ISLAM-EUROPA

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ISLAM EN EUROPA
INTRODUCCION
Histórico en breve
Culturalmente y religiosamente, Europa es plural. Bien es verdad que el cristianismo en
sus diversas denominaciones permanece como la figura dominante, pero se inscribe en
unas sociedades secularizadas, democráticas y pluralistas. Si las grandes instituciones
religiosas están en crisis, sin embargo un sentimiento religioso ecléctico permanece.
La realidad histórica del Islam en España remonta a 711, con la entrada de las tropas
musulmanas… Permanecerán hasta la caída de Granada en 1492. Los musulmanes de
España trataron de penetrar en Europa con más o menos éxito, por ejemplo en occitania.
Otro intento de penetración en Europa se da a través del imperio otomano, con la toma
de Constantinopla en 1453. Durará hasta la caída del califato en 1924. Estos siglos de
dominación han marcado la región de los balkanes, y poblaciones musulmanas de
diferentes lenguas residen hasta hoy en Kosovo, Albania, Bulgaria, Rumanía y Grecia.
El tercer punto de encuentro de Europa con la realidad musulmana se produjo cuando la
expansión colonial de ciertas potencias europeas. Así Inglaterra que llegó hasta la
India, o Francia con la conquista del Magreb y el África subsahariana, sin olvidar
Holanda o la misma España. Evidentemente, las respectivas experiencias fueron muy
diversas, tanto por la actitud por parte de las administraciones coloniales como por la
diversidad de la misma religión musulmana en los diferentes países con ritos y escuelas
religiosas finalmente bastante distantes a veces.
Después de las dos guerras mundiales que azotaron al continente europeo, la historia de
los flujos migratorios va a contribuir a la constitución por etapas de unas minorías
musulmanas en Europa occidental. Globalmente, hemos pasado de una emigración de
trabajo, fundamentalmente masculina, a un reagrupamiento familiar, y así poco a poco,
a la creación de asociaciones musulmanas culturales o de culto. De este modo, hoy
asistimos a la emergencia de un “Islam europeo”.
Características
La Unión europea cuenta por lo tanto en su seno con poblaciones musulmanas muy
diversificadas. Pero también, los marcos jurídicos de los países que componen dicha
Unión son también muy diferentes, marcados como están por sus historias respectivas,
su idiosincrasia y las situaciones socio-culturales y religiosas de las mismas.
La primera parte de esta exposición consistirá en la presentación de cuatro diferentes
tipologías de la presencia del Islam en Europa.
No me pararé en una pura descripción de las mismas, sino que trataré de resaltar la
problemática peculiar de cada país y las vías de solución que van inventando en su
propio contexto social. Pienso que esta manera de analizar puede contribuir a un
intercambio de modos de hacer que pueden enriquecer al conjunto de los países, y en
definitiva, contribuir a la construcción de la Unión europea. Decía en Bruselas el
antiguo obispo de Marsella, Mgr. Panafieu: “Europa se convertiría entonces en el polo
emblemático de lo que podría ser un mundo pluralista, pero también hermanado”.
La segunda parte hablará de los gérmenes de crisis que contiene la presencia del Islam.
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De ahí los miedos recíprocos que generan agresividad y rechazo en unos, así como
repliegue identitario y fundamentalista en otros. Pero también es verdad que puede ser
un revulsivo para Europa en orden a equilibrar la supremacía de lo económico y abrir
vías de mayor sentido al devenir de Europa. Lo que amenaza a Europa no es tanto el
Islam que una cierta forma de secularización que riega las estructuras de nuestra
sociedad y el espíritu mismo de nuestras instituciones, como son la desacralización de la
vida y la privatización de la fe, que tanto desconciertan hoy a las comunidades
musulmanas.
En fin, la tercera parte se centrara en las vías de colaboración existentes y las que
merecerían explorarse.
En pocas palabras, mantener las vías de asistencia social a las poblaciones
recientemente inmigradas,
pero al mismo tiempo, tomando en cuenta las segundas o terceras generaciones que son
ya europeos de nacimiento y cuyas necesidades específicas merecen que sean tenidas
en cuenta en sus aspectos sociales, culturales y religiosos dentro de un marco europeo y
en las cuales, las comunidades de arraigo local, podrían encontrarse en el mismo pie de
igualdad.
DIVERSIDAD DEL ISLAM EN EUROPA: TIPOLOGIAS.
Considero importante hacer un pequeño análisis de la situación del Islam en Europa, no
de manera general, sino eligiendo cinco países… Francia, Alemania, Bélgica, Gran
Bretaña y España…
Busco un camino pedagógico de presentarlos de manera a resaltar las notas específicas
de cada uno de ellos, a través de breves notas históricas, estadísticas y los problemas
propios a cada país, así como las vías de salida política y jurídica que ha inventado cada
uno.
Así, espero resaltar los avances y retrocesos en cada país, para que en situaciones
nuevas que podríamos conocer en nuestro país, las experiencias ajenas pudieran
eventualmente guiarnos.
FRANCIA: es el país europeo con mayores comunidades hebraicas, budistas y
musulmanas.
Francia por su historia migratoria y su pasado colonial, posee una relación particular
con el islam. Fuerte de una tradición de acogida de inmigrantes, el país cuenta hoy con
5,7% de extranjeros. Si nos retrotraemos a la tercera generación, podemos descubrir que
cerca del 23% de la población francesa está ligada a una historia de inmigración.
Los musulmanes representan una porción notable. No hay cifras absolutas porque en
Francia está prohibido hacer un censo sobre la base de pertenencia religiosa. Se cree que
a finales de los años 90, el Alto Consejo para la Integración estimaba que el número de
musulmanes se elevaba a 4 millones y medio, mayormente de origen magrebí y
subsahariano, zonas colonizadas por Francia. Hoy, podrían haber alcanzado los 5
millones (7%).
Este grupo se puede subdividir en subgrupos según su proveniencia: los harkis, o
“franceses musulmanes de Argelia”, así como los que obtuvieron la nacionalidad antes
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de la independencia especialmente en los años 1946-1954. Convertidos estimados entre
30 y 100 mil personas, que podemos catalogar en tres grupos: los que se han integrado
en movimientos sufí, los convertidos en el momento de su matrimonio con un
musulmán y finalmente los jóvenes convertidos de los suburbios y barrios de la periferia
de las grandes ciudades.
Francia es el país que ha empujado al máximo la idea de la laicidad con la separación
total entre el estado y las instituciones religiosas. Es un país que ha hecho de la
escolarización la bandera del estado laico. Por la ley de 1905, llamada todavía “Ley de
separación entre la Iglesia y el estado”, ley que pretende mantener la neutralidad
absoluta del Estado hacia los diversos cultos.
Si el número de iglesias se eleva a 40 000, las mezquitas y lugares de culto cuentan en
número de 2.200, que pueden parecer relativamente poco numerosos, que les hace estar
a la cabeza de Europa. Hay que resaltar que estos lugares están relegados en zonas
industriales y en espacios de escasa visibilidad.
Los antagonismos entre los diversos grupos islámicos son numerosos. Priman los
intereses de los países de donde provienen los musulmanes sobre los intereses
generales. Por ejemplo, la mezquita de París es de obediencia argelina, mientras que la
Asamblea de los musulmanes de Francia (RmF) sigue las pautas de Marruecos, o el
Comité de coordinación de los musulmanes turcos de Francia (CcmtF) representa el
islam oficial turco. Y así tantos otros grupos.
Por su parte, el gobierno francés ha ejercido un papel fuertemente directivo en estos
últimos años, creando el Consejo francés del Culto musulmán (Cfcm). Este consejo
interviene principalmente sobre cuestiones de construcción de mezquitas, la formación
de jefes religiosos (imam), entierros y la comida halal (es decir, alimentos según las
reglas coránicas). La composición actual de la Cfcm refleja la sutil estrategia del estado
francés para encontrar un equilibrio entre las diversas sensibilidades nacionales e
ideológicas del islam francés. Los miembros son en parte elegidos y en parte designados
para compensar sobre todo la falta de paridad entre hombres y mujeres en los órganos
directivos.
Finalmente, las cuestiones relativas al culto musulmán están bastante bien reguladas en
Francia y desde hace cierto tiempo no existen demasiados debates incendiarios. Al
contrario, han logrado resolver sin polémicas problemas de mezquitas, cementerios,
capellanes de prisiones y de la comida halal en el ejército, por ejemplo.
Sin embargo, la creciente visibilidad del islam, a veces expresada de forma muy radical
por algunos musulmanes, provoca todavía frecuentes tensiones en la opinión pública. El
punto álgido fue el año 2003 cuando se decidió, después de 15 años de discusiones,
quitar el uso del velo en la escuela, institución ésta que los laicos consideran como su
baluarte contra la intrusión de un proselitismo religioso retrógrado en los espacios
públicos. Para los que defienden una laicidad más abierta, como también para muchos
musulmanes, esa manera de actuar representa un grave atentado a la libertad de elección
y al pluralismo de la sociedad. Los conflictos religiosos pertenecen al pasado.
Se constata en Francia la presencia cada vez mayor de un islam radical, aunque
numéricamente la práctica radical es muy marginal. Paralelamente asistimos a un
aumento de un discurso abiertamente racista e islamófobo en la clase política, cosa que
antes era una exclusiva de los partidos de extrema derecha.
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Las encuestas sobre el terreno indican que el 15% de los musulmanes se declara
“practicante asiduo”; casi el 20% que no se define ni musulmán ni creyente y dos
tercios más o menos en una gama de práctica baja…fenómeno parecido en otras
religiones…
El debate sigue abierto, pero la opinión pública parece que está comprendiendo que
Francia podrá continuar a ser ella misma solamente a través de la diversidad de los
ciudadanos que la componen.
ALEMANIA: Musulmanes=turcos, ¿es exacta esta ecuación?
La difusión del islam en Alemania es un fenómeno relativamente reciente. En el siglo
XVII encontramos los primeros testimonios de una presencia musulmana estable,
aunque esporádica. En el año 1925 fue construida la primera mezquita en un barrio
periférico de Berlín. Hasta finales de los cincuenta, eran pocos los musulmanes que
vivían en el país. En los comienzos del sesenta, cuando el desarrollo económico exigía
mucha mano de obra, es cuando empezaron a llegar olas de inmigrantes, sobre todo de
los países islámicos. Hoy, en Alemania viven musulmanes de la tercera generación y se
consideran parte integrante y viva de la sociedad alemana.
El islam en Alemania no es tampoco una entidad homogénea. Es verdad que la mayoría
son turcos pero no olvidemos que estos turcos pertenecen a más de 47 grupos étnicos
diferentes, de los cuales el más importante es el grupo kurdo. Como en otros países, es
difícil obtener estadísticas fiables porque no se toma como base la pertenencia racial o
religiosa.
Solamente en el año 2009, la Bamf (Oficina federal para las migraciones y para los
refugiados en Alemania, publicó por primera vez una encuesta sobre la presencia
islámica en la República federal. Hasta ese momento se pensaba en una cifra alrededor
de los 3,2 millones de musulmanes; la encuesta de la Bamf daba las cifras entre 3,8 y
4,3 millones de individuos. El porcentaje se eleva por lo tanto al 5% del total de 82
millones de habitantes. El 45% poseen la nacionalidad alemana. Entre 2,5 y 2,7 son de
origen turco, y el segundo grupo más numeroso es el de los balcánicos con un 14%,
seguidos de los medio-orientales con 8% y el 7% provenientes de los países africanos.
El 74% se consideran sunníes, mientras que los chiíes son solamente el 7%. Un caso
curioso lo constituyen los alevíes que provienen de la Anatolia. Grupo interesante de
unos 500 mil, que no han resuelto el problema de su identidad: ¿Son musulmanes o
fieles de otra religión o filosofía independiente del islam? Si los consideramos como
musulmanes, constituirían un grupo del 13% de los mismos.
Siempre según la Bamf, el 36% de los musulmanes se consideran “muy creyentes”; el
50% “bastante creyentes”. La base religiosa constituiría una base fundamental para los
turcos y africanos; sin embargo extraña que para el 57% de los chiíes, la práctica
religiosa no tenga un peso determinante: se declaran “muy creyentes” solamente el 10%
y “no creyentes” un 33%.
En Alemania se cuentan hoy más de 2.300 mezquitas. La mayor parte están constituidas
en asociaciones, que al mismo tiempo están federadas en cinco grandes asociaciones
llamadas “asociaciones-techo”, pero solo adhieren entre el 15% y 20% de los
musulmanes presentes en Alemania. En 2007, se creó un Consejo de coordinación
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(Krm) que agrupaba a las cinco asociaciones-techo, menos los alevíes. Pero de hecho, la
mayoría de los musulmanes no se reconoce en ninguna asociación.
Muchos musulmanes se han dado cuenta gradualmente que si quieren adquirir los
derechos a los cuales aspiran, deben tomar parte activa en la vida social y política del
país. Y de hecho, cada vez más musulmanes participan en la vida pública alemana: se
comprometen en los ayuntamientos, servicios sociales, la política o los medios de
comunicación. Pero las personas que no han conseguido todavía la nacionalidad
alemana están excluidas de los cargos federales. Es verdad también que por el momento
la participación a la vida política de los musulmanes, así como en sindicatos y partidos,
es más bien rara. Uno de los sectores en el cual los musulmanes instruidos se han
volcado es en el sector económico, hasta el punto de haber creado un banco.
BELGICA: Integrados pero a medias.
La presencia musulmana en Bélgica remonta al comienzo del siglo XIX. Pero sobre
todo, la gran ola de la inmigración musulmana se centra en los años sesenta, después de
la firma por el estado belga de convenciones de inmigración con algunos países. Bélgica
necesitaba mano de obra. En el año 1964, Marruecos y Turquía fueron las primeras,
seguidas por Túnez en el 1969 y Argelia el 1970. En el 1974, en el momento de la crisis
petrolífera, Bélgica decidió cerrar la inmigración.
Siempre con la dificultad de obtener las estadísticas precisas, los expertos estiman hoy
en 10,7 millones el total de los habitantes de Bélgica, de los cuales los musulmanes
serían alrededor de 400/450 mil, es decir, el 4% de la población total. Se cree que entre
el año 1991 y 2007, un total de 311.872 personas han obtenido la nacionalidad, en
mayoría marroquíes, turcos, argelinos, tunecinos y pakistaníes.
La población musulmana se concentra mayormente en las grandes ciudades (Bruselas,
Amberes, Gante, Lieja) y en ciudades de antigua tradición industrial (Limburgo y
Charleroi). Es una población medianamente joven, y se caracteriza por una natalidad
que es superior a la local, aunque con tendencia a disminuir cada vez más.
En el plano institucional, el culto musulmán está reconocido, dentro del espíritu de la
constitución belga, como los demás cultos desde el año 1974. Pero se tuvo que esperar
hasta el 1999 para que fuese creado el Ejecutivo de los musulmanes de Bélgica. Su
labor esencial consiste en la gestión temporal del culto, la designación de profesores de
religión islámica y de los asistentes espirituales de las cárceles y hospitales. Hoy es el
día en que se confrontan con problemas de reconocimiento por parte de las
comunidades locales y a problemas relativos a la financiación, en curso todavía.
En el plano político Bélgica ha hecho avances importantes. No sin resistencias, en el
2004, se instituyó el derecho al voto para las elecciones comunales, incluso para los
extranjeros extra-comunitarios. El acceso a la política de personas de origen turco o
magrebí se ha revelado como una novedad positiva.
Para terminar, el ambiente asociativo es de gran vitalidad, tanto a nivel confesional
como laico, comprometidos en la lucha contra el racismo y la discriminación.
GRAN BRETAÑA: ¿el ejemplo de integración más conseguido?...
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La población musulmana de Gran Bretaña es variada. Según el último censo oficial
disponible (2001), los musulmanes son 1.647.000, es decir, casi el 2,7% de la población
total. El grupo más numeroso es el pakistaní (43%) grupo heterogéneo y orgulloso en su
diversidad: punjabi, cachemiri, pashtun y un largo etc.; luego el bengalí (17/%);
También los así llamados “blancos”, es decir, los árabes, iraníes y turcos (12%); en fin,
los indios (8%), a los que se añaden pequeños grupos de africanos y otras etnias. El
último gran flujo de inmigrantes hacia Gran Bretaña comenzó en los años cincuenta
provenientes del subcontinente indio y que continúa todavía con la llegada de los
trabajadores de la Unión europea, junto con aquellos que buscan el asilo político como
los afganos, iraquíes, iraníes y somalíes.
Después de los atentados del año 2005 en Londres, donde los terroristas eran
musulmanes “autóctonos” que crecieron en el país, se ha vuelto casi una moda criticar
el punto de vista “multicultural” que ha adoptado el Reino Unido, aparentemente al
opuesto del modelo francés. Hay que reconocerles que han consentido acoger un gran
número de inmigrantes, permitiéndoles contribuir a la vida económica y pública del
país. Y si nos atenemos a las encuestas, por ejemplo, vemos que los musulmanes de
Leicester se consideran británicos (82%) mientras que sus correligionarios de París se
sienten franceses solo la mitad (41%).
Además, y es un plus para el Reino Unido, hay que admirar cómo se las arreglan para
dejar a la religión ocupar el espacio público sin desestabilizar la sociedad. En general,
los británicos siempre se han acomodado a una Iglesia nacional que se ocupa de ellos en
el momento del nacimiento, matrimonio y muerte, aún cuando su compromiso religioso
sea más bien débil. Igualmente, la instrucción está en gran parte en manos de
instituciones religiosas. A fin de cuentas, el islam ha encontrado en Inglaterra un
contexto que le ofrece buenas posibilidades de encontrar un puesto en la sociedad.
Si la diversidad étnica es un hecho, debemos reconocer a los musulmanes británicos la
inquietud intelectual y creatividad permanente que les ha animado, cuyo fruto más
visible es la gran variedad de identidades musulmanas progresistas y místicas. Hoy,
asistimos a una cierta esterilidad y a una inversión de tendencia, debidas al hecho de su
focalización en la ideología del jihad.
Para terminar esta presentación, conviene decir una palabra sobre el diálogo
interreligioso que, particularmente la Iglesia anglicana, promueve. Se ha criticado a
veces su carácter acomodaticio al laicismo liberal, pero dicha actitud ha tenido la
ventaja de poder acercarse a las nuevas minorías religiosas. Su jefe actual, el arzobispo
Rowan Willians, es la persona carismática que necesitaba la Iglesia anglicana. Con
ocasión del seminario anual “Building bridges” (Construir puentes), organizado por él,
estudiosos cristianos y musulmanes de nivel internacional se encuentran para explorar
en profundidad temas fundamentales. Su curiosa (y probablemente mal formulada)
demanda para que algunos principios de la shari’a fueran reconocidos en el país, en
situaciones bien determinadas, por los tribunales británicos, inflamaron la opinión
pública. Pero tuvo el mérito de poner al centro del debate importantes cuestiones
constitucionales relativas a las minorías religiosas.
Concluyendo: de todo esto resultan varias consecuencias importantes. Un primer
fenómeno providencial, es el hecho que los musulmanes británicos muestran dada vez
un mayor compromiso en la sociedad, sobre todo en esta crisis económica y financiera
actual. Y muchos se preguntan sobre los límites del capitalismo occidental que le ha
conducido al colapso actual. Los musulmanes han desarrollado profundas reflexiones
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que están haciendo crecer su credibilidad. Credibilidad y contra-mensaje ante jóvenes
con problemas de alcohol, o las mujeres musulmanas ante un post- feminismo muchas
veces sin sentido.
El segundo fenómeno, por el contrario, toca al gobierno británico que ha abandonado su
tradicional indiferencia hacia las comunidades religiosas non anglicanas. En cierto
modo, el gobierno británico muestra su interés por la “salud” del islam apoyando
iniciativas de desradicalización y sostener un islam más clásico y crítico hacia la
militancia religiosa.
En fin, n debemos olvidar que en Gran Bretaña, como en otros países del continente, se
está desarrollando un cierto clima antirreligioso, una minoría laicista y un tipo de
militancia atea anticuada, cuyo denominador común sería el de ridiculizar la religión.
Esto podría ser para las comunidades religiosas una ocasión para promover un nuevo
orden civil más justo.
ESPAÑA: ¿Hacia una “normalidad” de la presencia del islam?
Es muy difícil hablar del islam en España sin caer en lugares comunes y prejuicios
arraigados desde su presencia multisecular en el país: o caemos en una idealización del
pasado, de Al Andalus, paraíso de convivencia inter-religiosa, o en el otro extremo, el de
la Reconquista, esfuerzo bélico que duró 8 siglos; se habla de musulmanes extranjeros y
no se mencionan los musulmanes de origen español. El atentado de Atocha del 11 de
marzo del 2004 sigue anclado en la memoria de las gentes. Sin embargo, se advierten
signos de “normalidad” en la vida civil del país.
Como siempre, un conocimiento fuerte de las migraciones permite, de sus orígenes,
implantaciones y evoluciones, reforzar la normalidad.
Las primeras comunidades islámica de la España contemporánea están formadas por
estudiantes universitarios árabes que llegaron, gracias a las becas del gobierno español,
en los años sesenta y setenta. Fue una de las consecuencias de la política exterior
española de la época que hablaba de la “tradicional amistad con los Países árabes”.
Muchos se casaron con mujeres españolas y consiguieron la nacionalidad. Entre ellos se
encuentran un cierto número de dirigentes de las comunidades islámicas de hoy, de las
cuales muchas están confederadas en la Unión de las comunidades islámicas de España
(Ucide).
En los años setenta, en Andalucía constatamos un fenómeno particular: la creación de
pequeñas comunidades musulmanas a partir de conversos de origen español y de otros
países europeos. ¿Qué les empujaba a convertirse? Las motivaciones son varias.
Algunas responden a tomas de posición ligadas a la ideología del ’68; otras cercanas al
nacionalismo andaluz; pero también algunas que respondían a búsquedas realmente
religiosas y que les empujaban a salir de la Iglesia católica. Y, ¿cuáles eran sus
referencias dentro del islam? Sin duda, la más generalizada era la corriente espiritual
sufí, sin olvidar ciertas corrientes “políticas” del islam. En este momento nació la
Federación española de entidades religiosas islámicas (Feeri) a la cual se integraron
otras comunidades musulmanas de origen diverso.
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En los ochenta había muy pocas mezquitas: algunas construidas por los emiratos árabes
en la Costa del Sol con lo cual los musulmanes eran percibidos como una minoría de
extranjeros privilegiados.
Desde el año 2000, España se ha convertido en un país de inmigración. El primer grupo
consistente en llegar fue el marroquí, seguido de los argelinos, mucho menos numeroso.
Posteriormente, se ha incrementado el grupo pakistaní, bangladechí y subsahariano.
Hablamos de un islam “inmigrado”. Pero ¿se puede hablar de un islam “extranjero”?
Muchos inmigrados han nacido en España y son musulmanes; son nuevos españoles.
Por lo tanto, debemos hablar de un islam español y no solo del islam en España. Esto
puede explicar la dificultad que tenemos en dar cifras aproximativas. Las estimaciones
más prudentes hablan de 650 mil musulmanes entre inmigrados, naturalizados de
segunda y tercera generación y españoles convertidos. Otras estimaciones van hasta 1,11,2 millones. La más probable sería alrededor de 1 millón.
El Estado reconoce que la confesión musulmana hace parte de las creencias religiosas
de la sociedad española, y no importa que las comunidades islámicas estén formadas
por musulmanes de origen español, residentes extranjeros o de paso. Tienen una
personalidad jurídica y no dependen de una embajada extranjera. Hay comunidades
islámicas cuyo registro remonta a la vieja ley de la libertad religiosa del 1967. En 1978,
la Constitución española declaraba la no confesionalidad del Estado y el máximo
respeto de la libertad religiosa. En 1980, la ley orgánica sobre la libertad religiosa prevé
la posibilidad que el Estado firme acuerdos con las confesiones “con evidente arraigo”
en la sociedad. De hecho, en 1992, el Estado firma acuerdos con diversas iglesias
evangélicas, así como con la comunidad hebraica e islámica. Este acuerdo de 1992
reconoce diversos derechos y regula diversas materias que conciernen las mezquitas, los
cementerios, la enseñanza de la religión, la alimentación halal, asistencia religiosa en
las cárceles, hospitales, el ejército, etc. Este acuerdo ha sido completado en 1996, en el
que se prevé la enseñanza de la religión islámica en el sistema educativo español, bajo
algunas condiciones: si lo piden los padres, si se pueden formar grupos por lo menos de
10 alumnos, si hay profesores propuestos por la Comisión islámica y aceptados por las
autoridades educativas. La aplicación parece más bien desigual. Las autonomías siguen
sin legislar y pocos son los ayuntamientos que proponen por ejemplo parcelas en los
cementerios.
A este punto, surgió el problema de la representatividad: ¿quién debía firmar los
acuerdos? Ya hemos dicho que existían dos asociaciones: la Ucide y la Feeri que no
querían fundirse en una sola. Se propuso una solución intermedia: las dos entidades
islámicas formarían la Comisión islámica de España (Cie), cuya presidencia la
asegurarían los dos presidentes alternativamente.
Este sistema ha funcionado bastante bien durante 15 años. La Ucide ha tenido siempre
un solo presidente y es una estructura de coordinación más compacta y con algunas
marcas ideológicas más fuertes que la Feeri, que ha cambiado varios presidentes y que
tiene una estructura interna más heterogénea. Con el tiempo, algunas comunidades
catalanas, de las Islas Baleares y de la Comunidad Valenciana han decidido formar
federaciones a nivel autonómico porque no se sentían a gusto en la Ucide y en la Feeri.
Es verdad que se encuentran en condiciones de diálogo más cercano con las autoridades
autonómicas.
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De todas formas, coexisten los dos tipos de reagrupamiento pero que no poseen
obviamente la misma capacidad de integración. Evidentemente, las mezquitas son
lugares que ayudan a la integración social e intercultural, sobre todo en un momento
donde se busca para esta función una mayor profesionalización y que naturalmente
favorece la integración. Sin embargo, hay comunidades y grupos que prefieren
agrupaciones “nacionales” o “étnicas”, con la consiguiente merma para este tipo de
integración.
Ciertas comunidades, pocas, se han dado cuenta que deben hacer un esfuerzo para
“presentarse” a la sociedad; que vale la pena de participar en asuntos que tocan al
conjunto de la sociedad. Las comunidades ofrecen servicios sociales, cursos de lengua,
actividades culturales, o formación para jóvenes o mujeres. La política de las relaciones
públicas es muy importante. La integración es una apuesta en la que están implicados
varios autores: la comunidad musulmana, los poderes públicos, el resto de la sociedad
civil. Estamos mirando más lo que nos separa y los conflictos que en otros ámbitos de la
vida en los cuales se juega la integración.
Mikel Larburu
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