Volver a Ítaca premio regional de poesía 11 rodulfo figueroa 2013 biblioteca c h i a pa s Rafael Tovar y de Teresa presidente del conaculta Manuel Velasco Coello gobernador del estado de chiapas Arbey Rivera Juan Carlos Cal y Mayor Franco director general del coneculta-chiapas Susana del Pilar Utrilla González coordinadora operativa técnica Marco Antonio Orozco Zuarth director de publicaciones CH 861.44 R621 V944 Rivera, Arbey Volver a Ítaca / Arbey Rivera. — Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México : CONACULTA, CONECULTA, 2014. 148 p. ; 21 cm. (Colección Biblioteca Chiapas ; Serie Premio ; 11) ISBN 978-607-7855-78-1 Premio Regional de Poesía Rodulfo Figueroa 2013 v Volver a Ítaca I. POESÍA CHIAPANECA — SIGLO XX © arbey rivera utrilla D.R. © 2014 Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Paseo de la Reforma 175, Col. Cuauhtémoc, 06500, México, D. F. Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas, Boulevard Ángel Albino Corzo 2151, Fracc. San Roque, 29040, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. [email protected] ISBN: 978-607-7855-78-1 impreso y hecho en méxico — 2014 — A mis padres y abuelos, a mis hijas, a mis hermanos y hermanas (en especial para Anabelí). A la gente de mi pueblo. Presentación He de confesar que siempre he sentido fascinación por la historia de Ulises y de su patria, Ítaca. Esa historia fantástica, llena de aventuras y de peligros que Homero retrató en La Odisea cuando “después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo”. El comienzo del poema nos presenta a Odiseo solo, y habrá de recorrer el mar y vivir todo tipo de aventuras, conocer nuevos territorios, nueva gente, la ira de los dioses y la obsesión de alguna diosa, incluso el canto de las sirenas que hace que los hombres enloquezcan. En la Ítaca de Homero hay preocupación del héroe por el estatus social, el objetivo del héroe es conseguir el honor, que se manifiesta a través de signos externos: la posesión de riquezas, y lo hace porque “sería gran ventaja llegar a mi propio país con las manos llenas y obtendría más afecto y respeto de todos los hombres que me vieran llegar así a Ítaca”. Pero el verdadero significado de Ítaca es algo mucho más íntimo y sencillo, un espíritu que Kavafis, milenios después de la historia de Homero, supo reflejar perfectamente en el maravilloso poema “Ítaca”, del que Arbey Rivera incluye a manera de epígrafe en este poemario. De aquí que haya que mencionar que en Volver a Ítaca, de Arbey Rivera, se desarrolla una transtextualidad a partir de la Ítaca de Homero y de la “Ítaca” de Kavafis. 9 Arbey Rivera Ítaca es el camino, Ítaca es la vida misma. La vida es lo mejor que tenemos. El concepto de Ítaca encarna el concepto de la sabiduría, de lo que aprendemos a lo largo de nuestro Prólogo camino y nuestra existencia, de lo que vamos acumulando poco a poco con nuestras vivencias y nuestros recuerdos, aquello que siempre llevamos con nosotros mismos. En la Ítaca de Arbey Rivera, la aventura se realiza en tierra Tengo la impresión de que quienes aman bajo el influjo pro- firme, a lomo de caballo a veces, a veces a pie desnudo. La digioso de la poesía son doblemente amados. Que abrazar a consigna es recordar (del lat. recordare [cf. it. ricordare], con- un poeta es un misterio y, a su vez, leerlo es abrazarlo. Así, formado por el prefijo re ‘de nuevo’ y cordare que proviene con esa sensación de epopeya misteriosa, es que llegó hasta de cordis ‘corazón’), volver al corazón, para poder Volver a mí la Ítaca de Rivera; un poeta que sin duda ha encontrado Ítaca. Así recuerda “con los tallos secos de la milpa hacíamos el camino de ida y vuelta a las Ítacas más intrincables del trampas para atrapar palomas” y como él mismo dice: “era lenguaje y el silencio. una especie de juego necesario de la infancia”. Volver a la infancia para poder hacer poesía. Volver a Ítaca es un viaje en el que el poeta nos invita a adentrarnos en los laberintos míticos de una realidad que, de En Volver a Ítaca, de Arbey Rivera, Eolo llega a través de tan antigua, se vuelve reciente. Ítaca también es la búsque- la ventana, desordena las cosas y vuelven los recuerdos a da, la esperanza del encuentro, la meta de una utopía que través de cada cosa que nombra: la luz, el café, la música, el sucede desde las primeras páginas. Una epopeya, un canto a río, la casa, el mundo. la identidad. La niebla y la bruma traen “el sonido voluptuoso del re- Recuerdo que el día que conocí al poeta Arbey Rivera me cuerdo”, de alguna Circe que se lee entre líneas, y hace que se invitó a subir a lo alto de un faro. Era casi medianoche y no vuelva Hades el propio corazón hasta que “había llegado el había manera de escapar a tal propuesta. Llovía, la luna estaba tiempo en que los dioses habían decretado que volviese a Ítaca”. oculta, y las pocas luces que existían estaban a varios kiló- Ítaca es el camino y la mejor manera de leer el poemario metros de ahí. A mí me aterraba. Pero para él —como desde de Arbey Rivera, Volver a Ítaca, es dejándose llevar por la magia entonces, ahora lo descubro— “los faros son relámpagos”, así del texto o enfrentándonos directamente a él. que fue fácil convencerme. Primero subimos lentamente aten- mirtha luz pérez robledo Comitán, Chiapas. Febrero, 2014. 10 diendo a mi inseguridad, pero no tardé en quedarme atrás por el miedo a la noche y las alturas. Pretexté tomar una fotografía desde ahí, a él eso pareció ya no importarle: cual marinero 11 Arbey Rivera Volver a Ítaca experto en noches de tormenta, Arbey subía las escalinatas paso. Una conversación en pausa, retomada para descifrar y llegaba al final del faro con una facilidad digna de aplauso. el crecer de uno mismo y desde otros. Un irse madurando Desde ahí me gritaba: —Un día me iré a Ítaca navegando en como la misma tierra: crines de caballo. Ahora veo que no mentía. Esa noche tomé la foto de la que he perdido cuenta, pero lo que no he perdido todo era grande en aquel tiempo: los árboles, el río, las piedras, desde entonces, es la imagen de aquel poeta inquieto, esperan- también los colibríes con su ansiedad inmensa por beber en la do con urgencia ver pasar los barcos para Volver a Ítaca, volver, flor del platanar con su gran pico. porque el recuerdo de haber crecido “a la orilla de un pueblo que nació en la ribera de un río, que a su vez sigue naciendo El poeta nos pinta con palabras la apacible serenidad del al pie de una montaña, que nace entre la sierra” lo alienta por pueblo y, a su vez, la bravía búsqueda de lo que se supone las noches como un lícito delirio, a volver a su adorada Ítaca. perdido. Los hombres a lomo de caballo, las mujeres que sin Y así lo hizo, logró volver a Ítaca a través de cada una ser Penélopes eran Penélope, las piedras, las aves. Y de esa de las letras de este poemario, y en su noble afán nos subió manera tan augusta y sencilla a la vez desfilan, con la gracia a todos al barco para enseñarnos, en cada verso, la mítica de un árbol que crece lentamente, los diversos personajes; alegoría del pasado que se cruza con el presente; el poder los habitantes con rostro y los muchos héroes: Anabelí, de los antiguos mares y los actuales ríos, la tenacidad de los don Gregorio, don Tasho (el oráculo que mira al cielo), un modernos Ulises y la timidez de las eternas Penélopes. Nos incansable suceder de reales vidas dentro de esta aldea, que enseñó a sortear a los cíclopes (amantísimos de sí mismos), a el poeta hizo bien en rodear de misterio y montañas, para ver la propia vida como varias vidas, y somos tan libres que que los amantes se pierdan en oscuridades deseables y “las nos vamos con la facilidad de quien sube sobre un barco de gitanas lean las manos de los indecisos”. papel, a buscar nuestras propios Ítacas. Y todo, visto desde la intimidad de las ventanas nutridas de tiempo. Ventanas que visten de rojo las casas descoloridas. No había lágrimas en los ojos de los que se marchaban; atrás Ventanas ojo que ven llover la vida desde afuera. quedaron sus muertos, ellos tampoco lloraban; sabían que los pinos volverían a crecer sobre las tumbas. A través de las ventanas de una casa se puede ver hacia afuera o hacia adentro del mundo… Y de uno mismo. Un peregrinar por el tiempo y la memoria, ¿o quizá la desmemoria?, de las letras concebidas en el fuego, de una Y finalmente, el viaje que de tan anhelado: inconcebible, palpitante migración donde el corazón va guiando cada de tan desconcertante: ansiado, de tan agitante: apacible. Los 12 13 Arbey Rivera valientes que van y vienen en una vorágine de caballos y guerra; las niñas que huyen con los hombres mayores, y la euforia, la vibrante escena de uno mismo como tripulante de este portentoso viaje a Ítaca. Una Ítaca viva: una nueva odisea esperando a todos los Ulises que vamos hacia ella. Aída Valdepeña Cuautla, Morelos. Febrero, 2014. v 14 Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. Kavafis v Volver a Ítaca Volver a Ítaca 1 En un relincho iban montados los hombres; a pie iban los caballos. Jalaban las mujeres a los jamelgos sin nombres. Todos buscaban un pueblo entre aisladas montañas de la Frailesca. 21 Volver a Ítaca Arbey Rivera 2 3 Todos migraban de una tierra que ya no tenía Tierra, de una Nací en tiempo de la maduración de los cafetos, época en casa donde los sueños se cayeron al pozo. Los árboles que- que las lombrices salen de la tierra para no morir de frío, daron resguardando gotas de rocío en su hoja más tierna. apretadas bajo las piedras. Mi madre tenía una herencia No había lágrimas en los ojos de los que se marchaban; atrás de tristezas, mi padre un cafetal y la persecución de sus quedaron sus muertos, ellos tampoco lloraban; sabían que hermanos. Nací a la orilla de un pueblo que nació en la los pinos volverían a crecer sobre las tumbas. ribera de un río, que a su vez sigue naciendo al pie de una montaña que nace entre la sierra; a pesar de su largo transitar sigue fluyendo aquel río. Mi pueblo es Ítaca sin nombre; es una leyenda no escrita en grandes pergaminos. 22 23 Volver a Ítaca Arbey Rivera 4 5 Le pregunté a mi madre sobre mi nacimiento; sus ojos se Ítaca está en el corazón del recuerdo. Ítaca es el corazón del camino. llenaron de lágrimas. Mi abuelo viajó un día, con otros abuelos que en ese —Fue una dura época —dijo— Ítaca viajaba en lomo de tiempo no tenían hijos ni tierras. No sabían de Ítaca pero caballos, iba de pueblos a ranchos aislados. Caminos reales y buscaban un pueblo que no existía. Lo hallaron a la orilla veredas se abrían entre las poblaciones. Ítaca estaba en el camino, de un río. Ítaca estaba en el corazón del caminante. En el lomo de los caballos, montados, iban los hombres y las mujeres, por los caminos. 24 25 Volver a Ítaca Arbey Rivera 6 7 Algunas mujeres también fueron a la lucha por la tierra que Mi madre aprendió a escribir en las cenizas. Trazaba cír- buscaban; nadie se llamaba Penélope, pero todas tejían espe- culos y rayas en el fogón de tierra. Así aprendió también ranzas y batían pozol a la orilla del camino. Todas, junto a sus a leer el fuego y a entenderlo. En el pueblo nadie había es- hombres, iban como diosas de compañía entre la polvareda cuchado hablar del ave fénix, pero sabían que el fuego es que dejaban los caballos. el corazón de una casa. Por las noches, mi madre ocultaba la última brasa en la ceniza; le habían enseñado a revivir la llama, contándole en secreto el aliento de los sueños. Redondas, como la primera letra de su nombre, salían las tortillas del comal. 26 27 Volver a Ítaca Arbey Rivera 8 9 Mi padre supo desde niño que las semillas son el corazón de Con el paso del tiempo uno vuelve a recorrer ciertos cami- esta tierra. Sembró el ombligo de sus hijas al nacer, junto a los nos, algunas vastedades por donde se nos fueron los ojos, árboles frutales; los de sus hijos quedaron amarrados en las de tan lejanas. Este camino real, después de veinticuatro crines de los caballos. La tierra y el camino pasaron por su años, sigue siendo travieso como un niño, deja piedras cabeza en aquellos momentos de embriaguez y necesaria luz. por doquier para que el caminante se detenga, involuntariamente, a tragar polvo y recuerde que cuando era niño Dios estaba en el camino para ayudarlo a levantarse. 28 29 Volver a Ítaca Arbey Rivera 10 11 Cuando era niño el mundo comenzaba en el patio de la casa. Con los tallos secos de la milpa hacíamos trampas para En las calles se hacía fiestas y peleas. Acontecía todo cerca de atrapar palomas. Era una especie de juego necesario de la la casa. El mundo terminaba ahí donde los cerros se unían infancia para contribuir con el sustento: frutos, hierbas, con el cielo; todo era grande en aquel tiempo: los árboles, el raíces y palomas. El cielo comenzaba donde los cerros río, las piedras, también los colibríes con su ansiedad inmen- llegaban a su fin. Lo único que no tenía fin era el camino. sa por beber en la flor del platanar con su gran pico. Un día comenzamos a sentir que el mundo era más grande; se hizo más angosto el río, dejaron de cantar los colibríes en el patio y en mis ojos quedaron sólo huellas de pequeños recuerdos. 30 31 Volver a Ítaca Arbey Rivera 12 13 A mi pueblo llegaron los gitanos y los circos, llegaron los A mi pueblo llegaron los coyotes. Llegaron los mineros bandidos, llegaron los soldados. Magia, miedo y muerte ha y los insecticidas, a pesar de los contaminantes todavía pasado por el pueblo y en sus calles todavía pasa el viento crece pasto en los potreros y en los campos de cultivo, las levantando a los caídos. sonrisas de las flores amanecen con aquella esperanza de que un día, regresen las cigarras. 32 33 Volver a Ítaca Arbey Rivera 14 15 A mi pueblo llegó la luz eléctrica y los cables se llenaron de Por aquí pasa un pueblo; un río a carcajadas zumba su zanates. Mi pueblo tiene una hondonada donde cabe el co- murmullo blanco entre las piedras. Por allá, una monta- razón de los desesperados. Tiene una honda cicatriz donde ña corre verde. A paso lento van los hombres rumbo al un día se hacinaron los muertos a festejar la vida. Mi pueblo cafetal, hacia la milpa que florece en el faldeado de los es un señor a caballo, es un niño que juega en el polvo de la cerros. En un relincho van los hombres, al despuntar el vida cotidiana. Es un gavilán que, de vez en cuando, silba a alba, rumbo a Ítaca. las mujeres que lavan ropa en el río; las despluma en el agua, las convierte en sirenas. Mi pueblo tiene voces de espuma, de polvo y polen amarillo. 34 35 v Palomas y gitanos Volver a Ítaca Anabelí Anabelí es una paloma del campo, es una gitana que partió de niña a las montañas. Lleva años viajando en el recuerdo, en el aroma blanco del cafeto. Anabelí conoció la playa sin estar nunca en el mar y se volvió sirena en el llanto de su madre; era una niña y por su cuerpo nunca pasó el tiempo. Se fue a cuidar los granos más pequeños de arena, en el camino que da al sur, se fue a jugar a las escondidillas debajo de las piedras. Anabelí no tuvo fantasías, su vida fue tan breve y real como su muerte. 39 Volver a Ítaca Arbey Rivera Don Gregorio El ciego Viejo y encorvado, don Gregorio, ya sin dientes, va silbando Don Tasho miró una nube y en ella a una muchacha. en el camino. Espanta moscas con su mano y con su rostro Desnudas mujeres bajaban del cielo en los ojos de don espantaniños va sonriendo por la calle. Imagina que arrea los Tasho. Nada había en sus ojos y siempre tenía buenas caballos, en su mente siempre mata vacas y las despelleja. visiones. Un día cerró los párpados y dentro de ellos se Don Gregorio ya no come carne, la piel es lo que le gusta y escondieron las muchachas, se desnudaron con él, mien- no para cubrir del frío su propia piel envejecida. Es el primer tras dormía la eternidad por el camino. artesano del pueblo y ya está muerto. Ahora en los desfiladeros, algunos zopilotes han de extrañar que las desbarrancadas vacas no estén tan suavecitas, al zamparles los primeros picotazos. 40 41 Volver a Ítaca Arbey Rivera Betotonto Nahual En su infancia alguna enfermedad no conocida le hizo sen- En mi pueblo aún se cree en los nahuales. Un día descu- tirse insecto y perseguir la miel de algunas flores. Un día brieron a una vaca que mudaba de piel en un desfiladero; descubrió que el azúcar tenía un sabor similar y levantaba era el tío Goyo con su ágil cuchillo; le ganaba el mandado uno por uno los granulitos blancos tirados en el suelo. Si lo a las aves de rapiña. hubiera visto Dios, levantando con ternura y gratitud aquel maná, no habría permitido que por dulce le llamaran Betotonto; le hubiera dado el nombre de Moisés o de algún israelita de la Biblia. 42 43 Arbey Rivera Volver a Ítaca El jinete Borromeo con rabia Había un jinete sobre un caballo blanco, de vez en cuando se Borromeo fue mordido por un perro. En mi pueblo los escuchaba el calabaz, calabaz de los cascos. Las yeguas ama- perros ladran más con el calor sofocante de la primavera; necían trenzadas de la crin. Huían las mujeres y los hombres, se ponen iracundos de calor y en ocasiones, a pedradas si caminaban por ese mismo rumbo o se cubrían la cara con fueron sacrificados porque tenían rabia. Amarrado en un la cobija si en las noches lo oían pasar por el camino en luna árbol, aquel hombre, se había puesto iracundo porque no llena. Nadie le vio nunca la cara, sólo un sombrero negro, había doctores ni vacunas y comenzó a ladrar para que negro como el misterio. las autoridades de salud pudieran socorrerlo. 44 45 Volver a Ítaca Arbey Rivera Los novios De gitanos y migrantes En tiempo de brama o de amor, hombres y mujeres salían Las gitanas iban de puerta en puerta, leían las manos de a noviar por la lomita de la iglesia. Si querían formalizar la los indecisos a cambio de un puño de granos de café. A relación, en ocasiones, lo más fácil era robárselas de casa y mi pueblo llegó el circo y se fueron los niños al monte; llevarlas al monte. Ahí se hacían el amor como los gatos o las trabajaban en el campo para hacerse hombres. Algunos palomas, acurrucados en la hierba. A los tres días volvían, terminaron siendo gitanos o migrantes por el norte. La con la cabeza baja; pedían perdón a los papás de la mucha- tierra era pequeña y en los cerros, las piedras florecían cha, se ahorraban los gastos del festín y la luna de miel. más que las semillas. 46 47 v La primera casa Volver a Ítaca A las escondidillas En aquel tiempo llegaba el amanecer en el silbido de los pájaros. Por la tarde, la luz del sol entraba a través de la ventana; se metía como una culebra amarilla hasta el fondo del cuarto. Ahí se quedaba un rato solo, debajo de la cama, donde los ratones y los niños jugaban los domingos a las escondidillas. 51 Arbey Rivera Volver a Ítaca Señales Por la casa pasa un río Frente a la puerta de la casa pasaban barcos, Por la casa pasa un río sin agua, grandes navíos de papel hacían de la calle hay un canto de lirios bajo el cimiento de mi casa, un río, un mar, un puerto. piedras redondas sacadas desde el fondo, Los aguaceros comenzaban cuando sonaba un trueno; guardan en secreto los rumores. era una señal para los barcos. De tanto en tanto, se escucha un crepitar; Eran faros, los relámpagos. son los años alojados en las puertas de madera, en el barro colorado del adobe y en las vigas. En las vigas de taray iban entrando las polillas como entraban las mujeres al molino de maíz. Por mi casa, ha pasado a voz de río un vocerío. 52 53 Arbey Rivera Volver a Ítaca Casa rota Sombras Un día la casa quedó rota; Los ratones de la casa abrieron agujeros los duendes que jugaban a tejer alegría, detrás de las paredes pero el sol ya no cabía. cerraron las ventanas y comenzaron a jugar a los ahogados. Los insectos del jardín borraron las sonrisas de las flores. Como una barca hundida, la casa se quedó en el fondo. La estancia se llenó de sombra y húmedas paredes El polvo de los años comenzó a jugar a los fantasmas borraron el olor del café y la canela. en las habitaciones. La casa sin jardín estaba muda; todavía me asombro de todo lo que un día fue mi casa de la infancia. 54 55 Arbey Rivera En los confines Ella tenía corazón de barro; latían la tierra y el río, el pasto seco crepitaba en sus paredes, figurillas de piedra se incrustaban en los adobes rojos. v Mi casa acorazada de recuerdos, mi casa abandonada en los confines. Ay, mi casa sola y blanca, carcomida de ausencias. Ventanas 56 Volver a Ítaca 1 El tiempo ha pastado como un animal vivo en los escombros del muro; se ha detenido en la mirada de esta casa; la ventana es un ojo de cristales rotos; a veces la luna entra a beber el vacío de la taza de café, en una mesa donde sólo las polillas se reúnen. A veces alumbran las estrellas el rincón favorito de la araña que teje en silencio, su trampa silenciosa. Desde esta ventana, alguien ha visto la tarde y ha llorado un instante, al ver pasar la vida en un abrir y cerrar de ojos, en el galope luminoso de un relámpago. 59 Volver a Ítaca Arbey Rivera 2 3 Desde esa ventana alguien ha visto el invierno; el humo blan- Por los ojos de esta casa se puede ver cómo nace la luz, co de la respiración intangible de los muertos, la mancha gris desde su primera sonrisa de niña iluminada, hasta su úl- de los recuerdos que se quedan adheridos al sonido de los tima sombra estacionaria. El verano es un espejo de agua pasos que van y vienen por la avenida fría. Al invierno nadie que refleja la musicalidad líquida del día. Por la ventana debe pedirle que deje de ser frío. Es su condición de niebla y de estos ojos, basta mover pendularmente la mirada sobre escarcha, el aura que le da la perfección de su blancura. una gota de agua, para ver destellos de luciérnagas. El llanto es la premonición de la nueva claridad. La algarabía. 60 61 Volver a Ítaca Arbey Rivera 4 5 He tirado semillas de la ventana hacia el jardín. Quiero que mi La casa necesita una mano de pintura. No es posible que última casa tenga un jardín de colibríes o palomas, da lo mis- los cuadros sólo sirvan para tapar agujeros y descarape- mo cuando se está solo en una casa con ventana grande y no ladas cicatrices. Si alguien quiere entrar a vivir en esta se mira algo en el vacío de su patio. Ningún pájaro se asoma a casa, es necesario que traiga una ventana nueva en los comer alpiste ni las hormigas salen de su escondite por temor ojos, que venga con una brocha gorda en la mano y sus a la lluvia que ya viene… en esa nube gris, inmensa. heridas repelladas. 62 63 Volver a Ítaca Arbey Rivera 6 7 En esta casa ahora vive un monstruo que al amanecer agrade- En esta casa no entra el viento. Suena afuera la tormenta ce la luz, bebe café, escucha música y confía en el mundo con que silba, la lluvia golpea fuerte las tejas de barro y mu- la inocencia de un niño, con la obstinada maldad de un dios. cho más adentro ya nada se escucha; ni siquiera silba afuera el viento. Hay un aleteo de pájaros. 64 65 Volver a Ítaca Arbey Rivera 8 9 Las casas son maravillosas, te cubren de la lluvia y el calor, te A través de las ventanas de una casa se puede ver hacia brindan una mesa, un sofá para el cansancio, una cama para afuera o hacia adentro del mundo… Y de uno mismo. amar el cuerpo. Son maravillosas estas cavernas modernas donde el mismo mono de hace siglos sale y entra todos los días, huyendo de las fieras que ha llevado dentro de sí toda la vida. 66 67 v Buscando casa …De nosotros depende que el paso del tiempo no estropee las señales que hay escritas en las piedras y que el huésped que los años anuncian no encuentre la casa abandonada, y oscura, y triste. Miquel Martí i Pol Volver a Ítaca Corazón El corazón de mi casa no está aquí ni lo llevo conmigo. Ha de estar en un sitio, en un lote baldío que no sabe mi nombre, en un muro inconcluso donde chocan los sueños. Un día ha de llover y, de seguro, crecerán nuevas flores en un cántaro. 73 Arbey Rivera Volver a Ítaca Casa en renta Casa arrendada Esta casa no se vende; Esta casa no se renta; hay hormigas en los muros alguien que no soy yo ni eres tú y no hay luna adentro. está soñando adentro. Las ventanas están rotas y hay piedras destrozadas, termitas invisibles devoraron los recuerdos. 74 75 Arbey Rivera Volver a Ítaca Casa en renta 2 Casa en renta 3 Esta casa no se vende; Se renta esta ventana fueron cancelados los recibos de luz puedes mirar a solas, desde afuera, y la música en la radio ya no suena. el silencio que reina en las habitaciones, Nadie podrá entrar a esta casa embrujada de ausencia. puedes sentir el frío de la luna Nadie podría pagar el precio que se cayó en las noches de esta casa apagada. y nadie supo, desde adentro, devolverla a su sitio. 76 77 Arbey Rivera Volver a Ítaca Casa en renta 4 Casa en renta 5 Se renta esta ventana Se alquila una silla con tardes rojas, desde la cual usted podrá mecerse incluye lluvia y sol. como un niño de cuna; Usted deseará no irse nunca de esta ventana. los años pasan volando en esta silla. Módico precio: Si usted tiene buena intuición se prohíbe llegar tarde a la tarde. verá las huellas de los que alguna vez, ahí soñando, transformaron su mundo. 78 79 Arbey Rivera Volver a Ítaca Casa en renta amueblada La perla Se comparte la cama; Mi casa es una concha de luz todas las noches usted puede dormir que descubrió su perla, a pierna suelta o bien acompañado; hay un mar en la pared y allí algún canto de pájaro en las ramas los barcos navegan verticalmente, o nido de conejo en sus raíces siguen el trayecto de las arañas debió tener esa caoba. que alguna vez soñaron con ver el mar El lecho es especial; y tender su tela de una palmera a otra, todos los días, si usted gusta, de una orilla del cielo hasta la luz del faro; puede levantarse con el pie derecho. yo las observo columpiándose en su tela mientras una mujer duerme a mi lado hamaqueándose en un sueño profundo. Mañana despertaremos juntos y veré en sus ojos los arañazos más tiernos y diáfanos del alba. 80 81 Arbey Rivera Creación Volveré a esta casa para desenterrar mi corazón. Ésta es mi casa. Ella vino una mañana, le puso nombre a las cosas; dijo paz y cesaron los disparos, v dijo fuego y las sombras se rindieron, dijo amor y floreció la tarde. Acomodó las nubes y los cuadros, instaló como traviesa niña el canto de los pájaros en la ventana y dijo música. Abrió las puertas de esta casa y la luz se hizo. 82 La odisea nueva Volver a Ítaca I Hay caballos rodantes que viajan de mi pueblo, repletos de jinetes, no es secreto ni táctica de guerra. Son camiones que parten hacia el norte. Les dijeron que allá existe otra Ítaca más rica que la tierra donde yacen sus ancestros. No sabían que en el río la vida suele irse. No sabían que en el fondo del desierto está la sed cantándole a la muerte. 85 Volver a Ítaca Arbey Rivera II III Hay silencios en el camino real Hay corazones rotos como granos de maíz en la cocina; de los hombres que se fueron de mi pueblo. son las niñas que un día huyeron con un hombre por el camino real y se perdieron. Algunos ya no regresaron. Se cansaron de encontrar abandonados Se encontraron con un nuevo camino, por todos los que de Ítaca se fueron se tiraron a las aguas de otro río, sin un barco de papel. buscando barcos o caballos para cruzar el río y el desierto. Aquellos que pudieron llegar al otro lado Se cansaron de esperarlos, de jugar a buscar el paraíso del no volverán nunca o de seguro están bordando el sueño del regreso en la frontera. amor que es otra Ítaca lejana a la que, a veces, no se puede ir acompañado. 86 87 Volver a Ítaca Arbey Rivera IV V Hay nuevos Odiseos que cruzan las calles y caminos Hay siluetas misteriosas que se ocultan sin encontrar a Ítaca. bajo la sombra ágata de las noches. Tal vez alguna niña de ojos tristes, con un beso, Junto al río, les costuró la voz a algún silencio, los amantes cultivan el estruendo del agua tal vez ya se olvidaron de la mirada dura de los cíclopes que va, que fluye y no regresa; y van hacia la milpa sin machete. el deseo de los cuerpos es más grande Y van sin el consejo de las diosas, a perderse. que el sonido voluptuoso del recuerdo. 88 89 Volver a Ítaca Arbey Rivera VI VII Hay canciones de abandono que suenan en la radio. Hay una plaza con arbolitos y niños en el centro del pueblo Las mujeres se quedaron a tejer esperanzas junto al fuego, donde los pájaros no han querido hacer nido ni canciones a cuidar el corazón de la casa en sus recuerdos, por temor a ser blanco de las piedras, relatando a sus hijos los caminos de la odisea nueva. por temor a ser blanco del hambre y la belleza. Sabían que en la sierra cada día son extintos los caballos; Hay historias de amor que no se ha escrito en esta plaza. ya no pueden llevar a Ítaca en su lomo, De seguro vendrá la primavera porque es grande y más ancha la tarea. y verá florecer tulipanes y rosas cuando el pueblo levante la cosecha. Existe la gran piedra donde niños y niñas descubrieron el secreto de un beso pero todo se guarda, cual furtiva alegría, debajo del recuerdo. 90 91 Volver a Ítaca Arbey Rivera VIII IX Hay un cántaro lleno de colibríes en el patio de este pueblo; Hay silencios no descifrados por el río. florecen bajo la lluvia, enraizados en el aire. Hubo hombres que nunca se marcharon; Son arcoíris que zumban un instante en la mirada se quedaron a dormir en el principio del camino, y desaparecen llevándose el néctar de su canto, se quedaron abrazando en su mirada, su ternura de niños, la flor blanca del cafeto, su espanto de gorriones movido por la luz de los relámpagos, la futura cosecha de las rojizas uvas. por el estruendo brutal de las pedradas. 92 93 Volver a Ítaca Arbey Rivera X XI Hay burbujas de espuma Hay ladridos lejanos en el hocico de los perros, que el río deja en la raíz de los amates. cazadores furtivos de la muerte. Los que encuentren el camino hacia este pueblo, Dueños de muchas calles, hay borrachos oirán el silencio si levantan una piedra. que van contando su odisea de caminos. Hay veredas donde el tiempo guarda los misterios; Hay heridas que en la vida no se curan los murmullos trashumantes de la vida. y se hacen cada día más eternas, son las huellas de la ausencia y del olvido; la señal de que Ítaca está viva en su recuerdo. 94 95 Volver a Ítaca Arbey Rivera XII XIII Hay un canto de polillas en los pájaros Hay una campana rota que dejó su canción abierta al que carpinteros hacen con su pico un nido. viento desde aquella mañana cuando todos se fueron. Hay un canto de palabras y olvidadas promesas de los que se marcharon. Ya no hay frío, Las polillas son como los niños al nacer, indefensas y tiernas, quedó el calor de mayo merodeando las almas se alimentan de la leche en polvo de las vigas que subían sudorosas el camino. que sostienen el peso de la casa. Quedaron los gritos del adiós, En última instancia, la madera apolillada sirve las cristalinas lágrimas se unieron al río para avivar el fuego y perpetuar en la llama una esperanza. como una procesión de peces invisibles. Quedó la carretera con su grava gris invadiendo la cuenca después del aquel incendio del roblar, después de aquella inundación de la ciudad, después de aquella migración de todos los Ulises de mi pueblo. 96 97 Volver a Ítaca Arbey Rivera XIV XV Hay ausencias en las calles empedradas Hay huellas en las piedras del camino de los niños que se fueron de mi pueblo. de los que vuelven cada día a Ítaca o de aquellos que de Ítaca se van; Algunos ya no regresaron. siempre llevan en su pecho aquel relincho Los atrapó una ola en el camino, y no descansarán esos caballos los conquistó otra Ítaca sin nombre hasta que bajen todos los jinetes, y se olvidaron de montar a los caballos. a morirse de vejez o de imprudencia en los caminos. Y se detenga el corazón, como un navío. Y sepan que ya no hay Ítaca en sus ojos, en esa mar llamada Muerte y no Penélope o María. 98 99 Contenido Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Volver a Ítaca 1 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Palomas y gitanos Anabelí . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Don Gregorio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El ciego . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Betotonto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Nahual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El jinete . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Borromeo con rabia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los novios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . De gitanos y migrantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 11 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 39 40 41 42 43 44 45 46 47 La primera casa A las escondidillas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Señales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Por la casa pasa un río . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Casa rota . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sombras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . En los confines . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ventanas 1 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Buscando casa Corazón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Casa en renta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Casa arrendada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Casa en renta 2 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Casa en renta 3 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Casa en renta 4 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Casa en renta 5 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Casa en renta amueblada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La perla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Creación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La odisea nueva I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . III . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51 52 53 54 55 56 59 60 61 62 63 64 65 66 67 73 74 75 76 77 78 79 80 81 82 85 86 87 88 V . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . X . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XIV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99 La edición estuvo a cargo de la Dirección de Publicaciones del CONECULTA-Chiapas Corrección de estilo / Liliana Velásquez Diseño y formación electrónica / Mónica Trujillo Ley Volver a Ítaca se terminó de imprimir en abril de 2014 en Talleres Gráficos de Chiapas, en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez. Los interiores se tiraron sobre papel cultural de 90 kg y la portada sobre cartulina couché de 169 kg. En su composición tipografica se utilizó la familia Nofret. Se imprimieron mil ejemplares.