Nuestro alfabeto - IES Padre Luis Coloma

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I.E.S. PADRE LUIS COLOMA.
Jerez de la Frontera
Dpto. Lengua castellana y literatura
Nuestro alfabeto
La palabra alfabeto es de origen griego formada a partir del nombre de las dos primeras letras de su
abecedario (el griego) alpha y beta. El alfabeto es una serie de signos escritos que cada uno representa un
sonido o más de uno que se combinan para formar todas las palabras posibles de una lengua dada.
El alfabeto trata de representar cada sonido por medio de un solo signo, lo que se consigue pocas veces,
excepción hecha del coreano (que es el más perfecto) y, en menor grado, de los silabarios japoneses. Los
alfabetos son algo distinto a los silabarios, pictogramas e ideogramas.
En un silabario un solo signo representa una sílaba (secuencia de fonemas, entre dos y cuatro, que se emiten
sin pausa).Por ejemplo, el japonés posee dos silabarios completos — el hiragana y el katakana — inventados
para complementar los caracteres que poseían de origen chino. Un sistema pictográfico representa por medio
de dibujos los objetos que así lo permiten, por ejemplo, el dibujo de un sol significa la palabra sol. Un sistema
ideográfico emplea la combinación de varios pictogramas para representar lo que no se puede dibujar, como
las ideas y los verbos de significación abstracta. Así si se combinan los pictogramas chinos sol y árbol
representan la palabra del punto cardinal Este. Casi todos los alfabetos poseen entre veinte y treinta signos,
aunque el rokotas, de las islas Salomón, sólo contiene once letras, mientras que el khmer cuenta nada menos
que con setenta y cuatro letras.
Los primeros sistemas de escritura son de carácter pictográfico, ideográfico o una combinación de los dos;
entre estos están la escritura cuneiforme de los babilonios y los asirios, la escritura jeroglífica de los egipcios,
los símbolos de la escritura china, japonesa y los pictogramas de los mayas. Lo que distingue a estos sistemas
de un silabario o de un alfabeto es que el signo deja de representar un objeto o una idea y pasa a representar
un sonido.
Normalmente, el sonido es el sonido inicial de la palabra hablada indicada por el pictograma original. Así en el
semítico temprano, un pictograma que representaba una casa, pasó a ser la escritura de la b, primera letra de
la palabra beth que en este idioma es como se decía casa. El símbolo primero significó casa, luego la idea del
sonido b y más tarde es la letra b, tal y como ha llegado al alfabeto español.
Alfabeto del semítico septentrional
Por lo general se admite que es el primer alfabeto que se conoce y surgió en lo que hoy es Siria y Palestina
entre el 1700 a.C. y el 1500 a.C. Se le denomina semítico septentrional y aparece como una combinación de
los símbolos cuneiformes y jeroglíficos; algunos signos podrían proceder de otros sistemas emparentados con
ellos como la escritura cretense e hitita. El alfabeto semítico sólo tenía 22 consonantes. Los sonidos de las
vocales había que sobreentenderlos porque estaban predeterminados. Los alfabetos hebreo, árabe y fenicio
tienen este origen y en la actualidad tanto el alfabeto hebreo, que posee 22 caracteres, como el árabe, que
posee 28, están basados en este modelo, por lo que carecen de representación para sus vocales, que se
pueden indicar por medio de unos puntos y rayas que se colocan encima, debajo o junto a la consonante. La
escritura se realiza de derecha a izquierda.
Muchos estudios llegan a la conclusión de que en torno al año 1000 a.C. habían aparecido cuatro ramas
derivadas del alfabeto semítico septentrional: la escritura semítica meridional, la cananea, la aramea y la
griega. Sin embargo, otros estudios establecen que la escritura semítica meridional y la septentrional tienen un
origen común, antecedente de las dos. El semítico meridional ha sido el antecedente de los alfabetos de las
lenguas ya desaparecidas que se hablaron en la península de Arabia, y de las actuales lenguas de Etiopía. La
escritura cananea se escindió en dos tipos y dio lugar a la escritura más antigua del hebreo y el fenicio,
mientras la escritura aramea tuvo una enorme importancia porque sirvió de base a otros alfabetos semíticos y
no semíticos que utilizaron las lenguas de Asia occidental. El grupo no semítico ha servido para la aparición de
los alfabetos de todas las lenguas de la India; en tanto que del alfabeto semítico procede el alfabeto hebreo de
caracteres rectangulares, que sustituyó al antiguo y se convirtió en el prototipo de la escritura hebrea moderna.
Alfabetos griego y romano
Entre los años 1000 y 900 a.C. los griegos habían adoptado la variante fenicia del alfabeto semítico y a sus 22
consonantes habían añadido dos signos (en algunos dialectos varios signos más), sin contar unos caracteres
con los que representaron las vocales. Después del año 500 a.C. el griego ya se escribía de izquierda a
derecha. Su alfabeto se difundió por todo el mundo mediterráneo y de él surgen otras escrituras como la
etrusca, osca, umbra y romana. Como consecuencia de las conquistas del pueblo romano y de la difusión del
latín, su alfabeto se convirtió en el básico de todas las lenguas europeas occidentales.
Alfabeto cirílico
Hacia el año 860 d.C. unos religiosos griegos que vivían en Constantinopla evangelizaron a los eslavos e
idearon un sistema de escritura conocido por el alfabeto cirílico por el nombre de uno de sus creadores, san
Cirilo, apóstol de los eslavos. Procede este alfabeto, como el romano, del griego y la escritura del siglo IX toma
como base el estilo uncial. No obstante, para reproducir determinados sonidos que existían en el eslavo se
crearon algunos caracteres que no existían en griego. Las variantes del alfabeto cirílico son las escrituras que
corresponden al ruso, ucraniano, serbio y búlgaro, pero no es al caso polaco, checo, eslovaco o esloveno, que
se escriben en caracteres procedentes del alfabeto romano. Peculiar es el caso de una lengua de los Balcanes,
que los serbios escriben en caracteres cirílicos y los croatas lo hacen en caracteres latinos.
Alfabeto árabe
También tiene su origen en el semítico y quizá surgiera en torno al siglo IV de nuestra era. Lo emplearon las
lenguas persa y urdu, a su vez es la escritura que emplea todo el mundo islámico: el Próximo Oriente, algunos
países asiáticos, africanos y del sur de Europa. El árabe se escribe con dos modalidades, la cúfica, de tipos
más rígidos, delineados y fijos que se atestigua hacia finales del siglo VII, y la násquica, forma cursiva,
antecedente de la escritura árabe moderna. Prácticamente carece de vocales, como el alfabeto hebreo: de las
28 letras que posee, únicamente tres se emplean para las vocales largas, las demás vocales se representan
por medio de marcas diacríticas. La cuestión que se plantea consiste en saber si proceden del alfabeto
semítico los diversos alfabetos de la India y los del Sureste asiático, o si por el contrario se trata de formas
autónomas. Uno de los más interesantes y difundidos, el devanagárico en el que se escribe el sánscrito, y otras
lenguas de la India, es una combinación ingeniosa entre el silabario y el alfabeto. Sea cual sea el origen del
alfabeto devanagárico, lo que sí parece es que ha sido el antecedente de otras escrituras como la del bengalí,
tamil, telugu, cingalesa, birmana, y siamesa o taí.
Alfabetos artificiales
La mayoría de los alfabetos de los que trata el presente artículo son formas que proceden de otros más
antiguos. Sin embargo, existen otros que son creaciones un tanto artificiales para proporcionar un mecanismo
gráfico a los pueblos que no tenían forma escrita de su lengua y que la conservan oralmente, en ese caso no
son evoluciones propias, sino que aceptan alfabetos de origen foráneo. Ése es el caso del armenio, alfabeto
que inventó san Mesrob en el año 405 y que todavía está vigente. Otro caso es el silabario del cherokee
inventado en 1820 por el jefe indio Secuoya. Algo después los misioneros crearon también otros silabarios para
las lenguas indígenas americanas, cuyo origen era el alfabeto romano y el cirílico para las tribus asentadas en
el noroeste estadounidense.
Modificaciones de los alfabetos
Cualquier alfabeto sufre modificaciones a lo largo de los tiempos por el empleo que de él hacen sus usuarios.
Ello es especialmente claro respecto al número de caracteres y de las marcas diacríticas que necesita, como
los acentos, tildes o puntos y que combina con los ya existentes para expresar las modificaciones de los
sonidos a través de los tiempos. Por ejemplo la letra c en francés, portugués y turco se combina con una marca
diacrítica que se llama cedilla ç para representar una s predorsal sorda ante a, o, en portugués y francés.
También existió en español pero hoy ha desaparecido la letra porque no existe el sonido; en tanto que en turco
la ç tiene un sonido próximo a la ch del español, combinación que se emplea en español a partir del siglo XV
para el sonido /ch/ alveolar africado sordo. La letra ñ es una combinación surgida de la escritura cursiva en la
edad media como abreviatura de dos nn seguidas, que representaban el sonido que hoy tiene esa letra. Otras
lenguas mantienen para ese mismo sonido otras escrituras diferentes, como ny para el catalán y provenzal, nh
para el gallego y el portugués, gn para el francés, italiano e inglés, por citar algunos casos próximos al español.
No siempre la misma letra representa el mismo sonido, pues aunque los alfabetos tengan el mismo origen (el
romano en el caso de los ejemplos que acaban de citarse), las lenguas han evolucionado en su uso oral más
rápidamente que en la escritura puesto que ésta es más conservadora.
Las divergencias profundas entre la lengua escrita y la oral han impulsado en muchos casos la reforma de la
escritura.
Orígenes de las letras del alfabeto
El siguiente resumen explica brevemente el origen de cada una de las letras de nuestro actual alfabeto.
A, primera letra y primera vocal del alfabeto español y de la mayoría de los alfabetos de las lenguas
indoeuropeas. Al parecer su forma se originó en un jeroglífico egipcio de escritura hierático-cursiva que
representaba la cabeza del dios Apis. Se tiene noticia de que su primer nombre era ahom.
Los fenicios llamaron a esa letra alph (‘buey’), por su remoto parecido con la cabeza y los cuernos de ese
animal. Los hebreos la llamaron aleph. En el antiguo alfabeto griego se convierte en la letra alfa; ésta, a su vez,
pasa a ser la letra A del abecedario romano cuya forma y valor se perpetuaron en todos aquellos alfabetos que
se derivaron de él.
En la actualidad la a del español representa el sonido que se produce al abrir la boca, separar los labios para
dejar pasar el aire y colocar la lengua ligeramente curvada y apoyada en el hueco de la mandíbula inferior,
mientras vibran las cuerdas vocales. Así suena la a de ‘mamá’, ‘cuál’, y ‘par’, que apenas mantiene diferencias
apreciables con su pronunciación en los distintos países que hablan esta lengua.
B, segunda letra y primera consonante del alfabeto español; existe un signo equivalente que ocupa el
mismo lugar en los alfabetos griego, hebreo y árabe entre otros. Su nombre es be. Actualmente se usa el
nombre griego de la b, beta, (del fenicio beth) para formar la palabra ‘alfabeto’. Los fenicios formaron esta
letra a partir de la representación de una grulla de un jeroglífico egipcio, pero la llamaron beth, "casa".
Podemos esbozar la evolución del signo de la siguiente manera:
La letra b de ‘cabeza’, ‘bruma’ o ‘Bogotá’ representa el sonido que se produce al juntar los labios, para
provocar una implosión en la salida libre del aire por la boca, cerrando el velo del paladar y haciendo vibrar
las cuerdas vocales. En español, no existen grandes diferencias de pronunciación de esta consonante y
sólo se hace muy breve cuando va en posición final de palabra como en "club". En algunas zonas de
España y en países americanos, como México, se distingue el sonido que representa la letra b con el que
representa la letra v.
C, tercera letra del alfabeto español y de las lenguas romances. Su nombre es ce. El signo procede de la C
latina, al redondear la letra griega Γ, gamma, que se derivaba de un símbolo fenicio llamado gimel o camello,
éste a su vez procedía de un símbolo egipcio.
La c del latín arcaico se pronunció de dos modos, uno semejante al actual ga, gue, gui, go gu, que desapareció
en la época clásica, y el otro el equivalente a ca, y su serie, que se transmitió a las lenguas románicas. Desde
el siglo XVI la letra c representa en español dos sonidos: El primero es el de ‘cama’, ‘copa’, ‘cuna’, ‘clima’ y
‘cráneo’. Aparece en todos los pueblos que hablan español.
Se produce al aproximar la parte posterior de la lengua al velo del paladar y al hacer salir el aire por medio de
una pequeña implosión, y sin que vibren las cuerdas vocales. Este sonido es el que tiene la letra c ante las
vocales a, o, u, ante las consonantes l y r y en las zonas no seseantes cuando lleva una consonante detrás,
como en la palabra ‘pacto’.
El otro sonido es z, que se produce al aproximar la parte anterior de la lengua a los incisivos superiores,
al hacer salir el aire rozando por esa barrera y cerrar el velo del paladar sin que vibren las cuerdas
vocales; es el correspondiente a la c de ‘cena’ y ‘cine’. En casi todos los países americanos que hablan
español y en algunas zonas de España, la c de ‘cena’ y de ‘cine’ tiene el mismo sonido que la s. A esa
forma de pronunciar la c se la conoce como seseo.
En español la letra c se combina con la letra h para formar el dígrafo ch, que se lee como che. Representa el
sonido producido por el contacto de los bordes de la lengua con los del paladar, juntándose primero y
separándose después, el aire sale pasando por esa barrera, rozando y explotando, se cierra el velo del paladar
y no vibran las cuerdas vocales. Este signo es el de palabras como ‘chocolate’ y ‘corcho’, con algunas
variedades dialectales en los diversos países que hablan español.
D, cuarta letra de los alfabetos que proceden del griego y del latín. Su nombre es de. Tuvo su origen en un
jeroglífico egipcio que representaba una mano. Cuando los fenicios adoptaron este signo, recibió el nombre de
daleth (‘puerta’) por su parecido con la abertura de una tienda de campaña. Semejante parecido se puede
apreciar en la letra griega ∆, cuyo nombre delta, se deriva de daleth. En español, el sonido d se produce al
apoyar la punta de la lengua en los incisivos superiores, formando así una barrera por la que pasa el aire
produciendo una pequeña explosión, mientras vibran las cuerdas vocales. Es el sonido de ‘dedo’ y ‘drama’.
Apenas existen ligeras variaciones en el área del español. Sólo existe una pronunciación relajada cuando está
en posición intervocálica, como en ‘sobrevolado’, y en el final de palabras como ‘Madrid’; en esta posición
puede convertirse en otros sonidos por razones dialectales.
E, quinta letra y segunda vocal, la más frecuente, del alfabeto español. Su nombre es e. Su forma, sin
alteración alguna, procede de la quinta letra del alfabeto romano clásico, que era una adaptación de la letra
griega épsilon (Ε, ε). La letra griega se derivó de la semítica he, que a su vez era el desarrollo de un jeroglífico
egipcio Y, origen último de la letra.
La e representa un sonido que se pronuncia abriendo la boca menos que para pronunciar a, elevando y
curvando ligeramente la lengua hacia la parte anterior del paladar y estirando levemente los labios hacia los
lados. Actualmente en español no existen diferencias apreciables en la pronunciación de la e, que adquiere
nasalidad en contacto con una consonante nasal, como en ‘ven’, ‘menta’ y ‘peña’; se relaja, pero nunca se hace
muda en posición final no acentuada, como en ‘cómplice’.
F, sexta letra y cuarta consonante del abecedario actual español y de los alfabetos latino y griego antiguos. Su
nombre es efe. En griego era digamma, por su parecido con dos gammas mayúsculas que estuvieran
superpuestas, y era la letra griega para el sonido G Sus formas fueron F, f, F, o ƒ, y su pronunciación se
parecía al sonido actual de la letra inglesa W en ‘Washington’. Finalmente la lengua latina asignó a la letra v
ese sonido w y la letra f pasó a representar el mismo sonido que tiene en español, como en la palabra ‘fin’. Se
produce al poner en contacto los incisivos superiores con el labio inferior, formando un paso estrecho para el
aire, que pasa rozando, al bajar el velo del paladar y sin vibrar las cuerdas vocales.
G, séptima letra del alfabeto español y de otros alfabetos procedentes del latín. Su nombre es ge. La
mayúscula o capital G se deriva de la letra C del latín, que procede a su vez de la letra griega G gamma, que
se trazó redondeada a partir del siglo VII a.C. La letra latina c representó a la vez los sonidos, g y k hasta el
siglo III a.C., que fue cuando se modificó el carácter para llevar a cabo la distinción del sonido g. Una vez
realizada la diferencia, la nueva letra ocupó el lugar que tenía en el alfabeto griego la Z, pero no se usó en latín.
La minúscula moderna g evolucionó a partir de una forma que surgió en el siglo VII.
En español, esta letra representa dos sonidos: uno ante a, o, u, que se produce al poner en contacto la parte
posterior de la lengua con el paladar blando, produciendo una barrera que atraviesa el aire para salir formando
una pequeña explosión; las cuerdas vocales vibran. Este sonido es el de la g en ‘gato’, ‘cargo’, ‘Paraguay’.
También tiene ese sonido cuando lleva detrás una consonante, como en ‘gracias’. El otro sonido es el que
representa la g cuando va delante de e o de i, que es como la j del castellano, en ‘gente’ y ‘girar’. Se escribe
una u muda entre la letra g y las vocales e, i, para que tengan el mismo sonido sonoro que ante a, o, u y
consonante como en las palabras ‘sigue’ y ‘siguiente’.
H, octava letra del alfabeto español y de otros alfabetos procedentes del latín. En español se llama hache. La
letra procede de la semítica H, cheth, que representaba tanto en el alfabeto griego como en el latino un sonido
aspirado parecido al que existe en árabe o en inglés. En el latín hablado, poco a poco, fue desapareciendo la
aspiración o degradándose. Se mantuvo como letra escrita para representar algunos sonidos del griego, como
el espíritu áspero. También se combinó con algunas letras para reproducir sonidos aspirados procedentes de
otras lenguas. Como resultado de todo ello, la letra h pasa a ser muda en las lenguas románicas. En castellano
la letra h se mantiene muda y su aspiración es propia de algunas variedades dialectales. Se combina con el
signo c para formar la ch, dígrafo que tiene un sonido palatal, como en ‘choque’. Es una letra muda en otras
lenguas. La letra h se combina con otras consonantes en dígrafos para representar varios sonidos
consonantes: así ch en francés o portugués, que suenan como sh del inglés; lh y nh del portugués suenan
como ll y ñ del español.
I, novena letra y tercera vocal de los alfabetos español, griego y romano. Los griegos la llamaron iota a partir de
su nombre semítico, yodh, que significa ‘mano’, procede de la forma que tenía este signo en el alfabeto
hierático egipcio; éste evoca algún parecido con una mano que tuviera el pulgar estirado y separado. El punto
que lleva la i minúscula se empezó a usar con carácter general en el siglo XI. Originariamente fue un acento,
que sirvió primero para indicar la existencia de una vocal larga y más tarde para distinguir las dos íes, i i,
escritas de la u, así como para marcar la letra i en las combinaciones iu e ui.
J, décima letra y séptima consonante del alfabeto castellano. Su nombre es jota, porque surge de la letra
griega iota. Es la última letra incorporada al alfabeto y a la lengua escrita. El signo J apareció primero en el
abecedario romano, y a veces se utilizaba para indicar el carácter largo de la vocal i, pero otras veces se usaba
sencillamente como una I mayúscula. En la edad media inicialmente su forma alargada (J) se usó con carácter
ornamental muy a menudo, así como en la escritura de cifras. Hasta bien entrada la segunda mitad del siglo
XVII no se utiliza la j inicial. Tuvo que pasar casi siglo y medio para que apareciera regularmente impresa en
los libros europeos. Por lo tanto, mucho después de la invención de la imprenta la j no era más que una mera
variación caligráfica de la i. En latín y en español antiguo podía tener el valor de una vocal o de una semivocal,
así como mostraba un uso restringido de su función como consonante en cualquier posición de una palabra.
Eso explica las variaciones ortográficas que aparecieron en dos palabras del español bien conocidas: México /
Méjico y Quixote / Quijote.
En el español moderno esta letra representa el sonido que se produce al aproximar la parte posterior de la
lengua, que está curvada, al velo del paladar, al dejar pasar rozando el aire por esa interrupción y sin vibrar las
cuerdas vocales, como en las palabras ‘caja’, ‘rojo’, ‘Julio’.
Existe un sonido relajado de la j en posición final de palabra como en ‘reloj’.
K, undécima letra del alfabeto español. Aparece con su forma actual en el alfabeto romano, como
correspondiente de la letra griega kappa, de la que procedía; ésta a su vez tenía su origen en un jeroglífico
egipcio. En el alfabeto español se introdujo sólo para transcribir términos procedentes de otras lenguas, como
kilómetro o kilovatio, palabras de origen griego; krausismo de origen germánico; kermés galicismo; kárate
procedente del japonés o kurdo. La Real Academia Española suele permitir en muchos casos que se escriba
con c o qu siempre que sea posible, cosa muy extendida en toda América. Sin embargo, mantiene la escritura
de esta letra en los nombres propios de origen extranjero como Kant, Keppler, Okinawa o Kelvin.
En español, representa un fonema consonante velar oclusivo y sordo, idéntico al que representan las grafías
qu, ante e, i, y c ante las vocales a, o, u. Este mismo sonido parece ser el más universal que corresponde a
esta letra. Existe una k muda en inglés si va en posición inicial y seguida de n como en know.
L, duodécima letra del alfabeto español. Su nombre es ele. En latín apareció primero la forma L de la letra
mayúscula, procedente de la letra griega lambda. Esta a su vez tenía su origen en un jeroglífico egipcio.
En español el sonido de la l se describe fonéticamente como una consonante alveolar lateral, que se produce al
apoyar la punta de la lengua contra los alvéolos o las encías y dejar pasar el aire por los lados de esa barrera.
Así se pronuncia en términos generales la l de ‘lado’, ‘mal’ y ‘doble’.
En español existe un dígrafo constituido por dos eles seguidas, ll, que representan el sonido de otra
consonante, la elle. Este sonido se produce al apoyar la parte central de la lengua curvada en el centro del
paladar, mientras se deja pasar el aire por los lados que configura esa barrera, en una ligera implosión. Ese
sonido es el de las palabras ‘calle’, ‘lluvia’ y ‘cuello’. Existen diferencias importantes en la pronunciación de esta
consonante, dependiendo de las diversas zonas dialectales. También existe un uso bastante extendido de
pronunciar igual la elle y la y griega. A este fenómeno se le llama yeísmo. En catalán existe la posibilidad de
escribir l.l, para representar el sonido de dos eles, que a pesar de estar juntas cada una pertenece a una sílaba
distinta, como en la palabra il.luminació; a este diágrafo se le llama ele geminada.
M, decimotercera letra del alfabeto español. Su nombre es eme. Procede del latín que la tomó de la letra griega
mu, y que a su vez tuvo su origen en un jeroglífico egipcio que representaba un búho.
El sonido de la m se emite impidiendo la salida del aire por la boca con los labios, abriendo el velo del paladar
para dar resonancia nasal y poniendo en vibración las cuerdas vocales; por lo tanto, la corriente de aire se
emite por la nariz y el sonido recibe así una resonancia nasal. Este sonido es el de la m en ‘mamá’, o ‘cambio’.
Ante los sonidos p y b, como en ‘hombre’ o ‘campo’ tiene un sonido próximo a la n. Pasa a pronunciarse como
n en final de palabras como en ‘álbum’ y ‘ultimátum’. No se pronuncia en el grupo mn cuando es inicial de
palabra, como en ‘mnemotécnico’.
N, decimocuarta letra del alfabeto español que procede del latín y que a su vez viene de una letra griega. Su
nombre es ene. Los griegos la llamaron nu, por su denominación semítica y fenicia nun, que significa 'pez',
tomada de la representación de una línea de agua en un jeroglífico egipcio.
El sonido de esta letra se emite a través de la nariz, con la vibración de las cuerdas vocales, en tanto que la
lengua, apoyada en los alvéolos, impide el paso del aire por la boca. Así se pronuncia la n de 'nena' o la de
'son'. Existe una n dental producida por la posición de la lengua en contacto con la parte posterior de los
dientes, cuando va delante de t, o de d, como en las palabras 'antes' y 'andar', aunque es más clara en francés.
Se pronuncia como m cuando va junto a v, como en la palabra 'envidia'. Apenas tiene sonido o lo tiene muy
relajado cuando va junto a m en el grupo nm, como en la palabra 'inmenso'.
Ñ, decimoquinta letra del alfabeto español. Su nombre es eñe y sólo se usa en español. Su forma procede de
la consonante n. La tilde que lleva en la parte superior tiene su origen en la escritura de los copistas
medievales, que la emplearon desde el siglo XII como signo escrito sobre una letra y que significaba carácter
repetido, es decir, ñ = nn, õ =oo. Dos siglos más tarde este uso quedó restringido para la letra n, e incluso
podía sustituir a una y o una m. En el siglo XV, Antonio de Nebrija identificaba esta letra y su sonido como
elementos autóctonos en el castellano, por no tener precedente ni en griego, ni en latín, ni en árabe.
El sonido de la ñ es el de palabras ñu, caña, ñora, ñandú, y puño. En otras lenguas romances peninsulares
este sonido se representa mediante otros dígrafos (dos grafías): en catalán se hace con las letras ny, en
portugués con nh, mientras que en gallego se usa la grafía del castellano ñ, aunque en los últimos diez años
existe una vacilación entre la grafía ñ y la portuguesa nh. En otras lenguas románicas, como el francés o el
italiano, es el dígrafo gn el que representa el mismo sonido.
O, decimosexta letra del alfabeto español y cuarta vocal de éste y de muchos otros alfabetos de las lenguas de
origen europeo. En principio era un signo fenicio que representaba un sonido gutural aspirado. Los griegos
adoptaron este signo para representar la omicron, o breve, y añadieron un signo distinto para representar la o
larga, la omega. En el alfabeto latino se incorporó una única letra para los dos sonidos. La letra o del español
suele tener como origen más frecuente el de una o, el de una u o el diptongo au del latín; las palabras
españolas hoja, lobo, pobre, proceden de las latinas folia, lupum, pauperem. La o del español no tiene
diferencias apreciables en su pronunciación y el sonido o sólo puede representarse mediante esta letra. En
otras lenguas romances el sonido o puede recibir la grafía au.
P, decimoséptima letra del alfabeto español, que procede del latín como adaptación de la letra griega pi, que a
su vez tuvo su origen inicial en un jeroglífico egipcio. Su nombre es pe.
En español la consonante p no presenta diferencias notables en su pronunciación; fonéticamente se describe
como una consonante oclusiva, sorda, que tiene el mismo punto de articulación de la b, porque es bilabial. En
las palabras españolas que son préstamos de otras lenguas el sonido p en posición inicial corresponde a otra p
originaria, como ‘pala’ del latín ‘pala’, ‘paradigma’ del griego paradeigma, ‘patata’ que se tomó de América, y
‘papaya’, palabra de origen filipino. Es muda cuando va en posición inicial en los grupos ps y pn como en
‘psicólogo’, ‘pneumólogo’. La Real Academia Española permite incluso su desaparición de los escritos y así se
ha generalizado en el grupo pn, pero existe una mayor resistencia a borrar la p del grupo ps. En español no
existe la combinación ph para representar el sonido f, cosa que sí sucede en las demás lenguas romances, y
sólo se admite este dígrafo en el caso de algunas marcas comerciales.
Q, decimoctava letra del alfabeto español, procedente, a través del latín y del griego, de la letra fenicia qoph,
que a su vez se desarrolló desde un jeroglífico egipcio. En las lenguas semíticas, la qoph representa un sonido
explosivo, y muy diferente de la menos enérgica consonante griega.
En las lenguas románicas y en otras lenguas modernas, siempre va delante de la letra u excepto en las
transcripciones de la semítica qoph, como en la palabra ‘Iraq’, de donde procede el gentilicio ‘iraquí’, aunque en
el español escrito, como en otras lenguas, se vacila entre Iraq e Irak. En castellano la letra se llama cu, y como
en el resto de las lenguas procedentes del latín, sólo se utiliza acompañada de la u muda con las vocales e, i,
como en las palabras ‘queso’, ‘pequeño’, ‘quien’ y ‘mantequilla’. Tiene el mismo sonido consonante que la c
ante la a, la o y la u.
R, decimonovena letra del alfabeto español. Su nombre es erre. La R mayúscula o capital en su forma moderna
apareció primero en el alfabeto romano como adaptación de la letra griega ro. Este carácter griego
correspondía al fenicio resh, que a su vez se originó en un jeroglífico egipcio.
La letra r presenta una gran variedad de sonidos, según la lengua que la utilice. Los más frecuentes son, el de
una consonante vibrante como la r del español y del italiano, y el de una consonante uvular r, como la del
francés de ‘París’. En varias lenguas, incluyendo el sánscrito, el checo y el servocroata, la r se utiliza como
vocal y como consonante: por ejemplo Trst por ‘Trieste’.
El sonido r del español se pronuncia de varias maneras; dependiendo de su posición dentro de una palabra,
puede hacer vibrar la lengua una o dos veces, como en las palabras ‘caro’,’roca’, ‘croar’, ‘enredar’ y ‘drama’.
También existen variedades en la pronunciación de la r dependiendo de la norma de pronunciación que exista
en los diversos países que hablan español; ello explica que la pronunciación de la r como l sea la norma en
Puerto Rico y resulte inaceptable en la norma de México, o que la r de Bolivia y algunas zonas de Perú y Chile
no se produzca en Venezuela o Andalucía. En la escritura se escribe una sola letra cuando reproduce una sola
vibración dentro de una palabra (Caracas); cuando reproduce dos o más vibraciones se escribe una sola erre
en posición inicial, y cuando lleva delante o detrás otra consonante, ‘Roma’, ‘amor’, ‘Cárdenas’, ‘Andrés’. El
sonido vibrante múltiple se escribe con un dígrafo rr, erre doble, cuando está en el interior de una palabra y se
encuentra en posición intervocálica, ‘perro’.
S, vigésima letra del alfabeto español. Apareció en su forma moderna por primera vez en el alfabeto romano,
como equivalente de la letra griega sigma, que procedía originariamente de un carácter hierático egipcio
basado en un jeroglífico que representaba un jardín inundado.
El sonido s, técnicamente conocido como consonante sibilante, puede ser sordo y sonoro. En español la letra s
representa el sonido de una consonante sorda con dos variedades básicas de pronunciación: una se produce
al colocar el ápice de la lengua casi apoyado en el alvéolo, dejando paso al aire que sale rozando y sin vibrar
las cuerdas vocales. Recibe el nombre de s apicoalveolar, por la posición de la lengua. Es la predominante en
España y algunas zonas de América. La otra variedad, llamada predorsal, se pronuncia al colocar el dorso de
la lengua ligeramente curvado, casi apoyado en la parte posterior de los incisivos, que deja paso al aire por ese
conducto. Este sonido es el más frecuente entre los hispanohablantes dado que existe mayoritariamente en el
español americano y en algunas zonas de España. La letra s puede recibir el valor fonético de z cuando hay
ceceo por razones dialectales, como en Andalucía. Existe una s sonora en español cuando está en contacto
con otra consonante sonora, como en desde. En otras lenguas la letra s recibe otros valores fonéticos, así en
inglés y en portugués puede sonar como sh, en palabras como sure y portugués.
T, vigésima primera letra del alfabeto español. Su nombre es te. Se deriva de un carácter romano del mismo
nombre, que se tomó de la letra griega tau. Procede de taw, última letra del alfabeto fenicio que representa una
cruz o marca de pertenencia. Ésta a su vez tiene su origen en un jeroglífico egipcio.
La letra t representa el sonido que se produce al chocar el paso del aire con la punta de la lengua, que está
apoyada en la parte interior de los dientes mientras permanecen inactivas las cuerdas vocales. La consonante t
presenta escasas variaciones dentro del español. Existe una pronunciación parecida a la del inglés americano
en el español de Chile.
U, vigésima segunda letra del alfabeto español y última de sus vocales. Su nombre es u. El alfabeto semítico
terminaba en t, pero ahora va delante de otras cuatro nuevas letras, u, v, w, y y, desarrolladas en diferentes
épocas a partir de la semítica vau. La letra vau tiene su origen en un jeroglífico egipcio. A partir del símbolo
fenicio, que tenía una forma intermedia entre f y y, los griegos produjeron dos caracteres, la digamma, que
pervive como nuestra actual letra f, y la upsilon, que tuvo el valor de la u y se pronunciaba en griego clásico
como la u del francés moderno, en tanto que el sonido de la vocal española u se representaba con el diptongo
ou, también como en el francés moderno. La forma v llegó a Roma, donde representó un sonido u como la u
actual del español.
V, vigésima tercera letra del alfabeto español. Su nombre es uve. La forma de la letra mayúscula
apareció primero en latín, que la había adaptado de la letra griega upsilon. A su vez, ésta procedía de un
jeroglífico egipcio. En castellano las letras u y v se usaron indistintamente al menos hasta el siglo XVII.
En español moderno no existe diferencia entre el sonido de la letra v y el de la letra b, excepto en
algunos países de América Latina y en las zonas bilingües de Cataluña, Baleares y Valencia, donde se
hereda la pronunciación autónoma de v como consonante que suena al presionar el labio inferior contra
los dientes superiores y expulsar el aire por la boca mientras vibran las cuerdas vocales.
W, vigésima cuarta letra del alfabeto español. Su nombre es uve doble o doble u. Este signo es más la unión
de dos caracteres que una letra propiamente dicha. En español esta letra no se utiliza más que en palabras
procedentes de otras lenguas. Si son préstamos de voces tomadas de los godos o del alemán, se pronuncia
como una v, como en las palabras ‘Wamba’, ‘Wagner’, ‘Westfalia’. Si son préstamos del inglés moderno, tiene
un sonido de u semiconsonante, como en ‘Washington’.
X, vigésima quinta letra del alfabeto español. Se llama equis. Su forma, valor fonético y nombre proceden del
latín, a través del griego, y en última instancia de un jeroglífico egipcio.
La letra x representa una consonante compuesta de un sonido g sonoro o k sordo seguido de otro sonido s,
que si la pronunciación es cuidadosa suena como ‘examen’ y ‘éxito’. Si va seguida de una consonante, su
sonido se reduce al de una s como en ‘excepto’ aunque en algunos países americanos sigue pronunciándose
cs. En el español antiguo representó un único sonido semejante al de la sh del inglés o la ch del francés; este
sonido evolucionó luego hasta hacerse j. En las palabras de origen náhuatl, la equis puede pronunciarse como
s, Xochimilco o Xóchitl; como j, México o Oaxaca; y sh, xocoyote o mixiote. En la actualidad las palabras que
se escriben con una x inicial proceden del griego, como ‘xeroftalmia’.
Y, vigésima sexta letra del alfabeto español. Procede de la transliteración romana de la letra griega upsilon (υ).
Su nombre es i griega.
En la lengua actual la y representa dos valores fonéticos, uno vocálico, i, y otro consonántico sonoro palatal,
ye. Este valor fonético coincide con el que representa la letra elle y se da en países de América y en algunas
zonas de España. La confusión de los dos sonidos recibe el nombre de yeísmo. Hay una variación importante
en la pronunciación de la y como consonante palatal, que procede del español antiguo. Se emite poniendo el
dorso de la lengua en contacto con el paladar duro y haciendo vibrar las cuerdas vocales. Coincide con el
sonido actual de la j en inglés o francés y sólo se conserva en algunas regiones centrales de España. En
Uruguay y Argentina existe otra variación, una vibración especial, que recuerda el sonido ch. Como vocal, su
uso se remonta a la edad media, cuando los copistas se habituaron a sustituir y por i. La letra y tiene un valor
fonético i cuando va antes de una pausa, y en posición final, como en Monterrey, cuando la conjunción y va
entre dos palabras de las que la primera termina en consonante, y la otra empieza también por consonante,
como en el grupo ‘mujeres y niños’. Cuando está en contacto con una vocal suele tener valor de semivocal
como en ‘vecino y amigo’.
Z, vigésima séptima y última letra del alfabeto español. Su nombre es zeda o zeta. Proviene del alfabeto
romano que la derivó de una letra griega, la cual tenía su origen en un jeroglífico egipcio.
El sonido habitual de la z aparece en palabras como ‘zafiro’, ‘pozo’ y ‘feliz’. Se pronuncia como la c
ante e, i, pero la zeda conserva su sonido ante todas las vocales. La consonante z se produce al
apoyar la punta de la lengua entre los dientes, dejando pasar el aire por este obstáculo con un
rozamiento y sin hacer vibrar las cuerdas vocales. Esta pronunciación es propia de España. Existe otra
variedad del sonido que sitúa la lengua doblada en el paladar duro y la pronuncia como s.
Esta pronunciación es la correcta en Andalucía, Canarias y en casi toda la América hispanohablante.
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