Como ser un Cristiano Genuino KONG DUEN-YEE INDICE Recibir la salvación........................................................................ 1 Creer y ser bautizado .................................................................... 2 Recibir el bautismo del Espíritu Santo....................................... 4 Amar a Dios y al hombre............................................................. 4 Tener comunión con los santos.................................................. 7 Atender al servicio y participar del pan y la copa..................... 9 Ofrecer con un corazón gustoso .............................................. 11 Leer la Biblia constantemente ................................................... 13 Velar y orar................................................................................... 15 Confiar y obedecer...................................................................... 17 Ganar almas para Cristo ............................................................. 19 Guardar la palabra continuamente............................................ 21 Esperar la venida del Señor ....................................................... 23 Como ser un Cristiano Genuino Recibir la salvación “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Ro. 10:17). Puesto que hemos oído la verdad y nos hemos dado cuenta de que somos pecadores, debemos arrepentirnos de todos nuestros pecados humilde y sinceramente ante Dios, y apartarse de una vida de condenación a su senda de santidad. Cuando nuestros pecados nos son revelados en la luz del Espíritu Santo, no pongamos pretextos o nos engañemos a nosotros mismos. Es preferible estar arrepentidos de todos los pecados que hemos cometido y aborrecer nuestra carnalidad. Necesitamos estar bien seguros en confesar nuestros pecados y estar determinados a dejarlos, confiando en el Señor. Debemos rogar a Dios que perdone nuestros pecados y nos limpie con la preciosa sangre de su Hijo Jesucristo. También debemos entregarnos a Dios y creer totalmente en su promesa. De esta manera, nuestros pecados serán perdonados y obtendremos la paz. Habiéndonos despojado de nuestro “viejo hombre” (el cuerpo del pecado), somos una nueva persona en Cristo— ya no esclavos del pecado, sino hijos de Dios. Ya no vivimos bajo el poder del pecado de Satanás sino en el reino de la luz y libertad. Esto es nacer de nuevo. El primer nacimiento es de la carne— nacidos de padres 2 humanos. Es una vida temporal y pecaminosa, la cual lleva a una segunda muerte (el lago de fuego). El segundo nacimiento es del Espíritu (nacer de nuevo)— nacido de Dios. Es una vida santa y eterna que proviene de Dios, la cual no está sujeta a la muerte segunda, pero gozará de bendiciónes eternas del cielo. El Señor Jesucristo dijo, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie viene al Padre [al cielo] sino por mí” (Jn. 14:6). También dijo, “… De cierto de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Os es necesario nacer de nuevo” (Jn. 3:3, 7). “El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Pr. 28:13). “Mas a todos los que recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1:12). “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe… ” (Ef. 2:8). Creer y ser bautizado “El que creyere y fuere bautizado, será salvo… ” (Mr. 16:16). La fe es el primer paso a la salvación. Y el bautismo es el testimonio de la salvación, hecho ante Dios y el hombre. El que cree en el Señor debe de ser bautizado en su nombre. Sin embargo, el que no se arrepienta sinceramente de sus pecados, no será salvo, aunque haya sido bautizado muchas veces. Por otro lado, una persona que se ha arrepentido será salva aunque no tenga la oportunidad de ser bautizado. Un buen ejemplo es de uno de los dos ladrones que fueron cruicificados al lado de Jesús. Aunque él no tuvo la oportunidad de recibir el bautismo de agua, él verdaderamente creyó en el Hijo de Dios. Y así el Señor le hizo una promesa: “… hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23:43). 3 Si Dios nos da la oportunidad de ser bautizados mientras estamos vivos, debemos recibir el bautismo sin excusa. Nuestro Señor Jesús, el Hijo de Dios, dejó su gloria y honor para venir al mundo en forma de hombre. Aun tuvo que cumplir toda justicia, recibiendo el bautismo de Juan en el Jordán (véase Mt. 3:13–17). ¿No deberíamos imitarlo al ser bautizados como buen testimonio ante Dios, el hombre, los ángeles y el diablo? El bautismo de agua tiene un gran significado. La Biblia dice, “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Ro. 6:3–4). Cuando somos inmersos en el agua, se significa que nuestro ‘viejo hombre’(el cuerpo del pecado) está muerto y sepultado con Cristo. Cuando subimos del agua, se significa nuestra resurrección con Cristo. “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Ef. 4:22–24). Bautismo por inmersión es una Escritura verdadera. Debemos seguir la Biblia, sumergiendo nuestro cuerpo entero en el agua. Solamente entonces el significado del bautismo de agua puede ser totalmente declarado. La mayoría de las denominaciones practican el bautismo rociando con agua, lo cual no es consistente con la Biblia. “Bautismo” significa “inmersión.” En su bautismo, el Senor Jesús subió del agua, poniendo así un buen ejemplo a seguir 4 (véase Mt. 3:16). Nosotros los creyentes en el Señor debemos seguir su ejemplo. Bautismo por rociamiento de agua es meramente una tradición del hombre, una levadura venenosa del Catolicismo Romano. Recibir el bautismo del Espíritu Santo Cada cristiano tiene que recibir el testimonio completo de Dios, que él ha testificado de su Hijo. “Y tres son los que dan el testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan. Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio con que Dios ha testificado acerca de su Hijo” (1 Jn. 5:8–9). Cuando creemos en el Señor, recibiremos no sólo el bautismo de sangre (nacer de nuevo por arrepentimiento) y el bautismo de agua (obedecer la verdad después de haber sido bautizado en la iglesia), sino también el bautismo del Espíritu Santo (lleno del Espíritu Santo). Asípues ganaremos poder para triunfar sobre el pecado, amar y servir al Señor, y caminar sobre el camino celestial. “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (Jn. 1:16). Nunca debemos dejar de alcanzar la gracia de Dios. El Señor Jesús dijo, “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hch. 1:5). Amar a Dios y al hombre “‘Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.’ É ste es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: 5 ‘amarás a tu prójimo como a ti mismo.’ No hay otro mandamiento mayor que éstos” (Mr. 12:30–31). No hay amor en el mundo que se compare con el gran amor de Dios. El amor humano es limitado, egoísta y explotador. Los que son amables serán amados más. Mientras que los que no son amables serán amados menos o nada. Pero el amor de Dios es grande y maravilloso. Ante É l deberíamos haber sido condenados a la muerte por nuestra rebelión y desobediencia. Estamos corruptos y sucios, sin bondad, y como trapos sin valor. Aun así nos amó tanto que envió a su Hijo amado Jesús a morir por nosotros, para la redención de nuestros pecados, mediante el derramamiento de su sangre. “Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro. 5:7–8). Por esta razón, amemos al Señor nuestro Dios. “É l que no amare al Señor Jesucristo sea anatema” (1 Co. 16:22). Y si lo amamos, debemos hacer su voluntad y ocuparnos de su corazón. “Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os de apartéis de fornicación [adulterio con el mundo]” (1 Ts. 4:3). Muchos cristianos alegan sobre si es correcto fumar, ir al cine, jugar, tomar licór, bailar, ver televisión o escuchar el radio. Algunas veces sus argumentos se convierten en furia. Pero todo esto es innecesario. Sólo tenemos que preguntarnos esto: “¿De verdad amo al Señor?” El Señor no nos forzará a amarlo. É l quiere nuestro amor que sea voluntario, porque sólo tal amor es precioso y agradable a É l. Lo amamos porque É l nos amó primero. É l murio voluntariamente por nosotros. ¿No deberíamos entregarnos totalmente a É l y amarlo con fidelidad por el resto de 6 nuestras vidas? Si alguien dice que ama al Señor pero se rehusa a dejar los deseos de la carne y los placeres del mundo, se engaña a símismo y a Dios. El testimonio más importante de la iglesia es su separación del mundo. El mundo no puede coexsistir con Dios. El principio del mundo es crucificar a Cristo, sino el principio de la cruz es crucificar al mundo y a mí. Pablo dijo: El mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo (véase Gá. 6:14). “¡Oh gente adúltera! ¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Si alguien quiere ser amigo del mundo, se vuelve enemigo de Dios. ¿O creen que la Escritura dice en vano que Dios ama celosamente al espíiritu que hizo morar en nosotros?” (Stg. 4:4–5 Nueva Versión Internacional). El Espíritu de Dios es santo y celoso. Dios nunca nos permitiría amar nada aparte de Cristo, porque somos la novia del Señor. Un día juzgaremos al mundo juntos con É l. ¿Cómo no mantenernos santos y castos? ¿Cómo cometer adulterio con el mundo? Si la esposa de un hombre está enamorada de otro hombre, ella no puede agradar a su marido. ¿Cómo, pues, es nuestro amor para nuestro Amado? ¿Que no es su amor para nosotros— un amor más dulce que el vino— lo suficiente para cautivar nuestros corazones? No debemos continuar inducíendonos en modas mundanas, fumar, tomar, jugar, pelear, leer publicaciones obcenas, escuchar música mundana, y más. Estas cosas le dan oportunidad a Satanás de blasfemar contra Dios. Se reirá del Señor, “¿Dónde está tu amada novia(los cristianos)? ¿Que no duerme a mi lado? A ella, no le importa tu gran amor por ella. Aunque la hayas adquirido con tu preciosa sangre para que sea tu esposa, ¡Yo sigo siendo al que ella 7 adora!” Sólo imagina cómo tales insultos herirán al Señor. ¿Por qué todavía nos rehusamos a dejar el mundo y sus placeres pecaminosos? ¿Por qué continuamos contristiendo el Espíritu Santo? “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él… Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanence para siempre” (1 Jn. 2:15, 17). No sólo debemos amar a Dios con todo el corazón, sino también amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos. Como pecadores, fuimos egoístas. Ahora que hemos hallado gracia, debemos negarnos a nosotros mismos y amar a otros. “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor… Si alguno dice: yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Jn. 4:7–8, 20). No ame sólo a sus hermanos sino a todos los hombres. No ame sólo los que son amables sino también a los que no lo son. El Señor Jesús dijo, “… Amad a vuestros enemigos, … y orad por los que os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos… ” (Mt. 5:44–45). “… el amor cubrirá multitud de pecados” (1 P. 4:8). “[El amor] es el vínculo perfecto” (Col. 3:14). “… el amor edifica” (1 Co. 8:1). “… El que ama al prójimo, ha cumplido la ley” (Ro. 13:8). “Seguid el amor… ” (1 Co. 14:1). Tener comunión con los santos Una vez que aceptemos a Jesucristo como nuestro Salvador, debemos retornar a su redil, la Iglesia del Nuevo 8 Testamento establecida por el Espíritu Santo, para que crezcamos en fe cristiana. (¡Cuídese de las denominaciones que no predican la verdad completa!) Ama a la iglesia de Dios con todas sus fuerzas y con todo su corazón. Sirva en el sagrado obra diligentemente. Tenga comunión constante con los miembros del cuerpo (hermanos y hermanas) en el Espíritu Santo. Amonéstese con amor y ayude los unos a los otros. “Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor. Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Ef. 4:2–6). “De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría. El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor. Gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración; compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. No paguéis a nadie mal por 9 mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Asíque, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Ro. 12:6–21). “Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (Ef. 4:15–16). “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Fil. 2:3–5). Atender al servicio y participar del pan y la copa “No dejando de congregarnos… ” (He. 10:25). Como hijos de Dios debemos servirle regularmente en su santo templo. El día del Señor (Domingo) es el día que marca la resurrección del Señor y el descenso del Espíritu Santo. En este día, tenemos que poner aparte las cosas seculares y traer a toda la familia a la iglesia para adorar al Señor. Si nos acérquemos a Dios, É l se acercará a nosotros. Los que le temen a Dios, sean jóvenes o viejos, serán bendecidos por É l. Aparte de atender el servicio del Domingo, debemos 10 también atender reuniones diarias, como asambleas de oración y estudios bíblicos u otras convenciónes. Porque ésto es agradable al Señor. El Señor dice, “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20). Debemos partir el pan regularmente en memoria de nuestro Señor Jesucristo porque ésto es un servicio santo que É l estableció antes de su crucifixión. Lo hacemos frecuentemente en memoria de su muerte hasta que É l venga. “Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: ‘Tomad, comed; esto es mi cuerpo.’Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: ‘Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre’” (Mt. 26:26–29). “Así, pues, todas las veces que comieres este pan, y bebieres esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga. De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seriamos juzgados” (1 Co. 11:26–31). Antes de comer el pan del Señor y beber de su copa, examinémonos a nosotros mismos. Si nos encontramos culpables de cualquier pecado en la luz del Espíritu Santo, 11 debemos confesarlo y arrepentirnos delante del Señor. También debemos enfrentarse nuestros propios pecados. Después de eso, participaremos del pan y de la copa del Señor. Ofrecer con un corazón gustoso Como buenos administradores de Dios, debemos voluntariamente ofrecer cualquier cosa que Dios nos ha confiado a nuestro cuidado— sea el cuerpo, el alma, la sabiduría, el dinero, el tiempo o las cosas materiales. Dejen que É l use todo esto para difundir el evangelio del reino celestial. “… Pues todo es Tuyo, y de lo recibido de Tu mano Te damos” (1 Cr. 29:14). En la era del Antiguo Testamento, la gente de Israel daba sus diezmos, y Dios prometió bañarlos con bendiciones desde el cielo. “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Mal. 3:10). En la era del Nuevo Testamento, nosotros los que somos redimidos con la preciosa sangre del Señor Jesucristo y quienes han obtenido su gracia, “presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Ro. 12:1). Esto no significa que cada cristiano debe ofrecerse a ser un predicador de tiempo completo. (Para asumir este ministerio dado por Dios, se debe estar bien seguro del llamamiento y de la selección de Dios). Por lo tanto, ofrecer el cuerpo y el corazón al Señor y vivir y testificar de É l es el minimo requerimiento de cada cristiano. Puesto que somos bautizados en el nombre del Señor, 12 somos suyos. Ya no nos pertenecemos, ni tenemos ningunos derechos o maestria sobre nuestro espíritu, alma, y cuerpo. Cristo es nuestro Maestro, y É l reinará supreme en todas las cosas. Lo que aborrece, debemos oberrecer y nunca hacer; lo que le agrada, lo debemos hacer con todo nuestro corazón y con todas nuestras fuerzas. Vivimos para el Señor. También morimos para É l. Todas las cosas se deben hacer a la gloria de su nombre. Puesto que nuestro espíritu, alma, y cuerpo pertenecen al Señor, también voluntariamente le entregamos nuestras posesiones materiales. “Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas, … a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios… El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente; generosamente tambien segará. Cada uno dé como propuso su corazón; no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre (2 Co. 8:3, 5; 9:6–7). En la casa de Dios, muchas obras evangelicas importantes no se pueden llevar a cabo, y muchos siervos de Dios están en dificultades financieras. Esto es porque los hijos de Dios no son fieles en sus ofrendas. Han convertido la gracia de Dios como ocasión para la carne. Han robado a Dios (véase Mal. 3:8) y gastado su dinero en placeres y beneficios personales. ¡De cierto dejamos de alcanzar la gracia de Dios! Hay muchos cristianos que no entienden la verdad de la ofrenda. En sus celos carnales, ciegamente ofrecen el dinero y los talentos que Dios les ha confiado a los falsos grupos religiones (las denominaciones que rechazan la preciosa sangre, la verdad, o el bautismo del Espíritu Santo). Les ayudan a pecar y se oponen a Dios a 13 costa de la gracia de Dios. Hacen lo que no deben de hacer. ¡Qué imprudente! Por lo tanto, antes de ofrendar debemos buscar la guía del Espíritu Santo. Nunca actua por lo que sienta su alma. Si oramos más, el Espíritu Santo nos dará la sabiduría de dirigir todas las cosas que Dios nos ha confiado. Sabremos cómo mantenerlas, ofrecerlas o usarlas en la voluntad de Dios. Todo lo que nos ha confiado el Señor debe ir a la Iglesia del Nuevo Testamento edificada por el Espíritu Santo. Este ofrecimiento será como ungir el cuerpo del Señor con ungüento fragante. Seamos todos buenos y fieles administradores. Leer la Biblia constantemente La bendición más grande de los cristianos es la Santa Biblia— la palabra de Dios. Es la palabra de la vida eterna, un verdadero tesoro. Todos los días, tenemos que leer y escudriñar las Escrituras, las cuales recibiremos bendiciones espirituales de toda clase. Conoceremos y amaremos más a Dios, y aprenderemos a confiar y obedecerlo. Y “que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, útil para enseñar, para redarguir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda Buena obra” (2 Ti. 3:15–17). Si uno no vence el pecado, el pecado lo vencerá a él. La Biblia es como un espejo, la cual refleja nuestros pecados. Es también el poder de la vida, que nos habilita a vencer el pecado. “Ordena mis pasos con tu palabra, y ninguna iniquidad se enseñoree de mí. Lámpara es a mis pies tu 14 palabra, y lumbrera a mi camino. ¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra” (Sal. 119:133, 105, 9). La Biblia es también el pan de la vida. Un árbol no puede crecer sin agua; tampoco un cristiano madurará sin alimento espiritual. “… No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4). La Biblia es también nuestra ayuda y consolación oportunas en tiempos de tribulación. El hombre siempre tendrá problemas y preocupaciónes en la vida. No obstante, la Biblia contiene miles de preciosas promesas para los que creen en Dios. Recibiremos maravilloso aliento y segurida de la Biblia si le conocemos como el justo, santo, amoroso, bondadoso, fiel y poderoso Dios, el Todopoderoso único que hace maravillas y con placer nos baña con Su gracia. ¿No deberíamos amarle y depender más de É l? “Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová” (Os. 6:3). Los cristianos deben levantarse temprano y leer la palabra del Señor. Es lo primero que hacemos de la mañana. Leamos la Biblia con corazón humilde y deseoso, y no busquemos por faltas. Antes de leer su palabra, debemos orar a Dios que nos abrirá el entendimiento, para que comprendiéremos las Escrituras (véase Lc. 24:45). El Espíritu Santo nos guiará a toda la verdad. Debemos tener absoluta confianza en Dios. Porque É l aborrece un corazón incrédulo y dudoso. Creer en la palabra de Dios es una verdadera bendición en la vida. Entre más fe, más bendiciones tendremos, porque Dios nos concede todo de acuerdo con nuestra fe y deseo (véase Mt. 9:29; 15:28). Sobre todo, seamos totalmente obedientes a Dios. Si nuestros pensamientos o obras son inconsistentes con sus leyes y estatutos, debemos negarnos a nosotros mismos y 15 someternos a É l. Quizá tengamos que pagar un precio muy caro, pero vale la pena. Porque su gracia estará sobre nosotros de por vida. Velar y orar La oración es la llave al tesoro celestial que suple todas nuestras necesidades físicas y espirituales. “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiónes delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Mi Dios, pues suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil. 4:6–7, 19). Los cristianos son buenos soldados de Cristo, quienes se pelean con el diablo todos los días. Así que, levantémonos temprano por la mañana a orar y extraer poder desde lo alto. Sólo asívenceremos al diablo y el pecado. Debemos entregar todo el día a Dios, y dejarlo controlar y guiar nuestros pasos a su voluntad. También oremos por otros. Si bendecimos a otros, seremos bendecidos por Dios. Sobre todo, oremos por el reino de Dios y sus obras. En el victorioso y honorable nombre del Señor Jesucristo, y por su preciosa sangre, reprendemos a Satanás, destruimos sus planes, arrasamos sus fortalezas y desmoronamos todas sus fuerzas diabólicas. Supliquemos al Señor a restaurar su iglesia, pidiéndole que derrame su Espíritu. Que los siervos y hijos del Señor sean llenos con el Espíritu Santo para que prediquen el evangelio en el mundo entero y liberen los esclavos del pecado. “Mas buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33). 16 No sabemos qué pedir, pero el Espíritu Santo nos enseña. Si queremos que nuestras oraciónes sean escuchadas por Dios, tengamos cuidado lo siguiente: Apartarse el pecado El pecado es la mayor razón por la cual nuestras oraciones no son contestadas. Es como una barrera que previene a Dios de bañarnos con su gracia. Así que la pared del pecado debe ser derribada (confesar y apartarse nuestros pecados) antes que nuestras oraciones lleguen hasta el trono de la gracia del Señor. “He aquíque no se a acortado la mano de Jehova para salvar, ni se ha agravado su oido para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oir” (Is. 59:1–2). “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad” (Sal. 66:18). Tener fe “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (Stg. 1:6–7). “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (He. 11:6). El Señor Jesús dijo, “… lo que pidieres orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Mr. 11:24). Cuando le pedimos al Señor lo que necesitamos, debemos confiar en É l completamente. Una vez que entregemos todo a É l, no nos preocupemos más por nada. Esperemos con acción de gracia y paciencia. Porque él seguramente obtendrá grandes cosas para nosotros. 17 Orar en el nombre del Señor Jesucristo Antes de orar, debemos confesar nuestros pecados y alabar a Dios. Entonces derramemos nuestros corazones ante Dios y encomendemos todo a É l. Cuando terminemos, debemos decir: “En el nombre del Señor Jesucristo yo oro. Amén” Asípues nuestra oración será efectiva. El Señor dijo, “… Todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis… Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Jn. 16:23–24; 14:13–14). Confiar y obedecer Después de aceptar a Cristo como nuestro Salvador, debemos totalmente encomendarnos en su mano, confiar en É l y obedecerlo. Dios tiene su buen propósito para cada uno de sus hijos, el cual cumplirá de acuerdo con su propio plan. Si somos obedientes a É l, hará su obra en nosotros. Pero si somos tercos y desobedientes, su voluntad será impedida y seremos disciplinados y castigados por É l. Bajo el castigo de Dios, sufriremos dolor y pena sin necesidad. Todos estos sufrimientos no tienen valor, porque no son recordados por Dios. Por lo tanto, sometamonos incondiciónalmente al Señor para que su voluntad sea hecha en nosotros. Entonces, no sólo Dios se complacerá, también tendremos vida y paz. Si es la voluntad de Dios que suframos por la justicia, vale la pena, porque É l recordará todos nuestros sufrimientos. Si sufrimos con Cristo, también seremos glorificados con É l. “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Co. 4:17). 18 “No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios” (2 Co. 3:5). Puesto que nuestra competencia proviene de Dios, ¿de qué tememos? Por lo tanto, alabemos a Dios por todo, bien y mal por igual. Hagamos todo sin murmuraciones porque sabemos que asíel buen propósito del Padre. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien… ” (Ro. 8:28). Puesto que sabemos que todo lo que nos ocurre según el beneplácito de Dios, debemos “en todo dar gracias” (véase 1 Ts. 5:18). Como cristianos, no importa qué nos pase, debemos postrarnos delante de Dios y examinarnos. En tiempos de enfermedad, por ejemplo, debemos encomendar todo a É l, pidiéndole ayuda y sanación. También debemos pedirle que nos diriga por el camino correcto. No nos apresuremos a pedir ayuda al hombre, porque la ayuda del hombre no tiene valor. En el pasado, cuando los Israelitas estaban en dificultades, no buscaron a Dios pero confiaron en el poder del hombre y descendieron a Egipto por ayuda. Dios, en su ira, les reprocho sus tonterias, diciendo, “¡Ay de los que descienden a Egipto por ayuda, y confían en caballos; y su esperanza ponen en carros, porque son muchos, y en jinetes, porque son valientes; y no miran al Santo de Israel, ni buscan a Jehová! Pero él también es sabio y traerá el mal, y no retirará sus palabras. Se levantará, pues, contra la casa de los malignos, y contra el auxilio de los que hacen iniquidad. Y los egipcios hombres son, y no Dios; y sus caballos carne, y no espíritu; de manera que al extender Jehová su mano, caerá el ayudador y caerá el ayudado, y todos ellos desfallecerán a una” (Is. 31:1–3). 19 Fijemos nuestros ojos en Dios solamente. “Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra” (Sal. 121:1-2). El que crea, verá la gloria de Dios. Todas sus promesas y gracia son para los que confian en É l. Nunca deja por cumplir su palabra. Y É l nunca comete errors. Si dependa de É l con todo su corazón, no será avergonzado. É l es un Dios fiel. Se guiará seguramente por el valle de sombra de muerte y se ayudará a vencer todas sus dificultades. Entonces lo conocerá como el Dios confiable, digno de honor y amor. Ganar almas para Cristo El Señor Jesús puso su vida en la cruz por toda la humanidad. É l no quiere que nadie perezca, sino que todos se salven. La Biblia dice, “[Jesús] verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedara satisfecho” (Is. 53:11). Hoy, el Señor todavía no está satisfecho, porque millones de almas todavía no han escuchado el evangelio. La Biblia dice, “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor” (Jn. 10:16). Cada cristiano tiene la obligación de traer las ovejas perdidas al redil del Señor. Antes que el Señor subiera al cielo, mandó a sus discípulos, diciendo, “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt. 28:18–19). Si cada cristiano asuma la responsabilidad de predicar el evangelio, distribuya folletos, testifique a los amigos y familiares y los traiga a Cristo, y ore por todos los hombres, el evangelio pronto será predicado por todas partes. El Señor 20 sólo estará satisfecho cuando los pecadores se arrepientan de sus pecados y sean salvos. Un cristiano debe dar fruto. El Señor es el vid, y nosotros somos los pámpanos. Los pámpanos extraen nutrición de la vid diariamente. Su trabajo es llevar fruto. No como las ramas de otros árboles, los pámpanos de vid no pueden ser usados para hacer muebles o para otros propósitos. Tienen sólo una función: dar fruto. El Señor podará cada pámpano que da fruto, para que dé más fruto. El ramo que no da fruto será cortado y se secará. Tales ramos serán recogidos, echados al fuego y quemados (véase Jn. 15:16). Debemos siempre desear ser llenos con Espíritu Santo y obedecer al Señor. Debemos también desear dones espirituales para que así demos buena fruta, para la gloria de nuestro Padre celestial. Hermanos y hermanas, cuántos frutos han producido hasta ahora? La higuera, que por tres años falló en dar frutos, fue condenado por su dueño: “Córtala, ¿para qué inutiliza también la tierra?” ¡Qué terrífica condena! Afortunadamente, el viñador suplicó a su dueño, diciendo, “Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien ; y si no, la cortarás después” (véase Lc. 13:6–9). A lo mejor hemos descuidado nuestra obligación de traer gente a Cristo. Pero el Señor tiene misericordia sobre nosotros y nos sigue dando oportunidades de ganar almas perdidas para É l. Si no nos ponemos al corriente con nuestros defectos pasados, cuando lo vamos a hacer? “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Jn. 9:4). Aparte de traer los incrédulos a Cristo, debemos también buscar a las ovejas perdidas del 21 Señor— los cristianos que han abandonado al Señor y se han debilitado. Debemos traerlos de vuelta al redil de Jesucristo, el gran Pastor de nuestras almas. “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (Stg. 5:19–20). Guardar la palabra continuamente La palabra de Dios nos salva, y esta Palabra es el Señor mismo. Puesto que hemos creído en la palabra, debemos ser hacedores de ella. “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (Stg. 2:17). Como cristianos, nuestra obligación es escudriñar las Escrituras continuamente y demostrar la verdad por medio de nuestras vidas. Mucha gente no lee la Biblia, pero observa el estilo de vida de los cristianos. Si los cristianos viven una vida santa como Cristo, la gente a su alrededor será influenciada y convertida por ellos. Nuestro Señor Jesucristo, la Palabra que fue hecho carne, vino al mundo para salvarnos. Y É l quiere que nosotros, los que estamos en la carne, nos conviertamos en la palabra para que demos testimonio de É l en la tierra. “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne… ” (1 Ti. 3:16). Cuando quedemos llenos del Espíritu Santo, naturalmente manifestaremos la gloria de Cristo y emitiremos su fragancia en nuestras vidas. Una vida que da testimonia de la verdad es más efectiva y poderosa que cualquier sermón dado desde el púlpito. Por esta razón, antes de predicar el evangelio a otros, examinemos a nosotros mismos primero para ver si llevamos o no una vida como 22 Cristo; porque por su fruto se conoce el árbol. Si nuestras vidas se caracterizan por bondad, santidad, amor y alegría, la gente se dará cuenta de que somos cristianos. “Pues éste es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Jn. 5:3). Muchos cristianos nada más que oyen la palabra pero no viven por ella. En la Iglesia, actuan como cristianos— cantando, orando, leyendo la Biblia y ofrendando su dinero. Se parecen tan piadosos y amorosos del Señor. Pero una vez que salen de la Iglesia, son discípulos del diablo. Fuman, juegan, toman, se recrean en regocijos del mundo, ven películas y maldicen a la gente; son codiciosos, arrogantes, engañosos y adúlteros. Hacen lo que quieren. Si un cristiano vive esa vida de desgracia, ¿qué diferencia hay entre él y un incrédulo? Tal cristiano no puede traer gente a la Iglesia. Será en vez un bloque de tropiezo para los no salvados. ¡Ay de aquel que hace tropezar a otros! ¡Dios le demandará las vidas de aquellos que tropezaron! Tales cristianos son los oidores de la palabra pero no los hacedores de la palabra. Un día, tendrán que dar cuenta ante Dios. ¿No deberíamos arrepentirnos rápidamente y pedirle que nos perdone? Cada cristiano tiene la obligación de guardar la palabra de Dios. Debemos también defender y sostener la verdad fielmente. No se dejen llevar por doquiera de todo viento de doctrina o sigan herejías, porque todas estas enseñanzas son en contra de la verdad. Los cristianos deben sentir lo mismo con Cristo en todas las cosas. El Señor Jesucristo fue crucificado porque É l severamente reprendó a los fariseos que no guardaron su verdad. De la misma manera, también debemos retener y fielmente defender la fe pura, la cual el Señor nos ha encomendado— cualquiera que sea el precio. 23 Nunca se comprometa con las falsas doctrinas o herejías. Por supuesto, los cristianos deben ser amorosos y apaciguados, pero nunca debemos tolerar o comprometernos con nada que van en contra de la verdad. El Señor Jesucristo dijo. “El que no es conmigo contra mi es; y el que conmigo no recoge, desparrama. No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a Mí, no es digno de Mí; el que ama a hijo o a hija más que a Mí, no es digno de Mí” (Mt. 12:30; 10:34–37). Tales condiciones existen por nuestra falta de fe. Así que pongamos la fe por encima de todas las cosas, porque los cristianos somos llamados a testificar de la verdad en la tierra. Muchos santos a traves de los siglos han sido martyrs porque fueron verdaderos en su fe. Debemos tener lo mismo sentir para defender la verdad. “Porque nada podemos contra la verdad, sino por la verdad” (2 Co. 13:8). En estos últimos días, enseñanzas diabólicas y herejías se están levantando. La mayoría de la gente no soporta la sana doctrina de las Escrituras, porque teniendo comezón de oír, y se volverán a las fábulas. Pero, “… contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud. 3). Esperar la venida del Señor Un cristiano es como un buzo recogiendo perlas en el mar profundo. Aunque hay muchas cosas hermosas, y raros tesoros en el mar, él no tiene tiempo de verlas. É l sabe que 24 hay alguien esperándolo en la superficie, así que se tiene que apresurar y colectar las perlas. Entonces las venderá y disfrutará el fruto de su labor. É sto describe el solo propósito de un cristiano en vida: Ganar almas para Dios. Aunque hay muchas cosas atractivas en el mundo, no nos interesan porque el Señor viene pronto. Cuando É l venga, seremos arrebatados en el aire, juntos con otras almas, para encontrarnos con É l. Entonces veremos que tan hermosa e incorruptible es la herencia que É l ha preparado para nosotros en el cielo. Y la disfrutaremos para siempre. Aunque no tenemos nada que ver con aquellos que buscan fama mundana, riqueza, lujo y placeres. “El fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. Mas nuestra ciudananía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Fil. 3:19–20). “Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperar por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado… para una herencia incorruptible, incontaminada e inarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (1 P. 1:13, 4). Cuando venga el Señor, todos compareceremos ante su tribunal. É l nos preguntará que si hemos hecho nuestra obra fielmente y vivido una vida piadosa. Así que trabajemos con diligencia para el Señor a cambio de la herencia celestial. “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que 25 aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas” (He. 12:14–17). Que esto sea nuestra advertencia, no perderemos nuestra herencia celestial por algunos placeres mundanos temporales. Antes que venga el Señor, el diablo estára aún más alborotado. No dejará a los cristianos en paz a menos que no amen al Señor. Por lo tanto, “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (1 P. 5:8–9). “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Ef. 6:12–18). ¡El novio (Cristo) viene pronto! ¿Está lista la novia (la iglesia)? ¿Nos hemos mirado al espejo ultimamente? ¿Estamos adornados en nuestras ropas blancas y puras, esperando al novio a que venga y nos reciba? Compañeros 26 cristianos, “… renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tit. 2:12–13). Amén. Oremos: Querido Señor Jesús, A Ti, Te doy gracias y Te alabo por tu abundante gracia. Tu moriste por mí en la cruz y redimiste mi espíritu, alma, y cuerpo con Tu preciosa sangre. Estoy dispuesto a ofrecerte mi corazón y cuerpo enteros a Ti. Guíame por el resto de mi vida. Llévame a ser bautizado en tu iglesia, la cual está edificada sobre la fundamento de la fe pura, para que pueda ser nutrido y edificado en tu verdad. Bautízame con el Espíritu Santo y fuego para que tenga poder de apartarme del pecado y del diablo, persiga la santidad, y traiga a mi familia, parientes y amigos a Ti. Por favor ilumíname cuando lea la Biblia. Dame la fuerza para orar que puedo confiarte y obedecerte completamente. Acércame a Ti en todo momento. Ayúdame a quererte a Ti, a la iglesia y a todas las almas. Ayúdame a pelear la buena batalla de la fe para resistir al diablo por Tu gracia y ser más que un conquistador. Por favor provee para todas mis necesidades y guarda mi espíritu, alma y cuerpo completamente irreprensibles. Enséñame a esperar pacientemente por la venida de mi Señor. En el nombre del Señor Jesucristo yo oro. Amén.