GRUPO 1 (TIEMPOS LITÚRGICOS) - Centro Educativo Sagrada

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GRUPO 1 (TIEMPOS LITÚRGICOS)
Inteligencia Viso-espacial (colorear y explicar los tiempos litúrgicos)
El año litúrgico tiene estaciones especiales llamadas "tiempos". Adviento, Navidad, Cuaresma, Triduo, Tiempo de
Pascua y el Tiempo Ordinario. Empieza el primer domingo de Adviento y termina con la fiesta de Cristo Rey.
El propósito del año litúrgico no es marcar el paso del tiempo sino celebrar y entender con mayor claridad todo el
misterio de Cristo, desde su encarnación y nacimiento hasta su ascensión, el día de Pentecostés y la espera de su
regreso en gloria. Durante el curso del año, el misterio pascual, la pasión, muerte, resurrección y ascensión de Jesús, es
vista desde diferentes ángulos y en diferentes luces. Los tiempos litúrgicos son (por orden de aparición en el año
litúrgico, que comienza a fin de noviembre, principio de diciembre):
-Adviento: cuatro semanas, su color original es el morado, el mismo morado de la Cuaresma.
-Navidad: hasta el domingo siguiente a Epifanía, unas tres semanas, no tiene un color propio del tiempo, sino que en
general predomina el blanco, de solemnidad, o el rojo, en las celebraciones de mártires (inocentes, san Esteban).
-Tiempo ordinario: en total son unas 32 o 33 semanas, según el año, aunque siempre se numeran de 1 a 34, y las que
se pierden quedan en medio. Su color propio es el verde, aunque en solemnidades o fiestas tienen el color que
corresponda a la celebración (blanco o rojo); los domingos, aunque son solemnidad, se celebran con verde, para marcar
cierta diferencia con los domingos pascuales.
-Cuaresma: interrumpe el Tiempo ordinario en alguna de las semanas de la 6 a la 11, depende en cada año de cómo
caiga la Pascua. Dura 40 días contados desde el miércoles de ceniza hasta el domingo de Ramos, los dos inclusive, es
decir, casi 6 semanas, más la semana santa. El color es el morado/violeta, a salvo siempre las solemnidades, que se
celebran en blanco en cualquier tiempo, o rojo si son solemnidades de martirio.
-Pascua: siete semanas enteras, el color propio es el blanco. La primera semana tiene la peculiaridad de que se celebra
todos los días como si fueran el mismo domingo de Pascua. Termina en Pentecostés, cuyo color es el rojo (que es el
color del martirio y del Espíritu).
Terminado el Tiempo pascual se retoma el ordinario en la semana que corresponda, perdiendo una o dos, según el año.
El cálculo se hace tomando el inicio del siguiente Adviento y contando el domingo anterior como domingo 34, de allí para
atrás, hasta Pentecostés.
Resumiendo los colores:
Blanco: solemnidades
Rojo: martirio y Espíritu Santo
Morado: penitencial (Cuaresma, Adviento, Difuntos)
Verde: tiempo ordinario
Hay un color litúrgico más, que es el azul-celeste,
que se usa (optativamente) en celebraciones de la
Virgen.
GRUPO 2 (LA CUARESMA)
I.Musical. (Componer unas coplas o canción.)
La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para
prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros
pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de
Cristo.
La Cuaresma dura 40 días; comienza el miércoles de ceniza y termina antes de la
Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en
la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de
verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.
La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo,
escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo
obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que
por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios. Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la
reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la
envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y
apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la
resurrección.
40 días
La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los
cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de
Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública,
de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.
En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la
tierra, seguido de pruebas y dificultades.
GRUPO 3 Liturgia: Signos, gestos, Canciones
Inteligencia Espacial y lingüística (Dibujar y explicar)
La ceniza: “Convertíos a mí de todo corazón” (Jl 2,12).
Nos recuerda nuestra condición débil y pecadora. Nos pone delante de nuestra fragilidad.
Expresa la conversión, el deseo de liberarnos del mal: la desunión, la violencia, la insolidaridad, la indiferencia, que hay
en nosotros y ponernos en el camino hacia la Pascua. Es un gesto de humildad y de súplica ante el Dios de la Vida. Es
un signo de comienzo. Con la ceniza comenzamos el camino hacia la Pascua. Nos recuerda que en la vida hay cruz,
muerte, renuncia; pero a la vez nos asegura que el camino pascual es dejarse alcanzar por la Vida nueva y Gloriosa del
Señor Jesús. De las cenizas Dios saca vida, como el grano de trigo que se hunde en la tierra. Es símbolo de que
participamos de la cruz de Cristo, para con El pasar a la Vida. Un signo pedagógico que nos recuerda nuestra debilidad y
nuestro pecado para que dejemos a Dios actuar en nosotros, incorporarnos a la resurrección de su Hijo y lavarnos con el
agua bautismal de la Pascua. Nos recuerda que ser cristiano supone una lucha contra el mal que siempre está al acecho
para robarnos la alegría de vivir resucitados.
La Cruz: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo” (Lc 9,
23).
Símbolo predilecto para representar a Cristo y su misterio de salvación. Símbolo de la nueva y definitiva alianza
realizada en la Pascua de Jesús.
Ilumina nuestra vida. Nos da esperanza. Nos enseña el camino. Nos asegura la victoria de Cristo. Nos compromete a
seguir el mismo estilo de vida de Jesús para llegar a la nueva existencia del resucitado. En la cruz está concentrada la
Buena Noticia del Evangelio
La señal de la Cruz. Gesto sencillo lleno de significado. Esta señal de la Cruz es una verdadera confesión de nuestra fe:
Dios nos ha salvado en la Cruz de Cristo. Es un signo de pertenencia: al hacer sobre nuestra persona esta señal es
como si dijéramos: estoy bautizado, pertenezco a Cristo, El es mi Salvador, la Cruz de Cristo es el origen y la razón de
ser de mi existencia cristiana. Desde el bautismo estamos signados con la Cruz de Cristo como señal de pertenencia,
con el compromiso de conocerle y seguirle y como prueba de que Cristo nos fortalece con la señal de su victoria.
Color morado recuerda que estamos en tiempo de cambio y reflexión.
Cantos todos con contenido penitencial, conversión, arrepentimiento. No hay Aleluya, ni Gloria.
GRUPO 4 (COMPROMISOS CUARESMALES: AYUNO-ORACIÓN-LIMOSNA-PENITENCIA)
Inteligencia Cenestésico corporal (representación)
El Ayuno solidario: “Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces ayunarán” (Mt 9, 15).
El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día. La abstinencia consiste en no comer carne. Son días de
abstinencia y ayuno el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
La abstinencia obliga a partir de los catorce años y el ayuno de los dieciocho hasta los cincuenta y nueve años de edad.
Con estos sacrificios, se trata de que todo nuestro ser (espíritu, alma y cuerpo) participe en un acto donde reconozca la
necesidad de hacer obras con las que reparemos el daño ocasionado con nuestros pecados y para el bien de la Iglesia.
El ayuno y la abstinencia se pueden cambiar por otro sacrificio, dependiendo de lo que dicten las Conferencias
Episcopales de cada país, pues ellas son las que tienen autoridad para determinar las diversas formas de penitencia
cristiana.
¿Por qué el Ayuno?
Es necesario dar una respuesta profunda a esta pregunta, para que quede clara la relación entre el ayuno y la
conversión, esto es, la transformación espiritual que acerca el hombre a Dios.
El abstenerse de la comida y la bebida tienen como fin introducir en la existencia del hombre no sólo el equilibrio
necesario, sino también el desprendimiento de lo que se podría definir como "actitud consumística".
Tal actitud ha venido a ser en nuestro tiempo una de las características de Ia civilización occidental. El hombre, orientado
hacia los bienes materiales, muy frecuentemente abusa de ellos. La civilización se mide entonces según Ia cantidad y Ia
calidad de las cosas que están en condiciones de proveer al hombre y no se mide con el metro adecuado al hombre.
Esta civilización de consumo suministra los bienes materiales no sólo para que sirvan al hombre en orden a desarrollar
las actividades creativas y útiles, sino cada vez más para satisfacer los sentidos, Ia excitación que se deriva de ellos, el
placer, una multiplicación de sensaciones cada vez mayor.
El hombre de hoy debe abstenerse de muchos medios de consumo, de estímulos, de satisfacción de los sentidos:
ayunar significa abstenerse de algo. El hombre es él mismo sólo cuando logra decirse a sí mismo: No.
No es Ia renuncia por Ia renuncia: sino para el mejor y más equilibrado desarrollo de sí mismo, para vivir mejor los
valores superiores, para el dominio de sí mismo.
El ayuno es un medio adecuado para ir contra la absolutización del consumo y de la facilidad. Finalmente, como forma
de cultivar los valores que deben fundamentar la vida, sea teniendo más tiempo para orar o para leer o para hablar con
los de casa, sea dedicando el dinero que no gastó a alguna causa de servicio a los demás.
ORACIÓN
La oración, el espacio de silencio ante Dios, es un elemento decisivo para reforzar por dentro la fe y la vida cristiana.
Habría que buscar, en esta Cuaresma, momentos para hacer presente ante el Señor nuestras ansias y esperanzas de
cada día, nuestra petición de ayuda y de perdón, nuestro deseo de fidelidad al Evangelio. Dependerá de las
posibilidades de tiempo y de tranquilidad de cada uno, pero en cualquier caso habría que esforzarse por encontrar esos
espacios.
Otra forma muy útil de oración consiste en la lectura de los evangelios, o de los salmos. Eso también dependerá, claro
está, de las posibilidades de cada uno. Pero, por ejemplo, uno podría proponerse leer durante esta Cuaresma el
evangelio de Marcos: se trata de un texto fácil de leer, ágil y vivo, y constituye un buen acercamiento a la persona de
Jesús.
Finalmente, otro buen propósito para este tiempo sería la participación en la Eucaristía diaria (todos los días o algunos).
Leer y meditar el evangelio de cada día; Leer algún libro que me ayude a formarme en la fe; Llegar a misa con tiempo
para prepararme a vivirla bien; Hacer oración ante el Sagrario; Confesarme con transparencia y frecuencia; Decidirme
por pedir el acompañamiento o dirección espiritual; Hacer examen de conciencia cada noche; Rezar el rosario cada día
(al menos un misterio); Participar los viernes en el ejercicio del Vía Crucis.
LIMOSNA (compartir con el prójimo)
La limosna es dar dinero a los que pasan necesidad.
Lo cual sigue teniendo actualmente -y más aún en momentos de crisis económica- todo su valor. Si bien la mendicidad
de la calle provoca normalmente desconfianza, en cambio sí que hay que plantearse seriamente, con motivo de la
Cuaresma, nuestra propia aportación a las acciones de servicio a los necesitados: Cáritas, Tercer mundo, o cualquier
otra. Teniendo en cuenta que, si es verdad que todos sufrimos las consecuencias de la crisis, también lo es que unos las
sufren mucho más que otros...
La limosna tiene también otro nivel: la limosna de tiempo. Es decir, el dar una parte del propio tiempo como servicio para
alguien que lo necesite: sea ayudando a una persona que vive sola, o visitando a un enfermo o a través de alguna
institución que pida voluntariado. Y también, ayudando en campañas de sensibilización y otras actividades semejantes.
Finalmente, está también un tercer nivel: el que se refiere a las causas de la pobreza y de la desigualdad social. Limosna
será también trabajar para que esta sociedad y este sistema cambien, de modo que no aumente cada vez más la
separación entre los que tienen y los que no tienen. Lo que significa plantearse y actuar en la organización económica,
social, política. Por lo menos, si no hay otras posibilidades, permaneciendo atentos, informados, sensibilizados ante el
tema.
Ayuda económica a los pobres, Cáritas, Manos Unidas; Dedicarle tiempo a … (abuelos, hijos, enfermos…); Escuchar
con paciencia a… (alguien que no nos sea simpático); Perdonar a…; Ser amable con…; Dominar mi carácter…
(especialmente con los que convivimos); No hablar mal de… (cuidar nuestros comentarios y curiosidades); Colaborar
más en la pastoral de la Parroquia; Ayudar más en las tareas del hogar.
PENITENCIA Los Sacramentos son instrumentos que nos dejó Jesucristo para ayudarnos a llegar al Cielo más
fácilmente.
La Confesión o Reconciliación es el Sacramento mediante el cual Dios nos perdona los pecados cometidos después del
Bautismo y recuperamos la vida de gracia, es decir, la amistad con Dios.
Es la gran oportunidad que tenemos para acercarnos de nuevo a Dios que es nuestra verdadera felicidad.
La confesión no es un sacramento de tristeza, sino de alegría, es el sacramento del hijo arrepentido que vuelve a los
brazos de su Padre.
No es el Sacramento del final de nuestra vida, sino el que nos da la oportunidad de empezar una nueva vida cerca de
Dios.
¿Cuándo me debo confesar?
Debemos confesarnos cada vez que caigamos en pecado grave o por lo menos una vez al año durante el tiempo de
Pascua. Pero es aconsejable confesarse cuando menos una vez al mes, ya que así fortalecemos nuestra alma para
resistir la tentación y nos acercamos más a Dios.
¿Qué es un pecado grave?
Se comete un pecado grave cuando se cumple con tres características:
1. Materia grave (lo que se va a hacer es algo importante)
2. Pleno conocimiento (se sabe que es malo lo que se va a hacer)
3. Pleno consentimiento (se elige libremente hacerlo)
¿Habló Cristo de la confesión?
Existen quienes piensan que el sacramento de la Reconciliación no fue instituido por Cristo, sino que es un invento de la
Iglesia. Cristo lo instituyó cuando le dijo a los apóstoles: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados les
serán perdonados, pero a quienes se los retengáis les serán retenidos”. (Jn. 20, 23; Mt. 18, 18; 16, 18-19). La Iglesia es
la que posee el poder de perdonar los pecados y buscar la santificación de sus miembros, a través de la penitencia y de
una renovación interior.
Cuando nos reconciliamos con alguien: esposa, esposo, hijos, amigos, después de haber tenido un período de
separación a causa de una pelea, de un mal entendido o una ofensa, nos sentimos en paz, nos da una gran alegría. Con
más razón cuando nos reconciliamos con Dios a quien hemos ofendido con nuestros pecados. ¿Cómo podemos darle la
espalda a Aquél que nos ha dado todo?
El sacramento de la Reconciliación es algo maravilloso. En él encontraremos la paz que tanto buscamos. Perdamos el
miedo a este sacramento y acerquémonos a él. Frecuentemente la Iglesia nos propone cinco pasos a seguir para hacer
una buena confesión y aprovechar así al máximo las gracias de este maravilloso sacramento.
Estos pasos expresan simplemente un camino hacia la conversión, que va desde el análisis de nuestros actos, hasta la
acción que demuestra el cambio que se ha realizado en nosotros.
1. 1. Examen de Conciencia.
Ponernos ante Dios que nos ama y quiere ayudarnos. Analizar nuestra vida y abrir nuestro corazón sin engaños. Puedes
ayudarte de una guía para hacerlo bien.
2. 2. Arrepentimiento. Sentir un dolor verdadero de haber pecado porque hemos lastimado al que más nos quiere: Dios.
3. 3. Propósito de no volver a pecar. Si verdaderamente amo, no puedo seguir lastimando al amado. De nada sirve
confesarnos si no queremos mejorar. Podemos caer de nuevo por debilidad, pero lo importante es la lucha, no la caída.
4. 4. Decir los pecados al confesor. El Sacerdote es un instrumento de Dios. Hagamos a un lado la “vergüenza” o el
“orgullo” y abramos nuestra alma, seguros de que es Dios quien nos escucha.
5. 5. Recibir la absolución y cumplir la penitencia. Es el momento más hermoso, pues recibimos el perdón de Dios. La
penitencia es un acto sencillo que representa nuestra reparación por la falta que cometimos.
GRUPO 5 (IMPORTANCIA DE LA CUARESMA)
Inteligencia lógico matemática (acróstico)
¿Por qué es importante la Cuaresma?
La Cuaresma tiene, en primer lugar, una razón de ser y un sentido, no es simplemente un periodo de tiempo que se
establece por establecerse. Estos 40 días nos recuerdan los 40 que pasó Jesús en el desierto antes de iniciar con su
misión pública, periodo en el que no comió ni bebió, fue tentado y se preparó para lo que venía.
Pues bien, el primer punto importante de este tiempo de Cuaresma es que nosotros entremos a nuestro desierto, es
decir, que estemos solos en el fondo de nuestro ser y reflexionemos sobre nuestra vida. Un desierto es incómodo, y así
revisar lo que hemos hecho puede serlo también.
Sí los 40 días de Jesús en el desierto fueron para prepararse, la Cuaresma tiene el objetivo que nosotros nos
preparemos para celebrar la fiesta de la Pascua, de la Resurrección del Señor que constituye la celebración más
importante y emotiva de toda la Iglesia, pues la resurrección fue, y es, la garantía de que las puertas del Cielo se han
abierto por medio de la muerte de Cristo.
Cuando vamos a una fiesta muy importante, todos nosotros nos ponemos nuestra mejor ropa, nos bañamos y afeitamos.
En este caso es lo mismo: para participar en la gran fiesta de la resurrección es necesario prepararse, lo que hacemos
en el tiempo de Cuaresma.
¿Cómo prepararnos? En primer lugar es un tiempo, como ya decíamos, de reflexión, ver lo que está mal, darnos cuenta
que hay cosas que debemos cambiar en nuestra vida. El segundo tiempo, cambiar de vida, lo que incluye una buena
confesión. En tercero, la cuaresma es un tiempo ideal para hacer penitencia (que no son castigos), es decir, algunos
pequeños sacrificios que nos ayudan a hacer más fuerte nuestra fuerza de voluntad y, por si fuera poco, borran las
manchas que ha dejado el pecado en el alma.
La penitencia puede ser, por ejemplo, desde privarnos de algún postre que nos agrada, ayuno, abstinencia o hasta
colocarnos alguna piedrita en el zapato para sentir un poquito de dolor físico, que nos recuerde lo que, por nosotros,
padeció Jesús, y unir ese dolor al de Él para que, con el cambio de nuestra vida, asemejarnos más a él.
Así como Satanás tentó a Jesús en el desierto, nosotros podemos ser tentados en este tiempo, ya que el enemigo no
quiere que cambiemos de vida, ni que hagamos sacrificios cara a Dios. Lo importante es encomendarnos mucho a Dios
para que nos de la fuerza para aguantar la tentación, así como estar muy firmes en nuestros propósitos y con una
voluntad inquebrantable.
GRUPO 6 (VIACRUCIS – ESTACIONES 1 AL 4)
I. lógico matemático, lingüístico, espacial (mapa mental: Nombrar, idea central, invitación).
El Vía crucis es una devoción centrada en los Misterios dolorosos de Cristo, que se meditan y contemplan caminando y
deteniéndose en las estaciones que, del Pretorio al Calvario, representan los episodios más notables de la Pasión
PRIMERA ESTACIÓN (Jesús es condenado a muerte)
El juez que cometió el crimen profesional más monstruoso de toda la historia, no fue impulsado a ello por el tumulto de
ninguna pasión ardiente. No lo cegó el odio ideológico, ni la ambición de nuevas riquezas, ni el deseo de complacer a
ninguna Salomé. Lo movió a condenar al Justo, el recelo de perder el cargo pareciendo poco celoso de las prerrogativas
del César; el miedo de crearse para sí complicaciones políticas, desagradando al populacho judío; el miedo instintivo de
decir “no”, de hacer lo contrario de lo que se pide, de enfrentar al ambiente con actitudes y opiniones diferentes de las
que en él imperan.
Vos, Señor, lo mirasteis por largo tiempo con aquella mirada que, en un segundo, obró la salvación de Pedro. Era una
mirada en la que se transparentaba vuestra suprema perfección moral, vuestra infinita inocencia, y, sin embargo él Os
condenó.
Oh Señor, ¡cuántas veces imité a Pilatos! ¡Cuántas veces por amor a mi carrera, dejé que en mi presencia la integridad
fuese perseguida, y me callé! ¡Cuántas veces presencié de brazos cruzados la lucha y el martirio de los que defienden
vuestra Iglesia! Y no tuve siquiera el coraje de darles una palabra de apoyo, por la abominable pereza de enfrentar a los
que me rodean, de decir “no” a los que forman mi ambiente, por el miedo de “ser diferente de los otros”. Como si me
hubieseis creado, Señor, no para imitaros, sino para imitar servilmente a mis compañeros.
En aquel instante doloroso de la condenación, Vos sufristeis por todos los cobardes, por todos los blandos, por todos los
tibios por mí, Señor. ¡Jesús mío!, perdón y misericordia. Por la fortaleza de que me disteis ejemplo desafiando la
impopularidad y enfrentando la sentencia del magistrado romano, ¡curad en mi alma la llaga de la comodidad!
SEGUNDA ESTACIÓN (Jesús lleva la cruz a cuestas)
Se inicia así, mi adorado Señor, vuestra peregrinación hacia el lugar de la inmolación. No quiso el Padre Celestial que
fueseis muerto de un golpe fulminante. Vos habríais de enseñamos en vuestra Pasión, no sólo a morir, sino a enfrentar
la muerte. Enfrentarla con serenidad, sin dudas ni flaquezas, caminando hacia ella con el paso resuelto del guerrero que
avanza hacia el combate; he ahí la admirable lección que me dais.
Frente al dolor, Dios mío, cuánta es mi cobardía. Para tomar mi cruz; en muchas ocasiones retrocedo, traicionando el
deber y cuando por fin, lo acepto, lo hago con tanto tedio que parezco odiar el fardo que vuestra voluntad me pone sobre
los hombros.
En otras ocasiones, cuántas veces cierro los ojos para no ver el dolor. Me ciego voluntariamente con un optimismo
estúpido, porque no tengo el coraje de enfrentar la prueba, y por eso me miento a mí mismo: “no es verdad que la
renuncia a aquel placer se me impone para que no caiga en pecado; no es verdad que debo vencer aquel hábito que
favorece mis más arraigadas pasiones; no es verdad que debo abandonar aquel ambiente, aquella amistad, que minan y
arruinan toda mi vida espiritual; no, nada de esto es verdad…”, cierro los ojos y dejo de lado mi cruz.
Jesús mío, perdonadme tanta pereza y debilidad por la llaga que la Cruz abrió en vuestros hombros, curad, Padre de las
Misericordias, la llaga horrible que en mi alma abrí con años enteros vividos en el relajamiento interior y en la
condescendencia para conmigo.
TERCERA ESTACIÓN (Jesús cae por primera vez)
¿Entonces, Señor? ¿No os era lícito abandonar vuestra Cruz? Pues si la cargasteis hasta que todas vuestras fuerzas se
agotaran, hasta que el peso insoportable del madero os lanzara por tierra, ¿no estaba bien probado que Os era
imposible proseguir? Estaba cumplido vuestro deber. Que los ángeles del Cielo llevasen ahora por Vos la Cruz. Vos
habíais sufrido en toda la medida de lo posible. ¿Qué más habríais de dar?
Sin embargo, actuasteis de otro modo y disteis a mi cobardía una alta lección. Agotadas vuestras fuerzas, no
renunciasteis al fardo, sino que pedisteis más fuerzas aún, para cargar nuevamente la Cruz. Y las obtuvisteis.
Es difícil hoy la vida del cristiano. Obligado a luchar sin tregua contra sí mismo para mantenerse en la línea de los
Mandamientos, parece una excepción extravagante en un mundo que se ufana en la lujuria, en la opulencia y en la
alegría de vivir. Pesa en nuestros hombros la cruz de la fidelidad a vuestra ley, Señor. Y a veces las fuerzas parecen
faltamos.
En estos instantes de prueba, comenzamos a hacer sofismas: ya hicimos cuanto estaba en nosotros. Al final, ¡son tan
limitadas las fuerzas del hombre! Dios tendrá esto en cuenta… Dejemos caer la cruz a la vera del camino y hundámonos
suavemente en la vida del placer. ¡Ah, cuántas cruces abandonadas a la vera de nuestros caminos, quizá a la vera de
mis caminos!
Dadme, Jesús, la gracia de quedar abrazado a mi cruz, aun cuando yo desfallezca bajo el peso de ella. Dadme la gracia
de erguirme de nuevo siempre que hubiese desfallecido. Dadme, Señor, la gracia suprema de nunca salir del camino por
donde debo llegar a lo alto de mi propio calvario.
CUARTA ESTACIÓN (Encuentro de Jesús con su Madre)
En su camino hacia el Calvario, Jesús va envuelto por una multitud de soldados, jefes judíos, pueblo, gentes de buenos
sentimientos... También se encuentra allí María, que no aparta la vista de su Hijo, quien, a su vez, la ha entrevisto en la
muchedumbre. Pero llega un momento en que sus miradas se encuentran, la de la Madre que ve al Hijo destrozado, la
de Jesús que ve a María triste y afligida, y en cada uno de ellos el dolor se hace mayor al contemplar el dolor del otro, a
la vez que ambos se sienten consolados y confortados por el amor y la compasión que se transmiten.
¿Y yo? ¿Me acuerdo de mis pecados? ¿Me acuerdo, por ejemplo, de mi primer pecado, o de mi pecado más reciente?
¿De la hora en que lo cometí, del lugar, de las personas que me rodeaban, de los motivos que me llevaron a pecar? Si
yo hubiese pensado en toda la ofensa que Os causa un pecado, ¿habría osado desobedeceros, Señor?
Oh, Madre mía, por el dolor del santo encuentro, obtenedme la gracia de tener siempre delante de los ojos a Jesús
sufriente y llagado, precisamente como lo visteis en este paso de la Pasión.
GRUPO 7 (VIACRUCIS- ESTACIONES 5 A LA 8)
I. lógico matemático, lingüístico, espacial (mapa mental: Nombrar, idea central, invitación).
QUINTA ESTACIÓN (Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la cruz)
Jesús salió del pretorio llevando a cuestas su cruz, camino del Calvario; pero su primera caída puso de manifiesto el
agotamiento del reo. Temerosos los soldados de que la víctima sucumbiese antes de hora, pensaron en buscarle un
sustituto. Entonces el centurión obligó a un tal Simón de Cirene, que venía del campo y pasaba por allí, a que tomara la
cruz sobre sus hombros y la llevara detrás de Jesús. Tal vez Simón tomó la cruz de mala gana y a la fuerza, pero luego,
movido por el ejemplo de Cristo y tocado por la gracia, la abrazó con resignación y amor y fue para él y sus hijos el
origen de su conversión.
El Cireneo ha venido a ser como la imagen viviente de los discípulos de Jesús, que toman su cruz y le siguen. Además,
el ejemplo de Simón nos invita a llevar los unos las cargas de los otros, como enseña San Pablo. En los que más sufren
hemos de ver a Cristo cargado con la cruz que requiere nuestra ayuda amorosa y desinteresada.
SEXTA ESTACIÓN (La Verónica enjuga el rostro de Jesús)
Diríase a primera vista, que jamás hubo mayor premio en la historia. En efecto, ¿qué rey tuvo en las manos tejido más
precioso que aquel Velo? ¿Qué general tuvo bandera más augusta? ¿Qué gesto de coraje y dedicación fue
recompensado con favor más extraordinario?
Sin embargo, hay una gracia que vale mucho más que la de poseer milagrosamente estampada en un velo la Santa Faz
del Salvador. En el velo, la representación de la Faz divina fue hecha como en un cuadro. En la Santa Iglesia Católica,
Apostólica y Romana, Ella es hecha como en un espejo.
En sus instituciones, en su doctrina, en sus leyes, en su unidad, en su universalidad, en su insuperable catolicidad, la
Iglesia es un verdadero espejo en el cual se refleja nuestro Divino Salvador. Más aún, Ella es el propio Cuerpo Místico
de Cristo.
¡Y nosotros, todos nosotros, tenemos la gracia de pertenecer a la Iglesia, de ser piedras vivas de la Iglesia!
¡Cómo debemos agradecer este favor! No nos olvidemos, sin embargo, de que “nobleza obliga”. Pertenecer a la Iglesia
es cosa muy alta y muy ardua. Debemos pensar como la Iglesia piensa, sentir como la Iglesia siente, actuar como la
Iglesia quiere que procedamos en todas las circunstancias de nuestra vida. Esto supone un sentido católico real, una
pureza de costumbres auténtica y completa, una piedad profunda y sincera. En otros términos, supone el sacrificio de
una existencia entera.
¿Y cuál es el premio? “Christianus alter Christus”. Yo seré de modo eximio una reproducción del propio Cristo. La
semejanza de Cristo se imprimirá, viva y sagrada, en mi propia alma.
Ah, Señor, si es grande la gracia concedida a la Verónica, cuánto mayor es el favor que a mí me prometéis.
Os pido fuerza y resolución para, por medio de una fidelidad a toda prueba, alcanzarlo verdaderamente
SÉPTIMA ESTACIÓN (Jesús cae por segunda vez)
Caer, estar tirado en el suelo, quedar a los pies de todos, dar pública manifestación de ya no tener fuerzas, son estas las
humillaciones a que Vos Os quisisteis sujetar, Señor, para mi lección. De Vos nadie se compadeció. Redoblaron las
injurias y los malos tratos. Y mientras tanto, Vuestra gracia solicitaba en vano, en lo íntimo de aquellos corazones
empedernidos, un movimiento de piedad.
Aún en ese momento, quisisteis continuar vuestra Pasión para salvar a los hombres. ¿Qué hombres? Todos. Inclusive
los que allí estaban aumentado de todas las formas vuestro dolor.
En mi apostolado, Señor, deberé continuar aun cuando todas mis obras estuviesen por el suelo, aun cuando todos se
unieren para atacarme, aun cuando la ingratitud y la perversidad de aquellos a quienes quise hacer el bien se vuelvan
contra mí.
No tendré la flaqueza de cambiar de camino para agradarlos. Mis vías sólo pueden las vuestras, esto es, las vías de la
ortodoxia, de la pureza, de la austeridad. Pero, en vuestros caminos, sufriré por ellos. Y unidos mis dolores imperfectos a
vuestro dolor perfecto, a vuestro dolor infinitamente precioso, continuaré haciéndoles el bien. Para que se salven o para
que las gracias rechazadas se acumulen sobre ellos como brasas ardientes, clamando por castigo. Fue lo que hicisteis
con el pueblo deicida y con todos aquellos que hasta el fin Os rechazaron.
OCTAVA ESTACIÓN (Jesús consuela a las hijas de Jerusalén)
No faltaron entonces almas buenas que percibían la enormidad del pecado que se practicaba y temían la justicia divina.
¿No presencio yo algún pecado así? Hoy en día, ¿no es verdad que el Vicario de Cristo es desobedecido, abandonado,
traicionado? ¿No es verdad que las leyes, las instituciones, las costumbres son cada vez más hostiles a Jesucristo? ¿No
es verdad que se construye todo un mundo, toda una civilización basada en la negación de Jesucristo? ¿No es verdad
que Nuestra Señora habló en Fátima señalando todos estos pecados y pidiendo penitencia?
Sin embargo, ¿dónde está esa penitencia? ¿Cuántos son los que realmente ven el pecado y procuran señalarlo,
denunciarlo, combatirlo, disputarle paso a paso el terreno, levantar contra él toda una cruzada de ideas y de actos, de
viva fuerza si fuera necesario? ¿Cuántos son capaces de desplegar el estandarte de la ortodoxia absoluta y sin mancha,
en los propios lugares donde impera la impiedad o la piedad falsa? ¿Cuántos son los que viven en unión con la Iglesia
este momento que es trágico, como trágica fue la Pasión, este momento crucial de la historia, en que una humanidad
entera está optando por Cristo o contra Cristo?
¡Ah, Dios mío, cuántos miopes que prefieren no ver ni presentir la realidad que les entra por los ojos! ¡Cuánta calma,
cuánto bienestar menudo, cuánta pequeña delicia rutinaria! ¡Cuánto sabroso plato de lentejas para comer!
Dadme, Jesús, la gracia de no ser de este número. La gracia de seguir vuestro consejo, esto es, de llorar por nosotros y
por los nuestros. No con un llanto estéril, sino con un llanto que se vierte a vuestros pies y que, fecundado por Vos, se
transforma para nosotros en perdón, en energías de apostolado, de lucha y de intrepidez.
GRUPO 8 (VIACRUCIS – ESTACIONES 9 AL 12)
I. lógico matemático, lingüístico, espacial (mapa mental: Nombrar, idea central, invitación).
NOVENA ESTACIÓN (Jesús cae por tercera vez)
Estáis, Señor mío, más cansado, más débil, más llagado, más exangüe que nunca. ¿Qué Os espera? ¿Llegasteis al
término? No, precisamente lo peor está por suceder. El crimen más atroz aún está por ser cometido. Los dolores
mayores aún están por ser sufridos. Estáis por tierra por tercera vez y, sin embargo, todo esto que quedó atrás no es
sino un prefacio. Y he aquí que Os veo nuevamente moviendo ese Cuerpo que es todo él una haga. Lo que parecía
imposible se opera y una vez más Os ponéis de pie lentamente, aunque cada movimiento sea para Vos un dolor más.
Estáis, Señor, de pie, una vez más.., con vuestra Cruz. Supisteis encontrar nuevas fuerzas, nuevas energías y
continuáis. Tres caídas, tres lecciones iguales de perseverancia, cada una más pungente y más expresiva que la otra.
¿Por qué tanta insistencia? Porque es insistente nuestra cobardía. Nos resolvemos a tomar nuestra cruz, pero la
cobardía vuelve siempre a la carga. Y para que ella quedase sin pretextos en nuestra flaqueza, quisisteis Vos mismo
repetir tres veces la lección.
Sí, nuestra flaqueza no puede servimos de pretexto. La gracia, que Dios nunca niega, puede lo que las fuerzas
meramente naturales no podrían.
Dios quiere ser servido hasta el último aliento, hasta la extenuación de la última energía y multiplica nuestra capacidad
de sufrir y de actuar, para que nuestra dedicación llegue a los extremos de lo imprevisible, de lo inverosímil, de lo
milagroso. La medida de amar a Dios consiste en amarlo sin medida, dice San Francisco de Sales. La medida de luchar
por Dios consiste en luchar sin medida, diríamos nosotros.
Yo, sin embargo, ¡cómo me canso de prisa! En mis obras de apostolado, el menor sacrificio me detiene, el menor
esfuerzo me causa horror, la menor lucha me pone en fuga. Me gusta el apostolado, sí. Un apostolado enteramente
conforme con mis preferencias y fantasías, al que me entrego cuando quiero, como quiero y porque quiero. Y después
juzgo haber dado a Dios una inmensa limosna.
Pero Dios no se contenta con esto. Para la Iglesia, Él quiere toda mi vida, quiere organización, quiere sagacidad, quiere
intrepidez, quiere la inocencia de la paloma, pero también la astucia de la serpiente; la dulzura de la oveja, mas la cólera
irresistible y avasalladora del león. Si fuera necesario sacrificar carrera, amistades, vínculos familiares, vanidades
mezquinas, hábitos inveterados, para servir a Nuestro Señor, debo hacerlo. Pues este paso de la Pasión me enseña que
a Dios debemos darle todo, absolutamente todo y después de haberle dado todo, aún debemos dar nuestra propia vida
DÉCIMA ESTACIÓN (Jesús es despojado de sus vestiduras)
Todo, sí, absolutamente todo! Hasta vergüenza debemos sufrir por amor a Dios y por la salvación de las almas.
Ahí está la prueba. El puro por excelencia fue desnudado y los impuros Lo escarnecieron en su pureza. Y Nuestro Señor
resistió a las burlas de la impureza.
¿No parece insignificante que resista a la burla, quien ya resistió a tantos tormentos? Sin embargo, esta otra lección nos
era necesaria. Por el desprecio de una criada, San Pedro Lo negó. ¡Cuántos hombres habrán abandonado a Nuestro
Señor por miedo al ridículo! Pues si hay gente que va a la guerra a exponerse a las balas y a la muerte para no ser
escarnecida como cobarde, ¿no es cierto que hay hombres que tienen más miedo a una risa que a cualquier otra cosa?
El Divino Maestro enfrentó el ridículo. Y nos enseñó que nada es ridículo cuando está en la línea de la virtud y del bien.
Enseñadme, Señor, a reflejar en mita majestad de vuestro Semblante y la fuerza de vuestra perseverancia, cuando los
impíos quieran manejar contra mí el arma del ridículo.
DÉCIMA PRIMERA ESTACIÓN (Jesús es clavado en la cruz)
La impiedad escogió para Vos, Señor mío, el peor de los tormentos finales. El peor, sí, pues es el que hace morir
lentamente, el que produce sufrimientos mayores, el que más infamaba porque estaba reservado a los criminales más
abyectos. Todo fue aparejado por el infierno para haceros sufrir, tanto en el alma como en el cuerpo. Este odio inmenso,
¿no contiene para mí alguna lección? Ay de mí, que jamás la comprenderé suficientemente, si no llegare a ser santo!
Entre Vos y el demonio, entre el bien y el mal, entre la verdad y el error, hay un odio profundo, irreconciliable, eterno. Las
tinieblas odian a la luz, los hijos de las tinieblas odian a los hijos de la luz, la lucha entre unos y otros durará hasta la
consumación de los siglos y jamás habrá paz entre la raza de la Mujer y la raza de la serpiente… Para que se
comprenda la extensión inconmensurable, la inmensidad de este odio, contémplese todo cuanto este odio osó hacer.
Ese! Hijo de Dios que allí está, transformado, según la frase de la Escritura, en un leproso en el cual nada existe de
sano, en un ente que se retuerce como un gusano bajo la acción del dolor, detestado, abandonado, clavado en una cruz
entre dos vulgares ladrones. ¡El Hijo de Dios! ¡Qué grandeza infinita, inimaginable, absoluta, se encierra en estas
palabras! ¡He ahí, sin embargo, lo que el odio osó contra el Hijo de Dios!
Y toda la historia del mundo, toda la historia de la Iglesia, no es sino esta lucha inexorable entre los que son de Dios y
los que son del demonio, entre los que son de la Virgen y los que son de la serpiente. Lucha en la cual no hay apenas
equívoco de la inteligencia, ni sólo flaqueza, sino también maldad, maldad deliberada, culpable, pecaminosa, en las
huestes angélicas y humanas que siguen a Satanás.
He ahí lo que es necesario que sea dicho, comentado, recordado, acentuado, proclamado y, una vez más, recordado a
los pies de la Cruz. Pues somos tales y el liberalismo a tal punto nos desfiguró que estamos siempre propensos a olvidar
este aspecto imprescindible de la Pasión.
Lo conocía bien la Virgen de las Vírgenes, la Madre de todos los dolores, quien junto a su Hijo participaba de la Pasión.
Lo conocía bien el Apóstol virgen que a los pies de la Cruz recibió a María como Madre, y con esto tuvo el mayor legado
que jamás fue dado a un hombre recibir. Porque hay ciertas verdades que Dios reservó para los puros, y niega a los
impuros.
Madre mía, en el momento en que hasta el buen ladrón mereció perdón, pedid que Jesús me perdone toda la ceguera
con que he considerado la obra de las tinieblas que se trama a mi alrededor.
DÉCIMA SEGUNDA ESTACIÓN (Jesús muere en la cruz)
Llegó por el fin el ápice de todos los dolores. Es un ápice tan alto, que se envuelve en las nubes del misterio. Los
padecimientos físicos alcanzaron su extremo. Los sufrimientos morales alcanzaron su auge. Otro sufrimiento debería ser
la cumbre de tan inexpresable dolor: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonasteis?” De un cierto modo misterioso, el
propio Verbo Encamado fue afligido por la tortura espiritual del abandono en que el alma no tiene consolaciones de Dios.
Y tal fue ese tormento, que El, de quien los evangelistas no registraron ni una sola palabra de dolor; profirió aquel grito
lacerante: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
Sí, ¿por qué? ¿Por qué, si El era la propia inocencia? Abandono terrible seguido de la muerte y de la perturbación de
toda la naturaleza. El sol se veló. El cielo perdió su esplendor. La tierra se estremeció. El velo del templo se rasgó. La
desolación cubrió todo el universo.
¿Por qué? Para redimir al hombre. Para destruir el pecado. Para abrir las puertas del Cielo. El ápice del sufrimiento fue
el ápice de la victoria. Estaba muerta la muerte. La tierra purificada era como un gran campo devastado para que sobre
ella se edificase la Iglesia.
Todo esto fue, pues, para salvar. Salvar a los hombres. Salvar a este hombre que soy yo. Mi salvación costó todo este
precio. Y yo no regatearé más sacrificio alguno para asegurar salvación tan preciosa. Por el Agua y por la Sangre que
vertieron de vuestro divino Costado, por los dolores de María Santísima, Jesús, dadme fuerzas para desapegarme de las
personas, de las cosas que me pueden apartar de Vos. Mueran hoy, clavados en la Cruz, todas las amistades, todos los
afectos, todas las ambiciones, todos los deleites que de Vos me separaban.
GRUPO 9 (VIACRUCIS ESTACIONES DE 13 A 15)
I. lógico matemático, lingüístico, espacial (mapa mental: Nombrar, idea central, invitación).
DÉCIMA TERCERA ESTACIÓN (Jesús es bajado de la cruz)
El reposo del Sepulcro Os aguarda, Señor. En las sombras de la muerte, abrís el Cielo a los justos del limbo, mientras en
la tierra, en tomo de vuestra Madre, se reúnen unos pocos fieles para tributaros honras fúnebres. Hay en el silencio de
estos instantes una primera claridad de esperanza que nace. Estos primeros homenajes que Os son prestados son el
marco inaugural de una serie de actos de amor de la humanidad redimida, que se prolongarán hasta el fin de los siglos.
Cuadro de dolor, de desolación, pero de mucha paz. Cuadro en que se presagia algo de triunfal en los cuidados
indecibles con que Vuestro Divino Cuerpo es tratado. Sí, aquellas almas piadosas se condolían, pero algo en ellas les
hacía presentir en Vos al Triunfador glorioso.
Pueda yo también, Señor, en las grandes desolaciones de la Iglesia, ser siempre fiel, estar presente en las horas más
tristes, conservando inquebrantable la certeza de que vuestra Esposa triunfará por la fidelidad de los buenos, puesto que
la asiste vuestra protección.
DÉCIMA CUARTA ESTACIÓN (Jesús es colocado en el sepulcro)
Se corrió la piedra. Parece todo acabado, Es el momento en que todo comienza. Es el reagrupamiento de los Apóstoles.
Es el renacer de las dedicaciones, de las esperanzas. La Pascua se aproxima.
Y al mismo tiempo, el odio de los enemigos ronda en torno del Sepulcro, y de María Santísima y de los Apóstoles.
Pero ellos no temen. Y dentro de poco tiempo rayará la mañana de la Resurrección. Pueda yo también, Señor Jesús, no
temer. No temer cuando todo parezca irremediablemente perdido. No temer cuando todas las fuerzas de la tierra
parecieran puestas en manos de vuestros enemigos. No temer, porque estoy a los pies de Nuestra Señora, junto a la
cual se reagruparán siempre, y siempre una vez más, para nuevas victorias, los verdaderos seguidores de vuestra
Iglesia.
DÉCIMA QUINTA ESTACIÓN (Jesús resucita de entre los muertos)
PASCUA
Es la celebración más importante de la Iglesia Cristiana, donde se conmemora la Resurrección de Jesucristo al tercer día
después de haber sido crucificado, según los evangelios canónicos. La Pascua forma parte de la Semana Santa donde
en el "Viernes Santo" se celebra la crucifixión de Jesús, y en el "Domingo de Pascua" se celebra la Resurrección y su
primera aparición a sus discípulos.
El "Domingo de Pascua" es una fiesta móvil, el día varía cada año y no se fija en relación al calendario civil, y sucede
después de la primera luna llena en el inicio de la primavera en el hemisferio Norte. La Pascua siempre se celebra entre
el 22 de Marzo y el 25 de Abril. La Pascua se celebra en varios países. Los portugueses la llaman Páscoa, los italianos
la llaman Pasqua, y los franceses Pâques.
El término de Pascua remite principalmente a la fiesta de la Resurrección, que también es llamada a veces Pascua
florida, pero también se usa para referirse a otras tres celebraciones cristianas: la Navidad (25 de Diciembre), la Epifanía
o Adoración de los Magos (6 de Enero) y Pentecostés, la venida del Espíritu Santo (cincuenta días después de la
Resurrección). La expresión "¡Felices Pascuas!" es una forma tradicional de felicitar la Navidad, el nacimiento de
Jesucristo.
Originalmente, la Pascua es la festividad judía que conmemora la salida del pueblo hebreo de Egipto, relatada en el libro
bíblico del Éxodo. El pueblo hebreo considera que este hecho marca el nacimiento del pueblo como tal.
Los primeros cristianos, que eran judíos, celebraban la Pascua de Resurrección a la par cronológica que la Pascua judía,
hasta que en el Primer Concilio de Nicea (en el 325 d. C.) se separó la celebración de la Pascua judía de la cristiana,
quitando a esta los elementos hebreos. Pero dejaron el carácter móvil de la fiesta recordando que Cristo resucitó en la
Pascua hebrea.
Según las Sagradas Escrituras, Dios ha dado a los cristianos "un nuevo nacimiento a una esperanza viva por la
resurrección de Jesucristo de entre los muertos". Los cristianos, por la fe en el poder de Dios, han de discernir
espiritualmente con Jesús resucitado cómo se puede caminar en una nueva forma de vida.
GRUPO 10
ITINERARIO PARA CULTIVAR MI FE Y TRANSMITIRLA A MI FAMILIA (I. Visual Espacial: dibujar)
Decálogo Cuaresmal
El tiempo de Cuaresma es un momento de especial preparación interior este decálogo cuaresmal que puede ser una
buena guía para cumplir con este propósito
1. Romperás de una vez por todas con lo que tú bien sabes que Dios no quiere, aunque te agrade mucho, aunque te
cueste “horrores” dejarlo. Lo arrancarás sin compasión como un cáncer que te está matando. “¿De qué le sirve al
hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? (Mc 8, 36)
2. Compartirás tu pan con el hambriento, tus ropas con el desnudo, tus palabras con el que vive en soledad, tu tiempo
y consuelo con el que sufre en el cuerpo o en el alma, tu sonrisa con el triste, tu caridad con TODOS. Examinarás
esto con cuidado cada noche. "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más
pequeños, a mí me lo hicisteis." (Mt 25, 40)
3. Dedicarás un buen tiempo todos los días para estar a solas con Dios, para hablar con Él de corazón a Corazón.
Será un tiempo de agradecer, de pedir perdón, de alabarle y adorarle, de suplicar por la salvación de TODOS. Este
tiempo no es negociable. “Sucedió que por aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración
de Dios.” (Lc 6, 12)
4. Confiarás en Dios a pesar de tus pecados y miserias. Creerás que Dios es más fuerte que todo el mal del mundo.
No permitirás que ni dolor, ni pesar alguno, ni “tu negra suerte”, ni las injusticias y traiciones sufridas te hagan dudar
ni por un momento del amor infinito que Dios te tiene. Él ha muerto en cruz para salvarte de tus pecados. “Aunque
pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan.” (Sal
23, 4).
5. Mirarás sólo a Dios y a tus hermanos. Mirarte tanto te hace daño, porque te envaneces viendo los dones que nos
son tuyos o te desalientas viendo sin humildad tus miserias. Mira a Jesús y habrá paz en tu corazón. Mira las
necesidades de tus hermanos y ya no tendrás tiempo de pensar en ti; te harás más humana, más cristiana. “Así
pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra.” (Col 3, 1-2)
6. Ayunarás de palabras vanas: serás benedicente. Ayunarás de malos pensamientos: serás pura de corazón.
Ayunarás de acciones egoístas: serás una mujer para los demás. Ayunarás de toda hipocresía: serás veraz.
Ayunarás de lo superfluo: serás pobre de espíritu. “¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar los
lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertad a los quebrantados, y arrancar todo yugo?” (Is 58,
6)
7. Perdonarás una y mil veces a quien te ha herido, con causa o sin ella, justa o injustamente, esté arrepentido o no.
Un perdón que no será sólo tolerar o soportar sino que ha de brotar del amor sincero y sobrenatural. Los
perdonarás uno por uno, primero en tu corazón y luego, si te es posible, también con tus palabras. No permitirás
que el rencor ni el resentimiento envenenen tu corazón. “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,
34).
8. Ofrecerás sacrificios agradables al Señor. Los harás en silencio, sin que nadie se dé cuenta. Buscarás con ello
reparar por tus pecados y los de TODOS los hombres. Querrás con ello desprenderte de las cosas materiales, que
tanto te agradan, para poder hacerte más libre y ser una mujer para Dios. Pero sobre todo ejercerás el sacrificio de
vivir con perfección la caridad en todo momento con TODOS tus hermanos. “No os olvidéis de hacer el bien y de
ayudaros mutuamente; ésos son los sacrificios que agradan a Dios.” (Heb 13, 16).
9. Amarás la humildad y procurarás vivirla de la siguiente manera: reconocerás tus pecados; considerarás a los demás
mejores que tú; agradecerás las humillaciones sin dejarte arrastrar por el amor propio; no buscarás los honores, ni
los puestos, ni el poder, ni la fama, que todo eso es de Dios; te harás servidora de todos. “el que quiera llegar a ser
grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos”.
(Mc 10, 43-44)
10. Anunciarás a los hombres la verdad del Evangelio. Les dirás sin temor que Dios los ama, que se ha hecho hombre
por ellos y ha muerto en la cruz para salvarlos. Les mostrarás que sólo Él los puede hacer plenamente felices. Les
harás ver que la vida que tiene su origen en Dios, es muy corta, se pasa rápido y que Dios es su destino final; vivir
por Dios, con Dios y en Dios es lo sensato y seguro. “Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva
a toda la creación» “ (Mc 16, 15)
Autor:Pedro Castañera, L.C. | Fuente: Catholic.net
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