Guaitecas. paso al sur 2 pdf

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Capítulo 3
LA EXPLOTACION DEL CIPRES
EL NACIMIENTO DE MELINKA
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FOTO SUPERIOR / MELINKA
FOTO PAGINA OPUESTA / CHALUPA
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Su inicio debe situarse en la época en que la construcción de ferrovías comenzó a generalizarse tanto en chile como en Sudamérica. Fue la época del
auge de las salitreras del norte, las que más tarde llevaron al país a luchar
sangrientas guerras con sus vecinos y posteriormente entre sus propios compatriotas.
EL NACIMIENTO DE MELINKA
LA EXPLOTACION DEL CIPRES
Capítulo 3
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A
l promediar el siglo XIX, en las costas y mares que antiguamente habitaron los Chonos, una nueva actividad se hizo notar: la tala y extracción del
ciprés de Las Guaitecas.
El ciprés de las Guaitecas fue ampliamente explotado, y en los pueblos salitreros abandonados del norte, donde sólo habitan el viento y los recuerdos,
aún es posible sentir el aroma de las astillas y el sonido ferroviario.... testigos
mudos de un pasado que se resiste al olvido.
El empresario y pionero de la actividad fue el Lituano Felipe Westhoff. A
mediados de siglo emigró a America del Sur para trabajar en la empresa que
construía el ferrocarril de Lima al Callao, en el Perú. Se le encomendó el
aprovisionamiento de durmientes y la búsqueda de madera adecuada para su
construcción. Fue nombrado por el gobierno chileno subdelegado marítimo
del archipiélago de los Chonos o Guaitecas, en una época en la que el Estado se encontraba en un proceso de expansión y modernización. Esta visión
modernizadora del estado de Chile, abrió las puertas a la explotación de los
recursos sin consideraciones de ninguna especie. Empresarios de la época,
en su mayoría extranjeros, explotaron las reservas de vida y la capacidad
del hombre para soportar los rigores más extenuantes y las pruebas de la
naturaleza.13
Westhoff recorrió la costa occidental hacia el sur y se estableció en 1859 en
Ancud, capital y puerto principal de Chiloé. Se había interesado particular-
mente en el extenso archipiélago ubicado al sur del Golfo del Corcovado y
estrecho del Guafo, conocido en su parte boreal con el nombre de Guaitecas.
Sus islas se hallaban entonces densamente arboladas, con bosques prácticamente vírgenes, entre los que destacaban extensos cipresales.
Comprobada la riqueza forestal, Westhoff instaló una explotación en una
isla a la que llamó Melinka, al parecer en homenaje a su hermana, el cual
era un antiguo paraje canoero. En este asentamiento pionero ha de verse el
origen del poblado de ese nombre y que actualmente es la capital de la comuna de Las Guaitecas. “Melinka era el centro operativo para la extracción
y procesamiento básico del ciprés”14. Así nació la historia moderna de las
Guaitecas, herencia de los primeros “Hacheros” llegados a la zona, atraídos
por la promesa de un mejor futuro, un futuro que aplacara las carencias y les
proporcionara un destino más clemente para ellos y su descendencia.
Aparte de Westhoff, el que más fama cobraría fue un chilote emprendedor,
Ciriaco Álvarez Vera, natural de Chonchi. “El Rey del Ciprés”, arribó con
posterioridad a los otros, en 1880, y se estableció en Melinka.
Erigió allí un importante centro de operación, con casas de viviendas para
los trabajadores, galpones de acopio para la madera y un almacén o pulpería. Con los años pasó a ser el principal abastecedor de postes para viñas de
agricultores del valle central de Chile. Su actividad superaría al siglo, y se extendió hasta los años 1920. Hizo gran fortuna, llegando a tener 8 naves, entre
ellas una barca de 900 toneladas. “El Rey del Ciprés se instaló en Melinka,
mas o menos a finales del siglo XIX, pero es un hecho que la envergadura de
su estructura operacional fue mucho más amplia, llegando a dominar el vasto
territorio al sur de las islas Guaitecas”.15
14. Saavedra, Gonzalo (2007)
FOTO SUPERIOR / REPOLLAL BAJO
13. Saavedra, Gonzalo (2007)
15. Saavedra, Gonzalo (2007)
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L
as cuadrillas se embarcaban durante largas temporadas, en busca del
preciado recurso. “Algo del estilo canoero pervive, se reproduce, se recrea y
se reinventa desde finales del siglo XIX en adelante”16 . Quizás la vida moldeada por los canales, por las extensas faenas o por la búsqueda incesante de
recursos, hicieron que las faenas cipreseras se hicieran parte de los orígenes
de la comuna como la conocemos hoy en día. Además, los trabajadores del
ciprés trajeron consigo sus artes de caza y pesca, trabajando paralelamente,
la caza del lobo marino y del gato huillín, así como la pesca y elaboración
del pescado seco (róbalo ahumado) y de la cholga seca. Esta historia, la de
los hombres y mujeres que hoy en día llamamos Antiguos siempre se organizó desde los capitales de empresarios privados, “se pactaba previamente
un acuerdo entre los cazadores loberos y los empresarios. Estos proveían de
insumos y víveres a los loberos, quienes entonces se embarcaban durante
largas temporadas en busca del recurso”17. La dispersión de las cuadrillas
era enorme, encontrándose algunas incluso en territorio de los kawéskar, al
sur del Golfo de Penas.
El capitán de fragata Enrique Simpson, de la armada de Chile, se informó por
Westhoff de la importancia de la producción forestal. Entre 1870 y 1873,
se extraían simultáneamente alrededor de 300.000 durmientes, que daban
trabajo estacional a unas 3.000 personas, todos ellos provenientes de Chiloé.
En sus escritos, Simpson relata las formas de extracción y la modalidad de
explotación.18
La forma de extracción era de carácter predatorio y destructivo de recursos,
debido al incontrolado uso del fuego, acarreando daño a otras especies vegetales y animales. Con respecto a la modalidad de explotación, a los trabajadores se les brindaba la posibilidad de endeudarse con antelación a las
faenas, adquiriendo de los empresarios artículos en su mayoría sobrevalorados, quedando así obligados con los mismos. Esta modalidad de compra
a crédito era conocida en la época como “tienda de raya”. El pago se hacía
con la corta y preparación de postes que eran tasados a bajo precio. Era el
nacimiento del país como lo conocemos hoy, donde los poseedores de los
recursos naturales y las riquezas, dominan el trabajo y someten a las grandes poblaciones de trabajadores, hombres y mujeres, obligándolos a aceptar
apremiantes condiciones aprovechándose de la necesidad.
La faena extractiva del ciprés se iniciaba en primavera y duraba de 3 a 4 meses. Lanchas y balandras repartían grupos de hacheros, con víveres. Al terminar las faenas, las embarcaciones volvían a recoger lo acopiado, llevándolo
a Melinka o a Chiloé. Para llevar a cabo las faenas de ciprés los empresarios
debían contar con barcos para el traslado de los postes, así como de puertos de embarque y recursos para organizar adecuadamente las cuadrillas de
taladores.
Los tiempos del ciprés no fueron solo la articulación de un negocio, lo que
moldea la vida de las personas, sino que se establecieron relaciones mucho más complejas. Oleadas migratorias fueron repoblando el archipiélago.
Fueron tiempos duros y de enorme sacrificio, en donde unos pocos se enriquecieron a costa de muchos. Tiempos en los que se hicieron las primeras
fortunas del sur de Chile... tiempos de aventureros... de hombres y mujeres
valientes, que dejaron su impronta y su sudor, legando valiosas lecciones de
sobrevivencia a pesar de las difíciles pruebas impuestas por la vida... pruebas
superadas largamente, cuyos testigos transitan lentamente entre las isla… mas
allá de este lejano rincón del mundo...
FOTO SUPERIOR / VECINOS DE MELINKA, AÑOS 50
16. Saavedra, Gonzalo (2007)
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17. Saavedra, Gonzalo (2007)
18. Saavedra, Gonzalo (2007)
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FOTO SUPERIOR / BARCO A VAPOR TRINIDAD, AÑOS 40
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FOTO SUPERIOR / PROFESORES ESCUELA F-1016 DE MELINKA, AÑOS 70
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Capítulo 4
ÑANCUPEL
El Ultimo Pirata Del Pacifico (Por Antonio Cardenas Tabies)19
FOTO SUPERIOR / REPOLLAL ALTO
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FOTO PAGINA OPUESTA / COSTANERA DE MELINKA , AÑOS 80
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El Ultimo Pirata Del Pacifico (Por Antonio Cardenas Tabies)19
ÑANCUPEL
Capítulo 4
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FOTO SUPERIOR / REPOLLAL
U
na fría mañana de Marzo partió de Quellón hacia las islas Guaitecas
Pedro Ñancupel en busca de su hermano Juan, quién se dedicaba a cazar
coipos y nutrias con un sobrino y un Guaitequero de apellido Nahuelhuén,
en las distintas islas del archipiélago.
Pedro Ñancupel llevó provisiones, escopeta y pólvora. Se unió a ellos en casa
de Quilas. Allí también estaba otra cuadrilla, los hermanos Manquemilla, de
Terao.
Ñancupel parlamentó con los suyos y les dijo que robando pieles se harían millonarios. Luego de un corto debate todos estuvieron de acuerdo y
de inmediato atacaron a los Manquemilla mientras dormían. Los mataron a
todos y les robaron las pieles, las armas y la mercadería. Los cadáveres los
escondieron en una caverna que existía en un cerro cercano. Con estas armas
y provisiones empezaron a recorrer las islas en busca de otras cuadrillas de
Guaitequeros para robarles.
En los ratos libres entrenaban a sus socios disparando al blanco y peleando
a cuchillo con cada uno de ellos. Así llegaron en poco tiempo a ser diestros
tiradores y de ágiles manos y movimientos para manejar el puñal. Los viajes
siempre los hacían de noche para sorprender a sus víctimas durmiendo, o si
estaban despiertos se hacían pasar como recién llegados; pedían albergue y
luego les ofrecían licor hasta que los emborrachaban. Entonces los mataban
y robaban.
Los asaltos los efectuaban cuando las chalupas venían de vuelta hacia su
tierra con toda su mercadería: mariscos o pieles.
Los segundos en caer bajo las manos de los Ñancupel fueron los Nahuelquines de Quellón. A esto les quitaron un cargamento de cholgas, hundiendo la
embarcación, y los cadáveres los escondieron en una cueva, tapándolos con
ramas, luego cayeron los Chodiles de Huildad, los cuales fueron muertos en
casa de Ranas. Los dejaron desnudos al pie de un barranco, donde fueron
encontradas sus calaveras años más tarde. También había una tabla con la
matrícula del chalupón.
Para la gente de la isla grande de Chiloé, todas las embarcaciones que no volvían lo atribuían a naufragios en el Golfo Corcovado, pues no había control
de la gente desaparecida.
Ñancupel cada vez que tenía cargamento completo iba a vender sus productos a Melinka o bien a Castro o a Ancud, cambiándolos por onzas de oro.
Compraba pólvora, tiros, escopetas y víveres y partía a sus dominios, donde
reinaba sembrando el terror y la muerte.
Ya convertidos en piratas, cuando se encontraba en el puerto de Santo Domingo, arribó un velero con el fin de recoger agua. Él y su gente estaban acechando detrás de un peñasco a cuyos pies corría un arroyuelo de aguas claras. Desde el buque bajaron cuatro tripulantes en un bote y vinieron al estero
en procura del líquido elemento. Allí mismo fueron ultimados por los piratas.
Como no volvieron, el capitán envió a otro contingente, los que corrieron
la misma suerte y luego vino el tercero, hasta que sólo a bordo quedaba el
capitán con su esposa, una guagua de un año y el piloto.
Ñancupel esperó la noche y cuando esta llegó, remó sigilosamente hasta el
barco que permanecía anclado. Subió a el silenciosamente y los sorprendió,
matando al piloto y al capitán. Sacó a la señora, que era una joven de veinte
años y su guagua. Cuando quedó el buque sin tripulación ubicó dos cavernas
y de inmediato desaparejó el barco. En una dejó el velamen y en la otra guardó la mercadería que consistía en ropa, armas, muebles y dinero.
19. Texto denominado: Ñancúpel, el último pirata del pacífico (Hechos ocurridos en la segunda mitad del siglo XIX en el archipiélago de Las Guaitecas). Cabe señalar que
este relato se encuentra dentro de las investigaciones tradicionales respecto a Ñancupel. Sin embargo, diversos investigadores del litoral aysenino señalan que existirían nuevas
evidencias que demostrarían aspectos diferentes a los aquí descritos, concernientes a la vida y personalidad de dicho personaje.
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D
esarboló el buque y lo condujo con espías (cabos) hasta las afueras del
puerto. Aquí lo cargó con piedras y lo barrenó, hundiéndolo. Vivió algunos
días a lo rey con lo robado y con la esposa del capitán. Una mañana que se
levantó de mal humor, tomó al niño de los pies y lo colgó con la cabeza hacia abajo diciéndole a la joven madre: “Lo siento señora. Tengo que matarlo,
pues he hecho una promesa de matar a cien”. La pobre mujer le suplicó que
no lo hiciera, que ella le daría todo lo que él quisiera a cambio de la vida
del niño. No le hizo caso. Tomó un cuchillo y le cortó el cuello. Al tercer
día dio muerte a la mujer y comentó: “Hay que hacerlo para no despertar
sospechas”.
Otra nave a la cual asaltó y mató a sus tripulantes fue la Jilguero. Era un buque mercante. Aquí también murió el capitán, su esposa y una jovencita de
15 años, enlutando a las familias de Castro y Ancud. Después siguió en la
misma faena de matar a cuadrillas de Guaitequeros para robar.
Liberato Chiguay contó que se escapó de una muerte segura a manos de Ñancupel en las Guaitecas. El narra el hecho de la siguiente manera:
“Éramos cuatro. Andábamos en una chalupa gatera. Cazábamos coipos y
nutrias. Nos encontramos con Pedro Ñancupel y al vernos nos dijo:
-Oh, pariente. ¿de dónde vienes?
-Del sur - respondimos.
-Esto debemos celebrarlo. Bajen a tierra, tenemos un buen vino – dijo
Ñancupel.
-Espéreme pariente, un ratito nomás. Al otro lado de la isla hay unos quetros. ¿qué le parece si vamos a cazarlos para hacer un buen asado? – dijimos nosotros para despistar.
-Conforme, vayan nomás. Aquí los espero – respondió sin sospechar Ñancupel.
Agrega Chiguay: “creyó lo de los quetros y partimos remando como si nada
ocurriese. Apenas nos hizo sombra la isla, nos sacamos la ropa y partimos a
remar con todas nuestras fuerzas y a toda vela a fin de salvar nuestras vidas.
Al poco rato el sudor nos bañaba de pies a cabeza. A la distancia apareció
Ñancupel con su chalupa insultándonos y alentando a sus bogadores para
darnos alcance. Era una verdadera carrera en los canales Guaitequeros. Felizmente ya íbamos lejos y no nos alcanzó, sin embargo nos dispararon cerca
de media hora. Los proyectiles pasaban silbando sobre nuestras cabezas. Finalmente se aburrieron y se devolvieron”.
Mas tarde ancló un buque de franquía (barco que tiene el paso libre) en puerto Lobos. Ñancupel mató a toda la tripulación, haciendo lo mismo que había
hecho con otros barcos, hundiéndolo y escondiendo la mercadería, esta vez
en el lugar denominado “Boca Chica”.
A Melinka entró un barco extranjero muy grande y cuando quiso irse no
pudo virar para salir porque la boca del puerto es angosta. Casualmente había llegado Ñancupel ese día a Las Guaitecas. Venía a vender pieles. Como
ninguno pudo sacar el barco extranjero, le preguntaron a Ñancupel si podía
hacerlo. Contestó que si, con una condición: que todos los marineros abandonasen el barco: “yo lo voy a sacar con mi tripulación – dijo – cobro 500
pesos”.
Aceptaron. Hizo tirar una espía de dos mil metros. Con cuatro espías lo sacó:
nadie lo habría logrado, ni el más experto de los marinos. El buque una vez
libre y con toda su tripulación a bordo infló velas y se fue.
FOTO SUPERIOR / REPOLLAL BAJO
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E
n este viaje que hizo a la isla Grande mató a su mujer en la quebrada de
caracoles, acompañado de su amante le pegó un estacazo en la frente. En el
mismo lugar cavó la sepultura y la enterró boca abajo.
Cuando solamente le faltaba uno para matar a cien. Ñancupel se encontraba
en el puerto de Bocatín (Boca chica) en Las Guaitecas y llegaron dos chalupas
cazadoras con dos cuadrillas (ocho personas). Pensó: “Aquí completo los cien
y me van a sobrar siete”.
En las embarcaciones que acababan de llegar viajaban en su mayoría jóvenes
de corta edad. Jugaron un partido de fútbol con una pelota de cochayuyo,
donde participó también un sobrino del pirata. Después del partido les dijo:
-¡Qué lástima les tengo a ustedes, que son buenos para jugar!
FOTO SUPERIOR / REPOLLAL BAJO
FOTO PAGINA OPUESTA / REPOLLAL
En Castro estuvo seis meses preso y ahí mismo se firmó la sentencia de muerte. Tenía 40 años. Era gordo y fuerte. Su sobrino también concluyó en el
patíbulo. Ñancupel era analfabeto.
Fue fusilado en Ancud. El día de su muerte fue conducido en una carretera,
en medio de dos jesuitas, para el fusilamiento camino al antiguo polvorín de
Ancud. De aquí siguió a pie.
-Esta noche van a morir todos ustedes. Ese que ven allí es Pedro Ñancupel. Es mi tío
Antes de morir pidió que lo dejarán hablar y dijo: “yo soy inocente y me voy
a la loria (gloria) y me quedo riendo de ustedes. Yo jamás hice mal a nadie.
Todos son cuentos. Les ruego que no me hagan sufrir y apúntenme bien. Perdono a todos por que me voy a la loria (gloria).”
Los Guaitequeros conversaron secretamente y esperaron que Ñancupel se
durmiera. Siempre dormía con la carabina tomada en sus manos. Durante el
sueño partieron en el bote de Ñancupel seis bog-adores y un piloto, y fueron
al puerto de Melinka a buscar a la policía y cuando volvieron todavía dormía.
Y le vendaron los ojos. El cura rezó un credo y el reo no estaba atado. Se levanto de su asiento y desató la faja de lana con que se ceñía los pantalones y
se amarró al banquillo. Murió sin ningún quejido. Falleció al segundo disparo
hecho en la sien derecha por un sargento.
-¿Por qué? – preguntaron
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Los sorprendieron durmiendo en su escondite. Lo engrillaron de inmediato
y fue llevado a Melinka, donde permaneció ocho días preso. De aquí fue
conducido a Castro. Durante el proceso que se le siguió en aquel pueblo se
hizo la reconstitución de la escena del crimen de su esposa.
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Capítulo 5
ANTIGUAS Y ANTIGUOS HACHEROS
LA TALA Y EXTRACCION DEL CIPRES
FOTO SUPERIOR / ESTERO ALVAREZ
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FOTO PAGINA OPUESTA / REPOLLAL
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LA TALA Y EXTRACCION DEL CIPRES
ANTIGUAS Y ANTIGUOS HACHEROS
Capítulo 5
A
mediados del siglo XIX, el Lituano Felipe Westhoff, nombrado subdelegado marítimo del archipiélago de los Chonos o Guaitecas por el Gobierno
de Chile, instaló un centro de explotación del Ciprés de Las Guaitecas en una
de las miles de islas del archipiélago, llamando a este nuevo centro poblado:
Melinka.
De este modo, Melinka nació como un centro operativo para la extracción
y procesamiento básico del Ciprés. Y así, motivados por la fiebre del Ciprés
llegaron a Melinka miles de Hacheros, provenientes en su mayoría de Chiloé,
extendiéndose esta actividad hasta la primera mitad del Siglo XX.
Numerosas cuadrillas de Hacheros se embarcaban por largas temporadas en
busca del preciado recurso, trayendo consigo sus artes de caza y pesca, trabajando simultáneamente “a la caza” de pieles, y a la elaboración de pescado y
cholga seca. Fue una época de Hacheros, quienes a golpe de hierro derrumbaban a los gigantes de madera, habitantes naturales de las islas y fiordos.
“Ese fue mi primer trabajo… Cuando empecé el trabajo de la madera fue
en el año 1950 yo tenia 13 años, fui nacido en el año 1937… de esos años
empecé a trabajar yo a la madera... venia gente de Chonchi… fuimos como
20 cuadrillas, trabajábamos a pura madera, 2 meses en ese tiempo, esa gente
de Chiloé le sacaba a la madera una goleta de 2 palos… miles de piezas de
madera… ese tiempo compraba madera el finao’ Augusto Álvarez, ese por lo
menos sería familia de Don Ciriaco Álvarez, no le alcance a preguntar, nosotros con ese empezamos a trabajar… después vino otro contratista que le
decían Antonio López, ese compro cualquier cantidad de madera… nosotros
en ese tiempo pocas lanchas motorizadas... cargábamos 1900 piezas… así
que en el año 1955 la gente a pura madera… la madera empezaba en septiembre hasta marzo y ahí venia el trabajo de la cholga seca... en ese tiempo
FOTO SUPERIOR / LEÑADOR EN REPOLLAL
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FOTO PAGINA OPUESTA / MELINKA
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no se compraba nada fresco… se compraba harta madera, hubo un tiempo
que hubo un barco grande comprando… 30 a 40 mil piezas… así que en ese
tiempo nosotros tuvimos trabajando en Johnson (isla del archipiélago de Las
Guaitecas)… se salía con cuatro hombres y se hacia una rancha, ranchita con
canutillo y paja ¡tremendas calores!, hacíamos unas camitas de varas alrededor del fuego… cocinábamos adentro de la rancha en nuestro fuego, cocíamos pura tortillas al rescoldo no má’, hacíamos curantos a veces, chapaleles,
teníamos harina abundante, no había nada más que comprar por ahí… era
pura tortilla no má’... así que ese era nuestro trabajo, íbamos a la cordillera,
salíamos cada uno con nuestra hacha, todos con hacha, los cuatro, teníamos
un atarejo de 100 piezas por hombre, 400 estacas, había madera eso si pu’,
en partes estaban ¡así! de alto los cipreses… ya se fue quedando la madera...
se perdió el madereo’ el año 1965, fue perdiendo el madereo’ ya no había
contratista, ya no había exportaciones, en esos años se compro tanto, venían
cuadrillas a trabajar a la madera…”20
También, la tala era realizada por familias completas, quienes se aventuraban
en sus chalupas a vela y remo.
extranjero y en eso se ocupaba la gente por que no había otra cosa que
hacer, no se compraba el marisco ni el pescao’, ninguna cosa, puro ciprés…
acá no má’ trabajábamos, íbamos al fondeaero’ a trabajar con bote a remo y
después lo iban a buscar con embarcaciones grandes, con lanchas, nosotros
nos quedábamos… cortábamos a pura hacha, íbamos todos los de la casa,
familias completas, hasta 10 íbamos pu’, yo iba con mi esposo y mis chicos,
todos trabajábamos, conducíamos las estacas a hombro y los chicos igual, de
a uno de a dos… no son pesá’, el ciprés es más liviano… al ciprés íbamos a
estar unas dos semanas, íbamos pa’ fuera y después volvíamos a la casa…
hacíamos ranchas con paja, canutillo que le dicen ahora, cortábamos no má’
y hacíamos casitas, arriba no má’ y al costado era nylon… esto fue antes del
60’, trabajamos harto tiempo, no había que más hacerle, nadie daba víveres
por otra cosa, nada más que por el ciprés, así que obligao’ a salir a trabajar…
trabajábamos apatronao’ y se pagaban los víveres con la madera… me gustaba trabajar cuando había tiempo bueno, en el verano, todos a trabajar no
ma’…” 21
“Hacíamos estacas que le decían, estacas altas de esas que tiene los cercos,
pero bien arreglas pu’ y esas las compraban para llevarlas pal’ norte, pal’
Los Hacheros llegados a la zona, atraídos por la promesa de un mejor futuro,
fueron forjando los primeros pasos de lo que hoy en día es la Comuna de Las
Guaitecas... muchos de ellos vinieron para quedarse, forjando las miradas
hacia el futuro de su descendencia, en las islas de su destino.
20. Fermín Lepio, Melinka, 2008
21. Audelia Piucol, Melinka, 2008
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