Leliantu

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Leliantu
Hacen muchos años atrás, se encontraba NEGENECHEN mirando desde lo
alto del cerro Cochento como crecía una pequeña comarca llamada Mulchén.
Un día encontró que todo se volvía monótono y decidió buscar un mortal a
quien pudiera darle una labor a realizar. Así fue, se deslizó junto a la brisa
silenciosa y como pluma liviana avanzó y avanzó, hasta llegar al cruce
Mulchén allí siguió deslizándose muy silencioso con la esperanza que todo le
saldría muy bien.
Se encontró con un Cristo abrazando la tierra y respetuosamente como si
fuera un remolino travieso le hizo una reverencia de saludo( digo "deslizó"
porque quizás no todos sepan que Negenechén es una deidad mapuche y
como espíritu tiene el poder de deslizarse por donde el quiera.)
Emprendió su camino y llegó a una avenida donde optó por una curiosa
manera para seleccionar a qué lado se dirigiría. En eso estaba, como un
pequeño niño repetía: •
_ENE, TEÑE, TU, saliste TU
"Lastarrias" decía el letrero negro con blanco plantado casi al borde de la
esquina. Pero entre tantos giros y saltos no se dio cuenta de cómo fue a llegar
entre los grandes árboles de Avenida Matta. Y saltaba, corría y silbaba así
como si tuviera pies, manos y un cuerpo por completo.
En el desliz de su ternura las grandes hojas de los árboles comenzaron a caer
como si fuera otoño. Abajo, los niños jugaban a las escondidas entre ellas. De
pronto recordó ser quien era (Un Dios, una deidad adorada por el pueblo
mapudungun) entonces tomo una postura mucho más seria.
Recorrió muchas calles de la ciudad, hasta llegar al puente "Los granaderos",
allí Negenechén en un atisbo de felicidad, regocijo su vista en un hombre que
allí descansaba.
_ ¿cómo te llamas?
_ Huinca palo. Le respondió el mortal.
Entonces, se acerco al oído.de éste y susurrando despacio algunas palabras,
que más que palabras parecía ser un mensaje subliminal. Llego a la mente del
hombre y dejo horadado la gran tarea que aquel Dios quería encomendar.
Se encamino Huinca palo -por las orillas de aquel río, hasta llegar a una
cascada que salía de unas inmensas bateas de latón.(Las canoas, le llaman)
Ahí Huinca mientras refrescaba los pies en aquella agua cristalina que
emanaba de aquel chorro de agua; escucho como alguien a viva voz hablaba y
hablaba. Lo más curioso de ello es que no escuchaba otra voz que le
respondiera en su conversación, se dio vueltas y encontró una imagen
rechonchita con sus mejillas coloradas. Era Pollito; quién, le miraba
atentamente y sonreía para saludarle.
Hoy es 21 de septiembre, empieza la primavera. Ya son las tres de la tarde.
Huinca interrumpe.
_ Ando en busca de algo especial ¿Qué tiene usted para ofrecerme?
Pollito le responde:
_ Mañana el santoral festeja a todos los llevan el nombre Mauricio.
Huinca un poco ofuscado, se dio la vuelta y con un movimiento de cabeza se
despidió. En su mente pensaba: "Sabiduría-demencial" posee éste hombre,
¿Cuántos cuerdos envidiarían su sapiencia?
Siguió caminando y al llegar a la plaza de armas, se encontró con "Carmelito".
_ ¡Buenas tardes!
_ ¡buenas tardes! Respondió una voz muy suave.
_ ¿Será posible que sea usted, el que pueda ayudarme?
_ Mande usted, ¿en qué puedo servirle?
Huinca con un gesto analizador, observó detenidamente aquel personaje de
apariencia menuda y muy cálida. Lo miró de pies a cabeza y lo que vio en él no
era lo que la deidad le había pedido, pero si podía ver que aquel hombre de
figura delgada y un poco encorvada por el tiempo, poseía una experiencia de
vida esculpida en su rostro (arrugas) y que podía transmitir tanta calidez y
ternura.
_ Creo que no, amigo mío, no es a usted a quién yo busco.
_ Que le vaya bien y que Dios le bendiga. Respondió Carmelo estirándole su
mano.
Mientras caminaba Huinca palo, se le venía la imagen de ese hombre tan
cálido. Y en un gesto que muchos hacen pero no cuentan para no parecer
locos, empezó a hablarse a sí mismo.
_ ¡Claro! Lo que puede ese hombre diferenciarlo de los demás es su
amabilidad, que posee. Siempre le he visto con una sonrisa en su rostro; creo
que gente con ese carácter queda muy poco. Se sonrió....
No acababa de terminar la calle, cuando de un lado a otro vio un hombre que
llamo demasiado su atención. No era su aspecto físico el que destacara a lo
lejos sino lo que llevaba en su espalda, cualquiera podría decir que era el
hombre del saco.
Cruzó raudo la calle, mientras vociferaba fuertemente:
_ ¡Oiga! Oiga usted.
No podía sacar la vista de aquel bulto que llevaba entre sus hombros.
_ ¡Oiga! ¿Sáqueme de una duda? ¿Es usted Atahualpa? ¿Verdad?
_ Si, así mesmo me llamo eñor.
_ ¿tendrá usted algo para mí, dentro de en ese saco?
_ ¡Na^eñor, na>a ute!, tengo yo.
Y siguió Atahualpa su camino murmurando algo que no se le entendió.
Ahí quedo parado Huinca palo con toda curiosidad a carne viva, preguntándose
una y otra vez: ¿Qué re-flautas llevaría en el fondo del saco? ¿Y si era un
niño? (Así creían algunos, pero eso es otro cuento) Nunca lo supo , la duda le
quedó dando vueltas por mucho tiempo.
Ya empezaba a oscurecer, cuando Huinca empezó a sentirse abrumado y
cansado; casi ai borde del mal humor veía frustrada toda la labor que aquel
espíritu le había encomendado. Casi al darse por vencido empezó a caminar
por las líneas del tren, de pronto se encontró a Cantalicia; una mujer menuda y
de baja estatura. Quién agachada recolectando hierbas se incorporó y empezó
a caminar con dirección hacía el.
Grande fue la sorpresa de Huinca, porque Cantalicia parecía estar
esperándole pacientemente hacía muchísimas horas atrás; hurgó entre las
hierbas que se podían apreciar entre aquel canasto repleto de hierbas y sacó
de entre medio un pañuelo doblado a tal manera que dejaba ver el bulto que
hacia lo que estaba dentro. Lo puso en manos de Huinca palo sonrientemente
y muy lentamente se fue cantando una tonada,
Huinca, no podía creer que después de tanto buscar había podido lograr
completar la misión del Dios Negenechén. Entonces se encamino de retorno al
puente los granaderos con una sonrisa casi pincelada y que no se podía borrar
tan fácilmente. Contento y cansado de tanto caminar llegó por fin a su destino
final, allí se encontraba el todo omnipotente Negenechén, quién le esperaba
ansiosamente. A penas lo vio, arrebato de las manos de Huinca palo el tan
preciado encargo, dejando caer intencionalmente unas semillas de girasol,.
cayeron una y otra semilla desde la orilla del pañuelo. Agradeciendo a grandes
voces.
_ ¡Gracias, amigo mío!
Sembraré los girasoles por todos lados
y de su fruto comerán.
Tostadas en una callana,
poniéndoles un poco de sal.
Desde aquella vez, se ve a la comunidad Mulchenina degustando de ésta
semilla, que por sus propiedades ricas en vitaminas produce una salada
adicción.
Y colorín colorado, las maravillas se me han acabo.
"En homenaje a algunos personajes
de la comuna de Mulchén".
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