Bullying - Colegio El Salvador

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Bullying, piedra de toque de la convivencia escolar
Introducción. En un nivel de convivencia escolar considerado excelente, el 36,2% de los alumnos han
padecido agresión escolar; en un nivel medio, 44,8%; y en un nivel bajo, la cifra asciende al 55,5%. Es necesario
que reflexionemos al respecto, que trabajemos en conjunto para lograr una mejor calidad de relaciones humanas al
interior de nuestra Comunidad Educativa. El daño que puede llegar a provocar el Bullying es sólo comparable al
maltrato intra-familiar o a la agresión sexual.
Definición. Bullying no tiene traducción al español. El concepto que más se acerca es “matonaje”. Es el
intento de una persona o grupo de dañar o controlar a otra en forma violenta, por un tiempo sostenido de al menos
seis meses. Existen tres aspectos en los que los expertos están de acuerdo: diferencia de poder-fuerza entre
la víctima y el o los victimarios; reiteración e intencionalidad de las agresiones. El Bullying no es un
conflicto eventual, que reclama una solución para llegar a su término. El victimario demuestra desprecio por los
débiles.
Formas. Hay diferentes tipos de Bullying, todos ellos violentos: golpear, dar puntapiés, empujar..., o hacer que
alguien haga algo que no quiere hacer. A veces puede significar amenazas o insultos a espaldas de la víctima,
especialmente entre varones; o chismes, especialmente entre damas. Bullying es hacer sentir a alguien des-protegido
o asustado, excluirlo de los juegos o hacerlo sentir que no vale nada.
La agresión puede ser verbal, física, social o virtual (el cyberbullying: mails, fotologs, blogs, páginas webs, mensajes
de textos en celulares, llamadas telefónicas...).
Puede ser practicado entre alumnos o pares dentro de un grupo, de profesores a alumnos, de alumnos a profesores, de
padres a hijos o de hijos a padres). Quienes ejercen la fuerza y el control se sienten importantes, poderosos, hombres
y mujeres “de verdad”.
Importa mucho dejar en claro que el bullying no es normal ni forma parte del normal desarrollo de una persona.
Causas. Son múltiples las causas por las que alguien “bulea”. Se trata de una conducta aprendida. Y aquí nos
permitimos introducir un fundamento teológico: el mal no es parte de la naturaleza humana; pero sí nacemos en un
contexto de mal que nos afecta en la medida en que le abrimos la puerta. El bullying, como conducta indeseada y
consciente, se aprende. No estamos frente a personas que eventualmente actúan en forma violenta, sino ante quienes
maquinan actos violentos, sostenidos en el tiempo. Puede darse que alguien bulea porque:
1. Es a la vez víctima de bullying, o alguna vez lo fue.
2. Se siente superior a los demás.
3. Para llamar la atención, ser más popular o incorporarse en un grupo.
4. Por timidez. El victimario es generalmente alguien tímido, que oculta su carácter detrás de una conducta
violenta.
5. Por sentimientos de amargura. Vuelcan su frustración sobre sus víctimas, no quieren que otros sean felices.
Por lo general, quien bulea:
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
No se siente responsable de sus actos.
Sienten que necesitan controlar a otros y ganar siempre. No tienen tolerancia a la frustración.
Sienten celos de sus víctimas, envidian algo de ellas.
No comprender ni aprecian los sentimientos de otros.
Eligen víctima sobre quienes pueden ganar.
Son excelentes observadores del comportamiento humano.
Usan diversas formas para hacer sentir mal a la víctima y justificar su conducta errada. Argumentan, por
ejemplo, que la agreden porque “(la víctima) es tonta, fea, llorona, acusete...” Y en realidad el problema no
está en la víctima, sino en el agresor: es él quien tiene una conducta agresiva, es amargado, tímido, solitario...
¿Pero por qué ahora más que antes? Muchos recuerdan su infancia y piensan que exageramos, que los
hombres deben aprender a defenderse solos, que no se debe acusar, que es una etapa del crecimiento. Y en parte
tienen razón, pero sólo en parte, porque algo ha cambiado en la forma del matonaje actual del de hace 10, 20 o 30
años atrás. Ensayemos un par de hipótesis:
1. Los agresores manejan medios para dañar impensados por generaciones pasadas, de gran efectividad: Internet,
teléfonos personales, cámaras de vídeo...
2. Antes veías a los victimarios: era lo que se llama un face to face. Hoy tu verdugo puede ser tu mejor amigo: es
mucho más fácil esconderse tras los medios masivos.
3. Ha aumentado la búsqueda del placer personal, a cualquier precio. Y si burlarme de otro me causa
satisfacción, no dudo en hacerlo.
4. Los niños y adolescentes de hoy están expuestos a más violencia que antes, ya sea en forma directa, ya sea
en forma indirecta. Y el bullying es una conducta aprendida.
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5. Los niños y adolescentes de hoy están expuestos a más situaciones perturbadoras y trastornos
de la conducta: abandonos de hogar, violencia intrafamiliar, depresión, estrés..., que aumenta el número
de víctimas y victimarios.
6. Las redes de apoyo a víctimas y victimarios son más débiles. La familia se ha fragmentado y/o
diversificado, o ha dejado de ser un referente valórico significativo.
7. Se ha relativizado la autoridad en familias, colegios y sociedad en general. Esto dificulta que el
victimario desista de su actitud.
8. Los observadores de este tipo de conductas tienen miedo de actuar, por temor a las represalias. Existe
una sensación de desamparo en la población que favorece a los victimarios y aumenta la sensación de soledad
en las víctimas.
Orientación a los Padres. Los padres deben considerar que:
1. La edad más violenta es alrededor de los dos años. Aunque no lo parezca, es el tiempo en que comparativamente-, los niños ejercen más fuerza bruta con sus pares: los patean, muerden, destruyen sus juguetes,
empujan...
2. La sociedad no transforma a los niños de buenos en malos, sino al revés. Es deber de la familia y de la escuela
educar a los niños en el control de sus impulsos violentos.
3. Cuando los niños no logran controlar sus impulsos violentos, estamos en presencia de futuros maridos y padres
agresores, de futuros agresores sociales. De todos modos, existe un porcentaje menor de niños a los que el medio
social no logra mejorarlos.
4. El 15,6% de los afectados se lo cuenta a la familia; el 10,9% se lo cuenta al profesor; el 26,3% se lo cuenta a un
amigo; el 10,0% no hace nada. Esto último generalmente por vergüenza.
5. En un nivel de convivencia escolar alto, el 36,2% de los alumnos confiesa haber sido agredido; en un nivel
medio, el 44,8%; y en un nivel bajo, la cifra aumenta al 55,5%.
¿Cómo darme cuenta si mi hijo es víctima de una agresión?
1. Mostrarse temerosos de caminar hacia el
colegio.
2. Manifestar deseos de no ir al colegio.
3. Rogar que los acompañen hacia el colegio.
4. Cambiar el camino al colegio.
5. Bajar el rendimiento en sus trabajos escolares.
6. Llegar a la casa con libros o ropa dañada o
destruida.
7. Llegar a la casa con mucha hambre (porque la
comida se la quitaron).
8. Aislarse, volverse tartamudos.
9. Estar estresados, dejar de comer.
10.Llorar antes de dormir.
Los niños pueden:
11.Mojar la cama.
12.Tener pesadillas e incluso gritar pidiendo
auxilio.
13.Tener moretones, rasguños y cortes
inexplicables.
14.Perder sus cosas.
15.Pedir más dinero o comenzar a robar dinero
(para darle al bulero).
16.Perder frecuentemente su billetera.
17.Negarse a decir qué es lo malo que les está
pasando.
18.Dar excusas poco convincentes para explicar lo
que les pasó en determinados y extraños casos.
19.Intentar o cometer un suicidio.
Por supuesto, algunas de las características descritas pueden haber sido causadas por otros problemas que pueden
estar experimentando o puede ser una fase que estén atravesando. Conviene poner atención.
¿Qué hacer si mi hijo es efectivamente víctima?
Deberemos averiguar si realmente se está dando la situación de maltrato. Observaremos los síntomas que puedan
indicarnos lo que está ocurriendo y, en todo caso, debemos:
1. Actuar en cuanto tengamos confirmados indicios de que nuestro hijo está siendo agredido.
2. Apoyarle y darle compañía y seguridad de forma incondicional.
3. Expresarle nuestra confianza en él y en los cambios que se van a producir para mejorar su situación.
4. Solicitarle que nos cuente lo que le está pasando y asegurarle que siempre vamos a contar con él, que le
vamos a consultar, antes de emprender ninguna acción.
5. Reforzar su autoestima elogiando sus capacidades personales.
6. Darle la oportunidad de que entable nuevas amistades fuera del colegio, en otras actividades donde pueda
interactuar con niños y niñas de su edad y crear vínculos de afecto.
7. Propiciar que amplíe su grupo de amigos del colegio, facilitándole actividades sociales en las que quiera
participar.
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8. Mantener una comunicación continua y fluida con el profesorado.
Tome muy en cuenta que si su hijo habla con usted sobre lo que le está pasando, es un afortunado. Significa que
se encuentra entre ese pequeño porcentaje de 15,6% que lo cuenta a su familia. Por lo tanto, cuídese de alguna
de estas reacciones:
1. Llorar, dolerse o enojarse delante de su hijo.
2. Pedirle perdón por no haberse dado cuenta, haberlo dejado solo...
3. Ir al colegio y hacer un escándalo exigiendo soluciones inmediatas o algo semejante.
4. Tomar la solución en las propias manos, ya sea hablando o amenazando al victimario o a su familia.
Si hace esto logrará que el niño jamás vuelva a contarle algo semejante, pues se sentirá
culpable de su llanto, dolor o pesar, y terminará consolándola o consolándolo y convencido de que nunca debió
hablar. Se sentirá avergonzado de que su mamá o papá hayan ido al colegio o a la casa del agresor en términos
violentos o de amenazas, todos sus compañeros terminarán enterándose. Considere que no siempre es ventajoso
actuar violentamente con un adolescente, pues si estamos en presencia de un bulero éste lleva al menos 10 años de
ventaja sobre usted, y si no puede con la fuerza física seguramente lo hará pedazos en la Red.
Al colegio debe acercarse con calma y buscando colaboración.
Si nuestro hijo es el agresor.
Algunas familias se sienten culpables cuando descubren que su hijo está actuando como agresor en situaciones de
maltrato entre compañeros. Esto es debido a que el ejercicio del maltrato a menudo está asociado a familias desestructuradas o con problemas de relación, y a la consideración de que el maltrato es un reflejo de la dinámica
emocional de ese tipo de familias. Pero más allá del sentimiento de culpabilidad o no, es importante dejar muy
claro que esta clase de conducta es inaceptable y que nuestro hijo debe cambiar y dejar de actuar así. A veces,
sin embargo, la agresividad de un adolescente no es atribuible a factores familiares y, por lo tanto, debemos
observar si nuestro hijo presenta rasgos de tendencias agresivas:
1. Si su actitud hacia los diferentes miembros de la familia es agresiva, por ejemplo con sus hermanos. Si muestra
conductas agresivas y violentas hacia sus amigos o si le hemos visto actuar de forma violenta en ocasiones.
2. Si es excesivamente reservado, si es casi inaccesible en el trato personal.
3. Si tiene objetos diversos que no son suyos y cuya procedencia es difícil de justificar.
4. Si a menudo cuenta mentiras para justificar su conducta.
5. Si parece no tener sentido de culpa cuando hace daño.
6. Si dice mentiras acerca de ciertas personas, mentiras que les pueden perjudicar y causar daño.
7. Si otros padres nos han contado que nuestro hijo agrede a otros niños.
8. Si percibimos que ciertos compañeros se mantienen silenciosos e incluso rehuyen la presencia de nuestro hijo.
Si observamos con cierta frecuencia varios de estos comportamientos en nuestro hijo, es muy posible que pueda estar
involucrado en situaciones de abuso. En tal caso:
1. Debemos actuar con urgencia y firmeza, manteniendo una comunicación y supervisión cercanas e
indicándole con toda claridad que el maltrato no es lícito ni admisible y que se debe valorar el respeto a las otras
personas como clave de la convivencia en la sociedad.
2. Como los agresores suelen desmentir la acusación que se les atribuye, no bastará sólo con preguntarle a él y a sus
amigos, sino que deberemos indagar por otros medios para esclarecer los hechos y actuar inmediatamente.
3. A pesar de ello, tenemos que hablar con nuestro hijo o hija, mostrarle nuestra disposición a ayudarle en todo lo
éticamente posible e indicarle que, en caso de ser culpable de malos tratos, deberá asumir su responsabilidad.
4. Habrá que ayudarle a entender cómo se puede estar sintiendo la víctima y preguntarle cómo se sentiría él o
ella si algo así le ocurriera.
5. Tenemos que mostrarle confianza y apoyo para el futuro, así como valorar cualquier muestra de
arrepentimiento que observemos.
6. Hemos acercarnos al colegio con toda rapidez. A nadie le agrada tener que comunicar a unos padres la
conducta violenta de su hijo hacia otro compañero, por lo que debemos entender que los profesores tienen tanto o
más interés que nosotros mismos en resolver satisfactoriamente el problema.
7. Es importante que mostremos sincero interés en que se averigüe la verdad y que nuestro hijo asuma su
responsabilidad.
8. Nos propondremos mantener un contacto cercano con el colegio de ahora en adelante, solicitar ayuda y
consejo en el tratamiento conjunto de nuestro hijo y establecer una relación fluida con el Profesor Jefe,
Departamento de Orientación, Asesor espiritual o Rector, que son quienes están más cerca de nuestro hijo.
A pesar de todo lo expuesto hasta aquí, los padres deberemos revisar no obstante los antecedentes educativos de
nuestro hijo y la dinámica familiar, el tipo de relaciones que hemos establecido en nuestra familia, para rectificar
aquello que pueda estar alentando la conducta agresiva del adolescente.
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A grandes rasgos exponemos ahora algunas de las situaciones que puedan darse en determinadas
familias:
a. Muchos padres y madres prefieren que sus hijos sean algo agresivos y extrovertidos antes
que tímidos y poco expresivos. Incluso pueden llegar a pensar que las personas dominantes y agresivas tienden a
ser más felices que los otros, puesto que esto les asegura que sabrán valerse por sí mismos en la vida. Así, se
entiende que una personalidad altamente competitiva en la escuela, en los deportes, en los grupos sociales,...
tendrá su recompensa. No se considera que una personalidad de este tipo puede ser tan mala para quien la ejerce
como para aquellos que la sufren, y que es un claro abono para el maltrato y el abuso de poder.
b. Por otro lado, algunos niños agresores están viviendo contextos violentos dentro de la familia, y son a su
vez víctimas en su entorno familiar. La agresión familiar puede provenir de abusos ejercidos por otros hermanos,
por el padre o por la madre, abusos que frecuentemente consisten en castigos corporales y gritos o insultos
continuados. En otras ocasiones los hijos rechazados, no deseados, o faltos de atención y afecto por parte de los
adultos pueden maltratar a sus compañeros, como mecanismo de respuesta a su propia situación personal.
c. Puede haber falta de comunicación entre los miembros de la familia y la interrelación ser mala o
inexistente. Cada uno tiende a satisfacer sus propios intereses y se comparten pocos tiempos comunes. Los padres
no supervisan suficientemente lo que hacen sus hijos y no han marcado con claridad los límites.
d. De igual modo, las familias altamente autoritarias predisponen a los jóvenes hacia comportamientos
agresivos.
e. Pueden haberse producido cambios de diferente índole en la familia (nuevo domicilio, muerte repentina
de un familiar muy querido, ruptura del matrimonio, etc.) que hayan producido inestabilidad en el adolescente y
una reacción adversa.
Si nuestro hijo es observador o testigo de Bullying
Si nuestro hijo está viendo lo que le ocurre a un compañero, se convierte en espectador, en observador. En tal caso
hemos de tener en cuenta que el papel de los observadores es esencial para que cese el
maltrato. Si el conjunto del grupo clase entiende el problema y actúa conjuntamente para apoyar al compañero
que está siendo tratado y agredido injustamente, tomando una postura firme y en grupo ante los agresores, el maltrato
cesará. Sin embargo, por desgracia, este nivel de concienciación social se consigue sólo cuando la escuela trabaja en
ese sentido con diferentes estrategias y cuando el contexto social también es crítico con este tipo de acciones. El
mensaje transmitido por los adultos no puede centrarse nunca en eximir de culpa o en
justificar los malos tratos, apelando a la ética del más fuerte.
Si
nuestro
hijo
es
consciente
de
lo
que
está
ocurriendo,
debemos hacerle saber que no hay
justificación posible, que los conflictos se deben abordar desde el diálogo y la comunicación y que deben
mostrar su discrepancia con dichos actos y, en ningún caso, reforzar la conducta de los agresores con risas y
complicidades.
Hemos de apoyarle en su camino hacia la madurez y reforzar su ética personal, que está en
plena formación, enseñándole que es justo ayudar a la víctima con su testimonio e informar del abuso al
profesorado cuando sea necesario. Es preciso que les enseñemos a romper la conspiración del silencio
y a dar cabida a la posibilidad de contar, cuando se observen injusticias entre compañeros. El
silencio, tan fuertemente instaurado entre nuestros niños y adolescentes, se basa sobre todo en etiquetar de
“acusete” a quien manifieste públicamente lo que está acaeciendo, entendiendo que actúan desde la cobardía y la
traición. Así se impide que salgan a la luz los hechos de maltrato. Hay que romper esta imagen social de quien tiene
la valentía de decir a cara descubierta la injusticia que se está dando en el grupo de amigos. Es necesario que nuestros
hijos e hijas aprendan a defender lo que estimamos y valoramos, y que el respeto de unos hacia otros y la convivencia
son valores necesarios e insustituibles para todos nosotros y para la sociedad en general.
En el Bullying Blog que hemos preparado especialmente para esta escuela para padres, podrá encontrar más
información y orientación: Vídeos, Estadísticas, Orientaciones para Profesores y Víctimas. Puede acceder al Bulyying
Blog desde nuestra Página Web www.colegioelsalvador.cl
o directamente en www.colegioelsalvador.cl/webblog/bullying
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