Lección 10 LOS NINOS HEBREOS Y EL HORNO ARDIENTE

Anuncio
Lección de la Escuela Dominical
Pastor Hispano, Enrique Gonzalez
La Iglesia Trinidad Bautista
Arlington, Texas
02 de Junio, 2013
Lección 10
LOS NINOS HEBREOS
Y EL HORNO ARDIENTE
(Daniel 2:49; 3:1-30)
Objetos que se necesitan: Fotografías de instrumentos musicales de hoy—de cualquier tipo.
Fotografías de algunos instrumentos de la Biblia. Tu Biblia.
Introduciendo la historia: A todos nos gusta la buena música, ¿verdad? Aquí hay algunas fotos
de instrumentos que hacen la música. (Ensénalas; hable acerca de ellas.) A veces la música es
buena y a veces mala. La música buena y la mala se pueden tocar con el mismo instrumentó. La
música que tenemos en la Escuela dominical es música buena. La música que tenemos en la
Iglesia es música buena. Hay instrumentos que se pueden usar para la música buena como para
la mala como el piano el órgano la guitarra, etc. También tocan música que es música de baile o
música que diga cosas malas o tengan un ritmo malo.
Aquí hay algunas fotos de algunos instrumentos musicales que usaba la gente hace muchos,
muchos anos. Este es un dulcimar—era un poco como las gaitas que usan la gente Escoces. Este
es el Salterio. Se escuchaba un poco como una arpa. Esta es un arpa. La gente se lo ponían
sobre sus faldas cuando lo tocaban. Esta es una corneta. Era hecha del cuerno de un toro. Esta
es una flauta. Era hecha de madera con agujeros. Cuando tocaban bien estos instrumentos se
tocaban la buena música, era muy bonita.
En el tiempo que Daniel y sus tres amigos estaban en Babilonia estos instrumentos se usaban
para tocar música mala. Escuchen, les voy a contar sobre eso.
Diciendo la historia: Los nombres de Daniel y sus tres amigos fueron cambiados. Los nombres
nuevos de los amigos de Daniel eran Sadrac, Mesac, y Abednego. Sus nombres nuevos eran
para que supuestamente se olvidaran de verdadero Dios viviente. ¿Me pregunto si se olvidaron
de Dios? Daniel no se olvidó de Dios en nuestra historia de la semana pasada, ¿recuerdas?
Sadrac, Mesac, y Abednego—estos eran los nombres nuevos que se les había dado a los amigos
de Daniel. Díganlos conmigo: Sadrac, Mesac y Abednego. Estos tres amigos de Daniel estaban
en el pueblo cuando una orden tonta les fue dada que no podían mantener. Escuchen, y les diré
sobre esa orden.
Un día el Rey Nabucodonosor decidió algo. El decidió que Babilonia necesitaba un dios nuevo
para adorar. Él les llamo a unos trabajadores y les dio instrucciones. Quiero que se construya un
dios nuevo. Hagan este más grande y mejor que cualquier ídolo que jamás hemos construido o
mejor que ningún otro que se hayan imaginado. Traigan oro—mucho oro. Hagan este ídolo de
oro. Este ídolo valdrá más que cualquier otro ídolo que hayan hecho. Les diré cuanto oro traer.
Quero que ese ídolo tenga 123 pies de estatura. Eso es más grande que este edificio. El ídolo
que el Rey Nabucodonosor construyo era más grande que este edificio y solo tenía 4 pies de
anchura. Eso es como este tamaño (Demuéstrales apuntando de un lugar del salón a otro. Era
muy alto y delgado.) ¡Los trabajadores estaban asombrados! Iban a tener que usar mucho oro
para hacer ese ídolo.
Los trabajadores estaban ocupados. Me imagino que les tomo mucho tiempo para construir a tal
dios falso porque era muy grande. También les costó mucho dinero. El ídolo fue construido en
un campo abierto donde no había edificios, donde lo podían ver de muchas casas y edificios
diferentes. Ese camp se llamaba el Campo de Dura.
El rey se sintió muy importante cuando vio el ídolo terminado. Él dijo, “Quiero que toda la
gente venga a ver lo que he construido. Yo quiero que vengan y se inclinen ante este ídolo.
Ellos los adoraran.” Esa fue la orden del rey. Niños y niñas, ¿puede algo que está hecho de oro
veré u oírte? ¿Puede hacer algo esa cosa de oro? ¿Puede caminar? ¿Puede hacer que crezcan las
flores? ¿Puede hacer el sol? ¿Puede ayudar a la gente? ¿Puede escuchar a la gente cuando le
oran? No, por supuesto que no. El Rey Nabucodonosor, como el gran hombre que era, debió
saber esto.
Además del ídolo, el Rey Nabucodonosor hizo que construyeran otra cosa. El hizo que
construyeran un horno que tuviera mucho fuego. El horno fue construido afuera. ¿Un horno
afuera? Los hornos son cosas que están adentro de los casas y edificios para mantenerlos
calientes. Este horno no fue construido con ese propósito. Este horno fue construido para
quemar a la gente. ¡Oh, que terrible! Si, era terrible. El Rey Nabucodonosor dijo que si había
alguna persona que no se inclinara ante ese ídolo esa persona sería lanzada al fuego ardiente del
horno.
¿Crees tú que alguien que ama a Jesús se incline a algo hecho de oro o madera o piedra y orarle?
Eso es como decir, “Jesús, tú no eres suficiente. No puedes ayudarme lo suficiente. Necesito
algo más.” Eso estaría mal, ¿verdad?
Nabucodonosor llamo a unos mensajeros. Él dijo, “Viajen por todos los países de Babilonia.
Diles a todos los presidentes, gobernadores, alcaldes, jefes de policía, jueces, a todos los que son
importantes que vengan a verme en Babilonia. Ellos fueron a todos los pueblos que gobernaba
babilonia. Ellos fueron y les dijeron que el Rey Nabucodonosor quería verlos. Les dijeron que
se dieran prisa—el Rey Nabucodonosor había mandado una orden para que ellos fueran a la
dedicación de una imagen.
La gran multitud de gente fue al Campo de Dura. Algunas de estas personas habían viajado un
largo camino para llegar allí; y otros no tan lejos. Sadrac, Mesac, y Abednego tenían que estar
en la reunión.
Cuando toda la gente se paró delante de la imagen, un mensajero del rey se paró a halar. Él dijo
fuertemente: “Para ustedes es una orden, gente, naciones y lenguajes; que cuando escuchen que
toque la música deben inclinarse y adorar la imagen de oro que Nabucodonosor el rey ha
puesto.” El mensajero dejo de hablar. Había silencio. El conductor se paró para dirigir a la
orquesta. Levanto su batuta y les señalo a los músicos que prepararan sus instrumentos para
tocar. Entonces, bajo sus brazos. La orquesta comenzó a tocar. La música no era música buena.
Era música mala que haría que la gente se inclinara hacia el suelo y adorara a la imagen de oro
que el Rey Nabucodonosor llamaba un dios. Todos se inclinaron. Oh, espera, no todos se
inclinaron. Oh, el rey había dicho que todo aquel que no se inclinara lo matarían—lo lanzarían
al horno ardiente para que se quemara hasta morir. ¿Quién sería el que no se inclinó? ¿Pueden
adivinar? Si Sadrac, Mesac, y Abednego. Alguien vio que desobedecieron la orden del rey.
Alguien fue con el rey y le reporto lo que había visto, “Oh, Rey, estos tres hombres a quienes les
has dado lugares importantes en el gobierno no se inclinaron a tu imagen de oro. Sus nombres
son Sadrac, Mesac y Abednego. ¿Cuál es tu deseo?
El rey se puso furioso. ¡Cómo se atreve alguien no hacer lo que yo ordeno! Él dijo, “Traigan a
esos hombres a mí.” Cuando Sadrac, Mesac y Abednego se pararon ante el rey, el rey dijo, “¿Es
cierto que ustedes hombres no se inclinaron a mi imagen de oro?”
Ellos contestaron, “Si, es cierto.”
El Rey dijo, “Les daré otra oportunidad. Cuando la música comienza a tocar otra vez, si se
inclinan, no los mataremos. Si no se inclinan, serán lanzados al horno en el cual hay un gran
fuego. ¿Cuál es aquel Dios que los librara? Veremos si tu Dios es lo suficientemente fuerte para
librarlos de ese fuego del horno.”
Sadrac, Mesac y Abednego escucharon al rey. Ellos contestaron, “No sabemos si nuestro Dios
nos va a proteger cuando seamos puestos en el horno. Si lo hace, está bien. Si El elige dejarnos
morir, también está bien. ¡Pero nosotros sabemos que Él es el verdadero Dios viviente, y no nos
inclinaremos y adoraremos a algo que está hecho de oro y que es un dios falso!”
¡El Rey Nabucodonosor se enojó! Tenía una mirada en la cara que lo hacía verse malo y odioso.
El ordeno, “Calienten el horno siete veces más caliente de lo que está. Pónganle más leña y
carbón al horno; hagan las llamas más altas que las cabezas de la gente. Aten a estos tres
hombres que se atrevieron a desobedecerme. ¡Atenlos! Quiero que mis soldados más fuertes
hagan esto. ¡Ahora, láncenlos al horno ardiente!”
Los hombres fuertes hicieron lo que el rey les había ordenado. Ataron a Sadrac, Mesac y
Abednego y los llevaron al gran horno. Las flamas estaban igual de altas que algunos edificios.
Estaba tan caliente que si te parabas cerca te quemarías. Ellos echaron a estos tres hombres al
horno. Cuando los soldados hicieron esto, el fuego estaba tan caliente y las llamas tan altas que
se quemaron los soldados.
Los tres hombres cayeron, atados, al horno ardiente. Si estuvieras observando dirías: “Ese es el
fin de esos hombres valientes. Ellos amaban a Jesús. Yo sí que están en el cielo, pero sus
cuerpos de seguro están quemados.”
Justo entonces, el rey dio un grito. Él estaba mirando el horno ardiente. Se levantó bien rápido y
les dijo a unos de sus hombres: “¿Qué no lanzamos a tres hombres al horno? Miren, ahí, veo a
cuatro en el horno. ¡Miren! Están caminando alrededor en el fuego. El fuego no los ha dañado,
la cuarta persona se parece al Hijo de Dios.”
El Rey camino hacia el horno y llamo: “Sadrac, Mesac y Abednego, salgan del horno.” Los tres
hombres salieron del fuego. No tenían ni una mancha roja; no se habían quemado en lo absoluto.
Ni un cabello de su cabeza había sido quemado. Sus ropas estaban igual que antes de ser
lanzados al fuego. ¡Ni siquiera olían a humo! Dios los había protegido completamente del
fuego.
El Rey Nabucodonosor entonces cambio de parecer sobre a quién debería de adorar la gente. Él
dijo, “Todos deben adorar al verdadero Dios viviente que Sadrac, Mesac y Abednego adoran.”
Yo creo que Dios le demostró a el Rey Nabucodonosor quien es el verdadero, Dios viviente.
Aprenda nuestro versículo de la Biblia:
Daniel 3:18 “Y si no, sepas, oh rey, que tu dios no adoraremos, ni tampoco honraremos la
estatua que has levantado.”
Descargar