Académicos e investigadores alertan por escaso apoyo al desarrollo científico Algunos hablan de crisis, otros de estancamiento, pero todos coinciden en que mientras continúe el poco respaldo y voluntad para avanzar en ciencia, el mayor perjudicado será el país. 0,34% del producto Interno Bruto es la inversión en ciencia en Chile. La más baja de la OCDE. Dos fueron los temas obligados en la comunidad científica esta semana. A la discusión de la partida de Educación de la Ley de Presupuesto 2016, donde está incluido un alza de apenas 2% en los fondos para la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica, Conicyt, se sumó otro hecho que vino desde el corazón mismo del organismo. La renuncia del presidente de la entidad, Francisco Brieva, quien a 13 meses de asumir el cargo optó por dejar la labor, provocó polémica por la revelación que llevaba seis meses sin recibir sueldo y porque el exceso de burocracia habría sido un impedimento para su trabajo. El profesor emérito y ex director del Centro Eula de la Universidad de Concepción por dos décadas, Óscar Parra, asegura que hay un problema estructural respecto de la importancia que se le da a la ciencia en el país. Ejemplifica con la realidad de Estados Unidos, donde el área de ciencia y tecnología es tan valorada que hay una entidad que depende directamente del Departamento de Estado y que el Presidente cuenta con un asesor en el tema. Algo muy lejano a lo que sucede hoy en Chile. Inversión Parra sostiene que no hay que buscar argumentos en lo hechos sucedido durante la última semana para entender lo que pasa con la ciencia en Chile. Afirma que, simplemente, “no es un tema que genera preocupación”. Agrega que históricamente la inversión de investigación ha sido bajísima, “ocupamos el último lugar en la OCDE, eso ya indica algo. Tengo entendido que en el tiempo del Presidente Ricardo Lagos fue el mayor incremento, pero un incremento que tampoco significó un salto en las cifras”. Agrega que el 0,34% del PIB que se invierte en ciencia en Chile es muy poco, sobre todo considerando que los países que marcan pauta al respecto invierten 10 veces más. Una opinión coincidente es la que tiene el director general de Investigación, Desarrollo e Innovación de la Universidad del Bío-Bío, Mario Ramos. Sostiene que Conicyt “no se ha puesto al día con lo que está ocurriendo en las otras políticas públicas”. Añade que “por ejemplo, tiene varios tipos de fondos y el énfasis regional es mínimo, me da la impresión que el presupuesto nacional destinado a los centros regionales no es más de $3 mil millones. Entonces, es la mitad del presupuesto de Innova Biobío y estamos hablando de recursos que son para todo el país”. Lamenta que tengamos el mismo presupuesto porcentual del PIB que hace 5 o 10 años, “y las propias políticas públicas generaron un sistema de becas de doctorado para muchos jóvenes que ya están volviendo y que no cuentan con recursos para que lleven a delante sus proyectos de investigación”. El paso de emigración a otros países, entonces, es casi natural y Chile pierde investigadores. El vicerrector de Investigación y Desarrollo de la UdeC, Carlos González, detalla que la inversión en formación es cara y que o sólo se trate de invertir en ella. “También es cara la mantención, ya que los investigadores tienen que viajar al extranjero para actualizarse. Los congresos son parte de ello, pero también un intercambio permanente y fluido, una actualización, a algunos les pareciera que es turismo, pero no es así”. Añade algo que es clave y que la propia sociedad olvida. “Los hombres de ciencia son importantes en el entorno social, porque entregan herramientas para que otros puedan tomar decisiones”. Para Claudia Silva, encarga de la Ofician de Transferencia Tecnológica de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, es efectivo que “en Chile no sólo se hace ciencia, si no que buena ciencia”, pero que falta descentralizar la investigación. Afirma que hay que “levantar más capacidades en regiones, porque las universidades de regiones tienen más claridad respecto de las problemáticas que hay en su entorno”. Cree que la descentralización es relevante3, especialmente en “cómo hacemos para atraer a investigadores ojalá de nivel internacional a la Región, para hace ciencia en regiones, sobre todo en regiones extremas donde es mucho más caro”. El presidente de la Sociedad Chilena de Astronomía y académico de la UdeC, Ezquiel Treister es categórico. Plantea que no sólo “los recursos de Conicyt no son suficientes, sino que el nivel de burocracia sólo aumenta hasta casi detenerla por completo y es financiante”. casi exclusivamente nuestra institución Treister precisa que en el área astronómica se duplicó la cantidad de profesionales con puestos permanentes en los últimos años y la cantidad de fondos para investigación está igual o, incluso, es menor. Por eso, reitera que “estamos en el medio de una crisis, y aunque a veces cuando pensamos en una crisis pensamos en algo malo, también puede ser una oportunidad. Creo que quedó en evidencia la falta de institucionalidad y la falta de apoyo a la investigación científica en Chile. Es el momento en que hay que hacer algo”. Ministerio El tema de la institucionalidad no es nuevo y, de hecho, existe un proyecto para la creación de Ministerio de la Ciencia que desde julio pasado descansa en el Ejecutivo y al que, hasta ahora, no se le ha dado prioridad y no existen tampoco plazos comprometidos. Mario Ramos señala que sería un “reorganización, es poner el tema en el primer escalafón para que la ciudadanía comprenda que la ciencia y la tecnología tienen tanta importancia como el deporte”. Dice que la Presidenta fue clara al decir que el proyecto va, “pero no le puso fecha, entonces nosotros como universitarios quisiéramos que fuera cuanto antes. Tengo la esperanza y quisiera creer que el gobierno va a sacar este ministerio antes del término del mandato”. La escala de tiempo sería un punto estratégico, ya que generaría brecha entre las definiciones políticas de apoyo a la ciencia, considerando que no hay resultados cortoplacistas que el gobierno de turno pueda exhibir. Carlos González advierte que desde hace años viene la idea que las políticas sean de largo plazo, porque en ciencia no se ve de inmediato los retornos. “La política que se implemente este años va a tener resultados en 10 o 15 años, por lo tanto hay que ser capaz de visualizar el futuro, hacia dónde vamos”. Allí es donde visualiza la necesidad de un ministerio. De lo contrario, “no profesionalizamos ese quehacer, porque tiene derroteros y dinámicas diferentes, y al valorizarlo como ministerio se puede canalizar decisiones que pueden ser mucho más beneficiosas”. Quien no está convencido es el académico Óscar Parra, quien reflexiona que “no hemos valorado que si un país quiere ser desarrollado, el componente de la investigación científica es central. En todos los países desarrollados uno de los factores básicos es que invirtieron en investigación. No hay otra receta. Agrega que es importante que exista en la sociedad chilena una comprensión cabal de que la investigación científica es un factor clave para el desarrollo, “y no lo tienen claro nuestro dirigentes políticos tanto en el Ejecutivo como en el Parlamento”. Revela que en varios países de la Ocde no hay ministerio de la ciencia, porque “es mucho más importante una política de estado específica. Si eso se hace a través de un ministerio o de una comisión científica eso es menos relevante, las definiciones son las importantes”. El astrónomo Ezequiel Treister agrega algo más: “Está la sensación de que la ciencia es un hobby de país rico, que sólo los países desarrollados deben hacer ciencia y creo que n0o es así, que la causalidad es al revés. Los países son desarrollados porque invirtieron en ciencia”. Claudia Silva también aporta una de las claves, asegurando que uno de los grandes desafíos “es cómo nos vinculamos mejor con el medio en general, cómo esa ciencia sale del laboratorio y se refleja en un impacto en la economía o en la sociedad en su conjunto”. Cree que ese paso depende de que también “seamos capaces de escalar un resultado de laboratorio. “Se calcula que las empresas financia el 55 del gasto total en I+D lo que es bajísimo, en países desarrollados llegan al 50%, entonces ahí también hay un síntoma. Falta una mirada más estratégica. Fuente: Diario El Sur, 8 de noviembre de 2015, pag.7.