Albertico y Roberto

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Albertico y Roberto
Había una vez un niño muy inteligente de nombre Alberto Simoza, al que todos en el pueblo llamaban cariñosamente
“Albertico”, su madre abnegada ama de casa y su padre maestro de escuela habían dedicado todos sus esfuerzos para educar
de la mejor manera al pequeño pero este niño había nacido con una chispa muy natural, lo cual lo hacía destacarse sobre los
demás niños de su edad con decirles que “Albertico”, empezó a caminar antes de cumplir el año, era muy despierto y alegre,
bailaba muy bien y cantaba de maravilla. Al cumplir ocho años de edad ya cursaba el cuarto grado de primaria, se sabía el
abecedario y la tabla de multiplicar, era todo un campeón en los deportes y un ídolo en el colegio.
Su padre muy complacido le regalo para su fiesta de cumpleaños número nueve, un pequeño Loro, inmediatamente el
inteligente niño se encariñó con la mascota decidió ponerle por nombre “Roberto”, lo alimentaba todas las mañanas, lo bañaba
y cuidaba y en los ratos libres decidió enseñarle a repetir las palabras y los numero de la tabla de multiplicar, tres meses tardó
Robertico en enseñarle al Loro la pronunciación correcta de los números de la tabla de multiplicar al punto de que llegado el
momento el loro los pronunciaba con exactitud. : ¡Dos por uno es igual a dos, dos por dos es igual a cuatro, dos por tres es
igual a seis, dos por cuatro es igual a ocho etc.!. Los constantes ensayos lograron que el loro repitiera de memoria y de manera
casi cronológica los números de la tabla de multiplicar.
Un día Albertico invitó a unos amigos a la casa y llevándolos a su cuarto los invitó a que hicieran unas apuestas, si el loro
repetía sin equivocarse los números de la tabla de multiplicar tendrían que pagarle mil bolívares, los sorprendidos niños
aceptaron la apuesta convencidos de que el loro Roberto, no sería capaz de repetir sin equivocarse dichos números, en
cuestión de minutos y a una señal de su amo, el Loro comenzó a repetir los números señalados, todos los niños quedaron con
la boca abierta y no tuvieron más remedio que pagar la apuesta. Así comenzó un gran negocio para Albertico, la semana
siguiente invito más amigos a su casa y todos perdieron la apuesta. Posteriormente Albertico llevó a escondidas su loro a la
escuela y allí les gano todo el dinero a sus amigos de clase. Tal fue la fama del loro Roberto, que los amigos de Albertico le
colocaron por nombre “El Loro matemático”.
Al enterarse sus padres de la situación decidieron castigarlo en su cuarto pero el astuto niño les recordó que ellos también se
habían beneficiado con el Loro, porque los últimos regalos de cumpleaños se los había obsequiado con el dinero que había
ganado a través de su loro. Sorprendidos los padres de Albertico decidieron hablar con la maestra del niño pero cuando la
maestra trató de reprenderlo, Robertico se le acercó y le dijo al oído las siguientes palabras: ¡Mi estimada maestra, le
recomiendo no me regañe delante de mis compañeros de clase, porque entonces me veré obligado a decir en público que esa
pulsera de oro que lleva puesta, se la regalé el día de su cumpleaños y la compre con el dinero que obtuve con mi loro
Roberto!. Sorprendida por las palabras del joven, la maestra decidió olvidar el asunto. La situación llegó a oídos del director del
plantel y cuando este decidió llamarlo a su despacho, el joven le indico lo siguiente: ¡Estimado director, recuerde que yo
guardo las facturas de todos los potes de pinturas que obsequié al colegio la semana pasada y le diré que dicho obsequio es
producto del dinero que me proporciono la sabiduría de mi loro Roberto!. Ante aquella afirmación el director del plantel
decidió diferir para otro momento el caso. Robertico ya convertido en todo un adulto, hizo mucho dinero con su mascota al
punto de que fue invitado a un programa de radio, tal fue la fama de “Roberto”, que todos en el pueblo lo llamaban el loro
matemático.
….Fin..
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