Clase XVIII. El Ritmo Narrativo Lilian Carolina Godínez Maldonado

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Clase XVIII. El Ritmo Narrativo
Lilian Carolina Godínez Maldonado
EN ESPERA
Parece que es un tic, porque mueve su pie derecho tres veces seguidas, luego lo
apoya en el suelo por unos minutos y vuelve a repetir el movimiento. El tic tac del
reloj que esta sobre la pared me recuerda voltear de repente la mirada para verlo,
faltan diez para las cinco de la tarde. No se qué padecerá pero no parece muy
cuerdo, creo que esta muy nervioso y acabo de percatarme de que cuando
mueve el pie, termina levantando un poco el brazo izquierdo, sacudiendo
levemente su cuerpo en general. Debe ser un neurótico o paranoico y adivino que
no es feliz, no creo que quiera vivir mas. Creo que debo dejar de mirarlo, nuestras
miradas se han cruzado y ha percibido que estoy juzgándolo. Ahora que lo he
visto a la cara he observado sus ojos bien abiertos y fijos mirándome, no creo que
este en su sano juicio, pero me detendré en mirarlo.
Bajé la mirada y mi pelo cayó ocultándome el rostro. Entre las rendijas de mi
cabello de repente vuelvo a verlo, una y otra vez repite los mismos movimientos.
Creo que tanta movedera hizo impacientar a la jovencita que esta sentada a su
lado. Usa jeans y tenis, es mas bien baja de estatura y su postura no es nada
femenina. Esta sentada con los pies estirados hacia fuera y bastante recostada
en las silla, debe haberse cansado ya, pero puedo percibir un leve muy leve brinco
cada vez que el señor del tic mueve su cuerpo. Por mas que su postura y mirada
son firmes, ha empezado a mover los pies, se ha acomodado en la silla y cuando
por un momento se queda quieta mueve sus piernas en culebrilla hasta terminar
en su cuello y cabeza. Puedo adivinar que no es feliz, su ceño fruncido me lo
indica, no platica, bueno en esta sala nadie platica.
El reloj y su tic tac me recuerdan que faltan cinco minutos para las cinco. Voy a
dejar de verlos para evitar que piensen que los juzgo.
Pero es que no puedo hacer otra cosa, bajo y levanto una y otra vez la mirada y
siempre veo el mismo cuadro; el del tic con su típico brinco, la de jeans entre
quieta y moviéndose, pareciera como si hubiesen sincronizado sus movimientos.
La secretaria no tiene nada que hacer, arrellanada en su cómoda silla, cierra y
abre lentamente sus ojos, y parece deambular entre el allí y el allá de su sueños.
Definitivamente tal escenario invita a un buen relax, los ojos fuera de si de la
secretaria parecía que me habían hipnotizado, los míos empezaban a divagar, y
entre pestañazo y pestañazo veía el mismo panorama una y otra vez. Entre abría
los ojos y como en fotografías quedaban grabadas las escenas de aquella sala
bien llamada de espera donde nada ocurría, donde nadie hablaba y muy poco se
movían.
Con un sobresalto que me avergüenza regreso a la realidad, volteo a ver el reloj y
apenas han pasado dos minutos. Pensé que habían sido por lo menos diez, pero
fueron solo dos… apenas dos. En aquel silencio el tic tac del reloj se impone,
empieza a convertirse en tortuoso, tic tac, tic… tac, tic… tac, ese tic…tac
acompaña fielmente cada momento… pero cada momento se vuelve eterno.
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