ALCANZANDO UNA MAYOR BENDICIÓN

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ALCANZANDO UNA MAYOR
BENDICIÓN
Escrito por Impacto2
MARTES, 10 DE MARZO DE 2009
Por: Rev. Enrique Centeno
“Y Jehová dijo a Josué: Hoy he quitado de
vosotros el oprobio de Egipto; por lo cual el
nombre de aquel lugar fue llamado Gilgal, hasta
hoy.”, Josué 5:9.
Existen cuatro lugares donde podemos alcanzar una mayor
bendición. Se registra en el libro de Josué, capítulo cinco
que el pueblo de Israel se circuncidó en GILGAL por
orden de Jehová. Nosotros sabemos que la circuncisión que Dios quiere hoy no es
física, sino espiritual. Que se efectúe en nuestros corazones, pues hay en la vida de
muchos, cosas que no agradan a Dios. No podemos seguir siendo los mismos, con
las costumbres de tiempo atrás. Muchos continúan fallándole a nuestro Señor,
lamentablemente luego dicen ser cristianos. También entre ellos abunda la
avaricia, la codicia, el amor al dinero. “Porque raíz de todos los males es el
amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y
fueron traspasados de muchos dolores”, 1Timoteo 6:10.
Hay quienes dominados por la codicia no pagan sus diezmos, ni ofrendas, pero los
tales no tienen la bendición de Dios. “Traed todos los diezmos al alfolí y
haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de
los ejércitos, sino os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré
sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”, Malaquías 3:10. Viven
señalando las faltas de otros, poniendo excusas y amando al mundo. Dios exige de
su pueblo santidad y ésta nace en el corazón de manera que se exterioriza.
“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al
Señor”, Hebreos 12:14.
Como creyentes no podemos ocultar nuestra identidad, tenemos que llegar a Gilgal
y circuncidar todo aquello que a Dios no le agrada. “Circuncidad, pues, el
prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis vuestra cerviz”,
Deuteronomio 10:16.
Cuando Jacob le arrebató el derecho de la primogenitura a su hermano Esaú, huyó
de delante de él. En su cansancio y fatiga, cuando el sol declinaba, quiso ir al
descanso y colocó por cabecera una piedra (Génesis 28:11).
Sumido en un profundo sueño vio una escalera cuyo extremo inferior tocaba la
tierra y su extremo superior tocaba el cielo. En lo alto de aquella escalera estaba la
presencia del Señor y ángeles que subían y bajaban por ella. No sólo estaba bajo el
cuidado de los ángeles, sino que Jehová le dio promesa para él y su descendencia.
“Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la
tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia”, Génesis
28:13. Y más adelante le dice: “No temas”. Esta es la frase con la cual el Señor
alienta a su pueblo, lo que quiere decir que cada día del año el Señor nos dice: “No
temas”.
Jacob se despertó sobresaltado y dijo: “¡Cuán terrible es este lugar! No es
otra cosa que casa de Dios y puerta del cielo”. BET-EL significa casa de
Dios y en la casa de nuestro Dios es que tenemos experiencias preciosas. Es allí
donde encontramos salvación y salud para el cuerpo.
Es un privilegio estar en Betel. Hay muchos que han perdido el interés de estar en
la casa de Dios. El salmista dijo: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta
buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida,
para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su
templo”, Salmos 27:4. “Yo me alegré con los que me decían: A la casa de
Jehová iremos”, Salmos 122:1. “En tu presencia hay plenitud de gozo;
delicias a tu diestra para siempre”, Salmos 16:11.
En Bet-el, Jacob hizo pacto con Jehová y recibió promesas de parte del Altísimo.
Elías también estuvo en Bet-el, pero no se quedó allí. Cuando el profeta Elías le dice
a Eliseo que se quede en Bet-el, porque Jehová lo había enviado a Jericó, éste le
contestó: “Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Y vinieron,
pues, a Jericó”, 2 Reyes 2:4.
JERICÓ representa el lugar de lucha, combate y victoria. El relato bíblico nos
narra que Israel había cruzado el río Jordán y había puesto sus pies en territorio
cananeo. Esta era la tierra prometida a Israel y ellos comenzaron a conquistarla. La
primera ciudad fue Jericó y Josué su líder, estaba cerca del lugar meditando y
esperando las instrucciones del Altísimo para luego lanzarse a la conquista. En ese
momento vio un varón con una espada desenvainada en su mano. Entonces Josué
le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? En el camino del
Señor tenemos que estar bien identificados, con quién estamos, con Cristo o con
Satanás. Si estamos con Cristo debemos actuar como Él. Y éste le dijo: “No; mas
como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora”, Josué 5:13,14.
¿Qué diremos si Jehová es con nosotros quién contra nosotros? “Mas Jehová
dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con
sus varones de guerra”, Josué 6:2. “Rodearéis, pues, la ciudad todos los
hombres de guerra, yendo alrededor de la ciudad una vez; y esto
haréis durante seis días. Y siete sacerdotes llevarán siete bocinas de
cuernos de carneros delante del arca; y al séptimo día daréis siete
vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las bocinas”, Josué 6: 3,4.
Quizás los habitantes de Jericó se burlaron del ejército, ya que este tipo de bocina
se utilizaba para llamar a los rebaños y no para la guerra. Definitivamente lo que
para muchos resulta ridículo, Dios lo puede tomar y hacer grandes cosas.
Los sacerdotes no hicieron ningún tipo de conjeturas o preguntas sino que
obedecieron y continuamente se oía aquel sonido. Josué le dijo al pueblo algo muy
importante: “Vosotros no gritaréis, ni se oirá vuestra voz, ni saldrá
palabra de vuestra boca, hasta el día que yo os diga: Gritad; entonces
gritaréis”, Josué 6:10. ¿Por qué Josué le dijo estas palabras al pueblo? Para ellos
el permanecer callados era una prueba de su fe, de su paciencia, de su obediencia.
Ellos querían hablar, pero Josué les dijo: No lo hagan, cierren la boca hasta que se
les ordene; pero sólo dirán lo que se les indique. Cuando recibieron la orden, ¿Cuál
fue el grito? “Porque Jehová os ha entregado la ciudad”, Josué 6:16. Los
habitantes de Jericó cuando vieron al pueblo de Israel dando vueltas, quizás
pensaron que estaban locos, pero ellos no veían la multitud de ángeles que estaban
socavando las murallas. Allí hubo una gran victoria. Cada uno de nosotros tenemos
un Jericó que conquistar.
La Biblia también nos narra, en los tiempos del profeta Eliseo, que el rey de Siria
ponía emboscadas al pueblo de Israel y todas eran evadidas. Él entonces pensó que
había un espía en medio de ellos, pero el “espía” era el Rey de Reyes y Señor de
Señores al que nada se le escapa. Cuando el rey consultó al ejército sirio, estos le
contestaron que había un profeta llamado Eliseo en Samaria que Dios le revelaba
todos los secretos y los planes. Entonces el rey decide traer al profeta Eliseo. En la
noche sitiaron el lugar donde estaba el profeta. En la mañana el criado de Eliseo,
cuando mira a la llanura observa que había un gran ejército sirio de manera que
quedó impresionado y comenzó a gritar. Eliseo mira al cielo, y éste observa la
cantidad de ángeles que están a su favor, mientras el criado cuenta al ejército. Fue
entonces cuando el profeta clamó a Jehová para que los ojos de su criado fueran
abiertos y se diera cuenta de que eran más los que estaban con ellos que los que
estaban en su contra.
El JORDÁN nos habla de muerte y de humillación y nos trae a la memoria al
general del ejército de Siria llamado Naamán. Este gozaba de gran prestigio dentro
del ejército Sirio, pero era leproso. En una ocasión una de sus criadas le informa al
general que podía ser sanado si se presentaba ante el profeta en Samaria.
Al enterarse el general solicita al rey le proporcione cartas para poder ir a Samaria.
Esta solicitud es aprobada por el rey. El monarca de Israel pensó que la presencia
de Naamán le traería conflictos con los sirios y que estaban buscando un motivo
para salir a la batalla. Surgió la interrogante “¿Soy yo Dios, que mate y dé
vida, para que éste envíe a mí a que sane un hombre de su lepra?”, 2
Reyes 5:7. Enterándose el profeta Eliseo envía al general a lavarse siete veces en el
Jordán para que sea sanado. Dice la Palabra que Naamán se fue muy enojado
porque el profeta no le recibió sino que le envió un recado y no consideró su título
ni posición delante de los hombres.
Delante de Dios no hay títulos con valor, no hay jerarquías. En Romanos 3:23 dice:
“Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”.
No importa la posición social o económica que tengamos, todos necesitamos acudir
a Jesucristo para lavarnos de nuestros pecados con la sangre que Él derramó en la
cruz del Calvario. Tenemos que despojarnos de lo que creemos que somos. Naamán
tenía sus propias opiniones y conceptos, pero tuvo que descender a las aguas del
Jordán. Jesús descendió cada vez los peldaños de la humillación, “Se humilló a
sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por
lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es
sobre todo nombre...”, Filipenses 2:8-11.
Eliseo transitó estos cuatro lugares, pero le faltaba algo más, aunque había
alcanzado el Jordán, aunque Elías le había preguntado cuál era su petición y se le
había concedido. La Palabra nos dice que Eliseo nunca más volvió a ver a Elías y
tomando sus vestidos los rompió en dos partes. Hay vestidos en nuestra vida que
tienen que ser rotos y esto nos habla de quebrantamiento. La humillación y el
quebrantamiento no son aceptados fácilmente por nuestra naturaleza humana,
pero a Dios le agrada que su pueblo se humille “Si se humillare mi pueblo,
sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y
se convirtieren...”, 2 Crónicas 7:14.
Todo creyente anhela una mayor bendición, primero en lo espiritual y luego en lo
material. Hay muchas bendiciones que Dios quiere darnos, pero así como Eliseo
transitó por GILGAL, BET-EL, JERICÓ y el JORDÁN de igual manera
debemos nosotros caminar, aunque hayamos alcanzado alturas y tengamos
experiencias como creyentes o como ministros del Señor hay que tener sumo
cuidado en mantenernos humillados ante su presencia y reconocer que toda la
gloria y la honra le pertenecen a Él.
Termino con esta ilustración. En una ocasión iban un alpinista experimentado y un
principiante escalando el monte Everest. Cuando lograron alcanzar la cumbre, el
principiante puesto en pie levantó sus manos en señal de satisfacción porque había
logrado su objetivo, mas el alpinista experimentado le tomó y le hizo caer postrado
y le dijo: muchacho una vez que se ha alcanzado la cima no se puede estar en pie,
sino de rodillas porque puede venir una fuerte ráfaga de viento y arrastrarte al
precipicio. De igual manera, cuando hemos alcanzado alturas debemos reconocer
que no somos nosotros, sino la gracia del Señor. ¿Cómo sentirnos enorgullecidos
por lo que hemos alcanzado? No, es entonces cuando más debemos doblar nuestras
rodillas y humillarnos delante de Dios. “No a nosotros, oh Jehová, no a
nosotros, sino a tu nombre da gloria, por tu misericordia, por tu
verdad”, Salmos 115:1.
AUNQUE HAYAMOS ALCANZADO ALTURAS Y TENGAMOS EXPERIENCIAS
COMO CREYENTES O COMO MINISTROS DEL SEÑOR, HAY QUE TENER
SUMO CUIDADO EN MANTENERNOS HUMILLADOS ANTE SU PRESENCIA Y
RECONOCER QUE TODA LA GLORIA Y LA HONRA LE PERTENECEN A DIOS.
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