Diario de un Caballero Medieval Octubre de 1112: Hoy comienza el camino en el que mi padre me ha preparado desde el día en que nací, hace 7 años, voy a ser caballero medieval y llevar las brillantes armaduras que lleva mi padre junto a su precioso caballo. Soy hijo de un caballero que ha servido a un señor feudal, aunque mi padre me ha dicho que si no hubiese tenido esta suerte también habría podido entrar de otra forma, ya hubiese sido por ser hijo de una familia aristocrática o bien haber tenido un acto de valentía y honor en el campo de batalla, auque esto último me ha parecido muy difícil. Al poco de cumplir los 7 años, me han llevado al castillo del señor feudal al que mi padre ha servido desde que hizo el juramento. Los primeros días están siendo más difíciles de lo que yo me imaginaba ya que creía que ya íbamos a usar la espada y el arco, pero no ha sido así. Me estoy formando intelectualmente es decir, a leer, escribir y en lenguas como latín y francés. También a bailar, cantar y a comportarse frente al señor. Me han encomendado la faena de “Doncel” y estoy todo el día pegado al señor, por lo que cuando salgo del castillo no me ven como un simple sirviente, ya que voy a ser un futuro caballero. Entre mis funciones está la de entretener a las damas recitándoles poemas, interpretando música, llevando y trayendo mensajes, servir la comida… Sin embargo poco a poco estoy empezando a ejercitarme con las armas, que ya no son como las que jugaba antes, éstas ya son reales y pesan más de lo que me pensaba. Paso mucho tempo fortaleciendo mi cuerpo, practicando lucha libre y montando a caballo, y he podido coger también una lanza y practicar en una bolsa pesada con forma humana. Uso mucho de mi tiempo en ayudar a mi señor como son en las cacerías, poniéndole la flamante armadura así como ocuparme del caballo cuando mi señor no lo usa y de las grandes armas que porta como son las lanzas, espadas, mazas… Noviembre 1119: Hace unas semanas cumplí los 14 años de edad, y mi señor me ha ascendido de rango, pasando a ser el “escudero”. Por lo que uno de mis regalos ha sido el poder ir a la herrería y coger la espada que mi señor había encargado para mí y al zapatero para recoger un calzado con espuela de plata para el futuro caballero. Ya tengo mayor movilidad por lo que ya no estoy todo el día pegado a mi señor, sino que me han confiado a un caballero que es muy cercano a mi señor. Cada vez mis funciones son más pesadas, pero tengo fuerzas suficientes para realizarlas sin ningún problema. Tengo que cuidar al caballo del caballero al que me han confiado, limpiarle la armadura… y por fin he podido asistir a un Torneo en donde he tenido que llevarle el caballo a mi caballero y ayudarle a montarse y en la comida le tengo que atender. Hace poco tuvieron una contienda en donde mi caballero capturó a cuatro prisioneros, por lo que mi cargo ha sido durante todos estos días la custodia de estos, aunque no tengo ni idea de lo que harán con ellos. Aun después de todo esto, tengo tiempo para mí y para mi formación, y voy aprendiendo a manejar armas, a pelear con el pilar que es un muñeco de madera que me sirve de contrincante, a escalar fortalezas, a dirigir grupos armados, o a manejar la espada y la lanza mientras llevo los 20 kilos de la armadura y encima del caballo, por lo que me he tenido que preparar mucho físicamente. Y en cuanto al ocio e aprendido el juego de la sortija, de la barra… por lo que cada vez me voy integrando más en esta sociedad tan privilegiada. Durante el juego me he fijado en una dama, la cual no paraba de mirarme. Ya tengo 20 años y tengo que pensar en el futuro, por lo que mi caballero me ha dicho que eligiese a una dama a la que dedicarle sus poemas y por la que daría mi vida para protegerla. Solo tendría un amor por lo que tengo que optar por la que mejor me convenga, ya que en un caballero no está permitido cambiar de amor. Septiembre 1125: Ya con 20 años he ido cumpliendo todo aquello que tanto el señor como el caballero me han encomendado. Ya tengo una amada por la que luchar, y únicamente me falta que me nombren caballero, un acto por el cual mi padre estará muy contento esté donde esté, por lo que la decisión de armarme caballero tenía que ser por parte de mi señor o del propio Rey. La ceremonia, ha cambiado mucho desde el día en que mi padre le nombraron caballero. Al principio bastaba con que el nuevo caballero vistiese su armadura, yelmo, espuelas doradas o de oro y recibía del señor la “pescozada” que era un golpe propiciado en el pescuezo. Aunque con el tiempo de las Cruzadas y por influencia de la Iglesia la ceremonia ha cambiado mucho y ahora se entiende como un auténtico rito. El día antes de mi nombramiento me he tenido que lavar todo el cuerpo, permanecer en ayunas y realizar las oraciones. Después de todo esto, me he vestido de blanco para demostrar mi pureza y me han cubierto con un manto rojo para demostrar que estoy dispuesto a derramar hasta la última gota de sangre además de cortarme la cabellera como muestra de servidumbre. Durante la noche he tenido que estar velando mis armas y concienciándome para el día de mañana que será mi nombramiento como nuevo caballero. Esta mañana he estado más nervioso de lo normal. He tenido que dirigirme a la Iglesia junto con toda la comitiva cargado al cuello con la espada que iba a portar durante mi vida para que el sacerdote la bendijese. Después de esto me he tenido que arrodillar ante mi señor que me ha hecho una serie de preguntas y hacer un juramento que llevaba días preparándome. Mis padrinos y damas me han vestido con mi nueva armadura que había encargado mi señor al herrero del pueblo, junto con la espada que ha bendecido el sacerdote y mi calzado con espuelas doradas. Quedaba la parte más importante, que es cuando el señor me ha dado el espaldarazo en donde ha invocado que en nombre de Dios, de San Miguel, San Jorge y Santiago, me hacía caballero, para que fuese denodado, valeroso y leal. Por fin era caballero, por lo que en el patio de armas me he ido con mi caballo blandiendo mis armaduras nuevas. Esta ceremonia caballeresca si tenía lugar en tiempos de guerra o en el campo de batalla la podían hacer otros altos cargos y se reducía únicamente al simple espaldarazo.