LA ALHAMBRA

Anuncio
Dado en el mes de las rosas,
hoy de las lluvias y vientos,
en Granada la oriental
encanto, dicha y recreo
de quien goza de salud
y dispone de dinero.
AFÁN DE RIBERA.
LAS FIESTAS DE ESTE AÑO.
Muchas y diferentes causas han influí do este año para
que las fiestas del Corpus tengan algo de descoloridas;
notáronseles ciertos rasgos que causaron cansancio desde
el primer día. El programa organizóse con un mes, si
acaso, de anticipación, y de esta premura, se han resen­
tido en primer término la Exposición de Plantas y Flores,
que no puede improvisarse; el orden general de los feste­
jos y las novedades que. parece natural, debieran de in­
troducirse en aquél todos los años, y que en este no han
figurado para nada.
La pública y la entrega de la plaza, nada tuvieron de
particular. Entiendo que estas dos ceremonias ó se de­
ben organizar imitando las de otros tiempos, ó bien de­
biera inventarse una fórmula, á fin de que tales actos no
tocaran en el ridículo.
La plaza continúa en decadencia. El diseño de este año
es muy artístico; pero del boceto al cuadro, el pensamien­
to ba sufrido una trasformación, en las tintas generales
especialmente. Al estilo gótico, á no ser dentro de un gran
salón, cuadra perfectamente ese color sombrío que ha
tomado la bellísima puerta de la Capilla Real (dentro del
templo metropolitano) que por ventura escapó del furio­
so blanqueo de aquellos sagrados muros. Con la entona­
ción clara que se dió á todo el decorado de Bibarrambla,
el diseño perdió mucho de su elegancia y su belleza.—Res­
pecto de la velada tradicional en la plaza, se puede ha­
cer un juicio exacto de ella, condecir que la misteriosa
oscuridad en que estuvimos envueltos paseantes y senta­
dos no favorecía la velada, sino el sueño.
El Salón bellísimo. Este año los contratistas señores
Vico, han modificado con mucho gusto la iluminación de
aquellos hermosos paseos y jardines.
De la feria de ganados nada se sabe de particular. Pa­
rece que ha estado animada y que se han hecho buenos
negocios.
¡Los toros! Gran trabajo costó organizar, y después lle­
var á cabo las dos corridas.... Y todo cayó al suelo des­
pués de la primera, porque Frascuelo fué cogido por un
toro de Orozco.—La segunda corrida ofreció la novedad
deque vinieron de Madrid, Gallito y Guerrita.—Ww\ sido
de oir, las polémicas originadas por si Mazzantini es ó
nó torero y por si Frascuelo es la nota brillante del toreo
ó es un hombre de buenos puños solamente. Su herida
preocupó de tal modo á gran parte do la población, que
la fonda de la Alameda y el Campillo no han estado solos
ni de noche ni de día.— ¡No hacía una semana que se ha­
bía caido de un andamio, muriendo á los pocos instantes,
un honrado y joven trabajador, y nadie se ha preocu­
pado de tal cosa!...
La Exposición de Plantas y Flores, ya lo hemos dicho:
no ha habido tiempo material para organizaría. Sin em­
bargo, han expuesto preciosas colecciones de plantas los
Sres. Martín y Giraud, las Sras. Martínez de Romera,
Ortega de España y Eguilaz de Torres, los jardines del
Generalife, y algunos aficionados. — Lo notable de la Ex­
posición han sido los conciertos nocturnos á, grande or­
questa dirigidos por el Sr. Arche, y en los que ha tomado
parte su afamado sexteto.
Las carreras, como todos los años. Pretexto para que
muchas mujeres vayan al hipódromo, siendo encanto y
admiración de los hombres; y para que los hombres mi­
tiguen su admiración con vino, más ó menos bullanguero
y escandaloso. Casi, casi va siendo verdad que el hipó­
dromo se convierte en «una taberna y un garito al 8ire
libre,» como ha dicho un querido colaborador nuestro.
La procesión, como todo lo que recuerda las fiestas an­
tiguas, en completa decadencia.
Los cuadros disolventes ocasionaron un verdadero con­
flicto, del cual pudieron resultar aun más desgracias.
¡Bien se corrió aquella noche!... Y todavía estamos sin
saber por qué.
Las cucañas y la elevación de globos y figuras, sin no­
vedad. Lo mismo puede decirse de los fuegos. El castillo,
en conjunto, pobre y sin nada que llamara la atención.
Gracias á la retreta , el festejo resultó más brillante.
Hablemos de la llibérica del Ateneo.
Dos años con este hace que el Ateneo celebra sus Ilibéricas. Los temas han sido cuatro: 1.° Oda á Isabel la Ca­
tólica.—2.° Romance de asunto libre.—3.° Leyenda tra­
dicional granadina, en verso.—4.° Estudio biográfico crí­
tico de la vida y las obras de D. Diego Hurtado de Men­
doza. Según el discurso del Sr. España Lledó, distinguido
presidente del Jurado, se han declarado desiertos los te­
mas 1.° y 3." y se han adjudicado premios al Romance
Pasión y Venganza del Sr. Blanco y García, poeta mur­
ciano; y al estudio acerca de Hurtado de Mendoza La plu­
ma es lenguaje del alma , del Sr. Señán y Alonso. En el
discurso, dice muy grandes verdades el Sr. España. La
anemia se apodera en efecto de las letras granadinas; y
¿es que Granada no produce ya peregrinos ingenios? no;
es que la centralización ha dado muerte á nuestras socie­
dades literarias y artísticas; es que Madrid y la política
absorben los capitales, los talentos y los brazos.
Leido el discurso del Sr. España, penetró en la sala la
reina de la fiesta, Angustias Pérez del Pulgar, bellísima
criatura á quien Dios ha hecho gracia de sus más altos
dones. Angustias es una de esas pocas mujeres que en­
cantan por su discreción y talento, tanto como por su
belleza. Los ángeles que allá en el cielo están encargados
de la formación de las almas, debieron trabajar con ver­
dadero amor en la suya; tal vez reunieron en ella las
cualidades divinas de algunas ya elegidas como mode­
los.... En cuanto á la envoltura carnal, está en relación
directa con las perfecciones del alma.—Ante reina tan
admirable, leyéronse el romance premiado. Al Sr. Señán
perteneció el premio de honor y él fué el que eligió la
reina de la fiesta. Este es un mérito más, que debe men­
cionar en su bril'ante hoja el joven literato.
El Sr. López Muñoz, presidente del Ateneo, pronunció
un brillante discurso que fué interrumpido varias veces
por entusiastas aplausos.
El sexteto del Sr. Arche y la charanga de Cuba ameni­
zó la fiesta que fué una solemnidad completa.—V.
Imp. de D. José López Guevara, San Jerónimo, 29.
LA ALHAMBRA
REVISTA DECENAL
XNG XOGOCXtA-S, AKIX3GS V »K»K,KUGrRA«<XA.
LAS FIESTAS DEL CORPUS EN GRANADA
DURANTE LOS SIGLOS XVII Y XVIII.
El paseo (le 1 » Ciudad (*)#
Se verificaba en las primeras horas de la ma­
ñana del Corpas, haciéndose para él un especial
convite por «los Cavalleros Comiffarios á todo el
Regio, Noble, Secular Cabildo; y juntándose to­
dos, (cada vno de Particular, porque para el Paffeo no tiene obligación el Común) fe repartieron
a todos de parte de la Comifsion vn par de Guan­
tes, y vn Bastón de Caña de Indias con el puño
bien primorofo de finífsima Plata: y luego inme­
diatamente fe vieron los Diablillos en la calle;
quienes con las licencias que les permiten fus
nombres y veftidos (1),» abrían paso por entre
la curiosa y aglomerada muchedumbre á la apa­
ratosa comitiva, que después de recorrer las ca­
lles por donde había de pasar la procesión se di­
rigía á la Catedral. A los diablillos seguía la
'tarasca (2) de la que no solamente se procuraba
(1) Este precioso artículo pertenece á un completí­
simo y detenido estudio acerca de las fiestas del Corpus
en Granada, debido á la laboriosa actividad y amor al
estudio de nuestro amigo y colaborador D. Miguel Garrido
Atienza.
(1) No es solo el P. Bernardo Rodríguez, en su pre­
citado Milagro de los milagros de Dios, etc.; (al que
pertenece el trozo transcrito), el único descriptor de
fiestas del Córpus en Granada durante los siglos XVII y
XVIII, que habla del obsequioso reparto por los comi­
sarios de los festejos de un bastón de caña con el puño de
plata y un par de guantes á cada uno de los Regidores,
Venticuatros y Jurados á quienes invitaban para asistir
al paseo, pues en algunas de las demás descripciones
mencionadas, se añade la circunstancia de que los guan­
tes y bastones eran ¡goales. Que esto era costumbre pro­
pia de la festividad, lo acredita el hecho de hallarse esos
objetos incluidos expresamente en una de las partidas
de los presupuestos de gastos de las fiestas, como queda
también apuntado en otro lugar.
(2) Sebastián de Cobarruvias, en un Tesoro de la len­
gua castellana ó española (Madrid, MDCXI) dice: TA­
RASCA, vna fierpe contrahecha, que fuelen facaren algu­
nas fiestas de regozijo; díxofe afí porque efpanta á los
muchachos, del verbo Griego tapa tu [rrapaljto n exapaya,
territo, turbo, perturbo; los labradores quando van á
las ciudades, el día del Señor, eftan abobados de ver la
Tarasca, y fi fe defcuydan, fuelen los que llenan alargar
el pescuezo y quitarles las caperusas de la cabe9a, y de
allí quedó vn prouerbio de los que no fe hartan de alguna
cofa que no es más echarla en ellos que echar caperu9as
á la Tarasca.» — El uso de estas monstruosas figuras es
variar el monstruoso serpentón que tal nombre
hubo de apropiársele, sino también la figura que
se acostumbró á poner sobre ella; así hallamos
que la tarasca fué á veces un inverosímil animal
de anchísimo vientre, de largo y movible cuello,
y cuyas abiertas fauces se apoderaban de cuanto se
ponía á su alcance; otras una alada é hiperbólica
sierpe; bien una hidra de siete cabezas, ora idén­
ticas, ora distintas en su impresión, el engendro
siempre de una febril fantasía, y no falta motivo
para sospechar que alguna vez la imagen de una
mujer fea, greñuda, en ademán descompuesto y
cubierta con andrajoso ropaje, vino á sustituir al
diabólico mónstruo. La efigie que sobre el lomo
llevaba era, bien «una Negra (color propio de la
maldad, infecta en su propio veneno, según Sé­
neca)», como dice un reverendo cronista; ya se­
mejaba á Lucifer gobernando á la repugnante
hidra, y cuando no era una estatua de la Fe la
que se mostraba domeñando al imaginario bruto,
la tarasca, adusto el ceño y mal avenida con ísu
muy anterior á la época á que contraemos este estudio.
Cervantes, en su Viaje al Parnaso , cap. II, se expresa de
este modo:
«Si no acudieran más de mil sirenas
A dar de azotes á la gran borrasca,
Que hacía el saltarel por las entenas.
Una, que ser pensé Juana la Chasca,
De dilatado vientre y luengo cuello,
Pintiparado á aquel de la Tarasca.»
Quevedo, hablando de las fiestas del Corpus, dice que
había en ellas antiquísimas costumbres, como las Dan­
zas, Matachines y Gigantones, y principalmente la que
hoy llamamos de la Tarasca. (España defendida, 1609,
cita de Soriano Fuertes, Historia de la música española,
t. I, cap. VI, p. 184). Este uso de las fiestas católicas
arranca del gentilismo, pues según Sexto Pompeyo: en las
pompas y fiestas de los antiguos, solía ir la figura del
Dragón entre las más ridiculas y espantosas, con gran­
des quijadas, con la boca desmesuradamente abierta, y
haciendo gran ruido con los dientes. Así iba puntual­
mente, ílice Pellicer, la que se usaba todavía en nuestros
tiempos, y el mismo añade casi á seguida: «esta pompa
de las figuras de los antiguos, la rectificó el uso cristiano,
porque se extendían en ellas otras alegorías misteriosas.
En la Tarasca, que constaba de un serpentón engullidor
y de la figura de una mujer extrañamente ataviada y
sentada sobre él, se extendía la meretriz de Babilonia
sobre Leviatan, esto es, el mundo, el infierno y la muer­
te, vencidos por Jesús Sacramentado, que los llevaba de­
lante como despojos de su triunfo.» A lo expuesto agrega
González Pedroso, ocupándose de las cosas que incumbían
á los comisarios en las fiestas de Madrid: «Entre las últi-
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«MOZVELA.
TARASCA.
Con arrebol y afeytada
en otra me he transformado,
y así á bobos he engañado
con una cara prestada
que el Zacatín me la ha dado,
De arrebol y solimán
qué rostro puede ser bueno?
pues esdeunembuste lleno,
para los bobos imán,
para las bolsas veneno (1)>.
Caminaban á seguida, andando á impulsos de
fácil mecanismo, bien muy reposados, retozones
á veces (2), dados al baile otras (3), ginetes en
ocasiones de tan bien imitados caballos que no
faltó «quien aun conociéndolos fin vida la poffeffión
de fus filias defeara,» de más constante modo
mas figuraban las prevenciones de danzas, gigantones y
gigantillas que habían de acompañar á, la procesión, así
como la Tarasca, monstruosa flgura que se renovaba
todos los años, y acabó por hacerse asunto de un certa­
men, en que era preferido el artífice que presentaba el
modelo más vistoso y sorprendente (Autos sacramenta­
les.— Pról. p. XXIV. Biblioteca de autores españoles,
ed. Rivadeneyra).—No resulta, por otra parte, que tanto
la tarasca como los gigantones fuesen un adorno esclusivo de las festividades del Corpus, pues en una compo­
sición titulada Métrico manifiesto de la celebre y magni­
fica feftividad, que el Ilustre y Venerable Orden Ter­
cero dedicó con rendido afecto d María Santísima del
Carmen su patrona, y madre esclarecida, en su propio
dia diez y seis de Julio de efte año de mil setecientos y
peifyte y tres. Impreffo en Granada', en la Imprenta de
la SSma. Trinidad , al hacer la reseña de la procesión
verificada con dicho motivo, en su pag. 10 se lee:
«La Sierpe Pythonisa,
O Tarasca escamada,
Con sus siete cabe9as salió armada,
Y á quien M
las cervices pisa;
Seguíanles deprisa
En hermosos cavallos, por ser feos,
Los Gigantes, Titanes ó Thifeos.»
aría
Además de otras procesiones en las grandes fiestas ce­
lebradas en la iglesia Catedral de esta ciudad por la cano­
nización de S. Fidel de Sigmaringa y S. José de Leonisa:
«Dos Atlantes Gigantones
mantuvieron de refpeto
en el Pórtico; y mirando,
á muchos caufaron miedo.»
Segundo romance, en que fe refieren las plausibles
Fieftas, con que efta Iluftre Ciudad de Granada ha cele­
brado las Canonizaciones de los Gloriofsífimos Santos
Señor San Fidel y Señor San Joseph. Con lo demás que
verá el curiofo Lector efte año de 1747.
(1) Asi aparece de la mencionada Descripción de la
fiesta , etc. Año 1665.
(2) M. G. Ticknor, en su Historia de la literatura
española , trad. y anot. por D. Pascual de Gayangos y
D. Enrique de Vedia, reseñando á la ligera las fiestas del
Córpus (Tomo II, cap. XVII, p. 363) dice: «venían después
dos ó tres gigantones hechos de cartón, saltando grotes­
camente con gran espanto y temor de los simples aldea­
nos y alegría del mayor número.>
(3) Soriano Fuentes en su dicha Eist. de la música,
loe. cit.
sobre lujosos carros triunfales ó sobre andas (1),
siete gigantones, caprichosa ó adecuadamente
vestidos, simbolizando ora las maldades que la
visión apocalíptica recriminaba á las ciudades de
Éfeso, Smirna, Pergámo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea; ya á los amantes Adonis, Nar­
ciso, Orfeo, Leandro, París, Píramo y Atis; ora
los siete vicios capitales; bien la geografía en
Euclides, la arquitectura en Bitrubio, la náutica
en Albubater Hain, la orografía en Flabrahamo, la
maquinaria en Alendezgoz, la astronomía en
Xenophon y la música en Missa Hala; cuándo
semejaban unas guardias de marciales granade­
ros, y alguna vez, convertidos en públicos exhibidores de las maravillas del arte antiguo, iban
mostrando en la diestra mano, quién las pirámi­
des de Egipto, cuál el mausoleo hecho construir
por Artemisa á la memoria de su difunto marido
Mausoleo, rey de Caria, éste el templo erigido á
Venus en Éfeso por las amazonas, aquél el coloso
que Rodas dedicara al Sol, estotro el faro puesto
por Alejandro Magno en las orillas del Nilo, eso­
tro el muro con que Semíramis circundó á Babi­
lonia: y eran todos ellos portadores de emblemas,
atributos, etc., y daban á conocer su significado
mediante las décimas, octavas, quintillas, cuarte­
tos y tercetos que escritos en tarjetones cada
uno en visible lugar llevaba.
Cuatro danzas, recitando, dialogando ó co­
reando un incontable número de composiciones
poéticas (2), marcando al par unas con los caden­
ciosos movimientos de sus cuerpos los tranquilos
compases de la alemana, otras los enardecedores
de la zarabanda (3), éstas los belicosos de las pí-
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(1) No se sustrajo Granada á la general costumbre de
llevar carros como uno de los característicos aparatos
de las fiestas del Corpus, por lo que era ésta frecuente­
mente llamada la fiesta de los carros. Que iban sobre ellos
los gigantones, se deduce de las actitudes con que los des­
criben los opúsculos que tenemos á la vista. Las descrip­
ciones correspondientes á 1741 y 1761 dan á conocer de
un modo expreso, !a una que iban sentados sobre her­
mosos carros, y la otra que llevaban escritos los acos­
tumbrados versos en las peanas.
(2) Amador de los Ríos, en su Historia crítica de la
literatura española , tomo VII, cap. XXII, sostiene el
consorcio estrecho que en las danzas tenían el baile, el
canto y la representación: Soriano Fuertes, en su men­
cionada Historia de la música , comprueba con muchos
ejemplos la intimidad de ese consorcio. Cervantes, en su
Quijote, parte II, cap. XX, nos describe una de estas dan­
zas habladas. Nuestro antiguo teatro está lleno de compo­
siciones en que las pantomimas con canto y baile forman
parte de la acción dramática, y con separación de esto»
nuestra antigua literatura nos ha legado muchas compo­
siciones para ser recitadas ó cantadas en los bailes, como
puede verse entre otros en Quevedo en Los galeotas, Las
valentonas y destreza, Los sopones de Salamanca , etc.
(3) Mariana, Tratado contra los juegos públicos, ca­
pítulo
«... por ahora solo quiero decir que éntrelas
otras invenciones ha salido estos bños un baile y cantar
tan lascivo en las palabras, tan feo en los meneos, que
XII.
II.
«En el nombre del Señor,
única cosa en que creo,
declaro me llaman Juan,
y por sobrenombre, el Quieto.
Hijo de padres humildes,
es condición en mi serlo;
así están los españoles,
humildes como borregos.
Declaro que fui casado
tres veces, sin escarmiento,
con que figúrense ustedes
si hombre seré de provecho.
Con ninguna tuve hijos,
y no era fácil tenerlos,
pues á la segunda noche
ya andaba el divorcio puesto.
Fué la primera bonita,
un ángel, mas con un genio,
que hizo los dulces de boda
más amargos que el veneno.
Al salir de la parroquia,
porque me tardé un momento,
me propinó al darla el brazo
un pellizco que aún conservo.
Murió al cabo de un berrinche,
por disgustos con el médico;
lloré, pero con un ojo,
de gusto, más que de duelo.
La segunda era al contrario,
¡qué finura! ¡cuánto esmero!
como un ruiseñor cantaba,
y en bailar era un portento.
Pero en cambio, solo primos
formaban su parentesco,
y los tuvo militares,
y paisanos y del clero.
Durante las tres semanas
que hubimos de casamiento,
no me acerqué á mi costilla,
por ser los primos primero.
La tercera fué otra cosa;
mas una duda conservo,
si nació para comer
ó se murió por no hacerlo.
Horror le tenia al agua,
como hidrofóbico perro,
y el peine jamás anduvo
á vueltas con sus cabellos.
Hubo al marcharse del mundo,
grande pena en los insectos;
seguro estoy de que vuelva
por no enderezar el cuerpo.
Declaro me hallo con deudas;
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LA ALHAMBRA.
según la risa que al labio
acude por su recuerdo.
Sepan, dice, los mortales,
como otorgué testamento:
que si serví cuando vivo,
quiero mandar cuando muerto.
Bien está que los difuntos
gocen de algún privilegio,
que hay calaveras mandonas,
ya nos lo dijo Quevedo.
Así habló, dando un suspiro
ocultándose en el lecho,
y yo, sin ser escribano,
lo que él apuntó, refiero.
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LA ALHAMBRA.
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carga, llevaba á cuestas una liviana moza, y am­
bas, siguiéndose en ello una inveterada costum­
bre, tenían pendientes aquella del pecho y ésta
de las espaldas, unas tarjas en las que se leía:
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quien no las tiene, es descrédito,
y como no he de pagarlas,
tendré quien me llore al menos.
Declaro que por mi mal
he padecido de pleitos,
escapando con camisa,
es decir, con la que tengo.
Declaro que tuve fincas,
mas las vendí sin rodeos;
en contribución y obras
se las llevaba el gobierno.
Declaro soy de Granada
y bautizado en San Pedro,
si me echaron ó nósal
á otros les toca saberlo.
Mnndo me entierren si gustan
en una fosa en el suelo,
nichos y bóvedas huyo,
que dicen se están cayendo.
Con un morrión enorme,
de la época de Espartero,
mando construyan mi caja;
de sobra habrá para ello.
De mortaja, el uniforme
que de miliciano tengo,
si la libertad murió,
bueno es se entierren los restos.
Mando en especial legado
mis botinas de becerro,
al Alcalde presidente
del ilustre Ayuntamiento.
Con ellas por nuestras calles
atravesó diez inviernos,
son falúas en los charcos,
salvavidas en el cieno.
Item, al Gobernador
le doy la capa que tengo,
otras cinco me robaron,
que es muy seguro este pueblo.
Item, á Monsieur Chapín,
que es un artista extranjero,
para que los lleve á Londres
algunos cuadros le dejo.
Las barracas del Campillo,
forma el retrato uno de ellos,
y la Intendencia , á dos tintas
antes de tirarla al suelo.
Item, á una madre tierna,
vecina mia por cierto,
una caña de pescar
con sus utensilios, lego.
Cuatro hijas que son doncellas,
(salvo el debido respeto),
ya comprenderá si tiene
la manda á sus ojos mérito.
Item, por la ilustración
también hacer algo intento:
á los maestros de escuela
dono el hambre que padezco.
Item, al sabio doctor
que me asiste con desvelo
le regalo mi rosario,
y que lo aplique es mi intento,
á encomendar los difuntos,
los suyos y los ágenos.
Item, que ya de mandar
algo rendido me siento:
es mi voluntad perdonen
las faltas que aquí cometo.
6
LA ALHAMBRA.
rechazar y aun perseguir á los malvados por te­
mibles y poderosos que sean; amigo del joven
Helvidio y lleno de respeto por su viuda Fania,
pide en pleno Senado el castigo de su acusador
Certo, que acababa de ser nombrado cónsul de­
signado, y traza con términos enérgicos la his­
toria de Régulo, el delator y rapiñador de testa­
mentos, y aun llega á hacer su retrato descri­
biendo magistralmente su mirada baja y som­
bría, y su fama de perverso y rico, y poniendo
la críthade su desaliñada y pedestre oratoria en
boca de los magistrados y la de sus mal perjeñados versos en la del auditorio; desprendiéndose
pues que el tal Régulo era un corifeo de la Tri­
buna, indigno aún de figurar entre otros más no­
bles rivales y excelentes modelos.
La vida política de Plinio está basada sobre el
modelo de los hombres de la antigüedad. Preten­
de á toda costa ilusionarse é imaginarse contem­
poráneo de Cicerón, ocupa la tribuna desde los
19 años, frecuenta la amistad de Helvidio, de
Aruleno Rústico, de Seneción, del filósofo Artenidosoy otros tantos que fueron victima de Domiciano. Inspirándose en el orador contra Verres, hace condenar tres concusionarios: es cierto
que el emperador mitiga la pena, pero él ha cum­
plido con su deber y la justicia queda satisfecha.
La Bitimia se hace el centro del mundo y se car­
tea con Trajano, y el emperador contesta pun­
tualmente á las cuestiones que le consulta su re­
presentante: ¡nada más curioso que este episto­
lario de dos hombres que aman el bien, y lo bus­
can y obran de común acuerdo! Tiene la satisfac­
ción de proteger á los cristianos, á quienes ame­
nazaba una persecución, habiendo sido al fin re­
conocida ©n nuestros dia», por autentica, la carta
en que de ellos se ocupa, y generalmente repu­
tada por el primer monumento histórico que ha
llegado á nosotros: es en fin Plinio el Joven un
hombre honesto, justo y moderado, noble figura
que enalteció su época y dio lustre á su patria.
Ved aquí como lo retrata Demogeot': «Plinio el Jó«ven es un hombre de letras, y este es su carác­
ter distintivo así para la explicación de sus de«fectos como desús virtudes; estudia bajo las Ce«nizas del Vesubio y bajo la tienda del soldado;
«sus diversiones, sus vigilias, todo está consa«grado á las letras. Se queja de los deberes de la
«vida social, y ama el sepultarse en su retiro:
«¿llora la muerte de un amigo? pues sueña que
«ya no tendrá un guía en sus trabajos: ¿se tri«butan laureles en la tumba de un poeta? pues
«llora la muerte de su panegirista; si se le pide
«consejo, los da originales y nada vulgares; su
«desesperación es culta y es un plañidero de gus­
to delicado;» y concluye tan correcta pintura,
conteniendo una anécdota suya «que cuando se tra«tó de poner nombre á dos ciudades pintorescas
«situadas sobre el lago Gomo, sintióse inspirado
«de sus más poéticos recuerdos; y al contemplar
«que la una está situada sobro una escarpada
«roca que le sirve de coturno, y que la otra se ex«tiende sobre un humilde suelo á la manera de
«un Sueco, pone por nombre á la primera La
Tragedia y la Comedia á la segunda.»
JOSÉ VENTURA TRAVESET.
FIESTAS EN GRANADA.
Las famosas fiestas del Córpus en Granada habrán ter­
minado ya cuando este número se publique con algún re­
traso. El municipio, la comisión de fiestas y las comisio­
nes que han entendido en la organización de los festejos,
merecen un voto de gracias; se ha hecho mucho en poco
tiempo y la semilla lanzada á fértil campo el año ante­
rior por la iniciativa y el trabajo de la prensa ha fructi­
ficado como no se esperaba.
La parte tradicional de la fiesta, pública, entrega, ve­
lada en Bibarrambla y procesión, se han verificado este
año con solemnidad plausible.—Las veladas en el Salón,
la rifa de Beneficencia y la feria de ganados no han sido,
como otros actos, presididos por la desanimación y el mal
gusto.—Las cucañas, la elevación de globos y figuras (es­
pectáculo éste nuevo en Granada), y los cuadros disol­
ventes han atraido las masas populares.
Una nota discordante ha habido en las fiestas; la llama­
da Exposición de ganados, costeada por la Diputación,
y que se ha reducido á un concurso de ganadería sin re­
sultados prácticos para nadie. En tanto que estas exposicioues no sean lo que la comisión encargada de redactar
las bases del programa propuso, esto es, una exposición
de ganadería y sus industrias, instalada formalmente
por un número de días prudencial y lógico, la ganadería
granadina no obtendrá los beneficios que las exposiciones
reportan.
De las corridas de toros y carreras de caballos poco
hay que decir. Aquellas, por desgracia, dominan en el
sentimiento popular hasta la exageración de titularlas
las fiestas nacionales; estas imperan en las clases aristo­
cráticas y en reuniones de lujo, de placer y de escándalo
algunas veces, sin producto para nadie, si se exceptúa á
los dueños, extranjeros los más, de los caballos á quienes
siempre corresponde vencer.
El tiro de pichón, otra diversión trasplantada del ex­
tranjero á. nuestra pátria, es también patrimonio de las
elevadas clases de la sociedad; en esta como en las ca­
rreras, copiamos de otra parte, cuando se pudiera co­
piar mucho mejor de nuestras costumbres y usos.
Las solemnidades de estas fiestas han sido la Exposi­
ción de Plantas y Flores, la Ilibérica del Ateneo y la ve­
lada del Liceo artístico y literario.—La Exposición es de
esas fiestas que deben proteger las corporaciones con
grande empeño; las flores y las artes únense allí de con­
suno, despertando sentimientos elevados y nobles, hacien­
do vibrar las fibras más delicadas de los organismos hu­
manos. La mujer es allí la reina de derecho, que en don­
de se rinde culto á las manifestaciones de la belleza, solo
la mujer puede reinar. ¡Qué diferencia entre la mujer
qae se deleita con las artes y las flores y la que va á pre­
senciar esos espectáculos sangrientos que aún no han po­
dido extirparse de nuestras costumbres, las corridas de
toros!—Lo mismo pudiéramos decir de la Ilibérica que de
la Exposición y del Liceo. Los sentimientos del pueblo,
los caracteres y las costumbres verdaderos colocan á la
mujer española on el lugar más elevado, más distinguido
de toda la reunión, vedla siendo la reina de la fiesta en la
Ilibérica, imitando caballerescas costumbres de otros
tiempos: eclipsando la belleza de las flores en la Exposi­
ción, haciendo palidecer á las artes y la literatura en el
Liceo con su belleza; esos son los lugares de la mujer es­
pañola; esos son los sitios es que nuestras costumbres la
colocan siempre.
Dos verbenas han resultado incluidas este año en las
fiestas: la de San Juan y la de San Pedro; la última solo
recuerda las poéticas tradiciones de estos regocijos po­
pulares; la de San Juan resulta más aristocratizada que
popular.
LA ALHAMBRA.
como su valor, y siempra de una armonía desa­
gradable. Y no es esto juzgar de la belleza de los
versos árabes por las no bien definidas reglas de
nuestro arte métrico, sino determinar que depen­
diendo de un recurso cuyo valor es arbitrario,
variable y las más de las veces personal, carece
de aquellas condiciones permanentes que son in­
dispensables para ser inmediata y umversalmen­
te reconocida, pues aunque hay versos que sin
encerrar pensamiento de algún valor, complá­
cense los árabes en repetirlos, lo que prueba la
belleza propia de su forma, la celebridad de la
mayor parte, cuando no contienen en su fondo
idea por sí misma bella, que es el alma de la poe­
sía, no suele traspasar los horizontes del país en
que nació. Pero no sucede así; la poesía árabe
no consiste esencialmente en la forma rítmica de
la expresión del pensamiento, sino en los medios
propios y característicos de que se vale para ex­
presarlo, y de los que posee este idioma exube­
rante riqueza. La poesía árabe, si alguna vez se
entretiene en el oido, vá derecha al fondo del al­
ma, lo cual es propiedad común á todas las len­
guas del oriente, tales como la hebrea, de la que
por no citar mas ejemplos de su sencillez sublime
que el soberano Cántico de los Cánticos de Salo­
món, bastara con él, prescindiendo de su simbo­
lismo teológico, para explicarse la trascendental
influencia ejercida por aquella en la civilización
del mundo.
El carácter imaginativo del idioma árabe im­
prime un sello característico á la expresión del
pensamiento, que en vez de manifestarse con su
abstracta precisión, manifiéstase bajo la forma
de una imágen que el entendimiento sorprendido
por su belleza no tarda en asimilarse y en pene­
trar la idea que representa. En vez de decir, por
ejemplo, como se dice en el lenguaje de la filoso­
fía contemporánea, que cuando el espíritu, en el
análisis íntimo de la conciencia, reflexiona en sí
mismo parece que se desdobla en una conciencia
que analiza (yo subjetivo) y en otra que es ana­
lizada (yo objetivo), el árabe dice como aquel filó­
sofo de Kars: «yo soy aquel que ama y el ama­
do soy yo; si me miráis vereis dos almas en mi,
y cuando las veáis me vereis á mi solo.» Y
cuando sustentan do., como los filósofos positivis­
tas actuales, que la razón no puede juzgar con
certeza sino de lo que conoce por los sentidos,
quiera contestar á las objecciones trascendentes
del racionalismo, se expresa como Ibu-Hazm:
«Un censor severo me vituperó cierto dia por­
que me vió cautivado de la belleza de una mujer.
Díjome: ¿cómo has podido enamorarte de toda
esa mujer, sin conocer más que la belleza de su
rostro? Yo contesté: Eres injusto al vituperarme
así, y puedo defender me; ¿no sabes que soy Zahi
rita, (i) y fundo mi verdad solo en lo "que es
visible mientras no tenga otras pruebas?». De
igual modo solian escribir algunas veces los
griegos; y el divino Jesús, expresándose en he­
breo presentaba al pueblo judio en parábolas las
admirables sentencias de su moral sublime y las
verdades fundamentaels del dogma cristiano.
Gomo la idea bajo la forma agradable de una
imágen, atrae y penetra con más facilidad que
bajo forma abstracta, en la inteligencia sobre to(1) Zahiri fué el fundador de la escuela filosófica po­
sitivista.
3
do en la poca habituada á la abstracción, no será
difícil concebir la influencia que debió ejercer el
espíritu árabe en el pueblo español, mal confor­
mado con la inflexible precisión, y el austero rigor
del latín y con las apenas conocidas gerigonzas de
aquel tiempo. El latín hubiera concluido por desva­
necerse entre los españoles.á noser porque suje­
tos á Roma primero bajo la república, después
bajo el imperio, durante cinco siglos en que tu­
vo tiempo sobrado para propagarse y arraigar,
siguiéronlo bajo el Pontificado y el idioma espa­
ñol sujeto al latino, como idioma litúrgico de la
Iglesia, cuya supremacía, en la época en que se
vieron realizados los planes de teocracia univer­
sal del gran Gregorio VII, (1) coincide con el
completo destierro del árabe, y la expulsión de­
finitiva de los moriscos. El latin era el idioma de
las Universidades y colegios; usábase de él para
escribir entre las gentes de letras y hablábase
por toda persona medianamente instruida, casi
hasta por las damas; pero en la indicada época
í imprimió el idioma castellano una evolución re­
gresiva hácia su origen latino, de tal modo acen­
tuada y perceptible, que la afectación con que
hubo de iniciarse dió motivo á sátiras mordaces
bien conocidas y aun celebradas. (2) «Y Dios,
dice un famoso escritor de aquella época, (3) ten­
ga en el cielo el castellano y le perdone». Lo
cierto es que las gentes cultas de retóricos y
académicos, miraban con cierto desdén toda obra
escrita democráticamente en castellano y que
recibieron con absoluta indiferencia una de las
más gigantes del mundo, el Don Quijote, cuya
celebridad fué en su origen, como dice Quintana,
completamente popular.
RAFAEL GAGO Y PALOMO.
PLINIO EL JOVENi.
(Continuación)
Volviendo á ocuparnos de Plinio el Jóven,pode­
mos decir que hubiera exclamado muy bien con
Tácito su contemporéneo: «Si nuestros antepasa«dos conocieron la extremada libertad, nosotros
«hemos conocido la extremada esclavitud». Pre­
senció la reposición de lo que él llamaba liber­
tad y que sorprendió á todos de improviso (re­
ducía libertas rudes nos et imperitos deprehendit). Su vida privada es de una pureza de cos­
tumbres notable: tributa al abuelo de Calpurnia
los sentimientos del más filial cariño; imagina
hábiles subterfugios para obligar á sus amigos á
que reciban los- beneficios con que les ayuda;
dota la hija de su maestro Quintiliano y se dis­
culpa con un agudo chiste; es para sus escla­
vos y libertos un amo bueno y generoso; pone en
práctica el precepto de la igualdad, tan enco­
miado por los filósofos de aquellos tiempos, pero
que no se conocía sino teóricamente. Empero
aunque bondadoso, no rayó en debilidad; él sabe
(1) Alzo g.—Historia de la Iglesia.
(2) Tal fué el culteranismo aquel vicio literario de
hipérboles y giros ininteligibles, pedantesco resabio del
Renacimiento caracterizado por el afan de imitación á
la antigüedad clásica, y en especial ála romana, sobre
todo en este periodo crítico de nuestra literatura del
siglo XVII.
(3) Que vedo.— Aguja de navegar cultos.
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