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Dominicos | Orden de Predicadores
Homilías
Ciclo
C
III Domingo de Pascua
10/04/2016
Apacienta mis ovejas
Introducción Los Dominicos estamos celebrando el jubileo de los 800 años de la Orden. ¿Cómo renovar el proyecto de vida y misión
encomendado por nuestro Padre Santo Domingo? Ve y predica, se nos recuerda a cada uno de nosotros. Ahora bien, como se nos
dice en la primera lectura de hoy, nuestra predicación corre en paralelo con la experiencia que vamos haciendo de la Palabra de Dios:
nosotros somos testigos de estos hechos, y también el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que obedecen.
A ningún seguidor de Jesús se le ahorra el proceso de maduración en la fe, que conlleva necesariamente una dimensión
evangelizadora: ¡Ay de mí si no evangelizara! (1 Cor 9,16). Fue el recorrido que hicieron aquellos primeros discípulos, en cuyo espejo
nos gustaría vemos reflejados. ¿Lograremos un día, como el apóstol Pedro, fortalecer y confirmar la fe que profesamos? Tu sígueme.
Lo demás se te dará por añadidura.
Fray Juan Huarte Osácar
Convento de San Esteban (Salamanca)
Lecturas
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 5, 27b-32. 40b-41
En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los Apóstoles y les dijo:
–¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y
queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.
Pedro y los Apóstoles replicaron:
–Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. «El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús a quien vosotros matásteis
colgándolo de un madero.» «La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón
de los pecados.» Testigo de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.
Azotaron a los Apóstoles, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Los Apóstoles salieron del Consejo, contentos de
haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús.
Sal 29, 2 y 4. 5 y 6. 11 y 12a y 13b R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R.
Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante,
su bondad, de por vida. R.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí,
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R.
Lectura del libro del Apocalipsis 5, 11-14
Yo, Juan, miré y escuché la voz de muchos ángeles:
eran millares y millones
alrededor del trono y de los vivientes y de los ancianos,
y decían con voz potente:
«Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza,
la sabiduría, la fuerza,
el honor, la gloria y la alabanza.»
Y oí a todas las creaturas que hay en el cielo,
en la tierra, bajo la tierra, en el mar,
–todo lo que hay en ellos– que decían:
«Al que se sienta en el trono y al Cordero
la alabanza, el honor,
la gloria y el poder
por los siglos de los siglos.»
Y los cuatro vivientes respondían: Amén.
Y los ancianos cayeron rostro en tierra,
y se postraron ante el que vive por los siglos de los siglos.
Lectura del santo Evangelio según San Juan 21, 1-19
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
–Me voy a pescar.
Ellos contestaban:
–Vamos también nosotros contigo.
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los
discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
–Muchachos, ¿tenéis pescado?
Ellos contestaron:
–No.
El les dice:
–Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:
–Es el Señor.
Al oir que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la
barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
–Traed de los peces que acabáis de coger.
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos,
no se rompió la red.
Jesús les dice:
–Vamos, almorzad.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después
de resucitar de entre los muertos.
Después de comer dice Jesús a Simón Pedro:
–Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
El le contestó:
–Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
–Apacienta mis corderos.
Por segunda vez le pregunta:
–Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
El le contesta:
–Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
El le dice:
–Pastorea mis ovejas.
Por tercera vez le pregunta:
–Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó:
–Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
–Apacienta mis ovejas.
Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te
ceñirá y te llevará adonde no quieras.
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió:
–Sígueme.
Comentario bíblico
Primera lectura: (Hechos 5,17-32.40-41)
Marco: En el marco de la persecución, desencadenada por el sanedrín, el autor introduce un breve discurso kerigmático.
Reflexiones
1ª) ¡Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres!
Pedro y los apóstoles respondieron: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Este conflicto acompañará a la Iglesia durante
su historia. La fe y la práctica de Israel, enraizada en la alianza del Sinaí, es un valor inalterable e intocable. Todo quebrantamiento de
la ley era una traición al espíritu de la alianza. Entre las convicciones judías encuentra el monoteísmo más exigente. Jesús era
considerado como un traidor. Recordar su vida y su doctrina es renovar la situación de conflicto y de enfrentamiento. Pero Jesús y su
Evangelio son entendidos como la última oferta salvadora y liberadora de Dios. Era necesario seguir adelante, aun con el riesgo de
correr la misma suerte que el Maestro: la muerte violenta. Se ha planteado en toda su crudeza el conflicto entre el Evangelio de la
gracia y libertad, que ofrece y garantiza la filiación divina de los hombres, y las figuras y anticipos que ofrece el judaísmo. Hoy, como
ayer, se producen situaciones de conflicto entre el Evangelio y otras instancias, y los discípulos de Jesús son invitados a adoptar la
posición de los apóstoles. Pero el Evangelio no se contrapone ni destruye ningún proyecto que fomente la verdadera humanización de
las personas; todo lo contrario, la favorece.
Segunda lectura: (Apocalipsis 5,11-14)
Marco: La lectura que hoy proclamamos se enmarca en la visión del libro del Cordero escrito por dentro y por fuera y cerrado con siete
sellos. Antes de descifrar los siete sellos presenta el autor esta visión y este himno cristológico de singular belleza.
Reflexiones
1ª) ¡Exaltación y alabanza de los coros celestes en honor del Cordero degollado y resucitado!
Digno es el Cordero degollado... La resurrección y la vida han vencido al sufrimiento y a la muerte. Esta roca en la que se sustenta su
obra, es presentada una y otra vez para que los lectores no pierdan la esperanza. Insiste en una verdad central para él: que el número
de los que entran a disfrutar de la vida es ilimitado; que la oferta de salvación que Dios hace a la humanidad en Cristo Jesús, muerto y
resucitado, es universal. Esta verdad la expresa recurriendo a cantidades incontables. Números, colores y simbolismos forman parte del
género apocalíptico. Estas expresiones, narradas para alentar a los perseguidos, se han convertido en un lugar de referencia para
responder a la gran pregunta sobre el número de los que se salvan, que tanto ha preocupado a lo largo de la historia de la Iglesia y
sigue preocupando a los creyentes. Ciertamente en el Evangelio encontramos dos momentos de la predicación de Jesús que parecen
contraponerse. Pero no es así en la realidad. Uno de ellos se refriere a las palabras de Jesús cuando advierte que la puerta de entrada
en la vida es estrecha y el camino angosto (Lc 13,22 ss) y el otro se refiere al final generalizador de las parábolas: Pues vendrán
muchos de oriente y occidente, del norte y del sur, a sentarse a la mesa en el reino de Dios (Mt 22,16). Esta aparente discrepancia
entre los dos testimonios podría encontrar una solución teniendo en cuenta otros dos datos: el primero se refiere a la lengua utilizada
por Jesús. En ella no existe el comparativo más... menos, sino que se habla siempre con absolutos muchos... pocos. En realidad habría
que traducir muchos son llamados... menos los elegidos. Con lo que queda abierto un camino de esperanza. El segundo son las
palabras de la Cena sobre el vino: su Sangre será derramada por la multitud, es decir, por la totalidad. Una multitud inmensa,
incontable, disfrutará de la felicidad, del amor y de la luz de Dios. Pero el Evangelio advierte que el hombre ha de responder con
fidelidad, acogerse con confianza a la misericordia de Dios y ponerse en camino detrás de Jesús, cada uno según la situación que le ha
tocado vivir. Dios es libérrimo en la oferta, lo es en los medios, sólo espera la respuesta coherente y adecuada del hombre que camina
guiado por la luz natural y rectitud de su conciencia o por la luz del Evangelio. Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento
de la verdad (1Tm 2,4). Pero no impone ni la verdad ni la salvación; respetará siempre la libertad del hombre. He ahí el misterio de la
salvación y libertad humana, ayer y hoy y siempre.
Evangelio: (Juan 21,1-19)
Marco: Jn 21 narra tres escenas: los apóstoles deciden ir a pescar y Jesús se les aparece con la consiguiente pesca milagrosa y su
reconocimiento; el diálogo de Jesús con Pedro a quien encomienda la misión de pastor de su Iglesia; el destino de Pedro y del discípulo
amado .
Reflexiones
1ª) ¡Es el Señor!
Simón les dijo: Me voy a pescar. Ellos contestaron: Vamos también nosotros contigo... El discípulo amado dice a Pedro: Es el Señor. La
aparición del resucitado junto al lago de Tiberíades es muy probable que fuera la primera. Este relato sugiere que, tras la muerte de
Jesús, transcurrió un espacio de tiempo cuya extensión no podemos precisar, de tal manera que siete de sus discípulos invitados por
Pedro vuelven a sus actividades a Galilea. Esto significa que el impacto de la muerte de Jesús alcanzó seriamente a los discípulos.
Jesús, el Pastor bueno y escatológico, recoge de nuevo a sus discípulos y los envía a la misión después que experimentaron que
estaba realmente vivo. El relato de los discípulos que se dirigían a Emaús (Lc 24,13ss), nos reafirma en esta convicción. ¡Qué duros
días pasaron los discípulos! Esto nos enseña a valorar todavía más la importancia de la resurrección de Jesús y su experiencia. Sólo
desde y por el Resucitado fue posible la misión. Este acontecimiento, que permite experimentar a Cristo como vivo y presente, ha de ser
meditado una y otra vez y participado en la aceptación creyente del mensaje, en la experiencia personal y comunitaria de que estaba
vivo y en la posibilidad de una nueva forma de vida y comunión en el amor expresado tan poderosamente en la cruz y afianzado para
siempre en la resurrección. Hoy, como ayer y como siempre, es necesario anunciar a un Cristo vivo que sale al encuentro de los
hombres y les ofrece la esperanza que puede dar sentido a sus vidas. Real es la resurrección como real fue la muerte en cruz. Real es
la cruz de la humanidad y real es la esperanza que se le ofrece en el acontecimiento pascual que alcanza las vidas de los hombres y
mujeres de nuestro tiempo en su realidad humana así como los anhelos de sus corazones.
2ª) ¡Sólo es posible ejercer el ministerio desde el amor hasta la muerte!
Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Él le contestó: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dice: apacienta mis corderos.
Observemos, en primer lugar, la triple pregunta de Jesús a Pedro. Sabemos que en la Escritura el número tres tiene su significación: la
insistencia y la importancia. La importancia de que Pedro manifieste expresamente su disposición a amar a Jesús. Es necesario
consolidar la obra de la misión sobre las mismas bases en que se fundamenta la salvación. La salvación es una obra del amor de Dios
manifestado en Jesús hasta el extremo (Jn 3,17s; 13,1ss). Pedro es elegido para hacer posible y presente la prolongación de esta obra
en el mundo. Por tanto, con toda coherencia, se le pregunta sobre su capacidad y disponibilidad a amar a Jesús y por él y en él a todos
los hombres. El ejercicio de la misión que se le encomienda solo es posible desde estas disposiciones. Ciertamente los Padres de la
Iglesia suelen relacionar esta triple pregunta sobre su capacidad de amar con su triple negación de Jesús durante su proceso. Es
probable que hubiera una relación entre los dos relatos. De hecho, el narrador recuerda que, ante la pregunta por tercera vez, Pedro
se sintió invadido por la tristeza. En todo caso, el interrogatorio está destinado a asegurar y afianzar la misión de Pedro y revela el
verdadero sentido y relieve de la misma. El ejercicio de la autoridad en la Iglesia, en todos sus planos y manifestaciones, ha de estar
dirigido por el amor como lo entiende Juan: una disponibilidad total para servir a los demás hasta el don de la vida. El autor de 1Jn
recordará que ese amor no es asunto de palabras sino de obras y sinceridad. Y sólo es posible el ejercicio de este amor pastoral si se
ha experimentado profundamente el amor de Dios revelado en la persona, la vida y la muerte de Jesús. Hoy es necesario recordar y
restaurar constantemente este programa ofrecido por Jesús a Pedro.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
Este comentario está incluido en el libro: La Palabra fuente de vida. Ciclo A. Editorial San Esteban, Salamanca 2004.
La Resurrección desde la experiencia del amor
Iª Lectura: Hechos (5,27-32.40-41): Testigos: El Espíritu y la Comunidad
I.1. La primera lectura nos presenta el discurso de defensa que Pedro hace ante el Sanedrín judío, que ha comenzado a perseguir a los
primeros cristianos, después que los saduceos y las clases sacerdotales (los verdaderos responsables también de la condena de
Jesús) se han percatado de que lo que el Nazareno trajo al pueblo no lo habían logrado hacer desaparecer con su muerte. Los
discípulos, que comenzaron tímidamente a anunciar el evangelio, van perdiendo el miedo y están dispuestos a dar razón de su fe y de
su nuevo modo de vida. Fueron encarcelados y lograron su libertad misteriosamente.
I.2. Para dar razón de su fe, de nuevo, recurren al kerygma que anuncia con valentía la muerte y la resurrección de Jesús, con las
consecuencias que ello supone para los responsables judíos que quisieron oponerse a los planes de Dios. La resurrección, pues, no es
ya solamente que Jesús ha resucitado y ha sido constituido Salvador de los hombres, sino que “implica” también que su causa continúa
adelante por medio de sus discípulos que van comprendiendo mucho mejor lo que el Maestro les enseñó. Esta es una expresión que ha
marcado algunas de las interpretaciones sobre el acontecimiento y que no ha sido admitida. Pero en realidad se debe tomar en
consideración.
I.3. No podemos centrarnos solamente en el “hecho” de la resurrección en la persona de Jesús, sino que también debemos considerar
que la resurrección de Jesús cambia la vida y el horizonte de sus discípulos. Y esto es muy importante igualmente, ya que sin ello, si
bien se proclame muchas veces que “Jesús ha sido resucitado” no se hubiera ido muy lejos. Es decir, la resurrección de Jesús también
da una identidad definitiva a la comunidad cristiana. Ahora la causa de Jesús les apasiona, les fascina, y logran dar un sentido a su
vida, que es, fundamentalmente, “anunciar el evangelio”.
IIª Lectura: Apocalipsis (5,11-14): Liturgia pascual en el cielo
II.1. La segunda lectura nos narra una segunda visión del iluminado de Patmos, en la que se adentra en el santuario celeste (una forma
de hablar de una experiencia intensa de lo divino y de la salvación) donde está Dios y donde aparece una figura clave del Apocalipsis:
el cordero degollado, que es el Señor crucificado, aunque ya resucitado. Con él estaba toda la plenitud de la vida y del poder divino,
como lo muestra el número siete: siete cuernos y siete espíritus.
II.2. La visión, pues, es la liturgia cósmica (en realidad todo el libro del Apocalipsis es una liturgia) del misterio pascual, la celebración y
aclamación del misterio de la muerte y resurrección del Señor. Toda la liturgia cristiana celebra ese misterio pascual y por medio de la
liturgia los hombres nos trasladamos a aquello que no se puede expresar más que en símbolos. Pero para celebrar y vivir lo que se ha
hecho por nosotros.
Evangelio: Juan (21,1-19): La Resurrección, experiencia de amor
III.1. El evangelio de este domingo, como todo Jn 21, es muy probablemente un añadido a la obra cuando ya estaba terminada. Pero
procede de la misma comunidad joánica, pues contiene su mismo estilo, lenguaje y las mismas claves teológicas. El desplazamiento de
Jerusalén al mar de Tiberíades nos sitúa en un clima anterior al que les obligó a volver a Jerusalén después de los acontecimientos de
la resurrección. Quiere ser una forma de resarcir a Pedro, el primero de los apóstoles, de sus negaciones en el momento de la Pasión.
Es muy importante que el “discípulo amado”, prototipo del seguidor de Jesús hasta el final en este evangelio, detecte la presencia de
Jesús el Señor y se lo indique así a los demás. Es un detalle que no se debe escapar, porque como muchos especialistas leen e
interpretan, no se trata de una figura histórica, ni del autor del evangelio, sino de esa figura prototipo de fe y confianza para aceptar
todo lo que el Jesús de San Juan dice en este escrito maravilloso.
III.2. Pedro, al contrario que en la Pasión, se tira al agua, “a su encuentro”, para arrepentirse por lo que había oscurecido con sus
negaciones. Parece como si todo Jn 21 hubiera sido escrito para reivindicar a Pedro; es el gran protagonista, hasta el punto de que él
sólo tira de la red llena de lo que habían pescado para dar a entender cómo está dispuesto ahora a seguir hasta el final al Señor. Pero
no debemos olvidar que es el “discípulo amado” (v. 7) el que delata o revela situación. Si antes se ha hablado de los Zebedeos, no
quiere decir que en el texto “el discípulo amado” sea uno de ellos. Es el discípulo que casi siempre acierta con una palabra de fe y de
confianza. Es el que señala el camino, el que descubre que “es el Señor”. Y entonces Pedro… se arroja.
III.3. El relato nos muestra un cierto itinerario de la resurrección, como Lucas 24,13-35 con los discípulos de Emaús. Ahora las
experiencias de la resurrección van calando poco a poco en ellos; por eso no se les ocurrió preguntar quién era Jesús: reconocieron
enseguida que era el Señor que quería reconducir sus vidas. De nuevo tendrían que abandonar, como al principio, las redes y las
barcas, para anunciar a este Señor a todos los hombres. También hay una “comida”, como en el caso de Lc 24,13ss, que tiene una
simbología muy determinada: la cena, la eucaristía, aunque aquí parezca que es una comida de “verificación” de que verdaderamente
era el Señor resucitado. Probablemente el relato de Lc 24 es más conseguido a nivel literario y teológico. En todo caso los discípulos
descubrieron al Señor como el resucitado por ciertos signos que habían compartido con El.
III.4. Todo lo anterior, pues, prepara el momento en que el Señor le pide a Pedro el testimonio de su amor y su fidelidad, porque a él le
debe encomendar la responsabilidad de la primera comunidad de discípulos. Pedro, pues, se nos presenta como el primero, pero
entendido su “primado” desde la experiencia del amor, que es la experiencia base de la teología del evangelio de Juan. Las preguntas
sobre el amor, con el juego encadenado entre los verbos griegos fileô y agapaô (amar, en ambos casos) han dado mucho que hablar.
Pero por encima de todo, estas tres interpelaciones a Pedro sobre su amor recuerdan necesariamente las tres negaciones de la Pasión
(Jn 18,17ss). Con esto reivindica la tradición joánica al pescador de Galilea. Sus negaciones, sus miserias, su debilidad, no impiden que
pueda ser el guía de la comunidad de los discípulos. No es el discípulo perfecto (eso para el evangelio joánico es el “discípulos
amado”), pero su amor al Señor ha curado su pasado, sus negaciones. En realidad, en el evangelio de Juan todo se cura con el amor.
Y esta, pues, es una experiencia fundamental de la resurrección, porque en Tiberíades, quien se hacen presente con sus signos y
pidiendo amor y dando amor, es el Señor resucitado.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
Este comentario está incluido en el libro: Sedientos de su Palabra. Comentarios bíblicos a las lecturas de la liturgia dominical. Ciclos A, B y C.
Editorial San Esteban, Salamanca 2009.
Pautas
Reconocimiento
Quedaba atrás aquel día en el que unos pescadores, dejando las redes a orillas del lago de Genesaret, habían decidido seguir tras la
llamada de Jesús atraídos por su reclamo. Ahora, aunque en el mismo escenario del lago, sus sensaciones eran muy diferentes.
Recordaban sin duda su desbandada y dispersión tras el prendimiento del Maestro. Habían mascado el fracaso de la Cruz. Estaban de
vuelta. Eso sí, al menos se habían reagrupado, volvían a reencontrarse en su trabajo de siempre. Eran momentos de reconsiderar, de
reorientar y de recomenzar sus vidas. ¡Qué difícil resultaba todo ahora, sin la presencia de aquel en quien habían puesto toda su
confianza! La dura brega de una noche sin pescar nada, la red vacía…, lo decía todo.
Ahora bien, Dios aprieta pero no ahoga. El mismo Jesús que había degustado en su pasión el sabor amargo del abandono y de la
soledad infinita y que había sido resucitado y revalidado en su misión por su Padre Dios, salía de nuevo al encuentro de los suyos para
curar sus heridas recordándoles aquella su primera llamada en este mismo lugar: Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.
Ante la asombrosa redada de peces, fue el discípulo amado -el mismo que a instancias de Pedro había mediado ante Jesús en la última
Cena para reconocer al traidor (Jn 13, 25)- el que desvelaba ahora a Pedro el misterio de cuanto estaba aconteciendo: Es el Señor. La
pincelada teológica del evangelista lo dice todo: era al amanecer, renacía de nuevo la esperanza perdida.
Reencuentro y misión
La reacción de Pedro no se dejó esperar. No dudó un instante en lanzarse al agua buscando la orilla para reencontrarse con Jesús. Allí
les esperaba una vez más su confidente con la mesa preparada al calor de las brasas. ¿Nuevos recuerdos para Pedro? En Jn 18, 18
leemos: “cuando Jesús entró en el atrio del sumo sacerdote para ser interrogado, los siervos y los guardias tenían unas brasas
encendidas porque hacía frío, y, junto con ellos, estaba también Pedro calentándose”. Era el frío gélido de quien había renegando de
su Maestro.
La Cena de la traición recuperaba en esta nueva escena el calor del amor incondicional, de la fiel amistad, de la acogida fraterna. Era
el mismo Jesus quien les invitaba a degustar de la copiosa redada: Venid y comed… Y tomando el pan, se lo da; y de igual modo el pez.
Nadie se atrevió a decir nada, pues todos le habían reconocido en la pesca milagrosa. Era la señal del reencuentro. Había que
celebrarlo en silencio, con la emoción entrecortada de quien es incapaz de articular palabra alguna. Desde entonces y para siempre, el
pan y el pez serán para los creyentes el signo eucarístico de la presencia sacramental del Resucitado.
Escarbando en el rescoldo de las cenizas, Jesús volvía a encender en sus discípulos la llama de una fe acrisolada por la prueba. Una fe
llamada a crecer y fortalecerse en el testimonio generoso de la misión tal como el mismo Jesús les había enseñado: Yo soy el Buen
Pastor y he venido para que las ovejas tengan vida en abundancia (Jn 10,10).
Apacienta mis ovejas
El evangelio de hoy evoca aquella otra escena de la vocación de los cuatro primeros discípulos, en la que, también después de una
copiosa pesca, Pedro, asombrado y anonado, exclama: Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador. A pesar de todo, y aún a
sabiendas de que un día le negaría, Jesús confía en él: No temas. Desde ahora serás pescador de hombres (Lc 5,1-11).
Por eso, en estos momentos, después de haberle negado tres veces, serán otras tantas las que habrá que responder a la pregunta del
Señor: Pedro, ¿me amas? Pues, siendo así, apacienta mis ovejas. Es la propia misión apostólica la que le irá confirmando día a día en
su vocación: yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos (Lc 22,32).
El sígueme final del relato no tenía ya para Pedro las mismas connotaciones de aquella primera llamada a orillas del lago de Galilea. A
ejemplo del Maestro, estaba dispuesto a sellar su misión con el martirio.
Fray Juan Huarte Osácar
Convento de San Esteban (Salamanca)
Infantil
III Domingo de Pascua - 10 de abril de 2016
Aparición de Jesús en lago de Tiberíades
Juan 21, 1-19
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos
Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zabedeos y otros discípulos suyos. Simón Pedro les dice: Me voy a pescar. Ellos le contestan: - Vamos también nosotros contigo. Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: Muchachos, ¿tenéis pescado? Ellos contestaron: - No. El les dice: - Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. La echaron, y
no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: - Es el Señor. Al oír
que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron a la barca,
porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un
pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: - Traed de los peces que acabáis de coger. Simón Pedro subió a la barca y arrastró
hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: Vamos, almorzad. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca,
toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de
entre los muertos
Explicación
El evangelio de este domingo sigue haciendo normal la relación de Jesús resucitado con sus amigos. Él no es alguien que vivió con
ellos sino ALGUIEN QUE ESTÁ con ellos. Esa presencia activa de Jesús les ayuda a echar las redes en el sitio que él les indica; les
anima a no darse por vencidos a pesar de no haber tenido resultados en alguno de sus esfuerzos, y a tomar el alimento que el mismo
Jesús les ofrece al concluir el trabajo. Y a Pedro que le había negado tres veces, le pone en situación favorable para que pueda
afirmar, también por tres veces, que le quiere mucho. -Pedro, ¿ me amas ? -Sí, Jesús, tu sabes que te quiero. Hay que hacer como
Jesús: crear situaciones favorables para que las personas nos digamos, de verdad, que nos queremos.
Evangelio dialogado
Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.
Aparición de Jesús en lago de Tiberíades - Juan 21, 1-19
TERCER DOMINGO DE PASCUA –C- (Jn 21, 1-19)
Narrador: En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Simón: Me voy a pescar
Tomás: Espera, Simón, voy contigo
Discípulos: Nosotros también vamos
Narrador: Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla,
pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús: ¡Eh, muchachos! ¿Tenéis pescado?
Discípulos: NO
Jesús: Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.
Discípulo1: Llevamos toda la noche y no hemos pescado un solo pez
Discípulo2: ¿Por qué hemos de hacerle caso? Querrá burlarse de nosotros. Es una tontería hacerlo.
Discípulo1: Tiramos la red a ver qué pasa. El fracaso ya lo tenemos. Con intentarlo no perdemos nada.
Simón: Una vez el Maestro nos hizo una invitación parecida.
Discípulo2: Probar no cuesta nada. Echémosla a ver qué ocurre.
Discípulos: Venga, probemos.
Discípulo1: ¡Cuánto pesa! ¡Estirad, estirad fuerte la red!
Discípulo2: Simón, aquel es el Señor
Simón: ¿Cómo? ¡Es verdad!
Narrador: Simón Pedro, al instante, se ató la túnica y se echo al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no
distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra ven unas brasas con un pescado
puesto encima y con pan.
Jesús: Traed de los peces que acabáis de coger
Simón: Aquí tienes, Señor. ¡Y son muy grandes!
Jesús: ¿Habéis pescado mucho?
Tomás: Yo calculo que hemos pescado más de 150 peces grandes. Las redes estaban a rebosar. ¡Y no se han roto!
Jesús: Vale, venid a comer
Narrador: Comieron pan y pescado asado. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntar a Jesús quién era, porque sabían bien que
era el Señor resucitado de entre los muertos.
Después de haber comido, Jesús dice a Simón:
Jesús: Simón, ¿me amas más que éstos?
Simón: Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús: Apacienta mis corderos
Narrador: Y Jesús vuelve a decirle por segunda y tercera vez a Pedro, que se pone triste:
Jesús: Simón, ¿me quieres?
Simón: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.
Jesús: Apacienta mis ovejas. Ahora, ven y sígueme.
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