Viaje a Francia

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LOS CÁTAROS: CASTILLOS Y ABADIAS. LA CIUDAD MEDIEVAL DE CARCASONA Y LA
DESCONOCIDA CAMARGA
10 a 15 de octubre de 2005
El día 10 de octubre acudimos al Aeropuerto de Barajas a las 8 de la mañana a la zona de Spanair donde
nos esperaba el guía de la agencia Viajes Guadiana, que nos entregó los billetes junto con una bolsa de
viaje, que hubo que incluir en el equipaje que ya llevábamos. Salimos con algo de retraso y llegamos bien
a Barcelona donde nos esperaba el autobús. Hubo un cierto nerviosismo, por las prisas que requería el
guía; pero la verdad es que solo se “perdió” un marido. Iniciamos el camino por las “rondas” de
Barcelona hasta salir a la autopista. Tras un cierto atasco en la frontera llegamos hacia las 4 de la tarde a
Cucugnan y por las calles del pueblo tras escalar una estrecha escalera de piedra entramos en el Auberge
de Cucugnan, donde nos esperaba un almuerzo consistente en entremeses de embutido, pollo de corral
con patatas fritas y crema catalana, todo ello regado con vino y agua en jarras de cerámica.
Tras la comida fuimos a visitar el castillo de Queribus, en
lo alto de un monte, con un empinado camino, que
terminaba a su vez en las empinadas escaleras del castillo.
Aquello no parecía accesible para nosotros precisamente;
pero nos fuimos animando y se formó una hilera de
“escaladores” que llego hasta el final sin problemas.
Desde allí continuamos a Carbona alojándonos en un
Motel “disperso” con varios módulos de apartamentos.
Cenamos en el hotel una sopa de pseudo marisco, carne
con patatas y besamel al horno y un “bollo” de postre, que
a quienes lo pidieron se lo cambiaron por fruta. La bebida
abundante con vino blanco y tinto en botellas de marca de
la región y café.
El día 11 empezó con un aceptable desayuno y la tardanza del
guía, el mismo que nos había insistido en la puntualidad el día
anterior sobre todo en la pérdida del Aeropuerto. Iniciamos el
trayecto hacia la Abadía de Lagrasse, en la que fue necesario
recurrir a un cambio de horario. La abadía es de propiedad
privada desde la desamortización, consecuencia de la
Revolución, pero desde 1908, el Estado francés les abona a
los propietarios el ¿? % e los gastos de conservación. Nos la
enseñó una guía muy expresiva nieta de exiliados españoles.
Un aspecto curioso de la abadía es que existen unas vidrieras
construidas con los restos recuperados de las destruídas durante la Guerra Mundial.
El acontecimiento del día fue el almuerzo en un restaurante medieval, en el que nos encontramos
en cada sitio la parte inferior de un pan negro partido por la mitad, un cuchillo y una pequeña cuchara de
plástico imitando hueso.
Trajeron un gran bol con
ensalada de lechuga con
hierbabuena y nos indicaron
que se cogia con tres dedos
colocándola sobre el pan; a
continuación trajeron una
fuente con pollos de tamaño
pequeño para que se pudiera
comer uno por comensal
trinchándolo con el cuchillo.
Después el postre fue una
pera al vino que cada uno
comió como pudo, y para
terminar explicaron que todavía no se conocía el café y nos sirvieron un licor conventual.
Por la tarde fuimos a la Abadía de Fontefroid que no ha tenido tanta suerte como la otra y está sin
reconstruir, salvo una pequeña zona bien acondicionada; de vuelta al autobús pasamos por el monumento
que dice: “Lagrasse a ses heroiques énfants morts pour la France” y debajo de los nombres “Ils ont bien
merités de la Patrie 1914- 1918”. Al regreso a Narbona, pudimos dar un pequeño paseo libremente por la
ciudad, iniciamos el recorrido por una gran avenida por cuyo
centro pasa el Canal du Midi y había atracados barcos de recreo
y algunos barcos vivienda. Todos coincidimos en la plaza del
Ayuntamiento y tratando de visitar la àCatedral de la que fuimos
amablemente desalojados por un sacerdote porque quedaban
cinco minutos para el cierre y no podíamos quedarnos dentro;
fue muy comentada la actitud del sacerdote. Alguno decía que
nos habían arrojado como a los cátaros. Enfrente del
Ayuntamiento hay un edificio con un ”Priceunique” igual que el
edificio de Madrid-Paris en que estaba SEPU en la Gran Vía.
Por una calle peatonal regresamos a la avenida donde esperaba el
autobús cerca del monumento a “Les enfants morts pour la Patrie” y llegamos con una puntualidad no
habitual. Después de un debate sobre si al día siguiente podíamos volver a visitar la catedral o seguir el
horario previsto se optó por esto último.
La cena nuevamente en el hotel, con sus botellas de vino qué no se terminaban, consistió en entremeses y
un filete de pescado enrollado con una guarnición; de postre tarta de manzana. Hubo un pequeño susto
por un episodio de salud de una viajera, que afortunadamente se recuperó al día siguiente sin más
complicaciones.
El día del Pilar iniciamos el viaje hacia Carcasone, que es una
ciudad amurallada, como de “cuento”, en una mezcla de estilos de
distintas épocas; romana y medieval. Sus torres con tejados
cónicos, son los que le dan el aspecto de “cuento”. Como las calles
de la ciudad medieval son sólo peatonales, existen unos
aparcamientos en el exterior, en donde se quedó el autobús.
Una pequeña furgoneta del hotel recogió las maletas y nosotros
nos dirigimos hacia él andando. En teoría el hotel era el DonJon;
menos dos personas individuales que estaban en el Aragón, fuera
de la muralla.
El primero resultó que tenia repartidas las habitaciones entre tres
edificios, el propio del hotel bastante bueno y los otros no tanto, lo
cual creó un cierto malestar, que como siempre se resolvió sin
heridas. El Aragón era un pequeño hotel familiar muy bien
decorado estilo inglés; pero con una señora antipatiquísima.
Estaba esperándonos una guía española, con aires de historiadora y un tanto politizada, que nos dio su
versión del fenómeno Cátaro. No pudimos ver el Castillo, porque es de propiedad privada y los guías
estaban de huelga, visitamos la Basílica-Catedral y las murallas y acudimos para el almuerzo a la Hostería
DonJon anexa al hotel. El menú consistió en empanada con verduras, pescado enrollado y tarta de
manzana, regado con vino en garrafas, muchas de las cuales se quedaron llenas.
La tarde fue libre para recorrer la ciudad y
realizar compras; pero las tiendas cierran a las 5
y no queda nadie; el principal turismo no
duerme allí. Unos tuvieron posibilidad de visitar
el interior de las murallas y poco más, y otros
hicieron alguna incursión a la ciudad moderna.
La cena nuevamente en la Hostería consistió en
Jamón con ensalada y un tremendo plato de
carne estofada, (según alguna experta era falda
de ternera) y de postre helado.
Al día siguiente 13 y conservando los hoteles de
Carcasona fuimos a visitar los castillos de Latour, que son cuatro pequeños castillos cuyo mayor interés
es la vista de conjunto desde un mirador en la carretera. El día era lluvioso y con niebla, y la guía
concertada, indicó por teléfono que por la niebla no se veía nada desde el mirador y que era preferible que
fuéramos directamente al Centro de Interpretación. Así lo hicimos y por dudas en cuanto a la posibilidad
de que el autobús circulara por el pueblo, fuimos
andando bajo la lluvia hasta el Centro instalado en una
antigua fábrica reconvertida.
Después de un buen chaparrón encontramos a la guía
en el Centro de Interpretación y allí mismo nos empezó
a explicar los castillos, comenzando por contarnos una
vez mas su versión de la herejía cátara, aunque tal
como lo plantean parece ser que los buenos eran los
cátaros y los opresores eran los cruzados que obedecían
al Papa y al Rey. Fue divertido porque para que
siguiéramos la explicación utilizó uno de los pósters,
que vendían allí, con la fotografía de los cuatro
castillos.
Una vez que el conductor del autobús comprobó que podía pasar por las calles acudió a recogernos al
Centro de Interpretación y nos trasladó a Castelnaudary, población celebre por su “cassoulet”, especie de
fabada que normalmente se compone de alubias y productos de cerdo, pero que en esa ciudad además le
añaden pato. Después de ingerir unas buenas raciones fuimos a un embarcadero en el canal du Midi,
donde embarcamos en un catamarán para un paseo por el canal.
Fue bonito ya que el canal esta bordeado por hileras de árboles muy antiguos, cuyas raíces ayudan a
consolidar los bordes del canal, ya que simplemente esta excavado en la tierra y tiene más profundidad en
el centro que en las orillas. A uno de los lados hay un paseo por el que paseaban caminantes. No pudimos
llegar hasta una esclusa porque como consecuencia de la lluvia de esos días había muchas hojas sobre el
agua que se amontonan en la compuerta y pueden provocar averías en la turbina de la embarcación.
Turbina por cierto eléctrica para no contaminar ni por el aceite ni por el ruido.
Al regreso a Carcasona algunos nos quedamos en la ciudad moderna y el autobús siguió; iniciamos el
recorrido por la ciudad en grupo; pero la visita a una iglesia totalmente en tinieblas dio lugar a que
fuéramos saliendo separados y así continuó el paseo en varios grupos. Unos regresaron en taxi y otros
andando. Realmente el paseo a pie era interesante, atravesando el río por un antiguo puente y
recorriendo una calle con anticuarios y restaurantes. La cena consistió en ensalada y pescado con
guarnición, con macedonia como postre.
El día 14 salimos de los hoteles nuevamente
con los equipajes para dirigirnos a la ciudad
de Minerva, en la que, al parecer, mataron al
último cátaro. Según cuentan, los cataros
refugiados en la ciudad resistieron el sitio de
los cruzados durante algunos meses, hasta
que estos mediante una catapulta les cegaron
el pozo y al quedarse sin agua tuvieron que
rendirse. Con vistas al turismo, que están
promocionando, han construido una
catapulta a las afueras. La población está
rodeada por un río por el fondo de un
tremendo precipicio; es tal la altura del corte
que
se
han
encontrado
vestigios,
especialmente fósiles, que muestran en un
pequeño museo arqueológico de varias
edades de la Humanidad. Tienen un monumento”Als Catars, 1210” y también otro a “los 8 enfants de la
Commune de Minerva morts pour la France”, uno de ellos en Indochina en 1947.
.En un restaurante muy bien decorado con rosas rojas, tomamos un buen almuerzo formado por ensalada
sobre tostas de pan con hierbas aromáticas y pato con patatas y tomates con mozarela. Por la tarde fuimos
a Saintes Maries du Mare, en cuya iglesia están enterradas las tres santas: Sante Marie Jacobe, Salomè y
Sara, èsta última patrona de los gitanos, que acuden todos los años el día de su Fiesta.
El día que estuvimos nosotros había fiestas, incluida una especie de corrida de toros en una plaza hecha
con camiones y remolques; después de la cual vimos un “encierro” con los toros por las calles. La ciudad
es un fuerte medieval con una imponente muralla que defendía el puerto sobre el Mediterráneo. El Hotel
La Transmontane era un hotel de veraneo en un arenal rodeado de plantas, con espacios libres, piscina y
bien decorado; allí mismo cenamos en un comedor preparado como para una boda con sillas con fundas
y lazos, tuvo un gran éxito el buffet libre y postres, especialmente tartas, con que termino la cena. A la
hora de repartir las habitaciones hubo sus problemas que se resolvieron una vez más enviando a los
“individuales” a una residencia aneja “Mas du tardone””residence hotelier ***”
El día 15, último del viaje volvimos a la ciudad a visitar la iglesia y embarcar en un barco de dos pisos,
para realizar un paseo por uno de los brazos en que se divide el Ródano en su desembocadura; llegamos
hasta el mar; pero no pudimos salir porque estaba muy “picado”. Desde el barco pudimos ver los caballos
blancos y los toros negros de la Camarga, además de varias aves. De nuevo en el autobús iniciamos el
regreso a Barcelona, comiendo en el camino en Perpiñan en un restaurante bastante bueno. Llegamos un
tanto apurados al aeropuerto; pero no hubo problema para tomar el avión, que felizmente nos condujo
nuevamente a Madrid.
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