarita Redi y dos niños de doce años, cantores del convictorio nacional de Arezzo, que interpretaron para el Papa la alabanza de Francesco Petrarca a María: «Vergine bella che del sol vestita», con música del siglo XVII. Queridos hermanos y hermanas: Es grande mi alegría por poder partir con vosotros el pan de la Palabra de Dios y de la Eucaristía. Os saludo cordialmente a todos y os agradezco la calurosa acogida. Saludo a vuestro pastor, monseñor Riccardo Fontana, al que agradezco las amables palabras de bienvenida; a los demás obispos, a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, a los representantes de las asociaciones y los movimientos eclesiales. Un deferente saludo al alcalde, abogado Giuseppe Fanfani, al que agradezco sus palabras de saludo; al senador Mario Monti, presidente del Consejo de ministros, y a las demás autoridades civiles y militares. Expreso mi agradecimiento de modo especial a quienes han colaborado generosamente para esta visita pastoral. Hoy me acoge una Iglesia antigua, experta en relaciones y benemérita por su compromiso durante siglos para construir la ciudad del hombre a imagen de la ciudad de Dios. Efectivamente, en tierra de Toscana, la comunidad de Arezzo se ha distinguido muchas veces en la historia por el sentido de libertad y la capacidad de diálogo entre componentes sociales diversos. Al venir por primera vez entre vosotros, mi deseo es que la ciudad sepa siempre hacer fructificar esta valiosa herencia. En los siglos pasados la Iglesia que está en Arezzo se enriqueció y animó con múltiples expresiones de la fe cris- En vuestra catedral está sepultado el beato Gregorio X, Papa, como para mostrar, en la diversidad de los tiempos y de las culturas, la continuidad del servicio que la Iglesia de Cristo quiere tiana, entre las cuales la más alta es la prestar al mundo. Sostenido por la luz de los santos. Pienso, en particular, en que venía de las nacientes Órdenes san Donato, vuestro patrono, cuyo tes- mendicantes, de teólogos y santos, entimonio de vida, que fascinó a la cris- tre los cuales santo Tomás de Aquino y tiandad del Medievo, sigue siendo ac- san Buenaventura de Bagnoregio, tual. Fue un evangelizador intrépido, afrontó los grandes problemas de su para que todos se libraran de las cos- tiempo: la reforma de la Iglesia; la retumbres paganas y encontraran en la composición del cisma con el Oriente Palabra de Dios la fuerza para afirmar cristiano, que intentó realizar con el la dignidad de toda persona y el verdaconcilio de Lyon; la atención a Tierra dero sentido de la libertad. A través de su predicación llevó a la unidad, con la Santa; la paz y las relaciones entre los oración y la Eucaristía, a los pueblos de pueblos: él fue el primero en Occidente los que fue obispo. El cáliz roto y re- en tener un intercambio de embajadocompuesto por san Donato, del que res con el Kublai Kan de China. Queridos amigos, la primera lectura habla san Gregorio Magno (cf. Diálogos I, 7, 3), es imagen de la obra pacifi- nos ha presentado un momento importante en el que se manifiesta precisamente la universalidad Sed fermento en la sociedad, del mensaje cristiano y de la Iglesia: san Pesed cristianos presentes, emprendedores y dro, en la casa de coherentes, educando para superar Cornelio, bautizó a los primeros paganos. En lógicas puramente materialistas, que a menudo el Antiguo Testamento caracterizan a nuestro tiempo, y acaban Dios había querido que la bendición del por anublar precisamente el sentido pueblo judío no fuera de la solidaridad y de la caridad exclusiva, sino que se extendiera a todas las cadora llevada a cabo por la Iglesia en naciones. Desde la llamada de Abrahán el seno de la sociedad, para el bien co- había dicho: «En ti serán benditas tomún. Así lo atestigua en favor vuestro das las familias de la tierra» (Gn 12, 3). san Pedro Damián y con él la gran tra- Y así Pedro, inspirado desde lo alto, dición camaldulense que desde hace comprende que «Dios no hace acepmiles de años, partiendo del Casentino, ción de personas, sino que acepta al ofrece su riqueza espiritual a esta Igle- que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea» (Hch 10, 34-35). El sia diocesana y a la Iglesia universal. gesto realizado por Pedro se convierte en imagen de la Iglesia abierta a toda la humanidad. Siguiendo la gran tradición de vuestra Iglesia y de vuestras comunidades, sed testigos auténticos del amor de Dios hacia todos. Pero, ¿cómo podemos nosotros, con nuestra debilidad, llevar este amor? San Juan, en la segunda lectura, nos ha dicho con fuerza que la liberación del pecado y de sus consecuencias no es iniciativa nuestra, sino de Dios. No hemos sido nosotros quienes lo hemos amado a él, sino que es él quien nos ha amado a nosotros y ha tomado sobre sí nuestro pecado y lo ha lavado con la sangre de Cristo. Dios nos ha amado primero y quiere que entremos en su comunión de amor, para colaborar en su obra redentora. En el pasaje del Evangelio ha resonado la invitación del Señor: «Os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca» (Jn 15, 16). Son palabras dirigidas de modo específico a los Apóstoles, pero, en sentido amplio, conciernen a todos los discípulos de Jesús. Toda la Iglesia, todos nosotros hemos sido enviados al mundo para llevar el Evangelio y la salvación. Agradecimiento del Papa Una cultura para el futuro Después de rezar el Regina caeli, el Papa se dirigió al obispado de Arezzo, donde comió con los obispos de Toscana. Seguidamente, asistió —desde la ventana de la curia diocesana— al espectáculo que le ofrecieron los abanderados aretinos. Al final de la representación dijo: Gracias de corazón por esta hermosísima presentación de vuestra gran cultura renacentista, que me ha tocado el corazón. Quien es capaz de hacer presente de un modo tan perfecto la cultura del pasado también es capaz de abrir cultura para el futuro, porque conoce al hombre, ama al hombre, que tiene su grandísima dignidad de ser no sólo hombre, sino imagen de Dios. Y esta dignidad del hombre nos obliga, pero también nos consuela y nos estimula: si somos realmente imagen de Dios, también somos capaces de salir adelante y de superar los problemas del presente y de abrir caminos al nuevo futuro. Gracias de corazón por todo esto. El Señor os bendiga. ORE ROMANO páginas 6/7 o necesitados Pero la iniciativa siempre es de Dios, que llama a los múltiples ministerios, para que cada uno realice su propia parte para el bien común. Llamados al sacerdocio ministerial, a la vida consagrada, a la vida conyugal, al compromiso en el mundo, a todos se les pide que respondan con generosidad al Señor, sostenidos por su Palabra, que nos tranquiliza: «No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido» (ib.). Queridos amigos, conozco el compromiso de vuestra Iglesia para promover la vida cristiana. Sed fermento en la sociedad, sed cristianos presentes, emprendedores y coherentes. La ciudad de Arezzo resume, en su historia plurimilenaria, expresiones significativas de culturas y de valores. Entre los tesoros de vuestra tradición está el orgullo de una identidad cristiana, testimoniada por tantos signos y por devociones arraigadas, como la que tributáis a la Virgen del Consuelo. Esta tierra, donde nacieron grandes personalidades del Renacimiento, desde Petrarca hasta Vasari, ha desempeñado un papel activo en la consolidación de la concepción del hombre que ha influido en la historia de Europa, poniendo énfasis en los valores cristianos. Incluso en tiempos recientes, pertenece al patrimonio ideal de la ciudad lo que algunos entre sus mejores hijos, en la investigación universitaria y en las sedes institucionales, han sabido elaborar sobre el concepto mismo de civitas, declinando el ideal cristiano de la edad comunal en las categorías de nuestro tiempo. En el contexto de la Iglesia en Italia, comprometida en este decenio en el tema de la educación, debemos preguntarnos, sobre todo en la región que es patria del Renacimiento, qué visión del hombre somos capaces de proponer a las nuevas generaciones. La Palabra de Dios que hemos escuchado es una fuerte invitación a vivir el amor de Dios a todos, y la cultura de estas tierras, entre sus valores distintivos, la solidaridad, la atención a los más débiles, el respeto de la dignidad de cada uno. Es muy conocida la acogida, que también en tiempos recientes habéis sabido dar a quienes han venido en busca de libertad y de trabajo. Ser solidarios con los pobres es reconocer el proyecto de Dios Creador, que ha hecho de todos una sola familia. Ciertamente, también vuestra provincia está fuertemente probada por la crisis económica. La complejidad de los problemas hace difícil encontrar las so- luciones más rápidas y eficaces para salir de la situación actual, que afecta de modo especial a los estratos más débiles y preocupa mucho a los jóvenes. La atención a los demás, desde siglos remotos, ha impulsado a la Iglesia a hacerse solidaria concretamente con quienes sufren necesidad, compartiendo recursos, promoviendo estilos de vida Regina caeli al final de la misa Vencer la tentación del desaliento Al final de la misa, antes de rezar la plegaria mariana del Regina caeli, el Santo Padre encomendó en especial a las personas y las familias que se encuentran en situaciones de mayor necesidad, e invitó a reaccionar ante la tentación del desaliento. He aquí sus palabras. Queridos hermanos y hermanas: Al concluir esta celebración litúrgica, la hora de la plegaria mariana nos invita a dirigirnos todos espiritualmente ante la imagen de la Virgen del Consuelo, custodiada en la catedral. Como Madre de la Iglesia, María santísima siempre quiere consolar a sus hijos en los momentos de mayor dificultad y sufrimiento. Y esta ciudad ha experimentado muchas veces su maternal ayuda. Por tanto, también hoy, encomendemos a su intercesión a todas las personas y las familias de vuestra comunidad que se encuentran en situaciones de mayor necesidad. Al mismo tiempo, por intercesión de María, pidamos a Dios el consuelo moral, para que la comunidad de Arezzo, y toda Italia, reaccionen ante la tentación del desaliento y, también con la fuerza de la gran tradición humanística, retomen con decisión la senda de la renovación espiritual y ética, que es la única que puede llevar a una auténtica mejora de la vida social y civil. Cada uno, en esto, puede y debe dar su contribución. ¡Oh María, Virgen del Consuelo, ruega por nosotros! más esenciales, contrastando la cultura de lo efímero, que ha engañado a muchos, produciendo una profunda crisis espiritual. Esta Iglesia diocesana, enriquecida por el testimonio luminoso del Poverello de Asís, debe seguir siendo atenta y solidaria con quienes sufren necesidad, pero debe saber también educar para superar lógicas puramente materialistas, que a menudo caracterizan a nuestro tiempo, y acaban por anublar precisamente el sentido de la solidaridad y de la caridad. Testimoniar el amor de Dios en la atención a los últimos se conjuga también con la defensa de la vida, desde su primer instante hasta su término natural. En vuestra región asegurar a todos dignidad, salud y derechos fundamentales se siente con razón como un bien irrenunciable. La defensa de la familia, a través de leyes justas y capaces de tutelar también a los más débiles, ha de constituir siempre un punto importante para mantener un tejido social sólido y ofrecer perspectivas de esperanza para el futuro. Como en el Medievo los estatutos de vuestras ciudades fueron instrumento para asegurar a muchos los derechos inalienables, así también hoy ha de proseguir el esfuerzo por promover una ciudad de rostro cada vez más humano. En esto la Iglesia ofrece su contribución para que el amor a Dios vaya siempre acompañado por el amor al prójimo. Queridos hermanos y hermanas, proseguid el servicio a Dios y al hombre según la enseñanza de Jesús, el luminoso ejemplo de vuestros santos y la tradición de vuestro pueblo. Que en este compromiso os acompañe y sostenga siempre la materna protección de la Virgen del Consuelo, a la que tanto amáis y veneráis. Amén. L’OSSERVATORE ROMANO página 8 domingo 20 de mayo de 2012, número 21 El discurso del Santo Padre preparado para la visita a La Verna En el monte donde el amor crucificado hiere y arrebata La etapa prevista en La Verna, que el Papa pensaba visitar el domingo 13 de mayo por la tarde, se anuló a causa del mal tiempo. Sin embargo, publicamos el discurso que había preparado el Pontífice para la ocasión. Queridos frailes menores, queridas hijas de la santa madre Clara, queridos hermanos y hermanas: ¡Que el Señor os dé paz! ¡Contemplar la cruz de Cristo! Hemos subido como peregrinos al Sasso Spicco de La Verna donde «dos años antes de su muerte» (Celano, Vida primera, III, 94: FF, 484) san Francisco recibió en su cuerpo los estigmas de la gloriosa pasión de Cristo. Su camino de discípulo lo había llevado a una unión tan profunda con el Señor que compartía incluso sus señales exteriores del acto supremo de amor de la cruz. Un camino iniciado en San Damián ante Cristo crucificado contemplado con la mente y con el corazón. La continua meditación de la cruz, en este lugar santo, ha sido camino de santificación para numerosos cristianos que, a lo largo de ocho siglos, se han arrodillado aquí para orar, en el silencio y en el recogimiento. La cruz gloriosa de Cristo resume el sufrimiento del mundo, pero es sobre todo señal tangible del amor, medida de la bondad de Dios hacia el hombre. En este lugar también nosotros estamos llamados a recuperar la dimensión sobrenatural de la vida, a levantar los ojos de lo que es contingente, para volver a abandonarnos totalmente al Señor, con corazón libre y en perfecta alegría, contemplando al Crucificado para que nos hiera con su amor. «Altísimo, omnipotente, buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición» (Cántico del hermano sol: FF, 263). Sólo dejándose iluminar por la luz del amor de Dios, el hombre y la naturaleza entera pueden ser rescatados; sólo así la belleza puede finalmente reflejar el esplendor del rostro de Cristo, como la luna refleja el sol. Brotando de la cruz gloriosa, la Sangre de Cristo crucificado vuelve a vivificar los huesos secos del Adán que está en nosotros, para que cada uno vuelva a encontrar la alegría de encaminarse hacia la santidad, de subir hacia las alturas, hacia Dios. Desde este lugar bendito, me uno a la oración de todos los franciscanos y las franciscanas de la tierra: «Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos aquí y en todas las iglesias que hay en el mundo, porque con tu santa cruz redimiste al mundo». ¡Arrebatados por el amor de Cristo! No se sube a La Verna sin dejarse guiar por la oración de san Francisco del absorbeat, que reza: «Te suplico, Señor, que la fuerza abrasadora y meliflua de tu amor absorba de tal modo mi mente que la separe de to- En el eremitorio de La Verna una cruz de madera indica el lugar donde san Francisco de Asís recibió el don de los estigmas das las cosas que hay debajo del cielo, para que yo muera por amor de tu amor, ya que por amor de mi amor tú te dignaste morir» (Oración «absorbeat», 1: FF, 277). La contemplación de Cristo crucificado es obra de la mente, pero no logra elevarse hacia lo alto sin el apoyo, sin la fuerza del amor. En este mismo lugar, fray Buenaventura de Bagnoregio, insigne hijo de san Francisco, proyectó su Itinerarium mentis in Deum indicándonos el camino que es preciso recorrer para elevarnos a las cimas donde podemos encontrar a Dios. Este gran Doctor de la Iglesia nos comunica su misma experiencia, invitándonos a la oración. Ante todo, es necesario dirigir la mente a la Pasión del Señor, porque el sacrificio de la cruz es el que borra nuestro pecado, una falta que sólo puede ser colmada por el amor de Dios: «Exhorto al lector —escribe—, ante todo al gemido de la oración a Cristo crucificado, cuya sangre lava las manchas de nuestras culpas» (Itinerarium mentis in Deum, Prol. 4). Pero, para tener eficacia, nuestra oración necesita las lágrimas, es decir, la participación interior, nuestro amor que responda al amor de Dios. Además, es necesaria la admiratio, que san Buenaventura ve en los humildes del Evangelio, capaces de asombro ante la obra salvífica de Cristo. Y precisamente la humildad es la puerta de todas las virtudes. De hecho, no es posible alcanzar a Dios con el orgullo intelectual de la búsqueda encerrada en sí misma, sino con la humildad, según una célebre expresión de san Buenaventura: «[el hombre] no crea que le baste la lectura sin la unción, la especulación sin la devoción, la búsqueda sin la admiración, la consideración sin el júbilo, la diligencia sin la piedad, la ciencia sin la caridad, la inteligencia sin la humildad, el estudio sin la gracia divina, el espejo sin la sabiduría divinamente inspirada» (ib.). La contemplación de Cristo crucificado tiene una eficacia extraordinaria, porque nos hace pasar del orden de las cosas pensadas a la experiencia vivida; de la salvación esperada, a la patria feliz. San Buenaventura afirma: «Aquel que lo mira atentamente [a Cristo crucificado]... realiza con él la Pascua, es decir, el paso» (ib., VII, 2). Este es el corazón de la experiencia de La Verna, de la experiencia que hizo aquí el Poverello de Asís. En este Sacro Monte, san Francisco vive en sí mismo la profunda unidad entre sequela, imitatio y conformatio Christi. Y así nos dice también a nosotros que no basta declararse cristianos para ser cristianos, y tampoco tratar de realizar obras buenas. Hace falta configurarse con Jesús, con un lento, progresivo esfuerzo de transformación del propio ser, a imagen del Señor, para que, por gracia divina, todo miembro de su Cuerpo, que es la Iglesia, muestre la necesaria semejanza con la Cabeza, Cristo Señor. Y también en este camino se parte —como nos enseñan los maestros medievales siguiendo al gran Agustín— del conocimiento de sí mismos, de la humildad de mirar con sinceridad a lo más íntimo de sí mismos. ¡Llevar el amor de Cristo! ¡Cuántos peregrinos han subido y suben a este Sacro Monte a contemplar el Amor de Dios crucificado y dejarse arrebatar por él! ¡Cuántos peregrinos han subido buscando a Dios, que es la verdadera razón por la que la Iglesia existe: hacer de puente entre Dios y el hombre! Y aquí os encuentran también a vosotros, hijos e hijas de san Francisco. Recordad siempre que la vida consagrada tiene la misión específica de testimoniar, con la palabra y con el ejemplo de una vida según los consejos evangélicos, la fascinante historia de amor entre Dios y la humanidad, que atraviesa la historia. El medievo franciscano dejó una huella indeleble en vuestra Iglesia de Arezzo. Los repetidos pasos del Poverello de Asís y sus estancias en vuestro territorio son un tesoro precioso. Único y fundamental fue el episodio de La Verna, por la singularidad de los estigmas impresos en el cuerpo del seráfico padre Francisco, pero también la historia colectiva de sus frailes y de vuestra gente, que redescubre aún, en el Sasso Spicco, la centralidad de Cristo en la vida del creyente. Montauto de Anghiari, Las Celdas de Cortona y el Eremitorio de Montecasale, y el de Cerbaiolo, pero también otros lugares menores del franciscanismo toscano, siguen marcando la identidad de las comunidades de Arezzo, Cortona y Sansepolcro. Muchas luces han iluminado estas tierras, como santa Margarita de Cortona, figura poco conocida de penitente franciscana, capaz de revivir en sí misma con extraordinaria vivacidad el carisma del Poverello de Asís, uniendo la contemplación de Cristo crucificado con la caridad hacia los últimos. El amor a Dios y al prójimo sigue animando la valiosa obra de los franciscanos en vuestra comunidad eclesial. La profesión de los consejos evangélicos es un camino real para vivir la caridad de Cristo. En este lugar bendito, pido al Señor que siga enviando obreros a su viña y sobre todo a los jóvenes dirijo la apremiante invitación, para que quien sea llamado por Dios responda con generosidad y tenga la valentía de entregarse en la vida consagrada y en el sacerdocio ministerial. Me he hecho peregrino en La Verna, como Sucesor de Pedro, y quisiera que cada uno de nosotros volviera a escuchar la pregunta de Jesús a Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?... Apacienta mis corderos» (Jn 21, 15). El amor a Cristo está en la base de la vida del Pastor, así como de la del consagrado; un amor que no tiene miedo al compromiso y al esfuerzo. Llevad este amor al hombre de nuestro tiempo, a menudo cerrado en su propio individualismo; sed signo de la inmensa misericordia de Dios. La piedad sacerdotal enseña a los sacerdotes a vivir lo que se celebra, a partir la propia vida para aquellos con quienes nos encontramos: compartiendo el dolor, prestando atención a los problemas, acompañando el camino de fe. Gracias al ministro general José Carballo por sus palabras, a toda la Familia franciscana y a todos vosotros. Perseverad, como vuestro santo padre, en la imitación de Cristo, para que quien se encuentre con vosotros se encuentre con san Francisco y, encontrándose con san Francisco, se encuentre con el Señor. L’OSSERVATORE ROMANO número 21, domingo 20 de mayo de 2012 Encuentro de Benedicto XVI página 9 con la población de Sansepolcro El bien común cuenta más que el bien del individuo La segunda y última etapa de la visita pastoral del Papa —dado que se anuló la de La Verna a causa del mal tiempo— fue Sansepolcro, ciudad que Benedicto XVI quiso visitar con ocasión del milenario de su fundación por obra de dos peregrinos que volvían de Tierra Santa. El Papa, que llegó en helicóptero cerca de las seis de la tarde, primero visitó en privado la concatedral, dedicada a San Juan evangelista, donde adoró el Santísimo Sacramento e hizo Queridos hermanos y hermanas: Me alegra encontrarme en Sansepolcro y unirme a vuestra acción de gracias a Dios por el milenario de fundación de la ciudad, por los prodigios de gracia y todos los beneficios que, en diez siglos, la Providencia ha otorgado. En esta histórica plaza, repitamos las palabas del Salmo responsorial de hoy: «Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas… Aclama al Señor tierra entera; gritad, vitoread, tocad» (Sal 97). Queridos amigos de Sansepolcro, os saludo a todos con afecto, comenzando por el arzobispo monseñor Riccardo Fontana; con él saludo a los sacerdotes, a las personas consagradas y a los fieles laicos que se dedican activamente al apostolado. Un deferente saludo dirijo a las autoridades civiles y militares, en particular a la alcaldesa, doctora Daniela Frullani, a la que agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido. Hace mil años, los santos peregrinos Arcano y Egidio, ante las grandes transformaciones de la época, se pusieron a buscar la verdad y el sentido de la vida, dirigiéndose a Tierra Santa. Al volver, trajeron consigo no sólo las piedras que recogieron en el monte Sion, sino también la especial idea que habían elaborado en la tierra de Jesús: construir en el alto valle del Tíber la civitas hominis a imagen de Jerusalén, que en su mismo nombre evoca la justicia y la paz. Un proyecto que recuerda la gran visión de la historia de san Agustín en la obra «La ciudad de Dios». Cuando los godos de Alarico entraron en Roma y el mundo pagano acusó al Dios de los cristianos de no haber salvado la ciudad caput mundi, el santo obispo de Hipona aclaró lo que debemos esperar de Dios, la justa relación entre esfera política y esfera religiosa. Él ve en la historia la presencia de dos amores: «amor a sí», que lleva a la indiferencia respecto de Dios, y «amor a Dios», que lleva a la plena libertad para los demás y a construir una ciudad del hombre regida por la justicia y por la paz (cf. La ciudad de Dios, XIV, 28). Ciertamente, esta visión no fue extraña a los fundadores de Sansepolcro. Ellos idearon un modelo de ciudad articulado y lleno de esperanza para el futuro, en el que los discípulos de Cristo estaban llamados a ser el motor de la sociedad en la promoción de la paz, a través de la práctica de la justicia. Su valiente desafío se convirtió en realidad, con la perseverancia de un camino que, primero gracias al apoyo del carisma benedictino, y después de los monjes camaldulenses, ha proseguido durante generaciones. Fue necesario oración ante el «Santo Rostro», la más antigua talla que representa a Cristo crucificado. Luego se trasladó a pie a la plaza de Torre Berta, donde se encontró con la población, que lo acogió con gran entusiasmo. El Santo Padre pronunció el discurso que publicamos. Al final, en nombre de todos los habitantes de Sansepolcro, la alcaldesa Daniela Frullani, le ofreció varios regalos. Terminado el encuentro, Su Santidad emprendió el regreso a Roma. un fuerte compromiso para fundar una comunidad monástica y luego, en torno a la iglesia abacial, vuestra ciudad. No fue sólo un proyecto que marca el plan urbanístico del «Borgo» de Sansepolcro, porque la misma colocación de la catedral tiene un fuerte valor simbólico: es el punto de referencia a partir del cual cada uno puede orientarse en el camino, y sobre todo en la vida; constituye una fuerte llamada a mirar hacia las alturas, a elevarse de la cotidianidad para dirigir los ojos al cielo, en una continua tensión hacia los valores espirituales y hacia la comunión con Dios, que no aliena de lo cotidiano, sino que lo orienta y lo hace vivir de un modo aún más intenso. Esta perspectiva es válida también hoy para recuperar el gusto de la que el bien del individuo, y toca también a los cristianos contribuir al nacimiento de una nueva ética pública. Nos lo recuerda la espléndida figura del nuevo beato Giuseppe Toniolo. A la desconfianza hacia el compromiso en el ámbito político y social, los cristianos, especialmente los jóvenes, están llamados a contraponer el compromiso y el amor a la responsabilidad, animados por la caridad evangélica, que pide no encerrarse en sí mismos, sino de interesarse por los demás. A los jóvenes dirijo la invitación a saber pensar en grande: ¡tened la valentía de osar! Estad dispuestos a dar un nuevo sabor a toda la sociedad civil, con la sal de la honradez y del altruismo desinteresado. Es necesario recupe- búsqueda de la «verdad», para percibir la vida como un camino que acerca a la «verdad» y a la «justicia». Queridos amigos, el ideal de vuestros fundadores ha llegado hasta nuestros días y constituye no sólo el eje de la identidad de Sansepolcro y de la Iglesia diocesana, sino también un desafío a conservar y promover el pensamiento cristiano, que está en el origen de esta ciudad. El milenario es la ocasión para hacer una reflexión que es, al mismo tiempo, camino interior por las sendas de la fe y esfuerzo por redescubrir las raíces cristianas, a fin de que los valores evangélicos sigan fecundando las conciencias y la historia diaria de la población. Hoy es especialmente necesario que el servicio de la Iglesia al mundo se exprese con fieles laicos iluminados, capaces de actuar dentro de la ciudad del hombre, con la voluntad de servir más allá del interés privado, más allá de las visiones parciales. El bien común cuenta más rar sólidas motivaciones para servir al bien de los ciudadanos. El desafío que afronta este antiguo «Borgo» es armonizar el redescubrimiento de su propia identidad milenaria con la acogida y la incorporación de culturas y sensibilidades diversas. San Pablo nos enseña que la Iglesia, pero también toda la sociedad, son como el cuerpo humano, donde cada parte es diferente de las demás, pero todas concurren al bien del organismo (cf. 1 Co 12, 12-26). Demos gracias a Dios porque vuestra comunidad diocesana ha madurado en los siglos una ardiente apertura misionera, como lo atestigua el hermanamiento con el Patriarcado latino de Jerusalén. Me ha complacido saber que ese hermanamiento ha producido frutos de colaboración y obras de caridad en favor de los hermanos más necesitados en Tierra Santa. Los antiguos vínculos indujeron a vuestros antepasados a construir aquí una copia en piedra del Santo Sepulcro de Jerusalén, para hacer sólida la identidad de los habitantes y para mantener viva la devoción y la oración hacia la ciudad santa. Este vínculo continúa y hace que vosotros percibáis todo lo que atañe a Tierra Santa como realidad que os implica; como, por lo demás, en Jerusalén, vuestro nombre y la presencia de peregrinos de la diócesis, hacen activas las relaciones fraternas. Al respecto, estoy seguro de que os abriréis a nuevas perspectivas de solidaridad, imprimiendo un renovado impulso apostólico al servicio del Evangelio. Y este será uno de los resultados más significativos de las celebraciones jubilares de vuestra ciudad. Quiero hacer también una alusión a la catedral, donde he contemplado la belleza del «Santo Rostro». Esta basílica es el lugar de la alabanza de toda la ciudad a Dios, la sede de la recuperada armonía entre los momentos de culto y de la vida cívica, el punto de referencia para la pacificación de los ánimos. Y como vuestros padres supieron construir el espléndido templo de piedra, para que fuera signo y llamada a la comunión de vida, a vosotros corresponde hacer visible y creíble el significado del edificio sacro, viviendo en paz en la comunidad eclesial y civil. En pleno Renacimiento, los habitantes de Sansepolcro pidieron al pintor Durante Alberti que representara a Belén en la iglesia madre, para que nadie olvidara que Dios está con nosotros en la pobreza del pesebre. Recordando el pasado y atentos al presente, pero también proyectados hacia el futuro, los cristianos de la diócesis de Arezzo-Cortona-Sansepolcro sabéis que el progreso espiritual de vuestras comunidades eclesiales e incluso la promoción del bien común de las comunidades civiles exigen el compromiso con vistas a una inserción cada vez más vital de vuestras parroquias y asociaciones en el territorio. Que el camino recorrido y la fe que os anima os infundan valor e impulso para continuar. Mirando vuestro rico patrimonio espiritual, sed una Iglesia viva al servicio del Evangelio. Una Iglesia hospitalaria y generosa, que con su testimonio haga presente el amor de Dios a todo ser humano, especialmente a los que sufren y a los necesitados. Que la Virgen santísima, venerada de modo especial en este mes de mayo, vele por cada uno de vosotros y sostenga los esfuerzos por un futuro mejor. ¡Oh María, Reina de la paz, escucha nuestra oración: haznos testigos de tu Hijo Jesús y artífices incansables de justicia y de paz! Amén. Gracias. L’OSSERVATORE ROMANO página 10 Colegio episcopal Monseñor Álvaro Leonel Ramazzini Imeri, obispo de Huehuetenango (Guatemala) Monseñor Orlando Roa Barbosa, obispo auxiliar de Ibagué (Colombia) RENUNCIA: El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Huehuetenango (Guatemala) que monseñor ROD OLFO FRANCISCO BOBADILLA MATA, C.M., le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho canónico. Rodolfo Francisco Bobadilla Mata, C.M., nació en Ciudad de Guatemala el 16 de octubre de 1932. Recibió la ordenación sacerdotal el 13 de agosto de 1958. Juan Pablo II lo nombró obispo titular de Lari Castello y vicario apostólico de El Petén el 15 de mayo de 1987; recibió la ordenación episcopal el 27 de junio sucesivo. El mismo Papa lo nombró obispo residencial de Huehuetenango el 28 de septiembre de 1996. EL PAPA HA NOMBRAD O: —Arzobispo de Bangui (República Centroafricana) al padre DIEUD ONNÉ NZAPALAINGA, C.S.SP., hasta ahora administrador apostólico de la misma sede. Dieudonné Nzapalainga, C.S.SP., nació en Mbomou, diócesis de Bangassou, el 14 de marzo de 1967. Ingresó en la Congregación del Espíritu Santo, donde recibió la ordenación sacerdotal el 9 de agosto de 1998. Se licenció en teología en Francia e inició allí su ministerio pastoral como capellán en un orfanato y vicario parroquial. En 2005 regresó a su país, donde ha sido superior regional de su congregación; párroco; presidente de la Conferencia de los superiores mayores de la República Centroafricana; y, desde 2009, administrador apostólico de Bangui. 1964. Ingresó en la Sociedad de la Misiones Africanas, donde recibió la ordenación sacerdotal el 12 de julio de 1997. Ha sido vicario parroquial; párroco; director de los proyectos de desarrollo para el pueblo pigmeo; miembro del Consejo presbiteral; superior de la casa de formación en Bangui; miembro de la Comisión diocesana para la pastoral de los emigrantes; superior regional de su congregación. —Obispo eparquial de Lungro de los ítalo-albaneses de Italia continental al archimandrita D ONATO OLIVERIO, hasta ahora delegado «ad omnia» de la misma eparquía. Donato Oliverio nació en Cosenza el 5 de marzo de 1956. Recibió la ordenación sacerdotal el 17 de octubre de 1982. Obtuvo la licenciatura en ciencias eclesiásticas en el Pontificio Instituto Oriental de Roma. Ha desempeñado su ministerio como párroco, director de la Oficina catequística eparquial, miembro del Instituto para la sustentación del clero, secretario del Instituto de ciencias religiosas de Lungro, miembro del consejo presbiteral, ecónomo eparquial, moderador de la curia y protosincelo; en el último período era delegado «ad omnia» de la eparquía de Lungro. —Obispo coadjutor de la diócesis de Alindao (República Centroafricana) al presbítero CYR-NESTOR YAPAUPA. Cyr-Nestor Yapaupa nació en Bangassou el 26 de febrero de 1970. Recibió la ordenación sacerdotal el 18 de marzo de 2001. En su ministerio ha sido acompañante de grupos vocacionales, vicario parroquial, responsable de la comisión diocesana de liturgia, párroco de la catedral y vicario general de la diócesis. —Obispo de Huehuetenango (Guatemala) a monseñor ÁLVARO LEONEL RAMAZZINI IMERI, hasta ahora obispo de San Marcos. —Obispo titular de Castel mediano y auxiliar de San Sebastián de Río de Janeiro (Brasil) a monseñor ROQUE COSTA SOUZA . Álvaro Leonel Ramazzini Imeri nació en Ciudad de Guatemala el 16 de julio de 1947. Recibió la ordenación sacerdotal el 27 de junio de 1971. Juan Pablo II lo nombró obispo de la diócesis de San Marcos el 15 de diciembre de 1988; recibió la ordenación episcopal el 6 de enero de 1989. Roque Costa Souza nació en Río de Janeiro el 19 de agosto de 1966. Recibió la ordenación sacerdotal el —Obispo de Tarnów (Polonia) a monseñor ANDRZEJ JEŻ, hasta ahora obispo titular de Tigillava y auxiliar de la misma sede. Andrzej Jeż nació en Limanowa, diócesis de Tarnów, el 3 de mayo de 1963. Recibió la ordenación sacerdotal el 12 de junio de 1988. Benedicto XVI lo nombró obispo titular de Tigillava y auxiliar de Tarnów el 20 de octubre de 2009; recibió la ordenación episcopal el 28 de noviembre del mismo año. —Obispo de Berbérati (República Centroafricana) a monseñor DENNIS KOFI AGBENYADZI, S.M.A. Dennis Kofi Agbenyadzi, S.M.A., nació en Kadjebi-Akan, diócesis de Jasikan (Ghana), el 9 de octubre de Audiencias pontificias EL SANTO PADRE HA RECIBID O: 18 de junio de 1994. En su ministerio ha desempeñado, entre otros, los siguientes cargos: vicario parroquial; prefecto del seminario menor; párroco; vicario foráneo del vicariato urbano de la archidiócesis; capellán de la policía militar de Río de Janeiro; y rector del seminario mayor. Viernes 11 de mayo —Obispo titular de Tunnuna y auxiliar de la archidiócesis de San Andrés y Edimburgo (Escocia) a monseñor STEPHEN ROBSON. A los obispos de Estados Unidos en visita «ad limina»: Stephen Robson nació en Carlisle, diócesis de Lancaster, el 1 de abril de 1951. Recibió la ordenación sacerdotal el 17 de marzo de 1979. Se doctoró en teología espiritual en Drygrange (Escocia) y obtuvo la licenciatura en derecho canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha desempeñado su ministerio pastoral como vicario parroquial; profesor en la universidad de Blairs; asistente y, más tarde, director de la Oficina para la educación religiosa de Edimburgo; vicario episcopal; párroco en varias parroquias; director espiritual del Pontificio Seminario Escocés de Roma; en el último período era canciller de la archidiócesis y párroco. —Obispo titular de Nasbinca y auxiliar de la arquidiócesis de Ibagué (Colombia) al presbítero ORLAND O ROA BARBOSA. Orlando Roa Barbosa nació en Cali el 4 de julio de 1958. Recibió la ordenación sacerdotal el 6 de diciembre de 1984, incardinado en la arquidiócesis de Ibagué. Se licenció en teología dogmática en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma, y en filosofía y ciencias religiosas en la Universidad católica de Oriente, en Rionegro. En su ministerio ha desempeñado los siguientes cargos: prefecto de disciplina en el seminario menor, delegado diocesano para la pastoral juvenil y vocacional, párroco en varias parroquias, delegado diocesano para la pastoral sacerdotal y, desde 2004, rector del seminario mayor arquidiocesano. Lutos en el episcopado —Monseñor EDWARD MATERSKI, obispo emérito de Radom (Polonia), falleció el 24 de marzo. Había nacido en Vilna (Lituania) el 6 de enero de 1923. Era sacerdote desde el 20 de abril de 1947. El Papa Pablo VI lo nombró obispo titular de Acque Sirensi y auxiliar del obispo de Kielce (Polonia) el 29 de octubre de 1968; recibió la ordenación episcopal el 22 de diciembre del mismo año. Juan Pablo II lo nombró obispo residencial de la entonces diócesis de Sandomierz-Radom el 27 de marzo de 1981; cuando reorganizó las circunscripciones eclesiásticas en Polonia, el 25 de marzo de 1992, lo nombró obispo de la nueva diócesis de Radom. El Santo Padre aceptó su renuncia al gobierno domingo 20 de mayo de 2012, número 21 pastoral de dicha diócesis el 28 de junio de 1999. NGUYÊN —Monseñor ANTOINE VAN THIEN, obispo titular de Spello, falleció el 13 de mayo en Francia, a la edad de 106 años. Había nacido en Cai Côn, diócesis de Cân Tho (Vietnam), el 13 de marzo de 1906. Era sacerdote desde el 20 de febrero de 1932. El Papa Juan XXIII, tras crear la nueva diócesis de Vinh Long el 24 de noviembre de 1960 lo nombró su primer obispo; recibió la ordenación episcopal el 22 de enero de 1961. Pablo VI aceptó su renuncia al gobierno pastoral de dicha sede, a causa de una grave enfermedad de los ojos, el 12 de julio de 1968; y lo nombró obispo titular de Spello. —Al embajador de Lituania ante la Santa Sede, Vytautas Ališauskas, en visita de despedida. —Al presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano. —Monseñor Thomas Gerard Wenski, arzobispo de Miami. —Monseñor John Gerard Noonan, obispo de Orlando. —Monseñor Gerald Michael Barbarito, obispo de Palm Beach. —Monseñor Gregory L. Parkes, obispo de Pensacola-Tallahassee. —Monseñor Felipe de Jesús Estévez, obispo de San Agustín. —Monseñor Robert Nugent Lyn ch, obispo de Saint Petersburg. —Monseñor Frank obispo de Venice. J. Dewane, Sábado, día 12 —Al cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la evangelización de los pueblos. —Al cardenal Agostino Vallini, vicario general para la diócesis de Roma. Miércoles, día 16 —A monseñor Gerhard Ludwig Müller, obispo de Ratisbona (Alemania). Nombramientos pontificios El Santo Padre ha nombrado consultores del Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización a las siguientes personas: monseñor MARCO FRISINA (Italia), presidente de la Comisión diocesana de arte sacra de la diócesis de Roma, profesor en la Pontificia Universidad Lateranense y en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma; padre JEREMY DRISCOLL, O.S.B. (Estados Unidos), profesor en el «Mount Angel Seminary» en St. Benedict, Oregón, y en la Facultad de teología del Pontificio Ateneo San Anselmo de Roma; padre MARKO IVAN RUPNIK, S.J. (Eslovenia), director del Centro Aletti, profesor en el Pontificio Instituto Oriental, en la Pontificia Universidad Gregoriana y en el Pontificio Instituto Litúrgico del Pontificio Ateneo San Anselmo de Roma; y al doctor SALVATORE MARTINEZ (Italia), presidente de la asociación «Renovación en el Espíritu Santo». número 21, domingo 20 de mayo de 2012 L’OSSERVATORE ROMANO página 11 En su catequesis durante la audiencia general el Papa habla de las cartas de san Pablo La oración nos hace libres En la audiencia general del miércoles 16 de mayo, en la plaza de San Pedro, Benedicto XVI inició una serie de catequesis sobre la oración en las cartas de san Pablo. Queridos hermanos y hermanas: En las últimas catequesis hemos reflexionado sobre la oración en los Hechos de los Apóstoles, hoy quiero comenzar a hablar de la oración en las Cartas de san Pablo, el Apóstol de los gentiles. Ante todo, quiero notar cómo no es casualidad que sus Cartas comiencen y concluyan con expresiones de oración: al inicio, acción de gracias y alabanza; y, al final, deseo de que la gracia de Dios guíe el camino de la comunidad a la que está dirigida la carta. Entre la fórmula de apertura: «Doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo» (Rm 1, 8), y el deseo final: «La gracia del Señor Jesús esté con vosotros» (1 Co 16, 23), se desarrollan los contenidos de las Cartas del Apóstol. La oración de san Pablo se manifiesta en una gran riqueza de formas que van de la acción de gracias a la bendición, de la alabanza a la petición y a la intercesión, del himno a la súplica: una variedad de expresiones que demuestra cómo la oración implica y penetra todas las situaciones de la vida, tanto las personales como las de las comunidades a las que se dirige. Un primer elemento que el Apóstol quiere hacernos comprender es que la oración no se debe ver como una simple obra buena realizada por nosotros con respecto de Dios, una acción nuestra. Es ante todo un don, fruto de la presencia viva, vivificante del Padre y de Jesucristo en nosotros. En la Carta a los Romanos escribe: «Del mismo modo el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos orar como conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables» (8, 26). Y sabemos que es verdad lo que dice el Apóstol: «No sabemos orar como conviene». Queremos orar, pero Dios está lejos, no tenemos las palabras, el lenguaje, para hablar con Dios, ni siquiera el pensamiento. Sólo podemos abrirnos, poner nuestro tiempo a disposición de Dios, esperar que él nos ayude a entrar en el verdadero Por qué un Año de la fe El derecho de Dios RINO FISICHELLA ¿Por qué un Año de la fe? La pregunta no es retórica y merece una respuesta, sobre todo ante las grandes expectativas que se están registrando en la Iglesia para ese acontecimiento. Benedicto XVI dio un primer motivo cuando anunció la convocación: «La misión de la Iglesia, como la de Cristo, es esencialmente hablar de Dios, hacer memoria de su soberanía, recordar a todos, especialmente a los cristianos que han perdido su identidad, el derecho de Dios sobre lo que le pertenece, es decir, nuestra vida. Precisamente para dar renovado impulso a la misión de toda la Iglesia de conducir a los hombres fuera del desierto —en el que a menudo se encuentran— hacia el lugar de la vida, la amistad con Cristo que nos da su vida en plenitud» (Homilía, 16 de octubre de 2011: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 23 de octubre de 2011, p. 7). Esta es la intención principal. No permitir que caiga en el olvido el hecho que caracteriza nuestra vida: creer. Salir del desierto que lleva consigo el mutismo de quien no tiene nada que decir, para restituir la alegría de la fe y comunicarla de manera renovada. Por tanto, este año se dirige en primer lugar a toda la Iglesia para que, ante la dramática crisis de fe que afecta a muchos cristianos, sea capaz de mostrar una vez más y con renovado entusiasmo el verdadero rostro de Cristo que llama a su seguimiento. Es un año para todos nosotros, para que en el camino perenne de fe sintamos la necesidad de apresurar el paso, que a veces resulta lento y cansado, y dar un testimonio más incisivo. No pueden sentirse excluidos quienes tienen conciencia de su propia debilidad, que a menudo toma las formas de la indiferencia y del agnosticismo, para encontrar de nuevo el sentido perdido y para comprender el valor de pertenecer a una comunidad, verdadero antídoto contra la esterilidad del individualismo de nuestros días. De todas maneras, en la carta apostólica «Porta fidei» Benedicto XVI escribió que esta «puerta de la fe está siempre abierta». Esto significa que todos debemos sentirnos estimulados positivamente sobre el sentido de la vida y sobre las grandes cuestiones que nos golpean, sobre todo en nuestros días, por la persistencia de una crisis compleja que aumenta los interrogantes y eclipsa la esperanza. Plantearse la pregunta sobre la fe no equivale a alejarse del mundo; más bien, hace tomar conciencia de la responsabilidad que se tiene hacia la humanidad en esta circunstancia histórica. Un año durante el cual la oración y la reflexión podrán conjugarse más fácilmente con la inteligencia de la fe, cuya urgencia y necesidad cada uno debe sentir. De hecho, no puede ocurrir que los creyentes sobresalgan en los diversos ámbitos de la ciencia, para hacer más profesional su compromiso laboral, y tengan un conocimiento débil e insuficiente de los contenidos de la fe. Un desequilibrio imperdonable que no permite crecer en la identidad personal y que impide saber dar razón de la elección realizada. diálogo. El Apóstol dice: precisamente esta falta de palabras, esta ausencia de palabras, incluso este deseo de entrar en contacto con Dios, es oración que el Espíritu Santo no sólo comprende, sino que lleva, interpreta ante Dios. Precisamente esta debilidad nuestra se transforma, a través del Espíritu Santo, en verdadera oración, en verdadero contacto con Dios. El Espíritu Santo es, en SIGUE EN LA PÁGINA 12 Palabras más fuertes que el mal tiempo VIENE DE LA PÁGINA 1 a la soledad de La Verna, sino que baja con los hombres a la ciudad donde habitan. En este tipo de cristianos piensa el Papa: presentes, emprendedores, coherentes con su fe. No primariamente activistas sociales o políticos, sino portadores de una esperanza que no defrauda, fundada en la resurrección de Jesús, que se ha hecho historia en el amor fraterno a todos, cercanos y lejanos. Se trata de una íntima convicción teológica de Ratzinger, que ha vuelto a manifestarse con fuerza en los encuentros mantenidos como Papa con la comunidad de Arezzo y de Sansepolcro: también hoy, como lo fue fructuosamente en las épocas pasadas del Medievo y del Renacimiento, ser cristianos tiene un sentido si se es sal de la sociedad; si dejan de ser tales, renunciando a su diversidad, son superfluos como la sal que, perdido el sabor, es arrojada a la basura. Por esto, a pesar de las pruebas y las dificultades, Benedicto XVI sigue siendo optimista para la Iglesia, a la que Dios no permitirá que le falten santos, buenos samaritanos, los mejores amigos especialmente en los períodos difíciles de la historia. De aquí su evidente disgusto al no poder mantener la etapa de La Verna, experiencia franciscana emblemática y uno de los modelos más sentidos de ser cristianos. De hecho, ¡cuántos peregrinos han subido en busca de Dios «que es la verdadera razón por la que la Iglesia existe: hacer de puente entre Dios y el hombre»! Y, por último, el aliento a Italia —manifestado también con el rápido pero cordial encuentro con el presidente del Consejo de ministros— y en particular a los jóvenes a pensar en grande, a saber osar, dispuestos a dar «nuevo sabor» a toda la sociedad «con la sal de la honradez y del altruismo desinteresado». (Carlo Di Cicco) página 12 L’OSSERVATORE ROMANO domingo 20 de mayo de 2012, número 21 La oración nos hace libres VIENE DE LA PÁGINA 11 cierto modo, intérprete que nos hace comprender a nosotros mismos y a Dios lo que queremos decir. En la oración, más que en otras dimensiones de la existencia, experimentamos nuestra debilidad, nuestra pobreza, nuestro ser criaturas, pues nos encontramos ante la omnipotencia y la trascendencia de Dios. Y cuanto más progresamos en la escucha y en el diálogo con Dios, para que la oración se convierta en la respiración diaria de nuestra alma, tanto más percibimos incluso el sentido de nuestra limitación, no sólo ante las situaciones concretas de cada día, sino también en la misma relación con el Señor. Entonces aumenta en nosotros la necesidad de fiarnos, de abandonarnos cada vez más a él; comprendemos que «no sabemos orar como conviene» (Rm 8, 26). Y el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra incapacidad, ilumina nuestra mente y calienta nuestro corazón, guiando nuestra oración a Dios. Para san Pablo la oración es sobre todo obra del Espíritu en nuestra humanidad, para hacerse cargo de nuestra debilidad y transformarnos de hombres vinculados a las realidades materiales en hombres espirituales. En la Primera Carta a los Corintios dice: «Nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo; es el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos los dones que de Dios recibimos. Cuando explicamos verdades espirituales a hombres de espíritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber humano, sino en el que enseña el Espíritu» (2, 12-13). Al habitar en nuestra fragilidad humana, el Espíritu Santo nos cambia, intercede por nosotros y nos conduce hacia las alturas de Dios (cf. Rm 8, 26). Con esta presencia del Espíritu Santo se realiza nuestra unión con Cristo, pues se trata del Espíritu del Hijo de Dios, en el que hemos sido hecho hijos. San Pablo habla del Espíritu de Cristo (cf. Rm 8, 9) y no sólo del Espíritu de Dios. Es obvio: si Cristo es el Hijo de Dios, su Espíritu es también Espíritu de Dios, y así si el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo, se hizo ya muy cercano a nosotros en el Hijo de Dios e Hijo del hombre, el Espíritu de Dios también se hace espíritu humano y nos toca; podemos entrar en la comunión del Espíritu. Es como si dijera que no solamente Dios Padre se hizo visible en la encarnación del Hijo, sino también el Espíritu de Dios se manifiesta en la vida y en la acción de Jesús, de Jesucristo, que vivió, fue crucificado, murió y resucitó. El Apóstol recuerda que «nadie puede decir “Jesús es Señor”, sino por el Espíritu Santo» (1 Co 12, 3). Así pues, el Espíritu orienta nuestro corazón hacia Jesucristo, de manera que «ya no somos nosotros quienes vivimos, sino que es Cristo quien vive en nosotros» (cf. Ga 2, 20). En sus Catequesis sobre los sacramentos, san Ambrosio, reflexionando sobre la Eucaristía, afirma: «Quien se embriaga del Espíritu está arraigado en Cristo» (5, 3, 17: PL 16, 450). Y ahora quiero poner de relieve tres consecuencias en nuestra vida cristiana cuando dejamos actuar en nosotros, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu de Cristo como principio interior de todo nuestro obrar. Ante todo, con la oración animada por el Espíritu somos capaces de abandonar y superar cualquier forma Al final de la audiencia, la Fundación Russel Berrie donó al Papa una edición del libro del Génesis ilustrada por el artista israelí Avner Moriah. Lo acompañó a la audiencia el embajador de Israel ante la Santa Sede, Mordechay Levy de miedo o de esclavitud, viviendo la auténtica libertad de los hijos de Dios. Sin la oración que alimenta cada día nuestro ser en Cristo, en una intimidad que crece progresivamente, nos encontramos en la situación descrita por san Pablo en la Carta a los Romanos: no hacemos el bien que queremos, sino el mal que no queremos (cf. Rm 7, 19). Y esta es la expresión de la alienación del ser humano, de la destrucción de nuestra libertad, por las circunstancias de nuestro ser a causa del pecado original: queremos el bien que no hacemos y hacemos lo que no queremos, el mal. El Apóstol quiere darnos a entender que no es en primer lugar nuestra voluntad lo que nos libra de estas condiciones, y tampoco la Ley, sino el Espíritu Santo. Y dado que «donde está el Espíritu del Señor hay libertad» (2 Co 3, 17), con la oración experimentamos la libertad que nos ha dado el Espíritu: una libertad auténtica, que es libertad del mal y del pecado para el bien y para la vida, para Dios. La libertad del Espíritu, prosigue san Pablo, no se identifica nunca ni con el libertinaje ni con la posibilidad de optar por el mal, sino con el «fruto del Espíritu que es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí» (Ga 5, 22). Esta es la verdadera libertad: poder seguir realmente el deseo del bien, de la verdadera alegría, de la comunión con Dios, y no ser oprimido por las circunstancias que nos llevan a otras direcciones. Una segunda consecuencia que se verifica en nuestra vida cuando dejamos actuar en nosotros al Espíritu de Cristo es que la relación misma con Dios se hace tan profunda que no la altera ninguna realidad o situación. Entonces comprendemos que con la oración no somos liberados de las pruebas o de los sufrimientos, sino que podemos vivirlos en unión con Cristo, con sus sufrimientos, en la perspectiva de participar también de su gloria (cf. Rm 8, 17). Muchas veces, en nuestra oración, pedimos a Dios que nos libre del mal físico y espiritual, y lo hacemos con gran confianza. Sin embargo, a menudo tenemos la impresión de que no nos escucha y entonces corremos el peligro de desalentarnos y de no perseverar. En realidad, no hay grito humano que Dios no escuche, y precisamente en la oración constante y fiel comprendemos con san Pablo que «los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará» (Rm 8, 18). La oración no nos libra de la prueba y de los sufrimientos; más aún —dice san Pablo— nosotros «gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo» (Rm 8, 23); él dice que la oración no nos libra del sufrimiento, pero la oración nos permite vivirlo y afrontarlo con una fuerza nueva, con la misma confianza de Jesús, el cual —según la Carta a los Hebreos— «en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial» (5, 7). La respuesta de Dios Padre al Hijo, a sus fuertes gritos y lágrimas, no fue la liberación de los sufrimientos, de la cruz, de la muerte, sino que fue una escucha mucho más grande, una respuesta mucho más profunda; a través de la cruz y la muerte, Dios respondió con la resurrección del Hijo, con la nueva vida. La oración animada por el Espíritu Santo nos lleva también a nosotros a vivir cada día el camino de la vida con sus pruebas y sufrimientos, en la plena esperanza, en la confianza en Dios que responde como respondió al Hijo. Y, en tercer lugar, la oración del creyente se abre también a las dimensiones de la humanidad y de toda la creación, que, «expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios» (Rm 8, 19). Esto significa que la oración, sostenida por el Espíritu de Cristo que habla en lo más íntimo de nosotros mismos, no permanece nunca cerrada en sí misma, nunca es sólo oración por mí, sino que se abre a compartir los sufrimientos de nuestro tiempo, de los demás. Se transforma en intercesión por los demás, y así en mi liberación, en canal de esperanza para toda la creación, en expresión de aquel amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu que se nos ha dado (cf. Rm 5, 5). Y precisamente este es un signo de una verdadera oración, que no acaba en nosotros mismos, sino que se abre a los demás, y así me libera, así ayuda a la redención del mundo. Queridos hermanos y hermanas, san Pablo nos enseña que en nuestra oración debemos abrirnos a la presencia del Espíritu Santo, el cual ruega en nosotros con gemidos inefables, para llevarnos a adherirnos a Dios con todo nuestro corazón y con todo nuestro ser. El Espíritu de Cristo se convierte en la fuerza de nuestra oración «débil», en la luz de nuestra oración «apagada», en el fuego de nuestra oración «árida», dándonos la verdadera libertad interior, enseñándonos a vivir afrontando las pruebas de la existencia, con la certeza de que no estamos solos, abriéndonos a los horizontes de la humanidad y de la creación «que gime y sufre dolores de parto» (Rm 8, 22). Gracias.