El Caribe es un lugar cuyo solo nombre sugiere de inmediato una

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Materiales, clima, nacionalidad e influencias estilísticas
La arquitectura
vernácula
del Caribe
ALBERTO SAMUDIO TRALLERO
El Caribe es un lugar
cuyo solo nombre sugiere de inmediato una
paleta de múltiples colores:
la inmensa gama de azules de sus cielos
y sus mares, el blanco de sus playas,
el verde de sus palmeras y el follaje de sus
árboles y la variedad de tonos cálidos y
alegres de sus crotos, sus cayenas y sus
veraneras y, dominándolo todo,
el oro de su sol. Todo este colorido es
apenas uno de los factores determinantes
de su arquitectura vernácula.
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Las Antillas mayores estaban pobladas por los ciboneyes y los taínos,
descendientes de los arawaks, de los cuales tenemos pocas noticias a excepción
de algunos utensilios de cerámica de excepcional perfección, no obstante
haber persistido su lenguaje conservado por las mujeres prisioneras de los caribes.
L
os habitantes del Caribe, desde las Bahamas al
norte hasta la costa de Tierra Firme, pasando por
las Antillas mayores (Cuba, Jamaica, Haití, República
Dominicana y Puerto Rico), y las Antillas menores (Antigua, Guadalupe, Nevis, Monserrat, Martinica, Barbados, Granada y Trinidad), somos descendientes de
gente transplantada desde diversos puntos del planeta. Colón, tratando de llegar a la India, descubrió
en las Antillas la puerta del Nuevo Mundo. Atraídos
por los sueños de riqueza, los españoles fueron los
primeros conquistadores de las islas del Caribe. Luego, descubierta Tierra Firme, orientan sus esfuerzos
hacia la apropiación de Centro y Suramérica, poseedoras de las anheladas riquezas materiales. Durante
más de un siglo los ibéricos dominan la región: la
Flota y la Armada de galeones recogen las riquezas
extraídas del nuevo continente y se reúnen en La Habana para regresar a Cádiz por el estrecho de La
Florida (ilustración 1).
Hacia finales del siglo XVI, con la pérdida de la preponderancia naval de España, se hacen presentes en
el Caribe, en busca de nuevos mercados, Inglaterra,
Holanda y Francia. Inglaterra, en 1623, ocupa las islas
de Sotavento (Saint Kitts, Nevis, Antigua y Monserrat),
a las que la Corona española no les había dado mayor
importancia; Holanda toma posesión en 1624 de Aruba,
Curaçao, Saint Martin y Tobago; y Francia se apropia
de Guadalupe y Martinica.
Más adelante, en 1657, España pierde Jamaica con
los ingleses, quienes en la segunda mitad del XVIII agregarían a sus dominios a Santa Lucía, San Vicente y Granada. Desde entonces, el Caribe sería llamado por los
ingleses West Indies.
Del mosaico de nacionalidades y razas afincadas
en el Caribe forma parte importante el aporte de millones de negros africanos que, desde el siglo XVI, vinieron a suplir la mano de obra que suministraba la
población indígena casi exterminada por los colonos,
y el de otros inmigrantes venidos desde Asia.
Los Estados Unidos hicieron su contribución
migratoria en el Caribe desde finales del siglo XIX, a
través de empresas multinacionales que llegaron a explotar recursos minerales y agrícolas; ocupan en 1899
Cuba y Puerto Rico; se instalan en Panamá para construir el ferrocarril transístmico y el canal y, además,
compran a Dinamarca las Islas Vírgenes en 1917.
ILUSTRACIÓN 1
Ruta hacia Cádiz
de los galeones
españoles con las
riquezas extraídas
del nuevo continente.
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GUANTÁNAMO, CUBA.
Ruta colombina realizada por Mauricio Obregón
y Samuel E. Morison en 1963.
Foto tomada del libro The Caribbean as Columbus saw it.
Los primeros inmigrantes se vieron obligados a
cambiar sus costumbres para sobrevivir. Las condiciones que encontraron eran con frecuencia insoportables, pero gracias a sus luchas y esfuerzos crearon una
cultura y un modo de vivir criollo. Aquellos colonizadores que desembarcaron en el Caribe se encontraron con un universo completamente desconocido. No
tenían idea de la ausencia de estaciones hasta verificar que el clima era siempre caliente y húmedo. Los
indígenas trataron de ayudar a los recién llegados para
ganarse su amistad, a sabiendas de que estaban ansiosos por exterminarlos.
En las Antillas menores los colonizadores encontraron aborígenes de la raza caribe que habían expulsado
de las islas a sus predecesores, los arawaks. Los caribes, pueblo guerrero y migratorio proveniente según
algunos autores de las selvas del Mato Grosso en el
Brasil, habían emigrado hacia el norte, a través del
Orinoco y la Guayana, hasta apoderarse de todas las
Antillas y de la Costa Firme que hoy forman las repúblicas de Venezuela y Colombia. Las Antillas mayores estaban pobladas por los ciboneyes y los taínos, descendientes de los arawaks, de los cuales tenemos pocas
noticias a excepción de algunos utensilios de
cerámica de notable perfección, no obstante
haber persistido su lenguaje conservado por
las mujeres prisioneras de los caribes. (Cierto
número de palabras incorporadas al castellano
y a otros idiomas europeos, tales como canoa, hamaca, huracán, etc., son arawaks).
Los refugios de los taínos, llamados
ajoupas, al igual que las chozas o bohíos
de otros lugares del Caribe, fueron los
antecesores de la vivienda vernácula popular contemporánea, con sus amplias
cubiertas de palma que permitían la libre circulación del aire para refrescar
sus interiores.
Los primeros colonizadores construyeron elementales viviendas provisionales que difícilmente podrían catalogarse como arquitectura. No obstante, a medida que los asentamientos primitivos
iban siendo más estables, se fueron re-
quiriendo edificios permanentes para diversas funciones. En Cartagena de Indias, fundada en una aldea
poblada por indígenas que formaban parte de la tribu
de los mocanáes –una de las pertenecientes a la raza
caribe– los colonizadores, una hueste de 150 hombres
con don Pedro de Heredia a la cabeza, ocuparon los
mismos bohíos que sus habitantes –ante la presencia
de los recién llegados– habían dejado abandonados.
Posteriormente, luego del primer intento de ordenamiento urbano realizado por don Juan de Vadillo, Juez de
Residencia por los años de 1535 a 1537, se fueron alineando a lo largo de las nuevas rasantes las casas de
bahareque idénticas a las que todavía se ven en las poblaciones de la costa y en los corregimientos de la
bahía de Cartagena. En el año de 1552 un violento incendio hizo presa del material combustible de los
bahareques y de las techumbres de palma y destruyó
totalmente la ciudad. La reconstrucción fue inmediata, pero aún habrían de pasar muchos años antes de
que se hicieran casas con materiales nobles.
La arquitectura vernácula del Caribe es la resultante de cuatro componentes: los materiales, el clima,
la nacionalidad de los constructores y las influencias estilísticas importadas, probablemente en ese mismo orden de importancia.
ILUSTRACIÓN 2
Construcción de finales
del siglo XIX en
Georgetown, Guyana,
típica de la arquitectura
del caribe, distinguidos
por la perfección en sus
ensambles y riqueza
decorativa.
Tomada de
Caribbean Heritage.
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En las islas, donde son frecuentes los terremotos,
las plantas bajas eran construidas en mampostería, mientras que los pisos
superiores eran de madera. De esta manera las paredes cedían,
pero no colapsaban con las sacudidas de los sismos.
ILUSTRACIÓN 3
Detalle del trabajo
de la madera
en las ventanas
en construcción
del finales de siglo XIX
en Georgetown,
Guyana.
Tomada de
Caribbean Heritage.
ILUSTRACIÓN 4
Basseterre, St. Kitts.
Tomada de
Caribbean Heritage.
Materiales
Las primeras construcciones fueron
de piedra o madera, a menudo con
techos de palma. Las paredes tenían
un marco de madera relleno de piedra rústica pegado con mortero de
cal y arena, en ocasiones revocado.
La piedra caliza aserrada era utilizada para producir sillares. Los
muros de piedra volcánica fueron comúnmente usados, por ejemplo, en
San Vicente. La cal era obtenida de
piedra caliza calcinada a altas temperaturas en hornos cilíndricos de
leña. (Todavía en Cartagena, en las islas de Tierra Bomba y Barú se conservan algunos ejemplares en buen
estado). Los acabados finales, los recubrimientos protectores y los detalles elaborados, eran hechos con mortero de cal.
En las Antillas menores las maderas para marcos y
cubiertas eran producidas localmente o importadas de
Norteamérica. En Guyana la gran producción de maderas recias permitió desarrollar un singular lenguaje
arquitectónico. Los constructores de barcos, llamados
comúnmente carpinteros de ribera, eran muy hábiles
para trabajar las edificaciones de madera, que se distinguían por la perfección de los ensambles y la riqueza
de los detalles decorativos (ilustraciones 2 y 3).
El uso del ladrillo era frecuente, particularmente
en las instalaciones de la Armada británica y en las
islas danesas (islas Vírgenes, hoy posesión estadounidense). Los ladrillos eran traídos generalmente de Europa como lastre de los barcos.
Los primeros techos fueron de palma. En las posesiones españolas, holandesas y francesas se utilizaron
las tejas de barro cocido de variados diseños. En las
islas británicas las tejas de madera (shingle), generalmente pintadas de colores, y las láminas metálicas eran
preferiblemente los materiales de cubierta (ilustración
4). También se usaban los techos de pizarra en grandes viviendas urbanas. El hierro fundido tuvo inicialmente una función estructural. Más tarde estas elegantes columnas fueron enriquecidas con elaborados detalles decorativos como los que encontramos en Trinidad (ilustración 5).
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De modo que me levanté pensando en el Caribe, aquel mundo remoto y amado donde
todavía seguía siendo la noche anterior una noche de sábado caliente y bulliciosa,
como todas las nuestras.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, La realidad manipulada
Clima
El clima tropical, ardiente y húmedo tuvo una influencia
decisiva en la arquitectura caribeña. Fue necesario orientar adecuadamente las edificaciones abriendo en lo posible sus ventanas hacia el norte o el sur para aprovechar los vientos alisios y protegerse del sol. Con este
mismo fin fueron construidos los techos con amplios aleros, galerías y ventanas con celosías. Las cubiertas debían ser, además, bastante inclinadas para evacuar rápidamente los torrenciales aguaceros tropicales (ilustración 6).
La frescura de las casas para obtener cierto grado
de confort en un clima tan húmedo también se conseguía mediante la ventilación cruzada y practicando
aberturas altas en las paredes, que al evolucionar se
convirtieron en elementos ornamentales, dado el primor con que se ejecutaban las celosías allí
instaladas. Los edificios construidos sobre
pilotes –o en tambo, como se suele llamar–,
además de obtener mejoras visuales, también
permitían el paso de las brisas que los refrescaban y protegían a sus habitantes de los animales rastreros (ilustración 7).
La presencia de huracanes, tan frecuentes sobre todo en el área norte del Caribe,
obligó a los constructores a recurrir a ciertas
medidas, tales como cubrir las ventanas con
elementos resistentes. La fuerte inclinación de
los techos también contribuía a la estabilidad
de las construcciones, porque entre mayor
fuera la pendiente, más se dificultaba
que las tejas se levantaran o fueran arrasadas por el viento.
En las islas, donde son frecuentes
los terremotos, las plantas bajas eran
construidas en mampostería, mientras
que los pisos superiores eran de madera. De esta manera las paredes cedían, pero no colapsaban con las sacudidas de los sismos (ilustración 8).
El recurso del agua, tan importante, era obtenido mediante pozos excavados o aljibes. En las islas y costas
montañosas, los riachuelos y manantiales, o bien la desembocadura de los ríos, eran abundantes fuentes de agua. Bien conocido es el caso de
Cartagena de Indias, cuya fundación demoró cinco
meses desde el desembarco de Heredia en la bahía
del mismo nombre, mientras se encontraba un mejor
sitio para fundar, con agua dulce y pastos para el ganado, ventajas de las que carecía la aldea de Calamar,
donde había asentado su campamento el conquistador. Al fin se decidió por este lugar, teniendo en cuenta la amplitud y seguridad de su abrigada bahía. Durante todo el período colonial y en el siglo XIX Cartagena se surtió de agua mediante pozos o jagüeyes y
aljibes. En estos últimos se criaba un parásito conocido con el nombre de Filaria bancrofti, que daba origen a una hipertrofia en el escroto del hombre, que
adquiere volúmenes enormes (en la costa Caribe se
ILUSTRACIÓN 5
Boissiere´s House,
Trinidad, 1904.
Tomada de
Caribbean Heritage..
ILUSTRACIÓN 6
Montserrat Coconut
Hotel.
Tomada de
Caribbean Style.
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Durante todo el período colonial y en el siglo XIX, Cartagena se surtió de agua
mediante pozos o jagüeyes y aljibes. En estos últimos se criaba el parásito Filaria
bancrofti, que daba origen a una hipertrofia en el escroto del hombre
y en los miembros inferiores de la mujer, que adquieren volúmenes enormes.
ILUSTRACIÓN 7
Casas construidas
en tambo.
Tomada de
Caribbean Heritage.
conoce vulgarmente esta enfermedad como ‘potra’ y ‘potrosos’
son llamados quienes la padecen). En la mujer la Filaria producía la elefantiasis, una enfermedad crónica caracterizada por una
inflamación de los miembros inferiores, dándoles una forma cilíndrica y un aspecto macizo que los asemeja a las patas de los elefantes.
Ambas enfermedades, muy frecuentes entre los cartageneros de
aquella época, sólo vinieron a ser
erradicadas con la construcción
del acueducto de Matute, cerca del vecino municipio
de Turbaco, en 1908.
Influencias culturales
Cuatro naciones, como hemos visto, dominaron el temprano Caribe colonial, y sus influencias culturales se
reflejan en los edificios. Los españoles, después de
una primera fase transitoria, planearon las ciudades
según ordenanzas reales, y realizaron muy buenos trabajos con materiales permanentes. Sus edificios fue-
ron dignificados con varias influencias, con predominio de la andaluza morisca (ilustración 9).
En sus coloridos edificios, los holandeses combinaron el encantador hastial triangular y las cubiertas
de teja, con la piedra pañetada para la estructura principal.
Las casas de las islas francesas fueron simples. Estaban inspiradas en las edificaciones de las fincas de
la Francia rural. Un diseño con un fuerte énfasis en la
verticalidad dio a los edificios urbanos de las posesiones caribeñas francesas su gracia y elegancia.
Los británicos desarrollaron un estilo ‘georgianoisleño’ de líneas muy simples, basados en la tradición
clásica, de acuerdo con los modelos griegos y romanos. Otras tres culturas no colonizadoras influyeron en
el lenguaje arquitectónico caribeño: la amerindia, la
africana y, en algunas islas, la india.
El producto final
Los estilos locales tuvieron su evolución. Los colonizadores fueron influidos por nuevas expresiones, generalmente originadas en sus tierras natales. Como ejemplo, podríamos mencionar el plateresco español en
Santo Domingo o el ‘paladiano’ utilizado ampliamente
en Barbados.
ILUSTRACIÓN 8
Fairview Inn, St. Kitts.
Edificación del siglo XVI, hoy covertida en hotel, con
techos inclinados y protección de las ventanas
contra los huracanes. Los primeros pisos están
construidos en piedra volcánica y las plantas altas
en madera para resistir las vibraciones de los
sismos.
Tomada de Caribbean Heritage.
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Si tus cielos azules son tan puros,
y el mar que más rumora es el Caribe;
si el alma se recoge y no concibe
epopeya más grande que tus muros...
CAMILO VILLEGAS ÁNGEL, A Cartagena
La combinación de las diversas expresiones arquitectónicas con sus propias influencias culturales, debido al intenso intercambio comercial entre las islas y las costas del Caribe, dio como resultado a través de una lenta evolución, una
arquitectura ecléctica, con características muy definidas, especialmente en la vivienda.
Así, pues, es muy común encontrar la misma tipología en
Jamaica que en Haití, o en ciudades y poblaciones de la costa Caribe colombiana (ilustración 10). Esta arquitectura, resultante de variados ingredientes como materiales, clima, nacionalidad de los constructores e influencias
estilísticas importadas, puede parecer, en ocasiones,
similar a la construida en las metrópolis; no obstante,
un acercamiento a sus edificios nos muestra una arquitectura con su propia identidad, nunca vista en Europa o Norteamérica.
ILUSTRACIÓN 9
Calle Don Sancho.
Cartagena, Colombia.
(Fototeca histórica de
Cartagena).
BIBLIOGRAFÍA
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A Vanishing Legacy. Kingston, 1993.
BINNEY, Marcus, John HARRIS & Kit MARTIN. Jamaica’s Heritage. Kingston,
1991.
DOUGLAS, Robert. Caribbean Heritage. Arquitecture of the Islands. Trinidad y
Tobago, 1996.
SEGRE, Roberto. La arquitectura antillana del siglo XX. www.periferia.org/
publications/arqantxx1.html
SLESIN, Suzanne & Stafford CLIFF. Caribbean Style. New York, 1996.
ALBERTO SAMUDIO TRALLERO,
arquitecto. Decano de la Facultad de Arquitectura,
UJTL, seccional del Caribe
Cartagena.
ILUSTRACIÓN 10
Devon House, Kingston
Jamaica, 1881
Tomada de
Caribbean Heritage.
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