BIOGRAFIA DE MARTÍN ADÁN Luis Vargas Durand Fines de Setiembre de 1992 Martín Adán (1908-1985) Rafael de la Fuente Benavides fue el nombre civil de este escritor, cuya importancia en las letras castellanas lo sitúa entre los mayores creadores de este siglo. La vida de Adán es un copioso afluente de una obra vasta y plural que empieza desde 1928 con poemas dispersos y La casa de cartón dentro del curso vanguardista de ruptura con la tradición. Hacia 1931 compone Aloysius Acker, poema de tono elegíaco; insatisfecho por el resultado, destruye el Aloysius que sólo nos ha llegado en fragmentos. En esa misma época, Adán participa del resurgimiento de las formas métricas tradicionales que brotan en el ambiente poético castellano. La creación en sonetos perfectos produce, a principios de la década de 1930, una versión primitiva de Travesía de extramares (Sonetos a Chopin), poemas que tratan la imagen del creador, la creación artística y la vida como una travesía marítima; pero que no llegarán a su forma final sino entre 1945 y 1950. Sus composiciones en metro llegan a su madurez al manifestar la sensibilidad moderna -que significa en él una percepción honda de la condición humana- dentro de una rigurosa expresión en verso. Sus poemas en torno a la contemplación de la rosa (La rosa de la espinela publicado en 1939 y Sonetos a la rosa de 1938, 1941 y 1942) son fruto maduro de entonces. Hacia 1932 ingresa a una etapa improductiva de probable crisis personal de la que saldrá con un trabajo crítico ambicioso y descomunal, De lo barroco en el Perú, con el que obtiene el grado de Doctor en Letras en 1938. Este ensayo de apreciación de la literatura peruana es de una gran elaboración; el esfuerzo es evidente en un trabajo bibliográfico erudito de la misma época; y, en especial, en una prosa barroca ejercitada incesantemente. De lo barroco, reelaborado durante el primer lustro del decenio de 1940, da paso a la recreación de Travesía de extramares, que gana la densidad de la prosa de ese ensayo hasta hacerse hermético a la manera de Góngora. Consagra al escritor al obtener por él el Premio Nacional de Poesía de 1946. El libro llega a su publicación en 1950 con largas ampliaciones y modificaciones. Ya por entonces Adán es un poeta legendario. Su vida de bohemia intensa y largas estadías en sanatorios distrae de la difícil lectura de sus textos a un público propenso al mito y poco preparado para entender su poesía. A Travesía sigue un decenio de improductividad en el que Rafael de la Fuente se precipita en la indigencia y el radical descuido de su persona; ya académico de la lengua y con una aureola de aristocrática respuesta a un mundo en el que no ha logrado hacerse un lugar. Hacia principios de la década de 1960, se recluirá en un sanatorio en un retiro radical del que no saldrá. En su apartamiento del mundo volverá a las formas del antiguo Aloysius, retomando su verso libre, su tono elegíaco y la depuración de su expresión hasta hacerla fluida y directa para expresar una trágica reflexión en torno a lo humano. Este ejercicio del verso libre se hará manifiesto en Escrito a ciegas, La mano desasida y La piedra absoluta cuyas primeras versiones pág. 1 aparecen a principios del decenio de 1960. La mano desasida, un sólo poema de 200 páginas, es el eje de esta escritura desgarrada y directa. Desde 1966 volverá al soneto, esta vez en versos de catorce, ya alejado de su estilo barroco de mediados de siglo pero siempre revelando la desolada condición humana: Mi Darío y Diario de poeta. Desde 1973, aproximadamente, dejó de escribir. pág. 2 Introducción La biografía de un poeta suele ser una labor arriesgada. Las relaciones que se suelen establecer entre la vida del escritor y sus temas llevan a malentender una y otra. La crítica en torno a Adán ha sido, con frecuencia, paradigma de esta confusión: la leyenda ha servido para ilustrar y explicar sus poemas; y su creación, recíprocamente, ha servido a una biografía conjetural. Hay distintas razones para explicar estos usos: la excelencia irrecusable de su creación desde la juventud, la proximidad del poeta -un Martín Adán de bares y calles de la década de 1950-, su hostilidad a los extraños y la oposición del propio poeta a que se inmiscuyeran en su vida. La importancia que se le ha dado a la vida de Martín Adán, hasta hacerla una leyenda, se debe también a que nuestra tradición aún se nutre de la idea del hombre de genio heredada del romanticismo. Esta herencia cultural nos entrega una imagen especial del poeta como individuo excepcional que realiza su obra sin tener un conocimiento completo de su acto y en la que el sufrimiento es condición de la producción poética. Caracteriza la concepción romántica del arte la identificación del creador con su obra -así lo querían los propios artistas-; en poesía, por ejemplo, la identidad entre el autor y la voz en primera persona que habla en los poemas. ¿Es Rafael de la Fuente el hombre trágico que habla en sus poemas? El problema no compete a la crítica literaria; ésta sólo enfrenta los textos y no se ocupa en sus circunstancias externas. La crítica recurre al poeta, desde una perspectiva muy heterodoxa, para dar una lectura a ciertos textos; pero en el caso de Adán nunca hay necesidad de tales interpretaciones. Desde una perspectiva biográfica puede suceder que haya información, indicios más bien, aprovechables; pero no es el caso de este poeta. Rafael de la Fuente tiene la obsesión de aislar su creación de su vida; tal vez por eso en su obra -en especial después de La casa de cartón- muy pocas veces alude a circunstancias concretas. Pero la concepción romántica está muy difundida. Muchas lecturas recurren aún, descuidadamente, a analogar el contenido de los versos con la vida del poeta; del abuso de esta perspectiva puede resultar el ingreso más barato y el peor a la literatura. Aparentemente algunos temas de Martín Adán pueden llevarnos a creerlo confesional; es que Adán es un poeta de temas mayores: de temas de la condición humana. La literatura es un arte -es decir, un artificio- en el que el lenguaje y la tradición ponen a disposición del creador un cúmulo de recursos con los que el poeta consigue un propósito de deleite en su auditorio; nada más. Como en la tragedia, y no es acá vano ejemplificar con ella una poesía de constantes temas trágicos, el espectador puede ser embelesado sobresaltándolo -la poesía no es un juego inocuo-; pero siempre serán artificios de poeta conseguidos con pericia y mucho esfuerzo. Esta opción pág. 3 de lectura -propia de las corrientes críticas contemporáneas- resulta más fructífera en la interpretación y el placer ante el texto. Entre los poetas peruanos, Martín Adán ha sido quien más interés biográfico ha suscitado. Su leyenda es fácil de encontrar entre los hombres de su generación y las inmediatas siguientes. Su vida de sanatorios y recia bohemia, su procedencia de limeño antiguo y "aristocrático", su genialidad declarada por la crítica desde muy temprano y los elogios ilimitados de ésta hicieron de Adán espacio de interés del público y por consiguiente de la prensa. Pero a esta cordial invitación a la lectura, como pudo ser el mito, se opuso el rechazo del poeta a ser objeto público, la dificultad de su poesía y, peor aun, la inasequibilidad de sus textos. Mirko Lauer señala que "la difusión de la anécdota es también la venganza del medio contra la reclusión y hosquedad del poeta: es la familiaridad con el medio que el poeta no quiere establecer, y que el público impone a su manera". La leyenda biográfica de un poeta, especialmente si está cargada de patetismo, suele invitar a su lectura. Pero, ¿cuánta relación hay entre "Mi deidad es como yo, / Perecedera, miserable..." una frase de un poema y el propio poeta? ¿Es cierto como dice un crítico: "en todas las páginas auténticas un hombre habla [...] hondamente y prueba que no hay diferencia entre la literatura verdadera y la vida"? Es preferible seguir sobre este punto a otro maestro y entender que "la expresión de los sentimientos en la poesía se convierte en un mero procedimiento artístico". Martín Adán precede genialmente a las más lúcidas reflexiones sobre el lenguaje poético en nuestro siglo, como me lo ha sugerido verbalmente Enrique Carrión. Es frecuente en Adán la idea de la poesía como un lenguaje autorreferente; es decir, de un desempeño especial del lenguaje que tiene su propósito en sí mismo. Esa es la clave de entrada a toda literatura y en particular a toda la obra de Martín Adán. Ello es lo que está magistralmente declarado por el propio Martín Adán en estos versos recurrentes en sus publicaciones, cual si fueran una divisa: Poesía mano vacía... Poesía, mano empuñada Por furor para con su nada Ante atroz tesoro del Día... Poesía, la casa umbría La defuera de mi pisada... Poesía, la aún no hallada Casa que asaz busco en la mía... Poesía se está defuera: Poesía es una quimera... pág. 4 ¡A la vez a la voz y al dios!... Poesía no dice nada: Poesía se está, callada, Escuchando su propia voz. Tenemos claras muestras del afán del poeta de concentrar la atención de sus lectores en sus textos, desligándolos de sí. Señal de ello es su actitud de rechazo a que trataran de su persona, su constante autodefinirse como un gramático, su declaración de 1981: "escribo despierto con plena lucidez, atento a la gramática". Preguntado por entonces directamente sobre la relación entre su poesía y su vida afirma: "Ninguna. La vida se me impone, la poesía la elijo". Esta biografía procura valer como complemento a la lectura y la divulgación de Martín Adán. Una gran parte del agrupamiento de sus textos, de su difusión, de sus versiones incesantes sólo pueden comprenderse a la luz de una biografía que revele el trabajo pertinaz del poeta. Se trata de una creación incansable que acompaña una vida consagrada firmemente a su propósito altruista: ofrecer la belleza de la palabra a los hombres; no permanecer en la contemplación, sino pulir y escanciar interminablemente los versos; sobreponerse a los padecimientos y a la dureza del medio, y seguir creando. La historia de este hombre ofrece una lección: el logro de una poesía excelsa, así como toda empresa superior, sólo se consigue con continuo valor y firmeza. He ahí la gran enseñanza de Adán: una vida dedicada a crear, pulir y limar una obra. Esta vida seguirá atrayendo, y es bueno que así sea, pero hay muchas precisiones que hacer a la leyenda. El primer intento biográfico fidedigno y serio es el de Estuardo Núñez en la revista Letras Peruanas en 1951 (Núñez fue también el informante principal de las noticias biográficas de Mirko Lauer). La primera biografía completa de Martín Adán fue compuesta por José Antonio Bravo en 1987. No obstante, aún sabemos muy poco del poeta. Varios factores influyeron en eso: la carencia de familia próxima que informara, la vida dedicada a empresas casi exclusivamente de creación literaria, el afán del poeta de que no se inmiscuyeran en su vida, las temporadas en sanatorios que sumadas dan casi cuatro décadas. Todos esos factores han hecho que sepamos muy poco de su vida y que lo que conocemos esté disperso en referencias de personas que lo trataron antes de su internamiento definitivo en un sanatorio hacia 1963. El lector se sorprenderá al encontrar una historia con muy pocas certezas, con continuas referencias a testigos únicos, con distintas versiones, con conjeturas sobre acontecimientos y fechas: la pág. 5 biografía de Martín Adán aun ahora, a siete años de su muerte, está por hacerse. En el verano de 1947 se publicó en La Prensa y en Mercurio Peruano, al tiempo del Premió Nacional que Adán recibió, una descripción bibliográfica con algunas referencias biográficas; la nota no llamó suficientemente la atención por no llevar en ninguna de las ocasiones firma. Hoy día sabemos, ante el manuscrito del que proviene, que fue redactado por el propio Martín Adán. Este documento será de mucha utilidad en el curso de esta biografía. En 1975 se publicó una magnífica compilación bibliográfica de Martín Adán, hecha por Hubert Weller, producto de años de dedicación y de un trabajo extraordinario. Weller revisó las colecciones de diarios y revistas peruanas, número a número; entrevistó a muchas personas vinculadas al escritor y citó y describió toda su obra édita dispersa en libros y revistas a lo largo de casi cincuenta años; así como las notas y artículos, y hasta alusiones, relacionados con a Adán. Este magnífico trabajo indicó 169 referencias de la dispersa obra de Martín Adán y 365 de autores que le dedican su atención. La información dispersa en esos 365 lugares es profusa, la importancia de Martín Adán lo explica. Al lado de una creciente masa crítica que sienta las bases de acceso a esta gran poesía, hay muchas referencias biográficas y anecdóticas dispersas especialmente en diarios. Se ha procurado emplearlas. Para esta biografía me he servido exhaustivamente de la Colección Martín Adán de la Universidad Católica. Esta colección fue formada durante las décadas de 1930 y 1940 por Ricardo Arbulú Vargas. Este, a pedido del poeta, entregó la colección a Juan Mejía Baca en la década de 1960. Mejía Baca continuó con el acopio de la Colección hasta mayo de 1986 en que la transfirió a la Universidad Católica del Perú. Contiene miles de papeles vinculados a Adán: originales manuscritos literarios en diversos estados, manuscritos con notas personales de todo tipo, documentos personales, ediciones, facturas, notas, cartas, documentos bancarios, contratos, recortes de periódicos, etc: Adán nunca guardó nada, pero tenía un amigo fiel que le atesoraba absolutamente todo. Es impensable una conservación compulsiva a este límite en persona alguna. La Colección ha sido completamente codificada y la parte mayor, manuscritos de Adán, catalogada y descrita. Las operaciones archivísticas han sido realizadas por la Biblioteca Central de la Universidad Católica. Los recuerdos fraternos de Ricardo Arbulú, los documentos y las pistas sobre las que me puso me han sido especialmente útiles y alentadores. Ricardo Arbulú se desempeñó como Bibliotecario y Secretario de la Dirección del Hospital Larco Herrera en los años en que Martín Adán vivió en ese establecimiento, fue condiscípulo de Adán en San Marcos y continuó tratándolo durante muchos años en la Biblioteca Nacional. Arbulú fue un amigo fidelísimo y un adanista vehemente desde muy pág. 6 temprano: los documentos de la Universidad Católica fueron reunidos en primer término por él, como atestigua Weller en la introducción a su libro. El mecanografió De lo barroco en el Perú, varias redacciones de Travesía de extramares y cartas del poeta. Varios capítulos de esta biografía deben su información a Arbulú: las matrículas de la Universidad Católica, el empleo del Banco Agrícola, los años del Larco Herrera, la gestación de Travesía de extramares, las referencias del abuelo, los familiares y otros muchos. Pero en los casos en que he accedido a documentos comprobatorios ya sólo he citado éstos. Arbulú también ha sido corresponsal privilegiado de Rafael de la Fuente. El mayor acopio de cartas y notas le están dirigidas; y, es singularmente interesante que muchas de éstas manifiesten el don genial del hablar de Rafael. Su magnífica memoria de bibliógrafo es fuente de profusa información legítima, me lo ha demostrado mi documentación posterior. Fue interlocutor constante de Adán en el hospital, como lo revelan las historias clínicas que he podido ver, y formó parte del grupo de amigos fiel a Rafael hasta el final. He consultado también la colección de documentos de Martín Adán de Arbulú. Si bien éste entregó un importante fondo de papeles a Mejía Baca, conservó una porción de la documentación epistolar dirigida a su persona. Esta colección está atesorada en la Universidad del Pacífico, en la Biblioteca Pedro Benvenutto que Arbulú dirige. Dejo testimonio de su interés y desprendimiento por ayudar a este trabajo. Debemos a Juan Mejía Baca (fallecido en 1991) un gran acopio de documentos a partir de la década de 1960. Durante muchos años se constituyó en la voz de Adán y fue fuente de información biográfica. Existen muchas crónicas periodísticas que recogen sus palabras. La Biografía de Adán, hecha por José Antonio Bravo, aprovechó su información. Mejía Baca dio particular importancia a la anécdota en un intento de preservar la facundia proverbial del poeta. Alcancé a hablar con él en 1990; cuando realizaba una investigación sobre Travesía de extramares y su creación del decenio de 1940. Se mostró deseoso de colaborar, como siempre lo hizo por Adán; pero me explicó que su trato personal había dado inicio desde fines del decenio de 1950 (el poder general de Adán a Mejía Baca es del 27 de octubre de 1958). Doy mucha importancia a las circunstancias en torno a la creación de las obras de Adán. La edición escrupulosa de sus obras, en especial la de sus innumerables inéditos y variantes de los éditos, así lo exige. Servir a los problemas editoriales es uno de los temas positivamente útiles de una biografía; desde una perspectiva literaria, el tema más importante. No obstante, dado el carácter de biografía general de este libro, sólo doy un horizonte de esos difíciles problemas. He procurado aludir mis fuentes, pero me he ceñido a las exigencias de esta serie de divulgación (sin notas, por ejemplo). Lo ideal era no limitarse a los testimonios, sino documentarlos; lo he hecho con una parte de mi pág. 7 información, pero esa labor aún no está concluida. Pido la benevolencia del lector por mis inumerables incertidumbres, y lo invito a hacer sus propias conjeturas en los lugares todavía inciertos. Gran parte del discurso de este libro es citado. Era inevitable que así fuera: en parte eso señala el momento actual de la investigación -más allá del conocimiento personal de Adán y sólo a partir de la evaluación y presentación de testimonios ajenos-. Otra razón por la que el libro se encauzó, creo que naturalmente, en esa forma fue por el desmesurado peso de la "historia" de Adán, su leyenda. No presento una imagen precisa de la personalidad de Adán, por no reducir su complejidad y hondura. Aprecio sí, que no fue un anacrónico poeta maldito como se le ha mostrado; ni un obseso sufriente buscando expresar su tragedia en su poesía. No he tenido, no tengo, una imagen única de cómo debió de ser el carácter de este hombre: ese vacío solventa este trabajo. Ciertos años son profusos en información; son los tiempos más legendarios del poeta, en torno a la revista Amauta, por ejemplo. En otras épocas en la vida de Adán nos encontramos con vacíos: era inevitable en los muchos años en que permaneció en sanatorios. Allí, a lo sumo, podemos aproximarnos a las etapas de creación según las publicaciones. La presente biografía no trata de anécdotas con agudezas de Martín Adán (tema muy manido). Suelen existir en versiones disímiles, muy mediatizadas por el tiempo y los relatores; y generalmente son irrecuperables por estar muy comprometidas con un lenguaje oral y precisas circunstancias. En la bibliografía al final del libro se dan sus fuentes principales. Algunos extremos de este trabajo son evidentes: especial atención a los problemas editoriales y poco interés en especular subjetivamente con la biografía. Son excesos premeditados. Deseo ahora hacer constar mi agradecimiento a quienes me apoyaron en este trabajo. No es posible mencionar a todos; pero debo mencionar de modo singular a algunos. Ricardo Arbulú, Director de la Biblioteca Benvenutto de la Universidad del Pacífico, me brindó su paciencia, generosidad y aliento -el lector constatará lo mucho que esta biografía le debe-. Jorge Wiesse me impulsó a recurrir a Ricardo Arbulú y posteriormente patrocinó su apoyo. Pedro Godoy colaboró también conmigo en la Biblioteca Benvenutto. La Biblioteca Central de la Universidad Católica favoreció mucho mi investigación, en particular su directora Carmen Villanueva que dirige la catalogación de la Colección Martín Adán; así como Aurora Villanueva e Illia Jaramillo en ese recinto. Enrique Carrión tuvo la iniciativa de que escribiera esta biografía. Nicanor de la Fuente Salcedo me proporcionó la información de este libro sobre los De la Fuente por intermedio de nuestro amigo Isaac Lau. Estuardo Núñez pág. 8 me concedió una entrevista personal en la que pude aclarar varias dudas y obtener información inédita. Ricardo Silva-Santisteban me proporcionó datos y documentos de su archivo personal con desprendimiento, posteriormente tuvo la gentileza de leer este trabajo y hacerle valiosas atingencias. José Antonio Rodríguez realizó varias observaciones a mi texto y tuvo un juicio muy generoso. Joel Calero discutió fraternalmente conmigo varias secciones de este texto. Mi familia -el orden no quiere significar nada- apoyó entusiasta mi trabajo. pág. 9