Francisco Bolognesi - mi centro educativo

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Francisco Bolognesi
(Francisco Bolognesi Cervantes; Reyes, 1816 - Arica, 1880)
Coronel peruano. Francisco Bolognesi es particularmente
recordado por su heroica participación en la batalla de Arica, en
la que murió el 7 de junio de 1880 luchando junto a sus
soldados y después de pronunciar las célebres palabras: "Tengo
deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el
último cartucho". Su valentía y coraje han pasado a la historia
como ejemplo de soldado de honor y de espíritu guerrero.
Francisco Bolognesi
Hijo de Andrés Bolognesi, natural de Génova, y de Juana
Cervantes, oriunda de Arequipa, fue su padrino el marqués de
Montamira, caballero de la Gran Cruz Colorada. Realizó sus
estudios primarios en Arequipa. En 1830, ingresó al Seminario
Conciliar de San Jerónimo, donde estudió secundaria,
sobresaliendo en el curso de matemáticas.
Desde muy joven, a la muerte de su padre (ocurrida el 27 de
agosto de 1834), trabajó en El Comercio de Arequipa. Estudió
contabilidad y llegó a dominar el francés. A los 24 años se dedicó
a los negocios de manera independiente, pero su principal
interés se centraba en la vida política del país, que por aquel
entonces atravesaba una etapa de anarquía.
En 1853, con el grado de teniente coronel, fue designado
ayudante del Estado Mayor General de la división de Arequipa, y
posteriormente, el 28 de junio de 1854, fue nombrado comisario
de guerra. Participó en varias batallas libradas en Ayacucho,
Arequipa, Cusco y otros lugares. El 18 de abril de 1856, pasó a
servir en la Inspección General del Ejército en Lima.
El 14 de noviembre de ese año fue nombrado edecán de campo
del presidente de la República, el mariscal Ramón Castilla. En
abril de 1857 empezó a ejercer el mando como artillero y el 7 de
marzo del año siguiente fue ascendido al grado de coronel
efectivo, por acción distinguida. En la campaña contra el Ecuador
de 1860 participó como jefe de artillería.
Enviado a Europa para comprar piezas de artillería, regresó de
Londres el 18 de enero de 1862 con el armamento adquirido. En
1872 pasó al retiro, dejando una brillante estela por su recia
personalidad de militar a carta cabal en su calidad de excelente
comandante de un regimiento de artillería.
Cuando estalló la guerra con Chile, Francisco Bolognesi fue
llamado para tomar las armas y defender la patria. En dicha
contienda estuvo al mando de la tercera división y participó en
las batallas de San Francisco y Tarapacá.
Después de la derrota de los ejércitos de Perú y Bolivia en la
batalla de Tacna, el 26 de mayo de 1880, el sur del país quedó
casi del todo perdido en manos chilenas. Únicamente en Arica
quedaba una guarnición de 1600 hombres al mando de
Bolognesi, que, aislada por tierra y por mar, estaba condenada a
caer. Su emplazamiento era el morro de la ciudad, una cresta
natural de unos trescientos metros que se elevaba al pie del
océano.
El 5 de junio un parlamentario del ejército chileno, el mayor
Juan de la Cruz Salvo, se acercó a pedir la rendición de la plaza
a fin de evitar un derramamiento de sangre. El honor militar,
aseguró, no debe llevar a un sacrificio carente de antemano de
fruto. El ejército chileno tenía seis mil hombres y armamento
superior; la proporción era de cuatro a uno. Ofreció una
capitulación en términos dignos para los vencidos.
La noticia del desastre de Tacna había tardado en saberse en
Arica. El dos de junio habían llegado cinco soldados
sobrevivientes con la mala nueva, pero Bolognesi no pudo cobrar
conciencia de la magnitud de la derrota y mantuvo la ilusión de
que no todo se habría perdido; algunos batallones se habrían
salvado y avanzarían a socorrerle.
Bolognesi escribió varios telegramas a Lizardo Montero a
Moquegua y Arequipa, prometiendo que la plaza no se rendiría,
pero pidiendo instrucciones y en especial la llegada de las
fuerzas de Leyva, quien con tres mil hombres había sido
comisionado por Montero para socorrerle. No recibió respuesta.
Leyva, entonces en Tarata, viendo cortado el camino hacia Arica
por la ocupación chilena de Tacna, había partido hacia el norte;
o sea, la dirección contraria. Le quedaba todavía una carta: la
retirada hacia el interior, el valle de Azapa, pero no tenía
autorización para ello.
Desde meses atrás había comenzado a minarse el morro que
preside el puerto, pero los chilenos capturaron al ingeniero
Elmore, encargado de la labor, y descubrieron estos planes. De
cualquier manera, la noticia de que el morro estaba sembrado
de explosivos retrasó la decisión chilena de atacar y los empujó
a negociar la rendición. Se ha dicho, pruebas que lo
fundamenten, que Montero y Bolognesi habían concebido el plan
de hacer volar todo el morro, con defensores y atacantes, e
incluso la ciudad, si la batalla se veía perdida.
Francisco Bolognesi sabía que las minas podían fallar, ya que
eran imperfectas, y que la clave de la defensa era la artillería.
Lamentablemente, estaba compuesta de cañones que en su
mayor parte no giraban en círculo, complicando la defensa. Ante
el requerimiento del parlamentario enemigo, Bolognesi replicó:
"Tengo deberes sagrados que cumplir, y los cumpliré hasta
quemar el último cartucho". "Entonces, está cumplida mi
misión", sentenció el mayor Juan de la Cruz Salvo. El coronel, le
pidió sin embargo, unas horas para dar una respuesta final,
porque quería consultar con sus comandantes, pero Salvo señaló
que no había tiempo para ello y que debía volver de inmediato.
Bolognesi le pidió aguardar unos instantes. Llamó a su estado
mayor, les transmitió la comisión del parlamentario chileno y lo
que había sido su respuesta. Todos se adhirieron a ella.
Bolognesi y sus oficiales en Arica
El día seis se produjo la defección del coronel Agustín Belaúnde.
Bolognesi lo mandó apresar, pero escapó y huyó hacia
Moquegua. En el camino se cruzó con el prefecto de Tacna,
Alejandro del Solar, quien se dirigía a Arequipa. Sorprendido del
encuentro, Alejandro del Solar le preguntó por la suerte de
Arica. Como Belaúnde no supiese responder, se imaginó el resto
y lo hizo apresar. Estuvo a punto de ser fusilado, pero se le
perdonó. Años después fue elegido diputado por la provincia de
Tayacaja.
Los chilenos decidieron atacar por el lado este, el más
escarpado, y no por el del mar, donde los peruanos habían
concentrado la defensa. El día seis hubo intercambio de disparos
entre la flota chilena y la artillería del morro y la del único navío
peruano, el Manco Capac. El ejército chileno hizo varias
maniobras de distracción para confundir a la defensa, dejando
hogueras encendidas en un lado, movilizando las tropas hacia
otro y utilizando a Elmore como parlamentario de una última
propuesta de rendición, sabiendo que Elmore contaría a
Bolognesi el emplazamiento de las tropas chilenas, que luego
cambiarían. En realidad, Elmore malició, correctamente, que el
ataque iba a tener lugar por el lado opuesto al que le empujaban
a creer, pero Bolognesi, fiel a los reglamentos, no quiso recibirlo
por tratarse de un prisionero del enemigo.
El día siete se produjo el ataque por el lado este, a las cinco y
media de la madrugada. Tras tres horas y media de lucha la
bandera peruana fue arriada del morro. Los tripulantes del
Manco Capac hundieron el barco para evitar su caída. El plan de
las minas no funcionó. Según una versión chilena, Bolognesi
corrió hacia la Santabárbara poco antes del final para hacer
explotar las minas; al ver que no pasaba nada, gritó "Traición".
Los peruanos vieron morir casi la mitad de sus efectivos; entre
ellos el coronel Bolognesi, ultimado de un culatazo.
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