IMPLEMENTACIÓN DE LAS REFORMAS CONSTITUCIONALES EN MATERIA DE DERECHOS HUMANOS, CONTROL DE CONVENCIONALIDAD Y EN MATERIA DE AMPARO Un Poder Judicial que al estar necesariamente comprometido con las instituciones democráticas, debe ser garante de la justicia y activo coadyuvante de la seguridad pública, que no sólo es una necesidad social profundamente sentida, sino un verdadero clamor de extensos sectores de la comunidad nacional; y que por lo mismo, debe de constituirse en un dinámico catalizador de la concreción de la reforma constitucional publicada en el Diario Oficial de la Federación de 18 de junio de 2008. Dicha reforma, que abarcó los artículos 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 73, 115 y 123 de nuestra Norma Fundamental, dada la enorme trascendencia de la misma, tiene un amplio margen de vacatio legis para su implantación total, debido a que en varios de sus componentes lleva implícito un verdadero cambio cultural. Y a ese respecto, no es exagerado destacar que para que llegue a culminar de manera exitosa ese conjunto de cambios, para que el mandato que dio el Poder Revisor de la Constitución se asuma como norma de comportamiento por la sociedad justiciable, y el sistema penal inquisitivo ceda su lugar al sistema penal acusatorio, es necesaria una efectiva y comprometida intervención de la judicatura federal, si se tiene en cuenta no sólo que se trata de procesos judiciales completamente diversos a los que se venían siguiendo, sino que la inmediación, que es uno de los principios cardinales de la reforma, requiere de la presencia física permanente de los juzgadores. El Consejo de la Judicatura Federal está presto para realizar su aporte institucional mediante el cumplimiento puntual de las atribuciones que le correspondan, relativas a la inducción de los juzgadores, para que en su momento, se incorporen con eficacia técnica y probidad profesional a los requerimientos del sistema penal acusatorio, velando en todo por la preservación del esquema garantista que prevé nuestra Carta Fundamental. De esa manera, se puede afirmar con toda puntualidad, que mediante las acciones concretas que realice el Instituto de la Judicatura para la preparación de los Jueces de control, de juicio oral y de ejecución de sanciones, así como del personal secretarial, se convertirá en un genuino catalizador de ese proceso que está en marcha y que habrá de concluir antes del 18 de junio de 2016. En una perspectiva de expansión, y para garantizar la eficacia del sistema penal acusatorio, sería deseable que el modelo del Consejo de la judicatura Federal se aplicara, también, a los organismos de procuración de justicia, que están estrechamente vinculados y relacionados con la función jurisdiccional en sentido estricto, lo cual cobra una relevancia especial a la luz del debate respecto a la autonomía del ministerio público federal, en el marco de una tendencia muy acusada en Latinoamérica, autonomía que ya se ha establecido en numerosos ordenamientos con diversas modalidades y matices, la cual en caso de que se alcanzara, podría dotársele de un Consejo Ministerial similar al de la judicatura, con funciones de administración, vigilancia y fiscalización de la citada Procuraduría o Fiscalía, tal y como ya se viene haciendo en otros países, como Francia, por ejemplo. Garante de las Reformas constitucionales de 2011 Las funciones sustantivas del Consejo de la Judicatura Federal son las de administración, vigilancia, disciplina y control de la carrera judicial del Poder Judicial de la Federación, las cuales tienen una idéntica ponderación teórica y un rango de consideración similar en la escala de importancia para el cumplimiento de las finalidades del Poder Judicial de la Federación. No obstante, la supervisión que realiza el Consejo de la actuación de la función jurisdiccional y la consecuente aplicación de medidas disciplinarias puede convertirse en una díada de atribuciones de especial trascendencia y relieve a la luz de las reformas constitucionales publicadas en el Diario Oficial de la Federación de fechas 6 y 10 de junio de 2011. Y es que las observaciones que surgen de un proceso sistemático de vigilancia de la actuación de los señores jueces y magistrados, sirve de base para la elaboración de diagnósticos situacionales, que permiten la corrección transitoria o definitiva de desviaciones, la elaboración de indicadores de desempeño y el establecimiento de estándares de calidad administrativa en un marco de mejora continua del servicio público de la judicatura, desde el aspecto puramente administrativo. Pero sobre todo, las funciones de vigilancia y disciplina que corresponden al Consejo, permiten verificar que los encargados de la función jurisdiccional, cumplan en su ejercicio, con la aplicación de los principios del interés social y la apariencia del buen derecho, se expresa en el texto de la exposición de motivos del proyecto de decreto para la nueva ley de amparo, presentado en el Senado de la República el 15 de febrero de 2011, que en el caso de la suspensión del acto reclamado, se establece un sistema equilibrado que permita que la medida cautelar cumpla cabalmente con su finalidad protectora, pero que cuente con mecanismos que eviten y corrijan los abusos que desvían su objetivo natural. A esos efectos, se previene en los artículos 128 y 129 de ese importante proyecto de ley, que para el otorgamiento de la suspensión del acto reclamado, se privilegie por los jueces, la ponderación que deban realizar entre la apariencia del buen derecho y la no afectación al interés social. Con ello se pretende lograr que la medida cautelar sea eficaz, sobre todo cuando el buen derecho sea tan sensible que resulte casi imposible ignorarlo; pero que por otro lado no se afecte el interés supremo de la sociedad en caso de que se tenga que conceder. No se debe de soslayar que, el 10 de junio de 2011, a escasos 4 días naturales de la importantísima reforma a que nos referimos, se publicó otra, a la cual los juristas han calificado como un verdadero parteaguas en la historia del constitucionalismo mexicano, según la cual, se reconoce la progresividad de los derechos humanos, mediante la nítida expresión del principio pro personae ó pro homine como norma rectora de la interpretación y aplicación de las normas jurídicas, en las condiciones que más favorezcan y brinden mayor protección a las personas. De esta manera la ampliación del estatuto de estos derechos fundamentales que significa aunada al imperativo expreso de observar los tratados internacionales suscritos por el Estado mexicano, atienden prioritariamente a la justiciabilidad y eficacia de los derechos lo cual, a la larga, tiende al mejoramiento de la comunidad nacional. Dicha reforma establece que es en la función jurisdiccional, como está indicado en la última parte del artículo 133 en relación con el artículo 1o. constitucionales, en donde los jueces están obligados a preferir los derechos humanos contenidos en la Constitución y en los tratados internacionales, aun a pesar de las disposiciones en contrario que se encuentren en cualquier norma inferior; porque si bien en ejercicio de ese control difuso de la convencionalidad los jueces no pueden hacer una declaración general sobre la invalidez o excluir del orden jurídico las normas que consideren contrarias a los derechos humanos contenidos en la Constitución y en los tratados (como sí sucede en las vías de control directas establecidas expresamente en los artículos 103, 105 y 107 de la Constitución), sí están obligados a dejar de aplicar las normas inferiores dando preferencia a las contenidas en la Constitución y en los tratados en la materia. Hago propicio el momento para destacar la imperiosa necesidad de que pueda aprobarse en el futuro inmediato la reforma a la Ley de Amparo, para que mediante ese importante y necesario instrumento reglamentario, dejar de diferirse la aplicación de estas trascendentes reformas a la Constitución, y quede debidamente reglamentada la definición del interés legítimo y quiénes son los sujetos individuales y colectivos del mismo; el establecimiento concreto de las nuevas reglas para la concesión de la suspensión provisional y definitiva; y el desenvolvimiento de las previsiones para la tramitación del amparo adhesivo. Pero sobre todo, para que quede regulado por el legislador ordinario, la forma procesal cómo los miembros de la judicatura deberán aplicar la protección de los derechos humanos y el alcance de sus facultades competenciales en la aplicación del control difuso de la convencionalidad. Custodio de la legalidad Porque habrá que recordar, que si nuestra Norma de normas mandata que en el ejercicio de la función judicial se tutelen los principios jurídicos que hemos mencionado, también es verdad que la propia norma constitucional carece de aplicación directa; y que por disposición de la misma, la validez del ejercicio del poder público deviene, ante todo, del respeto irrestricto al principio de legalidad. Porque si bien es cierto que los jueces son independientes y deben de actuar libres de ataduras, también lo es que en un Estado de Derecho no están exentos de la sujeción al orden jurídico; pues como lo dice MÉLGAR ADALID, el sometimiento del juez a la ley es precisamente su garantía de independencia; y recordando a Genaro David Góngora Pimentel reproduce el comentario que este Ministro en retiro hace al párrafo tercero del artículo 131 de la Ley de Amparo, en los términos siguientes: Ante el dilema entre la seguridad jurídica y el juicio en contra de derechos fundamentales, está el juez en capacidad de adoptar el principio de seguridad jurídica y estimar que no puede resolver en contra de la ley, so pena de poder incurrir hasta en responsabilidad penal si no actúa de esa manera, o bien puede negarse a aplicar una norma por estimar que es defectuosa, por discrepar su sentido gramatical y su espíritu. Es el tipo de consideraciones que se hacen los miembros del Consejo de la Judicatura cuando realizan las atribuciones sustantivas de vigilancia y disciplina de este órgano colegiado de gobierno, fiscalización y control de la función jurisdiccional, para la preservación del principio de legalidad, atento al cual, como depositarios de la autoridad frente al justiciable, pueden actuar si y sólo sí, están expresa y específicamente autorizados por la ley.