ATU 303 + ATU 300 +ATU 318

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Los dos hermanos y la ogresa de la montaña
(ATU 303 + ATU 300 +ATU 318)
Éranse una vez dos hermanos, uno inteligente y otro bobo, que tenían un padre que era
ya viejo y estaba enfermo. Un día su padre les llamó a los dos y les dijo:
–Tenéis que ir a cultivar habas.
Sus hijos le dijeron que no conocían muy bien el bosque y que no sabían dónde podrían
estar las habas. Entonces el padre les respondió que tenían que llevarse un burro y un tamiz,
luego subir hasta la cumbre de la montaña y arrojar el tamiz desde allí. Después tendrían que
seguirlo con la mirada, porque descubrirían su campo de habas allí donde fuera a parar el
tamiz. Los hijos obedecieron y se marcharon hacia la montaña.
Subieron a la cumbre y arrojaron el tamiz. Luego se pusieron a seguirlo con la vista
hasta que lo vieron pararse en una huerta llena de habas. Al momento los dos hermanos
bajaron con el burro por la falda de la montaña y se dirigieron hacia la huerta. Al llegar ataron el
animal a un árbol y se pusieron a llenar las dos alforjas de habas. Entonces, de repente, les
salió de la nada una ogresa y les dijo:
–¡Bienvenidos, hijos de mi hermana! ¡Hace mucho tiempo que no nos veíamos!
–Pues, a decir verdad, no te conocemos. No nos hemos visto nunca –respondieron los
hermanos.
La ogresa, que tenía aspecto de un ser humano, les juró que era su tía y los invitó a
cenar. Pero los hermanos tenían miedo, porque no conocían a aquella mujer, así que
rechazaron la invitación. Le dijeron que su padre les estaba esperando.
Entonces la ogresa le sugirió:
–Veo que este burro os está molestando. Además se está comiendo todas las habas,
así que me lo voy a llevar allá y lo dejaré atado en aquel árbol. Echadle un vistazo de vez en
cuando para aseguraros de que sigue allí y de que no se ha escapado. Podréis ver que las
orejas sobresalen de aquel árbol.
A los hermanos les pareció muy bien la propuesta, así que aceptaron y siguieron
recogiendo habas. Entonces la ogresa se escondió y se comió el burro. Lo devoró de los pies a
la cabeza. Pero dejó las orejas intactas y las colgó de la rama de un árbol para que los
hermanos no sospecharan nada.
Después regresó a donde estaban los hermanos y les dijo:
–Voy a echaros una mano.
Y entonces se puso a trabajar con ellos hasta que terminaron de llenar las alforjas. Les
indicó dónde estaba su casa e insistió en que pasaran la noche en su casa, porque ya había
oscurecido y la montaña era peligrosa de noche.
Los hermanos pensaron que la mujer tenía razón. Se había hecho demasiado tarde
para volver a casa. Entonces dejaron las alforjas en la huerta y acompañaron a la impostora
hasta su casa. Y nada más entrar por la puerta, la ogresa les preguntó:
–Bueno, pues para cenar tengo sopa de trigo y sopa de cenizas. ¿Quién quiere
comerse la sopa de trigo y quién la sopa de cenizas?
El inteligente le respondió que quería comerse la sopa de cenizas, mientras que el torpe
le dijo que quería la de trigo.
Entonces la ogresa hizo todo lo contario: al inteligente le puso la sopa de trigo y al torpe
le dio la de cenizas. El inteligente, que era bueno y generoso, compartió la comida con su
hermano. Pero tuvo que hacerlo a escondidas, porque la ogresa le había asegurado al bobo
que tendría que comerse las cenizas como castigo por su egoísmo.
Después de comer, el inteligente le preguntó:
–Bueno, dime ¿a qué hora te sueles quedar dormida?
–Pues me quedaré dormida cuando brote el musgo en el hierro. Presta atención,
porque cuando escuches los rebuznos del burro, los maullidos de un gato, los gritos de una
gallina en mi estómago, entonces sabrás que ya me he quedado dormida.
Pero en realidad la ogresa les estaba engañando, porque no solía dormirse cuando se
oían los gritos de estos animales, sino todo lo contrario, cuando ese era el momento en que se
despertaba. Y además ¡el musgo nunca crece en el hierro!
Los hermanos se pusieron a esperar a que el musgo brotara. Esperaron y esperaron,
pero nada. Estuvieron esperando un buen rato, pero no crecía nada en el hierro.
El hermano inteligente le dijo al otro que tenían que escaparse de allí, porque aquella
mujer era una ogresa que quería comérselos. Pero el hermano bobo le dijo que estaba
cansado y que quería dormir. Entonces el inteligente le dijo:
–Bueno, pues entonces cuando la noche esté bien avanzada te voy a meter en la boca
un poco de miel, y en ese momento tendrás que despertarte. No esperes que yo te diga nada,
porque no podré hablar. Si lo hago, ella se despertará y estaremos perdidos.
Pasaron las horas y cuando la noche ya estaba bien avanzada el inteligente cogió una
cucharada de miel y se la metió a su hermano en la boca para que se despertara. Pero su
hermano, que era muy bobo, en lugar de despertarse, le dijo:
–¡Mmm, me gusta! ¡Dame más!
Su hermano le dio un poco más y le suplicó que se levantara. Pero el bobo seguía sin
querer despertarse y volvió a pedirle más y más miel. Justo en aquel momento el inteligente
empezó a escuchar las voces de los animales que procedían del estómago de la ogresa. Sin
perder un momento se levantó y le dijo a su hermano:
–Mira, la ogresa se va a despertar, así que yo me voy. Tú puedes quedarte si quieres.
Cuando decidas levantarte, cierra la puerta detrás de ti para que la ogresa tarde más en
alcanzarte.
Y sin más el inteligente se marchó corriendo. Estuvo corriendo un buen rato hasta que
llegó a la orilla de un río y tuvo que pararse. En aquel momento el hermano le pidió al río:
–¡Oh, río de mantequilla y miel, déjame pasar!
A continuación las aguas del río se calmaron y el muchacho pudo pasar. Al llegar a la
orilla miró hacia atrás y a lo lejos, en lo alto de la montaña, vio que su hermano iba corriendo
cargando con la puerta sobre su espalda. Entonces le gritó:
–¡Te dije que cerraras la puerta detrás de ti no que la arrancaras y que te la llevaras en
la espalda!
Entonces la ogresa se levantó y salió corriendo de su casa gritando:
–¡Hijos de mi hermana! ¡Hijos de mi hermana!
Corrió y corrió hasta que alcanzó al torpe, que seguía llevando la puerta sobre la
cabeza.
La ogresa le dijo:
–¿Por dónde quieres que empiece a comerte?
–¡Empieza por mi cabeza, que no sabe obedecer! –respondió el hermano bobo–. Mi
hermano me lo advirtió varias veces. Me dijo que tenía que huir, pero yo no lo escuché. Me
aconsejó que cerrara la puerta. Y yo, en lugar de cerrarla, la cargué en la espalda y salí
corriendo.
Entonces la ogresa se lo comió en un abrir y cerrar de ojos y después echó a correr
para alcanzar al otro.
Al llegar al río dijo mirando hacia las aguas:
–¡Oh, río de excrementos y cagalera! ¡Déjame pasar!
Pero el río continuó agitando las aguas. Se formaron grandes olas que se
entrechocaban e impedían que pasara la ogresa.
El inteligente siguió corriendo y corriendo. Al llegar a la falda de una montaña se paró
un momento y dijo:
–¡Oh, montaña de miel y mantequilla! ¡Déjame pasar!
En aquel instante la montaña empezó a transformarse hasta quedar convertida en una
llanura para que el muchacho pudiera pasar.
Al llegar a la montaña la ogresa le dijo:
–¡Oh, montaña de excrementos y cagalera! ¡Déjame pasar!
Entonces la montaña empezó a crecer más y más, y la ogresa no pudo pasar.
Y así fue cómo el hermano inteligente consiguió escapar de la terrible ogresa.
[Informante: N. Kh., oriunda de la Gran Cabilia. Registrado por
Óscar Abenójar el 19/4/2012. Versión traducida del cabilio]
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