BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

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GENERAL MIGUEL RAMALLO
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BATALLAS
DE LA
GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
LA PAZ – BOLIVIA
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INTENDENCIA DE GUERRA.—TALLER
161 –RECREO – 161
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1913
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
A la juventud militar del Ejército Nacional,
como prueba de cariño de su viejo camarada
General Ramallo
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AL LECTOR
Sin pensar hemos escrito este libro referente a las
batallas que se han librado durante el largo periodo
de la guerra de la independencia en el suelo de
nuestra patria.
Al principio, nos concretamos a estudiar las
GRANDES BATALLAS, pero hallamos tanto
heroísmo, tanta bravura y amor a la libertad, en los
héroes de la leyenda épica que se ha llamado la
“GUERRA DE LA INDEPENDENCIA”, que no hemos
vacilado en hacer un recuerdo de ellos, narrando
algunos detalles que han pasado sin ser apercibidos o
tal vez olvidados.
Parecera extraño encontrar en estas referencias,
batallas libradas lejos del suelo altoperuano, pero el
territorio donde ellas se libraron era del virreinato de
Buenos Aires, y entonces el Alto-Perú, era tan solo
una provincia de ese virreinato; así pues era el suelo
de la patria que se estendía desde las margenes del
poderoso Plata, hasta las orillas del río Desaguadero,
límite con el virreinato de Lima. En todo ese vasto
territorio ondeaba la bandera azul y blanca, la bandera
del General Belgrano.
He hay porque relatamos las batallas de Tucumán
y Salta juntamente que las de Vilcapugyu y Ayuhuma,
porque en ellas los mismos guerreros lucharon por la
misma causa y la sangre de ellos corrió mezclada en
los campos de Guaqui, Amiraya, Venta y Media y
otros muchos combates, terminando esa serie de
estériles, pero gloriosos sacrificios por la libertad, en
Viloma.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Después, los ejércitos argentinos ya no penetraron
en el corazón del Alto Perú, y siguieron guerreando en
las fronteras, pero comunicandose siempre con los
directores de las guerras de guerrillas, que son las
mas cruentas en este largo periodo de heroísmo y de
sangre.
Luego nos hemos concretado a referir algunas de
las campañas de nuestros guerrilleros; valientes y
abnegados patriotas que pasaron la mayor parte de su
vida en los campos de batalla, siempre acechados y
perseguidos como fieras; para los que jamas hubo
piedad ni les dieron cuartel sus enemigos, ni ellos lo
pidieron tampoco.
De esos hombres extraordinarios que marchaban
a la lucha sin contar con mas elementos que los que
tenían sus enemigos, y que se procuraban armas
arrebatandolos a los peninsulares.
Sobrios guerreros armados las mas veces con
hondas y garrotes; sin mas cuartel que el follaje de
los arboles del bosque ó las barrancas de los ríos; sin
otro alimento que un poco de maíz tostado, un
pedazo de CHARQUE y algunos puñados de hojas
de coca, que llevaban en el morral revueltas con las
balas y la pólvora.
Sin tener otra bebida que el agua de los ríos o de
los torrentes; ni mas equipo militar que el vestido con
que salían de sus hogares al partir a una guerra, de la
que casi nunca volvían. Siempre en ruda campaña
acechando a sus poderosos enemigos, impidieron
que estos realizasen su plan de reconquistar las
provincias del río de La Plata, que era el sueño
dorado de los generales del monarca español.
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La historia heroica de estos toscos y bravos
patriotas, esta escrita con sangre en las rocas,
serranías y desfiladeros de nuestro país. Son héroes
desconocidos cuyas hazañas se ignoran y las pocas
que han llegado hasta nosotros estan truncas é
incompletas.
Ellos no tenían mas norte ni mas pensamiento,
que su amor A LA DULCE LIBERTAD, como dice uno
de ellos en un escrito, en que con una sencillez
encantadora, da parte de sus hazañas al General en
Jefe del ejército argentino. Y estos hombres
abnegados que así lucharon por darnos patria independiente, sin tener mas presente que el sufrimiento y
las privaciones de todo género, ni mas porvenir que el
cadalso, si eran cojidos, permanecen ignorados y la
posteridad llegara a olvidarse hasta de que existieron.
Sus combates con las tropas reales son tantos,
que sería imposible su relato; no tenemos los datos
suficientes para hacerlo y los que nos hemos
procurado han sido incompletos, como son todos los
escritores que se han ocupado de narrar esta luctuosa
y heroica época de nuestra historia.
Tampoco hemos consignado, en este estudio, la
guerra llamada “GUERRA DE GAUCHOS”, porque
ella fué peculiar de las provincias de Jujuy y Salta, a
pesar de que allí han figurado muchos guerrilleros
altoperuanos como: Uriondo, los Rojas, Aviléz,
Méndez, Mendíeta, Garay y otros hijos del belicoso
departamento de Tarija, que siempre prestaba eficaz
auxilio al bizarro La Madrid y al prestigioso y bravo
caudillo salteño don Martín Miguel Güemez.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Nada hemos dicho de las campañas que tuvieron
lugar en el Bajo Perú porque ellas se han verificado
con elementos mixtos, donde figuraron argentinos,
chilenos, altoperuanos y colombianos y como se sabe
los ejércitos realistas de Goyeneche, Ramírez,
Pezuela y La Serna, fueron reclutados en el Cuzco,
Arequipa, Puno y otros departamentos del bajo Perú,
teniendo siempre por base sólidas columnas de tropas
peninsulares. Por eso hemos resuelto ocuparnos de
estas interesantes campañas en otro libro que
tenemos en preparación.
Hemos consignado, sí, dos grandes jornadas: el
combate de Junín y la batalla de Ayacucho, porque
han sido ellas el corolario de la independencia del alto
Perú y de la América del Sud, y los Generales Bolívar
y Sucre que las han llevado adelante, nos han dado
patria e instituciones.
Por eso nos hemos esmerado en detallar esas dos
admirables acciones de guerra, con todo el cariñoso
entusiasmo que produce el recuerdo del padre de
nuestra patria, el Libertador Simón Bolívar, el héroe
mas grande de la América del Sud, que en la acción
de Junín se muestra brillante, y Sucre el soldado
invicto, el austero republicano, el primer General de la
guerra de la independencia, que verifica la retirada de
Lambrama que es algo que encanta, algo que seduce,
y luego en Ayacucho, haciendo lujo de sus
conocimientos tacticos, atrae a su poderoso enemigo
a un lugar donde lo amontona, lo encoje y luego lo
destroza, terminando con tan gran batalla tan inmensa
campaña!
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Mucho hemos dejado por escribir, porque, lo
repetimos, son innumerables los combates de los
guerrilleros y sería largo y hasta cansado narrarlos:
solo el bravísimo Coronel don Manuel Ascencio
Padilla tiene sesenta y dos acciones de guerra, de las
que hemos referido muy pocas; los combates del heroico Lanza en Ayopaya son multiples, así como son
innumerables los de Warnes, Arce, Uriondo y tantos
otros, entre los que descuella la amazona americana
doña Juana Azurduy de Padilla, que como heroína y
patriota no tiene rival en el continente.
Hay en esta guerra episodios tan admirables que
podían ser cantados por la lira eólica del divino
Homero, pero ellos desgraciadamente, van quedando
no solo oscurecidos, sino olvidados.
Por eso hemos escrito este libro.
MIGUEL RAMALLO
Tarija, octubre 12 de 1912.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Batallas de la Guerra de la Independencia,
libradas en el Alto Perú de 1809 a 1825
BATALLA DE CHACALTAYA
25 DE OCTUBRE DE 1809
Chacaltaya es el primer choque de las armas de la libertad con
las de la tiranía.
¡Es la voz de alerta que da el cañón de los libres llamando a los
esclavos para que empuñando el arma vengadora, corran a los
campos de batalla a derramar su sangre y conquistar con ella una
patria independiente!
Es el reto de los valerosos altoperuanos que cansados del yugo
de la esclavitud, quieren sacudir el peso de cinco siglos de coloniaje
que los oprimía de una manera brutal.
Es la libertad que bajando de la cumbre de los Andes, quiere, al
pie mismo de esos macisos de nieve, enseñar a los americanos que
ha sonado la hora de la redención, y que pronto en la cumbre del
más alto de esos gigantes del nuevo mundo, ha de flamear su
sagrada bandera.
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El Virrey de Lima, don Fernando de Abascal, Marqués de la
Concordia, alarmado con los movimientos insurreccionales de
Chuquisaca el 25 de mayo de 1809 y del 16 de julio del mismo año,
acaecido en la ciudad de La Paz, resolvió ahogarlos en su cuna, para
lo que ordenó al Brigadier don José Manuel de Goyeneche y
Barreda, que desempeñaba accidentalmente la Presidencia del
Cuzco, tomase las medidas conducentes a aplastar esos
movimientos que podían después ser funestos al régimen
monárquico en la América del Sud.
Al mismo tiempo ordenó al Coronel don Juan Ramírez y Orosco,
Gobernador de Huarochiri, se pusiese a órdenes de Goyeneche,
para lo que le envió armas, municiones y toda clase de pertrechos de
guerra a la ciudad de Puno, con mas dinero y un Batallón del
Regimiento veterano Real de Lima, ordenando además que las
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milicias del Cuzco, Arequipa y Puno, se pongan sobre las armas,
formando un respetable cuerpo de ejército.
Goyeneche aceptó con júbilo el cargo y al momento destacó al
Coronel don Fermín Piérola con 100 soldados de infantería y dos
piezas de artillería a lomo, con orden de apoderarse del puente del
río Desaguadero, única comunicación que existía entre el Alto y el
Bajo Perú (10 de octubre).
Goyeneche era natural de Arequipa, sus primeros años los había
pasado en Madrid, educándose en la corte de los Borbones y era
fanático adorador de esos tiranos de su patria.
Conocida es la triple misión que de Europa trajo al Perú, y la
principal era ganar prosélitos para la princesa doña Carlota de
Braganza, que aspiraba a fundar una monarquía en la América del
Sud, y es conocido también cómo fracasaron sus planes proditorios,
merced a la altiva energía de los miembros de la Real Audiencia de
Charcas, por todo lo que Goyeneche odiaba a los altoperuanos,
viendo en la comisión que le encomendó el Virrey una ocasión
propicia para vengarse de ellos.
El día 13 de octubre cruzó con su Ejército el Desaguadero
encomendando la vanguardia al Coronel Ramírez, quien se dirigió a
la ciudad de La Paz.
La aproximación de las fuerzas de Goyeneche pusieron en
alarma a los patriotas, porque comprendían la superioridad de sus
fuerzas sobre las suyas, y después de un maduro acuerdo,
resolvieron salir de la ciudad y situarse en el lugar llamado
Chacaltaya, al Norte de La Paz, punto estratégico que les
proporcionaba buenas posiciones militares y fácil línea de retirada a
Yungas, donde pensaban establecer su base de operaciones en
caso de un contraste.
El Ejército de La Paz, se componía de las fuerzas siguientes,
según lo consigna en su interesante y notable “Monografía de la
ciudad de La Paz”, escrita en 1906, el distinguido historiógrafo don
Luis S. Crespo, de donde hemos tomado este y otros datos.
Infantería: Nueve compañías de 80 plazas cada una, formada
sobre la base del antiguo Batallón de milicias, denominado
“Veterano”, con 720 hombres.
El jefe de este cuerpo era el Sargento Mayor, primer comandante
de él, don Juan Bautista Sagarnaga, sirviéndole de Ayudante el
Capitán Gregorio Sanjinés.
Las Compañías las mandaban los Capitánes Mariano Graneros,
Manuel Cosío, Ramón Arias, Isidro Zegarra, Pedro José Indaburu,
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Andrés Monje, José Farfán, Rafael Monje y Vicente Diez de Medina.
Contaba además la infantería con 14 oficiales de la clase de
Tenientes y Subtenientes.
La caballería: La formaba el “Escuadrón Húzares”, que constaba
de dos Compañías de 50 ginetes cada una, siendo su primer
Comandante don Clemente Diez de Medina, y su segundo don José
Arroyo.
La artillería contaba con once cañones, divididos en dos Baterías,
con 160 artilleros cada una, mandadas por los Capitánes José Murillo
y José Uriarte; Jefe de este cuerpo era don Melchor Graneros.
El Comandante General de estas fuerzas era don Gabriel Antonio
Castro y le servían de ayudantes los Capitánes Benigno Salinas y
Domingo Pradel.
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El 24 de octubre el Brigadier Goyeneche, por medio de un oficio,
intimó rendición al Comandante General Castro, el que le respondió:
“Que no se rendiría y que estaba resuelto a batirse, puesto que la
decapitación de los patriotas ya estaba decretada.”
El 25 de octubre mandó Goyeneche el avance de sus tropas
contra los insurgentes, los que las recibieron a cañonazos, siendo
notable el entusiasmo y valor que desplegaron los criollos en su
bautismo de fuego, combatiendo sin temor contra fuerzas aguerridas
y disciplinadas como eran las realistas. Resistieron bravamente al
Coronel Ramírez, que los atacaba por el flanco derecho y al Coronel
Piérola que trataba de envolverles la izquierda y después de una
corta pero porfiada resistencia, se retiraron en mucho desorden con
Murillo y Castro a la cabeza. El ilustre caudillo de la revolución de
julio, Coronel Pedro Domingo Murillo, no tomó participación activa en
la campaña que precedió a la batalla de Chacaltaya, en lo que están
de perfecto acuerdo todos los cronistas que hemos consultado al
respecto, antes bien algunos aseguran que el citado caudillo, no
concurrió a este hecho de armas.
El Brigadier español don Andrés García Camba en su notable
obra “Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú”,
dice que Castro murió en el combate de Chacaltaya, con lo que se
dispersó el Ejército patriota, lo que esta corroborado por el historiador
don Manuel José de Urcullo en sus “Apuntes para la historia del Alto
Perú” en que dice que Castro murió en Chacaltaya de un disparo de
cañón. Nosotros ateniéndonos a mas recientes, prolijas y verídicas
investigaciones, encontramos que Castro, dejando a Figueroa
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resistiendo al enemigo para proteger su retirada, tomó con gran parte
de su Ejército el camino que conduce a Yungas, pero se asegura que
la retirada se verificó en completo desorden, como tenía que suceder
con gente colecticia; esto mismo refiere en su “Compendio de la
historia de Bolivia” el inteligente historiógrafo don José María
Camacho.
Lo cierto es que una vez derrotados los patriotas, los realistas
ingresaron en la ciudad de La Paz, con el vencedor Goyeneche a su
cabeza, y los patriotas se retiraron al partido de Yungas, donde
suponían al caudillo don Gregorio Lanza, vencedor del Obispo La
Santa, pero hay que advertir que antes de que se librase el combate
de Chacaltaya, el belicoso Obispo La Santa, que después de los
sucesos del 16 de julio se fue a Yungas, levantó en ese partido
bandera contra la revolución de La Paz, sorprendiendo y derrotando
en el pueblo de Irupana al caudillo Lanza, para lo que de acuerdo
con los curas de esa región, había formado con los colonos y negros
esclavos, pobladores de la comarca, una fuerte partida de gente
armada, dispersando con ella a los patriotas.
Este suceso no lo hemos tomado en cuenta sino muy ligeramente, porque nuestro propósito es solo estudiar los combates
que se libraron entre los defensores de la independencia del Alto
Perú y los sicarios del despotismo mandados de Lima por el Virrey
Abascal, con los Goyeneche, Pezuela, Ramírez, Tacón y otros
lugartenientes de los tiranos extranjeros; es decir, la lucha entre los
opresores del país y los soldados de la libertad.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
COMBATE DE CHICANOMA
11 DE NOVIEMBRE DE 1809
Una vez ocupada La Paz, por las fuerzas realistas, el General
Goyeneche se ocupó de restablecer el Gobierno del Rey, aterrando
con sus crueldades y tremendos castigos a los habitantes de esa
heroica ciudad.
El 30 de octubre de 1809 destacó una División de 500 hombres
al partido de Yungas, al mando del Coronel don Domingo Tristán,
con orden terminante de perseguir sin descanso a Murillo, Castro,
Lanza y demás patriotas y exterminarlos en seguida. En refuerzo de
Tristán salió otra columna de 300 soldados, a las órdenes del
Coronel Basa Goitia, con iguales instrucciones.
El 10 de noviembre tuvieron los jefes realistas aviso de que los
patriotas se habían posesionado en Chicanoma, y en el momento se
dirigieron a ese lugar.
El 11 se avistaron ambas fuerzas y Tristán intimó a Castro
entregue las armas y se rinda a discreción, con todo su comando.
Castro contestó al jefe realista: “He de rendir las armas con la
vida antes de entregarlas.”
En el momento los patriotas fueron acometidos por las tropas
reales. Mal organizados no pudieron resistir el empuje de sus
aguerridos adversarios y después de una ruda lucha, la victoria se
declaró por los peninsulares.
Las tropas patriotas se dispersaron por diferentes direcciones, y
perseguidos con tesón por los realistas, no hallaron cuartel los que
cayeron a sus manos.
Los caudillos don Gabriel Antonio Castro y don Victorio Lanza,
tomados en el río Totorani, allí mismo fueron degollados por orden de
Tristán, quien mandó sus ensangrentadas cabezas a La Paz, como
trofeo de su victoria y alhagador presente al General Goyeneche.
Sabido es lo que después pasó en La Paz, donde el 26 de enero
de 1810, los promotores del movimiento revolucionario del 16 de
julio, pagaron en la horca su amor a la causa sagrada de la libertad
de su patria.
Junio 27 de 1912.
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BATALLA DE COTAGAITA
27 DE OCTUBRE DE 1810
Afianzada la revolución del 25 de mayo de 1810 con el fracaso de
la conspiración del General Liniers, quien tuvo un fin tan trágico en el
lugar llamado “La Cabeza del Tigre”, resolvió la Suprema Junta de
Buenos Aires, llevar sus armas a todas sus provincias del Virreinato,
para cimentar en ellas las nuevas ideas.
Las provincias del Alto Perú en las que ardía el incendio, que
comenzó en la ciudad de Chuquisaca el 25 de mayo de 1809, el que
siguió con mas fuerza el 16 de julio del propio año, en la ciudad de
La Paz, acogieron con indecible entusiasmo las ideas de la Metrópoli
del Virreinato, adhiriéndose a ella Cochabamba el 14 de septiembre
del citado año 10, siguiendo el pronunciamiento Santa Cruz el 24,
Oruro el mismo mes y finalmente la Villa Imperial de Potosí, el 10 de
noviembre del año citado.
El Alto Perú se inflamó como un volcán y los peninsulares se
aprestaron a apagar el incendio con la sangre de los rebeldes.
La Suprema Junta de Buenos Aires deseosa de fomentar y
proteger el entusiasmo patriótico de sus tan apartadas provincias,
envió desde la ciudad de Córdova una división de tropas a las
órdenes del General don Antonio Balcarce, al que acompañaba en
clase de Mayor General del Ejército, el Brigadier don Eustaquio Díaz
Velez1, y como agregados los Coroneles José Moldes y Montes de
Oca.
Los Cuerpos que formaban la división patriota fueron los
siguientes:
Batallón 1º —Comandante Gregorio Perdiel.
ID 6º —Id Carlos Forest
Vd. Cazadores
Id Manuel Dorrego
Batallón
Blandengues—Comandante
Abraham
Gonzáles.
Regimiento Húzares—Vd. Martín Miguel Güemes.
1er. Escuadrón de Caballería—Coronel Ramón Balcarce.
2º Vd. Id Id Id—Comandante Martín Puyrredón.
Artillería (dos piezas) —Comandante Suárez.
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Mayor General se decía entonces al Jefe del Estado Mayor General.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Pronto llegaron estas fuerzas a las fronteras del Alto Perú y se
internaron en el por sus ásperos desfiladeros, para llevar sus armas
al corazón mismo de las provincias ocupadas indebidamente por las
armas del Virrey de Lima, el que sin razón ni derecho alguno las
había anexado a sus dominios.
Todo el Alto Perú estaba en ebullición; las ideas de patria y
libertad ardían en él inflamando los corazones de los altoperuanos
que acogieron con alborozo el auxilio que les venía desde las orillas
del Plata, núcleo y centro de las ideas redentoras.
Por su parte los realistas se aprestaron a la lucha, para conjurar
la tormenta que los amenazaba y reunieron sus fuerzas para
oponerlas a las de la patria.
En ese entonces todo el Alto Perú obedecía las órdenes del
Presidente de la Real Audiencia de Charcas, General don Vicente
Nieto, anciano débil y pusilánime en el peligro y altanero y déspota
en el poder. Este tenía como Mayor General, al General don José de
Córdova, intrépido jefe de la marina real y entendido militar de los
ejércitos del rey Fernando VII. Su segundo era el Coronel Indalecio
Gonzáles de Socaza, que se hizo célebre en esta guerra. Las tropas
que comandaban estos jefes eran las siguientes:
Batallón Provinciales de Potosí—Comandante Indalecio G. de
Socaza.
Batallón Puno.
Veteranos de Borbón.
Voluntarios del Rey.
Dragones de Chichas
Lanceros de Cinti.
Diez piezas de artillería, repartidas en los diferentes cuerpos del
Ejército, es decir, en los de infantería. La artillería estaba mandada
por el Comandante de esa arma don Miguel Mujía.
Córdova se hallaba en Tupiza cuando supo la aproximación de
Balcarce, y no creyendo prudente esperarlo en esa Villa se retiró a la
de Cotagaita, donde tenía construidas poderosas fortificaciones.
El General Nieto sabedor del avance de las tropas patriotas, salió
de la ciudad de Chuquisaca el 20 de octubre en auxilio de su Mayor
General, con una columna de 200 veteranos que mandaba el
Coronel Ignacio Basagoitia, dejando en Chuquisaca una guarnición
de 600 hombres, todos vallegrandinos y cruceños.
Nieto pasó a Potosí en busca de más refuerzos y en efecto
aumentó su columna con la que mandaba el Conde de Casa Real
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Moneda y con este refuerzo y fuertes sumas que extrajo de las arcas
reales, salió en alcance del General Córdova.
Magníficas eran las posiciones militares escogidas por este
General para esperar a los patriotas: la situación de ellas obstruye y
domina los caminos que conducen al interior del país; tienen a su
frente el río de Cotagaita; su retaguardia esta resguardada por una
áspera serranía, la que tiene hacia el centro de ella, cuatro cerros
que la dominan y donde los realistas emplazaron sus piezas de
pequeño calibre, construyendo cinco reductos, los que estaban
ligados por fosos y trincheras abrigo para la infantería, que se duplicó
con ellas.
Los reductos de la derecha los mandaba el mismo Córdova,
teniendo a sus órdenes a los “Veteranos de Borbón” y a los
“Voluntarios del Rey”.—Los reductos de la izquierda obedecían las
órdenes del Coronel Gonzáles de Socaza, con su batallón
“Provinciales de Potosí”.—En el fortín del centro fue donde se
concentró mas número de piezas de artillería y este lo mandaba el
Comandante don Miguel Mujía, oficial español muy entendido en el
manejo de esta arma; además este punto estaba defendido por los
“Dragones de Chichas” y los “Lanceros de Cinti,” todos desmontados,
que ocupaban los intermedios entre uno y otro reducto y el batallón
“Puno”, dividido en dos mitades, cubría los flancos de la línea. Hay
que notarse que fuera del General Córdova, el Coronel Gonzáles de
Socaza y el Comandante Mujía: que tenía el mando de la artillería,
no habían más oficiales superiores.
El 27 de octubre muy de madrugada, llegó el ejército argentino a
Cotagaita, sus fuerzas eran casi iguales a las del Rey pero ninguno
de los dos ejércitos llegó a tener 2,000 combatientes. La artillería real
era muy superior a la patriota, en mando y en número, pero en
cambio la caballería argentina superaba a su contraria en mando y
en calidad.
Cuando avistó Balcarce las posiciones enemigas, envió un
parlamentario a Córdova intimando rendición: “a los Comandantes
Generales de las tropas del Alto Perú”. Córdova contestó con energía
a esta intimación, como correspondía a un jefe de su clase y
condiciones.
Balcarce entonces atacó de frente las trincheras y en vez de
tomar uno de los flancos, para apoderarse de una ancha senda y por
ella tomar la retaguardia de las posiciones arrojando al río a sus
defensores, no lo hizo así, sino que adelantando sus guerrillas,
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
emplazó al frente de las posiciones un obús y un cañón de a cuatro
para batir los reductos bien artillados del enemigo.
El ataque de las tropas argentinas fue llevado con un arrojo y un
brío sorprendentes. Por su parte los realistas firmes en sus
posiciones, hicieron jugar su artillería con notable acierto, pero los
patriotas no cedieron, redoblando sus ataques con bravura infinita,
hasta que Córdova dispuso que los “Veteranos de Borbón” y los
“Voluntarios del Rey”, salieran de las trincheras a desalojarlos de una
altura frente a la quebrada Portugalete, donde se habían
posesionado y desde donde repetían sus asaltos. Después de un
rudo combate abandonaron los independientes esa posición,
renovando sus ataques por la derecha, los que fueron llevados con
mucho arrojo por los “Cazadores” de Dorrego y el 1º de línea
mandado por Perdiel. Pero al fin fueron desalojados por los
“Veteranos de Borbón” y los “Voluntarios del Rey”, mandados por sus
Capitánes Fontaneda y Cabrera.
En el centro y la izquierda los “Blandengues” de Gonzáles y los
“Húzares” de “Güemes”, juntamente con los infantes de Forest y
Moldes tuvieron que ceder el campo a los “Provinciales de Potosí” y
a los de “Puno” que dejando sus trincheras rechazaron a los patriotas
a órdenes del Coronel Gonzáles de Socaza.
Después de cuatro horas de un porfiado combate, se retiraron los
patriotas, dejando muchos muertos y heridos y algunos pasados en
poder del enemigo. La retirada de los independientes fué precipitada
pero con orden, tomando el camino de Suipacha.
En el ejército real fué menor el número de muertos y heridos, la
tropa tuvo bajas, y en oficiales fué herido de gravedad el Capitán
Cabrera.
Los patriotas no fueron perseguidos por Córdova, quien se
hallaba en la imposibilidad de hacerlo. Su caballería estaba
desmontada y noche antes de la batalla, se fugaron del campamento
los arrieros llevándose 600 mulas, con lo que dejaron completamente
imposibilitado al General español, para verificar ningún movimiento.
El combate de Suipacha fue el primero en el que el Ejército
argentino midió sus armas, con las tropas del Rey en el Alto Perú, el
día 27 de octubre de 1810. A éste siguieron muchos que
ensangrentaron el suelo altoperuano en 16 años de lucha al cabo de
los cuales tuvimos patria independiente.
Octubre de 1810
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BATALLA DE SUIPACHA.
7 DE NOVIEMBRE DE 1810
El General don José de Córdova engreído con el triunfo de
Cotagaita, cometió la falta de no perseguir al enemigo ya sea por
imprevisión ó por que carecía de los medios para efectuarlo: lo cierto
es que el General Balcarce se retiró sin ser perseguido y ni siquiera
ser molestado en su retirada, lo que fue realmente un error
incomprensible en un militar de los antecedentes del General
Córdova.
A la llegada del General don Vicente Nieto, que fue pocos días
después de la victoria de Cotagaita, recién el General Córdova
destacó dos columnas de 150 hombres cada una, en pos de los
independientes. Estas fuerzas mandadas por los Capitánes
Fontaneda y Peña, tenían encargo de detenerse en la villa de Tupiza,
esperando se les impartiesen nuevas órdenes.
Entre tanto los patriotas se rehicieron con empeño en los
cantones de Nazareno y Suipacha, reforzando sus batallones con
gente de las provincias y pueblos inmediatos. Días antes llegaron,
procedentes de Jujuy, varios cargamentos de armas, pólvora y
municiones, con más dos piezas de artillería y 200 hombres
conducidos por el General Viamont. Con tan oportuno auxilio
Balcarce resolvió atacar de nuevo a los realistas.
El General Córdova, dejando Cotagaita encomendada al General
Nieto, ocupó la villa de Tupiza, allí le dieron falsas informaciones del
estado y número de los patriotas a cuyas fuerzas pintaron sin
disciplina, en completa desorganización y falta de municiones.
Balcarce desocupó Tupiza, como hemos dicho y fue ocupada por
Córdova al día siguiente de la noche que en ella pasaron los
patriotas, los que se situaron en Nazareno y Suipacha, pueblerillos
divididos por el río de este nombre y situados a una legua de
distancia el uno del otro.
Desde Tupiza el General Córdova dirigió esta Proclama a los
patriotas, documento no conocido y que es digno de la época en que
fue lanzado, dice él así:
“Soldados del Ejército de Buenos Aires:—El Mayor General del
Perú, Comandante de las tropas de operaciones, está a la vista, y os
habla por este papel, para deciros, que teniendo a su mando las
tropas aguerridas que os vencieron el 27 del pasado, y la fuerte
guarnición veterana de Charcas que se le ha unido posteriormente,
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
os va a atacar de firme, y en términos que no podéis dejar de ser
envueltos: si queréis disfrutar de los bienes que están gozando
vuestros compañeros pasados a mis Banderas en el acto de la
acción, venid a mí. El que me traiga fucil percibirá en el acto 30
pesos, el que venga sin el 15, y al que me condusca un oficial le daré
500, el que despreciare mis consejos sufrirá la muerte irremisiblemente.
Voi a levantar dos vanderas, luego que esté a vuestra vista, la
una será blanca, y señal de paz, la otra es Roja indicando guerra:
elejid y tened entendido, que si antes de recojerlas no os presentáis,
arbolare la negra que es la señal de ataque, sin dar ni admitir
Quartel: vuestra suerte pende de vosotros mismos, y luego que
venciéndoos estéis en mi poder como lo espero, no os quejéis pues
cierro los ojos al perdón. Campamento en las inmediaciones de
Tupiza 6 de Noviembre de 810. —Córdova”.
———————————
El 7 de noviembre muy de madrugada, levantó el General
Córdova su campo de Tupiza con 800 hombres y cuatro piezas de
artillería, resuelto a presentar combate a los patriotas, los que
llevaban igual resolución.
A las once de la mañana de ese día, se avistaron ambos ejércitos
a inmediaciones de Suipacha, desplegando sus guerrillas los unos y
los otros. Córdova avanzó con resolución sobre Suipacha y tomó
posiciones a la derecha de sus enemigos, en los ribazos y barrancas
del río: luego destacó su vanguardia a órdenes del Coronel Gonzáles
de Socaza, quien se parapetó en las sinuosidades del terreno y en
las acequias de regadío, desde donde rompió un fuego nutrido y
mortífero, que hizo retroceder las guerrillas independientes.
Estas avanzaron con la vanguardia de 200 hombres de infantería
y más dos cañones, comenzando el ataque de frente, a las órdenes
del bravo comandante Dorrego. Luego la vanguardia patriota
comenzó a retirarse lentamente como si se batiera en retirada;
Córdova que lo notó, hizo tocar ataque y las tropas abandonando sus
posiciones, cargaron con gran denuedo, con todo el grueso de ellas
contra los porteños.
Pero Balcarce que tenía la masa de su ejército oculta en una
hondonada y esperaba este momento, cayó repentinamente con
ímpetu y brío irresistible, destrozando por completo a los realistas,
que huyeron en desbandada perseguidos y acosados por la
caballería patriota, que con bravura imponderable, completó la
18
ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
victoria de las armas de la patria, distinguiéndose sobremanera los
“Húzares” del valeroso Güemes y los “Cazadores de a caballo” del
Coronel Balcarce.
Los realistas dejaron en el campo de batalla toda su artillería,
parque, armas, equipaje y caja militar, con mas 40 muertos y 150
prisioneros.
El General Córdova fue hecho prisionero, lo mismo que el
General Nieto, que al saber la derrota de su Mayor General, fugó de
Tupiza y fue cogido en el camino, siendo pocos días después
fusilado en Potosí juntamente con Córdova y el Gobernador
Intendente de esa Provincia don Francisco Paula Sanz, por orden del
Delegado de la Suprema junta de Buenos Aires, doctor Juan José
Castelli.
La completa victoria de los independientes repercutió en las
provincias del Alto Perú y todas ellas se sometieron y adhirieron a la
Suprema Junta de Buenos Aires, que recobró sus provincias
arbitrariamente ocupadas por el Virrey de Lima, Marques de Abascal.
Suipacha fue la primera y única batalla ganada por el ejército
auxiliar del Río de La Plata en el territorio alto peruano, los demás
fueron contrastes cómo hemos de exponerlo en el curso de este
estudio histórico.
Publicamos en seguida los partes referentes a esta acción de
armas pasados por el Delegado de la junta Suprema de Buenos
Aires, a las autoridades de las provincias del Virreinato, conservando
la ortografía de ellas:
19
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
PARTES DE LA BATALLA DE SUIPACHA
7 DE NOVIEMBRE DE 1810
“Excelentísimo Señor:
Son las dos de la mañana y media hora hace que llegaron dos
Ayudantes del Ejercito Rosas y Sarabia con el capitán Tello,
dándome de orden del Mayor General Balcarce el parte del resultado
feliz para nuestras armas del ataque que hicieron los enemigos sobre
la retirada de los nuestros de Tupiza a Suipacha, donde se posaba el
Cuartel General, habiendose destacado una fuerza de mas de mil
hombres al mando de don José Córdova con cuatro piezas de
Artillería se avistaron ayer a las tres de la tarde y nuestra gente los
esperó gallardamente operó la Artillería mandada por Villanueva y
Giles, que acababan de llegar con las piezas, municiones, caudales
para pago de la Gente y tres Divisiones, que venían a mi vanguardia:
obró la Mosquetería y cargó la caballería, poniendo en fuga
vergonsosa al resto de los que no quedaron tendidos en los cerros.
Han perdido toda la Artillería y Municiones, Banderas, Armamento,
Mulas, Monturas, Mochilas y demás, pidiendo la clemencia, que
mandé no se les diese. Siguen los nuestros la derrota hasta alcanzar
los montados, y entre ellos el General Córdova, y es provable que
reforzado Balcarce siga asta Cotagaita a atacar, y tomar los de la
reserva, y franquear el paso para Potosí.
Luego que tenga mas circunstanciadas noticias reiteraré mi parte
para satisfacción de V. Excelencia vastando decirle que Tengo en mi
Poder parte de los Despojos del atolondrado Ejército de los
Rebeldes, que sus Banderas estan en presa, que no contamos mas
que un Oficial y seis heridos nuestros, y que no se sabe de nuestra
tropa contando con las de Tarija, cual es la que mejor se ha portado.
Circulo estos avisos a las ciudades por medio de sus Jefes, para
que celebren los Triunfos de la Patria y Glorias De la Lealtad.
Dios guarde a V. Excelencia.
Yabi, 8 de noviembre de 1810.
20
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Exmo. Señor Don Juan José Castelli.
Exma. Junta Gubernativa de estas Provincias.
Exmo. Señor:
Ratifico a U. S. la satisfactoria noticia del triunfo mas completo
que puede creerse de nuestras armas en la acción de Suipacha en la
tarde de 7 del corriente sobre el enemigo, que participé en oficio de
dos de la mañana del siguiente día desde mi alojamiento en Yavi. El
enemigo perdió la unica Bandera Real que traia, pues las demas
eran trapos enastados de mojiganga; perdió cuatro cañones que
condujo, con mas de dos mil tiros de su calibre, sobre setenta mil
cartuchos de fucil abala, tres surrones de dinero, innumerable armamento, mas de cuarenta muertos recojidos allí, catorce heridos,
ciento cincuenta prisioneros tomados en el sitio, entre los que son
tres oficiales. Mesa de marina, García de los provinciales de la Plata,
y el Guarda-Parque de artillería y los demas dispersos y derrotados,
sin saberse los muertos y heridos en la dispercion por los cerros,
dejando mulas y prendas.
Denuestra parte no hubo mas que un soldado Tarijeño muerto, y
doce heridos, entre los cuales se cuenta Dn. Eduardo Gaona de
Salta y Dn. Manuel Alvarez de Tarija. No hai elojio capaz de llenar el
merito y virtudes del Mayor General Balcarce, de nuestros oficiales y
soldados ni se sabe quien se distinguio mas que otro. Con la noticia
de la derrota, ha fugado el Presidente Nieto con sus tesoros a Cotagaita. El General Córdova en oficio y por parlamento del día ocho,
confiesa su derrota, reconoce y jura la junta, y propone capitular,
pidiendo misericordia, y el indulto de la vida y haberes para sus
oficiales, sargentos, cabos, soldados, pasados, y otras personas,
asegurando la reunión de las provincias del Virreinato; sobre que no
es oportuno publicar las contestaciones. Se han tomado las avenidas
a la fuga de los Xefes revolucionarios y avanzan nuestras tropas a
franquearse el paso para Potosí, Plata y Paz, —y si es preciso asta
dar con el virrey Abascal—dado caso que espere porque no hay
quien se pueda oponer con efecto al Ejercito de la Capital y sus
provincias aliadas, lleno de honor, patriotismo y virtudes.
Tengo la alta satisfacción de participarle a U. S. para que lo
traslade literalmente a los Ayuntamientos y habitantes de su
provincia, a fin de que todos lo celebren, y se congratulen
resiprocamente en intelijencia de que con esta fecha lo hago difusa y
circunstanciadamente a la Exma. Junta Gubernatiba a cuyos pies
21
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
remito la bandera por el Capitán Tello para trofeo de nuestro
Gobierno y de sus armas.
De U. S. muchos años. —Quartel gral. de Tupiza 10 de Nobre. de
1810. —Dr. Juan José Castelli. —Señor Gobernador Intendente de....
Circular dirijida a las Provincias para sus Gefes. A saber A Salta,
Córdova y Cochabamba.
“Noviembre de 1810.”
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BATALLA DE AROMA
14 DE NOVIEMBRE DE 1810
Entre las provincias del Alto Perú fue Cochabamba, sin duda
ninguna, la que con más tesón y patriotismo luchó los 16 años de la
guerra de la independencia, en la que los pueblos de esta región del
nuevo mundo, combatieron con tanto denuedo por su libertad.
Tan pronto como se supo que Buenos Aires levantó la bandera
de la insurrección contra el poder colonial, el 25 de mayo de 1810,
todos los pueblos del Alto Perú siguieron el ejemplo de la metrópoli,
pero Cochabamba fué la primera que corrió a las armas,
apoderándose de la guarnición que custodiaba la plaza en nombre
del monarca español Fernando VII.
Gobernaba interinamente la provincia, don José Gonzáles Prada,
y era Comandante de armas y Jefe del “Regimiento Provincial” de
caballería, don Gerónimo Morrón y Lombera, autoridades despóticas
y resistidas en el país.
El Comandante de milicias, don Francisco del Rivero, de acuerdo
con el Capitán de la 6ª Compañía del mencionado Regimiento don
Estéban Arze y el Alferez del mismo don Bartolomé Guzmán Quitón,
fueron los héroes de esta gran jornada (14 de septiembre de 1810),
secundados por los patriotas Carrasco, Oropeza, Guzmán, Padilla, el
presbítero Juan Bautista Oquendo, Ferrufino, Zapata y otros ilustres
próceres, cuyos preclaros nombres guarda con respeto la historia de
la libertad americana.
Oruro, a la noticia del pronunciamiento de Cochabamba, quiso
secundarlo, y acaudillado por el patriota don Tomas Barrón, verificó
el movimiento, apoyado por el Cabildo, pero fue tenazmente resistido
por el Subdelegado de las rentas del Estado, Sánchez Chavez, que
con la fuerza veterana y bien armada que guarnecía la plaza, resolvió
sostenerse a todo trance.
Sánchez Chavez pidió auxilio a La Paz, donde a la sazón se
hallaba con un cuerpo de Ejército, el General realista don Juan
Ramírez y Orosco. Por su parte el Cabildo solicitó refuerzos al
Gobernador de Cochabamba.
Don Francisco del Rivero, investido con este cargo, organizó con
rapidez una expedición. A porfía acudieron los hijos de Cochabamba
a solicitar una plaza en la columna expedicionaria, que pronto estuvo
lista para abrir campaña sobre Oruro.
23
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Tomaremos el detalle de las tropas que marcharon en ella, de la
notable obra del malogrado historiógrafo doctor Eufronio Viscarra,
por creerlo más completo y auténtico:
“El Ejército expedicionario, comandado por Arze, constaba, como
hemos dicho, de 1,000 hombres y tenía diez compañías compuestas
de 78 plazas cada una. Además, formaba parte del expresado
Ejército, un piquete considerable de artillería.
Se creó también una tropa auxiliativa de 174 indios, encargados
de conducir víveres y pertrechos de guerra y hostilizar al enemigo en
caso necesario.
“La primera Compañía estaba comandada por Manuel de la
Fuente y Oropeza, Vicente Fontanella y Carrillo y José Manuel
Chinchilla, con graduación de Capitán el primero, de Teniente el
segundo y de Alferez el tercero.
“La segunda Compañía por Francisco Alcócer, Juan José Nuñez
y Marcelino Mendoza.
“La tercera por Manuel Cárdenas, José Ricalde y Andrés Crespo.
“La cuarta por José Simeón Antezana, José Manuel Antezana y
Manuel Espinoza.
“La quinta por Francisco Mendoza, José de Angulo y Mariano
Rojas.
“La sexta por José Gonzáles.
“La séptima dependía inmediatamente del General en Jefe don
Estéban Arze.
“La octava por Pedro Lodoño.
“La novena por Manuel Quevedo y la décima por Gregorio
Sempértegui.
“El piquete de artillería tenía a la cabeza a don Cosme del
Castillo.
“La Compañía de indios, de que hemos hecho mención
anteriormente, obedecía las órdenes de Manuel Terrazas, Tomás
Diego, Mariano Mamani y Melchor Espinoza.
“El partido que mas contribuyó a formar el Ejército fue el de
Tapacarí.
“En la tropa creada en Punata con el nombre de “Patricios de
Caballería”, llamaba la atención la circunstancia de que jefes y
soldados, se alistaron en sus caballos propios y sin exigir el precio de
estos últimos.”
“Biografía del General don Estéban Arze”, Pág. 68.
24
ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
Este Ejército, todo voluntario, el primero que se ha formado en el
Alto Perú con elemento netamente criollo, para luchar por su
independencia, obedecía las órdenes de don Estéban Arze,
nombrado por el Gobernador del Rivero, Comandante General de él.
Arze tenía por su segundo en el mando al intrépido jefe don
Bartolomé Guzmán Quitón.
El 19 de octubre se puso la fuerza cochabambina en marcha
sobre Oruro, arribando a esa ciudad el 22 del propio mes; allí fue
recibida entre las más entusiastas manifestaciones de júbilo por todo
el vecindario, que saludaba con cariño a los soldados de la libertad.
Arze previsor y entendido caudillo, formó dos compañías de
buena infantería orureña, mandadas por los Capitánes Gregorio
Sempértegui, Miguel Aparicio Rocha y Juan Pablo Lerna, en las que
formaban los oficiales Ventura Quevedo, José Rodríguez y Manuel
Antonio Mendieta. Además, el exclarecido patriota cochabambino
Capitán Unzueta, logró montar dos pequeños cañones (carronadas)
que existían en el parque, dotando así al Ejército de una sección de
artillería que le era muy necesaria. El caudillo patriota halló en
Contreras y Unzueta, dos poderosos auxiliares para sus propósitos;
al primero lo hizo Subdelegado de las rentas reales y al segundo le
encomendó el mando de la artillería.
Organizado el Ejército patriota con los hijos de Cochabamba y
Oruro, fuerte en 2,000 plazas, Arze tomó el mando en jefe de él,
reservándose el comando particular de la infantería, ayudado por el
valeroso patriota José Rojas, que con los 500 hombres que trajo de
Sacaba, contribuyó en mucho al éxito de la expedición. Don Melchor
Guzmán Quitón fue encargado del mando de la caballería, nervio de
las fuerzas de la patria.
Cuando Arze tuvo noticia de que una División realista marchaba
de La Paz con dirección a Oruro, salió a su encuentro de esta ciudad,
resuelto a castigar a los opresores de su patria.
En efecto, el General Ramírez, había destacado de su Ejército
600 infantes y 200 dragones a caballo, toda gente aguerrida y
veterana, a órdenes del Coronel don Fermín Piérola, con orden de
escarmentar a los alzados de Cochabamba que se habían
apoderado de la plaza de Oruro.
Como hemos dicho, Arze salió de Oruro el 12 de noviembre; el 13
llegó a Panduro y el 14 en la mañana, avistó las fuerzas de Piérola
en la pampa de Aroma, bordeando las pequeñas colinas que la
circundan en toda su extensión.
25
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
La llanura de Aroma tiene un aspecto simpático y risueño.
Después de cruzar las áridas pampas que desde Oruro se extienden
hasta Panduro, la llanura derrepente se deprime y forma una
hondonada llena de verdura. Esta llanura esta cruzada por un
pequeño arroyo que bajando de las colinas del Este, pasa por cerca
de la antigua casa de posta. La llanura después de extenderse
alguna distancia, empieza a elevarse otra vez insensiblemente, hasta
el pueblo de Sicasica y desde mucha distancia se ven las blancas
torres de la iglesia del citado pueblo, que parece nacieran de entre la
verdura de que esta llena la hondonada; esta verdura la forman unos
pequeños arbustos llamados tola, los que se elevan cuando mas a
un metro del suelo, formando un inmenso mar de color de esmeralda,
orillado por todas partes por ligeras colinas, al pie de las que se
distinguen en lontananza, las chozas de los agrestes moradores del
altiplano andino. Todo esto da al paisaje un aspecto pintoresco, y el
corazón del viajero se ensancha con la vista de un panorama lleno
de verdura; todo deja de ser tétrico y sombrío y la pampa de Aroma
cubierta con su verde manto, es una sonrisa en medio de tanta
desolación y aridez.
En este lugar y por el pie de las colinas, avanzaban las huestes
castellanas, cuando fueron avistadas por los valerosos hijos del
Tunari.
Grande debió ser la sorpresa de Piérola y sus veteranos, al
apercibirse de que se venía sobre ellos y al paso de carga, el Ejército
mas abigarrado de que puede tenerse idea.
Carecía de uniformes militares, y en lugar del casco ó morrión,
llevaban los ginetes grandes sombreros de lana, la mayor parte color
vicuña, ó monteras de cuero, adornadas con lentejuelas y avalorios.
Todos tenían el pantalón arremangado y calzaban fuertes hojotas de
cuero; no tenían distintivo ninguno, pero sí en la cintura se veían
sujetos grandes cuchillos y envueltos al cuello ó pendientes al
hombro, ponchos tejidos en el país.
Los infantes iban mal armados, solo algunos tenían fusiles ó
escopetas y otros chuzos, pero los más, grandes makanas de palo,
hondas y látigos sujetos a fuertes mangos de madera.
La caballería por toda arma tenía largas varas, en cuyas puntas
brillaban enormes cuchillos solidamente amarrados a ellas con
cuerdas; muy pocos sables se veían allí, pero en cambio eran
consumados ginetes los guerreros de Cliza y Punata, que miraban
con envidia los relucientes sables y los cascos y corazas de los
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veteranos y aguerridos dragones del Ejército del Rey de España y de
las Américas.
Piérola, absorto, viendo que esa multitud se le venía como un
huracán, amenazando envolver todo su Ejército, lo hizo formar en
batalla, sin buscar posiciones militares; tal era el desprecio que le
causaban sus maltraídos adversarios.
Entre tanto el bravo caudillo patriota dispuso que la infantería
avance de frente sobre la División realista, agazapándose entre los
tolares, hasta estar sobre ella. Que la caballería, con Guzmán Quitón
a la cabeza, tome el costado izquierdo de la pampa, para cortar la
retirada al enemigo. Que por la derecha avance Unzueta, escoltado
por un buen trozo de caballería, a fin de poder utilizar sus piezas,
desde ese costado que se eleva algún tanto sobre el terreno. Tomadas estas disposiciones los infantes, con gritería infernal,
avanzaban agazapados por dentro de los matorrales, como avanzan
los tigres en busca de su presa.
Apenas hicieron una descarga los realistas, cuando se vieron
rodeados, acosados y anonadados por esa multitud que llena de
coraje luchaba con ellos a brazo partido, desarmando a palos a los
infantes, que no podían volver a cargar sus fusiles, y desmontando a
los ginetes cuyos caballos espantados se entregaban a la fuga,
aguijoneados por las lanzas de los ginetes de Guzmán Quitón, que
los habían rodeado por todas partes, y cortado la retirada.
Unzueta, por su parte, llenaba su cometido, ametrallando con
acierto, a los que trataban de rehacerse; de manera que fueron
puestos en derrota y completa fuga los soldados de S. M. Fernando
VII.
La batalla de Aroma duró más de una hora, y los veteranos de
Piérola completamente vencidos, se retiraron al pueblo de Sicasica,
dejando mas de la mitad de sus compañeros tendidos en el campo
de batalla, donde dejaron armas, bagajes y municiones.
Activamente los acosaba en su retirada el intrépido Quitón y los
realistas tenían que verificar su retirada formando cuadros, para
librarse de las improvisadas lanzas cochabambinas.
Piérola así perseguido pudo llegar a Sicasica, donde los
habitantes lo recibieron a palos y pedradas, teniendo que seguir la
retirada a Calamarca, para pasar de allí al Cuartel General de
Ramírez, situado en el pueblo de Viacha. Los alrededores de
Sicasica quedaron sembrados de cadáveres de los infortunados
realistas, que perecieron a manos del pueblo.
27
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Cuando las huestes vencedoras volvieron al campo de batalla, el
heroico caudillo don Estéban Arze, al verlas llegar jadeantes,
ensangrentadas, terribles, llenas de heridas y de gloria, adelantó
hacia ellas su brioso corcel de batalla y al oír que sus soldados lo
aclamaban con loco entusiasmo, lleno de emoción y de asombro,
blandiendo su terrible espada, roja con la sangre de los enemigos de
la patria, les dijo: “¡Valerosos cochabambinos, ante vuestras
makanas el enemigo tiembla. Viva la libertad!” Palabras dignas de un
héroe de Esparta, que han pasado a la historia, que las repite con
asombro y las conserva con respeto.
En efecto, el espanto que causaron las makanas de los héroes de
Aroma, hizo temblar a los peninsulares, que se guarecían tras de sus
parapetos a fin de no poder ser alcanzados por las improvisadas
armas de los guerreros de Cochabamba.
Las consecuencias de esta victoria fueron demasiado
trascendentales. Los realistas que se disponían a avanzar sobre
Oruro al mando del General Ramírez, se retiraron a La Paz,
replegándose luego al Cuartel General del General Goyeneche,
situado más allá del río Desaguadero.
Entretanto, todas las provincias del Alto Perú se declaraban por la
revolución de Buenos Aires, reconociendo el gobierno de la Suprema
Junta organizada en la metrópoli y las tropas auxiliares que mandó
ésta pudieron, sin inconveniente alguno, penetrar en nuestro territorio
donde fueron triunfalmente recibidas.
La victoria obtenida en Aroma fue completa. Allí vencieron los
valerosos hijos de Cochabamba y los de Oruro, y por eso Aroma será
siempre la gloria más legítima de esas heroicas y patriotas ciudades.
Cochabamba, en esta lucha de titanes, ha llegado hasta el martirio
por su abnegación y su patriotismo, dando el ejemplo de virtudes
cívicas a los otros pueblos de la República.
Agosto 20 de 1910.
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BATALLA DE GUAQUI
(YURAICORAGUA Ó JESÚS DE MACHACA)
20 DE JUNIO DE 1811
El representante de la Junta de Buenos Aires, doctor Juan José
Castelli, engreído con el triunfo de Suipacha (7 de noviembre de
I810), y en vista de los pronunciamientos de las provincias
altoperuanas en pro de la causa de la independencia, resolvió ocupar
con sus fuerzas todo el territorio perteneciente al Virreinato de La
Plata, cuyos límites estaban marcados por el río Desaguadero,
llamado así, por ser el desagüe natural del lago de Chucuito ó
Titicaca, que corre de S. a SE., llevando sus aguas al lago de Poopó.
Este río era el límite con el Virreinato de Lima y el que servía de
barrera a los beligerantes; él no tenía mas que un paso, el puente del
Inca, construido de balsas de totora flotantes, y este paso lo
ocupaban los realistas que allí tenían un fuerte destacamento de
tropa, además de otros puestos avanzados en la margen
perteneciente al Virreinato de Buenos Aires.
Castelli dejó Potosí a mediados de marzo, y de Chuquisaca,
donde permaneció pocos días aumentando sus fuerzas, pasó a
Oruro, ingresando en esa Villa el 3 de abril. Allí lanzó su célebre
manifiesto a los pueblos del Alto Perú, continuando su marcha; llegó
a La Paz el 10 de abril, miércoles santo, y con el ruido y pompa de su
entrada interrumpió la santidad del día.
Dicen los cronistas que muchos buenos patriotas se insinuaron
con Castelli para que postergue su entrada en la ciudad hasta el
sábado de gloria, pero que el Delegado se burló de ellos, lo que
dicen hizo perder mucho en la opinión de la gente del pueblo la
buena idea que se tenía de los porteños, a los que tuvieron por
irreligiosos, creencia que explotaron en alta escala los secuases del
absolutismo.
Dejando en esa ciudad de Gobernador al Brigadier Domingo
Tristán, que también desempeñaba ese puesto en nombre del Rey,
fue a situarse en el pueblo de Tiaguanacu, lugar célebre porque en él
se encuentran las ruinas del famoso Templo del Sol.
Había solicitado Castelli, por medio de la Real Audiencia de
Charcas, con el General Goyeneche, celebrar un armisticio por el
término de cuarenta días. El Capitán don Máximo Zamudio fue el
encargado de negociarlo.
29
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Entre otras cosas se pactaba que el Ejército real conservaría sus
destacamentos a este lado del río y que el de la patria continuaría en
sus posiciones, sin aumentar el número de él. Después de ligeros
debates con algunas pequeñas alteraciones, el armisticio fue
aceptado, firmando por una parte el General don José Manuel de
Goyeneche y Barreda y su Secretario Pedro López de Segovia y por
la otra el doctor Juan José Castelli y su Secretario Bernardo
Monteagudo.
Una vez firmado el armisticio, Castelli situó su Cuartel General en
el pueblo de Guaqui.
El Ejército de la patria era netamente americano, compuesto de
soldados pertenecientes al Virreinato de Buenos Aires. En él se
encontraban porteños, nacidos a las orillas del Plata y alegres
estudiantes de la famosa Universidad de San Francisco Xavier de
Chuquisaca; soldados nacidos en las ardientes vegas del Tucumán y
las fértiles campiñas de Salta, mezclados con los hijos del Potosí, del
Illimani y del Tunari; los pardos y morenos argentinos confundidos
con los indígenas de Chayanta, Chichas y Charcas; en una palabra,
era el Virreinato del Plata que emancipándose del dominio de la
metrópoli europea, se afrontaba a los aguerridos soldados venidos
desde las márgenes del Rimac, que representaban la conquista, la
esclavitud y el vasallaje.
¡Era la libertad que se afrontaba a la tiranía!
Este Ejército sumaba cerca de 6,000 combatientes, que formaron
tres Divisiones llamadas de la derecha, de la izquierda y del centro.
La de la derecha estaba a las órdenes del General Juan José
Viamont; la de la izquierda, a las del Coronel don Eustaquio Díaz
Velez; y la del centro, a la del Coronel Bolaños. La caballería era
toda cochabambina, se componía de 1,200 ginetes, mandados por
don Francisco del Rivero. Esta fuerza carecía de instrucción y
disciplina, pero abundaba en arrojo y patriotismo, como que en ella
se encontraban los héroes de Aroma, que el 14 de noviembre del
año anterior, se llenaron de gloria en esa memorable jornada.
El mando en jefe de este Ejército lo tenía el General don Antonio
Gonzáles Balcarce, que estaba sujeto al Representante de la Excma.
Junta de Buenos Aires, doctor Juan José Castelli.
El Ejército del Rey sumaba 6,500 hombres. El núcleo de éstos
estaba formado de aguerridas tropas peninsulares que servían de
modelo a las americanas, reclutadas en Arequipa, Puno, el Cuzco y
demás provincias del Bajo Perú. La oficialidad era en su mayor parte
30
ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
española, educada en los ejércitos de la Península; muchos de ellos
habían combatido con las tropas de Napoleón, cuando la invasión a
España.
Buen material tenía el futuro Conde de Guaqui para organizar su
Ejército con tantos expertos jefes y oficiales que figuraron tanto en la
guerra de los 16 años; éstos durante mucho tiempo, se ocuparon de
disciplinar é instruir sus soldados, situados en la mayor parte de las
poblaciones que circundan el lago de Titicaca, y en los
departamentos de Puno, Arequipa y el Cuzco.
Este Ejército se dividió en tres fracciones: la primera (de la
derecha), la mandaba el General Goyeneche en persona; la segunda
(de la izquierda), su segundo el Brigadier don Juan Ramírez y
Orosco; la tercera (del centro), el Brigadier don Pío Tristán.
Tenía Goyeneche su Cuartel General en Zepita, y sus Divisiones
en los pueblos más inmediatos. Aquello, como hemos dicho, era un
vasto campo de maniobras militares, donde los instructores europeos
disciplinaron ese Ejército que tantos años hizo ondear el pabellón de
Castilla en el Alto Perú, a pesar de los esfuerzos desesperados de
sus hijos.
Al N., el puente de balsas flotantes hechas de totora, único paso
del río Desaguadero, estaba defendido por un fuerte destacamento
de artillería é infantería, mandado por el Coronel don Jerónimo
Morrón y Lombera, y para asegurar el dominio de este único punto
de comunicación, habían establecido a su vanguardia baterías en las
alturas de VilaVila, a la parte del Sud.
Las alturas mencionadas se prolongan de N. a S. como un gran
eje, cortando el llano que se extiende por esa parte entre dos valles,
limitado el uno por el lago al E., y el otro por el río al O. E.; este valle
lleva el nombre de Azafranal, y en su salida esta situado el pueblo de
Guaqui, a los 37 kilómetros al Sud. Allí era donde estaba concentrado
el Ejército de la patria.
El valle del O. E. es el de Jesús de Machaca, que así se llama la
población situada en esa pampa denominada de Chibiraya por la del
N. sobre el río.
A los 10 kilómetros al frente de Guaqui, esta la quebrada de
Yuraicoragua, donde van paralelamente los dos valles, separados
por las alturas de Vila-Vila, alturas empinadas y fragosas, que en su
cima tienen un abra de 2,800 metros de extensión.
Así pues, Guaqui, situado en el lugar mas abierto del llano, era un
punto poco estratégico; entregaba el dominio de las márgenes del
Desaguadero al enemigo, que estaba posesionado en las alturas de
31
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Vila-Vila, que por las asperezas y sinuosidades del terreno, podía
correrse sin peligro de ser ofendido, ó sea para dominar los valles ó
para interceptar la quebrada de Yuraicoragua, puesto que comunica
con ella. Podían además atacar desde esas posiciones a los
patriotas por uno de los flancos, si se hallaban reunidos ó de lo contrario atacarlos separadamente.
Muy pronto Castelli y Balcarce comprendieron lo mal que habían
hecho concediendo en el armisticio que los realistas conservasen sus
posiciones al otro lado del puente.
Autores muy notables é historiógrafos conocidos por su
imparcialidad, se han ocupado de averiguar si fue Goyeneche ó
Castelli quien rompió primero el armisticio, pero no han dilucidado de
una manera concluyente este punto, mas parece que tanto el jefe
español como el porteño, llevaban la firme intención de faltar a lo
pactado entre ellos.
El 16 de junio la vanguardia de la caballería del General Rivero,
mandada por el Comandante Cosme del Castillo, atacó el pueblo de
Jesús de Machaca, derrotando en sus inmediaciones como a 200
hombres del Ejército realista.
Cerca de Pisacoma estaba un destacamento realista en
observación de los caminos, cuando fue de improviso acometido por
un destacamento de la caballería cochabambina, comandada por
José Gonzáles, los realistas fueron derrotados, con pérdida de
muchos prisioneros y 14 muertos.
Los hechos referidos fueron contestados con que el Coronel
Ramírez, del Ejército real, salió sobre Jesús de Machaca, donde
encontró un destacamento patriota de dragones ligeros, al mando del
Comandante Estéban Hernandez y del Capitán Eustaquio Moldes.
Se trabó entre estas fuerzas un recio combate y los patriotas se
retiraron dejando en el campo 15 muertos. Ramírez regresó a su
campamento.
Por otra parte Balcarce había ordenado la construcción de un
puente, como a 10 kilómetros mas abajo del puente del Inca, obra
que fue ejecutada por los cochabambinos de Rivero, de manera que
todas estas hostilidades de una y otra parte beligerante, hacen
comprender la idea de ambas de romper lo pactado. Castelli destacó
el día 18 un fuerte trozo de caballería, por el costado izquierdo, con
objeto de ocupar el vado del Desaguadero y los pueblos de Guaqui y
Jesús de Machaca, enviando además una columna de infantería para
atacar por tres partes.
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ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
El Ejército argentino quedó situado del modo siguiente: Las
Divisiones de derecha é izquierda, a órdenes de Viamont y Díaz
Velez, bajo el mando del primero, acamparon en la quebrada de
Yuraicoragua, con orden de esperar en este punto la incorporación
del centro y la reserva, que estaban al mando de Bolaños, para con
ellas marchar reunidas a atacar Vila-Vila. La seguridad del Ejército
patriota era permanecer compacto é hizo lo contrario, se dividió.
—————————
A las 12 de la noche del día 19 se oyó un cañonazo en el Cuartel
General de Zepita, y el Ejército real se movió sobre el Desaguadero.
El puente así como la margen derecha del río quedó confiado al
Coronel Lombera.
El Ejército real se dividió en tres grupos: El de la derecha,
mandado por el General Goyeneche en persona, y acompañado de
los Coroneles Gonzáles de Socaza y García Santiago; el de la
izquierda, mandado por el Brigadier Ramírez de Orosco, al que
seguían los Comandantes Castro, Jorge Ballivian y Estevez; el del
centro, dirigido por el Brigadier Pío Tristán, con el que iba una
columna ligera, formada de los renombrados “Granaderos del
Cuzco”, mandados por su Coronel don Francisco Picoaga, muy
acreditado en el Ejército real; a esta fuerza se agregó una sección de
artillería, a órdenes del Comandante don Miguel Mujía.
Algunos jóvenes oficiales del Ejército, todos americanos, y que
después han brillado en esta guerra al servicio de la patria, como
Andrés Santa Cruz, Agustín Gamarra, Astete, Benavente, Blanco y
otros, acompañaban en esta campaña al General Goyeneche.
Una vez que las tropas realistas pasaron el puente del Inca, la
División de la derecha tomó la pampa del Azafranal y la de la
izquierda la de Chibiraya; la columna del centro tomó las alturas de
Vila-Vila, lista a prestar auxilio al que lo solicite.
Las tres columnas en marcha paralela unas de otras, tenían por
objetivo la quebrada de Yuraicoragua; la ocupación de este punto
tenía el objeto de impedir é interceptar la reunión de los dos cuerpos
patriotas; conseguir se efectúe esta evolución era conseguir la
victoria.
Goyeneche marchó directamente sobre Guaqui y Ramírez sobre
Jesús de Machaca. El plan fue combinado con habilidad y ejecutado
con rapidez y precisión.
La columna del centro fue la que encontró primero que los otros,
pequeños destacamentos patriotas que fueron arrollados y tomados.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
A las 8 a.m. la columna de la derecha llegó por el Azafranal al
punto convenido. Sorprendido Balcarce apenas tuvo tiempo para
formar su gente, é hizo funcionar su artillería, descuidando ocupar el
morro que por sus costados baña el lago. Goyeneche avanzó bajo el
fuego de la artillería patriota y solo cuando pudo ser eficaz el de su
infantería, desplegó sus masas.
Entonces cayó sobre ella la caballería patriota que fue repelida
por los cuadros realistas.
Durante esta maniobra Tristán, por orden de Goyeneche, se
apoderó del morro que está a la izquierda, y para ocultar este
movimiento, tuvo el General en jefe que atacar de frente. En este
ataque se distinguió mucho el Regimiento de “Granaderos del Cuzco”
1º del Ejército, que con Picoaga a la cabeza, se apoderó de la
posición codiciada. Desde ese momento la acción estaba perdida por
los patriotas, que fueron completamente flanqueados por el costado
izquierdo.
A pesar de todo, la resistencia de Balcarce fue enérgica y
vigorosa, sus soldados hicieron prodijios de bravura, pero no
pudieron contener el avance de los granaderos, que los amagaban
por donde permitía la lengua de tierra que dejaba la laguna. Los
patriotas desconcertados se retiraron en desorden, dejando 15
cañones, 280 cajones de munición y 6 botiquines.
Perseguidos de cerca, se replegaron sobre el pueblo de Guaqui,
que fue tomado por Goyeneche después de vigorosa resistencia. Allí
cayó el resto del parque, almacenes de víveres y el hospital militar.
——————————
La división de Viamont y Díaz Velez acampadas en el fondo de la
quebrada no tuvieron tiempo sino para salir y formar en la pampa de
Jesús de Machaca. No habían tomado la precaución de guardar la
altura que tan imprudentemente abandonaron.
Viamont sin embargo, conociendo que Balcarce estaba
seriamente amagado y que era indispensable concentrar todas las
fuerzas sobre ese punto, trató de abrirse paso para comunicarse con
el Cuartel General, pero fue rechazado con pérdida de dos piezas de
artillería y un batallón de infantería que fue destrozado.
Entre tanto Díaz Veles con dos piezas de artillería, hizo frente a
Ramírez y pronto fue auxiliado por Viamont, que rechazado por
Goyeneche, voló en su encuentro.
Ramírez avanzó con ímpetu, como tenía de costumbre hacer,
pero halló una formidable resistencia y tuvo que cejar para volver a la
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carga con el Batallón que había dejado de reserva, y nuevamente
tuvo que perder terreno.
Literalmente Ramírez fue destrozado por los obuses colocados
en el centro de la línea patriota. El fuego incesante de la artillería y la
lluvia de granadas de mano que le arrojaban los patriotas, lo habrían
perdido sin remedio, sino acude a su auxilio oportunamente el
General Goyeneche que guiado por el ruido del combate lo protejió
por el flanco izquierdo. Viendo los patriotas que nuevas tropas
acudían en protección de los realistas, abandonaron el campo, salvando alguna parte de su artillería y municiones.
Cuando Ramirez dueño del campo de batalla, empezaba a
reorganizar sus destrozados Batallones, se presentó derrepente la
Caballería Cochabambina que había sido mandada a tomar la
retaguardia del enemigo, Don Francisco del Rivero que se dirijía al
río, para pasarlo por el puente nuevo, oyó el estruendo de la Artillería
y no dudando que se libraba un combate, tomó campo travieso, dirijiéndose por Jesús de Machaca, de manera que cayó inopinadamente sobre el campo de Ramírez, donde acababa de ganarse
por éste una batalla.
La presencia de Rivero en aquel momento fue muy oportuna. Ella
cortó la persecución a los dispersos y situándose en una colina
inmediata, pudo haciendo fuego de Artillería contener a los
vencedores que al ver su aptitud, se replegaron sobre Guaqui.
Como el General Rivero no contaba con Infantería, no pudo
continuar el combate, solo logró reunir algunos dispersos, salvar
alguna Artillería, y regresar a Jesús de Machaca, sin mas pérdida
que un piquete de 50 hombres que se vieron cortados, cayendo en
poder de los realistas.
Rivero llegó al pueblo de Viacha el día 22 con su Caballería y los
cañones que había salvado. Allí conferenció con Viamont y Díaz
Velez, los que se dirijieron al interior por la vía de Calamarca y Rivero
sabedor de los excesos y depredaciones a que se entregó el
populacho en La Paz, al saber la derrota de Castelli, entró en la
ciudad, con objeto de salvar al vecindario. Contuvo el desorden;
repuso en su empleo al Gobernador Domingo Tristán y dejándole
una guarnición de 100 hombres, para evitar nuevos desbordes de
parte de la plebe; regresó con su División a Cochabamba.
Castelli, Balcarce y Viamont, tomaron la ruta del interior, sin saber
nada de su ejército casi destruido. De él solo quedó la División de
Rivero y cuanta gente pudo reorganizar el Brigadier Diez Velez, con
la que marchó a Chuquisaca, con el fin de engrosar sus filas y
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
rehacerse de la derrota. ¡Tal fué la memorable Batalla de Guaqui,
que afianzo por 14 años más la dominación española en el Alto Perú!
A esta célebre acción de armas los argentinos la denominan
“Batalla de Yuraicoragua” ó “Jesús de Machaca”, y los españoles
dieron el nombre de “Batalla de Guaqui” en atención a “que ese lugar
fue atacado en persona por el General en jefe del ejército real, don
José Manuel de Goyeneche y Barreda, a quien Su M. el Rey de
España, en premio de esta victoria, le dio el título hereditario de
“Conde de Guaqui”
Junio de 1910.
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BATALLA DE AMIRAYA
(1A DE SIPESIPE)
13 DE AGOSTO DE 1811
El General don José Manuel de Goyeneche y Barreda, después
del triunfo de Guaqui, se retiró a su Cuartel General de Zepita,
proyectando engrosar su Ejército, darle mas disciplina é instrucción,
a fin de emprender campaña y sojuzgar nuevamente al dominio
español, las provincias unidas del Rio de la Plata.
Para esto contaba con jefes expertos, que en la batalla de Guaqui
habían probado su competencia militar; tenía un núcleo de buenas
tropas, las que pensaba aumentar con los contingentes que debían
darle La Paz, Oruro, Potosí, Cochabamba y Chuquisaca, de manera
que al pisar el suelo Argentino tendría un Ejército aguerrido y capaz
de emprender la reconquista de las Provincias de Abajo, perdidas ya
para España.
Pero el Conde de Guaqui no contaba con que la provincia de
Cochabamba se levantase en armas, apoyando y sometiéndose a la
Suprema junta de Buenos Aires.
Don Francisco del Rivero con las fuerzas de caballería, que casi
intactas se retiraron de Guaqui, regresó a su provincia, en compañía
de los caudillos don Estevan Arze y don Bartolomé Guzmán Quitón,
quien en el momento se puso a formar y disciplinar nuevos
escuadrones.
Cochabamba lejos de amedrentarse con el contraste sufrido en
Guaqui y Jesús de Machaca por las armas de la patria, se levantó
más altiva y más viril que antes.
Goyeneche furioso comprendió que no podía abrir campaña
contra las Provincias del Plata, dejando a su retaguardia una otra
Provincia tan guerrera y levantisca como era Cochabamba, y resolvió
antes de emprender campaña al Sud, develar la nueva insurrección.
Para el efecto se dirigió con todo su Ejército sobre Oruro, punto
elegido para la base de sus operaciones y allí formó su plan de
campaña.
La vanguardia del Ejército real la mandaba el General don Juan
Ramirez y Orosco, ya famoso por su victoria de Jesús de Machaca;
militar acreditado, déspota y rudo, pero muy valiente y de una
resolución y actividad extraordinaria.
Este jefe con su división, ocupó el pueblo de Paria, para tomar el
camino de Tapacarí, a fin de estar más pronto en su destino.
37
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
En efecto el día 13 de Agosto descendía la larga cuesta de “Las
Tres Cruces” y a las 3 de la tarde tomaba posiciones frente a sus
adversarios.
A la una de la tarde de ese mismo día, los jefes del Ejército
patriota, que en la mañana dejaron Cochabamba, se posesionaban
del llano de Sipesipe, cerca del río de Amiraya, sabedores de que los
realistas habían tomado la altura de las Tres Cruces para descender,
seguramente, por el estribo de la Cordillera real que termina frente a
la llanura indicada.
El Ejército patriota sumaba de ocho a nueve mil hombres, pero la
mayor parte de estos no contaban con mas armas que aquellas con
que vencieron en Aroma; inútiles contra los seis mil soldados,
aguerridos y perfectamente armados que regían el Conde de Guaqui
y su segunda el General Ramirez.
El verdadero nervio de las fuerzas de la patria estaba en los
ochocientos hombres que de Chuquisaca llevó el Brigadier don
Eustaquio Díaz Velez, que era todo lo que quedaba del Ejército
destrozado en Guaqui.
También los cuerpos de caballería organizados por Guzmán
Quitón, podían rivalizar con los escuadrones del Rey, a pesar de que
no estaban bien armados como ellos, sin embargo tenían buenas
lanzas y eran excelentes sus ginetes.
Cuando llegaron los independientes al lugar citado, se
desprendía ya de la cuesta de Sipesipe, un buen trozo de ginetes
realistas que exploraban el terreno por donde con más facilidad
podía descender el Ejército a la llanura.
Los patriotas apercibiéndose del avance de sus enemigos, se
pusieron en movimiento. Las columnas de infantería las dirigieron al
pueblo de Sipesipe, posesionándolas en las alturas inmediatas, tras
de los vallados y cercos de los huertos y canchones. A los cuerpos
que tenían armas de fuego los colocaron en las barrancas del río,
donde les servían de parapeto las escarpaduras del terreno, y el
trozo mayor de la fuerza, esto es la caballería, formó por columnas
de escuadrones en la misma llanura de Amiraya.
Los patriotas habían llevado con ellos de Cochabamba a la
Virgen de las Mercedes, patrona de sus armas, la que servía de
Palladium y estandarte al Ejército. Esta con una buena escolta fue
colocada en una posesión que domina y que esta situada entre Quilla
cohollo y Sipesipe.
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Mientras los independientes tomaban las posesiones indicadas,
tras de los exploradores descendían la cuesta los batallones del
Ejército real, cuyas bayonetas brillaban al sol, dándoles el aspecto de
una serpiente de fuego. Era la vanguardia del ejército que se
componía del regimiento “Real de Lima” y del regimiento “Pairuru”,
una columna de cazadores del Callao y una batería de montaña (seis
piezas). Como hemos dicho esta fuerza era mandada por el General
Ramírez.
A las tres rompió esa batería sus fuegos sobre las columnas
independientes, fuegos que fueron contestados por los cañones de
Unzueta, que ya funcionaron con éxito en Aroma y que ahora abrían
claros en las columnas realistas:
Cuando la vanguardia trabó combate con los infantes de la patria,
empezaban ya a descender la altura las tropas que venían con
Goyeneche. A la cabeza de estas avanzaba el famoso regimiento de
Granaderos del Cuzco, cuyo jefe era el Coronel Picoaga, que
formaba parte de la División del Centro.
El ataque fue muy vigoroso y en menos de tres cuartos de hora
las tropas patriotas fueron flanqueadas y desalojadas de sus
posesiones, pero estas después de una lucha tenaz consiguieron
rehacerse en la colina de Suticollo, mandadas por Rivero y Arze.
La artillería real emplazó sus cañones en la barranca que
abandonaron los patriotas, sobre los que rompió vivo y mortífero
fuego. Entre tanto los obuses de estaño del Ejército de Cochabamba,
eran de poco alcance y el ánima de ellos se destruía a los pocos
disparos, ó se inutilizaban reventándose.
La Caballería real avanzaba entretanto por el flanco derecho y los
infantes invadían toda la estensión de la playa en espesas guerrillas,
protejidas por el fuego de las baterías, mandadas por los
comandantes Valdéz y Mujía.
Guzmán Quitón cargó sobre las primeras columnas realistas en la
margen izquierda del río, pero fué rechazado y se desbandaron sus
escuadrones, consumándose la derrota, a la que contribuyó el rápido
avance de Goyeneche en persona que habiendo reunido el resto de
sus tropas, las lanzó como un torrente sobre el llano de Amiraya.
Los brigadieres Rivero y Díaz Velez, el valiente Arze y el intrépido
Quitón intentaron un supremo esfuerzo; lograron reorganizar algunos
escuadrones y con ellos Rivero y Díaz Velez cargaron por la derecha
y Arze y Guzmán por la izquierda.
La caballería española a órdenes de los Coroneles Castro y
Ballivián, salió a su encuentro por el flanco derecho y después de un
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
rudo choque destrozó y dispersó a los independientes, mientras por
la izquierda los “Granaderos del Cuzco” a órdenes de Tristán y
Picoaga formaban compactos cuadros y hacían retroceder y
desbandarse a las tropas regidas por Arze y Guzmán Quitón.
La noche puso fin al combate. Los realistas siguieron
persiguiendo y matando sin piedad a los independientes, acosados
sin descanso por la caballería española.
La virgen de las Mercedes, que presenció el combate, fué
milagrosamente salvada de caer prisionera en poder de los
peninsulares. La imagen con algunas balas que la hirieron fué
llevada a Cochabamba en brazos por un soldado, Jacinto Gómez,
que fué uno de los primeros que llegó a la ciudad, dando la tremenda
noticia de la derrota.
Amiraya, a la que los vencedores llamaran batalla de Sipesipe,
fué solo el esfuerzo audaz de los valerosos hijos de Cochabamba,
los que no pudieron como en Aroma, destrozar las bien disciplinadas
huestes peninsulares, sucumbiendo a la táctica militar, disciplina y
las armas demasiado superiores a las suyas que tenían los
opresores del Alto Perú
Sin embargo de la derrota, el resultado de la batalla de Sipesipe
fué proficuo. Suspendió por mucho tiempo el avance de las tropas
realistas a las Provincias del río de La Plata, dando lugar a que en
ellas se forme aquel ejército que a órdenes del General don Manuel
Belgrano, venció en los campos de Tucumán y Salta mostrando al
mundo que un pueblo cuando quiere ser libre, lo arrostra todo por
llevar adelante la idea redentora.
Tarija, Agosto-1910.
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COMBATE DE NAZARENO
12 DE ENERO DE 1812
Después de las derrotas de Guaqui y Amiraya, el General patriota
don Eustaquio Díaz Velez, con los restos de su Ejército se había
replegado a la provincia de Salta. Esa fuerza no pasaba de 800
hombres, los que fueron aumentando merced al tesonero y patriótico
esfuerzo de su activo jefe, de manera que al finalizar el año de 1811,
contaba ya con unos 1,700 hombres.
El Gobierno de Buenos Aires, ocupado con asuntos de mayor
trascendencia y embargado con la política interior del país, no podía
atender de inmediato con los auxilios que necesitaba ese ejército
para reorganizarse nuevamente, de manera que se limitó a enviar a
Salta al General Puyrredón, quien se hizo cargo de una tropa
informe, sin instrucción ni disciplina, mal armada, porque no contaba
sino con unos 960 fusiles.
Puyrredón fué bien recibido en el Ejército y empezó a organizarlo,
cuando tuvo noticia de la segunda revolución de Cochabamba,
encabezada por el General don Estéban Arze.
Con la esperanza de contener el avance de los enemigos y dar
aliento a la sublevación de Cochabamba, organizó su vanguardia
fuerte en 800 hombres de las tres armas, la que fué destacada a
YaVi a órdenes de Díaz Velez.
En Tupiza, se instruían constantemente gruesos pelotones de
reclutas, para llenar las filas del Ejército real; eran éstos
frecuentemente molestados por las guerrillas independientes, con
cuyo motivo el General Goyeneche destacó a esa villa una fuerza de
vanguardia a órdenes del Coronel Barreda; este jefe ahuyentó a los
patriotas hasta Mojo y en su apoyo fué una columna de 1000
hombres, mandados por el Coronel don Francisco Picoaga, quien se
situó en el pueblo de Yavi.
Díaz Velez reunió cuanta gente pudo encontrar y con ella el 29 de
diciembre de 1811, atacó a Picoaga, el que se retiró en mucho orden
hasta que en el camino encontró el resto de su División que iba en su
auxilio, entonces hizo alto en la orilla septentrional del río de
Suipacha. Díaz Velez que lo seguía, ocupó el Sud de la quebrada de
Nazareno, y destacó gruesas guerrillas para empeñarlo al combate,
pero Picoaga estudiaba el terreno y no se decidía a una acción definitiva, la que por otra parte le impedía la creciente del río que en
esa estación del año se pone impasable.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
El día 12 de enero de 1812, cansado el General patriota de
esperar a su enemigo, resolvió atacarlo en sus posiciones. Con este
propósito avanzó intentando el difícil paso del río, notablemente
aumentado por las últimas lluvias, el que ademas de tener fuerte
caudal de aguas es excesivamente fangoso, de manera que corría
un verdadero peligro al cruzarlo, sin tener perfecto conocimiento de
los vados, pero nada arredró al jefe patriota, que al verificar esta
operación corría verdaderamente una peligrosa aventura. La
caballería fué la primera que empezó a cruzar el río, bajo el nutrido
fuego que le hacía la infantería y artillería enemiga, ventajosamente
situada en la margen opuesta.
El espectáculo de este atrevido ataque debió ser demasiado
imponente; los ginetes con el agua a las ancas de los caballos,
pugnando contra la corriente que los arrastraba; sufriendo por otra
parte el fuego de frente, que no podían contrarrestar de ninguna
manera, ni evitarlo tampoco, y cuando los primeros escuadrones
pisaban la orilla, libres para empezar la pelea, una creciente
repentina del río, tan frecuente en esa estación, llenó la playa
cortándolos con el resto de la columna.
Las turbias aguas bramando de un modo espantoso, derribaban
ginetes y caballos, los que perecían ahogados y arrastrados por la
corriente. Los que lograron ganar la opuesta orilla quedaron
prisioneros.
¡Ambos ejércitos, colocados en las márgenes del río, contemplaban atónitos y aterrados tan imponente espectáculo!
Díaz Velez tuvo que retirarse a sus posiciones dejando 170
soldados ahogados ó prisioneros.
¡Tal fué el desastroso resultado del combate del 12 de enero de
1812!
———————————
Indudablemente la vanguardia patriota hubiera perecido aquel
día, si el jefe realista se decide a atacarla cuando pasó la impetuosa
creciente del río que se interpuso entre realistas y patriotas.
Seis días después recién decidió Picoaga tomar la ofensiva,
atacando a sus adversarios, para lo que tomó posiciones ventajosas
en las márgenes del Suipacha, alistándose para emprender el
ataque. En esto llegó al campamento el Mayor General del Ejército
real, Brigadier don Pío Tristán, quien ordenó se suspenda el
movimiento, hasta que se incorpore el Batallón “Abancay”, que dejó
un tanto rezagado y que venía en refuerzo de la vanguardia realista.
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Díaz Velez que conoció ó fué avisado de lo que en el campo
enemigo sucedía, aprovechando la noche levantó su campo y no
paró hasta llegar a la quebrada de Humahuaca, que esta 48 leguas a
retaguardia del lugar donde se desarrollaban estos sucesos.
Así quedaron burladas las intenciones de los jefes realistas y se
salvó la vanguardia del Ejército auxiliar del Río de la Plata.
Se dijo que las disposiciones tomadas por Tristán, eran
originadas por la rivalidad que empezaba a sentirse entre él y el
Coronel Picoaga, cuyo valor lo prestigió mucho en el Ejército, lo que
dañaba el crédito del Brigadier Tristán; ambos jefes eran bajoperuanos y rivalizaban en valor, de modo que el uno hacía sombra al
otro, esta circunstancia valió para la salvación de las fuerzas del
activo Díaz Velez, que irremediablemente estaba perdido, porque
con el último contraste quedó su gente intimidada y en estado de no
resistir una agresión de sus enemigos.
A consecuencia de la retirada a Humahuaca, dejó el jefe patriota
rezagado el convoy de heridos y enfermos de su Ejército, dicho
convoy fué alcanzado y tomado por los soldados de Tristán; este jefe
dejó que ese convoy siga tranquilamente su camino, sin ser
molestado por nadie, dando cuenta de este hecho al General en jefe.
Este contestó desde Potosí, en 29 de enero de 1812: “Ha merecido
mi aprobación la política y piadosa resolución de U. S. de dejar
continuar su marcha a los 140 heridos alcanzados por nuestras partidas, para que sirvan al arribo de sus domicilios, de escarmiento a
los que permanescan con el delirio de la revolución.”.
¡Es verdaderamente asombrosa una aprobación semejante,
dictada por el tigre arequipeño don José Manuel de Goyeneche y
Barreda; por eso la consignamos en este estudio!
Abril 16 de 1912.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
BATALLA DEL QUEÑUAL
24 DE MAYO DE 1812
No podemos dejar sin referir dos episodios muy notables en la
guerra que venimos estudiando, estos son la batalla del Queñual ó
Pocona y el combate de San Sebastian. El primero librado entre las
fuerzas del General Conde de Guaqui, don José Manuel de
Goyeneche y Barreda y los insurgentes cochabambinos, mandados
por el ínclito caudillo patriota don Estéban Arze. El segundo es el
heroico sacrificio de Cochabamba, inmolada en aras de su
acendrado patriotismo y su amor a la causa de la libertad de su
patria.
———————————
Goyeneche en su afán de reconquistar las provincias argentinas,
ya perdidas para la monarquía española, había adelantado su
vanguardia, mandada por el Brigadier don Pío Tristán, para que
ocupe las provincias de Jujuy, Salta y Tucumán. Al mover sus
fuerzas en apoyo de las de su lugarteniente, supo que la indomable
provincia de Cochabamba, acaudillada por el General don Estéban
Arze, se había pronunciado otra vez por la Junta de Buenos Aires.
Furioso el Conde de Guaqui, al conocer este suceso, juró castigar
a los insurgentes de una manera ejemplar, pues con su rebelión
hacían otra vez fracasar sus planes de conquista, la que no podía
llevarse a cabo dejando a sus espaldas enemigos tan audaces y
turbulentos como eran los hijos de esa provincia.
Con éste propósito situó al Brigadier Tristán en Tupiza con 2,000
hombres. Mandó al Coronel don Francisco Picoaga pase a
Chuquisaca con una División, en la que figuraba el famoso
Regimiento de “Granaderos del Cuzco”. El General en jefe se
trasladó también a Chuquisaca, para allí acordar una combinación
terrible contra la ciudad insurgente, a la que se proponía exterminar.
Una columna debía partir por la provincia de Chayanta, para
maniobrar de acuerdo con las fuerzas que de La Paz traía el Coronel
Revuelta. La columna mandada por el Coronel Morrón de Lombera
seguía la ruta de Tapacarí; la del Coronel Huisi avanzaba de La
Laguna por Vallegrande y la del Coronel Alvarez de Sotomayor,
tomaba el camino que conduce de Santa Cruz de la Sierra a
Cochabamba.
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Se cuenta que el General Goyeneche mandó formar su numeroso
Ejército en la plaza principal de Chuquisaca, donde proclamó a cada
uno de los cuerpos; todas sus proclamas se redujeron a lo siguiente:
“Sois dueños de vidas y haciendas, esterminad a los alzados.”
El día 13 de mayo salió de Chuquisaca con 4,000 hombres de la
tres armas tomando él con su columna la vía de Mizque y Cliza. Toda
esa falange tenía orden de converger en un día fijado, sobre la
patriota ciudad de Cochabamba contra la que se desplegaba ese lujo
y ostentación de poder y los habitantes de ella no contaban sino
pocas armas, sus famosos cañones de estaño, fabricados por ellos
con tanto patriótico afán creyendo que con ellos y las hondas y
makanas con que vencieron en Aroma, eran bastantes para triunfar
de los enemigos de la libertad.
Las hordas que por diferentes caminos se dirigieron a
Cochabamba, hicieron atrocidades en el transito; el Coronel
Lombera, que salió de Oruro el 18 con cerca de 2,000 hombres,
entre los que se contaban 850 indios armados de lanzas, traídos del
Cuzco por Pumakagua, no solo mandó matar y robar cuanto
encontró, sino que redujo a cenizas los pueblos de Sacaca y
Quirquiavi. Lo propio hizo el Coronel don Agustín Huici que incendió
el pueblo de Pucara; Huici salió el día 13 de la villa de La Laguna.
Pronto las fuerzas realistas llegaron al pueblo de Pocona,
llamado entonces “La villa del Chapín de la Reina”, por el fuerte
tributo que pagaban sus moradores para tener el honor de calzar los
pies de su graciosa soberana.
La vanguardia del Ejército de Goyeneche fué molestada desde,
su salida de Chuquisaca, en todo el trayecto de su marcha, por las
guerrillas del ya célebre caudillo don Manuel Ascensio Padilla, el que
pugnaba por incorporarse al ejército cochabambino, pero se lo
impedía con hábiles maniobras el Coronel Imas, jefe de esa
vanguardia.
El General Arze había entretanto salido a Mizque al encuentro de
Goyeneche y el día 18 de mayo pasó al Paredón adelantando su
vanguardia mandada por el Comandante Lemoine; de allí fué a
Sacabamba, donde tuvo noticias exactas de Goyeneche, por lo que
partió en el acto el día 23, con la primera luz del día, y caminó
durante todo él con mas la noche, para llegar como llegó con su
gente rendida de fatiga, al lugar llamado Paredones, situado entre la
laguna de Vacas y el Queñual, con el objeto de ganar é impedir el
paso de la estrecha garganta y la pendiente cuesta que da cima a
Pocona, pero la vanguardia mandada, como hemos dicho, por el
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Coronel Imas, trepando las ásperas serranías de Pocona, logró llegar
a la cumbre antes que los independientes.
Cuando Arze salió de Paredones para esperar al enemigo, en las
alturas vio a éste desde el Queñual que descendía al llano de
Pocona.
La vanguardia realista bajaba la empinada cuesta como una
enorme culebra de acero, amenazando envolver a los patriotas que
la esperaban formados en batalla. Habían emplazado su artillería de
estaño en un pequeño collado para dominar con ella el campo y al
pie de él se desplegó en guerrilla, la infantería, armada de malos
fusiles y arcabuces. A retaguardia brillaban las sólidas y toscas
lanzas de los escuadrones de caballería, mandados por el General
en jefe del Ejército independiente.
Rompió el fuego la artillería, pero el pequeño calibre de sus
piezas de estaño no tenía potencia ninguna para cruzar el llano con
sus proyectiles, además el anima de esas piezas sufría desperfectos
y acababa por inutilizarse con la inflamación continua de la pólvora
que dañaba el estaño con el calor producido con la continuidad de
los disparos, de manera que pronto tuvo que silenciar el fuego de la
artillería patriota y solo se oía el silbido de los buenos proyectiles
lanzados por los cañones de bronce de la artillería real, que llevaba
un espléndido material de guerra acumulado para invadir las provincias argentinas.
Cesó el fuego y los realistas avanzaron; los patriotas los
esperaron en sus puestos, firmes como moles de granito. Se siguió
un combate rudo, terrible, que hubiera durado más a ser más
consistentes las armas de los soldados cochabambinos, la mayor
parte de ellas fabricadas en sus improvisadas maestranzas, sin tener
el temple ni la consistencia de las excelentes armas de los opresores
de la patria.
Más de ochenta hombres tuvo que dejar el heroico caudillo
cochabambino al retirarse del campo de batalla, entre muertos y
heridos, éstos fueron ultimados por orden del feroz Imas, no se
tomaron prisioneros; ¡Imas no acostumbraba tomarlos jamás!
Los cañones de estaño, obra exclusiva del patriotismo de un
pueblo, así como algunos fusiles, quedaron en poder del vencedor,
que con su rápida persecución no dio tiempo para que los salvaran
los patriotas.
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ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
Sin descansar un momento siguió Goyeneche su marcha a
Cochabamba y al caer de la tarde del 24 de mayo de 1812,
descendía por la cuesta de Arani, donde acampó con su Ejercito.
El día 25 prosiguió su marcha y después de almorzar en Punata,
acampó en Cliza. En el trayecto se cometían desacatos mil, por la
soldadesca autorizada para todo, y en el pueblo de Muela una
partida destacada allí, tales excesos cometieron, que los habitantes
los mataron a todos. Muela fué castigada como es de suponerse con
inaudita crueldad.
El 26 ingresó en la villa de Tarata, donde se multiplicaron las
tropelías, y por orden expresa de Goyeneche, se incendió la casa del
General don Estéban Arze, y muchos patriotas, ó tenidos como tales,
fueron victimados.
¡Las huellas del feroz arequipeño quedaron en el trayecto
marcadas con sangre!
Abril 12 de 1912.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
SAN SEBASTIAN
27 DE MAYO DE 1812
Los realistas acamparon en la Tamborada, en el lugar conocido
con el nombre de Los Trojes.
Allí Goyeneche dividió su Ejército en tres fracciones: la primera
tenía que trasmontar la serranía que se levanta a la derecha de Las
Trojes, para seguir el camino que baja por Alalay; esta columna
estaba encomendada al General don Juan Ramírez. Con la segunda
fracción Goyeneche seguía la ruta principal, es decir, la del Ticti. La
otra fracción tomaba la izquierda para avanzar por los caminos de
Caraza y Quillacollo; ésta estaba dirigida por el Coronel Imas. En un
momento dado las tres divisiones debían ocupar la ciudad.
Entretanto reinaba en ella la confusión y el desorden. Unos hablaban
de rendirse; otros insistían en enviar nuevas comisiones al General
vencedor, y porfiaban con el noble y benemérito Gobernador de la
ciudad, don Mariano Antezana, quien en vano trataba de encontrar
un medio para conjurar la tormenta que amenazaba y salvar de algún
modo a su querido pueblo. Con este fin arengaban él, el presbítero
Oquendo y otros buenos patriotas, para ver si se aplacaba la cólera
del tirano; pero todo fué inútil, el pueblo azuzado por algunos
bullangueros exaltados y particularmente por las mujeres que
censuraban la conducta de los varones que pensaban con algún
juicio, jurando morir antes que rendirse a los tiranos.
Las alturas de San Pedro, Alalay, el Ticti y San Sebastian, fueron
coronadas por los defensores de Cochabamba, que impávidos
esperaban la hora del sacrificio.
¡Allí estaban fieros, terribles, heroicos, destacándose en ésas
alturas llenos de valor y de patriotismo!
Las tropas reales con el polvo que levantaban sus pisadas, no
notaron la presencia de sus enemigos. Cuando hiceron alto la nube
de tierra se disipó y recién percibieron el ijapapeo de las turbas que
lanzando una desdeñosa carcajada al rostro de sus verdugos,
esperaban el momento del sacrificio.
Algunas detonaciones partieron del Ticti y de Alalay y se cuenta
que el vencedor de Pocona creyó por un momento, que eran salvas
en honor de su llegada, pero cuando notó el polvo que levantaban los
proyectiles de los cañones de estaño, no pudo contener su
indignación; y creció ésta al ver que la mayor parte de esos cañones
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ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
estaban rodeados por las mujeres que enseñaban a los hombres a
pelear por la libertad de la patria y lanzaban vítores a ésta desde su
cumbre como un reto a sus opresores.
Ardiendo de furor mandó hacer alto a sus columnas, las hizo
formar en masa y refrenando su caballo de batalla al frente de ellas
les dijo:
“¡Soldados! Sois dueños de las vidas y haciendas de los
insurgentes, marchemos a exterminarlos”.
Un hurra a su caudillo resonó en las filas realistas, y los chacales
sedientos de sangre y de pillaje, se dirigieron a la ciudad. Luego esas
tropas fuertes en más de 5,500 hombres, de las tres armas, formaron
en batalla.
En seguida se dispuso que la izquierda de la línea, se apoye en
las barrancas del río Rocha y la derecha en el Ticti; luego se mandó
marchar al paso de carga, formando lentamente un semicírculo a fin
de envolver la colina de San Sebastián donde era mayor el número
de los alzados.
En este campo despejado, plano sin obstáculos, podían las
tropas peninsulares maniobrar a su agrado, ejecutando el
movimiento envolvente como en una parada militar.
En la cumbre ó coronilla del citado cerro, habían los patriotas
colocado mayor número de cañones, aprestándose a servirlos
hombres, mujeres y niños. Los que tenían fusil, arcabuz, honda ó
makana, se alistaban para defender los flancos descubiertos. A
retaguardia y al pie del cerro una multitud de mujeres, que con gran
algazara, daban vivas a la patria, repetían los japepeos, silbidos y
carcajadas, como desafiando a los peninsulares.
Del alto de esa colina partieron los primeros disparos de cañón y
de fusil; las tropas reales siguieron avanzando a paso de carga y
cuando notaron que sus armas podían ofender, rompieron en
nutridas descargas sobre los defensores de la colina.
Un alarido de rabia contestó al fuego y éste se hizo más
concentrado y rápido. Los disparos de los cañones patriotas se
hacían muy escasos, se calentaron las piezas y faltaron las
municiones, de manera que silenciaban los cañones y la multitud que
rodeaba el pie de la colina, empezó a alejarse bajo el fuego nutrido y
mortífero de los realistas que les hacían mucho daño. Los
granaderos estrechaban entretanto el círculo de muerte; la hora de la
matanza había llegado, y los disparos de los soldados de la tiranía
mezclados con los ayes de las víctimas, atronaban el espacio.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Cerca de 300 personas habían quedado en la colina, entre
hombres, mujeres y niños, resueltos a vender caras sus vidas y al
encontrarse dentro de ese círculo de fuego y hierro, hicieron
desesperados esfuerzos para defenderse.
Todo fué inútil, empezó la matanza que duró mucho tiempo; cesó
el fuego y las bayonetas hicieron su sangriento oficio. No se dio
cuartel a nadie, ni a las mujeres ni a los niños, algunos de éstos que
pedían perdón de rodillas arrastrándose a los pies de los soldados,
eran clavados por éstos contra el suelo.
Cuando acabaron de matar, aquellas fieras ensangrentadas,
locas de furor y ansiosas de pillaje, azuzadas por sus jefes y guiados
por sus oficiales, se desparramaron por toda la ciudad que les había
sido entregada por su General en jefe, quien en persona acosaba y
acuchillaba a las turbas indefensas, llegando su furor hasta meterse
en el templo de la Matriz a caballo, atropellando a los sacerdotes
para herir al doctor Lopez de Andreú de quien tenía un agravio que
vengar.
La soldadesca sin disciplina ni moralidad alguna, cometió durante
tres días, cuanto crimen puede imaginarse. ¡Nada fué respetado,
solo se veía en la ciudad mártir, hogares profanados, comercios
saqueados, casas incendiadas, cadáveres insepultos y sangre y
desolación por todas partes!
¡Tal fué la espantosa hecatombe del 27 de mayo de 1812!
Las mujeres de Cochabamba habían cumplido su deber, con un
heroísmo extraordinario, acompañando a sus esposos y a sus hijos
en el martirio por la santa causa de la libertad. Por eso es que en el
Ejército auxiliar del Río de la Plata, mandado por el General don
Manuel Belgrano, todas las noches a la hora de la lista, en todos los
cuerpos del Ejército, un oficial ante la tropa formada preguntaba:
¿Están presentes las mujeres de Cochabamba? y otro oficial
respondía:
“Gloria a Dios, todas han muerto por la patria en el campo de
honor.”
Abril 15 de I9I2.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
BATALLA DEL TUCUMÁN
24 DE SEPTIEMBRE DE 1812
Hemos visto cómo sucumbió en la batalla de Guaqui el primer
Ejército auxiliar argentino, enviado por el Gobierno de Buenos Aires a
reconquistar sus provincias del Alto Perú, indebidamente ocupadas
por el Virrey de Lima. Ahora vamos a conocer el avance del segundo
Ejército auxiliar de las Provincias Unidas, mandado por el ilustre
General don Manuel Belgrano, que llenó de gloria las armas de su
patria en las memorables batallas de Tucumán y Salta. Pero como no
es nuestro propósito referir la historia de esa época de efervescencia,
sino estudiar los mas notables hechos de armas acaecidos en ella
vamos a ocuparnos de las jornadas de Tucumán y Salta, porque,
aunque ellas no hayan sido libradas en suelo altoperuano, forman
parte de esa cadena de combates de la guerra de los 16 años,
librados para libertar el Alto Perú, que empezando en el año de 1809
terminaron en el año de 1825.
—————————
Alentado el Virrey de Lima con los triunfos obtenidos por sus
armas en los campos de Guaqui, Amiraya y el Queñual; castigada la
altiva Cochabamba por el feroz Goyeneche y derrotado el Coronel
don Eustaquio Díaz Velez en el combate de Nazareno, dispuso que
el Conde de Guaqui, aumentando su aguerrido Ejército, avance
sobre las provincias del Río de la Plata, a fin de someterlas
nuevamente al dominio español.
Cumpliendo este mandato dispuso el General Goyeneche
adelantar un Ejército de vanguardia con objeto de apoderarse de las
provincias de Salta y Tucumán, para formar en ellas su centro y base
de operaciones y pensar luego en la reconquista de Buenos Aires.
Fundadas esperanzas tenían los realistas de que pronto un
poderoso Ejército peninsular, que se alistaba en las costas
españolas, para darse a la vela con rumbo a Buenos Aires llegaría
allí; por esto el Virrey veía indispensable tener en Tucumán y
Córdova un núcleo poderoso de tropas avanzadas hacia la metrópoli
argentina, para en su caso caer sobre ella, dando así la mano al
Ejército expedicionario español, cuya llegada para el Virrey era cosa
de fé.
El General Vigodet, por otra parte, estimulaba al Conde de
Guaqui a abrir campaña decididamente contra la metrópoli
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ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
sudamericana, indicando que el Ejército del Perú amague por él
frente, prometiendo él auxiliarlo con 2,000 hombres escogidos del
Ejército de la banda oriental; con 8,000 portugueses en las costas de
Maldonado y en las riberas del Urceguay, cerca del arroyo Chino,
con l,000 españoles y el auxilio de una fuerte marina de guerra.
Todo esto era muy halagüeño y la ocasión parecía demasiado
propicia para llevar adelante los planes de invasión a las Provincias
del Plata, cuya reconquista era el sueño de oro del Marquez de la
Concordia, Virrey de Lima y de su lugarteniente el Conde de Guaqui.
Además tenía en cuenta los frecuentes disturbios de Buenos
Aires y la multitud de preocupaciones de su Gobierno, que no
enviaba los oportunos recursos al Ejército expedicionario al Alto
Perú, y si lo hacía era en muy pequeña escala. Con todos estos
antecedentes el General Goyeneche cuando regresó a Potosí,
después de haber ahogado con sangre el segundo pronunciamiento
de Cochabamba, se dedicó a disponer la expedición de su Ejército
de vanguardia a las provincias de Salta y Tucumán.
Muy luego marcharon a Suipacha los regimientos de infantería
“Real de Lima” y “Cotabamba”, con objeto de engrosar el Ejército de
vanguardia, confiado al Brigadier don Pío Tristán; éste con objeto de
preparar víveres y movilidad para su Ejército, lo envió de vanguardia
al Coronel don Agustín Huisi, con una fuerte columna compuesta de
las tres armas.
El General Belgrano, situado en Jujuy, contaba con fuerzas muy
diminutas para poderse internar en el Alto Perú, por lo que se
limitaba a resguardar y observar los pasos que conducen a él, por lo
que situó una vanguardia en el pueblo de Humahuaca a órdenes del
Coronel Díaz Velez.
El General patriota no contaba sino con los cuerpos siguientes, él
3 de agosto de 1812: Infantería: 816 hombres; “Pardos y Morenos”
285; caballería: “Dragones de la patria” 248; “Húzares de la patria.”
201; artilleros 44, que sumaban un efectivo de 1,594 soldados, de los
que deduciendo enfermos, gente de servicio y en comisión, llegaban
apenas a un efectivo disponible dé 1,300 plazas.
La vanguardia patriota situada en Humahuaca, a órdenes de Díaz
Velez, viendo que no podía impedir el paso a la realista, se replegó
sobre el centro y el General Belgrano, el día 23 de agosto en la tarde,
emprendió la retirada por el camino del Tucumán, de manera que la
vanguardia, mandada por Díaz Velez, quedó sirviendo de retaguardia
al Ejército; ésta fue reforzada con alguna artillería y caballería. El
enemigo, que venía picándoles la retaguardia, el 24 de agosto ocupó
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Jujuy. Al abandonar las últimas calles de esa ciudad, cambiaron los
independientes las primeras balas con sus enemigos, siendo el
Capitán Cornelio Zelaya el primero que las cruzó, haciendo con sus
ginetes una brillante maniobra, tanto que salió sin perder un solo
soldado, con una serenidad y arrojo admirables.
El coronel Huisi ocupó Jujuy, ciudad que tomó sin resistencia,
adelantando sus avanzadas hasta el río Pasaje, dé dónde escribió al
Brigadier Tristán, que con su columna solamente, iba a apoderarse
del Tucumán.
Entusiasmado Tristán con las ventajas obtenidas por su
vanguardia, salió de Suipacha el 1º de agosto de 1812, con cuatro
regimientos de infantería, “Real de Lima”, “Paruru”, “Cotabamba” y
“Abancay”; 1,200 soldados de caballería y 10 piezas de artillería bien
servida. Sin obstáculo alguno cruzó las Provincias de Jujuy y Salta y
continuó internandose en el país, manifestando un desprecio
absoluto por sus adversarios.
Entretanto la vanguardia realista y la retaguardia independiente
sostenían casi diariamente encuentros en los que no siempre
llevaban la mejor parte los patriotas, y cada día perdían gente y eran
vigorosamente hostigados, tanto es eso qué el 3 de setiembre, Díaz
Velez, fue atacado fuertemente por las fuerzas de Huisi y el jefe
patriota tuvo que mandar a sus “Dragones” y “Granaderos”, que
echando pié a tierra, rechazasen a los realistas, que se retiraron en
desorden, mas a poco trecho encontraron 600 hombres que venían
en su alcance, mandados por el Coronel Llanos; entonces volvieron
caras poniendo en completa dispersión a los patriotas hostigándolos
tan de cerca que el mismo Coronel Díaz Velez corrió largo trecho
mezclado con sus enemigos.
Noticioso el General Belgrano de lo que pasaba en su
retaguardia, hizo alto en las orillas del río de Las Piedras, donde
tomó posiciones aprovechando la barranca del río y los espesos
bosquecillos que cubren, de trecho en trecho, un terreno bastante
accidentado. Tan luego como sintió el galope de los caballos y la
algazara de los perseguidores, mandó hacer fuego con dos piezas de
cañón para que conociendo los realistas la presencia de otras
fuerzas, cesara la persecución; en efecto, así pasó; hicieron alto a
una distancia de 300 metros, tendiendo en seguida su línea de
guerrilla.
Belgrano destacó al Capitán Carlos Foret con 100 cazadores y
dos piezas de cañón por el flanco derecho; al Comandante Miguel
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Araoz con 100 hombres de “Pardos y Morenos”, por la izquierda,
colocando al Coronel Juan Ramón Balcarce, Díaz Velez y La Madrid
en el centro, con dos escuadrones de caballería, los que al sentir el
fuego que rompió Foret se precipitaron sobre los realistas
poniéndolos en desordenada fuga, tomándoles 25 prisioneros y
persiguiéndolos por mas de media legua.
Este triunfo levantó demasiado el ánimo de los patriotas,
desalentados con tantos contrastes, y comprendieron que sus
enemigos no eran invencibles.
——————————
Belgrano abandonó en seguida el camino central é inclinandose a
la derecha del río Pasaje, como tomando la vía de Santiago y
Córdova, logró burlar la tenaz persecución de su enemigo y pudo
dirigirse sin mas inconvenientes al Tucumán, donde decidió esperar
al Ejército real invariablemente y a fin de levantar el espíritu patrio de
sus moradores, envió allí al Coronel Juan Ramón Balcarce, al que
también encomendó la formación de algunas fuerzas de caballería.
Tristán seguía avanzando en pos de su adversario, también con
el propósito irremisible de apoderarse del Tucumán. Su vanguardia
hizo alto en Yatasto y Metán, veinte leguas antes de la ciudad
indicada, con el objeto de esperar recursos y refuerzos.
Había desprendido una División que se apoderó de la ciudad de
Salta, donde fue recibida con repiques de campanas y regocijos
públicos, notándose entusiasmo por defender la causa del Rey en
todos los españoles, europeos y en particular los frailes que allí
habían quedado, con todos los que engrosaron las fuerzas
peninsulares.
Belgrano manifestó con entereza su plan de esperar al Ejército
real en el Tucumán, al Gobierno de Buenos Aires; pero éste no solo
desaprobó la idea sino que le ordenó terminantemente se retirase a
Córdova, inutilizando armas, quemando víveres y destruyendo
cuanto pudiera ser útil en el parque militar al enemigo; pero Belgrano,
a pesar de las reiteradas é imperativas órdenes, después de hacer
notar las inconveniencias de ellas si llegaba a cumplirlas, resolvió
quedarse esperando ser atacado por los opresores de la patria.
Los Tucumanos secundaron con patriotismo los preparativos del
héroe americano; el vecindario todo se entusiasmó con la idea de
defender su ciudad y prestaron al General Belgrano toda clase de
recursos; así fue que el Coronel Balcarce pudo formar un cuerpo de
milicianos de caballería de más de 400 ginetes bien montados.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Este cuerpo fué el origen de aquella famosa caballería gaucha
que tanto figuró en esta guerra. Su aspecto mismo era imponente,
tenía él algo de aterrador y fantástico; llevaban esos ginetes vestidos
amplios de multitud de abigarrados colores, altas botas de cuero con
enormes espuelas que sonaban con el trote de los corceles; adelante
de la montura llevaban grandes guardamontes de cuero endurecido,
las boleadoras y el lazo en las ancas del caballo, completaban su caprichoso uniforme, el que les daba un aspecto demasiado particular.
Además, estos soldados eran ginetes como no se conocía otros,
especie de centauros que a caballo eran invencibles.
Cuando el General Belgrano ingresó en el Tucumán, quedó
gratamente impresionado con el aspecto de sus nuevos soldados, a
los que felicitó efusivamente, cumplimentando al Coronel Balcarce
por el buen éxito de su comisión; éste le anunció que esperaba
nuevos contingentes de voluntarios de caballería y Belgrano le hizo
saber su inquebrantable resolución de permanecer allí y no retirarse
a Córdova, como se lo ordenaba el Gobierno, resolución que fue muy
aplaudida por Balcarce.
Belgrano emprendió con el mayor esmero la ardua tarea de
instruir el Ejército dándole una severa disciplina; para nadie era un
secreto que el Tucumán iba a ser el teatro de grandes
acontecimientos; que allí la libertad iba a jugar su suerte desafiando
el poder de la tiranía, y todos veían al General Belgrano como al
salvador de la naciente nacionalidad argentina, así como a todos los
que lo acompañaban en tan magna obra.
————————
Mientras el héroe argentino se preparaba a la defensa del
Tucumán, avanzaba lentamente el Ejército real, fuerte en 6,000
hombres veteranos y aguerridos, con cuerpos acostumbrados a la
victoria, entre los que descollaban los regimientos de infantería “Real
de Lima”, “Paruru”, “Cotabamba” y “Abancay”; además contaba con
diez cañones de montaña bien servidos y con 1,200 ginetes de no
muy buena calidad y que eran los cuerpos peor organizados del
Ejército del General Tristán.
Su vanguardia se movió de Metán, y el jefe de ella Coronel
Agustín Huisi, se adelantó con dos ayudantes hasta el pueblo de Las
Trancas, donde fue tomado prisionero por una partida de paisanos
armados, puestos allí de observación.
La pérdida de su jefe de vanguardia contrarió tanto al General
Tristán, que dirigió un oficio al General Belgrano amenazándolo con
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que los prisioneros patriotas que tenía en su poder serían tratados
conforme se tratase al Coronel Huisi. El oficio estaba firmado el 15
de setiembre de 1812, en “El Campamento del Ejército Grande”.
Añadió a este oficio 50 onzas de oro, para que fueran entregadas al
Coronel Huici; el General Belgrano devolvió la suma remitida,
obligandose a entregar igual cantidad al jefe de la vanguardia
española que estaba en su poder, con tal que la suma devuelta fuese
repartida entre los prisioneros patriotas existentes en los reales del
General Tristán. El oficio de Belgrano estaba fechado el 17 de
setiembre de 1812 en “El Cuartel General del Ejército Chico”.
Levantó Tristán su campamento de Las Trancas, y acelerando su
marcha acampó en los Nogales, el 23 de setiembre, a un cuarto de
legua de la ciudad del Tucumán.
El General Mitre, en su magistral obra “Historia de la
Independencia Argentina”, dice que el plan del General realista era:
“Llamar la atención de los patriotas por el camino de los Nogales,
aproximarse a la ciudad, para descubrir sus intenciones, hacerlos
caer en el error de que aquel era el punto elegido para el ataque;
dejar en esta dirección una fuerte columna; dirigir oportunamente el
grueso de las fuerzas sobre su derecha: ocupar el camino de
Tucumán a Santiago, cortándoles su retirada natural y tomar a las
tropas de Belgrano entre dos fuegos si se atreven a salir; ó en caso
contrario, hacer rendir la plaza por el hambre ó a la “ fuerza de las
armas”.
Tucumán, situada sobre una espaciosa meseta cruzada por todas
partes por acequias de regadío, las que toman sus aguas en algunos
arroyos que cruzan por esa hermosa llanura cubierta de bosques de
naranjeros, mirtos y laureles, era apropiada para las evoluciones de
la caballería, por esto el General Belgrano había resuelto apoyar la
retaguardia de su Ejército en la ciudad cubriendo sus alas con la
caballería, de manera que lanzándose a la bayoneta sobre el
enemigo y envolviéndolo al mismo tiempo con sus escuadrones,
podía obtener sobre él un éxito completo.
Como creía Belgrano ser atacado por el Norte, pero jamas por la
espalda, hizo sus reconocimientos por donde esperaba verlo llegar, y
cuando el día 23 supo que el enemigo avanzaba por los Nogales, ya
a la vista de sus avanzadas que se le aproximaron, formó su línea
dando frente al Norte. En la noche se replegó sobre la ciudad,
regresando con el día sobre la misma posición, creyendo que luego
sería atacado en ella.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
El General Tristán avanzaba resuelto a llevar el plan de ataque
que tenía meditado, suponiendo a Belgrano cerrado en la plaza,
juzgándolo incapaz de tomar la ofensiva. Así, pues, el 24 descampó
en la mañana, dirigiéndose con el grueso de sus fuerzas a Tucumán,
dejando a la izquierda el camino que había traído, por el que destacó
una columna de preferencia a fin de llamar por esa parte la atención
de los independientes y cortarles la retirada al Sud. La marcha de su
Ejército no era en son de combate, sino en columna de camino,
llevando al costado 13 piezas de artillería de montaña a lomo; luego
se inclinó mas a la derecha, como evitando la ciudad, para salvar los
pantanos producidos por los arroyos, a fin de pasar por un
puentecillo que allí existía en el lugar llamado “Ojo de Agua”. Se
refiere que en ese lugar sus exploradores tomaron un aguador que
llenaba su pipa en una vertiente; presentado a Tristán, le regaló una
onza de oro, encomendándole le llevase algunas pipas de agua a la
mejor casa de la ciudad, porque esa tarde pensaba darse un baño en
su alojamiento.
Para verificar su marcha de flanco, tuvo que aproximarse a la
altura que forma la falda de la sierra y fué visto por todos, de manera
que su plan fué conocido, quedando inútiles las maniobras por él
ejecutadas. A las 8 de la mañana sus columnas descendían por la
arboleda de las Tunas, bajando de allí al “Campo de las carreras”,
dejando por consiguiente el Sud a su retaguardia. Entonces fué que
descubrió sobre su flanco, una línea de infantería tendida en batalla,
con mas una pequeña reserva. No se divisaba caballería ninguna, lo
que le hizo suponer que los independientes no contaban con esta
arma. Como no estaba aprestado para el combate, se asombró de la
audacia de sus enemigos a los que miraba con menosprecio, y en el
momento impartió sus órdenes para dar la batalla.
Entretanto, el General argentino tendió su línea dividiendo su
infantería en cuatro columnas, formadas en línea de masas,
quedando otra de reserva. Las dirigían: el Capitán Carlos Foret, el
Comandante Ignacio Warnes y el Comandante José Superi. La
reserva estaba a cargo del Teniente Coronel Dorrego.
La artillería que constaba de cuatro piezas, ocupaba los claros de
las columnas, formación anti-táctica introducida por el Barón de
Holemberg que la mandaba.
La caballería desplegó en batalla por ambos flancos de la
infantería, formando dos Divisiones, la de la derecha, mandada por el
Coronel Balcarce, y la de la izquierda, por el Comandante Bernaldes
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Palledo. Una columna de esta arma quedó de reserva, a órdenes del
Sargento Mayor Diego Gonzalez Balcarce.
A una distancia conveniente mandó el General Belgrano
desplegar las masas de su infantería, que marchó con denuedo
contra el enemigo, apoyados sus flancos por la caballería, en
momentos en que el Ejército real se disponía al ataque, pero al ver el
arrojo y precipitación de los independientes, se embarullaron
dándose apenas tiempo para montar dos piezas de artillería.
Con toda presteza rompieron sus fuegos los patriotas, y con tan
buena suerte, que los primeros disparos de cañón arrastraron varias
filas de los batallones “Cotabamba” y “Abancay”. La artillería real que
rompió sus fuegos silenció con los disparos de los cañones patriotas,
los que a estar concentrados en una sola posición, habrían
destrozado por completo las columnas realistas.
Exasperado el Coronel Barreda, primer Comandante del
“Abancay”, con el destrozo de sus primeras líneas, mandó calar
bayonetas y cargó con bravura contra la infantería independiente,
pero con gran desorden, sin llevar la carga en masa, con esa
cohesión y solidez que entonces requería esa clase de ataque; al
contrario, tomó el orden disperso, como acostumbraban cargar
contra las tropas irregulares, que generalmente iban muy mal
armadas. Belgrano que observó el desorden producido en la línea
enemiga, mandó al Coronel Balcarce que con la caballería de la
derecha cargase sobre la izquierda realista, y que la infantería
calando bayonetas se lanzase a paso de carga, sin contestar los
fuegos de los enemigos, hasta estar sobre ellos.
El momento fué bien escogido y la orden debidamente ejecutada,
y la infantería, a pesar de que no tenía toda ella bayonetas, ejecutó el
movimiento, porque los que carecían de esa arma, llevaban grandes
cuchillos de monte.
La artillería suspendió sus fuegos por no agredir a los batallones
en su impetuoso avance, pues, a causa de su defectuoso
emplazamiento, podían ofender con ellos a las columnas de
infantería.
Al hablar de la carga de la caballería Tucumana, hace el General
Mitre una interesante relación de ella, que no queremos dejar de
consignar en este estudio. Dice el citado General: “La caballería
Tucumana, armada en su mayor parte de lanzas y cuchillos
enastados en palos, y muchos sin mas que lanzas, puñales y bolas,
presentaban un aspecto verdaderamente salvaje. Caprichosamente
vestidos, con ponchos de todos colores y cubiertas las piernas con
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
anchos guardamontes de cuero, sus fisonomías acentuadas, hacían
conocer una raza enérgica cuya ocupación, desenvolviendo las
fuerzas del cuerpo, inoculaba el espíritu del valor del soldado. Esta
caballería semibarbara, apoyaba su flanco descubierto sobre una
sección de “Dragones” veteranos, regularmente disciplinados y que
contrastaban con el resto de la línea.”—“Historia de Belgrano”.
Cuando se oyó la señal de carga en la línea patriota, los
batallones del “Real de Lima”, rodilla en tierra, rompieron un nutrido
fuego contra la caballería independiente, a cuya cabeza cargaba el
Coronel Balcarce; el jefe argentino se corrió un tanto a la derecha
para evitar el nutrido fuego de tres en fondo con que lo acribillaban
los realistas. Esto impacientó demasiado al General Belgrano y
ordenó al Capitán Antonio Rodríguez que cargue de frente con la
caballería de reserva que tenía a sus órdenes, apoyando la carga a
la bayoneta que había ordenado a la infantería. Rodríguez cumplió
con denuedo lo ordenado, cayendo como un rayo con sus ginetes
sobre la izquierda del enemigo, defendida por la caballería tarijeña, la
que huyó despavorida al empuje de los ginetes argentinos, que
penetraron a carrera tendida por el claro que dejaron los tarijeños.
Los alaridos que daban los gauchos animando a sus caballos, el
ruido de los guardamontes golpeados por los ginetes, las boleadoras
y lazos que cruzaban por todas partes y la agilidad y arrogancia de
estos centauros, produjo tal pánico en los realistas que los infantes
corrían dispersos por toda la llanura, acuchillados sin piedad por los
ginetes patriotas que les tomaron el flanco y la retaguardia. El
desorden fué completo y la reserva que acudió muy oportunamente,
completó la victoria, la que se llevó adelante aunque en completo
desorden.
No sucedió lo mismo en el costado derecho del Ejército real. Allí
los regimientos “Cotabamba” y “Paururu”, habían derrotado a la
columna mandada por el Comandante Superi, habiendo sido
completamente arrollada la caballería, de manera que pudieron
formar un ángulo para atacar a los independientes que triunfaban en
otras partes del vasto campo de batalla.
Pero el Ejército real estaba vencido; derrotada completamente su
izquierda, hundido el centro y todo él en desorden hacía que las
ventajas obtenidas en la derecha no pudieran utilizarse, a pesar de
los desesperados esfuerzos del General Tristán y de sus jefes
principales por recobrar lo perdido. El desorden causado por la
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derrota del centro y la izquierda, muy pronto se dejó sentir-en la
derecha y todo esfuerzo era ya inútil.
La confusión era espantosa é indescriptible; los independientes
derrotados en la derecha derrepente se encontraron con que eran
vencedores en el centro y la izquierda, hallando multitud de
prisioneros que abandonados por los realistas volvieron a la pelea.
La infantería del centro, mandada por Warnes, perseguía a los
dispersos, con algún desorden, y la caballería Tucumana se ocupaba
de lancear a los fugitivos y saquear los ricos equipajes de los jefes
realistas abandonados en ese lugar. El polvo que levantaban los
caballos en su rápida carrera era muy denso, y hacía imposible poder
distinguirse nada en ese laberinto, aumentado por una compacta
nube de langostas que cruzaba en ese momento por el campo de
batalla.
Cuando llegó el General Belgrano, ignoraba completamente la
suerte de su Ejército, hasta que encontró al Coronel Moldes, que le
aseguró estaban cortados por la izquierda; con este jefe siguieron
caminando al frente en busca de la caballería, cuando fueron
alcanzados por el Coronel Balcarce, quien les aseguró que habían
vencido al enemigo, felicitando al General y presentándole algunas
armas tomadas por él.
Todos los que encontraban al General le participaban la victoria,
felicitándolo por ella. Encontró en el campo mucho armamento y
municiones abandonadas y los dos cañones perdidos por ellos en el
río de las Piedras. Su incertidumbre era horrible, no encontraba su
infantería, sin saberse la suerte de ella. En los arrabales de la ciudad
vio un grupo de infantes con alguna caballería; luego esa fuerza le
hizo fuego de cañón, sacándolo de la duda de que los que tenían al
frente eran enemigos.
De acuerdo con los jefes superiores que estaban con él resolvió
retirarse al lugar llamado “El Rincón”, distante tres leguas de la
ciudad, para desde allí averiguar asertivamente por la suerte de su
Ejército.
Lo que sucedió fué que la infantería en su impetuoso avance,
había hecho retroceder al enemigo, que se retiró abandonando su
artillería. El General Tristán envuelto en la derrota por la avalancha
de los fugitivos, envano hizo desesperados esfuerzos por
contenerlos; al fin tropezó con la columna que había destacado para
cortar el paso del enemigo, la que había quedado sin combatir; con
ese núcleo repuso sus fuerzas y volvió a intentar el ataque, trabando
un ligero tiroteo sin resultado ninguno.
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ALTOPERUANA
Las fuerzas de infantería argentina, mandadas por Díaz Velez,
Dorrego y Foret, comprendiendo que podían comprometer la victoria
del día, conociendo la superioridad de las fuerzas realistas, además
ignoraban cual fué la suerte del General en Jefe y de la caballería y
por esto resolvieron replegarse sobre la ciudad, llevándose muchos
prisioneros, seis cañones tomados al enemigo, todo el parque de
éste y las banderas de los regimientos “Real de Lima” y
“Cotabamba”, así como la del “Abancay”, dejando el campo cubierto
de muertos y heridos. Al momento se fortificaron en la ciudad,
resueltos a defenderla hasta sucumbir en la demanda. Tristán los
siguió de cerca, posesionándose de los arrabales del Oeste,
quedando así dueño del campo de batalla.
Entonces intimó rendición a la plaza del Tucumán, conminando a
los jefes de la guarnición que: “Si en el perentorio término de dos
horas no rendían la plaza entregándose incondicionalmente al
General realista, pegaría él fuego a la ciudad por sus cuatro
costados”. Díaz Velez que estaba bien fortificado y tenía ya
conocimiento de que el General en jefe batía la campaña con su
caballería, contestó con arrogancia: “Que si incendiaba un solo
rancho de la ciudad, mandaría pasar a degüello a todos los
prisioneros realistas que tenía en su poder”.
El General Belgrano con una fuerte columna de 200 caballos y
gran número de prisioneros tomados en su recorrido, se presentó al
frente del Ejército real, habiendo antes entablado comunicaciones
con la plaza por la parte del Sud. Inmediatamente intimó rendición al
General Tristán, llamandolo a un avenimiento en nombre de la
fraternidad americana; pero el General realista “contestó que el
Ejército del Perú no admitiría jamás proposiciones deshonrosas,
mientras tenga soldados leales al Rey en sus filas, prefiriendo la
muerte a la ignominia”.
Belgrano, conociendo que la masa del Ejército real era igual ó
mayor que a la de su Ejército, no atacó a su adversario esperando
rehacerse en ese día para batirlo al siguiente, ocupando durante la
noche el arroyo “Manantiales”, a fin de cortarle la retirada y tomarlo
entre dos fuegos. Pero mientras Belgrano ejecutaba este
movimiento, Tristán levantó su campo con el mayor silencio y
burlando a su enemigo tomó esa misma noche (del 25 al 26) el
camino de Salta.
Tristán vio destrozado su brillante Ejército, perdió en su mayor
parte los batallones de los regimientos de infantería, además su
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parque, ocho cañones y todo su equipaje, dejando prisioneros a los
Coroneles don Agustín Huici, don Pedro Barreda, don Mariano
Peralta, don Antonio Suárez y don José Antonio Alvarez de
Sotomayor, con otros muchos jefes y oficiales.
El General Belgrano destacó una columna de 2,000 hombres de
infantería y caballería a órdenes del Coronel Díaz Velez, que fue
picando la retaguardia al enemigo.
Esta gloriosa acción salvó las provincias del río de la Plata de la
invasión que la amenazaba, conjurando el inminente peligro a que se
veía expuesta su nacionalidad; llenó de gloria al General Belgrano y
a sus compañeros de sacrificio, quedando Tucumán con el nombre
de SEPULCRO DE LA TIRANÍA.
Tarija, mayo 15 de 1912.
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BATALLA DE SALTA
20 DE FEBRERO DE 1813
Después de la retirada del General Tristán, con dirección a la
ciudad de Salta, el General Belgrano se ocupó de la instrucción y
disciplina de su Ejército, para luego proseguir la campaña al interior
del país. Para ello contaba con buenos colaboradores de valor y
competencia reconocida, así fué que cuando recibió refuerzos de
Buenos Aires, contaba ya con los cuerpos siguientes:
Batallón 1. º, 523 plazas; id 2. º, 202; “Cazadores de infantería”,
276; 6º, 796; “Pardos y Morenos”, 313; Caballería: “Húzares
Patricios”, 318; “Dragones de la Patria”, 344; Artillería volante, 124;
que sumaban 2,896 combatientes.
Estos cuerpos estaban comandados por Dorrego, Superi, Beldón,
Foret, Pico, Balcarce (Diego González), González Palledo y otros
buenos oficiales. Su Mayor General era el Coronel Díaz Velez, y
como hombre de guerra y de consejo lo acompañaba en esta
campaña el Coronel José Antonio Alvarez de Arenales, siendo su
Secretario el doctor Tomas Manuel Anchorena.
Todo el material y caudales estaban debidamente provistos, de
manera que el General Belgrano, resolvió abrir la campaña, pero
antes de hacerlo mandó se hicieran solemnes funerales para los
muertos de ambos ejércitos en la batalla del Tucumán.
————————
El 2 de enero de 1813, emprendió la marcha sobre Salta la
primera División del Ejército independiente, compuesta de los
batallones Nº 2 “Cazadores” y los “Húzares Patricios”. El 13,
siguieron los batallones Nº 1, “Pardos y Morenos”, los “Dragones de
la Patria”, con mas el tren de carretones donde iban los víveres y el
parque de municiones.
El 14, siguieron las milicias del Tucumán y demás fuerzas que
habían aumentado hasta el número de 3,000 hombres. El punto de
reunión para todo el Ejército, designado por el General en jefe, era el
río Pasaje.
Temiéndose las fuertes crecientes de éste, en la estación en que
estaban, llevaron un puente formado de balsas construidas con
barriles alquitranados, del que no hubieron menester.
Reunido el Ejército independiente el 9 de febrero, empezó la
difícil operación de vadear el río, lo que se verificó sin las dificultades
que se temían, quedando el día 11 del citado mes, todo el Ejército en
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
la opuesta orilla. Ya no había valla para seguir la marcha sobre Salta
y el General en Jefe tomó resueltamente la ofensiva.
Antes de hacerlo dispuso el General Belgrano una ceremonia
demasiado significativa para levantar el espíritu de los soldados y
darles más ánimo y vigor en la campaña comenzada. Para el efecto
el día 13 de febrero, formó todo el Ejército, un gran cuadro en la
margen del río. El General, después de revistarlo, le anunció iba a
prestar el juramento de fidelidad a la bandera de la Patria y al mismo
tiempo obediencia al Gobierno y a la Asamblea Nacional.
Luego se presentó el Mayor General del Ejército, Coronel don
Eustaquio Díaz Velez, llevando una bandera “Azul y Blanca”, al son
de una banda de música militar y escoltada por una compañía de
granaderos. Era esa la bandera que el General Belgrano iba a
consagrar en ese momento para que en lo sucesivo fuera la enseña
de la patria argentina.
El General desenvainó su espada y dijo al Ejército, señalándole la
bandera: “Este será el color de la nueva divisa con que marcharan al
combate los defensores de la patria.” Luego el General prestó el
juramento a la nueva bandera; lo prestaron en seguida los jefes y
oficiales y después la tropa, besando la cruz que formó con su
espada y el asta de la bandera, el bizarro jefe argentino.
Después se grabó en un gigantesco árbol que allí existía, esta
inscripción: “Río del juramento”, nombre que desde entonces ha
tomado el río Pasaje.
Ese mismo día continuó su avance el Ejército argentino, sin
dejarse sentir por el enemigo. Su marcha era atrevida y estratégica;
la estación lluviosa la entorpecía, sin embargo las tropas de la patria
seguían avanzando sin que su marcha fuera sospechada, ni
conocidos sus movimientos, hasta que el 14 en el lugar llamado
“Cobos”, distante 20 leguas de Salta, su vanguardia sorprendió una
avanzada del Ejército realista; ésta huyó dejando algunos muertos y
prisioneros en poder de los independientes.
Los fugitivos que llegaron a Salta, no daban razón si era el
Ejército del Tucumán ó alguna partida de caballería gaucha la que
los había sorprendido, y el General realista juzgaba imposible que
Belgrano emprendiese campaña en semejante estación, porque
suponía que solo a nado se podía pasar el río Pasaje para llegar a
sorprender en Cobos a su vanguardia. Juzgaba lo ocurrido un hecho
aislado, un asalto de montoneras, al que no podía dársele
importancia ninguna.
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ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
Confiados en la estación demasiado lluviosa y sin que pueda
darse una explicación al respecto, hacemos notar que los realistas
permanecían en Salta en un desorden é inacción completa y un
descuido injustificable; la disciplina se relajó por completo y todos se
entregaron a los placeres y a las diversiones, instigados por las
bellezas salteñas, que con doble propósito los hacían olvidar sus
deberes y obligaciones militares, y cuando se decía algo respecto del
avance del Ejército independiente, no creían en él, suponiendo que
todo provenía de las montoneras formadas por los insurgentes.
Goyeneche había reforzado el Ejército de Tristán con los
batallones “Azangaro” y “Paucartambo”, seis cañones bien dotados y
algunos escuadrones de caballería, auxilio oportuno que podía muy
bien reemplazar las bajas sufridas por los realistas en la derrota del
Tucumán y la retirada a Salta, pero lejos de cohesionar, unificar é
instruir sus tropas, el General realista lo abandonó todo, haciéndose
sorprender en su inacción por su activo y atrevido adversario.
Belgrano encontró su vanguardia situada en Cobos, y de allí se
internó en la sierra, dentro de la que esta situada la ciudad de Salta.
Continuó su marcha por el pueblo de Ramadas, remontando un
arroyo, que con las frecuentes lluvias aumentó mucho su caudal de
aguas dificultándole su marcha.
De un lugar llamado “El ojo de agua”, de donde se bifurca el
camino, envió su vanguardia por la izquierda, que es el camino real y
única entrada directa a Salta, de manera que fué a resultar a los
Pozuelos, al Este de la ciudad. Entretanto, el General Belgrano, con
el grueso de su Ejército, siguió el camino de la derecha, llegando a
Lagunillas, donde acampó el 18 de febrero, a las tres leguas de
Salta, sin ser sentido por su enemigo.
Al fin se convenció el General Tristán de que el Ejército argentino
iba íntegro contra él; personalmente, con su Estado Mayor, fué a
estudiar el terreno, esperando, como era de suponerse, el ataque por
el camino de los Pozuelos, confirmandose mas en su creencia
cuando tuvo conocimiento de la aparición de la vanguardia patriota
por esa vía. Tristán se propuso permanecer de un modo absoluto a la
defensiva, de manera que mandó artillar y fortificar los Pozuelos,
reconoció los lugares inmediatos y esperó obligar a los independientes a dar allí la batalla, cerrándoles el paso en ese lugar, para
poder desde la altura barrer las columnas patriotas con su artillería.
En Higuerillas encontró la vanguardia patriota a la realista; ambas
desplegaron sus guerrillas, cambiando algunos disparos; el enemigo
se había posesionado del sanjón llamado de Sosa, que corta la vía y
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
los patriotas después de hacer una ligera resistencia, al atardecer,
simularon una retirada, que fué protegida por las sombras de la
noche brumosa y acompañada de lluvia.
El Capitán José Apolinar Saravia, había informado al General
Belgrano de la existencia de una senda oculta hacia el Norte. El jefe
de Estado Mayor reconoció la áspera y angosta quebrada de
Chachapoyas, y encontrándola practicable para el paso del Ejército,
emprendieron la marcha por ella. Esta quebrada la forman las dos
serranías que circundan la ciudad de Salta, que, como hemos dicho,
es muy accidentada y cuando el Ejército independiente caminaba por
ella, caía una fuerte lluvia, lo que obstaculizaba su marcha, porque
tenían que rellenar profundas zanjas para el paso de los cañones y
demás impedimenta.
Caminaron por ella todo el día y el 19 al amanecer se hallaban en
la hacienda de Castañares, donde a poco se le reunió su vanguardia,
después de distraer al enemigo, mientras el Ejército efectuaba su
marcha de circunvalación, caminando en la noche se unió a éste.
De manera que el Ejército argentino, sin ser sentido, el día 19 de
febrero en la mañana, estaba a retaguardia del Ejército peruano, a
distancia de una legua de él, cortándole la retirada a Jujuy y el
camino al Alto Perú.
Al saber esta noticia no quiso creerla el General Tristán,
exclamando: “¡Sólo que fueran pájaros!”, porque él ignoraba la
existencia de la quebrada de Chachapoyas. En el acto cambió de
posición trasladando su Ejército a la falda del cerro de San Bernardo,
estableciendo allí su frente de batalla con dirección al Norte,
protegido por las sinuosidades del terreno.
Luego formó su Ejército en dos líneas; colocó tres batallones
apoyando su flanco en el cerro inmediato (San Bernardo) y cubriendo
el otro con 500 caballos en ala. La artillería la colocó a vanguardia de
la línea que en la derecha estaba mandada por el Coronel don Felipe
de la Hera y en la izquierda por el Coronel don Indalecio González de
Socaza. Los otros dos batallones obedecían las órdenes del Coronel
don Manuel de Ochoa, y formaban la segunda línea, además se
formó una reserva mandada por el Coronel don Marcos Llano que
ocupó la retaguardia. La caballería la mandaba el Teniente Coronel
don Juan Tomas Moscoso y la artillería el Teniente Coronel don Juan
Bautista Estreller; el centro de ambas líneas lo dirigía el General
Tristán en persona.
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El Ejército independiente formó en cinco columnas paralelas de
infantería, en línea de masas, con ocho piezas de artillería divididas
en secciones; dos alas de caballería en la prolongación de la línea y
una columna de las tres armas formando la reserva.
El mando de la primera columna la tenía el Teniente Coronel don
Manuel Dorrego y por orden de formación el de las otras columnas:
don José Superi, don Francisco Pico, don Carlos Foret y Alvarez
Palledo. El Teniente Coronel don Cornelio Zelaya, mandaba la
caballería de la derecha, y el Mayor don Antonio Rodríguez, la de la
izquierda. La reserva estaba encargada al Teniente Coronel don
Gregorio Perdiel, y la caballería al Mayor don Diego González
Balcarce.
La artillería de la derecha la dirigía el Teniente Antonio Gíles; la
del centro, el de igual clase Juan Pedro Luna, y la de la izquierda, el
Capitán Francisco Villanueva; la de la reserva, el igual Benito
Martinez, con el Teniente de Dragones don José María Paz, que fué
después uno de los mas notables Generales del Ejército argentino.
La derecha de la línea la mandaba el Coronel don Eustaquio Díaz
Velez; la izquierda, el Coronel Martín Rodríguez; el centro, el Coronel
Juan Antonio Álvarez de Arenales; y la reserva, el General Belgrano,
llevando la bandera azul y blanca, que iba a recibir su bautismo de
fuego y de sangre.
En este orden permanecieron la noche del 19, replegándose las
grandes guardias, y quedando un competente servicio de seguridad
para precautelar cualesquier ataque nocturno.
La lluvia era copiosa, los soldados de uno y otro bando más se
ocupaban de cubrir sus armas y municiones, que de los estragos que
hacía en ellos el agua, que cayendo en abundancia, les remojaba los
uniformes.
—————————
El 20 de febrero amaneció nublado, con ligera llovizna; pero poco
a poco se fué despejando la atmósfera y pronto apareció en un
azulado cielo, el astro rey de la creación, en todo su explendor. Este
fué saludado con aclamaciones de júbilo en ambos campamentos,
que gozaban del calor de sus rayos para secar sus empapados
uniformes.
En el campamento patriota circulaba un rumor alarmante; el
General en jefe no podía montar a caballo porque al amanecer fué
acometido por fuertes vómitos de sangre que lo pusieron en una
postración completa, ya había hecho preparar una carretilla
arrastrada por un caballo para ser llevado de un lugar a otro de la
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
línea de su Ejército, porque no podía sufrir la idea de no mandar la
batalla, cuando mejoró de su dolencia y mas restablecido tomó el
mando de la línea.
La tropa hizo un ligero almuerzo y emprendió la marcha sobre el
enemigo.
A distancia de unos 400 metros de éste hicieron alto y
desplegando con gallardía sus masas, tendieron su línea, adelantando sus flanqueadores; solo la reserva conservó su formación
concentrada.
No supieron los realistas aprovechar este momento, porque si en
él hacen jugar su artillería, las columnas patriotas hubiesen sido
diezmadas en su formación en masa.
El General Belgrano mandó a Dorrego que, con dos compañías
en orden disperso, ataque la derecha del enemigo, que era la mas
fuerte. Roto el fuego de fusilería Dorrego arremetió con el brío que le
era peculiar, pero su débil guerrilla fué rechazada al momento y si no
acude en su auxilio el Teniente Coronel Zelaya con su caballería, tal
vez hubiese sucumbido toda. Díaz Velez que voló a informarse de lo
que pasaba, fué herido de un balazo de bastante gravedad y como
arrojase mucha sangre tuvo que retirarse de su puesto.
Los fuegos de fusilería de una columna realista, situada en la
falda del cerro de San Bernardo, hacían mucho daño a la izquierda
patriota; Belgrano destacó contra ella una fracción de la reserva, a
órdenes del Mayor don Silvestre Alvarez, con orden de apoderarse
de la citada posición y dirigiéndose al escape a la derecha, cuando
acababa de caer Díaz Velez, se acercó a Dorrego, diciéndole:
“Comandante, avance usted y llévese adelante al enemigo, pero no
interrumpa el fuego de nuestros cañones”.
Dorrego, apoyado por la caballería de Zelaya y la artillería que le
facilitaba el camino, recuperó el terreno perdido, dando una carga tan
impetuosa é irresistible que se llevó por delante a los realistas,
desbaratando completamente el costado izquierdo de éste, que se
replegó en desorden en la ciudad, dejando en descubierto todo el
claro que ocupaba.
Tristán con valor y calma, hizo cubrir ese claro con los batallones
de reserva “Abancay” y “Cotabamba”. El fuego se hizo general en la
línea toda, pero esos batallones completamente desmoralizados,
temiendo verse como en la batalla de Tucumán, envueltos por la
caballería y lanceados por retaguardia, tomaron también la fuga
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hacia la ciudad. El avance de la línea argentina era más impetuosa
en este momento y tenía más segura la victoria.
En el centro los realistas resistieron con bravura, pero estaban
desmoralizados, y a pesar de que la artillería jugó con mucho acierto,
tuvo que ceder el campo al empuje de los soldados de Superi y
Foret, que los destrozaban a bayonetazos.
La fuga de éstos fué en desbandada, dejando en el campo la
mayor parte de su artillería, una bandera, su parque de municiones y
el campo sembrado de muertos y heridos, a mas de muchos que se
ahogaron en el Tagarete.
El centro arrastró en su derrota a la reserva, y por este
movimiento retrógrado quedó cortada y envuelta la derecha realista,
compuesta de los batallones “Real de Lima” y “Paucartambo”. Solo la
columna de reserva, posesionada en el cerro de San Bernardo, hizo
una defensa heroica. Acudió allí Belgrano con su reserva y bajo los
fuegos cruzados de fusilería de ésta y los del ala izquierda, se
dispersaron aquellos valientes soldados, últimos restos de la
vanguardia del Ejército real del Perú, mandada por el General
Tristán, siendo los más tomados prisioneros.
Mientras esto pasaba en el campo de batalla, un vivísimo fuego
se sentía en la ciudad, donde la derecha patriota vencedora,
salvando el obstáculo del Tagarete, se precipitó como un torrente en
la población en pos de los fugitivos, llevando al frente a Dorrego,
Pico, Foret, Superi y Zelaya, apoyados por los cañones del Teniente
Luna. Los “Dragones” de Zelaya habían echado pié a tierra y hacían
fuego con sus carabinas a la par que los infantes.
La plaza estaba atrincherada con fuertes palizadas y los
independientes llegaron a situarse a unos 200 metros de ellas y a fin
de dominar las trincheras, se apoderaron de la torre de la iglesia de
la Merced, donde enarbolaron un poncho con los colores de la
Argentina, que les sirvió de bandera. Hacía tres horas que duraba el
fuego y en la ciudad reinaba el desorden y la confusión más
espantosa, siendo la desorganización de los realistas completa.
Tristán que hacía esfuerzos inauditos para poner orden en sus
diezmados batallones, no era obedecido y la soldadesca apiñada en
la iglesia Catedral no quería salir de ella. Al fin conoció el jefe realista
que sus esfuerzos, para hacer cualesquier clase de resistencia, eran
inútiles y mandó al Coronel don Felipe de la Hera con el siguiente
mensaje, escrito al General Belgrano:
“El Comandante General del Ejército nacional del Perú, en unión
de su Consejo de Guerra, compuesto de los oficiales que abajo van
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
firmados, dan su poder al Coronel don Felipe de la Hera, para tratar
con el Señor Jeneral del Ejército de Buenos Ayres, don Manuel
Belgrano, segun las instrucciones verbales que lleva, lo que será por
nuestra parte exactamente cumplido despues de ratificado, a cuyo fin
lo acompaña el señor Teniente Coronel don Juan Bautista Esteller;
es dado en el Cuartel General de Salta y 20 de febrero de 1813.—
Pío Tristán, Pablo Astete, Marcos Llano, Juan Bautista Esteller, Juan
Tomas Moscoso, Manuel de Ochoa, Francisco de Paula González,
José Marquez de la Plata, Gobernador, Francisco Calero”.
El General Belgrano, recibió con gravedad y benevolencia al
parlamentario y después de un ligero acuerdo, se firmó la
capitulación siguiente, por la que el Ejército real se rindió al jefe
patriota:
“Artículo 1º. —El Ejercito del Perú saldrá mañana a las diez del
día de la plaza de Salta, con todos los honores de la guerra,
quedando ahora en las posiciones que ocupan las tropas del Rio de
la Plata. A las tres cuadras rendiran las armas, que se entregaran
con cuenta y razon, como igualmente la artilleria y municiones.”
“Art. 2º. —El General, Jefes y demas oficiales y tropa, prestaran
por sí y a nombre de todos los soldados del Ejército (a quienes les
concede el señor General Belgrano que puedan restituirse a sus
casas) de no volver a tomar las armas contra las Provincias del Rio
de la Plata, en las que se comprenden Charcas, Potosí,
Cochabamba y la Paz.”
“Art. 3º. —Se conviene con el General Belgrano en que se
restituyan los oficiales y soldados prisioneros que hai en las plazas y
territorios que se evacuase, y pide que el General Tristán estimule a
su Jeneral en jefe para el canje de los prisioneros, hechos en las
diferentes acciones de guerra, desde el Desaguadero inclusive.”
“Art. 4º. —Seran respetadas las propiedades, así las de los
individuos del Ejército como de los vecinos y a nadie se molestará
por sus opiniones políticas, en que se incluyen los oficiales y vecinos
de cualesquiera otro pueblo.”
“Art. 5º. —Los caudales públicos quedaran en Tesoreria bajo
cuenta y razon que deberá presentarse a los Ministros de Hacienda.
“Art. 6º. —El cuerpo de tropas que se halla en Jujuy deberá
retirarse llevando sus armas y sin causar perjuicio en su tráncito al
interior.”
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ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
“Art. 7º. —El General Belgrano consiente en que el General
Tristán, haga un espreso a su Jeneral en jefe, remitiéndole copia de
este tratado.”
“I para mayor validacion lo firmamos en La Tablada de Salta a 20
de febrero de 1813. —Manuel Belgrano. —Felipe de la Hera.”
“Ratificado por mí y el Consejo de Guerra con los Oficiales de
graduacion de Teniente Coronel inclusive arriba, en la noche del
mismo día 20 de febrero de 1813.—Pio Tristán.—Indalecio González
de Socaza.—Pablo Astete.—Marcos Llano.—Juan Bautista
Esteller.—Juan Tomás Moscoso.—José Marquez de la Plata, etc.,
etc.”
Después de firmadas estas capitulaciones, ambos ejércitos
guardaron sus posiciones con la mas estricta disciplina y orden.
No podemos resistir a copiar lo que un testigo presencial, el
ilustre General don José María Paz, dice al respecto en sus
“Memorias Póstumas”: “En la mañana del 21, los dos ejércitos
estaban sobre las armas. El uno para desocupar la plaza, el otro para
entrar en ella; el uno para entregar las armas, el otro para recibirlas.
El tiempo era lluvioso. Serían las nueve cuando el Ejército realista
salió formado en columna, llevando los batallones los jefes a su
cabeza, batiendo marcha los tambores y sus banderas desplegadas.
Las tropas nuestras que estaban fuera, las recibieron con los honores correspondientes. A cierta distancia su columna hizo alto.
Desplegando en línea el Batallón que llevaba a la cabeza, empezó a
desfilar por delante de los jefes y hombres que estaban apostados
para recibir el armamento, que iba entregando hombre por hombre,
juntamente con su cartuchera y correaje. Los tambores hicieron lo
mismo con sus cajas, los pífanos con sus instrumentos y el
abanderado entregó finalmente la insignia real, que simbolizaba la
conquista y un vasallaje de 300 años.”
La caballería echó pié a tierra y entregó espadas y carabinas y la
artillería sus cañones y carros de munición. Todo fué depositado al
pié de esa bandera que había sido jurada en el río Pasaje y que el 21
de febrero veía rendirse ante ella 2,786 hombres del orgulloso
Ejército real del Perú, de General a tambor.
La escena fué sublime, sin orgullo por parte de los vencedores
que respetaron la desgracia de los vencidos. El General Belgrano
dispensó al General Tristán la vergüenza de entregarle su espada y
más bien lo abrazó en presencia de vencedores y vencidos.
Los trofeos de esta memorable victoria fueron 17 jefes prisioneros
en el campo de batalla, 482 muertos y 140 heridos, con mas 2,776
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
rendidos, inclusos 5 Oficiales Generales, 93 de la clase de Capitán a
Subteniente, en todo 3,398 hombres que componía el Ejército de
Tristán, sin escapar ni uno solo.
Además, 10 piezas de artillería, 2,188 fusiles y 200 espadas y
carabinas con multitud de lanzas y pistolas.
La pérdida de los independientes alcanzó a 103 muertos, 483
heridos y 12 contusos: total 598 hombres. Los muertos de ambos
ejércitos, fueron enterrados en el campo de Castañares, que fué
donde se dio la batalla, en una fosa común, en la que se puso como
en el campo de batalla del Tucumán:
¡Aquí yacen vencedores y vencidos, el 20 de febrero de 1813!
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
BATALLA DE VILCAPUGYU
1.º OCTUBRE DE 1813
Después de las gloriosas batallas de Tucumán y Salta, ganadas
por el General don Manuel Belgrano, General en jefe del Ejército
auxiliar del Río de la Plata, sobre la vanguardia realista mandada por
el Brigadier don Pío Tristán, éste comunicó sus desastres al General
del Ejército del Rey don José Manuel de Goyeneche, situado
entonces en la ciudad de Potosí.
Goyeneche, probablemente impresionado é intimidado con los
descalabros sufridos por su Ejército de vanguardia, levantó el campo,
abandonó Potosí y marchó a situarse en Oruro, movimiento que fué
calificado de inconveniente é innecesario.
Una vez en Oruro, verificó una asamblea general de sus tropas y
vio que contaba con un Ejército de más de 4,000 combatientes y en
seguida convocó una junta de Guerra, a fin de ver si convendría
volver a ocupar Potosí.
Algunos jefes apoyaron esta idea, pero los más opinaron por
elevar el Ejército al número de 6,000 plazas, a fin de tener igual
número que el de los independientes. La Junta votó por esta medida
y en consecuencia se empezó a engrosar las filas del Ejército real.
Entretanto Goyeneche, apesadumbrado y decepcionado con las
derrotas de Tucumán y Salta, presentó varias veces al Virrey de Lima
la dimisión de su cargo, lo que no le fué de pronto concedido. Mas
después el Virrey mandó a Goyeneche separar de su lado al
Brigadier Tristán y a su Secretario íntimo el doctor Pedro Vicente
Cañete, Fiscal de la Real Audiencia de Charcas; esta orden debió
parecer insoportable al General en jefe, porque a pesar de las
representaciones de los jefes y del Ejército todo, para que continuara
en el mando, renunció a él con insistencia y mientras llegaba su
sucesor, lo entregó al Brigadier don Juan Ramírez.
Algunos motines de tropa se ocasionaron con esta medida y en
Oruro trataron de defeccionarse los célebres “Granaderos del Cuzco”
y le costó trabajo contenerlos y reducirlos al orden al mismo Conde
de Guaqui.
Entretanto, se nombró en Lima General en jefe del Ejército del
Alto Perú, al Teniente General don Juan de Henostroza, segundo
Cabo y Subinspector de las tropas del Virreinato.
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ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
El General Henostroza pidió dinero y tropas, y además puso otras
muchas condiciones; que no pudo aceptar el Virrey y en su lugar
nombró al Brigadier Subinspector de artillería de Lima, don Joaquín
de la Pezuela, quien aceptó el cargo y con un auxilio de 300
hombres, emprendió marcha a Oruro el 22 de mayo del año que nos
ocupa. Goyeneche así que supo la marcha de Pezuela, proclamó a
las tropas, exhortándolas a la obediencia y recomendándoles a sus
compañeros de armas las relevantes prendas del Brigadier Pezuela,
se fué a Arequipa, su país natal.
———————————
Entretanto, el General Díaz Velez, con la vanguardia del Ejército
auxiliar, había ocupado la ciudad de Potosí, y empezó a moverse
sobre Oruro.
Otra vez los jefes peninsulares reunidos en junta de Guerra,
trataron de la conveniencia de ocupar nuevamente la Villa Imperial.
El Brigadier Ramírez, jefe en extremo animoso, bravo como pocos,
de quien ha dicho el ilustre autor de “Juan de la Rosa”: “Puede
decirse de él que era al mismo tiempo león, águila y rinoceronte”,
porque su actividad se hizo proverbial, no podía conformarse con
permanecer a la expectativa y era su deseo marchar sobre Potosí y
recuperar lo perdido.
Lo secundaban en su propósito Picoaga, Olañeta, Estévez,
Lombera y Alvarez; pero opinaban de un modo distinto y optaban por
esperar a Pezuela, el Brigadier Tacón, Valdez (don Casimiro) y
Mendizabal, de manera que Ramírez estaba indeciso. Sin embargo,
el Regimiento de “Granaderos del Cuzco”, mandado por Picoaga, la
caballería de “Chumbivilcas” y la de “Tinta”, a órdenes de Morrón de
Lombera y el Batallón “Centro”, mandado por Estévez, pasaron hasta
el pueblo de Poopó.
En esto se tuvo noticia de que se insurreccionó de nuevo la
valerosa ciudad de Cochabamba, encabezada por el intrépido
caudillo don Estéban Arze, quien se apoderó del Gobernador
Intendente y del Arzobispo de Charcas, que se hallaba en esa
capital.
Con este motivo se reunió todo el Ejército real en Challapata: el
30 pasó a Condo-Condo y avanzó hasta la posta de Villcapugyu, de
donde se replegó nuevamente a Challapata; allí el 7 de agosto se
incorporó el General en jefe, Brigadier de artillería don Joaquín de la
Pezuela, con 300 hombres del “Regimiento Real de Lima” y 18
cañones.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
El nuevo jefe hizo muchas reformas en el Ejército; reunió en un
solo Regimiento los cuerpos de caballería “Tinta” y “Chumbivilcas”,
creó un Escuadrón de Dragones que lo llamó “Partidarios” y dividió la
artillería en cuatro brigadas. Luego trasladó el Ejército a los campos
de Vilcapugyu, donde permaneció acantonado hasta el 13 de
setiembre, en que se regresó a Condo-Condo, poniendo su Ejército
en número de 4,000 hombres.
Entretanto, el General Belgrano había entrado en Potosí y
destacado a Díaz Velez con la vanguardia del Ejército en busca del
enemigo; había enviado a Cochabamba al Coronel don Cornelio
Zelaya, con un Escuadrón de caballería, para que sobre esa base
organice una fuerte División de esa arma, ordenándole se le
incorpore en un tiempo señalado. Igual orden dio al cabecilla
Cárdenas, que tenía a sus órdenes una montonera de mas de 2,000
indios armados de honda y makana.
Belgrano salió de Potosí el día 5 de setiembre, con 3,600
hombres y 14 piezas de artillería, sin contar con las fuerzas de Zelaya
y Cárdenas.
El 27 llegó a Vilcapugyu; allí estableció su campamento de Norte
a Sud, apoyando la espalda en las montañas que lo separaban de
Chayanta y dando frente al Oeste. El 28 corrió mas su derecha,
apoyando mejor sus flancos en el terreno accidentado; el 29 rectificó
su posición y se entretuvo en hacer maniobrar su Ejército,
adiestrándolo muy especialmente en el pliegue y despliegue de las
columnas y en los cambios de frente.
Belgrano consideraba a Pezuela incapaz de hacer un movimiento
ofensivo y se limitó a observar los desfiladeros por donde podía el
Ejército realista bajar de Condo-Condo, esperando tranquilo la
incorporación de Zelaya y Cárdenas, creyendo así poder reunir 5,000
hombres, resuelto a no comprometer batalla entretanto.
Cárdenas, obediente al mandato de Belgrano, llegó al pueblecillo
de Pequereque, donde el Coronel realista don Saturnino Castro, se
encontraba situado con el Escuadrón “Partidarios”, guardando el
camino que conduce a Oruro y observando la salida de los
desfiladeros de Cochabamba y Chayanta.
Castro cayó como un rayo sobre la informe hueste de Cárdenas,
é hizo un horrible destrozo en ella, tomó todos los papeles de
Cárdenas, entre los que se hallaba la correspondencia del General
Belgrano, donde le explicaba su plan y le impartía sus instrucciones.
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ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
La sorpresa de Pequereque frustró completamente todo el éxito
de la campaña, pues por la toma de esas comunicaciones se informó
Pezuela, de la terrible combinación que contra él había dispuesto el
inteligente General argentino.
Era, en efecto, muy difícil la situación de Pezuela. Sin
comunicación próxima con su línea de operaciones (el Desaguadero), a una distancia de 80 leguas, con tropa nada moralizada,
desde la retirada de Goyeneche, sin poder retirarse por falta de
cabalgaduras y sin víveres para la subsistencia, le era indispensable
dar una batalla.
Conocedor por los papeles de Cárdenas y por los avisos que le
dio el indio maestro de posta de Vilcapugyu, Mamani, muy adicto a la
causa del Rey, resolvió aventurar una batalla antes que Zelaya se
uniese con Belgrano.
El 28 se hizo practicar un reconocimiento militar de las posiciones
enemigas por el Coronel ingeniero Mendizábal, quien regresó el 29 y
formó un plan de sorpresa y de ataque para el día siguiente, el que
fué aprobado por Pezuela, pero no tomó medida alguna.
El 30 ordenó al Coronel Castro, que se hallaba en Ancacato, que
el día 1º se le incorpore en el campo de batalla y él emprendió
marcha con su Ejército a las 12 del día, “desfilando los cuerpos con
consoladora alegría, dando vítores al Rey, lo que alimentó la
confianza del triunfo”, dice en sus notables. “Memorias” el Brigadier
García Camba.
Pezuela se adelantó a sus tropas y personalmente, desde una
altura próxima a Vilcapugyú, observó las maniobras que el Ejército
patriota hacía en la vasta y desolada llanura de ese nombre.
Al caer la tarde ya el Ejército real ocupaba las alturas próximas a
Vilcapugyu, sin ser sentido por su enemigo. A las 12 de la noche aun
no se le incorporó toda su artillería, a causa del mal estado en que se
encontraba el ganado, mas como no podía diferirse el proyecto,
continuó la marcha con resolución de combatir a cualquier hora.
La noche era oscura, fría y tenebrosa, y a las dos y media de la
mañana el Ejército empezó a descender la áspera pendiente que
conduce a la llanura, débilmente iluminada por las fogatas del
campamento patriota.
La marcha del Ejército del Rey, debió verdaderamente ser una
marcha fantástica y la aparición de los primeros soldados de este
Ejército sobre la elevada cumbre de la cuesta que domina el llano,
parecería a las centinelas avanzadas de los patriotas, un grupo de
fantasmas que en el mayor silencio descendían a la llanura.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Cuando empezó a asomar la luz del día, las avanzadas se
convencieron de que los realistas se dirigían sobre ellos y en el acto
dieron aviso al General Belgrano, el que no quiso creerlo y hasta
reconvino al oficial que le llevó la noticia; así que se convenció de la
verdad, mandó incendiar los ranchos ó pequeños caseríos de la
posta, para a favor del humo, ocultando su movimiento al enemigo,
correrse sobre su izquierda, a fin de apoyar los extremos de su línea
en los cerros y pantanos inmediatos.
En este momento la siempre sombría y melancólica llanura de
Vilcapugyu, debió presentar un espectáculo de animación y
movimiento inusitado en ella. El toque de generala, el son de las
músicas militares, la precipitada marcha de las tropas, el relincho de
los caballos y el rodar de las piezas de artillería, animado todo por el
brillo de las armas y la multitud de colores de los uniformes de dos
grandes ejércitos, debió dar al panorama un aspecto imponente y
solemne. Suponemos sería uno de esos grandes espectáculos
militares que solo pueden reproducirse en la ardiente imaginación de
quien ha estado en ellos.
La formación de batalla del Ejército del General Belgrano, fué la
siguiente:
Ocupaba la derecha de la línea de batalla un cuerpo de
“Cazadores”, mandado por su comandante el Mayor don Ramón
Echeverría, don Carlos Foret y don Miguel Araoz, con los batallones
1º y 2º del Nº 6, ocupaban el centro; a éstos seguía el cuerpo del
Coronel Superi, denominado “Pardos y Morenos”.
Formaban la izquierda los soldados del Regimiento Nº 8,
mandado por el Coronel don Benito Alvarez y su segundo don
Patricio Beldón. La formación de estos cuerpos era la de columnas
concentradas en línea, tendidas de N. a S., dando frente al O. E.
Cubrían los flancos de esta línea dos alas de caballería, situadas
a retaguardia y escalonadas con la línea general de batalla. El
Coronel don Diego Balcarce, con el Mayor don Máximo Zamudio,
mandaban el ala derecha y el ala izquierda los Comandantes
Bernaldes y Arévalo. A retaguardia del Nº 8 y como a 50 metros de
distancia, a la izquierda, la reserva; ésta la formaba el Regimiento Nº
1, mandado por su jefe el Coronel don Gregorio Perdiel. Los indios
arrastraban la artillería a falta de acémilas, la que estaba distribuida
por secciones en los intervalos de cuerpo a cuerpo.
El General Mitre, hablando de esta formación, dice: “Esta
formación, que no era en general mal calculada con relación al
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terreno, adolecía sin embargo de tres defectos graves. El primero era
la subdivisión de la caballería que no pasando de 500 hombres, se
presentaba débil en todos los puntos, y comprobaba con esta
desventaja notable la conveniencia que resultaba de cubrir los
flancos de la línea. El segundo era la subdivisión de la artillería, cuyo
vicio se ha hecho notar ya en las batallas de Tucumán y Salta. El
tercero, finalmente, era la inmediación de la reserva a la línea de
batalla y alcance del tiro de fusil, lo que debía dar por resultado que
participase de todas las viscisitudes de la batalla, como en efecto
sucedió.”
“A la espalda de la línea patriota y a manera de decoración, se
veían los altos cerros que la cubrían, coronados por mas de dos mil
indios desarmados, que se habían incorporado el día anterior,
juntamente con un Escuadrón de Dragones, que estaba destacado
en Chayanta. Aquellos pobres indios, dice el General Paz, gozaron
como Scipión, del grandioso espectáculo de una batalla, sin correr
los riesgos.” (“Historia de Belgrano”).
Al descender al llano el General Pezuela, formó su línea de
batalla en el orden siguiente:
La derecha estaba mandada por el Brigadier don Juan Ramírez,
quien tenía a su cargo los cuerpos siguientes: Batallón “Cazadores”,
a las órdenes del Coronel don Pedro Antonio de Olañeta. El primer
Regimiento “Granaderos del Cuzco”, a las órdenes del Brigadier don
Francisco Picoaga; un Escuadrón de caballería, mandado por don
Jorge Ballivián; dos piquetes de honor, al mando respectivamente de
sus comandantes don Nicolás Picoaga y don Francisco Tapia; más
cuatro piezas de artillería, a las órdenes del Teniente Coronel don
Miguel Mujía.
El centro lo mandaba el General Pezuela en persona, y allí
formaban los dos batallones del Regimiento Nº 2, que mandaba el
Coronel don Germán Lombera; el Batallón “Centro”, al mando del
Teniente Coronel don José Estévez: un Escuadrón de caballería, a
órdenes del Mayor don José Zavala; y cuatro piezas, dirigidas por el
Alférez Ignacio Pedroza.
La izquierda estaba mandada por el Brigadier don Miguel Tacón,
y allí formaban los “Partidarios”, Batallón mandado por el Coronel
don Felipe de La Hera; un Escuadrón y cuatro piezas, mandadas por
el Capitán Narciso Martinez.
Además, un Batallón provisional, todo de reclutas, mandado por
don Manuel Choqueguanca.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Una vez que Pezuela reconoció la formación del Ejército
independiente, formó sus tropas en columnas paralelas y marchó en
este orden ganando terreno por la derecha, hasta colocarse al frente
de los batallones independientes; entonces volvió a tomar la
formación en batalla, colocando su artillería en los intervalos de
cuerpo a cuerpo, dejando de reserva el Batallón provisional con
alguna artillería y caballería.
Mas de cuatro millas tiene el campo de Vilcapugyu desde el pié
de la cuesta, por la que descendió el Ejército real, hasta el manantial
de agua que da nombre al lugar y donde Belgrano formó su Ejército
en columnas paralelas, con una proporcionada reserva y colocados
sobre los flancos, un poco a retaguardia, los cuerpos de caballería.
El Ejército español desplegó en batalla, y en ese orden su jefe lo
mandó marchar de frente al son de la marcha granadera, ejecutada
pausadamente por los tambores. La marcha no era uniforme, ni la
formación correcta; cada momento la línea se quebraba por las
ondulaciones del terreno, pero así marchó como una media legua
hasta ponerse a tiro de cañón del enemigo. Belgrano mandó también
formar en batalla y unos y otros rompieron el fuego. Los patriotas
tuvieron que hacer un cambio de frente para no dejar cortada su comunicación con Potosí, que era su línea principal de operaciones; al
replegarse las guardias avanzadas sobre la línea, formaron sobre el
extremo de ésta, causando algún desorden.
El General Paz, en sus Memorias, dice: “no puede negarse que
hubo precipitación y la confusión, que es consiguiente”, a una
sorpresa, debía agregar el ilustre General.
Belgrano mandó romper el fuego y ordenó que toda su línea
cargase a la bayoneta. La derecha, compuesta del Batallón
“Cazadores”, cargo bizarramente y chocó con el Batallón
“Partidarios”, mandado por La Hera, que formaba el extremo de la
izquierda realista y se siguió una lucha encarnizada. El Coronel La
Hera, tres Capitanes y cien soldados, quedaron muertos en esta
vigorosa acometida y los restantes retrocedieron cediendo el campo
al enemigo, dejando en su poder tres piezas de artillería, y muchos
heridos.
El Coronel Lombera acudió en su auxilio con el segundo
Regimiento, mas como cayese herido su jefe se dispersó
completamente. Igual suerte tuvo el Batallón “Centro”, que perdió a
su Comandante Zavala; de manera que la izquierda quedó por los
independientes, que tomaron cuatro piezas abandonadas por sus
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sirvientes. En esta terrible arremetida perdieron los patriotas a su
mejor jefe, el Comandante Foret, que cayó gravemente herido.
Pezuela y Ramírez acudieron a contener el desorden, y sujetar a
los dispersos, pero como la reserva también había huído sin dar un
tiro, sus esfuerzos fueron inútiles; mientras tanto, la masa realista
desordenada se dirigía a Condo-Condo; los vencedores la
perseguían activamente, y el Comandante Bernaldes, de la caballería
de la derecha patriota, deshizo un trozo de ginetes realistas que
pretendían disputarle el paso; Bernaldes y dos Capitanes que lo
reemplazaron en estas cargas, cayeron en el combate.
Se cuenta que cuando estaba en este estado el combate Pezuela
y Ramírez hacían esfuerzos desesperados para restablecerlo, y
Belgrano se esforzaba en completar su triunfo, se oyó a retaguardia
del ejército argentino tocar llamada, lo que detuvo a los soldados en
su persecución y aun se atribuye que esta orden de llamada la dio el
mayor Ramón Echeverría. Esto desalentó a los soldados, y el pánico
se apoderó de ellos y emprendieron una desordenada retirada
gritando; “al cerro, al cerro”. De este incidente aprovechó Pezuela,
reunió sus dispersos y volvió al combate, la que le valió el éxito de la
acción.
Pero en la derecha realista Olañeta y Picoaga triunfaron y
destrozaron al 6º regimiento, envano don Benito Alvarez su jefe se
puso a la cabeza para conducirlo de nuevo a la carga, un balazo lo
derribó del caballo quedando mal herido. Acudió en su lugar el mayor
Beldón, pero otra bala lo derribó muerto; el Capitán Villegas tomó el
mando del cuerpo y Villegas cayó muerto; a este lo reemplazó
Saravia y cayó también con el pecho traspasado, en este momento
se oyó el toque de retirada y la tropa sin orden alguna, se retiró con
precipitación.
Pero la verdadera causa de la derrota de los patriotas fué la
siguiente: Quedó en Ancacato un escuadrón de Dragones a la orden
del coronel don Saturnino Castro, con advertencia de estar el día 1º.
de octubre al amanecer, en Vilcapugyu. Castro cumplió la orden,
pero como al rayar el día no notó movimiento alguno en el indicado
campo, al que se aproximó sin ser sentido, regresó otra vez a
Ancacato, creyendo que Pezuela había hallado algún inconveniente
para dar la batalla. Mas tarde escuchó él ruido del combate y guiado
por el, a pesar de que su escuadrón hacia veinte horas estaban a
caballo, acudió al campo de batalla llegando allí en lo mas crítico de
la acción, cuando el coronel La Hera caía muerto, y el centro y la
izquierda española huían arrastrando sus reservas.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Castro era demasiado valiente, no se detuvo, cargó con bravura
por retaguardia dando con su presencia ánimo a Picoaga y Olañeta,
que resistían tenazmente. Los patriotas al sentirse acuchillados por
retaguardia, abandonaron el campo en medio de la victoria.
Olañeta y Picoaga lo arrollaron todo, protegidos por los fuegos
que hacía la artillería de la derecha, hábilmente dirigida por el
Teniente coronel D. Miguel Mugía, lo que en gran parte contribuyó a
la victoria de las armas reales.
Belgrano tomó el estandarte argentino, hizo tocar reunión con los
tambores y con una pequeña fuerza pudo subir a una de las alturas,
que tenía a su espalda, consiguiendo reunir algunos dispersos, que
pasarían de 200 y además logró salvar una pieza de artillería. Dos
veces intentó reorganizar el combate descendiendo al llano, siendo
nuevamente rechazado. Finalmente los realistas dueños de toda su
artillería, empezaron a bombardear las posiciones que ocupaba,
haciendo comprender al General argentino que estaba perdido sin
remedio. Entonces emprendió la retirada por el camino de
Cochabamba a fin de reunirse con el coronel Zelaya y dispuso que
su segundo el General Díaz Velez se retirase por la vía de Potosí,
para reunir y reorganizar los dispersos que tomaron la fuga por esa
ruta.
¡A las tres de la tarde había concluido todo!
Las armas de la patria estaban destrosadas por completo y el
heróico General argentino en completa derrota.
El ejército independiente tuvo más de 900 muertos y 1,000
heridos, muchísimos prisioneros, con 33 jefes y oficiales. Perdió
además 14 cañones, gran número de fusiles, su parque y equipajes.
Las pérdidas del ejército realista fueron 153 muertos, 266 heridos
y 62 dispersos.
———————————
En esta memorable función de armas se ha criticado y con razón,
la marcha en batalla del ejército español, al frente del enemigo por
una extensión de dos kilómetros y medio, cuando menos, por un
terreno naturalmente ondulado y exponiendo a su línea a ser
envuelta por la caballería. La marcha en batalla resultó naturalmente
defectuosa y sucedió que la izquierda que halló el camino más llano,
chocó con la derecha patriota, antes que el centro y la derecha,
sufriendo una derrota de la que la casualidad la salvó.
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Otro error notable en ambos ejércitos, es la interpolación de las
caballerías y artillería entre la línea de los infantes, lo que significa el
descuido mas completo de las prescripciones tácticas.
Se elogia mucho el despliegue que mandó hacer el General
Belgrano de sus columnas paralelas al frente del enemigo,
valiéndose del incendio de las chozas de la posta, realmente la
concepción fué atrevida y si ese despliegue lo verifica sobre uno de
los flancos con la formación concentrada que adoptó, el éxito hubiera
coronado los esfuerzos del héroe americano.
Se nota poco ó ningún cuidado en el servicio de seguridad en el
campo patriota; ya que se cometió el error de hacer campamento tan
cerca del enemigo, debería haberse tomado todas las precauciones
de seguridad para resguardar el campo y estar a cubierto de una
sorpresa como sucedió la mañana del 1º de octubre de 1813.
La marcha de Pezuela venciendo los múltiples inconvenientes
que lo rodeaban, hacen ver en este jefe mucha audacia y calculo
pronto, como hemos visto en el curso de la narración de esa
memorable batalla, cuyo inmediato resultado fué retardar diez años
más la independencia del Alto Perú, del dominio de la metrópoli.
Octubre de 1895.
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BATALLA DE AYUHUMA Ó CHARAGUAITU
14 DE NOVIEMBRE DE 1813.
Después de la derrota de Vilcapugyu el General Belgrano tomó el
camino de Chayanta con los restos de su destrozado ejército a fin de
encontrar al coronel Zelaya que llevaba los cuerpos de caballería que
formó en Cochabamba. Por su parte el General Díaz Velez, que
había como se dijo, tomado el camino de Potosí, donde arribó con
las tropas que pudo reunir en su marcha, encontrando en Yocalla con
el coronel Araoz, que había reunido algunas fuerzas, ambas reunidas
alcanzaron a formar 600 hombres.
El General Pezuela, que había ascendido al grado de Mariscal de
Campo, por su triunfo de Vilcapugyu, se limitó a enviar en pos de
Díaz Velez al coronel Castro con su escuadrón de Dragones, los que
llegaron hasta Yocalla, de donde se replegaron nuevamente sobre
Condo Condo, lugar donde situó su cuartel general el nuevo Mariscal
de Campo.
El coronel don Saturnino Castro tuvo una ocurrencia demasiado
caballeresca ya para aquellos tiempos. Desde el pueblo de Yocalla
envió un emisario al general Díaz Velez, desafiándolo a él y a toda su
división, solo con 100 dragones de su regimiento, dándole además la
elección del campo del combate. Díaz Velez respondió a este
arrogante reto, diciendo: “que Castro era un perjuro, porque en la
capitulación de Salta juró no tomar armas contra la causa de la libertad”, y que su sola contestación era: “que lo ahorcaría como a un
perjuro si caía a sus manos”.
El coronel Olañeta que fué destacado con el cuerpo de
Cazadores en pos de Belgrano, por el camino de Chayanta, se
replegó igualmente a Condo Condo donde Pezuela emprendió con
empeño el arreglo de su ejército.
Macha, pueblo perteneciente al departamento de Potosí, situado
en la provincia de Chayanta, fué el lugar escojido por el general
Belgrano para reparar su derrota y reorganizar su ejército. Próximo a
Chuquisaca, Potosí y Cochabamba, Chayanta es una provincia rica,
está en el centro de los departamentos citados, sus hijos desde el
primer momento de la guerra de la emancipación, habían luchado por
ella, de manera que Macha era el punto mas adecuado para el objeto
que el general argentino se proponía. Expidió órdenes exijiendo a los
Gobernadores continjentes, de armas, municiones, vestuario,
hombres y caballos para la defensa de la patria.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Todos respondieron con celo patriótico a su llamamiento.
El Presidente de Charcas, coronel don Francisco Antonio Ortiz de
Ocampo, fué el más entusiasta y el primero que envió al
campamento de Macha, un lucido contingente de hombres, dinero,
armas y municiones. Entre otras cosas remitió dos cañones y 200
caballos escogidos todos de pesebre, obsequio del vecindario de
Chuquisaca al General Belgrano; con ellos pudo remontar
expléndidamente su caballería.
El General Arenales, Gobernador de Cochabamba, auxilió al
ejército con dinero, armas, y soldados, alentando al pueblo con
enérgicas proclamas.
El coronel Warnes gobernador de Santa Cruz de la Sierra, hizo
por su parte valiosos donativos y con todos estos elementos el
ejército se organizaba rápidamente.
La provincia de Chayanta, habitada casi en su mayor parte por
indígenas, dio pruebas de gran patriotismo. Artículos de guerra,
víveres, ganado, cabalgaduras, forraje, todo, todo, lo proporcionaban
con la mayor espontaneidad y dice un notable historiador, que hasta
artículos de lujo llevaban para los oficiales.
El General Díaz Velez, dejando en Potosí una guarnición de 250
hombres, se incorporó al Cuartel General con 500 soldados de línea,
perfectamente equipados y organizados. Este fué indudablemente el
mejor refuerzo que tuvo el ejército. También de Valle-Grande se
recibió un contingente de hombres, la mayor parte a caballo, todos
armados de chuzos, y sin instrucción ni disciplina alguna.
Los jefes de montoneras independientes, a los que se daba el
nombre de “Guerrilleros”, como Lanza, Padilla, Camargo, Cárdenas,
Zarate y otros revolucionaban por todos los caminos, haciendo el
servicio de seguridad al campamento patriota, donde llevaban avisos
de cuanto pasaba en el campo enemigo; puede decirse que el
Cuartel General de Macha, estaba rodeado de una red de
guerrilleros.
¡Los hijos del Alto Perú hacían cuanto estaba a su alcance para
procurarse patria independiente!
En esta época comenzó a distinguirse el Teniente de Dragones
don Gregorio Araoz de La Madrid. Una noche sorprendió en Yocalla
una avanzada de las tropas de Castro, y como los soldados que la
componían pertenecían a los juramentados de Salta, fueron
ahorcados y sus cabezas colgadas en unas picas sobre el camino
real, con un letrero que decía: “POR PERJUROS”. En otra ocasión
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en la quebrada de Tinquipaya, rindió con solo tres hombres, una
avanzada de once soldados, que se llevó prisioneros, batiéndose con
sus tres soldados con el resto de la compañía; a estos tres valientes
Belgrano los ascendió a Sargentos, y llevaron la denominación de
“Sargentos de tambo nuevo” nombre con que fueron conocidos en el
ejército de la patria.
El Coronel Zelaya que sabedor de la derrota de Vilcapugyu, se
replegó sobre Cochabamba, se unió a Belgrano, trayendo a Macha
mas de 300 hombres de caballería; todas estas fuerzas reunidas
formaron un total de 3,400 hombres, de los que 1,000 eran veteranos
y apenas 2,000 podían considerarse de pelea.
Esta admirable y rápida organización del ejército patriota, se
debió a la energía, actividad, constancia y talento del héroe
argentino, que a la vez que formaba ejércitos y los disciplinaba de un
modo brillante, sabía con sus escritos atraerse la voluntad de los
pueblos, haciendo simpática su causa. En quince días de
permanencia en Macha, pudo formar un ejército con el que inspiró a
todos la seguridad de la victoria.
Entre tanto si lisonjera se presentaba la suerte al jefe argentino,
sañuda y amenazadora era la que esperaba al General español.
Falto de medios de movilidad, hostilizado frecuentemente por los
montoneros que lo rodeaban por todas partes, sin víveres ni forrajes,
en fin lleno de inconvenientes, le era menester de una vez decidir su
situación por medio de las armas.
Hemos visto que el Mariscal de Campo Pezuela, era militar
inteligente, valeroso y de prontas combinaciones, que contaba con
jefes de la talla de Ramírez, Olañeta, Picoaga, Tacón y otros que
eran el alma del ejército real, así pues no es estraño que se
decidiese a jugar el todo por el todo.
El Cura de Coroma, que se declaró por la causa del Rey,
proporcionó a Pezuela 600 burros y llamas de carga, con esas
acémilas halló como mover su parque y el 29 de octubre levantó su
campo de Condo Condo, acampando el 4 de noviembre en
Ancacato, de allí tomó el camino de Anco Cruz, el de los altos de
Livichuco, yendo el 8 de ese mes (noviembre) a situarse en la costa
de Callampayaní, donde descansó tres días, a fin de que se le
incorporase el parque que como iba en burros y llamas no pudo
siquiera seguir las cortas jornadas del ejército que en diez días solo
había podido avanzar 15 leguas.
Penosa por demás fué la marcha del ejército real. La artillería iba
conducida a brazo por los indios de Coroma, acaudillados por el
89
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Párroco de ese lugar y la caballería marchaba siempre a pié para no
fatigar mas a sus cabalgaduras.
En el trayecto de Condo Condo a Ancacato, fué atacado
audazmente por los caudillos Lanza y Cárdenas, los que
Capitaneaban numerosa indiada, los que fueron mandados por el
jefe argentino para cortar la comunicación de los realistas con el Bajo
Perú. Los montoneros atacados con vigor por fuerzas de línea y bien
armadas, fueron completamente batidos, dejando en poder del
vencedor un buen número de prisioneros y algunas armas.
El día 12 amaneció nevando de un modo atroz y a pesar de la
nieve, de la lluvia y del granizo, siguió Pezuela su marcha hasta
detenerse en los altos de Taquiri, desde donde descubrió a los
independientes, que ocupaban los altozanos de Ayohuma, al frente
del río y como a dos leguas de distancia.
El 12 reconoció el general español las posiciones enemigas y con
el auxilio de un buen anteojo, pudo estudiarlas a su antojo, dictando
en consecuencia las medidas precisas para poder librar una batalla
al día siguiente.
El día antes de la batalla de Ayohuma no halló víveres que
consumir el ejército real y permaneció sin ración ninguna.
A las 6 de la mañana del día 14 desfilaba el ejército peninsular
delante de su caudillo, quien a cada cuerpo recomendaba valor y
entereza en el próximo combate. Los soldados vitoreaban con
frenético entusiasmo al Rey de España y a su lugar teniente el
General Pezuela, “manifestando en sus semblantes, tanto los
oficiales como la tropa, aquella animosa alegría que suele ser
precursora de la victoria”, dice el General García Camba, en sus
interesantes Memorias.
El Ejército real descendió la áspera y larga cuesta que baja de
Taquiri a la playa del río de Ayohuma y que se llama la Cuesta
Blanca, notable por su áspera pendiente y estrechura. Al pié de dicha
cuesta formó el ejército real en columnas paralelas, a fin de evitar
cualquier repelón de la caballería patriota, situando su numerosa
artillería en los montículos que dominan todo el llano, protegiendo su
izquierda con alguna caballería.
—————————
Veamos lo que había sucedido en el ejército independiente
durante el avance de las tropas reales.
90
ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
En el campamento de Macha había disidencia entre los jefes
patriotas; los unos querían dar el combate a todo trance y los otros
opinaban por la retirada.
El General Díaz Velez sostenía por la conveniencia de retirarse
sobre Potosí, plaza fortificada, donde podía esperarse al enemigo
con ventaja. El Coronel Perdiel opinaba no esperar a los realistas, y
mas bien evitando el combate que buscaban correrse por el flanco
derecho, atravesar de S. a N. la provincia de Chayanta y penetrar en
las pampas de Oruro tomar por asalto a esa Villa, base de
operaciones del ejército del Rey, y replegándose en caso necesario
sobre la ciudad de La Paz. El plan era audaz y no carecía de mérito y
al escucharlo los jefes a quienes fué comunicado lo hicieron conocer
al General Belgrano, el que convocó a una junta de guerra.
Allí Perdial desarrolló su plan en presencia de todos los jefes del
ejército. El General Belgrano opuso la mala estación, los malos
caminos, los inconvenientes de la marcha, la deserción y desnudez
de la tropa, demostrando las ventajas de dar una batalla creyéndose
seguro de la victoria; se votó: computados los votos resultó que la
minoría estaba porque se diese la batalla y la mayoría por la retirada
a Potosí; algunos apoyaron la idea del Coronel Perdiel.
Después de escuchar a todos el General, dijo con tono que no
admitía réplica: “Yo respondo a la nación, con mi cabeza, del éxito de
la batalla”. Y en el momento impartió sus órdenes para que todo
estuviese listo para la primera orden; en la noche se emprendió la
marcha y el día 9 al amanecer el ejército estaba acampado en la
pampa de Ayohuma a tres leguas de Macha.
La pampa de Ayohuma es una meseta formada por la montaña
del mismo nombre, dominada por los altos de Taquiri a cuyo pié
corre el río de Ayohuma y paralelamente a él se prolonga una
lomada larga y angosta que forma una especie de lomo, que esta
flanqueado por el río indicado y el riachuelo de Salinas. En el
barranco del río hay un camino, en el pueden ocultarse hasta 3,000
hombres, sin subir al llano.
Montículos y cerros de poca altura se alzan en toda la llanura que
cruzan los caminos de Macha y Potosí y algunos hondos barrancos
siguen la inclinación del terreno. Hacía a la parte del camino a Potosí
y como a media legua de los montículos indicados, limitando la
pampa al S. O. se alzan algunas lomas muy pedregosas a cuyo pié
corre un riachuelo de poco caudal.
El ejército patriota se situó en medio de la pampa, dejando las
lomas a espaldas de su izquierda, dando frente al río y a los altos de
91
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Taquiri, cerrando el camino de Macha y ocupando parte de los
montículos, apoyando su derecha en la estremidad avanzada de un
cerro que cubría diagonalmente su retaguardia. Otro cerro elevado,
pero desligado de este, quedaba a retaguardia de la línea.
Del cerro en que se apoyaba la derecha de la línea bajaba un
barranco en el que se practicaron lijeras cortaduras a guisa de
fortificaciones.
Para llegar hasta la línea de Belgrano, Pezuela tenía que
descender la angosta y escabrosa cuesta Blanca, pasar el río salvar
la loma que forma el lomo ya descrito y penetrando a la llanura,
salvar allí el barranco que era el mas formidable obstáculo que podía
oponérsele a. su frente. Belgrano fiaba demasiado en su posición
con la cual creía atraer al enemigo, que este vendría de frente y se
detendría en el barranco, en tanto que sería envuelto por ambos
flancos. En consecuencia desde el día 12 ocupaba estas posiciones.
Pezuela militar científico y entendido en el arte de la guerra, en el
acto que examinó las posiciones de su enemigo descubrió su plan,
de manera que varió el plan de ataque haciéndolo de un modo muy
distinto al que se había imaginado Belgrano, quien al esperarlo en
posiciones le reveló su propósito y por su imprudencia le dio la
victoria.
El ejército patriota constaba poco más ó menos de 3,200
hombres, siendo su caballería muy superior a la realista, su infantería
era inferior a la del Rey, y solo contaba con 8 cañones de 1 y 2 que
no alcanzaban a cruzar la llanura.
El ejército español se componía de 3.500 hombres, de los cuales
3,000 eran de infantería; 300 de a caballo y el resto de artillería, la
que contaba con 18 piezas del calibre de 4 y 5.
El orden de batalla del ejército independiente era como sigue: La
derecha, que estaba cubierta por el barranco y apoyada en el cerro,
se componía del regimiento “Dragones” y de los batallones de
“Pardos y Morenos”, mandado el primero por el Coronel Diego
Balcarce y los segundos por el Mayor Cano y el Coronel Superi.
Seguían los batallones Nº 6 y Nº 1, mandados por el Mayor Benito
Martinez y el Coronel Perdiel y a la izquierda la caballería cochabambina: armada de lanzas a órdenes del Coronel Zelaya. La artillería se
colocó en un montículo de poco acceso, entre los batallones1º y 6º.
La reserva se componía de tropa mal armada y de mala calidad,
la caballería de reserva casi en su totalidad, armada de picas y
montada en mulas.
92
ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
El ejército del Rey se formó en el orden siguiente: A la derecha
del batallón de Cazadores y en seguida los batallones del regimiento
de Granaderos del Cuzco, mandados respectivamente por sus jefes
Olañeta y Picoaga, mas un escuadrón de lanceros mandado por don
Jorge Ballivián.
El centro lo formaban el 2º regimiento, el batallón “Centro”
mandado por Estevez, y un escuadrón a órdenes del Mayor Zavala.
La izquierda la formaba el batallón “Partidarios” y un escuadrón.
El ala derecha estaba mandada por el General Ramírez y la
izquierda por el Brigadier Tacón, el centro lo dirijía Pezuela en
persona. La artillería situada a retaguardia de los extremos de ambos
flancos, estaba encomendada a los Tenientes Coroneles Valdez y
Mujía.
De cada uno de los mencionados batallones se separaron 30
hombres con un oficial y desplegaron en guerrilla cubriendo y
protejiendo la izquierda española y amagando la derecha de los
patriotas. Estas guerrillas las mandaba el Teniente Coronel Manuel
Valle, y estaban protejidas por el batallón “Partidarios”.
Repetimos que la demasiada confianza perdió en Ayohuma a
Belgrano, como vamos a manifestarlo.
El ejército real empezó a descender la empinada y escabrosa
cuesta Blanca el día 14 en la mañana; la tropa la bajaba en desfilada
y cada ginete a pié conducía por la brida su caballo. La artillería no
podía bajar la cuesta sino a lomo de mulo, de otro modo era
imposible hacerlo, de manera que no podía ser más peligrosa ni
comprometida la situación de los realistas. Desde el campamento
patriota se distinguía perfectamente el descenso del ejército real, que
como brillante culebra serpenteaba por todas las sinuosidades y
vericuetos de la cuesta Blanca. El sendero por donde bajaban era tan
estrecho, que en él apenas podían caber dos hombres de frente. Un
ataque en este momento era la segura derrota del ejército del Rey.
Cuando vio esto el valeroso La Madrid se acercó al General en
jefe diciéndole: “Mi General, el enemigo ya va a pisar el llano y ocupa
con todos sus cuerpos la cuesta, lancémonos sobre el y
obtendremos un triunfo completo, déme usted un escuadrón y le
respondo de la victoria”. Belgrano aferrado en su plan de combate le
contestó: “No se aflija mi Teniente, deje que bajen todos para que no
escape ninguno, el triunfo es nuestro”.
Mientras tanto el ejército real llegó al llano, atravezó el río
formado en columnas paralelas detrás de la lomada que
93
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
paralelamente a el se prolongaba, ocultando así sus movimientos a
los patriotas.
Estos entre tanto habían levantado un altar en el centro mismo
del campamento y devotamente arrodillados, oían la santa misa,
pidiendo al Dios de las batallas el triunfo para sus armas.
Sigilosamente aprovechando este descuido, Pezuela hizo una
maniobra con la que no había soñado siquiera Belgrano; en lugar de
presentarse de frente y remontar la loma que lo cubría, como
pensaba el jefe argentino, se corrió por la izquierda y apareció
amagando la derecha de los independientes: por el lugar llamado
Charaguaitu, del que también ha tomado nombre la batalla.
Sería algo mas de las 10 de la mañana cuando la artillería
española se avanzó un tanto sobre su línea y rompió un vivo fuego
que los patriotas lo aguantaron con firmeza, cerca de media hora,
contestándolo con algunos disparos.
Sorprendido Belgrano, al verse atacado por donde menos
pensaba, tuvo que hacer un cambio de frente, retirando su derecha y
adelantando su izquierda, con este motivo quedó dando frente a su
enemigo y con su derecha apoyada en el cerro que antes tenía a su
espalda, con el barranco interpuesto entre ambas líneas y sin
espacio para hacer maniobrar su caballería.
Al mismo tiempo Pezuela ordenó al Coronel Valle que con sus
guerrillas y el batallón “Patriotas”, tome el cerro en que los patriotas
tenían apoyada su derecha. Valle cumplió lo mandado y tomó la
posición, que en lugar de disputarla Belgrano y trabar allí el combate,
se limitó a ocupar con su caballería otro cerro que carecía de toda
importancia militar.
Los 18 cañones de la artillería real, dirijidos con notable acierto
por los jefes Mujía y Valdés, habían roto un fuego nutrido con bala
raza, abriendo claros en los batallones patriotas que no podían
contrarrestarlos, pues los artilleros españoles, en menos de media
hora, les lanzaron más de 400 proyectiles.
A pesar de todas estas desventajas la línea patriota se hizo
objeto de la admiración de sus mismos enemigos, tanto que en el
parte que de esta acción pasa Pezuela al Virrey de Lima dice: “ella
soportó valerosamente el cañoneo que barría sus hileras,
manteniéndose con tanta firmeza, como si hubiese criado raíces en
el lugar que ocupaba” .
En la notable historia del General Belgrano refiere el General
Mitre: “que durante el cañoneo, fué admirada por todos una mujer del
94
ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
pueblo, conocida en el campamento patriota con el nombre de
“madre de la Patria” la que acompañada de sus dos hijas, con los
cantaros en la cabeza, proveían de agua a los soldados”.
La infantería patriota caló bayoneta y avanzó con mucho
denuedo, pero no muy ordenada, a causa del barranco que tuvo que
salvar. A medio tiro de fusil rompió el fuego con una desición y una
viveza que algunos momentos hizo creer en la victoria.
Simultáneamente con este avance ordenó Belgrano a Zelaya
cargase con la caballería de la izquierda, la que se lanzó con el
ímpetu del huracán, lanza en ristre y firme en los estribos, aunque
con algún desorden proveniente del terreno sinuoso, Pezuela que
temía este ataque, concentró toda su caballería sobre la izquierda,
hasta su propia escolta, pero como esto no era bastante, para
contener la carga de 400 caballos, dispuso que ese flanco fuese
reforzado por dos batallones y 10 piezas de artillería. Zelaya se
estrelló contra esa maza, sufriendo los fuegos cruzados de los dos
batallones y como 150 cañones que a metralla le dispararon las
baterías de cañones que mandaba el Teniente Coronel Mujía,
haciéndolo retroceder en desorden. La infantería patriota que
avanzaba a la bayoneta, fué detenida por una descarga que sonó a
su espalda; eran los flanqueadores realistas que posesionados del
cerro, como dijimos antes, la tomaban entre dos fuegos, obligándola
a ponerse en desordenada fuga. El Nº 6 que estaba al centro, tuvo
que sufrir igual suerte y arrastró en su dispersión a sus demás
compañeros.
Entre tanto la izquierda realista se lanzó sobre los dispersos,
destrozándolos por completo y haciendo gran número de prisioneros.
El Coronel Superi jefe de “Pardos y Morenos”, así como el Mayor
Cano, comandante de los Cazadores, quedaron muertos al frente de
sus cuerpos.
El Nº 1 que formaba la izquierda, tuvo que retirarse en precipitada
fuga y este cuerpo como toda la infantería patriota hubiese perecido
en el barranco, si el valeroso Coronel Zelaya no hubiese en aquel
momento reorganizado sus dispersos ginetes y cargado nuevamente
paralizando la acción del enemigo.
El Coronel Zelaya y sus ginetes cochabambinos, merecen una
especial mención. Belgrano le ordenó proteja los derrotados y Zelaya
cumplió su orden con toda puntualidad. Hizo desmontar sus ginetes y
situándolos en el lecho del arroyo, parapetados en la barranca y en
las tapias de un próximo corralón que allí había. Allí resistió el fuego
de la infantería enemiga con una bravura increíble, él a caballo sufrió
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
un fuego continuado, iba de una parte a otra animando a sus
soldados, contestando el fuego del enemigo con las tercerolas de sus
dragones. Gracias a tanto valor la infantería patriota estuvo en salvo.
Luego hizo montar a sus soldados y con estos contuvo las cargas de
la caballería enemiga que los acosaba por retaguardia.
En el ardor de la persecución el Coronel realista Castro llegó a
dar voces a Zelaya retándolo a un duelo particular, lo que aceptado
por Zelaya no se lo permitieron sus compañeros. Así pues este bravo
jefe acompañado de los Capitanes Arébalo y José María Paz, fueron
los últimos en retirarse del campo de batalla, al ponerse el sol,
cuando cesó la persecución, satisfechos del deber cumplido.
Hay que notar que el Mayor Máximo Zamudio, se trasladó con la
caballería de la derecha que estaba a su cargo, donde operaba
Zelaya con la suya, a fin de ayudarle a salvar los restos del ejército
patriota.
La batalla estaba perdida y Belgrano auxiliado por Díaz Velez,
corrieron grandes peligros, reuniendo muchos dispersos al abrigo del
barranco y retirándose a unas lomadas muy pedregosas que se
hallan como a media legua del campo de batalla. Allá Belgrano
desplegó la bandera de la patria, mandando tocar reunión a vista del
enemigo. Este cansado y rendido con tres horas de lucha
consecutiva, dio tiempo para que el jefe argentino reuniese 400
infantes y 80 caballos y con ellos tomase la ruta de Potosí.
Pezuela tomó 60 oficiales y 800 soldados prisioneros, 8 piezas de
artillería, 1,500 fusiles, una mediana provisión y hasta los papeles de
los jefes independientes.
Más de 400 muertos y 600 heridos patriotas quedaron en el
campo de Charaguaitu; los realistas tuvieron 500 hombres fuera de
combate de los cuales 200 quedaron muertos y 300 heridos. Se cree
generalmente que esta batalla fué más sangrienta que la de
Vilcapugyu, y una de las más desastrosas en la guerra del Alto Perú.
Su pérdida en gran parte se debió a la demasiada confianza del
General Belgrano y a la disciplina é instrucción de las tropas reales,
veteranas, engreídas con sus repetidas victorias y mandadas por
jefes expertos y valientes y que tenían al frente tropas visoñas, poco
disciplinadas aunque de gran valor y extraordinario patriotismo.
Las consecuencias de esta notable acción de armas, fueron
demasiado notables para la emancipación americana.
Noviembre de 1896.
96
ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
COMBATES DE SAN PEDRILLO Y DE LA
ANGOSTURA
4 DE FEBRERO Y 10 DE ABRIL DE 1814
El Coronel patriota don José Antonio Alvarez de Arenales,
después de la derrota del ejército independiente en Ayuhuma el 14
de noviembre de 1813, donde concurrió con el contingente de tropas
que llevó de Cochabamba y Valle-Grande, se replegó a ese pueblo
con el objeto de unir sus fuerzas a las del Coronel don Ignacio
Warnes, que a la sazon gobernaba la provincia de Santa Cruz de la
Sierra.
Con las fuerzas que pudo reunir, todas procedentes de
Cochabamba y de Valle-Grande, el Coronel Arenales derrotó en
Chilón a las tropas que iban en su persecución y continuó, con más
calma, sus operaciones tendientes a restablecer la comunicación
entre Santa Cruz y las provincias del interior, cortadas por la
vigilancia de las partidas realistas.
Se le incorporaron en el Valle-Grande algunas montoneras,
logrando formar un buen batallón de infantería con 150 plazas,
armados de fusiles y dos escuadrones de caballería. Organizó
también las partidas sueltas que merodeaban en el país, cuyos
caudillos se pusieron a sus órdenes. Hay que hacer constar que el
que más le ayudó en estos trabajos, fué el patriota guerrillero don
Manuel Cárdenas que se le incorporó con las grandes partidas de
indígenas con que contaba.
Cuando el General en Jefe realista don Joaquin de la Pezuela, se
enteró de lo que en el oriente Alto-Peruano ocurría, temiendo las
consecuencias de esta creciente insurrección, destacó allí una
división de su ejército, compuesta de 600 veteranos escogidos de las
guarniciones de Chuquisaca, Cochabamba y Oruro, a la que dotó de
una sección de 4 cañones de montaña, y el comando de ella lo confió
al activo y muy acreditado jefe Coronel don José Joaquin Blanco,
recomendándole evite el acrecentamiento de las fuerzas del Coronel
Arenales, cuya actividad y prestigios temía.
Blanco marchó sin detenerse y encontró las fuerzas de Arenales
el 4 de febrero de 1814, en el lugar llamado San Pedrillo.
Arenales tomó posiciones en un sitio montuoso y accidentado a
fin de utilizar debidamente las pocas armas de que disponía, porque
los montoneros de Cárdenas, si bien eran numerosos, carecían de
armas de fuego.
97
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Blanco con arrojo, asaltó dos veces las posiciones de las que fué
rechazado, pero al tercer asalto huyeron los montoneros que
arrastraron a los demás en su fuga. Las tropas de Arenales se
batieron tres horas consecutivas y se rehicieron no lejos del lugar de
la acción, retirándose con relativo orden.
Los independientes dejaron en el campo de batalla 100 muertos,
muchos heridos y 23 prisioneros, los que así como los heridos fueron
fusilados en el momento; y a 3 jefes patriotas tomados, se les cortó la
cabeza en señal de triunfo, las colocaron en largos postes en los
caminos principales. Con esto la guerra a muerte y sin cuartel fué
declarada entre los adversarios beligerantes.
————————
Arenales tuvo pérdidas lamentables, muchas armas y pertrechos
de guerra con mas la artillería cochabambina, que quedó en poder de
los realistas, los que tuvieron también bajas de consideración.
El jefe patriota, con el resto de su gente, se retiró por el río de
Pulquina y atravesando la cadena occidental de los Andes comunicó
con los principales centros de insurrección en las fronteras del
Chaco, donde se puso al habla con el caudillo Humaña y en el Azero
y Tomina, donde tenía su comando el indomable guerrillero don
Manuel Ascencio Padilla.
El Gobernador de Santa Cruz Coronel don Ignacio Warnes,
auxilió a Arenales, pero no quiso someterse a su autoridad, a pesar
que era nombrado Gobernador de esas provincias, cargo que el
General Belgrano le confirió después de la derrota de Ayuhuma.
El Coronel Arenales tuvo que disciplinar las montoneras que
engrosaban frecuentemente su comando, porque los caudillos que
conocían los méritos y condiciones militares de este distinguido jefe,
comprendían que era deber de ellos ayudarlo en sus empresas.
Padilla fué el qué mas se distinguió en este.
Arenales hizo su Cuartel General en el pueblecillo de Abapó,
situado sobre la margen del río Grande ó Guapay y allí, al mismo
tiempo que vigilaba los desfiladeros que surcan la cordillera, pudo
reunir su partida que llegó a alcanzar al número de 204 infantes,
armados y dos piezas de artillería del calibre de 1 y de 2, con mas
algunos ginetes, fuerza con la que se proponía disputar a Blanco su
paso a Santa Cruz de la Sierra.
Allí Warnes había formado una división de 1,000 hombres de las
tres armas, situándose en la hacienda de Horcas, a 90 kilómetros de
Santa Cruz, vigilando los pasos de Herraduras y Petacas.
98
ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
Blanco vencedor en San Pedrillo, se dirigió a la ciudad,
internándose en la sierra, logrando trasmontarla a pesar de los
pantanos y otros mil obstáculos que hay que vencer para efectuar tan
difícil travesía.
El comandante don José Manuel Mercado, segundo de Warnes,
fortificó el lugar de Angostura ó Barandilla, y en ese sitio
inespugnable, construyó parapetos y otras obras de defensa; de
manera que era imposible pasar el río Piray que corre allí por el
fondo de la quebrada. Ayudado por el oficial Cuellar, derrumbaron las
laderas que bordean los desfiladeros, haciéndose impasable el paso
del río, cuyos vados son en ese lugar muy angostos y profundos y
demasiado peligrosos. Además desmontó todo el frente de las
fortificaciones, que era muy amplio para poder desde lejos divisar los
movimientos del enemigo estableciendo de este modo un buen
campo de tiro descubierto, de manera que por esa parte estaba
completamente impedido el paso de los realistas.
Apersibióse Blanco de los trabajos de fortificación que allí se
ejecutaban y tomando otra vía mas escarpada y penosa que la real,
venció los innumerables obstáculos que se opusieron a su marcha y
para engañar al enemigo hizo manifestaciones por el frente
fortificado, con artillería y caballería, y él entretanto, tomando la ruta
de los Espejos casi impracticable, descendió al llano, y vadeando el
río Piray en el Taruma, se presentó por retaguardia de los patriotas
que mandaba el comandante Salazar, los que sorprendidos al ver
que las columnas realistas avanzaban por la margen izquierda del
río, que estaba por ellos ocupada comprendieron que todas sus
obras de defensa quedaron inutilizadas, pero con todo hicieron frente
a los realistas y después de un porfiado combate se replegaron a
Horcas. Allí los siguió Blanco, de manera que tuvieron que retirarse a
Santa Cruz dejando su artillería.
Warnes que sabía que su fuerza era inferior a la de Blanco, en
número y en calidad, abandonó Santa Cruz, saliendo por el camino
que conduce al Pary, como para buscar al enemigo, pero
repentinamente tomó el de la cordillera para ir a incorporarse con el
Coronel Arenales.
Blanco ocupó la ciudad el mismo día, y después de algunos días
de descanso siguió el mismo camino que había tomado el coronel
Warnes, resuelto a acabar con la facción del oriente y no descansar
hasta encontrarse con Arenales y Warnes, que comprendió se
hallaban ya reunidos.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Guarneciendo Santa Cruz, para resguardarla de cualesquier
ataque de parte de los independientes, dejó allí al Comandante
Udaeta con 300 infantes y 100 hombres de caballería.
El resultado de esta campaña lo conocerán nuestros lectores, en
la relación que hacemos de la memorable batalla de “La Florida”.
1912.
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ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
COMBATES DE TARVITA
4 Y 19 DE MARZO DE 1814
Corría el mes de marzo de 1814, cuando el Comandante español
don Benito López que guarnecía el pueblo de La Laguna con 50
veteranos y las milicias del lugar, supo que andaba por las
inmediaciones del pueblo de Tarvita, la montonera mandada por el
guerrillero don Manuel Ascencio Padilla.
El Comandante López era valiente y se resolvió sorprender al jefe
insurgente, que de día en día aumentaba en prestijio y audacia y su
nombre era respetado en ese partido. Padilla no era hombre que se
dejaba sorprender tan impunemente y se anticipó al Comandante
López en sorpresa, de manera que el día 4 de marzo, lo encontró en
las inmediaciones de Tarvita.
El combate fué recio y obstinado, López contaba con soldados de
línea, bien armados y municionados, en tanto que los infantes y
húzares de Padilla eran reclutas inespertos y estaban armados de
cualquier modo.
Después de dos horas y media de encarnizada pelea, se vio el
jefe español arrollado por los insurgentes, los que por un costado, a
órdenes de Zarate y por el otro a las de doña Juana Azurduy de
Padilla, los envolvieron completamente; entonces el Comandante
López tuvo que retirarse al pueblo de Tarvita, dejando muchos
muertos y heridos en el lugar del combate.
Ocupó en el pueblo la casa del Cura, que era espaciosa y bien
construida; en un momento la fortificaron con barro y adobes,
formando sólidas aspilleras en las ventanas de un espacioso
granero, donde se parapetaron, sólidamente, para esperar a los
guerrilleros, los que no tardaron mucho en presentarse, siendo
recibidos con un fuego terrible.
Padilla cercó la casa, tratando de incendiar el granero, pero este
no ardía porque los techos estaban cubiertos de barro y no era fácil
incendiarlos a causa de que los sitiados lo impedían con sus certeros
disparos.
Exasperado Padilla al ver sus tentativas frustradas, concibió una
idea propia de su carácter audaz y su práctica en esta clase de
guerras.
Cogió una larga escala de madera y después de colocarla en uno
de los ángulos de la pared del granero, a fin de evitar las buenas
punterías de sus enemigos, con admirable audacia trepó sobre el
101
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
techo; provisto de una barreta practicó un agujero en la cumbre del
edificio, exponiéndose a los disparos que podían hacerle de adentro
del galpón: una vez agujereado el techo pidió un cesto de ají, el que
convenientemente sujeto al cañón de su fusil, con correas de cuero
mojado, fué encendido é introducido por el agujero practicado en el
centro de la habitación, de manera que quedó el cesto pendiente
como una lámpara.
El humo que se produce por ají se sabe que es asfixciante, y que
no hay ser humano que pueda resistirlo; así es que los realistas
medio ahogados, y cegados con el humo, se rindieron a discreción,
saliendo del granero con la imagen de la Virgen del Carmen que
ponían de su intercesora.
Padilla nada podía negar a su patrona y su victoria no fué
manchada con sangre, todos fueron perdonados.
Zarate que había permanecido en la reserva durante la refriega,
sin tomar parte en ella, porque tenía a su cargo a los prisioneros
tomados días antes en Tapala y los que tomaron ese día en Tarvita,
fué quien recibió a los prisioneros incluso al Comandante López,
estos no podían reponerse de la asfixia que les produjo el humazo
que les dio el Coronel Padilla.
————————
Pocos días después de esta gloriosa jornada, las avanzadas de
Padilla, tomaron una carta que de Chuquisaca dirijía el Subdelegado
don Manuel Sánchez de Velasco, al Comandante Benito López, en
ella le participaba su marcha con 110 hombres de línea, gente
veterana, con objeto de dar fin con la gavilla del insurgente Padilla,
previniéndole que no diera combate ninguno en tanto que no se
reuniera con él, limitándose a entretener con escaramuzas a los
montoneros.
Al momento que tuvo Padilla conocimiento de estas instrucciones, se aprestó para el combate; su fuerza había aumentado
en número y estaba mejor armada y municionada con el botín de
guerra cojido en Tarvita, así pues el día 19 se puso en marcha al
encuentro de los realistas y los avistó a una legua del pueblo.
Una vez descubierto el enemigo arremetió con el furor é ímpetu
irresistible. Sánchez de Velasco que no era militar, ni estaba
acostumbrado a estos percances, cuando vio como cargaban los
patriotas, escapó a uña de caballo del lugar del combate. Padilla que
lo vio fugar, rápido como el viento corrió tras él logrando como a una
legua de aquel sitio tomarlo prisionero.
102
ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
Sánchez de Velasco y demás prisioneros fueron enviados a la
Angostura, lugar donde Padilla tenía su residencia ordinaria y estaba
allí establecido su Cuartel General.
En este combate fué herido don Francisco López de Quiroga, hijo
de don Benito López, perdiendo un ojo en él. Este bizarro oficial
militó con éxito en el ejército real, después se hizo patriota, llegando
a ser General de Brigada en el ejército boliviano y tuvo el honor de
salvar la vida al General Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de
Ayacucho, herido en Chuquisaca en el nefando motín promovido por
algunos malos colombianos, en el cuartel de San Francisco, el día 18
de abril del año 1828.
Agosto 28 de 1912.
103
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
BATALLA DE LA FLORIDA
25 DE MAYO DE 1814.
I
Después del desastre de San Pedrillo, (4 de febrero de 1814)
donde el Coronel realista D. José Joaquín Blanco, derrotó al Coronel
patriota D. José Antonio de Arenales, éste se retiró al pueblecillo de
Abapó, situado sobre el río Guapay en el departamento de Santa
Cruz de la Sierra
Vamos a referir uno de los hechos de guerra mas heroicos e
interesantes, tanto por la importancia de él, cuanto porque la batalla
de la Florida se libró el 25 de mayo de 1814, como conmemorando el
gran día en el que el Coronel Arenales a la cabeza del viril pueblo de
Chuquisaca, cinco años antes de los sucesos que narramos, dio el
primer grito de independencia en la América del Sur.
Arenales de Chuquisaca al lado de los Monteagudo, Le moine,
Zudañes, La Iglesia, Mercado, Anívarro y otros prohombres, fué la
figura mas culminante de aquel gran suceso.
Arenales arrancó los cimientos de la monarquía española en
Chuquisaca y afianzó su obra en la Florida, en Cerro de Pasco, en su
admirable campaña de los cuarenta días de donde se puso en relieve
la figura del General Arenales, siendo el único General que con San
Martín y Lord Cochrane comparte la gloria de ella.
Arenales era español, pero su alma era americana. Por eso
abrazó la bandera de la patria regándola más de una vez con su
sangre generosa. Por eso su figura es digna de la inmortalidad.
Hablando de él un eminente historiógrafo americano dice: “Era
austero, estoico, adusto, tan precavido como audaz en sus
concepciones militares como metódico y tenaz en su ejecución,
reunía a un carácter recto un sentimiento profundo de la justicia y el
deber. Era duro en el mando con sus subordinados y todos le temían
y respetaban, pero cuando cometía una injusticia se apresuraba a
darles una satisfacción. Cuidaba de los intereses públicos más que
de los suyos.
No tenía más escolta que un ordenanza para su servicio y
custodia, ni más tren que un caballo de batalla y una mula de marcha
en que llevaba su lijero equipaje. El mismo ensillaba su cabalgadura
sin consentir que ninguno lo hiciera. Sabía herrar como un herrador
104
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de oficio, el mismo remendaba sus botas y su uniforme. Cuidaba muy
poco de su vestido y San Martín tenía cuidado de preguntar a uno de
sus hijos en que estado se hallaba el guarda ropa de su padre, para
hacerlo reponer sin que él lo notara; no recibió regalos ni obsequios,
jamás de nadie ni siquiera un ramo de flores. El mismo conducía su
provisión en una alforja, que se reducía a queso, pan y un pedazo de
carne fría. San Martín le llamada compañero y respetaba mucho sus
opiniones, permitiéndole franquezas que no toleraba a ninguno de
sus subordinados (“Mitre, S. Martín”). Tal es el retrato del Jefe de
armas de Chuquisaca en la primera revolución del año de 1809, y
que cinco años después venció en la Florida, como vamos a referirlo.
II.
Como dijimos antes, Arenales a fin de tomar la revancha de San
Pedrillo, se reorganizó en el pueblo de Abapó contando con un buen
contingente de patriotas con los que formó una división de ejército
compuesta de la siguiente manera:
1ª DIVISIÓN DE INFANTERÍA.
Comandante Diego de la Riva, Teniente Francisco López,
Subteniente Juan Ramón Loría.
2ª DIVISIÓN.
Comandante José Martínez de Hinojosa, Teniente Francisco
Zeballos, Subteniente Rafael Morales.
3ª DIVISIÓN.
Comandante Juan Coronel, Teniente Juan Carmelo, Subteniente
Angel Gutiérrez.
ARTILLERÍA.
Comandante Manuel Belzu, Teniente Pedro Guzmán,
Subtenientes Juan Córman y Patricio Duran.
PLANA MAYOR.
Ayudante Mayor Jacinto Garavito, Abanderado Antonio Quiroga,
Ayudante de Campo Juan Pablo López, Capitán agregado Toribio
Maldonado. Todas estas tropas que obedecían al Coronel Arenales,
fueron naturales de Cochabamba y del Valle Grande.
Los cañones con que contaba el ejército patriota eran cuatro, dos
del calibre de uno y dos del de a cuatro.
Arenales contaba con una fuerza de 800 combatientes.
El 11 de mayo tuvo noticia de que el Coronel D. Ignacio Warnes,
evitando medir sus escasas fuerzas con las del Coronel Blanco, que
le tomó la retaguardia, venía a incorporársele. Salió Arenales en su
105
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
protección y lo encontró a las nueve leguas, con la división cruceña
compuesta de 300 plazas, que unidas a las de Arenales sumaba
escasamente un total de 1,100 combatientes.
Las fuerzas del Coronel Warnes estaban organizadas de esta
manera:
Una columna de fusileros mestizos mandados por el Comandante
Salazar, dos compañías de “Pardos y Morenos” comandados por
Pedraza y un Escuadrón de caballería a órdenes del Comandante
José Manuel Mercado.
Todas estas fuerzas se componían de naturales de Santa Cruz y
obedecían las órdenes del Coronel Warnes.
Era D. Ignacio Warnes, hijo de Buenos Aires, donde inició su
carrera en el cuerpo Blandengues de Montevideo, figuró el 25 de
mayo de 1810, hizo la guerra del Paraguay y vino al Alto-Perú con el
General Belgrano quien lo envió de Potosí como Gobernador
Intendente a Santa Cruz de la Sierra.
Warnes era alto, bien formado, de aire natural y altanero, muy
sencillo en el vestir y de un carácter audaz y sumamente autoritario.
Activo, emprendedor y valiente hasta la temeridad.
Tales son los jefes patriotas que en oriente esperaban la invasión
de los soldados del General Joaquín de la Pezuela; que venían
comandados por el Coronel D. José Joaquín Blanco, según el decir
de entonces, el más bravo y audaz de los jefes del Ejército del Rey.
III
Una vez reunidos ambos caudillos, Warnes, reconociendo la
superioridad militar de Arenales, se sometió a su autoridad, y ambos
de común acuerdo, buscaron un lugar estratégico para esperar al
enemigo y hacerle sentir el peso de su poderosa indignación.
Entretanto el Coronel Blanco dejando en Santa Cruz al
Comandante Udaeta con 80 hombres, se fué en busca de Arenales
con una fuerza igual a la suya, pero superior en armas, organización
y disciplina. Blanco llevaba fuerzas veteranas acostumbradas a
vencer y le esperaban tropas visoñas pero llenas de valor y
patriotismo.
Arenales, cuyos conocimientos militares eran por todos
reconocidos, formó un admirable plan, al que se sometió en todo el
Coronel Warnes.
106
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Se hallaban los patriotas en un lugar en que se dividen las aguas,
formando los grandes sistemas hidrográficos del Amazonas y del
Plata.
Se hallaban colocados en el divorcie aquarum de los ríos
Pilcomayo y Guapay. Uno de sus flancos lo resguardaba
completamente la cordillera; marchaban por una inmensa llanura
cubierta de espesísima selva, y de esta manera sus movimientos
estaban completamente cubiertos y podían preveer los caminos que
podía tomar el enemigo, teniendo la libertad de detenerlo y obligarlo
a aceptar batalla en el terreno que juzgue conveniente.
El 24 de mayo avistaron a las tropas de Blanco, acampadas en
Pozuelos. Arenales que ocupaba la boca de un desfiladero, continuó
su marcha por él, dejando allí al Comandante Mercado con un
destacamento de observación en la entrada de éste.
El 25 de mayo al amanecer, llegaron los patriotas al pueblecillo
llamado “La Florida” situado en el río Piray de Cordillera. (No se
confunda este río con el Piray que pasa por Santa Cruz).
Este pequeño río unido al otro seco, toma el nombre de río de la
Florida. Este lugar fué el elejido por Arenales para esperar a su
terrible rival.
Allí se levanta una barranca como de dos metros de elevación.
En la margen derecha y al pié de ella, corre el río. Al frente se
estiende una especie de llanura; por derecha é izquierda bordeaban
el barranco dos cejas de bosque que lo coronan y al frente se ve un
gran descampe de terreno, que termina al sud con el pueblecillo de
“La Florida”.
Arenales emplazó su artillería en el lugar escampado, situando la
caballería en ambos flancos.
El mando del ala derecha la tomó el Coronel Warnes y el de la
izquierda el Comandante Diego de la Riva, con Warnes estaban los
cruceños y con Riva los cochabambinos y vallegrandinos. Al pié del
barranco se construyó una trinchera abrigo, cubierta con ramas y
arena, en ella se emboscó la infantería, rodilla en tierra, formada en
ala y esperando la voz de Arenales, que después de disponerlo todo,
colocado en el centro esperaba el momento oportuno del ataque.
A las 11 y media del día se percibió un nutrido tiroteo; era el
Comandante Mercado que desde larga distancia se retiraba
tiroteando al enemigo y contrarrestando sus cargas de caballería.
En cuanto lo divisó el Coronel Blanco se fué sobre Mercado y
este después de una porfiada resistencia tomó la fuga para
replegarse sobre su línea y atraer allí a Blanco con esta estratagema.
107
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Un cuarto de hora después asomó la cabeza de la columna
realista y al momento empezaron a desplegarse sus guerrillas.
La fuerza de Blanco se componía de 600 infantes, 500 caballos y
dos piezas de artillería del calibre de 4. Los infantes tenían buenos
fusiles y los ginetes lanzas, sable y carabinas.
Ya en el llano desplegó Blanco su línea de batalla lanzando
guerrillas por ambos flancos, apoyadas por fuertes trozos de
caballería a fin de envolver el flanco de los patriotas. Al mismo
tiempo empezó un nutrido fuego de cañón y en el momento la
infantería rompió un vivo fuego sobre toda la línea de batalla. El
combate estaba empeñado. ¡Eran las 12 del glorioso 25 de mayo!
La artillería patriota dirigida por Belzu, contestó el fuego,
disparando por sobre su oculta infantería, que permanecía inmóvil
con las armas preparadas.
Blanco, sin hacer caso del fuego de cañón avanzó sobre los
patriotas.
Ya las primeras guerrillas realistas empezaban a pasar el río,
cuando la infantería patriota, a una orden de Arenales, hizo una
descarga cerrada sobre las guerrillas realistas y repentinamente
puesta de pié, se lanzó a paso de ataque, para lo que la artillería dejó
de hacer fuego. “El avance fué tan rápido, tan uniforme y bien
ejecutado que quedó envuelta el ala izquierda enemiga la que se
puso en retirada”. (General Mitre).
Warnes al mismo tiempo y con el ímpetu del rayo cayó sobre los
realistas por el opuesto costado, nada pudo resistir su empuje,
desordenó la caballería real persiguiéndola hasta el pueblo de La
Florida.
Pero Blanco era un adversario digno de el, se rehizo en las calles
del pueblo y allí se trabó un rudo combate a sable, lanza y bayoneta;
la sangre de los realistas mezclada con la de los patriotas corría por
las calles y los peninsulares eran rechazados en toda la línea. En ese
mismo momento el valeroso jefe español cayó muerto de un balazo y
sin su presencia sus huestes se dispersaron por todas partes.
(Mitre-García Camba).
Algún cronista refiere, que el Coronel Warnes, vio al Coronel
Blanco y lo llamó a voces, ambos caudillos lucharon con
extraordinaria bravura, hasta que Blanco cayó atravesado de una
estocada. No nos atrevemos a afirmar este hecho que no es
imposible ni inverosímil, dado el valor de ambos jefes pero no esta
consignado en los partes oficiales de la batalla, que tenemos a la
108
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vista, ni esta apoyado ni consignado por los autores que hemos
consultado para escribir este artículo.
Arenales entusiasmado con la pelea emprendió la persecución de
un grupo numeroso de caballería y con demasiada imprudencia se
alejó del teatro de la acción.
Los enemigos cuando lo vieron solo volvieron caras. Eran once y
lo rodearon por todas partes, pudo desembarazarse de tres, pero al
fin fué derribado del caballo y acribillado de heridas; sus contrarios
creyéndolo muerto, continuaron la fuga.
¡El valeroso Coronel tenía catorce heridas de lanza, tres de ellas
le cruzaban el rostro!
Cuando sus soldados llegaron fué encontrado entre montones de
cadáveres y lo condujeron hasta la orilla del Piray, allí acudió el
Capellán y médico del ejército, el venerable patriota Fray Justo
Zarmiento, quien lo trasladó al campamento, donde sin exhalar una
queja, convaleció el heroico caudillo, merced a la solicitud del médico
Zarmiento, y el cuidado de sus camaradas, los que el primer día de
su convalesencia le presentaron dos banderas, dos cañones y
noventa y nueve prisioneros.
Tuvieron los patriotas muchos muertos y heridos y los realistas
cien muertos, noventa y nueve prisioneros y numerosos heridos.
Al día siguiente de esta gloriosa batalla el Coronel D. Ignacio
Warnes tornó a Santa Cruz abandonando a sus compañeros de
gloria y lo que es peor dejando moribundo al ilustre Jefe que lo había
recibido con muestras de sincero afecto. La conducta de Warnes fué
muy censurada por los patriotas y aun por los extraños.
IV
La batalla de La Florida aseguró por algunos años, el dominio de
los patriotas en el oriente del Alto-Perú, sirviendo demasiado a los
intereses de la revolución.
El Gobierno de Buenos Aires celebró con entusiasmo tan
espléndida victoria. Un grado efectivo fué acordado a los oficiales
que concurrieron a la batalla, y el Coronel Arenales promovido a la
clase de General.
También se decretó un escudo de honor cuyo fondo era blanco,
con vivos azules. Lo rodeaban una inscripción que decía: “La Patria a
los defensores de La Florida”, y hasta hoy una de las mejores calles
de Buenos Aires, lleva el nombre de “Calle Florida” en recuerdo de
tan glorioso triunfo.
109
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Tal fué la notable jornada con la que el General Arenales celebró
el aniversario del primer grito de la emancipación americana que él
había acaudillado en Chuquisaca el 25 de mayo de 1809.
En ambas gloriosas fechas la historia ha grabado con caracteres
de oro, el nombre del ilustre guerrero, del austero soldado, que tanto
hizo en pro de la emancipación de un mundo, haciendo suya la
causa de la libertad Sud-Americana.
Tarija, mayo 25 de 1911.
110
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1ª BATALLA DE CARRETAS
2 DE MAYO DE 1814.
El notable caudillo patriota don Manuel Ascencio Padilla, en
combinación con los guerrilleros Umaña y Suárez, consiguió reunir
un buen número de fuerzas en el partido de La Laguna y afuer de
combinaciones estratéjicas, marchas y evoluciones logró que los
realistas que ocupaban esa zona, se apartasen de ella.
Estos en su retirada incendiaron los pueblos de Barbechos,
Capactala y San José. Luego pasaron al Villar y acosados por los
montoneros, pasando por La Laguna y Tomina, continuaron su
retirada a la ciudad de La Plata, seguidos por Padilla que fué tras de
ellos hasta el pueblo de Yamparaez. De allí regresó al pueblo de
Tarabuco, donde esperó el desarrollo de los sucesos, entre tanto
Umaña esperaba en La Laguna, sin avanzar ni retroceder, órdenes
del Coronel Padilla.
——————————
El General en jefe del ejército real don Joaquín de la Pezuela,
veía con desagrado el incremento que tomaban las montoneras del
partido de La Laguna, Tomina y Azero, merced al constante y
poderoso influjo que les daba Padilla. La audacia de este no tenía
límites, asaltaba las partidas realistas, se apoderaba de las
poblaciones, alejaba los ganados y acémilas, quemaba el forraje, se
llevaba los víveres, en fin hacía todo cuanto fuera hostil y lesivo a los
opresores de su patria. Los pueblos de esa región idolatraban a su
caudillo, de manera que sus órdenes se cumplían sin dilación y todos
los movimientos del enemigo, por insignificantes que fuesen, los
sabía en el momento.
Pezuela decretó el exterminio de Padilla, para lo que dispuso que
el Coronel don Sebastián Benavente con el aguerrido cuerpo que
tenía a sus órdenes, pase del partido de Cinti que guarnecía, al de
Tomina y diese fin con Padilla y su partida de montoneros. Al mismo
tiempo acordó que el Comandante Ponferrada, al que nombró
Gobernador de La Laguna, marche a su destino con una fuerte
columna de caballería.
Cuando estas fuerzas llegaron a su destino, Padilla escaramuzeaba contra el uno y el otro, sin comprometer con ellos
combate alguno de carácter serio y solo con el objeto de descubrir el
número y la pujanza de sus adversarios. En efecto se convenció que
111
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
tenía que habérsela con 350 infantes y 250 ginetes toda gente
veterana, de línea, bien equipada y municionada.
Pero Padilla era demasiado impetuoso, carecía de prudencia y
jamás veía el peligro y se afrontaba a cualesquier enemigo por
superior que fuese su fuerza a la suya, de ahí la mayor parte de los
desastres y su total perdición como hemos de ver en otra parte.
Cerca del pueblo de Pomabamba encontró a los realistas y sin
poderse contener los atacó rudamente, siendo destrozada su partida
en un momento.
Los realistas tomaron Pomabamba y con inaudita crueldad,
después de saquearla y entregarla al pillaje, la incendiaron
completamente el 29 de marzo de 1814.
A pesar de este contraste Padilla auxiliado por Umaña, volvió a
atacar a los realistas cerca de Tarvita, y derrotado nuevamente fugó
con los restos de su partida hasta la Angostura. Los realistas
después de incendiar los pueblos de Tarvita y Uliuli, y viendo que el
lugar de refujio de Padilla era inaccesible, tornaron a La Plata
cargados de un gran botín.
Poco después, como llevamos dicho, Padilla salió de la
Angostura, dejó a Umaña en La Laguna y emprendió campaña sobre
Chuquisaca, llegando a Tarabuco en los últimos días de julio del
citado año.
Con nuevos refuerzos salió de Chuquisaca el 1º de agosto el
Coronel Benavente, en alcance del guerrillero, quien el día 2 lo
esperaba posicionado en el cerro de “Carretas” serranía que esta
situada entre los pueblos de Tarabuco y Yamparaez, muy
accidentada y que en la guerra de la independencia, era el núcleo de
las montoneras que operaban entre La Plata y los partidos de
Tomina y el Azero.
Benavente se presentó el día 2, al pié de las posiciones elegidas
por Padilla, que eran verdaderamente inespugnables y aunque el
asalto fué demasiado vigoroso, mas lo fué la resistencia. De repente
el cerro se llenaba de polvo y parecía iba a desquiciarse, enormes
piedras arrancadas de su base é impelidas por los guerrilleros,
aplastaban a los asaltadores, que caían deshechos al abismo.
Después del estampido de los fusiles y de la artillería, el ruido de las
hondas y el desapacible sonido de los pututus, formaban un
estruendo infernal y confundían a los peninsulares, que después de
repetir los asaltos sin obtener resultado ninguno se retiraron a su
campamento.
112
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En la noche recibió Padilla algunos refuerzos; su comando que
había sufrido algo en el ataque, fué engrosado con 1,900 honderos
que le trajo Juan Guallparrimachi, de manera que permaneció en su
posición.
Al día siguiente se renovó el ataque. ¡Cuatro días de admirable
lucha! Los realistas recibían refuerzos de Chuquisaca, los que se
estrellaban contra las fuertes y bien construidas trincheras de los
insurgentes y a pesar de sus esfuerzos no podían desalojarlos de
ellas.
El día 6 se suspendió el combate y ambos contendientes
permanecieron en sus campamentos. Benavente en este intervalo
consiguió seducir al indígena Pedro Altamachi, quien le enseñó un
desfiladero por el que sin ser sentido, podía flanquear
sorpresivamente las posiciones de los patriotas.
El ataque se reanudó el 7 en la noche. Todo reposaba en calma
en el campo de los guerrilleros, cuando los realistas a pié y con la
mayor cautela, treparon por el tortuoso y angosto desfiladero que les
enseñó el traidor, y sorpresivamente asaltaron el campamento, por el
sitio que estaba ocupado por la división de doña Juana Azurduy. Esta
sorprendida, resistió bizarramente el ataque, auxiliada por los honderos de Guallparrimachi, que en lo más recio del combate cayó
muerto de un balazo.
Padilla acudió al lugar del peligro y resistió con denuedo pero
como estaba completamente flanqueada su posición y amenazada
su retaguardia, tuvo que retirarse del campo de batalla, pero fué
matando muchos enemigos y tomándoles dos Falconetes y una
espigarda de tres varas de largo y algunos fusiles.
La pérdida de los patriotas fué de poca consideración y se lloró
mucho en el campamento la muerte de Guallparrimachi, que era muy
querido, por su valor y prendas personales; Padilla y su esposa lo
amaban como a su hijo y el los reconocía como a sus padres, puesto
que jamás conoció otros, de manera que en mucho tiempo no se
consolaron de su pérdida.
El doctor Manuel Sánchez de Velasco, en su notable obra
“Memorias para la historia de Bolivia, desde el año de 1808”, libro
que existe manuscrito en el rico Archivo de la “Sociedad Geográfica
Sucre”, en la ciudad de ese nombre, al ocuparse de este hecho de
armas dice lo que sigue: “La mujer del Comandante Padilla desplegó
tan varonil animo que asistía en los ataques y servía en ellos aun
dirijiendo un cañón de artillería sin miramiento a su gravidez, así es
que fué titulada Coronel y aun recibe premio del Estado”.
113
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Tal fué la primera batalla de Carretas, que duró siete días; esta
acción es una de las mas notables libradas por los guerrilleros, los
que se retiraron sin ser perseguidos, porque los vencedores
quedaron mas destrozados que los vencidos.
Junio de 1912.
114
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ASALTO DE LA PAZ
14 DE SEPTIEMBRE DE 1814.
Gobernaba despóticamente la Provincia de La Paz don Gregorio
Hoyos, Marquez de Valde-Hoyos, hombre duro, injusto y sanguinario,
que permitía que los secuaces del Rey de España, ejerciesen todo
género de hostilidades y depredaciones en las personas y bienes de
los habitantes de esa comarca, que tenían el pecado de ser
calificados como patriotas, para esto no había mas ley que el
capricho del Gobernador. El 22 de septiembre de 1814, se recibió en
La Paz una alarmante noticia; los insurgentes de Puno comandados
por el Cura don Hildefonso Muñecas y el Coronel don Vicente Pinelo,
se dirijían a marchas forzadas sobre la ciudad de La Paz.
Valde-Hoyos reunió un Consejo de Guerra y en él se propusieron
dos puntos concretos: O retirarse con las fuerzas que guarnecían la
plaza a la ciudad de Oruro, donde estaba a la sazón con su ejército,
el General realista don Juan Ramírez y Orosco, o fortificarse en la
ciudad y sucumbir en la demanda. Esta última proposición fué
aceptada por la mayoría del Consejo y desde ese momento
empezaron a hacerse trabajos de defensa para precaver cualesquier
asalto o golpe de mano de parte de los guerrilleros.
Estos se presentaron el día 22 en los altos de la ciudad,
descendiendo hasta el lugar llamado “Munaipata”, donde establecieron su campamento. Ese día y el siguiente abrió Muñecas
negociaciones con los patriotas de la ciudad, a fin de que procurasen
que el pueblo se pronuncie por la santa causa de la independencia
invocada por ellos, pero era tanta la vigilancia que el Gobernador y
su policía desplegaron, que poco ó nada pudo conseguirse en ese
orden, a pesar de que varios patriotas habían logrado salir de la
ciudad escalando las trincheras para ponerse al habla con los
independientes.
Los realistas redoblaban su vijilancia y fortificaban sus parapetos,
esperando de un momento a otro la llegada del auxilio que habían
solicitado del General Ramírez.
El 24 a las 6 de la mañana rompió Pinelo los fuegos de artillería:
avanzando los infantes, y los ginetes, que echaron pie a tierra, por
diferentes direcciones a fin de dar un asalto general a las trincheras.
Pronto se generalizó el combate y era aterrador el estruendo de las
descargas de artillería y fusilería, mezclado con el toque de arrebato
en todos los campanarios de la ciudad, los hayes de los heridos, el
115
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
desapacible sonido de los pututus de los indios, que entraron con
Pinelo y los gritos de los combatientes. A pesar de su corto número
desplegaron un valor inaudito que lograron los guerrilleros desalojar
de algunas trincheras a los defensores de ellas, los que se
replegaron a la plaza mayor, donde el combate tomó un aspecto
indescriptible. Al fin los cholos acudieron en auxilio de los soldados
patriotas, y los parapetos y las trincheras fueron entonces desechas
como si un ciclón hubiese pasado por allí. Un puñado de bravos
soldados realistas resistió haciendo heroicos esfuerzos hasta las tres
de la tarde, hora en que tuvieron que asilarse en la iglesia Catedral y
la plaza fué ocupada por los independientes.
La victoria fué completa y en la heroica ciudad de Murillo
resonaron los vítores a la patria, en aquella misma plaza regada con
la sangre de los protomártires de la libertad, siete años antes. Los
realistas asilados en la iglesia se rindieron al fin, y para salir de ella a
la prisión que les estaba destinada, tuvieron que pasar entre los
grupos del pueblo, el que se indignó al ver a Valde-Hoyos, al que
odiaban a muerte. Un cholo le descargó un garrotazo en la cabeza, y
brotó la sangre de la herida, la que fué destreñida con un pañuelo
que aplicó en ella el bravo y generoso cura Muñecas que lo llevaba
del brazo, y sin más inconveniente llegó el odiado marqués a su
prisión. Todos los que combatieron por el Rey en clase de tropa,
fueron puestos en libertad, quedando en prisión solo los jefes.
Con el placer de la victoria el populacho se embriagó y
recordando recientes agravios, manchó su victoria saqueando las
casas de los principales realistas. El saqueo solo duró dos horas y
Muñecas, Pinelo y los demás patriotas, con dificultad pudieron
contenerlo.
Después de este triunfo se sucedieron muchos desórdenes, con
lo que sufrió bastante la población, pero este relato no nos
corresponde hacer, porque no esta comprendido en nuestro
programa, que es solo estudiar las diferentes acciones de guerra de
esta épica lucha por la independencia patria. Así pues concluiremos
este relato diciendo que Pinelo y Muñecas hallaron conveniente
abandonar la ciudad, pretextando la aproximación del ejército del
General Ramírez, que en efecto poco tiempo después ocupó La Paz
en nombre del Rey de España.
Agosto 27 de 1912.
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ACCIÓN DE ACHOCALLA
2 DE NOVIEMBRE DE 1814
Pinelo y Muñecas salieron de La Paz y se situaron en el
inmediato pueblo de Achocalla, con objeto de observar los
movimientos de la división del General Ramírez, quien venía de
Oruro en socorro de La Paz.
A la aproximación de este jefe, sus audaces enemigos
resolvieron presentarle batalla y el 2 de noviembre de 1814, se
situaron en las inmediaciones de Achocalla, resueltos a disputarle el
paso a la ciudad.
La formación de batalla adoptada por los patriotas era la de un
cuadro muy irregular. La izquierda la apoyaban en el barranco de la
quebrada que baja al río de La Paz, su retaguardia la protejia el cerro
de Chacaltaya y a la derecha, en la extensa llanura, diseminaron
partidas de guerrillas a pié y a caballo, que mandaban Monroy, Carri
y Carreón, siendo Pinelo y Muñecas los encargados del mando del
mas fuerte trozo del ejército, que había sido engrosado con un buen
número de voluntarios que con ellos salieron de La Paz.
Ramírez dividió su ejército en dos fuertes columnas de ataque,
poniéndose él a la cabeza de una de ellas y confiando el mando de la
otra al Coronel González de Socasa.
En este orden avanzaron contra los patriotas. Estos rompieron el
fuego de su artillería, que no causó gran daño en las filas realistas,
los que contestaron también con un nutrido fuego de artillería con sus
cañones de a 4, y en seguida acometieron los infantes con tan
terrible furia que no pudieron resistir los guerrilleros y la victoria se
pronunció por las armas realistas.
El General Ramírez tomó 148 fusiles, toda la artillería y la
bandera revolucionaria que trajeron del Cuzco.
Muchos fueron los prisioneros tomados en esta acción de guerra,
de estos algunos fueron pasados por las armas en el mismo campo
de batalla, y los mas fueron ejecutados en La Paz, que ese mismo
día ocupó el General vencedor.
Agosto 28 de 1912.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
2ª BATALLA DE CARRETAS
4 DE ABRIL DE 1815
El primer día de abril de 1815, la agitación y el terror reinaban en
la ciudad de Chuquisaca.
Por todas partes se veían aprestos militares, reclutamientos
forzosos, de hombres y de caballos, impuestos de dinero, arrestos y
persecuciones de los calificados por patriotas, y en fin todo aquello
que se siente cuando esta próximo a verificarse algún acontecimiento
notable.
Era el caso que desde los últimos días de marzo, se recibían
frecuentes avisos de que el insurgente Padilla, con un considerable
número de fuerzas, se aprestaba para asaltar Chuquisaca, y que el
30 de marzo ocupó Tarabuco y al siguiente día Yamparaez.
Presidente de la Real Audiencia de Charcas era entonces el
Brigadier don Miguel Tacón, el que no tenia ni espíritu ni ánimo
suficiente, ni tampoco ejército numeroso como para poder afrontarse
a su terrible rival, de manera que su acción se limitaba a engrosar su
guarnición, formar cuerpos de cívicos y hacerse de los recursos
precisos para un caso que él temía; permaneciendo entre tanto, en
una estricta defensiva.
Pero fué el caso que el 31 recibió, casi juntamente con la noticia
del avance de Padilla, un oficio del Coronel realista don Pedro
Antonio Rolando, que noche antes había ingresado en el pueblo de
Yotala, con una fuerte división que conducía a Potosí, en el que le
anunciaba la aproximación de Padilla a la capital y que en vista de su
apurada situación, le ofrecía su apoyo contra el terrible insurgente.
Tacón lleno de jubilo aceptó en el acto la cooperación del Coronel
Rolando, decidiéndose por la ofensiva resueltamente, y dando
órdenes a Rolando de que sin entrar en la ciudad, fuese a esperarlo
en un lugar llamado Lloke-kasa, donde él se le incorporaría con las
fuerzas de su mando.
Este sencillo episodio que apuntamos en nuestro estudio militar,
es uno de los mas curiosos de la época; el pinta el carácter de ella,
haciendo ver por una parte el fanatismo y por otra el espíritu liberal
del pueblo; ya empezaron esa lucha que aun vive latente entre
nosotros.
El pueblo, es decir esa masa proletaria, que vive de su trabajo y
con su trabajo, que ve siempre para él un porvenir sin mirajes ni
118
ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
perspectivas risueñas, era patriota; como estaba oprimido veía en la
emancipación del dominio de la metrópoli, una esperanza; por eso
simpatizaba con los guerrilleros y los amaba porque eran hombres de
su clase y de sus mismas condiciones sociales: ellos habían salido
de su seno.
La juventud que se instruía en los claustros de la Universidad
Mayor de San Francisco Xavier, era patriota. Su altivo carácter no
admitía un señor absoluto, no quería ser gobernada por un monarca
de quien la separaba un Océano y en nombre del que sus satélites
cometían toda clase de abusos y depredaciones. Amaba la libertad
como se ama a la lumbre del sol que alumbra y vigoriza la creación y
como al aire que se respira. Pero toda esa gente que se decía noble
y tenía en sus manos la fortuna del país, envuelta entre viejos
pergaminos, era goda, así como los mas furibundos realistas eran los
sacerdotes del Altísimo, que veían en el Rey la imagen de Dios en la
tierra, cubierto siempre de aquel poder absoluto emanado del cielo;
de aquel derecho divino en cuyo nombre hacían barbaridades y
abominaciones sin cuento, indignas de su ministerio.
Pero en honor de la justicia diremos que en el clero de esa época
han existido eminentes republicanos, ardientes patriotas y sabios
eclesiásticos, llenos de virtudes evangélicas a los que debe mucho la
revolución redentora.
Decidido Tacón a salir contra los insurgentes contando con apoyo
tan poderoso como el de Rolando, encomendó el gobierno de la
ciudad, al Oidor de la Real Audiencia doctor Manuel José de Reyes,
dejando una guarnición de 25 escopeteros al mando del Teniente
Coronel Manuel Boza.
El ejército del Brigadier Tacón, se componía de los siguientes
cuerpos: Escuadrón “Dragones”, mandados por el Teniente Coronel
don Pedro Echeverría; Escuadrón “Lanceros”, a las órdenes del
Teniente Coronel don Francisco Ostria; las primeras compañías del
batallón de “Fernando VII” y las de “Pardos” formaban un buen
cuerpo de infantería, mandado por el Coronel don Francisco Maruri.
Más dos piezas de artillería del calibre de uno. Todas estas unidades
las formaban soldados veteranos de línea.
Por otra parte: El escuadrón de “Voluntarios distinguidos,”
compuesto de jóvenes é individuos particulares adictos a la causa del
Rey y mandados por el Alguacil Mayor de la Real Audiencia de
Charcas y Coronel de milicias don Manuel Antonio Tardío y Agorreta.
Un escuadrón de “Lanceros Urbanos”, formado de comerciantes,
artesanos, y gente tomada de la guardia urbana ó de milicias,
119
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
mandado por don Pedro Cárdenas. A estos cuerpos podemos
llamarles la división civil.
Pero aun contaba Tacón con otro cuerpo especial de tropas al
que podemos llamar eclesiásticas y eran las siguientes:
Un escuadrón de “Caballería lijera”, comandada por el Provisor
Eclesiástico y cura propio del beneficio de Miculpaya doctor Felipe
Antonio Iriarte; Cuatro escuadrones, mandados respectivamente por
los curas; don Claudio Alba de Quila-Quila; don Gregorio Arzabe, de
Yotala; don Mariano Huerta de Yamparaez, y don Juan Manuel
Manzano de la Palca de Copavillque.
Era de ver, dice un cronista, marchar esos escuadrones con sus
curas al frente los que estaban bajo el mando inmediato del más
bravo y caracterizado de ellos, que lo era el Provisor Iriarte.
Tal era la formidable falange militar, civil y eclesiástica, que a las
órdenes del Brigadier Tacón y su Mayor General, Coronel don
Manuel Valle, iba a desplomarse sobre los bravos guerrilleros del
Coronel Padilla.
Al amanecer del 2 de abril de 1815, todas estas fuerzas formadas
en la plaza principal de Chuquisaca, fueron revistadas y proclamadas
por su General en jefe, desfilando luego por el camino que conduce a
Yamparaez. En Lloke-kasa los esperaba el Coronel Rolando, y en el
mismo día a horas 12 llegó la fuerza realista al pueblo de
Yamparaez, de donde se retiraron los patriotas lentamente,
perdiendo terreno palmo a palmo y escaramuceando sus guerrillas
de caballería, con las de los “Lijeros” del cura Iriarte, que iba a la
vanguardia2.
Tacón descansó el día 3 en Yamparaez, formando su plan de
operaciones y el 4 a la madrugada salió en busca de los patriotas
que lo esperaban posesionados en el ya famoso cerro de Carretas.
El ejército de Padilla, si tal nombre puede darse a su montonera
se componía de: Un Escuadrón de “Caballería lijera”, mandada por el
Comandante don Jacinto Cueto; el batallón “Leales” mandado por
doña Juana Azurduy; el famoso batallón “Cazadores de Infantería”,
tan temible en el combate por lo certero de sus disparos, mandado
por el Capitán Torres y un cañón de a cuatro, manejado por Berdeja.
2
Todas las noticias referentes a la formación de las fuerzas del ejército de Tacón,
estan tomadas del parte oficial pasado por este al General Pezuela de este hecho de
armas y se encuentran en el archivo de la “Sociedad Geografica Sucre,” en las
Memorias de Odriózola.
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ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
Luego las columnas mal armadas de Miranda, Serna y Zalazar, y
las montoneras de indios armados de chuzos, hondas y makanas,
comandadas por Carrillo y Callisaya, que mas servían para hacer
bulto engañando al enemigo en el momento del combate.
El 4 a las 10 de la mañana, Tacón movió su campo y se detuvo
en la finca de Ichupampa, situada al pié de la serranía de Carretas,
con objeto de arreglar su plan de batalla, y estudiar las posiciones de
los patriotas: notó que en el camino real llamado de la abra, se
habían formado dos líneas cortas de infantería, con objeto sin duda
de resguardar el paso del desfiladero, cubierto de montoneros y muy
abundarte en galgas. Por este lugar podían los independientes tomar
la retaguardia de los realistas y Tacón confió la defensa de este
importante punto, al Provisor Iriarte, el que se colocó allí con su
escuadrón, el del Coronel Tardío y Agorreta, el del cura Manzano y
50 fusileros de infantería mandados por el Capitán Agustín Rivas.
En el último cerro de la izquierda se formó la línea realista en
batalla, porque en la cumbre de esta eminencia y subsiguientes,
bullían los montoneros. Rolando a la derecha, Ostria al centro y
Maruri a la izquierda de la línea, la dirijían, y la sostenían en las
extremidades de ambas alas, los “Lanceros” y los “Dragones”.
Empezó el combate que fué porfiado y sostenido con vigor por
una y otra parte, tres asaltos consecutivos fueron rechazados por los
guerrilleros, que en medio de un griterío infernal y un certero fuego
de infantería, empujaban enormes pedrones que parecía que el cerro
se venía abajo, tal era el ruido que producían las galgas que
destrozaban a los soldados de Tacón y Rolando. Al fin después de
cinco horas de un continuado combate, la división de Rolando, nervio
principal del ataque, acompañada de los cuerpos de Ostria y Matuti,
lograron tomar el flanco derecho, asaltando las posiciones y
parapetos de los guerrilleros y combatiendo con ellos cuerpo a
cuerpo, los que se retiraban de un lugar para dominar otro. Al fin los
soldados de Ostria con su jefe a la cabeza, lograron dominar por
completo las posiciones enemigas, llegando a la cumbre de ellas.
Los guerrilleros se retiraron en buen orden hasta el pueblo de
Tarabuco, pasando de allí a Soropaya, en cuyas fuertes posiciones
Padilla se detuvo esperando a sus adversarios, que no pasaron de
Tarabuco.
Al fin Padilla cansado de esperarlos, se retiró al pueblo de
Tacopaya donde encontró al Coronel Arenales, que procedente de
Valle Grande lo esperaba en ese lugar, y ambos caudillos sin ser
molestados, siguieron su viaje a La Laguna.
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BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
Rolando de Yamparaez regresó a Potosí con su división
destrozada y Tacón a Chuquisaca, donde mandó habilitar algunas
casas para que sirvan de hospital de sangre, por haberse llenado con
los heridos del combate de Carretas, el hospital de San Juan de
Dios.
La 2ª batalla de “Carretas” hizo temblar a los tiranos y dio más
renombre y fama al valeroso y popular caudillo Coronel don Manuel
Ascencio Padilla.
Junio de 1912.
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