El laxante que hizo historia

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El laxante que hizo historia
Aquella mañana de 1975, el director del Conservatorio Nacional de México recibió cordialmente a la mezzo-soprano Noemí
Souza y al tenor Sergio Tulián. Los argentinos se encontraban de
vacaciones en México y quisieron conocer el conservatorio.
Sergio Tulián había ingresado en la Escuela de Ópera del teatro Colón de Buenos Aires a los 16 años con «facultades vocales
extraordinarias», según consta en su legajo personal. En 1957
egresó con las mejores calificaciones. Integró distintos elencos
hasta los 24 años, cuando tuvo que interrumpir su carrera por
una súbita parálisis vocal.
En 1962, tras un largo período de rehabilitación, reinició su
carrera como cantante de cámara e interpretó numerosos oratorios y cantatas en el Colón y en varios de los centros musicales
más importantes de América Latina y Europa.
Las intensas tareas de investigación que llevó a cabo para superar su problema vocal le otorgaron numerosos conocimientos
que lo motivaron a desarrollar un método particular de enseñanza para el manejo de la voz. Así, a los 27 años se transformó en
maestro de canto y se atrevió a desafiar con éxito las estructuras
—en su opinión, ya caducas— de la enseñanza oficial de la época.
El día de la visita al conservatorio hacía ya un año que había
abandonado el canto para dedicarse a la enseñanza. Su método comenzaba a trascender las fronteras y solía viajar a distintos países,
donde era contratado para difundir sus teorías didácticas.
Noemí Souza, por su parte, había ingresado en la escuela del
teatro Colón en 1946 y tuvo su debut profesional al año siguiente durante la función de gala del 25 de Mayo.
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Así inició una larga carrera que, a principios de los 60, la llevó a Alemania donde representó dos años seguidos a Carmen en
la ópera de Georges Bizet y un año a Orlovsky en El murciélago,
de J. Strauss (h).
En Argentina, intervino en los estrenos realizados en el teatro
Colón de las óperas Gurre Lieder, de Schöenberg; Proserpina y el extranjero, de Juan José Castro y La mujer silenciosa, de Richard
Strauss, por mencionar sólo algunos de sus logros.
Souza y Tulián habían sido los primeros cantantes líricos en
grabar un disco con canciones de cámara argentinas.
Luego de conversar un rato e intercambiar algunos comentarios sobre la situación de la enseñanza lírica y musical en
ambos países, el director puso a disposición de los visitantes a
un empleado para que los acompañara y les mostrara las
instalaciones.
Así recorrieron los distintos sectores del conservatorio. Los
argentinos se sintieron admirados por lo que veían. Decenas de
aulas acústicamente aisladas, dos auditorios, un taller de lutería,
un restaurante para los estudiantes...
En una de las salas se encontraron con un pianista tocando
una obra de Schubert. El hombre los miró con curiosidad. Le hicieron un gesto indicando que continuara tocando, pero por una
cuestión de cortesía se detuvo y se dirigió hacia ellos, ante lo cual
el empleado optó por presentarlos.
—El señor Sergio Tulián y la señora Noemí Souza, de Argentina. Son cantantes líricos y están aquí porque... —no pudo terminar la frase. El cansino rostro del pianista se iluminó.
—¿Sergio Tulián? ¿Noemí Souza? —miró al empleado temiendo que se tratara de una broma—. ¿En verdad son ustedes?
—se acercó y les estrechó la mano—. ¡Es un placer conocerlos!
Pese a la trayectoria internacional que ostentaban, los argentinos
no dejaron de sentirse sorprendidos ante la efusividad del pianista.
—De haber sabido que ustedes vendrían, les habría traído el
disco para que me lo autografíen —les dijo aquel hombre.
—¿Tiene un ejemplar de Canciones de cámara argentinas?
—preguntó Tulián.
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—No hombre, me refiero al segundo disco de Les Luthiers,
donde cantaron la Cantata Laxatón. ¡Cómo me divierto escuchándola!
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En el festival coral de 1964 Il figlio del pirata se había destacado claramente entre los demás actos cómicos presentados por
otros coros, en general interesantes, aunque más modestos. Eso le
planteó al grupo en el que participaba Masana el desafío de organizar una obra de igual nivel para el festival siguiente, que se
realizaría en la ciudad de Tucumán.
Lejos de dejarse intimidar por la súbita fama adquirida en el
mundillo coral universitario, el Flaco decidió doblar la apuesta.
La letra y la música de la próxima obra serían compuestas por
ellos mismos. La opereta de Mangiagalli había sido eficaz, pero
ahora debían demostrar su capacidad creadora.
Como si eso fuera poco, a Masana se le ocurrió que podrían
interpretar la obra con su propia orquesta. Una orquesta muy especial, integrada por instrumentos informales que ellos mismos
fabricarían.
No pasó mucho tiempo desde que volvieron triunfantes de
La Plata hasta que Masana empezó a componer la canción que tenía en mente. Era una obra escrita al estilo de La pasión según San
Mateo, de Johann Sebastian Bach. Musicalmente, la idea lo entusiasmaba, pero era demasiado solemne. Le faltaba la veta humorística. Para encontrarla, él y sus compañeros se reunieron un día
luego de un ensayo del coro, con la intención de intercambiar ideas.
Una de las primeras sugerencias estuvo a cargo de Raúl Puig,
apodado El padre Puig (pronúnciese Puch), quien más adelante
integraría I Musicisti. Puig sugirió tomar como base Pedro y el
lobo, el cuento musical para niños del compositor ruso Serguei
Prokofiev, pero modificar la historia. El lobo, por ejemplo, podría ser una mujer.
Alguien sugirió otra idea: escribir una historia en base a un
afrodisíaco.
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Justo en ese momento se acercó al grupo Mario Brotsky.
Tiempo atrás, Brotsky había dado los primeros pasos con Jorge
Schussheim para hacer un oratorio que giraba en torno a una
marca de vitamina C en tabletas: Redoxón. Por aquel entonces,
se publicitaba al Redoxón como la panacea para una amplia gama
de problemas.
El oratorio se dividiría en cuatro partes, que explicarían la
utilidad del Redoxón para la resolución de los problemas morales, sexuales, filosóficos y políticos de la sociedad. Brotsky había
comenzado a trabajar en el texto, pero la obra nunca pasó de ser
sólo un proyecto. ¿Había llegado el momento de llevarlo a cabo?
Tal vez... o tal vez no.
—¿Qué opinás, Mario? —le preguntó Gerardo al verlo pensativo—. ¿Tenés algo que aportar?
—Sí. Esto. —Sacó de una carpeta un librito de ocho páginas
que usaba como separador y se lo entregó. Era el prospecto para
médicos de Modatón, un laxante producido por el laboratorio
Bagó.
¿Escribir una canción en base a un prospecto de un laxante?
La idea no parecía demasiado interesante, aunque tampoco debía
ser descartada. Aquella noche, cuando salió de la facultad, Masana volvió a su casa caminando, como lo hacía cada vez que necesitaba resolver algún problema. Mientras recorría las más de 20
cuadras, con el prospecto de Modatón en sus manos, pasó de un
cierto desinterés inicial hasta una situación de euforia. Aquella
noche le costó conciliar el sueño. Sea por intuición o por pura casualidad, Brotsky había dado en la tecla.
Durante los días siguientes Masana se dedicó a adaptar el texto del prospecto del laxante a la música que tenía en mente.
Como no tenía mucho tiempo, parte de la adaptación la hizo durante el viaje en colectivo que lo separaba de la oficina donde
trabajaba. Miraba el prospecto, pensaba y registraba mentalmente sus ideas. Luego las perfeccionaba y finalmente los transcribía.
En poco tiempo el folleto se llenó de indicaciones hechas a lápiz.
Esas primeras anotaciones se corresponden casi totalmente con la
versión definitiva de la obra.
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Una vez que la letra y la música de la denominada Cantata
Modatón estuvieron terminadas, su autor firmó la partitura como
Johann Sebastian Masana33 y se la mostró a sus compañeros.
«La composición de la Modatón fue genial, y Gerardo la hizo
él solo. Aún hoy esa obra sigue siendo una maravilla».
Dice Nuñez Cortés:
Fue la primera obra que Gerardo escribió, muy seriamente y con mucha dedicación, para el flamante grupo de instrumentos informales. El estilo estaba basado en Bach. Le gustaba tanto que le fluía naturalmente escribir de esa manera.
Salvo el principio, que es un homenaje explícito a La Pasión según San Mateo y está tomado casi tal cual, Gerardo compuso desde la primera nota hasta la última, todo fue original.
A partir de allí, Masana inició el «reclutamiento» de los músicos que participarían. Esa tarea tenía una complicación. Como
se dijo, la Cantata Modatón estaba pensada para ser interpretada
por instrumentos informales. Algunos de esos instrumentos ya
existían. Él mismo había creado muy poco tiempo atrás el basspipe a vara (ver el capítulo «Los instrumentos informales»).
Núñez Cortés, quien había desarrollado su tubófono cromático, un instrumento de viento construido con tubos de ensayo,
aclara: «Al principio, Gerardo invitó a determinadas personas,
pero dejó abierta la puerta a todos los que quisieran intervenir. El
requisito era que se construyeran su propio instrumento. Él incluso los ayudaba en esa tarea.»
Brotsky recuerda que tuvo un instrumento «muy bonito e
inútil», que nunca debutó pero fue incluido en la partitura y participó de los ensayos hasta el final: el contrabasso piccolo da
gamba.
33 Adoptar seudónimos afines al estilo de cada partitura se transformaría en
una costumbre de Masana. Hay partituras suyas firmadas como Astor Masana (Piazzolísimo), Georg Frederich Masana (El alegre cazador que vuelve a
su casa con un fuerte dolor en los riñones), Igor Masana (sonatina All’ilustre
corno), Erasmus Masana (Rondó Alla Puaj) y G. Massannah (Andian Tutti).
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Dice Brotsky:
Se hizo con un violín que yo tenía. Era un violín chiquito, de estudio, al cual le colocamos un pie, invirtiendo la proporción de los contrabajos, donde un instrumento grande está
sostenido por un pie pequeño.
Creo que tenía dos cuerdas. Se tocaba parado y servía para
hacer la parte rítmica. Pero por sus características físicas, tenía grandes problemas de afinación. No se lograba tensar
bien. Igualmente ese instrumento no se trabajó tanto como
los demás.
Luego de varias idas y venidas, la orquesta quedó conformada
por los siguientes intérpretes e instrumentos:34 Carlos Núñez
Cortés (tubófono cromático), Raúl Puig (manguelódica neumática; una melódica conectada a un par de globos que aportaban la
corriente de aire necesaria para que el instrumento funcionara),
Guillermo Marín (yerbomatófono d’amore), Marcos Mundstock
(gom-horn), Daniel Durán (cornetófono d’amore), Jorge Maronna (contrachitarrone da gamba), Horacio López (serrucho, bautizado como ondas López) y el bass-pipe, a cargo de Masana.
Se decidió que cada uno de ellos adoptara un seudónimo. Así
surgieron Karl Mendeleieff Núñez, Wilhelm Van Marin, George
Welf Maronnenn, Joe Face Durante, Fitoballenato López, Hans
Fritz Kurt Von Puch, Mancupelánides McCormick y Johann Sebastian Masana.
La cantata incluía la participación de cuatro solistas. Marcos
Mundstock tendría a su cargo el aria de barítono. Daniel Rabinovich interpretaría el aria de tenor. Hebe Rosell, una joven que en
la década siguiente luego desarrollaría una larga carrera como
cantante —especialmente en México, donde se exiliaría en 1976
y donde reside actualmente— se ofreció para el aria de soprano.
Otra integrante del coro fue reclutada para el aria de contralto;
34 Las características y la historia de cada instrumento se describen en el
próximo capítulo, «Los instrumentos informales».
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sin embargo, poco antes del debut anunció que no podría viajar a
Tucumán. Daniel Rabinovich fue designado entonces para interpretar también esa aria.
El hecho de que Rabinovich interpretara dos arias generaba
una importante dependencia. Poe ende, se decidió que era conveGerardo tenía algo de Don Quijote
Por Hebe Rosell*
Gerardo era muy noble. Tenía algo de Don Quijote, por la lucha, por la
pasión que irradiaba, por esa fe inquebrantable que lo llevaba a vencer
cualquier obstáculo para llegar a lo que amaba.
También tenía algo de aristócrata, en el sentido más refinado de la palabra. Todo lo hacía con una enorme ilustración. Parecía estar más allá del
bien y del mal.
En nuestros años del coro de Ingeniería, si había alguien en quien confiar, que sabíamos que iba a ser objetivo, sabio y profundo (y no eran pocos
los problemas artísticos y de relación que había entre nosotros), era él.
Siempre iba a tener la mejor y la última palabra. Por eso se hizo amar tanto.
Pese a ser tan reservado, despertaba una importante adhesión. No
sólo un gran respeto por las cosas que hacía, sino también un gran afecto.
Si lo tuviera delante, seguramente le daría un abrazo muy fuerte.
Me acuerdo de su cara, sus gestos, sus manos largas... la manera en
que fruncía el ceño suavemente para concentrarse en una cosa y decir,
con su voz serena, lo que le parecía. Era nuestro sabio. Y no tenía ni una
pizca del egoísmo ni de la inseguridad que muchas veces tenemos todos
los artistas.
Además, era muy ambicioso en lo artístico. Les Luthiers conservó esa
característica tan importante. También la conservamos muchas otras personas que lo conocimos.
Las cosas que se armaron en el coro alrededor de las propuestas de
Gerardo fueron importantísimas. La Cantata Modatón fue para nosotros
una experiencia muy intensa. Llevarla adelante fue un desafío enorme.
En las circunstancias que atraviesa hoy la Argentina y el mundo, me
parece fundamental rescatar una figura como la de Gerardo. No sólo por
su talento, sino por su capacidad para aglutinar, convocar y hacer cosas
originales y creativas.
Cantante y musicoterapeuta. Formó parte del coro de la facultad de
Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires en los años 60. Vive en México desde 1976.
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niente contar con un suplente. Ese puesto lo ocupó Mario
Brotsky. «Ensayé bastante la parte de Daniel, aunque no sé si me
hubiera atrevido a cantarla», recuerda Brotsky.
El VI Festival de Coros Universitarios
El coro de Ingeniería viajó en ómnibus a Tucumán, ciudad
que Masana, López y otros integrantes ya conocían porque había
sido sede del festival coral de 1960.
El VI Festival de Coros Universitarios se realizó en el teatro
San Martín de la capital provinciana. El coro de Ingeniería cantó el
24 de septiembre, nuevamente, el mismo día que el coro de la Universidad de La Plata, en esta ocasión dirigido por Ricardo Catala.
El repertorio del coro de Ingeniería incluyó: Tutto lo di de Orlando di Lasso, La plus belle de la ville de Clément Jannequin, La
Morocha de Andrés Chazarreta (armonizada por Virtú Maragno) y
la sestina Lacrime d’amante al sepulcro dell’amata de Claudio Monteverdi. Además, se repitieron dos obras interpretadas en el festival del año anterior: El bagualero de Edmundo Saldívar (armonizada por Jorge Schussheim) y Es ist das heil uns kommen her de
Hugo Distler.
La interpretación coral estuvo a la altura de lo esperado y
confirmó que el coro de Ingeniería seguía siendo uno de los
mejores. Sus integrantes hubieran respirado aliviados tras superar
aquella exigente prueba, si no fuera porque esta vez sus mayores
expectativas estaban puestas en el acto de cierre, en el cual estaba
comprometido casi todo el coro, que se encargaría de apoyar a los
solistas y a la orquesta de instrumentos informales.
Maragno no era muy afecto a las humoradas musicales de sus
alumnos. Sin embargo, accedió a dirigir un ensayo. «Le pedimos
que nos diera una mano —recuerda Mundstock—. Necesitábamos su oficio y su destreza para terminar de pulir todo. Coordinar una obra de esa magnitud no era sencillo.»
El día de cierre, el coro de La Plata antecedió también al de
Ingeniería en las presentaciones humorísticas. «Habían preparado una ópera atonal, dodecafónica, llamada Edipo Rey o Qué luna
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de miel, mamita —dice Schussheim—. Pero cuando vino lo nuestro, fue un escándalo. Ovaciones, gritos, de todo... lo que hicimos
era sumamente original.»35
Dijo al respecto el cronista de la revista Confirmado:
Hace un año, los jóvenes dirigidos por Virtú Maragno
también habían cautivado a sus colegas de la Argentina cuando, al finalizar la convención en la ciudad de La Plata, interpretaron una increíble ópera de Mangiagalli... Sin embargo,
Modatón barrió con cualquier precedente. La cantata fue ideada por Gerardo Massana (sic), alias Johannes Sebastian Massana, y se inspira en el prospecto explicativo de un laxante producido por Laboratorios Bagó, de Buenos Aires.
La composición química del remedio, sus propiedades,
las indicaciones, sus efectos y la posología son tratados en forma precisa en la cantata. El coral inicial repite la mecánica
musical de La pasión según San Mateo, de Bach, y su letra dice:
«Oh, Modatón, que laxas, purgas y rehabilitas el intestino».
Una soprano de largo vestido blanco y un enorme moño rosado de papel crêpe en sus cabellos asegura, no sin cierta congoja: «Su administración puede alterar inofensivamente el color
de la orina de las embarazadas». El tenor responde: «Modatón
proporciona una suave evacuación», y el coro subraya enfáticamente: «Oh, felices días, reconforta y estimula el tono intestinal»...
Los responsables de Modatón, opus No debe ser utilizada en
caso de náuseas, debieron inclinarse ante el vendaval de aplausos que siguió a la interpretación.
La Cantata Modatón fue el broche de oro no sólo de aquella
cena y de aquel festival, sino de todo el movimiento coral universitario de los años 60. Meses después se produciría la «noche de
los bastones largos» y el fin de aquellos extraordinarios e inolvidables ciclos corales.
35 Jorge Schussheim participó dirigiendo al coro con una sopapa.
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Del coro al teatro
La Cantata Modatón estaba destinada a perdurar. Al año siguiente, formó parte del repertorio de I Musicisti en su primer
espectáculo: ¿Música? Sí, claro. Se representó casi con el mismo
elenco. Varios integrantes del coro de Ingeniería también participaron, integrando el denominado coro del cotolengo de Santa Eduviges. Allí cantaron, entre otros, Malena y Mario Brostky. Recuerda
este último: «Participé varias funciones en un teatro ubicado en
un subsuelo sobre la calle Lavalle —dice Brotsky—. Aquella era
una etapa profesional, en la cual cobrábamos. Recibíamos “un
azul” por función, que creo que era de 500 pesos.36 Ese billete
nos alcanzaba para pagarnos el viaje de ida y vuelta hasta el teatro
y nos permitía ir a comer a una pizzería a la salida.»
En esta etapa los únicos solistas fueron Rabinovich y Mundstock. En las precarias grabaciones que aún se conservan de aquella época se pueden escuchar los largos y estruendosos aplausos
que seguían a la representación de la cantata.
Luego de las primeras funciones, recibieron una llamada telefónica de un ejecutivo de Laboratorios Bagó:
—Muchachos, si siguen con eso tendremos problemas. Las
autoridades de Salud Pública creen que nosotros los estamos financiando y que se trata de una publicidad encubierta.
La sospecha, si bien errónea, tenía cierta lógica. El laxante
Modatón era de venta bajo receta, y la legislación prohibía publicitar productos medicinales de venta restringida37.
Fue así como en medio de la temporada, de un día para el
otro le cambiaron el nombre. La cantata pasó a llamarse Laxatón.
En las copias escritas a máquina de los libretos de ¿Música? Sí,
claro, se observa el repentino cambio de nombre.
El mismo ejecutivo de Bagó les dijo que la empresa estaba
interesada en utilizar la canción con fines promocionales y les
36 Las sucesivas devaluaciones de la moneda acostumbraron a los argentinos
a recordar el valor de las cosas por el color de los billetes antes que por el
valor de los mismos.
37 Esta práctica se circunscribía exclusivamente en Argentina.
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preguntó si estarían dispuestos a grabar un disco simple, para ser
repartido por los visitadores entre los médicos (las publicidades
dirigidas a los profesionales sí estaban permitidas). Pero luego no
los volvieron a llamar.
La Cantata Laxatón recién se vería plasmada en un disco seis
años más tarde.
La grabación
Noemí Souza y Sergio Tulián llegaron al teatro San Martín de
Buenos Aires, donde ambos participaban en una obra de Rodolfo
Arizaga. Alguien los esperaba; era un muchacho joven, al que
Souza reconoció porque lo había visto varias veces en el coro de la
Asociación Wagneriana, en el cual ella participaba. Se trataba de
Núñez Cortés. Tulián también lo reconoció, ya que había presenciado más de un espectáculo de Les Luthiers.
Núñez Cortés parecía nervioso. Luego de intercambiar saludos, les dijo:
—Tengo un pedido para hacerles. Pero espero que no lo tomen a mal. No lo consideren como una falta de respeto. Al contrario, es una muestra de reconocimiento de nuestra parte... —el
preámbulo siguió. Lo dejaron hablar hasta que dijo—: Nos gustaría saber si aceptarían participar como solistas en una cantata
que estamos por grabar. Es una obra en el estilo de La pasión según
San Mateo...
La pareja no lo pensó demasiado; si podían coordinar los
tiempos y los horarios, no tenían problema en participar. La propuesta les parecía interesante.
—Es que... hay algo más —continuó el joven—. La letra de
la canción está inspirada en un producto, digamos... farmacéutico, del tipo de... bueno... : en un laxante. La letra está basada en
el prospecto de un laxante.
Tulián no pudo evitar una carcajada:
—¿Dos cantantes del Colón interpretando arias basadas en el
prospecto de un laxante? Eso sí es divertido.
—Recibí varias propuestas en mi carrera —intervino Souza—
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pero ninguna como ésta. —Intercambió una rápida mirada con
Tulián y dijo—: Contá con nosotros.
La idea había surgido a comienzos de 1972. Les Luthiers ya
había editado su primer disco, Sonamos pese a todo, que tuvo una
repercusión interesante, al menos para las expectativas que tenían
en aquel momento.
Estaban abiertas las puertas para grabar un segundo long play,
y la Cantata Laxatón parecía ideal para consolidar la mezcla de
humor con música clásica en la que incursionaba el conjunto.
Masana era consciente de que en las primeras representaciones de la cantata, el impacto visual de los instrumentos informales sumado a la originalidad de la obra había predominado sobre
la calidad interpretativa. Grabar un disco era muy distinto. Los
arreglos musicales y la ejecución debían ser impecables.
Casi tres años antes se había incorporado al grupo Carlos López Puccio. Al principio había participado sólo como violinista
contratado, pero a comienzos de 1971 pasó a ser un miembro más
del grupo y pudo demostrar su talento compositivo (los detalles
de su incorporación se verán más adelante).
Masana y los demás consideraron que López Puccio, quien
ese mismo año obtuvo el título de licenciado en dirección orquestal, era la persona indicada para hacer los arreglos de la versión discográfica de la Cantata Laxatón.
La prioridad era que la cantata sonara verdaderamente como
una obra de Bach, por lo cual, como primera medida, los instrumentos informales fueron reemplazados por una orquesta de
cuerda, a la que se sumaron oboes, flautas, órgano y continuo. De
los instrumentos informales sólo quedaron dos yerbomatófonos.
Además de la orquesta y el coro, había que reclutar a los solistas. Núñez Cortés, debido a sus vínculos con Noemí Souza,
hizo el contacto con ella y con Tulián.
«Núñez nos preguntó luego quiénes podrían ser los más indicados para las arias de soprano y bajo —dice Souza—. Le sugerimos que llamara a Susana Rouco y a Jorge Algorta. Eran dos
cantantes de primer nivel y mentalidad muy abierta. Sabíamos
que iban a aceptar.» Así ocurrió.
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La grabación se hizo a mediados de 1972 en los estudios Ion
de Buenos Aires.
La orquesta estuvo compuesta por músicos profesionales. En
cuanto al coro, la mayoría de sus miembros fue reclutada entre
amigos y conocidos, aunque participaron también cantantes que
integraban —o integrarían en el futuro— prestigiosos grupos
vocales, tales como Buenos Aires Ocho, Opus Cuatro o Las voces
blancas.
«La sala de grabaciónera grande y se llenó de gente —dice
Souza—. Era como para cobrar entrada. Fue todo muy divertido.
Teníamos cierta libertad para improvisar. Recuerdo que Susana
Rouco hizo toda clase de locuras, en el buen sentido. Hubo varias
cosas que surgieron en el momento y que finalmente quedaron.»
Otras no tuvieron la misma suerte. «Masana nos explicó que
algunas partes iban a ser cortadas en la edición porque podían resultar cansadoras para quienes escuchen el disco varias veces.»
RecuerdaTulián:
Había partes muy divertidas. Pero los muchachos tenían muy buen gusto y criterio para estas cosas. Pusieron lo
justo, aunque eso implicara dejar afuera partes muy graciosas. Era una característica de ellos; nunca perdieron la línea,
siempre se esforzaron por lograr un producto bien cuidado y
elaborado.
Cuando la edición final estuvo lista, los luthiers y el equipo de
grabación se dispusieron a escuchar la versión definitiva. «Esperen un momento», interrumpió el director del sello musical Trova, Alfredo Radoszynski.38 Se acercó al sillón donde había estado
sentado Carlos Piris, el técnico a cargo de la grabación. «Este sillón le corresponde al autor, para que pueda escuchar su obra por
primera vez sentado en el lugar más apropiado.»
Masana se acercó, agradecido por el homenaje, y ocupó aquel
lugar.
38 Ver el apartado «Opus Pi», en la tercera parte de este libro.
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«Nos sentamos todos alrededor de él — cuenta Núñez Cortés—. Se colocaron las cintas y se pasó la cantata. Gerardo la escuchó en silencio, muy emocionado al ver cómo había quedado
su obra tocada por una orquesta verdadera.»
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