Victoria republicana, La - La esfera de los libros

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Los diarios robados
del presidente de la Segunda República
Niceto Alcalá-Zamora
LA VICTORIA REPUBLICANA
1930-1931.
El derrumbe de la monarquía
y el triunfo de una revolución pacífica
Prólogo
STANLEY G. PAYNE
Edición
JORGE FERNÁNDEZ-COPPEL
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Preliminar
E
l pensamiento y aun la tarea de escribir mis memorias surgieron hará más de un decenio, por los motivos que en el encabezamiento de aquéllas figuran. Después, el curso de mi vida, que aun
pareciéndome a mí sencilla, ha tenido alternativas que todos juzgarán novelescas y elevaciones que a mí el primero me parecen asombrosas, no ha hecho si no fortalecer por días aquel designio convirtiéndolo en un deber imperioso. La rectificación, que en muchos
periodos es formación de nuestra Historia, tropieza entre otras graves dificultades con la rareza de memorias, cultivo intenso en otros
países, islote de vegetación, cuando no desierto en España. En medio de esa llanura, rara y sin árboles, mis recuerdos constituirán, sobre todo para ciertos acontecimientos trascendentales, un elemento
de juicio necesario y de eficacia ante la probable carencia de otros
elementos similares.
La tarea que me impuse y que intensificada prosigo va hasta
ahora esencialmente dividida en tres partes de diferenciada estructura, que se corresponde en cada una con la respectiva posición del
autor frente a los sucesos. Lo primero son las memorias que, comenzando por recuerdos de espectador en que se va reflejando el proce-
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so formativo del que relata, llegan en el gradual, aunque rápido, desarrollo de vida y carrera, a revelaciones de actos que ya con eficacia
creciente interviene en los sucesos históricos. La segunda parte, la
que comienza hoy, 17 de mayo de 1932, abarca el periodo (revolucionario y constituyente) estrictamente revolucionario y constituyente republicano, en que por la fuerza de las circunstancias y sin
haberlo buscado con insistente ni deliberada ambición me toca ser
protagonista humilde, pero protagonista al fin. Esa cumbre histórica
de mi existencia termina por extraño que yo parezca, el día mismo
en que me eligieron presidente de la República, y ello por dos razones distintas y acordes: la una objetiva, que en tal fecha promulgada
la Constitución y designado su guardián, el ritmo y el interés pasional se encauzan y serenan; la otra subjetiva, porque aún para mí mismo, por ser la Historia acción más que rango, el papel se amortigua
y desdibuja encerrado en la imparcialidad discreta, en la pausa correcta de la Presidencia. Desde ese momento empieza mi dietario,
tercera parte de los recuerdos en los cuales vigía, observador siempre
y director excepcional, en su caso de los hechos, aporto mi testimonio, mi impresión o mi comentario que en vez de obra totalmente
trabada sea material para que otro la fragüe y componga.
Así como la situación frente a los acontecimientos, el grado,
intensidad y forma de mezclarme en ellos, determina la traza y
presentación distinta de cada una de las tres partes, siendo la actual
la que más se parece a un bosquejo de Historia, aunque fragmentario en el contenido y unilateral en el enfoque, la misma fundamental divisoria ha ido determinando el tiempo en que he acometido cada uno de los trabajos. Para las memorias iniciadas ha
muchos años, detenidas reflexivamente en 1923, a terminar, según
mi plan en el presente año, he procurado siempre la perspectiva de
una lejanía compensada por la fidelidad constante de un recuerdo
en que la distancia, tamizando los hechos, conservase los de más
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interés y redujera el error de exageración visual con que solemos
mirar las magnitudes, engañosas del instante. Para el dietario, aportación a otros trabajos, su índole y destino de efemérides imponían
llevarlo al día, y así lo comencé el 12 de diciembre de 1931, y lo
practicaré sin descanso si Dios me lo permite. Este relato del periodo revolucionario por mí vivido requería hacerlo cuando ya el
total periodo histórico estuviese definido, pero cuando aún estuviesen vivas las impresiones y fijos los detalles de los sucesos cuya
magnitud es tal y tan indudable que la medida próxima no teme al
riesgo de equivocación en las rectificaciones de mañana. Para todo
evento tuve la previsión, aun en las horas de inquietud anhelosa y
esfuerzo abrumador, de fijar por escrito hechos, actitudes o manifestaciones que conviniese puntualizar con exacto reflejo en el
momento de producirse. Cuando esos apuntes o cuartillas que siguieron inmediatamente al hecho relatado hayan de intercalarse en
la exposición presente, irán siempre señalados por nota.
Ya que he hablado de los límites que encuadran el periodo
revolucionario y constituyente de la República y fijé su final claro
en el 10 de abril de 1931, pondré el mojón más discutible de su
comienzo. En el enlace graduado y causal de los hechos podría
remontarse muy lejos el comienzo del periodo revolucionario, aún
más allá de la dictadura y tal vez de la agitación militar de 1917,1 y
aun sin ir tan lejos, los alzamientos frustrados y las intentonas fre-
1
El año 1917 puede ser considerado clave en la historia de España del
siglo xx. La aparición de las Juntas de Defensa divide al Ejército; la guerra
europea, a la sociedad española.Todo esto unido a la primera huelga general
que se produce en España, con un balance final de noventa muertos, es el
preludio de unos años convulsos que desembocarían posteriormente en la
división de España en dos bandos.
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cuentes contra el gobierno Primo de Rivera, son prólogos difícilmente separables de la revolución republicana. Sin embargo, en la
necesidad de fijar una fecha forzosamente arbitraria como todo
corte del tiempo, he escogido la caída del dictador porque en ella
y con motivo de ella precisamente se ahonda y muestra la escisión
entre los que antes luchábamos contra un absolutismo confundido
con el del rey. Desde entonces quedan más pasivos los que acarician como esperanza o admiten como resignación transacciones
con la realeza y los que vamos de frente contra ella, viendo en ella
la entraña de la dictadura y el obstáculo a la legalidad constitucional. Pero sobre todo para el que escribe estas líneas, la divisoria es
clarísima, porque es en aquella crisis cuando pasa de colaborador
tenaz de una protesta constante a caudillo inesperado por sí mismo,
de una revolución rápida y victoriosa.
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Capítulo I
BIFURCACIÓN DE LA PROTESTA
REVOLUCIONARIA
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Enero de 1930. Conato de rebelión dirigida por Goded. Ídem de alzamiento en Logroño. Vacilación y caída de la dictadura. La carta de los capitanes
generales.Vano intento de continuar la sublevación ya contra el rey. Constitucionalistas y republicanos. El gabán de Lema y la capa de Estrada. Riesgo de
nueva reacción. Discurso de Sánchez-Guerra en La Zarzuela. Berenguer me
anuncia visita. Carta al fiscal del Supremo.Vísperas del discurso de Valencia.
N
o conocí ni tuve desde el establecimiento de la dictadura
días más tranquilos y alejados del bullir político que los primeros de 1930. Parecía vivir en un mundo donde no se tuvieran
noticias y menos inquietudes de orden político; un alto de descanso para el trajín que aguardaba; ese prólogo de aparente serenidad
que suele preceder al torbellino desencadenado de los sucesos. Pasé yo esos días en Barcelona, visitando la Exposición,1 y nunca, ni
1
La Exposición Internacional de Barcelona tuvo lugar del 20 de mayo
de 1929 al 15 de enero de 1930.
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en mis primeros y lejanos viajes, cuando apenas me conocía nadie,
pasé tan desapercibido ni viví tan aislado. Contribuyó a ello la enfermedad súbita de una de mis hijas, que casi me retuvo junto a
ella en el hotel de la Exposición, pero de todos modos en los inevitables contactos con el pueblo y en el trato con algunos amigos,
noté una extraña tranquilidad engañosa pero profunda, una de esas
somnolencias catalanas que desorienta entre su agitación frecuente;
en suma, un pueblo al parecer en momentánea indiferencia donde
costaba trabajo reconocer la huella de la antigua solidaridad y presentir las futuras oleadas por el Estatuto.
Si la tranquilidad que me envolvió en Barcelona me hacía creer
vivir en otro mundo, mayores fueron la sorpresa y el desencanto
momentáneo al volver a Madrid y contestarme con señal de quietud absoluta aquellos a quienes yo dejara el encargo de seguir la
red de conspiraciones y esperanzas. No asentí yo a la afirmación de
semejante reposo y no me equivoqué. Tan pronto pude, la mañana
siguiente a mi vuelta, hablar con don Miguel Villanueva,2 me con-
2
Miguel Villanueva Gómez. Abogado y político español. Nació en Madrid el 31 de octubre de 1852. Tras doctorarse en la Universidad Central de
Madrid, se trasladó, junto a su padre, a la isla de Cuba, donde obtendría la
cátedra de Derecho Político por la Universidad de La Habana. Proclamado
diputado por la isla de Cuba cuando militaba primero en el llamado Partido
de la Unión Constitucional y posteriormente en el Partido Liberal de Sagasta, continuó siendo elegido diputado hasta la independencia de la isla en
1898.Ya en la península resultó elegido diputado por la circunscripción de
Logroño entre los años 1901 y 1931. Fue ministro de Gobernación, Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas; de Marina, Fomento, Hacienda y Ministro de Estado. Fue miembro de número de la Real Academia de
Ciencias Morales y Políticas, siendo su discurso de ingreso contestado por
D. Niceto Alcalá-Zamora. Falleció en Madrid el 13 de septiembre de 1931.
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firmó éste, cual era lógico suponer, que la conspiración había entrado en su fase decisiva de inmediato estallido y por lo mismo el
silencio en la superficie sólo reflejaba la profundidad del movimiento más serio y pronto a surgir que nunca.3 Goded,4 que ya de
atrás había aceptado el papel de caudillo, juzgaba inmediato, casi
llegado el instante de alzarse en armas para la primera decena de
febrero, y a tal fin, pedía con gran delicadeza se le enviara una persona civil encargada no sólo de llevar sino de invertir algunos miles
de duros, los necesarios para los primeros movimientos del Ejército
sublevado hasta que acercándose a Sevilla organizara su intenden-
3
El movimiento cívico-militar al que se refiere Alcalá-Zamora contaba con la participación de casi todos los elementos políticos y militares
comprometidos en las intentonas de 1926 y 1929, que tenían como fin
acabar con la dictadura del general Primo de Rivera. Las ramificaciones del
complot eran amplias, se contaba con políticos de elevado prestigio como
el conservador Burgos y Mazo y como jefe militar el general Manuel Goded Llopis.
4
Manuel Goded Llopis. General de división procedente del Arma de
Infantería. Nació en San Juan de Puerto Rico el 15 de octubre de 1882. Su
carrera militar se desarrolla en África, donde participa en el desembarco de
Alhucemas como jefe del Estado Mayor del general Sanjurjo. Condecorado
con la Medalla Militar Individual, ascendió al empleo de general de división el 1 de octubre de 1927. Durante la monarquía ejerció entre otros
cargos el de subsecretario del Ministerio del Ejército y jefe del Estado Mayor. A la llegada de la República fue nombrado jefe del Estado Mayor Central del Ejército. En 1934 es nombrado Jefe de la III Inspección del Ejército
y director general de Aeronáutica. En 1936, con el Frente Popular en el
poder, fue nombrado comandante general de Baleares. El 18 de julio de
1936 sublevó su guarnición y triunfó en Mallorca e Ibiza. Se trasladó a Barcelona para ponerse al frente de los sublevados, pero fracasó en el intento.
Arrestado y conducido al barco-prisión Uruguay, fue fusilado el 12 de agosto de 1936.
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cia propia. Sin perjuicio de acceder a ello se le advirtió que desde
el instante mismo de asumir el mando en Cádiz y con el carácter
además de ministro de la Guerra en el Gobierno Provisional, podía
expedir órdenes de libramientos a la Delegación de Hacienda y
mediante ella a la cuenta del Tesoro en el Banco de España.
Más que los escrúpulos monetarios, materia nunca despreciable, nos preocupaba apresurar el movimiento. El 10 de febrero resultaba fecha muy tardía, no sólo por la natural impaciencia que
acumulaba el remanso de mis largos años, sino porque nos dábamos cuenta de que paralelamente a la trama nuestra de conspiración popular y bélica, se llevaba en palacio otra intriga cortesana
más fácil de mover y desenlazar y encaminada precisamente, ante la
impasibilidad ya percibida allí de sostener por más tiempo a Primo
de Rivera, a desligar en la caída de éste la suerte del rey, presentado
como autor de la liberación nacional y no como responsable del
régimen absolutista. Urgía, por tanto, en palacio, dejar caer al dictador tan pronto se convenciera plenamente de la inminencia y
seriedad del movimiento revolucionario, a cuyo embate caerían
juntos dictador y trono, y sólo podríamos aprovechar por tanto los
pocos días en que el aferramiento de Primo al mando, la ligazón
de culpas con el monarca, las prendas y pruebas que de ello aquél
poseyera y la ceguera reaccionaria impidieran ver con toda su magnitud y aproximación la tormenta revolucionaria.5
5
El rey Alfonso XIII, sin ninguna duda, tenía conocimiento del movimiento que se estaba gestando contra el general Primo de Rivera.Vio en él
la oportunidad de acabar con el hombre que había ostentado el poder desde 1923 y de esa manera afianzar su prestigio como monarca, como el
propio político republicano Miguel Maura recalca en sus memorias: «El rey
sabía al detalle cuanto se tramaba por las informaciones que de Sevilla reci-
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Goded, a través de Burgos Mazo,6 indicó la posibilidad de adelantar el movimiento dentro de febrero para los primeros días, mas
pareciendo que era aún demasiado tarde, se acordó expedir con
acentuado apremio a uno de los amigos más íntimos de Villanueva,
al abogado D. Luis Zavala, quien acompañado por su hijo y conducido por el capitán de artillería D. Carlos Azcárraga,7 que aparentaba ser el mecánico, logró, tras un penoso y entorpecido viaje, eludir las precauciones de vigilancia en las carreteras, ya que
concentradas aquéllas en la general de Andalucía, desanduvieron la
de Badajoz, que fue la utilizada para el aviso. Nuestro deseo era
ganar días dentro del mes de enero, y de ser posible, del 25 al 26.
bía (el capitán general de Andalucía era el infante don Carlos de Borbón,
primo del rey). Por eso cuando Primo de Rivera le dio ocasión de intervenir
en el momento decisivo en el pleito político, lo hizo sabiendo que a la vez
que acababa con el dictador lo hacía con la sublevación que se preparaba,
puesto que… “Muerto el rey, se acabó la rabia”». Miguel Maura, Así cayó
Alfonso XIII: de una dictadura a otra, Marcial Pons, Madrid, 1962, pp. 29 y 30.
6
Manuel Burgos Mazo. Nació en Moguer (Huelva), el 12 de febrero
de 1862. Miembro del Partido Conservador, formación política creada por
Antonio Cánovas del Castillo. Fue diputado por la circunscripción de Huelva en las sucesivas elecciones realizadas entre 1893 y 1914. Ministro de Gracia y Justicia en 1915 y 1917 en los gobiernos presididos por Eduardo Dato
y de Gobernación en el año 1919, ya con Sánchez Toca en el poder. Miembro de número de la Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas,
murió en Moguer el 22 de marzo de 1946.
7
Carlos Azcárraga Montesinos. Militar, capitán del Arma de Artillería.
Nació el 21 de agosto de 1895. Hijo del teniente coronel de Artillería Carlos Azcárraga y Fésser y de Margarita Montesinos y Checa. Ingresó en el
servicio el 1 de septiembre de 1911, y ascendió al empleo de capitán el 19 de
junio de 1920. En julio de 1936, siendo comandante y alumno de la Escuela Superior de Guerra, que entonces dirigía el general Espinosa de los
Monteros, murió asesinado tras el asalto al Cuartel de la Montaña.
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Paralelamente al movimiento principal, que tenía su punto de
apoyo en Cádiz y su línea de avance hacia Sevilla, llevaba Villanueva directamente (pues lo de Andalucía estaba en la parte política
confiado a la admirable gestión de Burgos Mazo) las negociaciones
con los aviadores y organizada una base complementaria en el
norte, cuyo núcleo era Logroño, plaza de guarnición muy bien
dispuesta y de vecindario entusiasta y decidido, con tradición progresista que el viejo demócrata encarnaba aún.
Acentuado el alejamiento de Sánchez-Guerra8 de la dirección
activa del movimiento, por los motivos respetables a que en mis
memorias he aludido, y de plena subdelegación de confianza en
Villanueva, cuidaba yo sin embargo de tenerle al corriente, siendo
yo quien solía enterarle de las noticias o determinaciones más interesantes, a las que nunca opuso reparo.
8
José Sánchez-Guerra y Martínez. Abogado, periodista y político. Nació en Córdoba el 28 de junio de 1859. Padre de siete hijos, en 1886 fue
elegido diputado por Cabra (Córdoba) militando con las filas del Partido
Liberal, liderado por Práxedes Mateo Sagasta. En las sucesivas elecciones
continuó como diputado hasta el año 1901. Un año después, en 1902, pasó
a militar en las filas del Partido Conservador, liderado por Antonio Maura,
amigo personal de don Niceto Alcalá-Zamora, al que precedió en 1922
como ministro de la Guerra. Con la llegada de la dictadura de Primo de
Rivera en 1923, pasó a la oposición y finalmente se exilió en Francia en
1927. El 29 de enero de 1929, con setenta años de edad, encabezó en Valencia una conspiración cívico-militar contra el general Primo de Rivera. Tras
su fracaso fue detenido y juzgado.Tras la caída del rey Alfonso XIII fue elegido diputado por Madrid capital en las elecciones a Cortes Constituyentes
el 28 de junio de 1931. El 26 de enero de 1935 falleció en Madrid. Entre
sus numerosos cargos fue presidente del Consejo de Ministros en 1922;
ministro de Fomento (1908-1909), de Gobernación en tres ocasiones
(1903-1904, 1913-1914 y 1917), y ministro de Guerra en 1922.
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