Handke y el `nouveau roman`

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Novela
Handke y el ‘nouveau roman’
Peter Handke
Los avispones
Traducción de
Anna Montané
NÓRDICA LIBROS
256 PÁGINAS
18 EUROS
ISABEL NÚÑEZ
Peter Handke (Griffin, Austria,
1942) no necesita presentación, ni
esbozar aquí la magnitud de su
obra de novelista, dramaturgo,
guionista y ensayista excepcional,
siempre rodeado de provocación y
escándalo, de su búsqueda ética y
un difícil ser-en-el-mundo, agravado con su postura ante el conflicto
de la ex Yugoslavia: su crítica legítima al maniqueísmo reductivo de
los medios o a los intereses geopolíticos de Occidente se complicó
cuando la presunción de inocencia
que pedía para Milosevic derivó
en la práctica negación de las atrocidades cometidas por el régimen
serbio.
Ningún crítico serio cuestiona
el valor de su obra. Libros brillantes como La mujer zurda, El miedo
del portero ante el penalti, Carta
breve para un largo adiós o el magnífico retrato del suicidio de su madre, Wunschloses Unglück (aquí
traducido Desgracia impeorable),
son bien conocidos del lector castellano.
Los avispones fue su primera novela y cuando el editor Surkhamp
la publicó, en 1966, Handke dejó el
Derecho por la literatura. Es inevitable añorar el mundo literario de
la época (ahora mercadotecnia)
que apostaba por el libro innovador de un autor desconocido.
No es un texto fácil, sino un desafío al lector y a las convenciones
literarias, al modo del nouveau roman. Gregor, narrador adolescente, se queda ciego, asfixiado en los
contornos de un mundo rural, y
rescata dolorosamente de la infancia hechos que explicarían su presente: la guerra, el hermano que se
ahoga en el río y el hermano que se
va. Describe su entorno por los rui-
dos que percibe, y se pierde y nos
pierde entre la ensoñación, el delirio y un presente claustrofóbico, y
el texto se deconstruye para reflexionar en la propia escritura.
Todo es aislamiento, incomunicación, fatiga paralizante. No hay
acceso a lo real, pues la percepción
está siempre mediatizada. Los
cambios de puntos de vista, las rupturas de lo narrativo y los asaltos
de lo imaginario nos retan en su escritura introspectiva. Está aquí ya
el talento poético y discursivo del
autor, evoca al Handke actual y sus
preguntas amargas sobre la realidad y la percepción.
Hay ecos de Bernhard, Kafka,
Faulkner en esta ópera prima. Sin
la narratividad fluida y luminosa
de su obra posterior, ya apunta, en
su angustiosa interrogación, la condición literaria y filosófica del
Handke futuro. |
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