Malvinas, colonialismo y desmalvinización

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Algunas reflexiones sobre la desmalvinización.*
Por Francisco José Pestanha
Ciertos mojones de nuestro devenir histórico acreditan plenamente
que el Reino Unido de Gran Bretaña desde antaño, ha poseído intereses
estratégicos en la región sudamericana. También, que para la persecución
de tales fines los británicos han recurrido a la acción militar directa unas
veces, y otras a sutiles habilidades diplomáticas y operaciones de índole
económico-financiera. Los legendarios textos de Raúl Scalabrini Ortiz, Julio y
Rodolfo Irazusta, José Luis Muñoz Azpiri y José Luis Torres se instituyen en
referencias bibliográficas necesarias para dar cuenta de estas afirmaciones.
Los recientes trabajos de Enrique Oliva, José Luis Muñoz Azpiri (h) y
Federico Bernal nos entregan visiones actuales que las refuerzan.
Cuanto menos a partir de fines del siglo XVII, los ingleses
comenzaron a incursionar en la región sur continental. Las primeras
irrupciones
incluyeron
avistamientos,
reconocimientos
y
estudios
geológicos, cartográficos, biológicos, antropológicos, etc., en el marco de
una verdadera labor de “inteligencia”.
Si bien los británicos ocuparon militarmente el archipiélago
malvinense en enero de 1833, la apelación a la maniobra militar en el
subcontinente viene de tiempo antes. Pueden citarse como ejemplos la
expedición sobre Montevideo, Maldonado y Colonia al mando de John
McNamara, entre diciembre de 1762 y principios de 1763; la primera
ocupación británica de las islas Malvinas a partir de la expedición de Byron;
dos intervenciones militares (invasiones) en 1806 y 1807, y posteriormente,
entre 1845 y 1848, en alianza con los franceses, aquel bloqueo que intentó
violentar nuestra soberanía con una incursión ilegítima en nuestros ríos
interiores.
Como sostuvimos antes, la acción británica no se circunscribió
estrictamente a las iniciativas castrenses, que de hecho le aportaron
numerosos fracasos en la región. En forma paralela a sus avanzadas
militares, los ingleses pusieron en marcha artilugios de carácter financiero
en alianza con las “clases acomodadas” y con el Estado naciente, entre los
que se destaca como hito significativo el pacto suscripto con la Baring
Brothers en 1824, antecedente que más tarde contribuiría a la consolidación
del Reino Unido como principal comprador de materias primas argentinas
desde mediados del siglo XIX.
Autores como Jorge Abelardo Ramos señalan que mediante este tipo
de operaciones se estableció entre ambas naciones un verdadero régimen
semicolonial, ratificado en plena crisis de los años treinta con la suscripción
del ignominioso pacto Roca-Runciman en 1933. En aquella oportunidad, el
entonces vicepresidente Julio Argentino Roca (h) expresó que la “Argentina,
por su interdependencia recíproca, es, desde el punto de vista económico, una
parte integrante del imperio británico", enunciado que otro miembro de la
comitiva, Guillermo Leguizamón, remató declarando que "La Argentina es
una de las joyas más preciadas de la corona de su Graciosa Majestad".
La guerra por Malvinas de 1982 constituye para nosotros un hito
histórico más en el marco de un sistema de relaciones bilaterales
desiguales que nos ligaron y aún nos ligan a los británicos. La desigualdad
es palmaria, ya que se trata de lazos entre un Estado central y otro
periférico, con umbrales de poder claramente desemejantes.
Uno de los fenómenos sociopolíticos más interesantes y reveladores
que emergieron en la posguerra es, sin lugar a dudas, el dispositivo que en
parte de la literatura política se ha denominado “desmalvinización”. La idea
de “desmalvinizar” suele atribuirse al intelectual francés Alain Rouquié. En
una entrevista realizada por el recordado Osvaldo Soriano para la revista
Humor en marzo de 1983, el académico manifestó que quienes pretendan
evitar “que los militares vuelvan al poder tienen que dedicarse a desmalvinizar
la vida argentina. Esto es muy importante: desmalvinizar, porque para los
militares las Malvinas serán siempre la oportunidad de recordar su existencia,
su función y, un día, de rehabilitarse. Intentarán hacer olvidar la guerra sucia
contra la subversión y harán saber que ellos tuvieron una función evidente y
manifiesta, que es la defensa de la soberanía nacional”1.
No obstante, nuevos estudios acreditan que la desmalvinización
comenzó tiempo antes, en plena dictadura cívico - militar, ya que, entre
otras circunstancias, los intereses económicos británicos en la Argentina no
fueron sustancialmente afectados durante la guerra.
Para algunos autores –entre los que me incluyo–, la desmalvinización
no tuvo por único objetivo invalidar a los militares, sino sentar las bases
para el paulatino restablecimiento de los lazos bilaterales entre ambos
estados a fin de restaurar “ciertos vínculos” deteriorados por la guerra, e
instituir posteriormente un nuevo engranaje económico-financiero que
algunos ensayistas describieron, en términos jauretcheanos, como “el
nuevo estatuto legal del coloniaje”. Tal estatuto fue consagrado a través
de dos acuerdos: el de Madrid, firmado el 15 de febrero de 1990, y el de
“Promoción y protección de inversiones”, suscripto en Londres el 11 de
diciembre de 1990. Ambos se sellaron bajo la conducción del entonces
canciller Domingo Cavallo, quien inmediatamente, y a fin de garantizar lo
allí acordado, asumió como ministro de economía. Algunos artículos
incluidos en la posterior reforma constitucional de 1994, así como numerosas
leyes sancionadas ulteriormente por el Congreso, consagrarían más tarde
un corpus normativo altamente desventajoso para el país.
La desmalvinización constituyó así un dispositivo dentro de una
estrategia más amplia, orientada a “preparar el campo” y sentar las bases
para la reconstrucción del “intercambio” bilateral entre dos estados que
habían confrontado bélicamente.
1
Revista Humor N° 105, Reportaje de Osvaldo Soriano, Marzo de 1983.
Hay quienes sostienen que uno de los principales objetivos del
dispositivo desmalvinizador se orientó a deshistorizar la guerra y desligarla
del conflicto armado de 1982. Se advierte de esta forma que la estrategia
impuesta desde el poder apuntó a “aislar” la guerra por las islas Malvinas de
la historia de las relaciones bilaterales (desiguales) entre Argentina y Gran
Bretaña. Debe tenerse en cuenta que, como señalamos antes, la causa
Malvinas constituyó uno de los pilares centrales del pensamiento nacional
desde principios del siglo pasado, y siempre encontró una considerable
acogida en los sentimientos populares.
Sin embargo, la desmalvinización no concluyó allí: la idea de que en
1982 se produjo una confrontación entre la democracia (inglesa) y la
dictadura (argentina), la instalación en el inconsciente colectivo de un
fatalismo que da por sentada la impotencia nacional frente a las agresiones
coloniales2 y la categorización de los veteranos con diversas etiquetas
minusvalidantes (desde “loquitos” hasta “víctimas”) son otros eslabones de
un fenómeno que aún espera ser abordado en mayor profundidad.
*Se permite la reproducción citando la fuente.
Francisco José Pestanha es escritor, ensayista y profesor universitario en la materia
Derecho a la Información, en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad
de Buenos Aires. Es Director del Seminario “Introducción al Pensamiento Nacional” en la
Universidad Nacional de Lanús e integrante del Observatorio Malvinas de esa universidad.
Además es miembro
del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico
Argentino e
Iberoamericano Manuel Dorrego.
2
José Luis Muñoz Azpiri, “No fue Hollywood pero tampoco Iluminados por la lástima”. En
www.nomeolvidesorg.com.ar.
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